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domingo, 2 de marzo de 2014

Razón del rechazo a Dios (2 de 2) [José Martí]


Y no vale decir que lo que importa es la "misericordia". Sí, eso está muy bien; por supuesto que sí, pero siempre que ésta sea entendida e interpretada al modo divino y no al modo humano. Porque es bien cierto que "Dios es rico en misericordia" (Ef 2,4), pero también lo es que "cada cual recibirá la recompensa según su trabajo" (1 Cor 3,8). El mismo Jesús lo dice con toda claridad: "Mira que vengo pronto y conmigo mi recompensa para dar a cada uno según sus obras" (Ap 22,12) es decir, según su amor (porque esa es la obra que el Padre quiere). Dios ha querido hacernos partícipes de su Amor y sin correspondencia a ese Amor por nuestra parte, no se podría hablar propiamente de amor, pues el amor no se impone, es esencialmente libre. Dios cuenta con nuestra respuesta amorosa, que es la que hace posible nuestra salvación. Y esto porque Él así lo ha querido: ni más ni menos. Recordemos lo que decía el gran San Agustín: "Dios, que te creó sin tí, no te salvará sin tí"

En Dios se da, al mismo tiempo, el ser infinitamente misericordioso y el ser infinitamente justo, hasta el punto de que, en Dios ambas, la Justicia y la Misericordia, son una y la misma cosa, pues Dios es simplicísimo. En su misericordia manifiesta su justicia, y en su juicio se hace patente su misericordia. Para nosotros esto es un misterio, pero es que los Misterios y lo sobrenatural son esenciales en la Religión Católica


Nunca, bajo ningún concepto, ni por razones pastorales ni por nada, se pueden decir mentiras acerca de Dios. O dicho de otro modo, nunca se puede (¡nunca se debe!) decir sólo una parte de la verdad. Las verdades a medias son mentiras a medias. En definitiva son peores que las mentiras claras y manifiestas, pues éstas se descubrirían enseguida, por evidentes. En cambio, las otras (las que se nos presentan con apariencia de verdad) son más perniciosas, produciendo en los cristianos una gran confusión, lo que es mucho peor.
     
El trasfondo de todo lo que está sucediendo hoy es que el hombre es incapaz de concebir y de aceptar el hecho, histórico por lo demás, de que Dios se haya rebajado, haciéndose un hombre como nosotros y, además, sufriendo una muerte de cruz reservada sólo para los criminales. No puede admitir, de ninguna de las maneras, que Dios, siendo Dios, el Creador del Universo, por amor a nosotros, se haya revelado en la pequeñez. Desde luego los pensamientos de Dios no son los nuestros (Is, 55,8). Por eso Jesús exclamó: "Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes y las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido" (Mt 11, 25-26).

El hombre "sabio" de hoy en día, puesto que no puede entender estos misterios (¿y quién los iba a entender?... ¡dejarían de ser tales misterios!) HA DECIDIDO que no existen los misterios. Y acude a "explicaciones" absurdas que son más inverosímiles que los mismos misterios. Hemos vuelto a caer, una vez más, en la vieja tentación en la que cayó Eva, (y posteriormente Adán) cuando comieron del árbol que estaba en medio del jardín (y del que Dios les había prohibido comer a ambos para probar su fidelidad y su amor hacia Él). En lugar de vivir agradecidos por todo lo que habían recibido, prestaron atención al Diablo dándole más crédito que a Dios, que los había creado, y cayeron en el más terrible de los pecados, el pecado de soberbia. 


Hicieron caso de las palabras diabólicas y mentirosas de Lucifer: "Seréis como Dios, conocedores del bien y del mal" (Gen 3,5) y desobedecieron a Dios, pensando que ahora ellos serían incluso más que Dios, pues podrían decidir lo que está bien y lo que está mal, sin estar sometidos a nadie. Ya sabemos el resultado. Fueron expulsados del Paraíso y se les cerraron las puertas del Cielo. Como consecuencia, el hombre trabajaría "con el sudor de su frente" y la mujer daría a luz "con dolor". 

Lo peor de todo, en cambio, fue el haber dicho no al amor de Dios, pensando egoístamente en sí mismos, en ser ellos más que Dios, sin tener que contar con Él para nada, pues ahora podrían tomar decisiones acerca de lo bueno y de lo malo. Nadie habría por encima de ellos que tomase esas decisiones. Se avergonzaron de su condición de criaturas, de seres creados y dependientes de Dios. No aceptaron esa dependencia amorosa de Dios, no quisieron saber nada con Él. Ése fue su pecado: el mismo pecado que el del arcángel Luzbel y sus secuaces, los ángeles rebeldes, que clamaron: "Non serviam" ('No serviré'): "Hubo una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles que luchaban contra el dragón. Pelearon el dragón y sus ángeles, pero no vencieron, y no quedó ya más lugar para ellos en el cielo. Y fue lanzado aquel gran dragón, la antigua serpiente que se llama Diablo y Satanás, que engaña al todo el universo; lanzado fue a la tierra, y sus ángeles fueron lanzados con él" (Ap 12, 7-9) 

Y ése es también el pecado del hombre actual. Quiere destronar a Dios y colocarse en lugar de Dios, estableciendo él mismo las leyes que deben seguirse, aunque sean contra natura y abominables. Dios no existe. Ahora es el triunfo del hombre, por fin. ¡Craso error!, pues "de Dios nadie se burla: lo que el hombre siembre eso mismo cosechará" (Gal 6, 7)


Seríamos mucho más felices si, olvidándonos de nosotros mismos, nos fiáramos de Dios; si amáramos nuestra condición de criaturas, creadas por Dios a su imagen y semejanza; si leyéramos el Evangelio con sencillez y al completo, aceptando con humildad, y meditándolo en nuestro corazón (como hizo la Virgen María, nuestra Madre) aquellas cosas que no comprendiéramos; si respetáramos que Dios es Dios y que es Él, y no nosotros, quien dispone que las cosas sean como son. 




Las leyes de Dios gobiernan el universo y a las personas. El conocimiento de esas leyes, cuando se procede con rectitud, nos debería llevar a Dios, que es el autor de todo cuanto existe. Sin embargo, siendo esto así, como lo es, y dada nuestra naturaleza caída y debilitada por el pecado de origen (con el que todos nacemos), en razón del libre albedrío que Dios ha concedido al hombre, es muy posible (¡y real!) que, lleno de soberbia, el hombre, haciendo de nuevo caso del Diablo, Padre de la mentira y de todos los mentirosos, intente desplazar a Dios de su trono para colocarse en su lugar. 


Esto es, precisamente, lo que está ocurriendo hoy en día. Pues bien: que sepa, quien así actúa, que tiene la batalla perdida pues "Dios resiste a los soberbios y da su gracia a los humildes" (Sant 4,6). Y que, al contrario de lo que sucede con nosotros, las palabras de Dios son verdaderas, y siempre se cumplen. Tenemos su promesa. Y Él es el amigo que nunca falla: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35)

Razón del rechazo a Dios (1 de 2) [José Martí]



El mundo de hoy rechaza abiertamente a Dios: el ataque al cristianismo en la actualidad está cobrando unas dimensiones como jamás se recuerda en la historia, desde que Dios se hizo hombre. Y no se trata de un rechazo a cualquier religión, pues la mayoría de ellas son inventos humanos. No hay nada contra ellas; al contrario: se habla de Alianza de civilizaciones... El problema lo tienen los católicos que quieren mantenerse fieles al depósito Revelado y a la Tradición recibida. Hacia ellos van dirigidos todos los ataques. Para ellos no hay ningún tipo de "misericordia", sino una intransigencia total. Y esto ocurre incluso en el seno de la misma Iglesia, en su Jerarquía que, desgraciadamente, está impregnada de la herejía modernista, condenada de un modo contundente por el Papa San Pío X. 

Hoy la gente se está fabricando su propia religión, una religión cambiante en función de los tiempos (los llamados "signos de los tiempos"): una religión del hombre (por llamarla de alguna manera) que pretende sustituir al verdadero Dios, el cual debe desaparecer de la faz de la tierra, para que así se produzca el verdadero "progreso". Se trata, además, de una lucha atroz y sin tregua, con un odio como jamás se ha conocido. No deberíamos asustarnos. De esto ya nos avisó San Pedro, en su momento: "Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente buscando a quién devorar." (1 Pet 5,8). Este aviso nos sirve para ahora de un modo especial.


¿Por qué está sucediendo esto? Lo que yo veo es que la idea del amor hasta dar la vida, la idea de la cruz y del sacrificio como manifestación de amor, es completamente rechazada por el mundo actual. No se admite que pueda haber verdades absolutas. Todo lo que suene a sobrenatural es rápidamente ridiculizado o silenciado. Sencillamente no se habla de ciertos temas, aunque no se niegue tampoco nada, expresamente. Esto es el modernismo puro y duro, que se ha infiltrado peligrosamente en el seno de la misma Iglesia, de manera tal que pocos lo perciben. Y así nos encontramos, en las manifestaciones de las más altas Jerarquías eclesiásticas, con el uso de expresiones que pueden tener diversas interpretaciones, de modo que si yo les doy una determinada interpretación siempre me podrían decir que esa interpretación no era la correcta, que no es eso lo que ellos querían decir. La ambigüedad como procedimiento de actuación en el mismo Colegio Cardenalicio (tal y como hacen los políticos). Pero no era ése el modo de hablar de Jesús: "Sea, pues, vuestra palabra: 'Sí, sí', 'No, no'. Lo que pasa de esto del Maligno procede" (Mt 5,37). 




Por otra parte, hoy se hace hincapié en unas cuantas ideas, buenas en principio, pero de contenido meramente humano: que si los pobres (algo que, a base de tanto bombo y platillo, da la impresión de tratarse, más bien, de un montaje), que si el ecumenismo (por cierto, mal entendido), que si el diálogo interreligioso (que no tiene ningún sentido, a mi entender), que si la libertad religiosa (entendida como libertad para elegir cualquier religión, como si todas fueran iguales, lo que es completamente falso) etc... Parece que éstos fueran los verdaderos problemas de la Iglesia, siendo así que lo que realmente ocurre es que se ha perdido la fe en un amplio sector de cristianos que piensan ser católicos, cuando, en realidad, no lo son. 

La Religión católica se compara con las demás, como si se tratase de una más siendo, como es, la única verdadera, la única poseedora del depósito íntegro de la fe, que se nos ha entregado, de una vez para siempre, para no cambiarlo. Se dice expresamente en el Apocalipsis: "Si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre el las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19). 


Hoy apenas si se habla del pecado (excepto del pecado "social" y de la falta de "solidaridad") y, por supuesto, no se toca nunca el tema del infierno, como si se tratara de algún mito o leyenda, muy desagradable, por otra parte, y ante la cual lo mejor es taparse los ojos y no hablar de ella, como si no existiera. Eso sí, por razones pastorales, no vaya a ser que la gente se aparte de la doctrina cristiana. Eso es un grave error. La verdad, enseñada por Jesucristo y mantenida durante casi dos mil años, no cambia: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13, 8). 


Los misterios del Cristianismo le son esenciales. Sin ellos el Cristianismo dejaría de ser lo que es. Hay una serie de Dogmas muy bien establecidos de los que apenas se habla, de modo que los "católicos" de hoy desconocen su fe. Y eso es muy grave. Y no vale lo de adaptarse a los tiempos. Son los tiempos los que deben adaptarse a la Iglesia y ésta debe ser fiel a la Tradición recibida. No nos podemos inventar una nueva religión. 

(Continuará)

viernes, 28 de febrero de 2014

martes, 25 de febrero de 2014

Teología de rodillas (por Fray Gerundio)

(Los subrayados y negritas son míos. Añado a continuación un vídeo para que se entienda mejor lo que dice Fray Gerundio en este artículo. Ver desde 0:08 hasta 1:11 min)




El Papa ha dado su apoyo al informe del cardenal Kasper sobre la familia, que el pasado día 20 de febrero fue leído ante el Consistorio. Así lo ha visto casi toda la prensa. No es extraño este impulso del Papa al teólogo alemán, acostumbrado a recibir de los últimos Pontífices el mismo trato de favor, aun a pesar de que su teología no es católica. Claro que entre lo que diga este pobre fraile y lo que dice el Santo Padre hay tanta diferencia, que no me extraña que nadie me haga el menor caso. Pero bueno, dada mi edad y condición, y dado también mi temperamento, es algo que me tiene sin cuidado, una vez que he aplicado a este caso –como a tantos otros–, el sentido común y la doctrina de la Iglesia de siempre, antes de llegar estos teologuchos de tres al cuarto.





Y lo digo de esta forma, porque no se puede llamar teólogos a estos señores, por muy cardenales que sean y por muchas ediciones que hayan publicado de sus pseudo-teologías. Casi todos sus libros han tenido treinta mil ediciones, sin que nadie les haya dicho ni mu. Han tenido suerte de vivir en esta época, porque en otros tiempos les habrían metido los libros en el Indice y el índice en el ojo. Habrían sido discípulos predilectos de Lutero. Aunque por otra parte me temo que habrían hecho otra teología distinta, si hubieran vivido en tiempos distintos. 
Porque mi nariz frailuna sabe oler bien, y sabe que este tipo de científicos ilustrados, investigan y hacen teología con el rabillo del ojo y con la lengua en el lugar adecuado, para ser aclamados por el mundo y por las modas reinantes. El cardenalato bien vale una misa. Y quién sabe si estos habrían sido más intransigentes que el mismo Torquemada, al que tanto denigran. Yo estoy seguro de ello. Ya he visto muchos ejemplos similares en mi larga vida.

El caso que suscita mi admiración es el hecho de que el Papa, con caída de baba y con simpatías de ayudante de cátedra hacia el teutón, dice con palabras nerviosas que le agradece su teología serena, que es teología de rodillas.

Las rodillas, efectivamente, sirven para adorar a Dios y para postrarse ante Él en actitud de arrepentimiento o de sumisión y respeto. Pero no hay que olvidar que las rodillas son también síntoma de postrarse ante los ídolos-falsos dioses, e incluso ante el Diablo. Por eso Satanás tentaba a Jesucristo con la posesión de todos los reinos del mundo, si postrado le adoraba. O por eso el Apocalipsis habla de los varones que no han doblado su rodilla ante Baal y por su valentía y gallardía han sido escogidos y amados por Dios. Así que la pura expresión teología de rodillas puede significar tanto el hacer teología sometida a Dios, como una teología sometida al Diablo o al Mundo en que él mismo reina como Príncipe. O sea, que ya vamos aclarando las cosas.

Yo siempre estudié de jovencito –y he constatado de viejo–, que la teología hay que hacerla sobre todo y en primer lugar con fe. Luego ya, si se aplican las rodillas o los tobillos o las vértebras lumbares, tiene menos importancia. Pero por muchos codos y muchas rodillas, por mucha masa encefálica gastada, por muchos papiros consultados y por mucho humo que salga de la cabezota… como no tenga fe, el teólogo de turno hará un churro, una pifia, un pastiche y una herejía. Por mucho que la adorne con doctorados en la Ponti, en Roma, en el Instituto Bíblico de Jerusalén o en un cursillo de fin de semana en Taizé.

No soy nada original al decir esto. Lo dijo ya la Iglesia en varias ocasiones. Me limitaré a citar el Concilio Vaticano I –al que tanto odian éstos–, que dice sin lugar a dudas:

"La doctrina de la fe que Dios ha revelado, no ha sido propuesta como un hallazgo filosófico que deba ser perfeccionado por los ingenios humanos, sino entregada a la Esposa de Cristo como un depósito divino, para ser fielmente guardada e infaliblemente declarada. De ahí también que hay que mantener perpetuamente aquel sentido de los sagrados dogmas que una vez declaró la santa madre Iglesia y jamás hay que apartarse de este sentido so pretexto y nombre de una más alta inteligencia". (D, 1800).

Y claro está que para guardar el depósito, para custodiar los sagrados dogmas, hay que tener fe. Sin fe, los dogmas son verdades históricas pasajeras, que pueden ser remodeladas a gusto del primer chiquilicuatre que meta sus patazas en el trabajo teológico. Un teólogo que no tenga fe en los dogmas es como un matemático que no confíe en la tabla de multiplicar, pero con el agravante de que el matemático será considerado como un ignorante y puede salvarse; mientras el teólogo es un hereje y puede acabar en ese lugar que no existe o que está vacío. Ya me entienden.

En este discursito de teología serena y de rodillas, se pone en tela de juicio con muchas razones históricas la indisolubilidad del matrimonio, digan lo que quieran. A mí no me la pegan. Por muchas razones pastorales que aduzcan, por muchos casos especiales que se presenten. Lo que está en juego –y lo que nos quieren imponer–, es que el matrimonio es indisoluble a la de dos, pero no a la de una. Como si esto fuera el juego de la Oca.

Y también está en juego el desprecio por la Sagrada Eucaristía, que podrán recibir sin haberse arrepentido de tal unión, por mucho que estén sufriendo.

Estos señores están volviendo del revés el razonamiento del Señor. Porque Jesucristo dijo que Moisés había permitido el divorcio “por la dureza de vuestros corazones, pero al principio no fue así” (Mt 19,8). Pero estos descreídos –con dureza de corazón–, vienen a decir que tampoco está tan mal volver a las normas de Moisés para algunos casos especiales. Total, tampoco es para tanto si hay de por medio una situación dolorosa, lastimera y dramática.

Yo le recomendaría a Kasper que haga teología en la postura que quiera. Pero por favor, que la haga con fe. Aunque le hayan nombrado este semana oficialmente Doctor de la Iglesia.

miércoles, 12 de febrero de 2014

Triste Aniversario (Fray Gerundio)

Con la misma superficialidad e irresponsabilidad con que se acogió e interpretó la dramática noticia y en la línea marcada ya por todos los manipuladores y creadores de opinión mundial, conmemoramos el triste aniversario de la renuncia de Benedicto XVI al pontificado. Aquél funesto día 11 de febrero del pasado año, se derrumbó una parte del edificio que todavía quedaba en pie, a pesar de que ya las ruinas estaban acumuladas desde muchos años antes.

El pueblo cristiano se sintió huérfano al escuchar atónito al primer papa de la historia –digan lo que quieran los historiadores hermenéuticos al uso-, que tira la toalla, que abandona sus graves responsabilidades y renuncia a seguir guiando el rebaño a él encomendado. Sólo Dios conoce los pensamientos y los secretos últimos de los corazones, es verdad; pero a la vista de los acontecimientos, y sin saber todavía lo que nos esperaba, muchos dijimos ya en aquel aciago día que algo estaba sucediendo entre bambalinas, perfectamente programado por los directores de la obra escénica. Sean cuales fueran, el Príncipe de este Mundo se constituía en Mentor y Patrono de lo que habría de venir. No me cabe la menor duda, independientemente de los casuales rayos que pudieran caer por aquí o por allá. Y elegir el día de la Virgen de Lourdes para tal representación, añadía todavía más gravedad al tema: dos veces desde entonces, ha quedado completamente anegada la gruta de Lourdes, como en una especie de protesta sencilla, pero anunciadora del desastre.



Me he referido a la superficialidad e irreponsabilidad de muchos, que acogieron la nueva elección con una euforia desmedida desde la filas católicas; al tiempo que desde los asientos anticatólicos, ateos, escépticos y por supuesto los claramente heréticos y blasfemos, se enorgullecían de la noticia y cantaba loas a la Nueva Era que llegaba, cerrando para siempre una etapa oscura e inquisitorial

Los cardenales electores, bien apiñados antes y después en torno a la perversa situación, iban en la cabeza de la manifestación y del alboroto entusiasta, al tiempo que se diluían entre la multitud de corifeos aduladores, tanto del Recién Elegido, como de esa parte del Mundo Blasfemo que lo aclamaba. Ni uno sólo de estos cardenales ha salido al paso de la tremenda situación. Ni siquiera un San Atanasio que -sin abandonar la Iglesia-, hubiera dado ejemplo de gallardía y nobleza.

Las anécdotas de cambios menores, clamorosamente aireadas por los medios, no eran sino la cáscara de los auténticos cambios que se avecinaban. Cambios en los modos y maneras –jubilosa e irreflexivamente aceptados-, anunciaban cambios en el fondo, presentados con la etiqueta de la comprensión hacia los que sufren, misericordia divina para todos sin conversión previa, redención de todos sin distinciones y en definitiva una serie de gestos y mensajes implícitos a todo el mundo no católico, a la par que otra serie de mensajes mucho más explícitos de dureza y excesiva severidad, para con los pocos sacerdotes y fieles que denunciaban tales cambios.

La doctrina de la Iglesia, después de este año, ha quedado herida de muerte. Lo estaba ya en la práctica. Los católicos llevaban tiempo permitiéndose opinar y vivir conforme a las exigencias del mundo. Muchos de ellos, con sus Pastores a la cabeza – alemanes y no alemanes-, ya vivían fuera de las normas más elementales del dogma y la moral católicos. Pero todavía quedaba -como un leve punto de referencia-, la mirada hacia Roma. Los hijos pervertidos, temían que su padre les amonestara y les recordara el texto de la doctrina. Ahora, es el padre quien anima a los hijos a pervertirse. No se puede interpretar de otro modo las continuas llamadas a comprender a los que cometen los pecados más graves denunciados y castigados por Dios en la Sagrada Biblia, mientras no se dice una palabra acerca de la gravedad de los mismos. A comprender a los homosexuales, los divorciados, los blasfemos, los ateos, los que no tienen fe, los que pisotean los dogmas eternos de la Santa Iglesia… en tanto no se dice una sola palabra sobre los pecados en cuestión.

El Pontificado se ha vaciado de contenido, de prestigio (todavía más), de estilo, de clase, de pose, de autoridad en definitiva. Uno más entre la muchedumbre, podría haber sido el lema del escudo, superado ya el clásico Servus servorum Dei, que ahora se interpreta en clave ramplonamente marxista.

Pero insisto en que todo esto no es más que un nuevo capítulo del guión. Y me importa un bledo lo que puedan pensar mis novicios, también entusiasmados y claramente manipulados. El guión empezó a escribirse hace mucho. No han faltado quienes lo denunciaran a su tiempo, entonces y ahora. Pero el guión sigue. El dimitido Benedicto XVI, ya decía hace 40 años lo que iba a suceder. Los tontorrones y malvados de turno (que coinciden casi siempre), lo interpretan en clave profética. Yo lo interpreto en clave programática. No es profeta quien dice a sus oyentes: si hacemos las cosas de este modo, va a pasar esto, y esto, y esto. Y se pone a la cabeza de los actores (aunque eso sí, con la prudencia y la precaución debidas). Todo estaba programado en general, con añadidos programáticos al hilo de la actualidad. El Gran Teatro del Mundo, cada uno con su papel específico, puesto en marcha para destruir lo que quedaba de la Iglesia. Incluso el papel de Pontífice Emérito, al que el Papa Francisco llamaba estos días Su Santidad Benedicto XVI. Malicia sobre malicia.

Si todo esto ha pasado en el corto plazo de un año, veremos lo que nos espera a lo largo del año venidero. Los estragos acumulativos son siempre exponenciales, porque destruir es más sencillo que edificar. Vamos a ver lo que organizan los nuevos gestores nombrados para ayudar al Papa, quien a pesar de tantas declaraciones en contra de la autoridad que representa, tiene ahora más Autoridad Destructiva que nunca, bajo capa de permisividad, pobreza y humildad.

No me gusta ser agorero, ni futurista, ni alarmista, pero debemos pedir a Dios la ayuda de su gracia para mantenernos fieles ante las siguientes fases de destrucción que se avecinan. Me gusta recordar la llamada que hacía San Pedro a la conversión (palabra olvidada o maliciosamente interpretada en nuestros días):

No tarda el Señor en cumplir su promesa, como algunos piensan; más bien tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan. Pero como un ladrón llegará el día del Señor. Entonces los cielos se desharán con estrépito, los elementos se disolverán abrasados, y lo mismo la tierra con lo que hay en ella. Si todas estas cosas se van a destruir de este modo, ¡cuánto más debéis llevar vosotros una conducta santa y piadosa, mientras aguardáis y apresuráis la venida del día de Dios, cuando los cielos se disuelvan ardiendo y los elementos se derritan abrasados! (2 Pet. 3, 9-12)

Claro que algunos piensan que la conducta santa y piadosa a la que se refiere San Pedro es la comprensión con el pecado, el olvido de la ascesis y el compadreo con las religiones falsas. Es que san Pedro, sin saberlo, era pelagiano. Que Dios nos ayude

domingo, 9 de febrero de 2014

Quien con perros se acuesta, con pulgas se levanta (por Fray Gerundio)

Ya ni recuerdo los años que lleva la Santa Sede flirteando y coqueteando con la ONU en diversos temas y contenidos de todo tipo. No sólo manteniendo un monseñor instalado allí (cosa que no acabo de comprender), sino asistiendo a toda clase de reuniones y formando parte de comisiones que tratan de forma obscena y disoluta los más variados temas. Siempre para mal.

Ya se sabe que la ONU solamente convence a los tontos y a los ingenuotes, porque los que allí habitan suelen ser pájaros de cuenta con apariencia de palomitas mensajeras, cuya misión esencial es la depredación. Y en concreto, la depredación de todo lo que suene a catolicismo de forma específica. Los verbos que más se conjugan en ese antro suelen ser los de corromper, destruir, saquear y, por supuesto pecar e incitar al pecado. Claro que para el monseñor de turno, eso del pecado es algo que no se puede tratar en la Comisiones, porque sería imponer las creencias propias en el lugar inadecuado.

Solamente los programas de Naciones Unidas para promover la ideología de género, la homosexualidad, las esterilizaciones en diversas partes del planeta, las campañas de anti-natalidad de todos los colores, el control de la educación y de la cultura, y un largo etcétera, darían material para una Encíclica en la que se excomulgara a todo el que pasara por la puerta y mirara hacia adentro. 


Acompañado, claro está, de un exorcismo general, tirando agua bendita por todos los conductos apagafuegos del edificio. A lo cual habría que añadir un entredicho para todo el que colabore con esta infame organización.

Sin embargo, la Santa Sede, de forma insistente y machacona, no sólo ha colaborado con tamaña máquina de corrupción, sino que además nunca ha dejado de alabarla, -o sea, darle la coba-, por activa y por pasiva. Los papas del último medio siglo han acudido allí para mostrar que la Iglesia es experta en humanidad (Pablo VI dixit), o que la Iglesia tiene muchas cosas en común con ellos y ve con buenos ojos sus proyectos en favor de la dignidad de los pueblos. Pues no faltaba más. Todavía recuerdo la visita de la Madre Teresa de Calcuta para “rezar por la paz” con la Asamblea General, encandilados todos aplaudiendo su amor por los pobres. Como si un cristiano tuviera que mostrar su amor por los pobres a quienes están destruyendo sistemáticamente las almas y los cuerpos de los pobres. 

Por eso ahora nos ha anunciado la ONU hace poco que comenzará una campaña de paz para Colombia con las imágenes de Teresa de Calcuta y Mandela.

La pareja perfecta para estos pájaros de cuenta. Les preocupa la paz tanto como a mí el precio de la alcachofa coreana. Aunque sí les preocupan los recursos de la madre tierra, sobre todo si estos recursos pueden llenar el bolsillo y llevan el signo del dólar en la etiqueta. El último Secretario General, al que pillaron con las manos en la masa, sigue no obstante por ahí, dando lecciones de honradez y de moralidad.

Como llevo años observando estas cosas, no me extraña ahora que la ONU esté más que envalentonada este último año, a la vista de los guiños constantes de Francisco: con sus llamadas al anticapitalismo, sus proyectadas encíclicas sobre los recursos de la Tierra, sus gestos de complicidad con la homosexualidad, con el divorcio, con la comprensión de los problemas actuales del hombre periférico y sobre todo con la pobreza; porque como ya he dicho, la pobreza de los pueblos le quita el sueño a todos los que trabajan en la ONU.

Y en ese gesto de valentía, ya está exigiendo a la Iglesia Católica ciertos comportamientos que deben adecuarse a lo que son los Derechos del Niño. Casi me muero de la risa. Que la ONU hable de los Derechos del Niño es lo mismo que si el Abad de Monserrat, dijera que le preocupa que sus frailes ya no canten el Cara al Sol.

Por eso, esta semana, los muy corruptos se han atrevido a indicar lo que debe hacer la Iglesia Católica para salvaguardar a los infantes, dándoles a conocer además de eso, un programa sobre cómo tiene que tratar a los niños, cómo deben ser los seminarios, cómo hay que culturizar a los futuros sacerdotes y no sé cuantas cosas más. 

Imagino que la ONU querrá también organizar cómo se reza el Rosario en los conventos (si es que se reza) o cómo se juega al fútbol en los colegios católicos. Acabarán por nombrar a Sor Forcades comisaria política bajo la supervisión directa de la Bibiana Aído que trajo a España la libertad de las niñas en situación embarazosa, que quisieran desprenderse de su niño, antes de entrar en este mundo en el que sus Derechos serán salvaguardados por todos.

Pues bien. Ante esta intromisión clara y absolutamente intolerable en la doctrina de la Iglesia, las autoridades no entienden lo que pasa. Así lo expresa el informe presentado por el P. Lombardi en el que se asegura que no hay enfrentamiento alguno y que la ONU y la Santa Sede se siguen queriendo y amando como siempre. Son tantos los compromisos, que solamente se puede solventar por la vía diplomática. Vean si no, estas palabras en las que se pide perdón buscando unos puntos de encuentro. Como si tuviera que encontrarse puntos de encuentro con esta ralea y esta gentuza:

“Es típico de tales organizaciones no querer reconocer lo que ha sido realizado por la Santa Sede en la Iglesia en estos años recientes, al reconocer errores, al renovar las normativas, al desarrollar medidas formativas y preventivas”. Y concluye: “Pocas o ninguna otra organización o institución ha hecho lo mismo”.

Y el punto más grave es que las observaciones del Comité parecen superar sus competencias propias, al interferir en las posiciones doctrinales y morales de la Iglesia católica, dando indicaciones que implican evaluaciones morales sobre la contracepción y el aborto, o la educación en las familias, o la visión de la sexualidad humana, a la luz de una propia visión ideológica de la sexualidad. El Padre Lombardi alienta a encontrar el plano correcto del compromiso por el bien de los niños. También a través del instrumento de la Convención. La Santa Sede no hará faltar sus respuestas atentas y argumentadas.

Yo no entiendo nada. O mejor dicho, entiendo demasiado. Pero pienso que este asunto merecería unas palabras de Francisco para dejar a la dichosa ONU en el puesto que le corresponde. Estoy seguro que todos los medios de comunicación, -que hasta ahora han alabado la valentía del Santo Padre para romper los esquemas tradicionales de una Iglesia vetusta-, alabarán y ensalzarán su actitud valiente y decidida. Lo mismo le nombra de nuevo Hombre del Año por haberse atrevido a denunciar a esta panda de ladrones corruptos vestidos con el arco iris gay.

Por eso tiene tanta razón el refrán castellano: Quien con perros se acuesta, con pulgas se levanta. Dos y dos son cuatro. La Iglesia Católica es la que se esfuerza por acercarse a la ONU, mientras la ONU se ceba en las doctrinas de la Iglesia Católica. Así nos luce el pelo.

domingo, 2 de febrero de 2014

Razones pastorales (por Fray Gerundio)

Todos los que tienen ya una cierta edad y conocimiento de los sucesos eclesiales de este último medio siglo, saben perfectamente que la expresión “por razones pastorales” ha sido utilizada con abundancia en muchos documentos emanados de la Santa Sede y por supuesto, de las Conferencias Episcopales. A quien no conozca a fondo el truco que esconde tal expresión -sea por su juventud o por su ingenuidad-, le podríamos decir que su significado viene a ser una declaración de que la ley que se ha dictado, se puede pasar por alto, siempre que existan razones que lo aconsejen

Poco entiendo de Derecho, pero me parece que no sería doctrina jurídica muy de fiar la que dictaminara leyes que se deben cumplir siempre que no haya una razón que permita que la Ley se deje de cumplir. Es como si la Agencia Tributaria dijera que hay que pagar los impuestos, a no ser que razones pastorales aconsejen que no se paguen. Mucho me temo que millones de ciudadanos encontrarían miles de razones para no pagar. Incluso en mi convento, no pagaríamos los impuestos a este gobierno por las razones pastorales evidentes de que no son católicos de verdad, o porque la corrupción instalada en los partidos políticos aconseja no darles ni un céntimo más. Y así, un largo etcétera de razones pastorales. Claro que el Ministerio de Hacienda, no es un Dicasterio de la Santa Sede o una Comisión de la Conferencia Episcopal, así que no hay nada que hacer.

Por razones pastorales, desde los años setenta, se han cometido en la Iglesia los mayores destrozos que imaginarse pueda. Por razones pastorales se empezó a dar la comunión en la mano, con el consiguiente descenso del respeto a la misma, por decirlo de manera suave; por razones pastorales también, se nombraron ministros extraordinarios de la Eucaristía, con lo cual el Santísimo empezó a ser manejado por todo el mundo; por razones pastorales estos mismos ministros extraordinarios empezaron a llevar la comunión a los enfermos; por las mismas razones pastorales se ampliaron las posibilidades para que la confesión se hiciera menos en el confesionario y más en los llamados Ritos Penitenciales en común, con la lógica disminución de la confesión privada. 

Por razones pastorales se permitió que los laicos tuvieran funciones en la Santa Misa que estaban reservadas sólo al sacerdote, y se inventaron las llamadas para-liturgias, especie de bodrio cultual que en la imagen de los fieles sustituía sin problemas a la misa entera y verdadera; por razones pastorales se dejó de administrar la extremaunción si el enfermo no lo pedía expresamente, con lo cual se cargaron el Sacramento y lo convirtieron en una especie de consuelo para los enfermos de gripe; por razones pastorales se ordenaron diáconos permanentes, a la espera de que también por razones pastorales pronto puedan ordenarse como sacerdotes hombres casados, para que enseguida y siempre por razones pastorales se elimine el celibato, porque ya se sabe que ha hecho mucho daño a la Iglesia desde que se implantó.

Que nadie piense que todos estos cambios se hicieron al tuntún, sin medir bien las consecuencias en la doctrina y la práctica secular de la Iglesia. Por mucho que las normativas se revistieran de preocupación y de sufrimiento por la dolorosa situación pastoral (por cierto, creada por ellos), estaba todo atado y bien atado. Claro que se conocía bien el alcance, las secuelas y las consecuencias. 

Pero la clave estaba en que todo esto que se permitía, ¡ojo! siempre que las circunstancias lo aconsejaran, se fue convirtiendo en práctica habitual en parroquias, diócesis e incluso misas vaticanas, en donde también se permitieron bailes tribales y muchos otros ensayos, sin duda porque las razones pastorales lo aconsejaban fuertemente. Todo ello reforzaba, se nos decía, la piedad y el culto, la doctrina y la práctica. Y de paso se auto-daban un auto-enjuague de comprensión hacia el hombre moderno, cansado ya de signos excesivamente trasnochados. Eran ya los comienzos de la misecordina, aplicada solamente a los casos que interesaban. Mientras tanto se les daba palos a los que pensaban de otro modo o expresaban su extrañeza por cambios tan repentinos.

En un paso adelante, también por razones pastorales, se comprendió que el matrimonio pasaba por delicados momentos, según las condiciones sicológicas del hombre contemporáneo (supongo que también de la mujer), lo cual llevó a considerar desde un punto de vista mucho más comprensivo la posibilidad de conceder las anulaciones correspondientes. De todos son conocidos los resultados de tales prácticas, que han puesto al sacramento del matrimonio en un estado de coma irreparable. Por eso precisamente, ahora se aducen también razones pastorales para considerar que la Iglesia tiene que comprender al mundo moderno y debe dar algunos pasos adelante en su salida a buscar a sus ovejas. Ya no se conforman con el destrozo anterior. Hay que dar más pasos.

Y esos pasos son los que nos esperan en el inmediato y cercano futuro. Ya nos están preparando para ellos. Por una parte a los divorciados vueltos a casar, que deben ser comprendidos y, por razones pastorales, hay que darles la comunión. Se aducen todo tipo de razones piadosas: que si ya la Iglesia hizo esto en el siglo tercero (como si les importara a éstos el siglo tercero y lo que hizo la Iglesia entonces), que si las iglesias orientales lo admiten, que si es una carga que hay que ayudarles a soportar… y en el colmo de la caradura o si lo prefieren, en el colmo de la desfachatez, el cinismo y la desvergüenza por razones pastorales (aunque hay quien es un cínico siempre y a toda hora), el maso-cardenal de Viena dice al Papa en la visita ad límina lo siguiente:

Una cosa es clara: la Iglesia debe prestar una más grande atención a aquellos cuyos matrimonios fallan y debe acercarse a ellos. Nadie debe tener el sentimiento de que su vida en la comunidad Católica ha llegado a su fin porque su matrimonio ha fallado… Nosotros en la Iglesia, tácitamente vivimos con el hecho de que la mayoría de los jóvenes, incluídos los que tienen estrechos vínculos con la Iglesia, con toda naturalidad viven juntos.

Con este pequeño dato, ya pueden ir ustedes resolviendo el problema y viendo por dónde van los tiros. Pobrecitos, los jóvenes estrechamente vinculados a la Iglesia que quieren vivir en concubinato por razones pastorales y no quieren recibir el matrimonio. Hay que comprenderlos. Pobrecitos los matrimonios que han fallado y sufren porque la Iglesia no los comprende. Pobrecitos los que se sienten atraidos por uno del mismo sexo y constituyen una forma de unión que también hay que comprender.

Todo llegará. Hasta mis novicios piensan ya que eso de la indisolubilidad es algo cuanto menos, discutible. O digamos que se puede aceptar en teoría, pero que habrá que adecuarlo a las situaciones concretas. Los pobrecitos se saben de memoria las preguntas del catecismo de las razones pastorales, aunque no saben cuántas naturalezas hay en Jesucristo. Pero esto último, ¿qué importancia puede tener? Al fin y al cabo, como dijo el Santo Padre hace unos días a la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe,

Desde los primeros tiempos de la Iglesia existe la tentación de entender la doctrina en un sentido ideológico, o de reducirla a un conjunto de teorías abstractas y cristalizadas. En realidad, la doctrina tiene el único propósito de servir a la vida del Pueblo de Dios y garantizar un fundamento cierto a nuestra fe. Desde luego, es grande la tentación de apropiarse de los dones de la salvación que viene de Dios, para domesticarlos – tal vez incluso con buena intención – siguiendo la opinión y el espíritu del mundo.

Las doctrinas abstractas tienen que servir al Pueblo de Dios. Vale. Pero yo me pregunto: cómo pueden servir al Pueblo de Dios si se le está diciendo constantemente al Pueblo de Dios que las doctrinas abstractas tienen peligro de ideologización. Será que están en el límite de la plenitud y la penitud del límite, digo yo…, mientras me rasco la capucha.

Y mientras tanto, en la práctica, las doctrinas abstractas nos las vamos cargando en un acercamiento al mundo moderno, al que hay que atraer. La doctrina tiene que adecuarse al mundo contemporáneo, por supuesto. Que se lo digan a los Cardenales que ahora van de comprensivos por el mundo. Olor a oveja, pero olor a adulterio, concubinato y divorcio que no se tiene ninguna intención de remediar, porque no interesa la salvación de las ovejas. Me parece a mí.

Por lo tanto, yo en mi convento ya le he dicho a mi padre Superior que voy a hacer lo que me dé la gana de ahora en adelante. Eso sí, por razones pastorales. Faltaría más.

lunes, 27 de enero de 2014

Entrevista al Papa por el director de La Civitta Cattolica (4 de 4)



"Lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad...Curar heridas, curar heridas... Y hay que comenzar por lo más elemental", dice el Papa Francisco en esta entrevista; y continúa: "La Iglesia a veces se ha dejado envolver en pequeñas cosas, en pequeños preceptos. Cuando lo más importante es el anuncio primero: 'Jesucristo te ha salvado'. Y los ministros de la Iglesia deben ser, ante todo, ministros de misericordia... A las personas hay que acompañarlas, las heridas necesitan curación". Esto es así. No cabe duda de que esto es así. Y, sin embargo, Jesucristo no procedía exactamente de esa manera. Y nadie ha usado de mayor misericordia que Jesús. Por ejemplo, cuando los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio y adujeron que, según la ley de Moisés, debería ser lapidada, le preguntaron sobre lo que Él pensaba al respecto... por supuesto para ponerlo a prueba y tener de qué acusarlo.
"Cumplidores" estrictos de los preceptos de la Ley, e hipócritas, a ellos no les importaba nada el bien de esa mujer. ¿Qué hizo Jesús? Simplemente les dijo: "Aquel de vosotros que esté sin pecado, arrójele la piedra el primero" (Jn 8,7). "Al oír estas palabras, se fueron marchando uno tras otro, comenzando por los más ancianos, y se quedó solo con la mujer, que estaba delante. Entonces Jesús se incorporó y le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te condenó?". Ella contestó: "Ninguno, Señor". Jesús le dijo: "Tampoco Yo te condeno. Vete y no peques más" (Jn 8, 9-11).

En Jesús se da al mismo tiempo la justicia y la misericordia. En realidad, justicia y misericordia son en Él la misma cosa. Jamás hombre alguno, excepto Jesús, ha podido decir:  "¿Quién de vosotros puede acusarme de pecado?" (Jn 8,46). Sólo Él, el Justo entre los justos, podría haber condenado a la mujer...pero no lo hizo. La pobre estaba asustada, llorando y sintiendo muy de cerca su muerte. Las palabras de Jesús fueron consoladoras: "Tampoco Yo te condeno". Es tan grande el amor de Dios, encarnado en Jesucristo, por cada uno de nosotros que, si nos reconocemos pecadores y miserables, entonces borra y elimina nuestros pecados... a partir de ese momento, ya no existen. Esto es algo que sólo Él puede hacer. Su misericordia es infinita... Esto es absolutamente cierto. Pero, cuando se habla de la misericordia del Señor es preciso completar las frases que Él dijo y decir toda la verdad. Esta mujer cometió adulterio y obró mal: el adulterio es un pecado grave. Jesucristo bendijo a la mujer arrepentida, pero no bendijo su pecado. Por eso, una vez que fue salvada por Él, le dijo: "Vete y no peques más". Esta idea es muy importante: no hay pecado que Él no pueda perdonar. Además, sólo Él puede perdonar los pecados (hoy en día lo hace a través de sus sacerdotes, mediante el sacramento de la confesión). Pero éstos han de ser reconocidos como tales pecados por el pecador y éste ha de lamentar su acción y poner todos los medios para no volver a caer de nuevo en el pecado... : "no peques más"




Según el papa Francisco, "lo más importante es el anuncio primero: 'Jesucristo te ha salvado' ". Pero Jesucristo, cuando comenzó su ministerio no iba diciendo a todos y a cada uno: "¡Estás salvado! ¡Yo te he salvado". No, no es así como procedió Jesús sino que, según relata San Marcos "marchó Jesús a Galilea, predicando el evangelio de Dios, y decía: 'El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio" (Mc 1, 14-15). En todos los milagros que hacía exigía la fe por parte del que era curado. Cuando el padre del endemoniado epiléptico le dijo a Jesús: "si algo puedes, ayúdanos, apiádate de nosotros", Jesús le contestó: "¡Si puedes...! ¡Todo es posible para el que cree!". Y el padre del muchacho exclamó: "Creo, pero ayuda mi incredulidad". Fue entonces cuando Jesús obró el milagro. Los ejemplos se pueden multiplicar. Decía el gran San Agustín que "es preciso odiar el pecado y amar al pecador"; y también: "Dios, que te creó sin tí, no te salvará sin tí". Y así es: Dios cuenta con nosotros, con nuestro arrepentimiento y con nuestro cariño y nuestro amor para con Él, para ejercer así con nosotros su misericordia. 


En el Padrenuestro se lee: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden" (Mt 6,12). Y además, se trata de una condición "sine qua non" para poder recibir el perdón de Dios: "Si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestros pecados" (Mt 6, 15). La parábola del siervo despiadado, aquel a quien un rey perdonó una gran deuda pero luego él no fue capaz de perdonar a un compañero suyo que le debía una cantidad ínfima, nos debería dar qué pensar: "entonces su señor lo llamó y le dijo: 'Siervo malvado, yo te perdoné toda la deuda porque me suplicaste. ¿No debías tú también haberte compadecido de tu compañero, como yo me compadecí de tí?'. Y su señor, irritado, lo entregó a los verdugos, hasta que pagase toda la deuda" (Mt 18, 32-34). Y acaba diciendo Jesús : "Así hará también con vosotros mi Padre celestial si no perdona cada uno de corazón a su hermano" (Mt 18, 35).


De modo que sí, es fundamental, es esencial al cristiano, el tener misericordia para con los demás, tal como la practicó Jesús para con todos cuantos acudían a Él con buena voluntad. Pero no debemos olvidar la segunda parte de la frase. Recibiremos misericordia de Dios si confesamos nuestros pecados y practicamos, a su vez, la misericordia y el perdón (de corazón) con todos aquellos que nos han ofendido. Como muy bien dice el Papa... "los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas, como el buen samaritano, que lava, limpia y consuela a su prójimo ... Dios es más grande que el pecado". Por supuesto que sí, pero considero que es preciso no omitir el segundo aspecto, el que hace referencia a la responsabilidad personal de cada uno. De lo contrario se corre el riesgo (¡real!) de que la gente que tiene que ser evangelizada piense que Dios siempre perdona, aunque ellos no se arrepientan de sus pecados. Si eso ocurriera, se estaría incurriendo entonces en un grave error: el Evangelio debe anunciarse íntegramente, sin omitir nada... ¡no importa lo que el mundo piense! 

José Martí

domingo, 26 de enero de 2014

Entrevista al Papa por el director de La Civitta Cattolica (3 de 4)



Retomo el punto en el que me quedé, hablando sobre algunos aspectos de la entrevista al Papa Francisco por el director de la Civitta Cattolica. Lo último que se vio fue la importancia que tiene el discernimiento para el Papa: "El estilo de la Compañía no es la discusión sino el discernimiento, cuyo proceso supone obviamente discusión". Sobre la importancia del discernimiento ya se ha hablado bastante en los artículos anteriores. Sólo recordar de nuevo que aunque es cierto que, para un cristiano, es esencial el discernimiento, éste debe hacerse siempre teniendo en cuenta las palabras del apóstol Pablo, quien nos dice: "No os acomodéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, de modo que podáis discernir cuál es la voluntad de Dios; esto es: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rom 12,2). Pienso que es en este sentido en el que el Papa se refiere al discernimiento, pues es éste, y no otro, el verdadero discernimiento cristiano, aquel que nos debe llevar, si somos sinceros, a conformar nuestra vida con la de Cristo, según las palabras del mismo apóstol: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús" (Fil 2,5), sabiendo que "todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" (2 Tim 3,12). 



Continuamos comentando algunos párrafos más de dicha entrevista. Dice el Papa poco después: "El jesuíta deber ser persona de pensamiento incompleto, de pensamiento abierto". En mi opinión no es ésta una expresión afortunada: hablar de pensamiento abierto así, sin más, puede dar lugar a malos entendidos. Lo propio del pensamiento es llegar a una conformidad con la realidad de las cosas, las cuales son su fundamento. Pero al usar la palabra "abierto" uno se pregunta: ¿qué quiere decir exactamente? Si se trata de una apertura a la verdad, por supuesto que sí (¡faltaría más!) pero si se trata de estar abierto a cualquier forma de pensar, como si diera igual pensar de un modo u otro, entonces habríamos caído en el relativismo, y esto sería funesto. Estoy seguro de que el Papa no se refiere a la segunda interpretación, pero es importante el uso adecuado de las palabras que se utilizan (máxime proviniendo del Papa).


Claro que, poco después, prosigue: "El jesuíta piensa, siempre y continuamente, con los ojos puestos en el horizonte hacia el que debe caminar, teniendo a Cristo en el centro. Ésta es su verdadera fuerza. Y esto es lo que empuja a la Compañía a estar en búsqueda, a ser creativa, generosa". Parece, pues, que ésta es la interpretación correcta de la palabra "abierto". Y que es a esto a lo que el Papa se refiere, como no podía ser de otra manera, lo cual no quita para que la palabra abierto pueda dar lugar a interpretaciones diversas según quién la utilice, lo que no debería de ocurrir, si se actuase de acuerdo con la sencillez evangélica que nuestro Maestro nos encargó: "Sea, pues, vuestra palabra: "Sí, sí", "No, no". Lo que pasa de esto, del Maligno viene" (Mt 5,37).

Hay, por otra parte, expresiones que, ciertamente, no vienen a cuento. Por ejemplo cuando dice: "No habré sido ciertamente como la beata Imelda, pero jamás he sido de derechas. Fue mi forma autoritaria de tomar decisiones la que me creó problemas". Bueno, también esta frase puede dar lugar a controversias. ¿Qué significa "ser de derechas" o "ser de izquierdas" ?, porque esto no queda claro. Por otra parte, ¿significa eso que "lo bueno" es ser de izquierdas? ¿O que él fue de izquierdas? No, eso no lo ha dicho el Papa, pero ahí queda lo dicho y que cada cual saque sus conclusiones, si puede. En principio, esto no tendría más trascendencia que la que uno le quiera dar, pero lo que sí está claro es que dicha frase está de más. Y de hecho, como era de prever, fue usada como gran titular por la mayoría de los medios de comunicación de masas. Lo que a mí me preocupa es que la gente, extrapolando sus palabras, llegue a la conclusión de que si eres de derechas (¡y a saber lo que esto significa!) no puedes ser un buen católico, porque el Papa no es de derechas. Sí, por supuesto que no es una buena lógica, pero ¿es que la gente actúa siempre llevada por la lógica? Y, en cualquier caso, esas palabras ¿nos llevan a querer y a conocer más a Jesús, que es de eso de lo que se trata, en definitiva? Yo pienso que no, sino que inducen a confusión. Jesús era claro y tajante en todo lo que hacía y decía. Y así debemos ser los que intentamos ser discípulos suyos, ayudados por su gracia.


"Yo creo que consultar es muy importante. Los consistorios y los sínodos, por ejemplo, son lugares importantes para lograr que esta consulta llegue a ser verdadera y activa...La consulta a los ocho cardenales, ese grupo consultivo externo, no es decisión solamente mía, sino que es fruto de la voluntad de los cardenales... y deseo que sea una consulta real, no formal". En principio, no cabe poner objeciones a esta idea, pero a mí me da la impresión de que existe un cierto peligro de "democratización" de la Iglesia. Seguro que estaré equivocado, pero el Papado en la Iglesia es fundamental, esencial... y yo intuyo (recelo, tal vez) un cierto "olor" a democracia en el seno de la Iglesia, lo que, ciertamente, no puede ser, como ya expliqué en un artículo anterior. Insisto en que lo más probable es que yo esté en un error... ¡y ojalá que me equivoque!

"La Iglesia es el pueblo de Dios... Sentir con la Iglesia ... quiere decir estar en este pueblo. Y el conjunto de fieles es infalible cuando cree, y manifiesta esta infalibilidad suya al creer, mediante el sentido sobrenatural de la fe de todo el pueblo que camina. Ésta es mi manera de entender el sentir con la Iglesia". Yo lo siento, de verdad, pero no acabo de entender este párrafo, porque soy un lego en la materia... lo confieso... pero lo poco que me parece entender está en una línea completamente diferente a lo que siempre he entendido por Iglesia.  Que yo sepa la infalibilidad es del Papa y sólo cuando habla "ex cathedra", pero no del conjunto de los fieles. Tal vez se refiera aquí el Papa al llamado "sensus fidei". Cito a continuación unas palabras del anterior Papa Benedicto XVI (hoy cardenal Ratzinger), palabras que pronunció a finales de 2012 en un discurso dirigido a la Comisión Teológica Internacional, y que pueden servir para esclarecer las palabras del actual Papa Francisco


«El Concilio Vaticano II, reafirmando el papel específico e insustituible que compete al Magisterio, ha subrayado, sin embargo, que todo el Pueblo de Dios participa en la función profética de Cristo (...) Este don, el «sensus fidei» es para el creyente una especie de instinto sobrenatural que tiene una connaturalidad vital con el mismo objeto de la fe (...) y un criterio para discernir si una verdad pertenece o no al depósito vivo de la tradición apostólica. También tiene un valor proposicional porque el Espíritu Santo no cesa de hablar a las iglesias y de llevarlas a la verdad entera. Hoy en día, sin embargo, es particularmente importante aclarar los criterios usados para distinguir el sensus fidelium auténtico de sus falsificaciones. De hecho, no es una especie de opinión pública de la Iglesia, y es impensable recurrir a él para impugnar las enseñanzas del Magisterio, ya que el «sensus fidei» no puede desarrollarse auténticamente en el creyente auténtico salvo en la medida en que participa plenamente en la vida de la Iglesia, y esto requiere una adhesión responsable a su Magisterio»..

(Sobre el "sensus fidei" hay un artículo muy bueno del director de infocatólica, cuya lectura nos puede ser muy útil).

En todo caso, en un intento de aclaración, nos dice el Papa, para que no se preste a confusión lo que ha dicho, que : "obviamente hay que tener cuidado de no pensar que esta infallibilitas de todos los fieles ... sea una forma de populismo ... La Iglesia es la totalidad del pueblo de Dios, pastores y pueblo juntos". 

En fin, la verdad es que tampoco puedo pedirle demasiado a una entrevista, pero la Iglesia es mucho más que eso. Dice San Pablo, hablando de Cristo, que "todo ha sido creado por Él y para Él. Él es antes que todas las cosas y todas subsisten en Él" (Col 1, 16-17). Y luego dice que "Él es la cabeza del cuerpo de la Iglesia" (Col 1,18). La referencia a Jesucristo es fundamental ... y esa referencia aquí no aparece. Yo veo un peligro de horizontalismo


Tan es así que sigue diciendo el Papa más adelante: "Esta Iglesia con la que debemos sentir es la casa de todos, no una capillita en la que cabe sólo un grupito de personas selectas. No podemos reducir el seno de la Iglesia universal a un nido protector de nuestra mediocridad". Con todos mis respetos, me parece que el Santo Padre está aquí juzgando sobre las intenciones de los que están en la capillita. Porque en esa capillita está nada menos que el mismo Jesucristo, realmente presente en el Sagrario, con su Cuerpo, sangre, alma y divinidad, el que es antes que todo y por quien todo ha sido hecho. Y los que van a esas capillitas no tienen por qué ser personas selectas que se refugian allí. ¿Habrá algo más bello que estar junto al Señor haciendo oración? ¿O es que hemos perdido la fe? Precisamente a Jesús le gustaba hablar de "mi pequeño rebaño" (Lc 12,32) refiriéndose a sus discípulos (la Iglesia naciente). No es la multitud, la masa, lo que importa al Señor, sino cada uno, de forma personal e íntima.


"Cuando percibo comportamientos negativos en ministros de la Iglesia o en consagrados o consagradas, lo primero que se me ocurre es: 'un solterón', 'una solterona'. No son padres ni madres. No han sido capaces de dar vida. Y, sin embargo, cuando, por ejemplo, leo la vida de los misioneros salesianos que fueron a la Patagonia, leo una historia de vida y de fecundidad". Me parece muy bien lo de los misioneros, pero volvemos a lo mismo, a juzgar acerca de las intenciones de las personas y, en este caso, para más INRI, ministros de Dios. Además estas palabras se prestan a confusión. En el caso de los misioneros hay que decir que lo son, no tanto por ir a la Patagonia sino porque llevan a los patagónicos el mensaje del amor de Jesús por ellos: ésa es su misión específica. A este respecto viene bien recordar que Santa Teresita de Lisieux (siendo, como era, una monja de clausura) es patrona de las misiones, junto a San Francisco Javier. 


Es el contacto con el Señor Jesús lo que hace milagros. De lo contrario no tendría sentido una vida consagrada a Dios. No está bien, en mi opinión, llamar solterón, generalizando, a aquellos que se han consagrado a Dios. (Cierto que el Papa habla de aquellos con comportamientos negativos pero no especifica en qué consisten esos comportamientos para ser, por eso, llamados solterones). Existe aquí el peligro real de una excesiva "humanización" y del olvido de lo sobrenatural que es, al fin y al cabo, lo más importante. Es Dios quien realiza SU obra a través de nosotros, si le dejamos. Y la oración es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios. El que reza tiene la fuerza del mismo Dios y no cabe mayor fecundidad posible que la del que está enamorado de Dios.  


"Las Iglesias más jóvenes corren peligro de sentirse autosuficientes, y las más antiguas el de querer imponer a los jóvenes sus modelos culturales. Pero el futuro se construye unidos". ¡Pero si aquí no hay nada que imponer!: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13,8) ¿Qué modelos culturales se están imponiendo? Ninguno. La Palabra de Dios vale para todos los tiempos y para todos los lugares y es siempre actual. Y siempre es joven. Se envejecerá en el cuerpo, pero no en el Espíritu. 
(Continuará)

miércoles, 22 de enero de 2014

Empacho Ecuménico (Fray Gerundio)

Una indigestión es un empacho. Y por extensión, un empacho es también un hartazgo: hartazgo de comida o hartazgo de cualquier otra cosa. Mi indigestión de hoy ha sido provocada por el exceso de ecumenismo que esta semana nos rodea, nos agobia y nos intenta comer el coco. Hartazgo y empacho de ver a los eclesiásticos y laicos eclesiastizados, con un más que notable y llamativo embeleso (lo que normalmente llamaríamos caída de baba), ante las posibilidades de una unidad cristiana a costa de lo que sea.

Hace ya años que nos vienen adoctrinando con el tema y hay que reconocer que lo han conseguido. Hasta el punto de que en mi convento muchos frailes piensan ya como protestantes, comprenden muy bien a los ortodoxos, justifican a los metodistas y culpan a los católicos de todo lo que ha pasado en los últimos mil quinientos años. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, acabará siendo la Novena de San Focio, San Miguel Cerulario, San Lutero y San Calvino, al paso que vamos. Pero ya digo que mis novicios parece que rezan mejor que nunca en esta dichosa y empachosa semana. Nunca los he visto rezar con tanta ilusión, aunque lo hagan como papagayos ecuménicos amaestrados.

Dicen que esto comenzó en 1908 y que luego se fueron añadiendo nuevos enriquecimientos. Claro que el mayor de todos llegó cuando se abrió la espita para el compadreo sincrético -con el Papa a la cabeza-, en aquel lejano Asís de 1980, apoyados en los frutos del Concilio (que también en esto tuvo sus rupturillas con la Tradición) . Desde entonces, como se le ocurra a uno comentar que la Iglesia Católica es la única verdadera, que no es una parte de la Verdad, sino que posee toda la Verdad y que todo ecumenismo auténtico consistirá en atraer hacia la Verdad Completa que sólo está en ella, tiene asegurado el exilio de por vida. Además de que será tildado de intolerante y falto de caridad. Que me lo digan a mí, que salgo siempre a coger setas el día en que se lleva a cabo en el Convento la reunión ecuménica de turno.

Resultan muy curiosos y a la vez espeluznantes, el lema y los modos con que se ha presentado este año la campaña del Octavario para la Unidad de los Cristianos. Cogiendo el tema por los pelos y citando a San Pablo en su carta a los Corintios (también por los pelos), nos venden una vez más el ecumenismo a cualquier precio. Lo importante es la unidad, aunque sea a costa de que las verdades de fe queden rotas y maltrechas por estos hermanos cristianos, que según algunos se separaron por la intransigencia de la Iglesia de la época. Vean el disparate monumental que ha preparado el Cardenal Kotch con la ayuda de miembros de otras confesiones. [Reconozco que estos cardenales que presiden este Dicasterio me resultan sumamente antipáticos, porque acaban pensando más como protestantes que como católicos. Si no, que se lo digan al cardenal emérito Walter Kasper, con sus publicaciones y obras teológicas más cercanas a Lutero que a la teología católica].


Llama la atención el Monitum que en su día publicó el Santo Oficio sobre estas reuniones ecuménicas. Ya entonces, había quien se adelantaba a su tiempo y organizaba estos saraos con toda pompa y solemnidad, sin llegar a los estragos actuales, claro. El documento emanado en este caso, con fecha 1949 advertía muy certeramente a los Obispos sobre las condiciones que se debían guardar, en el caso de que alguien se reuniera con protestantes para rezar por la unidad de la Iglesia. Casi me da vergüenza traerlo a esta columna, porque por un lado me seguirán tachando de anticuado, aunque por otro me regocijo pensando que ésta era realmente la auténtica reconciliación con los hermanos separados: la exigencia de que regresen a la casa paterna, de la que salieron por negar creencias y dogmas sin los cuales no se está en la Iglesia Verdadera.

Vean ustedes, por ejemplo esta joya de texto, aunque algo largo, muy actual y que ha sido pisoteado por los propios guardianes de la Fe. Corresponde al Monitum anteriormente citado. Les aconsejo que lo lean detenidamente.

Respecto al método a seguir, los obispos mandarán qué hay que hacer y qué hay que omitir, y se cerciorarán de que todos siguen sus preceptos a ello referentes. Además vigilarán para que, bajo el falso pretexto de que hay que atender más a lo que nos une que a lo que nos separa, no se fomente un peligroso indiferentismo, sobre todo en quienes son menos experimentados en cuestiones teológicas y cuya práctica religiosa es más bien débil. Pues hay que guardarse de que por un espíritu que hoy suele llamarse «irénico», las doctrinas católicas -ya se trate de dogmas o de doctrinas relacionadas con los dogmas- sean de tal modo adaptadas a las doctrinas de los disidentes mediante estudios comparativos y en un vano esfuerzo de igualar progresivamente las diversas Confesiones religiosas, que padezca por ello la pureza de la doctrina católica o se oscurezca su verdadero y seguro contenido.

»Desterrarán también aquellos modos de expresión, de que resultan falsas concepciones o engañadoras esperanzas que jamás pueden ser cumplidas, así, por ejemplo, cuando se afirma que lo que dicen las encíclicas de los papas sobre la vuelta de los disidentes a la Iglesia, sobre la constitución de la Iglesia o sobre el Cuerpo místico de Cristo no debe ser exageradamente valorado, porque no todo es precepto de fe, o, lo que es todavía peor, que en cuestiones dogmáticas la Iglesia católica no posee la plenitud de Cristo, sino que en eso puede ser todavía perfeccionada por otras. Con el mayor cuidado e insistencia se manifestarán contra el hecho de que en la exposición de la Reforma y en la historia de los Reformadores se exageren tanto las faltas de los católicos y se palie de tal modo la culpa de los Reformadores o se destaquen tan en primer plano cosas accesorias, que con ello apenas se puede ver o valorar lo principal, a saber, su apartamiento de la fe católica. Finalmente vigilarán, no sea que por exagerado y falso celo exterior o por comportamientos imprudentes y llamativos, en vez de favorecerlo, se perjudique el fin pretendido.

Por tanto, hay que exponer y explicar toda la doctrina católica. sin reducción alguna. De ningún modo se debe callar o velar con palabras equívocas lo que la doctrina católica dice sobre la verdadera naturaleza y grados de la justificación, sobre la constitución de la Iglesia, sobre el primado de jurisdicción del papa romano, sobre la única verdadera unión mediante la vuelta de los disidentes a la única verdadera Iglesia de Cristo. Se les puede decir ciertamente que con su vuelta a la Iglesia no pierden de ningún modo el bien que hasta ahora les ha sido concedido por gracia de Dios, sino que con la vuelta se hará más perfecto y cumplido. En todo caso se ha de evitar hablar de estas cosas de modo tal que nazca en ellos la creencia de que con la vuelta ellos aportan a la Iglesia algo esencial de lo que hasta entonces ha estado privada. Esto ha de ser dicho en claras e inequívocas palabras, primero, porque buscan la verdad, y después, porque jamás puede haber una verdadera unidad fuera de la verdad.»
[AAS, 1949, pp. 124 ss.]

Que le digan al eminente miembro del G-8 consejero del Papa, de rancia estirpe tradicionalista (quieren que pensemos), con hábito franciscano humilde y pobre, si tenían razón en el Santo Oficio allá por el año 1949. Parece que a él le subyuga la unción con que lo unge la ungida pastora. Y launción con que se deja ungir. Lo que yo decía antes: caída de baba y embeleso; en este caso, cardenalicio.

De todos modos, creo que es absurdo celebrar ya esta Semana por la Unidad. Estamos ya unidos, puesto que actualmente los católicos piensan como los protestantes en gran número de temas teológicos y en sus creencias han asimilado ya los cambios necesarios para hacer que nos acerquemos a las confesiones cristianas, mucho más que ellos a nosotros. Si hicieramos una encuesta sobre el tema, nos podríamos llevar una sorpresa monumental. Un gran porcentaje de católicos ya no son católicos, aunque se firmen documentos sobre la justificación con un lenguaje tan ambiguo, que acaba dando la razón al señor Lutero. Por eso digo que es absurdo celebrar esta Semana.

Ya les dijo el Papa a los de Taizé cuando les recibió hace pocas fechas: Europa necesita de su fe. ¿Para qué insistir más? ¿Para qué ahondar más? Eso de la Fe es algo común a todos. Así que ya está.

Por eso pienso que más bien habría que celebrar la Semana de Unión con los Judíos. Aunque también con esos estamos a punto de unirnos, dado el pachangueo que se gastan en Santa Marta comiendo con el Santo Padre los más destacados rabinos del Universo Mundo. Tuvimos que tragar saliva al ver entrar en las Sinagogas a Juan Pablo II y a Benedicto XVI, pero esto de ahora es más difícil de soportar, si cabe. Porque es el compadreo ecuménico llevado al grado de merendola doméstica con los que no creen en el Hijo de Dios. Yo creo que nos están preparando para el próximo viaje del Papa a Tierra Santa, en donde probablemente van a declarar a Jesús de Nazareth como Judío del Año, aunque se equivocara en eso de considerarse el Mesías. Pero como amaba a los pobres, se le puede perdonar. Vamos a ver muchas cosas interesantes en este próximo viaje.

Yo por mi parte, sigo pensando lo mismo de siempre y me adhiero plenamente al manifiesto del Santo Oficio de 1949 y pido al Señor para que me dé fortaleza para los próximos gestos ecuménicos que se avecinan. Quizá una barbacoa en Santa Marta con los Franciscanos de la Inmaculada, pues esos sí que están ya hace tiempo fuera de la Iglesia. Faltaría más.

jueves, 16 de enero de 2014

Papagayos, cardenales y bautizos (Fray Gerundio)

Hace ya muchos siglos, el profeta Isaías advertía del peligro de alabar a Dios con la boca y no con el corazón (Is. 29,13). Esta advertencia la hizo suya Nuestro Señor Jesucristo, citando al Profeta:Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí (Lc. 15,8). Desde entonces ha quedado claro (por las palabras del Hijo de Dios), que el lenguaje puede ir por una parte y los pensamientos y el corazón por otro. Desde mucho antes, en el mismo momento en que Adán cometió el primer pecado, ya fue posible para la humana naturaleza, mentir descaradamente y que las palabras no se correspondieran con los hechos. En esto, el Demonio es un verdadero maestro de la mentira (el Padre de la mentira, le llamó Jesús), de la manipulación y de la corrupción.

De ahí la importancia de las palabras del Santo Padre que insiste una y otra vez en esos términos, muy preocupado del peligro de ser más un cristiano parlanchín, que un verdadero amante de Dios. En esta última ocasión, en uno de los primeros sermones de este nuevo año, lo dijo de manera muy clara: no podemos ser papagayos cuando declaramos nuestra fe. Creo en Dios y creo en Jesucristo hay que decirlos de verdad, con el corazón. Porque si no, estamos inmersos en la hipocresía que el mismo Cristo denunció.

…una cosa es recitar el Credo desde el corazón y otra es hacerlo como papagayos, ¿no? Creo, creo en Dios, creo en Jesucristo, creo… ¿Yo creo en lo que digo? ¿Esta confesión de fe es verdadera o la digo de memoria porque se debe decir?

Es verdad. Tan verdad, como que el peligro de la rutina y la hipocresía, puede aparecer en todos lados, en todas partes y de todos los modos posibles. Puede ser un papagayo el que recita el Credo en latín y el que lo recita en español. Puede ser un papagayo el que recita las oraciones de la misa tridentina, como también lo puede ser el que la recita en español o en esperanto. Puede ser un hipocritilla el que se ata a las fórmulas y rúbricas de un rito, como el que se ata a las fórmulas libres, espontáneas y a veces heréticas de otro. Sí, porque también hay quien se ata a fórmulas consistentes en criticar toda fórmula. Tiene tanto peligro de rutina y de ser papagayo el que se empeña en cumplir las normas fijas, como el que se empeña en tener siempre la norma fija de agredir toda norma fija.

Tiene tanto peligro de apartarse de Jesús el que insiste en lo puramente anecdótico y legalista, como el que ser empeña por norma en ser un ilegal. Así como tiene tanto peligro el que se olvida de los pobres, como el que no hace otra cosa que mentar a los pobres. Es un peligro real. Recuérdese que el Señor le dio un buen vapuleo a Judas Iscariote cuando –cargado de sorna y de hipocresía-, comentaba que el rico perfume con el que se estaba ungiendo al Señor, se hubiera empleado mejor en atender a los pobres. La respuesta contundente del Señor no dejó de escribirla San Juan en su evangelio, añadiendo también otras palabras inspiradas por el Espíritu Santo: es que a Judas no le importaban los pobres… (Algunos dirían hoy día que San Juan andaba algo despistado al escribir esto).

O sea, que si vamos a eso, los peligros están por todas partes y escorarse hacia la hipocresía en las propias acciones es muy real. De ahí la necesidad de estar muy vigilantes y de amar mucho a Dios. Al final, efectivamente, eso es lo importante. Por muchos carismas y funciones que haya en la Iglesia, si no tengo caridad, no soy nada. Hace ya mucho que lo dijo Dios por boca de San Pablo en su carta a los Corintios.

Lo que me pasa es que como soy un fraile algo viejo y mal pensado, aunque no fui cocinero anteriormente, y he visto tantas situaciones de amor por los pobres tan complicadamente ampulosas y publicitadas que han terminado como el Rosario de la Aurora, ya no me fío de las palabras, sino que voy a los hechos. Recuerdo que el final de la novela protagonizada por Leonardo Boff, tan preocupado por los recursos de la Tierra, por los pobres del tercero y cuarto mundo, por la ecología y el problema indígena, por la deuda norte-sur y toda esas cosas… fue precisamente el abandono del sacerdocio y el matrimonio (civil, por supuesto), con alguna discípula tan preocupada como él de los dichosos recursos.

Hay dos cosas que no entiendo (entre otras muchas) y que me gustaría algún día poder interpretar con más serenidad. Una de ellas es por qué tanta insistencia en la pobreza cuando luego hay actitudes difícilmente digeribles en una supuesta Iglesia que alardea de ello.

Los 5 millones de dólares que el Papa ha tenido que inyectar (como el FMI a los Bancos en quiebra) a la Diócesis de Río de Janeiro por las pérdidas de la Jornada Mundial de la Juventud, me parece algo escandaloso en un momento en que no se habla de otra cosa que de una Iglesia pobre. Claro que si se tienen en cuenta las enormes frutos de esta JMJ, quizá pueda comprenderse tamaño gasto. No vamos a decir aquí como Judas que ese dinero se le podía haber dado a los pobres… porque en este caso está justificado, creo yo. Y es que en todas partes cuecen habas.

Por eso me alegra la nota que el Papa Francisco ha enviado a los Cardenales electos, para hacerles saber que este nombramiento no es más que un servicio a la Iglesia y por tanto no es menester que lo celebren con algarabía:

Te pido, por favor, que recibas esta designación con un corazón sencillo y humilde. Y, si bien tú debas hacerlo con gozo y con alegría, haz que este sentimiento esté lejos de cualquier expresión de mundanidad, de todo festejo ajeno al espíritu evangélico de austeridad, sobriedad y pobreza.

Qué razón tiene. Todavía recuerdo cuando el recién nombrado cardenal Dolan de Nueva York, hace unos años, con su gorra de beisbol y su taza de café en la mano, recibía a los periodistas en Roma. Me sentí mal al ver aquellas fotos. O al ver este panfletillo publicitario.


Pero este Consistorio ha tenido algo distinto. Se le ha concedido en esta ocasión el capelo a iglesias pobres como las de Haití, Burkina Faso o incluso Managua, por el hecho de ser pobres, veremos cómo se enfrentan ahora a los pagos de billetes de avión de sus cardenales que van a tener que estar en Roma cada dos por tres. Si Judas estuviera por aquí, a lo mejor diría también que los dinerillos de esos vuelos se le podrán dar a los pobres. Porque seguro que los gastos de esas pobres Archidiócesis, se van a disparar en el futuro, al tener un cardenal viajero. Si no, que se lo digan a la Archidiócesis de Tegucigalpa, en la que no aguanta mucho tiempo el Cardenal Rodríguez Madariaga, que está ahora de consejero de la Iglesia Universal y viaja más que el cardenal Cañizares. Me apuesto la cogulla a que esa Archidiócesis está de gastos hasta el cuello, desde que lo metieron en el Consejo de Administración del Obispo de Roma.

La segunda actitud que no acabo de entender, ha sido la reciente ceremonia de bautismos realizada por el Papa en la capilla Sixtina. En la página informativa del Vaticano, no se dice nada especial, pero las noticias de prensa de otros medios laicos, claro está, han destacado que uno de los niños era hijo de padres casados por lo civil. También en este caso puede haber papagayos por ahí sueltos, porque me parece que ésa es una práctica que cualquier párroco de pueblo, de campo y de donde sea, ha tenido y tiene que afrontar frecuentemente. Hemos llegado a una situación en la que los matrimonios por la Iglesia han descendido estrepitosamente, y todavía hay padres que a pesar de todo quieren bautizar a sus hijos. Cuántos sacerdotes de a pie, han aprovechado esta circunstancia para casarlos por la Iglesia, o para amonestarles a que lo hagan cuanto antes. Y siempre asegurando que los padrinos sean verdaderamente católicos y casados por la Iglesia.

Pero en el caso que nos ocupa, no parece haber nada de esto. Ojalá alguien me lo desmintiera. Me escandaliza que el Papa no haya resuelto este bautismo con la previa boda de los padres. Habría sido un titular de primera plana espectacular: Gracias al Papa, dos casados por lo civil se casan por la Iglesia. Y al mismo tiempo habría dado ejemplo a los sacerdotes que luchan y sufren diariamente estas situaciones. Pero no. Ni una palabra de la necesidad de casarse por la Iglesia. Ni una palabra oficial sobre los atenuantes que haya podido haber (si los hay). Solamente el titular periodístico que nunca es explicado ni matizado por nadie: El Papa bautiza a un hijo de casados por lo civil. Conclusión inmediata: Pues ya ves que para el Papa no es tan importante el matrimonio por la Iglesia. O sea, que digo yo que puede ser también éste un caso de papagayismo sacramental: se bautiza así porque sí. Sospecho que olvidando las graves obligaciones de un cargo, que tiene que confirmar en la Fe a sus hermanos. Y que es también un Servicio, incluso más que el de los Cardenales.

Por tanto, lo mejor será que nos centremos en el verdadero amor a Dios y en la verdadera devoción y afecto del corazón cuando nos dirigimos a Él. No vaya a decirnos algún día el Señor: Predicasteis mucho en mi nombre, incluso hicisteis milagros… pero en verdad os digo que no os conozco.

Si mi vecino de columna se queja de cómo está el patio, imagínense ustedes cómo está el clero.