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miércoles, 20 de abril de 2011

CIENCIA Y RELIGION

Es éste un tema que ha sido muy estudiado a lo largo del tiempo por científicos y filósofos de gran prestigio y renombre universal, por lo que es prácticamente imposible abordarlo en profundidad en unas pocas páginas.
Consciente de ello, y a pesar de mis limitaciones, intentaré decir lo esen­cial del mismo, basándome en las siguientes palabras del Papa Juan Pablo II a los universitarios de México y de América latina el 15 de febrero de 1979: "Si la investigación científica procede de acuerdo con méto­dos de rigor absoluto, y permanece fiel a su objeto propio; y si la Escritura se lee según las sabias directrices de la Iglesia... no puede haber oposición entre la fe y la ciencia. En los casos en que la historia señala una oposición así, derivaba siempre de posiciones erróneas que el Concilio ha rechazado abiertamente... "
Es decir, el objeto de la fe y el objeto de la ciencia son distintos. La incompatibilidad, muchas veces "voceada", entre Ciencia y Religión, se debe a que no se conoce con exactitud en qué consiste la Ciencia o en qué consiste la Religión, o quizás en ambas cosas. Aunque, de todos modos, es preciso decir que, por encima de las diferencias que distinguen Ciencia y Fe, existe una profunda semejanza entre ambas: la búsqueda de la verdad, apoyada en el ejerci­cio de la libertad.
La investigación científica, llevada a cabo con honradez y hasta sus últimas consecuencias, tiene conciencia clara de las limitaciones del conocimiento y de los métodos de las ciencias experimentales: de toda la realidad, estas ciencias sólo consideran el mundo de la materia, y de éste sólo su aspecto cuanti­tativo. La certeza de las conclusiones científicas se refiere sólo a la utilidad de las mismas para descri­bir un determinado fenómeno o para preverlo. Por eso, la ciencia experimental tiene casi siempre un cierto carácter de provisionalidad y es mudable: nuevos datos o nuevos dispositivos experimentales hacen no sólo rectificar teorías y conclusiones científicas, sino, a veces, cambiarlas totalmente.
La Religión es el conocimiento y la inteligencia de que no somos lo último, ni somos el Origen: el Origen es Dios. El hombre es criatura de Dios: el hombre, como ser creado por Dios, se reconoce esencialmente dependiente de Dios.
Puede decirse que entre Ciencia y Religión, objeti­vamente consideradas, no hay posibilidad de encuentro. El encuentro es subjetivo en el interior de la persona que las conoce.
La Religión cristiana, en concreto, tiene como base un hecho histórico fundamental, que la diferencia del resto de las demás religiones: en ella no hay tanto -aunque también- una búsqueda de Dios por parte del hombre, cuanto una manifestación de Dios al hombre: Dios mismo se hace hombre. Y este Hombre-Dios, que es Jesucristo, nos descubre el tremendo misterio de Dios, como Trinidad de Personas en una sola Naturaleza divina -un solo Dios-, de las cuales la Segunda Persona, el Hijo, ha tomado sobre sí la naturaleza humana- se ha hecho verdaderamente hombre- sin dejar de ser Dios: misterio sublime de la Encarnación. Y todo esto por una sola razón, incomprensible a la pura razón razonadora de la persona humana: por puro Amor desinteresado.
Al hecho histórico de la Revelación debe seguir, en la persona humana, una vez que ha conocido suficientemente este hecho, una respuesta: O bien de no aceptación, o bien de aceptación de esta Revelación, y del contenido de la misma, mediante la fe. Respuesta que no sólo es de tipo intelectual, sino de todo el ser humano: respuesta vital.
Para que se dé la fe no es suficiente-aunque sí es indispensable la "buena voluntad", el "querer creer". Es necesaria la gracia de Dios. Ésta dispone a la voluntad y capacita al entendimiento para dar un sí a verdades y realidades que le sobrepasan. No debe olvi­darse que Dios siempre está dispuesto a conceder su gracia a todas las personas de "buena voluntad", a todos aquellos que tienen un buen corazón: el que quiera creer, y lo quiera de verdad, puede tener la seguridad de que acabará creyendo, porque la gracia de Dios no le va a faltar.
La recta comprensión, pues, de lo que es la Ciencia experimental y de lo que es la Religión, pone de mani­fiesto la imposibilidad de los pretendidos conflictos o incompatibilidades entre ambas: Ciencia y Religión están en planos distintos. La Religión nos habla de la naturaleza y del ser de Dios, por una parte y, por otra, de las cosas creadas, en cuanto relacionadas con El.
La Ciencia profundiza en los fenómenos del mundo material y amplía la visión de esa maravilla del Uni­verso, el cual refleja así la omnipotencia y la sabi­duría de su Creador. Y de un modo particular, la Cien­cia moderna ha contribuido y está contribuyendo notablemente  a profundizar en ese asombro que produce la contemplación de la Naturaleza, poniendo de manifiesto, una vez más, el carácter "sinfónico" de la reali­dad creada.
No se puede rechazar a Dios en nombre de la Cien­cia. Si se produce tal rechazo será por otras razones, pero no porque exista ningún tipo de contradicción entre Ciencia y Religión. Y, no sólo no disienten entre si Religión y Cien­cia, Fe y Razón, sino que, por el contrario, se pres­tan mutua ayuda.
Las verdades del universo, que las Ciencias inves­tigan y descubren, y las verdades reveladas, recibidas por la fe, tienen el mismo origen: Dios. Es el mismo Dios el que ha puesto en la persona humana la luz de la razón y la luz de la fe. Y Dios no puede negarse a sí mismo. La verdad no puede contradecir jamás a la verdad. Ambas verdades se orientan, en sus diversos planos, a la perfección de la persona humana. Concu­rren, por lo tanto, al mismo fin. Y no se coartan en sus propias investigaciones, sino que se sirven de mutuo estimulo.
Como colofón a este pequeño artículo, se hace pre­ciso recordar que los progresos en la verdad, de cual­quier tipo que ésta sea, aunque es cierto que contri­buyen al progreso del ser humano, no bastan, por sí solos, para realizar este progreso. Surge así, ante nosotros un nuevo tema, en el que no vamos a ahondar, de momento: el tema de la libertad humana. El ser huma­no ha de tomar decisiones personales para vivir en conformidad con la verdad. Y sólo entonces mejora y se perfecciona.
En definitiva: el progreso científico, para ser auténtico progreso, ha de ir acompañado del perfeccio­namiento moral de la persona. De no ocurrir así, el progreso de las ciencias -aunque por sí mismo es bue­no- puede contribuir- y, de hecho, así ocurre muchas veces-, a hacer peor a la persona humana, hombre o mujer, al darle más medios para hacer el mal.

domingo, 17 de abril de 2011

CARTA ABIERTA A MARIANO RAJOY

Estimado señor Rajoy:

A lo largo de toda mi trayectoria vital, aunque no soy afiliado de ningún partido, siempre he votado al PP (anteriormente AP), porque consideraba estar representado por dicho partido, en cuanto a su ideario y a sus líneas básicas de acción.

Sin embargo, me estoy pensando muy seriamente el dejar de hacerlo en las próximas elecciones. Y lo mismo que yo opina mucha gente con la que he hablado de este tema. No lo tienen claro, no se sienten representados por el PP actual.

Y esto ¿por qué? Hay muchas razones, aunque todas ellas se resumen en el hecho de que no se haya  usted definido explícitamente con respecto a ciertos temas fundamentales. Yo sólo voy a indicar aquí algunos (procuraré ser breve):

1º. Educación para la Ciudadanía. Esta asignatura debería ser suprimida, de modo tajante y definitivo, al menos tal como se la entiende en el Gobierno actual: si se tratase de una mera educación cívica y de conocimientos básicos de comportamiento social, pero ¡no! Se trata de un adoctrinamiento en toda regla, con fundamento en la ideología de género; y anticatólico. En muchas editoriales así es como aparece. Para colmo es una asignatura obligatoria. Y el colmo de los colmos es que se dirige a mentes infantiles, en formación, necesitadas de crecer como personas normales y con sentido crítico (éste desaparece; y queda sólo el pensamiento único totalitario y marxista: aunque no se quiera reconocer, ésta es la pura verdad)

2º. Matrimonio entre homosexuales.  La palabra matrimonio para esta relación debería ser suprimida, porque no se atiene a la verdad. Por más que se diga, cualquier relación sexual entre personas humanas, independientemente de su sexo, eso no es matrimonio. El matrimonio es (y ha sido siempre) la unión estable entre un hombre y una mujer, con vistas a la procreación y a la educación de la prole, todo ello como resultas del amor que ambos se profesan, y atendiendo a lo que es propio de la naturaleza humana, desde que el ser humano se reconoce a sí mismo como tal. La mentira no satisface a nadie. De hecho, la mayoría de los homosexuales no están de acuerdo en que a su unión se le llame matrimonio. El "orgullo gay" indica precisamente un reconocimiento de que, en realidad, no hay tal orgullo. Si lo hubiera no necesitarían proclamarlo por todas partes. Y luego, hay que pensar en los niños. Está demostrado científicamente que el niño crece y se desarrolla con normalidad cuando tiene una madre y un padre. Para el niño es psicológicamente destructivo ser adoptado por una pareja del mismo sexo.

3º. Derecho al aborto. ¡Esto ya es el colmo! Cualquier jurista sabe que el Derecho Natural es la base de todo derecho. Cualquier ley que no respete el derecho natural "ipso facto" deja de tener carácter de ley. Y por lo tanto, no debe ser obedecida. ¿Cómo es posible que se consagre como ley algo tan aberrante? Lo primero es engañar a la mujer diciéndole que lo que tiene en su vientre no es un ser humano, sino un conjunto de células, (lo cual está completamente desmentido por la ciencia). De este modo se pretende acallar la conciencia de lo que es realmente el aborto: ¡un crimen horrendo! Aquí prima la ley del más fuerte. El ser inocente e indefenso, totalmente dependiente de su madre, es asesinado, con el consentimiento de su madre, a la que previamente se le ha lavado el cerebro con mentiras, para obtener dicho consentimiento. El niño no es un apéndice del cuerpo de la madre, sino un ser humano vivo, en las primeras etapas de su vida. Y si esa vida se "interrumpe", ¡se acabó! Se trata de una interrupción que es un acabamiento. No es una simple pausa. Es el final. Ya sabemos que "haberlos haylos". También hay ladrones, drogadictos, terroristas, prostitutas, etc., pero no por ello existe el derecho a robar, ni el derecho a drogarse, ni el derecho a matar a una persona reconocida jurídicamente como persona, ni el derecho a fornicar, etc.
Y es que una cosa es el hecho; y otra muy distinta el derecho. Aunque, de hecho, hay abortos,  el aborto no puede ser reconocido como un derecho. ¡No, no se tiene derecho a matar a nadie! ¡Y el "nasciturus" (zigoto, embrión o feto, no importa el grado de desarrollo) no es algo, sino que es "alguien"; es una persona. No hay que olvidarlo, el aborto es un crimen. Sí, aunque dicho derecho esté consagrado como tal por la ley humana. Esta ley debe ser desobedecida, porque no tiene rango de ley, desde el momento en que se opone a la ley natural, que es la base de toda ley: ¡No matarás!

4º. Laicidad del Estado. El Gobierno actual ha confundido los términos. En la Constitución se dice que "ninguna confesión tendrá carácter estatal" (Art. 16, 3). Cuando se habla de estado laico, se refiere a la aconfesionalidad del Estado, a que el Estado no se identifica con ninguna religión, porque no es ése su cometido; sin embargo, debe respetar el sentir de la mayoría y también de los grupos minoritarios. Hay una separación entre Estado e Iglesia (respetando los acuerdos con la Santa Sede). Pero de hecho, hay una auténtica persecución (y burla) contra todo lo que se dice cristiano, y no digamos católico. Una persecución que tiene lugar 24 horas al día los 365 días del año. Un ataque llevado a cabo desde todos los medios: la mayoría de la prensa, de la radio y de la televisión, que son estatales. Se pretende cambiar el "alma" de la sociedad desde el  propio gobierno. Esto no es lo propio de un Estado de Derecho, sino de los estados totalitarios y tiránicos.

. El terrorismo en el gobierno, bajo la excusa de que, mediante el “diálogo” con ETA se solucionarán los problemas que hacen sufrir a buena parte de ciudadanos españoles. Por lo tanto, no se debe colaborar, bajo ningún aspecto, con partidos que pretenden introducir en los ayuntamientos (aunque no lo digan así, expresamente) a personas vinculadas a asociaciones claramente terroristas, llámense como se llamen, ¿qué importa el nombre: SORTU, BILDU, etc…? Son las mismas personas que han demostrado, con hechos, sus verdaderas intenciones.

6. º Cambiar el sistema de votación. Lo que no puede ser es que el destino de España dependa de una minoría, de los llamados partidos bisagra, que son los que verdaderamente gobiernan.

Habría muchas más cosas de las que hablar, pero he citado las que considero fundamentales para el bien (material y espiritual) de la nación española.

Yo estoy convencido -al menos, lo estaba hasta ahora- de que la misión de un buen político es el bien común (bien de todos y de cada uno de los ciudadanos). Pienso, además -o pensaba- que un político debe ser claro y definirse, sin ambigüedades, para que el ciudadano que lo vote sea consciente de lo que hace, y lo haga de modo responsable, porque verdaderamente se siente representado por dicho partido, en sus ideas básicas fundamentales (aunque no comparta absolutamente todos sus enfoques)

Ciertamente, no le estoy pidiendo que sea usted ingenuo: lejos de mi tal pensamiento. Al contrario, pienso que debe ser muy hábil, en todos los sentidos, para poder vencer a su adversario político; o no sería, entonces, un buen político. Pero hágalo pensando siempre en el bien de España y no en medrar. Y, sobre todo,  no engañe nunca a su electorado.

Si usted, ahora mismo, me dijera, con toda claridad, y sin ningún tipo de ambigüedades, que al llegar al poder sus primeros pasos van a ser (más importantes aún que los económicos) abolir todas las leyes aberrantes del partido socialista, entre ellas las que le he citado: la "educación" para la ciudadanía, el "matrimonio" entre homosexuales y la "ley" del aborto. Luchar para que haya un mayor respeto a la religión católica (puesto que las demás sí se respetan). Cambiar el sistema educativo actual, de modo que haya una ley de educación que prime el esfuerzo. Si, además (y esto es lo más importante) estas cosas las llevara a la práctica con la misma rapidez (¡o mayor aún, si cabe!) con la que el Partido Socialista ha ido imponiendo “sus” "leyes"; todo lo cual puede hacerlo perfectamente amparado en el “verdadero” estado de Derecho...Le aseguro que no sólo tendría mi voto; al fin y al cabo, ¿qué más da un voto más o un voto menos? No es eso: lo importante es que, al actuar íntegramente, al saber sus votantes a qué atenerse cuando le voten, los va a tener de por vida como votantes (a usted y al partido que representa siempre que, al gobernar, respete -al menos- las normas básicas de Derecho Natural).

¡Necesitamos contundencia! ¡Necesitamos que nos guíen! ¡Necesitamos un buen líder, a quien lo único que le interese sea el bien común de sus gobernados! ¡Un líder que no tenga miedo de decir lo que haya que decir! ¡Un líder con autoridad, que convenza,  con sus hechos más que con sus palabras! ¡Un líder que sepa prescindir de aquellas personas de su partido que no sean coherentes con estos principios básicos! ¡Un líder íntegro que se rodee de personas igualmente íntegras y sabias, gente experta y con capacidad de entregar lo mejor de sí mismos!

Puede que esté colocando el listón bastante alto, pero es que, tal como van las cosas (¡y lo que nos espera!) es preciso que el listón esté muy alto. De lo contrario, no hay nada que hacer.

Quiero que sepa que mi voto -así como el de miles de personas- lo tiene asegurado si, como digo, procede conforme al Derecho Natural y en su programa electoral promete la derogación inmediata de esas leyes inicuas que estamos sufriendo en la actualidad.

Sinceramente, hay muchísimas más personas de lo que usted piensa que están deseando que se defina con toda claridad, sin miedos y sin complejos de ningún tipo. ¿Qué no le votan los de izquierdas? ¿Pero es que acaso lo iban a hacer? Ellos sí que tienen claro, en cambio, lo que quieren: convertir a España no ya en una dictadura, sino en una tiranía (con leyes arbitrarias): la voluntad del tirano convertida en ley. Por supuesto que jamás usarán de esos términos. Todo lo contrario: en sus bocas aparecerán siempre palabras como "democracia",  "libertad", etc…, para ver si captan a algún ingenuo que (forzoso es reconocerlo)  cada día los hay más. Un país que no piensa es el caldo de cultivo más adecuado para que el Partido Socialista se convierta en el Único Partido, sin ningún tipo de Oposición. ¡Lo que sería lamentable! 

Aún estamos a tiempo. ¡Pero hay que definirse, igual que ellos se definen! Y luego que la gente vote, por supuesto. Pero que la gente sepa a quién vota y qué es lo que de verdad está votando.

Yo no entiendo de estrategias políticas, pero lo que sí sé es que el pueblo llano y sencillo, el pueblo trabajador, necesita palabras sencillas y llanas, necesita saber a qué atenerse, necesita hechos palpables. Y si eso lo ve en usted, tenga la seguridad de que le votarán.

Si, cuando llegue el momento de las votaciones, yo no observo todas estas cosas, tendré también que definirme. Y ya no sé qué haré: no votar; votar en blanco; o votar a algún partido de inspiración católica (si es que tal partido existe) que obtenga tal vez los suficientes votos como para hacer de partido bisagra, en sentido contrario a las bisagras que tenemos ahora mismo.

Aunque pueda parecer pesimista, eso es lo que veo, lo que (a mi modesto entender) está en conformidad con lo que está ocurriendo. Y cuando algo se ha visto que es verdad, es preciso no esconder la cabeza, como el avestruz; y actuar conforme a esa verdad que se ha visto y de la que no se tiene ninguna duda (¡No hay que ser muy clarividentes para darse cuenta de todo lo que está ocurriendo hoy en día, en el mundo, por supuesto, pero particularmente en España!).

Espero sinceramente que Dios lo ilumine en sus decisiones, cuando llegue el momento de las elecciones, comenzando por las municipales del 22 de mayo de 2011, porque está en juego el futuro de todos nuestros hijos y, posiblemente, el de varias generaciones. No debemos permitir que ocurra como en Cuba o en Venezuela. ¡Otra alternativa es posible! Si el PP cambia, es posible que las cosas también cambien; y cambien a mejor. No deseo otra cosa.

Saludos respetuosos

Un ciudadano de a pie

domingo, 6 de marzo de 2011

EL PROGRESO Y EL MAL USO DE LA LIBERTAD


¿Qué es progresar? ¿Se da hoy realmente un progreso respecto de etapas anteriores? Lo cierto es que sí hay tal progreso, en algunos aspectos, en particular en el ámbito de la ciencia experimental, pero hay otros aspectos (en particular, en el ámbito del conocimiento del ser humano) en los que se está produciendo un escandaloso retroceso hacia etapas muy primitivas de la humanidad.

Es necesario no olvidar que para que pueda hablarse de auténtico progreso, éste tiene que abarcar a toda la persona. Es en el amor a la verdad, y no en otra cosa, donde se encuentra el verdadero progreso, el auténtico progreso, tanto el progreso personal, como el de toda la sociedad tomada en su conjunto.

En un artículo anterior ya hablé acerca del progreso. Cito algún párrafo:

 “… el verdadero progreso va unido siempre a la verdad, independientemente de la forma que ésta adopte, bien sea la verdad científica experimental, estudiada haciendo uso del método científico, o bien la verdad acerca del hombre, estudiada con todas las ciencias posibles: metafísica, antropología, teodicea (ciencia de Dios mediante la razón), teología (ciencia de Dios haciendo uso del dato revelado, como punto de partida), etc. Lo natural y lo sobrenatural se dan la mano; nunca se contradicen”

“El aborto, la eutanasia, el matrimonio entre homosexuales, la experimentación con embriones humanos, la libre elección de sexo y cosas por el estilo, se oponen a la verdad sobre el ser humano. Por lo tanto son antivalores; y suponen un enorme retroceso”

Todo lo que suponga un avance en el conocimiento y en la práctica de la verdad, todo lo que sea respetuoso con las leyes de la naturaleza, es un verdadero progreso. Todo lo que aparte de la ley natural es una aberración y un retroceso.

Cuando yo era chico- y existía aún el sentido común, hoy tan poco frecuente- recuerdo una estrofa que nos enseñaron en el colegio:

“No hay reloj sin relojero, no hay mundo sin Creador.
El reloj lo hizo el relojero, el mundo lo hizo Dios”.

Es evidente: Si veo un reloj, inmediatamente pienso en algún relojero que lo haya construido. Si leo un libro, por ejemplo el Quijote, e indago acerca de su autor, encuentro que tal autor existió y que tiene un nombre: Miguel de Cervantes.

Nunca se me ocurrirá pensar que las piezas del reloj se han ordenado solas para que podamos conocer la hora, ni que las letras del abecedario se hayan puesto de acuerdo para dar lugar a palabras y a frases con sentido, produciendo una verdadera obra maestra, de la que podemos disfrutar con su lectura. Cualquiera entiende esto, hasta un niño que esta aprendiendo a hablar. Sería realmente preocupante no entenderlo (preocupante en el sentido de patológico).

Y, sin embargo, de continuo vemos la inmensidad del mar, con todo tipo de peces; vemos todo tipo de vegetación y de animales. Nos vemos a nosotros mismos y a las personas que nos rodean... Y lo más admirable de todo: “¡No nos admiramos!”La naturaleza (de la que nosotros formamos parte, una parte privilegiada) nos pasa desapercibida infinidad de veces (por no decir siempre) ¿Y acaso existe una obra de arte mayor? Pero nos acostumbramos a esta realidad, tan extraordinaria, y no sabemos valorarla.

A poco que pensemos nos daríamos cuenta del orden maravilloso que impregna todo lo que existe. Si los relojes y los libros son huellas que nos indican que hay relojeros y escritores, de modo análogo, la existencia de todo lo que es, de todo lo que tiene ser, nos habla de un autor de la misma, al que todos hemos convenido en llamar Dios.

La razón (como se ve), si procede con voluntad recta (buscando la verdad por encima de cualquier otro tipo de interés) llega al conocimiento de la existencia de Dios. Esto no es nada nuevo. Ya lo dijo Aristóteles. Y de un modo más clarividente, Santo Tomás de Aquino (que, además de ser santo, era un gran filósofo y un gran teólogo) en sus famosas cinco vías.

Alguien podrá decir: Pero si es tan lógico y está tan claro, ¿cómo es posible negar la existencia de Dios? La respuesta, que pudiera parecer complicada, no lo es. El ser humano es capaz de negar la evidencia; aunque, no lo olvidemos: el problema no es de la razón que, usada rectamente, llega al conocimiento de la verdad. El problema radica en la voluntad.

El hombre es capaz de negar la verdad, aunque ésta sea evidente, y optar por la mentira, hasta el punto de llegar a creerse sus propias mentiras y, por lo tanto, engañar a otros. La historia nos muestra muchos ejemplos de que esto es así. Hitler decía: “Una mentira repetida cien veces se convierte en una verdad”. Y Stalin: “Miente fuertemente, que cuanto mayor sea la mentira más se lo creerá la gente”, así como aquello de: “Si los hechos nos contradicen, ¡peor para los hechos!”. Y mucho antes, ya en el siglo IV antes de Cristo, los sofistas pretendían, con su retórica, hacer pasar por verdad lo que era claramente mentira.

Aunque no es necesario irse tan lejos en el tiempo. Hoy tenemos innumerables ejemplos acerca de esta lamentable realidad de mentiras en la que estamos inmersos. El hombre del siglo XXI ha decidido ser dios en lugar de Dios, de modo que las cosas sean lo que el hombre quiere que las cosas sean. Gran desgracia es ésta.

Al igual que hay unas leyes físicas también el hombre, el ser humano-varón o mujer- se rige por unas leyes que Dios imprimió en él desde que lo creó. Eso sí, hay una diferencia: Dios dotó al hombre de libre albedrío, de modo que, haciendo uso de esa prerrogativa, puede saltarse las leyes divinas. ¿Puede?... Así es: puede, pues ha sido creado por Dios con libertad de elección, libre para decidir entre obedecer las leyes de Dios o no hacerlo. Claro que… el hombre no puede elegir la consecuencia de sus actos; en concreto: la felicidad, la alegría, la vida plena,  sólo se logran en el cumplimiento de las leyes que Dios ha inscrito en nuestra naturaleza, al crearnos: en la obediencia libre a esas leyes nos transformamos en aquello que Dios pensó para nosotros cuando nos dio el ser y la vida: nuestro verdadero yo cobra consistencia, cuando vivimos conforme a la voluntad de Dios. En esto nos asemejamos a Jesucristo, quien dijo de Sí mismo: “He bajado del Cielo no para hacer mi voluntad, sino la voluntad de Aquél que me ha enviado” (Jn 6, 38)

Ya, en el Antiguo Testamento, podemos leer: “Ante el hombre están la vida y la muerte; lo que cada uno quiere le será dado” (Eclo. 15,18). Y en otro lugar: “Hoy pongo ante ti la vida y el bien, o la muerte y el mal. Si escuchas los mandamientos del Señor, tu Dios… y lo amas…, marchando por sus caminos y guardando sus mandamientos… entonces vivirás” (Dt 30, 15-16)

De manera que el hombre puede hacer uso de su libre albedrío y oponerse a Dios. Ciertamente puede, porque se le ha dado tal posibilidad. Ahora bien: puesto que la felicidad y la vida se encuentran solamente en Dios, el elegirse a sí mismo, el apartarse de Dios conlleva lógicamente la desdicha y la muerte. Y esta decisión es responsabilidad nuestra, exclusivamente. Dios no es responsable de lo que nosotros decidimos. Él nos ayuda y nos quiere, y quiere lo mejor para nosotros, pero nunca hasta el extremo de privarnos de nuestra libertad, esa libertad que Él nos concedió, al crearnos, para que pudiéramos amarle de verdad, de tú a Tú, un amor que hubiera sido imposible de no habernos creado libres. ¡Tanto aprecia Dios la libertad! Dios no quiere nuestro mal, sino que quiere lo mejor para nosotros: “Yo no quiero la muerte del impío, sino que se convierta de su camino, y viva” (Ez, 33,11). 

Si ignoramos (culpablemente) la ley natural, o nos empeñamos en construir nosotros nuestras propias leyes, al margen de las leyes divinas, nuestra desgracia está asegurada, por más que pensemos, o dictaminemos, o nos parezca que no es así, y nos fabriquemos leyes a nuestro antojo. Hoy, por ejemplo, se quiere convertir en natural lo que es antinatural. Y, para ello, se usan las consignas del propio Hitler y de Stalin: la repetición (entonces), la publicidad, (continua y machacona), ahora. A base de repetir, una y otra vez, de modo insistente la gran mentira de que lo antinatural es lo natural, la gente (¡curiosamente!) acaba admitiéndolo.

Hubo un tiempo (relativamente reciente; y actual todavía en muchas “culturas”) en que se admitía como natural la esclavitud. Hoy, sin ir más lejos, se admiten, cada vez  con mayor frecuencia, como si se tratase de algo natural y normal, cosas tan aberrantes y denigrantes  para la naturaleza humana como el aborto, la eutanasia, la homosexualidad, el divorcio, etc… ¡Y lo más asombroso de todo!: a eso se le llama PROGRESO, cuando se trata, en realidad, de un retroceso a estados muy primitivos de la humanidad, que ya habían sido superados gracias, sobre todo, a la venida de Jesucristo.

Vivimos en un mundo extraño. Toda persona sensata entiende, por ejemplo, que el matrimonio (desde siempre y por definición) es la unión de un hombre y de una mujer: “uno con una y para siempre”,  abiertos a la vida: “Creced y multiplicaos y poblad la tierra” (Gén 1, 28). ¿Cómo es posible que se llame matrimonio a la unión de dos personas del mismo sexo? Eso va contra de las leyes de la naturaleza. ¿Acaso tiene el hombre derecho a volar? ¿Acaso puede suponerle un trauma el no tener ese derecho? ¿Acaso puede sentirse discriminado con relación a las aves? En absoluto, pues  el hombre actúa conforme a su naturaleza. Y no le han sido dado alas para poder volar. También, por naturaleza, sólo un hombre y una mujer pueden tener hijos: esta posibilidad es esencial para que pueda hablarse de verdadero matrimonio.

¿Por qué ese juego de palabras? ¿Por qué ese empeñarse en querer hacer blanco lo que es negro? ¿No es mucho más sencillo el llamar a las cosas por su nombre, como siempre se ha hecho: “Al pan, pan; y al vino, vino”?. Un buen pan y un buen vino. ¿Dónde está la discriminación? Cada uno es lo que es, independientemente de lo que él mismo se sienta. ¿O es que si yo me siento un pájaro, voy a ser por ello un pájaro? Y si se me niega la identidad de pájaro, ¿voy a sentirme discriminado con relación a los pájaros y voy a ponerles una denuncia?  Porque algo parecido ocurre con los hombres que se sienten mujeres, y viceversa.

¿Cómo es posible que hayamos llegado a tal grado de locura? En el fondo, la respuesta es sencilla: porque le hemos dado la espalda a Dios. Cuando se niega lo sobrenatural, se acaba negando lo natural. Se presume de razón, de progreso y de libertad. ¡Y nunca ha habido tanta irracionalidad, tanto retroceso y tanta esclavitud como la que hoy se está dando!

Esto me recuerda aquellas palabras que dirigió San Pablo a Timoteo: “Vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a los mitos” (2 Tim 4, 3:4). Es bueno recordar también la actitud que aconsejaba San Pablo a Timoteo, cuando estas cosas ocurrieran: “… tú se sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la propagación del Evangelio, cumple perfectamente tu ministerio” (2 Tim 4,5).

lunes, 31 de enero de 2011

LA DIMENSIÓN RELIGIOSA DE MIGUEL DE UNAMUNO


Miguel de Unamuno nació en Bilbao el 29 de Septiembre de 1864. Su padre murió cuando Miguel tenía tan solo 6 años. A los 27 años (1891) obtuvo la cátedra de griego de la Universidad de Salamanca, ciudad donde se instaló. Siendo vasco de nacimiento y de corazón, iba a convertirse en el hombre de Castilla y, especialmente, de Salamanca. Casado con Concepción Lizárraga, el 31 de Enero de 1891, fue padre de nueve hijos. Comenzó a escribir a los 30 años, a partir de 1894. En 1897 atraviesa una fuerte crisis de fe, convirtiéndose a un “cristianismo” sui generis, pero verdaderamente religioso, como ahora veremos.
La vida hogareña de Miguel fue ejemplar. El 27 de diciembre de 1902 (llevaba casi 11 años casado ) escribe a Pedro Corominas que volvería “a casarse cien veces con la misma mujer y a vivir lo vivido”.
Más adelante escribía a Jiménez Ilundain el 8 de febrero de 1904: “...Luego está mi mujer, que por nada se acongoja, que guarda su niñez perdurable, que me alegra la casa y el corazón, con su inalterable alegría, que es mi mayor sostén y el alba perfecta de mi vida. Un alba, sí, que es lo más hermoso; no sale el sol que agosta y quema, pero nunca es noche. ¡Bendito el día en que me casé! "



El 31 de Octubre del 1900 es nombrado Rector de la Universidad de Salamanca, cuando contaba tan sólo 36 años. Dimitió de Rector en 1914, a los 50 años, por razones políticas, siguiendo como vicerrector hasta el 20 de febrero de 1924, fecha en que fue desterrado a la isla de Fuerteventura , debido a ciertos artículos que escribió contra la dictadura de Primo de Ribera. De allí huyó para refugiarse en Francia: primero en París y luego en Hendaya, donde permaneció hasta 1930, año en que regresó a España. En 1931, durante la República, fue nombrado Rector vitalicio de la Universidad de Salamanca, siendo destituido de nuevo, en 1936, por un artículo que publicó en contra del comunismo. Murió poco después, el 31 de diciembre de 1936, a los 72 años de edad.
En este artículo voy a tratar de una dimensión de Unamuno, la dimensión religiosa, que no se conoce lo suficiente y que se interpreta mal con relativa frecuencia. Para ello he hecho uso de sus propias palabras, tomadas de su libro “Diario íntimo” (Alianza Editorial, 1991), publicado por vez primera en 1970. Elijo aquellas frases suyas que me han parecido más significativas y que resumen su postura esencial en este tema.
Vemos en él un espíritu luchador, un vivir con la máxima intensidad, aunque todo lo hace en continua referencia a la muerte:
“Vivamos como si hubiésemos de morir dentro de unos instantes” (p. 19).
“ Haz todo lo que hagas como si hubieses de morirte al punto” (p. 166).
El tema de la muerte constituye para él un referente continuo, en el que se debate, entre la duda y la fe, siendo causa de grandes sufrimientos y crisis, y también de verdadero encuentro con Dios, como parece desprenderse de estos escritos:
 “...sólo se muere una vez. ¿Y no vale acaso la pena vivir para este acto único? ¿Vivir para morir? No se debe pensar en eso -se dice-; si nos pusiéramos a cavilar en la muerte se haría imposible la vida... Y, sin embargo, hay que pensar en ella, porque siendo el principio del remedio conocer la enfermedad, y siendo la muerte la enfermedad del hombre, conocerla es el principio de remediarla” (p. 61).
Y, más adelante, en un momento de crisis, dice:
 “Cuando esa idea de la muerte, que hoy paraliza mis trabajos y me sume en tristeza e impotencia, sea la misma que me impulse a trabajar por la eternidad de mi alma...entonces, estaré curado” (p.70).
En sus escritos se trasluce, lentamente, el paso de la oscuridad de la nada a la luz de la fe:
“No quiero que envenene mi vida la certeza de su fin y la obsesión de la nada” (p. 126).
“Triste consuelo, si al morir, morimos del todo, volviendo a la nada. ¡No consuelo, sino desconsuelo y desesperación! Y, en cambio, ¡hermosa idea si esperamos otra vida!" (p. 150).
Unamuno se resiste a la idea de la nada, en contra de los existencialistas, como es el caso de Sartre, para quien ‘la vida es una pasión inútil’. Y es que...Unamuno ama la vida. La auténtica importancia de la religiosidad de Unamuno está en la nostalgia de la inmortalidad:
“Vivir, vivir de veras, sin segunda intención. Vivir, para morir y seguir viviendo” (p. 91)
Por otra parte, Unamuno es consciente de la necesidad de la humildad y de la sencillez para la fe:
“¡Sencillez, sencillez! Dame, Señor, sencillez” (p. 27). 
¿Y dónde piensa Unamuno alcanzar esa sencillez que conduce a la fe?... He aquí su respuesta:
“Que mis lágrimas no sean lágrimas teatrales. A tí, Señor, nadie puede engañarte” (p. 20).
“Dame fe, Dios mío” (p. 26).
Ambas cosas: Unamuno desea ser sencillo y desea tener fe, y lo desea ardientemente; pero sabe que, por sí sólo, no puede conseguirlo. Y por eso acude a Dios. Es conmovedor observar el proceso interior por el que atraviesa, contado con sus propias palabras:
“Un acto, un solo acto de ardiente caridad... de amor verdadero, y estoy salvo” (p. 24).
“Querer ser bueno, y quererlo constante y ardientemente. Esforzarnos por serlo; he aquí nuestra obra. Todo lo demás es obra de la gracia de Dios que, por Cristo, nos ha hecho hijos suyos” (p. 60).
“No basta hacer el bien. Hay que ser bueno” (p. 92). 
"Ser bueno es hacerse divino, porque sólo Dios es bueno!” (p. 92).
“Ser bueno es anonadarse ante Dios, hacerse uno con Cristo y decir con Él: no mi voluntad sino la tuya, Padre” (p. 94).
¿Se puede conseguir la fe? ¿Se puede ser bueno? Es admirable el modo en el que se expresa Unamuno cuando aconseja a otros (consejos que, en el fondo, se los está dando a sí mismo):
“Dedicáos a ... hacer obras de verdadera caridad, a ser realmente buenos ... ¿no brotaría de la caridad la fe? (p. 131).
“Condúcete como si creyeras y acabarás creyendo. ¿Que no puedes conducirte así porque no crees? Entonces es que no quieres creer, aunque te parezca otra cosa” (p. 134).
Ciertamente no es todo tan sencillo; el mismo Unamuno lo reconoce:
“Es tema de honda meditación esto de que me esté aleccionando y predicando a mí mismo y convirtiéndome, y que escriba hoy cosas que me parezcan mañana escritas por otro que no soy yo. ¡Qué lento y enojoso es despojarse del hombre viejo!” (p. 139)
Y sólo encuentra un camino: rezar.
“Tengo que humillarme aún más, rezar y rezar sin descanso, hasta arrancar a Dios de nuevo mi fe” (p. 125).
“Hay que gastar más las rodillas que los codos” (p.85).
Unamuno sabe que la fe es un don de Dios, que no puede conseguirla con sus solas fuerzas, y por ello acude al único remedio infalible: pedirle esa fe a Dios, a ese Dios encarnado en Jesucristo, que dijo: ‘Pedid y recibiréis’.
Hay otro punto que preocupa a Unamuno : el pensamiento de los demás (punto que es motivo de lucha interior).
“Es terrible esclavitud la de vivir esclavo del concepto que de nosotros se han formado los demás” (p. 86)
Y, sin embargo, él mismo conoce el remedio para escapar de esa esclavitud:
“ No de ellos, de mí mismo tengo que responder” (p. 86).
Aun conociendo el remedio le sigue preocupando el tema:
“¿Por qué me inquieto tanto de los demás?” (p. 142).
Pero está completamente decidido a superar este problema:
“¡Vivir para la historia! ¡Cuánto más sencillo y más sano es vivir para la eternidad!” (p. 144).
Y acude a Dios:
“¡Libertad, Señor, libertad! Que viva en tí y no en las cabezas de los demás, que se reducirán a polvo” (p. 97).
Acudían a la mente de Unamuno las palabras de Jesús, que él mismo cita en su diario: “La verdad os hará libres” (Io, 8,32) y concluía:
 “Ser libre es... querer lo que el eterno Amor quiere. ¡Fiat voluntas tua! (Hágase tu voluntad)” (p. 99).
El “olvido de sí” y la apertura al Amor de Dios es lo que salva a Unamuno. Y lo que le lleva, como consecuencia, a ayudar a los demás a hacer lo mismo. Y así lo expresa, en momentos de crisis:
“ Que me cuide, que me serene, que me tranquilice, que hago falta a los demás, que no abandone mis tareas literarias. A mí mismo me hago falta. Y si Dios me cura, ¡que mi curación sea principio de otras!” (p. 128).
Esta lucha de Unamuno se hace patente en varios lugares del diario:
“¡Sinceridad, santa sinceridad! Que no piense en mí ni en mi gloria, sino en la tuya, Señor” (p. 145).
Y parece ser que Dios le va concediendo lo que le pide:
“He procurado siempre obrar bien. Y el bien que haya podido hacer a los demás me ha merecido la gracia de volver a mí y despertar” (p. 152).
“ ¿Y por qué me ha concedido a mí esta gracia? Ha sido sin mérito alguno, por pura gracia. Dios escoge al último para manifestar su gloria... ¡Concédeme, Señor, el que me crea indigno de esta merced y el que borre de mí toda propia complacencia!” ( p. 153).
Las palabras que siguen no dejan lugar a dudas acerca de su conversión:
“Aquellos que toman como lo mejor lo que el Señor les envía permanecen, dondequiera y en todas las cosas, en perfecta paz, pues en ellos se ha hecho propia voluntad la Voluntad de Dios” (p. 206).
Y, a continuación, cita las palabras de Jesús, queriendo hacerlas suyas: “Padre, hágase tu voluntad, y no la mía” (Lc. 22,42). Estas cosas no se pueden expresar así si no se experimentan.
No quiero acabar este artículo sin hacer referencia a unos párrafos de Unamuno acerca del entendimiento entre las personas, párrafos que considero altamente significativos y muy actuales:
“En las conversaciones entre la gente... no se escucha con atención benévola, impacientes de decir lo propio, que se cree siempre más importante que lo ajeno. Merece seria meditación eso de que sean tan frecuentes las interrupciones en las conversaciones mundanas; es un síntoma de una enfermedad dolorosísima. No sucedería así si se conversara en Dios, sencilla y humildemente, haciendo de la conversación un acto de amor al prójimo; y procurando no hablar de sí mismo ni constituirse en centro del universo” (p.37)
Y añade, un poco más adelante, dando un consejo:
“ No discutas nunca; Cristo nunca discutió; predicaba y rehuía toda discusión... Expón tu sentir, con sinceridad y sencillez, y deja que la verdad obre por sí sobre la mente de tu hermano...La verdad que profieres no es tuya; está sobre tí y se basta a sí misma” (p. 37).
Y, para que no nos quepa ya ninguna duda acerca, no ya de su ser cristiano, sino de su ser católico, expresa claramente:
Hay que buscar la libertad dentro de la Iglesia, en su seno”(p. 28)
Sus últimas palabras, inmediatamente antes de morir, fueron:
 “¡Dios no puede volverle la espalda a España!”.
Y en el epitafio de su tumba se puede leer:


Méteme, Padre Eterno, en tu pecho,
misterioso hogar;
dormiré allí, pues vengo deshecho
del duro bregar



Unamuno, expresándose a su manera, nos muestra que siempre es posible, en medio de todo tipo de dificultades, tener fe en Dios, si se le pide ardientemente, con la seguridad de conseguirla.
Unamuno vive su vida intensamente: olvidándose de sí mismo, vive para Dios y para los demás: ama a Dios, en Jesucristo, ama a los demás, en los que ve presente a Jesucristo; y todo ello en el seno de la Iglesia católica. Es, en este aspecto, todo un ejemplo a imitar.

lunes, 17 de enero de 2011

LA CONVERSIÓN DE SAN AGUSTÍN


Breve biografía de Agustín

Agustín nació en Tagaste (Argelia) el 13 de noviembre del año 354. Su madre, santa Mónica, ejerció sobre el niño una influencia decisiva. Cuando tenía 18 años tuvo un hijo (Adeodato) de una concubina. La lectura del Hortensio, de Cicerón, despertó en él la vocación filosófica. Fue maniqueo puritano desde los 19 hasta los 29 años. Decepcionado por los maniqueos fue a Roma (año 383) y al año siguiente ganó la cátedra de Retórica de Milán. En esta ciudad acudió a escuchar los sermones de San Ambrosio, el cual le hizo cambiar de opinión acerca de la Iglesia, de la fe y de la imagen de Dios. En agosto del año 386 ocurrió su conversión, tal como relata él mismo en su libro titulado Las Confesiones, del cual he entresacado algunos párrafos significativos que relato a continuación:



Entré en mi interior guiado por Dios; y lo pude hacer porque Él fue mi ayuda. Busqué la manera de adquirir la fuerza que me hiciese apto para gozar de Dios... No la encontraría más que abrazándome al Mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo-Jesús. Aunque no podía ni sospechar el misterio que encerraban las palabras: "Y el Verbo se hizo carne".

Parloteaba mucho de estas cosas, como si ya fuese un especialista en ellas; pero si no me hubiese decidido a andar el camino de la verdad, que no está más que en Cristo Salvador nuestro, no sólo no hubiera llegado a ser un especialista, sino que me habría perdido... Había encontrado la perla preciosa, la que debía comprar vendiendo todo lo que tenía; pero todavía dudaba en hacerlo. La nueva voluntad, que empezaba a nacer, de servir a Dios y gozar de Él, única alegría segura, todavía no era capaz de vencer a la otra voluntad, la primera, que con los años se había hecho tan fuerte en mí. De esta manera mis dos voluntades, la vieja y la nueva, la carnal y la espiritual, luchaban entre sí, y peleándose, me destrozaban el alma. Así comprendí, por propia experiencia, eso que ya había leído: la carne lucha contra el espíritu y el espíritu contra la carne.

Y sin embargo, era de mí de donde había venido esa mala costumbre que me dominaba, porque fue queriendo como llegué adonde ahora no quería haber llegado. ¿Cómo podía quejarme por esta situación mía, si es de justicia que se castigue al que peca? ¡Miserable de mí! ¿Quién podía librarme de este cuerpo de muerte sino la gracia de Dios, por medio de Cristo Señor nuestro?... Mi alma se resistía, no quería, pero ya no podía alegar niguna excusa, porque estaban agotados y rebatidos todos los argumentos...Lo que yo tenía era un miedo de muerte, porque tendría que apartarme de mi cotidiana costumbre, en la que me consumía, día tras día.

Mientras seguía en la angustia de mi indecisión me tiraba del pelo, me golpeaba la frente, me retorcía las manos, me apretaba las rodillas...; no puedo decir que eso lo hiciera sin querer; lo hacía porque quería...En cambio, por dentro, no hacía lo que me atraía con toda mi alma, y que hubiera podido hacer con sólo querer; pues en el mismo instante en que realmente hubiera querido, hubiera podido, porque en ésto poder es lo mismo que querer; querer es ya poder, actuar. Sin embargo, no actuaba. ¿Por qué tenía que ser así?... No hay ninguna monstruosidad en querer en parte y en parte no querer: es debido a la debilidad del alma; cuando el alma es elevada por la verdad no se levanta toda entera porque está oprimida por el peso de las costumbres.

Yo, interiormente, me decía: ¡Venga, ahora, ahora! y estaba ya casi a punto de pasar de la palabra a la obra, justo a punto de hacerlo; pero... no lo hacía; aunque, al menos, no daba un paso atrás, sino que me quedaba como al borde de mi paso anterior; tomaba aliento, y lo intentaba de nuevo... Me aterrorizaba cada vez más a medida que se acercaba el momento decisivo. Y si este terror no me hacía volver atrás ni apartarme de la meta, me tenía paralizado y quieto... ¿Por qué no vas a poder tú lo que otros han podido? ¿O es que te crees que lo han podido con sus propias fuerzas? ¡No, es con la fuerza del Señor, su Dios! ¿Por qué intentas apoyarte en tí si no puedes ni tenerte en pie? Échate en sus brazos, no tengas miedo. Él no se retirará para que caigas; échate seguro de que te recibirá y te curará!

¿Hasta cuándo, hasta cuándo, mañana, mañana? ¿Por qué no ahora mismo y pongo fin a todas mis miserias? Mientras decía esto y lloraba con amarguísimo arrepentimiento de mi corazón, de repente oí de la casa vecina una voz, no sé si de niño o de niña, que cantándolo y repitiéndolo muchas veces, decía: Toma y lee, toma y lee. Conteniendo mis lágrimas me levanté, interpretando esa voz como una orden divina de que abriese el libro y leyese lo que se me apareciera al abrirlo. Deprisa, me volví al sitio donde estaba sentado Alipio, y donde yo había dejado el libro del Apóstol al levantarme de allí; lo tomé, lo abrí y leí en silencio lo primero con lo que me encontré. Decía:"...Dejad ya las contiendas y peleas, y revestíos de nuestro Señor Jesucristo y no os ocupéis de la carne y de sus deseos". No quise leer más, ni era necesario tampoco; pues en cuanto terminé de leer ese párrafo, como si me hubiera inundado el corazón una fortísima luz, se disipó toda la oscuridad de mis dudas. Cerré el libro poniendo punto con el dedo, o quizá con alguna cosa, y ya tranquilo se lo expliqué todo a Alipio... Luego entramos a ver a mi madre, se lo dijimos todo y se llenó de alegría... y bendecía a Dios, porque veía que Dios le había concedido, en lo que se refiere a mí, mucho más de lo que constantemente le pedía con sus lastimeras y llorosas quejas... Su llanto se había convertido en mucho más de lo que ella había imaginado...

El Señor fue bueno y misericordioso conmigo... Todo consistía en dejar de querer lo que yo quería, y en querer lo que Dios quería...¿Dónde estuvo durante aquellos años mi libertad? ¿De qué subterráneo y profundo secreto fue sacada en un instante para que yo inclinase mi altiva frente bajo el suave yugo de Dios y pusiera el hombro bajo su ligera carga, Cristo Jesús, mi ayudador y mi Redentor? Mi alma estaba ya libre de las devoradoras preocupaciones de la ambición, del dinero, de las pasiones en que antes se revolcaba... No hacía otra cosa que hablar de Dios, mi luz, mi riqueza, mi salvación, Señor Dios mío.

El 24 de abril del año 387 fueron bautizados él, su amigo Alipio y su hijo Adeodato (que contaba tan sólo 15 años): "Fuimos bautizados-dice Agustín- y desapareció de nosotros la preocupación que teníamos por nuestra vida pasada". En el otoño de este mismo año muere su madre, a los 56 años; y tres años más tarde (390) muere su hijo, a los 18 años. En la primavera del 391 Agustín marcha a Hipona, donde es ordenado sacerdote por el obispo Valerio, al que ayuda en las tareas pastorales de la diócesis. Defiende el catolicismo frente a la ideología maniquea y donatista, cuyos adeptos eran mayoría en Hipona. Sucede a Valerio en el año 397. Sus obras nos han llegado casi en su totalidad y en buen estado.

El libro de Las Confesiones, que aquí se comenta, en el que relata su conversión, fue publicado cuando ya era obispo (años 397-398). Del último capítulo reproduzco, a continuación, un bello texto en el que Agustín alude, con una cierta pena, a la pobre respuesta que él dio a Dios; aunque-eso sí- con una absoluta confianza en la bondad y misericordia de Aquél a quien entregó toda su vida:

¡Tarde te amé, Belleza,
tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!

Tú estabas dentro de mí,
y yo había salido fuera de mí
y te buscaba por fuera.

Tú estabas conmigo, pero yo no estaba contigo.
Me tenían atado y lejos de Ti esas cosas
que, si Tú no las sostuvieras,
dejarían de ser.

Me llamaste, me gritaste y rompiste mi sordera.
Resplandeciste ante mí
y echaste de mis ojos la ceguera.

Exhalaste tu Espíritu y aspiré su perfume.
Y te deseé.
Me tocaste y me abrasé en tu paz.

Después de las Confesiones escribió mucho durante más de treinta años hasta su muerte, el 28 de Agosto del 430, -aún no había cumplido los 76 años-, en pleno uso de sus facultades y de su actividad literaria. Sus restos mortales descansan en Pavía.

lunes, 6 de diciembre de 2010

¿DEMOCRACIA O DICTADURA SUTIL?

Este artículo fue publicado en la revista arvo.net, en abril o mayo de 2004 (no recuerdo exactamente la fecha), recién llegado el PSOE al poder. Han pasado ya seis años y medio desde entonces. Pero la realidad que estamos viviendo es aún peor de lo que yo vaticinaba en dicho artículo. En todo caso, lo cierto y verdad es que, cuando se parte de una premisa equivocada, y se actúa con lógica, el final es fácilmente predecible. Para no hacerme excesivamente cansado, resumiré un poco dicho artículo (y añadiré algún hecho producido con posterioridad a ese escrito), conservando lo esencial del mismo. Y comienzo ya, sin más preámbulos:

Hay muchas cosas que no entiendo, aunque estudiando, tal vez, podría llegar a entender; en todo caso, me queda el consuelo de saber que hay otras personas que sí son capaces de llegar a ese conocimiento; y que luego, además, nos lo comunican para nuestro personal enriquecimiento. No estoy diciendo nada nuevo, ni extraño: eso nos ocurre a todos.

Pero entre esas cosas, hay una (aunque no es la única, ciertamente) que no he llegado nunca a entender, ni pienso, realmente que haya nadie que (razonando con lógica, en función de los hechos) llegue a comprender. Tal es el caso de la democracia en la actualidad española.

Etimológicamente "democracia" significa "gobierno del pueblo". Da la impresión de que las palabras democracia y libertad van unidas. Pero si analizamos los hechos que caracterizan a muchos de los gobiernos que se denominan a sí mismos "demócratas", en concreto el caso de España, tal vez nos encontremos con un cierto desequilibrio mental.

Desde que el PSOE llegó al poder (en marzo de 2004) “da la impresión”  (que es mucho más que una mera impresión) de que su objetivo principal y prioritario –por no decir único- es conseguir que todos “pensemos” en clave socialista. Es más: se nos pretende hacer creer que sólo el pensar de ese modo es lo que nos conducirá al "progreso". 

El Sistema es dueño absoluto de la verdad y sabe lo que conviene a los ciudadanos y dónde se encuentra el progreso. La misión de los ciudadanos no es la de pensar (de eso se encargan ellos), sino la de aceptar lo que el Sistema establezca como verdad (una verdad que, además, puede variar de un día para otro, siempre que el Sistema así lo decida). El Sistema tiene como misión , en primer lugar, que el ciudadano "piense" que nada hay mejor que la democracia (ser "antidemócrata" es lo peor que le puede ocurrir a una persona; peor que robar o matar) y en segundo lugar, y lo más importante, conseguir que el ciudadano esté convencido de que sólo será demócrata, verdaderamente, cuando piense según lo que el  Sistema decida que tiene que pensar. Y el que no piense de esa manera, automáticamente será tildado de fascista, reaccionario, primitivo, retrógrado y yo qué sé cuántas cosas más. El Sistema tiene poderosos medios para cumplir esa misión (la prensa, la radio, la televisión, la educación en las aulas, etc...). Sus seguidores deben encargarse de llevar a cabo estas ideas del Sistema.

Para ello deben tener muy claro que es esencial el uso de palabras que, aunque realmente signifiquen poco o nada, consigan el efecto que ellos esperan, que es el de descalificar a todos aquellos que no piensen como ellos. Una descalificación a base de palabras nunca argumentadas, ni demostradas; pero eso sí: que inciten a la rebelión, a la crispación y al desprecio de aquellos que no las compartan. 

Pondré algún ejemplo, para que se entienda lo que quiero decir. Recién llegados al poder eran comunes las siguientes expresiones, tal y como suenan (tomadas textualmente de los periódicos de esa época): “Por fin ha triunfado la democracia en este país, después de ocho años vividos bajo la dictadura de un gobierno peor que el de Franco” (Se referían al gobierno de Aznar). “El partido socialista ha triunfado. Por fin tenemos democracia" y otras por el estilo, que no tienen ni pies ni cabeza, que no resisten un análisis serio y riguroso.

Según esa “lógica” ser demócratas supone pensar al modo socialista, y solamente al modo socialista. No hay otra opción. Lo “bueno” es el socialismo; y todo lo demás es condenado como opuesto al progreso de la sociedad y a la democracia (¿?). Desde el momento en que alguno no piense en socialista, automáticamente es considerado como persona "non grata", que se opone al progreso y se queda anclado en el pasado. El cambio, por el cambio (y, además, el cambio que ellos consideren que debe ser considerado): eso sería  el "progreso" para el socialismo (Se puede leer, a este respecto, el artículo que he escrito, en este mismo blog, acerca del progreso).

Pues yo, con permiso o sin él, “me atrevo” a pensar: tengo para mí (y considero que esto le ocurrirá a cualquier persona con un mínimo de sentido común), que progresar supone ir a mejor, pasar de una situación mala a una situación buena; o de una buena a otra más buena todavía. ¿O no? La respuesta no puede ser sino positiva.

Y bien: dando eso por sentado, ¿vemos que se esté produciendo el tan cacareado progreso en la sociedad? Analicemos los hechos, pues los hechos cantan. Son los hechos, y no las palabras, los que indican si tal progreso se ha ido produciendo, aunque de entrada advierto que, aunque los hechos estén ahí, "sólo serán vistos por aquél que quiera ver". Consideremos sólo algunos de estos hechos y entenderemos lo que el PSOE entiende por progreso (en función de cómo ha ido actuando):

1. Lo primero de todo; y antes de cualquier otro tipo de consideraciones políticas, económicas, etc,..., el objetivo principal del PSOE, como así lo ha puesto de manifiesto por activa y por pasiva, es el de extirpar la religión de la sociedad, como si se tratase de un cáncer que se opone a la libertad. Y para ser más concretos, extirpar no cualquier religión, sino la Religión católica que, por lo visto, debe ser muy perniciosa y muy perjudicial para la sociedad, anticuada y obsoleta; de modo que debe ser eliminada del entorno social, en el que sólo ellos tendrán algo que decir: ("¡Qué hermosa palabra es la democracia!")

2. Favorecer la investigación usando embriones humanos. Bien: está más que demostrado la curación de determinadas enfermedades usando células madre de los adultos (lo que no ocurre con las células madre embrionarias). Curiosamente, se invierte el dinero en investigación con células madre embrionarias (o sea, con embriones humanos, que son manipulados genéticamente; es decir, eliminados). Realmente increíble. Pero es que, además, aun cuando no se hubieran obtenido resultados con las células madre adultas–hecho que sí se ha producido, aunque no se publique demasiado- , lo cierto y verdad es que el fin no justifica nunca los medios.

No se puede cosificar a un ser humano en las primeras etapas de su vida. Eso es lo que se conoce como la “la ley de la Selva” o ley del más fuerte, que es lo propio de las grandes dictaduras, desde los emperadores romanos, como Nerón, hasta otros más recientes como Hitler y Stalin, famosos por sus campos de concentración y los “gulags”.

3. Favorecer las separaciones en los matrimonios, quitando todo tipo de trabas (divorcio "express"). El concepto de justicia, el más que posible daño a los hijos de esos matrimonios, etc..., todo eso es algo banal y sin importancia.

4. Favorecer la sexualidad indiscriminada entre los seres humanos, sean del sexo que sean (eso es lo de menos), mediante el reparto gratuito de preservativos; y por si fallan, mediante la píldora del “día siguiente” a la que, por otra parte, se tendrá fácil acceso.

5. Favorecer las posibilidades de abortar (y además, haciendo lo imposible para que los padres no se inmiscuyan, aunque sean niñas menores de 16 años). Para lo que se aduce una razón “humanitaria”: hay que respetar la libertad de la madre, una libertad que ese “ser” (ese "algo" ) que lleva dentro está amenazando.

Se difumina así la realidad; porque resulta que ese “ser” es también un ser humano, una persona en su primera fase de crecimiento, pero persona, al fin y al cabo. Hay aquí dos seres humanos, la madre y el hijo. La ciencia lo demuestra categóricamente, por si cabía alguna duda (aunque los que presumen de "científicos" lo son según y cómo; o lo que es igual, de científicos no tienen absolutamente nada, pues es propio de la ciencia el amor a la verdad). Cumplen muy bien lo que decía Stalin: "Si los hechos me contradicen, peor para los hechos" (¡muy "científico" y muy "democrático").

De los dos, el hijo es el ser humano más débil, el más pobre, el más necesitado, pero no por ello es menos persona. Es un ser humano, distinto a su madre, aunque esté en su vientre, que merece ser respetado y amado, al igual que debe serlo su madre. La madre tiene derecho a la vida. Y su hijo también tiene derecho a poder seguir viviendo, a “ver” la luz, y a desarrollarse. 

La madre debería estar bien orientada por personas “profesionales”, honradas, con buen juicio y con sentido común; y esto, por desgracia, no ocurre en una infinidad de casos, cada vez mayor. Y, a partir de ahora, en que reescribo este artículo, menos que nunca, pues "legalmente" se ha establecido el "derecho al aborto" (¡derecho a matar! : asesinato legalmente consentido). Por supuesto que esta "ley" debe ser desobedecida, y no tiene rango de ley, al ser contra natura: "No matarás". "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 4, 19). Pero ahí está, como si fuera un logro y un progreso, según las ideas socialistas.

6. Inventar un nuevo lenguaje, acorde con los tiempos modernos. Por ejemplo: la unión entre homosexuales se llama también ahora "matrimonio". ¿Qué nombre habría que darle, entonces, al matrimonio; porque desde luego, no es lo mismo, lo diga quien lo diga, la unión entre un hombre y una mujer, que la unión entre dos hombres o la unión entre dos mujeres. Se trata de absurdos, de sinsentidos, inventados por “personajes” o “personajillos” que desconocen la naturaleza humana. De hecho se ha "legalizado" el "matrimonio" entre homosexuales.

7. Un "teórico" no a la violencia. Y digo "teórico" porque es esa misma violencia la que se está alimentando. ¿Hay acaso mayor violencia -y, además, cobarde- que la de matar a seres humanos indefensos, bien sea en el primer estadio de su vida (diciendo "falsamente" que no son humanos) o bien en el último (llamando "muerte digna" a la eutanasia)?

Ciertamente, todos estos hechos se disfrazan de palabras suaves como "comprensión", "tolerancia", etc...; pero jamás ha habido tanta intolerancia, ni tanta censura, tanta incomprensión y tanta locura como la que se está dando en la actualidad "moderna".

8. La Educación para la Ciudadanía, asignatura obligatoria e impuesta (y no de libre elección, "por aquello de que hay que ser demócratas") en todos los colegios, cuyos contenidos -como se puede ver en determinados libros- son un adoctrinamiento en la "doctrina socialista", única "doctrina" verdadera, según la cual, entre otras cosas, Dios no existe (eso es algo propio de civilizaciones anticuadas), la sexualidad y el desenfreno, en situaciones aberrantes, se las considera como  actividades normales, tc. 

En fin, todo un lavado de cerebro a niños, cuya educación principal  no es responsabilidad del Estado sino de los padres. Y a éstos, en cambio, no se les permite ni siquiera objetar contra dicha asignatura. El Estado tiene solamente una función subsidiaria en la educación de los alumnos; y, sin embargo, éstos son considerados, de hecho, como propiedad del Estado: ideología propia de los regímenes totalitarios y marxistas (y todo ello ante la pasividad de la mayoría de los ciudadanos, lo que es aún más lamentable, si cabe).

En fin, la lista sería interminable, aunque creo que estos datos son lo suficientemente significativos como para llegar a la conclusión de que estamos asistiendo y, además, como cómplices, al desarrollo de una sociedad “tanática”, a una "cultura" de la muerte (si es que a ésto se le puede llamar cultura); y a una de las mayores hipocresías que se han conocido a lo largo de toda la historia de la humanidad. La razón de fondo por la que se ha llegado a esta situación no es otra, se reconozca o no, que la falta de fe a la que estamos llegando. En este sentido, tenemos todos una grave responsabilidad. Deberíamos volver a Dios, y convertirnos.

En fin, lo cierto y verdad es que el ser de las cosas no depende de lo que el hombre piense de ellas; ni siquiera de lo que piense la mayoría (una mayoría que, además, está manipulada) en la mal llamada democracia española actual. Las cosas son lo que Dios piensa acerca de ellas, que es quien las ha creado, y las conoce mejor que nadie.

¿En serio creemos que el régimen actual en España es democrático, tal como se ha entendido siempre la democracia? ¿Realmente pensamos que estamos en un estado de derecho? ¡Ojalá que así fuera! Pero los hechos son los hechos, aunque la letra de la ley sea otra. 

A mi corto entender, y los puntos a los que he aludido más arriba lo justifican, (¡siendo, como son, sólo un botón de muestra!) estamos atravesando por la mayor dictadura (totalitaria y tiránica) que se haya conocido hasta el momento aquí en España (aunque eso sí, una dictadura muy “sutil” y con mucho “talante”; obsérvese que la palabra talante es un sustantivo; se puede tener un talante cínico y perverso. Como vemos el juego de las palabras, y el engaño, aprovechándose de la ignorancia de la gente, en general).

Franco sería un dictador, pero no era un tirano y no dictaba leyes "anti-natura";  y se preocupaba, de verdad, por el bien de España, independientemente de otras consideraciones; o de otros fallos que hubiera cometido.

Dicho todo lo cual no debemos olvidar que el que de veras ama la verdad no rechaza a Dios, sino que se vuelve hacia Él. Ese Dios que se ha revelado en la Persona de su Hijo, Jesucristo, para que podamos conocerle. Un Dios que es Amor, que nos hace libres, y que nos revela cómo es nuestra verdadera naturaleza. Revolverse contra Dios, rechazarlo, es ir contra el Amor, ir contra la Vida, ir hacia la muerte: es autodestructivo. El hombre sin Dios se vuelve inhumano.

Así, pues, podemos estar orgullosos de ser cristianos, y dar gracias a Dios por ello, pues lo somos por pura Gracia. ¡No nos avergoncemos de llevar ese nombre; y vivamos coherentemente con nuestra condición de cristianos y de verdaderos hijos de Dios. No importa que seamos incomprendidos. Jesús lo fue. Y "no es el discípulo mayor que su Maestro".  Jesús nos advirtió claramente: "Seréis aborrecidos de todos los pueblos a causa de mi nombre" (Mt 24,9). Pero sus palabras son siempre de ánimo y de esperanza: "Quien perservere hasta el fin, ése se salvará" (Mt, 24,13). Y en otro lugar: "Vosotros tenéis ahora tristeza. Pero os volveré a ver; y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría" (Jn 16, 22-23). Además, sus promesas se cumplen siempre: "El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). Y no se hará de esperar por mucho tiempo: "He aquí que vengo pronto, y conmigo mi recompensa, para dar a cada uno según sus obras" (Ap. 22,12)

Así pues no nos dejemos atemorizar, pues la recompensa, que es segura, supone estar con Jesucristo para siempre, con Aquél que tanto nos quiere, y al que nosotros también deseamos: "¡Ven, Señor Jesús!" (Ap. 22,20). Todo lo que hayamos hecho en esta vida por Él habrá merecido la pena, pues lo tendremos a Él, y en Él lo tendremos todo.