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jueves, 30 de marzo de 2017

Carta a los cuatro cardenales que plantearon las Dubia al papa Francisco (José Martí) [1 de 3]



Mis muy queridos cardenales, por quienes siento un gran aprecio y veneración: 

Cardenal Walter Brandmüller
Cardenal Raymond Burke
Cardenal Carlo Caffarra
Cardenal Joachim Meisner

Grande fue mi alegría cuando oí que le plantearon sus cinco "Dubia" al papa Francisco el 14 de Noviembre del pasado año de 2016 (aquí, aquí aquí y, sobre todo, aquí)

Fue un acto de valentía, que yo esperaba fervientemente y que incluso soñaba con él: ¿Cómo es posible -me preguntaba a mí mismo- que tantos cardenales y obispos permanezcan en silencio ante la catástrofe inminente que supone, para la Iglesia, la aplicación de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia (AL) que, en el mejor de los casos, se presta a confusión, por su ambigüedad, en particular en lo concerniente a su capítulo VIII ... aunque no solamente?

[Yo mismo he tenido que aclarar a un amigo cuál era mi posición con relación al papa Francisco. Y esto fue antes del verano de 2016]

El 20 de septiembre del pasado año [con bastante retraso, a mi entender, pues habían transcurrido ya seis meses desde la firma de la AL, que está fechada el 19 de marzo de 2016] sus Eminencias plantearon las Dubia al papa Francisco, de una manera muy respetuosa y en privado ... de lo cual nos enteramos el 14 de Noviembre: estuvieron esperando casi dos meses sin obtener ningún tipo de respuesta; y eso es lo que motivó que hicieran públicas sus Dubia, considerando que tal era su deber como pastores de la Iglesia



El 19 de marzo de 2017 se ha cumplido un año desde que fue firmada la AL (aun cuando ésta no saliera a relucir al público hasta el 8 de abril). A lo largo de todo este año se han escrito infinidad de artículos, de todo tipo, algunos de los cuales han aumentado, aún más, si cabe, la confusión existente en muchos fieles de la Iglesia Católica.


Han pasado más de cuatro meses desde la publicación de las Dubia y la respuesta del papa Francisco sigue sin llegar, en el sentido de que no ha contestado expresamente a las Dubia que le plantearon.

Por otra parte, la respuesta ya la conocen. El Papa dejó la interpretación de AL al cardenal Schönborn (pinchar aquí , aquí y aquí) y luego a los obispos de Buenos Aires. Según el propio Papa, no hay otra interpretación posible (aquí). Esto ya ha tenido sus repercusiones (aquí)

[Además de los ya mencionados, pueden leerse aquí otra serie de artículos escritos con relación a AL, que no pretende ser exhaustiva]

Tal interpretación de los Obispos de Buenos Aires ... que según el papa Francisco es la única posible ... abre la puerta a la posibilidad de que aquellos cristianos divorciados y vueltos a casar, sin manifestar ningún tipo de arrepentimiento por su comportamiento, accedan al sacramento de la Eucaristía, en estado de pecado mortalVa en contra, pues, de la enseñanza del Evangelio: AL supone claramente un peligro para la fe. 

En alusión a la corrección formal al Papa, así lo expresaron en varias ocasiones sus Eminencias, cardenal Caffarra (aquí y aquí) y cardenal Burke (aquí y aquí). Son de destacar, en particular, su Eminencia, cardenal Burke, las entrevistas que le hicieron The Remnant y Raymond Arroyo, dicho sea a modo de ejemplo.

Sin embargo, hay un punto que me preocupa ... no sólo a mí sino a infinidad de católicos:

En principio, el acto de corrección formal se iba a hacer después de Epifanía de 2017. El tiempo pasa y no ocurre nada en ese sentido ... aunque seguimos esperando que se produzca; pero las últimas noticias [el 16 de marzo me entero] afirman que sus Eminencias van a desistir de realizar esa corrección. Parece confirmarse lo que decía Francisco: que él espera que, por el bien de la Iglesia, sus Eminencias desistan en su empeño [¡cuando es precisamente el bien de la Iglesia lo que les ha motivado para que redacten sus Dubia al Papa!]

Esto es una mala noticia, que me deja consternado. Es cierto que viene luego otra noticia posterior, de Edward Pentin, afirmando que la corrección formal sigue en pie, pero al poco se reafirma la noticia inicial insistiendo en que tal corrección formal no se va a producir. Esto ocurría el día 20 de marzo.

Finalmente, como si, efectivamente, fueran a seguir adelante con su corrección formal, aparece una nueva noticia alentadora, el 25 de marzo, festividad de la Encarnación del Señor, según la cual -cito- "el cardenal Burke reafirma que sí habrá corrección formal si Francisco no responde las Dubia" (Ver también aquí). No obstante, sigue sin quedar enteramente claro. El tiempo corre en contra y se trata de una cuestión de enorme envergadura como para ir retrasando dicha corrección.

Y, sin embargo, el 27 de marzo, vuelve a aparecer, otra vez, la noticia de que tal corrección no se va a llevar a cabo:

Duración: 27 segundos

Sinceramente, no lo entiendo: ¿se va a llevar o no se va a llevar a cabo esa corrección?

Su Eminencia, cardenal Burke: en la entrevista que tuvo con Raymond Arroyo el 15 de diciembre de 2016 dejó muy claro cuáles fueron los motivos que les llevaron a plantear las Dubia, en relación con la recta interpretación de AL;  y que no fueron otros que el bien (el verdadero bien) de la Iglesia y de los fieles católicos, muchos de los cuales viven con gran confusión y sufrimiento esta situación irregular y sin precedentes.

Soy consciente, como lo son igualmente sus Eminencias, de que tienen muchos enemigos ... y es más: sus mayores y peores enemigos están dentro de la misma Iglesia, tal y como dijo san Pío X (ver aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, etc ...), pues han llegado, incluso, a insultarles y a amenazarles con quitarles el capelo cardinalicio (aunque luego hayan rectificado, si bien esta rectificación no es muy verosímil ).

También tienen enemigos fuera, por supuesto: no hay más que leer las noticias de los medios de comunicación ... pero esto es algo con lo que un cristiano ya cuenta, de antemano, si es un verdadero discípulo de Cristo, puesto que "todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecuciones" ( 2 Tim 3, 12) (ver aquí y aquí). 

Les escribo porque deben de saber, también, que no están solos, en contra de lo que afirmó el cardenal Hummes: son muchos ya los cardenales y obispos que se están definiendo apoyando las Dubia como lo que son, en realidad, no un ataque al Papa sino un servicio al ministerio petrino y a la Iglesia (aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, aquí, etc...).  Y son innumerables los católicos de a pie, los seglares, que les apoyamos, porque está en juego el porvenir de la Iglesia y de toda la humanidad

[En el siguiente enlace, cuya fuente es Life Site News, puede verse una relación de los cardenales que están a favor y de los que están en contra de las Dubia. Asimismo se puede leer, tomando a Catholicvs como fuente, una lista de obispos y cardenales que están a favor de lo que se pide en las Dubia, aunque no todos lo hayan manifestado expresamente]

Yo rezo todos los días y en todo momento para que el Señor les ilumine. Le pido, de un modo especial, para que no sucumban ante el Sistema¡No se hundan en el último momento, no caigan en la tentación del camino fácil; manténganse fuertes y actúen lo más pronto posible! Tienen -y lo saben muy bien- una grave responsabilidad ante Dios, ante quien tendrán que dar cuenta, no sólo de sus acciones, sino también de sus omisiones! ¡No se dejen llevar por la cobardía! Tengan presente en su mente y en su corazón las palabras de Jesús: "Todo el que me confiese delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará como suyo delante de los ángeles de Dios" (Lc 12, 8). Eso les ayudará a llevar a cabo su misión sin temor alguno. Como muy bien dijo su Eminencia, cardenal Burke, tenemos que responder de nuestras acciones ante Dios y no ante ninguna conferencia episcopal.

Hay muchos católicos que confían en sus Eminencias. No tengan miedo. No están solos. Piensen en ello, porque se está cumpliendo aquello que dijo el Señor: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Mt 26, 31) ¿Es que nos van a abandonar todos nuestros pastores? Yo no lo creo. ¡Dios no lo permitirá!.

Por otra parte ... ¿qué puede ocurrir? ¿Que se produzca un cisma en la Iglesia? ... ¡Pero si ese cisma ya existe, de hecho! ... ¡Y no son sus Eminencias quienes lo han causado con sus Dubia sino que ha sido AL, precisamente, la gota que les ha llevado a reaccionar y a plantear sus Dubia al santo Padre.

Su Eminencia, cardenal Burke, en una entrevista que tuvo en "la Veritá" el 11 de enero de este año, cuando le preguntaron sobre si las Dubia estaban contribuyendo a dividir a la Iglesia en lugar de unirla, les contestó, muy sabiamente:


"Lo que divide es la falsedad y la ambigüedad. La verdad siempre une. Es absurdo decir que cuatro cardenales que hacen cinco preguntas razonables, y de fundamental importancia para todos los cristianos, están actuando de manera tal que están contribuyendo a dividir a la Iglesia. Nosotros estamos sirviendo al oficio petrino, dándole al Papa la oportunidad de confirmarnos en la enseñanza de la Iglesia, frente a una situación que se está mostrando ambigua en la práctica". Y luego responde a otra pregunta en la que afirma que "no somos sólo cuatro cardenales. Personalmente conozco a otros cardenales que respaldan plenamente las Dubia"

Ante esta situación yo me pregunto: ¿cuál es el mal menor? ¿Evitar un cisma formal, con excomuniones y anatemas por parte de la Jerarquía que gobierna hoy la Iglesia ... o bien, continuar con una Iglesia "unida" en teoría, pero -en realidad- completamente desconcertada ante esta situación de lucha entre cardenales, obispos, sacerdotes y laicos, que enseñan cosas completamente distintas. Tal "unidad" sería "aparente". 

Los intelectuales han hablado, los prelados también, los fieles están listos. Pienso que es el momento de actuar ya ... y hacerlo en coherencia con lo que han venido diciendo en todo momento, sin importarles lo que nadie -sea quien sea- pueda pensar o decir, porque la palabra de Dios es bien clara ... y “nada podemos contra la verdad, sino a favor de la verdad” (2 Cor 13: 8)

¡Y cuanto más tiempo pase sin que se produzca esta corrección formal, más difícil  va a ser revertir la situación y mayor la confusión reinante!.

(Continuará) 

El Letargo de los Guardianes de la Fe (Dietrich Von Hildebrand)



Reproducimos a continuación el primer capítulo del libro “The Devastated Vibeyard” [La Viña Devastada] de Dietrich Von Hildebrand, traducido de la versión inglesa del original en alemán “Der verwuestete Weinberg” del año 1973. El libro fue reeditado en inglés por “Roman Catholic Books”, New York, USA, en el año 1985. 


[Obsérvese su enorme actualidad, muchísimo mayor aún que cuando fue escrito]

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Una de las enfermedades más horripilantes y difundidas en la Iglesia de hoy es el letargo de los Guardianes de la Fe de la Iglesia. 


No estoy pensando aquí en aquellos Obispos que son miembros de la “quinta columna”, que desean destruir la Iglesia desde adentro, o transformarla en algo completamente diferente. 

Estoy pensando en los Obispos, mucho más numerosos, que no tienen esas intenciones, pero que no hacen ningún uso de la autoridad cuando es el caso de intervenir contra teólogos o sacerdotes heréticos, o contra prácticas blasfemas de culto público. O cierran los ojos y tratan, al estilo de las avestruces, de ignorar tanto los tristes abusos como los llamados al deber de intervenir, o temen ser atacados por la prensa o los mass-media y difamados como reaccionarios, estrechos de mente o medievales. Temen a los hombres más que a Dios. Se les pueden aplicar las palabras de San Juan Bosco: “El poder de los hombres malos reside en la cobardía de los buenos”.

Es verdad que el letargo de aquellos en posición de autoridad es una enfermedad de nuestros tiempos que está ampliamente difundida fuera de la Iglesia. Se la encuentra entre los padres, los rectores de colegios y universidades, las cabezas de otras numerosas organizaciones, los jueces, los jefes de estado y otros. 

Pero el hecho de que este mal haya penetrado hasta en la Iglesia es una clara indicación de que la lucha contra el espíritu del mundo ha sido reemplazada por [un] dejarse llevar por el espíritu de los tiempos en nombre del “aggiornamento”. 

Uno se ve forzado a pensar en el Pastor que abandona sus rebaños a los lobos cuando reflexiona sobre el letargo de tantos Obispos y Superiores que, aun siendo ortodoxos ellos mismos, no tienen el coraje de intervenir contra las más flagrantes herejías y abusos de todo tipo tanto en sus Diócesis como en sus Órdenes.

Pero enfurece aún más el caso de ciertos Obispos, que mostrando este letargo hacia los herejes, asumen una actitud rigurosamente autoritaria hacia aquellos creyentes que están luchando por la ortodoxia, ¡haciendo lo que los Obispos deberían estar haciendo ellos mismos! 

Una vez me fue dada a leer una carta escrita por un hombre de alta posición en la Iglesia, dirigida a un grupo que había tomado heroicamente la causa de la verdadera Fe, de la pura, verdadera enseñanza de la Iglesia y del Papa. Ese grupo había vencido la “cobardía de los buenos” de la que hablaba San Juan Bosco, y de ese modo debían constituir la mayor alegría para los Obispos. La carta decía: «como buenos católicos, ustedes deben hacer una sola cosa: ser obedientes a todas las ordenanzas de su Obispo».

Esta concepción de “buenos” católicos es particularmente sorprendente en momentos en que se enfatiza continuamente la mayoría de edad del laico moderno. Pero además es completamente falsa por esta razón: lo que es apropiado en tiempos en que no aparecen herejías en la Iglesia que no sean inmediatamente condenadas por Roma, se vuelve inapropiado y contrario a la conciencia en tiempos en que las herejías sin condenar prosperan dentro de la Iglesia, infectando hasta a ciertos Obispos que, sin embargo, permanecen en sus funciones

¿Qué hubiera ocurrido si, por ejemplo, en tiempos del arrianismo, en que la mayoría de los Obispos eran arrianos, los fieles se hubieran limitado a ser agradables y obedientes a las ordenanzas de esos Obispos, en lugar de combatir la herejía? 

¿No debe acaso la fidelidad a la verdadera enseñanza de la Iglesia tener prioridad sobre la sumisión al Obispo? 

¿No es precisamente en virtud de la obediencia a la verdad Revelada que recibieron del Magisterio de la Iglesia que los fieles ofrecen resistencia a esas herejías? 

¿No se supone que los fieles se aflijan cuando desde el púlpito se predican cosas completamente incompatibles con la enseñanza de la Iglesia? ¿O cuando se mantiene como profesores a teólogos que proclaman que la Iglesia debe aceptar el pluralismo en filosofía y teología, o que no hay supervivencia de la persona después de la muerte, o que niegan que la promiscuidad es un pecado, o inclusive toleran despliegues públicos de inmoralidad, demostrando así una lamentable falta de entendimiento de la hondamente cristiana virtud de la pureza?

La tontería de los herejes es tolerada tanto por sacerdotes como por laicos; los Obispos consienten tácitamente el envenenamiento de los fieles. Pero quieren silenciar a los fieles creyentes que toman la causa de la ortodoxia, aquella propia gente que debería de pleno derecho ser la alegría del corazón de los Obispos, su consuelo, una fuente de fortaleza para vencer su propio letargo. En cambio de esto, estas gentes son vistas como perturbadoras de la paz. Y en caso de que expresen su celo con alguna falta de tacto o en forma exagerada, hasta son excomulgados

Esto muestra claramente la cobardía que se esconde detrás del fracaso de los Obispos en el uso de su autoridad. Porque no tienen nada que temer de los ortodoxos: los ortodoxos no controlan los mass-media ni la prensa; no son los representantes de la opinión pública. Y a causa de su sumisión a la autoridad eclesiástica, los luchadores por la ortodoxia jamás serán agresivos como los así llamados progresistas. Si son reprendidos o disciplinados, sus Obispos no corren el riesgo de ser atacados por la prensa liberal y ser difamados como reaccionarios.

Esta falta de los Obispos de hacer uso de su autoridad, otorgada por Dios, es tal vez por sus consecuencias prácticas, la peor confusión en la Iglesia de hoy

Porque esta falta no solamente no detiene las enfermedades del espíritu, las herejías, ni tampoco (y esto es mucho peor) la flagrante como insidiosa devastación de la viña del Señor; hasta les da vía libre a esos males. El fracaso del uso de la santa autoridad para proteger la Sagrada Fe lleva necesariamente a la desintegración de la Iglesia.

Aquí, como con la aparición de todos los peligros, debemos decir “principiis obsta” (“detengamos el mal en su origen”) [Nota del Centro Pieper: una traducción más fiel sería “detengamos [el mal] en sus principios”]. Cuanto más tiempo se permite al mal desarrollarse, más difícil será erradicarlo. Esto es verdad para la crianza de los niños, para la vida del estado, y en forma especial, para la vida moral del individuo. Pero es verdad en una forma completamente nueva para la intervención de las autoridades eclesiásticas para el bien de los fieles. Como dice Platón, “cuando los males están muy avanzados nunca es agradable eliminarlos”.

Nada es más erróneo que imaginar que muchas cosas deben ser autorizadas a irrumpir y llegar a su peor punto y que uno debería esperar pacientemente que se hundan por su propio peso. 
Esta teoría puede ser correcta a veces respecto a los jóvenes que atraviesan la pubertad, pero es completamente falsa en cuestiones referentes al “bonum commune” (el bien común). 

Esta falsa teoría es especialmente peligrosa cuando se aplica al “bonum commune” de la Santa Iglesia, que involucra blasfemias en el culto público y herejías que, si no son condenadas, continúan envenenando incontables almas. Aquí es incorrecto aplicar la parábola del trigo y la cizaña.

Dietrich Von Hildebrand

miércoles, 29 de marzo de 2017

El Boom: la dubia de los cardenales y el cisma en el Vaticano (Hilary White)



[El artículo original escrito el 21 de noviembre de 2016, de Hillary White para The Remnant; y traducido por Adelante la Fe el 15 de diciembre de 2016. Han pasado cuatro meses desde que fue escrito (una semana menos que las Dubia, que fueron dirigidas a Francisco el 14 de noviembre). Y es verdaderamente premonitorio]

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¡Bueno, pero qué semana tan emocionante hemos tenido! El mundo bloguero católico está que arde con el asunto de la dubia de los cuatro cardenales y la falta de una respuesta por parte del Papa. Me ha llevado la mayor parte de la semana completar este artículo ya que los acontecimientos se suceden con tanta rapidez que apenas me puedo mantener al día. Me parece que nos encontramos ahora en un momento de calma.

Se cree que Francisco ha rehusado reunirse con los cardenales durante el consistorio de este fin de semana para evitar encarar de manera personal una situación en la cual sería imposible evitar contestar a la pregunta de si es o no católico. Un Papa escondiéndose de sus propios cardenales para evitar que se le obligue a confrontar su herejía —perdón, sus «errores»—, eso es algo que no estoy segura si la Iglesia habrá contemplado alguna vez en su larga y sorprendente historia.

Y ahora, después de las dos entrevistas del cardenal Burke la semana pasada confirmando sus intenciones, la pregunta en los labios de todo el mundo es: ¿Qué ocurrirá ahora? Es así que la estupenda telenovela del pontificado bergogliano cierra la semana en otro punto de máximo suspenso.

Las interpelaciones de los cardenales no son algo que se puede tomar a la ligera. En pocas palabras, de manera implícita se le está preguntando al Papa si es que la Iglesia aún enseña que existe tal cosa como la realidad moral objetiva; si es posible confiar en las sagradas escrituras como guía moral; si la Iglesia ha estado equivocada durante los últimos dos mil años y si Dios miente. ¿Existe aún la fe católica, o somos todos una sarta de ingenuos? Y, quizá lo más apremiante ¿está usted, su Santidad, aún interesado en continuar siendo el Papa de la única santa Iglesia católica apostólica?

No sé de nadie que no se esté planteando de manera privada o sugiriendo públicamente que este es el «principio del fin» del pontificado bergogliano, pero como todos sabemos de sobra este precipicio ha sido su único derrotero. Y ahora, después de medio lustro de nuestra guerra intestina fría y silenciosa, el precipicio se encuentra ya a la vista. No importa con cuanta cortesía se planteen las preguntas o se hagan las entrevistas, lo cierto es que las alternativas ante el Papa son simples: retractarse o ser depuesto. Las preguntas, a pesar de lo que él parece creer, no pueden ser soslayadas. ¿Se adhiere el Papa a la religión católica? ¿Intenta subvertirla e implantar en su lugar algo de su propio ideario y del de sus gestores? Permanecer en silencio no es una opción.

El propio cardenal Burke ha dado un indicio de cuáles serían los pasos próximos imprescindibles, en una declaración a Edward Pentin afirmó que: «Existe dentro de la tradición de la Iglesia la práctica de la corrección al pontífice romano. Claro que esto es algo sumamente inusual; sin embargo, si no hay respuesta a estas preguntas yo diría que, en ese caso, sería oportuno un acto formal de corrección de un error grave».

Esto es por lo demás decir que ninguno de los cardenales ha discutido públicamente la destitución, mas una búsqueda en Google revela que existe un creciente cuerpo de información histórica, teológica y canónica que se ha hecho disponible, y mucha de ella es reciente, acerca de deponer a un Papa por herejía. Por el momento, sin embargo, somos todos una familia grande y feliz simplemente dialogando y solicitando cortésmente una «clarificación» de «errores». Así mismo, únicamente podemos augurar quiénes y cuántos en el episcopado lo apoyan; aunque se podrían hacer conjeturas bien fundadas. Thomas Gullickson, el arzobispo estadounidense, canonista y nuncio en Suecia y Liechtenstein, por ejemplo, ha publicado en su página de Facebook una nota diciendo: «El Padre ha hecho un excelente trabajo en este artículo». Esto fue acerca del ya famoso artículo de 2014, para The Remnant, de Robert Siscoe intitulado ¿Puede la Iglesia deponer a un Papa hereje? Todo esto es, a mi ver, una señal, donde las haya.

Aún hay mucho trecho que recorrer. Un «error», incluso un error grave, no es lo mismo que la herejía, y menos aún que la herejía «pertinaz formal». Mas, Rorate Caeli y otros están en lo cierto cuando afirman que es asombroso y casi sin precedente que obispos o cardenales se vean obligados a demandar que el Papa asevere, en efecto, que no está actuando deliberadamente para subvertir la fe católica.

Después de las excentricidades de este fin de semana, esa pista que nos ha dado el cardenal Burke de lo que se verán obligados a hacer de no recibir respuesta del Papa merece ser sopesada con mayor seriedad.

Cualquiera que sea el resultado que se espera a largo plazo, cada paso se debe tomar con extremo cuidado. Demostrar la herejía formal —especialmente la de un Papa— es un asunto sumamente delicado; y para garantizar que la historia juzgue que actuaron conforme a la verdad estos prelados no se pueden dar el lujo de cometer ni un solo error. Esto, por lo tanto, no es algo que se pueda resolver en cuestión de semanas. Y dado que los cardenales han hecho pública su intervención —manifestando que fue a causa de que el Papa rehusó a responder— eso significa que nuestros temores de que no se estaba haciendo nada resultaron infundados, ¡bendito sea Dios!

[El asunto que a mí me preocupa es que, aunque es verdad que ya se estaba haciendo algo, se está yendo demasiado despacio: A día de hoy han transcurrido más de cuatro meses desde las Dubia ... y todo parece indicar que el Papa no va a dar ninguna respuesta ..., y lo que es peor, que no va a existir tal corrección formal ...¡ojalá que me equivoque!] 

Lo que ocurrirá en adelante es realmente la pregunta del momento, y ésta se hace aún más patente dado lo que sabemos de la determinación de este hombre de implementar su agenda. Hemos presenciado durante este crucial fin de semana que Francisco Bergoglio no tiene la más mínima intención de alterar su curso. Continúa ateniéndose a su plantilla habitual, dando respuestas oblicuas y de manera extraoficial, en una entrevista más y su plática al consistorio, empleando ambigüedades e insultos punzantes y asumiendo el papel de la víctima. Sus portavoces predilectos han ido al extremo de insultar y ridiculizar abiertamente a los cardenales y a su misiva. Si yo me encontrara entre estos últimos mi respuesta sería simple: «Qué así sea entonces. Ustedes mismos han provocado este dilema».

Lo que ocurrirá a continuación, por lo tanto, no es difícil de discernir ya que el proceso seguirá los dictados de una realidad que continuará avanzando de acuerdo con el impulso de su propia lógica. Es comparable al hundimiento del Titanic, la nave avanzaba a cierta velocidad siguiendo un curso específico aquella noche aunado a un juego de restricciones dictadas por la física y las matemáticas. Avanzaba a una velocidad específica, pesaba cierto número de toneladas, tenía una longitud particular, el timón tenía un tamaño predeterminado que excluía otros diseños, su radio de viraje era de una amplitud exacta, contaba solamente con un tiempo limitado entre el momento de avistar el témpano y alterar su curso. En resumen, para cuando avistaron el témpano ya era demasiado tarde; los números son los números y no se pueden alterar.

Hemos llegado al punto en el que las decisiones ya han sido tomadas y todos los actos se han consumado; la Iglesia es ya simplemente un proyectil sujeto a las exigencias inexorables de la lógica y la realidad, tal y como en el caso del Titanic, que estaba sujeto a las leyes de la física. Se han escogido ya bandos, las líneas de combate han quedado trazadas y las primeras escaramuzas han tenido lugar con los favoritos de Francisco atacando abiertamente a los obispos que defienden la auténtica fe católica. A partir de esta semana la pequeña guerra civil fría de la Iglesia católica, que ha estado aconteciendo desde 1965 [yo diría que bastante antes, aunque es una opinión] ha aflorado en algo más visible y sanguinario.

Mas, como ya es costumbre en este pontificado, su aspecto positivo es la claridad que nos brinda. Francisco Bergoglio pasará a la historia como El Gran Clarificador sin importar qué le responda y qué no le responda al cardenal Burke

A pesar de que la carta está dirigida al Papa la Dubia de los cardenales en realidad es para la Iglesia entera. Desde el Papa hasta los ocupantes de los bancos deben creer y profesar el mismo evangelio

Esto significa que las preguntas también están dirigidas a todos los obispos y, amén de la forma que tome la respuesta del Papa, ellos también deberán tomar la misma decisión a favor o en contra de Cristo. 

Si el único logro llega a ser ese, cuando menos de aquí en adelante será sumamente fácil determinar quién es y quién no es un obispo católico. De la misma manera en que la intención de Amoris Laetitia es ser un tornasol para verificar adhesión al Nuevo Paradigma, la dubia de los cardenales presta el mismo servicio en favor de Cristo.

Si todos los factores se mantienen estables —o sea, si Francisco no se arrepiente y los cardenales no se amedrentan— lo que ocurrirá, lo que tiene que ocurrir, es lo siguiente:

—Bergoglio continuará sin responder permitiendo que sus agentes hablen por él cómo hasta hoy. Continuará llamando «enemigos» y «detractores» a todo aquel que intente obligarlo a cumplir con su obligación.

Los cardenales, tras una pausa, durante la que quizá podrían emitir una nueva advertencia, se verán obligados a cumplir con su deber y denunciar su herejía por el bien de la Iglesia y la salvación de las almas. Esto debe ocurrir aunque la única razón sea que los fieles están siendo conducidos por este Papa al precipicio del pecado mortal

[¡Pero no está ocurriendo! Tal vez lo que haya sea una respuesta a las Dubia por parte de los mismos cardenales que la plantearon, lo cual, aun cuando es importante, no es exactamente igual. Dios dirá]

Después de la denuncia formal, por lo tanto, el episcopado, el clero y el laicado quedarán divididos en dos grupos. La parte católica será muy pequeña y, a los ojos del mundo, débil, impotente e insensata. La verdad de la fe será su única arma y escudo.

El bando opuesto contará con todas las instituciones materiales de la Iglesia, todos sus recursos monetarios, los beneficios psicológicos del patrimonio material de sus templos, escuelas, universidades, hospitales, etc., además del poder político resultante del reconocimiento y el apoyo del mundo secular y de todos aquellos que continúan haciéndose llamar católicos.

Bergoglio demandará la aquiescencia de todos los católicos por medio de sus amenazas e insultos habituales. Otorgará poderes a sus allegados a nivel nacional para castigar a sacerdotes, seminaristas, maestros, profesores universitarios, etc, si no se suman al Nuevo Paradigma.

Este alejamiento posiblemente sólo podrá ser sanado a través de lo que los canonistas llaman una «sentencia declarativa» estipulando que Bergoglio es un hereje formal obstinado o pertinaz y que es a causa de sus propios actos por lo que pierde el oficio del papado.

El deber de los cardenales quedará claro: la Iglesia católica no puede funcionar sin un Papa y se verán obligados a convocar un cónclave.

¿Qué forma tomarán las cosas una vez que se haya realizado el cisma? 
Su aspecto podría elucidarse extrapolando la situación actual. 

- La inmensa mayoría del mundo católico, laico o clerical, no tiene problema alguno aceptando el Nuevo Paradigma o los nuevos conceptos de dualidad del Vaticano. 

- La Iglesia verdadera estará formada por los que siguen siendo creyentes, como siempre ha sido, mas ya no habrá edificios

La realidad, a los ojos de Dios, será que el cuerpo mayor consistirá en lo que podríamos llamar la secta bergogliana. Poseerán toda apariencia de legitimidad y serán respetados, o cuando menos aceptados, por el mundo quien considerará al grupo más pequeño de objetores como necios y «detractores».

La inevitabilidad de este resultado —salvo una intervención milagrosa, conversiones o la Parusía— se hizo patente a todos aquellos que conocen la fe desde aquel día en que Walter Kasper dio su plática al consistorio en febrero de 2014. Este renombrado hereje trazó el curso que esta camarilla de la «Sankt Gallen Mafia», de la cual Bergoglio es un mero instrumento, ha seguido desde entonces y de la cual ninguno de sus miembros se ha apartado en absoluto.

El P. Brian Harrison fue quizá el primero en describir los acontecimientos con claridad; en una carta a Robert Moynihan el P. Harrison advierte de  «…la inmensidad del peligro que se cierne y que promete perforar, penetrar y hendir en dos la Barca de Pedro, que aún hoy se agita pavorosamente en un mar helado y turbulento. La pasmosa magnitud de la crisis doctrinal y pastoral oculta tras la palabrería cortés de la disputa entre eruditos prelados alemanes escasamente se puede exagerar. Lo que está aquí en juego es la fidelidad a las enseñanzas de Jesucristo que directa y profundamente afectan las vidas de cientos de millones de católicos: la indisolubilidad del matrimonio».

El P. Harrison logró hacer está predicción no en virtud de un poder sobrenatural de clarividencia sino simplemente aplicando su intelecto a la realidad objetiva. La naturaleza de la realidad dicta que todo acto tiene consecuencias lógicas inevitables. El hecho es simplemente que ciertos individuos quieren dejar atrás a Cristo y que nosotros no los podemos seguir porque amamos a Cristo y no nos separaremos de Él.

Ahora, es necesario reconocer que Francisco Bergoglio cuenta con varias opciones y que es posible que las cosas no lleguen hasta consecuencias extremas. Posiblemente estará renuente a encarar una sentencia de herejía; es difícil determinar con certeza, especialmente con la magnitud de lo que está en juego, lo que algún hombre haría. Podría ceder. Es también posible que en un momento dado accediese a afirmar la fe católica, al menos públicamente.

Supongo que los cardenales le ofrecerán la oportunidad de permanecer inactivo y en silencio; esta opción, por si sola, sería un bálsamo bendito. De esa manera podrían los cardenales asumir de facto el control administrativo de la Iglesia y corregir sus «errores». Esto cuando menos daría fin a la menor de las crisis: la bergogliana. La revolución quedaría, en ese caso, cuando menos, marcando el paso hasta que la conspiración encontrara una vía nueva, quizá con otro Papa. Esto, por supuesto, haría más difícil la labor de corregir el problema principal del que Bergoglio es simplemente el símbolo más amenazante.

Otra posibilidad es que cumpla con la amenaza que hizo en el curso de su último ataque apopléjico de cólera durante el sínodo pasado. En esa ocasión trece cardenales solicitaron con amabilidad que por favor cumpliera con su promesa de un proceso sinodal transparente y abierto; se dice que explotó en una rabieta gritando que los «echaría a todos fuera». De ser ese el caso, los cuatro cardenales serían destituidos del Colegio y el mundo entero comprendería claramente que Bergoglio no se retractará y de que nuestras peores aprensiones acerca de sus intenciones son ciertas. Al llegar a ese punto le quedaría a cada cual decidir si es éste el hombre que desea seguir.

Sin embargo, todo esto, si acaso ocurre efectivamente, pertenece a un futuro próximo; debemos esperar a ver si es que Jorge Bergoglio tiene o no las agallas para llevar a puerto el plan de los revolucionarios. Personalmente, yo apuesto a que sí las tiene. Narcisistas de su calibre pocas veces se retractan, incluso por móviles estratégicos. Por el momento, sin embargo, tendremos que sufrir su malicia y su atrevimiento al rechazar responder a la dubia y continuar sus ataques a través de sus allegados.

Nos ha traído hasta el borde mismo del precipicio con una campaña, meticulosamente orquestada, de insinuaciones y ambigüedades, de avances y retrocesos, de declaraciones que apenas eluden la herejía denunciable, de ofuscaciones, de deflexiones y mentiras patentes. Sus peores atrocidades —particularmente sus blasfemias— han sido introducidas «extraoficialmente» en comentarios hechos «de improviso» en homilías, pláticas a algún auditorio o en sus famosas entrevistas, siempre matizadas con un guiño y un codazo. Continúa, hasta ayer mismo, practicando su comprobada estrategia de permitir a sus subalternos colegir las conclusiones pertinentes de sus ambigüedades, como si fuesen un grupo de sacerdotes interpretando el oráculo de Delfos.

Esto, por supuesto, también indica que el balón se encuentra otra vez en manos de los cuatro cardenales; al resto de nosotros no nos queda más que meter otra tanda de palomitas de maíz en el horno de microondas. Preparen los rosarios señoras y señores que esto va para largo.

Hillary White

martes, 28 de marzo de 2017

IDEOLOGÍA DE GÉNERO: EXISTE Y ES ESTO


A pesar de los intentos de ocultar la existencia de una ideología estructurada que impulsan grupos de presión bien organizados, con respaldo público, la verdad se impone. 

El Observatorio de Bioética de la Universidad Católica de Valencia junto a otras entidades como Federación Católica de Asociaciones de Padres de Alumnos, Colegios Diocesanos, Escuelas Católicas y otras instituciones, ha editado un vídeo dirigido a valorar la transexualidad y más específicamente la Ley que la Comunidad Valenciana está elaborando para imponer esa ideología.

Duración 4:34 minutos

lunes, 27 de marzo de 2017

Ni muros ni puentes para los migrantes, sino puertas. Para abrir y para cerrar, con discernimiento (Sandro Magister)


> Todos los artículos de Settimo Cielo en español

"Es la tragedia más grande después de la segunda guerra mundial": el papa Francisco definió de este modo hace pocos días el fenómeno de las migraciones, el cual está muy presente en su corazón y sobre el cual interviene sin cesar.

El recibimiento es su dogma, aunque en proporción a las "capacidades" de cada país de "integrar" a los recién llegados. Y "no muros sino puentes" es la consigna que repite con frecuencia, como advertencia a la Iglesia y a los Estados.

¿Pero cuánto vale esta imagen, también sugestiva? El monje Giulio Meiattini, de la Orden de san Benito, sostiene que otra imagen, la de la puerta, sería más apropiada, para expresar mejor qué es lo que hay que hacer con los migrantes.

Publicó sus reflexiones en el último número de la revista "La Scala", una publicación trimestral de espiritualidad de la Abadía de la Virgen de la Escalera, en Noci, a la que pertenece.

Dom Meiattini es también docente en la Facultad de Teología de Puglia y en el Pontificio Ateneo San Anselmo, de Roma. De él los lectores de Settimo Cielo recuerdan el análisis crítico del primero de los cuatro postulados en los que el papa Francisco dice inspirarse, aquél según el cual "el tiempo es superior al espacio":

> También Bergoglio tiene sus principios no negociables

Aquí a continuación presentamos un extracto de su artículo en "La Scala", que es tres veces más amplio.

*

¡NOS SIRVEN LAS PUERTAS! A PROPÓSITO DEL RECIBIMIENTO


1. Una alternativa falsa

Ahora es un estribillo: “¡No muros, sino puentes!”. Como eslogan suena bien y expresa con eficacia una sana reacción a instintos excesivos de defensa que corren el riesgo de enmascarar egoísmos e indiferencia. Pero mi impresión es que pasar de los “muros” a los “puentes” es querer evitar un exceso cayendo en otro.

Para habitar el mundo, el hombre ha sentido la necesidad primaria de tener una “casa”. Ahora bien, la casa está hecha de muros, pero al mismo tiempo de puertas. Se puede salir y entrar por la puerta. Es por la puerta que el extraño o el huésped pueden transitar, cuando lo piden y se les concede el permiso, o se los invita acogiéndolos. En una casa, la puerta es el símbolo de la discreción, en consecuencia, del discernimiento, en el estilo de la acogida. Hay un tiempo para abrir y un tiempo para cerrar, podríamos decir parafraseando el libro bíblico del Qohelet.

2. La puerta y las paredes

Por su naturaleza, la puerta remite a una separación de espacios diferentes. El primer delimitador y creador de límites, es bueno recordarlo, ha sido Dios mismo, en la obra de la creación. Dios separa la luz de las tinieblas, el cielo de la tierra, la tierra de las aguas (Gn 1, 4-8). Esto gesto signa el pasaje del caos al cosmos, del desorden a la proporción y a la belleza: “Y Dios vio que era bueno/bello” (Gn 1, 10 y ss.).

Pero al mismo tiempo Dios garantiza la unidad y la comunicación entre estos grandes ámbitos, sin que por eso se ponga en discusión la distinción. Entre el cielo y la tierra Dios construye pasajes (la escalera de Jacob: Gn 28, 12; o bien la puerta que se abre en el cielo para dejar pasar al vidente del Apocalipsis: Ap 4, 1), hasta hacer de su Hijo el reconciliador de los seres que están en el cielo y de los que están en la tierra (Col 1, 20).

En consecuencia, no hay puerta sin muro, no hay acceso sin obstáculo. La acción divina muestra que se vive sólo en el alternarse de unidad y distinción, de diferencias que no se pueden suprimir y comunicación virtuosa. Si el muro representa la necesidad de articulación y distinción, la puerta recuerda y realiza el vínculo entre el adentro y el afuera, entre lo mío y lo tuyo, entre esto y aquello. El muro sin puerta es la escisión, la apertura sin muro que limite es el caos. Cada recibimiento necesita de este arte del “distinguir para unir”, que corresponde al principio fundamental de la cristología del Concilio de Calcedonia. El acogimiento recíproco entre la humanidad y la divinidad de Jesús es un indicador importante de método para toda otra forma de acogimiento.

3. El más acá y el más allá

Olvidar que existen puertas custodiadas y para custodiar, y que a su vez custodian, es anular las identidades. Toda persona que se acerca a la “casa” de los demás debe ser avisado por las puertas que está entrando en un mundo que no es suyo sino de otros, en un lugar ya habitado, no en una tierra de nadie. Por eso, cruzar un umbral exige una transformación, y también la produce. No nos comportamos de la misma manera en cualquier lugar. La puerta exige cambiar el comportamiento, invita a una conversión para respetar a los habitantes de esa casa. Si esto falta, falta una de las condiciones esenciales del acogimiento: el respeto. Todo aquél que desde afuera entra en una casa atravesando la puerta debe adecuarse a las costumbres de esa casa. La gentileza de quien abre la puerta exige, de la otra parte, el respeto por parte del que llama.

4. Puerta abierta, puerta cerrada

Hay también un cerrar la puerta que indica el recibimiento pleno: acontece cuando, después de haber hecho ingresar al recién llegado, se cierra la puerta a sus espaldas, haciéndolo entrar en nuestro mundo, en vez de tenerlo en pie frente a la puerta de casa.

La alternancia de apertura y cierre nos remite una vez más a la puerta por antonomasia, que es Jesucristo. También él es apertura al Padre e ingreso al Reino, posibilidad del infinito ofrecida al hombre. Pero es también puerta que al final, para algunos, se cierra inexorablemente: “Y mientras que ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban apercibidas, entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta. Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: 'Señor, Señor, ábrenos'. Pero él respondió diciendo: 'En verdad os digo que no os conozco'” (Mt 25, 10-12).

El recibimiento sano no puede prescindir de este ritmo, de este discernimiento entre el cerrar y el abrir. Absolutizar uno de los dos gestos significa no tener una visión adecuada y correcta de recibimiento, tanto en las relaciones personales como en las relaciones entre pueblos y culturas.

5. La posibilidad y la necesidad


Entre estos dos extremos, posibilidad y necesidad, se plantea la libertad humana. Podríamos decir que posibilidad y necesidad son las jambas y la libertad es el dintel que se apoya sobre ellas.

La primera jamba, la de la posibilidad, dice: “puedes pasar por aquí”. Pero la otra jamba habla de otra manera. La puerta diseñada dentro del muro obliga a pasar por allí y no por otras partes, y exige obediencia. La puerta es ley, es "nomos". Ella dice: “debes entrar por aquí”.

Precisamente en cuanto posibilidad y conjuntamente obediencia, la puerta refleja la paradoja de la amplitud y del límite de la libertad humana. Sobre todo expresa el aspecto comunitario de la libertad. Una puerta es un pasaje compartido, a través del cual cada uno acepta pasar junto a los otros. Es ley común, un pacto implícito. Una vez construida una casa y fijada la puerta, cada pasaje legítimo se producirá por allí. Hay un acuerdo de hecho, un sometimiento a la norma común. “El que sube por otra parte es un ladrón o un salteador” (Jn 10, 1).

También para todo aquél que traspasa nuestras fronteras debe valer este principio: “Recuerda que aquí hay leyes, hay una historia y una tradición que las ha forjado; tú debes pasar por ellas, si quieres disfrutar también de las posibilidades que nuestra casa común te concede; ¡tú debes dar gracias por esto!”. No se pasa por cualquier parte ni como se quiere. Esto vale para los habitantes de la casa, vale también entonces para los huéspedes que aspiran a tornarse más familiares. En esencia, éste es el gran problema de la integración. Demasiado descuido de parte nuestra no nos beneficiará, ni a nosotros ni a quien llega.

6. Ni puentes ni muros...

Ahora dejemos los eslogans, tan fáciles cuanto pobres y gastados. No podemos tranquilizarnos o engañarnos diciendo que son suficientes los puentes. Sin quitar nada a esta bella imagen, se puede pensar que los seres humanos, después de haber transitado, tienen necesidad de moradas y de casas en las que habitar.

Y la vida de una casa se mantiene sobre equilibrios y alianzas, normas y lenguajes comunes. Nuestros países europeos, sometidos a desafíos demográficos e inmigratorios excepcionales, no pueden banalizar con fórmulas simplificatorias – de derecha o de izquierda – el sentido del recogimiento y su política. 


Es cómodo y simplista el muro, y banal y demagógico el puente
Es discreta y compleja, matizada e inteligente, la espiritualidad de la puerta.

Giulio Meiattini, OSB

sábado, 25 de marzo de 2017

Aclarando ideas (II): Concilio Vaticano II y Modernismo [Froilán Aulé]


El Concilio Vaticano II ha sido el primer Concilio no dogmático de la historia de la Iglesia. Se autodefinió como pastoral y por eso no hay pronunciamientos dogmáticos vinculantes ni anatemas. Es también por primera vez donde se habla de necesidad de diálogo con el mundo y se lo promueve.


Por lo tanto -no siendo un Concilio dogmático- en línea de principio cualquier documento, siendo el Concilio de índole pastoral, es susceptible de crítica e incluso de eventual revisión


En tal sentido no han faltado críticas -y algunas serias- contra algunos documentos como la declaración Nostra Aetate sobre la relación de nuestra Iglesia con las demás religiones y el decreto Unitatis Redintegratio que se refiere al ecumenismo, es decir a la relación de la Iglesia Católica con los otros cristianos. 

Pero también se han criticado ciertos puntos de Lumen Gentium, que es Constitución Dogmática, uno de ellos el 8 donde dice que la única Iglesia de Cristo "subsiste en" la Iglesia Católica. En las discusiones internas se había propuesto "es", que era el modo correcto de manifestar la verdad, pero luego optaron por un vago "subsiste en". Quizás eso aparezca como un punto menor, pero no lo es porque supone una cesión en la verdad para no afectar a otros. 

Sin embargo, las críticas más fuertes son a los otros anteriores documentos y a Gaudium et Spes, precisamente Constitución pastoral. Se la definió como el Anti Syllabus


Se recuerda que el Syllabus fue lanzado por el Beato Papa Pío IX ante distintas herejías que venían de las corrientes modernistas y que allí fueron condenadas. Posteriormente el Papa san Pío X escribió la Encíclica Pascendi Dominici Gregis, la que sigue siendo, pese a los años, muy pero muy actual y que, por eso , deberíamos leer. 

El mismo san Pío X definió al modernismo como el compendio de todas las herejías. Denunciaba entonces que el enemigo no había que buscarlo fuera sino dentro de la misma Iglesia



Algunos errores modernistas de ayer y de hoy



-Es muy recomendable leer los errores modernistas condenados por San Pío X en el decreto "Lamentabili sine exitu". Recomendable porque muchas de esas herejías se toman hoy por válidas y hasta se enseñan en Universidades Pontificas. (Nihil novum sub sole: nada hay nuevo bajo el sol).



El decreto es de 1907 y entre muchas proposiciones condenadas están las siguientes:



(n. 21) "La Revelación, que constituye el objeto de la fe católica, no quedó cerrada con los Apóstoles" 



(n. 29) "Se puede admitir que el Cristo que nos muestra la historia es muy inferior al Cristo que es objeto de la fe" 

- La primera es la que ahora sostienen los progresistas cuando afirman que hay una evolución del dogma en cuanto a comprensión siendo lo fijado susceptible de ser cambiado de acuerdo al actual entendimiento y circunstancia.

- En cuanto a la segunda proposición condenada que compara como si fueran dos sujetos diferentes un Cristo histórico con lo que de él se enseña como objeto de fe, tal herejía ha sido superada hoy en radicalidad por los a sí mismos llamados "exegetas", muy renombrados ellos y profesores de Biblia en seminarios y universidades

A las conjeturas elevadas por estos personajes a categoría de verdades, salió al encuentro el Papa Benedicto XVI con su libro "Jesús de Nazaret" mostrando que el "Jesús de la historia" es el mismo que "el Cristo de la fe"


Los racionalistas modernistas dicen, en cambio, que poco podemos saber del verdadero Jesús de la historia porque - sostienen- los Evangelios son muy tardíos y producto de la elaboración de comunidades, las que han dado origen al Cristo de la fe. En pocas palabras, todo un invento. Como se comprenderá, siendo esto lo que se enseña en muchos seminarios y hasta universidades pontificias, se necesita una fe madura para no sucumbir y caer si no en la incredulidad al menos en el escepticismo.

El efecto que tiene todo el modernismo es devastador porque lleva al colapso de la fe. Este junto con la liturgia que fuera reformada después del Concilio son los elementos que más han contribuido a la apostasía general.

- Otras proposiciones condenadas fueron:

(n. 36) "La Resurrección del Salvador no es propiamente un hecho histórico, sino de orden meramente sobrenatural, ni demostrado ni demostrable, que la conciencia cristiana fue poco a poco derivando a partir de otros hechos" 

[La diferencia es que ahora son más contundentes que hace 100 años en negar la Resurrección como hecho histórico]

(n. 58) "La verdad no es más inmutable que el hombre mismo, ya que, con él, por él y en él evoluciona"

(n.59) "Cristo no enseñó un determinado cuerpo de doctrina aplicable en todo tiempo y a todos los hombres, sino que más bien inició un movimiento religioso adaptado o adaptable a los diversos tiempos y lugares

Pero ¿qué es en definitiva el modernismo?


- San Pío X lo llama la síntesis o el compendio de todas las herejías donde se encuentran la filosofía naturalista, el inmanentismo y el racionalismo, que se manifiestan en la devaluación de los sacramentos hasta su desacralización y en la negación de toda sobrenaturalidad (por lo tanto, de los milagros, de la Resurrección de Cristo, de la divinidad de Cristo, de la virginidad perpetua de María). Y si a veces no lo dicen con todas las letras lo ponen de tal modo que la deducción es inmediata. Todo lleva a negar la autenticidad y fidelidad de los Evangelios y de los dogmas.

- Es también indiferentismo religioso por el que todas las religiones son equivalentes y todas válidos caminos de salvación.

- Es negación del primado del Papa y, en cambio, necesidad de sinodalidad y de democracia.

- Es negación de la Iglesia Católica Apostólica como la única y verdadera Iglesia de Cristo.

- Es equiparación del sacerdocio ministerial con el bautismal.

- Es libre examen interpretativo de las Escrituras, o sea, rechazo del Magisterio, así como otras herejías protestantes que se derivan.

Continuará

jueves, 23 de marzo de 2017

IDEOLOGÍA DE GÉNERO en colegios públicos


Un colegio madrileño llevó a representantes del colectivo transexual a transmitir a los niños los dogmas fundamentales de la ideología de género. Este vídeo recoge algunas grabaciones de la conferencia posterior impartida a los padres de alumnos, y las precisiones de Julián Lozano, sacerdote de la diócesis de Getafe (Madrid, España).[Publicado el 13 dic. 2016]

Duración 3:54 minutos