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viernes, 25 de enero de 2019

NOTICIAS VARIAS 23 y 24 de enero de 2019 (Impuesto eclesial en Alemania, Francisco y Leonardo Boff, FSSPX, Trump, Zanchetta, Obispos pro LGTB, Panamá, Venezuela, "San" Oscar Romero, Iglesia china, Julio Meinvielle, Infanticidio New York, ...)



Una larga lista de “figuras embarazosas” que Francisco “prefiere, protege y defiende"

“Amor” activo: Vida de sacerdotes homosexuales en la diócesis de Paterson

Superior de la FSSPX: Francisco en “perfecta continuidad” con sus predecesores

La mayoría de los obispos de Estados Unidos ordenaría [inválidamente] mujeres

Agente anti-Trump y de falsas noticias trató de interrumpir la Santa Misa

Cardenal Müller: por qué “algunos líderes de la Iglesia” prefieren hablar sobre el “clericalismo”

Dos homosexuales hacen bromas sobre la enseñanza católica en una parroquia “católica”

Más evidencia que Francisco conocía los problemas de Zanchetta

Recordatorios para la cumbre sobre los abusos. Para Francisco, los pecados “bajo la cintura” son “…

Instrucciones desde el Cielo

INFOVATICANA

Un obispo mejicano celebra una misa para una organización en defensa de los derechos LGTB

¿Por qué los jóvenes necesitan la tradición? (Julio Llorente)

San Ildefonso (23 de enero)

San Francisco de Sales (24 de enero)

El Papa viajará a Japón en noviembre

Giro de guión en el ‘caso Zanchetta’: entra Germán Arana (Carlos Esteban)

Papa Francisco en Panamá, la larga sombra de Zanchetta, el disputado voto católico, el yelmo de plástico. (Specola)

Panamá, Venezuela y Juan Pablo II, la iglesia en huida, los muros del miedo, el duro invierno romano.

Muere el cardenal Fernando Sebastián

El Papa a los obispos centroamericanos: “¿Cuánto me afecta la vida de mis curas?” (hablando sobre "San" Oscar Romero

INFOCATÓLICA

La diócesis china de Shantou despide al obispo que siempre fue fiel a Roma para recibir al que lo ha sido a la dictadura

El Papa ya está en Panamá para asistir a la JMJ

EE.UU y la mayoría de los países iberoamericanos reconocen a Juan Guaidó como presidente de Venezuela

La Revista Ecclesia se renueva

ADELANTE LA FE

Julio Meinvielle: De la Cábala al Progresismo (El libro, en formato pdf, se puede obtener aquí) Altamente recomendable

Vamos a la Gruta de la Cordura

León XIII Nobilissima. Gallorum gens (8 de febrero de 1884)

CHURCH MILITANT

Too Much Tolerance

LIFE SITE NEWS

‘No different than infanticide’: Pro-life leaders respond to New York legalizing abortion to birth

America isn’t having enough babies…but there’s an easy way to fix that

Bishop implores New York Gov. Cuomo not to create ‘Death Star’ abortion bill

Selección por José Martí

EFECTO 'LAUDATO SI’: UN REJUNTE SINIESTRO (abortistas, mundialistas y vividores)




“La cancillería de Panamá en conjunto con la Pontificia Academia de las Ciencias celebrará una conferencia sobre la Laudato Si’.
Publicada en el 2015 y utilizando la frase del cántico de San Francisco de Asís, la encíclica Laudato Si’ forma parte clave del ministerio petrino del Papa Francisco.
La conferencia tendrá como ponentes al Cardenal Oscar Rodríguez Maradiaga, Arzobispo de Tegucigalpa con la conferencia: “La importancia de la Encíclica Laudato Si’”. Dr. Hans Joachim Schellnhuber, director emérito del “The Potsdam Institute for Climate Impact Research (PIK)”, con la conferencia: ” El reto del cambio climatico”. Monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, con la conferencia: “Buenas prácticas para erradicar el crimen de las nuevas esclavitudes” y para finalizar, el Profesor Jeffrey Sachs, de la Columbia University,  economista y consejero del Secretario General de las Naciones Unidas, con la conferencia: “Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU”. 
“En la Encíclica Laudato si’ y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Papa Francisco aborda   temas de preocupación mundial como la  trata de personas y el cambio climático y plantea que para erradicar la primera y dar dignidad y libertad a cada persona es necesario erradicar la pobreza, educar a todos y a todas, equilibrar el clima, empoderar a la mujer,proporcionar pan, agua y salud sin excluir, y asegurar un desarrollo humano integral”.
Notas catapúlticas
1)Schnellhuber y Sachs forman parte de la célula abortista que opera en el Vaticano, al amparo de Sánchez Sorondo, personaje que se da la gran vida sin que le importe nada de nada. Obviamente, cuenta con la protección del capo di tutti capi.
2)De este rejunte, CATAPULTA se ha ocupado reiteradamente.
3)El indigerible mamotreto de “la encíclica verde”, pretende apuntar contra “el consumismo”. Pero ¡oh casualidad! estos cuatro vividores son grandes consumidores de billetes “verdes”, especialmente el pesce grosso  Maradiaga. Sobre este perdulario ver https://infovaticana.com/2018/09/10/la-insostenible-situacion-de-maradiaga-en-honduras/
Augusto Padilla

jueves, 24 de enero de 2019

Cardenal Müller: la Iglesia debe reconocer el papel de la homosexualidad en los abusos (Carlos Esteban)



Habla de nuevo el ex prefecto para la Doctrina de la Fe en declaraciones al National Catholic Register insistiendo en que no es sólo el ‘clericalismo’ la causa de los escándalos de abusos que asolan la Iglesia.

Reducir la raíz de la crisis de encubrimiento de abusos sexuales a un difuso ‘clericalismo’ sin atreverse a menciona siquiera el evidente papel que desempeña la homosexualidad activa en una mayoría de los perpetradores de abusos -en más del 80% de los casos denunciados la víctima era un varón pasada la pubertad- es un modo de negarse a ver las verdaderas razones de la crisis. Lo hemos repetido muchas veces en estas páginas, y ahora insiste en ello el cardenal alemán Gerhard Müller, ex prefecto para la Doctrina de la Fe, defenestrado por Francisco.

Además, añade Müller, quienes insisten en esta explicación única tienen una agenda concreta que quieren avanzar con el pretexto de la crisis y que incluye, entre otras cosas, cambiar la moral sexual de la Iglesia y acabar con el celibato sacerdotal, un asunto que se abordará este año en el Sínodo de la Amazonía.

Para empezar, esa insistencia en el ‘clericalismo’ es “muy injusta con Jesús”, asegura el cardenal, “que dio a los apóstoles y obispos poder y autoridad espiritual”. No, la mayoría de los abusos que han copado los titulares de la información religiosa desde el pasado verano “no se deben al Sacramento del Orden, sino a la incontinencia sexual, a una falsa concepción de la sexualidad que no respeta el Sexto Mandamiento”. Y se pregunta retóricamente: “¿Dónde aparece escrito en la Biblia o en algún libro sobre el sacerdocio o en los Padres de la Iglesia que si uno es sacerdote está eximido de la moral? Al revés, debe dar un buen ejemplo”.

Si el clericalismo puede ser una causa remota, subraya Müller, no va a solucionarse ignorando la más próxima y evidente, la penetración del homosexualismo en el clero, y es vital que se reconozca ésta para que haya alguna esperanza de que de la reunión episcopal del próximo mes salga algún remedio eficaz a la actual situación. 

Müller establece la distinción obvia entre atracción y acto, citando el libro de Daniel Mattson, ‘Por qué no quiero que me llamen gay’, cuya versión italiana presentó el propio cardenal. La atracción homosexual no puede en ningún caso justificar los actos homosexuales de modo análogo a como la atracción sexual normal no justifica la práctica sexual con otra persona que no sea tu cónyuge. “No necesitamos una nueva interpretación de esta doctrina sino, más bien, mayor obediencia a la palabra de Dios”, sentencia Müller.

Habla el ex prefecto de otra plaga que ha invadido la Iglesia, la de pensar en exclusiva siguiendo criterios mundanos, como cuando el cardenal arzobispo de Chicago, Blase Cupich -encargado por el Papa para organizar la reunión del próximo mes- estableció una rígida distinción entre abusos y una relación homosexual consentida entre dos sacerdotes o un sacerdote con un laico. “El pecado es el pecado, aunque las circunstancias puedan agravarlo o mitigarlo”, dice.

Pero la crisis que padece la Iglesia va mucho más allá de los escándalos, es de raíz teológica. Los teólogos pueden diferir en estilo e incluso en algunos extremos disputados, pero hasta ahora tenían clara la base de sus argumentos: Escritura, Tradición y Magisterio. Ahora, esa base parece tambalearse.

“Por ejemplo, algunos hablan de la reforma de la Curia, pero no todo el mundo tiene una idea de cuál es la posición teológica y eclesiológica de la Santa Iglesia Romana, con el Papa a la cabeza”, señala Müller. “¿Qué es el Colegio de Cardenales? Es una representación de la Iglesia, un ‘presbyterium’ o sínodo del Papa para su misión universal”.

El dogma se relativiza y lo distintamente sobrenatural se ignora, nuestro destino eterno que da pleno sentido a nuestra vida sobre la tierra. “Tengo la impresión de que casi todos creen en la vida eterna, pero más bien como un consuelo frente a la muerte, mientras que otros no la consideran relevante para su propia vida”, se lamenta el cardenal. “En su concepción, Dios está siempre impartiendo misericordia, pero ése no es el Dios de la revelación de Jesucristo. Es proyección de sus propios deseos”.

En última instancia, hay un conformarse a la opinión del mundo, a las modas ideológicas del siglo. Pero pertenecer a Cristo “es una cruz, que exige penitencia y cambio de vida, obediencia a los mandamientos. Algunos prefieren un Dios blando”.

Carlos Esteban

Francisco llama “muros del miedo” al que separa EE UU de México



Una vez más, Francisco ha cargado contra las fronteras en el vuelo que le lleva a Panamá. Son, dice, fruto del miedo que enloquece a los hombres. Pero el temor es a menudo un instinto útil y necesario.

“Es el miedo lo que te vuelve loco”, ha dicho Su Santidad, respondiendo a una pregunta sobre el muro fronterizo entre Estados Unidos y México, en la rueda de prensa en vuelo hacia Panamá, donde empieza la Jornada Mundial de la Juventud. Y ha añadido: “Son los muros del miedo, como escribe L’Osservatore Romano en el editorial de Monda, que hay que leerse”.

Que a Francisco le obsesiona la inmigración masiva es un dato que todo el mundo conoce; que sus tesis alcanzan un maximalismo sin límites, no distinguiendo de números o condición, también. De hecho, es un asunto que ha tratado bastante más a menudo que otros que preocupan a muchos católicos en estos momentos de confusión, crisis y escándalos en la Iglesia, o incluso que temas que uno pensaría más acordes con su cargo.

Su postura de defensa a ultranza de una inmigración masiva es, de hecho, uno de los puntos en los que se está abriendo una sima entre los fieles y la jerarquía -que le sigue en esto como un solo hombre-, muy especialmente en Italia, donde la mayoría de quienes se consideran católicos practicantes apoyan la política restrictiva de su ministro del Interior y líder de la Liga, Matteo Salvini.

La postura que el Papa y los obispos presentan, cada vez más, como la única aceptable para un católico choca, sin embargo, con lo que teólogos y pontífices anteriores han enseñado sobre una noción que solo es simple en la mente de Su Santidad. Y la defiende con frases breves como la que puede leerse arriba y que muchos podrían calificar de simplista.

Sí, el miedo puede enloquecer, como cualquier otra pasión humana llevada a la exageración. Pero si defender las propias fronteras es indicio de un miedo ‘enloquecedor’, entonces habría que aplicar el mismo argumento contra los que cierran la puerta de su casa o la de su coche, es decir, prácticamente todo el mundo.

Hay argumentos para denostar las fronteras como los hay para defenderlas. Pero lo que parece transmitir Francisco es una noción de la humanidad prelapsaria, donde basta un poco de buena voluntad para que todo salga bien.

¿Quién no querría vivir en un mundo así? Pero la virtud de la sabiduría nos enseña que no es el caso, que el Pecado Original sigue funcionando como el primer día, y la virtud de la prudencia nos conmina a actuar en consecuencia. No es locura timorata cerrar la puerta de casa, y tampoco lo es necesariamente controlar quién entra -y cuántos- en tu país.

Es esperanzador tener un Papa que nos anime a superar el miedo. “No temas” -y sus variantes- se repite, dicho por Dios o por sus enviados, 365 veces a lo largo de las Escrituras, y “No tengáis miedo a Cristo” fueron las primeras palabras de Juan Pablo II. Pero el miedo existe por una razón, y a un temor perfectamente saludable y que, de hecho, nos ha permitido sobrevivir como especie hasta ahora. Es el que se basa en una justa y adecuada valoración del peligro y que empuja a tomar medidas para contrarrestarlo.

Es el mismo peligro que el Papa parece no ver, el mismo que se niega resueltamente a ver aspectos oscuros en el Islam que para casi todos los demás son evidentes. De entrada, para las organizaciones que informan sobre la persecución de los cristianos, que sobreabunda precisamente en países musulmanes.

Carlos Esteban

miércoles, 23 de enero de 2019

A propósito de la necesidad de la fe (comentado por José Martí)

Padre Alfonso Gálvez Morillas

La meditación, que tuvo lugar el 26 de enero de 2014, puede escucharse haciendo clic aquí (es un archivo de audio de 56 minutos de duración). Añado a continuación, a modo de resumen personal, algo de lo que he escuchado en esta homilía, aportando también mi cosecha personal a raíz de la escucha de esta meditación.


Tomando como base la fe del centurión, el padre Alfonso [cuya onomástica es hoy] nos va señalando dónde y cómo se encuentra la verdadera fe. Y plantea una serie de preguntas a las que les va dando una respuesta que, para muchos, puede ser esclarecedora y hacerles bien. Aquí indico sólo la idea principal con la que yo me he quedado.

¿Qué ha pasado con la Iglesia? ¿Cómo es posible que el Concilio Vaticano II, que nació con el propósito de ser sólo pastoral (y nada más que pastoral), un concilio en el que se dijo expresamente que la Doctrina Católica de siempre no se tocaría de ninguna de las maneras ... y, siendo esto así, sin embargo, es el único Concilio que se quiere imponer, además, de modo obligatorio, como si fuese el único que ha existido en la Iglesia? [Concluyó con una misa celebrada por Pablo VI el 8 de diciembre de 1965, de modo que su antigüedad es de poco más de cincuenta años]. Esto es algo que no había ocurrido con ninguno de los veinte concilios anteriores (al menos, que el padre Alfonso recuerde) los cuales, por otra parte, nunca fueron meramente pastorales sino también dogmáticos: no pueden separarse el Dogma y la Moral católica, que siempre van unidas.

Hoy nos podemos encontrar en la Iglesia con muchas cosas que nos desconciertan. Hay, por ejemplo,  ciertos movimientos dentro de la Iglesia que han sido aceptados -y promovidos incluso- por el Papa; y, sin embargo, aparecen en ellos -en sus estatutos- algunas ideas completamente discordantes con lo que siempre ha dicho la Iglesia. Como católicos lo acatamos, pero no lo entendemos. 

Consideramos que se trata de una prueba de fe, pues -entre otras cosas- la fe nos exige la obediencia a la Jerarquía, aunque no siempre se entiendan cierto tipo de actuaciones, como le ocurría también a la Virgen María, que no entendía todo lo que su Hijo hacía ... Y entonces, guardaba estas cosas en su corazón y las meditaba. 

Ciertamente Jesús no podía equivocarse. Y todas sus acciones eran las que tenían que ser. No ocurre así, precisamente, con muchos de los Papas que han gobernado la Iglesia desde su fundación. Y, sin embargo, y a pesar de todo, el cristiano no puede separarse de la Iglesia, no puede formar su propia Iglesia, no puede hacer la guerra por su cuenta. La fidelidad a la Iglesia es fundamental:  "Ubi Petrus, Ibi Ecclesia", es decir, "donde está Pedro, está la Iglesia". 

Ahora bien: dicho lo cual es preciso no perder de vista que si alguien predica a un Cristo "facilón", que comulgue con las ideas del mundo, ese tal ya no está predicando al verdadero Jesucristo, ni su "mensaje" es el de la Iglesia. "Yo predico a Jesucristo -decía san Pablo- y a éste, crucificado" (1 Cor 2, 2). Es ésta una nota esencial del cristianismo. Sin la cruz, sin el esfuerzo, sin el sacrificio, sin la entrega de la propia vida, no podemos encontrar al Señor, el cual es muy claro, en este sentido, como lo es en cualquier otro: "El que no toma su cruz y me sigue no es digno de Mí" (Mt 10, 38). "Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16, 24). 

Por otra parte, vemos cómo las Iglesias se están vaciando, vemos que hay muchos "cristianos" que no creen en la Presencia real de Cristo en la Eucaristía, que consideran que el pecado es algo propio de culturas antiguas ... y un largo etcétera. Es verdad que,  en gran parte, eso se debe a la existencia de malos pastores que han escamoteado la verdad a sus fieles y que los han engañado ... pero, a fuer de ser sinceros, lo cierto y verdad es que, aun así, de modo más o menos consciente, es preciso reconocer que sólo han sido engañados aquellos que han aceptado ese engaño ... por las "razones" que sean.

Los fieles de buena voluntad, en cambio, no pueden ser engañados: tales son los que conocen el auténtico Magisterio de la Iglesia de toda la vida e intentan vivir conforme a lo que siempre han creído todos los verdaderos cristianos que los han precedido. 

La regla a seguir nos la da San Vicente de Lerins, en su Conmonitorio. Esto dice: 
"En la misma Iglesia católica es necesario velar con gran esmero para que profesemos como verdadero aquello que ha sido creído en todos los lugares, siempre y por todos. La expresión suena mejor en latín: "Quod semper, quod ubique, quod ab ómnibus creditum est".
Las verdades de la fe de la Iglesia, contenidas en el Catecismo para ser más asequibles a todos, están ahí y pueden ser conocidas por todo aquel que lo desee sinceramente. El que yerra, en este sentido, y es ignorante, lo es porque no ama la verdad, pues puede salir de su ignorancia si de veras lo desea. Cada uno es responsable de sus propios actos ante Dios ... y no puede escudarse en la existencia de malos pastores, como justificación de su  mala conducta.

Aquí no se discute acerca de la autoridad de la Jerarquía, la cual se acata, por supuesto ... pero en el corazón de un cristiano, que lo sea de veras, en el corazón de un católico no puede acatarse (asumirse) TODO cuanto diga el Papa de turno, sólo aquello que esté en conformidad con lo que siempre ha dicho la Iglesia. Y actuando así es como será realmente fiel a la Iglesia, a la verdadera Iglesia. No se puede pensar en la palabra de un Papa como Palabra de Dios: sus palabras son sólo infalibles cuando hablan "ex cathedra"; en otros puntos pueden estar equivocados, máxime si hablan de asuntos que no les competen, como podría ser el cambio climático o las inmigraciones, por ejemplo. Nadie está obligado a pensar, en esos temas, del mismo modo en el que lo haga un Papa, pues hablando así no actúa como vicario de Cristo, sino a título personal.

La papolatría es hoy un peligro que debemos evitar, a toda costaPor supuesto que tenemos la obligación de respeto, cariño y obediencia para con los representantes de Cristo en la Tierra, y de modo especial a los Papas, pero sin olvidar que el Magisterio de la Iglesia es uno y es único, no es propiedad de ningún Papa. Decía san Pablo: "Os escribo para que obréis el bien, aun cuando nosotros fuéramos dignos de reprobación. Pues nada podemos contra la verdad, sino en favor de la verdad" (2 Cor 13, 7-8). Y en otro lugar: "Aunque nosotros mismos o un ángel del Cielo os anunciara un Evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8) ... 

Todo esto son palabras que debemos grabar muy bien en nuestro corazón porque al ser palabras de la Biblia son Palabra de Dios y, por lo tanto, su auténtico autor es el Espíritu Santo. Jesucristo, Nuestro Señor, instituyó tanto la Iglesia como el Papado, siendo Pedro el primer Papa, pero nuestra obediencia es a la Verdad y al Mensaje enseñado por Jesucristo a sus Apóstoles para que lo dieran a conocer a todas las gentes, en completa y total fidelidad a lo que habían recibido.

De manera que ningún Papa, por muy Papa que sea [es un modo de hablar], puede actuar en contra de aquello que ha sido dogmáticamente definido por el Magisterio anterior. Las verdades de la fe no pueden cambiarse. Cierto que el Evangelio tiene que adaptarse a los tiempos, pero siempre en el sentido de hacer más comprensible el Mensaje, nunca vaciándolo de su contenido y cambiándolo: "Yo aseguro a todo el que oiga las palabras de la profecía de este libro: si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19). 

Por lo tanto, para no perdernos, hay que tener en cuenta algunas ideas:

Es doctrina perenne de la Iglesia, aunque esto hoy no se dice, que fuera de la Iglesia no hay salvación. Ésta sólo es posible por, con y en Jesucristo, Cabeza de la Iglesia, a la que se nace por medio del bautismo. De ahí la importancia fundamental de expandir el Mensaje de Cristo a todo el mundo: "Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que Yo os he mandado" (Mt 28, 19-20a). "Quien crea y sea bautizado se salvará; pero quien no crea, se condenará" (Mc 16, 16). 

Si se diera una conversión de la Iglesia al mundo ... y la Iglesia se hiciera mundana, en sus documentos, aun cuando nos sigamos manteniendo dentro de la Iglesia (¡la verdadera!) no podríamos obedecer aquellos documentos eclesiales que se apartaran del sentir de la Iglesia de siempre y que supongan una claudicación hacia el mundo. De hacerlo, nos perderíamos, porque actuaríamos en contra de la voluntad de Dios. ¿Por qué? Pues porque esos documentos, aunque tengan su origen en la Curia o incluso aun cuando fueran firmados por el Papa, contradicen la Enseñanza de la Iglesia ... ante lo cual sólo podemos y tenemos que reaccionar del mismo modo en el que lo hizo san Pedro, el primer Papa, cuando dijo al Sanedrín [máxima autoridad religiosa y política en aquellos tiempos, para los judíos, como lo es hoy el Papa para los cristianos]: "Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). 

Nuestra fidelidad a la verdadera Iglesia tendría que manifestarse, entonces, en la desobediencia a esas leyes "mundanas" (aunque provinieran de representantes cualificados de la Curia e incluso del mismo Santo Padre que gobernara la Iglesia en ese momento) porque no serían verdaderas leyes, al incurrir en contradicción con la Ley de Dios

Será ésta una gran prueba (¡una prueba que hoy estamos ya viviendo, aunque aún no ha llegado a su cenit!) ... que se irá manifestando con más virulencia a medida que pase el tiempo. Y, sin embargo, no debemos asustarnos pue esto es algo que el Señor nos predijo  ya que ocurriría: "Se acerca la hora en la que quien os dé muerte piense que así sirve a Dios" (Jn 16, 2) (...) "Os digo esto para que cuando llegue la hora os acordéis de ello, de que ya os lo anuncié" (Jn 16, 4).

El Concilio Vaticano II ha supuesto -de hecho- un punto de inflexión en la Iglesia en el sentido de haberse rendido ante los movimientos progresistas y  aplaudiendo todo cuanto el mundo hace. Nosotros tenemos que mantenernos en la Iglesia, pues fuera de ella no podemos salvarnos. Esta idea es esencial. No debemos olvidarla y precisamente por ello, no podemos actuar nunca en contra del Magisterio auténtico de la Iglesia, el cual no cambia ni con el tiempo ni con los diversos lugares de la tierra. Siempre es el mismo, aunque siempre nos dice algo nuevo. Su actualidad es permanente, como Palabra de Dios que es. Y por eso mismo, el Magisterio actual de la Iglesia no puede anular ni poner en tela de juicio el Magisterio anterior: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y por los siglos" (Heb 13, 8) y sus Palabras son Espíritu y  Vida, siempre son actuales y aplicables a todos los tiempos y lugares.

No se puede diluir el Mensaje de Jesucristo para adecuarlo a los pensamientos del mundo. Si eso sucediera en la Iglesia "burocrática", nuestra pertenencia a la Iglesia no estaría relacionada con dicha "iglesia" (que no sería tal Iglesia). Tal pertenencia a la Iglesia de Cristo está intrínsecamente ligada con nuestra fidelidad al verdadero Magisterio. Ningún Papa puede cambiar el Mensaje de Jesucristo. De hacerlo no estaría cumpliendo su misión, que es la de conservar íntegro el Depósito de la Fe, que ha recibido, y transmitirlo de igual modo a las siguientes generaciones (cfr Tim 6, 14.20). 

Hoy los medios de difusión de la mentira son muy numerosos y muy poderosos. Las fake-news están a la orden del día: ¡qué raro es encontrar noticias fieles a la verdad! Siempre suelen ser medias verdades (o medias mentiras, si se quiere: mentiras, en definitiva). La mentira es la que domina hoy el mundo en el que vivimos. Una vez más se cumplen las palabras de Jesús, como no podía ser de otra manera, puesto que es Dios y no puede equivocarse: "realmente" el Diablo (padre de la mentira y de todos los mentirosos) es el príncipe de este mundo que ha entronado a la mentira (Jn 16, 11; cfr también 2 Cor 4, 4). Y, junto al Diablo, el teatro y la farsa se han introducido también en la Iglesia. 

¿Y qué es lo que tenemos que hacer, entonces, si no queremos perdernos? Bueno, la receta (si es que se puede hablar así) es antigua, en cierto sentido, pero siempre es nueva y actual en tanto en cuanto está relacionada directamente con la Palabra de Dios. Éste es el único remedio: Oración, humildad,  intento serio de seguir a Jesucristo por amor. Y luego, por supuesto, la práctica de los sacramentos.  Esto -y sólo esto- es lo único que nos puede llevar a la verdadera fidelidad a la Iglesia (¡a la auténtica Iglesia!) y, por lo tanto, a la salvación.

Por eso hay que confesarse, pues el pecado es la causa de todos los males. Es a causa de él de donde han salido los "políticos", los malos pastores, los cobardes, los malvados, los que viven según sus propios deseos, etc. La oscuridad que sufrimos se hace, a veces, muy grande, impenetrable ... pero si lo amamos seguiremos creyendo en Él.

Porque si hay algo claro es que Él no nos abandona. No estamos solos. Además, la virgen María, nuestra Madre, nos ayuda. De eso estamos seguros. Y esa es la gran razón, precisamente, por la que no podemos ser engañados si no queremos serlo. Tengamos siempre "in mente" que "la victoria que vence al mundo es nuestra fe" (1 Jn 5, 4). 

Una fe, que tiene que ser como la del centurión, y siempre consecuencia de la confianza y del amor a Jesucristo.  
José Martí

Los favorecidos por el Papa Francisco deterioran la credibilidad de la ‘tolerancia cero’ (Carlos Esteban)



El caso Zanchetta no ha podido ser más inoportuno, saltando a los medios a poco de iniciarse la reunión episcopal que deberá encontrar una solución a los escándalos de pederastia en el clero. Pero también es la enésima confirmación de que el Papa tiende a rodearse de un equipo que resta credibilidad a su política de ‘tolerancia cero’.

Los refranes no son el Evangelio; son solo sabiduría popular, a menudo acertada, pero no infalible. Afortunadamente, porque las conclusiones de aplicar a Su Santidad el refrán “dime con quién andas y te diré quién eres” nos llevarían a la desesperación.

En cualquier caso no ayudan en absoluto a afianzar la credibilidad de un pontificado que aspira a embarcar a la Iglesia universal en grandes cambios que la alejan de lo que ha sido hasta ahora, fiada en la autoridad del Pontífice, una autoridad a la que a veces parece renunciar y que otras ejerce con una minuciosidad rayana en la extralimitación de competencias.

Y, pues se nos pide que avancemos a tientas por un terreno desconocido, la confianza en la persona es aquí más importante que con otros Papas, una de las razones que hacen especialmente importante la gente de la que se rodea. Y la nómina es tan casi unánimemente desastrosa que cuesta achacarlo todo exclusivamente a un desafortunado azar.

El avezado vaticanista Marco Tosatti hace en su blog, Stilum Curiae, un repaso inmisericorde. Desde el primer día, además, o incluso desde antes, empezando por la ya célebre ‘mafia de San Galo’ que promovió su candidatura en el pasado cónclave. Sin entrar en la cuestión de si los esfuerzos del grupo fueron los responsables de la elevación de ‘su hombre’ al Papado o si sus deseos coincidieron con la inspiración del Espíritu Santo, lo cierto es que Francisco no se ha mostrado ingrato con ellos. Aparecer junto al Pontífice recién proclamado en la ‘loggia’ de San Pedro es un extraordinario privilegio que le cupo al cardenal belga Godfried Danneels, arzobispo emérito de Bruselas-Malinas.

Danneels tiene el dudoso honor de haber sido, en la primera oleada de escándalos iniciada en 2002, durante el pontificado de Juan Pablo II, el único cardenal europeo hallado culpable de encubrir un caso de pederastia. Cubrió en su día a un obispo que había abusado de su propio sobrino, llegando a hablar por teléfono con el joven para intimidarle, al punto que se cursó una petición para que no acudiese al cónclave que tanto había trabajado por manipular. Y éste es el hombre a quien el Papa no solo quiso tener a su lado en su primera presentación ante los fieles, sino que le invitó a participar en el Sínodo de la Familia.

De McCarrick no hace falta hablar mucho. Cuando Francisco llegó al Papado, el arzobispo emérito de Washington era un cardenal jubilado a quien Benedicto había pedido discretamente -punto sobradamente confirmado por el cardenal Ouellet con el evidente placet papal- que se retirase a una vida alejada de los focos, de oración y penitencia, debido a las informaciones sobre su reprobable conducta homosexualmente promiscua con sacerdotes y seminaristas. No es que el hiperactivo cardenal hiciera mucho caso, pero al menos la Santa Sede prescindía de sus servicios hasta que llegó Francisco y le puso a viajar -China, Armenia, Irán, Arabia Saudí- en delicadas misiones diplomáticas.

Otro que -este sí pública y oficialmente- fue obligado a llevar una vida retirada de oración por su sucesor al frente de Los Ángeles, el arzobispo José Horacio Gómez, fue el cardenal Mahoney, el más alto cargo implicado en encubrimientos masivos de sacerdotes pedófilos en la primera oleada de escándalos. Francisco pidió a Mahoney que le representara en una ceremonia de conmemoración en una diócesis norteamericana, evento al que sólo renunció cuando las protestas se hicieron demasiado audibles. Mahoney sigue dando conferencias y presidiendo cursos, mientras que el arzobispo que le intentó disciplinar en vano, pese a ocupar un arzobispado tan poblado y prestigioso, sigue sin recibir el capelo cardenalicio. ¿Por osar castigar a un amigo del Papa o por pertenecer al Opus Dei?

El supuestamente encargado por el grupo de San Galo para sondear a Bergoglio y conocer sus intenciones era, de estos, el más cercano al entonces cardenal argentino, el difunto cardenal Murphy O’Connor. Doctrina de la Fe, entonces en manos del cardenal Gerhard Müller, nombrado por Benedicto, investigaba unas acusaciones contra el cardenal británico según las cuales había protegido a un sacerdote pedófilo en su diócesis cuando, en mitad de una misa, Müller se vio interrumpido con el aviso de que se presentase inmediatamente en la sacristía, donde le esperaba el Papa. Allí, un airado Francisco le ordenó que detuviera inmediatamente la investigación, sin más explicaciones, a lo que el cardenal alemán accedió.

El favor mostrado desde el primer día por Francisco hacia estos personajes, de pasado cuestionable, puede disculparse por un sentido exagerado de la gratitud. Pero es que los nombramientos posteriores no han sido en absoluto mejores. Solo hay que fijarse en el coordinador del consejo asesor de cardenales y mano derecha de Francisco en Latinoamérica, el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa. El investigador enviado por el Papa a la capital hondureña volvió con un voluminoso dossier en el que había de todo, desde multimillonarios enjuagues financieros -hablamos del país más pobre de Latinoamérica- hasta la escandalosa conducta homosexual desinhibida de su obispo auxiliar Pineda, acusado de abusos por seminaristas y que vivía en las lujosas instalaciones del obispo con su amante. Pineda tuvo que acabar renunciado, pero Maradiaga parece hecho de teflón.

Sorprendió también en su día el empecinamiento del Papa en nombrar a Juan Barros obispo de Osorno contra la opinión unánime del episcopado chileno. Las víctimas del pederasta condenado padre Karadima le hicieron llegar informes de que Barros, pupilo de Karadima, asistía aquiescente a sus abusos, y el Papa les llamó “calumniadores”. Hasta tres veces presentó Barros la renuncia antes de que Francisco, al fin, la aceptara, no sin convocar antes a todos los obispos chilenos, que presentaron colectivamente su renuncia, no aceptada.

Monseñor Ricca saltó a la noticia con un sonado escándalo homosexual, que el Papa ‘recompensó’ poniéndole al cargo de las finanzas vaticanas. Sobre Ricca, precisamente, fue la pregunta que en una de las ruedas de prensa de avión motivó una de las frases de Francisco que se han hecho más famosas: “¿Quién soy yo para juzgar?”.

Carlos Esteban

martes, 22 de enero de 2019

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lunes, 21 de enero de 2019

Recordatorios para la cumbre sobre los abusos. Para Francisco, los pecados “bajo la cintura” son “los más leves” (Sandro Magister)



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La novedad que más sorprende, en el viaje que el papa Francisco se apresta a hacer a Panamá para la Jornada Mundial de la Juventud, es que ha querido tener en el séquito, entre sus acompañantes oficiales, al francés Dominique Wolton (en la foto), que no es un eclesiástico y ni siquiera es católico, sino un teórico de la comunicación, director de investigaciones en el Centre National de la Recherche Scientifique [Centro Nacional de la Investigación Científica], el mítico CNRS, y fundador de la revista internacional “Hermès”.

Pero sobre todo, Wolton es el autor del libro-entrevista en el que Jorge Mario Bergoglio quiso hablar más despreocupadamente, sin frenos, hasta decir por primera vez en público que se había entregado durante seis meses, cuando tenía 42 años, al cuidado de una psicóloga agnóstica de Buenos Aires.

El libro, traducido en varios idiomas, fue publicado en el 2017, reuniendo en ocho capítulos ocho conversaciones con el Papa, llevadas a cabo por el autor en el 2016. Desde entonces, en Bergoglio se ha despertado por Wolton ese sentimiento de proximidad que lo ha llevado a querer que esté muy cerca suyo en el próximo viaje. Un sentimiento afín al madurado entre Bergoglio y Eugenio Scalfari, otro campeón de los sin Dios, llamado muchas veces por el Papa para conversar, con la certeza de que después Scalfari transcribiría y publicaría, a su modo, esas conversaciones, para edificar una buena imagen de Francisco en el campo de los que no creen.

También esto forma parte del modelo comunicativo que Bergoglio ama. Porque en la entrevista con un interlocutor agregado él puede decir a un vasto público más de lo que aparece en los textos oficiales. Puede alzar el velo sobre lo que realmente piensa.

Por ejemplo, en el libro-entrevista con Wolton está explicado por qué el papa Francisco ve en los abusos sexuales cometidos por eclesiásticos no tanto un problema de moral y de sexo, sino de poder, y en particular de poder clerical, que él condensa en la palabra “clericalismo”.

Cuando Wolton le pregunta por qué ahora se escucha muy poco el mensaje “más radical” del Evangelio, que es la “condena de la locura del dinero”, Bergoglio responde:

“Es porque algunos prefieren hablar de moral, en sus homilías o en sus cátedras de teología. Hay un gran peligro para los predicadores, que es el de condenar sólo la moral que está – perdóneme la expresión – ‘bajo la cintura’. Pero de los otros pecados que son más graves – el odio, la envidia, el orgullo, la vanidad, el matar al otro, el quitar la vida, etc. – de estos se habla poco. Entrar en la mafia, hacer acuerdos clandestinos... ‘Eres un buen católico?´. Ahora págame el soborno’”.

Más adelante dice también el Papa:

“Los pecados de la carne son los pecados más leves, porque la carne es débil. Los pecados más peligrosos son los del espíritu. Hablo de angelismo: el orgullo y la vanidad son pecados de angelismo. Los sacerdotes tienen la tentación – no todos, pero muchos – de focalizarse sobre los pecados de la sexualidad, la que llamo la moral bajo la cintura. Pero los pecados más graves son otros”.

Objeta Wolton: “Pero no entendí lo que usted dice”.

Responde el Papa:

“No, pero hay buenos sacerdotes… Conozco un cardenal que es un buen ejemplo. Me ha confiado, hablando de estas cosas, que apenas alguien se dirige a él para hablarle de esos pecados bajo la cintura, le dice inmediatamente: ‘Entendí, pasemos a los otros’. Lo detiene, como para decirle: ‘Entendí, pero veamos si hay algo más importante. ¿Rezas? ¿Buscas al Señor? ¿Lees el Evangelio?’. Le hace entender que hay errores más importantes que aquéllos. Sí, es un pecado, pero... Le dice: ‘Entendí’, y pasa a otro. En oposición a esto hay algunos que cuando reciben la confesión de un pecado de género preguntan: ¿‘Cómo lo has hecho, cuándo lo has hecho, cuántas veces?’… Y se hacen una ‘película’ en su cabeza. Pero éstos tienen necesidad de un psiquiatra”.

El viaje del papa Francisco a Panamá tendrá lugar a menos de un mes de la cumbre en el Vaticano de los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo, convocada para acordar líneas comunes que permitan afrontar los abusos sexuales. Esta cumbre está programada del 21 al 24 de febrero.

Será interesante ver, en esa cumbre, cómo conciliará Francisco su minimización de la gravedad de los pecados mortales que él define “bajo la cintura”, con el énfasis de los abusos de poder de la casta clerical, muchas veces estigmatizada por él como causa primera del desastre.

No sólo eso. Se entenderá además en qué medida su minimización de los pecados del sexo – y de las prácticas homosexuales difundidas entre el clero – explica sus silencios y sus tolerancias frente a casos concretos de abusos, por obra de eclesiásticos también de alto nivel, apreciados y favorecidos por él:

> Francisco y los abusos sexuales. El Papa que sabía demasiado

Es ejemplar, a este propósito, el caso del obispo argentino Gustavo Óscar Zanchetta, del que Bergoglio fue también confesor y al que promovió en 2013 como obispo de Orán y al que llamó a Roma, en diciembre de 2017, a un cargo de importancia en la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica, a pesar de que en dos ocasiones, en 2015 y en 2017 – como documentó el 20 de enero la Associated Press –, llegaran desde su diócesis, al Vaticano, acusaciones por su mal comportamiento "bajo la cintura", con jóvenes seminaristas; el Papa le pidió, también en dos ocasiones, que diera cuenta de dichas acusaciones, para quitarle al fin de la diócesis, pero promoviéndole a un cargo de mayor importancia, lo que indica que consideraba irrelevantes, «ligeros», esos comportamientos:

> Ex-deputy to Argentine bishop says Vatican knew of misdeeds
Sandro Magister

Omella y los silencios selectivos (Carlos Esteban)



El cardenal Juan José Omella, arzobispo de Barcelona, ha escrito una carta pastoral contra el tráfico de personas dedicadas a la prostitución, deplorando un silencio que realmente no existe. Admitámoslo, no es difícil condenar la trata de blancas; el silencio atronador de los prelados es otro.

“Queridos hermanos y hermanas, es necesario que esta realidad silenciada nos sacuda y conmueva”, escribe el cardenal Omella en su última carta dominical. “Es necesario que, en la medida en que podamos, no seamos cómplices de este silencio”. Pero, no, no se emocionen, no va a hablar de los casos de encubrimiento de la pederastia clerical que asola la Iglesia, sino de las redes de prostitución forzosa.

“El mercadeo con seres humanos es una actividad económica ilegal, que a menudo observamos desde la distancia, aunque la tenemos muy cerca”, se lamenta. “Tristemente hay un gran silencio sobre este gran drama que afecta directamente a muchas personas, pero que, en realidad, también afecta a toda la sociedad”.

¿Y qué tiene de especial, podrán preguntarse, que un prelado católico deplore la prostitución forzosa? ¿No es acaso una lacra espantosa y profundamente inmoral? Sí, claro, naturalmente. De hecho, lo es para todo el mundo, y eso es lo que hace característicos los mensajes de nuestros prelados hoy: que defienden lo que todo el mundo defiende y se oponen con firmeza a lo que no defendería nadie en su sano juicio. Es decir, es ir a lo seguro, como pescar en un barril; recordar lo que apenas nadie necesita que le recuerden, lo que es ya un grave delito y lo que no hace falta que la Iglesia condene especialmente porque nadie pone en duda su carácter indignante e inmoral.

De hecho, si algo resulta cuestionable en la carta de Omella es esa referencia al asunto como “realidad silenciada”. Cualquiera puede comprobar que es objeto de reportajes y denuncias en prensa, radio y televisión. Si la Iglesia estuviera para decir estas cosas, nos tememos que sería redundante, como lo es cuando insiste en la urgencia de adoptar medidas contra el Cambio Climático o jalear por una apertura de par de par de las fronteras a la inmigración masiva: se piense lo que se piense de estas cuestiones, son ya obsesiones de los grandes grupos mediáticos de todo Occidente, y la Iglesia tiene poco o nada especializado que aportar.

Ya nos hemos referido otras veces que lo que la Iglesia ha dado tradicionalmente al mundo es el espíritu de profecía, que consiste en decir de forma especialmente insistente a cada época lo que no quiere oír; no el bien que ya hace, sino el que ignora; no el mal que condena, sino aquel al que llama “bien”. Por eso es desalentador oír a nuestros prelados usando su púlpito para repetir lo mismo que cualquier puede leer en la página editorial del New York Times o de El País, bueno o malo. La Iglesia nunca puede ser irrelevante, pero el mensaje de su jerarquía, sí; de hecho, ya lo es en su mayor parte.

Porque si de silencios hablamos, es notable comprobar el de nuestros obispos en todo el mundo, verdaderamente sepulcral, ante los escándalos de encubrimiento de sacerdotes pederastas o la evidentísima extensión de redes homosexuales en el clero. En la Iglesia de Francisco, la Iglesia sinodal, democrática, transparente y participativa, llama la atención que todos los sucesores de los Apóstoles actúen tan al unísono como soldados en un desfile.

Las iglesias se vacían a un ritmo alarmante, Occidente se descristianiza a marchas forzadas, en la Curia bulle un mundo aparte del mundo, una atmósfera enrarecida y opaca de rumores y secretos. Puestos a condenar, sí, mejor tirar por algo facilito, como la prostitución forzosa, que no va a molestar absolutamente a nadie. Ni a los propios proxenetas.
Carlos Esteban