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sábado, 12 de octubre de 2013

Acerca de la Iglesia Católica y su historia (2)


La Iglesia, fundada por Jesucristo, se mantiene aún viva después de dos mil años de todo tipo de vicisitudes. La evolución de la Iglesia no ha seguido siempre una línea recta. También en la historia de la Iglesia "Dios escribe recto con renglones torcidos". Una de las cosas más impresionantes de la historia de la Iglesia es el hecho de haber permanecido fiel a su esencia,  pues habiéndose dado grandes progresos, innegables, ha habido también innumerables deficiencias por parte de algunos de los miembros de la Iglesia Jerárquica.

Cristo sigue hoy viviendo en sus miembros. Y no sólo en sentido metafórico. No tenemos más que leer el Evangelio y el Nuevo Testamento: "Quien a vosotros oye, a Mí me oye; quien a vosotros desprecia, a Mí me desprecia; y quien me desprecia a Mí desprecia al que me ha enviado" (Lc 10, 16). Y en otro lugar: "En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a Mí me lo hicisteis" (Mt 25, 40). Y cuando San Pablo se acercaba a Damasco, con la idea de detener a todos los que creyeran en Jesucristo, de repente le envolvió un resplandor, "cayó al suelo y oyó una voz que le decía: 'Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Respondió: '¿Quién eres tú, Señor?'. 'Yo soy Jesús, a quien tú persigues' (Hech 9, 4-5).


Si queremos escuchar a Jesucristo (y así es como debemos proceder), el mejor modo de hacerlo es a través de sus palabras, contenidas en el Evangelio y en el Nuevo Testamento. No son palabras cualesquiera: "Las palabras que os he hablado son Espíritu y son Vida" (Jn 6,63), decía Jesús. Dice el apóstol Pablo que "la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que una espada de doble filo: entra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón" (Heb 4,12), de modo parecido a lo que decía San Juan en el Apocalipsis, hablando de Jesucristo: "De su boca salía una espada afilada de dos filos" (Ap 1, 16).


Por otra parte, sabemos que Jesucristo es Dios, el único Dios verdadero"Yo y el Padre somos uno" (Jn 10,30) y que ha fundado su Iglesia"Yo te digo a tí que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18), poniendo a Pedro al frente"Apacienta mis ovejas" (Jn 21,17), una Iglesia a la que ama (¡y de qué manera!): "Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia y se entregó a Sí mismo por ella" (Ef 5,25), por la que se preocupa"Padre, guarda en tu Nombre a aquellos que me has dado, para que sean uno, como nosotros" (Jn 17, 11); "Padre, quiero que los que me diste estén también conmigo, donde Yo estoy... " (Jn 17,24). "... que el Amor con el que Tú me amaste esté en ellos y Yo en ellos" (Jn 17,26). El amor de Jesús a cada uno de sus miembros, que forman la Iglesia, es tal que podemos atribuirle a Él las palabras que, en el Cantar, el Esposo dirige a la esposa:

¡Levántate, ven, amada mía,
hermosa mía, vente!
Paloma mía,
en los huecos de las peñas,
en los escondites de los riscos,
muéstrame tu cara,
hazme escuchar tu voz:
porque tu voz es dulce,
y tu cara muy bella!  (CC, 2, 13-14)



Y esto no es algo del pasado. La Palabra de Dios siempre es actual. Hace referencia a los hombres de todos los lugares y de todas las épocas, tanto en lo relativo a sus problemas y dificultades como en la solución que les da. Ésta es la única Palabra que puede salvarnos, en este momento crítico de la Iglesia. Jesús sigue estando con nosotros; no nos ha dejado solos: "YO SOY el primero y el último, EL QUE VIVE; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos" (Ap 1, 17).
(Continuará)

miércoles, 9 de octubre de 2013

Acerca de la Iglesia Católica y su historia (1)


Bien, vaya por delante, antes de nada, mi fidelidad, cariño, respeto y obediencia, al legítimo Magisterio y a la legítima Jerarquía de la Iglesia: Ubi Petrus, Ibi Ecclesia (Donde está Pedro está la Iglesia). De modo que el que se aparta de Pedro se aparta de la Iglesia. Y fuera de la Iglesia no hay salvación: "Yo te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y cuanto ates en la tierra será atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos" (Mt 16, 18-19). En estas palabras dirigidas por Jesús a Pedro se aprecian varias cosas:  primero que Jesús quiere fundar una Iglesia (su Iglesia); segundo, que va a ser Él quien la edifique; tercero, promete que dejará a Pedro el poder de hacer y deshacer con vistas a la entrada en su Reino, o sea, el poder de perdonar los pecados o de retenerlos ( su propio Poder, en definitiva) y finalmente, la seguridad de que esta Iglesia, que Él fundará, perdurará por los siglos.

Esta promesa de Jesús sobre el primado de Pedro se hizo realidad, una vez resucitado Jesús: " 'Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?' Él le responde: 'Sí, Señor, Tú sabes que te amo'. Le dice: 'Apacienta mis corderos'. Vuelve a decirle por segunda vez: 'Simón, hijo de Juan, ¿me amas?. Le responde: 'Sí, Señor, Tú sabes que te amo'. Le dice: 'Apacienta mis ovejas'. Por tercera vez le dice: 'Simón, hijo de Juan, ¿me amas?' Pedro se entristeció porque por tercera vez le dijo: '¿me amas?', y le respondió: 'Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo'. Le dice: 'Apacienta mis ovejas' " (Jn 21, 15-17). Jesús, que es el buen Pastor, deja a Pedro el encargo y la tarea de apacentar a sus ovejas.


 Junto a Pedro, también al resto de los apóstoles, poco antes de su Ascensión a los Cielos, les dijo: "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado" (Mt 28, 18, 20a). El Colegio de los apóstoles, unido a su Cabeza, recibe también la función de atar y desatar dada a Pedro (C.I.C. 1444). 

Los Papas son los sucesores de Pedro, y los obispos, en comunión con el Papa, son los sucesores de los apóstoles. La tarea recibida, una tarea que es sobrenatural, pues está en juego la salvación de las personas, de sus cuerpos y de sus almas, excede las posibilidades humanas. Se trata de una tarea imposible para cualquier hombre. Claro está: Tenemos de por medio lo que nos ha dicho Jesús: "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24,35). Contamos, además, con su Presencia real en la Eucaristía y con sus palabras: "Sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20). No nos ha dejado solos. "No os dejaré huérfanos, volveré a vosotros" (Jn 14, 18). Y poco más adelante dice: "Estas cosas os las he dicho estando con vosotros, pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todo y os recordará  todas las cosas que Yo os he dicho" (Jn 14,25-26). "Él dará testimonio de Mí" (Jn 15, 26) y  "... os guiará hacia la verdad completa" (Jn 16,13).

Ya resucitado les dijo: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la Tierra" (Hech 1, 8). Sólo Jesús pudo decir al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mc 2,5), ante lo cual unos escribas que estaban sentados por allí pensaron para sí: "¡Éste blasfema! "¿Quién puede perdonar los pecados sino sólo Dios?" (Mc 2, 7). Y así era, en efecto. Tenían razón. Pero es que Jesús era Dios. Además, Jesús confiere este poder a sus apóstoles y a sus sucesores, para que lo ejerzan en su Nombre. Y recién resucitado, aun antes de que viniera el Espíritu sobre ellos en forma de lenguas de fuego, sopló sobre ellos y les dijo: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les son perdonados; y a quienes se los retengáis, les son retenidos" (Jn 20, 22-23). 

Tenemos pastores (el Papa, los obispos y los sacerdotes) que se encargan de proporcionar a sus ovejas (que somos todos los fieles) el "pasto" que necesitan, o sea, el "buen olor" de Cristo (2 Cor 15). Ellos han recibido la fortaleza necesaria para llevar a cabo esta misión que sobrepasa toda fuerza humana, pues han recibido el Espíritu Santo, que les capacita para ello. 


En el capítulo 2 de los Hechos de los Apóstoles se narra la venida del Espíritu Santo sobre los apóstoles y la Virgen María, en forma de lenguas de fuego, así como los efectos que produjo sobre ellos y las primeras conversiones, que se contaban por miles de personas. Desde entonces han pasado ya unos dos mil años. Y la barca de la Iglesia, fundada por Jesucristo, sigue manteniéndose firme, a pesar de todas las persecuciones. No debemos tener miedo ni asustarnos: "Subiendo después a una barca, le acompañaron sus discípulos. De pronto se agitó el mar, tanto que las olas cubrían la barca, pero Él dormía. Se acercaron los discípulos y le despertaron diciendo: 'Señor, sálvanos'. Les dijo: '¿Por qué teméis, hombres de poca fe?' Entonces se levantó, increpó a los vientos y al mar y se produjo una gran calma"  (Mt 8, 23-26); como diciéndoles: Si Yo estoy con vosotros no os puede pasar nada malo. No tenéis ninguna razón para asustaros. Y así es. 

Se quiera o no, lo cierto es que la situación normal de un cristiano, que viva o intente vivir como tal, es el odio del mundo. Así lo decía San Pablo: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecuciones" (2 Tim 3,12). Pero, por encima de todo eso, tenemos las palabras del Señor, que nos proporcionan un gran consuelo: "En el mundo tendréis tribulación; pero confiad: Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33).  

 (Continuará)

martes, 1 de octubre de 2013

Entrevista de Scalfari al Papa Francisco


Por su interés, ofrecemos la traducción al español del diálogo que mantuvieron el Papa Francisco y el fundador del diario italiano La Repubblica el pasado martes 24 de septiembre de 2013 en la Casa Santa Marta del Vaticano tras su intercambio de cartas, tal como hoy, 1 de Octubre, lo publica La Repubblica (en su versión original en italiano)
 

Me dice el Papa Francisco: “El mal más grave que afecta al mundo en estos años es el paro juvenil y la soledad de los ancianos. Los mayores necesitan atención y compañía, los jóvenes trabajo y esperanza, pero no tienen ni el uno ni la otra; lo peor: que ya no los buscan más. Les han aplastado el presente. Dígame usted : ¿se puede vivir aplastado en el presente?¿Sin memoria del pasado y sin el deseo de proyectarse en el futuro construyendo un proyecto, un futuro, una familia? ¿Es posible continuar así? Este, en mi opinión, es el problema más urgente que la Iglesia tiene que enfrentar”.

Santidad, le digo, es un problema sobre todo político y económico, relacionado con los estados, los gobiernos, los partidos, las asociaciones sindicales.

“Cierto, tiene razón, pero también está relacionado con la Iglesia, incluso, sobre todo con ella, porque esta situación no hiere solo a los cuerpos sino a las almas. La Iglesia debe sentirse responsable tanto de las almas como de los cuerpos”.

Santidad, usted dice que la Iglesia debe sentirse responsable. ¿Debo deducir que la Iglesia no es consciente y que la incita a ir en esa dirección?

“En gran medida esta conciencia existe, pero no basta. Yo quisiera que fuera más grande. No es el único problema que tenemos por delante pero es el más urgente y el más dramático”.

El encuentro con el Papa Francisco se dio el pasado martes en su residencia de Santa Marta, en una pequeña habitación vacía, solo con una mesa y cinco o seis sillas y un cuadro en la pared. Este encuentro fue precedido por una llamada telefónica que no olvidaré en mi vida. Eran las dos y media de la tarde. Sonó mi teléfono y se oyó la voz nerviosa de mi secretaria que me dice: “Tengo al Papa en línea, se lo paso inmediatamente”.

Me quedé estupefacto, mientras la voz de Su Santidad se escuchaba al otro lado del hilo telefónico diciendo: “Buenos días, soy el Papa Francisco”. Buenos días, Santidad –digo yo y después-. Estoy conmocionado, no me esperaba que me llamase. “¿Por qué conmocionado? Usted me escribió una carta pidiéndome conocerme en persona. Yo tenía el mismo deseo y por tanto le llamo para fijar una cita. Veamos mi agenda: el miércoles no puedo, el lunes tampoco ¿le vendría bien el martes?”. Respondí: ¡Perfecto!
“El horario es un poco incómodo, ¿a las 15 le va bien? Si no, cambiamos el día”. Santidad, a esa hora me va fenomenal. “Entonces estamos de acuerdo, el martes 24 a las 15. En Santa Marta. Debe entrar por la puerta del Santo Oficio”.
No sé como terminar la conversación y me dejo llevar diciéndole: ¿le puedo abrazar por teléfono? “Claro, le abrazo también yo. Ya lo haremos en persona. Hasta luego”.

Ya estoy aquí. El Papa entra y me da la mano, nos sentamos. El Papa sonríe y me dice: “Alguno de mis colaboradores que lo conoce me ha dicho que usted intentará convertirme”.

Es un chiste le respondo. También mis amigos piensan que usted querrá convertirme.

Sonríe de nuevo y responde: “El proselitismo es una solemne tontería, no tiene sentido. Es necesario conocerse, escucharse y hacer crecer el conocimiento del mundo que nos rodea. A mí me pasa que después de un encuentro quiero tener otro porque nacen nuevas ideas y se descubren nuevas necesidades. Esto es importante, conocerse, escuchar, ampliar el cerco de los pensamientos. El mundo está lleno de caminos que se acercan y alejan, pero lo importante es que lleven hacia el “Bien”.

Santidad, ¿existe una visión única del Bien? ¿Quién la establece?

“Cada uno de nosotros tiene una visión del Bien y del Mal. Nosotros debemos animar a dirigirse a lo que uno piensa que es el Bien”.

Usted, Santidad, ya lo escribió en la carta que me mandó. La conciencia es autónoma, dijo, y cada uno debe obedecer a la propia conciencia. Creo que esta es una de las frases más valientes dichas por un Papa.

“Y lo repito. Cada uno tiene su propia idea del Bien y del Mal y debe elegir seguir el Bien y combatir el Mal como él lo concibe. Bastaría eso para cambiar el mundo”.

¿La Iglesia lo está haciendo?

“Sí, nuestras misiones tienen ese objetivo: individualizar las necesidades materiales e inmateriales de las personas y tratar de satisfacer como podamos. ¿Usted sabe lo que es el agape?”

Sí, lo sé.

“Es el amor por los otros, como nuestro Señor predicó. No es proselitismo, es amor. Amor al prójimo, levadura que sirve al bien común”.

Ama al prójimo como a ti mismo.

“Es exactamente así”.

Jesús en su predicación dice que el agape, el amor a los demás, es el único modo de amar a Dios. Corríjame si me equivoco.

“No se equivoca. El Hijo de Dios se encarnó para infundir en el alma de los hombres el sentimiento de hermandad. Todos somos hermanos e hijos de Dios. Abba, como Él llama al Padre. "Yo marqué el camino", dijo, "Seguidme y encontraréis al Padre y seréis sus hijos y se complacerá en vosotros". El agape, el amor, de cada uno de nosotros hacia los demás, desde el más cercano al más lejano, es el único modo que Jesús nos indicó para encontrar el camino de la salvación y de las bienaventuranzas”.

Sin embargo, la exhortación de Jesús, la recordamos antes, es que el amor por el prójimo sea igual al que sentimos por nosotros mismos. Por tanto lo que muchos llaman narcisismo se reconoce como válido, positivo, en la misma medida del otro. Hemos discutido mucho sobre este aspecto.

“A mí –decía el Papa- la palabra narcisismo no me gusta, indica un amor desmesurado hacia uno mismo y esto no va bien, puede producir daños en el alma de quien lo sufre y también en la relación con los demás, incluso en la sociedad en la que vive. El verdadero mal es que los más afectados por esto que en realidad es un tipo de desorden mental, son personas que tienen mucho poder. A menudo los jefes son narcisistas”.

También muchos jefes de la Iglesia.

“¿Sabe qué opino sobre esto? Los jefes de la Iglesia a menudo han sido narcisistas, halagados y exaltados por sus cortesanos. La corte es la lepra del papado”

La lepra del papado, ha dicho exactamente esto. ¿Pero qué corte? ¿Se refiere a la curia? Pregunto.

“No, en la curia puede haber cortesanos, pero en su concepción es otra cosa. Es lo que en los ejércitos se llama intendencia, gestiona los servicios que sirven a la Santa Sede. Pero tiene un defecto: Es vaticano-céntrica. Ve y atiende los intereses del Vaticano, que son todavía, en gran parte, intereses temporales. Esta visión Vaticano-céntrica se traslada al mundo que le rodea. No comparto esta visión y haré todo lo que pueda para cambiarla. La Iglesia es o debe volver a ser una comunidad del Pueblo de Dios y los presbíteros, los párrocos, los obispos que tienen a su cargo muchas almas, están al servicio del Pueblo de Dios. La Iglesia es esto, una palabra distinta, no por casualidad, de la Santa Sede que tiene una función importante pero está al servicio de la Iglesia. Yo no podría tener total fe en Dios y en su Hijo si no me hubiese formado en la Iglesia, y tuve la fortuna de encontrarme en Argentina, en una comunidad sin la cual yo no hubiera tomado conciencia de mí mismo y de mi fe”.

¿Usted sintió su vocación desde joven?

“No, no muy joven. Tendría que haber tenido otra ocupación según mi familia, trabajar, ganar algún dinero. Fui a la universidad. Tuve una profesora de la que aprendí el respeto y la amistad, era una comunista ferviente. A menudo me leía o me daba a leer textos del Partido Comunista. Así conocí también aquella concepción tan materialista. Me acuerdo que me dio el comunicado de los comunistas americanos en defensa de los Rosenberg que fueron condenados a muerte. La mujer de la que le hablo fue después arrestada, torturada y asesinada por el régimen dictatorial que entonces gobernaba en Argentina”.

¿El comunismo lo sedujo?

“Su materialismo no tuvo ninguna influencia sobre mí. Pero conocerlo, a través de una persona valiente y honesta me fue útil, entendí algunas cosas, un aspecto de lo social, que después encontré en la Doctrina Social de la Iglesia”.

La teología de la liberación, que el Papa Wojtyla excomulgó, estaba bastante presente en América Latina.

“Sí, muchos de sus exponentes eran argentinos”.

¿Usted piensa que fue justo que el Papa la combatiese?

“Ciertamente daban un seguimiento político a su teología, pero muchos de ellos eran creyentes y con un alto concepto de humanidad”.

Santidad, ¿me permite contarle algo sobre mi formación cultural? Fui educado por una madre muy católica. Con 12 años gané un concurso de catecismo entre todas las parroquias de Roma y recibí un premio del Vicariado, comulgaba el primer viernes de cada mes, en fin, practicaba la liturgia y creía. Pero todo cambió cuando entré en el Liceo. Leí, entre otros textos de filosofía que estudiábamos, el “Discurso del Método” de Descartes, y me afectó mucho la frase que hoy se ha convertido en un icono: “Pienso, luego existo”, el yo se convirtió en la base de la existencia humana, la sede autónoma del pensamiento.

“Descartes, sin embargo, nunca renegó de la fe en el Dios trascendente”.

Es verdad, pero puso la base de una visión totalmente distinta, y a mi me encaminó a otro camino que, corroborado por otras lecturas, me llevó al otro lado.

“Usted, por lo que he entendido, no es creyente pero no es anticlerical. Son dos cosas muy distintas”.

Es verdad, no soy anticlerical. Pero me convierto en eso cuando me encuentro con un clerical.

Sonríe y me dice: “Me pasa a mí también, cuando tengo enfrente a un clerical, me convierto en anticlerical de repente. El clericalismo no tiene nada que ver con el cristianismo. San Pablo fue el primero en hablarle a los Gentiles, a los paganos, a los creyentes de otras religiones, fue el primero que nos lo enseñó”.

¿Puedo preguntarle, Santidad, cuáles son los santos que usted siente más cercanos a su alma y sobre los que se formó su experiencia religiosa?

“San Pablo fue el que puso los puntos cardinales de nuestra religión y de nuestro credo. No se puede ser un cristiano consciente sin San Pablo. Tradujo la predicación de Cristo a una estructura doctrinaria que, ya sea con las actualizaciones de una inmensa cantidad de pensadores, teólogos, pastores de almas, resistió y resiste después de dos mil años. Después Agustín, Benito, Tomás e Ignacio. Y naturalmente Francisco. ¿Debo explicarle el porqué?”

Francisco -me sea permitido llamar al Papa así porque es él mismo el que te lo sugiere por como habla, como sonríe, por sus exclamaciones de sorpresa o de corroboración- me mira como para animarme a plantearle las preguntas más escabrosas o más embarazosas relacionadas con la Iglesia. Así que le pregunto: De Pablo me ha explicado la importancia del papel que desarrolló, pero quisiera saber entre los que ha nombrado a quien siente más cercano a su alma.

“Me pide una clasificación, pero las clasificaciones se pueden hacer si se habla de deportes o de cosas parecidas. Podría decirle el nombre de los mejores futbolistas de Argentina. Pero los santos…”

Se dice que se “bromea con los bribones” ¿Conoce el dicho?

“Exacto. Sin embargo, no quiero evitar la pregunta porque usted no me ha pedido una lista sobre la importancia cultural o religiosa sino quién está más cerca de mi alma. Le contesto: Agustín y Francisco”.

¿No Ignacio, de cuya orden proviene?

“Ignacio, por comprensibles razones, es el que conozco mejor que los demás. Fundó nuestra orden. Le recuerdo que de esa orden venía también Carlo María Martini, muy querido para usted y para mí. Los jesuitas fueron, y siguen siendo todavía, la levadura –no la única pero quizás la más eficaz- de la catolicidad: cultura, enseñanza, testimonio misionero, fidelidad al Pontífice. Pero Ignacio que fundó la Compañía era también un reformador y un místico. Sobre todo un místico”.

¿Piensa que los místicos son importantes en la Iglesia?

“Han sido fundamentales. Una religión sin místicos es una filosofía”.

¿Usted tiene una vocación mística?

“¿A usted qué le parece?”

Me parece que no.

“Probablemente tenga razón. Adoro a los místicos; también Francisco por muchos aspectos de su vida lo fue, pero no creo tener esa vocación, y después es necesario comprender bien el significado profundo de la palabra. El místico consigue despojarse del hacer, de los hechos, de los objetivos y hasta de la pastoralidad misionera y se alza para alcanzar la comunión con las bienaventuranzas. Breves momentos pero que llenan toda la vida”.

¿A usted le ha sucedido alguna vez?

“Raramente. Por ejemplo, cuando el cónclave me eligió Papa. Antes de la aceptación pedí poder retirarme algún minuto en la sala que está al lado de la del balcón sobre la plaza. Mi cabeza estaba vacía completamente y me había invadido una gran inquietud. Para hacerla pasar y relajarme cerré los ojos y desapareció todo pensamiento, también el de rechazar esta carga, como además el procedimiento litúrgico permite. Cerré los ojos y ya no sentí ningún ansia o emotividad. En un cierto punto me invadió una gran luz, duró un segundo pero me pareció larguísimo. Después la luz se disipó y me levanté de repente y me dirigí a toda prisa a la estancia donde me esperaban los cardenales y hacia la mesa donde me esperaba el acta de aceptación. Lo firmé, el cardenal Camarlengo también y después en el balcón se dio el ‘Habemus Papam’”.

Permanecemos un poco en silencio, después dije: hablábamos de los santos que usted siente como más cercanos a su alma y nos quedamos en Agustín. ¿Quiere decirme por qué lo siente cercano?

“También mi predecesor tiene a Agustín como punto de referencia. Ese santo pasó por muchas cosas en su vida y cambió muchas veces su posición doctrinal. Tuvo también palabras fuertes contra los judíos, que nunca compartí. Escribió muchos libros y el que me parece más revelador de su intimidad intelectual y espiritual son las “Confesiones”; contienen algunas manifestaciones de misticismo pero no es, como opinan muchos, el continuador de Pablo. Incluso, diría que vio la fe y la Iglesia de una forma profundamente distinta a la de Pablo, quizás porque pasaron cuatro siglos entre uno y otro”.

¿Cuál es la diferencia, Santidad?

“Para mí dos aspectos fundamentales. Agustín se siente impotente frente a la inmensidad de Dios y a los deberes que un cristiano y un obispo deben afrontar. Sin embargo él no lo fue en absoluto, pero su alma se sentía siempre por debajo de todo lo que habría querido y debido. Es la gracia dispensada por el Señor como elemento fundamental de la fe. De la vida. Del sentido de la vida. Quien no es tocado por la gracia puede ser una persona sin mancha y sin miedo, como se dice, pero no será nunca como una persona a la que la gracia ha tocado. Esta es la intuición de Agustín”.

¿Usted se siente tocado por la gracia?

“Esto no puede saberlo nadie. La gracia no forma parte de la conciencia, es la cantidad de luz que tenemos en el alma, no la de sabiduría o de razón. También usted, sin su conocimiento, puede ser tocado por la gracia”.

¿Sin fe? ¿sin creer?

“La gracia está relacionada con el alma”.

Yo no creo en el alma.

“No cree pero la tiene”.

Santidad, se ha dicho que usted no tiene intención de convertirme y creo que no lo conseguiría.

“Esto no se sabe, pero no tengo ninguna intención”.

¿Y Francisco?

“Es grandísimo porque es todo. Un hombre que quiere hacer, quiere construir, funda una orden y sus reglas, es itinerante misionero, es poeta y profeta, es místico, se dio cuenta de su propio mal y salió de él, ama la naturaleza, los animales, la brizna de hierba del prado y los pájaros que vuelan en el cielo, pero sobre todo, ama a las personas, a los niños, a los viejos, a las mujeres. Es el ejemplo más luminoso delagape del que hablábamos antes”.

Tiene razón, Santidad, la descripción es perfecta. ¿Pero por qué ninguno de sus predecesores eligió su nombre? Y yo creo que, después de usted, ningún otro lo hará.

“Esto no lo sabemos, no hipotequemos sobre el futuro. Es verdad, nadie antes que yo lo eligió. Aquí afrontamos el problema de los problemas. ¿Quiere beber algo?”

Gracias, quizás un vaso de agua.

Se levanta, abre la puerta y le pide a un colaborador que está en la entrada que le traiga dos vasos de agua. Me pide si prefiero un café, respondo que no. Llega el agua. Al final de nuestra conversación mi vaso está vacío pero el suyo continúa lleno. Se aclara la garganta y comienza.

“Francisco quería una orden mendicante y también itinerante. Misioneros en busca de encontrar, escuchar, dialogar, ayudar, difundir la fe y el amor. Sobre todo amor. Y quería una Iglesia pobre que atendiese a los demás, que recibiese ayuda material y lo usase para sostener a los demás. Han pasado 800 años desde entonces y los tiempos han cambiado mucho, pero el ideal de una Iglesia misionera y pobre sigue siendo válido. Esta es, por tanto, la Iglesia que predicaron Jesús y sus discípulos”.

Vosotros los cristianos sois una minoría ahora. Incluso en Italia, que se define como el jardín del Papa, los católicos practicantes están, según algunos sondeos, entre el 8 y el 15%. Los católicos que dicen serlo pero que de hecho lo son poco son un 20%. En el mundo existe un billón de católicos y con las otras Iglesias cristianas superan el billón y medio, pero el planeta tiene entre 6 y 7 mil millones de personas. Son muchos ciertamente, especialmente en África y en América Latina, pero siguen siendo minoría.

“Lo hemos sido siempre pero este no es el tema que nos ocupa. Personalmente creo que esto de ser una minoría es además, una fuerza. Debemos ser semilla de vida y de amor, la semilla es una cantidad infinitamente más pequeña que la cantidad de frutos, flores y árboles que nacen de ella. Me parece haber dicho antes que nuestro objetivo no es el proselitismo sino la escucha de las necesidades, de los deseos, de las desilusiones, de la desesperación, de la esperanza. Debemos devolver la esperanza a los jóvenes, ayudar a los viejos, abrirnos hacia el futuro, difundir el amor. Pobres entre los pobres. Debemos incluir a los excluidos y predicar la paz. El Vaticano II, inspirado por el papa Juan y por Pablo VI, decidió mirar al futuro con espíritu moderno y abrirse a la cultura moderna. Los padres conciliares sabían que abrirse a la cultura moderna significaba ecumenismo religioso y diálogo con los no creyentes. Después de entonces, se hizo muy poco en esa dirección. Yo tengo la humildad y la ambición de querer hacerlo”.

También porque –me permito añadir- la sociedad moderna en todo el planeta atraviesa un momento de crisis profunda y no solo económica sino social y espiritual. Usted, al comienzo de nuestro encuentro describió una generación aplastada por el presente. También los no creyentes sentimos este sufrimiento casi antropológico. Por esto nosotros queremos dialogar con los creyentes y con los que mejor les representan.

“Yo no sé si soy el que mejor les representa, pero la Providencia me ha puesto en la guía de la Iglesia y de la diócesis de Pedro. Haré todo lo posible para cumplir el mandato que se me ha confiado”.

Jesús, como usted ha recordado, dijo: ama a tu prójimo como a ti mismo. ¿Le parece que esto se ha hecho realidad?

“Por desgracia no. El egoísmo ha aumentado y el amor hacia los demás ha disminuido”.

Este es el objetivo que nos une: al menos igualar estos dos tipos de amor. ¿Su Iglesia está preparada para aceptar este reto?

“¿Usted que cree?".

Creo que el amor por el poder temporal es todavía muy fuerte entre los muros vaticanos y en la estructura institucional de toda la Iglesia. Creo que la Institución predomina sobre la Iglesia pobre y misionera que usted quiere.

“Las cosas están así, de hecho, y en este tema no se hacen milagros. Le recuerdo que también Francisco en su época tuvo que negociar largamente con la jerarquía romana y con el Papa para que se reconociesen las reglas de su orden. Al final obtuvo la aprobación pero con profundos cambios y compromisos”.

¿Usted deberá seguir el mismo camino?

“No soy Francisco de Asís, ni tengo su fuerza y su santidad. Pero soy el obispo de Roma y el Papa de la catolicidad. He decidido como primera cosa nombrar a un grupo de ocho cardenales que constituyan mi consejo. No cortesanos sino personas sabias y animadas por mis mismos sentimientos. Este es el inicio de esa Iglesia con una organización no vertical sino horizontal. Cuando el cardenal Martini hablaba poniendo el acento en los Concilios y en los Sínodos, sabía que largo y difícil fue el camino que hay que recorrer en esa dirección. Con prudencia, pero con firmeza y tenacidad”.

¿Y la política?

“¿Por qué me lo pregunta? Ya le he dicho que la Iglesia no se ocupará de política”.

Pero hace poco usted hizo un llamamiento a los católicos a comprometerse civil y políticamente.

“No me dirigí solo a los católicos sino a todos los hombres de buena voluntad. Dije que la política es la primera de las actividades civiles y que tiene un propio campo de acción que no es el de la religión. Las instituciones políticas son laicas por definición y obran en esferas independientes. Esto lo han dicho todos mis predecesores, al menos desde muchos años hasta ahora, aunque sea con matices distintos. Creo que los católicos comprometidos en la política tienen dentro valores de la religión pero también una conciencia madura y una competencia para llevarlos a cabo. La Iglesia no irá nunca más allá de expresar y defender sus valores, al menos hasta que yo esté aquí”.

Pero no siempre ha sido así la Iglesia.

“No, casi nunca ha sido así. Muy a menudo, la Iglesia como institución ha sido dominada por el temporalismo y muchos miembros y altos exponentes católicos tienen todavía esta forma de pensar. Pero ahora, déjeme que le haga una pregunta: Usted, laico no creyente en Dios, ¿en qué cree? Usted es un escritor y pensador. Creerá en algo, tendrá algún valor dominante. No me responda con palabras como honestidad, la búsqueda, la visión del bien común; todos principios y valores importantes, pero no es esto lo que le pregunto. Le pregunto qué piensa de la esencia del mundo, del universo. Se preguntará ciertamente, todos lo hacemos, de dónde venimos, a dónde vamos. Se las plantea hasta un niño ¿Y usted?"

Le agradezco esta pregunta, la respuesta es esta: Creo en el Ser, es decir en el tejido del cual surgen las formas, los Entes.

“Yo creo en Dios, no en un Dios católico; no existe un Dios católico, existe Dios. Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi maestro, mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba, es la luz y el Creador. Este es mi Ser. ¿le parece que estamos muy lejos?”.

Estamos lejos en el pensamiento, pero similares como personas humanas, animadas por nuestros instintos que se transforman en pulsiones, sentimientos, voluntad, pensamiento y razón. En esto somos parecidos.

“Pero lo que ustedes llaman el Ser, ¿lo define como lo piensa?”.

El Ser es un tejido de energía. Energía caótica pero indestructible y en eterno caos. De esa energía emergen las formas cuando la energía llega al punto de explosión. Las formas tienen sus leyes, sus campos magnéticos, sus elementos químicos, que se combinan casualmente, evolucionan, finalmente se apagan pero su energía no se destruye. El hombre es probablemente el único animal dotado de pensamiento, al menos en nuestro planeta y sistema solar. He dicho que está animado por instintos y deseos pero añado que tiene dentro de sí una resonancia, un eco, una vocación de caos.

“Bien. No quería que me hiciese un resumen de su filosofía y me ha dicho bastante. Observo por mi parte que Dios es luz que ilumina las tinieblas y que aunque no las disuelva hay una chispa de esa luz divina dentro de nosotros. En la carta que le escribí recuerdo haberle dicho que aunque nuestra especie termine, no terminará la luz de Dios que en ese punto invadirá todas las almas y será todo en todos”.

Sí, lo recuerdo bien, dijo “toda la luz será en todas las almas”, lo que, si puedo permitirme decir, da más una imagen de inmanencia que de trascendencia.

“La trascendencia permanece porque esa luz, toda en todos, trasciende el universo y las especies que en esa fase lo pueblen. Pero volvamos al presente. Hemos dado un paso adelante en nuestro diálogo. Hemos constatado que en la sociedad y en el mundo en el que vivimos el egoísmo ha aumentado más que el amor por los demás, y que los hombres de buena voluntad deben actuar, cada uno con su propia fuerza y competencia, para hacer que el amor por los demás aumente hasta igualarse e incluso superar el amor por nosotros mismos”.

Por tanto también la política está llamada a la causa.

“Seguramente. Personalmente pienso que el llamado capitalismo salvaje no hace sino volver más fuertes a los fuertes, más débiles a los débiles y más excluidos a los excluidos. Hace falta gran libertad, ninguna discriminación, nada de demagogia y mucho amor. Hacen falta reglas de comportamiento y también, si fuera necesario, intervenciones directas del Estado para corregir las desigualdades más intolerables”.

Santidad, usted ciertamente es una persona de gran fe, tocado por la gracia, animado por la voluntad de relanzar una Iglesia pastoral, misionera, regenerada y no apegada a los tiempos. Pero según habla y yo le entiendo, usted es y será un papa revolucionario. Mitad jesuita, mitad hombre de Francisco, un maridaje que quizás nunca se había visto. Y después, le gustan “Los Novios” de Manzoni, Holderlin, Leopardi y sobre todo Dostoyevski, el film “La Strada” y “Prova d’orchestra” de Fellini, “Roma cittá aperta” de Rossellini y también las películas de Aldo Fabrizi.

“Esas me gustan porque las veía con mis padres cuando era un niño”.

Así es. ¿Puedo sugerirle que vea dos películas estrenadas hace poco? “Viva la libertad” y las películas sobre Fellini de Ettore Scola. Estoy seguro de que le gustarán. Sobre el poder le digo: ¿sabe que a los veinte años hice un mes y medio de ejercicios espirituales con los jesuitas? Estaban los nazis en Roma y yo había desertado del reclutamiento militar. Podríamos ser castigados con la pena de muerte. Los jesuitas nos acogieron con la condición de que hiciéramos los ejercicios espirituales durante todo el tiempo que estuvimos escondidos en su casa, y así fue.

“Pero es imposible resistir un mes y medio de ejercicios espirituales”, dice él estupefacto y divertido. Lo contaré la próxima vez.

Nos abrazamos. Subimos la breve escalera que nos separa del portón. Pido al Papa que no me acompañe pero él lo rechaza con un gesto. “Hablaremos también del papel de las mujeres en la Iglesia. Le recuerdo que la Iglesia es femenina”.

Y hablaremos si usted quiere también de Pascal. Me gustaría saber qué piensa usted de esta gran alma.

“Lleve a todos sus familiares mi bendición y pídales que recen por mi. Piense en mí, piense a menudo en mí”.

Nos estrechamos la mano y él se queda quieto con los dos dedos en alto en signo de bendición. Yo lo saludo desde la ventanilla.

Este es el Papa Francisco. Si la Iglesia se vuelve como él la piensa y la quiere habrá cambiado una época.

Fuente: La Repubblica


Tercer aniversario del blog


Se cumplen hoy tres años desde que comencé a escribir en este blog el 1 de Octubre de 2010  El 24 de abril de este mismo año abrí un nuevo blog de nombre "Il Trovatore", trasladando allí, desde éste,  todo lo que estuviera relacionado con la poesía y con mis reflexiones personales. 

Lo relativo a temas de actualidad de tipo religioso, doctrina de la Iglesia católica, etc..., lo reservo sólo para este blog. 

Desconozco si ha sido acertado o no este cambio de uno a dos blogs. Pero eso es lo que hay. Yo seguiré escribiendo en ambos en función de la temática de que trate. 

Debo decir también que para que fuera más sencilla la búsqueda en Google el 24 de agosto de este mismo año 2013 decidí cambiar el nombre de los dos blogs: éste, que originalmente nació como Blog católico de José Martí,  pasó a llamarse Blog católico de José Martí (1). El blog de "Il Trovatore" ahora se llama  Blog católico de José Martí (2) .

viernes, 27 de septiembre de 2013

Mentiras del diario El País

¡Ojo con los mentiras del diario El País! Muchos de sus periodistas no han aprendido una ética profesional mínima, cual es la de decir la verdad; y en caso de error, rectificar y desmentir lo que han dicho. Pues no, como dice Elentir: Miente, que algo queda



En la llamada sociedad de la información estamos más desinformados que nunca, pues un altísimo porcentaje de la información que nos llega es mentira: una mentira que se ha adueñado del Periodismo y, en general, de todos los medios de comunicación. Hoy el ser mentiroso se considera como algo completamente natural y normal. 

Muy mal andamos en este mundo de mentiras. Afortunadamente, aún quedan mentes lúcidas, como la de Elentir y la de muchos otros (más de los que pudiéramos pensar), que siguen llamando a las cosas por su nombre: Al pan, pan; y al vino, vino. Esperemos que este número siga aumentando. De lo contrario, estamos abocados a grandes calamidades: al fin y al cabo, el demonio es el padre de la mentira. Y tiene, por cierto, muchísimos seguidores; y fervorosos. 

Es preciso andar con pies de plomo y no creer cualquier noticia al tuntún.  Conocimiento de la realidad, discernimiento y sentido crítico, para no tragarnos todo lo que nos digan. Eso es lo que este mundo necesita. 

De ahí la enorme importancia de la educación: primero en las familias y luego en los centros educativos: el amor a la verdad... siempre, por encima de todo. Eso es lo que podrá transformar y cambiar radicalmente esta sociedad que se nos va a pique a una velocidad de vértigo. 

jueves, 26 de septiembre de 2013

Sigue el enredo (Fray Gerundio)

No sé qué pasa, pero en este mundo en que vivimos, parece que las cosas no son lo que son, sino lo que cada cual quiere que sean y según como quiera interpretarlas. Ya dije hace unos días que parece que la prensa laica (un modo muy moderno de llamar a la prensa atea y anticatólica), anda interpretando bastante bien las palabras de Francisco en la ya famosamente enredadora entrevista, mientras que la prensa catolicona se ha dedicado a demostrar, que lo que interpretó la prensa atea no es lo que quiso decir Francisco. Es una pena, porque si hubiera hablado con total claridad, no tendríamos estos epílogos a la tan cacareada entrevista.

La Iglesia, que siempre ha sido sabia, hasta que los sabios actuales han decidido convertirla en tontorrona y ambigua, utilizó en todo momento en sus exposiciones doctrinales, condenas, aclaraciones y declaraciones un lenguaje claro, conciso, sin dejar lugar a la menor duda, sin dar posibilidad a las torcidas y/o interesadas lecturas. Incluso los herejes, se expresaban con claridad. Y de esta forma, claridad de unos por claridad de otros, las condenas quedaban bien claras y los herejes o se retractaban o permanecían claramente en su error.Precisamente por eso, la Iglesia condenaba las proposiciones de Lutero, de Bayo, de Quesnel, del Modernismo y de tantos otros, utilizando el lenguaje y las expresiones que ellos mismos habían utilizado...Lo mismo ocurrió siempre con las proposiciones emanadas de los Concilios. De un lado se determina lo que se quiere decir, la doctrina que establece el Concilio. Pero para que no haya dudas, por otra parte (en los cánones correspondientes) se declara anatema, a quien no acepte la susodicha proposición. 

Veamos un ejemplo del Concilio de Trento: Si quis dixerit, baptismum liberi esse, hoc est non necessarium ad salutem, anatema sit. (Si alguno dijere que el Bautismo es libre, es decir, que no es necesario para la salvación, sea anatema). [DS, 1618]

Todavía más. Ya en el siglo XX, las preguntas que se remitían a la Pontificia Comisión Bíblica (a quien León XIII confirió carácter magisterial), se contestaban también en el mismo sentido en que se había hecho la pregunta. De esta forma la respuesta era SÍ  (positivo) o NO (Negativo). No había tampoco lugar a dudas... Luego, más adelante, vinieron las frases ambiguas, las expresiones de doble sentido, las interpretaciones torcidas, el deseo de no condenar, la necesidad de comprender el punto de vista del hereje de turno… y un etcétera tan largo, tan largo, que llega hasta nuestros días.

Recuerdo los días de mi noviciado, cuando mi Maestro de Novicios afirmaba con una seguridad sorprendente, que cuando la Iglesia abandonara de facto a Santo Tomás de Aquino, el desastre se cebaría sobre ella. Y así parece ser. Mientras se sigue diciendo que hay que seguir el magisterio del Aquinate, se niega de hecho su importancia y entonces es cuando las palabras no dicen lo que quieren decir, sino lo que cada cual quiera interpretar. El abandono de la filosofía del ser, tiene que pagar necesariamente un alto precio. Aunque no se reconozca del todo, así es en verdad.

En este sentido hay algo en la entrevista (entre otras muchas cosas) que me perturba. Cuando el Papa dice: La nuestra no es una fe laboratorio, sino una fe-camino, una fe histórica. Dios se ha revelado como historia, no como un conjunto de verdades abstractas. ¿Qué quiere decir con esto? ¿No hay verdades abstractas en el catolicismo? ¿Qué entiende por verdades abstractas? ¿Es verdad abstracta el dogma cristológico de Calcedonia, que tantos ahora se empeñan en negar bajo el paraguas de las  “cristologías no calcedonianas”? ¿es histórico el concepto de persona de Calcedonia referido a Jesucristo? ¿es verdad abstracta la transustanciación? ¿Es verdad abstracta la virginidad de María?

Así que, aunque no soy jesuita, voy a proponerle al Santo Padre que me conteste a una nueva entrevista que le voy a preparar. Pero solamente a base de respuestas sí/no. Sin matices. Sin hermenéuticas. Como los catecismos antiguos. Seguro que eso tranquilizará a todos los católicos fieles que andan excesivamente preocupados por las expresiones papales. Aunque como no soy jesuita, probablemente no pueda haber ese feeling entre entrevistador y entrevistado del que hemos podido disfrutar con La Civilttá Católica.
Seguro que resultará sumamente interesante y fácil de leer. Y por supuesto, los medios “laicos” no podrán interpretarla a su antojo. Y los católicos fieles no quedarán sumergidos en la duda.
Fray Gerundio, 26 de septiembre 2013

domingo, 22 de septiembre de 2013

Entrevistas de destrucción masiva (Fray Gerundio)

Vengo insistiendo desde hace meses, en que no se da un solo paso en el Pontificado de Francisco, que no esté calculado, medido y tasado hasta el milímetro. Vaya usted a saber con qué malévolas intenciones, esta situación ha estado preparada desde algún tiempo anterior a la renuncia de Benedicto XVI, de tal forma que ahora podemos percibir con claridad que se trata de un asalto a las más fundamentales creencias de la Iglesia. Eso sí, por medio de instrumentos inusuales y sin utilizar los caminos oficiales de la enseñanza papal. Son sermoncillos en Santa Marta, entrevistas multicolores, pequeños discursos dominicales y sobre todo rumores, muchos rumores, que se presentan como llamadas telefónicas, respuestas a cartas personales, confidencias a amiguetes de la infancia, etcétera. Pero claro está, viniendo del Papa, producen desconcierto en muchos, desazón en otros y extrañeza en todos.

Cada día tenemos a la vista nuevas formas de llevar a cabo este tsunami arrasador. Esta semana ha sido la entrevista que un jesuita hace a Francisco y que ha sido publicada a la vez en varias revistas de la Compañía. Ya se sabe lo que son las revistas teológicas de la Sociedad de Jesús desde hace 40 años. Siempre han enredado los jesuítas, pero ahora lo hacen con pompa y solemnidad. Toda esta enorme cantidad de disparates, una vez encendido el ventilador, se han difundido con la rapidez con que se difunde el mal olor cuando se abre la puerta de la cloaca.
No hay más que echar un breve vistazo a la prensa laica, atea, mundana y enemiga secular de la Iglesia, para ver la alegría con que ha sido acogida la entrevista de marras. Todos están felices y se puede resumir su alegría en algunos de los titulares más repetidos: “La Iglesia empieza a comprender los verdaderos problemas del mundo”. “Por fin la Iglesia abre la mano”. “La Iglesia acepta la homosexualidad”. “Histórica apertura del Papa sobre divorcio, aborto y gays”.

En el otro lado del proscenio, la prensa religiosa, llamada informativa, insiste en que las palabras del Papa son interpretadas fuera de contexto, en que el Papa no quiso decir tal cosa, en que la maldad de los medios esconde las verdaderas, sabias y ortodoxas palabras de Francisco. Hay incluso alguna página web católico-informativa que lo único que selecciona de dicha entrevista es el siguiente titular: “Yo soy un pecador”.

Pues muy bien. Pero se aprecia en estos medios una cierta preocupación, un desengaño descomunal, una tristeza disimulada. Y en este caso, los titulares de la prensa son verdaderos. Desgraciadamente, al Papa Francisco no hay que re-interpretarlo porque dice lo que dice. Con la claridad suficiente para que los malos se froten las manos y con la claridad suficiente para que los hijos de la Iglesia (los que nunca antes hubieran dudado lo más mínimo de lo dicho por el Papa, los que nunca antes se cuestionaron su obediencia ciega al Sumo Pontífice), observen con estupor lo que sucede a su alrededor.

Sí. El Papa habla clarísimamente con su lenguaje ambiguo y populista. Las verdades de la fe no se atacan directamente (faltaría más), pero se expresa todo con una duda metódica tal, que sólo Dios sabrá el daño que hace a las almas católicas, las mismas que observan con verdadero pavor que tales palabras han sido dichas por el Sumo Pontífice. Qué casualidad: en estos casos de palabras de destrucción masiva, sí que se habla para toda la Cristiandad. Aunque luego él insista tanto en llamarse Obispo de Roma.

Nos queda mucho por ver y mucho por sufrir. Aunque desde luego Dios se reserva siempre la última palabra. De ahí que la Esperanza de tantos católicos no deba nunca desaparecer. Dios actúa con sus plazos y sus tiempos. 
Confiemos en Él.


Fray Gerundio, 22 de Septiembre de 2013

Entrevista al Papa Francisco: 19 a 29 agosto 2013


Coloco en este post un enlace a la demasiado famosa entrevista del Papa Francisco que tuvo lugar entre los días 19, 23 y 29 de agosto de 2013 y de la que se han hecho eco todos los medios de comunicación,  unos sacando ciertas frases fuera de contexto, otros interpretando "a su manera" lo que ha querido decir; alguno incluso diciendo cosas que no ha dicho, etc...  Yo me limito aquí, de momento, a poner un link a dicha entrevista para que se sepa exactamente todo lo que ha dicho, porque lo que ha dicho lo ha dicho. Que cada uno saque sus conclusiones. Las mías espero reflejarlas pronto en el próximo artículo. Para acceder al contenido de la susodicha entrevista pincha aquí


lunes, 16 de septiembre de 2013

Anexo al artículo sobre el limbo de los niños (José Martí)



Al poco de haber acabado de escribir los cuatro artículos sobre el limbo me encontré con una página web de Tradición digital, en la que aparecía un artículo del padre Ángel David Martín Rubio, altamente interesante, que hablaba de la importancia fundamental del bautismo para la salvación. No lo reproduzco enteramente aquí, por supuesto, aunque  sí dejo un enlace al mismo. Pinchar aquí 

Me tomo la libertad de escribir algunos de los párrafos de dicho artículo. En concreto, aquéllos que se refieren a la salvación (o no) de los niños muertos sin bautismo,  y a otros graves errores que existen en ese sentido. Dice así este autor (la negrita es mía):

Al decir que “el Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre”, la dificultad radica en que la fórmula usada por el Concilio es tan poco explícita y se prescinde del inciso con tanta facilidad, que se acaba equiparando ambas uniones: la genérica (por el mero hecho de la Encarnación) y la real (por la gracia). 

Por eso, en la práctica se acaba concluyendo en la idea de una “Redención Universal” concebida en términos que extiende la relación de la gracia tal como existe entre Cristo y su Iglesia, a todo hombre y, con ello, a toda la humanidad.

Por el contrario, según la doctrina católica la aplicación de los frutos de la redención a cada hombre en la obra de la justificación está ligada a la fe y al Bautismo

[Ciertamente esto es muy grave]. A la luz de la nueva teología -continúa diciendo nuestro autor- estas realidades se convierten en superfluas  y, por eso, carece de sentido la necesidad de la salvación a través del Bautismo, de la fe y de la Iglesia. Y a partir de ahí todas las fantasías son posibles.

Por eso, es necesario recordar que los adultos pueden suplir el Bautismo con el acto de caridad o deseo del Bautismo, y con el martirio. En cambio, los niños que no son capaces de formular un voto o deseo, no tienen otro medio que no sea el Bautismo de agua o el martirio.

Esta última afirmación se entiende no cuando hablamos de algún caso particular (Dios puede, si quiere, otorgar la salvación eterna sin los Sacramentos), sino como ley general.

Hay también una afirmación interesante, en la que no siempre caemos en la cuenta y es que nadie tiene derecho a la gracia. Más aún, el don de la perseverancia es totalmente gratuito así como la predestinación misma. Este don Dios se lo concede a quienes quiere y como quiere.

En conclusión, Dios con su voluntad libérrima puede, del modo que Él quiera, subvenir a los niños para que no perezcanSin embargo, de estos casos no consta y las opiniones acerca de la situación eterna de los niños que mueren sin haber recibido el Bautismo carecen en verdad de fundamento sólido.

Hasta aquí el autor. La conclusión final, a mi entender, que coincide con lo que yo ya he escrito sobre este tema, es que hay que mantener la doctrina de siempre, porque peligra el pecado original y la necesidad del bautismo para la salvación

Pero, por otra parte, y esto sería de modo excepcional, hay que tener en cuenta siempre que los caminos de Dios no son nuestros caminos (Is 55, 8) y que Dios distribuye su gracia a quien quiere y como quiere; y tiene en cuenta todas las circunstancias, que nosotros desconocemos. Dios es más sabio y más bueno y más justo y misericordioso de lo que ninguno de nosotros podría ser nunca. Y no cabe duda de que, en su infinita Sabiduría, Bondad y Misericordia, actuará siempre bien;  y lo que haga  será siempre lo mejor. 

Pero puesto que este asunto sólo Dios lo conoce y se trata de un tema tan serio, sería una grave imprudencia y temeridad arriesgarse a no bautizar a un niño, pensando en que Dios lo va a salvar de todas maneras. Eso no es así.  Ya sabemos que los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos (Is 55,8). Se impone ser sencillos y actuar con seguridad. Y lo seguro, y en lo que no caben elucubraciones de ninguna clase, es el bautismo. No le demos ya más vueltas.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Renovar el mundo (José Martí)


Cuando se hace oración, es necesario comenzar siempre invocando la ayuda del Espíritu Santo, porque es su voz la que necesitamos oir. Se suele usar esta plegaria: "Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu Amor. Envía tu Espíritu, Señor y serán creadosY se renovará la faz de la Tierra." [Lo escrito entre cursivas y en negrita es del Salmo 104, versículo 30].


Sólo el Espíritu de Jesús puede renovar la faz de la Tierra. Pero ese Espíritu debemos pedirlo y pedirlo insistentemente y con confianza: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar a vuestros hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lc 11, 13). A veces pedimos y no recibimos. Y es que no pedimos como debemos: "Pedís y no recibís porque pedís mal, para dar satisfacción a vuestras pasiones" (Sant 4,3). Y es que nuestra oración debería ser como la de Jesucristo quien "en los días de su vida en la tierra, ofreció con gran clamor y lágrimas, oraciones y súplicas al que podía salvarle de la muerte, y fue escuchado por su piedad filial; y aun siendo Hijo, aprendió por los padecimientos la obediencia" (Heb 5, 7-8).  Así pues, hemos de pedir al Señor con insistencia que nos conceda su Espíritu, con confianza en que nos lo dará, y poniendo en nuestra súplica todo nuestro ser y todo nuestro corazón, porque está en juego la propia salvación y  también, en cierto modo, la salvación del mundo, pues Dios cuenta con nosotros para renovarlo.




Renovar algo significa "volver a hacerlo nuevo". El mundo de hoy está envejecido y triste. ¿Tiene solución su enfermedad?. ¿Puede rejuvenecer? En la conversación con Nicodemo, éste le dijo a Jesús: "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?" (Jn 3,4). Y Jesús le contestó diciendo que "si uno no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5), explicándole que se trataba de un verdadero re-nacer, pero en el Espíritu (Jn 3,6); de ahí que luego le diga: "No te sorprendas de que te haya dicho que es preciso nacer de nuevo" (Jn 3,7). 


Tan importante es esto que cuando le presentaban unos niños a Jesús para que los tomara en sus brazos y los discípulos reñían a la gente, Jesús al verlo se enfadó y les dijo: "Dejad que los niños vengan conmigo y no se lo impidáis, porque de los que son como ellos es el Reino de los Cielos" (Mc 10, 14). Y añade: "En verdad os digo que quien no reciba el Reino de Dios como un niño no entrará en él" (Mc 10,15). "Y abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos" (Mc 10,16). De modo que renacer y hacerse como niños viene a ser lo mismo. La renovación radical, en lo más profundo de nuestro corazón,  equivale a hacerse realmente como niños: sencillos,  humildes, con mirada pura, confiados completamente en Dios, que es nuestro Padre, y en Jesucristo, que es nuestro hermano mayor.


Pues bien: esa renovación a la que estamos llamados, y que necesitamos con urgencia, sólo es posible en el Espíritu (escrito con mayúsculas, es decir, el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesucristo). Y aquí es preciso ser muy prudentes: "Queridísimos: no creáis a cualquier espíritu, sino averiguad si los espíritus son de Dios, porque han aparecido muchos falsos profetas en el mundo" (1 Jn 4,1). ¿ Y cómo podemos discernir entre un espíritu que venga de Dios y otro que venga del diablo? Aquí viene la explicación de San Juan: "En esto conocéis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiese a Jesucristo venido en carne, es de Dios" (1 Jn 4,2). 


Esta advertencia es enormemente importante y es hoy más actual todavía que entonces, cuando fue dicha por el apóstol: son muchos los que hoy han renegado de Jesucristo, o bien negando su divinidad o bien su humanidad, siendo así que Jesucristo es Dios, verdadero Dios, pero también ha venido en carne, y es hombre, verdadero hombre. Ambas cosas son ciertas en lo que se refiere a Jesús. Y quien así no lo crea incurre en un pecado grave de herejía.




Y continúa diciendo San Juan: "todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios. Ése es el espíritu del Anticristo, de quien habéis oído que va a venir, y ya está en el mundo"  (1 Jn 4,3). San Juan dice las cosas con una claridad meridiana. Hoy, más que nunca, el mundo odia a Jesucristo; y si hacemos caso de lo que dice San Juan, podemos concluir diciendo que el mundo de hoy está dominado por el Anticristo, que ya está en el mundo. Estas palabras proceden de la Sagrada Escritura, son Palabra del mismo Dios, que no engaña. Y puesto que son verdad,  deberíamos de tomarlas muy en serio.


Jesucristo hablaba ya del demonio como "el príncipe de este mundo" (Jn 12,31), " homicida desde el principio... mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44). ¿Debemos tener miedo, entonces? Sí, pero sólo en parte, y siguiendo siempre la recomendación del Señor: "No tengáis miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; temed ante todo al que puede hacer perder alma y cuerpo en el infierno" (Mt 10,28). 


¿Existe algún remedio para poder librarnos de todas estas calamidades que nos rodean y que se respiran en el ambiente pagano y anticatólico en el que estamos inmersos? San Pablo nos da una solución que, en realidad, es la única posible:  "Revestíos -nos dice- con la armadura de Dios para que podáis resistir las insidias del diablo, porque no es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los principados, las dominaciones de este mundo de tinieblas y contra los espíritus malignos que están en los aires. Por eso, poneos la armadura de Dios para que podáis resistir en el día malo y, tras vencer en todo, permanezcáis firmes" (Ef 6, 11-12).






Necesitamos la armadura de Dios. No hay armas humanas que nos puedan ayudar a vencer en esta contienda. San Pablo, a renglón seguido, nos va señalando cuáles son esas armas que necesitamos para no caer derrotados en la lucha contra el diablo (ver Ef 6, 13-18). Cada una de ellas tendría que ser meditada en la presencia de Dios, rogándole, con insistencia, que nos las hiciera entender y que nos ayudara a ponerlas en práctica. Entre esas armas (todas ellas fundamentales) la más importante es la que se refiere al Espíritu: "Recibid ... la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios, mediante oraciones y súplicas, orando en todo tiempo movidos por el Espíritu" (Ef 6, 17). No debemos olvidar que se está hablando aquí del Espíritu Santo, es decir, del Espíritu de Jesús (y no de cualquier espíritu). Este Espíritu, que aunque "sopla donde quiere, y oyes su voz, no sabes ni de dónde viene ni adónde va" (Jn 3,8)  puede llegar, en principio, a todos los hombres de cualquier clase y condición y en las circunstancias más impensables, pero no es eso lo ordinario. 


Hay algo aquí que es sumamente importante y trascendental y es lo siguiente: Dios nos ha hablado por medio de su Hijo. Pero las palabras del Hijo, contenidas en la Escritura y en la Tradición y custodiadas e interpretadas por la Iglesia, tienen que ser luego oídas por cada hombre y escuchadas en la intimidad personal. Sin olvidar que esta escucha y esta intelección, para que sean auténticas y no aparten de la verdad, tienen que ser hechas en la Iglesia y con la Iglesia. Es aquí donde interviene el Espíritu, sin cuya labor la revelación llamada oficial nunca terminaría de hacerse efectiva en nosotros: "El Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os traerá a la memoria todo lo que Yo os he dicho" (Jn 14,26) [del libro La oración, del padre Alfonso Gálvez]


Necesitamos de la palabra de Dios, revelado en Jesucristo, Palabra que sólo puede ser hecha realidad en nuestra vida mediante la acción del Espíritu Santo. Para lo cual, ciertamente, debemos responder con generosidad a las insinuaciones de amor que Dios nos dirige. Así es la palabra de Dios: "viva y eficaz, y más cortante que una espada de doble filo: entra hasta la división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y descubre los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay ante ella criatura invisible, sino que todo está desnudo y patente a los ojos de Aquél a quien hemos de rendir cuentas" (Heb 4, 12-13).


Finalmente, es bueno traer a la memoria que "los frutos del Espíritu son: la caridad, el gozo, la paz, la longanimidad, la benignidad, la bondad, la fe, la mansedumbre, la continencia. Contra estos frutos no hay ley" (Gal 5,22-23)

viernes, 13 de septiembre de 2013

El limbo de los niños (y IV) por José Martí

Con relación a los niños que mueren en el vientre de su madre y, por lo tanto, sin bautizar... siempre queda la posibilidad de que Dios actúe, en casos concretos, por razones que sólo Él conoce, y que a algunos de ellos les conceda la gracia santificante que les permita gozar de la visión beatífica en el Cielo, junto a Él. Pero esto deja demasiado abierto el camino a la imaginación y no deja de ser una mera conjetura; lo que no ocurre, en cambio, si se admite la existencia del limbo, ya definida como cierta por la Iglesia desde hace mucho tiempo (aunque, es conveniente insistir, no se trate de ningún dogma de fe). De hecho, la Iglesia, aunque no se ha pronunciado de modo expreso en ese sentido, sí lo ha hecho, de alguna manera, desde el momento en que no afirma, de modo categórico, que el limbo no exista, pues el hacerlo supondría la no necesidad del bautismo para la salvación, lo que es una herejía. Sabia y prudente es la Iglesia...

... de modo que, en principio, lo que les espera a los niños muertos sin bautizar y con sólo el pecado original, es de suponer que es el limbo (así se ha convenido en llamar a ese lugar). La situación de estos niños allí sería la de una felicidad natural, una felicidad propia de seres humanos, pero que no han sido elevados a la condición de hijos de Dios por el bautismo y que, por lo tanto, no pueden disfrutar de la visión de Dios




No hay modo de saber si a una persona concreta Dios le va a dar la gracia de la salvación, como modo extraordinario. ¡Por supuesto que puede hacerlo! Pero puede también que no lo haga; y desde luego, sería sólo en casos excepcionales. Como se ha dicho ya hasta la saciedad, todo lo que se piense en ese sentido no dejan de ser meras hipótesis y elucubraciones piadosas de las que no se tiene la menor seguridad. En cambio, la existencia del limbo es aceptada por los Padres de la Iglesia y es doctrina común de la Iglesia, aunque aún no haya sido declarada como dogma. Y lo prudente y lo aconsejable es optar por lo seguro (máxime si se trata de algo tan serio como es la salvación eterna).


Conviene no olvidar que, al fin y al cabo, es Dios quien concede gratuitamente su gracia y lo hace a quien quiere. Nadie puede exigirle nada, en ese sentido; ni Dios es injusto por no conceder a todos la gracia santificante. Lo que es natural y propio de la naturaleza humana, eso es lo exigible por la misma naturaleza. Pero es preciso distinguir entre lo que es natural y lo que es sobrenatural. El orden de lo sobrenatural está por encima de nuestra naturaleza (ya lo dice la palabra: sobre-natural): no es algo que el hombre pueda exigir a Dios, como si tuviera derecho a ello,  y Dios tuviera necesariamente que concedérselo, puesto que es de justicia. No, no es así como funcionan estas cosas. Dios es esencialmente libre. Y si concede su gracia a alguien es porque quiere, gratuitamente. No tiene ninguna obligación, en ese sentido. 




Dicho lo cual, hay que decir que  Dios quiere (¡así lo ha querido!) dar su gracia a todos los hombres, pues quiere que todos los hombres se salven (1 Tim 2,4). Pero, y este matiz es fundamental, ha querido realizar esta concesión de su gracia condicionándola a nuestra respuesta a su Amor. Luego resulta que nuestra propia salvación va a depender, en realidad, de nosotros mismos, de que verdaderamente queramos salvarnos: de la voluntad de Dios y de su Amor por nosotros no tenemos ninguna duda. Él quiere nuestra salvación (1 Tim 2,4)... Sólo hace falta que nosotros también queramos, pero que queramos de verdad, no sólo con palabras, lo que lleva consigo, entre otras cosas, el cumplimiento de sus mandamientos, el tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (ver Fil 2, 5), el vivir en nosotros su propia Vida y el darle nuestro corazón para que Él nos pueda dar el Suyo. 


En otras palabras, es necesario entrar por la puerta estrecha, lo que supone la negación de uno mismo, el tomar la cruz y el dejarlo todo por amor a Él. El Señor no se anda con rodeos cuando habla: "Quien ama a su padre o a su madre más que a Mí, no es digno de Mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a Mí, no es digno de Mí; y quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de Mí. Quien quiera ganar su vida la perderá, pero quien pierda su vida por Mí, la encontrará" (Mt 11,37-39).  Y también: "Quien acepta mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y quien me ama será amado por mi Padre, y Yo lo amaré y me manifestaré a él" (Jn 14,21).  "Si estas cosas entendéis seréis dichosos si las ponéis en práctica" (Jn 13,17). El Señor nos lo ha dado todo, por Amor, pero también nos lo exige todo, como respuesta amorosa a su Amor: "...siendo rico se hizo pobre por vosotros para que os enriquecierais con su pobreza" (2 Cor 8,9). Y así, también nosotros, una vez enriquecidos, seríamos capaces de entregarle, por amor, todo lo que antes Él nos había dado: nos haríamos pobres por Él, pobreza que es la máxima expresión de amor posible; y que es a la que debemos aspirar todos los cristianos para parecernos así a nuestro Maestro.

  

La negación de la existencia del limbo lleva a conclusiones muy peligrosas para la fe. Por ejemplo, si se niega la existencia del limbo entonces: 


a) Aparece la duda sobre la necesidad absoluta del bautismo para salvarse (esta necesidad es dogma de fe: no se puede negar sin caer en herejía)


b) Aparece también la duda sobre la urgencia y la necesidad de ser bautizados lo más pronto posible, pues de todas maneras el niño, aunque no se bautizase se seguiría salvando igualmente.


c) Se minimiza la gravedad del aborto, porque según estas premisas al niño abortado se le estaría enviando directamente al cielo.


d) Se relativizan todos los medios ordinarios que la Iglesia ha dispuesto para nuestra salvación. Nos quedamos sólo con la primera parte de la copla, aquélla que habla de que Dios quiere que todos los hombres se salven, pero nos olvidamos de lo más importante... y es que dice el mismo Dios, por boca de San Pablo, hablando de Jesucristo que "ningún otro Nombre hay bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4,12); lo que significa que la salvación sólo es posible en el seno de la Iglesia, y que no da lo mismo tener una religión u otra, o incluso no tener ninguna (en contra de la opinión, tan extendida hoy en día, de que nadie se condena)


e) Si resulta que para salvarnos no necesitamos, en realidad, ni de Jesucristo ni de su Iglesia, ¿qué sentido tiene, entonces, la venida de Jesús al mundo? El amor que demostró Jesús por todos y cada uno de nosotros, siendo obediente a su Padre hasta la muerte y muerte de cruz, para librarnos del pecado, no habría servido para nada. Y la misma existencia de Jesús sería absurda. Eso no es así, en absoluto.


Sabemos, por la fe, y con certeza, que Jesucristo, siendo, como es, verdadero hombre, es también verdadero Dios. Resucitó por Sí mismo, triunfando de la muerte y del pecado, y haciendo posible que los que, por su gracia, estemos unidos a Él y creamos en Él, podamos reunirnos definitivamente con Él y con todos los santos, en el Cielo.


Ésa es la razón, a mi entender, por la que la Iglesia no ha negado nunca, expresamente, la existencia del limbo, y aunque tampoco se haya declarado como dogma dicha existencia,  si reflexionamos un poco, de modo coherente y lógico, sobre lo dicho más arriba, llegamos fácilmente a concluir que el limbo existe realmente. Esta realidad ha sido creída durante muchos siglos por los cristianos, y es doctrina cierta de la Iglesia, pese a no haber sido declarada como dogma de fe. Ya nos referimos a esto, cuando poníamos como ejemplo el caso de la Asunción de la Virgen María en cuerpo y alma a los cielos, creencia común de todo el pueblo cristiano, y creencia cierta, hasta ser declarada dogma por el papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950; momento a partir del cual quien no creyere en la Asunción de María, incurriría automáticamente en herejía.


Pienso sinceramente, como colofón, que lo que se oculta bajo todos estos "buenismos" de hoy en día es, ni más ni menos, que la pérdida de la fe: Ya no se cree en Dios, ni en la existencia del demonio, ni en el pecado, ni en la necesidad de salvación. No se cree que exista otro mundo que no sea éste. Jesucristo fue un mero hombre, pero no fue Dios. La resurrección de Jesús es una fábula, etc. Estamos llegando a una situación altamente preocupante, cual es la de la gran Apostasía, pues este fenómeno se está extendiendo por todo el mundo... pero éste es un tema que excede el propósito de este escrito. 

José Martí