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sábado, 17 de enero de 2015

Libertad, hipocresía y sentido común (2 de 2)


7) La libertad no es un absoluto. Por eso se habla de un recto uso de la libertad, de manera que cierto tipo de "libertades" deberían estar prohibidas por la ley, entre ellas la libertad para insultar, para ofender, para incitar al odio y para difamar al prójimo y mentir.  


8) La libertad tiene unos límites que deben ser respetados. Y estos límites están marcados por la justicia. Atenta contra la justicia el que, tomando como excusa la libertad de expresión, la transforma en libertad para insultar. ¿Qué de extraño tiene, aunque no se pueda justificar, que otros usen también su libertad para impedir la nuestra si nos metemos con ellos? Es el famoso caso de las viñetas de Mahoma en la revista Charlie Hebdo.  El sentido de la existencia de los medios de comunicación de masas es, ciertamente, el de informar de las noticias que, por desgracia, son casi siempre malas ... pero su misión no es la de degradar ni la de insultar a personas e instituciones que muchos consideran sagradas. En cierto modo, se trata de un "maltrato" a infinidad de personas; un maltrato permitido por la ley que, por otra parte, tanto aboga para que no existan maltratos. Una ley que es hipócrita, pues se contradice. No se puede maltratar a las mujeres (lo que me parece de una lógica aplastante) aunque, por lo visto, no se contempla la posibilidad del maltrato de la mujer al hombre. Se puede -y, de hecho, se hace- influir en una mujer para que aborte (máximo maltrato al no-nacido) y no hay en ello ningún delito. En cambio, no se puede maltratar (en lo que estoy de acuerdo: no se debe maltratar a nadie), pero es que ni siquiera se les puede llamar la atención a aquellos medios o revistas que se dedican a "maltratar" a diestro y siniestro- a infinidad de personas a las que "hieren" en lo más hondo, blasfemando contra Dios, contra Jesucristo y contra la Iglesia, contra el Papa, contra la Virgen María, contra Mahoma, etc... Si usted no comulga con determinados modos de vivir de otras personas dígalo, con respeto, y argumente, con datos, lo que dice. Sea crítico, pero no utilice el insulto como arma, del modo en que lo hace y, bajo capa de "libertad de expresión" su tarea sea la de ofender y ridiculizar -con conocimiento de causa- a una gran mayoría que, por otra parte, no puede defenderse acudiendo a la justicia, ya que ésta daría la razón a los diarios, aludiendo a la libertad de expresión. Sería éste un buen momento para revisar la ley, sobre lo que les está permitido y sobre lo que no lo está, en los medios de comunicación. Y, por supuesto, actuar en consecuencia y con rapidez. De lo contrario, la confianza en la justicia irá siendo cada vez menor, como así está ocurriendo. 


9) ¿Qué pasa con la legítima defensa? Si alguien insulta a mi madre, ¿yo debo quedarme tan tranquilo? ¿Es eso lo correcto? Ciertamente, no lo voy a matar. Pero si él esgrime su libertad para insultarme yo puedo esgrimir mi libertad para defenderme de su insulto. Y, como ante el insulto, no caben argumentos, lo propio es el castigo. ¿Cómo escandalizarse de que el Papa haya dicho que se esperen un puñetazo si insultan a su mamá? Saco esta cita del periódico el País:


“En cuanto a la libertad de expresión: cada persona no solo tiene la libertad, sino la obligación de decir lo que piensa para apoyar el bien común (…) Pero sin ofender, porque es cierto que no se puede reaccionar con violencia, pero si el doctor Gasbarri [organizador de los viajes papales], que es un gran amigo, dice una grosería contra mi mamá, le espera un puñetazo. No se puede provocar, no se puede insultar la fe de los demás (...) Hay mucha gente que habla mal, que se burla de la religión de los demás. Estas personas provocan y puede suceder lo que le sucedería al doctor Gasbarri si dijera algo contra mi mamá. Hay un límite (...) Y este es el límite. Puse este ejemplo del límite para decir que en la libertad de expresión hay límites como en el ejemplo de mi mamá”.


Estas palabras, en el contexto en el que fueron dichas, son de sentido común, aun cuando algunos medios las hayan tergiversado, como si el Papa estuviese de acuerdo con la barbarie asesina que se ha cometido, lo que es una gran mentira, atribuyéndole intenciones que no existen.


No se trata de justificar la violencia, que nunca es justificable (tan solo si es en legítima defensa y no hay más remedio que usar de ella) sino de aplicar la justicia. E incluso la caridad, diría yo. Muy posiblemente le esté haciendo un bien a la persona que recibe el puñetazo, como respuesta por haber insultado a mi madre. Así aprenderá a pensárselo mejor antes de acudir al insulto. Mi puñetazo habría servido así como expresión de "odio al pecado y de amor al pecador",  pues aunque éste se ha visto lastimado, mayor es el daño que ha causado. Y aprenderá también que no se puede hacer uso impunemente de la libertad, pues -como ya se ha dicho- libertad y responsabilidad van unidas, de modo inseparable, como caras de una misma moneda. 

El mismo Jesucristo, que es "manso y humilde de corazón" (Mt 11, 29) sin embargo, en una determinada ocasión, "se encontró en el Templo con los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y con los cambistas sentados. Y haciendo de cuerdas un látigo expulsó a todos del Templo, con las ovejas y los bueyes; tiró las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a los vendedores de palomas: '¡Quitad esto de aquí! No hagáis de la casa de mi Padre una casa de negocios' " (Jn 2, 14-16). San Lucas escribe que les dijo: "Está escrito: 'Mi casa será casa de oración', pero vosotros habéis hecho de ella una cueva de ladrones" (Lc 11,46). No era esto lo habitual en Él, pero es muy significativo este episodio de la vida de Jesús .... ¡Y es que Jesús, además de ser Dios, que lo era, era hombre igualmente, un hombre como nosotros; siendo divino, era también humano ... ¿y hay algo más humano que defender a aquel a quien se ama y a quien están insultando en tu presencia? 

Y se impone ser realistas: con algunas personas no valen los argumentos; sólo entienden el lenguaje del castigo. Ocurre como con los niños traviesos a quienes sus padres tienen que castigar, a veces, por su propio bien, porque no tienen conocimiento. Si un niño está a punto de beber algo que es un veneno o a tocar un escorpión, ¿qué padre se pondría a razonar con él, en ese momento? Lo que haría es tirar el veneno antes de que se lo bebiera y lanzar lejos al escorpión antes de que picara al niño con su aguijón. Y, acto seguido, reprendería al niño con fuerza y le daría un palo en el culo para que no volviera a hacer más cosas semejantes. ¿Acaso la acción del padre no está movida por el amor a su hijo y está, por lo tanto, más que justificada? ¡Por supuesto que sí! Ha salvado la vida de su hijo, aunque para ello haya tenido que darle unos azotes, porque es lo que necesitaba en ese momento, y el único modo de que aprenda. Luego vendrán los argumentos, cuando el niño crezca y razone. Entonces sentirá agradecido el sopapo que le dio su padre.

Aunque en esta sociedad "buenista" e hipócrita en la que vivimos, siempre habrá gente que interpretaría ese hecho como maltratos al niño por parte de su padre. Pues muy bien: que piensen lo que quieran. Ya sabemos que esta sociedad está cada vez más loca ... y a los locos, ni caso.

En fin, se diga lo que se diga - y no importa quien lo diga- lo cierto y verdad es que no existe el derecho a blasfemar, una verdad que es elemental y de sentido común y que, sin embargo, esa revista -y otras por el estilo- se pasan por el forro, identificando -erróneamente- el derecho a la libertad de expresión con el derecho al insulto. Y, lamentablemente, con el apoyo de mucha gente que -en esto, como en tantas otras cosas- se dejan llevar por el pensamiento único impuesto por el Sistema ... ¡y así nos va! ...¡Y pasa lo que pasa!


Alfredo Urdaci

10) Lo más penoso de todo es que tal libertad para blasfemar haya sido defendida por el señor Alfredo Urdaci, director de informativos de la cadena 13TV, la cadena de la Conferencia Episcopal Española. Podemos pinchar aquí , aquí (ver vídeo, desde 2:56 a 3:20 min) y aquí (artículo interesante de Luis F. Bustamente) 

En su editorial del 8 de enero de 2015, el responsable de informativos de 13Tv, propiedad del episcopado español, afirmó que "hoy es un día para recordar que existe un cierto derecho a la blasfemia, que debemos defender, por mucho que pensemos que el ataque se dirige a algo que consideramos sagrado ... derecho que está contenido en ese derecho a la libertad de expresión que reconocen todas las constituciones de occidente". No contento con esa afirmación de defensa del derecho a blasfemar, continuó diciendo que, a su juicio, tal derecho "forma parte de la esencia de nuestra civilización".


Este señor que dice que "el derecho a blasfemar forma parte de la esencia de nuestra civilización" no  sé a que civilización se refiere. Desde luego, ese derecho no procede de la civilización cristiana ... ni de la civilización musulmana, por razones de todos conocidas. En cuanto a la civilización romana, en ninguna parte existe el elogio de la blasfemia. Quizá haya que ir a los primeros habitantes de la Península. O tal vez haya que remontarse hasta el hombre de Neandertal, que se extinguió hace 40.000 años; y este señor haya encontrado, escritos sobre piedra con letra cuneiforme, unos documentos secretos, sólo por él conocidos en donde se contempla ya ese derecho. En fin… se oyen cosas increíbles ... ¡el colmo es que tales cosas hayan sido dichas dentro de la cadena de la Conferencia Episcopal Española!. Y no pasa nada. ¿En qué mundo vivimos?

Libertad, hipocresía y sentido común (1 de 2)


Lo primero de todo es recordar una serie de verdades, que son obvias y de sentido común y que todos conocen, pero no siempre se actúa de modo coherente con ese conocimiento. Aunque especifico una serie de puntos, en realidad están todos ellos entrelazados:

1) Libertad y responsabilidad son cara y cruz de una misma moneda y, por lo tanto, inseparables


2) La libertad de la persona humana no es ilimitada. Está condicionada por su misma naturaleza como persona:

De entrada, necesitamos de una pareja humana, hombre y mujer, para poder venir a la existencia. Una vez en la existencia, tienen que pasar muchos años para poder hablar de una cierta independencia o autonomía; la cual, a su vez, está condicionada por múltiples aspectos: inteligencia, recursos económicos

3) No se puede hacer uso de la libertad para cambiar la realidad natural. Mi  libertad no puede modificar la verdad de las cosas, que son lo que son con independencia de lo que yo pueda pensar. Es el caso del aborto, el divorcio, la homosexualidad, etc, cuya realidad no cambia por más que se les cambie el nombre y se pongan el ropaje de la ley. La verdadera libertad está siempre en conexión con la verdad ... o no hay tal libertad. Dios, que es el auténtico juez, pondrá las cosas en su sitio, cuando a Él le plazca ... ¡pero lo hará!

4) Hay un componente social de la libertad, que no se puede tirar a la basura. La frase: "Mi libertad termina donde empieza la libertad de los demás" es más que una simple frase. Revela una realidad. Entre otras cosas que la libertad no es un valor absoluto, ni consiste en hacer lo que a uno le plazca. Hay que contar con la libertad de los demás. El ser humano vive en sociedad. Y esto no se puede ignorar. Enarbolando la bandera de la libertad (libertad para los que piensan de una determinada manera) se ataca a los que piensan de modo diferente; y todo ellos con el apoyo de la ley. Y el dicho: El que siembra vientos recoge tempestades también tiene actualidad. Por eso, no se entiende que la gente se escandalice y se extrañe cuando ocurren sucesos como los que ocurrieron el 7 de enero en Francia que, ciertamente, son lamentables y condenables, pero que han ocurrido porque quienes, tomando como base la "libertad de expresión", se han dedicado a insultar y a blasfemar. ¿Justifica eso el crimen de que han sido objeto? En absoluto. Pero sí lo explica. Si las autoridades actuasen contra la raíz del problema, que es la mal llamada libertad de expresión (cuando ésta se entiende como libertad de insulto) estarían actuando, al mismo tiempo, contra la violencia que tal "libertad" ha provocado. 

5) "Libertad" sólo para algunos: aquellos que piensan como lo ha dispuesto el Sistema. A los demás hay que reducirlos al silencio. "Libertad" reducida al pensamiento único. ¿Se puede llamar a eso libertad? Sólo se reconoce como libres a los que piensan conforme a lo políticamente correcto. El que piense de modo diferente, y lo manifieste, será vilipendiado, calumniado, perseguido, etc. Tremenda hipocresía ésta que sólo permite pensar de una determinada manera y condena cualquier otra forma legítima de pensamiento. Por ejemplo: ¡Ay del que esté en contra del aborto, del divorcio, de las parejas de hecho, de la homosexualidad, de la ideología de genero, etc...! Contra él todo el peso de la "ley". No así para los mentirosos, los depravados, los violentos -siempre que sean de izquierdas-, los que corrompen a los niños en los colegios con ideologías ateas y contrarias a la ley natural. Sí, porque ellos representan el progreso y la modernidad. La "ley del embudo", como puede verse, sigue teniendo vigencia y es, además, aplaudida por casi todos, debido -en gran parte- a la enorme influencia de los mass media.




6) La libertad no consiste en hacer lo que uno quiera. Esto no es la esencia de la libertad, pues ésta -como todo lo que es bueno- depende de la verdad. El conocimiento y la aceptación de la realidad es la condición primera para llegar a unas cotas de libertad que estén en conformidad con lo que verdaderamente somos: "La verdad os hará libres" (Jn 8, 32) decía Jesús. Sólo el amor a la verdad nos puede hacer realmente libres. El mentiroso, el que no llama a las cosas por su nombre, es un desgraciado y un esclavo. Así, por ejemplo, no todos tienen la misma inteligencia ni pueden elegir cualquier carrera, o incluso ninguna, si no tienen las aptitudes necesarias para ello. Tampoco todos tienen las mismas habilidades: pensemos en el dibujo, la pintura, la escultura, el atletismo, el fútbol, el tenis, el billar y un sinfín de etcéteras. Estamos condicionados y esto es bueno saberlo. Esto es estar en la verdad. Y desde la verdad es cuando podemos -y debemos- ejercer la libertad. ¿Acaso se puede decir, sinceramente, que no es libre aquel que no puede hacer una carrera que le gustaría si se sabe, con total seguridad, que no es apto para ejercerla? ¿Se puede pedir de todos que sepan jugar al billar o al tenis y que sean, además, los mejores ... o de lo contrario, ya no serían libres? ¡Eso es un disparate! ¡Pero si es de sentido común! ¿Cómo se le pueden pedir peras al olmo? La misión del olmo -la verdad del olmo- es que no puede producir peras, aunque "quisiera", pues no está dotado para ello. La producción de peras está reservada al peral. Y así con todo.


jueves, 15 de enero de 2015

Cristo crucificado, escándalo para los musulmanes y necedad para los laicistas (por Roberto de Mattei)


Roberto de Mattei enseña Historia Moderna e Historia del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la que dirige el área de Ciencias Históricas

Es Presidente de la “Fondazione Lepanto” (http://www.fondazionelepanto.org/); miembro de los Consejos Directivos del “Instituto Histórico Italiano para la Edad Moderna y Contemporánea” y de la “Sociedad Geográfica Italiana”. 

De 2003 a 2011 ha ocupado el cargo de vice-Presidente del “Consejo Nacional de Investigaciones” italiano, con delegación para las áreas de Ciencias Humanas. 

Entre 2002 y 2006 fue Consejero para los asuntos internacionales del Gobierno de Italia. 

Y, entre 2005 y 2011, fue también miembro del “Board of Guarantees della Italian Academy” de la Columbia University de Nueva York. 

Dirige las revistas “Radici Cristiane” (http://www.radicicristiane.it/) y “Nova Historia”, y la Agencia de Información “Corrispondenza Romana” (http://www.corrispondenzaromana.it/)

Es autor de muchas obras traducidas a varios idiomas, entre las que recordamos las últimas:La dittatura del relativismo traducido al portugués, polaco y francés), La Turchia in Europa. Beneficio o catastrofe? (traducido al inglés, alemán y polaco), Il Concilio Vaticano II. Una storia mai scritta (traducido al alemán, portugués y próximamente también al español) y Apologia della tradizione.

El artículo original puede leerse haciendo clic aquí. 


Marcher contre la Terreur, “Marcha contra el Terror”, ha sido el título con el que “Le Monde”, el “Corriere della Sera” y los principales periódicos occidentales han presentado el gran desfile laicista del 11 de enero. Nunca un eslogan ha sido tan hipócrita como ése, impuesto por los medios de comunicación de masas como reacción a la masacre de París del 7 de enero. ¿Qué sentido tiene hablar de Terror sin añadir al sustantivo el adjetivo “islámico”?

El ataque a la redacción de “Charlie Hebdo” fue perpetrado bajo el grito «¡Allahu Akbar!» para vengar a Mahoma ofendido por unas caricaturas, y detrás de los kalashnikov de los terroristas hay una visión del mundo bien precisa: la musulmana. Sólo ahora los servicios secretos occidentales empiezan a tomarse en serio las amenazas de Abu Muhamad al Adnani, contenidas en el comunicado en diversos idiomas difundido el 21 de septiembre de 2014 a través del periódico on line “The Long War Journal”.

«Conquistaremos Roma, romperemos sus cruces, haremos de sus mujeres nuestras esclavas con el permiso de Alá, el Excelso», declaró a sus secuaces el portavoz del “Estado Islámico”, el cual no sólo reiteró la incitación a exterminar a los “infieles” allí donde se encuentren, sino que además les indicó las modalidades: «Colocad el explosivo en sus calles. Atacad sus bases, haced irrupción en sus casas. Recortad sus cabezas. ¡Haced que no se sientan seguros en ninguna parte! Si non conseguís encontrar el explosivo o las municiones, aislad a los Americanos infieles, a los Franceses infieles o no importa cuál de sus aliados: partid sus cráneos golpeándolos con piedras, matadles con un cuchillo, arrolladlos con vuestros coches, lanzadlos al vacío, ahogadlos o envenenadlos».

Nos engañamos pensando que la guerra que se está librando no sea la que el Islam ha declarado a Occidente, sino una guerra que se combate dentro del mundo musulmán y que el único modo para salvarse sea el de ayudar el Islam moderado para derrotar el Islam fundamentalista, como ha escrito en el “Corriere della Sera” del 11 de enero Sergio Romano, un observador que pasa por inteligente. En Francia, el eslogan más repetido es el de evitar la “amalgama”, o sea la identificación entre Islam moderado y el radical. Sin embargo, el objetivo común de todo el Islam es la conquista de Occidente y del mundo. Quien no comparte este objetivo no es un moderado, simplemente no es un buen musulmán.

A lo sumo, las divergencias no conciernen el fin sino los medios: los musulmanes de Al Qaeda y del Isis han abrazado la vía leninista de la acción violenta, mientras que los Hermanos Musulmanes utilizan el arma “gramsciana” de la hegemonía intelectual. Las mezquitas son el centro de propulsión de esta guerra cultural que Bat Ye’or define el soft-yihad, mientras que con el término hard-yihad define la guerra militante para aterrorizar y aniquilar al enemigo. Se puede discutir, y ciertamente se discute dentro del Islam, sobre la elección de los medios, pero hay concordia sobre el objetivo final: la extensión al mundo de la sharía, la ley coránica.

De todos modos, Islam es un sustantivo verbal traducible como “sumisión”. La sumisión para evitar el Terror, el escenario del futuro europeo imaginado por el novelista Michel Houellebecq en su último libro, apresuradamente retirado de las librerías francesas. No al Terror significa para nuestros hombres políticos no a la sumisión violenta de los yihadistas, sí a una sumisión pacífica, que lleve a Occidente a una condición de dhimmi.

Occidente dice que está dispuesto a aceptar un Islam “con el rostro humano”, pero en realidad, lo que del Islam rechaza no es sólo la violencia, sino también su absolutismo religioso. Para Occidente hay licencia para matar en nombre del relativismo moral, pero no en nombre de los valores absolutos. Sin embargo, el aborto es sistemáticamente practicado en todos los Países occidentales y ninguno de los Jefes de Estado que han desfilado en París contra el Terror lo ha condenado jamás. Pero ¿qué es el aborto sino la legalización del Terror, el Terror de Estado promovido, alentado, justificado? ¿Qué derecho tienen los líderes occidentales de manifestarse en contra del Terror?

En “La Repubblica” del 13 de enero, mientras el exjefe de “Lotta Continua” Adriano Sofri celebra La Europa que renace bajo la Bastilla, la filósofa posmoderna Julia Kristeva, muy apreciada por el Cardenal Ravasi, afirma que «la plaza iluminista ha salvado Europa», y que «ante el riesgo que estaban corriendo, libertad, igualdad y fraternidad han dejado de ser conceptos abstractos, encarnándose en millones de personas». Pero ¿quién inventó el Terror sino la Francia republicana, quien lo usó para aniquilar a todos los opositores de la Revolución francesa? La ideología y la praxis del terrorismo se asoman por primera vez en la historia con la Revolución francesa, sobre todo a partir del 5 de septiembre de 1793, cuando el “Terror” fue puesto por la Convención en el orden del día y se convirtió en parte esencial del sistema revolucionario. El primer genocidio de la historia, el de los vandeanos, fue perpetrado en nombre de los ideales republicanos de libertad, igualdad y fraternidad. El comunismo, que pretendió llevar a cumplimiento el proceso revolucionario de secularización inaugurado por la Revolución francesa, puso en acto la masificación del terror a escala planetaria, provocando, en menos de setenta años, más de 200 millones de muertos. ¿Y qué es el terrorismo islámico sino una contaminación de la “filosofía del Corán” con la praxis marx-iluminista importada de Occidente?

“Charlie Hebdo” es un periódico en el que, desde su fundación, la sátira fue puesta al servicio de una filosofía de vida libertaria, que ahonda sus raíces en el iluminismo anticristiano. El periódico satírico francés se hizo famoso por sus caricaturas de Mahoma, pero no se deben olvidar las disgustosas viñetas blasfemas publicadas en 2012 para reivindicar la unión homosexual. Los redactores de “Charlie Hebdo” pueden ser considerados una expresión extrema pero coherente de la cultura relativista difundida ahora en todo Occidente, así como los terroristas que los han exterminado pueden ser considerados expresión extrema pero coherente del odio contra Occidente de todo el vasto mundo islámico.

Los que reivindican la existencia de una Verdad absoluta y objetiva son equiparados por los neoiluministas a los fundamentalistas islámicos. Pero nosotros equiparamos el relativismo al islamismo, porque ambos están aunados por el fanatismo. El fanatismo no es la afirmación de la verdad, sino el desequilibrio intelectual y emocional que nace del alejamiento de la verdad. Y hay una sola verdad en la que el mundo puede encontrar la paz, que es la tranquilidad del orden: Jesucristo, Hijo de Dios, al que todas las cosas tienen que ser ordenadas en el Cielo y en la tierra, para que se realice la paz de Cristo en el Reino de Cristo indicada como el ideal de cada cristiano por el Papa Pío XI en la encíclica Quas Primas del 11 de diciembre de 1925.

No se puede combatir el Islam en nombre del iluminismo ni mucho menos del relativismo. Lo que solamente se puede oponer a él es la ley natural y divina, negada radicalmente tanto por el relativismo como por el Islam. Por eso, levantemos aquel Crucifijo que el laicismo y el islamismo rechazan y hagamos de Él una bandera de vida y de acción. «Nosotros - afirmaba San Pablo – predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos y necedad para los paganos» (I Cor 1, 23). Podríamos repetir: «Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los musulmanes y necedad para los laicistas».

Roberto de Mattei

miércoles, 14 de enero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (5) [Cruz, amor y alegría]

Hemos visto cómo el Señor nos previene de los falsos profetas y cómo nos da una regla segura para identificarlos: "Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces" (Mt 7, 15). Lo cual no debe pillarnos de sorpresa, pues hemos sido prevenidos por el Señor acerca de los peligros con los que se iban a encontrar todos los que quisieran seguirle. 



Ser discípulo de Jesucristo nunca ha sido fácil: "Os envío como ovejas en medio de lobos" (Mt 10, 16). Tenemos que estar dispuestos a jugarnos la vida por el Señor y no avergonzarnos de Él, en un mundo en el que son cada día más el número de los que lo traicionan y le dan la espalda. Pues "al crecer la maldad, se enfriará la caridad de muchos" (Mt 24, 11). "Pero -continúa diciendo el Señor- quien persevere hasta el fin, ése se salvará" (Mt 24, 12). 


Estamos advertidos. Conocemos los peligros a los que estamos expuestos por el mero hecho de ser cristianos y de estar orgullosos de serlo: "Todos los que quieran vivir piadosamente en Cristo Jesús sufrirán persecución" (2 Tim 3, 12). [Leer también 2 Cor 11, 23-28] "Y todas estas cosas os harán -decía Jesús- a causa de mi Nombre, porque no conocen al que me ha enviado" (Jn 15, 21). En el momento actual son millones los cristianos perseguidos en el mundo: Siria, Irak, etc... Y todo esto se consiente por los países que -hipócritamente- se proclaman a sí mismos como "defensores de los derechos humanos". Todo es una farsa. Pero, en fin. Nuestro Maestro ya nos advirtió de ello, de modo que lo que está ocurriendo no es nada extraño; por el contrario, es la condición normal del cristiano: "Acordaos de las palabras que os he dicho: no es el siervo más que su señor. Si me han perseguido a Mí, también os perseguirán a vosotros" (Jn 15, 20) 


Podemos sentir la tentación de ponernos tristes. Y es muy humano. Nadie, en su sano juicio, desea el sufrimiento. Lo que ocurre es que, una vez que Jesucristo ha asumido sobre sí el sufrimiento de toda la humanidad, cuando nosotros sufrimos, si lo hacemos por Él y unidos a Él estamos, entonces, compartiendo su propia vida, que pasa a ser también nuestra. Y eso no es triste, aunque se sufra. Pues ¿ hay algo más hermoso que compartir la suerte y la vida de la persona amada, sobre todo cuando se trata, como en este caso, de la Persona divina de Jesucristo? Se cuenta en los Hechos de los Apóstoles que llamaron a los Apóstoles al Sanedrín y luego "los azotaron, les ordenaron no hablar en el nombre de Jesús y los soltaron" (Hech 4, 40) y "ellos salieron gozosos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de ser ultrajados a causa del Nombre de Jesús" (Hech 5, 41). ¡Un verdadero ejemplo de auténtico amor a Jesucristo!


No olvidemos que "Él nos amó primero" (1 Jn 4, 19), "se hizo hombre" (Jn 1, 14) y "murió por nosotros" (Rom 5, 8). Además, "murió por todos para que los que viven no vivan ya para sí sino para Aquél que por ellos murió y resucitó" (2 Cor 5, 15). Ojalá pudiéramos decir, con san Pablo: "Con Cristo estoy crucificado. Y vivo, pero ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gal 2, 19-20). Cristo nos da su Vida y nosotros le damos, a cambio, la nuestra. En este intercambio de vidas, salimos ganando, sin ningún género de dudas.


Debemos recordar que Dios nos creó libres para que pudiéramos decidir acerca de lo que queremos que sea nuestra vida, nuestra vida futura -después de la muerte terrenal- y también nuestra vida presente. Y lo que Él quiere para nosotros nos lo ha manifestado sin ningún tipo de ambigüedad: "El que no está conmigo está contra Mí, y el que no recoge conmigo, desparrama" (Mt 12, 30). Quiere que estemos con Él y estar Él con nosotros. Estar con Él significa amarle, ser sus amigos, al igual que Él nos ama y es nuestro amigo; y, por esencia, la amistad, o es recíproca, o no hay tal amistad. Nunca se puede imponer. Con relación a nosotros, la voluntad de Dios es clara, tanto en lo que concierne a nuestra salvación"Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4), como en lo que concierne a nuestra libertad: "Si alguno quiere venir detrás de Mí ..." (Lc 9, 23). 


Dios no salvará a nadie que no quiera ser salvado. Tal salvación sería imposible, puesto que si Dios es Amor y el amor conlleva la completa reciprocidad entre los que se aman, ejercida con plena libertad por parte de ambos. Si esta condición no se da por parte de alguno, en él el Amor no llega a plenitud. Por lo tanto, es preciso que el hombre se decida libremente por el amor de Dios para poder ser aceptado en el seno de la Trinidad. Tiene todos los medios a su alcance, pero debe utilizarlos si tiene interés en esa amistad. Si no lo hace es porque no la desea; y entonces ni Dios mismo no podría obligarlo, al haberlo creado libre (único modo de que la relación amorosa entre Dios y el hombre pudiera ser real). Dice Jesús: "Si no hubiera venido y les hubiera hablado, no tendrían pecado. Pero ahora no tienen excusa de su pecado. El que me odia a Mí, también odia a mi Padre" (Jn 15, 22-23).


Pues bien: si tenemos claras todas estas ideas -que son palabra de Dios- en la mente y en el corazón; e intentamos hacerlas realidad en nuestra vida - contando siempre con la gracia, sin la cual nada podríamos- sería señal de buena voluntad por nuestra parte y de que el Espíritu de Jesús habita en nosotros ... de modo que no permitirá -de ninguna de las maneras- que seamos engañados, no sólo por el mundo sino ni siquiera por los falsos profetas - es decir, los falsos pastores, con apariencia de ovejas- pues, ciertamente "surgirán falsos profetas que engañarán a muchos" (Mt 24, 11). Son palabras de Jesús, o sea, palabra de Dios: "Mirad que nadie os engañe. Pues muchos vendrán en mi Nombre, diciendo: 'Yo soy el Cristo', y engañarán a muchos" (Mt 24, 4-5)


¿Cómo podemos saber si estamos ante un falso profeta? ¿Qué nos ha dicho Jesús para que podamos identificarlos fácilmente y no nos dejemos seducir ni engañar por ellos? Algo muy sencillo, a lo que ya nos hemos referido y en lo que insistiremos, con algunos matices añadidos. Pero, en principio, no tenemos que fijarnos tanto en lo que dicen estas personas, aunque también, cuanto en lo que hacen: "Por sus frutos los conoceréis"  (Mt 7, 16).

(Continuará)

lunes, 12 de enero de 2015

Libertad de expresión (por Juan Manuel de Prada)

Personalmente pienso que la llamada "libertad de expresión" es una gran hipocresía; y no se atiene a la realidad de los hechos. Y, además, hay que distinguir entre libertad de expresión e insulto. Atacar al Islam con argumentos es una cosa, pero, ¿derecho al insulto? Tal vez dedique una entrada a hablar de este asunto. De momento me limito a transcribir un artículo de Juan Manuel de Prada, publicado en el ABC, que viene a ser, en cierto modo, una continuación del que ya escribió dicho autor hace dos días y que también coloqué en este blog

Juan Manuel de Prada
Muchos lectores me han expresado su perplejidad ante la exaltación y defensa absolutista de la libertad de expresión que en estos días se ha hecho, incluso desde medios de inspiración cristiana o declaradamente confesionales, para justificar las caricaturas del pasquín Charlie Hebdo en las que se blasfemaba contra Dios de modos aberrantes. 

A estos lectores les digo que no se dejen confundir: quienes hayan hecho tales defensas no profesan la religión católica, ni se inspiran en la filosofía cristiana, aunque finjan hacerlo, aprovechando la consternación causada por los viles asesinatos de los caricaturistas; sino que son jenízaros de la “religión democrática”, perversión que consiste en sustituir la sana defensa de la democracia como forma de gobierno –que, mediante la representación política, facilita la participación popular en el ejercicio del poder—por la defensa de la democracia como fundamento de gobierno, como religión demente que subvierte cualquier principio moral, amparándose en supuestas mayorías, en realidad masas cretinizadas y sugestionadas por la repetición de sofismas.

Los jenízaros de esta religión necesitan que las masas cretinizadas acepten como axiomas (proposiciones que parecen evidentes por sí mismas) sus sofismas, entre los que se halla la llamada “libertad de expresión” en su versión absolutista. Para crear tales axiomas recurren al método anticipado por Aldous Huxley en Un mundo feliz, que consiste en la repetición, por millares o millones de veces, de una misma afirmación. En la novela de Huxley, tal repetición se lograba mediante un mecanismo repetitivo que hablaba sin interrupción al subconsciente, durante las horas del sueño; en nuestra época se logra a través de la saturación mental lograda a través de la bazofia que nos sirven los mass media, infestados de jenízaros de la religión democrática que defienden una libertad de expresión absolutista: libertad sin responsabilidad; libertad para dañar, injuriar, calumniar, ofender y blasfemar; libertad para sembrar el odio y extender la mentira entre las masas cretinizadas; libertad para condicionar los espíritus e inclinarlos al mal. 

Quienes defienden esta “libertad de expresión” como derecho ilimitado son los mismos que también defienden una “libertad de conciencia” entendida no como libertad para elegir moralmente y obrar con rectitud, sino como libertad para elegir las ideas más perversas, las pasiones más torpes y las ambiciones más egoístas y ponerlas en práctica, pretendiendo, además, que el Estado asegure su realización. No nos dejemos engañar: quienes defienden la libertad para publicar caricaturas blasfemas están defendiendo una libertad destructiva que sólo lleva a la decadencia y al nihilismo.

El pensamiento cristiano nos enseña que la libertad no es un fin en sí misma, sino un medio para alcanzar la verdad. Si a la palabra libertad no se le añade un “para qué”, se convierte en una palabra sin sentido, una palabra asquerosamente ambigua que puede amparar las mayores aberraciones. Como decía Castellani, “la libertad no es un movimiento, sino un poder moverse; y en el poder moverse lo que importa es el hacia dónde, el para qué”. 

No puede haber una libertad para ofender, para enviscar odios, para jalear bajas pasiones; no puede haber libertad para ultrajar la fe del prójimo y blasfemar contra Dios. Los cristianos se distinguen porque rezan una oración en la que se pide: «Santificado sea tu Nombre». Los jenízaros de la libertad de expresión quieren que ese Nombre sea eliminado, envilecido y escarnecido, para mayor honra de su religión democrática. No les hagan caso: vistan con traje y corbata, o con sotana y solideo, les están engañando, quieren convertirles en masa cretinizada.

Juan Manuel de Prada

domingo, 11 de enero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (4) [Misión de Jesús]


Al releer aquello de que "el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz" (2 Cor 11, 14) me ha venido a la mente el pasaje evangélico de las tentaciones de Jesús por el Diablo, relatado por los evangelistas san Mateo (Mt 4, 1-11) y san Lucas (Lc 4, 1-13). Relacionado con esto, hablaremos más adelante de que hay ministros de Satanás, falsos apóstoles, operarios engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo (2 Cor 11,13), no siéndolo, pues es lo cierto que han perdido la fe y que no son de fiar. Contra ellos nos previene Jesús: "Dejadlos, son ciegos, guías de ciegos; y si un ciego guía a otro ciego, ambos caerán en el hoyo" (Mt 15, 14). Pero antes me gustaría decir algo acerca del hecho de que Jesús fuera tentado, así como de la importancia del pecado, del que ya no se habla, siendo así que Jesucristo vino al mundo para librarnos del pecado.


Guías ciegos

Como se lee en la carta a los hebreos, "Jesús fue probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado" (Heb 4, 15b). Y puesto que se hizo uno de nosotros, nos puede entender perfectamente y "puede compadecerse de nuestras debilidades" (Heb 4, 15a). Al fin y al cabo, el pecado no forma parte de nuestra naturaleza humana. Dios no creó al hombre en estado de pecado: éste es un "pegote" que eligieron nuestros primeros padres, por su afán de autosuficiencia, y que nosotros heredamos. Pero al principio no fue así ni hubiera sido así, de no haberse cometido tal pecado. 

Y, sin embargo, Dios, "a Él que no conoció pecado le hizo pecado por nosotros para que llegásemos a ser, en Él, justicia de Dios" (2 Cor 5, 21). Jesús tomó sobre sí los pecados de todos los hombres de todos los tiempos y lugares y se ofreció a Sí mismo a su Padre, en un Sacrificio expiatorio de valor infinito (puesto que era Dios) que nos consiguió la Redención y el perdón de nuestros pecados (puesto que se hizo realmente hombre), al presentarse ante su Padre como "pecador" por haber asumido nuestro pecado como suyo propio, no siéndolo. El "misterio de iniquidad"  (2 Tes 2, 7) que es el pecado, fue vencido por otro misterio, aún más grande y misterioso, cual es el del Amor que Dios nos tiene "quien no perdonó ni a su propio Hijo , sino que lo entregó por todos nosotros" (Rom 8, 32). 


Esta voluntad del Padre es también voluntad del Hijo: "He aquí que vengo para hacer tu voluntad" (Heb 10, 9). No olvidemos que en Dios, que es Único, hay una sola Voluntad, que es la misma para las tres Personas divinas; y así "Cristo Jesús, siendo de condición divina, no consideró como presa codiciable el ser igual a Dios, sino que se anonadó a Sí mismo, tomando la forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, en su condición de hombre, se humilló a Sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (Fil 2, 6-8).  


Dios hizo realidad en Sí mismo, en la Persona de su Hijo, aquello que luego dijo Jesús acerca del verdadero amor: "Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos" (Jn 15, 13). Y Él dio su Vida por nosotros, por todos y por cada uno. "Por eso Dios lo exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre; para que al Nombre de Jesús toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese: 'Jesucristo es el Señor', para gloria de Dios Padre" (Fil 2, 9-11).  "En resumen, igual que por el pecado de uno solo vino la condenación sobre todos los hombres, así también por la justicia de Uno solo viene sobre todos la justificación que da la Vida" (Rom 5, 18). 


Según Santo Tomás de Aquino, "nada se opone a que la naturaleza humana haya sido elevada a un fin más alto después del pecado: pues Dios permite los males para sacar así un bien mayor".  Por eso se dice en Rom 5, 20: "Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia". Y en la bendición del Cirio Pascual, se proclama: "¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!". (S. Th., 3, q.1, a.3) 


La Bondad y el Amor de Dios superan, con mucho, la magnitud de nuestros pecados, por grandes y numerosos que éstos sean: "Todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios" (Rom 8, 28). Por lo tanto, dando al olvido todo lo malo y fiándonos de la Palabra de Dios, contenida en las Escrituras e interpretada rectamente según la Tradición y el Magisterio de la Iglesia de siempre, nos volvemos a Jesucristo, como única tabla de salvación: tal vez el Señor nos conceda la gracia de llegar a entender, y experimentar de alguna manera, aquello de que "si uno está en Cristo es nueva criatura. Lo antiguo pasó; todo se ha hecho nuevo" (2 Cor 5, 17)


(Continuará)

sábado, 10 de enero de 2015

YO NO SOY «CHARLIE HEBDO» (Juan Manuel de Prada)


DURANTE los últimos días, hemos escuchado calificar a los periodistas vilmente asesinados del pasquín Charlie Hebdo de «mártires de la libertad de expresión». También hemos asistido a un movimiento de solidaridad póstuma con los asesinados, mediante proclamas inasumibles del estilo: «Yo soy Charlie Hebdo». Y, llegados a la culminación del dislate, hemos escuchado defender un sedicente «derecho a la blasfemia», incluso en medios católicos. Sirva este artículo para dar voz a quienes no se identifican con este cúmulo de paparruchas, hijas de la debilidad mental.

Sede de Charlie Hebdo.

Allá por septiembre de 2006, Benedicto XVI pronunció un grandioso discurso en Ratisbona que provocó la cólera de los mahometanos fanáticos y la censura alevosa y cobarde de la mayoría de mandatarios y medios de comunicación occidentales. Aquel espectáculo de vileza infinita era fácilmente explicable: pues en su discurso, Benedicto XVI, además de condenar las formas de fe patológica que tratan de imponerse con la violencia, condenaba también el laicismo, esa expresión demente de la razón que pretende confinar la fe en lo subjetivo, convirtiendo el ámbito público en un zoco donde la fe puede ser ultrajada y escarnecida hasta el paroxismo, como expresión de la sacrosanta libertad de expresión. 

Esa razón demente es la que ha empujado a la civilización occidental a la decadencia y promovido los antivalores más pestilentes, desde el multiculturalismo a la pansexualidad, pasando por la aberración sacrílega. Esa razón demente es la que vindica el pasquín Charlie Hebdo, que además de publicar sátiras provocadoras y gratuitamente ofensivas contra los musulmanes ha publicado en reiteradas ocasiones caricaturas aberrantes que blasfeman contra Dios, empezando por una portada que mostraba a las tres personas de la Santísima Trinidad sodomizándose entre sí. 

Escribía Will Durant que una civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro; y la basura sacrílega o gratuitamente ofensiva que publicaba el pasquín Charlie Hebdo, como los antivalores pestilentes que defiende, son la mejor expresión de esa deriva autodestructiva.

Debemos condenar este vil asesinato; debemos rezar por la salvación del alma de esos periodistas que en vida contribuyeron a envilecer el alma de sus compatriotas; debemos exigir que las alimañas que los asesinaron sean castigadas como merecen; debemos exigir que la patología religiosa que inspira a esas alimañas sea erradicada de Europa. 

Pero, a la vez, debemos recordar que las religiones fundan las civilizaciones que, a su vez, mueren cuando apostatan de la religión que las fundó; y también que el laicismo es un delirio de la razón que sólo logrará que el islamismo erija su culto impío sobre los escombros de la civilización cristiana

Ocurrió en el norte de África en el siglo VII; y ocurrirá en Europa en el siglo XXI, a poco que sigamos defendiendo las aberraciones de las que alardea el pasquín Charlie Hebdo. Ninguna persona que conserve una brizna de sentido común, así como un mínimo temor de Dios, puede mostrarse solidaria con tales aberraciones, que nos han conducido al abismo.

Y no olvidemos que el Gobierno francés –como tantos otros gobiernos occidentales–, que amparaba la publicación de tales aberraciones, es el mismo que ha financiado en diversos países (y en especial en Libia) a los islamistas que han masacrado a miles de cristianos, mucho menos llorados que los periodistas del pasquín Charlie Hebdo

Puede parecer ilógico, pero es irreprochablemente lógico: es la lógica del mal en la que Occidente se ha instalado, mientras espera la llegada de los bárbaros.

JUAN MANUEL DE PRADA

viernes, 9 de enero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (3) [El caballo de Troya]

Como veníamos diciendo, el mal hace uso del bien y esconde su verdadera cara para no ser rechazado. Lo peor de todo es que se encuentra infiltrado en la Iglesia, como caballo de Troya y no es denunciado ni siquiera por el santo Padre en su discurso a la Curia. El gran pecado que asola a la Iglesia son los falsos pastores: aprovechándose de su cargo, emiten opiniones que son perversas. Tal es el caso del obispo de Amberes  que aboga abiertamente por el reconocimiento de las parejas homosexuales. Y nadie lo depone de su puesto; y no se conoce que haya habido ni siquiera una reprimenda o una amonestación por parte de sus superiores de la Curia, siendo así que está provocando un gran escándalo entre los fieles cristianos, aquellos que luchan por mantenerse fieles a la verdadera Iglesia de Cristo, que es la Iglesia Católica. La raíz del problema no se encuentra en el exterior, en las periferias, sino en el interior, en el mismo centro, que es donde hay que buscar la solución.


Obispo de Amberes (Bélgica), Mons. Johan Bonny
En uno de los textos más antiguos de la literatura cristiana (Pastor de Hermas, mandamiento undécimo) se dice lo siguiente: "Esos -me dijo- son creyentes, y el que está sentado en la silla es un falso profeta, que destruye la mente de los siervos de Dios; mas destruye la de los vacilantes, no la de los fieles verdaderos. Los vacilantes acuden a él como a un adivino, y le preguntan sobre lo que les va a suceder; y él, el falso profeta, como quien no tiene en sí pizca de fuerza de espíritu divino, les contesta conforme a las preguntas de ellos, según los deseos de su maldad, y llena sus almas a la medida de lo que ellos pretenden. Y es que, estando él vacío, vacuamente responde a gentes vacuas; porque, cualquier cosa que se le pregunta, responde conforme a la vacuidad de quien le pregunta. Sin embargo, no deja de decir algunas palabras verdaderas, pues el diablo le llena de su propio espíritu, a ver si logra así hacer pedazos a alguno de los justos" [cita tomada del libro "La oración", del padre Alfonso Gálvez]

El apóstol Pablo escribe, en su segunda carta a los corintios, acerca de los aquellos pastores que abusan de su posición privilegiada para inducir a error a las ovejas que les han sido encomendadas: "Esos tales son falsos apóstoles, operarios engañosos, que se disfrazan de apóstoles de Cristo. Y no ha de extrañar, pues el mismo Satanás se disfraza de ángel de luz. Por tanto, no es mucho si sus ministros se disfrazan de ministros de justicia; pero su fin será según sus obras" (2 Cor 11, 13-15). Cuando habla de los peligros a los que está expuesto un ministro de Cristo y enumera una larga lista por la que él mismo ha pasado, se refiere también, de modo explícito, a los que se hacen pasar como apóstoles, pero no lo son: "peligros entre los falsos hermanos" (2 Cor 11, 26). A ellos se refiere también el apóstol san Juan diciendo: "Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Porque si hubieran sido de los nuestros habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que ninguno de ellos es de los nuestros" (1 Jn 2, 19).  

Como sabemos, tras el discurso de Jesús sobre el pan de vida, "muchos de sus discípulos se echaron atrás y no andaban ya con Él" (Jn 6, 66). Entonces preguntó Jesús a los Doce si también ellos se querían ir. Simón Pedro le respondió: "Señor, ¿a quién iremos? Tu tienes palabras de vida eterna, y nosotros hemos conocido y creído que Tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 68-69). Pues bien, cuando se supondría que los que habían quedado serían aquellos que nunca lo abandonarían, Jesús, que los conocía bien a todos, les respondió: "¿No os elegí Yo a los Doce? Sin embargo, uno de vosotros es un diablo" (Jn 6, 70). Y hace san Juan el siguiente comentario: "Hablaba de Judas, hijo de Simón Iscariote, pues era éste, uno de los Doce, el que le iba a entregar" (Jn 6, 71)

Por lo tanto, no todos aquellos que pasan por representantes de Jesucristo lo son realmente: entre ellos puede haber algunos que traicionan el Mensaje recibido y no transmiten la Palabra de Dios, que Jesús enseñó, y que es válida para todas las épocas y lugares del mundo. Necesitamos alguna señal para identificarlos y no ir tras ellos. Ya hemos indicado algo en la primera parte de esta entrada (en especial los párrafos tercero a quinto). Pero nos vendrá bien escuchar también lo que dice san Juan acerca de las cautelas que hemos de tomar ante el error: "Carísimos, no creáis a cualquier espíritu; antes bien, examinad si los espíritus son de Dios, porque se han presentado en el mundo muchos falsos profetas. En esto conoceréis el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa que Jesucristo vino en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiese a Jesús, no es de Dios; ése es el espíritu del Anticristo, de quien habéis oído que va a venir, y ya está en el mundo" (1 Jn 4, 1-3)
(Continuará)

jueves, 8 de enero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (2) [Modernismo y autoengaño]

El gran peligro que se cierne hoy sobre el mundo es el del modernismo, que se ha infiltrado también en la Iglesia y que amenaza con destruirla, desde dentro. El papa San Pío X lo calificaba, en su encíclica "Pascendi", como la suma de todas las herejías. 

Y es que los modernistas rechazan todo lo sobrenatural, comenzando por la propia divinidad de Jesucristo. De la historicidad de los Evangelios, que está más que probada, se pone en duda el testimonio de los Apóstoles, plasmado en los Evangelios, como si ellos se hubieran inventado lo que allí hay escrito. Y no es así. San Juan lo expresa con total claridad: "Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplaron y palparon nuestras manos acerca de la Palabra de Vida (...) os lo anunciamos también a vosotros" (1 Jn 1-3). Y, además, ¿cómo es posible que dieran su vida, en martirio, por algo que ellos mismos ingeniaron? No tiene ningún sentido. 




Pero cuando se ha decidido no creer, como ocurre en el caso de los modernistas, siempre se buscan y se encuentran "argumentos" que "avalen" la decisión tomada, en un intento de justificar lo injustificable, a base de mentiras. El método que usan comúnmente es el retorcimiento de la "retórica", en la que suelen ser muy "buenos" maestros. Son capaces de hablar durante mucho tiempo y no decir, prácticamente, nada. Incurren en contradicciones, pero las adornan para que no lo parezcan. 


Propiamente hablando no tienen argumentos sólidos a partir de los cuales defender sus tesis. Si los hay son muy pobres, y fáciles de rebatir. Por eso nunca entran en ese terreno. en el que saldrían vencidos, pues no es el interés por la verdad lo que les mueve sino tan solo su propio interés. Se mueven en la mentira, como pez en el agua. Y así engañan a muchos, pues acaban creyéndose sus propias mentiras.

Ante cualquier intento de rebatirlos con argumentos lógicos y coherentes su única defensa -pues no tienen otra- se limita a descalificar a quienes los contradicen, llegando incluso al insulto, si es necesario. Todo esto lo hacen para no verse en la tesitura de tener que dar algún tipo de respuesta, pues no sabrían hacerlo, al no tener argumentos sólidos, en cuyo caso se descubriría su mentira, lo cual procurarán evitar como sea. Llevan muy bien a la práctica la frase, atribuida a Nicolás Maquiavelo de que "el fin justifica los medios".

Su táctica preferida consiste en apelar a los "sentimientos" de la gente y no a su "razón". Pese a su cinismo, conocen bastante bien la naturaleza humana y saben perfectamente que siempre habrá gente que los escuchará. Y que, además, serán muchos, pues muchos son -por desgracia- los que prefieren la mentira a la verdad: "Ellos son del mundo: por eso hablan cosas mundanas, y el mundo los escucha" (1 Jn 4, 5).  


Aducirán que sus palabras han sido tergiversadas; o que no querían decir lo que todo el mundo entendió que dijeron; que se les había interpretado mal; y que ellos actúan con rigor científico (lo que es falso y fácilmente demostrable) y movidos por el deseo de conocer la verdad (lo que supone un grado de cinismo difícil de superar). De este modo, se granjean el favor de la gente (que suele ser, con frecuencia, bastante ignorante), adoptando el papel de víctimas y lanzando la pelota al contrario, a quien insultan y difaman, pero -eso sí- siguen sin definir lo que piensan y lo que realmente se proponen

Aparecen como defensores de lo bueno cuando, en realidad de verdad, ocultan sus auténticas intenciones, que son pérfidas y mentirosas. Son expertos en el arte de la careta y de la fachada exterior, y teniendo en su favor prácticamente todos los poderes mediáticos, fingen (muy bien, por cierto) "bondad" y "comprensión" por todos y hacia todos. Y así engañan a muchos ... aunque es preciso decir que sólo serán engañados realmente aquellos que hayan optado en su corazón por la mentira. El que ama la verdad (¡de verdad!) puede tener la seguridad de que no será engañado.

Éste es uno de los grandes peligros a los que debemos de hacer frente: Si el mal apareciera con su verdadero rostro, nadie lo admitiría y todos lo rechazarían. Y puesto que el mal no tiene consistencia en sí mismo y necesita del bien para parecer atractivo, hará uso de todos los recursos a su alcance -conociendo los puntos flacos de la naturaleza humana- para aparecer como bien, aun no siéndolo. Que es lo mismo que ocurre con la mentira, que necesita de la verdad para poder actuar. A nadie le gusta que lo engañen, pero los modernistas son muy hábiles en el arte de hacer pasar por verdad lo que claramente es falso y mentira.


De igual modo, también la fealdad requiere de la belleza. De toda la vida, el auténtico arte, que es belleza, tiene el poder de atraer. Esa atracción es connatural a toda belleza, sea cual fuere el modo en el que ésta se manifieste: música, pintura, escultura, buenos libros, etc... El falso arte, en cambio, repele, aburre, nos deja vacíos. Curiosamente éste es el que está hoy de moda. Y se exhibe en los museos como si se tratase de auténtico arte: el "feísmo" actual se ha transformado en arte.


Es más: el que se atreva a decir que es incapaz de apreciar esa "belleza", ipso facto, es considerado inculto. Y la mayoría de la gente, con tal de no aparecer como ignorantes ante los demás, muestra su "admiración" por este "arte" que, en realidad, no entiende. De nuevo el poder de la apariencia. Esta especie de "adoración" por el falso arte, por la fealdad -en definitiva- es un síntoma más del extremo al que estamos llegando en nuestra apreciación de la realidad. 

Soy consciente de que no ocurre así en todos los casos, por fortuna...[ ¡aunque abundan! ] y que quedan aún muchos que no han perdido su sensibilidad y que, si son sinceros consigo mismos, percibirán -muy pronto- que algo no funciona. 

Sería suficiente con que se dejaran ganar por la sencillez y por la verdad: que adquiriesen de nuevo -si la han perdido- la capacidad de llamar a las cosas por su nombre. Entonces aparecerían a sus ojos las cosas como en realidad son.

Desde la caída de Adán así "funcionamos" los seres humanos ... y esto lo saben muy bien las "cabezas pensantes" del modernismo, que son quienes manejan, en verdad, a la gente, como si fuesen marionetas, haciéndoles creer que lo bueno, lo bello y lo verdadero, se encuentra en lo que cualquier niño pequeño o cualquier persona sencilla, con un mínimo de sentido común, lo vería como lo que es, en verdad: malo, feo y mentiroso. Hay cientos de ejemplos que ilustran lo que digo y que aparecen continuamente en los medios de comunicación. Citaré sólo dos: 


- La gente ya va viendo como algo "normal" -e incluso como señal de "progreso" - que se hable de "matrimonio" entre homosexuales; y dicen, con toda naturalidad, que el vecino Felipe "se ha casado" con su novio Filomeno; o que la farmacéutica Floripondia "se casó el otro día" con su novia Casiopea...¡Como si tal cosa! Y, sin embargo, el matrimonio lo es sólo entre un hombre y una mujer que, al casarse, forman "una sola carne", y cuyos fines son la procreación y el bien de la prole, así como la fidelidad y el amor entre los esposos, hasta que la muerte los separe. Así funciona la naturaleza. Así hizo Dios las cosas. Y la ley natural no se puede cambiar. El intento de hacerlo -y además, justificarlo- es una aberración que, sin lugar a dudas, más tarde o más temprano, pasará cuentas, pues "de Dios nadie se ríe" (Gal 6, 7)

- De igual modo, se habla del aborto "como si tal cosa", con toda normalidad, como un "derecho" que tiene la madre, aduciendo que la mujer es dueña de su cuerpo [lo que es falso de toda falsedad, pues todo lo tenemos como recibido. Y si nadie es dueño de su propio cuerpo, mucho menos lo será del cuerpo de los demás] ¡Y así lo recoge la ley, para colmo! [como si el aborto se convirtiese, de ese modo, en algo bueno siendo, como es, un crimen horrendo]  El error no tiene derechos¿Desde cuándo se tiene derecho  a lo que es intrínsecamente malo? La cuestión del aborto no es opinable. En el aborto tiene lugar el asesinato, con premeditación, de un ser humano, indefenso e inocente; lo que, en sí, es sumamente grave: gravedad máxima, si se tiene en cuenta que se da con el consentimiento de la madre y con el apoyo del Gobierno de turno. Y acto seguido, la hipocresía de llevarnos las manos a la cabeza ante la espiral de violencia y de crímenes que se están produciendo en el mundo: ¡Pero si somos nosotros mismos quienes los fomentamos, con estas acciones! 

¡Actuemos con lógica y coherencia! Y no nos engañemos a nosotros mismos: por más que cambiemos el nombre de las cosas éstas seguirán siendo lo que son. Nuestras mentiras no cambian la gravedad del hecho, por más que cambiemos el nombre del hecho para adormecer así nuestra conciencia. La admisión del aborto como algo normal lleva [aunque esto se niegue] a admitir también como normal cualquier tipo de violencia: robos, violaciones, muertes, etc... [ciertamente, nadie reconocerá como verdadera esta afirmación; y, sin embargo, si se aplica la lógica, tal conclusión no es tan disparatada]. 

No es bueno el autoengaño: por nuestro propio bien, tanto físico como mental, moral, espiritual y sobrenatural. 


(Continuará)

domingo, 4 de enero de 2015

Cuidado con los falsos profetas (1) [Fe y frutos]

"Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida Eterna y nosotros hemos creído y conocido que Tú eres el Santo de Dios" (Jn 68-69).


Todos sabemos que esto es así: "Ningún otro Nombre hay bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Heb 4, 12). Y, sin embargo, nos encontramos con una enorme cantidad de personas que se están apartando de Jesús y, por lo tanto, de su salvación eterna. Reina una gran confusión en el seno de la Iglesia Jerárquica, la cual se transmite también a los fieles: "Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño" (Zac 13, 7; Mt 26, 31).

El mal avanza, cada vez más aceleradamente y, aunque hay una solución para vencerlo: "vence el mal con el bien" (Rom 12, 21), se requiere elegir el camino de la cruz y de la senda estrecha; y son muy pocos los que están dispuestos a ello. ¿Por qué? La causa principal es la apostasía generalizada, a nivel mundial. Se ha perdido la fe en Dios, y "sin fe es imposible agradarle, pues es preciso que quien se acerca a Dios crea que existe y que premia a los que le buscan" (Heb 11,6). En palabras del apóstol Juan: "¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5, 5). Pero, ¿cuántos están por la labor? Y, sin embargo, no hay otra solución posible: "Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5, 4); una "fe que actúa por la caridad" (Gal 5, 2): ésta autentifica que la fe es verdadera y no un mero sentimiento.

Aunque podríamos preguntarnos, con san Pablo: "¿Cómo creerán en Aquél a quien no han oído? ¿Y cómo oirán si nadie les predica? ¿Y cómo predicarán si no son enviados?" ( Rom 10, 14-15). De aquí la urgencia y la necesidad de sacerdotes santos que tiene el pueblo cristiano en la actualidad porque, pese a que todavía haya quienes hablen de "primavera de la Iglesia", lo cierto y verdad es que es un "invierno eclesial" lo que la domina.

Lo peor de todo es que se está utilizando la propia palabra divina por algunos falsos pastores que pasan ante todos como auténticos, cuando son, en verdad, "lobos rapaces disfrazados de ovejas" (Mt 7, 15). Por eso San Pedro nos advierte: "Sed sobrios y vigilad, porque vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente buscando a quien devorar" (1 Pet 5, 8). El cristiano tiene que vivir en permanente vigilancia si no quiere perder la fe. Porque, además, los enemigos se encuentran en la propia Iglesia, "intrusos, falsos hermanos, que en secreto se han infiltrado para espiar la libertad que tenemos, con el fin de someternos a esclavitud" (Gal 2, 4).

"En la cátedra de Moisés -decía Jesús- se han sentado los escribas y los fariseos. Haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis según sus obras; porque ellos dicen y no hacen" (Mt 23, 2-3). El problema en la actualidad es aún mayor, porque ni siquiera podemos fiarnos de lo que nos digan algunos de los que están sentados en la cátedra, es decir, de algunos pastores, que aparentan serlo, pero que no lo son realmente: ¿cómo podemos hacer, entonces, lo que nos digan? Sería un suicidio, pues actuaríamos contra la voluntad de Dios. Pero claro: necesitamos alguna regla segura para averiguar si estamos o no ante un falso pastor. Esa regla, que es de sentido común, nos la dio Jesús: "Por sus frutos los conoceréis" (Mt 7, 16). 



¿En qué tipo de frutos piensa el Señor?Escuchemos sus propias palabras: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos. El que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin Mí no podéis hacer nada" (Jn 15, 6). "En esto es glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto y seáis mis discípulos" (Jn 15, 8). Por lo tanto, el fruto que Dios espera de nosotros es que permanezcamos unidos a Jesucristo¿Y cómo sabemos que permanecemos en Él? 
Pues "conocemos que permanecemos en Él y Él en nosotros en que nos ha dado su Espíritu"(1 Jn 4, 13), de manera que "nadie puede decir: "Señor Jesús" sino por el Espíritu Santo" (1 Cor 12, 3). Además, "cualquiera que confiese que "Jesús es el Hijo de Dios", Dios permanece en él, y él en Dios" (1 Jn 4, 15), pues "¿quién es el vencedor del mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5, 6).

De nuevo la fe; una fe que nos es dada gratuitamente por el Espíritu, el cual habitará en nosotros, si se lo pedimos de modo insistente al Padre a través de su Hijo y con su Hijo: "Si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a quienes se lo piden?" (Lc 11, 13). Y si el Espíritu está en nosotros, por pura gracia, no necesitamos nada más: "¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros?" (1 Cor 3, 16).

La fe en la divinidad de Jesucristo es la que nos hace permanecer en Jesús, que éste es el fruto que el Padre busca, de modo que se pueda decir de todos los cristianos: "Vosotros sois cuerpo de Cristo, y cada uno un miembro de Él" (1 Cor 12, 27). En la oración sacerdotal de la Última Cena, Jesús ruega a su Padre por sus discípulos y le dice: "Que todos sean uno: como Tú, Padre, en Mí y Yo en Tí, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado" (Jn 17, 21). Jesús ruega también por aquellos que han de creer en Él por su Palabra (Jn 17, 20)

Nos podríamos preguntar por qué todo esto es tan importante, porque lo es. Ciertamente, hay una razón - eso sí, misteriosa e incomprensible- y es que Dios nos ama y desea ardientemente estar con nosotros y ser amado por nosotros de la misma manera. Esto lo sabemos por su Hijo, a quien Él envió al mundo para salvarlo del pecado. Dios se hizo hombre en la Persona del Hijo ... ¡por puro Amor!. "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8); así nos lo dice san Juan; y nosotros, creados a su imagen y semejanza, hemos sido llamados a participar de su propia Vida, sin merecimiento alguno de nuestra parte.

Ese amor se puso de manifiesto en toda su existencia, desde el instante en que fue concebido en el vientre de María por obra y gracia del Espíritu Santo hasta su ascensión a los cielos, en cuerpo y alma. Pero hay unas palabras de Jesús que nos llegan al corazón; aquellas que pronunció en la oración sacerdotal que dirigió a su Padre durante la noche de la Última Cena. Así, por ejemplo, cuando dice : "Padre, quiero que donde Yo estoy estén también conmigo los que Tú me has confiado" (Jn 17, 24). "Yo les he manifestado tu Nombre, y se lo manifestaré, para que el Amor con el que Tú me amaste esté en ellos, y Yo en ellos" (Jn 17, 26). Nuestra imaginación es muy pobre y no podemos ni hacernos la menor idea de hasta qué punto nos ama Dios, a cada uno. Como decía el apóstol Pablo, citando -a su vez- al profeta Isaías: "Ni ojo vio, ni oído oyó, ni llegó al corazón del hombre, lo que Dios tiene preparado para aquellos que lo aman" (1 Cor 2, 9)
(Continuará)