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miércoles, 23 de junio de 2021

Los miserables de la OMS modifican el artículo en el que decían que los “niños no deben vacunarse” y ahora ponen “la vacuna de Pfizer es adecuada para su uso por personas de 12 años o más”

 EL DIESTRO


Sinvergüenzas, miserables e incluso criminales, todos esos calificativos se nos ocurren después de descubrir que, tras publicar un artículo ayer mismo en el que indicaban que “los niños no deben vacunarse”, han modificado hoy mismo ese artículo, demostrando quién les paga, indicando que “la vacuna de Pfizer es adecuada para su uso por personas de 12 años o más”.

Y lo más grave de todo es que lo han hecho después de que ese artículo publicado se mencionara en cientos de publicaciones de todo el mundo con lo que entendemos que al sinvergüenza que dirige ese organismo, a esa rata llamada Tedros Adhanom, se le ha dado un toque muy serio después de la gran difusión que tuvo lo afirmado ayer por ELLOS MISMOS.

Observen el cambio realizado:


Y vean ahora lo que han dejado escrito justo en el lugar en el que ayer decían que no se debía vacunar a los niños.


Es escandaloso lo que está sucediendo con la manipulación de toda la información concerniente a la vacuna y mucho más escandaloso, todavía, cuando esta manipulación se realiza para ocultar que no se recomendaba vacunar a los niños y ahora, además de recomendar hacerlo, se hace con una marca de vacunas determinada.

Este oscurantismo, esta manipulación, este descaro demuestra que el organismo que debería ocuparse y preocuparse de la salud de toda la humanidad está dirigido por criminales a los que no les importa lo que suframos todos, niños incluidos, con tal de seguir llenándose sus asquerosos bolsillos. Esto es de lo más grave que hemos visto en todo este año y medio que llevamos de mentiras y de manipulación.

Si la OMS recomienda NO VACUNAR A LOS NIÑOS, ¿qué pretenden hacer gobiernos como el de España vacunando a los niños?

 EL DIESTRO


Vamos a ver si nos aclaramos porque esta gentuza que tenemos en los gobiernos de medio mundo pretenden volvernos locos; pero estén seguros de algo, no lo van a conseguir, porque vamos a seguir levantándoles el faldón cada vez que tengamos ocasión y vayamos teniendo evidencias de sus múltiples y criminales recomendaciones.

Según un comunicado de la OMS titulado “Consejo de COVID-19 para el público: vacunarse”, al que pueden acceder a través de este enlace, “los niños no deben vacunarse por el momento“. Sí, señores, lo han leído bien, LOS NIÑOS NO DEBEN VACUNARSE POR EL MOMENTO.


Si tenemos en cuenta que desde todos los gobiernos del mundo, incluido el de España, se nos ha dicho que siempre se guiaban por las recomendaciones de la OMS, ¿por qué pretenden vacunar ahora a los niños? ¿Por qué están experimentando las vacunas en los niños si la propia OMS, a la que tanto caso dicen hacer, recomienda que no se les vacune? ¿Qué pretende hacer esta gentuza con los niños saltándose las recomendaciones de la OMS?

Protejan a sus hijos. No permitan que se les vacune porque con esta gente ya hay que empezar a pensar muy mal. 

Nos da la sensación de que hay oscuras, muy oscuras intenciones escondidas detrás de esa pretensión de vacunar a los más pequeños. 

Esta gente no es de fiar. ¿Van a poner las vidas de su hijos en manos de un gobierno como el que tenemos?

Médicos, periodistas y políticos : MENTIRAS "CIENTÍFICAS" (Fernando López Mirones)

PADRES POR LA VERDAD








Vídeo de duración 6:57 minutos en el siguiente enlace:


Lo que dicen Pfizer, Moderna y la OMS sobre las vacunas y sus efectos. Lo dicen ellos mismos, pero la gente no se entera porque no lo lee y forman colas para vacunarse. No es cierto que la Ciencia diga esas cosas. Lo que están inoculando no son vacunas sino medicamentos experimentales con efectos graves a largo plazo. Es todo una inmensa mentira "científica".

(Por Fernando López Mirones, Biólogo de gran prestigio)

.........


Reflexión del día ... 

Me preguntan: como es posible que los padres sometan a sus hijos a la vacunación COVID-19? 

Respuesta: Esto es para un psicoanalista realmente. Fijaros que es muy poco lo que se obliga, más bien se sugieren medidas; tanto el gobierno central como las CCAA y los organismos internacionales sugieren.

Los que están creando el sentimiento de obligación son los medios de desinformación y la gente traga ...  y con ellos llega la IMPOSICIÓN moral ...

Y de ahí que la gente:

- Se autoconvoque a hacerse PCR'S
- Se obligue a llevar mascarillas 
- Y ahora hasta hayan tomado la decisión de someter a sus propios hijos a un EXPERIMENTO genético de resultados potencialmente catastróficos. 

Pero cuidado ... se hace en nombre del "bien común"... 

Apagar la TV por favor‼ 

PADRES Por La Verdad. España 

martes, 22 de junio de 2021

DON PIETRO LEONE: EL CONCILIO Y EL ECLIPSE DE DIOS



Don Pietro Leone: El Concilio y el Eclipse de Dios (I)

https://adelantelafe.com/don-pietro-leone-el-concilio-y-el-eclipse-de-dios-i/

Don Pietro Leone: El Concilio y el Eclipse de Dios (II). Perspectiva histórica

https://adelantelafe.com/don-pietro-leoneel-concilio-y-el-eclipse-de-dios-ii-perspectiva-historica/

Don Pietro Leone: El Concilio y el Eclipse de Dios (III)

https://adelantelafe.com/don-pietro-leone-el-concilio-y-el-eclipse-de-dios-iii/

Don Pietro Leone: El Concilio y el Eclipse de Dios (IV)

https://adelantelafe.com/el-concilio-y-el-eclipse-de-dios-iv/

Selección por José Martí

Arrecian las críticas al Papa desde la izquierda católica (Carlos Esteban)



El ala progresista de la Iglesia, los mismos comentaristas que deploraban las actitudes ‘ultraconservadoras’ de Juan Pablo II y llamaban invariablemente a Benedicto XVI por su apellido alemán (y, antes, el Panzerkardinal), nunca hicieron un secreto del hecho de que consideraban a Francisco “su” Papa. Pero la luna de miel está acabando, y la decepción con el Papa de algunos de la «izquierda» eclesial empieza a mostrarse.

El difunto cardenal belga Gotfried Danneels explicaba con bastante cinismo en su biografía cómo lo que él mismo llamaba ‘la mafia de San Galo’ -un grupo de cardenales progresistas que se reunían en la diócesis suiza regularmente- había seleccionado al cardenal arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, como su candidato para suceder a Juan Pablo II y, tras un primer fracaso, a Benedicto XVI.

Y no cabe duda de que Francisco, que apareció en la loggia vaticana junto al propio Danneels, ha dado grandes alegrías a quienes quieren completar el acercamiento al mundo iniciado por el Concilio Vaticano II en la dirección deseada, empezando por aquel “yo nunca he sido de derechas” de una primera entrevista en La Civiltà Cattolica y continuando por su entusiasta padrinazgo de algunas de las causas favoritas de la modernidad, como la migración masiva o el Cambio Climático.

Pero poco a poco el entusiasmo de los renovadores se ha ido enfriando, cristalizando en un sentimiento generalizado de frustración a medida que observaban que el Papa “amagaba, pero no daba” en temas que ellos consideran claves, como todos los que se están revisando en el llamado ‘camino sinodal’ alemán, un desafío a Roma iniciado por sus antaño más decididos partidarios.

La primera gran decepción pública llegó con ‘Querida Amazonia’, el documento postsinodal que daba carpetazo al proyecto a futuro de un sacerdocio femenino y disipaba esperanzas sobre una hipotética abolición del celibato sacerdotal obligatorio.

Llovieron expresiones de decepción, pero la sangre retórica no llegó al río. Ahora, en cambio, las críticas se hacen más duras. La última y de mayor peso ha aparecido en el ‘diario amigo’, La Repubblica, y de mano de la figura más importante de la llamada Escuela de Bolonia, el grupo de teólogos que considera que el pasado concilio cortó lazos con la Iglesia del pasado, inaugurando lo que que en la práctica puede considerarse un cristianismo nuevo.

Alberto Melloni desgrana un verdadero memorial de agravios, en el que llega a avisar al Papa -a quien llega a acusar de ‘autoritario’- de que cuando, recientemente, el cardenal Marx envió al Papa una carta abierta solicitando su renuncia al arzobispado de Munich y Frisinga (rechazada, finalmente), en realidad el alemán estaba entre líneas pidiendo la renuncia del propio pontífice.

Melloni carga contra el reciente decreto que obliga a dimitir a los líderes de nuevos movimientos tras diez años en el cargo, una medida que suena a defenestración masiva. Uno de los que, en teoría, debería verse afectado por la nueva norma es uno de los más abiertos apoyos del Papa, Andrea Riccardi, líder histórico de la Comunidad de San Egidio, que precisamente acaba de publicar ‘Arde la Iglesia: crisis y futuro del cristianismo’, en el que puede leerse: “En su actual soledad, el Papa se encuentra obligado a tener que constatar amargamente que su pontificado, ya desde hace tiempo, se precipita hacia un doloroso fracaso”.

Carlos Esteban

lunes, 21 de junio de 2021

Caso Viganò: el arzobispo y su doble (De Mattei)

 CORRISPONDENZA ROMANA


El pontificado del Papa Francisco está llegando a su fin, como muchos admiten ahora, pero una puesta de sol puede ser tormentosa y nadie sabe qué tan profunda será la noche que seguirá antes de que finalmente amanezca.

La renuncia a la Archidiócesis de Múnich por parte del cardenal Marx es uno de los signos de la tormenta que se avecina, pero hay otra nube amenazante, tanto más inquietante cuanto que no es llevada por el viento del progresismo, sino por el viento de tan -llamado tradicionalismo. La nube tiene la figura, si no la identidad, de un prelado ilustre: Mons. Carlo Maria Viganò, arzobispo titular de Ulpiana y ex nuncio apostólico en los Estados Unidos. ¿Qué pasa entonces?

Mons. Viganò es un arzobispo que se distinguió en el servicio de la Iglesia, siempre dirigido, con generosidad y espíritu de entrega. Tras una brillante carrera diplomática, de 2009 a 2011 fue secretario de la Gobernación de la Ciudad del Vaticano, antagonizando a muchos por la decisión con la que intervino para restaurar la economía de la Santa Sede. En 2011 Benedicto XVI lo nombró nuncio apostólico en los Estados Unidos de América. Ocupó brillantemente este cargo hasta el 12 de abril de 2016 cuando, a la edad de 75 años, el Papa Francisco aceptó su renuncia. Como Mons. Viganò reveló que el 23 de junio de 2013 fue recibido por el nuevo pontífice y, con la franqueza que es suya, le informó de la desastrosa situación de algunos clérigos en Estados Unidos.

El Papa lo escuchó, pero no hizo nada, de hecho permitió que la situación empeorara. El pontificado bergogliano alcanzó el clímax de su crisis tras la promulgación de la Exhortación Amoris Laetitia del 19 de marzo de 2016. Mons. Viganò aumentó la preocupación y se acercó a los católicos que mostraban un espíritu de resistencia filial hacia el Papa Francisco. Finalmente, el 22 de agosto de 2018, el ex nuncio en Estados Unidos publicó un testimonio dramático en el que sacó a la luz la existencia de una red de corrupción en la Iglesia, cuestionando a los responsables, comenzando por las supremas autoridades eclesiásticas. Las revelaciones de Mons. Viganò nunca ha sido negado, sino confirmado por las medidas que tomó el Papa Francisco contra el Cardenal Mc Carrick. Temiendo por su seguridad, pero también por mantener una actitud de secreto, Mons. Viganò se retiró a un lugar secreto, donde aún reside. Otras intervenciones siguieron a la primera declaración audaz, desde el documento Scio cui credidi del 28 de septiembre de 2018, hasta la larga entrevista con el Washington Post del 10 de junio de 2019. Lo que caracterizó a estas intervenciones fue que eran raras y limitadas en contenido. El obispo Viganò se expresó con firmeza, pero habló solo de lo que sabía directamente, con sencillez y nobleza de lenguaje. Su credibilidad se basó en esto.

En 2020, el año de la pandemia, algo cambió inesperadamente y un nuevo Mons. Viganò apareció en el centro de atención. Cuando hablamos de un "nuevo" Mons. Viganò, por supuesto, no nos referimos a su persona privada, sino a su identidad pública, como se desprende de la avalancha de discursos que empezó a publicar a partir del recurso contra el "Nuevo Orden Mundial" del 8 de mayo de 2020. Este llamamiento no hizo No dejar de suscitar fuertes interrogantes en el mundo católico cercano a él, hasta el punto de empujar a algunos de sus amigos y admiradores a no suscribirlo. En las cada vez más numerosas declaraciones publicadas por él, el tono se volvió grandilocuente y sarcástico y los temas se extendieron a los campos teológico y litúrgico, en los que siempre había declarado que no tenía competencia, hasta el punto de llegar a consideraciones de geopolítica y filosofía de la historia. , ajeno a su forma de pensar y expresarse. Dos temas queridos por los tradicionalistas, como la liturgia y el Concilio Vaticano II, se convirtieron en su caballo de batalla, en un marco de filosofía de la historia dominado por la idea de un "gran reinicio", que a través de la dictadura de la salud y la vacunación masiva conduciría. al exterminio de la humanidad. El Papa Francisco, generalmente conocido como "Bergoglio", sería uno de los arquitectos de este plan.

Para quienes mejor lo conocían, o para quienes habían seguido sus discursos con mayor atención, las diferencias entre las declaraciones de Mons. Viganò de 2020-2021 y los de 2018-2019. Surge una pregunta cada vez con más fuerza: ¿es realmente el arzobispo Viganò el autor de los escritos del año pasado?

Debe hacerse una aclaración en este punto. El uso de colaboradores para los propios discursos no tiene nada de deplorable en sí mismo. Los Papas y Jefes de Estado suelen utilizar a los llamados " escritores fantasmas " que realizan investigaciones en su nombre o dan forma literaria a las ideas que les indican. Incluso los deportistas y los empresarios del espectáculo confían a menudo sus libros de impresiones o recuerdos a los periodistas.

Sin embargo, existen dos riesgos a tener en cuenta. En primer lugar, quien firma un texto, sea el autor o no, asume la responsabilidad del mismo, tanto en la forma como en el contenido del discurso, y debe tener mucho cuidado para evitar que su pensamiento y su lenguaje están tergiversados.

En segundo lugar, quien asume la autoría de un texto debe dar indicaciones generales a quien lo escribe, para que este sea su brazo y no su mente. De hecho, sería peligroso para el "escritor fantasma" determinar la línea de pensamiento del firmante del texto. Y esto puede suceder cuando el autor invisible se superpone al visible, debido a una mayor competencia o fuerza de personalidad.

La situación sería aún más peligrosa si se creara una relación de dependencia tal que el autor visible no pudiera prescindir del invisible y el invisible, por ejemplo, desapareciera, o quisiera imponer contenidos inaceptables, creando para el autor visible un dramatismo. "Brecha de comunicación"

La pregunta que nos hacemos es, por tanto, la siguiente: el análisis del lenguaje y el contenido de los documentos elaborados por Mons. Viganò en los años 2020-2021 revela un autor diferente al de los años 2018-2019. Pero si Mons. Viganò no es el autor de sus escritos, ¿quién es el que hoy lo reemplaza con la palabra, y quizás también con el pensamiento?

Nunca hubiéramos abierto el caso si tantos buenos tradicionalistas no hubieran presentado las declaraciones, no de Mons. Viganò, pero de su "doble". Es necesaria una aclaración por el bien de la Iglesia y de las almas que tienen en Mons. Carlo Maria Viganò un punto de referencia, pero también en interés del Arzobispo que ha servido tan bien a la Iglesia y todavía puede seguir sirviéndola.

(Roberto de Mattei)

PD Mons. Carlo Maria Viganò ya ha sido advertido en privado, por varias personas, de la existencia de este problema, desde hace más de un año.

IV Domingo después de Pentecostés: Nuestra confianza en la Palabra de Dios.

PADRE ALFONSO GÁLVEZ

Duración 16:13 minutos

https://www.alfonsogalvez.com/podcast/episode/cf7ad6c5/iv-domingo-despues-de-pentecostes

El verano caliente del Papa Francisco, la ONU no quiere la soberanía del Vaticano, el caso Orlandi, San Luis Gonzaga



Empezamos semana, entramos oficialmente en el verano, seguimos apestados y la presión informativa no cede. El centro cismático se situaba hace pocos días en Alemania y ahora ha pasado a estados Unidos, pero en una dirección opuesta. En Alemania son minoría los obispos dispuestos a defender el público la doctrina católica y están sufriendo un proceso de aniquilación para dejar el camino libre a los postulados del camino sinodal. El Papa Francisco no parece estar ni a favor ni en contra, pero quiere dejar muy claro que aquí manda él y marca los tiempos. Las piruetas de Marx están, por ahora, anuladas y el interés informativo se traslada a Estados Unidos.

Son dos iglesias ricas, con abundancia de fondos y de instituciones, ambas sufriendo una desbandada y secularización en caída libre. Las dos reciben cuantiosas donaciones de sus fieles, en Alemania por la vía de impuesto religioso , en Estados Unidos por las donaciones directas de los fieles en sus parroquias. Los obispos americanos dependen de sus fieles y no hay pena de excomunión al que no paga. En Alemania hay dos iglesias cristianas que comparte espacios, en Estados Unidos hay una variedad infinita de confesiones de todo tipo. Los católicos alemanes no entienden el porqué tienen que convertirse en una especie de protestantes ‘dos’ y los americanos no entienden el porqué tienen que asumir las modernidades de sus iglesias vecinas. En ambos hay oferta religiosa para todos los gustos y el que es católico lo es por qué no quiere ser otra cosa que tiene al alcance de su mano.

Los problemas no los tenemos solamente es estos dos países, América latina se está protestantizando a pasos agigantados y la iglesia católica ha perdido su mayoría en algunos de sus feudos tradicionales. Se salvan las iglesias jóvenes de África y Asia, con matices, sin duda estamos ante una crisis global que florece hoy en Estados Unidos, ayer en Alemania y mañana, veremos.

Y seguimos con la comunión de Biden. El pecado público del soberano nunca es una cuestión «personal» y los pastores de la Iglesia tienen el deber de proteger a los fieles del escándalo dejando a un lado las repercusiones a nivel político; reafirmar la enseñanza de la Iglesia sobre la necesidad de rechazar la Eucaristía «a los que perseveran obstinadamente en el pecado grave manifiesto» provocará una sana reflexión. Hay muchas declaraciones de obispos con nombres y apellidos en los medios, hacemos mención de los sublimes argumentos del macarrista Cupich que se esconde un la perplejidad de muchos sacerdotes «al escuchar que ahora los obispos quieren hablar de la exclusión de las personas en un momento en el que el verdadero desafío que tienen por delante es dar la bienvenida a la gente». Por primera vez en la historia de Estados Unidos tenemos un presidente en la Casa Blanca católico y a favor del aborto. En la mayoría de las situaciones, son precisamente los malos ejemplos los que arrastran a otros al mal; y cuanto más la persona que comete el mal disfruta de visibilidad, aprobación, autoridad, más la malicia de sus acciones puede generar una verdadera pestilencia moral para toda una nación e incluso para todo el mundo.

Estamos entrando en otra fase del pontificado del Papa Francisco y cada vez oímos hablar menos de primaveras, de la «Iglesia en salida», la iglesia autorreferencial, de las periferias del planeta y se habla de la ruptura de una fachada detrás de la que no había nada. El Papa Francisco no ha cumplido las expectativas de su «ala izquierda». Las reflexiones de Alberto Melloni, quien desde las páginas de la Repubblica enumeró una serie de razones por las que este «junio», para la Iglesia, sería «negro» y que ya hemos recordado, no han dejado a nadie indiferente. Melloni, es la «Escuela de Bolonia» y recuerda que Marx: «Al denunciar la inercia de la Iglesia, de hecho pidió la renuncia del Papa Francisco», » lo acusó de impotencia, de métodos enérgicos que, habiéndose convertido en la única cura para el silencio de los delitos de pedofilia, ya no pueden distinguir entre calumnias y denuncias». Las acusaciones ya no viene de la malvada y carca derechona ¿La izquierda eclesiástica está abandonado este pontificado?

Los males nunca vienen solos y este lunes tendremos informe de un grupo de “expertos” del Consejo de Derechos Humanos de la ONU sobre lo mal que se están gestionando los abusos en la Iglesia católica. La finalidad es obligar al Vaticano a entregarse al aborto y la ideología de género, cambiar el derecho canónico para adaptarlo a un “protocolo de derechos humanos” que sutilmente respalda o menciona la “perspectiva de género” y los “derechos sexuales y reproductivos” y así presionar por el derecho al aborto. Los “expertos” se quejaron de que los concordatos y acuerdos de la Santa Sede con los Estados “limitan la capacidad de la autoridad civil para obligar a la producción de documentos o enjuiciar a personas asociadas con la Iglesia Católica”, y pidieron a las autoridades de la Santa Sede “que se abstuvieran de prácticas obstructivas y cooperar plenamente con las autoridades judiciales y policiales civiles de los países interesados”. Pretenden eliminar el secreto de confesión, «que impide a los sacerdotes que escuchan una confesión denunciar los delitos a las autoridades civiles» y la soberanía de la Santa Sede. Los “expertos” piden que desaparezca la distinción entre la Santa Sede y el Estado de la Ciudad del Vaticano y que los estados puedan tener plena jurisdicción sobre la Iglesia católica. El camino hacia la religión única se va allanando.

Han pasado 38 años, desde el 22 de junio de 1983, cuando Emanuela Orlandi desapareció en el aire después de una clase de música en Sant’Apollinaire. Su hermano Pietro se prepara para otra sentada para mostrar su indignación y su deseo de verdad, esperando que algo rompa ese muro de silencio que rodea al Vaticano. Tenemos entrevista en la que sobre Marcinkus: “No era en absoluto enemigo del Papa, al contrario, el Papa confiaba mucho en él hasta el punto de pedirle que le ayudara a encontrar dinero para enviar a Solidaridad, ya que Casaroli no estaba de acuerdo”. No tiene en lata estima la actuación del Papa Francisco: “Bergoglio ha levantado el muro en torno a esta historia incluso más que sus predecesores y demuestra un cierre total hacia Emanuela y su secuestro. El Papa ciertamente lo sabe y podría despejar muchas dudas, pero no tiene intención de hacerlo. Así que su ‘toma de decisiones’ lamentablemente seguirá haciendo todo lo posible para evitar que salga la verdad, pero al final cederán y la verdad saldrá a la luz ”. Historias que nos acompañan durante años y que no pierden actualidad, es lo que tiene no querer sulucionarlas a su tiempo.

El día 21 de junio de 1591 muere de peste en Roma San Luis Gonzaga. Se encontró con San Carlos Borromeo de visita pastoral a su pueblo, San Carlos 42 años y San Luis 12, entrevista de dos horas en la que el santo cardenal le habla de la Eucaristía – cosas de santos, nada de iglesia en salida, ni de primaveras, ni de ecología integral – y San Luis le pide entonces hacer la primera Comunión, que hace al día siguiente, sin cursillos ni nada, que tiempos. Llega a la corte española con 14 años como paje de don Diego, de 7 años, príncipe de Asturias y heredero del trono. A Felipe II le gustaba recordar como en una ocasión el príncipe don Diego, enfadado por un viento frío, gritó con indignación: “Viento, te ordeno que te vayas“. De inmediato Luis le replicó: “Alteza, Ud. puede mandar a los hombres, pero el viento obedece a Dios, al cual también Ud. debe obedecer“.

«…la medida que uséis, la usarán con vosotros.»

Buena lectura.

Specola

Actualidad Comentada | Nerviosismo cato-protestante P. Santiago Martín |

Magnificat TV - Franciscanos de María

Duración 13:03 minutos

https://youtu.be/bfuZMGV0bGE

sábado, 19 de junio de 2021

LA GUERRA QUE ATRAVIESA LOS SIGLOS (Fray Benjamín de la Segunda Venida)

 NOBIS QUOQUE


La guerra acaba siendo institución permanente y aun necesaria en el estado de naturaleza caída porque cada cual debe moverle pleito a sus pasiones desordenadas y le es lícita e inexcusable a toda nación la embestida contra aquello que ofende a la justicia. Los caballeros cruzados supieron esto, y no es casual que el apogeo de la Cristiandad haya coincidido con las gestas de liberación del Santo Sepulcro y el inicio de su decadencia con el sucesivo desinterés de los príncipes cristianos, alboreando el siglo XIV, por seguir contribuyendo con esta causa. La supresión de la orden templaria es, a este respecto, todo un signo del viraje de los tiempos. Que no se han detenido hasta alcanzar la mayor amplitud en el giro opuesto, opugnando el derecho natural y el divino con un cálculo y detallismo dignos de una voluntad perversa y una inteligencia extraviada por completo. Por eso en nuestro tiempo la guerra, por misteriosa concesión de la Providencia, beneficia abrumadoramente a los malos. “Le fue concedido hacerles la guerra a los santos y vencerlos”, dice del protervo enemigo aquel misterioso pasaje del Apocalipsis. Hasta que la Parusía de Nuestro Señor, que allí mismo se describe con una espada afilada saliendo de su boca para abatir a sus adversarios, venga a restaurar todas las cosas en una clamorosa acción de guerra contra todos quienes rechazan el primado universal de Cristo Rey. Desenlace de la historia que ya había sido anticipado por Jesucristo en su predicación cuando, próximo a Jerusalén poco antes de su prendimiento, concluye la llamada “parábola de las minas” advirtiendo que «en cuanto a mis enemigos, aquellos que no me querían por rey, traedlos aquí y degolladlos en mi presencia».

Hay una relación inversa, por tanto, entre la suerte que viene tocando a estos enemigos del nombre cristiano en los recientes siglos y la que les cupo en los tiempos en que la Cristiandad no había conocido mella en su acometividad, de modo de confirmarnos que en las postrimerías el abatirlos será una pura obra celestial. Lo que no impide advertir que el motor de la historia no es la lucha de clases, sino la guerra sin tregua entre dos cosmovisiones irreductibles: los “dos amores que fundaron dos ciudades” al decir de san Agustín o, precisando un poco más los caracteres a la luz de la prolongada experiencia histórica, la “cábala buena” y la cábala mala”, tal como las distingue el padre Meinvielle, recordando oportunamente que el término hebreo kabbalah significa «tradición».

Hay que hablar en rigor, entonces, de dos tradiciones que se remontan a la noche de los tiempos y determinan dos inconciliables visiones de las cosas cuyas raíces fincan en el futuro último, en la consumación y fijeza que encontrarán todos los destinos humanos, bien en la Jerusalén Celestial o en el fuego inextinguible. Se entabla entre ambas una dialéctica no inmanente sino trascendente, incapaz de una síntesis de opuestos y que en el devenir terreno reclama la supremacía total de una de las partes.

El padre Innocenti, en su La gnosi spuria, precisó el carácter de «subestimación de la metafísica» implicado en la parasitaria postura de la contra-tradición, la cual «parte de una concepción del ser entendido no como libre participación de una fuente perfectísima y amante, sino como degradación necesaria de un principio indeterminado por medio de una dialéctica inconsciente de los contrarios. De aquí procede el juicio negativo sobre la creación y la pretensión de rescate de este mundo degradado por la atracción originaria y final hacia la nada. El error inicial acerca de la estimación de lo perfectísimo trascendente conlleva el error acerca de su obra, especialmente acerca del hombre y el sentido de su vida». Grecia conoció este vértigo nihilista en la escuela sofística, cuyos representantes (como Protágoras, quien llegó a sostener que “el hombre es la medida de todas las cosas”) pueden motejarse con justicia como los primeros humanistas. Sin soslayar la paradoja entrañada en toda idolatría: la del amor reversible en odio hacia el propio objeto de culto que, cuando éste se identifica con el hombre mismo, puede aventurar una árida estación histórica de asedio compulsivo de toda humanidad. Lo que hoy tenemos a la vista, en gradación creciente.

La contra-tradición o cábala a secas (para darle el nombre consagrado por el uso) atraviesa entonces la historia en pugna con la Revelación y aun con el logos humano, y no abandonará la escena de este mundo hasta que Dios mismo pronuncie Su juicio. Se trata, pues, de una doctrina –o, más bien, de un haz de doctrinas variadas en sus manifestaciones pero sustancialmente una y la misma en su meollo y en sus premisas- sugerida al hombre por la serpiente antigua con miras a proporcionarle una viva experiencia del mal. Recrea y consolida a su modo la caída original, por la que el hombre deseó conocer experimentalmente la «ciencia del bien y del mal» cuando hasta entonces su pericia estribaba sólo en el bien. Porque la inimica vis o «potencia de aniquilación» se engolfa en la reciprocidad entre el mal y la nada, contrarreflejo del bien como atributo del ser. Su poder, limitado y transitorio pero no menos real, es el de la sugestión del abismo, de la experiencia engañosa –por imposible- de no ser, del sustraerse la criatura a las leyes que le vienen dadas con el don de su existencia no elegida y de rechazar la plenitud futura a trueque de una plenitud postiza verificable aquí y ahora –la de la rebelión y sus efectos- a pesar de los sucesivos desengaños. Desengaños que si merced a un milagro moral -verificable a veces- no logran arrancar al sujeto del ciclo descendente de sus desventuras, parecen obrar misteriosamente al modo de un tónico para facilitar la reincidencia. Ésta, que es en cifra la psicología del pecado, lo es también de la herejía y las doctrinas perversas, que suponen el pecado del espíritu.

Del mismo modo que la llamada proto-tradición, comunicada a su descendencia por los exiliados del Edén y reafirmada por Dios mismo a su pueblo cuando los efectos delicuescentes del pecado arrastrado por generaciones ponían en serio peligro su vigencia, así también la contra-tradición se desarrolló “en paralelo”, siguiendo más o menos de cerca el curso de los testimonios de la verdad inerme, acechándolos y asechándolos sin pizca de descanso. Tanto que si Dios mismo no hubiese intervenido con su portentosa mano en distintas ocasiones en favor de su pueblo -tal como lo reseñan el Pentateuco y los sucesivos libros históricos del Antiguo Testamento, y tal como lo cantan los salmos-, pronto éste hubiese sucumbido junto con la doctrina veraz de la que era depositario y junto con la esperanza de la Redención ventura. Lo mismo cumple decir, ya pagado nuestro rescate en la Cruz, de la sucesiva epopeya de la Iglesia en la confirmación del dogma de la fe, atacado una y otra vez por los enemigos deseosos de desvirtuarlo, de cumplir aquel solvere Iesum que constituye el avieso designio de los «anticristos», tal como nos lo advierte san Juan apóstol en sus epístolas.

Junto con la tenaz oposición del imperio fueron finalmente vencidas la gnosis antigua, los sincretismos, las primeras e insidiosas herejías, inaugurando un largo período de concordia doctrinal en el seno de una sociedad cristiana cuya identidad fue afirmándose con los siglos. Pero (en palabras de Auguste Nicolas) «el espíritu del error no decayó en su naturaleza eternamente celosa y subversiva ni en el poder que recibió, en la medida prescrita, para poner continuamente a prueba la verdad y el fervor de sus discípulos». Y como las leyes de la historia mandan que al apogeo siga una pendiente, y como el enemigo es siempre el mismo y sus recursos dialécticos no son infinitos, no mucho después de haber vencido con el auxilio del brazo secular a las odiosas sectas neo-maniqueas que promovían, junto con la heterodoxia, el caos social, la Iglesia comenzó a transitar su prolongada pleamar viendo emerger al punto y de su seno la confusión nominalista (reviviscencia, bajo carátula cristiana, del viejo error escéptico y sofista). La peste negra, en sincronía con aquel terrible escollo de las inteligencias, parece haber estampado un como a modo de sello histórico, el anticipo de la vuelta de página que estaba por consumarse. En adelante, el orden social cristiano se agrietaría como un jarrón, y el escándalo de la guerra entre reyes católicos, incluyendo a una de las partes aliada con el turco, y la ruptura de la unidad religiosa más el saqueo de los bienes de la Iglesia y la exaltación de aquel horroroso principio Cuis regio, eius religio que finiquitaba las guerras de religión al precio de subordinar con el mayor de los cinismos la religión al orden temporal, todos estos hechos y otros muchos proveyeron el clima histórico más apropiado para la difusión triunfante de los errores que, en adelante, oprimirían a la verdad hasta el extremo que hoy presenciamos.

El panteísmo, el monismo, el emanatismo y todos los venenosos sistemas mutuamente afines excogitados al alborear este período fueron informando uno a uno los regímenes políticos en auge, como era inevitable que ocurriera: ni De Maistre ni Donoso señalaron en vano la valencia teológica de toda afirmación política. Desde el absolutismo regio, pasando por la democracia liberal y concluyendo en el socialismo, la pretensión de que Dios es uno con todas las cosas (y su reverso obligado: no hay Dios) impregna acuciosamente la mens del conglomerado civil, o al menos su legislación y su praxis política. Pero así como el cristiano se debe a la causa de la Verdad en condición de guerrero, de cruzado, arrastra también la desventaja, en el estado actual de cosas (que es el de naturaleza caída), de tener que guardar moderación en el combate secular. La parábola del trigo y la cizaña le enseña acabadamente que no cumple a él la extirpación completa de los escándalos, y a más Cristo mismo le prescribe el amor a los enemigos. Camaradas tirad, pero tirad sin odio, que dijera el Ángel del Alcázar. El enemigo, aventajado en un mundo del que se sabe ciudadano con pleno derecho, persigue en cambio la aniquilación completa, sin que queden huellas, de la Iglesia y de todo testimonio de Cristo. Y lo hace en sopesadas combinaciones de astucia y de furor, según se lo concedan las circunstancias.

La Revelación nos permite, antes del segundo advenimiento del Señor, esperar un ápice de las fuerzas del mal, enseñoreadas a la sazón de la práctica totalidad del mundo. Nunca como bajo el llamado «globalismo» adquirieron tan terrífica factibilidad aquellas palabras del Apocalipsis relativas a la potestad política anticristiana: “le fue dado poder sobre toda tribu, lengua, pueblo y nación. La adorarán todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no están escritos desde el principio del mundo en el libro de la vida del Cordero degollado”. Nunca como bajo el imperio global de la persuasión, capaz de someter a infundado terror a las masas obligándolas incluso a adoptar conductas del todo irracionales, se le hizo tan cercano el horizonte escatológico a quienes se han dado al cometido de «devorar aquel librito» que es tan dulce al paladar como amargo a las vísceras. Nunca la guerra que se le ha movido insensatamente a Dios ha logrado catalizar tanta dosis de mentira, ceguera, orgullo, notoria deshonra en los hábitos y en los talantes, contumacia infernal y sombrío nihilismo. Guerra a la inocencia, guerra al honor, guerra a la virtud y al bien. Guerra, en definitiva, al hombre, creado a imagen y semejanza de su Creador: tal el vertedero de aquella multisecular proclama implícita en la contra-tradición que atraviesa los siglos y hoy alcanza su acmé después de haber combatido con éxito al cristianismo. Su derrumbe será subitáneo, a pique, como por precipicio, y esperamos verlo con nuestros ojos.


(Fray Benjamín de la Segunda Venida)

Solo uno de cada diez matrimonios españoles fue por la Iglesia en 2020 (Carlos Esteban)

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En el año de la pandemia, las uniones matrimoniales se hundieron en nuestro país, pero mucho más las bodas religiosas.

Casi a la mitad cayeron los matrimonios en España en el año más duro de la pandemia, el pasado, tocando su mínimo histórico contabilizado por el Instituto Nacional de Estadística (INE): 90.416, una espectacular caída del 47%.

Pero el dato más extraordinario es el que afecta a los matrimonios religiosos: solo uno de cada diez bodas celebradas en España en 2020 se ofició sacramentalmente, hasta un total de solo 9.444. Lo que hasta hace no tanto era el ‘matrimonio por defecto’ en nuestro país, incluso entre contrayentes no particularmente creyentes, se ha convertido ya en un fenómeno casi marginal.

Solo hay que remontarse un año, a 2019, para encontrar una proporción doble, el 20%, dos de cada diez. Es una cifra que contrasta poderosamente con la serie, considerando que en 2019 hubo 34.615 enlaces católicos, 39.295 en 2018, 43.268 en 2017, 47.771 en 2016, 49.206 en 2015, 50.541 en 2014, 109.811 en 2007 y 152.067 en 2001.

El promedio de edad de los contrayentes -en ceremonias civiles o religiosas- también indica un fuerte alejamiento de los datos del pasado reciente, casándose cada vez más mayores (y, por tanto, con menos probabilidad de tener hijos, o de tener varios). En hombres, superó por primera vez los 40 años, con un promedio de 40,4 años. En mujeres, se situó en 37,4 años.

Carlos Esteban

viernes, 18 de junio de 2021

Globos sonda



De modo parecido a como actúan los malos y malvados gobiernos (véase España), los Pastores que nos apacientan desde la Santa Sede (y exteriores), hacen sus pinitos de globo-sonda, antes de perpetrar alguna malvada inmoralidad presentada siempre con dosis de misericordina y -por supuesto-, de vigilancia amorosa de las ovejas.

Ya nos alertaba Fray Gerundio, muy sabiamente, que Francisco intentaría eliminar la Misa de siempre, en cuanto le fuera posible. Le molesta el Motu proprio de su Predecesor de Venerada Actualidad. Decían -y siguen diciendo algunos-, que no se atrevería a hacerlo mientras Ratzinger esté en este mundo, pero a Francisco le sobra estómago para esgrimir cualquier razón, cuando quiere eliminar algo. Incluso sin aportar razón. Al fin y al cabo, todos los que se llenan la boca diciendo que quieran gobernar contando con los demás, son los primeros que se coronan Emperadores de Todo-Lo-Que-No-Sea-Yo.

Ha eliminado a cardenales enemigos con un chasquido de dedo, ha cambiado cuestiones fundamentales de la doctrina de siempre, con una sencilla nota a pie de página de la Letizia, ha ignorado sistemáticamente a obispos que parecía que se atrevían a pensar de modo distinto a Su Santidad, ha misericordiado a viejos obispos de 65 años, mientras mantiene la Curia y muchas Diócesis llena de jóvenes Prelados, que ya han superado los 80.

Sí ha cambiado el Catecismo para la pena de muerte y quiere cambiarlo para el cambio climático y castigar los pecados verdes (en un sentido post-conciliar, ya que los otros son de cintura para abajo según dijo), sí ha entronizado a la Pachamama y a Lutero en los Sagrados Palacios. Sí ha ridiculizado la vida contemplativa y las rigideces de seminaristas y sacerdotes de sotana, ¿se le va a quebrar el ánimo para suprimir de un plumazo la Misa de su Predecesor San Pío V, de Venerado Desprecio?

Así que el globo-sonda ya surca los espacios siderales de los blogs amiguetes, para que los vayan comentando los blogs de los que son pepinillos en vinagre y se vuelven locos por las puntillas y las rigideces litúrgicas. Con una característica también muy parecida a las de gobiernos malvados de este mundo: las maniobras de distracción. Se trata de presentar estas cosas como horribles problemas de la Iglesia, mientras se evita hablar o se esconden los problemas de gran calado que se ciernen sobre ella.

Así, mientras el Episcopado alemán casi en pleno se pasa por el arco del triunfo la doctrina cristiana e incluso la anticristiana de Bergoglio, la necesidad de distraer al respetable aconseja hablar sobre la misa Tradicional y el Motu Proprio.

Y mientras se calla ante las bendiciones a las parejas gay, la sinodalidad germana y las comuniones a protestantes, se hace un pequeño paripé con la “dimisión-de-ningún-modo-aceptada” del cardenal Marx, y se distrae al respetable haciendo una visita apostólica al Cardenal Voelki, que probablemente sí que termine en el paro teutón.

Y mientras se desprecia a los obispos americanos que quieren mandar al abortista Biden al confesonario para decir los pecados al confesor y cumplir la penitencia, recibe a los pro “eso” Cupich-Farrell-Tobin (el trío arco iris), para programar una nueva okupación en la próxima Asamblea de la Conferencia Episcopal USA.

Sinodalidad para que los alemanes puedan destruir. Anti-Sinodalidad para que los estadounidenses no le peguen a Biden una colleja penitencial. Cosas veredes.

Así que no nos extrañemos de lo que pueda pasar. Claro que a estas alturas, y con el desprestigio acumulado, ya no se puede engañar a los que aman la Misa Tradicional. En esto sí que son puntillosos: No se puede abrogar la Misa de San Pío V. Y aunque nos quieran convencer de que Parolin y Ouellet son partidarios de eliminarla y Francisco la suprimirá porque se lo aconsejan estos santos cardenales de todos conocidos, ya no pueden esconder la verdad que tanto les escuece: No pueden soportar que cada día que pasa, es mayor el número de jóvenes (y por tanto ausentes de nostalgias), que asisten a esta Misa.

He dicho a mis hermanos, antiguos discípulos de Fray Gerundio, que cuando esto suceda, permanezcan tranquilos porque ya nadie hará caso y se harán un germánico. Salvo los Obispos de la Orden del Santo Trepe, que no quieran manchas en su expediente y prefieran tenerlas en su alma.

Discípulo de Fray Gerundio

miércoles, 16 de junio de 2021

Parte de la Entrevista de Res Novae a monseñor Viganò sobre la liturgia del Concilio Varticano II

SPECOLA


Para los que piensen aprovechar el aumento de la movilidad para darse una vuelta por Roma que tenga presente que el calor empieza a ser pesado, incluso de noche, y no es el tiempo más recomendado para turisteos innecesarios. Vemos cómo la intensidad informativa no cesa ni con el calor y promete ofrecernos un verano lleno de sabrosas noticias.

Comenzamos con una interesante reflexión recogida por Tosatti sobre el actual sincretismo reinante en la iglesia Católica: «A partir del Concilio Vaticano II, los católicos han sufrido un lento y capilar lavado de cerebro sin precedentes. Muchos se sienten ateos y otros agnósticos. Pero la mayoría está afectada por el sincretismo religioso, consciente o inconsciente. 

Delante del altar vemos desfiles de moda, banquetes para los “hermanos” musulmanes, sacerdotes que bailan, bailarines hindúes, etc. Los católico-sincretistas presentes aplauden, en lugar de salir de la iglesia y regañar al tipo vestido de sacerdote». «El católico-sincretista abraza y absuelve a todos, excepto al católico racional».

Sobre el último concilio, el Vaticano II tenemos entrevista a Viganò centrada, sobre todo, pero no solo, en la liturgia: «el Concilio Vaticano II fue concebido como un acto revolucionario. (…) vemos confirmadas nuestras legítimas sospechas cuando observamos quiénes fueron los artífices de esa liturgia: prelados que en muchos casos fueron objeto de sospechas de pertenecer a la Masonería, destacados progresistas que con el movimiento litúrgico (…) que más tarde fue condenado por Pío XII en la encíclica Mediator Dei. 

Situar la mesa del altar de cara al pueblo no fue invención del Concilio, pero de los liturgistas que hicieron poco menos que obligatorio en el Concilio después de haberlo introducido hacía algunas décadas a modo de excepción como una supuesta vuelta a la Antigüedad. 

Recomendamos su lectura completa pero no dejamos de resaltar algunos pasajes: «El carácter arbitrario de las innovaciones es parte integral de la liturgia reformada, cuyos libros –empezando por el Misal Romano de Pablo VI– fueron concebidos como un batiburrillo en manos de actores más o menos talentosos en busca de la aprobación del público». 

«La crítica más fundada es que han intentado crear una liturgia a su antojo al abandonar el bimilenario rito que nació con los Apóstoles y se ha ido desarrollando armoniosamente a lo largo de los siglos. La liturgia reformada, como sabe todo especialista en la materia, es fruto de un acuerdo ideológico entre la lex orandi católica y las exigencias heréticas de los luteranos y otros protestantes.

Como la Fe de la Iglesia se expresa en el culto público, era indispensable que la liturgia se adaptase a la nueva manera de creer debilitando o negando verdades que se consideraban incómodas para el diálogo ecuménico». 

«Al próximo papa le corresponderá restablecer todos los libros litúrgicos anteriores a la reforma conciliar y prohibir en los templos católicos la indecente parodia a la que han contribuido notorios modernistas y herejes».

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Puede leerse también, sobre este tema del sincretismo católico o catosincretismo, el artículo aparecido en Chiesa e post Concilio

martes, 15 de junio de 2021

El New York Times defiende la comunión para los políticos abortistas, citando al Papa (Carlos Esteban)

 INFOVATICANA

El diario más prestigioso del mundo, el norteamericano New York Times, se ha sumado a la batalla en torno a la conveniencia de ofrecer o negar la comunión a gobernantes abiertamente abortistas. Dad la comunión a Biden, advierte ‘la Dama Gris’, asegurando que eso mismo es lo que manda el Papa.

Extraño cuando la prensa secular, y en este caso un diario poco proclive a coincidir con la doctrina católica, el New York Times, pontifica sobre la necesidad de contradecir lo dispuesto por el Código de Derecho Canónico y darle la comunión al ‘devoto Biden’, por muy entusiasta que se muestre promoviendo la masacre de no nacidos.

Es cierto que para lo opinión ‘de progreso’ el NYT tiene bastante más autoridad que L’Osservatore Romano sobre los católicos, pero no deja de resultar desconcertante esta injerencia teológica del rotativo neoyorquino.

La batalla está en su punto culminante. Biden, ‘católico devoto’, encabeza probablemente la Administración más ferozmente abortista de la historia, pero apoya las posturas cercanas al Vaticano en los asuntos en que más insiste últimamente la Santa Sede, que apenas ha disimulado su alegría por la victoria del demócrata en las pasadas presidenciales.

Por su parte, José Gómez, arzobispo de Los Ángeles y presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, anunció hace ya algún tiempo su intención de plantear en la asamblea de los obispos el tema de la ‘coherencia eucarística’ para publicar directrices sobre la cuestión.

Esto desató las alarmas, con el cardenal Blase Cupich, de Chicago, y Joseph Tobin, de Newark, volando a Roma para entrevistarse con Ladaria, prefecto para la Doctrina de la Fe, que envió a los obispos norteamericanos una carta para moderar el celo episcopal a base de paños calientes.

Una sesentena de obispos firmaron una carta, a su vez, para que no se tratase el asunto de la coherencia eucarística en la asamblea, aunque este será sin duda el tema estrella de la reunión. Obispos de uno y otro ‘bando’ de han lanzado a las redes y los medios en defensa de su posición. Y ahora sale pontificando el New York Times en una insólita injerencia, asegurando que el Papa y Ladaria y Spadaro quieren que los obispos sean buenos y no le nieguen la comunión a Biden, Pelosi y compañeros mártires.

¿Que el Papa dijo qué? Bueno, es una interpretación del diario, en realidad. Lo que dijo el Papa es que la comunión no es la recompensa de los santos, sino el pan de los pecadores”, lo que en cualquier otra ocasión se entendería como una afirmación perfectamente válida dentro de su contexto, pero que en las circunstancias en Estados Unidos suena a lo que de ninguna manera puede querer decir, a saber: que es lícito recibir la Sagrada Comunión en pecado mortal.

Y el político que colabora activamente con el aborto no solo está en pecado mortal, sino excomulgado latae sententiae. Y públicamente, mientras no se arrepienta.

Pero, ¿a quién van a creer, al autorizado intérprete de la verdad moderna, o a una doctrina desfasada sin escucha atenta, ni diálogo ni nada de nada?

Carlos Esteban

¿Por qué Dios permite la pandemia?



El 1 de noviembre de 1755, un terremoto destruyó la ciudad de Lisboa. Este hecho, que acabó con una de las ciudades más prósperas de Europa, conmocionó a toda la civilización occidental, que trató de buscar explicaciones religiosas, filosóficas y científicas a este fenómeno.

Como era previsible, la pandemia que atravesamos hace ya más de un año suscita en nosotros una conmoción y reflexión semejantes. Nos preguntamos entonces por qué Dios, siendo todopoderoso y bueno, permite algo tan terrible.

Apoyándonos en la luz de la razón, decimos, en primer lugar, “permite”, pues todo indica que este virus que nos acecha ha sido consecuencia, o bien de la maldad, o bien de la impericia humana. Aunque, cabe aclarar, se trataría de una impericia “teñida” de malicia, pues cualquier persona sabe que es éticamente reprobable manipular científicamente determinadas realidades que, “si se escapan de las manos”, pueden llegar a causar mucho daño.

También es verdad que, más allá de las posiciones de tono conspirativo, existe la posibilidad de que este virus, estando presente en la naturaleza, se haya transmitido a los seres humanos a partir de su presencia en un animal; en nuestro caso, un murciélago. De ser así, no habría existido -al menos directamente- responsabilidad humana alguna en la génesis de la pandemia.

Entonces, si el virus simplemente “vino de la naturaleza”, podríamos pensar, más decididamente, en “echarle la culpa a Dios”, autor de la naturaleza. Digo, teniendo en cuenta nuestra actual mentalidad, si un producto “nos viene fallado”, lo más común y lo primero que se nos ocurre es “hacer un reclamo al fabricante”.

En otras palabras, si este fuese el caso, podríamos afirmar que Dios no solo permitió, sino también que positivamente quiso, este flagelo. Recapitulemos entonces nuestras preguntas: ¿cuál fue el verdadero origen de este mal? ¿fue la ambición y maldad propiamente humanas?, ¿fue la impericia “teñida” de inmoralidad? ¿Dios positivamente quiso, o solo permitió, esta catástrofe?

Existen determinadas verdades históricas que “los hombres de a pie” quizá jamás vamos a conocer, al menos hasta que el Señor instaure definitivamente su Reino y “salga a la luz todo lo que estaba oculto”. En todo caso, nuestra deliberación solo puede “partir de los hechos”. La “cosa” está aquí, delante nuestro, y debemos habérnosla con ella; debemos afrontarla no solo en términos de la medicina y la salud pública, sino también de modo más profundamente reflexivo, especialmente desde la filosofía y la teología.

¿Qué podemos entonces juzgar respecto de este traumático y doloroso suceso? Desde la perspectiva de la tradición filosófica realista (particularmente aristotélica y tomista), podemos conocer que hay Dios, que él es omnisciente, todopoderoso y bueno. Y esto último no solo en términos metafísicos, sino también morales (Dios no es solamente “lo más apetecible”; tampoco puede Él querer mal alguno para sus criaturas). Asimismo, también podemos saber que Dios es providente, es decir, que no se “desentiende” de las cosas, y mucho menos de las personas.

Ahora bien, ¿cómo es posible conjugar estos atributos con la ineludible “sensación de desamparo” que, inevitablemente, nos embarga frente a los acontecimientos provocados por la pandemia? Al igual que es Salmista, estamos tentados de afirmar: “¿Es que el Señor nos rechaza para siempre y ya no volverá a favorecernos?, ¿se ha agotado ya su misericordia, se ha terminado para siempre su promesa?, ¿es que Dios se ha olvidado de su bondad, o la cólera cierra sus entrañas?”.

Incluso en términos puramente racionales no habría que dejar “enteramente a un lado” la posibilidad de interpretar esta realidad como un castigo divino. Dios es infinitamente bueno y misericordioso, pero también es justo y “nadie se burla impunemente de sus prescripciones” (Como decimos los argentinos, Dios es bueno, pero no “buenudo”).

En este sentido, hace tiempo ya que la mayoría de los seres humanos vivimos “de espaldas a Dios”, y no solo “desentendiéndose de Él”, sino atentando abiertamente contra sus más sagrados preceptos. Basta pensar en la realidad del aborto que, año a año, como verdadera pandemia, se lleva la vida de millones de niños inocentes. ¿Pensamos acaso que la sangre de esos hijos no “clama al cielo”? Y este es solo un ejemplo, de los muchos que podría mencionar, para referirme a las atrocidades que ordinariamente cometemos los seres humanos.

Claro está, sería absurdo pensar que Dios, en caso de castigarnos, lo haga movido por el rencor y el deseo de venganza. En Dios no se dan pasiones, y menos aún sentimientos decididamente malos. El Bien es difusivo de sí, reza un principio metafísico. En este sentido, todo lo que Dios obra “ad extra” lo hace movido por la búsqueda del bien de quienes en su infinito amor ha creado.

En efecto, a nosotros, quizá, ni siquiera se “nos pasan por la cabeza” este tipo de cuestionamientos: ¿acaso somos los dueños de una clínica abortista?, ¿soy yo, por ventura, quien promueve ideologías perversas en los medios de comunicación masiva? La mayoría de nosotros, por Gracia de Dios, no cometemos estos graves pecados, pero ¿no es en realidad cierto que el mal no tendría, en absoluto, la fuerza que tiene de no ser por la “indiferencia” de quienes nos juzgamos buenos?

Todos queremos que acabe la pandemia para “continuar con nuestra vida”. Pero, deberíamos preguntarnos, ¿qué vida queremos continuar? La vida que nos ha llevado a una creciente desigualdad e injusticia; la vida que ha endiosado el “tener” y el “aparecer” por sobre el ser; la vida que solo aspira a “pasarlo bien”, desentendiéndonos de quienes están a nuestro lado.

De ser así, es como si le dijésemos a Dios: “mirá cortala con esto de la pandemia que nosotros sí tenemos muchas cosas importantes que hacer”: queremos seguir estafando, yendo a la cancha, apostando, comiendo cosas ricas, bebiendo y abusando del sexo; queremos seguir probando permanentemente cosas nuevas, pues ya nos aburrimos “lo tradicional”, en particular de la religión y de la familia.

Ahora bien, en caso de que esto sea en verdad un castigo divino: ¿qué hemos cambiado para que Dios, a su vez, cambie? ¿Cuál ha sido nuestra auténtica metanoia? ¿Hemos hecho alguna suerte de mea culpa respecto de nuestro comportamiento como seres “supuestamente” racionales? De haber juicio, los ninivitas seguramente también se levantarán contra esta “generación malvada y pervertida”. Estas preguntas no me las hago “solo como filósofo cristiano”; todo ser humano que se precie de tal debería quizá detener s reflexionar sobre estos hechos.

Con todo, es preciso reconocer que la pandemia suscitó numerosos actos de entrega valiente y generosa, especialmente dentro del personal de salud y de numerosos sacerdotes que murieron o arriesgaron su vida para llevar consuelo físico o espiritual. Esta dolorosa situación ha “sacado a la luz” lo mejor de muchos hombres y mujeres.

Habitamos una cultura que “vive de espaldas a la muerte”, que niega la realidad de nuestra finitud y contingencia; estamos arraigados en una cultura que rechaza de plano todo lo que implique asumir el dolor, la entrega y el autosacrificio. Pero la pandemia puso “frente nuestro” aquello que nos negábamos a ver y asumir.

En lenguaje franciscano, cabe decir que la pandemia nos hizo pensar en la “hermana muerte”, en aquella visitante inoportuna que, en cualquier momento, puede asomarse para sacudirnos, paradójicamente, de nuestro letargo. Las situaciones límite tienen, pues, la ventaja de “despertar a muchos” a la conciencia de la verdadera finitud humana. Y la visión de este hecho, por qué no, puede constituir el primer paso para abrirnos a la trascendencia.

Supongamos ahora que esto no es un castigo infligido directamente por Dios. Al menos, es innegable que Él lo ha permitido y, de algún modo, “hace silencio”. Dios “ha dejado correr la situación”, como un padre que “suelta” la mano de su hijo para ver cómo reacciona ante las adversidades. Y como manifesté arriba, hubo quienes están “aprovechando” la prueba, quienes están atravesando esta realidad de dolor como una “oportunidad” para fortalecer su fe y sus virtudes.

Otros, en cambio, eligieron el camino del rencor; la vergonzosa tarea de “despotricar” contra el “Padre de los cielos”; ellos optaron por afianzarse en su rechazo a Dios y vieron en la pandemia una ocasión, más que propicia, para reafirmar su ateísmo: “si hubiera Dios, y este fuese bueno, no podría permitir el sufrimiento de tantos inocentes”. Por último, hubo también quienes eligieron “no pensar”; se trata de aquellos que siempre, frente a las situaciones dolorosas, se anestesian con más y más distracciones: más futbol, más alcohol, más drogas.

Quiero decir, el “por qué” y el “para qué” que podamos encontrar a la pandemia dependerá, en gran medida, de la imagen de Dios que previamente tengamos. Y la visión de Dios que la razón puede darnos es la de un Ser infinitamente poderoso y bueno; lo demás, son “caricaturas” de una inteligencia oscurecida ya por el pecado y la tristeza. Dios es bueno “todo el tiempo”, incluso en estos momentos en los que parece habernos “soltado de la mano”.

Aun hablando en términos puramente humanos, intuyo que esta situación es una “fuerte llamada de atención de Dios”. Es como si el Señor nos dijese: ¿dónde tienes puesto el corazón? ¿Qué bien o bienes has endiosado? Como nos enseñó Lewis, cuando los amores humanos se transforman en un Dios, inevitablemente se convierten en un demonio. Y el Dios verdadero no quiere que seamos devorados por amores pervertidos que solo pueden conducirnos a la desdicha eterna.

Quizá, desde una perspectiva más teológico-religiosa, esta realidad de la pandemia pueda ser pensada como una “vuelta de tuerca más” del ya ancestral tema de la fidelidad e infidelidad respecto de la “Alianza”. Dios crea al hombre y lo invita a la amistad con Él; el hombre rechaza a Dios para irse detrás de “falsos dioses”; Dios castiga al hombre, pero anuncia la promesa de una Alianza.

Pasando por el proto-evangelio, Noe, Abraham, Moisés y los profetas, hasta la Alianza nueva y eterna sellada por la sangre de Cristo, la historia humana se entreteje de estas “idas y vueltas” en relación con Dios. Evidentemente, cada vez nos acercamos más al “final de la película”, cuando el divino director asuma totalmente la escena y quite para siempre a los malos actores de este drama.

Sin embargo, todavía nos encontramos en las vísperas. Nuevas y más perversas infidelidades (aborto, ideología de género, eutanasia, apostasía generalizada) suscitan nuevos castigos. La Iglesia, cuerpo de Cristo, es hoy la verdadera protagonista de guiar a los hombres hacia un auténtico cambio de vida. Ella es la encargada de propagar el anuncio de la salvación a través de la palabra de vida y la fuerza de los sacramentos.

Cristo salvador se hace hoy presente por medio de su Iglesia. Y la Iglesia tiene que hacerse presente en este mundo, tiene que “hacerse cargo” de la miseria humana, pero “sin ser del mundo”, sin “coquetear” con el mundo ni acomodarse a sus “exigencias”. Caso contrario, será como la levadura que ya no sirve para fermentar la masa, o la sal que se acopla al insípido sabor de estos tiempos.

Dios nos “llama la atención”, nos sacude de nuestro letargo. Su Palabra continúa “resonando” en el corazón de los fieles: “si volvéis a Mí de todo corazón y con toda el alma, Yo volveré a vosotros y no os ocultaré mi rostro”. Pero el Pueblo de Dios parece, una vez más, “no querer obedecer”, y el Señor nos “entrega nuevamente a nuestro corazón obstinado para que sigamos caminando según nuestros antojos”.

En suma, ¿qué sentido teológico puede tener este “tirón de orejas” de nuestro Dios? Ya hablé de la posibilidad real de un castigo causado por nuestras infidelidades y pecados. Es inevitable no pensar aquí en aquel pasaje evangélico en el que Jesús menciona a las dieciocho personas que fueron aplastadas al derrumbarse la Torre de Siloé: “¿pensáis acaso que esos hombres eran los más culpables de Jerusalén? Os digo que no. Y si vosotros no hiciereis penitencia, todos pereceréis igualmente”.

Nadie pues es inocente delante de Dios y todos debemos ver en este tiempo “una oportunidad para alcanzar la salud”. No es que aquí “pagan justos por pecadores”, es que todos estamos “en deuda con Dios”, y este oscurecimiento de la realidad de nuestro pecado es quizá un mal mayor que la propia pandemia. Insisto en esto, la terrible situación que actualmente estamos afrontando tiene que ser, en primer lugar, para nosotros, un “llamado a la conversión”.

Aunque no lo pensemos de manera consciente, la mayor parte de nosotros nos hemos habituado a pensar que estamos aquí para “pasarlo bien”, para disfrutar, todo lo que podamos, de los placeres que la vida pueda brindarnos. Este es el mensaje que el mundo permanentemente nos transmite: disfruta el momento, “sácale el jugo” a las oportunidades que te brindan las circunstancias.

Hemos olvidado que el hombre es homo viator, un ser peregrino que marcha de regreso hacia la casa del Padre. Al menos “en la práctica”, dejamos de creer en la vida eterna y transcurrimos nuestra existencia como si no nos quedara otra cosa que “anestesiarnos con placeres corporales y distracciones frívolas”.

Por lo tanto, hemos de recuperar la conciencia de que esta vida tan solo es el “preludio” de la verdadera existencia. Sin embargo, hemos de tener presente aquello que ya nos enseñó Agustín: Aquel que “nos creó sin nosotros, no nos salvará sin nuestra colaboración”. Estamos pues aquí para ser Santos y cultivar nuestros talentos; para ser Perfectos como Dios es perfecto; para secundar la Gracia que Dios vino a ofrecernos como consecuencia del sacrificio Pascual de Cristo.

Una vez más: ¿es entonces la Pandemia un castigo divino?, ¿es algo que Dios tan solo permite como un necesario “llamado de atención” para que “recuperemos el norte”? Con todo, en este punto, me pregunto algo que, en una primera observación, puede resultar un tanto paradójico: ¿es que podría no haber acontecido la pandemia? ¿No es ella, acaso, parte del “natural despliegue” del drama humano-divino que comenzó con la caída de Adán y Eva y que culminará con la parusía? Quiero decir: la caída de nuestros primeros padres “puso en marcha” la dinámica del mal moral y del mal ontológico en el horizonte de la creación. Y este mal es como un “virus” que, inevitablemente, se va expandiendo a lo largo de la historia.

Desde que “el hombre rompió con Dios”, el “cuerpo rompió con el alma” y “el mundo se enemistó con el hombre”. La imagen de una naturaleza buena y “amable” para con los seres humanos expresa -como dice Peterson- una visión ingenua de las cosas. La naturaleza “gime dolores de parto” por el pecado del hombre y, si bien aguarda expectante la liberación de los hijos de Dios, sus “alaridos” necesariamente nos aturden. Sus “sacudones” nos conmueven y ponen a prueba nuestra destreza. Ella puede darnos atardeceres que semejan a un “pedacito” de cielo, pero también tempestades que preludian las noches más dolorosas del infierno.

Heráclito de Éfeso, varios siglos antes de Cristo, al contemplar la naturaleza afirmó que “la guerra es el Padre de todas las cosas”. Luego de la caída, al menos en un sentido, “no queda otra que esta constante pugna de todos contra todos”. Y se trata de una lucha en la que los seres humanos somos constantemente abofeteados. Nuestra propia alma es, por momentos, un campo de batalla; y esta pugna interior se refleja en muchos de nuestros conflictos comunitarios y en nuestras ambiciones desmedidas que nos llevan a utilizar a la creación como si fuese una “mera fuente de recursos”.

Enfermedades, catástrofes naturales y la propia muerte expresan tan solo “una de las caras” de esta moneda, cuyo reverso es la “historia de la salvación”. Dios es el autor del guión y el principal protagonista de esta obra redentora. Sabemos ya que Jesús “pagó por nosotros”, que sus “heridas nos han curado”. Pero todavía asistimos a los últimos capítulos del despliegue de este drama divino.

Luego de la ascensión, el Espíritu Santo “nos ha enseñado muchas cosas” y nuestra comprensión del misterio redentor se ha profundizado sobremanera; también la Gracia Santificante se ha derramado abundantemente en un sinfín de hombres y mujeres que, a semejanza de Cristo, entregaron la vida por sus hermanos. Desde San Esteban a la madre Teresa; desde Perpetua y Felicidad a Maximiliano Kolbe, la Gracia de Dios ha hecho Santos a los más insignes pecadores.

Sin embargo, el misterio de la iniquidad también se ha perpetrado. El tentador a “seguido haciendo de las suyas” y muchos son los hombres que lo continúan secundando. Como diría Lewis, Scrutopo y Orugario siguen “procurándose pacientes” y sembrando discordia. El mal avanza escondiéndose al amparo de la frivolidad, haciéndonos creer que la existencia humana tiene que ser toda ella como una tarde en “disneylandia”: aprovechen las oportunidades de gozo que la vida les otorga; en absoluto piensen en el mañana; consideren sobre todo que ustedes nada tienen que ver con los males que pasan en este mundo. Tú mismo has de considerarte una “víctima de las circunstancias”. La culpa es siempre de los otros: de mis padres; de los opresores del norte; del patriarcado, de occidente y, en definitiva, del cristianismo.

El mundo secular de hoy nos ha hecho olvidar a Dios y nuestro destino eterno. Ahora todos queremos “volver a la normalidad”. Con todo, deberíamos preguntarnos si en verdad queremos que “todo vuelva a ser como antes”. Más tarde o más temprano la normalidad regresará. Pero ojalá que cada uno de nosotros pueda ser en verdad mucho mejor que antes. La santidad es para todos y ninguno de nosotros debería rehuir este llamado. Mientras tanto, como nos enseñó Agustín, quizá valga la pena repetir: “bueno es Dios que no nos da aquello que le pedimos, sino aquello que le pediríamos si nuestro corazón fuese más semejante al suyo”.

Dr. J. Maximiliano Loria