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domingo, 1 de noviembre de 2015

El acostumbramiento a lo insólito

Necesitamos rezar mucho -e insistentemente- al Señor, para que saque bien de tanta confusión como se ha creado y se está creando en la Iglesia, a día de hoy: una Iglesia que ha cambiado tanto que no se parece ya, prácticamente en nada, a la Iglesia católica que hemos conocido, a la Iglesia de siempre, la que fundó Jesucristo. Los aires de "renovación" que se han introducido paulatinamente a raíz del Concilio Vaticano II, hace cincuenta años, no han producido los frutos esperados. Y no solamente eso.

Aunque mucho se ha hablado -y se sigue hablando- de continuidad entre lo que es la Iglesia post-conciliar y lo que era la Iglesia antes del Concilio, si nos atenemos a las palabras de Nuestro Señor: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 20) y no cerramos los ojos a lo que estamos viendo, no queda más remedio que afirmar que lo que apareció como "Nueva Evangelización", en un intento de acercar al mundo de hoy el Mensaje del Evangelio, en un lenguaje que el mundo comprendiera, ha devenido en una "Evangelización Nueva", en el sentido de diferente: Lo que se predica no es ya el Mensaje de Jesucristo, tal y como siempre se ha venido haciendo en la Iglesia a lo largo de casi veinte siglos, sino otra cosa: un invento humano, una "religión" que no viene de fuera (Trascendencia) sino que nos la hemos inventado nosotros (Inmanencia).

El más allá sustituído por el más acá. El hombre es el único "dios", el que decide acerca de lo que es malo y de lo que es bueno, en un proceso cambiante y de locura, que lleva a admitir que no existen verdades universales y que lo que en una cultura puede ser verdad en otra cultura es mentira. El famoso relativismo mundano, al que se achacaban tantos males, está metido de lleno en el seno de la Iglesia. Y tiene representación en Altos cargos de la Jerarquía.

Buena prueba de lo que estoy diciendo (¡aunque hay tantas ya!) es la mera celebración del sínodo de la familia que hace poco ha sido clausurado. Digo yo (¡si es que se me permite pensar y hacer uso de la facultad de razonar que Dios me ha concedido!) que en lugar de un Sínodo "democrático", tal y como ha ocurrido (¡absurdo, por miles de razones!) hubiera sido mucho más edificante para los fieles cristianos que nuestros pastores hubiesen declarado, sin miedo, ante el mundo entero, que hay verdades que no se pueden someter a votación y que no se pueden poner sobre el tapete, para ser discutidas: son verdades válidas siempre y para todos los tiempos y lugares.

Las verdades no evolucionan ... O no serían verdad. La Iglesia (y me refiero a la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica) tiene siempre la respuesta adecuada para todos los problemas de todos los tiempos y lugares, una respuesta que ha sido dada por Jesucristo que es "el mismo ayer, hoy y por los siglos" (Heb 13, 8) y que fundó su Iglesia y le envió el Espíritu Santo (su Espíritu) para iluminar a las gentes de todos los tiempos hasta el final de la Historia. Esa es, precisamente, la misión de un cristiano: la de ser Luz, en medio de un mundo que anda en tinieblas.

Así, por ejemplo, la realidad del matrimonio, como unión de un hombre y una mujer para siempre hasta que la muerte los separe; la necesidad de estar en estado de gracia para poder recibir el sacramento de la Eucaristía, so pena de incurrir en un nuevo pecado, el de sacrilegio, pues Cristo está realmente presente en dicho sacramento, etc... Todo esto forma parte de la doctrina de la Iglesia de siempre. Quien no lo sepa es, en el mejor de los casos, un ignorante.

Coloco a continuación un trozo de una homilía del padre Alfonso Gálvez en donde analiza lo absurdo y lo ridículo que es someter a votación la Palabra de Dios. Y cómo eso, que tan insólito y tan fuera de razón, se considera "normal" en el mundo de hoy, en el que rige la mentira. El sínodo, tal y como se ha llevado a cabo, ha supuesto un paso más en el proceso de destrucción de la Iglesia, de la única Iglesia verdadera, puesto que se han puesto en entredicho verdades intocables.



De manera que tal como están las cosas, el resultado del Sínodo es ya lo de menos. El simple hecho de que tal sínodo haya tenido lugar (y no uno sino dos sínodos, a lo largo de dos años) es un indicativo de la profunda crisis de fe que atraviesa la Iglesia; y que afecta también, de un modo especialmente grave, a muchos de sus pastores, habiendo, entre ellos, obispos y cardenales de la más alta categoría.

El conocimiento de nuestra fe se nos impone, más que nunca, como una grave obligación para todos los cristianos que quieran mantenerse fieles. Hoy no tiene sentido una pastoral que prescinda de la doctrina, pues ésta es desconocida por una inmensa cantidad de cristianos. Hay que decirlo así, porque es así.

Cierto es que no basta con el conocimiento y que es necesario vivir (o al menos intentarlo) conforme a lo que se cree. El dogma y la moral deben de ir unidos en una vida cristiana coherente. Pero eso no quita para que la Palabra de Dios (la auténtica) sea, de hecho, desconocida por un inmenso número de cristianos, que andan desorientados como ovejas sin Pastor. ¿Y cómo pueden vivir aquéllo que no conocen? Una auténtica pastoral católica conlleva la enseñanza de la fe católica. Esto es de sentido común.

Y, sin embargo, una gran mayoría de cristianos no sabe nada (o sabe muy poco) de su fe. Y lo poco que saben suele ser erróneo. Es preciso que los fieles cristianos conozcan la figura de Jesucristo. Sin ello, ninguna práctica pastoral tiene sentido. Éste es el verdadero problema de la Iglesia y no el cambio climático, el desempleo o las viviendas sociales.

Lamentablemente, no se agarra el toro por los cuernos. El miedo y la cobardía de muchos de nuestros pastores les ha llevado a traicionar su fe, confundiendo así al pueblo cristiano, aunque sólo serán engañados aquellos que no opten por la verdad, pues el que ama la verdad viene a la luz. El que busca encuentra. Y Dios no permitirá que sea confundido quien actúe con rectitud y lo busque con sincero sincero. Siempre encontrará buenos pastores, que los hay (¡por supuesto que los hay!) aunque, eso sí, debe buscarlos con sumo cuidado.

Lo que sí es cierto es, pase lo que pase, nunca podemos perder la esperanza, pues ésta es necesaria para seguir luchando y trabajando. No tenemos derecho al desaliento. Al contrario. Tenemos que seguir el consejo de san Pablo, cuando les decía a los romanos: "Ya es hora de que despertéis del sueño, pues ahora está más cerca de nosotros la salvación que cuando creímos" (Rom 13, 11). Y con la gracia y la ayuda de Dios, que no nos van a faltar si oramos incesantemente y sin desfallecer, el cristiano tiene la seguridad de la victoria: "En el mundo tendréis tribulación; pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16, 33)

Sabemos que "las puertas del infierno", aun cuando se hayan desplazado de su lugar y se hayan colocado, como caballo de Troya, en el seno de la Iglesia, ..., incluso así no podrán destruirla ...

Lo que no quita para que seamos conscientes de lo que es verdad y de lo que es mentira. Es preciso hacer uso del sentido común y amar la verdad. Ésta no puede negarse nunca: Hacerlo sería ir contra Jesucristo, pues Él mismo se identifica con la Verdad ... Y una verdad como un templo es que actualmente hay una gran crisis de fe en la Iglesia ... así como una apostasía casi general que incluye también a muchos altos cargos de la Jerarquía eclesiástica, con lo que eso supone para el común de los cristianos de a pie.

Situación, pues, de gran alarma y que augura también grandes sufrimientos. Se requiere, por parte de los cristianos, que nos encomendemos como nunca al Señor; y no me cabe duda de que esto tenemos que hacerlo a través de la Virgen María, nuestra Madre ... Siempre se ha hecho así, pero hoy es especialmente importante que lo hagamos.

Ella intercederá ante su Hijo y Él, que nunca niega nada a su Madre, se compadecerá de nosotros. De ahí la necesidad de que nuestra devoción a la Virgen María sea cada vez mayor. Hay un modo muy bello de hacerlo, y que agrada mucho al Señor ... y es el rezo del santo Rosario (diario, a ser posible).


El poder de la fe es superior al poder del mal. Y la victoria está asegurada si ponemos nuestra entera confianza en el Señor, a través de su Madre y madre nuestra, la Virgen María. De manera que lo que parecía ser motivo de tristeza se ha convertido en fuente de gozo



Dios permite todo lo que está ocurriendo para que salgamos de nuestra situación de apatía y para que nos tomemos en serio, de una vez por todas, nuestro ser de cristianos, que lo somos por pura gracia. Todo cuanto suframos nos sirve para purificarnos, ya en esta vida; y para darle un sí total a Dios, igual que lo hizo nuestra Madre. 

Al final, acaba siendo verdad aquello que ya conocemos, al menos en teoría, pero que ahora lo experimentamos en nuestra propia carne. Y es que "todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios" (Rom 8, 28)

viernes, 30 de octubre de 2015

Embobados por el Sínodo



Traslado de nuevo a este blog otro artículo de Fray Gerundio, en el que habla del sínodo: con sus típicas expresiones cargadas de ironía, a veces mordaz, a las que nos tiene ya acostumbrados, pero que no son sino un modo más -él lo hace a su manera- de manifestar su preocupación por los graves problemas con los que se enfrenta hoy la Iglesia ... problemas que no tienen una explicación natural. Y ante los cuales, como venimos diciendo, sólo nos queda confiar ...  y rezar, pero no a cualquier Dios, sino al Dios de Jesucristo, al único Dios verdadero, pues no hay otro.

José Martí

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La tarde del pasado domingo me asaltaron mis novicios para solicitarme un análisis -a modo de diagnóstico-, del Sínodo recién clausurado. Otros hermanos más maduros en estas lides y con doctorados en la cogulla, que como nuevos Nicodemo me visitan en la celda cuando ya está bien pasada la hora de Completas, también han llegado solícitos y preguntones. Todos felices y contentos. Todos sintiéndose vencedores. Todos embobados y aplatanados. Todos con euforias y entonando eurekas.

He tenido que recurrir al más burdo autobombo para convencerlos: Ya avisé de lo que se nos venía encima cuando escribí ¡Francisco, destruye mi Iglesia! o cuando llamé la atención sobre la entrada triunfal de Gramsci en el Vaticano. Y eso que entonces no podíamos calibrar del todo la que se nos venía encima. Sospechábamos algo, aunque no sabíamos entonces hasta qué punto el Huracán Patricia es un vientecillo anémico y raquítico frente al Efecto Francisco. Atila le llamé yo por entonces. Pero me resulta muy difícil convencer a pardillos con exceso de euforia. Así que mis hermanos de ambos lados del espectro monacal, están felices con los resultados del Sínodo.

Los novicios que se las dan de conservadores, han pasado a bobalicones de referencia al pensar que han ganado las propuestas de algunos obispos (pocos) que levantaron tímidamente la voz, aunque les cortaran el micrófono. Andan diciendo que la doctrina ha quedado intacta y que ha sido una dura derrota de los alemanes. Casi me da un ataque de risa. Deben temblar en el Hades ante tan audaces analistas.

Y los novicios y frailes que se sienten progresistas, felices también porque dicen que se han dado pasos adelante que abren un nuevo proceso de más pasos adelante: el Sínodo fortalece al Papa pero sin herejías, dicen después de informarse en las páginas “adecuadas”.

Pero ni unos ni otros me parecen acertados. Me tengo que ratificar en lo que dije hace unos días: es el Sínodo de los adúlteros de la palabra de Dios, lo cual no es un invento de estos días sinodales sino que ya nos viene de lejos. Eso de votar por consenso y que haya obispos que tragan sin más y obispos que escupen sin más, es de una gravedad espantosa. Eso de que no haya acuerdos en decidir que el pecado inhabilita para la Sagrada Comunión, expresa la enfermedad que padece la Iglesia y sus eclesiásticos. Eso de que los obispos firmen alegremente documentos que acaban con la doctrina católica de siempre, representa un tsunami de enormes consecuencias. No se puede firmar un documento en donde se plantea que el adulterio tiene que ser contrastado con las realidades concretas y circundantes, para decidir si se puede acceder a la comunión. No se puede firmar un documento en el que se deja en manos de los confesores (¡¡¡¡) el juicio sobre si este adúltero puede comulgar porque sufre mucho, pero este otro también puede hacerlo aunque haya sufrido menos. Porque el final es el mismo: todos pueden comulgar.

Me objetaban mis inquisidores que he leído mal el documento, que hay una interpretación abusiva, que la prensa ha sacado de contexto las conclusiones, que es una victoria de los conservadores y un montón de cosas más. Pero a mí no me bajan del burro. Los Obispos llamados “contrarios” al documento deberían haberse largado de la sala y no votar. La doctrina católica sobre el pecado y los sacramentos, no se vota por consenso. No es suficiente con ejercer de buenistas para que no haya escándalo y retorcer los hechos. Como algunos pocos (muy pocos) han denunciado, ésta no es la doctrina católica.

A no ser que el que organiza el lío, esté encantado con el lío y fomente voluntariamente el lío. Porque detrás de todo esto está Francisco. Lo siento mucho, pero a estas alturas me veo obligado a decir que no es que en él haya procesos conspirativos, faltas de delicadeza, odio y rencor hacia posturas diversas, pasión por el poder y muchas otras cosas. Tengo que decir que detrás de esto se percibe una falta de fe en la verdadera doctrina y en la verdadera iglesia. Un afán destructivo que no puede explicarse por causas naturales o con razonamientos naturales. El nivel ha llegado excesivamente alto y por tanto necesita también explicaciones más elevadas. O más ancladas en las profundidades... Porque otra explicación no tiene.

Y para el que crea que esto son exageraciones, este mismo miércoles, en la Plaza de San Pedro, se omite dar la bendición, para que los que no son católicos no se molesten y se sientan heridos. ¡¡Un Papa que no bendice a sus miles de fieles para no herir a unos cientos de infieles!!

Y se apuntala nuevamente el desastre:

Debemos dejar un mundo mejor de cómo lo hemos encontrado. Y para favorecer este diálogo lo más importante que podemos hacer es rezar. Cada uno rece según la propia religión. Con el Señor todo es posible.

Ya lo saben. Todos rezando juntos. No importa la religión de cada uno. Lástima que no podamos reunir en un encuentro interreligioso a Arrio, Nestorio, Simón el Mago, Lao-Tsé, Buda, Lutero, Carlos Marx, Voltaire, Hillary Clinton… y ya de paso Judas Iscariote. Cada uno podría rezar según su propia creencia. Y el que no crea en la oración, que rece según su creencia en la ineficacia de la oración. Y el que no crea en Dios, que rece a la pachamama o al bramaputra de turno. Seguro que el Papa Francisco estaría encantado. Y de paso invitaría a Kasper, Tauran y Baldisseri. Cardenales disponibles no le iban a faltar. Cada Cardenal rezaría según su propia increencia …

Ahora sí que estoy seguro. Francisco está provocando un grave problema en la Iglesia Católica. Hasta que Dios quiera, o mejor dicho, mientras Dios lo permita. Hasta entonces, que cada cual escoja su postura. Yo desde luego, ni eurekas ni euforias. Rezaré mucho… según mi propia creencia.



Fray Gerundio
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NOTA: Con relación al Sínodo hay un vídeo, de 13 minutos de duración, de Michael Matt, director de The Remnant, que hace un informe explosivo sobre el sínodo, el Papa, sus propósitos y verdaderas intenciones. Es como para echarse a temblar. De ahí la importancia fundamental que tenemos los cristianos de cuidar nuestra fe y de formarnos en la sana doctrina.

miércoles, 28 de octubre de 2015

"LA RENUNCIA A LA VERDAD ES LETAL PARA LA FE" (Benedicto XVI)


Dado que lo que se avecina ahora es, de nuevo, el diálogo interreligioso, según lo que ha aparecido hoy mismo en la página web del Vaticano, con ocasión del 50 aniversario de la promulgación de la declaración conciliar "Nostra Aetate", se impone recordar y traer de nuevo a la mente una serie de consideraciones que son fundamentales para no dejarnos engañar y para saber discernir, con sabiduría, entre la verdad y el error, y esto independientemente de las personas que hablan, conforme a aquello que decía santo Tomás de Aquino: Lo que importa no es tanto conocer lo que han dicho los hombres sino conocer la verdad acerca de las cosas. 

Y si hay alguna definición de verdad, ésta fue dada por Jesucristo quien afirmó de sí mismo: "Yo soy la Verdad" (Jn 14, 6). Todo lo que nos lleve a Jesucristo nos acerca a la verdad. Y todo lo que sea verdad nos debe de acercar necesariamente a Jesucristo. De no ser así, sería una señal clara y evidente de estar en la mentira: "¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es el anticristo, que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo tampoco posee al Padre. Quien confiesa al Hijo, también posee al Padre" (1 Jn 2, 22-23).

De manera que aunque tratamos de asuntos que, en cierto modo, se repiten, eso no importa demasiado, desde el momento en que lo que está en juego es el amor a la verdad, un amor por el que debe regirse la vida de un cristiano que se precie de tal ... O no sería un buen cristiano. Es por eso que decía san Pablo: "Escribiros las mismas cosas a mí no me resulta molesto; y para vosotros es motivo de seguridad" ( Fil 3, 1b). 

Y es que, por mucho que se insista en la Palabra de Dios nunca se dice todo lo que debe decirse, puesto que es una Palabra viva: "Mis palabras son Espíritu y son Vida" (Jn 6, 63). Las palabras contenidas en la Biblia y, sobre todo, en el Nuevo Testamento, siempre nos dicen algo nuevo, aunque sean las mismas palabras. Por eso son siempre actuales, aplicables a los hombres de todas las épocas y a todas las culturas. 

Sobre el diálogo interreligioso puede verse todo lo que se ha escrito en este blog, acudiendo a la etiqueta correspondiente situada a la derecha, en donde aparece el número de entradas que versan, de un modo u otro, sobre el tema que se busca. De todos modos, sobre el asunto de la verdadera religión, que es la católica, pues no son iguales todas las religiones, puede pincharse en cualquiera de los siguientes enlaces: aquíaquíaquíaquí y aquí

Por casualidad, ha llegado a mi vista un artículo que escribió Sandro Magister el 28 de octubre de 2014 (hace hoy un año exactamente) y que tituló la "Evangelii Gaudium" del papa emérito Benedicto XVI. 

De dicho artículo me interesa destacar, en concreto, la referencia a la intervención del cardenal Ratzinger en una ceremonia que tuvo lugar el 21 de Octubre de 2014 en el aula magna de la Pontificia Universidad Urbaniana, institución académica que forma parte de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos.


Allí se dio lectura al mensaje escrito por Ratzinger, un mensaje que, curiosamente, no apareció en el sitio web de la Urbaniana ... y del que "L'Osservatore Romano" dio tan solo una breve noticia. Fue la agencia católica austríaca Kath.Net quien, con el permiso de su autor, Ratzinger, sacó a la luz el texto completo del mensaje en cuestión. Esto fue el 23 de octubre de 2014. Está escrito en italiano y lleva como título: "La verdad de la religión y la verdadera religión" 


En lo que sigue, reproducimos, traducido al español, parte de ese mensaje. Como siempre hago en mis entradas, y he dicho ya algunas veces, el formato dado al texto (cursivas, negritas, color, etc...) es de mi cosecha personal. Pasamos ya al contenido del artículo en cuestión.




En primer lugar, querría expresar mi más cordial agradecimiento al Rector Magnífico y a las autoridades académicas de la Pontificia Universidad Urbaniana, a los funcionarios principales y a los representantes de los estudiantes, por su propuesta de titular con mi nombre el Aula Magna reestructurada. Querría agradecer en modo absolutamente particular al Gran Canciller de la universidad, cardenal Fernando Filoni, por haber aceptado esta iniciativa. Para mí es motivo de gran alegría poder estar así siempre presente en la labor de la Pontificia Universidad Urbaniana.

En el transcurso de las distintas visitas que pude hacer como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe he quedado siempre impresionado por la atmósfera de universalidad que se respira en esta universidad, en la que jóvenes provenientes prácticamente de todos los países del mundo se preparan para servir al Evangelio en el mundo de hoy. También hoy veo interiormente, ante mí, en esta aula, una comunidad formada por numerosos jóvenes que nos hacen percibir en un modo vivo la estupenda realidad de la Iglesia Católica.


“Católica”: esta definición de la Iglesia, que pertenece a la profesión de fe desde los tiempos más antiguos, lleva en sí algo de Pentecostés. Nos recuerda que la Iglesia de Jesucristo jamás se ha limitado a un solo pueblo o a una sola cultura, sino que desde el comienzo estaba destinada a la humanidad. Las últimas palabras que Jesús dijo a sus discípulos fueron: “Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos (Mt 28, 19). Y en el momento de Pentecostés los apóstoles hablaron en todas las lenguas, pudiendo manifestar así, por la fuerza del Espíritu Santo, toda la amplitud de su fe.


Desde entonces la Iglesia ha crecido realmente en todos los continentes. Vuestra presencia, queridas y queridos estudiantes, refleja el rostro universal de la Iglesia. El profeta Zacarías había anunciado un reino mesiánico que habría de ir de un mar a otro y que habría de ser un reino de paz (Zac 9, 9 y ss.). Y efectivamente, en todo lugar que se celebra la Eucaristía y los hombres, a partir del Señor, forman entre ellos un solo cuerpo, está presente algo de esa paz que Jesucristo prometió dar a sus discípulos. Ustedes, queridos amigos, sean cooperadores de esta paz que, en un mundo desgarrado y violento, se torna cada vez más urgente edificar y custodiar. Por eso es tan importante el trabajo de vuestra universidad, en la que ustedes quieren aprender a conocer más íntimamente a Jesucristo, para poder convertirse en sus testigos.


El Señor Resucitado encargó a sus apóstoles, y mediante ellos a los discípulos de todos los tiempos, que llevaran su palabra hasta los confines de la tierra y que convirtieran a los hombres en sus discípulos. El Concilio Vaticano II, retomando en el decreto “Ad gentes” una tradición constante, sacó a la luz las profundas razones de esta tarea misionera y lo ha asignado así con fuerza renovada a la Iglesia de hoy.


¿Pero esto es válido realmente todavía? se preguntan muchos hoy, dentro y fuera de la Iglesia. ¿La misión es realmente actual todavía? ¿No sería más apropiado encontrarse en el diálogo entre las religiones y servir juntas a la causa de la paz en el mundo? La contra-pregunta es: ¿el diálogo puede sustituir a la misión? 


Hoy, efectivamente, muchos son de la idea de que las religiones deberían de respetarse y, en el diálogo entre ellas, convertirse en una fuerza común de paz. En este modo de pensar, la mayoría de las veces se da por supuesto que las diferentes religiones son variantes de una única y misma realidad; que la “religión” es el género común que asume formas diferentes según las diferentes culturas, pero que expresa de todos modos una misma realidad. 


La cuestión de la verdad, la que en el origen motivó a los cristianos más que todo lo demás, aquí es puesta entre paréntesis. Se supone que la auténtica verdad sobre Dios, en última instancia, es inalcanzable y que a lo sumo se puede hacer presente lo que es inefable sólo con una variedad de símbolos. Esta renuncia a la verdad parece realista y útil a la paz entre las religiones del mundoPero esto es letal para la fe


En efecto, la fe pierde su carácter vinculante y su seriedad si todo se reduce a símbolos, en el fondo intercambiables, capaces de referirse sólo de lejos al misterio inaccesible de lo divino.


Queridos amigos, vean que la cuestión de la misión nos pone no sólo frente a las preguntas fundamentales de la fe, sino también frente a la pregunta de lo que es el hombre. En el ámbito de un breve discurso de bienvenida, evidentemente no puedo intentar analizar, en modo exhaustivo, esta problemática que hoy nos interesa profundamente a todos nosotros. De todos modos querría, al menos, señalar la dirección que debería tomar nuestro pensamiento (...)


1. La opinión común es que las religiones están, por así decirlo, una junto a la otra, como los continentes y los países individuales en el mapa. Pero esto no es exactamente así. A nivel histórico, las religiones están en movimiento, de la misma manera que están en movimiento los pueblos y las culturas. Hay religiones que están en actitud de espera. Las religiones tribales son de este tipo: tienen su momento histórico y sin embargo están a la espera de un encuentro más grande que las lleve a su plenitud.


Nosotros, como cristianos, estamos convencidos de que, en el silencio, ellas esperan el encuentro con Jesucristo, la Luz que viene de Él, la única que puede conducirlas completamente a su verdad. Y Cristo las espera. El encuentro con Él no es la irrupción de un extraño que destruye su propia cultura y su propia historia. Por el contrario, es el ingreso en algo más grande, hacia lo cual ellas están en camino. Por eso este encuentro es siempre, a la vez, purificación y maduración (...) 


Hoy vemos cada vez más nítidamente también otro aspecto: mientras que en los países de gran historia el cristianismo, en varios sentidos, se ha cansado y algunas ramas del gran árbol crecido de la semilla de mostaza del Evangelio se han secado y caen a tierra, del encuentro con Cristo por parte de las religiones en espera brota una nueva vida. Donde antes sólo había cansancio se manifiestan y llevan alegría nuevas dimensiones de la fe.


(...) En nuestro tiempo se torna cada vez más fuerte la voz de los que quieren convencernos que la religión como tal está superada.


(...) Estas reflexiones, quizás un poco difíciles, deberían mostrar que también hoy, en un mundo profundamente mutado, sigue siendo razonable la tarea de comunicar a los otros el Evangelio de Jesucristo.


Pero hay un segundo modo, más simple, para justificar hoy esta tarea. La alegría exige ser comunicada. El amor exige ser comunicado. La verdad exige ser comunicada. El que ha recibido una gran alegría no puede tenerla simplemente para sí, debe transmitirla. Lo mismo vale para el don del amor, para el don del reconocimiento de la verdad que se manifiesta.


Cuando Andrés encontró a Cristo, no puede hacer otra cosa que decir a su hermano: “Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1, 41). Y Felipe, a quien le había sido donado el mismo encuentro, no pudo hacer otra cosa que decir a Natanael que había encontrado a Aquél de quien habían escrito Moisés y los profetas (Jn 1, 45). 


Anunciamos a Jesucristo (...) y hablamos de Él porque sentimos que debemos transmitir esa alegría que nos ha sido regalada.


Seremos anunciadores creíbles de Jesucristo cuando lo hayamos encontrado verdaderamente en lo profundo de nuestra existencia, cuando mediante el encuentro con Él nos sea regalada la gran experiencia de la verdad, del amor y de la alegría.


Forma parte de la naturaleza de la religión la profunda tensión entre la ofrenda mística a Dios, en la que nos entregamos totalmente a Él, y la responsabilidad por el prójimo y por el mundo creado por Él. Marta y María son siempre inseparables aunque, de vez en cuando, el acento puede caer sobre la una o sobre la otra. El punto de encuentro entre los dos polos es el amor en el que tocamos al mismo tiempo a Dios y a sus creaturas. “Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en Él” (1 Jn 4, 16): esta frase expresa la naturaleza auténtica del cristianismo. El amor que se realiza y se refleja, en modo multiforme, en los santos de todos los tiempos es la prueba auténtica de la verdad del cristianismo.


Benedicto XVI
21 de octubre de 2014

martes, 27 de octubre de 2015

Un Sinodo fracasado: todos han quedado derrotados, empezando por la moral católica (Roberto de Mattei)



El Papa, junto a varios prelados, durante el Sínodo de la Familia


Al día siguiente del XIV Sínodo sobre la Familia, parecería que todos han ganado. Ha ganado el papa Francisco, porque ha conseguido elaborar un texto que pone de acuerdo a dos posturas opuestas. Han ganado los progresistas, porque el texto aprobado admite la Eucaristía para los divorciados vueltos a casar. Han ganado los conservadores, porque el documento no alude en concreto a la administración de la comunión a los divorciados y rechaza el matrimonio homosexual y la teoría de género.

Para entender mejor lo sucedido, hay que partir de la tarde del 23 de octubre, cuando se encargó a los padres sinodales la redacción final, elaborada por una comisión ad hoc basándose en las enmiendas (modi) al Instrumentum laboris, propuestas por los grupos de trabajo organizados por idiomas (circuli minores).

Con gran sorpresa de los padres sinodales, el texto que se les encargó el pasado jueves por la tarde sólo estaba en lengua italiana, estando totalmente prohibido comunicarlo no sólo a la prensa, sino también a los 51 oyentes y demás participantes en la asamblea. El texto no tenía en cuenta ninguna de las 1355 enmiendas propuestas durante las tres semanas previas, y en sustancia volvía a proponer la estructura del Instrumentum laboris, que incluía los párrafos que habían suscitado tan duras críticas en el aula: los referidos a la homosexualidad y a los divorciados vueltos a casar. El debate se fijó para la mañana siguiente, con lo que sólo se podían preparar durante la noche nuevas enmiendas a un texto redactado en una lengua que sólo dominaban algunos de los padres.

Pero en la mañana del 23 de octubre, Francisco, que siempre ha seguido con atención los trabajos, se ha topado con un inesperado rechazo del documento que había redactado la comisión. Nada menos que 51 padres sinodales intervinieron en el debate, la mayor parte de los cuales se oponía al texto avalado por el Santo Padre. Entre ellos estaban 
el cardenal Marc Ouellet, prefecto de la Congregación para los Obispos; Joseph Edward Kurtz, presidente de la Conferencia Episcopal estadounidense; Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal italiana; Jorge Liberato Urosa Savino, arzobispo de Caracas; Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia; monseñor Zbigņevs Gadecki, presidente de la Conferencia Episcopal polaca; Henryk Hoser, arzobispo y obispo de Varsovia y Praga respectivamente; Ignace Stankevics, arzobispo de Riga; Tadeusz Kondrusiewicz, arzobispo de Minsk-Mohilev; Stanisław Bessi Dogbo, obispo de Katiola (Costa de Marfil); Hlib Borys Sviatoslav Lonchyna, obispo de la Sagrada Familia de Londres de rito ucraniano bizantino, y muchos otros, todos los cuales expresaron con diversos matices su desacuerdo con el texto.


El documento no podía ciertamente volver a presentarse al día siguiente en el aula, por el riesgo de quedar en minoría y producir una grave división. La fórmula de conciliación se encontraba siguiendo la vía trazada por los teólogos del Germanicus, el círculo al que pertenecían los cardenales Kasper, icono del progresismo, y Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. 

Entre la tarde del viernes y la mañana del sábado, la comisión redactó un nuevo texto, que se leyó en el aula en la mañana del sábado 24 y se sometió a votación por la tarde, obteniendo para cada uno de los 94 párrafos la mayoría exigida de dos tercios, que entre los 265 padres sinodales presentes era de 177 votos.

En la sección informativa del sábado, el cardenal Schönborn había anticipado la conclusión en lo relativo al punto más discutido, el de los divorciados vueltos a casar: «Se habla de ello, se habla con mucho interés, pero la palabra clave es discernimiento, y os invito a todos a pensar que no es una cuestión de blanco o negro, de un simple sí o un no, sino de discernir. Y de eso habló exactamente San Juan Pablo II en Familiaris Consortio: de la obligación de actuar con discernimiento, porque las situaciones varían mucho. Y la gran necesidad de ese discernimiento la ha aprendido desde joven el papa Francisco, buen jesuita: discernir es tratar de entender la situación de tal pareja o de tal persona».

Discernimiento e integración es el título que corresponde a los apartados 84, 85 y 86. El párrafo más polémico es el nº 85, que sienta las bases para una apertura con relación a los divorciados vueltos a casar y presenta la posibilidad de que se acerquen a los sacramentos. Eso sí, sin mencionar explícitamente la comunión. Fue aprobado con 178 votos a favor, 80 en contra y 7 abstenciones. Un solo voto de más sobre el quórum de dos tercios.

- La imagen de Francisco no sale reforzada de la asamblea de obispos, sino empañada y debilitada. El documento que había avalado fue rechazado abiertamente por la mayoría de los padres sinodales el 23 por la mañana, que fue su jornada negra. El discurso de clausura pronunciado por Bergoglio no expresaba el menor entusiasmo por la Relatio final, sino una reiterada crítica de los padres que habían defendido las posturas tradicionales. Por dicho motivo dijo, entre otras cosas, el Papa en la tarde del sábado:

[en su discurso de clausura de los trabajos de la XIV asamblea general ordinaria del sínodo de los obispos, el 24 de octubre de 2015]

«Concluir este sínodo significa también haber abierto los corazones sellados que, con frecuencia, se ocultan incluso tras las enseñanzas de la Iglesia, o tras buenas intenciones, para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar, a veces con superioridad y superficialmente, los casos difíciles y las familias heridas (…) Significa haber intentado abrir horizontes para superar toda hermenéutica conspirativa o cerrazón de perspectivas, para defender y difundir la libertad de los hijos de Dios, para transmitir la belleza de la novedad cristiana, que a veces está cubierta por el óxido de un lenguaje arcaico o simplemente incomprensible».

Palabras duras, que expresan amargura e insatisfacción. No son las palabras de un vencedor.

- También han sido derrotados los progresistas, porque no sólo se ha eliminado toda referencia positiva a la homosexualidad, sino que también la apertura a los divorciados vueltos a casar es mucho menos explícita de lo que les habría gustado. 

- Pero los conservadores no pueden cantar victoria. Si 80 padres sinodales, un tercio de los congregados, han votado contra el párrafo 85, eso quiere decir que no les satisfacía. Que este párrafo haya sido aprobado por un voto no le quita el veneno que contiene.

De acuerdo con la Relatio final, la participación de los divorciados recasados en la vida eclesial puede darse en forma de «diversos servicios»: es preciso, por tanto,

«discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional se pueden superar. Aparte de que no deben sentirse excomulgados, pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia» (nº 84);

«El itinerario de acompañamiento y discernimiento orienta a estos fieles para que tomen conciencia de su situación a los ojos de Dios. El diálogo con el sacerdote, en su fuero interno, les ayuda a formarse un juicio correcto de lo que impide una participación más plena en la vida de la Iglesia y de las medidas que pueden favorecerla y hacerla crecer» (nº 86).

Ahora bien, ¿qué significa ser «miembros vivos» de la Iglesia sino estar en gracia y recibir la Sagrada Comunión? Y para un seglar, la «más plena participación en la vida de la Iglesia», ¿no incluye participar del sacramento de la Eucaristía? Se dice que las formas de exclusión actualmente practicadas en los ámbitos litúrgico, pastoral, educativo e institucional se pueden superar «caso por caso», siguiendo una via discretionis. ¿Es posible superar la exclusión de la comunión sacramental? El texto no afirma tal cosa, pero tampoco la excluye. La puerta no está abierta de par en par, sino entreabierta, y por tanto no se puede negar que está abierta.

La Relatio no proclama que los divorciados vueltos a casar tengan derecho a recibir la comunión (y por consiguiente derecho al adulterio), pero niega de hecho a la Iglesia el derecho a definir públicamente como adulterio la situación de los divorciados vueltos a casar, dejando la responsabildad de la valoración a la conciencia de los pastores y de los propios divorciados vueltos a casar. Retomando el lenguaje de Dignitatis Humanae, no se trata de un derecho afirmativo al adulterio, sino de un derecho negativo a que no se impida practicarlo, o sea de un derecho a la «inmunidad contra toda coerción en materia de moral». 

Al igual que en Dignitatis Humanae, se borra la distinción fundamental entre el fuero interno, que tiene que ver con la salvación eterna de los fieles individuales, y el fuero externo, relativo al bien público de la comunidad de fieles. 

En realidad, la comunión no es un acto individual, sino un acto público que se realiza ante la comunidad de fieles. Sin entrar en el fuero interno, la Iglesia siempre ha prohibido la comunión a los divorciados vueltos a casar porque es un pecado público; se comete en el fuero externo. 

La ley moral es absorbida por la conciencia, que se convierte en un nuevo lugar, no sólo teológico y moral, sino canónico. En este sentido, la Relatio finalis armoniza con los dos motu proprio del papa Francisco, cuyo significado subrayó el historiador de la escuela de Bolonia en el Corriere della Sera del pasado 23 de octubre: «Al delegar en los obispos la autoridad para juzgar sobre las nulidades, Bergoglio no ha cambiado la situación de los divorciados; lo que ha hecho es un silencioso y gigantesco acto de reforma del papado»

[¡Esto es muy grave!]

Atribuir a los obispos diocesanos, como jueces únicos, la facultad de instruir a su discreción procesos breves y dictar sentencia equivale a atribuirles discernimiento sobre la situación moral de los divorciados vueltos a casar. Si el obispo de la diócesis considera que ha concluido el itinerario de crecimiento espiritual y profundización de una persona que vive una nueva unión, esa persona podrá comulgar. El discurso dirigido por Francisco el 17 de octubre al Sínodo recomienda en la «descentralización» la proyección eclesiologica de la moral «caso por caso»

El Papa ha afirmado [en su discurso de clausura]:

«Más allá de las cuestiones dogmáticas, bien definidas por el Magisterio de la Iglesia, hemos visto también que lo que le parece normal a un obispo de tal continente puede resultarle extraño, prácticamente un escándalo, al de otro; lo que una sociedad considera violación de un derecho, puede ser un precepto evidente e intangible en otra; y lo que para unos es libertad de conciencia, para otros no ser sino confusión. En realidad, las culturas presentan mucha diversidad entre sí, y es necesario aculturar todo principio general si se quiere que sea observado y aplicado».

[Pero esto no es así: si las verdades son relativas a las civilizaciones no existen, entonces, verdades absolutas; una afirmación que es herética y que reviste una especial gravedad cuando ha sido pronunciada nada menos que por el santo Padre: habría que concluir, entonces, que la Religión católica es válida para nuestra cultura, pero no tiene por qué serlo para otras. ¿Qué ocurre entonces con el mandato de Jesús: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. Quien crea y sea bautizado, se salvará; pero quien no crea, se condenará" (Mc 16, 15-16). ¿A quien hacemos caso? ¿Al papa Francisco o a Jesucristo? Ciertamente nos encontramos ante una situación muy delicada, mucho más de lo que la gente piensa]

La moral de la aculturación, es decir la del «caso por caso», relativiza y disuelve la ley moral que, por definición, es absoluta y universal. No hay ni buenas intenciones ni circunstancias atenuantes que puedan transformar en malo un acto bueno, y viceversa. La moral católica no admite excepciones; o bien es absoluta y universal, o no es ley moral. No se equivocan, pues, los periódicos que han presentado la Relatio final con este titular: «Desaparece la prohibición absoluta de comulgar para los divorciados vueltos a casar».

La conclusión es que nos encontramos ante un documento ambiguo y contradictorio que permite a todos cantar victoria; pero no ha ganado ninguno. Todos han quedado derrotados, empezando por la moral católica, que sale profundamente humillada del Sínodo de la Familia clausurado el 24 de octubre.


Roberto de Mattei

La "Relazione Finale" del Sínodo


Coloco a continuación un enlace a la página web del Vaticano en donde aparece la "Relazione Finale" del Sínodo con el texto original en italiano. Consta de 94 apartados, que fueron votados uno por uno entre los 265 padres sinodales, presentándose una gran disparidad de criterio en el punto 85, seguido de los puntos 84 y 86, como puede verse en la tabla anexa a este post, aunque no son los únicos puntos a tener en cuenta. Esta disarmonía entre los padres sinodales puede apreciarse también, aunque en menor grado, pero también elevado, en todos los puntos del capítulo III de esta Relazione Finale, titulado Familia y acompañamiento pastoral, que va desde el punto 69 hasta el 76

Y aunque se ha hecho más hincapié en esos puntos, sobre todo, sin embargo hay también otros puntos que aparecen como aprobados y que pueden dar pie a una especie de descentralización de la Iglesia, como si la Verdad dependiese de la cultura o de las diferentes civilizaciones a las que va dirigida. Si se entendiesen de esa manera y se diera a los Obispos la potestad de dirimir determinadas cuestiones en su Diócesis sin necesidad de pasar por Roma -ojalá que me equivoque- entonces el Relativismo habría entrado en la Iglesia y la Reforma de Lutero, que tanto daño hizo a la unidad de la Iglesia hace cinco siglos, sería una simple anécdota en comparación. 


[Y, por cierto, estoy convencido (y, si no, al tiempo) de que el 31 de octubre de 2017, dentro de dos años, fecha en que se cumple el quinto centenario de la Reforma de Lutero, se celebrará con bombo y platillo, como si tal reforma, cuya patria fue Alemania, hubiese supuesto un avance, cuando lo que produjo fue una división y una sepación de la única Iglesia verdadera, en contra de la voluntad de Jesucristo, cuando rogaba a su Padre por sus discípulos: "Que todos sean uno: como tú, Padre, en Mí y Yo en Tí, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado" (Jn 17, 20-21). 


Tal y como están hoy las cosas (Ecumenismo, Diálogo interreligioso, etc...) a mí no me extrañaría nada que se quisiera "canonizar" a Lutero (es un modo de hablar, claro está). Y, sin embargo, las palabras de Jesús están ahí: Tu es Petrus: "Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18). La Iglesia católica es la única con esa prerrogativa, la única que posee la garantía de la Verdad: "Un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todo y en todo" (Ef 4, 5-6).  Una sola es la Iglesia: "Una, Santa, Católica y Apostólica". Esa es la fe que profesamos]


Informe Final del  resultado del Sínodo de los Obispos al Santo Padre Francisco en forma de votos individuales. El total de padres sinodales es 265.[Dos tercios = 177]. No se indican las abstenciones.


Número
A favor
En contra
1
260
0
2
257
0
3
255
1
4
256
2
5
256
3
6
249
9
7
248
9
8
245
9
9
254
4
10
253
7
11
256
1
12
253
5
13
255
5
14
256
5
15
255
5
16
254
8
17
259
1
18
258
1
19
255
5
20
257
3
21
256
4
22
252
4
23
253
4
24
255
5
25
242
15
26
256
2
27
251
9
28
257
4
29
249
8
30
250
7
31
253
7
32
249
6
33
246
12
34
245
11
35
259
2
36
256
3
37
252
6
38
251
5
39
255
3
40
255
6
41
253
7
42
257
2
43
254
6
44
247
11
45
249
6
46
254
5
47
246
11
48
253
6
49
253
5
50
252
6
51
250
11
52
252
5
53
244
15
54
236
21
55
243
14
56
248
10
57
257
2
58
247
14
59
258
3
60
259
1
61
254
7
62
259
0
63
237
21
64
247
11
65
252
7
66
258
0
67
259
0
68
253
3
69
236
21
70
213
47
71
218
42
72
229
29
73
236
24
74
223
36
75
205
52
76
221
37
77
247
11
78
250
8
79
246
14
80
253
6
81
253
7
82
244
16
83
248
12
84
187
72
85
178
80
86
190
64
87
255
3
88
252
4
89
257
2
90
255
5
91
248
12
92
256
4
93
255
2
94
253
5

Nestor Martínez, en su blog "No sin grave daño" hace un resumen de esta "Relazione Finale":

(1) Hay que dar las gracias a aquellos de los Padres Sinodales que son fieles y católicos, porque lograron evitar que el Sínodo enseñara abierta y decididamente la herejía. Es cierto que lamentamos que el documento final no tenga mayor claridad y precisión en este tema crucial

(2) Este documento no define ni decide nada, es un Sínodo meramente consultivo.

(3) La doctrina católica sigue siendo, como no puede ser de otro modo, la misma de siempre; ni esta “Relazione” la cambia, supuesto que se la entienda correctamente.

(4) La lucha por la verdad católica dentro de la Iglesia no ha terminado para nada, sino que entra en una nueva etapa


Dicho lo cual me encuentro con una serie de entrevistas que son fuente de una mayor confusión para los cristianos. Siendo el mismo documento del que se está hablando, los entrevistados dicen cosas diferentes. 


Kasper dice que ganó. El cardenal Pell no está tan seguro


El Cardenal Kasper considera, que la Relatio final del Sínodo favorece claramente su posición, en una entrevista exclusiva a Il Giornale, traducido exclusivamente por Rorate. El Cardenal Pell no lo considera así. ¿Qué postura favorecerá Francisco si el lenguaje es ambiguo?


Cardenal Burke: La relatio final del Sínodo carece de claridad sobre la indisolubilidad del matrimonio

El Cardenal Raymond Burke, patrono de los Caballeros de Malta y ex prefecto de la Signatura Apostólica, declara -limitándose a los puntos 84 a 86- que "esta sección es de inmediata preocupación por su falta de claridad en un asunto fundamental de la fe: la indisolubilidad del vínculo matrimonial que la razón y la fe enseñan a todos los hombres". También dice que la manera en que la cita deFamiliaris Consortio está empleada de manera engañosa.

Monseñor Munilla sale al paso de la manipulación del Sínodo y recuerda que la doctrina no ha cambiado.

Todo ello da lugar a reacciones, muy lógicas -por otra parte- como la de Luis Fernando Pérez Bustamante, el director de Infocatólica, quien -entre otras cosas- dice lo siguiente:

Como no habíamos tenido suficiente con la bronca continua durante dos años largos acerca de la comunión de los divorciados vueltos a casar. Como no han hecho suficiente daño a los fieles que, independientemente de su sensibilidad eclesial, han asistido al espectáculo de unos obispos diciendo una cosa y otros la contraria en algo que afecta, ni más ni menos, que a tres sacramentos. Como no les ha bastado con la manipulación lamentable del sínodo extraordinario -recordemos ese engendro herético de Relatio intermedia- y el semifallido intento de manipulación del sínodo general, del que advirtieron al Papa un grupo de cardenales. Como, en definitiva, la Relatio final del sínodo recién terminado no es sino un intento burdo de conciliar lo irreconciliable -posturas ortodoxas y heterodoxas-, el supuesto y falso consenso ha saltado hecho pedazos.

Ahora tenemos a unos cardenales y obispos diciendo que la Relatio final abre las puertas a la comunión de algunos divorciados y vueltos a casar y a otros diciendo exactamente lo contrario. ¿Y para eso han celebrado ustedes un sínodo? ¿para eso han llegado a un acuerdo sobre el texto final? 


Puede leerse todo su comentario pinchando aquí.

También José Maria Zavala Gasset en su comentario en Facebook, dice: 

Ante tanta confusión y división entre los medios de comunicación, los cristianos de base y los propios príncipes de la Iglesia a causa del Sínodo sobre la Familia, ¿no echáis en falta un pronunciamiento urgente, claro y rotundo del Papa Francisco que zanje de una vez todos los equívocos? Por asuntos de menor calado, Lombardi se apresuró a desmentir a los periodistas...

Y yo, ¿qué quieren que les diga?