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lunes, 22 de junio de 2015

LAS TRES CAMPANADAS (2 de 9) : Su importancia


El contenido completo de esta entrevista al vicario general del Opus Dei, monseñor Mariano Fazio, puede leerse mejor pinchando aquí. O bien, haciendo clic en el siguiente enlace que nos lleva directamente a la entrevista en el periódico el País, el 9 de mayo de 2015. Entre otras cosas dice lo siguiente:

En la Obra tratamos de estar siempre en perfecta sintonía con el Papa de cada momento porque vemos que es una manera de estar también unidos a Dios. (..) Conozco a mucha gente de la Obra que está fascinada con el estilo de Francisco y otros que no le gustan tanto. Y otros que no les gustaba el estilo de Benedicto y ahora están encantados. Son cuestiones totalmente opinables. Pero yo veo una gran unidad con el Papa. [La unidad, más que con el Papa, debe ser con Jesucristo. Eso es lo esencial, pero esta idea no la acabo de ver, por más que busco].


A eso me refería en el post anterior cuando hablaba del espíritu del Opus de ahora. San José María Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei, poco antes de morir, escribió tres cartas dirigidas a los fieles de la Prelatura del Opus. No estaban destinadas al público en general sino para uso restringido de los miembros de la Obra. Se las conoció como las tres campanadas, al ser como tres toques de atención relativos a los graves problemas de la Iglesia, en su propio seno, y a cuál debería de ser su actitud para enfrentarse a ellos. La primera fue escrita el 28 de marzo de 1973. La segunda el 17 de junio de 1973 (ambas en la primavera de 1973). Y la tercera la escribió el 14 de febrero de 1974. Como sabemos, San José María murió el 26 de junio de 1975. Estamos ya a punto de celebrar el cuarenta aniversario de su muerte. 

Estas campanadas vienen a ser profecías porque lo que se relata en ellas es hoy más real que cuando las escribió. Tal vez lo hizo con ese propósito. Solamente se conocen públicamente dos de ellas, la primera y la tercera. De la segunda se conoce un resumen (que yo sepa) dado por Andrés Vázquez de Prada, al referirse a las tres, en su biografía en tres tomos "El fundador del Opus Dei". Sobre estas campanadas habla también el director de Infocatólica en un artículo fechado el 14 de diciembre de 2014

En cualquier caso, todas ellas son conocidas por la Autoridad competente en la Iglesia, pues fueron incorporadas como documentos en el proceso de canonización de Escrivá de Balaguer. Existe aceptación plena por parte de la Autoridad Máxima de la Iglesia acerca de ellas que más que opiniones legítimas vienen a ser una denuncia de todos los abusos que se cometieron después del Concilio Vaticano II; y que van más allá del peligro anunciado en 1972 por el papa Pablo VI, cuando habló del "humo de Satanás" que se había infiltrado en la Iglesia. 

No hay que olvidar que estos documentos fueron escritos hace ya más de 40 años. La canonización de Escrivá de Balaguer convierte su pensamiento en un patrimonio de todos los católicos, no sólo de los miembros del Opus Dei. Su contenido, por lo tanto, puede ser válido para todos los católicos.

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Dicho lo cual paso ya a exponer mi resumen particular sobre dichas campanadas, seleccionando aquellos párrafos que más me han llamado la atención porque son un reflejo de lo que está ocurriendo en la actualidad. En el caso de que hiciera algún comentario concreto, éste vendría entre corchetes y con letra azul, para evitar cualquier tipo de confusión entre lo dicho por el santo y lo dicho por mí. Nota: Hay bastantes resúmenes sobre estas cartas. En particular, caben destacar los que vienen en  "Adelante la Fe" y en "Apocalipsis mariano" (éste último de Luis Eduardo López Padilla)


(Continuará)

El cambio climático es sólo una hipótesis de trabajo (Infocaótica)



Fuente: Infocaótica

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Se dice que existe un consenso científico muy consistente que indica que estamos en presencia de un preocupante calentamiento del sistema climático. ¿Existe tal consenso científico o estamos ante un tópico de la corrección política? (...)

A día de hoy, la teoría del Cambio Climático consiste en la conjunción de tres hipótesis que no siempre suelen distinguirse, pese a que cada una de ellas posee un grado distinto de corroboración. Éstos son los tres pilares del consenso:

A. Existe un calentamiento global de la Tierra.

B. La causa principal del calentamiento global es el efecto invernadero.

C. La causa principal del efecto invernadero son las emisiones de CO2 de origen antrópico.


El lector interesado en obtener una explicación de los tres puntos mencionados, puede leer este enlace. Y se encontrará con que, en estos temas, sólo hay conjeturas de baja probabilidad. Lo cierto es que hay científicos que directamente niegan la existencia de un cambio climático; los hay que aseguran que el cambio climático es real pero que es imposible demostrar que el culpable sea el hombre a través de su emisión de gases de efecto invernadero; o los que creen que efectivamente el clima está cambiando y el responsable es el ser humano, pero advierten que la acción política y científica se ha vuelto ciertamente histérica y se preocupan por el grado de sectarismo y gregarismo que envuelve al tema y que impide la correcta toma de decisiones. A todos estos científicos les une el escepticismo en torno al cambio climático y al calentamiento global terrestre y por eso son objeto de ataques, insultos, infamias, marginación, ostracismo.

Parece un momento oportuno [a la vista de la Encíclica Laudatus si] para recordar que la Iglesia tiene como campo de intervención en los problemas sociales sólo sus aspectos morales: la doctrina social se limita a las consecuencias sociales de la teología moral. El Magisterio no tiene competencia en los aspectos estrictamente científicos y técnicos. Ni la Iglesia, ni ciencia alguna, puede aportar la solución definitiva de un problema cuyos datos se renuevan constantemente. Con el cambio de las circunstancias, lo que ofrece permanencia, en estos campos del saber, son los principios de moral. Las aplicaciones concretas, por ser contingentes, variables y opinables, no pueden constituir un cuerpo doctrinal que se pueda denominar con propiedad Doctrina Social de la Iglesia (en adelante, DSI).

Antes de enseñar sobre lo que deben hacer u omitir los cristianos respecto del calentamiento global, es necesario establecer con certeza moral que: 



a) Tal hecho existe. 
b) Es efecto de causas humanas, dependientes del uso de la libertad. 

[Suponemos que Francisco, asesorado por el Doctor Eximio Tucho Fernández, ha consultado a las más altas autoridades científicas en la materia antes de emitir juicios morales…]

La finalidad de la DSI es promover el bien espiritual de los fieles. Pero si ésta [la DSI] pretendiera aplicar los grandes principios buscando agradar al mundo, promover intereses temporales o hacer triunfar determinados puntos de vista científico-técnicos, subvertiría su finalidad.

domingo, 21 de junio de 2015

¿Es importante lo que el Papa piensa? ¿Hasta qué punto? (2 de 2)


Hay que distinguir entre el Papa (cada Papa concreto, de los que ha habido a lo largo de la historia de la Iglesia) y el Papado, como Institución fundada por Jesucristo. Ha habido Papas santos, otros no tan santos y algunos un auténtico desastre ... pese a lo cual la Iglesia continúa, aunque se desenvuelva en medio de un ambiente pagano y sea perseguida, pues "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16, 18), en palabras del mismo Jesucristo.

Es preciso no olvidar que la fidelidad que se le exige a un cristiano no es a tal o cual Papa sino a la Iglesia, como Institución, fundada por Jesucristo quien dijo a san Pedro: "Tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos en la fe" ( Lc 2, 32). A lo largo de veinte siglos la doctrina católica se ha ido consolidando y comprendiendo mejor, tomando como base la Palabra de Dios, contenida en las Escrituras, sobre todo en el Nuevo Testamento, y la Tradición, ambas entendidas a la luz del Magisterio Perenne de la Iglesia. La referencia, como no podía ser de otro modo, son las palabras de Jesús: "El Cielo y la Tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán"(Mt 24, 35). 




Tenemos, además, el resto del Nuevo Testamento. Por ejemplo, el autor de la carta a los hebreos, que afirma que "Jesucristo es el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13, 8). San Pablo, en su segunda carta a Timoteo le dice: "Ten por norma la sana doctrina que oíste de mí, con la fe y la caridad, que están en Jesucristo. Guarda el buen depósito, con la ayuda del Espíritu Santo que habita en nosotros" (2 Tim 1, 13-14). Y, en otro lugar: "Timoteo, guarda el depósito. Evita las novedades profanas y las contradicciones de la falsa ciencia, pues algunos que la profesaban perdieron la fe" (1 Tim 20-21). Y así en infinidad de ocasiones, todas en el mismo sentido. A los gálatas, por ejemplo, les escribe: "Hay quienes os perturban y quieren trastocar el Evangelio de Cristo(Gal 1, 7). Pero, "si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1, 9). [La palabra anatema significa maldito]. 

El Evangelio que se ha recibido (no el que nosotros nos inventemos): ésa es la regla que nos sirve para conocer si lo que nos dicen en nombre de Cristo es o no es verdad: "Porque surgirán falsos "cristos" y falsos profetas, y harán grandes signos y prodigios para engañar, si fuera posible, incluso a los mismos elegidos. Mirad que os lo he avisado" (Mt 24, 24-25). [Esto son palabras de Jesús; no me las he inventado yo].


La Iglesia fundada por Jesucristo ha ido saliendo adelante porque Dios ha hecho surgir, en los momentos más críticos de la historia, grandes santos que se han enfrentado incluso a los Papas, cuando éstos no actuaban conforme al pensamiento de Cristo. Y es que los Papas, por muy Papas que sean, no se pueden inventar nada: son simplemente transmisores de la Palabra de Dios, manifestada en Jesucristo: una Palabra que sirve para todos los tiempos y lugares, en lo que a su aplicación se refiere

Nunca, bajo ningún concepto, y menos escudándose en lo que se ha dado en llamar "razones pastorales", los Papas pueden cambiar la Doctrina que han recibido; su misión es transmitirla con fidelidad, de generación en generación, sin añadir ni quitar nada del depósito recibido. (Cfr Ap 22, 18-19). 

Si, por las razones que fuesen, un determinado Papa no cumpliera esa misión, tendría que ser desobedecido, pues la Iglesia no es del Papa sino de Jesucristo. El Papa es el Vicario de Cristo en la tierra, pero no tiene potestad para cambiar el Mensaje evangélico. De hacerlo tendríamos que actuar conforme lo hicieron san Pedro y los Apóstoles, cuando respondieron, en el Sanedrín, al Sumo Sacerdote"Es preciso obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5, 29). 


Como digo, a lo largo de la historia de la Iglesia han surgido muchos problemas, pero Dios ha suscitado siempre los santos que su Iglesia necesitaba para que ésta no fuera destruida. De ahí que una buena regla, para salir de los escollos en los que podamos encontrarnos, es acudir a la lectura de los libros de los grandes santos, en particular de aquéllos que han sido reconocidos como doctores de la Iglesia. 


En este sentido, posee una especial relevancia Santo Tomás de Aquino, uno de los grandes doctores de la Iglesia que ha sido capaz, ayudado por la gracia, y dedicando a ello toda su vida y su potente inteligencia, de utilizar los vocablos adecuados para expresar por escrito el significado correcto del contenido de las Sagradas Escrituras, al meditar en ellas, sin que su lectura [la de las Escrituras] pudiera ser ya tergiversada.

No es casualidad lo que dice el Papa san Pío X, refiriéndose a Santo Tomás, en su encíclica "Pascendi" (tal es la importancia que le merece este gran santo):

Lo principal que es preciso notar es que, cuando prescribimos que se siga la filosofía escolástica, entendemos principalmente la que enseñó Santo Tomás de Aquino, acerca de la cual, cuanto decretó nuestro predecesor queremos que siga vigente y, en cuanto fuere menester, lo restablecemos y confirmamos, mandando que por todos sea exactamente observado. A los obispos pertenecerá estimular y exigir, si en alguna parte se hubiese descuidado en los seminarios, que se observe en adelante, y lo mismo mandamos a los superiores de las órdenes religiosas. Y a los maestros les exhortamos a que tengan fijamente presente que el apartarse del Doctor de Aquino, en especial en las cuestiones metafísicas, nunca dejará de ser de gran perjuicio.


San Pío X se está refiriendo aquí a la enseñanza en los Seminarios, de manera que los seminaristas -futuros sacerdotes- puedan adquirir la formación adecuada y necesaria para cumplir la misión que les será encomendada. 

Independientemente de esto, de lo que no cabe la menor duda es de que la lectura, por ejemplo, de los escritos de san Agustín, de santa Teresa de Jesús o de san Juan de la Cruz, por poner ejemplos de santos muy conocidos, nos puede hacer mucho bien. Los santos fueron personas de carne y hueso, como nosotros, pero se fiaron de Jesús ... y le entregaron su vida entera para intentar corresponder así al Amor con el que percibieron que eran amados por Él ... de manera que la lectura de sus escritos, desde la buena voluntad que se supone en quien los lee, puede ayudar-entre otras cosas- a entender mejor ciertos pasajes de las Sagradas Escrituras que no acabamos de comprender, por más que los leamos, 

Aunque lo esencial es llegar a la amistad íntima con el Señor ... y esto es personalísimo y no se aprende en ningún libro, sino junto al Sagrario. La palabra de Dios siempre dice cosas nuevas, aun siendo siempre la misma. Tal es su profundidad y su grandeza. De ahí la necesidad de conocerla lo mejor posible en sus fuentes, en particular el Nuevo Testamento, a la luz del Magisterio de la Iglesia. Dios se encargará del resto.

No obstante, dado que estas personas han sido declaradas santas por la Iglesia se supone que en sus escritos, [producto de una vida de estudio y de meditación cerca del Señor, junto al Sagrario] algo se les debe haber "pegado" de ese contacto con Jesús ... y, a través de ellos, es posible que algo se nos pueda pegar también a nosotros. En cualquier caso, lo importante, como digo, es la relación íntima con Jesús, de tú a tú, con cada uno de nosotros.

En fin, para no desviarnos demasiado del tema que nos ocupa, [o sea, sobre si es importante lo que el Papa piensa y dice; y hasta qué punto] aunque, en cierto modo, ya se ha respondido, conviene recordar que el Papa, como cualquier otra persona, dice algunas cosas buenas y otras que no son tan buenas, o bien por ser erróneas, o bien por ser ambiguas. En esos casos tenemos que practicar la virtud del discernimiento, a la luz de la verdad, la cual nos viene del sentido común y de las palabras de Jesús.

Conclusión (para un católico). Ante la pregunta: ¿hay que estar con el Papa? habría que responder con otra pregunta: ¿Qué es más importante, el Papa o la verdad? Para todo aquel que no esté obcecado (tal vez por padecer de una cierta papolatría, de la que, a veces, ni es consciente), la respuesta es clara e inmediata: hay que estar con la verdad ...  Pues así hablaba Jesús: "Todo el que es de la verdad escucha mi voz" (Jn 18, 37). En otras palabras: el que no ama la verdad ( lo que se nota en sus palabras ambiguas o en sus mentiras claras y manifiestas) ese tal no está escuchando la voz de Jesús y se está alejando de Él ... ya no lo sigue, aunque diga otra cosa; está dejando de ser una de sus ovejas, pues según dice Jesús: "Mis ovejas oyen mi voz; Yo las conozco y ellas me siguen" (Jn 10, 27).

Jesucristo era de una claridad meridiana en sus expresiones. A los judíos que decían que tenían por padre a Dios, les dijo: "Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais; pues Yo salí y vengo de Dios; no vengo de mí mismo, sino que Él me ha enviado" (Jn 8, 42). Y seguía: "¿Por qué no entendéis mi lenguaje?" (Jn 8, 43a) y les daba una respuesta: "Porque no podéis oír mi Palabra" (Jn 8, 43b). Ya habían hecho su opción contra Jesús, de manera que su inteligencia se había embotado y eran incapaces de entender la verdad

Jesús no se amilana, y continúa hablando: "Vosotros tenéis por padre al Diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. El era homicida desde el principio, y no se mantenía en la verdad, porque en él no hay verdad. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8, 44). Más claro, agua: el Diablo [que existe y no es ninguna patraña] es el padre de todos los mentirosos. De modo que si alguno dice mentira, la palabra de Dios no está en él.  "Si decimos que no tenemos pecado ... la verdad no está en nosotros" (1 Jn 1, 8). ¿Cuántos creen hoy que son pecadores, si se supone que el pecado no existe y que el Diablo es una quimera? Muy pocos. Y esa es la gran desgracia de nuestro mundo y de la Iglesia actual ... Y, sin embargo, " si confesamos nuestros pecados, fiel y justo es Él para perdonar nuestros pecados" (1 Jn 1, 9). 

Como decíamos al principio, y esto son palabras del Señor y valen para todos (también para el Papa y los Obispos):  "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mt 24, 35). Esto debe ser motivo de alegría porque, aun en medio de tantas dificultades por las que está atravesando hoy el mundo y la Iglesia, el Señor nos sigue interpelando: "Rema mar adentro",(Lc 5, 4) le dice a Pedro ... y fue tal la cantidad de peces que recogieron que las redes se rompían. Y aquí viene la actitud de Pedro, el cual "se arrojó a los pies de Jesús, llorando, y diciendo: 'Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador' " (Lc 5, 8).

Cuando todo parece perdido, cuando "hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada ..." (Lc 5, 5a), entonces es el momento de fiarnos completamente de las palabras de Jesús, porque está claro que sin Él nada podemos hacer. Así actuó Pedro: "... pero fiado de tu palabra echaré las redes" (Lc 5, 5b). Y la pesca realizada fue grandiosa, hasta el punto de que tuvieron que hacer señas a los compañeros de otra barca para que fueran a ayudarles y, aun así, se llenaron las dos barcas, de modo que casi se hundían (cfr Lc 5, 6-8). Éste es el momento oportuno para ponernos por entero en las manos de Jesús y esperarlo todo de Él. No todo está perdido. Hay nuevos horizontes y nuevas esperanzas. Hoy comenzamos a vivir, porque hoy nos hemos encontrado con Él y, a través de nosotros, muchos lo harán también: "No temas, le dijo a Simón, desde ahora serás pescador de hombres" (Lc 5, 10)

¿Es importante lo que el Papa piensa? ¿Hasta qué punto? (1 de 2)


Depende: si habla de matemáticas, física, química, medio ambiente, etc, ..., no tiene competencia para ello. Sus dichos serían meras opiniones. Puede citar, no obstante, a personas expertas en los distintos temas, como podría hacerlo yo o cualquiera. En ese caso, si se trata de algo comprobado experimentalmente, lo que dijera sería ya algo más que una mera opinión. 


Pero, de todos modos, no es ésa su misión específica como Papa, la cual consiste en hacer todo lo posible -y lo imposible- porque se hagan realidad, ya aquí en este mundo, aquellas palabras que pronunció Jesús, después de haber resucitado, poco antes de su Ascensión a los cielos: "Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar TODO lo que os he enseñado. Y sabed que Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28, 18-20).


A día de hoy, aún sigue habiendo gente que dice "amén" a todas las palabras que salen de la boca del Papa, como si fueran palabra de Dios, lo que no es verdad ... Sólo cuando el Papa habla "ex cathedra", sus palabras pueden ser reconocidas como infalibles. 


En todo lo demás se puede equivocar, como cualquiera; máxime si habla, como digo, sobre temas en los que no es ningún experto; lo que adquiere una especial gravedad si esas palabras aparecen en una encíclica, dando en ella como ciertos determinados puntos, como el caso del cambio climático que son, cuando menos, muy discutibles. No se pueden dar como ciertos, aduciendo que ... ¡como lo ha dicho el Papa! ¡Pues no: aunque lo haya dicho el Papa!. ¿Qué autoridad tiene el Papa en cuestiones de tipo científico? Porque, además, hay un gran número de expertos que lo cuestionan, con fundamentos reales (algún ejemplo puede leerse pinchando aquí y aquí). También aquí


El lector habrá adivinado ya que me estoy refiriendo a la encíclica "Laudato si" sobre la que ya he escrito, en este blog, un comentario de Fray Gerundio. Algo semejante ocurrió con el Papa Juan Pablo II cuando dijo que la evolución es algo más que una simple hipótesis, cuando no es así. Hay también abundantes escritos en ese sentido (ejemplo: pinchar aquí, aquí, aquí y aquí). 


Hay también acciones papales como los encuentros de Asís que provocan escándalo en una mayoría de fieles, pues equivalen a comparar a Dios con el resto de "dioses", equiparando la Religión Católica a una más entre otras, lo que atenta contra el primer mandamiento de la Ley de Dios. Y, aunque la intención no sea esa, es un hecho que se crea un clima de incertidumbre entre los católicos, debido a la ambigüedad. Esto da lugar a múltiples interpretaciones, lo que no debería de ocurrir. Las palabras de Jesucristo no dejan lugar a dudas, con respecto a lo que Él quería para sus discípulos: "Sea, pues, vuestra palabra, "sí, sí"; "no, no". Lo que pasa de esto, del Maligno viene" (Mt 5, 37)




Un católico ha de regirse por el amor a la verdad y a la sencillez. Todo se halla en Jesucristo: "Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón ... porque mi yugo es suave y mi carga ligera" (Mt 11, 29).

¿Obediencia a los Papas? Por supuesto ... siempre que aquello que digan esté en conformidad con la palabra divina y con lo que ha dicho la Iglesia-de-siempre. Por poner un ejemplo: la Iglesia Católica, pese a quien pese, no comenzó hace cincuenta años, a partir del Concilio Vaticano II: su antigüedad es de unos dos mil años. Además, no ha estado equivocada durante tanto tiempo, y lleva ya equivocada a lo largo de veinte concilios, hasta que llegó el concilio número XXI, el Concilio Vaticano II, y puso las cosas en su sitio: ¡Falsedad de falsedades!


No se pueden borrar de un plumazo dos mil años de historia del Cristianismo, como si éste nunca hubiera existido. Y, sin embargo, y aunque parezca mentira, eso es lo que se pretende: en lugar de transmitir a las nuevas generaciones la verdad de los hechos -lo que realmente ha ocurrido- se reniega de los hechos: ahí tenemos a Europa, que ha negado sus raíces cristianas, cuando éstas están más que demostradas. 


Hoy se pretende implantar -a la fuerza, lo quieras o no- el llamado Nuevo Orden Mundial, según la ONU y otras organizaciones similares, el cual es un "invento" humano y una obra de ingeniería social que atenta contra la dignidad de las personas. Y todo el mundo aplaude. O calla. Adulación y cobardía. Y si alguien disiente es ridiculizado, atacado y acallado (cuando menos).


También las "religiones", a excepción de la Católica, son todas "inventos" humanos e "ideologías". Se podría añadir también la religión Judía, pero sólo antes de haber venido Jesucristo, el Mesías prometido, en quien se cumplieron todas las profecías del Antiguo Testamento que hacían referencia a Él. Una vez que Jesucristo ha venido y se ha revelado como el Mesías, los judíos que no han creído en Él no se encuentran ya en la verdadera Religión. No han caído en la cuenta de las palabras de Jesús, cuando decía: "No penséis que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirla, sino a darle cumplimiento" (Mt 5, 17). No olvidemos que Jesús nació judío, como también san Pablo y el resto de los Apóstoles.


Acerca de este tema de la infalibilidad de las palabras del Papa tengo escritos algunos post en este mismo blog. Ejemplo: Se puede disentir del Papa y ser un buen católico (pinchar aquí, aquí y aquí); Lo ha dicho el Papa (pinchar aquí y aquí); El papa Francisco y la Verdad; Adhesión al papa Francisco, a pesar de todo


(Continuará)

viernes, 19 de junio de 2015

Enfriamiento Global (Fray Gerundio)


El comentario de Fray Gerundio, sobre  la nueva carta encíclica del papa Francisco "LAUDATO SI"  (Loado seas) es el mejor que he leido y que reproduzco en esta entrada. Muy interesantes también el de Juanjo Romero, de Infocatólica, de título "Dos claves de Laudato si" y el de Panorama Católico Internacional, titulado Ensalada Verde, sobre la nueva encíclica de Francisco


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Si no fuera porque ya me conozco el paño, me resultaría raro que el Papa ande preocupado por el calentamiento global del planeta,[lo que no está nada claro] mientras se está produciendo un enfriamiento global en el mundo católico. Y además, de proporciones siderales. Supongo que esto último debería ser lo que más le quitara el sueño, en vez de andar obsesionado con las ballenas o con los agujeros de ozono. 

Mucho me temo que si aplicamos lo que dijo el Señor de que por sus frutos los conoceréis, se ven aquí unos frutos bastante alejados de lo que debería ser su principal preocupación: la salvación de las almas y confirmar en la fe a los católicos, que es al fin y al cabo lo que Dios le ha encomendado.

Me parece que le pasa al Papa lo que le ocurre a esos que abandonan sus obligaciones más elementales para dedicarse a pequeñas o grandes aficiones. Como esos padres de familia que no hacen mucho caso de sus hijos, pero están trabajando de voluntarios para ayudar a los niños del Nepal, pongo por caso; y regresan a la casa a última hora de la noche, sin poder estar un rato con los niños, porque había mucho trabajo en la ONG de turno. O esas esposas que no cocinan nunca en la casa porque les da pereza, pero se apuntan al curso de cocina de la asociación de amas de casa del barrio. O esos párrocos que nunca visitan a sus enfermos porque tienen mucho trabajo o no dan catequesis porque están muy liados con las actividades culturales de la parroquia. Se podrían poner muchos ejemplos de estas actitudes que, en castellano, reciben el calificativo de irresponsabilidades, pero que requieren un apelativo mucho más fuerte cuanto mayor es el cargo. Si esto le sucede a un Sumo Pontífice, la gravedad es espantosa.

He de reconocer que no tengo fuerzas ni humor para leerme entera la Laudato, pero basta con acercarse a ella en alguno de los resúmenes que se nos ofrecen. Me ha gustado el de Sandro Magister por una doble razón: porque está bien hecho, y porque ahora mismo es el nuevo misericordieado de la Santa Sede, sobre el que se ha construido ya el cadalso para su ejecución, como en las viejas películas del Oeste. Otro caso más de Guillotinas Fulminantes.

Por otra parte, resulta muy divertido saber que tiene uno entre las manos una encíclica del Papa, en la que se habla del aire acondicionado, del huerto en la casa, de apagar la luz, de dar las gracias y de embellecer una fuente. Qué hermoso. No se pierdan lo que dice sobre el elogio del domingo, equiparado al sábado judío: día de la sanación de las relaciones del ser humano con Dios, consigo mismo, con los demás y con el mundo. He de reconocer que en mis años de monje no he escuchado nunca una interpretación tan masónica del Día del Señor. Si esto es así, creo que se puede dejar de ir a Misa (como de hecho ya hacen la mayoría de los cristianos). Bastaría con darle un abrazo al vecino, saludar al repartidor de periódicos, sonreir a la churrera y quemar una varita de incienso mirando al Sol Naciente con un taparrabos indigenista.

Creo que esta pseudo-encíclica es un vertido tóxico y hay que evitar el contagio que transmite. Este reciente y disparatado engendro, supone un nuevo derrumbamiento de algo tan tradicional y clásico como eran hasta ahora las encíclicas papales. A partir de ahora, como ha ocurrido con tantas otras cosas, las encíclicas podrán tratar sobre cualquier tema. El Papa podrá exhortar a los católicos (y a todos los hombres de buena voluntad, que no se me olvide), sobre el cultivo del melón caucásico, el cuidado de la foca bigotuda septentrional o la necesidad de la aplicación de la economía paleolítica al mundo actual. Total, da lo mismo. Otra institución pontificia destruída. Ya nunca se podrá citar una encíclica como algo perteneciente al Magisterio Pontificio, tras este Papa tan magistralmente anti-magisterial. Como las canonizaciones, desde ahora las encíclicas irán ya al cubo de la basura (reciclada, por supuesto).




Creo que la misión del Vicario de Cristo en la Tierra (perdón, en la Madre Tierra), es la de predicar y dar testimonio del Evangelio de Jesucristo. Nunca la de enredarse en cuestiones humanas por muy importantes que puedan parecer. Y menos todavía si son cuestiones que están en entredicho por parte de la comunidad científica. Pero es que además de eso, me parece muy grave que sus preocupaciones magisteriales y educadoras de sus ovejas vayan por estos caminos. Con la que está cayendo en este momento:

- Preocuparse de la extinción de ciertos animales, mientras están extinguiendo cristianos como animales en Oriente Medio, denunciadas con la boca pequeña y con muy poca energía, me parece como poco una hipocresía descomunal (de esa de sepulcros blanqueados).

- Andar preocupado por las especies marinas y oceánicas, mientras se manosea, se pisotea, se cometen sacrilegios sin número con las especies sacramentales (valga la analogía) es -como poco-, de una gravedad inconmensurable.

- Dar la alarma porque no se cuida todo lo que el Creador nos ha dado, mientras se permite la sistemática destrucción de la Revelación y la Tradición -que constituye el depósito que Jesucristo nos ha transmitido-, es una tomadura de pelo. Es muy curioso que se hable de la conservación de la Creación, mientras se olvida, se desprecia y se deja de lado la conservación de la Redención. Ustedes me entenderán, a poco que piensen.

Menos mal que ya quedó todo escrito para nuestra enseñanza. En el Evangelio está todo claramente explicado. Estas “doctrinas” pontificias son cosas humanas. Decía San Juan en su primera carta que ellos son del mundo y por eso hablan del mundo. Y se dirigen a todos (y todas), para cuidar la casa común, cuando hay un lío descomunal en la Iglesia común, fomentado desde allá arriba.

San Pedro, el primer Papa, se empeñó en zascandilear con los judíos para que le aprobaran su actitud y chalaneaba con ellos en ambigüedades notorias. Menos mal que estaba San Pablo por allí y le puso en su sitio [a san Pedro]: Tú eres como los demás. No te es lícito decir una cosa cuando estás con los judíos y otra cuando estás con los cristianos. Y el mismo Señor, nada más nombrarlo Vicario y Piedra, le tuvo que llamar al orden porque quería barrer de un plumazo la Pasión de Cristo: [a san PedroApártate de Mí, Satanás, porque tú piensas como los hombres y NO como Dios

Menos mal que San Pedro comprendió el disparate y aceptó la recriminación. Pudo hacerlo porque no estaba esperando que le concedieran el Premio Nobel de la Paz, o el Gran Delantal del Sumo Hacedor, o el Toisón de Oro de la ONU, o la Mención Honorífica de la Nueva Era.

A mí no me la pegan. Lo realmente importante no es el calentamiento global del planeta (suponiendo que lo hubiera), sino el enfriamiento global del catolicismo. Con razón dijo el Señor que en los últimos tiempos se enfriará la caridad de muchos. Y parece que no estaba muy seguro de encontrar fe sobre la tierra cuando viniera de nuevo en gloria y majestad. A este paso, va a ser que sí.
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NOTA: Sería conveniente leer un artículo de un miembro del IPCC en el que destapa la gran mentira del cambio climático. Puede leerse también otro artículo sobre el mismo tema pinchando aquí

jueves, 18 de junio de 2015

LAS TRES CAMPANADAS (1 de 9): Introducción



Es un hecho comprobado que, con el paso del tiempo, las grandes asociaciones de fieles cristianos, cuyo fundador fue un santo, reconocido como tal por la Iglesia, han ido a menos hasta apartarse de su espíritu original, el de su fundador. Pienso, por ejemplo, en san Francisco de Asís ... y los franciscanos (1209), en santo Domingo de Guzmán ... y los dominicos (1215), en San Ignacio de Loyola y los jesuitas (1534), en San Juan Bosco y los salesianos (1858), etc... 

Es cierto que han habido muchos santos en todas esas órdenes religiosas, pero en la actualidad, imbuida de modernismo, nos encontramos con teólogos, de reconocido prestigio (de distinta procedencia), muchos de ellos de gran influencia en la génesis del Concilio Vaticano II (incluidos teólogos protestantes) que han hecho más daño que bien a la Iglesia, al menos en lo que concierne a la ortodoxia.


Son muchos los nombres que se podrían citar: Henri de Lubac, Teilhard de Chardin, Jean Danielou, Karl Rahner (jesuitas), Hans Ur Von Balthasar, Schillebeeckx e Yves Congar (dominicos), y otros como Hans Küng,  Johann Baptist Metz, el cardenal Bugnini (reconocido masón), etc... todos ellos han tenido una influencia decisiva y nefasta en la elaboración del Concilio Vaticano II. Es éste un tema apasionante, pero ya le llegará su momento. Con relación a san José María Escrivá de Balaguer, su influencia en dicho Concilio (1962 a 1965) puede leerse pinchando aquí, aunque las opiniones están divididas.


En 1972, el papa Pablo VI, pronunció una homilía en la que aparecen esas palabras que tanto se citan, y que hoy en día tienen una mayor actualidad que cuando fueron dichas: “A través de alguna grieta -decía- ha entrado, el humo de Satanás en el templo de Dios”.


Desconozco lo que San José María pensaba acerca del ecumenismo y del diálogo interreligioso, tal y como se encuentra reflejado en los documentos del Concilio Vaticano II. Como sabemos este Concilio no fue dogmático, ni pretendía añadir nada nuevo a lo que ya estaba definido, con toda claridad, en los Concilios anteriores. Su objetivo era meramente pastoral ... "en principio" ... y así había de ser considerado, según las palabras del papa Juan XXIII, que fue quien lo convocó.

Sin embargo, ha habido derivaciones posteriores al Concilio Vaticano II, que han puesto en entredicho las palabras del papa Juan XXIII, con relación a la finalidad de ese Concilio ... hasta el extremo de que se ha llegado a una situación, un tanto extraña, en el seno de la Iglesia Católica, a cincuenta años del Concilio Vaticano II.


Por eso, cuando un católico se encuentra con sacerdotes ilusionados con su sacerdocio y con una gran formación y una fe que contagia, ..., es realmente afortunado, pues hoy día reina una gran confusión, no sólo en el mundo sino también en la Iglesia ... y aquellos que pretenden seguir siendo fieles a la Iglesia de siempre, teniendo en cuenta las Sagradas Escrituras, la Tradición y el Magisterio de la Iglesia, suelen ser mirados con malos ojos ... por sus propios "hermanos", que se dicen "católicos", pero que no lo son, en realidad, pues han sucumbido ante el "mundo",  ante las proclamadas "verdades" de sus "pastores" (que no son tales, sino lobos con piel de oveja); y esto no sin culpa propia ... pues lo cierto y verdad es que nadie será engañado si no quiere ser engañado. 


A nivel de Jerarquía el problema es aún mayor. Y a los sacerdotes u obispos que se mantienen fieles a la Tradición de la Iglesia se les persigue y castiga (caso de los franciscanos de la Inmaculada) o se les destierra (caso de monseñor Livières, obispo del Opus Dei). Según el padre Alfonso Gálvez, comentando el último caso, afirma:


En nuestros recientes tiempos, todo el mundo conoce el caso de Mons. Rogelio Livieres, Obispo de Ciudad del Este y cuya trayectoria y ejercicio de su Ministerio no vamos a especificar aquí por ser demasiado conocidos. La Conferencia Episcopal del Paraguay fue precisamente el dedo acusador del infeliz Prelado (la vida y milagros de los componentes de la tal Conferencia también son conocidos), señalándolo poco menos que como delincuente.


Con todo, hay algo en este asunto que aún llama más la atención. El Gobierno de la Prelatura del Opus Dei (el Obispo pertenece al Opus Dei) se apresuró a tomar distancias sobre la postura y las declaraciones del Obispo. Las cuales habían consistido en proclamar su actitud de obediencia y exhortar a sus seminaristas a que fueran fieles a la Tradición y se mantuvieran también en esa misma línea de obediencia.

No podemos saber lo que pensaría el Fundador de la Obra si la contemplara tal como está en estos momentos..., pero podemos suponerlo. Algo que nació bajo tan felices auspicios, hasta el punto de suscitar el entusiasmo de Pío XII, ha descendido ahora a tal situación de servilismo y acercamiento a las Nuevas Doctrinas, que bien podría ser calificada como lastimosa y lamentable. En el mismo sentido, igualmente parece penosa la actitud del Cardenal Cipriani, Arzobispo de Lima y también miembro del Opus Dei. El cual, ante el terremoto recientemente suscitado en la Iglesia por los últimos resultados del Sínodo de la Familia, ante los que tan valientemente han protestado algunos Cardenales, Cipriani, sin embargo, bien conocido por su espíritu conservador y de fidelidad a la Iglesia, está manteniendo un pudoroso silencio. No tendría nada de particular que algunos pensaran que el Cardenal temiera que el Gobierno del Opus Dei también tomara distancias respecto a él; aunque es de esperar que no sea así, a fin de que muchos no tengamos que rectificar el buen juicio que hasta ahora manteníamos con respecto a su persona.

Yo he leido varios de los libros de Escrivá de Balaguer. Se palpa, en todos ellos, un gran amor a Dios, encarnado en Jesucristo, y a su madre, la Virgen María. Lo sobrenatural está perfectamente determinado, sin confundirse con lo natural. Como decía santo Tomás, lo sobrenatural supone lo natural y lo perfecciona, pero nunca lo anula ni, en la vida cristiana, se confunden ambos órdenes: uno es el orden natural y otro el sobrenatural (a éste sólo puede accederse por la gracia y nunca por las solas fuerzas).

En particular, los libros "Es Cristo que pasa" y "Amigos de Dios", que son recopilaciones de homilías suyas pronunciadas en distintas ocasiones, además de ser amenos y fáciles de leer, dejan paz en el alma, esa paz que procede del amor a Jesucristo. Se nota.  

Supongo que la idea de ecumenismo de san José María no era la que ahora se lleva; pero si en algún momento lo fue, tal vez en los primeros años posteriores a la terminación del Concilio Vaticano II (1965), que no lo sé, algo sí es demostrable, con respecto a su pensamiento real. No cabe duda de que, a medida que se avanza en edad, las personas, en general, van siendo más conscientes de lo verdaderamente importante; y las ideas se van clarificando. Y esto podemos también aplicarlo a nuestro santo. Las ideas de madurez suelen reflejar el verdadero pensamiento o el pensamiento más completo de una persona. 

Estas ideas suyas pueden verse reflejadas en lo que se conoce como "las tres campanadas", de San José María Escrivá de Balaguer. Algo dice sobre ellas su biógrafo Andrés Vázquez de Prada En los próximos posts haré un extracto de lo que considero más relevante ... en esas campanadas. Lo preocupante ahora es: los seguidores actuales de San José María Escrivá de Balaguer, ¿siguen manteniendo el espíritu de su fundador? Aunque en teoría sí, sin embargo, los hechos cantan. Y la nueva canción se va pareciendo cada vez menos a la canción original, la auténtica. Esto se puede ver en la misma página web del Opus Dei, cuando habla sobre su nuevo vicario general, monseñor Fazio, así como en dos de las entradas de este blog. Hacer clic aquí y aquí.


(Continuará)

martes, 16 de junio de 2015

San Josemaría Escrivá de Balaguer

El 26 de Junio de 2015 se cumplirán 40 años desde la muerte de Monseñor Escrivá de Balaguer, ahora santo de la Iglesia Católica. Su vida es, en general, bien conocida. No obstante, en la página web del Opus Dei, organización que Él fundó, pueden encontrarse datos acerca de su biografía así como cualesquiera otros que se deseen.

En esta entrada me limito a colocar dos vídeos breves sobre San José María Escrivá de Balaguer: uno de ellos de 6:42 min de duración, trata de su biografía, contada brevemente.





El otro video se refiere a su canonización que tuvo lugar el 6 de octubre de 2002. Tiene una duración de 2 minutos y puede verse a continuación:



Para una mayor información puede hacerse clic aquí

Decisiones urgentes del Papa Francisco: el Sínodo y Medjugorje (Eulogio López)



El Papa Francisco tiene por delante dos decisiones importantes que empiezan a resultar urgentes: enmendar el desastre y la confusión creada por la primera parte del Sínodo de la Familia (octubre) y tomar una decisión sobre la verdad y falsedad de Medjugorje.

El Sínodo es urgente porque se nos echa el tiempo encima y porque la clerecía progre ha conseguido confundir a toda la grey cristiana sobre el pequeño detalle de acceder al sacramento en gracia de Dios. Y también porque en esta vida se puede jugar con muchas cosas pero no con la Eucaristía. En cualquier caso, no es el Sínodo quien fija la doctrina sino el Papa. Es decir, que está obligado a deshacer mucho de lo ya hecho y ratificar la doctrina que, en materia esencial, no puede cambiar. Y como resulta que alguno de los clérigos más retorcidos, no necesariamente párrocos de aldea, están dispuestos a la herejía, la cosa puede acabar en cisma.

La segunda es la sobrenaturalidad o la estafa (¿Cabe una postura intermedia?) de las apariciones marianas de Medjugorje. El informe de la Comisión vaticana -favorable a la sobrenaturalidad, según mis fuentes- duerme el sueño de los justos en un rincón de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe.

Preguntado por ello durante el viaje de vuelta de Sarajevo, Francisco aseguró que la Congregación iba a estudiarlo. Pues ya es hora. Pero, en cualquier caso, el que tiene que decidir ambas cuestiones es Francisco. Sólo él.

Insisto: con la Eucaristía no se juega, con las apariciones marianas, tampoco.

Eulogio López
(Director de Hispanidad)

sábado, 13 de junio de 2015

Diálogo inter-religioso ¿Por qué? ¿Para qué? (Luis Segura)


Este artículo de Luis Segura es sumamente instructivo; y, sin embargo, tan solo utiliza el sentido común ... eso sí: muy bien expresado. Ideas claras y rotundas. Eso es lo que necesitamos ...algo de lo que hoy tanto se carece... aunque hay excepciones. Ésta es una de ellas.
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Todos los que nos hemos acercado a la Sagrada Escritura con afán inquisidor —no pocos ciertamente si tenemos en cuenta a todos los lectores de los últimos veinte siglos—, hemos seguido alguna vez un método poco apropiado: probar por medio de la palabra de Dios lo que en un momento determinado nos convenía. Es decir, indagar en la palabra de Dios con la esperanza de que ésta diga lo que nos gustaría que dijese, y no con la intención de asumir lo que en realidad dice. Lo que ocurre es que al salirnos del Magisterio de la Iglesia y de la Tradición, que son los cauces correctos para entender el mensaje evangélico, las interpretaciones teológicas normalmente se toman licencias que no proceden. El intérprete de la Sagrada Escritura asume por tanto un gran riesgo si indaga y examina por su cuenta todo aquello que le inquieta o de lo que espera obtener respuesta.

Yo asumiré con este trabajo ese riesgo. Porque no recurriré al Magisterio para defender lo que sigue. Y también me acusaré de antemano de haber acudido muchas veces a la palabra de Dios con el juicio previamente informado. Aunque huelga decir que la subjetividad humana entra en juego cuando se trata de ventilar cuestiones intelectuales. Por eso diré que en relación con el tema del que me propongo reflexionar a continuación, el diálogo interreligioso, partía de una posición de rechazo que no he decidido moderar. En realidad me propongo estudiar la conveniencia de tal diálogo más que su razón de ser bíblica. No obstante, sospecho que la Sagrada Escritura no favorece la interpretación que mantiene que en la Biblia se aprueba el diálogo interreligioso; en realidad pienso lo contrario, es decir, que éste no es visto con buenos ojos. 


He decidido por tanto optar por un camino distinto al habitualmente trazado, un camino también quizá menos agradable a los oídos contemporáneos, a los promotores de consensos, a los constructores de parloteos baldíos e innecesarios. Me tocará seguramente hacer de abogado del diablo. No me queda otra. Temo que dialogar hoy es llenar de ruido el espacio.

Quizá porque asumo las palabras de Baudelaire y no soy ingenuo, ya que la comunicación humana reposa, nos pese o no, sobre el malentendido. Y al mismo tiempo porque compruebo a diario, hasta el hartazgo, que el mundo cada vez está más dividido y tensionado, a pesar de que nunca se ha hablado tanto.

Bien, no menos cierto también es que los hombres están condenados a entenderse o a destruirse mutuamente. ¿Qué hacer entonces? Presentar en primer lugar alguna explicación autorizada de por qué las religiones deben intercambiar opiniones y reconocerse recíprocamente. [Diálogo interreligioso será tratado aquí como sinónimo de diálogo ecuménico. No se entendería de otra manera la cita del cardenal Ratzinger]. Pues bien, de la siguiente manera se pronunciaba el cardenal Joseph Ratzinger en la Academia de Ciencias Morales y Políticas de París sobre el sentido del diálogo interreligioso:

«Con el paso del tiempo, los cristianos advirtieron lo inadecuado que era describir a los representantes de otras religiones simplemente como paganos o en términos puramente negativos como no cristianos. Era necesario familiarizarse con los valores distintivos de las otras religiones. Inevitablemente, los cristianos comenzaron a preguntarse si tenían derecho a destruir simplemente el mundo de las otras religiones o si no era posible o incluso imperativo comprender a las otras religiones desde adentro e integrar su legado en la cristiandad. De este modo, el ecumenismo pasó a expandirse al diálogo interreligioso. Ciertamente, el objeto de este diálogo no era simplemente repetir los conocimientos eruditos de religiones comparadas del siglo XIX y comienzos del XX, que a partir de alturas dominadas por el punto de vista liberal racionalista, había juzgado a las religiones con la seguridad en sí misma propia de la razón ilustrada. Actualmente existe amplio consenso en el sentido de que semejante punto de vista es una imposibilidad, y que para comprender la religión es necesario experimentarla desde adentro, y por cierto únicamente esa experiencia, inevitablemente particular y ligada a un punto de partida histórico claro, puede mostrar el camino hacia la mutua comprensión y por consiguiente hacia una profundización y purificación de la religión» [http://humanitas.cl/html/biblioteca/articulos/d0454.html]

Éste es actualmente el discurso de la Iglesia Católica con respecto al diálogo con otras religiones. Un discurso al que pueden hacérsele sin embargo algunas objeciones. Por ejemplo las siguientes: 

- ¿Es el objetivo de la Religión cristiana la purificación de la Religión? 
- ¿Es su finalidad la comprensión de otras religiones y que ella a su vez sea comprendida? 
- ¿Le vale con ser comprendida por todas las demás religiones? - ¿Cuál es la finalidad última de la Iglesia en el mundo?

Leemos en el Evangelio de Lucas las últimas palabras de Jesús a los Apóstoles, justo después de abrirles las inteligencias para que entendieran las Escrituras: «Estaba escrito que el Mesías tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos al tercer día, y que hay que predicar en su Nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén» (Lc 24, 45-47). Luego si los Apóstoles hubieran seguido los consejos del cardenal Ratzinger, ¿qué hubiera sido de los paganos que abrazaron el Evangelio al escuchar sus prédicas? Los Apóstoles no se hubieran podido mover de sus lugares de origen por aquello de no “destruir el mundo de las otras religiones”. Tal vez, y sin molestar demasiado, podrían haber solicitado a las autoridades locales el uso de algunos espacios para celebrar sus reuniones, y pedido permiso, si se veían con arrojo, para intervenir en los foros públicos con la intención de departir con sus iguales y enriquecerse personalmente.

Lo anterior puede mover a la risa pero es perfectamente coherente con la postura dominante de la Iglesia en relación al diálogo con las demás religiones. Una postura que de hecho, en mi opinión —en absoluto relevante, pero no por eso inexistente—, puede hacer sonrojar a los espíritus más circunspectos si se toman muy en serio la misión que el Señor confió a los suyos antes de regresar al cielo junto a su Padre: «Id, pues, y haced discípulos míos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28, 19-20)

Le faltó decir al Señor que a los discípulos había que tratar de conseguirlos en todas partes pero sin molestar demasiado, y siempre en un ambiente distendido y fraternal, alcanzando consensos de amplias mayorías; eso sí, preguntando primero si allá donde fueren había ya cristianos o habrían de convertirlos ellos, porque entonces lo correcto sería respetar las creencias de los no cristianos y como mucho dejarles unas octavillas en las puertas de sus casas. En realidad el Señor mandó a sus Apóstoles a cazar gamusinos. Entonces no había cristianos, pero tampoco había gran necesidad de ellos, porque vistas las sombras de las Cristiandad y comprendido con el paso del tiempo la importancia de no destruir los mundos de las demás religiones, casi mejor estarse quietos; clavar como mucho –al estilo Lutero- unos opúsculos en los templos paganos y al anfiteatro corriendo, que combate Efialtes.

Bien, realmente la cuestión es muy seria, y seriamente ha de tomarse también por los que creen, con buena voluntad sin duda, que el diálogo entre religiones sirve para algo importante. Pues no es preciso en modo alguno dialogar para que dos no se maten, basta con que sean civilizados. Esta reflexión, por otro lado, como se precisó al principio de la misma, no es un ejercicio teológico formal. Pero las acusaciones anteriores son suficientes para complicar el discurso de los defensores del diálogo interreligioso. Pues nunca se ha hablado tanto como hasta ahora y nunca ha habido mayor confusión. Y no parece serio alegar que lo que falta precisamente es más diálogo.

Dialogar, llamemos a las cosas por su nombre, es discutir puntos de vista para lograr un acuerdo, o también, conversar intercambiándose el turno de palabra. No tiene más sentidos aquí el término dialogar. Entonces, si como cualquiera es capaz de comprender y, como el propio Ratzinger reconoce en el texto mencionado antes, «el diálogo no es conversación al azar, sino algo dirigido a la persuasión, a descubrir la verdad, pues de lo contrario es inútil», dialogar significará discutir puntos de vista para lograr un acuerdo. Así pues, aquí se revela de nuevo la inutilidad del diálogo religioso. Si en lo que consiste en el fondo dialogar es llegar a acuerdos, ¿a qué acuerdo religioso pueden llegar dos personas que confiesan credos esencialmente antagónicos? «El que no está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama» (Mt 12, 30) ¿Acaso se ha olvidado la Iglesia de esto? Duras son, a veces, las palabras de Jesucristo, como éstas, que revelan una exigencia absoluta y que lo identifican automáticamente con su divina persona.

Por tanto, dialogar con el otro “en términos de igualdad” puede dar la impresión a éste de que efectivamente quien está en posesión de la verdad [¿o no es Cristo la Verdad?] no posee tal verdad. Pensemos en alguien que afirma la Trinidad, y en otro que la niega: ¿Deberían aceptar ambos que la divinidad la forman dos personas, y no una ni tres, para lograr el anhelado acuerdo? ¿No es esta forma de diálogo entre religiones, además, una forma de decir que no se está dispuesto a sumar ni un solo fiel más al bando de la Verdad; que si éste ha de venir que lo haga por aquellos caminos inescrutables que solo Dios conoce, porque es preferible respetar a los no creyentes que anunciarles la superioridad del Dios revelado por el Hijo? Si no es así, lo parece.

En fin, conozcámonos mutuamente. Y que no se preocupe nadie. Bautizarse no es tan importante. Ante todo el folclore y los remilgos humanos.

Se escucha por otra parte, entre los defensores del diálogo interreligoso, que «la humanidad necesita que ni una injusticia más lleve el sello de la religión» [J. Avilés, “El jardín de los senderos que se bifurcan”: RUT]. Sin embargo, esto es un ensueño que podrá regalar los oídos del mundo moderno, pero olvida lo fundamental: las religiones son obra de hombres, y allá donde éstos imponen sus manos se proyectan sombras y luces. La finalidad de tal diálogo, o uno de los objetivos clave, al parecer, consistiría en «pronunciar juntas el voto del bodhittsava Dharmakara: no entrar en el nirvana sin conseguir facilitar dicha entrada a todos los hombres y mujeres» [Idem http://teologiarut.com/articulos_ver.php?ref=35]. 

Pero resulta que Jesús en la cruz prometió la entrada en el paraíso a uno de los ladrones —justamente al que lo había confesado—, y del otro no dijo nada (Lc 23, 43). Así que si Él es el Camino, la Verdad y la Vida, y nadie va al Padre sino a través de Él, ¿en qué lugar quedan quienes no creen en su mensaje? (Jn 14, 6) 

«Al recorrer vuestra ciudad y contemplar vuestros monumentos sagrados, me he encontrado incluso un altar con esta inscripción: “Al Dios desconocido”. Pues bien, lo que veneráis sin conocerlo, eso es lo que yo os vengo a anunciar» (Hch 17, 23).  Pablo, antes de hablar en el Areópago se interesó por las creencias de los ciudadanos de Atenas: es cierto ... pero no para compartir después experiencias entre unos y otros, sino para poder anunciarles mejor a su Señor, el Hijo del hombre, el Hijo de Dios, el Redentor.

Para dar por acabada esta reflexión informal acerca del diálogo interreligioso, sería conveniente centrar el problema. Decía al principio que no iba a echar mano del Magisterio, ni del pasado ni del más reciente. Y no por desconocimiento. Sé perfectamente qué se dice por ejemplo en Nostra Aetate. Me proponía sencillamente plantear algunas dificultades a lo que propone este documento sobre el diálogo interreligioso, un diálogo que la mayor parte del clero está dispuesto a defender con uñas y dientes

Pues bien, más allá de dimes y diretes, me parece a mí que lo fundamental es resolver por qué es preciso el diálogo entre religiones y para qué ha de fomentarse. Las respuestas sólo pueden ser trascendentes, no nos engañemos. Decir para conocerse siempre tiene el inconveniente de que te pueden replicar, ¿y para qué es oportuno conocerse?

Como decía, para que dos personas no lleguen a las manos no hace falta dialogar, basta con ser civilizados. Si dialogar es llegar a acuerdos, un diálogo religioso sólo traerá consigo que las partes implicadas en el diálogo renuncien a ser lo que son. En todo o en parte.

A la Iglesia se le encargó anunciar al Señor y hacer discípulos suyos en todos los pueblos, bautizándolos en su nombre, no llevarse bien con otras religiones ni acomodar el magisterio de Jesucristo al gusto de quienes han elegido «otros caminos» para llegar al Padre.

Luis Segura