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sábado, 21 de mayo de 2016

La Amoris Laetitia interpretada por el propio Francisco (8 de 9)



Cardenal Schönborn

      "El discernimiento debe ayudar a encontrar los posibles caminos de respuesta a Dios y de crecimiento en medio de los límites. Por creer que todo es blanco o negro a veces cerramos el camino de la gracia y del crecimiento, y desalentamos caminos de santificación que dan gloria a Dios” (AL 305)

[Cuando el Papa dice "en medio de los límites" yo debo de sobreentender que está hablando en cristiano y que, por lo tanto, tal discernimiento se debe realizar teniendo siempre presente la Palabra de Dios. Porque así es: el verdadero discernimiento debe de hacerse a la luz de las palabras de Jesucristo, el fundador de la Iglesia, Aquel que es la Verdad y que dijo, sin lugar a otras posibles interpretaciones: “El que se casa con otra adultera” (Lc 16, 18). En este caso concreto, y como siempre que habla Jesús, el sí es sí y el no es no. Como cuando dice: "El que no está conmigo está contra Mí" (Mt 12, 30). Conviene, por nuestro propio bien, no olvidar estas ideas evangélicas ... pues también "se cierran estos caminos de la gracia y del crecimiento" si el discernimiento no se realiza según Dios. ... El discernir bien no puede oponerse nunca a la palabra de Dios ... Y quien así discierne no es un corazón cerrado ni un fariseo, sino más bien lo contrario]

El Papa Francisco nos recuerda una frase importante que había escrito en Evangelii Gaudium 44: “un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades” (AL 305). 

[¿Qué significa la vida "exteriormente" correcta? ¿Otra vez damos por sentado que quien actúa bien lo hace sólo de cara a los demás y no de cara a Dios? Por otra parte, ¿es que existe alguien cuya vida transcurra sin enfrentar importantes dificultades? "La vida del hombre sobre la tierra es milicia" (Job 7, 1). 

Todas las personas, hombres y mujeres, atraviesan por dificultades "importantes" a lo largo de toda su vida y, en particular, de su vida matrimonial. ¿Aquellos que permanecen fieles en su matrimonio viven una vida sólo exteriormente correcta? ¿Su lucha es sólo "aparente" y, por lo tanto, insincera y menos grata a Dios? ¿Cómo se pueden hacer esas afirmaciones a la ligera, sin tener ninguna base para hablar de ese modo? 

Por otra parte, parece que los que son infieles a su cónyuge, lo hacen porque no tienen más remedio; y aparecen como víctimas, como los únicos con verdaderos problemas y necesitados de ayuda ... aunque una ayuda que, a mi entender, sólo admiten si se les dice que deben discernir "en conciencia" su actuación. El buen pastor tiene la obligación de hacerles ver que están en pecado mortal y que deben hacer todo lo posible por salir de esa situación, por doloroso que pueda ser. La auténtica ayuda no debe de ocultar la verdad. Si tal hiciera no se les estaría ayudando, por mucho que se hable de misericordia y de comprensión. No hay tal. 

Puesto que están actuando objetivamente mal ante Dios, la ayuda pasa, antes de nada, por hacerles ver que eso es así, abriéndoles los ojos a la verdad. Que intenten reavivar el primer amor de su único matrimonio válido, que es el primero. Y, en todo caso, si la convivencia con el verdadero cónyuge (que, como digo, es el primero) es imposible, por las razones que sean (razones reales), ayudarles a que mantengan una vida de oración y de relación con Dios, hacerles ver que no están solos y que, posiblemente, tengan que renunciar a vivir en la misma casa que el segundo "cónyuge" (que no es tal) si, haciéndolo, eso les llevara a mantener relaciones sexuales con él, puesto que estarían cometiendo un pecado de adulterio. 

Los mandamientos de la Ley de Dios no han cambiado. Y de su cumplimiento depende nuestra felicidad, aunque tal cumplimiento sea costoso. Dios ayuda siempre a quien tiene buena voluntad. Recordemos lo que decía el apóstol Pablo a los corintios: "Fiel es Dios que no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas; antes bien, con la tentación os dará también el modo de poder soportarla con éxito" (1 Cor 10,13). Sobre las tendencias desordenadas y la lucha personal tengo escritos dos artículos en mi otro blog. Pueden leerse haciendo clic aquí y aquí.


 Quien actúa bien no es porque todo le salga a pedir de boca y porque no tenga dificultades en su matrimonio. No conozco ningún caso de matrimonios que no tengan algún tipo de problemas -y no necesariamente sencillos- pero no todos se hacen las víctimas. Lo que no se puede hacer es legalizar como bueno lo que es intrínsecamente malo, con la excusa de que los matrimonios en los que los cónyuges son fieles es una situación deseable e ideal, pero que no todos son capaces de ello. Admitir esa posibilidad equivale a admitir que Dios pide cosas imposibles. Ya hemos visto que no es así (1 Cor 10, 13).

Y hay más: si se da pie para ello, que es lo que está ocurriendo con la AL (de ahí tanto revuelo) ... aunque fuese un solo caso, por mucho discernimiento que queramos ponerle a la situación, lo cierto y verdad es que se abría abierto la puerta para que el número de divorciados vueltos a casar aumentase de modo estrepitoso. Esa es la lógica que se ha seguido en el caso del aborto. Hay un video del padre Santiago Martín que habla precisamente de la comparación entre aborto y comunión de divorciados vueltos a casar. 



Y más aún: admitida una sola situación "irregular" ¿qué inconveniente habría en admitir cualquier otra? Es simple lógica y simple sentido común, que hoy brilla por su ausencia. Y, por desgracia, eso es lo que se desprende de esas palabras de Schönborn (¡perdón, del papa Francisco!) en su AL 305. De hecho, al día siguiente de salir públicamente la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia, que fue el 8 de abril (aunque está rubricada el 19 de marzo), el Presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas abrió la mano estrepitosamente ordenando ya dar la comunión a todos los adúlteros, como ejercicio de misericordia, sin que Francisco lo amonestase por ello, en absoluto.

Por cierto, el cardenal Marx (le cuadra bien el nombre) dice que los obispos alemanes harán lo que les dé la gana, independientemente de las conclusiones sinodales. Esto fue previo a la exhortación AL ... aunque, por otra parte, según tengo entendido, aunque no recuerdo dónde lo leí, es algo que ya vienen haciendo durante bastante tiempo.

Yo les recordaría a estos señores obispos que meditaran las siguientes palabras del profeta Isaías: "¡Ay de los que llaman al mal bien y al bien mal, de los que ponen tinieblas por luz y luz por tinieblas, de los que cambian lo amargo en dulce y lo dulce en amargo!" (Is 5, 20)]

En el sentido de esta “via caritatis” (AL 306) el Papa afirma, de manera humilde y simple, en una nota (351), que se puede dar también la ayuda de los sacramentos “en ciertos casos”

[Bueno, puestos a reflejarlo todo, saquemos a relucir lo que acababa de decir el Papa justamente en el punto anterior (AL 305) y que el cardenal Schönborn no ha mencionado en su presentación. Dice asÍ:

A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situación objetiva de pecado —que no sea subjetivamente culpable o que no lo sea de modo pleno— se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia.  

Y a renglón seguido, la nota 351, ya aludida, que comienza diciendo que, efectivamente, "en ciertos casos", podría darse también la ayuda de los sacramentos

Dos tremendos disparates, al menos, pueden observarse, a primera vista, que se oponen directamente a la Doctrina Perenne de la Iglesia: Primero que se puede estar en gracia de Dios en medio de una situación objetiva de pecado (de la que se es consciente; AL, 301). Segundo: Que el sujeto en cuestión, en estado de pecado, pueda recibir el sacramento de la Eucaristía, sin haber pasado previamente por la Confesión de los pecados, con el correspondiente propósito de cambio, olvidando la Palabra de Dios: "Quien come y bebe, sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11, 29). O también: "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor, indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor" (1 Cor 11, 27). El fondo del problema se encuentra en que ya no se cree en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Ésa es la razón por la que están ocurriendo hoy tantas cosas que, en sus buenos tiempos, jamás se habrían permitido en la Iglesia Católica. 



Continuará

jueves, 19 de mayo de 2016

La Amoris Laetitia interpretada por el propio Francisco (7 de 9)


Cardenal Schönborn

El Papa Francisco hace explícitamente suyas las declaraciones que ambos Sínodos le han presentado: “los Padres sinodales alcanzaron un consenso general, que sostengo” (AL 297). En lo que respecta a los divorciados vueltos a casar con rito civil él sostiene: “Acojo las consideraciones de muchos Padres sinodales, quienes quisieron expresar que (…) la lógica de la integración es la clave de su acompañamiento pastoral (…) Ellos no sólo no tienen que sentirse excomulgados 

[¡Jamás lo han estado. Esto es algo que sabe todo cristiano que tenga un mínimo de formación! ]

sino que pueden vivir y madurar como miembros vivos de la Iglesia sintiéndola como una madre que les acoge siempre” (AL 299).

 [Es cierto que son miembros de la Iglesia; no están separados del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia ... pero no son miembros vivos, sino miembros muertos, al no encontrarse en estado de gracia santificante; este matiz no se tiene en cuenta. Y es esencial. Por supuesto que hay que integrarlos, pero en esa lógica de la integración, de la que habla Schönborn (o Francisco, que viene a ser lo mismo) debe de insistirse con fuerza que de lo que se trata es de INTEGRARLOS en CRISTO ... ¡O no hay tal integración! 

La ambigüedad del lenguaje es muy peligrosa. Jesucristo no actuaba así. Él sí era auténticamente sencillo y llamaba a las cosas por su nombre. Y éste fue uno de los mandatos dados a sus discípulos, cuando les enseñaba cómo debían de comportarse: "Sea vuestra palabra: 'Sí, sí' ; 'No, no'. Lo que pasa de esto, del Maligno procede" (Mt 5, 37). Jesús no puede ser más claro ... pero, ¿es eso lo que encontramos en gran parte de la Jerarquía de la Iglesia? ... Y la respuesta, por desgracia, es negativa. La exhortación AL es un monumento a la ambigüedad y hace mucho uso del lenguaje modernista ... ese que usan tanto los políticos. A Jesús se le entendía. Podrías seguirle o no, pero su Mensaje era de una claridad meridiana. Sin embargo, la AL no es inteligible, de modo inequívoco ... De serlo no tendría necesidad de interpretaciones. Esto es obvio. Pero veamos lo que nos sigue diciendo el cardenal Schönborn:]

Pero ¿qué significa esto concretamente? Muchos se hacen, con razón, esta pregunta. Las respuesta decisivas se encuentran en Amoris Laetitia 300. Éstas ofrecen ciertamente todavía materia para ulteriores discusiones. Pero éstas son también una importante aclaración y una indicación para el camino a seguir:

“Si se tiene en cuenta la innumerable variedad de situaciones concretas (…) puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos”. Muchos se esperaban tal norma. Quedarán desilusionados. ¿Qué es posible? El Papa lo dice con toda claridad: “Sólo cabe un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares”Y de cómo puede y debe ser este discernimiento personal y pastoral es el tema de la entera sección de Amoris Laetitia 300-312Ya en el Sínodo del 2015, en el apéndice a los enunciados del círculus germánicus fue propuesto un “Itinerarium” del discernimiento, del examen de conciencia que el Papa Francisco hizo suyo.

“Se trata de un itinerario de acompañamiento y de discernimiento que orienta a estos fieles a la toma de conciencia de su situación ante Dios”. Pero el Papa Francisco recuerda también que “este discernimiento no podrá jamás prescindir de las exigencias de verdad y de caridad del Evangelio propuesto por la Iglesia” (AL 300).

[Exigencias de caridad y de verdad. Así es. Pero deben de darse AMBAS. Imposible una caridad verdadera que engañe al otro y le haga daño. El secreto está en aunar la verdad y la caridad. Esta idea proviene de san Pablo o sea, de la Biblia, o sea, es palabra de Dios y tiene al Espíritu Santo como autor: "Para que viviendo la verdad con caridad, crezcamos, por medio de todo, en Aquél que es la Cabeza, Cristo" (Ef 4, 15)]

El Papa Francisco menciona dos posiciones erróneasUna es aquella del rigorismo“un pastor no puede sentirse satisfecho sólo aplicando leyes morales a quienes viven en situaciones «irregulares», como si fueran piedras que se lanzan sobre la vida de las personas. Es el caso de los corazones cerrados, que a menudo se esconden aún detrás de las enseñanzas de la Iglesia” (AL 305). Por otra parte la Iglesia no debe absolutamente “renunciar a proponer el ideal pleno del matrimonio, el proyecto de Dios en toda su grandeza” (AL 307).

[No vamos a tocar de nuevo este tema tan manido de los corazones cerrados y de los fundamentalistas y de los que tienen cara de pepinillo avinagrado, etc ... , a quienes se refiere el Papa aludiendo a los que viven según la Tradición de la Iglesia y siendo fieles al mensaje de Jesucristo, sin tener que ser unos hipócritas por esa razón. No creo que sea bueno, sino injusto, el juzgar sobre las intenciones de los demás ... y, además, presuponiendo, de entrada, que son malas: Si ni siquiera juzga acerca de los homosexuales diciendo: "¿Quién soy yo para juzgar?" ... pues con mucha menos razón debería de juzgar, como así lo hace, a aquellos hijos suyos, cuyo único "pecado" es intentar vivir como católicos, con plena fidelidad a la Iglesia de siempre ... ¡máxime cuando esa acusación y ese juicio hacen referencia a las intenciones del corazón de las personas, las cuales sólo por Dios son conocidas ... Y, sin embargo, en el caso de la homosexualidad, estamos hablando de hechos que son objetivamente malos y que están condenados, de modo expreso, por Dios, en la Santa Biblia. Ahí sí que tiene la obligación de juzgar, como Pastor, comprendiendo la debilidad de las personas, pero odiando el pecado que tanto daño les hace: ¡Qué oportunidad para recordarles que son está bien lo que hacen, pero que, si se arrepienten, Dios que es rico en misericordia, los va a perdonar, pues no está deseando otra cosa, dado el inmenso amor que les tiene. Pero, en fin ... Eso es lo que tenemos, lo cual no nos debe de quitar nunca nuestra capacidad de razonar conforme a la verdad de las cosas. Qué bien lo expresa el apóstol san Pablo, cuando exhorta a los corintios, en su segunda carta, diciéndoles: " ... que obréis el bien, aun cuando nosotros fuéramos dignos de reprobación. Pues no podemos nada contra la verdad, sino en favor de la verdad" (2 Cor 13, 7b-8)]

Nos hacemos naturalmente la pregunta: ¿qué dice el Papa respecto del acceso a los sacramentos de las personas que viven en situaciones “irregulares”Ya el Papa Benedicto había dicho que no existen “simples recetas” (AL 298, NOTA 333). El Papa Francisco vuelve a recordar la necesidad de discernir bien las situaciones, siguiendo la línea de la Familiaris consortio (84) de san Juan Pablo II (AL 298). 

[Por su interés reproduzco aquí el contenido del número 84 de la Familiaris Consorcio de Juan Pablo II, a la que se hace referencia en la AL aunque, de este modo, aumente el número de artículos que estoy dedicando a esta presentación de Schönborn. Pienso que merece la pena y que está justificado]


e) Divorciados casados de nuevo

84. La experiencia diaria enseña, por desgracia, que quien ha recurrido al divorcio tiene normalmente la intención de pasar a una nueva unión, obviamente sin el rito religioso católico. Tratándose de una plaga que, como otras, invade cada vez más ampliamente incluso los ambientes católicos, el problema debe afrontarse con atención improrrogable. 

Los Padres Sinodales lo han estudiado expresamente. La Iglesia, en efecto, instituida para conducir a la salvación a todos los hombres, sobre todo a los bautizados, no puede abandonar a sí mismos a quienes —unidos ya con el vínculo matrimonial sacramental— han intentado pasar a nuevas nupcias. Por lo tanto procurará infatigablemente poner a su disposición los medios de salvación.

Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones. En efecto, hay diferencia entre los que sinceramente se han esforzado por salvar el primer matrimonio y han sido abandonados del todo injustamente y los que, por culpa grave, han destruido un matrimonio canónicamente válido. Finalmente están los que han contraído una segunda unión en vista a la educación de los hijos y, a veces, están subjetivamente seguros -en conciencia- de que el precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido.

En unión con el Sínodo exhorto vivamente a los pastores y a toda la comunidad de los fieles para que ayuden a los divorciados, procurando con solícita caridad que no se consideren separados de la Iglesia [¡Observemos que Juan Pablo II no dice que tales católicos estén excomulgados! ] pudiendo y aun debiendo, en cuanto bautizados, participar en su vida. Se les exhorte a escuchar la Palabra de Dios, a frecuentar el sacrificio de la Misa, a perseverar en la oración, a incrementar las obras de caridad y las iniciativas de la comunidad en favor de la justicia, a educar a los hijos en la fe cristiana, a cultivar el espíritu y las obras de penitencia para implorar de este modo, día a día, la gracia de Dios. La Iglesia rece por ellos, los anime, se presente como madre misericordiosa y así los sostenga en la fe y en la esperanza.

La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura, reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía

Hay además otro motivo pastoral: si se admitiera a estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. 

Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos»

Del mismo modo el respeto debido al sacramento del matrimonio, a los mismos esposos y sus familiares, así como a la comunidad de los fieles, prohíbe a todo pastor —por cualquier motivo o pretexto incluso pastoral— efectuar ceremonias de cualquier tipo para los divorciados que vuelven a casarse. En efecto, tales ceremonias podrían dar la impresión de que se celebran nuevas nupcias sacramentalmente válidas y, como consecuencia, inducirían a error sobre la indisolubilidad del matrimonio válidamente contraído.

Actuando de este modo, la Iglesia profesa la propia fidelidad a Cristo y a su verdad; al mismo tiempo se comporta con espíritu materno hacia estos hijos suyos, especialmente hacia aquellos que inculpablemente han sido abandonados por su cónyuge legítimo. La Iglesia está firmemente convencida de que también quienes se han alejado del mandato del Señor y viven en tal situación pueden obtener de Dios la gracia de la conversión y de la salvación si perseveran en la oración, en la penitencia y en la caridad.

[Por idéntica razón, incluyo también la referencia que se hace al cardenal Ratzinger, el anterior papa Benedicto XVI, en la visita pastoral que hizo a la archidiócesis de Milán, en Junio de 2012. Hay que fijarse en la última pregunta (la número 5), que es la que le hace la familia Araujo, una familia brasileña de Porto Alegre. Ésta fue la respuesta que dio Benedicto XVI a la pregunta que le formularon]:


En realidad, este problema de los divorciados y vueltos a casar es una de las grandes penas de la Iglesia de hoy. Y no tenemos recetas sencillas. El sufrimiento es grande y podemos sólo animar a las parroquias, a cada uno individualmente, a que ayuden a estas personas a soportar el dolor de este divorcio.

Diría que, naturalmente, sería muy importante la prevención, es decir, que se profundizara desde el inicio del enamoramiento hasta llegar a una decisión profunda, madura; y también el acompañamiento durante el matrimonio, para que las familias nunca estén solas sino que estén realmente acompañadas en su camino.



Y luego, por lo que se refiere a estas personas, debemos decir – como usted ha hecho notar – que la Iglesia los ama, y ellos deben ver y sentir este amor. Me parece una gran tarea de una parroquia, de una comunidad católica, el hacer realmente lo posible para que sientan que son amados, aceptados, que no están «fuera» aunque no puedan recibir la absolución y la Eucaristía: deben ver que aun así viven plenamente en la Iglesia.


A lo mejor, si no es posible la absolución en la Confesión, es muy importante sin embargo un contacto permanente con un sacerdote, con un director espiritual, para que puedan ver que son acompañados, guiados. Además, es muy valioso que sientan que la Eucaristía es verdadera y participada si realmente entran en comunión con el Cuerpo de Cristo. Aun sin la recepción «corporal» del sacramento, podemos estar espiritualmente unidos a Cristo en su Cuerpo. Y hacer entender que esto es importante.

Que encuentren realmente la posibilidad de vivir una vida de fe, con la Palabra de Dios, con la comunión de la Iglesia y puedan ver que su sufrimiento es un don para la Iglesia, porque sirve así a todos para defender también la estabilidad del amor, del matrimonio; y que este sufrimiento no es sólo un tormento físico y psicológico, sino que también es un sufrir en la comunidad de la Iglesia por los grandes valores de nuestra fe. 

Pienso que su sufrimiento, si se acepta de verdad interiormente, es un don para la Iglesia. Deben saber que precisamente de esa manera sirven a la Iglesia, están en el corazón de la Iglesia


Continuará

La Amoris Laetitia interpretada por el propio Francisco (6 de 9)


Cardenal Schönborn

Debo todavía recordar que el Papa Francisco ha definido como centrales los capítulos 4 y 5 (“los dos capítulos centrales”), no solamente en sentido geográfico, sino por su contenido: “no podremos alentar un camino de fidelidad y de entrega recíproca si no estimulamos el crecimiento, la consolidación y la profundización del amor conyugal y familiar” (AL 89). Estos dos capítulos centrales de Amoris Laetitia serán probablemente saltados por muchos para arribar inmediatamente a las “papas calientes”, a los puntos críticos. De experto pedagogo  [ ¿? ] el Papa Francisco sabe bien que nada atrae y motiva tan fuertemente como la experiencia positiva del amor. “Hablar del amor” (AL 89) –esto procura claramente una gran alegría al Papa Francisco, y él habla del amor con gran vivacidad, comprensibilidad, empatíaEl cuarto capítulo es un amplio comentario al Himno de la caridad del capítulo trece de la primera carta a los Corintios. Recomiendo a todos la meditación de estas páginas. Ellas nos animan a creer en el amor (cfr. 1 Juan 4,16) y a tener confianza en su fuerza. 

Es aquí que “crecer”otra palabra clave del Amoris Laetitia, tiene su sede principal: en ningún otro lugar se manifiesta tan claramente como en el amor, que se trata de un proceso dinámico en el cual el amor puede crecer, pero también puede enfriarse. Puedo solamente invitar a leer y gustar este delicioso capítulo. Es importante notar un aspecto: el Papa Francisco habla aquí con una claridad rara, del rol que también las pasiones, las emociones, el eros, la sexualidad tienen en la vida matrimonial y familiar. No es casual que el Papa Francisco cite aquí de modo particular a Santo Tomas de Aquino que atribuye a las pasiones un rol muy importante, mientras que la moral moderna, a menudo puritana, las ha desacreditado o descuidado.[No está bien atribuir a Santo Tomás de Aquino algo que él no ha dicho. Cuando uno se remite a una cita, dicha cita debe darse completa y estar de verdad relacionada con la situación concreta a la que se está refiriendo. Copio a continuación un párrafo del padre Iraburu, de Infocatólica, de un artículo que escribió el 8 de abril de este año y a cuyo contenido completo  puede accederse pinchando aquí:

"Invocar la enseñanza de Santo Tomás sobre las virtudes eventualmente no-operativas, con el fin de atenuar o eximir de culpa a las parejas «irregulares» que no logran salir de su situación objetivamente pecaminosa –adúlteros crónicos, uniones homosexuales, etc.– es un error. La doctrina de Santo Tomás, que es la católica, exime de culpa a quien no puede ejercitar cierta virtud en las obras buenas que son su objeto propio, debido a impedimentos externos a su voluntad. Pero el texto aducido en la Exhortación se refiere a situaciones «irregulares», en las que la persona se ejercita pertinazmente en obras malas –adulterio, unión homosexual, etc.–."]


Es aquí que el título de la Exhortación del Papa encuentra su plena expresión: ¡Amoris laetitia! Aquí se entiende cómo es posible llegar “a descubrir el valor y la riqueza del matrimonio” (AL 205)Pero aquí se hace también dolorosamente visible cuánto mal hacen las heridas de amor. Cómo son lacerantes las experiencias de fracaso de las relacionesPor esto no me maravilla que sea, sobre todo, el octavo capítulo el que llama la atención y el interésDe hecho la cuestión de cómo la Iglesia trate estas heridas, de cómo trate los fracasos del amor se ha vuelto para muchos una cuestión-test para entender si la Iglesia es verdaderamente el lugar en el cual se puede experimentar la misericordia de Dios.

[Ciertamente esas heridas de "amor" hacen daño, pero el verdadero daño se debe al hecho de que estas personas están en una situación de pecado (llámese adulterio, en este caso) y el pecado es el auténtico mal y la causa más profunda de todos los males. Si el sujeto que sufre es bien aconsejado, aunque su dolor no va a desaparecer por ello, tendrá, al menos, un sentido, pues unido al sufrimiento de Cristo tiene un valor redentor. Y es muy posible que llegue a darse cuenta, entonces, que eso es, precisamente, lo que Dios le está pidiendo, en su situación; y que, con su dolor, unido al de Cristo, se purifica su amor y Dios es glorificado en él. Es posible que llegue a convencerse de que sólo acatando la voluntad de Dios podrá alcanzar la máxima libertad posible en esta vida; no como la entiende el mundo sino como la entiende Dios: una libertad que va unida necesariamente al amor a la verdad: "La verdad os hará libres" (Jn 8, 31). En cambio, "todo el que comete pecado es esclavo del pecado" (Jn 8, 34). No estaría de más el recordarles esa máxima, ya olvidada, pero que aún sigue teniendo vigencia, tal vez hoy más que nunca. Y es que "es preferible morir antes que pecar". Dios se lo hará ver si se lo piden con fe ... Mientras tanto, que tengan paciencia. Si proceden así se salvarán, según las palabras de nuestro Señor: "Por la paciencia salvaréis vuestras almas" (Lc 21, 19). ¡Qué importante es tener un buen consejero, que no sólo te acompañe, sino que te diga la verdad! ] 


Este capítulo debe mucho al intenso trabajo de los dos Sínodos, a las amplias discusiones en la opinión pública y eclesial. Aquí se manifiesta la fecundidad del modo de proceder del Papa Francisco [¡pelotillero!]. Él deseaba expresamente una discusión abierta sobre el acompañamiento pastoral de situaciones complejas y ha podido ampliamente fundarse sobre los textos que los dos Sínodos le han presentado [¡Habría mucho que decir acerca de esto, pero entonces no terminaría nunca este comentario!]  para mostrar cómo se puede “acompañar, discernir e integrar la fragilidad” (AL 291).

["Acompañar, discernir, integrar": tal es la regla a seguir, según la AL, ... , y está bien ... pero hay que entender bien cada una de esas palabras, siempre desde la óptica cristiana de la vida; de lo contrario, no se le haría un bien a la persona que sufre. Esto de acompañar, discernir e integrar es algo que siempre lo han hecho los buenos pastores: no es nada que el papa Francisco se haya inventado. El problema reside en el concepto de integración ... pues no se trata de integrar a cualquier precio, sino de integrar, siempre que la persona en cuestión reconozca su situación  "irregular"  como verdaderamente "irregular", es decir, como pecaminosa. Debe ser escuchada y comprendida, pero debe de estar dispuesta a escuchar la verdad cristiana íntegra, sabiendo que no todo está perdido. Ahora bien:  los consejos, el acompañamiento y el discernimiento deben de ser siempre a la Luz de la Palabra de Dios, rectamente interpretada por el Magisterio de la Iglesia de siempre.


Este matiz es muy importante, pero no aparece por ninguna parte en esta presentación de la AL por el cardenal Schönborn, lo cual la hace confusa, en el mejor de los casos. Y es que, ya desde el principio, "irregulares" y "regulares" han sido colocados todos en el mismo saco. Aunque claro está: el cardenal Schönborn no puede inventarse nada que no esté reflejado en la AL y debe de ser un fiel intérprete de Francisco, a quien tanto admira. 
Recordemos la respuesta de Francisco cuando le preguntaron si la AL había introducido algún cambio con relación a los divorciados vueltos a casar: Yo podría decir «sí», y punto. Pero sería una respuesta demasiado pequeña. Les recomiendo a todos leer la presentación que ha hecho el Cardenal Schönborn, que es un gran teólogo. Él es miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe y conoce bien la doctrina de la Iglesia. En esa presentación hallará la respuesta a su pregunta. ¡Gracias!]
Continuará

La Amoris Laetitia interpretada por el propio Francisco (5 de 9)




El siguiente párrafo de Amoris laetitia recalca las líneas directrices de esa "conversión pastoral":

“Durante mucho tiempo creímos que con sólo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticasy morales, sin motivar la apertura a la gracia, ya sosteníamos suficientemente a las familias, consolidábamos el vínculo de los esposos y llenábamos de sentido sus vidas compartidas. Tenemos dificultad para presentar al matrimonio más como un camino dinámico de desarrollo y realización que como un peso a soportar toda la vida. También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles, que muchas veces responden lo mejor posible al Evangelio en medio de sus límites y pueden desarrollar su propio discernimiento ante situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas. (AL 37).

[El propio discernimiento ha de ser un recto discernimientoNo se puede discernir bien sino en base a unos principios que se dan como ciertos e indiscutibles. Un cristiano toma como punto de apoyo la Palabra de Dios ... y es a la luz de esa Palabra como debe discernir su conducta, bien aconsejado por sus pastores quienes, lógicamente, no deben sustituir su conciencia, pero sí iluminarla para que su decisión esté en conformidad con la verdad. Si se le engaña, mediante un concepto falso de la misericordia de Dios, se le hace un grave daño al penitente. Y quien así actúe tendrá que dar cuenta de ello ante Dios, Supremo Juez, en quien la Verdad y la Misericordia se aúnan y se confunden con Él mismo, dada la simplicidad de su Ser]

El Papa Francisco habla de una profunda confianza en los corazones y en la nostalgia de los seres humanos. Se percibe aquí la gran tradición educacional de la Compañía de Jesús a la responsabilidad personal. Habla de dos peligros contrarios : El "laissez-faire" y la obsesión de querer controlar y dominar todo Por un lado es cierto que " la familia no puede renunciar a ser lugar de sostén, de acompañamiento, de guía … Siempre hace falta una vigilancia. El abandono nunca es sano”(AL 260).

Pero la vigilancia puede volverse también exagerada: “Pero la obsesión no es educativa, y no se puede tener un control de todas las situaciones por las que podría llegar a pasar un hijo (…) Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, sólo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos. Lo que interesa, sobre todo, es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía”(AL 261). 

Encuentro muy iluminante poner en conexión este pensamiento sobre la educación con aquellos relacionados con la praxis pastoral de la Iglesia. De hecho, en este sentido, el Papa Francisco habla muy seguido de la confianza en la conciencia de los fieles: “Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas” (AL 37)

La gran cuestión obviamente es ésta: ¿cómo se forma la conciencia?, ¿cómo llegar a aquello que es el concepto clave de todo este gran documento, la clave para comprender correctamente la intención del Papa Francisco, que es “el discernimiento personal”, sobre todo en situaciones difíciles, complejas?

[La formación de la conciencia es un tema fundamental. Existe el peligro, que viene de la llamada moral autónoma de KANT, de que cada uno se forme su propia conciencia, según los criterios que él mismo considere que son los correctos. Y digo peligro porque la referencia que toma KANT en su filosofía idealista no es Dios, no es lo que Dios piensa, no es lo que a Dios le parece, sino que es el pensamiento de cada hombre, lo que a cada hombre le parece. La conciencia sería así relativa sólo a cada persona. Y toda acción ejecutada "según conciencia" se consideraría justa ... lo que, como la experiencia ha demostrado a lo largo de la historia, es un enorme dislate. Cada cual tiene "su verdad".

No existe una verdad absoluta. No existe "la verdad". Todas estas filosofías de tipo idealista (desde Kant hasta Hegel, prácticamente ... añadiendo las filosofías de tinte modernista que rigen hoy el mundo) son la causa (aunque no la causa última, que es el pecado) de la mayoría de los males que acosan hoy a la humanidad y que hace que la relaciones humanas se deterioren ... porque son filosofías que lo centran todo en el propio "yo egoísta" y en las que el verdadero amor está ausente, siendo así que es precisamente el amor la auténtica realidad de la vida, ese amor que se identifica con Dios mismo y que es el que nos proporciona el verdadero sentido y la verdad de la vida.

De ahí que sea necesaria la formación de la conciencia, pues ésta debe de estar regida por la verdad y no por las apetencias personales que, además, son cambiantes y, básicamente, egoístas. La verdad, como sabemos, proviene de Dios y se identifica con Dios, tal y como dijo Jesús, hablando de Sí mismo: "Yo soy la Verdad" (Jn 14, 6). Y Jesucristo es verdadero Dios: "Por Él fueron hechas todas las cosas y sin Él no se ha hecho nada de cuanto ha sido hecho" (Jn 1, 3). ¿Quien puede conocer mejor cómo son las cosas que Aquel que las ha creado, incluido el propio hombre? 

El hombre discierne bien en tanto en cuanto discierne conforme al pensamiento de Dios. El hombre es tanto más él mismo en la medida en la que conforma su mente y su vida al verdadero y único Dios, revelado en Jesucristo. En esa misma medida ve las cosas tal y como realmente son, es decir, tal como Dios las ve y se encuentra así en las óptimas condiciones para un recto discernimiento, que es aquel del que hablaba San Ignacio de Loyola].

El discernimiento es un concepto central de los ejercicios ignacianos. Estos, de hecho, deben ayudar a discernir la voluntad de Dios en las situaciones concretas de la vida. Es el discernimiento el que hace de la persona una personalidad madura, y el camino cristiano quiere ser de ayuda al logro de esta madurez personal, “no para formar autómatas condicionados del externo, telecomandados, sino personas maduras en la amistad con Cristo. Solo allí donde ha madurado este "discernimiento” personal" es también posible alcanzar un "discernimiento pastoral", el cual es importante sobre todo ante “situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone” (AL 6)De este “discernimiento pastoral” habla el octavo capítulo, un capítulo probablemente de gran interés para la opinión pública eclesial, pero también para los medios.

[En esas situaciones, que no responden a lo que el Señor nos propone, en las que se encuentran muchas personas, es ciertamente importante el discernimiento. Éste les debe de servir para diferenciar la verdad de la mentira, aunque el reconocimiento de la verdad conlleve determinado tipo de sufrimientos que preferirían evitar; sin embargo, esos sufrimientos, unidos al sufrimiento de Jesucristo, son purificadores ... y les conducirán, más bien pronto que tarde, a recuperar la paz que han perdido por haberse alejado de Dios. Nunca un correcto discernimiento puede llevar al alejamiento de Dios. Y si ese alejamiento ocurre es que la persona en cuestión ha optado por la mentira ... pero eso no le va a devolver la paz, por más consejeros y acompañantes que estén a su lado. Es preferible estar condicionado externamente por Dios que estar condicionado internamente por su "fuero interior" o su "conciencia", si éstos se oponen a la voluntad de Dios].

Continuará

miércoles, 18 de mayo de 2016

La Amoris Laetitia interpretada por el propio Francisco (4 de 9)


Cardenal Schönborn


Obviamente, este principio continuo de "inclusión" preocupa a algunos. ¿No se habla aquí a favor del relativismo? ¿No se convierte en permisivismo la tan evocada misericordia? ¿ Se ha acabado la claridad de los límites que no se deben superar, de las situaciones que objetivamente se definen como irregulares, pecaminosas? Esta exhortación ¿no favorece una cierta laxitud, un "anything goes"? ¿La misericordia propia de Jesús ¿no es, a menudo, en cambio, una misericordia severa, exigente? Para aclarar esto el Papa Francisco no deja duda alguna sobre sus intenciones y nuestra tarea:

"Los cristianos no podemos renunciar a proponer el matrimonio con el fin de no contradecir la sensibilidad actual, para estar a la moda, o por sentimientos de inferioridad frente al descalabro moral y humano. Estaríamos privando al mundo de los valores que podemos y debemos aportar. Es verdad que no tiene sentido quedarnos en una denuncia retórica de los males actuales, como si con eso pudiéramos cambiar algo. Tampoco sirve pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad. Nos cabe un esfuerzo más responsable y generoso, que consiste en presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia, de manera que las personas estén mejor dispuestas a responder a la gracia que Dios les ofrece” (AL 35)

El Papa Francisco está convencido de que la visión cristiana del matrimonio y de la familia tiene, también hoy en día, una fuerza de atracción inmutable. Pero exige "una saludable reacción autocrítica": "Tenemos que ser humildes y realistas para reconocer que, a veces, nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos (AL 36). " Hemos presentado un ideal teológico del matrimonio demasiado abstracto, casi artificiosamente construido, lejano de la situación concreta y de las posibilidades efectivas de las familias reales. Esta idealización excesiva, sobre todo cuando no hemos despertado la confianza en la gracia, no ha hecho que el matrimonio sea más deseable y atractivo, sino todo lo contrario” (AL 36)


[Que se hayan dado casos en que eso sea así es lógico. Aunque la Iglesia es Santa (así lo proclamamos en el Credo, como dogma de Fe) sin embargo está compuesta por personas humanas, cuya naturaleza está herida por el pecado de origen ... y, en ese sentido, se puede decir que es también pecadora en alguno de sus miembros. Lo que no se puede ni se debe hacer es generalizar. Si la Iglesia ha salido adelante a lo largo de dos mil años es porque ha contado con muy buenos y excelentes pastores, que han sabido querer y aconsejar bien a sus ovejas, las que les habían sido encomendadas por Dios; y no han adulterado ni escondido la Palabra divina, ni se han avergonzado de Jesucristo. No se trata de "idealizar", en el sentido peyorativo de esta palabra, como algo inalcanzable, la realidad de la indisolubilidad del matrimonio. Dios no pide imposibles. Y siempre concede su gracia si se tienen buenas disposiciones y se ponen los medios que Él ha dispuesto para que podamos vencer las tentaciones. 

Si los preceptos de Dios no pudieran ser cumplidos, Dios no sería, entonces, justo, ni tendría corazón. Esto no es así, puesto que "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8). Eso sí: con nuestras solas fuerzas no podríamos cumplirlos. Pensar de esa manera nos convertiría en pelagianos (herejes). "Sin Mí nada podéis hacer" (Jn 15, 5), decía Jesús. Sin su gracia estamos perdidos, pero esta gracia Dios no se la niega a nadie que acuda a Él y se la pida, con un corazón contrito y humillado. Dios se enternece cuando reconocemos nuestros pecados e imploramos su perdón, pues no desea otra cosa que nuestro bien, nuestro verdadero bien, que no siempre coincide con la idea de bien que nosotros nos fabricamos con demasiada frecuencia. Por decirlo de alguna manera, "a Dios se le cae la baba por nosotros" (por cada uno) porque nos quiere infinitamente ... y desea nuestra salvación y nuestro bien mucho más que nosotros mismos, aunque no seamos del todo conscientes de esta realidad]

Permítanme relatarles una experiencia de Sínodo de octubre pasado: Que yo sepa, dos de los trece "circuli minores" comenzaron su trabajo haciendo que cada participante contase su propia situación familiar. Pronto se descubrió que casi todos los obispos o los otros participantes del “circulus minor" enfrentaban, en sus familias, los temas, las preocupaciones, las "irregularidades" de las cuales nosotros, en el Sínodo, habíamos hablado de forma algo abstracta. El Papa Francisco nos invita a hablar de nuestras familias "tal cual son".Y ahora, lo magnífico del camino sinodal y de su proseguimiento con el Papa Francisco: Este sobrio realismo sobre las familias "tal cual son" ¡no nos aleja para nada del ideal!. Por el contrario: el Papa Francisco consigue con el trabajo de ambos Sínodos situar a las familias en una perspectiva positiva, profundamente rica de esperanzas. Pero esta perspectiva alentadora sobre las familias exige esa "conversión pastoral" de la que hablaba Evangelii gaudium de una manera tan emocionante

[Sigo pensando en Schönborn, con todos mis respetos, como un "pelotas", un pelotillero de Francisco, para quien todo cuanto dice es positivo y motivo de emoción y de alegría y no sé cuantas cosas más. Por supuesto que hay que conocer y hablar de las familias "tal cual son", pero no para justificar su conducta, si ésta es errónea, pues entonces los hechos se convertirían en ley, aunque fuesen hechos reprobables: se sustituiría la ley de Dios por las ocurrencias de los hombres, lo cual no va a justificar ni a sanar a esas familias, a las que se les estaría conduciendo por un mal camino, aquel que lleva a la perdición. Hay que ser más cauto al hablar de temas tan serios, porque está en juego la felicidad presente y futura de estas personas]

Continuará

Entre grave y ridículo: Diaconisas permanentes (Denzinger- Bergoglio)



Parodia con moraleja

Nota del Denzinger—Bergoglio:

Recibimos de un lector la siguiente colaboración. Si bien no encaja en los estilos de nuestro trabajo, le damos acogida porque, en medio del tono cómico de esta composición, su autor deja traslucir, con inteligencia, una inquietud, llamémosla duda, que compartimos plenamente. Al confrontar diversos documentos, palabras y gestos de Francisco, incluso entre los cuales encontramos, a veces, flagrantes contradicciones, el observador imparcial se pregunta muchas veces ¿cuál es el factor que da cohesión a todo esto? Muchas veces lo encontraremos en la intención inconfesada, pero supuesta, con un cierto margen de seguridad, al aplicar la vieja máxima… Qui prodest? ¿A quién o a qué objetivos favorece todo esto? El lector responda … Dicho esto, lean las siguientes líneas sin acritud y apenas como una leve distracción en medio de los trágicos días que vivimos y saquen la moraleja. [Original aquí]


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0:30, Casa Santa Marta, Suite 202

[¡Toc, toc!]

— ¿Quién es?

— Santo Padre, soy yo, Fidelio.

— Estoy descansando ya … ¡Ya te he dicho mil veces que no me llames santo!

— Era apenas para avisarle que el trabajo que pidió sobre las diaconisas ya está listo. Se lo paso por debajo de la puerta.

[Francisco no aguanta la curiosidad. Enciende la luz, abre la puerta y hace señal a Fidelio de que entre]

— Mejor léeme eso. ¿Cómo lo hicieron tan rápido? ¡Qué veloces, las monjitas!

— Es que ya estaba listo desde 2001. Las monjas sólo juntaron algunas cosas de la Comisión Teológica Internacional y una entrevista del Cardenal Müller.

— Ché… ¡el pesado ése! ¿Qué dice en esas páginas?

— Bueno, esto creo que no le va a gustar. Comienza por decir que Juan Pablo II, en la «Ordinatio sacerdotalis» de 1994, dice clarito y declarado que «la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia»

— Síiiiii, flacooo, pero noooo, qué tonto sos, Fidelio. ¿Quién dice que estamos levantando ya el tema de la ordenación sacerdotal femenina?

— Sí, sí… pero es que aquí hay otro papel, de la Comisión Teológica Internacional: «Diaconado: Evolución y perspectivas», del año 2002. Dice así: «las diaconisas de las que se hace mención en la Tradición de la Iglesia antigua —según lo que sugieren el rito de institución y las funciones ejercidas— no son pura y simplemente asimilables a los diáconos». Y, además, que «la unidad del sacramento del Orden está fuertemente subrayada por la Tradición; corresponderá al ministerio de discernimiento que el Señor ha establecido en su Iglesia pronunciarse con autoridad sobre la cuestión»

— ¡Exacto Fidelio, exacto! ¿Sabés qué es eso del discernimiento? ¡Soy SHYYYYOOOO! Lo mismo con todos los que se oponían a abrir la comunión a los recasados ... Le preguntás a todos, dejás que todos hablen y después ¡ponés lo que yo digo y listo! Eso es el discernimiento.

— ¡Qué buena su infalibilidad, Santo Padre!

— ¡Fidelio, que me enfermás! No me repitas lo de santo padre. Y además, eso de la infalibilidad también tenemos que verlo. Ya le dije al Hans Kung, que es un graaaande, que lo revise, eso. Cuando lo tenga listo ya veremos cómo hacer con esa también. Además, vós no entendés nada, Fidelio. Primero se hace un discernimiento, después se habla de “espacios abiertos”, son esos espacios donde no cayó el martillazo de Juan Pablo, y ya está la brecha abierta. Por ahí entramos ... y verás cómo, después de un documento con un par de notitas de pie de página, las ordenamos a las diaconisas, todas. Cheee, va a ser re-fácil arreglar las cosas con nuestros hermanos separados. ¡Y listo! Camino abierto para hacer una sola religión. ¿Te imaginás la fiesta? ¡La mayor de todas las fiestas! Y ni te digo quién va a ser el Sumo Pontífice de esa religión … Vamos a ver si hasta el año que viene … corriendo un poquito ... porque con esta salud y estos achaques … no sé hasta dónde llego pero, por lo menos, hago lo que tenía que hacer.

— Pero Santo Padre, el problema es que el cardenal Müller dio una entrevista al periódico alemán «Die Tagespost» contando las conclusiones que le fueron entregadas al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que era Ratzinger. Eso ya está circulando por todos lados. Era 2001. En la asamblea anual de la Congregación trataron justamente del diaconado.

— ¿Y?

— Müller explica que el diaconado no es un sacramento aparte, sino que participa del único sacramento del orden y por eso al tratar específicamente del diaconado de las mujeres muestra que nunca se dieron casos de ordenación de mujeres. El periodista le pregunta directamente si no se puede separar entonces el diaconado de las mujeres del sacerdocio femenino y él le responde: «¡No! Por razón de la unidad del sacramento del Orden, que ha sido subrayada en las deliberaciones de la Comisión Teológica, no se puede medir con diferente rasero. Sería entonces una verdadera discriminación de la mujer si se la considerara apta para el diaconado, pero no para el presbiterado o el episcopado. Se rompería de raíz la unidad del sacramento si al diaconado, como ministerio del servicio, se opusiera el presbiterado, como ministerio del gobierno ... y de ello se dedujera que la mujer tiene, a diferencia del varón, una mayor afinidad para servir, y por ello sería apta para el diaconado pero no para el presbiterado».

— ¡Pará, pará! ¡Vós querés darme insomnio, Fidelio! ¿Sabés que horas son? Yo de esas teologías y distinciones no entiendo, y menos de noche. Pero eso se arregla. ¿Qué más?

— Ya termino, Santo Padre. Pero es que la cosa se pone peor. Le pregunta el periodista qué pasaría si un obispo válidamente ordenado, fuera de la comunión de la Iglesia, ordena a una mujer como diaconisa. Mire lo que le responde: «De modo invisible, es decir, ante Dios, no sucede nada, pues tal ordenación es inválida. Visiblemente, es decir, en la Iglesia, sí sucede algo, pues un obispo católico que lleva a cabo una ordenación irregular incurre en la pena de excomunión».

— Fidelioooo, ¡vós sós un anticuado! Eso de excomunión no existe más. ¿Hay alguna otra cosa importante?

— No piense que se acabó, todavía falta lo peor. El periodista le pregunta redondamente si un Papa en el futuro podría decidir que las mujeres recibieran el diaconado.

— ¿Qué le responde?

— Le leo: «El Papa, al contrario de lo que piensan muchos, no es el dueño de la Iglesia o el soberano absoluto de su doctrina. A él sólo le está confiada la tutela de la Revelación y de su interpretación auténtica. Teniendo en consideración la fe de la Iglesia, que se expresa en su práctica dogmática y litúrgica, es del todo imposible que el Papa intervenga en la sustancia de los sacramentos, a la que pertenece de modo esencial la cuestión del sujeto receptor legítimo del sacramento del Orden».

— ¡¡¡¿Pero adónde fueron estas monjas a buscar todo eso, flaco?!!!

— Bueno ... es que, en realidad, está circulando por todos lados.

— ¡Pará, pará! ... que cuando querés te ponés pesado que no te gana ni el San Lorenzo, Fidelio. Sós un anacrónico, vós.

— Anacrónico Ud., Santo Padre.

— ¡¿Cómo?!

— Es lo que dice el cardenal Müller: «El restablecimiento del antiguo ministerio de las diaconisas sería únicamente un anacronismo divertido».

— Si es que shyooo te digo que no entendés nada ... Aquí está el secreto. Mirá … yo hago una declaración, y hablo sobre el ministerio de las diaconisas, que era una cosa muy linda, que valoriza el papel de las mujeres en la Iglesia, que la Iglesia es mujer, que Dios es padre y madre … Digo así, una montaña de cosas ¿viste? Al día siguiente, jajjaja, yo ya sé lo que va a pasar, Fidelio. Los medios de comunicación del mundo entero dirán que estoy queriendo ordenar diaconisas. Pero yo … yo no soy boludo. Quien lea mis palabras, verá que no dije nada … ¡anacronismo divertido! Sí, sí … va a ser divertido. Pero el tema ya está lanzado, flaco. Esto hay que hacerlo despacito … Mirá, con la comunión a los divorciados fue igual: dijimos de todo en ese documento, tan grande, que no se lo lee nadie pero, en una notita de pie de página, abrimos la puerta. Yo no dije en ningún momento que estaba autorizada, jeje. Y ¿viste? ¡Al día siguiente los obispos ya estaban dándole la comunión a todos los pibes!

— Bueno, pero qué bien hace todo Ud., Santo Padre. Pero mire lo que añade Müller: «Por el contrario, el Concilio ha marcado las directrices del futuro de la colaboración de los laicos en el capítulo 4 de la Constitución Lumen Gentium, por desgracia poco estudiado».

— ¿Y qué querés,  Fidelio? ¿Que me ponga a estudiar teología a estas horas de la noche? Si ni de día conseguía yo estudiar esas cosas, cuando era joven. Ándate, le decís a las monjitas que están demasiado dogmáticas, yo ya sé lo que voy a hacer. ¡Nos vamos todos a dormir! ... Si consigo …

— Perdón, Santo Padre … que duerma bien

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martes, 17 de mayo de 2016

La Amoris Laetitia interpretada por el propio Francisco (3 de 9)


El cardenal Schönborn 

En Evangelii Gaudium el Papa Francisco decía que deberíamos quitarnos los zapatos ante la tierra sagrada del otro (EG 36). Esta actitud fundamental atraviesa la entera exhortación. Y es también la razón más profunda para las otras dos palabras clave: discernir y acompañar. Estas palabras no se aplican únicamente a las "situaciones llamadas irregulares" (Francisco hace hincapié en este ¡"las llamadas"!), sino que valen para todas las personas, para cada matrimonio, para cada familia. Todas, de hecho, están en camino, y todas necesitan "discernimiento" y "acompañamiento".

Mi gran alegría ante este documento reside en el hecho de que, coherentemente, supera la artificiosa, externa y neta división entre "regular" e "irregular" y pone a todos bajo la instancia común del Evangelio, siguiendo las palabras de San Pablo: "Pues Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos misericordia”.(Rom 11, 32).

[Ya he hablado en mi comentario anterior acerca de la natural división entre "regular" e "irregular", aunque tal división sea considerada por Schönborn -o sea, por Francisco- como artificiosa. Y cita la Biblia para más INRI. Esto me recuerda el episodio de las tentaciones de Jesús en el desierto, cómo el Diablo usaba las mismas palabras bíblicas para engañar a Jesús. Claro que Jesús le respondía con otras citas de la Biblia mucho más claras y explícitas: "No sólo de pan vive el hombre ..." (Mt 4, 4) "No tentarás al Señor tu Dios" (Mt 4, 7)... y a la última y definitiva cuando el Diablo le mostró todos los reinos del mundo y le ofreció todo el poder y la gloria de esos reinos, diciéndole que todo sería suyo si lo adoraba ... Jesús le respondió: "Apártate, Satanás, porque escrito está: 'Al Señor, tu Dios, adorarás; y a Él solo servirás' " (Mt 4,10). Para saber discernir el bien del mal es preciso estar muy unidos a Jesús. De no ser así seremos engañados culpablemente.

Transcribo, a continuación, un texto tomado del libro "La oración", del padre Alfonso Gálvez, pues considero que viene muy a cuento con estas reflexiones. Comienza citando uno de los textos más antiguos de la literatura cristiana, del Pastor de Hermas y luego lo comenta:

"Esos -me dijo- son creyentes; y el que está sentado en la silla es un falso profeta, que destruye la mente de los siervos de Dios; mas destruye la de los vacilantes, no la de los fieles verdaderos. Los vacilantes acuden a él como a un adivino, y le preguntan sobre lo que les va a suceder; y él, el falso profeta, como quien no tiene en sí pizca de fuerza de espíritu divino, les contesta conforme a las preguntas de ellos, según los deseos de su maldad, y llena sus almas a la medida de lo que ellos pretenden. Y es que, estando él vacío, vacuamente responde a gentes vacuas; porque, cualquier cosa que se le pregunta, responde conforme a la vacuidad de quien le pregunta. Sin embargo, no deja de decir algunas palabras verdaderas, pues el diablo le llena de su propio espíritu, a ver si logra así hacer pedazos a alguno de los justos".

El falso profeta, por lo tanto, aparece con aires doctrinales y de suficiencia, con doctrina propia, independiente y distinta de la del Magisterio de la Iglesia -está sentado en la silla-, y la destrucción que lleva a cabo de los siervos de Dios comienza siendo doctrinal.

Pero los fieles destruidos no son los fieles verdaderos sino los vacilantes; o aquellos que, en el fondo de su corazón, ya han hecho una opción contra Dios. Estos vacilantes, aunque ya han decidido a favor de su egoísmo, buscan, no obstante, una cierta seguridad, y por eso preguntan al falso profeta, como si fuera un oráculo. El cual les contesta según los deseos de su maldad y lo que ellos quieren oír, y no según la verdad.

Aunque no deje de decir también cosas verdaderas, en un entresijo de verdades a medias mezcladas con falsedades, con el fin de dar más apariencia de verdad a sus reclamos y engañar así mejor a unos y a otros.

Al verdadero creyente no le queda otra salida, ante todo esto, que la de la obediencia humilde a la verdadera Iglesia y la práctica de la oración].

Continuará