FUENTE: SECRETUM MEUM MIHI
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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sábado, 21 de enero de 2017
Escandaloso: En Pereira, Colombia, negar la Sagrada Comunión a los adúlteros y enseñarlo es "contrario a la Fe Católica"
viernes, 20 de enero de 2017
Malta suspende a divinis a los curas que no den Comunión a adúlteros (CHURCH MILITANT)
FUENTE: CHURCH MILITANT
El obispo Mario Grech, de la diócesis de Gozo, Malta, está diciendo que despojará a todos los sacerdotes de sus facultades sacerdotales que no sigan sus nuevas directrices, alegando que está siguiendo las directrices de la exhortación papal Amoris Laetitia. Según los informes, ha tomado esta severa posición al regresar esta semana de su visita a Roma. Según la prensa alemana, Bp. Grech amenazó a sus sacerdotes con la suspensión a divinis si se niegan a cumplir.
Las directrices Bp. Grech co-publicadas el 8 de enero con Abp. Charles Scicluna, de la archidiócesis de Malta, son: "Si ... una persona separada o divorciada que vive en una nueva relación puede ... reconocer y creer que él o ella está en paz con Dios, no puede ser excluido de la participación en los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía "
Las orientaciones de Malta se centran en las conciencias de los civilmente casados que se presentan en la Misa para recibir la Eucaristía. No se hace mención de la conciencia del sacerdote que intenta seguir la ley de la Iglesia tal como está contenida en el Código de Derecho Canónico.
Canon 915 ordena que aquellos que "perseveran obstinadamente en pecado grave manifiesto no sean admitidos a la Santa Comunión". Este juicio se basa en la situación objetiva de la pareja, llamada foro externo, y es completamente independiente de su sentimiento subjetivo de culpa, que es parte de lo que se llama el foro interno.
Un canonista experimentado, el Dr. Ed Peters, enfatizó recientemente que a los sacerdotes la Santa Madre Iglesia les manda seguir este canon y no admitir a las parejas que viven públicamente en estado de pecado mortal objetivo a la Sagrada Comunión:
Al administrar la Sagrada Comunión a un miembro fiel, los sacerdotes católicos están obligados, no por las directrices supuestamente elaboradas a partir de un único, ambiguo y altamente controvertido documento papal, sino por el texto claro de otro documento papal, llamado Código de Derecho Canónico (especialmente el Canon 915 del mismo), y por la interpretación común y constante de tales normas a través de los siglos.
En una entrevista en mayo pasado, Cdl. Raymond Burke, patrón de los Caballeros de Malta, calificó de "grave injusticia" que los obispos ordenaran a sus sacerdotes que hicieran esta misma cosa que en conciencia no podían hacer.
"Si alguien le dice al sacerdote que tiene que hacer estas cosas, simplemente debe rechazarlo y afrontar las consecuencias", dijo.
Cardenal Koch: Martín Lutero habría “encontrado su propio Concilio” en el Vaticano II
Ayer les dijimos que la Oficina Filatélica y Numismática del Vaticano planea lanzar una estampilla con la imagen de Martín Lutero. Ahora, en una reflexión publicada en el periódico oficial del Vaticano, L’Osservatore Romano, para conmemorar el quinto centenario de la Reforma Protestante, el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, realizó unas afirmaciones sorprendentes que parecen complementar al dedillo la extraña decisión.
Así como con la reciente publicación de la guía sobre Amoris Laetitia (discutiblemente herética) de los obispos malteses en L’Osservatore Romano, la talla de la publicación es importante en sí misma. Recuerden esta descripción de la finalidad del periódico, según el cardenal Tarcisio Bertone: “Creado para defender la religión católica y al Romano Pontífice, el diario se convirtió en el órgano oficial de la Sede Apostólica, que lo tornó un instrumento de valor para la difusión de las enseñanzas del sucesor de Pedro y de información sobre los eventos de la Iglesia.”
El texto con las afirmaciones de Koch aún no está disponible en inglés, pero uno de nuestros traductores, Andrew Guernsey, nos ofreció algunos extractos destacados. Cuando Koch habla de Lund, se refiere por supuesto a la visita papal del octubre pasado [énfasis nuestro]:
“…el evento de Lund no solo fue recibido con gratitud, sino también con críticas y oposición…Mientras del lado católico se teme una tendencia protestante, del lado protestante se ha hablado de una traición de la Reforma …
Estas expresiones, confesionalmente parciales y polémicas, que de parte de los católicos exacerbaban el rechazo de Lutero y su reforma, ya no son posibles en una era ecuménica. En una era ecuménica existe como regla general una participación conjunta en la vida de los otros, en la alegría y en el sufrimiento …
Es más, en el movimiento ecuménico, la idea se desarrolló hasta revelar que la Reforma no aplica solo a los protestantes sino también a los católicos y que, consecuentemente, la conmemoración de la Reforma hoy solo puede ocurrir en una comunión ecuménica. Esto se presenta a ambas partes como una invitación al diálogo sobre lo que los católicos pueden aprender de la Reforma y lo que los protestantes pueden extraer de la Iglesia Católica para enriquecer su propia vida.
…la conmemoración de la Reforma en el 2017 solo puede hacerse en una comunión ecuménica. En este contexto más amplio, queda más claro que a Martín Lutero sí le importaba. Él no quería en absoluto romper con la Iglesia Católica y fundar una iglesia nueva, pero tenía en mente la renovación de toda la cristiandad en el espíritu del Evangelio. Lutero ejercía presión para una reforma sustancial de la Iglesia y no una Reforma que condujera a la desintegración de la unidad de la Iglesia. El hecho de que su idea de reforma no pudiera realizarse en aquel tiempo se debe en gran parte a factores políticos. Mientras que, originalmente, el movimiento de reforma fue un movimiento de renovación dentro de la Iglesia, el nacimiento de la Iglesia Protestante fue, sobre todo, el resultado de decisiones políticas…
…Debido a que el verdadero objetivo de la reforma de Lutero era la renovación de toda la Iglesia, la división de la Iglesia, el nacimiento de una iglesia protestante y el alejamiento de las comunidades eclesiales protestantes de la Iglesia Católica no debieran ser considerados resultados exitosos de la Reforma sino una expresión de su fracaso temporal o al menos un recurso de emergencia. De hecho, el éxito verdadero y correcto de la reforma solo se realizará al superar las divisiones entre los cristianos, que se heredaron del pasado, y con la restauración de la Iglesia, una y unida, renovada en el espíritu del Evangelio.
Al respecto, el Concilio Vaticano Segundo, que unió de manera irrevocable el compromiso ecuménico de restaurar la unidad cristiana y la renovación de la Iglesia Católica, realizó una contribución esencial que al respecto nos permite afirmar que en el Concilio Vaticano Segundo, Martín Lutero habría “encontrado su propio concilio.” El concilio habría acudido a él en el tiempo en que él vivía.
…será un gran logro si la conmemoración da los pasos necesarios para una comunión eclesial vinculante. Este debe ser el objetivo de todo el esfuerzo ecuménico y es, por lo tanto, a este fin preciso que la conmemoración de la Reforma debe apuntar.
…Melanchthon ha demostrado ser un gran “ecumenista de su tiempo”, capaz de mostrarnos hoy el camino, mientras celebramos juntos la conmemoración de la Reforma. Esto será una oportunidad ecuménica solo si el 2017 marca no el final sino un nuevo comienzo en el camino del ecumenismo dirigido para alcanzar la comunión eclesial plena entre luteranos y católicos…
Aquí hay un par de cosas a considerar.
No tengo idea qué es una “era ecuménica”, o si hay una cura para eso. Lo que sé es que la Gran Comisión es válida para todos los católicos de todos los tiempos, sin excepciones.
Tampoco sé lo que significa una “comunión ecuménica” para prelados como Koch. Nosotros ya sabemos que el rechazo del concepto de “ecumenismo de retorno” — la idea de que toda actividad ecuménica debe estar dirigida hacia la conversión a la fe verdadera de los cristianos no católicos — está en ascenso en el Vaticano del siglo 21. En círculos ecuménicos escuchamos muchas veces sobre esta idea de “caminar juntos”, como si todos estuviéramos siguiendo caminos paralelos hacia el cielo, sin importar nuestras significativas diferencias teológicas.
Koch también dice que la división provocada por Lutero fue un fracaso de su parte; algo bastante tibio, pero que en realidad es una crítica más severa de lo que hubiera esperado. Luego dice, “De hecho, el éxito verdadero y correcto de la reforma solo se realizará al superar las divisiones entre los cristianos, que se heredaron del pasado y con la restauración de la Iglesia, una y unida, renovada en el espíritu del Evangelio.”
Eso suena vagamente al lenguaje del “ecumenismo de retorno”. No estoy seguro, porque el concepto de iglesia unificada — que debiera ser evidente en sí mismo — no está definido aquí como “la Iglesia Católica”. Si se refiere a esto, son buenas noticias, pero es raro, considerando el clima ecuménico en Roma.
Luego revela lo verdaderamente llamativo, al decir que “el Concilio Vaticano Segundo, que unió de manera irrevocable el compromiso ecuménico de restaurar la unidad cristiana y la renovación de la Iglesia Católica, realizó una contribución esencial que al respecto nos permite afirmar que en el Concilio Vaticano Segundo, Martín Lutero habría “encontrado su propio concilio.” El concilio habría acudido a él en el tiempo en que él vivía.”
Recuerdo una historia que me contó un amigo hace mucho tiempo, en los primeros tiempos de mi exploración del catolicismo tradicional. Dijo que conducía por un paisaje rural de Virginia y se le pinchó una goma. Al darse cuenta que no llevaba una de repuesto, caminó hacia la puerta del edificio más cercano — una iglesia luterana — y preguntó si podía utilizar su teléfono. (Esto fue antes de la omnipresencia de los teléfonos celulares). Dijo que fueron muy amigables y que, mientras estaba allí, como cristianos obedientes que eran, lo invitaron a la celebración dominical. Le entregaron un programa que llevaba impreso en su interior el texto de la liturgia.
“Era la Novus Ordo”, me dijo, con una expresión de sorpresa en su rostro. “Casi palabra por palabra, con unos pocos pequeños cambios.”
Siempre me sorprendió, incluso entonces, antes de estar más atento a la crisis, que la liturgia católica, de realizarse correctamente, debiera ser una piedra de tropiezo para los protestantes. Fundamentalmente, tenemos una teología sacramental muy diferente. Con el paso del tiempo, pude comprender mejor la verdadera intención ecuménica, no solo detrás del cambio de la liturgia — a la manera protestante — sino también de la gran influencia protestante sobre el mismo Concilio Vaticano Segundo.
Y si bien la historia de mi amigo era de naturaleza anecdótica, no teológica, es razonable que si la liturgia católica post-conciliar resulta agradable a los luteranos, el concilio que montó el escenario para la creación de dicha liturgia bien podría haber sido aceptable al mismo Lutero. El cardenal Koch ciertamente parece pensarlo, ¿y por qué no debiéramos confiar en su palabra? Él es el hombre encargado de comprender las diferencias y las características compartidas entre nuestras dos religiones, y está bastante alineado con los que más sintonizan el llamado “espíritu del Vaticano II”.
Entonces uno se pregunta a qué se refiere Koch cuando habla de dar “los pasos necesarios para una comunión eclesial vinculante.” ¿Esta unidad, es algo que él vislumbra bajo la versión “sin dientes” del catolicismo post-conciliar, ofensivo (e inspirador) para nadie en absoluto? ¿O es algo aún menor — una federación de iglesias afiliadas libremente al Papa?
Lamentablemente, sólo podemos especular al respecto. Sea lo que sea, va a ser algo menor (o quizás mayor, dependiendo de cómo se mire) de lo que debiera ser, y eso es un problema. Necesitamos la restauración de un catolicismo auténtico — litúrgicamente, teológicamente, doctrinalmente, y catequísticamente — antes de poder hacer algo bueno a través de la evangelización. Me he preguntado muchas veces si muchos de los protestantes convertidos al catolicismo a partir del Concilio Vaticano Segundo se habrían convertido a la Iglesia pre-conciliar — y si no, ¿por qué no? ¿Se convirtieron a la totalidad de la verdad o solo a la muy redactada — y francamente, atontada — versión de esta potencia religiosa que era fuerza impulsora de la civilización cristiana?
Como les dije antes, sospecho que uno de los próximos temas en la agenda será la inter-comunión. Si estoy en lo cierto, se siente (a pesar de ciertos ruidos positivos sobre la “unidad”) como si en verdad solo fuera un paso más hacia justificar lo impensable.
(Traducción de Marilina Manteiga)
El Vaticano se ha vuelto loco (Vídeos de gloria TV)
¡Increíble, pero cierto! ¡Que Dios nos pille confesados!
Duración: 44 segundos
Duración: 36 segundos
Obispos malteses (FRAY GERUNDIO)
Me aflige y atribula ver por doquier la foto de los dos obispos malteses, tan orgullosos ellos, tan erguidos y arrogantes, satisfechos de sí mismos, el más gordito casi pavoneándose de su hazaña. Por fin han podido tener su espacio. La red bergogliana se enorgullece con ellos y su actitud: Los obispos de Malta han dado ejemplo y orientación a sus fieles. Supongo que el jubilado y ocupadísimo cardenal Kasper y el flamante cardenal Cupich les mandarían un buz telefónico a estos dignos sucesores de los Apóstoles. Estos sí que se preocupan por sus fieles. Francisco los sacó en su Periódico Romano y sospecho que la edición protestante del mismo en Buenos Aires, también se habrá hecho eco del acontecimiento. Es verdad que han orientado a sus fieles: les han dado el GPS ideal para llegar al infierno, mal que le pese al rojerío arco iris (porque ahora va todo junto), que nos abruma con sus directrices.
Si como resultado del proceso de discernimiento, llevado a cabo con “humildad, reserva, amor a la Iglesia y a su enseñanza, en la búsqueda sincera de la voluntad de Dios y con el deseo de alcanzar una respuesta a ella más perfecta” (Amoris laetitia, 300), una persona separada o divorciada que vive una nueva unión llega –con una conciencia formada e iluminada– a reconocer y a creer estando en paz con Dios, no se le podrá impedir acercarse a los sacramentos de la reconciliación y de la eucaristía (cfr. Amoris laetitia, notas 336 y 351).
Me preguntaba uno de mis novicios espabilado, si esta conciencia que se siente en paz con Dios, se puede aplicar también a dos maromos/maromas que se sienten felices conviviendo y con la conciencia tranquila. O a un pecador solitario que se siente asímismo en paz con Dios y con una conciencia clara de que hace lo correcto, porque se lo ha recomendado su psicólogo para que libere sus tensiones internas. O a un célibe, que se siente sólo y abandonado -y recurre a cualquier barraganía aunque sea momentánea-, pero eso sí, con paz con Dios, por supuesto.
Mi respuesta ha sido de lo más conservadora: Hijo mío, siguiendo las enseñanzas de la Amoris, sigue a quién quieres seguir y haz lo que te diga tu conciencia. Si estás en paz y con conciencia clara de que debes pensar a lo maltés, cupichita y kasperita, hazlo. Si piensas que no, no lo hagas. Encontrarás mucha más gente por el camino ancho de la Amoris Laetitia que lleva a la vidilla, pero muy pocos por el camino de los dubbia. Tú sabrás.
Por su parte, las redes hartas de Bergoglio y de sus mariachis les han llamado de todo a los dos malteses, porque en realidad lo son: apóstatas es lo menos que se puede decir. Traidores a sus ovejas y lobos del rebaño. Excomulgados.
Pero en realidad, los malteses son el farolillo de cola de toda una lista de obispos, que han animado a sus fieles a los mismos pecados. Sandro Magister, el expulsado de Bergoglio, lo resume muy bien con su titular: La góndola de Malta se une a la flota del Papa. Porque no hay que olvidar, que en la propia Diócesis de Roma se interpreta la maldita Amoris Laetitia en el mismo sentido que señala su Obispo Bergoglio. Según instrucciones del cardenal Vallini (Vicario para la Diócesis de Roma), así hay que entender el tema. Y suponemos que este Vicario purpurado hace lo que le dice su Jefe, porque si no estaría ya destinado como cardenal-arzobispo en la Antártida. Y el propio Obispo de Roma, que desde su elección no ha dejado de estar en Buenos Aires, lo interpreta así en su carta explicativa a los indignos obispos argentinos que le preguntaron cuál era la conducta a seguir. Ergo si los obispos de Malta están excomulgados…
Pero no hay que preocuparse. Los días van pasando y las posturas se tienen que ir clarificando. Como decía el Señor, el que no está conmigo está contra Mí y el que conmigo no recoge, desparrama. No valen los tisquismiquis del si…, pero no. Tenemos ahora mismo muchos obispos a favor del adulterio y la profanación de la Eucaristía. A muchos defensores a capa y espada de Bergoglio y sus irrupciones en la tradición de la Iglesia y la moral sacramental. Y enfrente, tenemos unos pocos que piensan que eso es sencillamente intolerable.
Una vez más, San Pablo vuelve a la carga: El que coma indignamente el Cuerpo de Cristo, está comiendo su propia condenación. Mal que le pese a toda la casta bergogliana. Creo que muchos condenados en el infierno (y los que ellos hayan enviado) tendrán que llevar la Amoris Laetitia en su frente como señal de identificación.
Me apena profundamente pensar que todos los Obispos de la Conferencia Episcopal Española, prietas las filas, se hayan puesto ya el pin de la AL en sus ojales. Su unanimidad para defender lo indefendible, va a quedar en cueros cuando todo esto estalle. Ni uno solo ha sido capaz de decir que en su Diócesis se seguirá aplicando la doctrina de siempre sobre el matrimonio. Ellos están en otras cosas. Efectivamente, el camino que conduce a la perdición está abarrotado de mitras. Y como guía, el Obispo de Roma. Que Dios nos asista.
miércoles, 18 de enero de 2017
Divisoria de aguas (The Wanderer)
FUENTE: THE WANDERER
En la víspera de la fiesta de la Epifanía del Señor, el Pontificio Consejo para la Unión de los Cristianos, emitió un documento acerca de las nuevas relaciones entre católicos y luteranos.
Allí nos enteramos que “Separando lo que es polémico de las cosas buenas de la Reforma, los católicos ahora son capaces de prestar sus oídos a los desafíos de Lutero para la Iglesia de hoy, reconociéndole como un «testigo del evangelio»”.
Los disparates que venimos escuchando últimamente nos anestesian.
Prestemos atención: la Santa Sede, o el mismo Papa, porque sus dicasterios tienen poder vicario, nos dicen que Lutero fue un testigo del Evangelio, es decir, un santo, porque justamente la santidad consiste en ser testigos de Cristo en la heroicidad de las virtudes.
Más allá de que al Papa Francisco no le guste responder sí o no, o que prefiera los tonos pastel a los definitivos blanco o negro, lo cierto es que el principio de no contradicción sigue vigente.
Y por tanto, siguiendo los pasos de los cardenales, yo planteo las siguientes dubia:
- Si, de acuerdo al Papa Francisco, Martín Lutero fue un testigo del Evangelio, ¿puede afirmarse entonces que el Papa León X, que lo condenó el 3 de enero de 1521 con su bula Decet Romanum Pontificem, estaba equivocado?
- Si, de acuerdo al Papa Francisco, Martín Lutero fue un testigo del Evangelio y, como dice el Señor, por sus frutos se conoce el árbol, ¿puede afirmarse entonces que la doctrina escrita y enseñada por Lutero es fiel reflejo de su testimonio evangélico?
- Si, de acuerdo al Papa Francisco, Martín Lutero fue un testigo del Evangelio y habiendo iniciado él mismo un movimiento conocido como Reforma ¿puede afirmarse entonces que los católicos que se opusieron y combatieron a ese movimiento estaban errados, combatiendo a una persona y a una doctrina que daban testimonio de Nuestro Señor?
- Si, de acuerdo al Papa Francisco, Martín Lutero fue un testigo del Evangelio, ¿puede afirmarse entonces que San Pedro Canisio, doctor de la Iglesia, gastó su vida en vano en la predicación de la verdad contra los seguidores de Lutero?
Por cierto que podría agregar varias dudas más pero no creo tener mejor suerte que los cardenales: el Papa Francisco no las va a responder.
El documento en el que aparece esta asombrosa afirmación fue escrito como preparación para la Semana de oración por la unidad de los cristianos que se inicia hoy.
Según varios sitios especializados es probable que, al finalizar la misma, el Papa Francisco permita que católicos y luteranos puedan “compartir la Eucaristía” en ciertas ocasiones, es decir, que los luteranos puedan recibir la comunión en iglesias católicas, y viceversa y que, incluso, los ministros del culto de ambas confesiones puedan “concelebrar” la eucaristía. En este sentido se expresó hace poco tiempo el cardenal Kasper y la iglesia luterana de Suecia afirma en su página web que el deseo más grande que tienen es que la eucaristía puede ser celebrada oficialmente por católicos y luteranos.
Por otro lado, este sacrilegio ya se practica habitualmente en varios países, pero los obispos desean que sea permitido oficialmente, según han declarado recientemente. Y relato al respecto un caso personal: el sábado pasado tuve oportunidad de hablar con un anglicano devoto y practicante de su religión. Me comentó que mientras vivía en Basilea (seis años), concurría todos los domingos a la misa católica en la iglesia de los jesuitas quienes le permitían comulgar. En definitiva, es una práctica que desde hace años está vigente al menos en los países de influencia alemana.
Ya sabemos lo que Bergoglio opina al respecto: el 20 de noviembre de 2015, en una celebración con protestantes realizada en Roma, el Papa le respondió públicamente a una mujer que le había preguntado si, siendo ella luterana, podía recibir la comunión. Aquí pueden ver el video con la respuesta que es realmente escandalosa. Las palabras pontificias fueron: “Háblelo con el Señor y siga adelante”, es decir, "Puede comulgar si su conciencia se lo permite".
Si finalmente se hiciera esta declaración, se estaría marcando en la Iglesia un punto de inflexión mucho más grave, a mi entender, que lo ocurrido con la Amoris laetitia.
Hagamos un poco de historia.
- El proceso de conversión del John Henry Newman fue largo y serenamente meditado. Durante varios años, él se inclinó por lo que llamaba vía media, y consistía en ubicar a la iglesia anglicana en medio de la opción católica y protestante o, dicho de otra manera, en afirmar que la iglesia de Inglaterra era una parte de la Iglesia católica, que poseía usos particulares pero que comulgaba en la misma fe.
Esta ilusión de Newman se evaporó súbitamente cuando la jerarquía anglicana aprobó el obispado anglicano de Jerusalén. Consistió en la instalación de un obispo de esa confesión en la Ciudad Santa, con jurisdicción no solamente sobre los fieles anglicanos sino también sobre los luteranos y demás protestantes, celebrando los sacramentos en forma conjunta.
Esta decisión convenció a Newman de que la iglesia anglicana era, en el fondo, una iglesia protestante y apuró sus pasos hacia Roma: poco tiempo después se convertiría.
- Veamos otro caso. Ya hicimos referencia aquí a la reunión de Kikuyo. Se trató de una suerte de congreso realizado en África en la década del ’30 por dos diócesis anglicanas que culminó con una celebración litúrgica de la que participaron obispos y sacerdotes anglicanos y ministros de otras confesiones protestantes.
Este hecho fue decisivo para la conversión de Mons. Ronald Knox a la fe católica. Para él quedaba claro que la iglesia anglicana era una iglesia protestante más.
- Notemos que en ambos casos, la comunicatio in sacris o, más concretamente, la comunión del sacramento de la eucaristía con miembros de otras confesiones religiosas, fue la divisoria de aguas. “Hasta aquí llegamos”, dijeron los dos ilustres ingleses, y dejaron la iglesia anglicana.
Lo que está en juego es, nada menos que, el concepto de gracia, de presencia real de Nuestro Señor en la Eucaristía, de ortodoxia y herejía, de sacramento y, si se llegara a permitir una suerte de “concelebración” de la misa, de la mismísima sucesión apostólica. Es decir, está en juego la fe y la verdadera religión.
Si la Iglesia permite que en casos de necesidad, los católicos puedan recibir la eucaristía en una iglesia ortodoxa, lo hace porque estas iglesias conservan la sucesión apostólica y la fe católica. No es el caso de las iglesias protestantes, que perdieron la sucesión apostólica, que no admiten el sacramento del orden, que no creen en la presencia real y unas cuantas herejías más.
Yo no soy teólogo y puedo equivocarme. Pero me da la impresión que si el Papa Francisco hiciera una declaración de este tipo sería quizás el acto más grave de todo su pontificado y marcaría, o debería marcar, un punto de inflexión para los católicos.
Estaría, de hecho, cruzando una línea que exigiría definiciones, como ocurrió con Newman y Knox.
Habría, claro, una diferencia: ellos dejaron la iglesia de Inglaterra y entraron en la Iglesia católica. Nosotros, los católicos, no deberíamos dejar nada ni entrar en ninguna parte porque, de hecho, ya estamos dentro.
En tal caso, quien dejaría la Iglesia católica sería el mismísimo Papa Francisco.
The Wanderer
Llamada a la oración: para que el Papa Francisco confirme la práctica invariable de la Iglesia sobre la verdad de la indisolubilidad del Matrimonio
FUENTE: ADELANTE LA FE
Los obispos Schneider, Lenga y Peta lanzan una solicitud urgente al Papa Francisco para que confirme la Fe católica en el matrimonio y cese la confusión
Después de la publicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, en algunas Iglesias particulares se han publicado normas para su aplicación e interpretaciones, según las cuales los divorciados que han contraído matrimonio civil con una nueva pareja, a pesar del vínculo sacramental con el que están unidos a sus cónyuges legítimos, podrían ser admitidos a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, sin cumplir con el deber previo, establecido por Dios, de cesar la violación del vínculo sacramental del Matrimonio.
La convivencia more uxorio con una persona que no sea el cónyuge legítimo es un insulto a la Alianza de Salvación, de la cual el Matrimonio sacramental es un signo (cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, 2384), e implica también una ofensa al carácter nupcial del mismo misterio eucarístico. El Papa Benedicto XVI ha explicado tal correlación: “La Eucaristía corrobora de manera inagotable la unidad y el amor indisolubles de cada Matrimonio cristiano. En él, por medio del sacramento, el vínculo conyugal se encuentra intrínsecamente ligado a la unidad eucarística entre Cristo esposo y la Iglesia esposa (cf. Ef 5,31-32)” (Exhortación apostólica Sacramentum caritatis, 27).
Los pastores de la Iglesia que toleran o incluso autorizan -aunque en casos individuales o excepcionales– administrar el sacramento de la Eucaristía a los así llamados “divorciados recasados”, sin que éstos tengan la “vestidura nupcial”, a pesar de haber sido Dios mismo en la Sagrada Escritura (cf. Mt 22,11 y 1Corintios 11:28-29) quien lo ha ordenado para la digna participación en la cena nupcial eucarística, colaboran de esta manera con la ofensa continua contra el vínculo del sacramento del Matrimonio, contra el vínculo nupcial entre Cristo y la Iglesia, y contra el vínculo nupcial entre Cristo y la persona que recibe su Cuerpo eucarístico.
Diversas Iglesias particulares han emanado o recomendado las siguientes orientaciones pastorales con tal o semejante formulación: “Si esta opción [de vivir en continencia] es difícil de practicar para la estabilidad de la pareja, Amoris Laetitia no excluye la posibilidad de acceder a la Penitencia y a la Eucaristía. Esto implica una cierta apertura, como en el caso en el que exista una certeza moral que el primer matrimonio es nulo, aunque no hayan pruebas para demostrarlo en los tribunales. Por lo tanto, será el confesor, en algún momento, en su conciencia, después de mucha reflexión y oración, que tendrá que asumir la responsabilidad ante Dios y ante el penitente, autorizando el acceso a los sacramentos en modo confidencial”.
Las mencionadas orientaciones pastorales contradicen la tradición universal de la Iglesia Católica que, a través del ininterrumpido ministerio petrino de los Sumos Pontífices, ha sido siempre fielmente preservada, sin sombra de duda o de ambigüedad, tanto en la doctrina como en la práctica, en lo que concierne a la verdad de la indisolubilidad del Matrimonio.
Las mencionadas normas y directrices pastorales también contradicen, en la práctica, las siguientes verdades y doctrinas que la Iglesia Católica ha enseñado ininterrumpidamente y de forma segura:
- La observancia de los diez Mandamientos de Dios, en particular del sexto Mandamiento, obliga a todos los seres humanos sin excepción, siempre y en cualquier situación. En este asunto no es aceptable admitir casos o situaciones excepcionales, o hablar de un ideal más completo. Santo Tomás de Aquino dice: “Los preceptos del decálogo contienen la misma intención del legislador, esto es, de Dios. (…) De donde se sigue que absolutamente excluyen la dispensa”. (S.Th., 1-2, q. 100, a. 8c).
- Los requisitos morales y prácticos derivados de la observancia de los diez Mandamientos de Dios y, en particular, de la indisolubilidad del Matrimonio, no son simples reglas o leyes positivas de la Iglesia, sino la expresión de la santa voluntad de Dios. Por lo tanto no se puede hablar, a este respecto, de la primacía de la persona sobre la regla o sobre la ley. Antes bien se debe hablar de la primacía de la voluntad de Dios sobre la voluntad pecaminosa de la persona humana para que ésta sea salvada, cumpliendo con la ayuda de la gracia la voluntad de Dios.
- Creer en la indisolubilidad del Matrimonio y contradecirla con sus actos, incluso considerándose libre de pecado grave, apaciguando la conciencia con la fe solamente en la misericordia de Dios, es un auto-engaño contra el que ya advirtió Tertuliano, un testigo de la fe y de la práctica de la Iglesia en los primeros siglos: “Algunos dicen que basta aceptar la voluntad de Dios con el corazón y con el alma, aunque los hechos después no correspondan a ello. Piensan así que pueden pecar, manteniendo intacto el principio de la fe y del temor de Dios. Esto es como si una persona afirmase que mantiene el principio de la castidad, y al mismo tiempo corrompe y viola la santidad y la integridad del vínculo matrimonial” (Tertuliano, De Paenitentia 5, 10).
- La observancia de los Mandamientos de Dios, y en particular en lo tocante a la indisolubilidad del Matrimonio, no puede ser presentada como una especie de ideal más completo al cual se debe tender según el criterio de lo posible o de lo factible. Se trata, al contrario, de un deber ordenado por Dios mismo de manera inequívoca, cuya inobservancia implica, según Su propia palabra, la condenación eterna. Decir a los fieles lo contrario sería engañarles y empujarles a desobedecer la voluntad de Dios, poniendo de esta manera en peligro su salvación eterna.
- Dios da a cada uno la ayuda necesaria para guardar Sus Mandamientos, si se pide con rectitud, como la Iglesia ha siempre enseñado infaliblemente: “Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas, y te ayuda para que puedas” (Concilio de Trento, Ses. 6, cap. 11). Enseña también: “Si alguien dijere que, incluso para el hombre ya justificado y constituido en gracia, los Mandamientos de Dios son imposibles de observar, sea anatema” (Concilio de Trento, Ses. 6, cap. 18). Siguiendo esta doctrina infalible, San Juan Pablo II enseña: “La observancia de la ley de Dios, en determinadas situaciones, puede ser difícil, muy difícil: sin embargo jamás es imposible. Ésta es una enseñanza constante de la tradición de la Iglesia” (Veritatis Splendor, 102). Enseña también: “Todos los esposos, según el plan de Dios, están llamados a la santidad en el matrimonio, y esta excelsa vocación se realiza en la medida en que la persona humana se encuentra en condiciones de responder al mandamiento divino con ánimo sereno, confiando en la gracia divina y en la propia voluntad” (Exhortación apostólica Familiaris Consortio, 34).
- El acto sexual fuera de un Matrimonio válido, y el adulterio en particular, es siempre objetivamente un pecado grave. Ninguna circunstancia ni ningún fin pueden hacer que sea permisible y aceptable a los ojos de Dios. Santo Tomás de Aquino dice que el sexto Mandamiento es obligatorio incluso en el caso en que un acto de adulterio pudiera salvar un país de la tiranía (De Malo, q. 15, a. 1 ad 5). San Juan Paulo II enseñó esta verdad perenne de la Iglesia: “Los preceptos morales negativos, es decir, los que prohíben algunos actos o comportamientos concretos como intrínsecamente malos, no admiten ninguna excepción legítima; no dejan ningún espacio moralmente aceptable para la creatividad de alguna determinación contraria. Una vez reconocida concretamente la especie moral de una acción prohibida por una norma universal, el acto moralmente bueno es sólo aquel que obedece a la ley moral y se abstiene de la acción que dicha ley prohíbe” (Encíclica Veritatis Splendor, 67).
- Una unión adúltera entre divorciados y “recasados” en lo civil, “consolidada” en el tiempo, como dicen, y caracterizada por una “probada lealtad” en tal pecado de adulterio, no puede cambiar la calidad moral del acto de violación del vínculo sacramental del Matrimonio, es decir de su adulterio, que será siempre un acto intrínsecamente malo. Una persona que tenga verdaderamente fe y filial temor de Dios nunca podrá mostrar comprensión hacia los actos intrínsecamente malos, como lo son los actos sexuales fuera de un Matrimonio válido, ya que estos actos ofenden a Dios.
- Una admisión de los divorciados “recasados” a la Santa Comunión constituiría, en la práctica, una dispensa tácita del cumplimiento del sexto Mandamiento. Ninguna autoridad eclesiástica tiene el poder de conceder una tal dispensa tácita, incluso en un caso aislado, o en una situación excepcional y compleja, o con el propósito de alcanzar un buen fin (por ejemplo, la educación de los hijos comunes nacidos en una unión adúltera), invocando para la concesión de tal dispensa el principio de la misericordia, la “via caritatis”, la solicitud maternal de la Iglesia, afirmando que, en este caso, no se quiere poner tantas trabas a la misericordia. Santo Tomás de Aquino enseña: “Por ningún fin útil una persona puede cometer adulterio (pro nulla enim utilitate debet aliquis adulterium committere)” (De Malo, q. 15, a. 1 ad 5).
- Una normativa que permita la violación del sexto Mandamiento de Dios y del vínculo sacramental del Matrimonio en un sólo caso, o en casos excepcionales, para evitar, presuntamente, un cambio general de las normas canónicas, constituye siempre una contradicción con la verdad y con la voluntad de Dios. En consecuencia, es psicológicamente engañoso y teológicamente errado hablar aquí de una norma restrictiva o de un mal menor en contraste con una legislación de carácter general.
- Siendo el Matrimonio válido entre bautizados un sacramento de la Iglesia, y por su naturaleza una realidad de carácter público, un juicio subjetivo de la conciencia sobre la nulidad de un Matrimonio en contraste con la respectiva sentencia definitiva del Tribunal eclesiástico, no puede tener consecuencias para la disciplina sacramental, que siempre tiene un carácter público.
- La Iglesia y, concretamente, el ministro del sacramento de la Penitencia no tienen poder para juzgar el estado de la conciencia del fiel, o la rectitud de su intención, porque “Ecclesia de occultis non iudicat” (Concilio de Trento, ses. 24, cap. 1). El ministro del sacramento de la Penitencia no es el vicario, o el representante del Espíritu Santo para poder penetrar con Su luz divina en los meandros de la conciencia, pues Dios ha reservado este acceso únicamente para Sí mismo: “Sacrarium in quo homo solus est cum Deo” (Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes, 16). El confesor no puede arrogarse la responsabilidad ante Dios y ante el penintente de dispensar tácitamente a éste de la observancia del sexto Mandamiento y de la indisolubilidad del vínculo matrimonial, por medio de la admisión a la Santa Comunión. La Iglesia no tiene el poder de deducir sobre la base de una presumible convicción de la conciencia sobre la invalidez del propio Matrimonio en el fuero interno, consecuencias para la disciplina sacramental en el fuero externo.
- Una práctica que permita a las personas divorciadas y “recasadas” civilmente recibir los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, a pesar de su intención de continuar a violar en el futuro el sexto Mandamiento y el vínculo del propio Matrimonio sacramental, sería contraria a la Divina verdad, ajena al sentido perenne de la Iglesia Católica y a la probada costumbre recibida y fielmente custodiada desde los tiempos de los Apóstoles, y recientemente confirmada de forma segura por San Juan Pablo II (cfr. Exhortación Apostólica Familiaris consortio, 84), y por Benedicto XVI (cfr. Exhortación apostólica Sacramentum caritatis, 29).
- Para todo hombre pensante, la referida práctica sería una clara ruptura y no un desarrollo en continuidad con la praxis apostólica y perenne de la Iglesia, porque frente a un hecho tan obvio no vale ningún argumento: contra factum no valet argumentum. Y además sería un anti-testimonio de la indisolubilidad del Matrimonio, una especie de colaboración de la Iglesia en la difusión de la “plaga del divorcio” contra la cual había advertido el Concilio Vaticano II (cfr. Gaudium et spes, 47).
- La Iglesia enseña a través de lo que hace, y debe hacer lo que enseña. Sobre la acción pastoral con las personas unidas en forma irregular San Juan Pablo II enseña: “La acción pastoral tratará de hacer comprender la necesidad de coherencia entre la elección de vida y la fe que se profesa, e intentará hacer lo posible para convencer a estas personas a regular su propia situación a la luz de los principios cristianos. Aun tratándoles con gran caridad e interesándoles en la vida de las respectivas comunidades, los pastores de la Iglesia no podrán admitirles al uso de los sacramentos” (Exhortación apostólica Familiaris consortio, 82).
- Un acompañamiento auténtico de las personas que se encuentran en estado objetivo de pecado grave, con el correspondiente camino de discernimiento pastoral, no puede escapar del deber de anunciar a estas personas, con amor, toda la verdad de la voluntad de Dios, para que se arrepientan de todo corazón de sus actos pecaminosos al convivir more uxorio con una persona que no es su cónyuge legítimo. Al mismo tiempo, un auténtico acompañamiento y discernimiento pastoral deberían animarles para que, con la ayuda de la gracia de Dios, cesen de cometer tales actos en el futuro. Los Apóstoles y toda la Iglesia a lo largo de dos mil años siempre han anunciado a los hombres toda la verdad de Dios en lo que se refiere al sexto Mandamiento y a la indisolubilidad del Matrimonio, siguiendo las enseñanzas de San Pablo Apóstol: “No he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios” (Hechos 20: 27).
- La práctica pastoral de la Iglesia sobre el Matrimonio y el sacramento de la Eucaristía tiene tanta importancia y consecuencias tan decisivas para la fe y para la vida de los fieles, que la Iglesia, para permanecer fiel a la Palabra revelada de Dios, debe evitar en esta materia toda sombra de duda o de confusión. San Juan Pablo II ha repetido esta verdad perenne de la Iglesia: “Con este llamamiento a la doctrina y a la ley de la Iglesia deseo inculcar en todos el vivo sentido de responsabilidad, que debe guiarnos al tratar las cosas sagradas, que no son propriedad nuestra, como es el caso de los Sacramentos, o que tienen derecho a no ser dejadas en la incertidumbre y en la confusión, como es el caso de las conciencias. Cosas sagradas —repito— son unas y otras —los Sacramentos y las conciencias—, y exigen por parte nuestra ser servidas en la verdad. Esta es la razón de la ley de la Iglesia” (Exhortación Apostólica Reconciliatio et paenitentia, 33).
A pesar de las reiteradas declaraciones sobre la inmutabilidad de las enseñanzas de la Iglesia acerca del divorcio, muchas Iglesias particulares ahora lo aceptan en su praxis sacramental, y este fenómeno es cada vez mayor. Sólo la voz del Pastor Supremo de la Iglesia puede evitar que en el futuro se describa la situación en la Iglesia de nuestros días con esta expresión: “El mundo entero gimió y se dio cuenta, con asombro, que había aceptado el divorcio en la práctica” (ingemuit totus orbis, et divortium in praxi se accepisse miratus est), evocando un análogo dicho con el que San Jerónimo caracterizó la crisis arriana.
Visto un tal peligro real y la amplia propagación de la plaga del divorcio en la vida de la Iglesia, implícitamente legitimado por las mencionadas interpretaciones y directrices de aplicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitiae, visto que tales interpretaciones y directrices de las Iglesias particulares se han convertido de dominio público en nuestro mundo globalizado, vista también la ineficacia de las muchas súplicas hechas en modo privado y confidencial al Papa Francisco tanto por los fieles como por los pastores de la Iglesia nos vemos obligados a hacer esta llamada a la oración. Como sucesores de los Apóstoles, nos mueve también la obligación de levantar la voz cuando está en peligro las realidades más sagradas de la Iglesia y la salvación eterna de las almas.
Que las siguientes palabras con las que San Juan Pablo II ha descrito los ataques injustos contra la fidelidad del Magisterio de la Iglesia, sean para todos los pastores de la Iglesia en estos tiempos difíciles una luz y un impulso hacia una acción cada vez más unida: “Se reprocha frecuentemente al Magisterio de la Iglesia que está ya superado y cerrado a las instancias del espíritu de los tiempos modernos; que desarrolla una acción nociva para la humanidad, más aún, para la Iglesia misma. Por mantenerse obstinadamente en sus propias posiciones —se dice—, la Iglesia acabará por perder popularidad y los creyentes se alejarán cada vez más de ella” (Carta a las familias Gratissimam Sane, 12).
Teniendo en cuenta que la admisión de los divorciados “recasados” a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía, sin pedirles que cumplan la obligación de vivir en continencia, constituye un peligro para la fe y para la salvación de las almas, y también una ofensa a la santa voluntad de Dios, teniendo también en cuenta que, en consecuencia, tal práctica pastoral nunca podrá ser expresión de la misericordia, de la “via caritatis” o de la solicitud maternal de la Iglesia hacia las almas pecadoras, hacemos con profunda solicitud pastoral esta urgente llamada a la oración para que el Papa Francisco revoque de forma inequívoca las orientaciones pastorales antes mencionadas ya introducidas en algunas Iglesias particulares. Un tal acto de la Cabeza visible de la Iglesia, confortaría a los pastores y a los fieles según el mandato que Cristo, Supremo Pastor de las almas, dió al apóstol Pedro y, por su intermedio, a todos sus sucesores: “Confirma a tus hermanos” (Lc. 22, 32).
Las siguientes palabras de un Papa santo y de Santa Catalina de Siena, doctora de la Iglesia, pueden servir para todos en la Iglesia de nuestros días como guías de luz, consuelo y fortalecimiento: “El error que no se enfrenta, se aprueba. La verdad que no se defiende, es oprimida” (Papa San Félix III, +492). “Santo Padre, Dios Os ha escogido como columna de la Iglesia, para que seáis el instrumento para extirpar la herejía, confundir las mentiras, exaltar la verdad, disipar la oscuridad y manifestar la luz” (Santa Catalina de Siena, +1380).
Cuando el Papa Honorio I (625 – 638) adoptó una actitud ambigua frente a la difusión de la nueva herejía del monotelismo, San Sofronio, Patriarca de Jerusalén, envió un obispo de Palestina a Roma pronunciando estas palabras: „Id a la Sede Apostólica, donde están los fundamentos de la santa doctrina, y no ceséis de rezar hasta que la Sede Apostólica no condene la nueva herejía“. La condenación fue efectuada después, en el 649, por el santo Papa y mártir Martín I.
Hacemos esta llamada a la oración con la conciencia de cometer un acto de omisión si así no lo hiciéramos. Cristo, Verdad y Supremo Pastor, nos juzgará cuando regrese. A Él pedimos, con humildad y confianza, que retribuya a todos los pastores y a todas las ovejas con la corona incorruptible de la gloria eterna (cfr. 1 Pt. 5, 4).
En espíritu de fe elevamos nuestra oración por Su Santidad con afecto filial y devoto: “Oremus pro Pontifice nostro Francisco: Dominus conservet eum, et vivificet eum, et beatum faciat eum in terra, et non tradat eum in animam inimicorum eius. Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam Meam, et portae inferi non praevalebunt adversus eam”.
Como medio concreto recomendamos rezar todos los días esta antigua plegaria de la Iglesia o una parte del santo rosario con la intención de que el Papa Francisco revoque de modo inequívoco las orientaciones pastorales que permiten a los divorciados denominados “re-casados” de recibir los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristia, sin que ellos cumplan la obligación de vivir en continencia.
18 de enero 2017, antigua fiesta de la Cátedra de San Pedro en Roma
+ Tomash Peta, Arzobispo Metropolitano de la archidiócesis de Santa Maria en Astana
+ Jan Pawel Lenga, Arzobispo emérito de Karaganda
+ Athanasius Schneider, Obispo auxiliar de la archidiócesis de Santa Maria en Astana
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