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domingo, 18 de julio de 2021

Traditionis custodes: la nueva bomba atómica (Peter Kwaniewski)

ADELANTE LA FE


Hace setenta y seis años, el 16 de julio de 1945, se detonó la primera bomba atómica en un solitario desierto 340 Km al sur de Los Álamos (Nuevo México). Hoy 16 de julio de 2021, el papa Francisco ha soltado una bomba atómica sobre la Iglesia Católica que no sólo dañará a los partidarios de la tradición litúrgica latina, sino a cualquiera que aprecie la continuidad, la coherencia, la reverencia, la belleza, nuestro legado y el futuro.

Cuando esta mañana empecé a leer Traditiones custodes, no me lo podía creer cuando vi el impropio título (habría sido mucho más exacto llamarla Traditiones perditores, destructores de la Tradición), y a cada párrafo me costaba más creer lo que leía. Cuando terminé de leer la carta adjunta, me había adentrado profundamente en el ideológico país de las maravillas donde viven Bergoglio y otros enemigos de la liturgia tradicional en la Iglesia de hoy. Me daba la impresión de que la redacción del texto se la habían encargado a una especie de George Orwell en ciernes. El documento rebosa menosprecio y crueldad. Está concebido a modo de navaja suiza para que los obispos dispongan de un buen arsenal de medios con los que poner tantas trabas como puedan o persigan a los católicos amantes de la Tradición.

Se declara, además, que el contenido entra en vigor inmediatamente, y se condenan todas las demás «normas, instrucciones, concesiones y costumbres».

Es como si, para todo el mundo y como si nos enfrentásemos a una pandemia de tradicionalismo de proporciones planetarias, fuera necesario atajar por todos los medios posibles. El lenguaje del motu proprio da a entender que la Misa latina de siempre se considera como una suerte de versión eclesiástica del covid-19: una enfermedad que es preciso monitorear de cerca, estableciendo cuarentenas y fijando límites con todos los medios de ingeniería social que las autoridades centrales juzguen necesarios. Desde luego, teniendo en cuenta que la Misa en latín se manda retirar de las parroquias y que no se pueden crear nuevas parroquias personales donde celebrarla, ya sólo falta que quienes asistan a ella porten una estrella amarilla [como los judíos en tiempos de Hitler] o lleven al cuello una campanita como los leprosos antiguamente. Benedicto XVI se esforzó por sacar a la Tradición de los guetos, pero éstos no sólo han vuelto, sino que son objeto de clamorosa aprobación.

Huelga decir que es todo lo contrario de la tan proclamada acción pastoral, la cálida acogida que acompaña a todos en el camino (aunque disientan de la doctrina católica en infinidad de cuestiones), las románticas periferias a las que los pastores tienen que manifestar misericordia y toda esa retórica política de la que tanto alardea este pontífice. En el nuevo motu proprio, ya no son los pastores los que tienen que oler a oveja, sino que se les dice a las ovejas cómo tienen que oler para que las pastoreen, y si no, van a ver lo que es bueno.

No sé si pequé de ingenuo, o quizá creí equivocadamente que este papa peronista tendría un mínimo de respeto a sus semejantes y sus correligionarios católicos, y no me podía esperar una monstruosidad y una falsedad como Traditionis Custodes. Es mucho peor de lo que me imaginaba: el texto rebosa desprecio, mezquindad y espíritu revanchista. Ni siquiera se ha molestado en proporcionar un contexto o, por muy hipócrita que fuera, en quitar hierro o amortiguar el golpe; nunca se ha visto un documento en que falte a tal extremo la gracia más elemental y afecte a tantos católicos. Es una bofetada de proporciones históricas a los pontífices que han precedido a Francisco, desde San Gregorio Magno hasta San Pío V, e incluso a los papas postconciliares, que se dieron cuenta de que el amor a la liturgia tradicional no se había apagado ni apagaría jamás, y tomaron medidas para atender a las necesidades espirituales de los católicos que nos apacentamos con estos venerables ritos. Para innumerables almas esta espléndida liturgia les ha brindado una renovada motivación para vivir conforme a las exigencias del Evangelio, una base firme para la familia y la vida social, y una fuente de hermosas vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa.

A Francisco todo eso lo tiene sin cuidado. Lo único que le preocupa es una unidad artificial; mejor dicho, uniformidad; o más exactamente, ideología. Una uniformidad que se caracteriza por todas las desviaciones y aberraciones (a pesar de sus afectadas advertencias para contener las riendas en la fiesta que dura ya más de cinco décadas), pero intolerante con la seriedad, sobriedad y trascendencia de un acto de culto al que no le afecta el tiempo.

Al pan, pan y al vino, vino: es una declaración de guerra total a la que debemos resistirnos valerosamente a cada paso, pase lo que pase y cueste lo que cueste. Los verdaderos guardianes de la Tradición serán ahora los sacerdotes, religiosos y seglares que continúen con la liturgia tradicional frente al odio infernal dirigido contra ellos. Si Francisco quiere guerra, espero que haya suficientes hombres para alistarse, y rezo por ello, así como suficientes hombres para dirigirlos. En cuanto a éstos últimos, me refiero a sacerdotes que estén dispuestos a entregarse en cuerpo y alma a atender las necesidades de los fieles que se adhieran correctamente a la Tradición contra viento y marea. Están en peligro las almas, incluida la del propio sacerdote. Porque no puede desaprender lo que ya sabe, y no puede dejar de amar aquello de lo que se ha enamorado. El precio a pagar en aras de la obediencia a un régimen triturador de almas, por mucha autoridad que afirme tener, es demasiado alto.

Este nuevo motu proprio sólo será tan malo si creemos que nos obliga y lo reflejamos en nuestro actuar, como si sus disposiciones fueran lícitas. Mientras que si reconocemos su carácter inherentemente anticatólico y que ningún papa tiene potestad para pisotear a los miembros de la Iglesia y sus venerables ritos, como está intentando hacer Francisco, lo veremos más como una carga externa, una epidemia, una guerra, una hambruna o un mal gobierno al que hay que derrocar o soportar hasta que caiga. ¿Acaso tiene el Papa autoridad para proclamar semejante ucase? Nada eso. No vale ni el papel en que está escrito.

Los que aman la liturgia tradicional y reconocemos en ella el punto focal del legado de la Iglesia seguirán adelante lo mejor que puedan. No pedirán permiso para celebrar la Misa de siempre. No harán las lecturas en lengua vernácula ni en la versión oficial del episcopado. Prefieren morir mártires antes que como vergonzosos apóstatas.

Yo diría que al menos habrá algunos obispos que se queden estupefactos al ver la frialdad, dureza y necedad del motu proprio de Bergoglio contra la Misa Tradicional, que tiene tanto encanto como un decreto de Stalin ordenando purgar a los ucranianos disidentes. Por supuesto, habrá otros que lo acogerán con los brazos abiertos, pero me cuesta creer que prelados que han sido testigos de los numerosos frutos buenos de Summorurm pontificum –entre los que destaca la constante y con frecuencia generosa contribución económica procedente de los grupos tradicionales– y mantienen buenas relaciones con sacerdotes y parroquias que celebran sin problemas la Misa de siempre quieran molestarlos para que se amolden a lo que dicta un tirano que no durará mucho. Todo obispo que de verdad ame a la Iglesia Católica y sea consciente de la pujanza del amor a la Tradición entre los jóvenes, y de la capacidad de éstos para revitalizar la Iglesia después del estancamiento (por no decir caída libre) de las últimas décadas, dejará tranquilamente de lado tan doloroso documento y seguirá adelante como si nada. Mejor dicho, con plena certeza de que, como se decía en un tweet en Rorate Caeli, «Francisco morirá, pero la Misa Tradicional seguirá adelante».

Por el lado práctico, a la mayoría de los obispos no les sobra clero en una medida como para que se puedan permitir ganarse la enemistad de una cantidad considerable de sus sacerdotes. Si una cantidad suficiente de sacerdotes de las diócesis más conservadoras se aferraran a la Misa Tradicional, a la que tienen un derecho inalienable e irrevocable, ¿qué harían los obispos? ¿Destituirlos a todos? ¿Dónde encontrarían pastores? ¿Dónde encontrarían vocaciones? ¿Necesita el episcopado otro problema de proporciones, una guerra civil, un descontento latente que consuma tiempo y energía por todos lados? Benedicto XVI negoció una paz frágil dentro de la que cabía cierta medida de normalidad libre de polémica. Muchos querrán mantener esa paz dejando las cosas como están en vez de reanudar las hostilidades.

La lógica de Traditiones custodes es tortuosa, por decir lo menos. Guardianes de la Tradición… que atacan una Tradición romana de culto divino con siglos a sus espaldas. Se empodera a los obispos… pero para fijar límites y prohibir. No pueden fomentar, apoyar ni multiplicar los centros de culto y difusión. El Papa fomenta la unidad… haciendo una de las cosas más destructivas para la unidad que quepa imaginar. El Papa elogia a su predecesor… contradiciendo en todos sus enseñanzas y revocando lo que hizo. Y como la Tradición católica les ha enseñado que quien manda es el Papa, no olviden que hay obedecerlo sin rechistar cuando mande rechazar las tradiciones que no le gustan, por mucho que las hayan sostenido sus predecesores, que no tenían menos autoridad que él, y a pesar de que el peso acumulado del apoyo que prestaron a esa Tradición pese mucho más que el de él.

Recordamos que en una ocasión le preguntaron al Papa a quemarropa por la posibilidad de la salvación para un hombre que dio sobradas muestras de morirse ateo y renegando de Dios, y dio una respuesta positiva en cuanto su salvación. Y en cambio, en su carta sobre los católicos apegados a la Sagrada Tradición de la Iglesia, exige una obediencia incondicional a su persona cuando ordena que se extirpe ese apego a la Tradición.

Y si no le obedecen, les recuerda que no es posible la salvación para el católico que no se somete a la persona de él. Invirtamos la situación. Si uno niega totalmente a Dios y muere ateo, las palabras del Papa rebosan esperanza; es más, admitamos que se salva por misericordia. Pero si alguno tiene la temeridad de apegarse a las tradiciones de la Iglesia a pesar de que se le haya prohibido, es un cismático que va camino de salirse de la Iglesia y rumbo a la perdición. ¿Cómo no ver en ello el derrumbe total de la papolatría que convierte al Sumo Pontífice en un dios mortal, en un oráculo divino que se permite reescribir la liturgia, la teología, la moral y hasta la historia con fines ideológicos?

El papa Francisco recuerda a arquitectos modernos como Le Corbusier, que diseñaban sobre cimientos ideológicos, y luego se sorprendían cuando venían las goteras, las manchas y los derrumbes y todo se venía abajo. Es natural que la gente quiera trasladarse a edificios más elegantes, firmes y tranquilos como los de antes.

¿Hay esperanza de que salga el sol después de la tormenta? Tal vez en que al final caerán todas las máscaras que disimulan el mortal juego que se traen entre manos los modernistas?

El contraste entre la festividad de Nuestra Señora del Carmen y la detonación del arma más destructiva concebida por el hombre –que mata a justos y pecadores y es simiente de enfermedad para años– nos da la clave para entender la importancia de esta fecha. El signo de la Virgen, la que recibió el Verbo y engrandeció a Dios, se alza frente al de la Serpiente, que desprecia soberbia los dones de Dios exaltando su propia voluntad. El primigenio non serviam resuena en la voz de quien se niega a ser servus servorum Dei.

«Por sus frutos los conoceréis»: ése fue el mensaje del Evangelio del domingo pasado, séptimo después de Pentecostés en el Rito Extraordinario de antes, más conocido como Misa de siempre. Los frutos de este nuevo motu proprio serán confusión generalizada y mayor división; tentaciones de resentimiento, desánimo y desesperación; tensiones y problemas para los obispos de todo el mundo; vacilaciones incapacitantes para jóvenes que tenían pensado hacerse seminaristas de acuerdo con lo dispuesto en Summorum pontificum; que numerosos católicos se pasen a la Fraternidad San Pío X (¡por lo que no juzgo a nadie!) y a grupos sedevacantistas (lo cual, por el contrario, sí que sería trágico) porque los ordinarios no entienden –y no deberían ser capaces de entender– que un papa pueda actuar en contra de la Iglesia, sus tradiciones y el bien común, como hace y ha hecho tantísimas veces Francisco. De todo eso y más tendrá que dar cuenta Jorge Bergoglio cuando comparezca ante el temible tribunal de Cristo.

En este tenebroso día, no nos limitemos a invocar a la Virgen del Carmen y portar su escapulario; veamos también en ese escapulario un recordatorio del manto protector con que cubre a todos sus hijos y a todo lo que es católico, incluidas las tradiciones que nos unen entre nosotros y con todas las generaciones de creyentes, hasta llegar a Nuestra Señora. Pues fue Ella quien dijo en palabras que debemos invocar con fiel perseverancia: «Desplegó el poder de su brazo y dispersó a los que se engríen con los pensamientos de su corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y ensalzó a los humildes».

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

Editorial Rorate Caeli: No hay que hacer caso del rencoroso y vengativo ataque a la Misa en latín

 ADELANTE LA FE


A pesar de la confianza que teníamos en las fuentes que preveían para hoy el ajuste de cuentas contra Summorum pontificum y la Misa tradicional tal como la conocemos, en el fondo albergábamos la esperanza de que no se tratara más que de un rumor infundado. Al fin y al cabo, SS Benedicto XVI no sólo está vivo, sino plenamente consciente y viste la talar blanca mientras pasea por los jardines vaticanos. ¿Cómo iba un papa en funciones a tener la arrogancia de humillar públicamente a un papa emérito de 94 años?

Por desgracia, la respuesta es afirmativa. Jorge Mario Bergoglio es, indudablemente, el pontífice más arrogante en la historia de la Iglesia Católica. Desde el primer día, por no decir antes, todo se ha centrado en él, sea lo que sea. Los medios dominantes de difusión lo calificaron de humilde por gestos teatrales como vestir ropa barata y andar con una bolsa en la mano, pero lo cierto es que Bergoglio es un ser vengativo. Un papa revanchista. Un jesuita resentido y amargado que se venga y desquita.

¿Cómo debe responder el católico tradicional a este último ataque contra la Misa y los amantes de la Tradición? Pues muy sencillo: desentendiéndose. No haciendo caso de su mensaje. Haciendo caso omiso de sus motivaciones, fruto de puro odio y sed de revancha. Tranquilos, y sigan como si no hubiera pasado nada.

Los sacerdotes: Sigan como hasta ahora rezando la Misa Tradicional sin cambiar nada, excepto que celebren más.

Los obispos: Sigan como hasta ahora. No piensen que hay necesidad de alterar nada en su diócesis. ¿Hay buenos y santos sacerdotes que celebran la Misa Tradicional a laicos ávidos de los sacramentos de siempre? ¿Y eso es un problema? Si ofrecer un sacrificio reverente –el Cuerpo, Sangre, Alma y divinidad del Señor– es un problema, no podemos hacer nada. Pero si los católicos de vuestras diócesis se nutren espiritualmente con los libros de 1962, pues por lo que más quieran, fomenten eso. ¡El resto de la Iglesia se muere a pasos agigantados! ¡A quién se le ocurre amputar el miembro sano! No les pedimos necesariamente que hablen contra el Papa actual; pero tampoco tienen que esforzarse por asestar una bofetada a los católicos tradicionales de su diócesis. Somos vuestra grey, tanto como otros que asesinan a bebés sin que dejen de darles de comulgar.

Es lamentable, pero cierto: se está librando una guerra por el corazón y el alma de la Iglesia Católica. Existen actualmente, más o menos, dos bandos. En uno está Joseph Ratzinger, que se ocupó en recuperar tradiciones seculares de la Iglesia fundada por Jesucristo. Aunque no reconozca públicamente la división, pero numerosos sacerdotes y fieles están de su parte. En el otro está Jorge Bergoglio, el jesuita que era harto conocido en la Iglesia argentina como enemigo acérrimo de la Misa Tradicional y de cuantos rinden culto a Dios con los libros de antes. En su habitual estilo humilde, habla de la gigantesca división que reina en la Iglesia despotricando constantemente contra los católicos tradicionalistas y burlándose de ellos, incluso de los que ofrecieron ramilletes de oración por él mientras estaba enfermo.

Nos toca, pues, elegir bando. ¿Nos ponemos en las filas de la Tradición, o cederemos a las novedades? ¿Aceptaremos el odio y la revancha de Francisco el Humilde o nos postraremos ante las hermosas enseñanzas que nos transmitió el papa Benedicto hace catorce años corroborando siglos de tradición? Parte de la elección consiste en hacer caso omiso del último acto de odio y venganza que ha cometido contra los católicos tradicionalistas. Ya basta.

No cedan.

No se rindan.

Aguanten.

Sigan reconstruyendo.

Celebren más misas tradicionales, sin cambiar nada.

Asistan fielmente a más misas tradicionales.

Rueguen por el papado. Imploren a San Pedro que cuando Dios lo vea oportuno nos mande un papa santo que sea un fiel pastor de todos.

No hagan caso del promotor de odio y venganza, sus obras y sus pompas.

¡VIVA CRISTO REY!

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

Venecia, 17 de julio. Monseñor Viganò / Ante la apostasía de la fe, tomemos la armadura de Dios

 CHIESA E POST CONCILIO


Esta mañana se ha celebrado en Venecia el encuentro En la hora de la "Buena Lucha" para salir de la hipnosis y revivir al hombre nuevo, al hombre espiritual, hambriento y sediento de verdad . El acto ( visible aquí ) fue inaugurado por una reflexión de Monseñor Carlo Maria Viganò. A continuación se muestra el texto. Índice de intervenciones previas y relacionadas

Etiamsi omnes, ego no

Discurso de SE Mons. Carlo Maria Viganò
Evento de Venecia - 17 de julio de 2021


" Et si omnes scandalizati fuerint in te,
ego numquam scandalizabor ".
Mt 26,33

Esta convención tiene el privilegio de tener su sede en una ciudad con un pasado glorioso, donde sus gobernantes han sabido aplicar ese buen gobierno que encuentra en la religión el principio inspirador e informativo de todo reino temporal. La República de la Serenísima ha combinado todos los aspectos positivos de la monarquía, la aristocracia y la democracia en un sistema querido y diseñado para favorecer la práctica de la religión, el bienestar honesto de sus ciudadanos, el desarrollo de las artes y el comercio y los intercambios culturales, la gestión prudente. de los asuntos públicos y la prudente administración de justicia. Mientras Venecia permaneció fiel a su alta vocación, prosperó en todos los campos; cuando el último de sus Doges se dejó corromper por la masonería y las falsas filosofías de la Ilustración,

De la historia de la Serenísima podemos extraer una gran lección para los tiempos actuales y una severa advertencia para el destino de nuestra patria y de las naciones en general.
Lo que indica el declive de un imperio es la traición a los ideales que lo hicieron grande, la perversión de la autoridad, la corrupción del poder, la resignación del pueblo. Nunca como en esta época podremos ver que el destino del mundo entero, y en particular de Europa y de las naciones occidentales, esté irremediablemente marcado por todos estos elementos, que inevitablemente son preludio de su caída, de su ruina.
La traición a los ideales, a la cultura, a la civilización, al conocimiento, a las artes encuentra su causa en la apostasía de la Fe, en haber rechazado dos milenios de cristianismo y en querer eliminar, con la Cultura Cancelar , incluso la única memoria histórica. . Lo que fue moldeado en la era cristiana por la sangre de los Mártires, por el testimonio de los Confesores, por la doctrina de los Doctores de la Iglesia, por el Magisterio de los Papas y por todo un tejido de laboriosa caridad que impregnó todos los ámbitos de la Iglesia. Se rechaza la vida con molesto vergüenza. De los renegados en el poder.

La perversión de la autoridad ha hecho que los gobernantes, tanto en el ámbito civil como en el religioso, no cumplan con el propósito para el que existe, desviándose del bonum commune. Así, luego de haber rechazado el derecho divino de los soberanos y reivindicado el origen popular del poder del estado republicano, en nombre de supuestos derechos humanos y ciudadanos, la nueva clase política revolucionaria se ha mostrado dispuesta a venderse al mejor postor, rebelde a Dios y a los que dice representar. Las asombrosas promesas de democracia, libertad y soberanía popular se han roto en ausencia de moral cívica, sentido del deber, espíritu de servicio. Nacida como aplicación social de los principios revolucionarios inspirados en la masonería, la noción de Estado moderno resultó ser otro engaño colosal contra las masas, al que también se le arrebató el consuelo de una Justicia divina que moderara los excesos del tirano.

Es el clamor maligno del Crucifijo perpetuado en el tiempo. Después de doscientos años entendemos cómo se tramó ese fraude para hacer creer a las masas que pueden determinar, sobre la base de la mera mayoría numérica, lo que es bueno y lo que es malo, independientemente de la Ley natural y los Mandamientos de los que el Señor es el autor sabio. Esta impía torre de Babel muestra el derrumbe de sus cimientos justo en el momento en que parece más poderosa y destructiva. Y este es un motivo de esperanza para nosotros.

El ídolo de la igualdad se derrumba, una negación blasfema de la individualidad y la unicidad de cada hombre, en nombre de un aplanamiento hacia abajo en el que la diferencia es considerada con recelo, la autonomía de juicio es estigmatizada como antisocial, los intelectuales son una falta, la excelencia profesional un peligro. , un sentido del deber un obstáculo odioso. En esta prisión gris sin rejas tangibles, la libertad de expresión se reconoce solo en el pecado, el vicio, el crimen, la ignorancia, la fealdad: porque lo que es único en cada hombre, lo que lo hace especial, lo que lo eleva por encima de la masa informe es una demostración intolerable. de la omnipotencia de Dios, la infinita sabiduría de Su creación, el poder de Su gracia, la incomparable belleza de Su obra.

También se derrumba el mito de la falsa ciencia, rebelde como su inspiradora a la armonía del divino Cosmos. La humilde búsqueda del conocimiento y las reglas que rigen la creación sustituyó la presunción luciferina de demostrar por un lado la inexistencia de Dios y su inutilidad para la salvación de la humanidad, y por otro la loca divinización del hombre, que considera él mismo dueño del mundo mientras que sólo puede ser su guardián, de acuerdo con las normas eternas establecidas por el Creador. Y donde la sabia conciencia de la propia fragilidad había permitido grandes descubrimientos para el bien de la humanidad, hoy el orgullo de la razón engendra monstruos sedientos de poder y dinero, incluso a costa de diezmar la población mundial.

Las falsas ideologías del Liberalismo y el Comunismo colapsan, languideciendo ya después de décadas de enormes desastres políticos, sociales y económicos y hoy unidas y aliadas como fantasmas de sí mismas, en el loco proyecto del Nuevo Orden Mundial. Las palabras proféticas de los Papas sobre estas plagas de las Naciones se ven confirmadas por la observación de que ambas eran caras de una misma moneda: una medalla de desigualdad bajo la apariencia de equidad, de empobrecimiento de los pueblos bajo la especie de la justa distribución de la riqueza, de enriquecimiento de unos pocos con la promesa de más oportunidades para la mayoría.

Colapso de los partidos políticos y la supuesta oposición entre Derecha e Izquierda, hijas de la Revolución y ambas instrumentales para el ejercicio del poder. Habiendo negado los ideales que aún los inspiraron al menos nominalmente hasta las últimas décadas del siglo XX, los partidos se han convertido en empresas, acabando por crear una brecha insuperable entre la agenda que los mueve y las necesidades reales de la ciudadanía. A falta de principios inspiradores y valores innegociables, esos partidos se han dirigido a sus nuevos amos, a quienes los financian, a quienes deciden sus candidatos y orientan su acción, imponen sus elecciones. Y si la retórica atribuía al "pueblo soberano" el poder de nombrar a quien lo representara en los parlamentos y reconocía la máxima expresión de "democracia" en el voto,

Se derrumba la ilusión de que puede haber una Justicia donde las leyes de los Estados no se inspiran en el bien común, sino en el mantenimiento de un poder corrupto y la disolución del cuerpo social. Y donde la Ley de Dios está prohibida en los tribunales, la injusticia está en vigor, la honestidad es castigada, el crimen y el crimen son recompensados. Donde la Justicia no se administra en nombre de Dios, los Magistrados pueden legislar contra el Bien, haciéndose enemigos de los que deben proteger y cómplices de los que deben condenar.

El engaño de la libertad de información se derrumba, mostrando la multitud desoladora de servidores y cortesanos dispuestos a silenciar la verdad, a censurar la realidad, a subvertir los criterios del juicio objetivo en nombre del interés partidista, el deseo de enriquecerse, la embriaguez de la visibilidad efímera. . Pero si el periodista, el editor, el ensayista ya no tienen un principio inmutable que los inspira, que encuentra en el Dios vivo y verdadero el parámetro infalible para comprender e interpretar lo transitorio, la libertad se convierte en licencia, esclavitud del poder. regla y la mentira es la norma universal.

Se derrumba todo un mundo de falsedades, engaños, deshonestidad, horrores y fealdad, que durante más de dos siglos nos ha impuesto todo lo antihumano, anti-divino y anticristo como modelo. Es el reino del Anticristo, donde el transhumanismo desafía al Cielo y la naturaleza, en el eterno grito del Enemigo: ¡ Non serviam !

Pero lo que hoy vemos acontecer ante nuestros ojos constituye la esencia de un proyecto loco e infernal ontológicamente destinado al fracaso; y no es sólo un "declive", como sucedió en el transcurso de la historia a tantos imperios ahora enterrados bajo las cenizas y los escombros del tiempo: es el fin de una era que se rebeló contra el primer principio del universo, contra la naturaleza de las cosas, hasta el fin último del hombre. Una época que se rebeló contra Dios, que presumía poder despojarlo y expulsarlo, que pretendía y aún afirma poder blasfemarlo, para poder eliminarlo no solo del presente y del futuro, sino también del mundo. pasado. Una era formada por los sirvientes del Enemigo de Dios y de la humanidad, por sectas masónicas, por lobbies de poder subordinados al Mal.

Podría pensar que se trata de una visión decididamente apocalíptica del presente y de lo que nos espera; una visión de los Últimos Días, en la que los pocos fieles al Bien serán desterrados, perseguidos y asesinados, así como Nuestro Señor y la innumerable hueste de mártires fueron perseguidos y asesinados al comienzo de la era cristiana. Ante esta locura, las respuestas de las ideologías humanas no son suficientes, como tampoco basta una mirada desprovista de trascendencia. El epíteto de "apocalíptico" - que nos dirigen quienes deberían saber cuán reduccionista y muchas veces pretexto para atribuir la etiqueta de "negacionista" o "teórico de la conspiración" - traiciona una visión terrenal, en la que la Redención representa una opción entre los muchos. , junto con el marxismo u otras filosofías. Pero, ¿Qué debo predicar como obispo sino Jesucristo, y este crucificado? "(1 Cor 2, 2)?

Pero mis palabras, en esta ocasión, no quieren ser palabras de desesperación, ni quieren infundir miedo por el futuro que parece estar preparándonos.

Es cierto: este mundo rebelde y esclavizado por el Diablo, sobre todo en los que lo gobiernan con poder y dinero, nos hace la guerra y se prepara para una batalla encarnizada y despiadada, mientras pretende reunir a su alrededor tantos aliados como sea necesario. posible, incluso entre quienes prefieren no luchar por miedo o interés. A cada uno de ellos promete una recompensa, asegura una recompensa que devuelve su esclavitud a la causa o al menos la abstención de luchar en el frente opuesto. Promesas de éxito, de riqueza, de poder que siempre han seducido y corrompido a muchos a lo largo de la historia: siempre hay treinta denarios listos para el traidor.

Y lo que es más significativo, es que mientras el Enemigo declara abiertamente su hostilidad, cuántos nuestros aliados e incluso nuestros generales deberían ser, persisten en ignorarlo, negarlo, deponer las armas ante la amenaza que se avecina. En nombre del pacifismo demente, minan la verdadera paz, que es la tranquilidad del orden y no hacen cobardes y cobardes a quienes quieren destruirnos. En esto, como dije hace un momento, consiste la verdadera perversión de la autoridad: haber fracasado en el propósito para el cual hay, con la complicidad de los moderados , tibios que Nuestro Señor vomitará de Su boca.

Permítame instarle a no darse por vencido y a no dejarse seducir por quienes, movidos por el deseo de no ver comprometido su papel de supuestos mediadores en la perpetuación de un sistema corrupto y corruptor, insisten en no querer reconocer la gravedad de la situación. situación actual y deslegitimar a quienes la denuncian como un "teórico de la conspiración". Si existe una amenaza concreta para la salvación de las personas y de la raza humana; si hay una mente detrás de este proyecto articulado y organizado; si la acción de quienes la ponen en práctica está claramente encaminada a hacer el mal, la razón y la Fe nos instan a descubrir a sus autores, a denunciar sus propósitos, a impedir su ejecución. Porque si ante tal amenaza permanecemos inertes y de hecho nos esforzamos por negarla, nos convertiríamos en cómplices y cooperadores del mal,

Pero si es cierto que es indiscutible esta amenaza que se cierne sobre los buenos, los honestos, las personas que aún se mantuvieron fieles a Nuestro Señor, también es cierto que esta amenaza, por su propia naturaleza, está destinada a los más flagrantes y flagrantes. Derrota devastadora porque no cuestiona solo a los hombres, sino a Dios mismo, a toda la Corte celestial, a las huestes de Ángeles y Santos y a toda la Creación. Sí: incluso la naturaleza, obra maravillosa de Dios, se rebela contra esta violencia. Y entre la victoria final del Bien, la más segura, y este presente de tinieblas, somos nosotros, con nuestras elecciones, los que permitiremos que Dios cuente los suyos.

No pensamos que en este conflicto de época sólo debamos organizarnos por medios humanos. No estemos convencidos de que el asombroso poder de nuestro Enemigo es razón suficiente para permitirnos ser derrotados y aniquilados.

Queridos hermanos y hermanas: ¡no estamos solos! Precisamente porque esta es una guerra contra la Majestad de Dios, Él no se negará a tomar el campo de nuestro lado, dejándonos solos para luchar contra un Adversario que se atrevió a desafiar nada menos que al Todopoderoso, el Señor de los ejércitos alineados en la batalla. , a quien tiemblan los cimientos del universo. Al contrario: coloquémonos a Su lado, bajo el glorioso estandarte de la Cruz, muy seguros de una victoria inimaginable, y de una recompensa que palidece todas las riquezas de la tierra. Porque la recompensa que nos espera es inmortal y eterna: la gloria del Cielo, la dicha eterna, la vida sin fin en presencia de la Santísima Trinidad.
Las armas que debemos afilar en este tiempo, para estar preparados para la batalla inminente, son la vida en la gracia de Dios, la frecuencia de los sacramentos, la fidelidad al inmutable Depositum Fidei , la oración, especialmente el Santo Rosario, el ejercicio constante de las Virtudes, la práctica de la penitencia y el ayuno, las Obras de Misericordia corporales y espirituales, para ganar a nuestros hermanos lejanos o tibios para Dios.
Escuchemos la amonestación del Apóstol: “ Toma la armadura de Dios, para que puedas perseverar en el día inicuo y permanecer en pie después de pasar todas las pruebas. Mantente firme, ciñe tus caderas con la verdad, vístete con la coraza de justicia y ten el celo de difundir el evangelio de la paz como un zapato en tus pies. Sostén siempre en tu mano el escudo de la fe, con el cual podrás apagar todos los dardos ardientes del maligno; tomad también el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, es decir, la palabra de Dios ”(Efesios 6: 13-17).

Estas palabras, que San Pablo dirige a los fieles de la ciudad de Éfeso, son también y sobre todo válidas para nosotros, en este tiempo en el que debemos entender que " nuestra batalla no es contra criaturas de sangre y carne, sino contra los Principados y el Poder, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos que habitan en las regiones celestiales "(Efesios 6, 12).

Este evento de Venecia fue querido por sus organizadores como un momento de reflexión y acto fundacional de un movimiento de renacimiento espiritual y social. Un llamado espiritual a las armas, por así decirlo, para contar y conocerse. Pero sobre todo dar testimonio valiente de esa Fe que, por sí sola, es premisa necesaria e indispensable para la paz y la prosperidad de nuestra querida Patria. Lo dije, lo digo ahora y lo repito: pax Christi in Regno Christi.

Así, como en la celebración de la victoria de Lepanto sobre los turcos, el Senado veneciano rindió honores públicos a la Virgen Reina de las Victorias, a quien reconoció el mérito de la derrota del enemigo del cristianismo; por eso hoy debemos tener el valor de redescubrir en el Evangelio de Cristo y en la fidelidad a sus Mandamientos el elemento fundante de toda acción, personal y colectiva, social y eclesial, que quiera aspirar al éxito y ser bendecida por Dios.

Las ruinas de la sociedad antihumana y anticristiana que ha asolado los últimos siglos de la historia son una severa advertencia para quienes se engañan a sí mismos construyendo una casa sin ponerla bajo la protección del Señor: « Nisi Dominus ædificaverit domum, in vanum laboraverunt qui ædificant eam. Nisi Dominus custodierit civitatem, frustra vigilat qui custodit eam "(Sal 126, 1). Esta casa, esta ciudad sólo puede renacer y resucitar si ese Rey divino y esa Reina omnipotente reinan allí por gracia, que fueron los verdaderos soberanos de la gloriosa República de Venecia, ante quienes el Dogo y los Magistrados están representados de rodillas, como un testimonio devoto del orden religioso y social cristiano. Que esta conciencia tuya sea el motor de todas tus acciones futuras y las nuestras.

A todos ustedes, ya todos los que saben reunirse bajo las insignias de Cristo y la Virgen, les imparto de todo corazón mi bendición paterna: in nomine + Patris, et + Filii, et Spiritus + Sancti . Amén.

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo
16 de julio de 2021
Commemoratio Beatæ Mariæ Virginis de Monte Carmelo

sábado, 17 de julio de 2021

EDITORIAL MOTU PROPRIO: Francisco no se equivoca

 ADELANTE LA FE

Si hacemos una lectura tranquila del Motu Proprio Traditionis Custodes, el llamado Anti-Summorum, hay que reconocer que, desde el punto de vista de Francisco y de la revolución conciliar, es absolutamente coherente y comprensible en sus juicios, justificaciones y medidas: no se equivoca, tras la Misa tradicional hay algo más que una sensibilidad, algo que les inquieta profundamente, y con razón.

La imposición del Novus Ordo no fue, como nos han querido hacer creer desde Summorum Pontificum, una nueva forma del rito romano que expresaba la misma fe de siempre, sólo que marcando los acentos de forma ligeramente diferente.

La nueva misa ha sido, y es, el ariete con el que el modernismo ha destruido las puertas de la antigua Fe para reemplazarla por una nueva mediante el Lex Orandi, Lex Credendi; por algo los cardenales Otavianni y Bacci la definieron como “alejada en conjunto y en detalle de la teología católica de la Santa Misa”.

¿Les parece exagerada esta afirmación? Contra factun non valet argumentum, contra hechos no hay argumentos que valgan, simplemente hagan una simple encuesta en cualquier iglesia llena los domingos y pregunten sobre dogmas de Fe, sobre lo que es la Santa Misa, sobre la transubstanciación, sobre la moral más básica sexual y en todos los órdenes, y descubrirán que la gran mayoría de las personas y el clero -con sotana y sin sotana- que hay allí dentro conservan apenas escasos vestigios de la verdadera Fe.

Se comprenderá pues como el intento imposible de Benedicto XVI por cuadrar el círculo, queriendo unificar dos supuestas “formas” y a su vez querer difuminar las dudas sobre el Vaticano II con su absurda hermenéutica de la continuidad -nunca demostrada ni siquiera expuesta sistemáticamente-, no podía sino explotar en algún momento, porque no es posible, a no ser que renunciemos a la lógica y el principio de no contradicción, sintetizar un supuesto único rito romano bicéfalo con dos cabezas ontológicamente concebidas para destruirse la una a la otra, porque cada una no es que exprese lo mismo con un ligero acento diferente, sino que expresan exactamente lo opuesto. No puede haber síntesis, enriquecimiento ni paz litúrgica que valga entre un rito concebido para destruir la teología católica de la Santa Misa y otro para engrandecerla.

No olvidemos, como ya expuse en un anterior artículo, que Summorum Pontificum no es más que el resultado de una de las condiciones de las negociaciones en su época con la Fraternidad San Pío X, que no fructificaron y todo quedo en una inmensa “patata caliente” en manos del Vaticano de la que han picoteado multitud de grupos hasta el día presente.

Esta tensión innata al monstruo de dos cabezas creado por Benedicto, no sólo se percibe en nuestro lado, sino que ellos también la conocen perfectamente, y saben que igual que usan el novus ordo para destruir la fe de siempre, nosotros “usamos” la Misa Tradicional como muralla defensora contra su ariete, y que esto no es una cuestión de sensibilidades, de gusto por el incienso o los “trapos”, sino que hay subyacente firme e inevitablemente, una enmienda a la totalidad a todo el modernismo surgido del, por y en el Vaticano II, e impuesto a machacamartillo por todos los papas postconciliares que ahora “santifican” y “beatifican” a marchas forzadas.

El propio Benedicto XVI era consciente de ello cuando impuso como condición para aprovecharse de los beneficios de Summorum la condición sine qua nom de no oponerse al novus ordo, imponiendo así de facto una ley de silencio que muchos lamentablemente acogieron incautamente queriendo ser uno más en la gran orquesta conciliar de la diversidad.
Francisco, pues, no ha hecho más que concluir esta condición, al observar -con razón- que lo que se mueve en torno a la Misa tradicional no es sólo una sensibilidad especial por lo antiguo, sino que es la punta del iceberg de todo un ejército que se opone a todo lo que ellos han “construido” durante 50 años; y esto les aterroriza y les duele profundamente, por lo que no cabe otra que destruirlo. De alguna forma, este Motu Proprio clarifica y certifica lo irreconciliable de ambos ritos.
Espero que esto sirva de lección para aprender que el combate por la Fe debe anteponerse incluso al privilegio de poder tener la Misa tradicional, y que no hay dádiva que pueda hacernos callar, disimular o contemporizar con los destructores de la Iglesia. No será por estrategias humanas que se gane esta guerra, sino por la fidelidad al depósito de la Fe incluso a costa de nuestro sacrificio personal y espiritual.

Miguel Ángel Yáñez

Custodio de la traición. Tres breves reflexiones

 THE WANDERER

Algunas reflexión rápidas e incompletas hilvanadas con el correr de las horas:


1. ¿Qué pasó?

Con la publicación de Traditionis custodes hemos visto al Bergoglio más cruel y malvado de los últimos tiempos; el Bergoglio que los argentinos conocimos muy bien como arzobispo de Buenos Aires. Nadie, creo yo, imaginaba que su motu proprio podía contener tanta saña y tanto odio. Odio a sus enemigos y odio a la fe católica. Bergoglio no se ha contentado con romper algunos cristales en una noche de noviembre; Bergoglio ha decretado el exterminio de los fieles tradicionalistas. Es la Solución Final, pues todo en el documento apunta a que estos fieles mueran de inanición y no puedan reproducirse. Deja un tendal de víctimas; católicos heridos y apaleados, justo cuando la Iglesia se está desmoronando y la mayor parte de los que se consideran católicos —clero y fieles— no son más que zombis, muertos que se creen vivos.

Así como Benedicto XVI había dicho refiriéndose a los fieles amantes de la tradición que “todos tenían un lugar en la Iglesia”, Francisco acaba de decir que ya no lo tienen. No hay ya lugar para nosotros en la iglesia francisquista, pero sí hay lugar y arrumacos para los adúlteros, los homosexuales y los herejes de distinto pelaje. Y esto no es un retruécano o una chicana: es una realidad, y negarlo es negar la evidencia.

El experimento del Papa Benedicto XVI de la “hermenéutica de la continuidad” fracasó rotundamente, y el motu proprio de Francisco ha sido su lápida. Es que la lectura de Traditionis custodes lo dice con todas las letras: la lex orandi de la iglesia actual —y se refiere a la iglesia del Vaticano II—, es el novus ordo. La misa tradicional, por tanto, corresponde a la lex orandi de una Iglesia que ya no existe. Es lógico, entonces, que los fieles que pretende seguir con esa liturgia no tengan lugar en la nueva iglesia. Estoy siguiendo un razonamiento llano, y no acudiendo a suposiciones. Esta es la realidad terrible con la que nos enfrentamos; la expresión más refinada del rupturismo de la Escuela de Bolonia, la que ha sido ahora canonizada. Giuseppe Alberigo estará de parabienes en el lugar donde se encuentre.

Por eso, y como tantas veces dijimos en este blog desde sus inicios hace más de quince años, el problema es el Vaticano II. Es lo que con claridad y valentía ha dicho en los últimos tiempos el arzobispo Viganó. Aquí no se trata de emparchar documentos confusos o de suavizar aristas, y tampoco de apelar a hermenéuticas de dudosa eficacia. El Concilio Vaticano significó una ruptura con la Tradición de la Iglesia católica. No sé cuál es la solución, pero urge que aparezca alguna porque la iglesia “oficial” se está viniendo a pique. De eso no cabe duda alguna.

¿Qué pasará?

No soy adivino ni vidente, pero se pueden hacer algunas conjeturas. Y partamos de un dato que nos beneficia: Bergoglio publicó su motu proprio en su momento de mayor debilidad (no puedo explicarme por qué motivo espero casi nueve años para hacerlo); ya lo decía Sandro Magister hace pocos días: el Papa está solo; lo han abandonado hasta sus amigos. Las estancias de Santa Marta huelen a muerto; Bergoglio es un hombre débil y moribundo. Otro hubiese sido el cantar si el documento salía a uno o dos años de su elección, cuando estaba en el apogeo de su fama y tenía crédito en la Iglesia y en el mundo.

Esta debilidad puede provocar la rebelión más o menos agresiva de muchos. Es un signo alentador, por ejemplo, las declaraciones del arzobispo de Los Ángeles o las reflexiones de un sacerdote toledano, y me consta además, que muchísimos sacerdotes de a pie, que no son precisamente tradicionalistas, están furiosos. Bergoglio ya hizo demasiadas maldades; buena parte de los católicos ya perdieron la paciencia, y será mucho más fácil la rebelión. No son los años de Pablo VI cuando todos bajaron mansamente la cabeza y aceptaron la imposición de Bugnini.

Pero aunque espero alguna resistencia aquí y allá por parte del clero, no me ilusiono. Los obispos sobre todo, y también la mayor parte de los curas son cobardes, y aunque no estén de acuerdo, no harán nada. Me han comentado que en una diócesis argentina, a menos de dos horas de publicado el documento, los sacerdotes responsables anunciaban a sus fieles que la misa tradicional se suspendía hasta recibir las autorizaciones correspondientes.

En países latinos como España, Argentina y otros muchos, me temo que las pocas misas Summorum Pontificum que existían serán acotadas y no se darán nuevas autorizaciones. En otros países, como Francia, Inglaterra o Estados Unidos, donde la liturgia tradicional está mucho más viva y presente, estimo que las cosas seguirán como hasta ahora. Utilizarán el principio hispánico de “Se acata pero no se cumple”, porque muchos obispos no dejarán a decenas de miles de fieles en la calle de un día para otro, y otros muchos no cumplirán porque los únicos fieles en serio que tienen en sus diócesis son los que asisten a la liturgia tradicional, y limitarlos, sería quedarse literalmente sin fieles y sin sacerdotes.

En lo inmediato, quienes llevarán la peor parte serán los institutos fundados al amparo de la desaparecida Comisión Ecclesia Dei y que ahora pasan a la supervisión de la Congregación de Religiosos, quedando en manos del cardenal Braz de Aviz que debe estar ya relamiéndose la boca. No sería raro que en septiembre u octubre, pasadas las vacaciones europeas, comiencen a anunciarse las primeras visitas apostólicas a los seminarios de la Fraternidad San Pedro, del Instituto Cristo Rey, del Instituto del Buen Pastor y de otros similares. Y ya sabemos cómo terminarán esas visitas: en pocos meses, los seminarios serán cerrados y a los seminaristas se les ofrecerá internarse en campos de concentración diseñados para su reeducación en la lex orandi de la nueva iglesia. Lo único que podría salvarlos, quizás, sería una pronta muerte Bergoglio.

En cuanto a los fieles, creo que cada uno se salvará como pueda de acuerdo sus circunstancias. En muchos casos, las misas serán autorizadas por los obispos y seguirán celebrándose; en otros, acudirán a las misas de la FSSPX, que son los grandes ganadores de esta situación. Otros, acudirán a los ritos orientales, católicos u ortodoxos, y otros volverán a las misas novus ordo, tratando de buscar la más potable que puedan encontrar en los lugares donde habitan.

¿Qué hacer?

El consejo más sabio que se me ocurre es el que ha dado la página Rorate Coeli: Keep calm and go to the Latin mass. Y cito:

Sacerdotes: Continúen. No cambien nada con respecto a las misas tradicionales en latín que están celebrando, excepto para celebrar aún más misas.

Obispos: Continúen. No sientan la necesidad de inventar problemas en vuestra diócesis donde no los hay. ¿Se están ofreciendo misas tradicionales en latín por parte de buenos y santos sacerdotes a los laicos católicos sedientos de sacramentos tradicionales? ¿Es esto un problema? Si ofrecer un sacrificio reverente —cuerpo, sangre, alma y divinidad— es un problema, en ese caso no podemos ayudarle. Pero si los católicos de su diócesis están siendo alimentados y nutridos a través de los libros de 1962, entonces, por favor, fomente aún más esta situación. El resto de la Iglesia se está muriendo rápidamente. ¿Por qué cortar el único miembro sano? No esperamos necesariamente que hablen en contra del Papa actual; pero tampoco tienen que salir a los caminos de sus diócesis para abofetear a los católicos tradicionales. Somos sus ovejas, tanto como otros que actualmente matan bebés y reciben la comunión.

En cuanto a nosotros los laicos, creo que el principio universal a aplicar debe ser “Fuego a discreción”, según la capacidad y prudencia de cada uno. La estrategia que promovíamos desde este blog seguía el principio siempre vivo en la curia vaticana: hacernos los muertos para que no nos maten. Era el caso del funcionario soviético al que amenazaban con matar a su familia si se atrevía a hacer algo contra el régimen y, por lo tanto, callaba. Ahora, el Papa Francisco asesinó a toda la familia; ya no hay motivos para apaciguar las olas o para pedir recato o mesura. Si hasta ahora tiramos una pachamama al Tíber, creo llegada la hora de tirar otras al Rin, al Ebro y al Paraná; de apoyar todas las iniciativas de resistencias que surjan. Por ejemplo, la iniciativa de la asociación Juventus Traditionis de acudir a Roma para la décima peregrinación Summorum Pontificum a fin de defender la misa, y quienes no puedan ir para manifestarse en la Plaza de San Pedro, siempre podrán hacerlo frente a las iglesias catedrales de cada diócesis: “Devuélvannos la misa”.

En otros casos, se tratará de sostener moral, emocional y hasta económicamente a los sacerdotes fieles que decidan seguir celebrando la liturgia de siempre en la Iglesia de siempre, y que serán perseguidos por sus obispos.

En fin, que no me parece a mi que, por el momento, puedan diseñarse estrategias colectivas. Por ahora, sólo hay una: oponerse al vengativo y detestable jesuita porteño elegido Papa el malhadado día del 13 de marzo de 2013.

The Wanderer

Apostilla: Una vez más, vale la pena recordar que el motu proprio de Bergoglio habría sido imposible sin la exagerada exaltación del papado romano de la que hablamos hace pocos días. A ningún papa anterior al siglo XX se le habría ocurrido abrogar, literalmente, la tradición litúrgica de la Iglesia. Eran los custodios de la tradición y no sus dueños. Pero Pío IX les enseño que ellos eran la tradición: Io sono la tradizione.

URGENTE: publicado el Motu Proprio Anti-Summorum

 ADELANTE LA FE


Tal como adelantó Adelante la Fe/Rorate caeli en exclusiva en español, se ha publicado hoy la defenestración de Summorum Pontificum

Motu Proprio Traditionis Custodes

SOBRE EL USO DE LA LITURGIA ROMANA ANTES DE LA REFORMA DE 1970

Guardianes de la tradición, los obispos, en comunión con el obispo de Roma, constituyen el principio visible y el fundamento de la unidad en sus Iglesias particulares. [1] Bajo la guía del Espíritu Santo, mediante el anuncio del Evangelio y la celebración de la Eucaristía, gobiernan las Iglesias particulares que les han sido confiadas. [2]

Promover la armonía y la unidad de la Iglesia, con solicitud paternal hacia quienes en algunas regiones se adhirieron a las formas litúrgicas anteriores a la reforma deseada por el Concilio Vaticano II, mis Venerados Predecesores, San Juan Pablo II y Benedicto XVI, han concedido y regularon la facultad de utilizar el Misal Romano publicado por San Juan XXIII en el año 1962. [3] De esta manera pretendían «facilitar la comunión eclesial a aquellos católicos que se sienten ligados a unas formas litúrgicas anteriores» y no a otras. [4]

A raíz de la iniciativa de mi Venerable Predecesor Benedicto XVI de invitar a los obispos a verificar la aplicación del Motu Proprio Summorum Pontificum , tres años después de su publicación, la Congregación para la Doctrina de la Fe llevó a cabo una amplia consulta a los obispos en 2020,cuyos resultados se han examinado detenidamente a la luz de la experiencia adquirida en los últimos años.

Ahora, habiendo considerado los deseos formulados por el episcopado y habiendo escuchado la opinión de la Congregación para la Doctrina de la Fe, deseo, con esta Carta Apostólica, continuar aún más en la búsqueda constante de la comunión eclesial. Por lo tanto, me pareció apropiado establecer lo siguiente:

Art. 1. Los libros litúrgicos promulgados por los Santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, de conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano.

Art. 2. El obispo diocesano, como moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica en la Iglesia particular que le ha sido confiada, [5] es responsable de regular las celebraciones litúrgicas en su propia diócesis. [6] Por tanto, es de su exclusiva competencia autorizar el uso del Missale Romanum de 1962 en la diócesis, siguiendo las directrices de la Sede Apostólica.

Art. 3. El obispo, en las diócesis en las que hasta ahora haya presencia de uno o más grupos celebrando según el Misal anterior a la reforma de 1970:

§ 1. Velar porque tales grupos no excluyan la validez y legitimidad de la reforma litúrgica, de los dictados del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Supremos Pontífices;

§ 2. indicar uno o más lugares donde los fieles adheridos a estos grupos pueden reunirse para la celebración eucarística (pero no en las iglesias parroquiales y sin erigir nuevas parroquias personales);

§ 3. establecer en el lugar indicado los días en que se permiten las celebraciones eucarísticas con el uso del Misal Romano promulgado por San Juan XXIII en 1962. [7] En estas celebraciones las lecturas deben proclamarse en lengua vernácula, utilizando las traducciones de la Sagrada Escritura para uso litúrgico, aprobada por las respectivas Conferencias Episcopales;

§ 4. Nombrar un sacerdote que, como delegado del obispo, se encargue de las celebraciones y de la pastoral de dichos grupos de fieles. El sacerdote es apto para este oficio, es competente para utilizar el Missale Romanum antes de la reforma de 1970, tiene un conocimiento de la lengua latina que le permite comprender plenamente las rúbricas y los textos litúrgicos, está animado por una viva caridad pastoral, y sentido de comunión eclesial. De hecho, es necesario que el sacerdote encargado se preocupe no sólo por la celebración digna de la liturgia, sino también por la atención pastoral y espiritual de los fieles.

§ 5. En las parroquias personales erigidas canónicamente en beneficio de estos fieles, efectuará una evaluación adecuada de su utilidad real para el crecimiento espiritual, y evaluará si las mantendrá o no.

§ 6. Se cuidará de no autorizar la constitución de nuevos grupos.

Art. 4. Los sacerdotes ordenados después de la publicación de este Motu proprio, que pretendan celebrar con el Missale Romanum de 1962, deberán presentar una solicitud formal al Obispo diocesano que consultará a la Sede Apostólica antes de otorgar la autorización.

Art. 5. Los sacerdotes que ya celebran según el Missale Romanum de 1962 pedirán autorización al obispo diocesano para seguir haciendo uso de la facultad.

Art. 6. Los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, erigidos entonces por la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, son competencia de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica.

Art. 7. La Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos y la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, para los asuntos de su competencia, ejercerán la autoridad de la Santa Sede, supervisando el cumplimiento de estas disposiciones. .

Art. 8. Se derogan las normas, instrucciones, concesiones y costumbres precedentes que no cumplan con lo dispuesto en este Motu Proprio .

Todo lo que he deliberado con esta Carta Apostólica en forma de Motu Proprio , ordeno que sea observado en todas sus partes, a pesar de todo lo contrario, aunque sea digno de mención particular, y establezco que sea promulgado mediante publicación. en el periódico «L’Osservatore Romano», que entró inmediatamente en vigor y posteriormente se publicó en el Comentario Oficial de la Santa Sede, Acta Apostolicae Sedis .

Dado en Roma, junto a San Juan de Letrán, el 16 de julio de 2021 Memoria litúrgica de Nuestra Señora del Carmen, noveno de Nuestro Pontificado.

FRANCISCO

____________________

[1] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución Dogmática. sobre la Iglesia “Lumen Gentium”, 21 de noviembre de 1964, n. 23: AAS 57 (1965) 27.

[2] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución Dogmática. Sobre la Iglesia “Lumen Gentium”, 21 de noviembre de 1964, n. 27: AAS 57 (1965) 32; CONC. ECUM. IVA. II, Decr. sobre la misión pastoral de los obispos en la Iglesia «Christus Dominus», 28 de octubre de 1965, n. 11: AAS 58 (1966) 677-678; Catecismo de la Iglesia Católica , n. 833.

[3] Véase JUAN PABLO II, Litt. Ap. Motu proprio datae «Ecclesia Dei», 2 de julio de 1988: AAS 80 (1998) 1495-1498; BENEDICTO XVI, Litt. Ap. Motu proprio datae “Summorum Pontificum”, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 777-781; Litt. Ap. Motu proprio datae “Ecclesiae unitatem”, 2 de julio de 2009: AAS 101 (2009) 710-711.

[4] JUAN PABLO II, Litt. Ap. Motu proprio datae “Ecclesia Dei”, 2 de julio de 1988, n. 5: AAS 80 (1988) 1498.

[5] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”, 4 de diciembre de 1963, n. 41: AAS 56 (1964) 111; Caeremoniale Episcoporum , n. 9; CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Instr. sobre algunas cosas que deben observarse y evitarse con respecto a la Santísima Eucaristía “Redemptionis Sacramentum”, 25 de marzo de 2004, nn. 19-25: AAS 96 (2004) 555-557.

[6] Cfr. CIC , can. 375, § 1; lata. 392.

[7] Ver CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Decreto «Quo magis» sobre la aprobación de siete nuevos prefacios para la forma extraordinaria del Rito Romano, 22 de febrero de 2020, y el Decreto «Cum sanctissima» sobre la celebración litúrgica en honor de los santos en la forma extraordinaria del rito romano, 22 de febrero de 2020: L’Osservatore Romano , 26 de marzo de 2020, p. 6.

*****

CARTA ANEXA DE PRESENTACIÓN DEL MOTU PROPRIO

Roma, 16 de julio de 2021

Queridos hermanos en el episcopado:

Como hizo mi predecesor Benedicto XVI con Summorum Pontificum, yo también pretendo acompañar el Motu proprio Traditionis custodes con una carta, para ilustrar las razones que me llevaron a esta decisión. Me dirijo a ustedes con confianza y parresía, en nombre de esa participación en «la preocupación por toda la Iglesia, que contribuye de manera suprema al bien de la Iglesia universal», como nos recuerda el Concilio Vaticano II.[1] .

Son evidentes para todos las razones que movieron a San Juan Pablo II y Benedicto XVI a conceder la posibilidad de utilizar el Misal Romano promulgado por San Pío V, publicado por San Juan XXIII en 1962, para la celebración del sacrificio eucarístico. La facultad, otorgada por indulto de la Congregación para el Culto Divino en 1984[2] y confirmado por San Juan Pablo II en el Motu proprio Ecclesia Dei de 1988[3] , fue motivado sobre todo por el deseo de favorecer la recomposición del cisma con el movimiento liderado por el arzobispo Lefebvre. La petición, dirigida a los obispos, de acoger con generosidad las «justas aspiraciones» de los fieles que pedían el uso de ese Misal, tenía por tanto una razón eclesial para recomponer la unidad de la Iglesia.

Esa facultad fue interpretada por muchos dentro de la Iglesia como la posibilidad de utilizar libremente el Misal Romano promulgado por San Pío V, determinando un uso paralelo al Misal Romano promulgado por San Pablo VI. Para regular esta situación, Benedicto XVI intervino muchos años después sobre la cuestión, regulando un hecho dentro de la Iglesia, en el que muchos sacerdotes y muchas comunidades habían «aprovechado con gratitud la posibilidad que ofrece el Motu proprio» de San Juan Pablo II. Subrayando cómo este desarrollo no era previsible en 1988, el Motu proprio Summorum Pontificum de 2007 pretendía introducir «una regulación legal más clara»[4] . Facilitar el acceso a aquellos, incluidos los jóvenes, «que descubren esta forma litúrgica, se sienten atraídos por ella y encuentran allí una forma particularmente adecuada para ellos, de encuentro con el Misterio de la Santísima Eucaristía».[5] , Benedicto XVI declaró «el Misal promulgado por San Pío V y reeditado por el Beato Juan XXIII como una expresión extraordinaria de la misma lex orandi», otorgando una «posibilidad más amplia de utilizar el Misal de 1962»[6] .

Apoyando su elección estaba la convicción de que esta disposición no pondría en duda una de las decisiones esenciales del Concilio Vaticano II, socavando así su autoridad: el Motu proprio reconoció plenamente que «el Misal promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la lex orandi de la Iglesia Católica de rito latino «[7] . El reconocimiento del Misal promulgado por San Pío V «como una expresión extraordinaria de la propia lex orandi» no quiso en modo alguno desconocer la reforma litúrgica, sino que fue dictado por el deseo de responder a las «insistentes oraciones de estos fieles». , permitiéndoles «celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el Beato Juan XXIII en 1962 y nunca abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia»[8] . Se consoló en su discernimiento por el hecho de que quienes deseaban «encontrar la forma, querida por ellos, de la sagrada liturgia», «aceptaban claramente el carácter vinculante del Concilio Vaticano II y eran fieles al Papa y a los Obispos»[9] . También declaró infundado el miedo a las escisiones en las comunidades parroquiales, porque «las dos formas de uso del rito romano podrían haberse enriquecido».[10] . Por ello invitó a los obispos a superar las dudas y los miedos y a recibir las normas, «haciendo que todo transcurra en paz y serenidad», con la promesa de que «se podrían buscar caminos para encontrar un remedio», en caso de que «aparecieran graves dificultades «en la aplicación de la legislación después de» la entrada en vigor del Motu proprio «[11] .

Trece años más tarde he encargado a la Congregación para la Doctrina de la Fe que les envíe un cuestionario sobre la aplicación del Motu proprio Summorum Pontificum. Las respuestas recibidas revelaron una situación que me duele y me preocupa, confirmando la necesidad de intervenir. Lamentablemente, la intención pastoral de mis predecesores, que habían pretendido «esforzarse al máximo para que todos aquellos que verdaderamente desean la unidad puedan permanecer en esta unidad o encontrarla de nuevo».[12] , a menudo se ha descuidado seriamente. Una posibilidad ofrecida por san Juan Pablo II y con mayor magnanimidad aún por Benedicto XVI para recomponer la unidad del cuerpo eclesial en relación con las diversas sensibilidades litúrgicas sirvió para aumentar distancias, endurecer diferencias, construir contrastes que hieren a la Iglesia y se obstaculizar su avance, exponiéndola al riesgo de divisiones.

Estoy igualmente afligido por los abusos de un lado y del otro en la celebración de la liturgia. Como Benedicto XVI, también yo estigmatizo que «en muchos lugares las prescripciones del nuevo Misal no se celebran fielmente, pero incluso se entiende como una autorización o incluso como una obligación a la creatividad, lo que a menudo conduce a distorsiones hasta el límite de lo que es». soportable «[13]. Sin embargo, me entristece un uso instrumental del Missale Romanum de 1962, cada vez más caracterizado por un creciente rechazo no solo a la reforma litúrgica, sino al Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la «verdadera Iglesia «. Si es cierto que el camino de la Iglesia debe entenderse en el dinamismo de la Tradición, «que nace de los Apóstoles y que avanza en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo» (DV 8), el Concilio Vaticano II constituye la etapa más importante de este dinamismo, recientemente, en la que el episcopado católico escuchó para discernir el camino que el Espíritu indicaba a la Iglesia. Dudar del Concilio significa dudar de las intenciones mismas de los Padres,[14] y, en definitiva, dudar del mismo Espíritu Santo que guía a la Iglesia.

El mismo Concilio Vaticano II ilumina el significado de la opción de revisar la concesión permitida por mis predecesores. Entre los votos que los obispos han indicado con más insistencia, se destaca el de la participación plena, consciente y activa de todo el Pueblo de Dios en la liturgia.[15] , en línea con lo que ya afirmaba Pío XII en la encíclica Mediator Dei sobre la renovación de la liturgia[16] . La constitución Sacrosanctum Concilium confirmó esta petición, deliberando sobre «la reforma y aumento de la liturgia»[17] , indicando los principios que debían orientar la reforma.[18] . En particular, estableció que esos principios se referían al Rito Romano, mientras que para los demás ritos legítimamente reconocidos, pidió que sean «prudentemente revisados ​​de manera integral en el espíritu de la sana tradición y dándoles un nuevo vigor según las circunstancias y necesidades de el tiempo»[19] . Sobre la base de estos principios se llevó a cabo la reforma litúrgica, que tiene su máxima expresión en el Misal Romano, publicado en editio typica por San Pablo VI.[20] y revisado por San Juan Pablo II[21] . Por tanto, hay que suponer que el Rito Romano, adaptado varias veces a lo largo de los siglos a las necesidades de la época, no sólo se ha conservado, sino que se ha renovado «en el fiel respeto de la Tradición».[22] . Quien desee celebrar con devoción según la forma litúrgica precedente, no tendrá dificultad en encontrar en el Misal Romano reformado según la mente del Concilio Vaticano II todos los elementos del Rito Romano, en particular el canon romano, que constituye uno de los los elementos más característicos.

Una última razón que quiero añadir al fundamento de mi elección: la estrecha relación entre la elección de las celebraciones según los libros litúrgicos anteriores al Concilio Vaticano II y el rechazo de la Iglesia y sus instituciones es cada vez más evidente en las palabras y actitudes de muchos, nombre de lo que consideran la «verdadera Iglesia». Este es un comportamiento que contradice la comunión, alimentando ese impulso a la división – “Yo soy de Pablo; Yo, en cambio, pertenezco a Apolo; Yo soy de Cefas; Yo soy de Cristo ”- contra quien el apóstol Pablo reaccionó firmemente[23] . Es para defender la unidad del Cuerpo de Cristo que me veo obligado a revocar la facultad otorgada por mis Predecesores. El uso distorsionado que se ha hecho de ellos es contrario a las razones que les llevaron a conceder la libertad de celebrar la Misa con el Missale Romanum de 1962. Ya que «las celebraciones litúrgicas no son acciones privadas, sino celebraciones de la Iglesia, que es» sacramento de unidad «»[24] , deben hacerse en comunión con la Iglesia. El Concilio Vaticano II, reafirmando los lazos externos de incorporación a la Iglesia -profesión de fe, de los sacramentos, de comunión-, afirmó con san Agustín que es condición para la salvación permanecer en la Iglesia no sólo «con el cuerpo «, sino también» con el corazón «[25] .

Queridos hermanos en el episcopado, Sacrosanctum Concilium explicó que la Iglesia «sacramento de la unidad» es tal porque es un «Pueblo Santo reunido y ordenado bajo la autoridad de los Obispos».[26] . Lumen gentium, al tiempo que recuerda al obispo de Roma ser «principio perpetuo y visible y fundamento de unidad tanto de los obispos como de la multitud de fieles», dice que ustedes son «principio visible y fundamento de unidad en sus Iglesias locales, en el que y a partir del cual existe la única Iglesia Católica «[27] .

Respondiendo a sus solicitudes, tomo la firme decisión de derogar todas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores a este Motu Proprio, y de conservar los libros litúrgicos promulgados por los Santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, de conformidad con los decretos. del Concilio Vaticano II, como única expresión de la lex orandi del Rito Romano. Me reconforta esta decisión el hecho de que, después del Concilio de Trento, San Pío V también derogó todos los ritos que no podían presumir de una antigüedad probada, estableciendo un único Missale Romanum para toda la Iglesia latina. Durante cuatro siglos, este Missale Romanum promulgado por San Pío V fue así la principal expresión de la lex orandi del Rito Romano, cumpliendo una función unificadora en la Iglesia. Para no contradecir la dignidad y grandeza de ese rito, los obispos reunidos en concilio ecuménico pidieron su reforma; su intención era que «los fieles no asistan al misterio de la fe como extraños o como espectadores silenciosos, sino que, con plena comprensión de los ritos y oraciones, participen en la acción sagrada de forma consciente, piadosa y activa»[28] . San Pablo VI, recordando que el trabajo de adecuación del Misal Romano ya había sido iniciado por Pío XII, declaró que la revisión del Misal Romano, realizada a la luz de las fuentes litúrgicas más antiguas, tenía como finalidad permitir a la Iglesia elevar, en la variedad de idiomas, «una y la misma oración» expresando su unidad[29] . Tengo la intención de restablecer esta unidad en toda la Iglesia de Rito Romano.

El Concilio Vaticano II, al describir la catolicidad del Pueblo de Dios, recuerda que «en la comunión eclesial hay Iglesias particulares, que gozan de sus propias tradiciones, sin perjuicio del primado de la cátedra de Pedro que preside la comunión universal de la caridad, garantiza las diversidades legítimas y al mismo tiempo asegura que lo particular no solo no dañe la unidad, sino que la sirva «[30] . Si bien, en el ejercicio de mi ministerio al servicio de la unidad, tomo la decisión de suspender la facultad otorgada por mis predecesores, les pido que compartan conmigo este peso como una forma de participación en la preocupación por toda la Iglesia. En el Motu proprio quise afirmar que corresponde al Obispo, como moderador, promotor y guardián de la vida litúrgica en la Iglesia de la que es principio de unidad, regular las celebraciones litúrgicas. Por tanto, os corresponde autorizar en vuestras Iglesias, como Ordinarios locales, el uso del Misal Romano de 1962, aplicando las normas de este Motu proprio. Sobre todo, te toca a ti trabajar para volver a una forma festiva unitaria, comprobando caso por caso la realidad de los grupos que celebran con este Missale Romanum.

Las indicaciones sobre cómo proceder en las diócesis están dictadas principalmente por dos principios: por un lado, prever el bien de aquellos que están arraigados en la forma de celebración anterior y necesitan tiempo para volver al rito romano promulgado por los santos Pablo VI. y Juan Pablo II; por otro lado, interrumpir la erección de nuevas parroquias personales, vinculadas más al deseo y la voluntad de los sacerdotes individuales que a la necesidad real del «santo pueblo fiel de Dios». Al mismo tiempo, les pido que se aseguren de que toda liturgia se celebre con decoro y fidelidad a los libros litúrgicos promulgados después del Concilio Vaticano II, sin excentricidades que degeneren fácilmente en abusos. A esta fidelidad a las prescripciones del Misal y a los libros litúrgicos, que reflejan la reforma litúrgica deseada por el Concilio Vaticano II,

Por ti invoco al Espíritu del Señor Resucitado, para que te haga fuerte y firme en el servicio al Pueblo que el Señor te ha confiado, para que por tu cuidado y vigilancia exprese la comunión incluso en la unidad de un solo Rito, en el que se encuentra una gran riqueza de la tradición litúrgica romana. Rezo por ti. Rezas por mi

FRANCISCO

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[1] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución Dogmática. Sobre la Iglesia «Lumen gentium» 21 de noviembre de 1964, n. 23: AAS 57 (1965) 27.

[2] Ver CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales “Quattuor abhinc annos”, 3 de octubre de 1984: AAS 76 (1984) 1088-1089.

[3] JUAN PABLO II, Litt. Ap. Motu proprio datae «Ecclesia Dei», 2 de julio de 1988: AAS 80 (1998) 1495-1498.

[4] BENEDICTO XVI, Epistula Episcopos Catholicae Ecclesiae Ritus Romani, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 796.

[5] BENEDICTO XVI, Epistula Episcopos Catholicae Ecclesiae Ritus Romani, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 796.

[6] BENEDICTO XVI, Epistula Episcopos Catholicae Ecclesiae Ritus Romani, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 797.

[7] BENEDICTO XVI, Litt. Ap. Motu proprio datae “Summorum Pontificum”, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 779.

[8] BENEDICTO XVI, Litt. Ap. Motu proprio datae “Summorum Pontificum”, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 779.

[9] BENEDICTO XVI, Epistula Episcopos Catholicae Ecclesiae Ritus Romani, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 796.

[10] BENEDICTO XVI, Epistula Episcopos Catholicae Ecclesiae Ritus Romani, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 797.

[11] BENEDICTO XVI, Epistula Episcopos Catholicae Ecclesiae Ritus Romani, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 798.

[12] BENEDICTO XVI, Epistula Episcopos Catholicae Ecclesiae Ritus Romani, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 797-798.

[13] BENEDICTO XVI, Epistula Episcopos Catholicae Ecclesiae Ritus Romani, 7 de julio de 2007: AAS 99 (2007) 796.

[14] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución Dogmática. sobre la Iglesia «Lumen gentium» 21 de noviembre de 1964, n. 23: AAS 57 (1965) 27.

[15] Véase ACTA ET DOCUMENTA CONSEJO OECUMÉNICO VATICANO II APARANDO , Serie I, Volumen II, 1960.

[16] Pío XII, Litt. Encyc. «Mediator Dei et hominum», 20 de noviembre de 1947: AAS 39 (1949) 521-595.

[17] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”, 4 de diciembre de 1963, nn. 1, 14: AAS 56 (1964) 97.104.

[18] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”, 4 de diciembre de 1963, n. 3: AAS 56 (1964) 98.

[19] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”, 4 de diciembre de 1963, n. 4: AAS 56 (1964) 98.

[20] MISSALE ROMANUM ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilios Vaticanos II instauratum auctoritate Pauli PP. VI promulgatum , editio typica, 1970.

[21] MISSALE ROMANUM ex decreto Sacrosancti Oecumenici Concilios Vaticanos II instauratum auctoritate Pauli PP. VI promulgatum Ioannis Pauli PP. II cura Recognitum , editio typica altera, 1975; editio typica tertia, 2002; (reimpressio emendata, 2008).

[22] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”, 3 de diciembre de 1963, n. 3: AAS 56 (1964) 98.

[23] 1Cor 1 : 12-13.

[24] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”, 3 de diciembre de 1963, n. 26: AAS 56 (1964) 107.

[25] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución Dogmática. Sobre la Iglesia «Lumen gentium» 21 de noviembre de 1964, n. 14: AAS 57 (1965) 19.

[26] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”, 3 de diciembre de 1963, n. 6: AAS 56 (1964) 100.

[27] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución Dogmática. Sobre la Iglesia «Lumen gentium» 21 de noviembre de 1964, n. 23: AAS 57 (1965) 27.

[28] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución sobre la sagrada liturgia “Sacrosanctum Concilium”, 3 de diciembre de 1963, n. 48: AAS 56 (1964) 113.

[29] PABLO VI, Constitución Apostólica Missale Romanum (3 de abril de 1969), AAS 61 (1969) 222.

[30] Ver CONC. ECUM. IVA. II, Constitución Dogmática. Sobre la Iglesia «Lumen gentium», 21 de noviembre de 1964, n. 13: AAS 57 (1965) 18.

Actualidad Comentada | Rezar por la unidad | P. Santiago Martín FM | Magnificat.tv | 16-07-2021

 Franciscanos de María -  Magnificat TV

DURACIÓN 9:47 MINUTOS

https://youtu.be/mkr8Lb7ez_c

El padre Santiago Martín habla, entre otras cosas, de la abrogación del Summorum Pontificum, de Benedicto XVI, por un nuevo motu proprio "Traditio Custodes".

jueves, 15 de julio de 2021

Carlo Maria Viganò: “Pararse al pie de la Cruz, mientras somos testigos de la pasión de la Iglesia”. El deber de los católicos hoy

CHIESA E POST CONCILIO


In hac lacrimarum valle
Queridísimo doctor Valli:

Leo con emoción tus reflexiones sobre el estado de la Iglesia y sobre la "migración" de los católicos de una realidad moribunda a una nueva dimensión más combativa y guerrillera, como escribiste [ aquí ], retomando una conocida meditación radiofónica de el joven Joseph Ratzinger.

No se trata de una migración del Cuerpo Místico a una realidad humana y utópica creada por la mente de quienes lamentan el pasado y sienten repugnancia por el presente. Porque si esta fuera nuestra tentación, cometeríamos una traición precisamente hacia la Iglesia, apartándonos de ella y con ella excluyéndonos de la salvación que, solamente ella, asegura a sus miembros. ¿Crees esa paradoja, querido Aldo María? Precisamente los que se proclaman orgullosos fieles al inmutable Magisterio católico, construirían un oasis, sin recordar que todos somos exsules filii Evae , y atravesamos, gementes et flentes , este valle de lágrimas.

La Iglesia no está terminada y no terminará. Sabemos que esta terrible crisis, en la que asistimos a la obstinada demolición del pequeño que aún sobrevive como católico por parte de quienes el Señor ha designado como Pastores de Su Rebaño, marca la dolorosa pasión y el descenso a la tumba de ese Místico Cuerpo que la Providencia ha establecido para que siga a Su divina Cabeza en todo.

Incluso bajo el cielo negro de Jerusalén, en el Gólgota, viendo al Hijo de Dios resucitado en la Cruz, hubo quienes creyeron que se cerraba el breve paréntesis del Nazareno. Pero junto a los que, por pesimismo, por miedo, por oportunismo, por abierta hostilidad, observan cínicamente el traqueteo de la Iglesia, también están los que gimen y se les desgarra el corazón ante esa agonía, aun sabiendo que es necesario, como premisa indispensable, de la resurrección que le espera y que aguarda a todos sus miembros. Ese traqueteo es terrible, como lo fue el clamor del Señor que rompió el silencio incrédulo del Parasceve, y con él el dominio de Satanás sobre el mundo. ¡Eli, Eli, lamà Sabactani! Escuchamos a Cristo gritar mientras la Iglesia gime. Vemos las lanzas, los palos, la caña con la esponja empapada en vinagre; oímos los vulgares insultos de la multitud, las provocaciones del Sanedrín, las órdenes dadas a los guardias, los sollozos de las Mujeres Pías.

Aquí, querido Valli: hoy debemos estar al pie de la Cruz, mientras somos testigos de la pasión de la Iglesia. Estar de pie , es decir, permanecer erguido, quieto, fiel. Junto con la Santísima Virgen María, Nuestra Señora de los Dolores - stabat Mater dolorosa- que al pie de esa Cruz el Señor nos confió como madre en San Juan y en él designó a los hijos de Su Madre. Incluso en el tormento de ver renovados los dolores de la Pasión en el Cuerpo Místico de Cristo, sabemos que con esta última ceremonia solemne del tiempo se completa la Redención: cumplida por el Hijo de Dios encarnado, debe encontrar correspondencia mística. en los Redentores.

Y así como el Padre se complació en aceptar el sacrificio de su Hijo Unigénito para redimirnos, miserables pecadores, así se digna ver reflejados en la Iglesia y en los creyentes individuales los sufrimientos de la Pasión. Sólo así la obra de la Redención, realizada por Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, en nombre de la humanidad, puede convertirnos en sus colaboradores y participantes. No somos sujetos pasivos de un plan que ignoramos, sino protagonistas activos de nuestra salvación y de nuestros hermanos, siguiendo el ejemplo de nuestra divina Cabeza. En esto, podemos decirlo, en realidad somos pueblo sacerdotal.

Ante la desolación de estos tiempos terribles, ante la apostasía de la Jerarquía y la agonía del cuerpo eclesial, no podemos ser verdaderamente pesimistas, ni ceder a la desesperación o la resignación.
Estamos con San Juan y la Virgen de los Dolores al pie de una Cruz sobre la que escupen los nuevos Sumos Sacerdotes, contra la que maldice un nuevo Sanedrín. Por otro lado, los exponentes de la casta sacerdotal fueron los primeros en querer dar muerte a Nuestro Señor: y no es de extrañar que en el momento de la pasión de la Iglesia sean precisamente estos los que se burlen de lo que la ceguera de su alma ya no entiende.
Oremos. Oramos humildemente pidiendo al Espíritu Santo que nos dé fuerzas en el momento de la prueba. Multipliquemos la oración, la penitencia y el ayuno por los que hoy se encuentran entre los que blanden el látigo, empujan la corona de espinas en la cabeza, clavan los clavos, hieren el costado de la Iglesia, como lo hicieron una vez con Cristo. También oramos por los que miran impasiblemente o miran para otro lado.

Oremos por los que lloran, por los que extienden un pañuelo para limpiarse el rostro desfigurado, por los que cargan la Cruz un rato, por los que preparan sepulcro, vendas limpias, bálsamo precioso. Exspectantes beatam spem, et adventum gloriae magni Dei, et Salvatoris our Jesu Christi (Tit 2, 13).

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo
14 de julio de 2021
S. Bonaventuræ, Episcopi et Ecclesiæ Doctoris