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jueves, 15 de octubre de 2015

La nueva Evangelización (3): ¿Nueva Iglesia o Iglesia "nueva"[1]?


Anteriormente hemos visto cómo el cristiano y, de modo muy especial, el sacerdote, debe de ser para los demás, "el buen olor de Cristo". Si un cristiano refleja, en su propia vida, la vida de su Maestro, no cabe la menor duda de que serán muchos los que serán atraídos y se convertirán. Eso es lo que el mundo de hoy necesita: cristianos que se tomen en serio su ser de cristianos. Si actuásemos conforme a lo que realmente somos -hijos de Dios en Jesucristo- Cristo se haría patente en este mundo, que tan necesitado está de buenos pastores; de esos pastores que "huelan" a Cristo y no que "huelan" a oveja. Es a esos a los que seguirán las ovejas, porque su voz no les sonará "extraña". Los cristianos estamos llamados a ser "fermento" en la masa.  

Según Bernanos, la alegría es el verdadero secreto del cristiano ... una alegría que proviene del contacto íntimo y sincero con el Señor. Y para eso no se requiere "armar lío" sino estar más tiempo en intimidad con el Señor en la oración, para conocerlo mejor; y, a ser posible, hacerlo junto al Sagrario, donde Él se encuentra con Presencia Real:  un tiempo dedicado a la lectura meditada de los Evangelios y del Nuevo Testamento, que nos conducirá a querer al Señor de verdad, pues es ahí donde se encuentra su Palabra; y donde se encuentra Él mismo, realmente presente en la sagrada hostia. 


Tenemos todas las indicaciones de la Iglesia de casi dos mil años de historia (hasta el Concilio Vaticano II), es decir, tenemos el Magisterio de la Iglesia, que debemos de conocer para no incurrir en errores en nuestra lectura de los Evangelios: esto es lo que sucede en el caso de los protestantes, quienes interpretan los Evangelios a su manera, cada cual como mejor le parece, lo que no está en conformidad con el deseo del Señor: Él es la Verdad, y ésta no puede ser diferente para cada persona o no sería tal.


Por la gracia de Dios, que nunca apreciamos suficientemente, tenemos acceso a todo el tesoro de los Padres de la Iglesia así como a la recta interpretación de aquellos pasajes evangélicos controvertidos que pueden dar lugar a discusiones inútiles entre los cristianos ... y de ahí la necesidad -y la obligación- de conocer bien nuestra doctrina, la doctrina católica, la doctrina de siempre, aquella que sirve para todos los tiempos y para todos los lugares y culturas, manteniéndose siempre idéntica en lo esencial. Las palabras de Jesús son Espíritu y son Vida y siempre iluminan la mente y avivan el corazón para proceder como conviene; y para que no caigamos en el error ... y esto es así independientemente de la época en la que nos haya tocado vivir. Es preciso tener siempre "in mente" que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre" (Heb 13, 8)


Recordemos las palabras de Jesús: "Al ver a las muchedumbres, se llenó de compasión hacia ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas sin pastor" (Mt 9, 36).  Hoy, más aún que en tiempos de Jesús, la gente se encuentra también abatida, como "ovejas sin pastor", porque no reconoce en sus pastores a Jesucristo [al menos, no en todos ellos; hay que buscar con lupa para encontrar un pastor que sea, de verdad, un hombre de Dios ... pues eso es lo que las ovejas andan buscando en un pastor; y no otra cosa]. Lo que escuchan, sin embargo, son -con demasiada frecuencia- palabras meramente humanas ... y eso no les atrae. ¡No puede atraerles! 



Sólo la figura de Jesucristo, la verdadera, la de Jesucristo como verdadero Dios y como verdadero hombre, es atractiva en sí misma ... Por desgracia, se trata de una figura que en el mundo en el que vivimos se encuentra prácticamente desvanecida. Y esa es la razón por la que el mundo está triste, inconsciente -incluso- de su propia tristeza, lo que es aún más grave. ¡Qué pocos son los pastores que anuncian íntegramente el Evangelio de Jesucristo! Ciertamente que los hay, ..., o estaríamos perdidos del todo. Pero escasean ... y cada vez son menos. De ahí el mandato de Jesús a sus discípulos, al encontrarse con tanta gente necesitada ... ¡necesitada de la Palabra de Dios!: "La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Lc 10, 2) ... porque esos son los verdaderos y los auténticos pobres, aquellos de los que nadie se acuerda, aquellos que desfallecen y mueren porque les falta esa Palabra, que es Vida, que son las palabras de Jesucristo. La gente no conoce a Jesucristo ... y por eso languidece y muere: vacío y hastío de la vida no son sino síntomas cuya raíz se encuentra en el desconocimiento del amor de Dios manifestado en Jesucristo.

Recordemos a María Magdalena, de pie, llorando junto al sepulcro de Jesús, porque no se encontraba allí el cuerpo del Señor. Entonces un hombre le pregunto: "Mujer, ¿por qué lloras?. ¿A quién buscas?" (Jn 20, 15a). Ella no sabía que era Jesús quien le estaba hablando, aturullada como estaba; y pensando que era el hortelano, le dijo: "Señor, si te lo has llevado tú, dime dónde lo has puesto y yo lo recogeré" (Jn 20, 15b). 

Toda la tristeza de María desapareció en el preciso momento en el que oyó pronunciar su nombre por Jesús: "¡María!" (Jn 20, 16a). ¡El amor, la ternura, con la que Jesús pronunció su nombre, fue más que suficiente, pues inmediatamente María Magdalena "volviéndose, le dice, en hebreo, '¡Rabboni!', que quiere decir 'Maestro' " (Jn 20, 16b). Eso -y no otra cosa- es lo que necesita nuestro mundo para salvarse: el encuentro íntimo -de tú a tú- con el Señor. Y no hay otro camino: "Yo soy el Camino" (Jn 14, 6). La gente que no conoce al Señor - o se separa de Él - se sitúa, por lo tanto, fuera del Camino y anda extraviada y perdida, viviendo una vida carente de sentido.


Hoy estamos acusando fuertemente, en el seno de la misma Iglesia, los resultados nefastos a los que han conducido las famosas "razones pastorales"  de acercamiento al mundo que dieron lugar al Concilio Vaticano II, hace ya cincuenta años, un Concilio que fue definido por el papa Juan XXIII como meramente pastoral


Siendo esto así, no deja de ser curioso, sin embargo, el valor, fuera de lo normal, que gran número de eclesiásticos, en el seno de la Iglesia, le atribuyen ... hasta tal punto de que pareciera que dicho Concilio es el único que ha tenido la Iglesia en sus dos mil años de historia: veinte Concilios más lo preceden; y éstos sí que fueron todos dogmáticos. Esa idea de la pastoralidad, en sí misma, sin tocar la doctrina, es exclusiva del Concilio Vaticano II. Pero aquí debemos de estar muy atentos: ¿en realidad, de verdad, no se ha modificado ningún punto doctrinal? ¿Es cierto que la doctrina católica no ha cambiado en nada? ¿Se puede afirmar que la Iglesia preconciliar y la Iglesia postconciliar son la misma Iglesia ... y que no ha habido ningún tipo de cambios en lo doctrinal? 


Bueno, en teoría, tal vez sí. El anterior Papa -y hoy cardenal Ratzinger, aunque mal denominado papa emérito- hablaba de una hermenéutica de la continuidad. Pero de una continuidad que él mismo negó cuando era cardenal, antes de ser Papa, y que siendo Papa no desmintió, pues afirmó que la Constitución pastoral Gaudium et Spes sobre el mundo contemporáneo, que es el último de los documentos del Concilio Vaticano II,  es un auténtico Anti-Syllabus 


[Para que entendamos bien la gravedad de esa expresión, debemos de tener en cuenta que el Syllabus del papa Pío IX, redactado por el cardenal Antonelli, junto con la encíclica Quanta Cura, el 8 de diciembre de 1864, constituye un catálogo de los principales errores de aquella época, señalándose ochenta. Lo contrario de esos errores es la verdad católica. Y todos ellos fueron definidos también como tales errores, graves errores, en el Concilio Vaticano I; no de un modo meramente pastoral, sino dogmático. Siendo eso así su negación supone incurrir en herejía, ya que la Iglesia en su conjunto, con el Papa, a la cabeza, se ha definido sobre ellos con toda claridad. Sólo cabe el asentimiento a la Doctrina]


Y, sin embargo, esos errores condenados por el papa Pío IX corresponden, según el cardenal Ratzinger, a circunstancias históricas de aquellos tiempos que hoy han dejado de tener validez. Esto es historicismo puro. Pero entonces, ¿qué ocurre? ¿Estamos, entonces, en una Iglesia "nueva" que ya no es la misma de siempre? ¿Puede la Iglesia cambiar sus dogmas o, si se quiere, sus verdades fundamentales, admitidas a lo largo de toda su historia?. De ser así, ya no es una nueva Iglesia, adaptada a los tiempos, lo que tenemos ante nosotros... sino una Iglesia "nueva", en el sentido de diferente. Ya no estaríamos ante la Iglesia fundada por Jesucristo, sino ante una Iglesia racionalista, inventada por el hombre ... pero eso es otra cosa. 

Un vez realizada esa afirmación, de la que no se ha desmentido cuando era Papa, ¿cómo es posible afirmar que la Iglesia de hoy, la Iglesia postconciliar, es la misma que la Iglesia preconciliar? ... ¡Pero si se ha negado expresamente, al decir que la Gaudium et Spes es un contra-Syllabus! Dios nos pide que tengamos fe, pero no nos puede pedir que actuemos en contra de nuestra razón. No nos puede pedir que admitamos afirmaciones contradictorias. No nos puede pedir que digamos de algo que es negro y blanco al mismo tiempo. O es negro, o es blanco. No podemos negar, aunque queramos, el principio de no contradicción. Lo sobrenatural no anula lo natural, no es antinatural. La fe supone la razón y la perfecciona, pero no la destruye. 


Se nos quiere hacer creer que la Iglesia anterior al Concilio es la misma que la Iglesia posterior al Concilio, aunque todos los hechos indican que eso no es así. Si Jesucristo es la Verdad, la fidelidad a la verdadera Iglesia, a la Iglesia de siempre, pasa por la fidelidad a la verdad y a la razón. No se puede admitir lo que es irracional. Eso sí, dentro del máximo respeto y del cariño a la legítima Iglesia, aunque esta Iglesia se encuentre enferma, sobre todo en sus más altos grados de Jerarquía eclesiástica. Son éstos tiempos de prueba, pero la barca de Pedro no puede naufragar, a pesar de que todo parezca indicar lo contrario. 


Tal vez, un modo de explicarlo, para entenderlo, sería pensar en la trayectoria filosófica del cardenal Ratzinger: "Joseph Ratzinger es un pensador que depende por completo de los filósofos idealistas alemanes. Estudioso y entusiasta, desde sus años de Seminario, del agnosticismo de Kant (considerado el padre del modernismo), sufrió luego la influencia del idealismo de Husserl, del existencialismo de Heidegger, y de otros pensadores como Max Scheler (teoría de los valores, personalismo cristiano), Buber, etc. Aunque quizá habría que poner en primer lugar, dentro del terreno de las influencis, al historicismo de Dilthey, que ejerció un influjo capital en su pensamiento." (De la Gloria del Olivo (II), por el padre Alfonso Gálvez )

Es éste uno de los grandes males que afecta a la Iglesia de hoy: el historicismo (Dilthey), según el cual las verdades son relativas a las épocas. Y lo que en un determinado momento fue verdad en otro momento posterior deja de serlo; de modo tal que la verdad es una quimera. No tiene sentido hablar de verdad, puesto que dicha verdad es relativa al momento en el que ha sido pronunciada, pudiendo ser modificada en momentos posteriores; lo que valdría igualmente para todo lo dicho en el Concilio Vaticano II: dentro de unos años, lo que hoy se considerase "verdad", perdería toda validez ... y así indefinidamente: un relativismo absoluto, en el que la Palabra de Dios quedaría reducida a nada. Frente a esto están las palabras de Jesús: "El Cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). ¿A quién le hacemos caso?



(Continuará)

miércoles, 14 de octubre de 2015

Juzgar a un político es sencillo: ¿Respeta la libertad religiosa?



En el siguiente video, de 3:12 minutos de duración, de Eulogio López, el director de Hispanidad, se nos señala con claridad meridiana el punto clave en el que debemos de fijarnos a la hora de juzgar la honestidad de un político: se trata, simplemente, de preguntarnos si respeta o no la libertad religiosa; y, en concreto -no nos engañemos- la libertad de los católicos para profesar su fe sin coacciones de ninguna clase:



martes, 13 de octubre de 2015

Los más profundos, aunque desapercibidos, problemas del Sínodo (Juan Andrés de Jorge; Alfonso Gálvez)


En las dos últimas homilías del padre Alfonso Gálvez, que versan sobre la verdad acerca del Sínodo y acerca de una campaña, se aborda un aspecto del Sínodo que es esencial y que, sin embargo, está pasando desapercibido. El padre Juan Andrés de Jorge escribe un artículo en Adelante la Fe que viene a ser un resumen de esas charlas y que, dado su interés y su actualidad, coloco también en este blog. 


Dos charlas del Padre Gálvez sobre el Sínodo sobre la Familia que actualmente se celebra en Roma (links: aquí y aquí y), abordan la problemática que suscita del modo más profundo que he visto hasta el momento.
Conviene notar, a este respecto, que con frecuencia, los artículos críticos sobre la mencionada Asamblea episcopal se han dedicado o bien a la preocupación en relación al proceso que podríamos denominar “político eclesial’’ sobre su organización, manipulación más o menos abierta y dirección del mismo; o bien, desde el punto de vista teológico, a los problemas que se pueden suscitar en áreas fundamentales de nuestra fe. En particular:

- En la teología sacramental: sobre el matrimonio, la familia, los sacramentos, la eucaristía, reconciliación, etc.
- En sus consecuencias en la teología moral: admisión o no a la comunión de pecadores sin cambio de vida; aceptación de uniones irregulares, etc.
- En sus efectos eclesiológicos y canónicos: alcance de la infalibilidad pontificia, sinodalidad o primado, cambio de procesos canónico-matrimoniales, etc.

El Padre Gálvez en cambio, va a las raíces más profundas de lo que está en juego en este momento y que hace que, según sus palabras, nos encontremos ante la crisis más grave de toda la Historia de la Iglesia. El autor, reconociendo las críticas mencionadas, presenta -desde mi punto de vista- varios gravísimos aspectos sobre el Sínodo que suelen pasar desapercibidos ... que han sido cuidadosa e inteligentemente planeados y que constituyen su mayor peligro para el momento actual y futuro del Catolicismo. A saber:

- En el fondo se está llevando a cabo un ataque contra la Persona de Cristo, su divinidad y en suma, contra la realidad de Dios, cuyo ser y normas pueden ser discutidos o transformados al gusto del hombre. El hombre decide ignorar o manipular la realidad de Dios y de sus leyes.

- Estamos ante una manifestación muy clara del giro antropocéntrico de la llamada Nueva Iglesia, con olvido de teocentrismo: Dios y la Iglesia están al servicio del hombre y de sus deseos y pensamientos, y no al revés.


- Es la victoria de la teología y metodología Neo-Modernistas, asentadas sobre tres principios que acaban corrompiendo toda la fe católica (cfr. S. Pio X: el modernismo como compendio de todas las herejías). Y en particular:

· El principio del historicismo, según el cual, no hay verdades inmutables y eternas, sino que dependen del momento histórico en el que se piensan y viven. Lo que antes fue verdad, ahora puede no serlo, o tener otro alcance diferente según las circunstancias.

· El principio de las realidades de la vida como criterio teológico para interpretar la Palabra de Dios. En un proceso “inductivo’’ se parte de lo que el mundo y la sociedad vive o desea, para desde ahí adecuar —y en su caso cambiar— la fe y la moral católicas, rechazando el modo correcto de actuar de tipo “deductivo’’, que pone como premisa primera de todo razonamiento la Revelación y el Magisterio auténtico, para desde ahí enjuiciar el actuar del hombre y de la Sociedad.


. El uso inteligente de los silencios intencionados de algunos aspectos de la fe, unido a la ambigüedad de las declaraciones y formulaciones donde se evita con mucho cuidado afirmar claramente algo que suene a herejía pero que, debido a su falta de definición clara, puede llegar a ser interpretado en sentido heterodoxo en el futuro, constituyendo nuevas “bombas de relojería’’ para la teología católica, como ya ocurrió con algunas de las declaraciones del Concilio Vaticano II y documentos posteriores.

Padre Juan A. de Jorge García-Reyes

lunes, 12 de octubre de 2015

SÍNODO: AGUA Y ACEITE. OREMOS (Padre Iraburu)

Artículo, del padre Iraburu, tomado de Infocatólica.


ESCRITO POR EL PADRE IRABURU SOBRE SÍ MISMO

(Pamplona, 1935-), estudié en Salamanca y fuí ordenado sacerdote (Pamplona, 1963). Primeros ministerios pastorales en Talca, Chile (1964-1969). Doctorado en Roma (1972), enseñé Teología Espiritual en Burgos, en la Facultad de Teología (1973-2003), alternando la docencia con la predicación de retiros y ejercicios en España y en Hispanoamérica, sobre todo en Chile, México y Argentina.

Con el sacerdote José Rivera (+1991) escribí Espiritualidad católica, la actual Síntesis de espiritualidad católica. Con él y otros establecimos la Fundación GRATIS DATE (1988-). He colaborado con RADIO MARIA con los programas Liturgia de la semana, Dame de beber y Luz y tinieblas(2004-2009). Y aquí me tienen ahora con ustedes en este blog, Reforma o apostasía.

***

El agua y el aceite no se pueden unir. Pueden estar en un mismo vaso, pero por mucho que se agiten y remuevan no pueden fundirse en uno. Esto es algo que cualquiera lo sabe. El agua es más densa y se queda abajo, mientras que el aceite queda en la superficie. Ese modo de inconciliabilidad que se da en el mundo físico, se da también, y de forma mucho más radical, en el espiritual.

El principio de no contradicción expresa la imposibilidad de que sean verdaderas tanto la afirmación como la negación de una misma proposición, que es considerada en el mismo sentido. Esa ley lógica es congénita a la naturaleza intelectual humana. Sin ella se cae en el agnosticismo absoluto, el nihilismo intelectual, el culto al absurdo.

Entre los actuales Padres del Sínodo hay unos que creen en ciertas doctrinas de la Iglesia y hay otros que no creen, que las rechazan. «Unos creyeron lo que les decía [la Iglesia], otros rehusaron creer» (Hch 28,24). Pueden estar reunidos todos en una misma Sala, pero es imposible que estén de acuerdo. El principio de contradicción lo impide. Tampoco puede ser plena la unión-comunión entre personas que en graves cuestiones piensan de forma contraria. Ni es posible que caminen juntos (syn-odos) aquellos que quieren ir al norte con aquellos otros que quieren ir al sur.
* * *

En el Sínodo actual se reúnen discípulos de Cristo que piensan de modos contrarios en graves cuestiones. Unos creen verdadero y lícito aquello que otros creen falso e ilícito. No hay posibilidad alguna de acuerdo entre ellos. Por una parte, es impensable que discrepancias doctrinales graves, que ya duran medio siglo –algunas mucho más– puedan llegar a disiparse con varios cientos de intervenciones de tres minutos y unas cuantas conversaciones en los Círculos menores. Por otra parte, en varias cuestiones graves, discuten sobre temas indiscutibles, que ya han sido enseñados con clara firmeza por la doctrina de la Iglesia, y que durante veinte siglos se han profesado y practicado en Oriente y Occidente.

La anticoncepción. Unos Padres sinodales creen en la doctrina de la Iglesia, según la cual «la anticoncepción se ha de considerar objetivamente tan profundamente ilícita que jamás puede justificarse por razón ninguna» (Juan Pablo II, 17-9-83). Otros Padres sinodales, por el contrario, exigen que la Iglesia acepte como lícito el uso de la anticoncepción, al menos en ciertas circunstancias. Las dos doctrinas son absolutamente irreconciliables. No hay un tertium quid. Puede el Sínodo durar tres semanas o tres años. Una reconciliación, ni siquiera una aproximación, entre las dos posiciones mentales es imposible. Agua y aceite.

El divorcio y el adulterio. Los sinodales que aceptan la doctrina de la Iglesia saben que el matrimonio es indisoluble y que ninguna razón puede justificar «la ruptura del vínculo conyugal», el divorcio; y menos aún el establecimiento de una nueva unión conyugal, que sería adulterio. Palabra de Cristo. Pero otros padres piensan y dicen públicamente que, en ciertas circunstancias, aunque el primer matrimonio hubiera establecido realmente un vínculo indisoluble, en determinadas circunstancias, éste puede ser disuelto, haciendo lícitas unas segundas nupcias. Y algunos dicen más: éstas segundas nupcias en muchos casos habrán de ser mantenidas con fidelidad perseverante, y tenidas como un regalo del cielo, un camino idóneo para lograr una mayor unión con Dios, una más profunda experiencia de su misericordia. Agua y aceite.


Las razones de quienes defienden la licitud del divorcio y del adulterio apenas merecen la pena de ser expuestas. Por ejemplo: –La misericordia de Pedro no puede ser menor que la de Moisés, que permitió el divorcio. Respuesta: –La misericordia de la Iglesia debe ser la de Cristo, que corrigió a Moisés. Otros arguyen: –El matrimonio es indisoluble, ciertamente; pero en algunos casos puede ser disuelto. Respuesta: –Disolver lo indisoluble… es una contradictio in terminis. Absurdo. La tesis no merece ser respondida. Y no pongo más ejemplos. Ninguno de ellos, por cierto, tiene ni un mínimo fundamento en Escritura, Tradición y Magisterio apostólico.

La comunión eucarística de los divorciados vueltos a casar. «La Iglesia, fundándose en la Sagrada Escritura, reafirma su praxis de no admitir en la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez» (Familiaris consortio 84). Los Padres sinodales que creen en esta doctrina católica no están en plena comunión con aquellos otros que reclaman como un derecho de los cristianos que viven en adulterio la comunión eucarística. Agua y aceite.


Algunos arguyen, muy persuasivos: 
–Cristo comía con pecadores y publicanos. Respuesta: –Pero los llamaba a conversión, como a Zaqueo. Insisten: –Privar a esos padres de la comunión aleja a sus hijos de la Iglesia. Respuesta: –Lo que realmente daña a esos hijos no es la disciplina eucarística de la Iglesia, sino el hecho de que sus padres se divorcien y caigan en el adulterio. Alegan otros: –Es una crueldad inaceptable condenar a un inocente a vivir alejado de la Eucaristía. Rpta.: –No es un inocente, como señaló el Card. Erdo al comienzo del Sínodo. Es un marido que convive more uxorio con una mujer que no es su esposa. Es un adúltero. Palabra de Cristo. Insisten: –Pero el primer vínculo conyugal se rompió, y éste segundo dura fielmente durante años. Respuesta: –Si el primer vínculo es indisoluble, eso significa que no se puede disolver. Y por otra parte, la persistencia en una situación de pecado no acaba por hacerlo más respetable e incluso lícito, sino que agrava la culpa (cf. Catecismo2384). 

Las uniones homosexuales. La Iglesia enseña que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados, son contrarios a la ley natural, son contra naturam. La Sagrada Escritura los presenta como depravaciones graves, que no pueden recibir aprobación en ningún caso (Catecismo 2357). Es imposible que los Padres sinodales que dan fe a esta doctrina de la Iglesia, creída siempre y en todas partes, puedan estar de acuerdo con otros Padres sinodales que, en ciertos casos y circunstancias, estiman lícito el establecimiento de una convivencia sexual estable entre personas del mismo sexo, y consideran que merecen el reconocimiento y la aceptación de la Iglesia. De hecho, en las naciones de los que así piensan hay sacerdotes que celebran en templos católicos, con la tolerancia de sus Obispos, ritos de bendición para parejas homosexuales. Agua y aceite.


Renuncio aquí a presentar los «argumentos» que tratan de justificar tal pastoral, quizá en nombre de la misericordia de Dios. No valen nada.

La existencia de actos intrínsecamente malos siempre ha sido afirmada por la Iglesia, pues es conforme a la razón y a la revelación de la Escritura. No podemos decir ni pensar «hagamos el mal para que venga el bien» (Rm 3,8); en otras palabras, no podemos creer que «el fin puede justificar los medios». Como enseña Juan Pablo II, «los preceptos morales negativos, es decir, aquéllos que prohiben algunos actos o comportamientos concretos como intrínsecamente malos, no admiten ninguna excepción legítima; no dejan ningún espacio moral aceptable para la “creatividad” de alguna determinación contraria» (enc. Veritatis splendor 67). Hay Padres sinodales que creen firmemente en la veracidad de esta doctrina católica, y que la aplican, por ejemplo, a la anticoncepción, al aborto, al adulterio. Pero otros Padres, antes del Sínodo y durante él mismo, afirman justamente lo contrario, y procuran en públicos escritos persuadir a otros de sus formidables errores. Agua y aceite.

No hay argumentos. No hay respuestas.

La unidad de la Iglesia en doctrina y disciplina pastoral, al menos en las cuestiones fundamentales, más directamente exigidas por la doctrina católica –en cuestiones menores hay y debe haber modos distintos según la tradición de las diversas Iglesias– es afirmada como una certeza de fe por muchos Padres sinodales: «un solo Señor, una fe, un bautismo» (Ef 4,6). Pero otros Padres propugnan públicamente, en el Sínodo y antes del Sínodo, que son los Obispos de una Iglesia local o de una misma área social y cultural los que deben aplicar la doctrina católica –intocable, por supuesto– en sus formas concretas a la anticoncepción, las relaciones prematrimoniales, el aborto, el divorcio, el adulterio, la disciplina eucarística, la ordenación de mujeres, etc. Agua y aceite.
Sin comentarios.

* * *

La Iglesia Católica es una
. La unidad y la unicidad es nota constitutiva de la Iglesia. Es una la Iglesia porque es único el Cuerpo de Cristo, y es única su Esposa. Es una también porque todos sus fieles profesan una misma doctrina y viven según unas mismas normas morales y disciplinares. No sería una la Iglesia si en su interior convivieran algunos que creen en la Santísima Trinidad y otros que niegan el misterio de las tres Personas divinas. Si unos creyeran en la divinidad de Jesucristo y otros no. Si unos afirmaran que el fin justifica los medios y otros lo negaran. Si unos aceptaran en la fe el primado universal del Sucesor de Pedro y otros se obstinaran en negarla.

Por eso San Pablo exhorta: «Os ruego, hermanos, en nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros. Estad bien unidos con un mismo pensar y un mismo sentir» (1Cor 1,10). 
Esa unidad intelectual de pensamiento es aún más importante y decisiva que la misma comunión de bienes materiales, en la que se expresaba que «la muchedumbre de los que habían creído tenía un corazón y un alma sola» (Hch 4,32).

Y eso nos hace pensar que la situación actual de la Iglesia, en la que conviven fieles, Obispos y Cardenales, ciertamente diferenciados en graves cuestiones de doctrina y disciplina, no puede durar mucho tiempo. Conviene recordar aquí al adagio clásico: nihil violentum durabile. No puede durar y perdurar en un ente indefinidamente algo que es contrario a su propia naturaleza.

* * *

La necesidad de orar por el Sínodo es, pues, sumamente urgente
. No ganamos nada con ocultar en el silencio la situación actual de la Iglesia Católica. Hay teólogos y párrocos, Obispos y Cardenales, que poniendo en grave peligro la unidad de la Iglesia, declaran en público doctrinas y siguen públicamente prácticas que son absolutamente inadmisibles, porque contrarían de modo patente la doctrina y disciplina de la Santa Iglesia Católica, que es una y santa, apostólica y romana.

¿Qué remedio tiene esto? De nuestra parte, ninguno. De parte de Dios bueno, misericordioso, omnipotente, Padre que ha engendrado como hijos a los hijos de la Iglesia, sí tiene remedio, aunque no sepamos cuál, cómo y cuándo. «Lo que es imposible a los hombres, es posible para Dios» (Lc 18,30; cf. Jer 32,27).

Y la oración es el modo principal para conseguir lo imposible. «En verdad, en verdad os digo: si pedís algo al Padre en mi nombre, os lo dará… Pedid y recibiréis» (Jn 16,23). Pedir en el nombre de Jesús (Jn 14,13;15,16; Ef 5,20; Col 3,17) es pedir tomando a Jesús como abogado y mediador nuestro ante el Padre; y es también pedir participando de su actitud filial, hecha de amor pleno, de obediencia incondicional, de abandono confiado: «yo sé que siempre me escuchas» (Jn 11,42). Eso es pedir en el nombre de Jesús. «Os digo además, que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos» (Mt 18,19-20).

Y en esas estamos. Veinte siglos llevamos pidiendo a Dios en la Misa «por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa N., con nuestro Obispo N., y todos los demás obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica» (Canon Romano). Y cuántas veces hemos rezado o escuchado esa oración sin acabar de creer, quizá, en su eficacia –lex orandi, lex credendi–. Esta oración de la Iglesia necesariamente consigue lo que pide. Hoy tenemos ocasión urgente para activar esta fe, que nos hace posible, sean cuales fueren las circunstancias de la Iglesia y del mundo, vivir «alegres en la esperanza» (Rm 12,12). Alegres, sí, y confiados. No lo olvidemos: «el Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría» (PP. Francisco, Evangelii gaudium, 5).

La Santísima Trinidad sostiene a la Iglesia y la guardará siempre. Confiemos en el Padre: «lo que mi Padre me dio es mejor que todo, y nadie podrá arrebatar nada de la mano de mi Padre. Yo y el Padre somos una sola cosa» (Jn 10,29-30). Confiemos en Cristo: «¿Quién nos arrebatará al amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada?… En todas esas cosas vencemos por aquel que nos amó» (Rm 8,35-37). Confiemos en el Espíritu Santo: «Yo rogaré al Padre, y os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre, el Espíritu de la verdad» (Jn 14,16). Confiemos en la Virgen María, que guarda a sus hijos como verdadera Madre. Confiemos en los ángeles y en los santos, «por cuya intercesión confiamos obtener siempre Tu ayuda» (Plegaria euc. III).

Todo saldrá bien. Con el favor de Dios
.

José María Iraburu, sacerdote


[Post post 1º. –Parece imposible que de la asamblea del Sínodo (agua y aceite) salga finalmente una Declaración final que pueda ser firmada por todos, a no ser que sea una Relatio que hable de las margaritas del cielo y de las nubes del campo. Y de hecho, llegan noticias fidedignas de que al terminar el Sínodo quizá no haya una Relatio finalis, y que incluso más tarde tampoco se publique una Exhortación post-sinodal pontificia –como no las hubo en los Sínodos de Pablo VI–, sino que se termine el Sínodo simplemente con un discurso del Papa Francisco.

Post post 2º. –En las actuales circunstancias algunos lectores pueden quizá verse confortados por dos artículos de este blog: (306) En las tormentas de la Iglesia, alegres en la esperanza (I) y (307) En las tormentas de la Iglesia, fe, esperanza y caridad (y II)].

sábado, 10 de octubre de 2015

¿Qué significa el matrimonio católico?


Homilía del padre Santiago Martín, en la que deja muy claro que Jesucristo es misericordioso, más que pueda serlo ninguno de nosotros; pero no comulga con la mentira. En Él se da siempre, junto a la Misericordia y la comprensión para con todos, la Verdad que, consiste, entre otras cosas, en llamar a las cosas por su nombre. 

Duración: 22:16 minutos
[Escucha con preferencia los siete últimos minutos]

El Papa tiene la misión de confirmar a sus hermanos en la fe que ha recibido: El que se divorcia de su mujer y se casa con otra, es un adúltero. La que se divorcia de su marido y se casa con otro es una adúltera. Ambos se encuentran en una situación de pecado, de separación de Dios. Son acogidos con misericordia pero con vistas a su conversión para que su pertenencia a la Iglesia sea eficaz. No están excomulgados, no están fuera de la Iglesia. Y esto no porque lo haya dicho el papa Francisco: siempre ha sido así. Pero no pueden acercarse a recibir la sagrada comunión, pues necesitan arrepentirse de sus pecados primero; y, una vez que estén en gracia de Dios, entonces podrán acercarse al sacramento de la Eucaristía. 


Esto no es algo nuevo, sino que siempre ha sido así, desde que Jesucristo elevó el matrimonio a la categoría de sacramento. Esa es la razón por la que un sacerdote no puede dar la comunión a un divorciado que se ha vuelto a casar. Esas personas necesitan arrepentirse primero y salir de su estado de pecado. Y entonces -y sólo entonces- podrán recibir la sagrada comunión, pues "quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor" (1 Cor 11, 27). "Quien come y bebe sin discernir el cuerpo, come y bebe su propia condenación" (1 Cor 11, 29).

[Si no hay comunión de vidas entre Jesucristo y aquel que se acerca a recibir la comunión, al no encontrarse éste en estado de gracia, añade un nuevo pecado, que es el de sacrilegio, a los pecados que ya tenía. Por eso -y para eso- instituyó Jesucristo el sacramento de la Confesión, en el que el hombre se reconcilia, se pone en paz con Dios y recobra la gracia santificante que había perdido. Y es entonces cuando puede acercarse al sacramento de la Comunión; pues no hay que olvidar que en la Eucaristía está Jesucristo realmente presente, con su cuerpo, sangre, alma y divinidad.

La presencia real de Jesucristo en la Eucaristía es la clave para entender que este sacramento no se puede tomar en broma. Uno no puede acercarse a recibir al Señor de cualquier manera. 

En la parábola de los invitados a las bodas, una vez que la sala se llenó de invitados, malos y buenos, "entró el Rey para ver a los invitados, y vio allí a un hombre que no tenía traje de boda, y le dijo: 'Amigo, ¿cómo es que has entrado aquí sin llevar traje de boda?' Pero él calló. Entonces el Rey dijo a los criados: 'Atadlo de pies y manos y echadlo a las tinieblas exteriores: allí habrá llanto y crujir de dientes" (Mt 22, 12-13).

Siempre se ha considerado que el traje de bodas simboliza el estado de gracia; de ahí que aquel que se 'coló' -por así decirlo- en el banquete, fue expulsado por el mismo Rey. A todos, malos y buenos, se les había proporcionado ese traje, condición necesaria para entrar al banquete. 

Si nos fijamos, el interpelado por el Rey calló. Podría haberse disculpado ante el Rey, pero no lo hizo. Por eso mereció el castigo y fue expulsado del banquete de bodas. Eso es lo que ocurre con todo aquél que se acerca a recibir a Jesucristo en la Eucaristía sin el traje de boda, es decir, sin haber pasado antes por el sacramento de la Confesión para recobrar la gracia, en caso de que la hubiera perdido, a causa del pecado. 

Yo, al menos, siempre lo he entendido así, de las enseñanzas que he recibido. No descarto que hayan otras interpretaciones de esta parábola aunque, desde luego, de lo que no cabe duda, es de que tiene que haber una relación de amistad entre el Rey y los invitados. Y esta relación viene simbolizada en la parábola por el traje de bodas que, a mi entender, es el estado de gracia en el que se debe de encontrar todo aquel que se acerque a recibir al Señor en el santo sacramento del altar]


viernes, 9 de octubre de 2015

PROCESIÓN DE ANTORCHAS A LA VIRGEN DEL ROSARIO


Artículo sacado de la página web Adelante la Fe. El vídeo de tan solo tres minutos de duración es conmovedor y llega al corazón. 



Sí, todavía hay personas con fe, y éstas son las que permanecen en las "auténticas periferias", y lo son puesto que nadie las reconoce como tales. Son considerados como rebeldes ... cuando, por qué no decirlo, gracias a ellos y a los que son como ellos, aún se mantiene viva la llama de la fe en muchos cristianos. 

Es una pena que no haya plena comunión entre la FSSPX y la Iglesia Católica. Tengo la esperanza de que eso cambie algún día. Y que sea la Verdad, esa que el Espíritu Santo nos dará a conocer, según las mismas palabras de Jesucristo, la que ilumine al santo Padre. 


Pues nunca debemos olvidar que la doctrina católica la hemos recibido como un don, que debemos guardar celosamente: no nos pertenece y no podemos cambiarla a nuestro gusto, según los tiempos. Es ese un error en el que han caído muchos miembros de la Iglesia católica actual. 


Es la gran herejía del Modernismo la que pretende acomodar el Evangelio a los tiempos actuales ... pero cambiando, en realidad, la doctrina, al mismo tiempo que se proclama que eso no es así y que es sólo la disciplina lo que se quiere cambiar, añadiendo así al pecado de infidelidad el de hipocresía. 


Tenemos que aprender a discernir la verdad del error y comenzar a despertar ya del sueño en el que estamos sumergidos tanto tiempo ... un sueño que nos ha llevado a considerar como normal lo que no lo es, en absoluto. 


El cristiano está en el mundo, pero no es del mundo: esto son palabras de Nuestro Señor Jesucristo. El querer acomodarse al mundo, renunciando a la propia esencia, que es lo propio del Modernismo, infiltrado fuertemente en la Iglesia, fue ya condenado por el papa san Pío X, en su encíclica Pascendi, como la suma de todas las herejías


Los que nos denominamos católicos deberíamos pararnos a reflexionar un poco sobre esta realidad, pues vivimos en un ambiente depravado, del que difícilmente podremos librarnos si no hacemos oración: "Vigilad y orad para no caer en tentación; pues el espíritu está pronto, pero la carne es débil" (Mt 26,41).


A continuación, el vídeo y las reflexiones de un autor cuyo nombre desconozco.



Duración: 3 minutos


Estoy hasta la coronilla del Sínodo. Estoy harto de debates en torno a la FSSPX. Pero puede decirse que este vídeo combina ambos temas de un modo tan vistosamente edificante y tan conmovedor que me hizo llorar.

¡Esto. Esto. Esto, ni más ni menos.
Así tiene que manifestarse visiblemente el catolicismo!


¿Y los llaman cismáticos? Se equivocan, pero si quieren llámenlos así. La Iglesia institucional hace desfilar incesantemente ante nuestros ojos a sacerdotes pervertidos que se empeñan en tirar por tierra las enseñanzas de Cristo. La FSSPX, en cambio, nos da cosas como ésta. 



[Por supuesto que tiene otros errores, pero no éstos, desde luego]

De la FSSPX pueden decir lo que quieran. Pero hasta que los católicos en plena comunión con la Iglesia, los católicos a los que se les da pleno reconocimiento canónico, no nos den algo así de sencillo, de devoto, de contundente, de una belleza tan imponente … no quiero saber nada de ellos. 


[No quiere saber nada de ellos en tanto en cuanto no son realmente católicos; o no se manifiestan como tales y se avergüenzan de ser lo que son]

Los fieles están a la espera. No de nulidades simplificadas, no de comunión para los divorciados vueltos a casar, no de diaconisas ni de que se acepten perversiones sexuales.

Esto. Lo que esperamos es esto


jueves, 8 de octubre de 2015

Sordomudos de nacimiento y sordomudos de conveniencia

(Las negritas, algunas cursivas y los colores son míos)




(Mc 7: 31–37)

Amados hermanos en el Corazón de Nuestro Señor y en el de la Virgen María, Nuestra Madre:

En el día de hoy, Domingo XI después de Pentecostés y según la llamada Forma Extraordinaria del Rito Romano de la Santa Misa, propone la Iglesia para nuestra consideración un fragmento del Evangelio de San Marcos en el que se narra otro acontecimiento de la Vida del Señor.

Cuenta el texto que encontrándose Jesús, como de costumbre, rodeado de una gran muchedumbre, llevaron ante Él un sordomudo rogándole que le impusiera las manos. El Señor le apartó de la gente, le introdujo los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Suspiró Jesús y, elevando los ojos al cielo, dijo:

Effetha —que significa: Ábrete.

Se le abrieron al sordomudo los oídos y comenzó a hablar con normalidad. Ante la admiración de las gentes, las cuales comenzaron a proclamar la maravilla que habían presenciado a pesar de las advertencias de Jesús para que callaran.

La narración nos presenta, por lo tanto, la curación milagrosa de un pobre infeliz. Sordo de nacimiento y también mudo como consecuencia. Por lo que podríamos comenzar esta disertación diciendo que existen dos clases de sordomudez: una de nacimiento y otra bien distinta que posee la particularidad de ser enteramente voluntaria. Más rara la primera en cuanto a casos existentes y mucho más generalizada la segunda; por más que pueda sonar a extraña esta afirmación.

Lo cual significa, descendiendo ahora al plano de la realidad cotidiana, que nos enfrentamos al hecho de la existencia de sordos que lo son porque no quieren oír y de otros que son mudos porque se niegan a hablar. Extraña situación de plena vigencia en la Iglesia actual. En la que proliferan los Pastores que rehúsan hablar y las ovejas que han adquirido el hábito de no querer oír.

Con respecto a los Pastores de que hablamos, parece cumplirse en ellos el oráculo del profeta Isaías: Son pastores que no saben discernir. Todos ellos se volvieron a sus caminos, cada cual a su interés, sin excepción alguna[2] En cuanto a las ovejas a las que hemos hecho alusión, son las que hacen realidad el adagio de que no hay peor sordo que el que no quiere oír.

El problema, sin embargo, es mucho más complejo y complicado de lo que parece suponer el sencillo planteamiento que acabamos de exponer.

Existen Pastores que no solamente jamás alimentan a sus ovejas con el pasto de la buena doctrina sino que, peor aún, les suministran el veneno de ideas y enseñanzas que resultan letales para las almas y las conducen a la perdición.

En cuanto a las ovejas de las que hablamos, bien porque han sido envenenadas por las doctrinas de los falsos Pastores, o bien porque se han sentido escandalizadas por la corrupción del ambiente eclesial y el escándalo de la Jerarquía, han optado voluntariamente por cerrar sus oídos a la Palabra de Dios y vivir de acuerdo con el mundo.

De manera que, con respecto a la Buena Doctrina, los Pastores permanecieron mudos: bien porque no la predicaron, o bien porque proclamaron la Doctrina falsa. Las ovejas eligieron el camino fácil de no oír la Buena Doctrina y de aceptar con pasividad y sin resistencia el veneno de la falsa

Y de esta forma, con Pastores maliciosamente mudos y ovejas culpablemente sordas, es como la Iglesia ha desembocado en el momento actual, ya previamente anunciado por las Escrituras, de la Gran Apostasía. Con el resultado, por parte de unos y de otros —la mayoría de la Jerarquía y gran parte de los fieles— de la traición a la Fe, la opción por el Mundo y la rebelión contra Dios. Exactamente el momento actual.

Hay quienes prefieren, cuando el cielo se llena de nubarrones, dejar de pensar en las tormentas y no ver la realidad. Son enemigos de complicaciones y poco amigos de la verdad, aunque están dispuestos a acusar de agoreros y catastrofistas a los que avisan del peligro. Y como habrá quienes piensen que estamos trazando una pintura excesivamente pesimista de la situación de la Iglesia y del mundo, es bueno traer a la memoria las palabras que el Apóstol San Pablo dirigió a su discípulo Timoteo; aun a sabiendas de que no serán escuchadas por muchos:

Pues vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones para halagarse el oído. Cerrarán sus oídos a la verdad y se volverán a las fábulas.[3]

No soportarán la sana doctrina. Lo que recuerda la reacción de la gente después de oír a Jesús en el Discurso de Cafarnaún: Dura es esta doctrina, ¿quién puede escucharla?[4] Y que es la expresión de unos sentimientos que en los tiempos actuales han llegado a adquirir plena vigencia, después de la difusión alcanzada por el hedonismo, el materialismo exaltado que ha hecho mella en casi la totalidad de la Humanidad, el odio a la Cruz y la sustitución del mundo sobrenatural por el meramente natural. Todos ellos elementos tal como han sido preconizados por el Modernismo que ha invadido a la Iglesia.

Fue el Modernismo postconciliar el que acuñó con éxito la expresión enemigo del Concilio o la de carente del espíritu Conciliar. Las cuales [expresiones] fueron aplicadas a todos aquellos que se atrevieron a defender la Fe, preconizando la aplicación de un Magisterio que comenzara no a partir de cero desde el Concilio Vaticano II, sino a partir del mismo Jesucristo y alcanzara hasta la actualidad

Si San Pablo, ya en su tiempo, hablaba de que la Cruz se había convertido en escándalo para los judíos y en locura para los gentiles (1 Cor 1:23), tal rechazo [de la cruz] alcanzó su punto culminante con la eliminación de todo vestigio de idea sacrificial de la Misa: su sustitución por la Nueva Misa del Novus Ordo, promulgada por el Papa Pablo VI (1969), supuso un golpe de muerte a la Iglesia del siglo XXI, junto a la mayor victoria de Satanás a lo largo de toda la historia de la Institución fundada por Jesucristo.

El conjunto de los fieles cristianos nunca hubiera apostatado en masa, como así lo ha hecho, si no hubiera sido presidido y animado por la Iglesia docente. Y aquí sería necesario hablar de la traición llevada a cabo por la intelectualidad de la Iglesia a partir sobre todo del siglo XIX, la cual tampoco hubiera sido posible sin la deserción de la Jerarquía.

Mucho se ha escrito sobre el tema, y mucho se ha dicho sobre la multitud de causas que paulatinamente han dado lugar a la crisis actual: el abandono de la Philosophia Perenne a partir de la Baja Edad Media, las corrientes que surgieron de la Revolución Francesa, la irrupción del idealismo y de las doctrinas inmanentistas e historicistas que, junto con el marxismo, dieron lugar a su vez a la aparición del modernismo, etc. Todas y cada una de las cuales fueron elementos que influyeron, sin duda, en grado menor o mayor en la crisis actual. Su exposición detenida y prolija ha sido la causa de la aparición de numerosas bibliotecas repletas de volúmenes.

Sucede con frecuencia, sin embargo, que los problemas que afectan a lo más íntimo del ser humano son estudiados y explicados por el hombre de un modo superficial o, como ahora se diría, periférico. Que consiste en un modo de abordar las cuestiones que implica un dar vueltas y más vueltas en derredor, pero sin adentrarse nunca en el núcleo del problema

Por eso no parece suficiente la explicación que atribuye tal modo de proceder a la dificultad de las cuestiones que afectan e inquietan al ser humano. Tales problemas, que en el fondo suelen ser siempre de índole sobrenatural, implican la necesidad de ser abordados con criterios y métodos sobrenaturales; que es justamente a lo que no está dispuesta la moderna generación

Y es que, en el fondo, el hombre nuevo no está dispuesto a afrontar los problemas en su realidad porque tiene miedo de enfrentarse consigo mismo. Miedo, en primer lugar, a afirmar la necesidad de tener que contar con Dios para dar sentido a su vida. Y miedo, sobre todo, de reconocerse a sí mismo en la miseria de su actual existencia.

La costumbre de cambiar el sentido de las palabras obedece a eso. Por ejemplo: 

- A la opresión y tiranía encubiertos que se ejercen sobre las masas, mediante el ejercicio de un despiadado lavado de cerebro, se la conoce con el término de democracia y se la hace sinónimo de libertad, castigando sin misericordia a quien lo pone en duda. 

- A la actitud por la cual se niega toda norma de conducta exterior o superior al individuo, la cual pudiera impedir a cada cual hacer buenamente lo que se le antoje, se le llama libertad de conciencia; mientras que a la libertad para injuriar, para calumniar, o para ofender de cualquier manera e impunemente al prójimo, se la bautiza con el nombre de libertad de expresión.

- La elección de modos de conducta que no son sino aberraciones, que degradan al hombre a un nivel muy inferior al de los animales, es conocida como actitudes que ensalzan y elevan la autonomía individual a una condición en la que la Humanidad se ha liberado de viejos tabúes y se ha encontrado a sí misma

- A los grupos oligarcas y de opresión que se dedican a engordar y a enriquecerse a sí mismos mediante la explotación y el engaño al resto de los ciudadanos, se les llama partidos políticos e instrumentos imprescindibles de la democracia.

- La operación de destrucción de la verdadera Iglesia, edificada por Dios en beneficio del hombre, por otra de índole meramente humano y en desprecio de Dios, es aclamada con diversas apelaciones de corte triunfalista como las de Nueva Iglesia, Nueva Evangelización, Primavera Eclesial, vuelta a la auténtica Iglesia de los comienzos, etc., etc.

Por lo que hace a la Iglesia concretamente, es evidente que ha cambiado su misión de anunciar el Evangelio al mundo, según el mandato de Jesucristo, por la de buscar el agrado de los hombres hablándoles de las cosas que halagan sus pasiones. Tal como ya había anunciado San Juan en su Primera Carta: Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los escucha.[5] 

Quedaron muy atrás las advertencias del Apóstol San Pablo: Yo no os he hablado con palabras de humana sabiduría, sino con palabras aprendidas del Espíritu.[6] O como decía también en otro lugar: Tal como os lo acabo de decir, os lo repito ahora: si alguno os anuncia un Evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema! ¿Acaso busco yo la aprobación de los hombres, o busco la de Dios? ¿O es que yo pretendo agradar a los hombres? Pero si pretendiera agradar a los hombres, no sería siervo de Cristo.[7] 

De ahí que nada tenga de extraño que la Iglesia haya olvidado el lenguaje de lo sobrenatural para ocuparse del parloteo de la política: de las disputas sobre el liberalismo, el capitalismo o el socialismo; de las cuestiones de armamento o de la paz mundial —-entendida meramente en sentido mundano—; de los intrincados problemas de la justicia social, de la licitud de la pena de muerte, del cuidado del ecosistema y de las fuentes de energía, de la regulación de las inmigraciones…, y en general de todo aquello que anime a los hombres a preocuparse por arreglarse por sí solos y a olvidarse de Dios.

Por eso los hombres cerrarán sus oídos a la verdad, convirtiéndose en sordos voluntarios o de conveniencia y, como consecuencia, también en mudos. La necedad que supone esta actitud ya había sido señalada por San Pablo:

Lo que Israel busca no lo consiguió, mientras que los elegidos lo consiguieron. Los demás, en cambio, se endurecieron, conforme está escrito: Les dio Dios espíritu de necedad, ojos para no ver, y oídos para no oír, hasta el día de hoy. [8]


(Continuará)

Padre Alfonso Gálvez

[1] Predicado el 9 de Agosto de 2015.

[2] Is 56:11.

[3] 2 Tim 4: 3–4.

[4] Jn 6:60.

[5] 1 Jn 4:5.

[6] 1 Cor 2:13.

[7] Ga 1: 9–10.

[8] Ro 11: 7–8.

miércoles, 7 de octubre de 2015

La eutanasia de Andrea: crisis mental del mundo moderno



Un artículo de Eulogio López, director de Hispanidad

José Miguel Monzón Navarro, el gran Wyoming y Javier Sádaba

Soporto al gran Wyoming cuando practica su especialidad: ridiculizar al prójimo. Lo soporto mal porque sus diatribas principales van dirigidas contra la Iglesia, a la que no puede dejar de odiar. Él se queja de que su progenitor era un fundamentalista católico y ha decidido vengarse de él durante toda la vida.

Hasta ahí bien, pero cuando se mete a intelectual lo llevo peor: la hipocresía se derrama ya por encima de la mesa. El lunes se llevó a Javier Sádaba, lo que demuestra la cantidad de chorradas que puede decir un intelectual de los que hace muchas lunas dejaron atrás el funesto hábito de pensar. Al parecer, incluso antes de la jubilación. Mientras, Wyoming (José Miguel Monzón para los amigos), asentía cariacontecido. Se ve que lo de Andrea lo siente muy adentro.

Sádaba nos habló de superar prejuicios religiosos [" Javier, príncipe, un poquito más de originalidad" ] porque ya se sabe que los cristianos son imposibles. También nos dijo que el primer mandamiento ético es evitar el dolor. Eso que se lo digan a quien le detectan un cáncer y tiene que someterse a un doloroso, prolongado e incierto tratamiento de quimio o radioterapia. Como decía Chesterton, el mundo moderno no sufre una crisis moral, más bien sufre una crisis mental y se encamina directamente al manicomio.

Mientras, Monzón insistía en el necesario debate (¡será cursi!) a pesar que él y su compañera, otra intelectual, rendían pleitesía al gran experto y ratificaban sus profundas aseveraciones. ¿Dónde está el debate? Eso es un monólogo a tres bandas donde Sádaba intentaba demostrar que la vida y la muerte están en la vida, pero que la muerte no es el enemigo sino el dolor; y que entonces hay que evitar el dolor, pero no la muerte … Profundo, muy profundo. Como le presentó el Wyoming, “un experto”.

En la misma línea el ministro de Sanidad del PP, Alfonso Alonso ha lanzado un mensaje "no sólo de comprensión sino de profundo afecto" hacia los papaítos de Andrea que, te pongas como te pongas, han sido los que han decidido que los médicos maten a su hija.

Ya saben, la eutanasia o muerte dulce tiene esta dulzura: obligar a los médicos a que hagan de verdugos. Y es para esto para lo que los papás de Andrea piden “respeto”.


Duración: 3, 35 minutos


Al final, lo que tenemos es la introducción por la vía de los hechos, que acabará siendo legal, de la eutanasia. Sádaba ponía como ejemplo a Holanda, un país donde muchos viejos se empadronan en las poblaciones fronterizas de la vecina Alemania para que no les maten por decisión de sus familiares -que no quieren verles sufrir- o del personal sanitario -al que le molesta ver sufrir-. No es coña, en Holanda una de cada cuatro muertes es por eutanasia, es decir, por homicidio practicado por otros, lo que convierte a la sociedad en pleno en conniventes, en cómplices. Menuda porquería de país.

Sádaba mentía y Wyoming asistía, al escuchar que en Holanda lo tienen todo bien controlado. Por favor, no se pierdan la entrevista publicada por Religión en Libertad con uno de los personajes, hoy arrepentido de su barbaridad, que colaboró a introducir la eutanasia en Holanda. Ya saben, los del debate.

Y es para esto para lo que los papás de Andrea, que es la que va a morir de hambre y de sed, piden “respeto”. Sí, de hambre y de sed, aunque intentarán que su tránsito, como asegura el hortera del ministro Alonso, sea en inconsciencia. Esto de confundir la inconsciencia con la dulzura es algo que nunca comprenderé.

Por cierto, ¿quién ha dicho que la enfermedad de Andrea era incurable? No existen las enfermedades incurables.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com

martes, 6 de octubre de 2015

La muerte "digna" de Andrea (por Luis F. Pérez Bustamante)

El debate sobre la muerte "digna" se ha reabierto a raíz del caso de la niña de 12 años, Andrea. Podemos verlo, por ejemplo, aquí. Reproduzco en este blog un artículo de Luis F. Pérez Bustamante, el director de Infocatólica, cuyo modo de razonar, a raíz de este caso, pienso que nos puede ser bastante útil. En el fondo viene a ser, de nuevo, aquello que decía Fédor Dostoiesvsky: "Si Dios no existe, todo está permitido".


Hospital clínico de Santiago de Compostela

Andrea va a morir en breve. Tras padecer una terrible enfermendad neurológica degenerativa, sus padres, sin duda desesperados ante sus sufrimientos, han pedido que se le retire la alimentación para acelerar su muerte. Los médicos del hospital donde está ingresada, se opusieron en un primer momento a tal medida. Es lógico. Alimentar a un enfermo no tiene nada de encarnizamiento terapéutico. Es, simplemente, hacer lo que cualquier ser humano haría con otro.

Sin embargo, la presión mediática y judicial sobre los galenos les ha hecho cambiar de opinión. Andrea ha empezado ya a morir de desnutrición. No pasará hambre porque la van a sedar para que no sienta nada. Pero lo cierto es que su muerte se va a producir no tanto por la enfermedad que padece -aunque la misma habría provocado su fallecimiento- como por el hecho de que su cuerpo va a dejar de recibir el pan nuestro de cada día.

La Iglesia ya se ha pronunciado sobre este tipo de medidas. Mons. Reig Pla, el único obispo español que, aunque se enfrente a críticas y desprecios del mundo y de parte de sus colegas de episcopado, siempre habla claro sobre estas cosas, recordó hace unos días el dictamen de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

Muchos dirán que la Iglesia puede opinar lo que le venga en gana pero sin imponer sus tesis a la sociedad. La realidad es que la Iglesia no puede imponer sus tesis, fruto de su conocimiento de la ley natural y su análisis de la Revelación, ni siquiera entre sus fieles. Primero, porque no tiene capacidad real de hacerlo. No verán ustedes a un guardia suizo poniendo grilletes a los fieles que vayan por libre. Segundo, porque siempre habrá algún obispo, sacerdote, teólogo, etc, que se dedique a contradecir públicamente lo que el Magisterio diga, sin que se mueva una simple briza de aire para impedir tal cosa. Es decir, en la Iglesia la defensa de la vida llega solo a la literalidad de ciertos textos y declaraciones. Cuando se trata de defenderla de verdad, expulsando de la comunión eclesial a quienes hacen la obra sucia de la cultura de la muerte dentro de la propia Iglesia, ésta mira para otro lado. Y no hace falta que dé ejemplos de eso, porque todos los conocemos.

Apelar a la humanidad y a la caridad para justificar que se deje de alimentar a un enfermo es un ejemplo más de la depravación de la conciencia del hombre caído en este momento de la historia. Hay mucha diferencia entre medicar a un enfermo para que no sufra dolor físico y provocar su muerte retirándole la alimentación.

En todo caso, lo que está en juego es si en este país se da vía libre a la eutanasia. Doy por hecho que así será. No hay apenas barrera alguna que impida que la cultura de la muerte imponga también el suicidio asistido. En una sociedad donde Dios no juega ningún papel, es normal que la gente que no quiere vivir, por las razones que sean, encuentren facilidad para poner fin a sus vidas. Y donde Cristo no reina, reina la muerte.

Volviendo al caso de Andrea, no hay muerte digna que consista en dejar de recibir alimento. Eso no se le hace ni a los perros ciegos. Ni a los caballos cojos. Ya que se han empeñado en que muera antes de lo que el transcurrir natural de su enfermedad determine, sería mejor que la mataran directamente por medio de una inyección letal, como si fuera un gatito en una clínica veterinaria. Sí, moralmente sería un crimen. Pero se dejaría al menos la hipocresía a un lado.

Vayamos preparándonos. Los siervos del mal siempre buscan casos extremos para justificar leyes indignas. Y en este país sabemos de casos en que han aplicado sedaciones para acabar con la vida de pacientes, tanto si lo pedían como si no. No daré nombres para que no me caiga una demanda. Pero tengan ustedes muy claro que una vez que se introduce la eutanasia, no habrá nada que impida que se aplique a quien ni siquiera la ha pedido. Otros decidirán por nosotros lo que es una vida digna y cómo alcanzar la “muerte digna”. Veremos si, pasado un tiempo, a los cristianos nos permiten al menos dejar por escrito que no queremos recibir la muerte que ellos proponen. Lo dudo.

Solo una cosa más. Los padres de Andrea son fruto de la sociedad española que ha apostatado del cristianismo. Aunque lo que piden es inaceptable para un católico fiel a la Iglesia, no tiene demasiado sentido cargar contra ellos. Son el síntoma, no la raíz del problema.

Luis Fernando Pérez Bustamante

sábado, 3 de octubre de 2015

Monseñor Sarasa

Artículo sacado del blog de Fray Gerundio


Aunque ya nada me sorprende, resulta muy llamativo el montaje organizado en muy pocas horas sobre la salida del armario de un curita monseñorini, agredido por esta sociedad eclesial tan madrastra, tan incomprensiva y tan tirana. Parece ser que al principio de su carrera abandonó todo por amor del Señor, y ahora abandona al Señor y a su fulgurante carrera diplomática-pedagógica vaticana por amor a otro señor con el que ya parece que convive algún tiempecito.

Es otro pasito más. Mi olfato de vetusto fraile me dice que esto estaba cuidadosamente programado. Por quien fuera. Pero encaja perfectamente en el guión del programa al que venimos asistiendo desde hace poco menos de tres años, cuando tanto escandalizó la famosa retórica del quién soy yo para juzgar, que abrió definitivamente la puerta a la aceptación por parte de la Iglesia Felizmente Actual (no la verdadera Iglesia de Jesucristo, sino la que nos quieren imponer estos traidores) al mundo de la homosexualidad. Nadie podrá decir a estas alturas que esto son interpretaciones mías, porque tenemos hechos y hechos, actitudes y actitudes, claramente comprensivas, misericordiosas y complacientes con todo este mundillo perverso de pecado y de ciscarse en la Ley Divina pasito a pasito.

Esta misma semana, antes de que se abriera la puerta del armario del jovenzuelo polaco, veíamos a Francisco locuaz, feliz y alegre conversando con su antiguo alumno amancebado con el jovencito indonesio. Y al mismo tiempo, el inefable Lombardi (el caradura Lombardi), aclarando que la recepción de la jueza americana no implica apoyar su actitud. ¡Dios mío! qué cantidad de aclaraciones para lo que está claro. El titular es bien sencillo: Al Papa le encanta el mundo homosexual y rechaza a todo el que lo ataca. Simpatías con ellos, antipatías con los otros. ¿Qué tal? Al fin y al cabo es una postura de misericordia, que nunca ha sabido ejercitar la Iglesia hasta Mi Llegada.

Nadie podrá decir que esto es falso, puesto que podríamos tener confecccionada en unos pocos minutos la lista de actitudes semejantes desde hace dos años y medio. Viajes de transexuales, cartas personal animando a la tela, guiños y apoyos a los de esta calaña, quejas de lo poco misericordiosa que ha sido la Iglesia hasta ahora, y el famoso quién soy yo que precedió a todo ello.

La puesta en escena de monseñor Sarasa (es que me lío con los apellidos polacos) ha sido genial. Por supuesto, vestido de clergyman para que se vea que ya se abre la puerta para el sacerdocio, con el hombro apoyadito en el concubino, con cara de éxtasis, placidez y luna de miel por haber hallado la felicidad al salir del armario. Y el día antes de que comience el Sínodo, para que se vea que estas situaciones de sufrimiento son reales y exigen que la Iglesia cambie la doctrina. Y encima con rueda de prensa añadida para explicar a la Cristiandad cuánto tiene que sufrir un hombre por querer vivir con otro hombre. No hay derecho a que la Iglesia imponga su tiranía. Así que entramos en la fase decisiva: quiero seguir siendo monseñorini, pero quiero seguir siendo… lo otro. ¿Por qué debe ser incompatible la sinceridad del armario abierto con el sacerdocio?

Pero no hay problema. Es que hemos entrado en otra fase más del complot desatado hace tiempo. Saldrán más del armario poco a poco. Y no pasará nada. Como éste tiene influencia en la Comisión Teológica Internacional, plagada de teólogos modernistas, lo mismo sacan un nuevo documento sobre el tema (apoyado en textos bíblicos, no faltaba más). Y lo mismo le hace secretario personal el Monseñor del Ascensor (que por cierto sigue en su mismo puesto todavía y sigue encerrado en el armario oficialmente). No sé, el caso es que ya comenzamos -con esta puesta en escena-, un nuevo capítulo. Por aquí comenzó la Iglesia Anglicana hace años y ahora tiene obispos con mitra gay o gays con mitra de obispos. Veremos lo que tardamos en imitarles.

Dice el Obispo del chico enamorado que recemos por él. Y efectivamente eso es lo que tenemos que hacer. Pero debemos también rezar por todos los que han hecho posible que se llegue a esta situación, por todos los que apoyan esta situación, por todos los que justifican esta situación y por todos los que están encantados con esta situación. El estanque de fuego está en modo de espera. Estaremos al tanto de las nuevas aclaraciones de Lombardi, en las que siempre resplandece la Verdad.

Fray Gerundio