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lunes, 14 de septiembre de 2015

La COPE y 13TV. El problema de los medios católicos


Un artículo de Eulogio López, director de Hispanidad, en el que se habla de la cobardía de la Conferencia Episcopal en contratar para sus medios Cope y 13TV a personas católicas, que piensen y actúen como tales. La situación a la que se está llegando en la Iglesia requiere, más que nunca, de personas que se tomen en serio su fe en Jesucristo y en su Iglesia [no la Iglesia modernista, sino la Iglesia de dos mil años de historia, la de siempre]. De lo contrario, que es lo que está pasando, la confusión está servida. ¡Y no tendría por qué ser así!




Carlos Herrera, la nueva estrella de la COPE, felicitó a Javier Maroto (no el de la moto) por su homomonio. Todos estamos felices y contentos de que Maroto, no el de la moto, sino el vicesecretario general del PP, contraiga nupcias con su novio.

Pues mire usted: un medio católico, propiedad de los obispos, debe tratar con todo afecto, más que mero respeto, al señor Maroto, pero no puede alegrarse de lo que es una ofensa a Dios, una más. Es como si un judío felicitase a un amigo por poner en marcha una granja de cerdos. O como si un musulmán ofreciera sus parabienes al vecino por abrir un cabaret. Y lo de Herrera puede resultar sólo una anécdota, pero asaz ilustrativa.

Pasando de las musas al teatro: COPE y 13TV son los dos medios propiedad de la Conferencia Episcopal Española (CEE). Ambos nacieron, supuestamente, para evangelizar. Parce claro que no lo hacen. ¿Por qué? ¿No es posible un medio de información católico? Claro que lo es. Otra cosa es su dimensión. Pero siempre ocurre lo mismo: fichan a no católicos o a cristianos tibios o, simplemente, indiferentes. Desde luego, esos periodistas no llamarán a degollar al obispopero a mí me sigue sabiendo a lo del viejo chiste: lo mejor es que el puticlub del pueblo sea propiedad del párroco para, de esta forma, cerrar el local en domingo y fiestas de guardar.

¿Llenar las redacciones católicas de católicos es sectarismo? No, es coherencia. De hecho, deberían ser aquellos a los que nada les dice Cristo los que se plantearan qué pintan trabajando para un ideario que detestan, manipulan o ignoran. Pero ninguno, ni periodistas ni directivos, se marchan por esta razón. Antes al contrario, su actitud es altanera. No están dispuestos a cambiar ni a dejar de cobrar de los curas, pero exigen que sea la Iglesia quien se acomode a sus profundos principios. Conozco a un directivo de uno de estos dos medios que es una especie de blasfemia continuada, que ya no parece atentar contra Dios sino contra el buen gusto, debido a que la gente suele tener conciencia, pero también estómago. Y encima su gestión está resultando un desastre. Pero ya ven: ahí sigue. Es decir, estos jetas aseguran que la que debe cambiar es la COPE o 13TV, es decir, la Iglesia. Y estoy hablando del presente, no de Federico Jiménez Losantos en su tiempos de santón laico de la cadena de los obispos.

¿Y si un medio propiedad de la jerarquía no está dedicado a evangelizar, que es su función primordial? Pues se vende a un ‘laico’. Porque si el primer objetivo de COPE y 13TV no es el apostolado a través del periodismo, sino conseguir un beneficio entonces la Iglesia no debe montar medios -negocio asaz complicado- si no una fábrica de embutidos, que ofrece márgenes más generosos.

El problema de COPE y 13TV es este: que les faltan gestores y periodistas católicos. En su actual configuración constituyen una verdadera impostura.

Definición de medio católico: aquel hasta en el cual hasta el bedel es católico. ¿Por sectarismo? No, porque el primer mandamiento de la comunicación cristiana y de la evangelización y el apostolado es éste. Nadie da lo que no tiene. Junto a ello, lo de siempre. Y así COPE y 13TV no son medios católicos, son medios del PP. Créanme: no es lo mismo. Y lo más curioso es que en el PP ya saben cómo paga las traiciones: con otra traición.

Y así hemos llegado a donde llegamos: no es ya que en la COPE y en 13TV a los periodistas cristianos haya que buscarlos con lupa, es que en sus redacciones está mal visto ejercer de cristiano. No hace intelectual. Por no hablar de los cristófobos que se han ido infiltrando en ambos medios, especialmente feministas y homosexualistas y lo peor: la progresía clerical. Pero el principal problema está en los tibios.

En cuanto a los gestores… me temo que algunos de ellos, he dicho algunos, se han dedicado al saqueo. Total: pagan los curas.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com

sábado, 12 de septiembre de 2015

Se inflige una herida al matrimonio cristiano

(Artículo de Roberto de Mattei, tomado de Adelante la Fe)


Los dos motu propio del papa Francisco, Mitis iudex Domins Iesus para la Iglesia latina y Mitis et misericors Jesu para las iglesias orientales, publicados el 8 de septiembre de 2015, infligen una grave herida al matrimonio cristiano.

La indisolubilidad del matrimonio es una ley divina e inmodificable, instituida por Jesucristo. La Iglesia no puede anular, en el sentido de disolver, un matrimonio. Lo que sí puede hacer es, mediante una declaración de nulidad, verificar la inexistencia de la unión por falta de los requisitos que garantizan la validez. Eso significa que en un proceso católico la prioridad de la Iglesia no es el interés de los cónyuges de obtener la declaración de nulidad, sino la verdad en cuanto a la validez del vínculo matrimonial.

Pío XII nos recuerda, en este sentido, que «en el proceso matrimonial el fin único es un juicio conforme a la verdad y al derecho en el proceso de nulidad sobre la pretendida inexistencia del vínculo conyugal» (Alocución a la Rota Romana, 2 de octubre de 1944). 

Un fiel puede engañar a la Iglesia para obtener la nulidad, por ejemplo mediante declaraciones falsas, pero la Iglesia no puede engañar a Dios, y tiene el deber claro y riguroso de verificar la verdad.

Lo que hay que defender, por encima de todo, en el proceso canónico es el supremo interés de una institución divina como el matrimonio. El reconocimiento y la protección de esta realidad se formulan en el ámbito jurídico con la expresión sintética favor matrimonii, es decir, la presunción -hasta que se demuestre lo contrario- de la validez del matrimonio

Juan Pablo II explicó claramente que la indisolubilidad es presentada por el Magisterio como la ley ordinaria de todo matrimonio celebrado, precisamente porque se presupone su validez, independientemente del éxito de la vida conyugal y de la posibilidad de que, en ciertos casos, se diera una declaración de nulidad (Discurso a la Rota Romana, 21 de enero de 2000).

Cuando el Iluminismo intentó asestar un golpe mortal al matrimonio cristiano, Benedicto XIV, mediante el decreto Dei miseratione del 3 de noviembre de 1741, ordenó que en toda diócesis se nombrara un defensor vinculi. Decretó además, para obtener la declaración de nulidad, el principio de la necesaria conformidad de la sentencia en dos niveles de juicio. 

El principio de la doble sentencia conforme fue consagrado por el Código de Derecho Canónico de 1917 y se incluyó en en la nueva codificación promulgada por Juan Pablo II el 25 de enero de 1983. En el motu proprio del papa Francisco se invierte la perspectiva: El interés de los cónyuges prima sobre el del matrimonio. El propio documento lo afirma, reasumiendo en estos puntos los criterios fundamentales de la reforma: 

-Abolición de la doble sentencia de conformidad, que es sustituida por una sola sentencia a favor de la nulidad ejecutiva; se otorga la atribución de una potestad monocrática al obispo, calificado como único juez; y se introduce un proceso breve, y de hecho incontrolable, con desautorización sustancial del Tribunal de la Rota para pronunciar su dictamen¿De qué otra forma se puede interpretar, por ejemplo, la abolición de la doble sentencia? ¿Cuáles son los graves motivos por los cuales, después de 270 años, se abroga este principio? 

El cardenal Burke ha recordado que existe una experiencia catastrófica en este sentido. En Estados Unidos, entre julio de  1971 y noviembre de 1983, entraron en vigor las llamadas normas provisionales, que eliminaron -de hecho- la obligatoriedad de la doble sentencia de conformidad. El resultado fue que la Conferencia Episcopal no negó una sola solicitud de dispensa entre los centenares de miles recibidas, y para el sentir general de la gente el proceso llegó a ser conocido como “el divorcio católico” (Permanecer en la verdad de Cristo. Matrimonio y comunión en la Iglesia Católica, Ediciones Cristiandad, 2014).

Más grave aún es otorgar al obispo diocesano, como juez único, la facultad de instruir a su discreción un proceso breve y dictar sentencia: 
El obispo puede ejercitar personalmente su potestad jurisdiccional o delegarla en una comisión, que no estará compuesta necesariamente de juristas. Una comisión formada a su imagen que seguirá, naturalmente, sus indicaciones pastorales, como ya sucedió con los “centros diocesanos de escucha” privados hasta hoy de competencia jurídica. Este revoltijo del canon 1683 con el artículo 14 en cuanto a las reglas de procedimiento tiene un alcance explosivo en este sentido. 


Sobre las decisiones pesarán inevitablemente consideraciones de naturaleza sociológica: los divorciados vueltos a casar tendrán, por razones de misericordia, una vía preferente. «La Iglesia de la misericordia –señala Giuliano Ferrara– ha arrancado a correr» (Il Foglio, 9 de septiembre de 2015). Se corre por una vía no administrativa, sino judicial, en la que queda muy poco de judicial.

En algunas diócesis, los obispos intentarán tomar medidas que garanticen la seriedad del procedimiento, pero es fácil imaginar que en muchas otras –por ejemplo, las de Centroeuropa– obtener la declaración de nulidad será un mero trámite. 

En 1993 Oskar Saier, arzobispo de Friburgo de Brisgovia, Karl Lehman, obispo de Maguncia, y Kasper, obispo de Rotemburgo-Stuttgart, redactaron un documento a favor de quienes estuvieran seguros en su conciencia de la nulidad de su matrimonio pero no dispusieran de los elementos para probarlo en los tribunales (Obispos del Alto Rhin, Acompañamiento pastoral de los divorciados, Il Regno Documenti, 38 (1993), pp. 613-622). La Congregación para la Doctrina de la Fe respondió con la carta Annus Internationalis Familiae del 14 de septiembre de 1994, afirmando que esa vía no era posible porque el matrimonio es una realidad pública: «No reconocer este aspecto significaría negar que el matrimonio existe como una realidad eclesial, o sea como sacramento». 

Pero hace poco la Diócesis de Friburgo volvió a proponerlo (Orientaciones para la pastoral de los divorciados, Il Regno Documenti, 58 (2013), pp. 631-639). Según dicha propuesta, los divorciados vueltos a casar de resultas de la nulidad de conciencia del matrimonio anterior podrían recibir los sacramentos y obtener cargos en los consejos parroquiales.

El favor matrimonii queda sustituido por el favor nullitatis, que viene a constituir el elemento primario del derecho, mientras que la indisolubilidad es reducida a un ideal impracticable. 

La afirmación teórica de la indisolubilidad del matrimonio acompaña de hecho en la práctica al derecho a la declaración de nulidad de todo vínculo fallido. Bastará, en conciencia, considerar inválido el propio matrimonio para que la Iglesia lo declare nulo. Es el mismo principio por el que algunos teólogos consideran muerto un matrimonio en el que, uno de los cónyuges o ambos, afirma que “su amor ha muerto”.

El 29 de enero de 2010 Benedicto XVI exhortó al Tribunal de la Rota a no ser indulgentes en los procesos de nulidad para «condescender a los deseos y expectativas de las partes, o a los condicionamientos del ambiente social». 

Ello no obstante, en las diócesis de Centroeuropa la declaración de nulidad se convertirá en un simple trámite, como sucedió ya en Estados Unidos cuando las normas provisionales. Según la conocida ley que establece que la moneda falsa hace desaparecer la de curso legal, en el caos consiguiente el “divorcio exprés” está destinado a prevalecer sobre el matrimonio indisoluble.

Desde hace más de un año se habla de un cisma latente en la Iglesia, pero ahora lo dice el cardenal Gerhard Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe que,  en un discurso pronunciado en Ratisbona, ha recordado el riesgo de ruptura en la Iglesia, invitando a adoptar una actitud mucho más vigilante y a no olvidar la lección del cisma protestante que incendió Europa hace cinco siglos.

En vísperas del Sínodo sobre la familia del próximo octubre, esta reforma del papa Francisco no apaga ninguna incendio. Al contrario, lo propaga y allana el camino para introducir innovaciones desastrosas. Ya no es posible callar.

Roberto de Mattei


[Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas. Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. 

De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delegación para las áreas de Ciencias Humanas. Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/). 

Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas: La dittatura del relativismo (traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.]

jueves, 10 de septiembre de 2015

El verdadero rostro de la Ideología de género (Vídeo Observatorio Católico)



Todavía hay gente que no sabe en qué consiste la ideología de género, esa perversión de la naturaleza humana que quiere imponerse en toda la sociedad. El 8 de Septiembre de este año se iba a votar en la ONU acerca de la imposición de esa ideología en todos los colegios de la Unión Europea. La votación se trasladó al día 9 de septiembre y todas las voces en contra han sido desoídas. El resultado puede verse pinchando aquí . Curiosamente, de nuestros 54 representantes españoles sólo cinco votaron en contra, cuatro no votaron y tres se abstuvieron ... mientras una inmensa mayoría (42 representantes) votaron a favor de ese informe denigratoria de la persona que, por cierto, también considera el aborto como algo normal. Toda esta información pueden leerla pinchando aquí. Un análisis más completo puede leerse en Citizen Go

El siguiente video del Observatorio Católico es bastante ilustrativo para aquellos que aún no se han enterado de hasta qué extremo de aberración estamos llegando ... aberración consentida, legalizada e impuesta como la única realidad que define al ser humano, quien ya no sería hombre o mujer, sino un "algo" que nadie sabe exactamente qué es: sólo él puede decidirlo: un modo de hablar porque ya se han encargado de educarlo, desde bien niño, para que "decida" en un sentido muy determinado; y todo el que se oponga a este modo de ver las cosas será -está siendo ya- penado, multado, perseguido y prácticamente crucificado.



Duración: 10 minutos

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Una jugada maestra (Padre Alfonso Gálvez)


El original de este artículo ha sido redactado en Adelante la Fe y puede leerse pinchando aquí. No obstante, dada la calidad y la candente actualidad del tema que toca he considerado oportuno incluirlo también en este blog (el formato de letra: negrita, cursiva, subrayado, color, etc ... es mío).



Según un dicho pronunciado por Jesucristo, ningún árbol malo da frutos buenos (Mt 7:11). Y no añadió excepción alguna a tal declaración. Pero si los hombres buenos de la actual generación, mucho más ingenuos que perspicaces, hubieran puesto atención a esas palabras, habrían comenzado por adoptar una actitud prudente al observar la aparición de un acontecimiento que se sale de lo ordinario, y en vez de dar saltos de entusiasmo habrían adoptado la postura previa de examinar, razonar y aplicar las reglas elementales del sentido común.

Si un árbol que se sabe podrido produce inesperadamente un fruto aparentemente bueno, tal vez incluso magnífico, lo menos que hace de entrada un hombre prudente es sospechar. De ningún modo se le ocurriría comer ese fruto sin más ni más. Y aunque parezca extraño, la sentencia de Jesucristo se ha visto siempre y en todo lugar confirmada por la experiencia: ningún árbol malo, putrefacto o enfermo ha producido jamás un fruto sano.

La Iglesia se ha encontrado de pronto con una disposición, inesperada e insólita, del Santo Padre por la que concede a la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X la facultad de confesar válida y lícitamente durante el Año Santo de la Misericordia. Aunque sólo durante el Año Santo de la Misericordia.

Lo cual ha suscitado una serie de muchas y diversas reacciones en el mundo católico, por lo general entusiastas. Lo que no puede dejar de producir estupor para quien se tome la molestia de observar y pensar con serenidad. Puesto que la política del Vaticano no ha consistido hasta ahora en otra cosa que en cuestionar, por todos los medios posibles, las estructuras y la doctrina de la Iglesia, con la natural confusión del mundo católico. Pero si eso es así, ¿por qué entonces muestra, de repente, esta efusión de bondadosa generosidad?

Según la famosa regla, universalmente y en todo momento confirmada por la experiencia, es imposible que un árbol malo produzca un fruto bueno. Por eso resulta difícil de explicar el fervoroso entusiasmo suscitado de pronto entre tantos católicos. Hubiera resultado más inteligente examinar despacio primero los resultados producidos por la generosa disposición y, más especialmente, los que de un modo enteramente razonable cabe esperar de ella.

Y el primero de los resultados ha sido el de la diversidad de reacciones, controversias y explicaciones que se han suscitado en el mundo católico. Más divisiones todavía, si acaso hacían falta más.

La Iglesia se encuentra en la actualidad dividida en dos bloques distintos: de un lado el mayor y el más importante, que es la Iglesia progresista. De otro, un grupo minoritario, cada vez más reducido, que podría ser denominado, en términos generales, como Iglesia tradicional o la que pretende mantener la Fe de siempre. A su vez, y para empeorar más las cosas, este segundo grupo se encuentra también subdividido en otros: lefevbrianos radicales, lefevbrianos moderados, neocatólicos (generalmente llamados neocones) ciegamente aferrados a la Jerarquía, católicos tradicionalistas también fieles a la Jerarquía, católicos sedevacantistas que no admiten la legitimidad de la Jerarquía, etc.

Es indudable que el Príncipe de las Tinieblas ha trabajado bien y ha conseguido sus propósitos. Pero, en definitiva, ¿a quién favorece esta disposición que, como hemos dicho arriba, está contribuyendo a ahondar aún más la división entre los católicos? Y la respuesta viene fácilmente a los labios: a la Iglesia progresista y a la política vaticana, sin duda planificada con vistas y en preparación del próximo Sínodo sobre la Familia.

El segundo resultado obtenido ha consistido en confirmar aún más la desconfianza de los buenos católicos hacia la Fraternidad de San Pío X. La explicación es clara. Si se le concede la facultad de confesar, válida y lícitamente, durante el Año Santo de la Misericordia, y sólo durante ese período, es porque fuera de él la Fraternidad no actúa en su actividad pastoral ni válida ni lícitamente. Los fieles que de buena fe asisten a sus cultos, o reciben de ella los sacramentos, están actuando en nulidad y de tal forma que de nada les sirve. Es posible incluso que muchos no lleguen a conclusiones tan radicales, pero indudablemente la duda suscitada entre unos y otros (que es lo mismo que decir entre todos), está ya muy bien servida.

Por otra parte, la disposición vaticanista parece carecer de sentido. Ni teológica ni canónicamente. ¿Está la Fraternidad de San Pío X dentro o fuera de la Iglesia? Téngase en cuenta que el eufemismo de que no se encuentra en plena comunión es en realidad una argucia, puesto que en realidad no significa otra cosa sino que está fuera de la Iglesia. Pero si está fuera de la Iglesia, ¿cómo se le puede conceder la facultad de confesar o de celebrar la Misa válida y lícitamente? Y si está dentro de la Iglesia, ¿a qué viene, o qué sentido tiene concederle tales facultades?

Pero el resultado más importante y quizá el menos advertido, pero que seguramente ha sido el verdaderamente pretendido, no ha sido otro probablemente que el de servir de colchón para disipar, o aminorar al menos, los posibles peligros de cisma o de graves escisiones en cualquier caso, que hubieran podido producirse y que se preveían en el horizonte como negros nubarrones ante la proximidad del Sínodo sobre la Familia.

Y es preciso reconocer que en este sentido la disposición ha supuesto un completo éxito. Por el orbe católico se ha extendido (a excepción de entre una minoría de perspicaces) la idea de la bondad y de la comprensión misericordiosa del Papa Francisco. Y los que tan furiosamente habían venido atacando sus actuaciones y doctrinas han quedado señalados como exagerados y radicales. Está claro, o al menos así lo piensan ahora muchos, que las cosas no están tan mal como se venía diciendo. Evidentemente, la oposición hacia futuras disposiciones que hubieran podido ser consideradas como ajenas a la Tradición, ha sido reducida o al menos fuertemente aminorada.

Por otra parte, con esta disposición el Papa Francisco ha aparecido como generosamente comprensivo y abierto a todos. A unos y a otros, a propios y extraños, a los de dentro y a los de fuera, a quienes reconocen su autoridad y a quienes la contestan. ¿Por qué no iba a estar dispuesto a recibir en sus brazos a los católicos que viven en situaciones ilegítimas pero que no desean sentirse apartados de la Iglesia y que están necesitados de comprensión? Quizá muchos renuentes no acaben de convencerse del todo, pero sin embargo es completamente seguro que sus posturas radicales han dado un fuerte giro hacia la apertura y la comprensión. Algunos llamarían a esto un ingenioso efecto psicológico producido en el subconsciente de las masas, o quizá algo relativamente parecido al efecto televisivo llamado subliminar. Pero sea lo que fuera, es evidente que resulta efectivo.

Lo más asombroso del caso es el apresuramiento que algunos prominentes católicos, considerados por lo general como inteligentes (blogueros señalados, periodistas de nota, etc,) han saludado con entusiasmo la disposición papal, calificándola con toda clase de epítetos laudatorios: magnánima disposición, generosa concesión que merece ser reconocida, bondad desbordada, comprensión que abarca a todos, etc., etc. Y han sido precisamente algunos de los mas conocidos y renombrados los primeros que han mordido el anzuelo, y los que con más diligencia se han apresurado a entonar el Cántico de Acción de Gracias de los Blogueros.

Con lo cual ha quedado en evidencia otra de las verdades fundamentales cristianas que normalmente se olvidan: que para conocer toda la verdad, y para hacerse cargo de la verdadera realidad, no basta con la inteligencia del hombre, por muy elevada que sea.

Hubiera sido necesario tener en cuenta que la actual batalla se está librando contra una inteligencia muy superior a la humana, que es precisamente la diabólica. La cual es imposible de contrarrestar y de superar si no es por medio de otra inteligencia opuesta y también superior a la humana, cual es la sobrenatural y divina aportada al hombre por medio del Espíritu Santo.

Y de ahí la necesidad de acudir al Único que, según Jesucristo, puede conducir a los discípulos hacia la verdad completa y que no es otro sino el Espíritu Santo: El Paráclito, el Espíritu Santo que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo (Jn 14, 26). El Espíritu de la verdad os guiará hacia la verdad completa, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que va a venir (Jn 16, 13). Pero estas palabras de Jesucristo, como tantas otras suyas, han sido relegadas al olvido o incluso nadie cree en ellas. Con el resultado que está a la vista: cuando los hombres se creen suficientemente inteligentes y que ya pueden prescindir de Dios, …, han conseguido por fin sufrir el batacazo inevitable que se venían buscando.

Padre Alfonso Gálvez

lunes, 7 de septiembre de 2015

Entrevista del padre Santiago Martín al cardenal Antonelli



Ennio Antonielli

Así están las cosas. En este vídeo de 30 minutos, se puede ver, escuchar (y leer transcrito al español) la entrevista que le concedió el cardenal Antonelli, de 78 años, al padre Santiago Martín, con relación al tema del Sínodo de la Familia. Muy interesante y alentadora. Denota que en el seno de la Iglesia Católica aún existen muchos sacerdotes y Jerarcas con las ideas claras. Ojalá que este número sea cada vez mayor, porque es necesario.




sábado, 5 de septiembre de 2015

Misericordia con cicuta (Fray Gerundio)

Otro nuevo artículo de Fray Gerundio para no adormilarnos ... y para seguir usando -o comenzar a usar, que ya va siendo hora- la facultad de pensar que Dios nos ha dado, no dejando que se apolille. Eso es sano, desde cualquier punto de vista que se mire. El original puede leerse aquí


Los cuentos que se narraban a los niños en años pretéritos, educaban en las virtudes cristianas, ensalzaban a los héroes que luchaban con valentía por una noble causa, o ponían como modelo a los santos que habían abandonado todo por amor a Dios y brillaban por sus virtudes. Todavía no había llegado esta época gloriosa que sufrimos, en la que se escriben cuentos para niños aclarando lo que es una familia con una mamá y otra mamá, o unos papás que son papá y papá, o unos hermanitos que nacieron en una probeta, o unos titos que eran tito y tita, pero se cambiaron y ahora son tita y tito. 

En aquellos cuentos de toda la historia anterior a este dichoso siglo XXI, ya felizmente liberado de tabúes y de imposiciones culturales, desprendido de una educación impuesta por un cristianismo totalitario e impositivo, no habría cabido la historia del Piccolo uovo y del pingüino desubicado que tanto ha dado que hablar, explicar, desdecir, desmentir y disimular las pasadas semanas.


Aquellos cuentos de antaño se remontaban algunos siglos atrás hasta los Hermanos Grimm o los cuentos populares, o mucho más atrás hasta las fábulas de Esopo que luego los españoles Samaniego o Iriarte supieron transcribir e imitar.

Pues bien. Una de las enseñanzas habituales de los citados cuentos era siempre el intento de educar a los niños para que supieran distinguir la verdad de la mentira; la bondad de la maldad; las apariencias de la realidad. De ahí que se les advirtiera que debían llevar cuidado, porque la abuelita de Caperucita, tan enfermita ella y con su camisón puesto, bien podía ser el Lobo Feroz; o que aprendieran de las precauciones que llevaban los Tres Cerditos con los que llamaban a la puerta con voz débil y suave, porque también podía ser el Lobo. O que desconfiaran de las viejecitas que ofrecían generosamente manzanas muy grandes y apetitosas, pues bien podían ser el Hada Malvada que quería destruir a Blancanieves. O que fueran cautelosos ante la Madrastra que trataba muy bien a Cenicienta en presencia de su papá, pero en cuanto éste se daba la vuelta, la ponía a fregar suelos y la maltrataba sin misericordia.

O sea, que se enseñaba a los niños que las cosas no siempre son lo que parecen y hay que ser precavidos. Gracias a eso, muchos héroes de los cuentos se salvaban, con el consiguiente final feliz. Porque esta es otra: aquellos cuentos tenían final feliz, o sea, que brillaba la verdad, triunfaba la bondad y los malos se iban a freír espárragos sumergidos en un castigo muy merecido. Bien podríamos decir que estos cuentos se añadían a esa sabiduría popular que los abuelos enseñaban a sus nietos y los padres a sus hijos para que no se la pegaran fácilmente. Dicho en paladino romance: Hijo mío, estáte alerta y espabila para que no te la peguen o para que no te den gato por liebre. Cuántas veces me repetiría eso mi abuela, una mujer ruda pero sabia y nada alelada ante la realidad.

Nuestro Señor nos proveyó también de jugosas sentencias, intentando provocar en los cristianos el espabilamiento para no dejarse engañar: Cuidad que nadie os engañe. O para que empleáramos la astucia y no nos fiáramos facilonamente de cualquiera: Sed sencillos como palomas, pero astutos como serpientes. O para que supiéramos descubrir cuándo un sepulcro blanco por fuera podría estar repleto de podredumbre por dentro. O cuando una ovejita claramente aderezada de lana, pudiera ser un auténtico lobo.

Algunos de mis novicios dicen que yo me paso de mal pensado y suspicaz. Tienen mucha razón, pero la verdad es que prefiero pasarme por ese lado, antes que convertirme en un ingenuo-pazguato-crédulo que se trague las informaciones tal cual. Y más en este mundo en que vivimos, en el que se transmite justamente lo que se quiere que el oyente crea. Nuestro sabio refranero lo expresa muy bien al recordarnos que no es oro todo lo que reluce, que donde menos se piensa, salta la liebre, o si piensas mal, acertarás.

La verdad es que después de dos años y medio de desatinos y desgarros en la Cristiandad, en que se han puesto entre paréntesis doctrinas pacíficamente admitidas por los católicos desde siempre, no me fío ahora de las posibles buenas acciones. Y se han puesto entre paréntesis por medio del cotilleo periodístico, alentado e insuflado desde arriba, promoviendo encuestas entre los cristianos para ver qué piensan que se debe hacer con la Ley Divina. Lo siento, pero no me fío. Era el Señor también quien nos decía que al árbol se le conoce por sus frutos y no se puede esperar un fruto bueno de un árbol malo. Y yo, francamente, si me encuentro en el huerto del convento un árbol que tiene todos los frutos malos, no me arriesgo a comerme un fruto chiquitín, aunque aparentemente se encuentre en buen estado. Que lo coma quien quiera, pero yo no.

La misericordia se puede servir en bandeja de plata, pero puede llevar unos cuantos gramos de cicuta. Yo veo que la decisión de legalizar las confesiones de los sacerdotes de San Pío X, no ha hecho otra cosa que armar lío. También aquí se puede aplicar el divide y vencerás de los romanos, adoptado después por Maquiavelo. El espectáculo de división ha estado muy bien servido en el mundillo bloguero: 

- los que acatan el comunicado con sumisión, 
- los que lo celebran con alegría, 
- los que lo celebran con no tanta euforia,
- los que dicen que no añade nada,
- los que piensan que no hacía falta
- y los que acusan de traidores a los que lo celebran. 

La verdad es que el espectáculo ha sido genial, mientras la prensa y los medios progresistas alaban una vez más esta especial misericordia que abre la puerta a los recalcitrantes, mientras éstos siguen en sus trece y se tiran los trastos entre ellos.

Cui prodest?, se preguntaban también los romanos. ¿A quién beneficia esto?, le decía yo a mis novicios ingenuos. 

Quienes ya se confesaban con estos sacerdotes, seguirán confesándose y los que no se confesaban no creo que los busquen para confesarse (teniendo a mano otro confesor de manga algo más ancha). 

¿Algún infocatólico buscará confesión entre los lefevbrianos? ¿Algún lector de religiondigital irá en busca de un píodécimo? ¿Algún obispo cederá los confesionarios de su catedral para que estos sacerdotes puedan dar la absolución? 
¿Qué le pasará a un seminarista de cualquier diócesis española (pongo por caso) que diga que se ha confesado con uno de la Fraternidad San Pío X?
¿Algunos de los frailes que conozco bien, pedirán confesión a éstos?
¿Podrán entrar en algún convento de monjas si alguna de la comunidad desea confesarse con ellos?

Francamente, no lo creo.

Pero, mientras tanto, ha quedado claro que la misericordia es para todos. Y aplicando una vez más la sospecha de los frutos en el arbolito, pienso que lo que se quiere transmitir es esto: 

Que así como hemos tenido misericordia con los raritosde la Fraternidad de San Pío X, la tenemos que tener también con los divorciados vueltos a casar. O con la autora del cuento del Piccolo Uovo. O con el Obispo que defiende a los homosexuales flamantemente recibido en audiencia.

En el conocido cuento, las ovejitas querían ver la patita por debajo de la puerta para comprobar si era su mamá la que llamaba. No eran tontas. No se fiaban de la voz suave, ni de la piel de oveja, y sabían muy bien que las garras de las patas son difíciles de ocultar.

Y es que hay cariños que matan y caramelos envenenados. Hay misericordias para cambiar la ley divina y misericordias aderezadas con cicuta para armar lío.

Fray Gerundio

miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ideología de género y raíces cristianas de Europa (Vídeo)

Este mundo nuestro, que tanto presume de racionalista, niega -sin embargo, algo que es evidente a todas luces, cual es el hecho incontrovertible de las raíces cristianas de Europa. Que el mundo actual le ha vuelto la espalda a Dios y no quiere saber nada con Él, a saber, la apostasía universal, es también otro hecho innegable, para todo el que quiera ver.

Ahora bien: aunque es cierto que hoy en día [por razones de muy diversa índole en las que ahora no vamos a entrar] el mundo, mayoritariamente, ha renegado abiertamente de Dios ... ¡y esto es algo que está a la vista de todos y que no precisa de demostración alguna! ... un mínimo de honradez intelectual debería conducir al ser humano a no negar tampoco la realidad anterior, le guste o no le guste: ¡y esta realidad fue cristiana; católica, para ser más rigurosos! La majestuosidad de las catedrales y las pinturas de los grandes museos son testigos (entre otros muchos) de los orígenes cristianos de Europa.

¡Lo absurdo ha sido erigido como la norma a seguir por todos! La capacidad de pensar de modo coherente, haciendo uso del sentido común, está siendo perseguida porque es un peligro para el "endiosamiento" del Estado, que es lo único que no puede discutirse, aunque se niegue que eso sea así.

Aunque a mí no me gustase tener los padres que tengo -o que he tenido, en el caso de que hayan fallecido- y renegara públicamente de ellos, afirmando una y mil veces, contra toda evidencia, que esos no son mis padres ... ¡no por ello dejarían de serlo, al menos biológicamente hablando! Sería muy fácil de demostrar (prueba del ADN, etc...).

Y es que se quiera o no se quiera, se admita o no se admita, uno es lo que es: No somos lo que sentimos que somos, sino lo que realmente somos ... ¡nos guste más o nos guste menos! Pensar de otro modo es irracional. Y, sin embargo, hoy en día lo irracional ha sido elevado a la categoría de ciencia, aunque parezca increíble, pues ciertamente lo es.

El ejemplo más típico de lo que digo -no el único, pero sí el más llamativo, por lo absurdo- es el de aquellos que siendo realmente hombres, porque así han nacido, con todos los atributos propios que la naturaleza da a los hombres ... niegan su masculinidad: ¡Se sienten mujeres y, por lo tanto, niegan lo que realmente son, yendo contra toda evidencia! Se trata de situaciones anormales, que siempre se han dado. Algo análogo ocurre con aquellas otras personas que, siendo biológicamente mujeres, se sienten hombres. Insisto en que no se trata de nada nuevo. A lo largo de la historia se han dado esas situaciones anómalas.

La gran diferencia con lo que sucede actualmente es que a lo que es claramente patológico y así se ha considerado siempre, llamándole al pan, pan; y al vino, vino ... hoy en día DEBE ser considerado como normal y natural, hasta el punto de que si alguien no lo hace y habla en contra de lo que es en sí una perversión de la naturaleza o una enfermedad, tildándoles de tales, automáticamente incurre en ilegalidad. Muchos, por decir una verdad tan elemental, que cualquier niño pequeño entiende, son castigados con grandes multas e incluso con penas de cárcel. No son necesarias las citas, pues se trata de un fenómeno, el llamado fenómeno "gay", que es ampliamente conocido y "reconocido" en la sociedad (con un enorme poder económico y de influencia política). Véase, por ejemplo, la entrada de Luis Fernando

Este "pensamiento" único, que es una baratija y no tiene consistencia, intenta imponerse, sin embargo, en la sociedad, haciendo uso de todos los medios habidos y por haber, comenzando por la "educación"  (= depravación) temprana a niños muy pequeños, en un programa de "ideología de género" impuesto. Los padres, que son los verdaderos responsables de la educación de sus hijos ante Dios, ante quien tendrán que rendir cuentas, no pueden opinar en sentido contrario. Pueden, pero ... ¡ay de aquél que lo intente!. Hay infinidad de casos en los que -cada día con mayor frecuencia- se penaliza lo bueno y se premia lo perverso e inhumano. Un ejemplo podría ser el caso del juez Ferrín Calamita, , aunque hay infinidad de ellos. La mentira se está institucionalizando, mediante afirmaciones como las de Eugeni Rodríguez, del lobby gay catalán, que dice que a los niños gays y a las niñas lésbicas les someten a verdaderas torturas en los colegios, les exigen dinero, etc. Sus compañeros niños hetero, se supone. Léase, a este respecto, el artículo de Eulogio López, director de Hispanidad, de título  No se trata de defender a los niños gays sino de hacer gays a los niños

Esta sociedad en la que vivimos
, como consecuencia de su rechazo a Dios [y, en particular, a Jesucristo, a quien -por otra parte- no conocen como debe ser conocido] se ha vuelto loca de remate. El sentido común impera por su ausencia. A nada, o a casi nada, se le llama por su auténtico nombre: "derecho a decidir de la madre", en lugar de aborto; "derecho a que se casen personas del mismo sexo", en lugar de aberración legalizada, etc, etc ... Siempre "derechos" para justificar lo injustificable. Y son nuestros gobernantes -de uno y de otro signo- los primeros en admitirlo y en legalizarlo.

Ésa es una de las razones por las que -puestos ya a mentir- ha surgido la famosa Ley de Memoria Histórica, cuyo auténtico nombre -aunque no se le llame así- es el de "Ley de Mentira Histórica", según la cual lo que pasó no pasó. Curiosa actitud ésta, la del avestruz, que esconde la cabeza ante los hechos pensando así que éstos no existen, pues ellos no los ven: cambian la letra para cambiar la realidad de lo ocurrido. Absolutamente científico y digno de crédito... Así es como se piensa enseñar la Historia a las nuevas generaciones: demencial, pero cierto. No es una novela de ciencia-ficción.

Y esto está ocurriendo -con otros matices, pero básicamente igual- en otros muchos países; y se está generalizando a nivel mundial, y muy rápidamente, debido a los medios de comunicación, cuyo avance es realmente ostentoso.

El relativismo lo invade todo. Las cosas no son lo que son, sino lo que uno "decide" que sean, en un determinado momento histórico ... pues puede decidir otra cosa en otro momento histórico y ésa será la verdad en ese momento ... y así sucesivamente. Relativizar la verdad y afirmar que no existe ninguna verdad absoluta, más allá del espacio y del tiempo, viene a ser una y la misma cosa ... 

Desde que se abandonó la metafísica del Ser, debida a santo Tomás de Aquino y comenzó la Escolástica decadente que culminó en el Idealismo de la Ilustración, que persiste, agravándose, hasta el día de hoy, hace ya más de doscientos años, la Humanidad -en cuanto tal- ha ido viniendo a menos, pese a los progresos científicos que, por otra parte, son fruto de la filosofía realista de santo Tomás de Aquino, una filosofía desde la cual -usando su lenguaje con rigor- debe de entenderse la Revelación, si se la quiere entender correctamente. Así lo han aconsejado siempre todos los Papas, hasta el Concilio Vaticano II.

Dejo aquí un interesante vídeo de "Marcando el Norte", que habla precisamente sobre las raíces cristianas de Europa.

Video de 25: 18 minutos

lunes, 31 de agosto de 2015

Ideología de género, metástasis marxista (Santiago Martín)

El padre Santiago Martín hace algunas reflexiones sobre un comentario de Monseñor Munilla acerca del marxismo; y sobre la relación entre éste y la ideología de género, que es la que está destrozando, entre otras cosas, la sociedad actual. Como no podía ser menos, los marxistas de Podemos han salido al ataque. Y es que cuando se toca una herida duele. Pero bienvenido sea ese dolor si la herida es reconocida como tal, como algo perverso, y se ponen los medios adecuados para curarla. Desgraciadamente no es el caso. Y, sin embargo, la solución a estos graves problemas que acosan a la sociedad y amenazan con destruirla, cual es el gravísimo problema de la ideología de género, que se quiere imponer a toda costa, como sea, pasa -como siempre- por el reconocimiento de la familia cristiana como lo que siempre ha sido: la célula básica de la sociedad. 

Se conoce la enfermedad: la metástasis que supone la ideología de género como punto culminante del marxismo. Y se conoce dónde se encuentra la solución: la familia cristiana. O sea, la vuelta a nuestras raíces cristianas y al amor a Jesucristo. Ahora se trata, tan solo, de llevar esta medicina a la sociedad, pues no existe ningún otro remedio que pueda curarla.


Vídeo 8:17 min


viernes, 28 de agosto de 2015

Acerca de san Agustín y la gracia santificante

 


Es san Agustín un gran santo al que yo le tengo especial devoción por múltiples razones; entre ellas, la más importante, por el inmenso amor que tenía a Jesucristo, por quien todo lo dejó y a quien se consagró por completo el resto de su vida, desde su conversión.

Fue un hombre santo, pero también un hombre sabio, un auténtico genio y uno de los grandes Padres de la Iglesia Católica, junto con santo Tomás de Aquino. Tiene obras muy conocidas. Cabe destacar, entre sus obras completas:  "La Ciudad de Dios", "La Trinidad", "Tratados sobre el Evangelio de san Juan" y "Enarraciones sobre los salmos" (todos estos libros están editados por la BAC).


Sus escritos se caracterizan por una gran profundidad teológica, pero -al mismo tiempo- por una sencillez tal -todo hay que decirlo- que los hace asequibles a muchísima gente que, sin necesidad de ser teólogos, pueden entenderlo, si prestan atención, debido al lenguaje didáctico que utiliza. 


Por supuesto que si alguien se quiere introducir en la lectura de algunas de sus obras es necesario que posea a mano una buena biblia, preferiblemente dos o incluso tres, pues así se aprovecha uno mejor de sus escritos, cuyo solo objetivo es que la gente, cuando los lea, salga edificada y con más ganas de querer al Señor y de seguir luchando por intentar ser buenos cristianos, aunque nunca -ninguno de los que somos- lleguemos a conseguirlo del todo ..., lo que, por otra parte, no debe de importarnos demasiado; contamos con ello. Sin la gracia divina todo nuestro trabajo y todo nuestro esfuerzo no tendrían el más mínimo sentido; y serían baldíos e inútiles. Pero contamos con esa gracia que Dios concede siempre a quien se la pide con fe e insistentemente. De no ser así, seríamos los más miserables de todos los hombres. Pero no: Cristo ha resucitado y nos da la posibilidad de compartir su Vida y de vivir siempre con Él.

Conviene no perder esto de vista, porque la santidad no es algo imposible. Al hablar de santos siempre solemos pensar en los demás, en gente muy especial ... pero eso no va con nosotros. Es un error. Por supuesto que sí va con nosotros. Dios cuenta con nuestra vida y con nuestro amor para salvar a esta Iglesia que se encuentra en un estado avanzado de descomposición. Dios nos quiere santos, a todos y a cada uno de los cristianos. Pero tal santidad, que es un don imposible de adquirir con nuestras solas fuerzas, la concede Dios a los que son generosos y le ofrecen su vida y todo lo que tienen, porque ninguna otra cosa les importa más que estar junto al Señor. El éxito está asegurado, pero es necesario que pongamos algo de nuestra parte (o mejor, que lo pongamos todo, aunque sea poco, que siempre lo será: Él pondrá el resto). 

Jesús cuenta con nosotros porque así lo ha querido y la única condición que nos pone es la de una completa y absoluta confianza en su bondad y en su misericordia (en Él, no en nosotros). De aquí proviene el hecho de que jamás, para un cristiano, tiene -ni puede tener- sentido  el desánimo: nunca, por más que se observe que la barca de Pedro esté zozobrando y a punto de hundirse.

Si no actuamos así, con esta confianza total en Él, mereceríamos -con razón-  el mismo reproche que Jesús lanzó a sus discípulos cuando éstos lo despertaron, aterrorizados, porque la barca se estaba hundiendo a causa de la tormenta ... y Él, sin embargo, dormía tranquilamente: "¿Por qué teméis, hombres de poca fe?" (Mt 8, 26a) -les dijo al despertar. Lo que, de verdad, les estaba diciendo -y muy claramente- era lo siguiente:  ¿Acaso no estoy Yo con vosotros? ¿A qué viene, pues, ese miedo y ese pánico? ¡Tanto tiempo como llevo viviendo con vosotros ... y, sin embargo, aún no me conocéis!.  "Entonces, puesto en pie, increpó a los vientos y al mar y sobrevino una gran calma" (Mt 8, 26b).


Ésa es la razón -la profunda razón- por la que los cristianos no debemos de asustarnos nunca. La victoria final es nuestra, porque así nos lo ha prometido Jesús. Y Él no nos engaña: "El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mc 13, 31) ... unas palabras que "son Espíritu y que son Vida" (Jn 8, 63). Son "sus" palabras. No debemos de olvidarlo nunca. Y así, en otra ocasión, dijo a sus discípulos, dándoles el motivo más importante de su vida para que jamás se dejasen dominar por la tristeza o el abatimiento:  "De nuevo os veré y se alegrará vuestro corazón y nadie podrá entonces quitaros vuestra alegría" (Jn 16, 22). ¡Mirarle a los ojos y ser mirados por Él! ¡Esto es lo más bello que puede haber a este lado del mundo y también al otro!


Por muy mal que parezca que van las cosas, si nos mantenemos fieles al Mensaje de Jesús, si procuramos -con todas nuestras fuerzas- hacer realidad su Vida en nosotros, no tenemos ningún derecho a acobardarnos ante nada; y menos aún ante este mundo - Jerarquía incluída, en algunos casos, por desgracia- que ha perdido la fe y la confianza en Dios y se ha buscado su propia "religión" y sus propios "dioses": "Se comportan como enemigos de la cruz de Cristo -dice san Pablo-, pero su fin es la perdición (...) porque ponen el corazón en las cosas terrenas" (Fil 3, 19).  

"Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del Cielo, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo, el cual transformará nuestro cuerpo vil en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del Poder que tiene para someter a su dominio todas las cosas" (Fil 3, 20-21)


No podemos gloriarnos de nada, porque todo cuanto tenemos lo hemos recibido: todo es Don de Dios. Pero ahí está: no es cuestión de merecimientos ni de pelagianismos absurdos: pero está de por medio la Palabra de Dios, ante la cual no tienen sentido, en un cristiano, ni el desánimo ni la tristeza. Cierto que no podemos dejar de preocuparnos por la situación actual de la Iglesia y del mundo. Por el contrario, ésta debe de ser aún mayor: al fin y al cabo, es algo que nos compete de modo directo. 


Aun cuando seamos "ciudadanos del cielo" y estemos de paso por esta tierra, formamos -sin embargo- parte de esa Iglesia y de ese mundo, de manera que este conocimiento, que se refiere a algo real, puesto que es verdad que "no tenemos aquí ciudad permanente, sino que vamos en busca de la venidera" (Heb 13, 14) no nos exime, sin embargo, del sufrimiento, de la briega y de la lucha constante para que el Reino de Dios se implante en la Tierra ... aunque sin perder la paz interior, aquella que proviene de no querer ni aceptar ninguna otra cosa que no sea lo que Dios disponga para nosotros, sabiendo -con absoluta seguridad - que eso será, sin duda y siempre, lo mejor que nos puede ocurrir. Además, estamos convencidos - y nos fiamos completamente- de la veracidad de las palabras de nuestro Maestro, aquéllas que dijo, refiriéndose a la Iglesia que Él mismo fundó, a saber, que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella"  (Mt 16, 18). 

Esa es nuestra confianza, pero también nuestro temor: no podemos descuidarnos. Escuchemos a Jesús lo que dice a sus discípulos y, por lo tanto, también a nosotros, hablando de su segunda y definitiva Venida, aquélla que pondrá fin a este mundo: "Cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?" (Lc 18, 8). 

En esos momentos [que no sabemos si son los actuales, pero que desde luego, no se puede decir tampoco que no lo sean ...; y, sea como fuere, es lo cierto que siempre debemos de estar preparados, como si cada día fuera nuestro último día]; digo, en esos momentos, según palabras del propio Jesús, "surgirán muchos falsos profetas y seducirán a muchos. Y, al desbordarse la iniquidad, se enfriará la caridad de muchos" (Mt 24, 11-12). Y es más, según nos sigue diciendo: "Habrá entonces una gran tribulación, como no la hubo desde el principio del mundo hasta ahora, ni la habrá" (Mt 24, 21). Serán, por lo tanto, momentos extraordinariamente difíciles; y tenemos que estar preparados para lo que venga.

Es cierto que oímos que Jesús dice que "el que persevere hasta el final, ése se salvará" (Mt 24, 13). Pero, dada nuestra natural debilidad, ¿quién nos puede asegurar que vamos a ser capaces de perseverar en esas condiciones tan horribles? Nadie puede hacerlo; absolutamente nadie nos puede dar esa seguridad: ¡Y nosotros menos que nadie! Por eso, para que nadie se vanagloriase, en sí mismo, decía san Pablo:  "El que piense estar en pie, que tenga cuidado, no vaya a caer" (1 Cor 10,12). Pues "si tenemos confianza, la tenemos por Cristo ante Dios" (2 Cor 3, 4). Pues así es: "nuestra capacidad viene de Dios" (2 Cor 3, 5) y no de nosotros mismos.

Tal será el calibre de la prueba final que, según dice Jesús, "de no acortarse esos días, no se salvaría nadie" ... palabras durísimas que pueden provocar en nosotros, fácilmente, espanto y terror, pues tememos por nuestra salvación; y es natural y lógico que así sea. Lo raro sería lo contrario. Cuando nos creó, Dios no nos hizo robots; ni Él se hizo un robot, sino uno de nosotros, cuando tomó nuestra naturaleza humana. Así es su Amor por nosotros y nos quiere como realmente somos, con nuestros miedos incluidos.  Quedémonos, por lo tanto, con las últimas palabras de nuestro Señor que son, como siempre, muy consoladoras: "En atención a los elegidos esos días se acortarán" (Mt 24, 22).

¿Cómo no iba a tener el Señor esa atención hacia aquellos que le aman -que a eso se refiere al usar la palabra elegidos- si Él los ama más todavía? Y siendo eso así, ¿cómo podría consentir que se condenaran aquellos cuya vida se había consumido, precisamente, por amor a Él? No, Jesús jamás se deja vencer por nosotros en generosidad; y siempre corresponde a nuestro amor con un amor mayor que el que nosotros le tenemos a Él, por muy grande que éste sea. 

Pensemos, por ejemplo, en la oración sacerdotal de Jesús cuando, hablando con su Padre, le decía: "He guardado a los que me diste y ninguno de ellos se ha perdido, excepto el hijo de la perdición" (Jn 17, 12)  

[Se refería, como sabemos, a Judas, quien rehusó la amistad que hasta el último momento le ofreció su Maestro, una amistad que, aun siendo Dios, no se la pudo imponer, en razón del respeto que Él mismo debía a nuestra libertad humana, al habernos creado libres]

Esta idea de la esencialidad de la gracia para nuestra salvación es de capital importancia en todos los escritos de San Agustín. A él suele atribuirse esa expresión que, colocada en labios de Jesús, diría -más o menos- lo que sigue: Dios no manda cosas imposibles sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer todo lo que puedas ... y a pedir lo que no puedas ... ¡y  te ayuda para que puedas!.


En fin, me remito a lo que escribí sobre la conversión de San Agustín y que se encuentra en este mismo blog. Como sabemos, el libro de "Las confesiones" (en el que Agustín cuenta su conversión) es el que mayor fama le ha proporcionado. Es, además, uno de los libros más cortos de los que ha escrito y, sinceramente, aconsejo vivamente que, si alguno aún no lo ha leído, que lo haga ... Le haría mucho bien. Al fin y al cabo -no lo olvidemos- los santos también son hombres; son humanos ... ¡y muy humanos!

miércoles, 19 de agosto de 2015

ACERCA DEL SÍNODO ... Y LAS SAGRADAS ESCRITURAS (Luis Fernando Pérez Bustamante)


Un nuevo artículo del director de Infocatólica en el que habla, con el Nuevo Testamento en la mano, sobre el tan manido y llevado tema de la comunión de los divorciados vueltos a "casar". El original puede leerse aquí


 

Pues sí, señores míos, resulta que aquellos que osamos defender la fe de la Iglesia somos acusados constantemente de ser una panda de fariseos, rigoristas y personas sin corazón a las que gusta ver sufrir a los demás bajo el peso de leyes y normas asfixiantes.

Basta decir sí y amén a esto…:

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez.
Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.  


(Familiaris consortio, 84)

… para caer bajo esa acusación


Por supuesto, eso implica que San Juan Pablo II, y con él todos los papas y concilios ecuménicos, especialmente el de Trento, donde se ratificaron las palabras de Cristo sobre el matrimonio y el adulterio, así como las de San Pablo sobre la imposibilidad de comulgar en pecado mortal, eran igualmente fariseos, rigoristas, etc.

Nosotros somos mala gente porque creemos esto:

- El que quiere a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí ( Mat 10,37)

Y esto:

- Porque el amor de Dios consiste precisamente en que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son costosos (1ª Jn 5,3)

Y esto:

- No cometerás adulterio (Ex 20:14)
- Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio; y el que se casa con la repudiada por su marido, comete adulterio (Luc 16,18)

Y esto:

- ¿No sabéis que ningún malhechor heredará el reino de Dios? No os hagáis ilusiones: los inmorales, idólatras, adúlteros, lujuriosos, invertidos, ladrones, codiciosos, borrachos, difamadores o estafadores no heredarán el reino de Dios (1Cor 6,9-10)

Y, oh perversidad de las perversidades, también esto:

- Así pues, quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor (1ª Cor 11,27)

Pero, sobre todo, somos muy mala gente porque, míseros de nosotros, creemos que la gracia de Dios capacita al hombre para no vivir en pecado, arrepentirse cuando peca para poder recibir el perdón de Dios y - esto ya es el colmo- crecer en santidad.

Es decir, tenemos la desvergüenza de creer que los que, según Cristo, viven en adulterio, deben dejar de vivir así


Y decimos saber que tal cosa es posible porque:
 

- Dios es quien obra en vosotros el querer y el actuar conforme a su beneplácito. (Fil 2,13)
 

- No os ha sobrevenido ninguna tentación que supere lo humano, y fiel es Dios, que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación, os dará también el modo de poder soportarla con éxito. (1ª Cor 10,13)

- ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que no os pertenecéis? (1ª Cor 6,19)

Somos tan malvados que respondemos no a esta pregunta:

- ¿Y qué diremos? ¿Tendremos que permanecer en el pecado para que la gracia se multiplique? (Rom 6,1)

Y, lo peor de todo, es que cometemos la indecencia de creer que esto es cierto:

- Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro le convierte, sepa que quien convierte a un pecador de su extravío salvará su alma de la muerte y cubrirá sus muchos pecados. (Stg 5,19-20)

Sin embargo, los verdaderos cristianos son ellos, porque creen que - la misericordia de Dios consiste en que da igual que vivas en adulterio -término a ser desechado-; 

- que lo de arrepentirse y vivir en santidad es cosa de héroes - no del cristiano común-, 
-que no puede negarse a nadie su derecho a rehacer su vida (aunque sea contradiciendo el mandato de Cristo)
y que, al fin y al cabo, si el Señor fue a la cruz por nuestros pecados, ¿qué más dará que sigamos pecando si nos va a perdonar de todos modos?

Ellos son los que agradan al mundo, que no entiende eso de que la gente tiene que “renunciar” a ser feliz por cumplir los mandamientos de alguien a quien se llama Dios. Que no entiende que un tal Jesucristo dijera cosas como éstas:


Si tu ojo derecho te escandaliza, arráncatelo y tíralo; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu mano derecha te escandaliza, córtala y arrójala lejos de ti; porque más te vale que se pierda uno de tus miembros que no que todo tu cuerpo acabe en el infierno. (Mat 5,29-30)

Ellos son los que -más misericordiosos que nadie- aseguran que el hacer la voluntad propia es lo que hace al hombre feliz, en vez de:
 

- … entonces dije. «Aquí estoy -como está escrito acerca de mí en el Libro- para hacer tu voluntad, Dios mío». Ése es mi querer, pues llevo tu Ley dentro de mí. (Salm 40, 8-9)

Ellos, que saben más que Cristo, creen que el Padrenuestro debería decir “hágase tu voluntad, siempre que me parezca bien y/o coincida con la mía, así en la tierra como en el cielo".

Y lo más peculiar de todo es que alguien pretende que ellos, misericordiosos, y nosotros, fariseos y rigoristas, cabemos en una misma Iglesia. Pues miren, va a ser que no


Es mejor que nos expulsen de sus sinagogas, que nos alejen de sus cultos, que se libren de nuestra influencia, que callen nuestras bocas o se tapen sus oídos para no escucharnos. Porque si no nos echan, si no se libran de nosotros, si no nos lapidan bajo las piedras de sus misericordias y aplausos del mundo, nosotros, por pura gracia, seguiremos diciendo hoy y siempre: 

- Aquí estoy. Envíame a mí (Is 6,8)

Y:


- El hecho de predicar no es para mí motivo de orgullo. No tengo más remedio y, ¡ay de mí si no anuncio el Evangelio! (1ª Cor 9, 16)

Pues eso: santidad o muerte.



Luis Fernando Pérez Bustamante