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viernes, 31 de marzo de 2017

"Promemoria" contra el general de los jesuitas, por una casi herejía (Sandro Magister)



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De los sacerdotes nacidos en la diócesis de Carpi, que el Papa Francisco va a visitar el domingo 2 de abril, hay uno en especial que le causa problemas.

Se llama Roberto A. Maria Bertacchini y se ha formado en la escuela de tres jesuitas de primer orden: los padres Heinrich Pfeiffer, historiador del arte y docente en la Gregoriana, Francesco Tata, que había sido provincial de la Compañía de Jesús en Italia, y Piersandro Vanzan, escritor de renombre de "La Civiltà Cattolica". Experto en la figura de San Agustín, es autor de libros y ensayos en revistas de teología.

La semana pasada, don Bertacchini le envió a Francisco y al cardenal Gerhard L. Müller, prefecto de la congregación para la doctrina de la fe, un "Promemoria" de seis páginas muy crítico con las tesis planteadas en una reciente entrevista por el nuevo prepósito general de la Compañía de Jesús, el venezolano Arturo Sosa Abascal, muy cercano al Papa.

"Es una tesis", escribe don Bertacchini, "de tal gravedad que no se puede permanecer en silencio sin ser cómplices de la misma", porque se corre el riesgo de "desembocar en un cristianismo sin Cristo".

El texto íntegro del "Promemoria" se puede leer en esta otra página de Settimo Cielo:

> Promemoria…

Publicamos, a continuación, una SÍNTESIS

La entrevista del general de los jesuitas criticada por don Bertacchini es la que concedió al vaticanista suizo Giuseppe Rusconi y que fue publicada en el blog Rossoporpora el pasado 18 de febrero, después de haber sido controlada palabra por palabra por el propio entrevistado.

Settimo Cielo dio un amplio resumen de la misma en varios idiomas.

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PROMEMORIA 

Acerca de la entrevista del general de los jesuitas sobre la falta de fiabilidad de los Evangelios

por Roberto A. Maria Bertacchini

En una entrevista que concedió el pasado mes de febrero, el general de los jesuitas insinuaba que las palabras de Jesús sobre la indisolubilidad del matrimonio no son un punto de estabilidad teológica, sino que son más bien un punto de partida de la doctrina, que hay que desarrollar después convenientemente. Algo que, en última instancia, podría suceder defendiendo exactamente lo contrario, es decir, la compatibilidad del divorcio con la vida cristiana. Dicha iniciativa ha provocado, en mi opinión, una situación explosiva.

Obviamente, Arturo Sosa Abascal S.I. tiene mucho cuidado en no caer en una clara herejía. Y esto, en un cierto sentido, es aún más grave. Es necesario, por lo tanto, resumir todo el curso de su razonamiento.

La pregunta que plantea es si los evangelistas son fiables y dice: hay que discernir. Por consiguiente, no está claro que lo sean. Una afirmación tan grave debería ser argumentada ampliamente, porque se puede admitir incluso el error en un detalle narrativo; bien distinto es, por el contrario, revocar -y plantear como dudosa- la veracidad de las enseñanzas doctrinales.

Da igual: nuestro jesuita no entra en el mérito de la cuestión, sino que de manera muy hábil apela al Papa. Y visto que Francisco, respecto a la cuestión de parejas separadas y demás, hasta el momento de la entrevista no había citado nunca pasajes en los que Jesús apelase a la indisolubilidad matrimonial, el mensaje implícito de nuestro jesuita es obvio: si el Papa no cita estos pasajes, significa que ha discernido y considera que no son palabras de Jesús. Por lo que, en consecuencia, no serían vinculantes. Pero, ¡todos los Papas han enseñado lo contrario! ¿Y qué importa? ¡Se habrán equivocado! O habrán dicho y enseñado cosas que eran adecuadas para su tiempo, pero que no lo son para el nuestro.

Que quede claro: el ilustre jesuita no dice esto "apertis verbis", pero lo insinúa, lo da a entender. Y así da una clave interpretativa de la pastoral familiar del Papa que se aleja de la enseñanza tradicional. De hecho, hoy "sabemos" que muy probablemente -es más, casi seguro-, Jesús nunca enseñó que el matrimonio es indisoluble. Fueron los evangelistas, que lo entendieron mal.

¿Un cristianismo sin Cristo?

Esta cuestión es de tal gravedad que no se puede permanecer en silencio sin ser cómplices de la misma. El riesgo es desembocar en un cristianismo que reduce el mensaje de Jesús; es decir, en un cristianismo sin Cristo.

En el Evangelio de la misa del 24 de febrero pasado el pasaje del Evangelio era el de Marcos 10, 2-12 sobre el repudio. Pues bien, ¿es aceptable pensar que no se sabe si Jesús dijo esas palabras y que no serían vinculantes?

El "sensus fidei" nos dice que los evangelistas son fiables. En cambio, nuestro general de los jesuitas rechaza esta fiabilidad y omite el hecho que también San Pablo había recibido de la Iglesia esta doctrina como procedente de Jesús. Y como tal la había transmitido a sus comunidades: "A los casados les ordeno, no yo sino el Señor: que la mujer no se separe del marido; pero si se separa, que permanezca sin casarse o que se reconcilie con el marido; y que el marido no repudie a la mujer" (1 Cor 7, 10-11).

La coherencia de este pasaje con los textos de los Evangelios sinópticos sobre el repudio y el adulterio es muy clara. Y sería absurdo imaginar que aquellos dependen de Pablo y no de tradiciones pre-pascuales. No sólo. En Efesios 5, 22-33 Pablo retoma la enseñanza de Jesús, e incluso la refuerza. La retoma porque cita el mismo pasaje del Génesis citado por Jesús; la refuerza porque Cristo ama a la Iglesia de manera indisoluble, hasta dar su vida, y más allá de la vida terrena. Y dicha fidelidad Pablo la pone como modelo de la fidelidad conyugal.

Por consiguiente, es evidente que hay una clara y manifiesta continuidad en la enseñanza entre la predicación pre-pascual y la predicación post-pascual; y es también evidente la discontinuidad con el judaísmo, que conservaba el repudio. Por lo tanto, si el propio San Pablo funda sobre Cristo dicha discontinuidad, ¿tiene algún sentido poner en duda los Evangelios? ¿De dónde procede ese salto que inspiró la praxis de la Iglesia antigua, sino de Cristo?

Obsérvese que en ambiente greco-romano se admitía el divorcio y, además, existía el concubinato que, sin dificultad alguna, podía desembocar en un vínculo conyugal, como demuestra, por ejemplo, la historia de San Agustín. Y en la historiografía vale el principio según el cual una inercia cultural no se cambia sin causa. Por consiguiente, al estar el cambio históricamente demostrado, ¿cuál sería la causa del mismo sino Jesús? ¿Y si fue Cristo, por qué dudar de la fiabilidad de los Evangelios?

Por último si Jesús no pronunció esas palabras, ¿de dónde nace el drástico comentario de los discípulos ("Si esa es la situación del hombre con la mujer, no trae cuenta casarse") en Mateo 19, 10? Entre esos discípulos estaba Mateo y no salen bien parados: demuestran ser lentos en entender y estar apegados a las tradiciones que Jesús contesta. Por consiguiente, desde un punto de vista historiográfico, la perícopa de Mateo 19, 3-12 es plenamente fiable, tanto por motivos de crítica interna como externa.

El horizonte dogmático 

Por otra parte, afirmar que no se sabe si Jesús, efectivamente, pronunció esas palabras y que, en esencia, no serían vinculantes, es una herejía "de facto", porque se niega la inspiración de la Escritura. En la Segunda Carta a Timoteo, 3, está clarísimo: "Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia".

"Toda" incluye, evidentemente, también a Mateo 19, 3-12, porque si no se estaría afirmando que hay "otra" palabra que prevalece sobre la propia Escritura y sobre su inspiración. De hecho, afirmar que algunas palabras de Jesús no son fiables es abrir una brecha en el dique de la "fides quae". Brecha que disgregaría todo el dique. Pongo unos ejemplos:

(a) Si Jesús no ha pronunciado esas palabras, los evangelistas no son fiables. Y si no son fiables, no son veraces. Y si no son veraces, tampoco pueden haber sido inspirados por el Espíritu Santo.

(b) Si Jesús no ha dicho esas palabras, ¿ha dicho realmente todas las otras que nosotros aceptamos como buenas? Quien no es fiable en una cuestión innovadora, podría no serlo en otras, como la resurrección.

¿Y si para dar el sacerdocio a las mujeres "La Civiltà Cattolica" no duda en poner en discusión un magisterio solemne invocado como infalible? ¿No sería el caos? ¿A qué autoridad bíblica hay que apelar si los propios exegetas están perennemente divididos, y cada vez lo están más? Así es como el dique se desmorona.

Y no acaba aquí, porque si seguimos las dudas del general de los jesuitas, no sólo se humilla a San Pablo, sino también al Vaticano II. Efectivamente, esto es lo que se lee en "Sacrosanctum Concilium" 7:

"Cristo está siempre presente en su Iglesia […]. Está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es El quien habla".

Visto que los pasajes sobre la indisolubilidad del matrimonio se leen en misa y, más concretamente: Marcos 10, 2-12 el viernes de la VII semana del tiempo ordinario y el domingo XXVII del año B; Mateo 19, 3-12 el viernes de la XIX semana del tiempo ordinario y Mateo 5, 27-32 el viernes de la X semana, se deduce que el Vaticano II atribuye estas palabras a la autoridad de Jesús.

Por lo tanto, quien apoya las dudas del general de los jesuitas no reniega sólo del Vaticano II y, además, de una constitución dogmática, sino que duda de la Tradición hasta el punto de reducir a una abstracción inalcanzable la propia autoridad de Jesús maestro. Por consiguiente, estamos ante un verdadero y propio bombardeo en alfombra ante el cual es absolutamente necesaria una reacción firme.

Concluyendo: la transición de una religiosidad de la ley a una del discernimiento es sacrosanta, pero está llena de insidias y exige una formación cristiana de excelencia que hoy, por desgracia, escasea. Y también un amor verdadero y una deferencia hacia la Palabra divina.

En cualquier caso, si se adula al mundo con el único objetivo de evitar conflictos y persecuciones, no sólo se es cobarde, sino que se está totalmente fuera del Evangelio, que exige franqueza y fortaleza en defensa de la Verdad. Jesús no tuvo miedo a la cruz, y tampoco los apóstoles. San Pablo, a este propósito, es claro:

"Los que buscan aparecer bien en lo corporal son quienes os fuerzan a circuncidaros; pero lo hacen con el solo objetivo de no ser perseguidos por causa de la cruz de Cristo" (Gal 6, 12).

Estar circuncidados significaba, por un lado, entrar en la religiosidad reconocida por Roma como legítima y, por otro, complacer al pensamiento corriente. San Pablo sabe que la verdadera circuncisión es la del corazón y no cede.

Carpi, a 19 de marzo de 2017

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Una apostilla. En el texto íntegro del "Promemoria", don Bertacchini escribe que el Papa Francisco, el 24 de febrero, unos días después de la publicación de la entrevista al padre Sosa, "reprobó las posiciones del general de los jesuitas" dedicando toda su homilía en Santa Marta –algo que no había hecho antes– al pasaje del Evangelio de Marcos con las palabras clarísimas de Jesús sobre matrimonio y divorcio.

En la homilía, según don Bertacchini, Francisco contestó las dudas del padre Sosa resaltando que "Jesús respondió a los fariseos en lo que respecta al repudio y, por lo tanto, el evangelista es fiable".

Pero en realidad, el comentario del Papa Francisco a ese pasaje del Evangelio de Marcos pareció bastante tortuoso, según los resúmenes autorizados de la homilía publicados por la Radio Vaticana y "L'Osservatore Romano".

De hecho, en un determinado momento, el Papa llegó incluso a decir que "Jesús no responde si [el repudio] es lícito o no lo es".

Y también donde el Papa polemiza –justamente, escribe don Bertacchini– con la que él llama "casuística", aflora una contradicción. Porque, ¿qué pide que sea distinto "Amoris laetitia" cuando solicita que se discierna caso por caso a quien admitir a la comunión y a quien no, entre los divorciados que se han vuelto a casar y que viven "more uxorio"?

Carta a los cuatro cardenales que plantearon las Dubia al papa Francisco (José Martí) [2 de 3]



El gran Doctor de la Iglesia, que fue Santo Tomás de Aquino, pronunció estas palabras para que nos iluminen y nos reconforten: 

En el caso de que amenazare un peligro para la fe, los superiores deben ser reprendidos, incluso públicamente, por sus súbditos. Por eso San Pablo, siendo súbdito de San Pedro, le reprendió en público a causa del peligro inminente de escándalo en la fe. Y como dice la Glosa de San Agustín: Pedro mismo dio a los mayores ejemplo de que, en el caso de apartarse del camino recto, no desdeñen verse corregidos hasta por los inferiores.” (Summa theol., II-II, 33, 4c).

En palabras de Monseñor Schnëider, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Saint Mary en Astana, el 23 de noviembre de 2016, para Rorate Caeli:

Los cuatro cardenales con su voz profética demandando claridad doctrinal y pastoral tienen un gran mérito frente a sus propias conciencias, frente a la historia, y frente a innumerables fieles católicos sencillos de nuestros días, empujados hacia la periferia eclesial por su fidelidad a las enseñanzas de Jesucristo sobre la indisolubilidad del matrimonio. Pero por sobre todo, los cuatro cardenales tienen un mérito grande a los ojos de Jesucristo. Debido al coraje de su voz, sus nombres brillarán ardientemente el día del Juicio Final.

Las reacciones exageradas que han surgido en contra de sus Eminencias provienen de ciertos sectores de la Iglesia que han olvidado que la Iglesia no comenzó con el Concilio Vaticano II, el cual ha adquirido más importancia que la propia Palabra de Dios, lo cual es inaceptable ... máxime cuando se trata de un Concilio meramente "pastoral" ... en teoría ... porque, en la práctica, sin embargo, es "condenado" todo aquel que disienta de algunos puntos de dicho Concilio, justo aquéllos que son los más conflictivos, porque se oponen al sentir de la Iglesia de siempre, debido a sus influencias modernistas patentes e innegables, que desplazan a Dios y colocan al hombre en el centro de todo. Estamos llegando ya al extremo en el que la Iglesia ha perdido su propia identidad y se ha rendido ante el mundo.
A raíz, por ejemplo, de la publicación de la AL, resulta que si un penitente va a confesarse de adulterio y el sacerdote no le da la absolución, porque no está arrepentido y piensa seguir en su estado adulterino ... tal penitente va y denuncia a este sacerdote por no seguir las instrucciones del papa Francisco, manifestadas por los obispos de Buenos Aires

Es más: dicho penitente va y se confiesa con otro sacerdote que siga la línea del papa Francisco, según la cual "es suficiente con acercarse al confesionario" para ser perdonado: así acalla su conciencia y luego va y recibe la sagrada comunión en estado de pecado mortal, puesto que ha añadido un sacrilegio al pecado que ya tenía, ..., con el agravante del escándalo que produce en el resto de los fieles que observan estupefactos lo que ocurre ... ¡como si eso fuera lo normal y lo correcto!

Esta división y esta crisis que hay en el seno de la Iglesia no son nuevas, aunque se han ido manifestando, de modo gradual y progresivo, a raíz del Concilio Vaticano II. Y en los últimos cuatro años, con el papa Francisco como Pontífice, este proceso de apostasía se ha acelerado de modo alarmante, llegando a su culmen (de momento, pues surgirán problemas aún mucho más graves) con la publicación de la Exhortación Amoris Laetitia, la cual contradice claramente las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo con respecto al matrimonio

Un ejemplo de lo que se dice en la AL, refiriéndose, en concreto, a los católicos que se han divorciado y se han vuelto a casar-cita textual-: "A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia" (AL, 305).

En cambio, si leemos el Evangelio, nos encontramos con las palabras de Jesucristo que, puesto que es Dios, además de ser perfectamente hombre, son válidas para todos los tiempos y lugares; unas palabras que son Espíritu y son Vida: "Todo el que repudia a su mujer y se casa con otra comete adulterio; y quien se casa con la repudiada de su marido, comete adulterio" (Lc 16, 18) ...¡no hay excepciones! ... y  no creo que nadie pueda dar lecciones de misericordia a Jesús.

Tenemos que elegir. ¿Con qué nos quedamos? ¿Con lo que dijo Jesucristo o con lo que dicen sus falsos pastores en algunos puntos de Amoris Laetitia"? ... una exhortación que, por cierto, no es ningún documento magisterial, como bien dijo su Eminencia, cardenal Burke:

"Una exhortación apostólica post-sinodal, por su propia naturaleza, no propone una nueva doctrina y disciplina, sino que aplica la doctrina a la situación actual. La exhortación, por tanto, debe ser recibida con “profundo respeto” por provenir del Romano Pontífice, Vicario de Cristo, pero el respeto no debe confundirse con “creer con fe divina y católica” todo el contenido del documento" 

[El padre Iraburu lo explica bastante bien en uno de sus artículos. Pinchar aquí]

Desde luego, un católico que tenga las ideas claras se quedará con las palabras de Jesucristo, quien no nos puede engañar, puesto que "Él es la verdad" (cfr Jn 14,6). Sin embargo, habrá muchos "católicos" (¡los hay de hecho!) que dirán: ¡Es que lo ha dicho el Papa! ...Actuando así están idolatrando  a un hombre que no está cumpliendo con su misión de "guardar el depósito recibido" (1 Tim 6, 20) y que es merecedor, por lo tanto, de reprensión ... pues no está procediendo con rectitud, según la verdad del Evangelio.

Hay, sin embargo, otros prelados que pretenden hacernos creer que la AL es Magisterio, por ejemplo, Schönborn, Sistach y muchos otros, lo que es falso a todas luces ... pero están haciendo mucho daño a la Iglesia.

[Puede releerse la relación de cardenales que apoyan las Dubia y los que no la apoyan pinchando aquí]

De ahí mi alegría y la de muchos católicos cuando, por fin, después de haber estado tanto tiempo en silencio desde que se publicó la AL, salieron sus Eminencias a la palestra solicitando "públicamente" una respuesta concreta del Papa, de SÍ o NO, a cinco preguntas que le dirigieron [14 de noviembre de 2016], las llamadas Dubia.

Pensé en el incidente de Antioquía, en el que el apóstol Pablo, en su carta a los gálatas, dice lo siguiente: "Cuando vino Cefas [Pedro] a Antioquía, me enfrenté a él cara a cara, porque era digno de reprensión" (Gal 2, 11) ... y se lo dijo "en presencia de todos" (Gal 2, 14) y me vinieron también a la mente estas otras palabras del Apóstol: "Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, ¡sea anatema!" (Gal 1, 8).

Porque eso -y no otra cosa- es lo que está ocurriendo ahora: la palabra que se nos anuncia es distinta de lo que está contenido en el Evangelio y de lo que se nos ha anunciado durante casi dos mil años por la Santa Iglesia Católica y Apostólica, que se ha mantenido fiel a las palabras de su Maestro.

Es imposible que dos verdades contrapuestas y contradictorias puedan ser verdad al mismo tiempo: Un Papa no puede contradecir el Magisterio de los Papa anteriores, porque entonces no existiría tal Magisterio. Lo que dice ahora el papa Francisco tampoco sería Magisterio, por la misma razón. Aplicando la lógica, es perfectamente posible que cualquier Papa posterior le contradiga ... y así sucesivamente. Se ha relativizado la Doctrina hasta el punto de que el Magisterio -y con él la Iglesia- está desapareciendo

Si la Iglesia "oficial" actual contradice a su Fundador y no respeta sus Palabras ni la Tradición y el Magisterio de la Iglesia de toda la vida, desde que ésta se fundó ... entonces nuestra obligación como católicos que desean permanecer fieles a "la verdadera Iglesia" sería la desobediencia a la Iglesia oficialmente constituida, en tanto en cuanto ésta dijese cosas contrarias al Magisterio de siempre. Sólo obedeceríamos en aquello en lo que la Iglesia actual no contradijera las palabras de Jesús.

Un católico debe de tener muy claro, por ejemplo, que "quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo  y de la sangre del Señor" (1 Cor 11, 27) y "quien come y bebe, sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11, 29) por más que la Amoris Laetitia (AL, 305) diga que "es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios" ... y, en consecuencia, se pueda recibir la sagrada comunión.

La Tradición de la Iglesia se remonta a unos dos mil años. La AL sólo tiene un año. La afirmación que se hace en la AL es incompatible con la Palabra de Dios. No hay continuidad, como algunos dicen, sino ruptura con la Iglesia de siempre. Estamos ante una "nueva Iglesia" en la que la Palabra de Dios no es ya lo esencial y lo definitivo, en donde lo sobrenatural no cuenta demasiado, pues se ha perdido la fe: Dios ha sido desplazado por el hombre en esta "nueva Iglesia", la cual se ha arrodillado ante el mundo y ha hecho suyos los "valores" del mundo. 

jueves, 30 de marzo de 2017

Aclarando ideas (III): Modernismo en el Concilio Vaticano II [Froilán Aulé]


-Precisamente esas corrientes modernistas y neo modernistas se infiltraron en el Concilio y lo que ayer estaba condenado de pronto se vio casi como doctrina oficial. El Concilio, que había empezado de una manera terminó de otra porque grande fue la influencia de la llamada Nouvelle Théologie que arremetía contra toda la escolástica y cuyos exponentes principales fueron Yves Congar, Danielou, Chenu, Teilhard de Chardin. Entre ellos también estaba Henri de Lubac, pero de otra estatura teológica más elevada.

Lo que sigue fue escrito por un testigo de esos acontecimientos: Ralph M. Wiltgen en su libro "El Rhin desemboca en el Tíber. Historia del Concilio Vaticano II", ha mostrado documentadamente cómo la influencia protestantizante llegó a Roma desde los países bañados por el Rhin (Alemania, Austria, Suiza, Francia y Holanda) y de la vecina Bélgica.


"Los cardenales y teólogos de estos seis países - afirma y documenta el Padre Wiltgen- consiguieron ejercer un influjo predominante sobre el Concilio Vaticano II"

A los teólogos franceses se sumaban Karl Rahner y Schylebeeckx. En definitiva, todos ellos venían a barrer toda la teología anterior. La brecha que se abrió fue de tan serias consecuencias que -después de un período de relativa contención, la de los últimos pontificados- ahora se ha profundizado y el proceso de demolición de la fe se ha acelerado.

Ambigüedades deliberadas

Hubo en los textos del Concilio ambigüedades puestas deliberadamente, es decir con non sanctas intenciones. 

Dicho por quien fuera perito, o sea experto teológico nombrado, el P. Schillebeeckx: "Hemos empleado frases ambiguas y sabemos cómo las interpretaremos en el futuro".

Es que el Concilio había empezado con una buena intención, con un programa que luego fue, en un golpe de mano, echado por la borda.

Y allí se metieron esos peritos que asistían a los obispos, todos de corte modernista, algunos de la Nouvelle Théologie, este mismo Schillebeeckx que posteriormente fue llamado al orden repetidas veces por Roma por sus tesis heréticas sobre la virginidad de María, la Resurrección del Señor y otras muchas más. Para más datos Shillebeeckx fue el principal autor del herético Catecismo holandés.

También estaba en el grupo de expertos el inefable Hans Küng y el joven Ratzinger, quien mucho más tarde abjuraría de todas esas tesis modernistas.

Esa táctica de usar lenguaje ambiguo que se entienda según el gusto de quien lo interpreta es, por principio, antievangélica. El Señor dijo que tu hablar sea si, si y no, no; el resto proviene del Maligno.


Continuará

Carta a los cuatro cardenales que plantearon las Dubia al papa Francisco (José Martí) [1 de 3]



Mis muy queridos cardenales, por quienes siento un gran aprecio y veneración: 

Cardenal Walter Brandmüller
Cardenal Raymond Burke
Cardenal Carlo Caffarra
Cardenal Joachim Meisner

Grande fue mi alegría cuando oí que le plantearon sus cinco "Dubia" al papa Francisco el 14 de Noviembre del pasado año de 2016 (aquí, aquí aquí y, sobre todo, aquí)

Fue un acto de valentía, que yo esperaba fervientemente y que incluso soñaba con él: ¿Cómo es posible -me preguntaba a mí mismo- que tantos cardenales y obispos permanezcan en silencio ante la catástrofe inminente que supone, para la Iglesia, la aplicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia (AL) que, en el mejor de los casos, se presta a confusión, por su ambigüedad, en particular en lo concerniente a su capítulo VIII ... aunque no solamente?

[Yo mismo he tenido que aclarar a un amigo cuál era mi posición con relación al papa Francisco. Y esto fue antes del verano de 2016]

El 20 de septiembre del pasado año [con bastante retraso, a mi entender, pues habían transcurrido ya seis meses desde la firma de la AL, que está fechada el 19 de marzo de 2016] sus Eminencias plantearon las Dubia al papa Francisco, de una manera muy respetuosa y en privado ... de lo cual nos enteramos el 14 de Noviembre: estuvieron esperando casi dos meses sin obtener ningún tipo de respuesta; y eso es lo que motivó que hicieran públicas sus Dubia, considerando que tal era su deber como pastores de la Iglesia



El 19 de marzo de 2017 se ha cumplido un año desde que fue firmada la AL (aun cuando ésta no saliera a relucir al público hasta el 8 de abril). A lo largo de todo este año se han escrito infinidad de artículos, de todo tipo, algunos de los cuales han aumentado, aún más, si cabe, la confusión existente en muchos fieles de la Iglesia Católica.


Han pasado más de cuatro meses desde la publicación de las Dubia y la respuesta del papa Francisco sigue sin llegar, en el sentido de que no ha contestado expresamente a las Dubia que le plantearon.

Por otra parte, la respuesta ya la conocen. El Papa dejó la interpretación de AL al cardenal Schönborn (pinchar aquí , aquí y aquí) y luego a los obispos de Buenos Aires. Según el propio Papa, no hay otra interpretación posible (aquí). Esto ya ha tenido sus repercusiones (aquí)

[Además de los ya mencionados, pueden leerse aquí otra serie de artículos escritos con relación a AL, que no pretende ser exhaustiva]

Tal interpretación de los Obispos de Buenos Aires ... que según el papa Francisco es la única posible ... abre la puerta a la posibilidad de que aquellos cristianos divorciados y vueltos a casar, sin manifestar ningún tipo de arrepentimiento por su comportamiento, accedan al sacramento de la Eucaristía, en estado de pecado mortalVa en contra, pues, de la enseñanza del Evangelio: AL supone claramente un peligro para la fe. 

En alusión a la corrección formal al Papa, así lo expresaron en varias ocasiones sus Eminencias, cardenal Caffarra (aquí y aquí) y cardenal Burke (aquí y aquí). Son de destacar, en particular, su Eminencia, cardenal Burke, las entrevistas que le hicieron The Remnant y Raymond Arroyo, dicho sea a modo de ejemplo.

Sin embargo, hay un punto que me preocupa ... no sólo a mí sino a infinidad de católicos:

En principio, el acto de corrección formal se iba a hacer después de Epifanía de 2017. El tiempo pasa y no ocurre nada en ese sentido ... aunque seguimos esperando que se produzca; pero las últimas noticias [el 16 de marzo me entero] afirman que sus Eminencias van a desistir de realizar esa corrección. Parece confirmarse lo que decía Francisco: que él espera que, por el bien de la Iglesia, sus Eminencias desistan en su empeño [¡cuando es precisamente el bien de la Iglesia lo que les ha motivado para que redacten sus Dubia al Papa!]

Esto es una mala noticia, que me deja consternado. Es cierto que viene luego otra noticia posterior, de Edward Pentin, afirmando que la corrección formal sigue en pie, pero al poco se reafirma la noticia inicial insistiendo en que tal corrección formal no se va a producir. Esto ocurría el día 20 de marzo.

Finalmente, como si, efectivamente, fueran a seguir adelante con su corrección formal, aparece una nueva noticia alentadora, el 25 de marzo, festividad de la Encarnación del Señor, según la cual -cito- "el cardenal Burke reafirma que sí habrá corrección formal si Francisco no responde las Dubia" (Ver también aquí). No obstante, sigue sin quedar enteramente claro. El tiempo corre en contra y se trata de una cuestión de enorme envergadura como para ir retrasando dicha corrección.

Y, sin embargo, el 27 de marzo, vuelve a aparecer, otra vez, la noticia de que tal corrección no se va a llevar a cabo:

Duración: 27 segundos

Sinceramente, no lo entiendo: ¿se va a llevar o no se va a llevar a cabo esa corrección?

Su Eminencia, cardenal Burke: en la entrevista que tuvo con Raymond Arroyo el 15 de diciembre de 2016 dejó muy claro cuáles fueron los motivos que les llevaron a plantear las Dubia, en relación con la recta interpretación de AL;  y que no fueron otros que el bien (el verdadero bien) de la Iglesia y de los fieles católicos, muchos de los cuales viven con gran confusión y sufrimiento esta situación irregular y sin precedentes.

Soy consciente, como lo son igualmente sus Eminencias, de que tienen muchos enemigos ... y es más: sus mayores y peores enemigos están dentro de la misma Iglesia, tal y como dijo san Pío X (ver aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, etc ...), pues han llegado, incluso, a insultarles y a amenazarles con quitarles el capelo cardinalicio (aunque luego hayan rectificado, si bien esta rectificación no es muy verosímil ).

También tienen enemigos fuera, por supuesto: no hay más que leer las noticias de los medios de comunicación ... pero esto es algo con lo que un cristiano ya cuenta, de antemano, si es un verdadero discípulo de Cristo, puesto que "todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecuciones" ( 2 Tim 3, 12) (ver aquí y aquí). 

Les escribo porque deben de saber, también, que no están solos, en contra de lo que afirmó el cardenal Hummes: son muchos ya los cardenales y obispos que se están definiendo apoyando las Dubia como lo que son, en realidad, no un ataque al Papa sino un servicio al ministerio petrino y a la Iglesia (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, etc...).  Y son innumerables los católicos de a pie, los seglares, que les apoyamos, porque está en juego el porvenir de la Iglesia y de toda la humanidad

[En el siguiente enlace, cuya fuente es Life Site News, puede verse una relación de los cardenales que están a favor y de los que están en contra de las Dubia. Asimismo se puede leer, tomando a Catholicvs como fuente, una lista de obispos y cardenales que están a favor de lo que se pide en las Dubia, aunque no todos lo hayan manifestado expresamente]

Yo rezo todos los días y en todo momento para que el Señor les ilumine. Le pido, de un modo especial, para que no sucumban ante el Sistema¡No se hundan en el último momento, no caigan en la tentación del camino fácil; manténganse fuertes y actúen lo más pronto posible! Tienen -y lo saben muy bien- una grave responsabilidad ante Dios, ante quien tendrán que dar cuenta, no sólo de sus acciones, sino también de sus omisiones! ¡No se dejen llevar por la cobardía! Tengan presente en su mente y en su corazón las palabras de Jesús: "Todo el que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará como suyo delante de los ángeles de Dios" (Lc 12, 8). Eso les ayudará a llevar a cabo su misión sin temor alguno. Como muy bien dijo su Eminencia, cardenal Burke, tenemos que responder de nuestras acciones ante Dios y no ante ninguna conferencia episcopal.

Hay muchos católicos que confían en sus Eminencias. No tengan miedo. No están solos. Piensen en ello, porque se está cumpliendo aquello que dijo el Señor: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt 26, 31) ¿Es que nos van a abandonar todos nuestros pastores? Yo no lo creo. ¡Dios no lo permitirá!.

Por otra parte ... ¿qué puede ocurrir? ¿Que se produzca un cisma en la Iglesia? ... ¡Pero si ese cisma ya existe, de hecho! ... ¡Y no son sus Eminencias quienes lo han causado con sus Dubia sino que ha sido AL, precisamente, la gota que les ha llevado a reaccionar y a plantear sus Dubia al santo Padre.

Su Eminencia, cardenal Burke, en una entrevista que tuvo en "la Veritá" el 11 de enero de este año, cuando le preguntaron sobre si las Dubia estaban contribuyendo a dividir a la Iglesia en lugar de unirla, les contestó, muy sabiamente:


"Lo que divide es la falsedad y la ambigüedad. La verdad siempre une. Es absurdo decir que cuatro cardenales que hacen cinco preguntas razonables, y de fundamental importancia para todos los cristianos, están actuando de manera tal que están contribuyendo a dividir a la Iglesia. Nosotros estamos sirviendo al oficio petrino, dándole al Papa la oportunidad de confirmarnos en la enseñanza de la Iglesia, frente a una situación que se está mostrando ambigua en la práctica". Y luego responde a otra pregunta en la que afirma que "no somos sólo cuatro cardenales. Personalmente conozco a otros cardenales que respaldan plenamente las Dubia"

Ante esta situación yo me pregunto: ¿cuál es el mal menor? ¿Evitar un cisma formal, con excomuniones y anatemas por parte de la Jerarquía que gobierna hoy la Iglesia ... o bien, continuar con una Iglesia "unida" en teoría, pero -en realidad- completamente desconcertada ante esta situación de lucha entre cardenales, obispos, sacerdotes y laicos, que enseñan cosas completamente distintas. Tal "unidad" sería "aparente". 

Los intelectuales han hablado, los prelados también, los fieles están listos. Pienso que es el momento de actuar ya ... y hacerlo en coherencia con lo que han venido diciendo en todo momento, sin importarles lo que nadie -sea quien sea- pueda pensar o decir, porque la palabra de Dios es bien clara ... y “nada podemos contra la verdad, sino a favor de la verdad” (2 Cor 13: 8)

¡Y cuanto más tiempo pase sin que se produzca esta corrección formal, más difícil  va a ser revertir la situación y mayor la confusión reinante!.

(Continuará) 

El Letargo de los Guardianes de la Fe (Dietrich Von Hildebrand)



Reproducimos a continuación el primer capítulo del libro “The Devastated Vibeyard” [La Viña Devastada] de Dietrich Von Hildebrand, traducido de la versión inglesa del original en alemán “Der verwuestete Weinberg” del año 1973. El libro fue reeditado en inglés por “Roman Catholic Books”, New York, USA, en el año 1985. 


[Obsérvese su enorme actualidad, muchísimo mayor aún que cuando fue escrito]

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Una de las enfermedades más horripilantes y difundidas en la Iglesia de hoy es el letargo de los Guardianes de la Fe de la Iglesia. 


No estoy pensando aquí en aquellos Obispos que son miembros de la “quinta columna”, que desean destruir la Iglesia desde adentro, o transformarla en algo completamente diferente. 

Estoy pensando en los Obispos, mucho más numerosos, que no tienen esas intenciones, pero que no hacen ningún uso de la autoridad cuando es el caso de intervenir contra teólogos o sacerdotes heréticos, o contra prácticas blasfemas de culto público. O cierran los ojos y tratan, al estilo de las avestruces, de ignorar tanto los tristes abusos como los llamados al deber de intervenir, o temen ser atacados por la prensa o los mass-media y difamados como reaccionarios, estrechos de mente o medievales. Temen a los hombres más que a Dios. Se les pueden aplicar las palabras de San Juan Bosco: “El poder de los hombres malos reside en la cobardía de los buenos”.

Es verdad que el letargo de aquellos en posición de autoridad es una enfermedad de nuestros tiempos que está ampliamente difundida fuera de la Iglesia. Se la encuentra entre los padres, los rectores de colegios y universidades, las cabezas de otras numerosas organizaciones, los jueces, los jefes de estado y otros. 

Pero el hecho de que este mal haya penetrado hasta en la Iglesia es una clara indicación de que la lucha contra el espíritu del mundo ha sido reemplazada por [un] dejarse llevar por el espíritu de los tiempos en nombre del “aggiornamento”. 

Uno se ve forzado a pensar en el Pastor que abandona sus rebaños a los lobos cuando reflexiona sobre el letargo de tantos Obispos y Superiores que, aun siendo ortodoxos ellos mismos, no tienen el coraje de intervenir contra las más flagrantes herejías y abusos de todo tipo tanto en sus Diócesis como en sus Órdenes.

Pero enfurece aún más el caso de ciertos Obispos, que mostrando este letargo hacia los herejes, asumen una actitud rigurosamente autoritaria hacia aquellos creyentes que están luchando por la ortodoxia, ¡haciendo lo que los Obispos deberían estar haciendo ellos mismos! 

Una vez me fue dada a leer una carta escrita por un hombre de alta posición en la Iglesia, dirigida a un grupo que había tomado heroicamente la causa de la verdadera Fe, de la pura, verdadera enseñanza de la Iglesia y del Papa. Ese grupo había vencido la “cobardía de los buenos” de la que hablaba San Juan Bosco, y de ese modo debían constituir la mayor alegría para los Obispos. La carta decía: «como buenos católicos, ustedes deben hacer una sola cosa: ser obedientes a todas las ordenanzas de su Obispo».

Esta concepción de “buenos” católicos es particularmente sorprendente en momentos en que se enfatiza continuamente la mayoría de edad del laico moderno. Pero además es completamente falsa por esta razón: lo que es apropiado en tiempos en que no aparecen herejías en la Iglesia que no sean inmediatamente condenadas por Roma, se vuelve inapropiado y contrario a la conciencia en tiempos en que las herejías sin condenar prosperan dentro de la Iglesia, infectando hasta a ciertos Obispos que, sin embargo, permanecen en sus funciones

¿Qué hubiera ocurrido si, por ejemplo, en tiempos del arrianismo, en que la mayoría de los Obispos eran arrianos, los fieles se hubieran limitado a ser agradables y obedientes a las ordenanzas de esos Obispos, en lugar de combatir la herejía? 

¿No debe acaso la fidelidad a la verdadera enseñanza de la Iglesia tener prioridad sobre la sumisión al Obispo? 

¿No es precisamente en virtud de la obediencia a la verdad Revelada que recibieron del Magisterio de la Iglesia que los fieles ofrecen resistencia a esas herejías? 

¿No se supone que los fieles se aflijan cuando desde el púlpito se predican cosas completamente incompatibles con la enseñanza de la Iglesia? ¿O cuando se mantiene como profesores a teólogos que proclaman que la Iglesia debe aceptar el pluralismo en filosofía y teología, o que no hay supervivencia de la persona después de la muerte, o que niegan que la promiscuidad es un pecado, o inclusive toleran despliegues públicos de inmoralidad, demostrando así una lamentable falta de entendimiento de la hondamente cristiana virtud de la pureza?

La tontería de los herejes es tolerada tanto por sacerdotes como por laicos; los Obispos consienten tácitamente el envenenamiento de los fieles. Pero quieren silenciar a los fieles creyentes que toman la causa de la ortodoxia, aquella propia gente que debería de pleno derecho ser la alegría del corazón de los Obispos, su consuelo, una fuente de fortaleza para vencer su propio letargo. En cambio de esto, estas gentes son vistas como perturbadoras de la paz. Y en caso de que expresen su celo con alguna falta de tacto o en forma exagerada, hasta son excomulgados

Esto muestra claramente la cobardía que se esconde detrás del fracaso de los Obispos en el uso de su autoridad. Porque no tienen nada que temer de los ortodoxos: los ortodoxos no controlan los mass-media ni la prensa; no son los representantes de la opinión pública. Y a causa de su sumisión a la autoridad eclesiástica, los luchadores por la ortodoxia jamás serán agresivos como los así llamados progresistas. Si son reprendidos o disciplinados, sus Obispos no corren el riesgo de ser atacados por la prensa liberal y ser difamados como reaccionarios.

Esta falta de los Obispos de hacer uso de su autoridad, otorgada por Dios, es tal vez por sus consecuencias prácticas, la peor confusión en la Iglesia de hoy

Porque esta falta no solamente no detiene las enfermedades del espíritu, las herejías, ni tampoco (y esto es mucho peor) la flagrante como insidiosa devastación de la viña del Señor; hasta les da vía libre a esos males. El fracaso del uso de la santa autoridad para proteger la Sagrada Fe lleva necesariamente a la desintegración de la Iglesia.

Aquí, como con la aparición de todos los peligros, debemos decir “principiis obsta” (“detengamos el mal en su origen”) [Nota del Centro Pieper: una traducción más fiel sería “detengamos [el mal] en sus principios”]. Cuanto más tiempo se permite al mal desarrollarse, más difícil será erradicarlo. Esto es verdad para la crianza de los niños, para la vida del estado, y en forma especial, para la vida moral del individuo. Pero es verdad en una forma completamente nueva para la intervención de las autoridades eclesiásticas para el bien de los fieles. Como dice Platón, “cuando los males están muy avanzados nunca es agradable eliminarlos”.

Nada es más erróneo que imaginar que muchas cosas deben ser autorizadas a irrumpir y llegar a su peor punto y que uno debería esperar pacientemente que se hundan por su propio peso. 
Esta teoría puede ser correcta a veces respecto a los jóvenes que atraviesan la pubertad, pero es completamente falsa en cuestiones referentes al “bonum commune” (el bien común). 

Esta falsa teoría es especialmente peligrosa cuando se aplica al “bonum commune” de la Santa Iglesia, que involucra blasfemias en el culto público y herejías que, si no son condenadas, continúan envenenando incontables almas. Aquí es incorrecto aplicar la parábola del trigo y la cizaña.

Dietrich Von Hildebrand

miércoles, 29 de marzo de 2017

El Boom: la dubia de los cardenales y el cisma en el Vaticano (Hilary White)



[El artículo original escrito el 21 de noviembre de 2016, de Hillary White para The Remnant; y traducido por Adelante la Fe el 15 de diciembre de 2016. Han pasado cuatro meses desde que fue escrito (una semana menos que las Dubia, que fueron dirigidas a Francisco el 14 de noviembre). Y es verdaderamente premonitorio]

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¡Bueno, pero qué semana tan emocionante hemos tenido! El mundo bloguero católico está que arde con el asunto de la dubia de los cuatro cardenales y la falta de una respuesta por parte del Papa. Me ha llevado la mayor parte de la semana completar este artículo ya que los acontecimientos se suceden con tanta rapidez que apenas me puedo mantener al día. Me parece que nos encontramos ahora en un momento de calma.

Se cree que Francisco ha rehusado reunirse con los cardenales durante el consistorio de este fin de semana para evitar encarar de manera personal una situación en la cual sería imposible evitar contestar a la pregunta de si es o no católico. Un Papa escondiéndose de sus propios cardenales para evitar que se le obligue a confrontar su herejía —perdón, sus «errores»—, eso es algo que no estoy segura si la Iglesia habrá contemplado alguna vez en su larga y sorprendente historia.

Y ahora, después de las dos entrevistas del cardenal Burke la semana pasada confirmando sus intenciones, la pregunta en los labios de todo el mundo es: ¿Qué ocurrirá ahora? Es así que la estupenda telenovela del pontificado bergogliano cierra la semana en otro punto de máximo suspenso.

Las interpelaciones de los cardenales no son algo que se puede tomar a la ligera. En pocas palabras, de manera implícita se le está preguntando al Papa si es que la Iglesia aún enseña que existe tal cosa como la realidad moral objetiva; si es posible confiar en las sagradas escrituras como guía moral; si la Iglesia ha estado equivocada durante los últimos dos mil años y si Dios miente. ¿Existe aún la fe católica, o somos todos una sarta de ingenuos? Y, quizá lo más apremiante ¿está usted, su Santidad, aún interesado en continuar siendo el Papa de la única santa Iglesia católica apostólica?

No sé de nadie que no se esté planteando de manera privada o sugiriendo públicamente que este es el «principio del fin» del pontificado bergogliano, pero como todos sabemos de sobra este precipicio ha sido su único derrotero. Y ahora, después de medio lustro de nuestra guerra intestina fría y silenciosa, el precipicio se encuentra ya a la vista. No importa con cuanta cortesía se planteen las preguntas o se hagan las entrevistas, lo cierto es que las alternativas ante el Papa son simples: retractarse o ser depuesto. Las preguntas, a pesar de lo que él parece creer, no pueden ser soslayadas. ¿Se adhiere el Papa a la religión católica? ¿Intenta subvertirla e implantar en su lugar algo de su propio ideario y del de sus gestores? Permanecer en silencio no es una opción.

El propio cardenal Burke ha dado un indicio de cuáles serían los pasos próximos imprescindibles, en una declaración a Edward Pentin afirmó que: «Existe dentro de la tradición de la Iglesia la práctica de la corrección al pontífice romano. Claro que esto es algo sumamente inusual; sin embargo, si no hay respuesta a estas preguntas yo diría que, en ese caso, sería oportuno un acto formal de corrección de un error grave».

Esto es por lo demás decir que ninguno de los cardenales ha discutido públicamente la destitución, mas una búsqueda en Google revela que existe un creciente cuerpo de información histórica, teológica y canónica que se ha hecho disponible, y mucha de ella es reciente, acerca de deponer a un Papa por herejía. Por el momento, sin embargo, somos todos una familia grande y feliz simplemente dialogando y solicitando cortésmente una «clarificación» de «errores». Así mismo, únicamente podemos augurar quiénes y cuántos en el episcopado lo apoyan; aunque se podrían hacer conjeturas bien fundadas. Thomas Gullickson, el arzobispo estadounidense, canonista y nuncio en Suecia y Liechtenstein, por ejemplo, ha publicado en su página de Facebook una nota diciendo: «El Padre ha hecho un excelente trabajo en este artículo». Esto fue acerca del ya famoso artículo de 2014, para The Remnant, de Robert Siscoe intitulado ¿Puede la Iglesia deponer a un Papa hereje? Todo esto es, a mi ver, una señal, donde las haya.

Aún hay mucho trecho que recorrer. Un «error», incluso un error grave, no es lo mismo que la herejía, y menos aún que la herejía «pertinaz formal». Mas, Rorate Caeli y otros están en lo cierto cuando afirman que es asombroso y casi sin precedente que obispos o cardenales se vean obligados a demandar que el Papa asevere, en efecto, que no está actuando deliberadamente para subvertir la fe católica.

Después de las excentricidades de este fin de semana, esa pista que nos ha dado el cardenal Burke de lo que se verán obligados a hacer de no recibir respuesta del Papa merece ser sopesada con mayor seriedad.

Cualquiera que sea el resultado que se espera a largo plazo, cada paso se debe tomar con extremo cuidado. Demostrar la herejía formal —especialmente la de un Papa— es un asunto sumamente delicado; y para garantizar que la historia juzgue que actuaron conforme a la verdad estos prelados no se pueden dar el lujo de cometer ni un solo error. Esto, por lo tanto, no es algo que se pueda resolver en cuestión de semanas. Y dado que los cardenales han hecho pública su intervención —manifestando que fue a causa de que el Papa rehusó a responder— eso significa que nuestros temores de que no se estaba haciendo nada resultaron infundados, ¡bendito sea Dios!

[El asunto que a mí me preocupa es que, aunque es verdad que ya se estaba haciendo algo, se está yendo demasiado despacio: A día de hoy han transcurrido más de cuatro meses desde las Dubia ... y todo parece indicar que el Papa no va a dar ninguna respuesta ..., y lo que es peor, que no va a existir tal corrección formal ...¡ojalá que me equivoque!] 

Lo que ocurrirá en adelante es realmente la pregunta del momento, y ésta se hace aún más patente dado lo que sabemos de la determinación de este hombre de implementar su agenda. Hemos presenciado durante este crucial fin de semana que Francisco Bergoglio no tiene la más mínima intención de alterar su curso. Continúa ateniéndose a su plantilla habitual, dando respuestas oblicuas y de manera extraoficial, en una entrevista más y su plática al consistorio, empleando ambigüedades e insultos punzantes y asumiendo el papel de la víctima. Sus portavoces predilectos han ido al extremo de insultar y ridiculizar abiertamente a los cardenales y a su misiva. Si yo me encontrara entre estos últimos mi respuesta sería simple: «Qué así sea entonces. Ustedes mismos han provocado este dilema».

Lo que ocurrirá a continuación, por lo tanto, no es difícil de discernir ya que el proceso seguirá los dictados de una realidad que continuará avanzando de acuerdo con el impulso de su propia lógica. Es comparable al hundimiento del Titanic, la nave avanzaba a cierta velocidad siguiendo un curso específico aquella noche aunado a un juego de restricciones dictadas por la física y las matemáticas. Avanzaba a una velocidad específica, pesaba cierto número de toneladas, tenía una longitud particular, el timón tenía un tamaño predeterminado que excluía otros diseños, su radio de viraje era de una amplitud exacta, contaba solamente con un tiempo limitado entre el momento de avistar el témpano y alterar su curso. En resumen, para cuando avistaron el témpano ya era demasiado tarde; los números son los números y no se pueden alterar.

Hemos llegado al punto en el que las decisiones ya han sido tomadas y todos los actos se han consumado; la Iglesia es ya simplemente un proyectil sujeto a las exigencias inexorables de la lógica y la realidad, tal y como en el caso del Titanic, que estaba sujeto a las leyes de la física. Se han escogido ya bandos, las líneas de combate han quedado trazadas y las primeras escaramuzas han tenido lugar con los favoritos de Francisco atacando abiertamente a los obispos que defienden la auténtica fe católica. A partir de esta semana la pequeña guerra civil fría de la Iglesia católica, que ha estado aconteciendo desde 1965 [yo diría que bastante antes, aunque es una opinión] ha aflorado en algo más visible y sanguinario.

Mas, como ya es costumbre en este pontificado, su aspecto positivo es la claridad que nos brinda. Francisco Bergoglio pasará a la historia como El Gran Clarificador sin importar qué le responda y qué no le responda al cardenal Burke

A pesar de que la carta está dirigida al Papa la Dubia de los cardenales en realidad es para la Iglesia entera. Desde el Papa hasta los ocupantes de los bancos deben creer y profesar el mismo evangelio

Esto significa que las preguntas también están dirigidas a todos los obispos y, amén de la forma que tome la respuesta del Papa, ellos también deberán tomar la misma decisión a favor o en contra de Cristo. 

Si el único logro llega a ser ese, cuando menos de aquí en adelante será sumamente fácil determinar quién es y quién no es un obispo católico. De la misma manera en que la intención de Amoris Laetitia es ser un tornasol para verificar adhesión al Nuevo Paradigma, la dubia de los cardenales presta el mismo servicio en favor de Cristo.

Si todos los factores se mantienen estables —o sea, si Francisco no se arrepiente y los cardenales no se amedrentan— lo que ocurrirá, lo que tiene que ocurrir, es lo siguiente:

—Bergoglio continuará sin responder permitiendo que sus agentes hablen por él cómo hasta hoy. Continuará llamando «enemigos» y «detractores» a todo aquel que intente obligarlo a cumplir con su obligación.

Los cardenales, tras una pausa, durante la que quizá podrían emitir una nueva advertencia, se verán obligados a cumplir con su deber y denunciar su herejía por el bien de la Iglesia y la salvación de las almas. Esto debe ocurrir aunque la única razón sea que los fieles están siendo conducidos por este Papa al precipicio del pecado mortal

[¡Pero no está ocurriendo! Tal vez lo que haya sea una respuesta a las Dubia por parte de los mismos cardenales que la plantearon, lo cual, aun cuando es importante, no es exactamente igual. Dios dirá]

Después de la denuncia formal, por lo tanto, el episcopado, el clero y el laicado quedarán divididos en dos grupos. La parte católica será muy pequeña y, a los ojos del mundo, débil, impotente e insensata. La verdad de la fe será su única arma y escudo.

El bando opuesto contará con todas las instituciones materiales de la Iglesia, todos sus recursos monetarios, los beneficios psicológicos del patrimonio material de sus templos, escuelas, universidades, hospitales, etc., además del poder político resultante del reconocimiento y el apoyo del mundo secular y de todos aquellos que continúan haciéndose llamar católicos.

Bergoglio demandará la aquiescencia de todos los católicos por medio de sus amenazas e insultos habituales. Otorgará poderes a sus allegados a nivel nacional para castigar a sacerdotes, seminaristas, maestros, profesores universitarios, etc, si no se suman al Nuevo Paradigma.

Este alejamiento posiblemente sólo podrá ser sanado a través de lo que los canonistas llaman una «sentencia declarativa» estipulando que Bergoglio es un hereje formal obstinado o pertinaz y que es a causa de sus propios actos por lo que pierde el oficio del papado.

El deber de los cardenales quedará claro: la Iglesia católica no puede funcionar sin un Papa y se verán obligados a convocar un cónclave.

¿Qué forma tomarán las cosas una vez que se haya realizado el cisma? 
Su aspecto podría elucidarse extrapolando la situación actual. 

- La inmensa mayoría del mundo católico, laico o clerical, no tiene problema alguno aceptando el Nuevo Paradigma o los nuevos conceptos de dualidad del Vaticano. 

- La Iglesia verdadera estará formada por los que siguen siendo creyentes, como siempre ha sido, mas ya no habrá edificios

La realidad, a los ojos de Dios, será que el cuerpo mayor consistirá en lo que podríamos llamar la secta bergogliana. Poseerán toda apariencia de legitimidad y serán respetados, o cuando menos aceptados, por el mundo quien considerará al grupo más pequeño de objetores como necios y «detractores».

La inevitabilidad de este resultado —salvo una intervención milagrosa, conversiones o la Parusía— se hizo patente a todos aquellos que conocen la fe desde aquel día en que Walter Kasper dio su plática al consistorio en febrero de 2014. Este renombrado hereje trazó el curso que esta camarilla de la «Sankt Gallen Mafia», de la cual Bergoglio es un mero instrumento, ha seguido desde entonces y de la cual ninguno de sus miembros se ha apartado en absoluto.

El P. Brian Harrison fue quizá el primero en describir los acontecimientos con claridad; en una carta a Robert Moynihan el P. Harrison advierte de  «…la inmensidad del peligro que se cierne y que promete perforar, penetrar y hendir en dos la Barca de Pedro, que aún hoy se agita pavorosamente en un mar helado y turbulento. La pasmosa magnitud de la crisis doctrinal y pastoral oculta tras la palabrería cortés de la disputa entre eruditos prelados alemanes escasamente se puede exagerar. Lo que está aquí en juego es la fidelidad a las enseñanzas de Jesucristo que directa y profundamente afectan las vidas de cientos de millones de católicos: la indisolubilidad del matrimonio».

El P. Harrison logró hacer está predicción no en virtud de un poder sobrenatural de clarividencia sino simplemente aplicando su intelecto a la realidad objetiva. La naturaleza de la realidad dicta que todo acto tiene consecuencias lógicas inevitables. El hecho es simplemente que ciertos individuos quieren dejar atrás a Cristo y que nosotros no los podemos seguir porque amamos a Cristo y no nos separaremos de Él.

Ahora, es necesario reconocer que Francisco Bergoglio cuenta con varias opciones y que es posible que las cosas no lleguen hasta consecuencias extremas. Posiblemente estará renuente a encarar una sentencia de herejía; es difícil determinar con certeza, especialmente con la magnitud de lo que está en juego, lo que algún hombre haría. Podría ceder. Es también posible que en un momento dado accediese a afirmar la fe católica, al menos públicamente.

Supongo que los cardenales le ofrecerán la oportunidad de permanecer inactivo y en silencio; esta opción, por si sola, sería un bálsamo bendito. De esa manera podrían los cardenales asumir de facto el control administrativo de la Iglesia y corregir sus «errores». Esto cuando menos daría fin a la menor de las crisis: la bergogliana. La revolución quedaría, en ese caso, cuando menos, marcando el paso hasta que la conspiración encontrara una vía nueva, quizá con otro Papa. Esto, por supuesto, haría más difícil la labor de corregir el problema principal del que Bergoglio es simplemente el símbolo más amenazante.

Otra posibilidad es que cumpla con la amenaza que hizo en el curso de su último ataque apopléjico de cólera durante el sínodo pasado. En esa ocasión trece cardenales solicitaron con amabilidad que por favor cumpliera con su promesa de un proceso sinodal transparente y abierto; se dice que explotó en una rabieta gritando que los «echaría a todos fuera». De ser ese el caso, los cuatro cardenales serían destituidos del Colegio y el mundo entero comprendería claramente que Bergoglio no se retractará y de que nuestras peores aprensiones acerca de sus intenciones son ciertas. Al llegar a ese punto le quedaría a cada cual decidir si es éste el hombre que desea seguir.

Sin embargo, todo esto, si acaso ocurre efectivamente, pertenece a un futuro próximo; debemos esperar a ver si es que Jorge Bergoglio tiene o no las agallas para llevar a puerto el plan de los revolucionarios. Personalmente, yo apuesto a que sí las tiene. Narcisistas de su calibre pocas veces se retractan, incluso por móviles estratégicos. Por el momento, sin embargo, tendremos que sufrir su malicia y su atrevimiento al rechazar responder a la dubia y continuar sus ataques a través de sus allegados.

Nos ha traído hasta el borde mismo del precipicio con una campaña, meticulosamente orquestada, de insinuaciones y ambigüedades, de avances y retrocesos, de declaraciones que apenas eluden la herejía denunciable, de ofuscaciones, de deflexiones y mentiras patentes. Sus peores atrocidades —particularmente sus blasfemias— han sido introducidas «extraoficialmente» en comentarios hechos «de improviso» en homilías, pláticas a algún auditorio o en sus famosas entrevistas, siempre matizadas con un guiño y un codazo. Continúa, hasta ayer mismo, practicando su comprobada estrategia de permitir a sus subalternos colegir las conclusiones pertinentes de sus ambigüedades, como si fuesen un grupo de sacerdotes interpretando el oráculo de Delfos.

Esto, por supuesto, también indica que el balón se encuentra otra vez en manos de los cuatro cardenales; al resto de nosotros no nos queda más que meter otra tanda de palomitas de maíz en el horno de microondas. Preparen los rosarios señoras y señores que esto va para largo.

Hillary White