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martes, 25 de marzo de 2014

Un año de Pontificado del Papa Francisco (1 de 7) (Alejandro Sosa Lapida)


Un año de Pontificado, una desoladora realidad
(por Alejandro Sosa Laprida)

He leído este artículo en Tradición digital. Y, aunque es bastante largo, creo que merece la pena su lectura. Como se trata de una tarea ardua, que requiere mucho tiempo, me he permitido incorporarlo poco a poco en este blog, a lo largo de varias entradas, en las categoría "Varios autores" y "El Papa Francisco". En la parte superior se encuentra un enlace a las diferentes partes en las que he dividido este estudio del autor. A veces añado algún comentario entre corchetes. Los subrayados, negritas y cursivas son míos. El nombre del autor es Alejandro Sosa Laprida. Aunque no sea muy conocido (al menos para mí) dice una serie de cosas que considero que nos pueden servir de reflexión. Hace un estudio sobre el primer año de pontificado del papa Francisco, diciendo sólo algunas de las muchísimas cosas que se podrían decir; y todo ello documentado. Comienza expresando un deseo, y es lo bueno que sería tener ahora un apologeta de fuste, y que ojalá la Divina Providencia, en su misericordia infinita, nos enviara uno para esclarecer nuestras aletargadas inteligencias con sus luminosas enseñanzas. Pero, como dice el autor, "a la espera de que ello ocurra, me atrevo a hacer público este modesto artículo, en el que he intentado suplir con un trabajo serio y minucioso mi escasez de talento y compensar una ciencia exigua con el amor incondicional y sin reservas por la verdad ultrajada".

1.- El extraño pontificado del Papa Francisco

Como católico, verme en conciencia obligado a emitir críticas hacia el Papa me resulta sumamente doloroso. Y la verdad es que sería muy feliz si la situación de la Iglesia fuese normal y no encontrase, por consiguiente, ningún motivo para formularlas.

Desafortunadamente, nos hallamos confrontados al hecho incontestable de que Francisco, en apenas un año de pontificado, ha realizado incontables gestos atípicos y ha efectuado un sinnúmero de declaraciones novedosas y por demás preocupantes.

Los hechos en cuestión son tan abundantes que no resulta posible tratarlos todos en el marco, necesariamente restringido, de este artículo. A la vez, no es tarea sencilla limitarse a escoger sólo algunos de ellos, ya que todos son portadores de una carga simbólica que los vuelve inauditos a la mirada del observador atento y sintomático de una situación eclesial sin precedentes en la historia.

Tras ardua reflexión, he retenido aquellos que me parecen ser los mejores indicadores de la tonalidad general que es posible observar en este nuevo pontificado. Esos hechos se agrupan en CINCO TEMAS DIFERENTES: el Islam, el Judaísmo, la laicidad, la homosexualidad y la masonería.

Tras haberlos expuestos en ese orden, intentado hacer ver en qué medida son indicadores de una inquietante anomalía en el ejercicio del Magisterio y de la pastoral eclesiales, expondré de manera más sucinta otra serie de dichos y hechos que permitirán ilustrar aún más, si eso fuera posible, la heterodoxia radical que trasuntan los principios y la praxis bergoglianos. Finalmente, suministraré una serie de enlaces a artículos de prensa en los que el lector podrá verificar la exactitud de los hechos referidos en el cuerpo del artículo.

1. LA CUESTIÓN DEL ISLAM

El 10 de julio de 2013 Francisco envió a los musulmanes de todo el mundo un mensaje de felicitación por el fin del Ramadán. Debemos precisar que se trata de un gesto que jamás se había producido en la Iglesia Católica antes del Concilio Vaticano II. Y debemos añadir que ningún Papa había dirigido semejantes saludos a los mahometanos antes del pontificado de Francisco. La razón es muy sencilla, y por cierto manifiesta para cualquier católico que no haya perdido completamente el sensus fidei: los actos de las otras religiones carecen de valor sobrenatural y, objetivamente considerados, no pueden sino alejar a sus adeptos del único camino de salvación: Nuestro Señor Jesucristo. ¿Cómo no estremecerse de espanto al escuchar a Francisco decir a los adoradores de «Allah» que «estamos llamados a respetar la religión del otro, sus enseñanzas, sus símbolos y sus valores»? Es imposible dejar de comprobar la distancia insalvable que existe entre esta declaración y lo que nos enseñan los Hechos de los Apóstoles y las epístolas de San Pablo… Que se deba respetar a las personas que se encuentran en los falsos cultos, eso cae de su peso y nadie lo discute, pero que se promueva el respeto de falsas creencias que niegan la Santa Trinidad de las Personas Divinas y la Encarnación del Verbo de Dios es algo insostenible desde el punto de vista del Magisterio Eclesiástico y de la Revelación divina.

Sin embargo, es preciso reconocer que, en este punto, no se puede tildar a Francisco de innovador, ya que no hace más que continuar con la línea revolucionaria introducida por el Concilio Vaticano II, el cual pretende, en la declaración Nostra Aetate acerca de la relación de la Iglesia con las religiones no cristianas (Hinduismo, Budismo, Islam y Judaísmo) que «la Iglesia Católica no rechaza nada de lo que es verdadero y santo (!!!) en esas religiones. Considera con un sincero respeto esas maneras de obrar y de vivir, esas reglas y esas doctrinas (…) Exhorta a sus hijos para que (…) a través del diálogo y la colaboración (!!!) con los adeptos de otras religiones (…) reconozcan, preserven y hagan progresar los valores espirituales, morales y socio-culturales que se encuentran en ellos.» Palabras que provocan estupor, ya que es algo palmariamente absurdo pretender que se deba «colaborar» con gente que trabaja activamente para instaurar creencias, y a menudo costumbres, que son contrarias a las del Evangelio.

¿Cómo no ver en ese «diálogo» tan mentado una profunda desnaturalización de la única actitud evangélica, que es la de anunciar al mundo la Buena Nueva de Jesucristo, quien nos ha dicho sin ambages lo que nos corresponde hacer como discípulos: «Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles a observar todo cuanto os he mandado» (Mt. 28, 18-20).

Esta noción de «diálogo» con las demás religiones carece de todo fundamento bíblico, patrístico y magisterial y, de hecho, no es sino una impostura tendiente a desvirtuar el auténtico espíritu misionero, que consiste en anunciar a los hombres la salvación en Jesucristo, y de ninguna manera en un utópico « diálogo » entre interlocutores situados en pie de igualdad, enriqueciéndose recíprocamente y pretendiendo buscar juntos la verdad. Esa pastoral conciliar innovadora fundada en un «diálogo» inscrito en un contexto de «legítimo pluralismo», de «respeto» hacia las religiones falsas y de «colaboración» con los infieles no es más que una pérfida celada tendida por el enemigo del género humano para neutralizar la obra redentora de la Iglesia.

A ese respecto, baste con citar la única situación de auténtico «diálogo» que nos relatan las Escrituras, y lo que es más, justo al comienzo, a fin de estar definitivamente alertados acerca de su carácter intrínsecamente viciado: se trata del «diálogo» al cual se prestó Eva en el jardín del Edén con la serpiente y que habría de desembocar en la caída del género humano (Gn. 3, 1-6). Se podría dar una lista interminable de citas del Nuevo Testamento, de los Santos Padres y del Magisterio de la Iglesia para refutar la patraña según la cual los falsos cultos deben ser objeto de un «respeto sincero» hacia sus «maneras de obrar y de vivir, sus reglas y sus doctrinas» y para probar que, a diferencia de las personas que los profesan y que naturalmente deben ser objeto de nuestro respeto, de nuestra caridad y de nuestra misericordia, pero de ningún modo las falsas doctrinas religiosas merecen «respeto». En dichas religiones no se encuentra ningún elemento de «santidad» y los elementos de verdad que puedan contener están subordinados al servicio del error.

Se debe reconocer que Francisco es perfectamente coherente en su mensaje con lo que el documento conciliar dice acerca de los musulmanes, a saber, que «la Iglesia mira también con estima a los musulmanes, que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todopoderoso, creador del cielo y de la tierra, que ha hablado a los hombres y que procuran someterse con toda su alma a los decretos de Dios». Ahora bien, cualquiera sea la sinceridad de los mahometanos en la creencia y en la práctica de su religión, no por ello es menos falso sostener que «adoran al único Dios», «que ha hablado a los hombres» y que « buscan someterse a los decretos de Dios», por la sencilla razón de que «Allah» no es el Dios verdadero, que Dios no ha hablado a los hombres a través del Corán y que sus decretos no son los del Islam.

Se trata de un lenguaje inédito en la Historia de la Iglesia y que contradice veinte siglos de Magisterio y de pastoral eclesiales. Esa práctica heterodoxa ha conducido a los múltiples encuentros inter-religiosos de Asís, en donde se ha alentado a los miembros de los diferentes cultos idolátricos a rezar a sus «divinidades» para obtener «la paz en el mundo». Falsa paz, naturalmente, puesto que se persigue injuriando al único Señor de la Paz y Redentor del género humano, al igual que a su Iglesia, única Arca de Salvación. Y esta engañosa noción de «diálogo» ha conducido igualmente a los últimos pontífices a mezquitas, sinagogas y templos protestantes en los que, con el gesto y la palabra, ..., no han vacilado en denigrar públicamente a la Iglesia de Dios criticando la actitud « intolerante » de la que la Iglesia habría dado muestras hacia ellos
 en el pasado .

Un ejemplo reciente de esta nueva mentalidad ecuménica malsana, sincretista y relativista, condenada solemnemente por Pío XI en su encíclica Mortalium Animos de 1928 : El 19 de enero de 2014, con motivo de la Jornada mundial de los migrantes y de los refugiados, Francisco se dirigió a un centenar de jóvenes refugiados en una sala de la parroquia del Sagrado Corazón, en Roma, diciéndoles que es necesario compartir la experiencia del sufrimiento, para luego añadir: «que los que son cristianos lo hagan con la Biblia y que los que son musulmanes lo hagan con el Corán (!!!). La fe que vuestros padres os han inculcado os ayudará siempre a avanzar.»

[Tomo de Stat Veritas el siguiente párrafo que habla de esto precisamente. Como acabamos de leer, según el Papa Francisco: “Los que son cristianos, con la Biblia, y los que son musulmanes, con el Corán”.


Resulta, por lo tanto, que según la mirada modernista del ecumenismo conciliar, la falsa religión musulmana y el cristianismo parecen ser más o menos lo mismo, siendo así que el Corán es un libro donde –entre otras cosas- se niega la divinidad de Cristo y se recomienda la persecución al cristianismo. ¿Cómo puede recomendar el Papa Francisco a estos jóvenes musulmanes que sigan leyendo y profundizando el Corán, “la fe de sus padres”? ]


Esta nueva praxis conciliar es lisa y llanamente escandalosa, por un doble motivo: por un lado, mina la fe de los fieles cristianos cuando éstos confronten su Religión con esas falsas religiones, que son valoradas positivamente por sus propios pastores; por otro lado, socava las posibilidades de conversión de los infieles, quienes se ven confortados en sus errores [que ya dejarían de serlo] precisamente por aquellos que deberían ayudarlos a librarse de ellos, anunciándoles la Buena Nueva de la Salvación, recibida por Aquel que dijo [de Sí mismo]: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» (Jn. 14, 6).

(Continuará)

lunes, 24 de marzo de 2014

El gran atractivo del Evangelio (2 de 2) [José Martí]


Dios es rechazado. No soportamos su amor, no lo queremos. Aceptarlo supone complicarnos la vida. Y puesto que se piensa que no hay más vida que ésta y que todo acaba con la muerte, pues ¡ancha es Castilla!, como aquel que dice. Se implanta así el egoísmo como norma de vida. Y se vive en la mentira (si a eso se le puede llamar vida)... cuando sería tan bonito escuchar y vivir conforme a las palabras de Jesús, esas palabras que son Espíritu y Vida (Jn 6,63) y que nos dicen que Él es la Verdad (Jn 14,6) y que "la Verdad os hará libres" (Jn 8,32). Sólo el estar junto al Señor, el vivir para Él, el vivir como Él, el tener sus sentimientos y su mente, el tener su Corazón, sólo eso nos puede hacer realmente felices, ya en este mundo... y luego por toda la eternidad.

No lo debemos olvidar: "Ésta es la victoria que ha vencido al mundo: nuestra fe" (1 Jn 5,4), pues "¿quién es el vencedor del mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?" (1 Jn 5,5). 


Lo que atrae al mundo (y a todos los hombres de buena voluntad) es lo que viene de Dios y no lo que es invención de los hombres. Jesús arremetió duramente contra los fariseos, porque querían cambiar el mensaje de Dios por preceptos que son invenciones humanas: "Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, según está escrito: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de Mí. En vano me dan culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres' " (Mc 7, 6-7). Hoy en día -incluso en las altas capas de la Jerarquía eclesiástica- por lo que se conoce como "razones pastorales", se quiere cambiar la doctrina católica por doctrinas que son invenciones de hombres




Se pueden poner muchos ejemplos. Valga uno de muestra: el mero hecho de plantear la posibilidad de la comunión de los que están divorciados y vueltos a casar (a fin de evitar que sufran) conlleva, además de minusvalorar el mandamiento de Dios, que no hay ningún problema en plantear dudas sobre temas que son de fe y que, por lo tanto, no son cuestionables. El gran peligro es que si algo se pone en tela de juicio es porque no debe ser muy importante o porque no está tan claro que tenga que ser así, que es lo que la gente acabará pensando... con lo que se estaría cambiando la doctrina dada por Dios acerca de este tema ... ¡y esto es muy grave! Además de estar en contra de la voluntad de Dios, según la cual el matrimonio es indisoluble ["Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre" (Mc 10,9)], "misericordiar" para que no sufran no les hace ningún bien, porque se les está mintiendo. La verdad es que "cualquiera que repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, adultera" (Mc 10, 10-12). Y ya sabemos que "los adúlteros... no poseerán el reino de Dios" (1 Cor 6,9). El adulterio es un pecado grave. Siendo esto así, si se llegara a admitir que los divorciados y vueltos a casar pueden recibir la comunión, nos estaríamos encontrando con que es posible recibir la comunión en estado de pecado grave, en contra de lo que leemos en la Sagrada Escritura: "Quien coma el pan o beba el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor" (1 Cor 11,27). 

¿Que está ocurriendo? A mi entender, todo hace pensar que en el fondo de estas cuestiones late una falta de fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, por nombrar sólo lo más importante. ¡Tales cuestiones ni siquiera deberían llegar a plantearse! Si hay algo claro, en cuestión de misericordia es que, como decía San Agustín, es preciso amar al pecador y ayudarle, pero nunca engañarle. El pecado sigue siéndolo y, como tal, ha de ser odiado porque aparta de Dios, que es el Sumo Bien. La persona que pasa por situaciones tan difíciles debe ser ayudada y comprendida y sufrir con ella, pero no merece ser engañada y que se le diga que está bien aquello que no está bien. 


Miremos por donde lo miremos, lo mejor y lo único que nos puede salvar es, ha sido y será siempre el vivir conforme a la voluntad de Dios, manifestada en Jesucristo. No hay otro camino. Y, además, es el mejor. ¿O es que nosotros somos más listos y más buenos que Dios? 

El gran atractivo del Evangelio (1 de 2) [José Martí]




Para llegar mejor a la gente, se dice que no se cambia la doctrina sino la praxis. Se habla de "razones pastorales" y de adaptarse al mundo de hoy para proceder así. En teoría eso está bien, pues de lo que se trata es de que el Evangelio llegue a todas las gentes. Eso es verdad. Pero el peligro es manifiesto, porque el Evangelio debe transmitirse íntegramente, sin añadir ni quitar nada. Y, además, no se trata de "dialogar con el mundo": Tal diálogo es imposible. Se trata de atraer al mundo hacia Cristo, pero no de mezclarse con el mundo y hacerse mundanos. No es la Iglesia la que debe adaptarse al mundo (¡doctrinalmente no puede hacerlo!), sino el mundo el que debe acercarse a la Iglesia, para lo cual es necesario que ésta cumpla las enseñanzas de su Maestro: "Y Yo, cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia Mí" (Jn 12,32). Lo único que puede atraer a la gente a Dios, encarnado en Jesucristo, es el Amor. Sólo el amor (entendido como Dios lo entiende) puede dar sentido a la vida. Y "nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos" (Jn 15,13). De nuevo aparece la Cruz (la cruz de Cristo) como la máxima expresión de amor. Eso es lo que atrae y lo que hace hermosa la vida: el amor. Pero no se puede olvidar que amor y sufrimiento van unidos en esta vida. San Juan aclara el "atraeré a todos hacia Mí": "Decía esto [Jesús] señalando de qué muerte iba a morir" (Jn 12,33). 



Por más vueltas que le demos siempre llegamos a lo mismoSan Pablo escribía a los filipenses: "Escribiros lo que os he dicho en otras ocasiones no me molesta, y para vosotros es motivo de seguridad" (Fil 3,1). Y es que es así, no hay otro camino"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí" (Jn 14,6). 

Así pues: para que el mundo se acerque a la Iglesia (en definitiva, para que el mundo se acerque a Dios) para que la Iglesia sea realmente "atractiva" debe seguir el camino que su Fundador le ha trazado. ¿Pensamos nosotros que nuestras ideas son mejores que las de Dios? ¿Pensamos que si cambiamos el mensaje "exigente" del Evangelio por otro "más acorde" con nuestro tiempo, la gente se va a acercar más a Dios? Pues no es eso lo que está ocurriendo; justo todo lo contrario: la sociedad, en su conjunto, se está alejando cada vez más de Dios, y precisamente desde que se han rebajado las exigencias del Evangelio, queriendo hacerlo más "humano". Recordamos aquí el famoso "aggiornamiento" (o puesta al día) que ha tenido lugar a partir del Concilio Vaticano II, desde hace cincuenta años. Los frutos recogidos no son los que hubiera cabido esperar.

¡Y es que no podemos inventarnos un nuevo Evangelio, distinto del que ya existe, del que ya ha sido dado de un modo definitivo y permanente!: "Jesucristo es el mismo ayer y hoy y lo será siempre(Heb 13,8). Es por eso por lo que nos exhorta San Pablo diciendo: "no os acomodéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente" (Rom 12,2); o también: "Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús" (Fil 2,5). Los frutos se producirán cuando cumplamos bien con la misión que se nos ha encomendado, como cristianos. Y sabemos perfectamente que la condición normal del cristiano es la de odio por parte del mundo. No tenemos por qué asustarnos. Todo lo contrario. Deberíamos preocuparnos si no fuese así, porque eso fue lo que nos dijo Jesús: "Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a Mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como no sois del mundo, sino que Yo os escogí del mundo, por eso el mundo os odia" (Jn 15, 18-19). Y con una advertencia muy seria: Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!" (Lc 6,26). 

El hombre de hoy se quiere fabricar su propia religión, sustituyendo la religión de Dios por una "religión" del hombre; una religión, además, cambiante, en función de los acontecimientos que vayan surgiendo a medida que pasa el tiempo. Nada de verdades absolutas. Todo es relativo, todo cambia (como decía Heráclito). Lo que hoy es cierto mañana será falso; no hay nada seguro; cada uno tiene sus propias verdades que hay que respetar, etc. Esta situación de relativismo, extendida a todo, también a lo moral, ha dado lugar a que hoy se admiten como normales (e incluso como signos de progreso) cosas tales como la homosexualidad, el divorcio, el aborto, etc... que son auténticas aberraciones. La "libertad" del hombre es la que decide lo que está bien y lo que está mal. Y la libertad no se puede sujetar a nada...Como decía Zapatero, ex-presidente de Gobierno, haciendo alarde, una vez más, de sus continuas sandeces y parafraseando a Jesucristo, en términos que yo calificaría de blasfemos, puesto que son burlescos: "La libertad os hará verdaderos". Y es en este ambiente de hedonismo, de relativismo moral, de huida de cualquier contrariedad, por nimia que sea, de ausencia de amor, en definitiva, en el que nos estamos moviendo; este es el ambiente social que se respira hoy en día.
(Continuará)

domingo, 23 de marzo de 2014

El pecado, misterio de Iniquidad (José Martí)

El amor de Dios hacia nosotros es algo realmente misterioso, pues no es una palabra más, como las que utilizamos nosotros. Se trata de un verdadero amor, siendo así que nosotros somos tan solo sus criaturas. Por eso, cuando el hombre pecó (pecado que se transmitiría a toda su descendencia, pues en Adán pecó toda la humanidad, humanidad que se reducía a un solo hombre y una sola mujer), Dios no lo abandonó, sino que le hizo una Promesa. "El Señor dijo a la serpiente: ... Pondré enemistad entre tí y la mujer, entre tu linaje y el suyo; Él te herirá en la cabeza, mientras tú le herirás en el talón" (Gen 3, 15). 

[Este pasaje suele conocerse como "Protoevangelio", porque es el primer anuncio del Redentor, nacido de una mujer. La Iglesia siempre ha entendido estos versículos en sentido mesiánico, referidos a Jesucristo; y ha visto en la mujer, madre del Salvador prometido, a la Virgen María, como nueva Eva].  

La serpiente simboliza al Diablo, que es nuestro gran enemigo. Como sabemos el Diablo no es un dios malo (Dios sólo hay uno y es infinitamente bueno). El Diablo es una de las criaturas (espíritus puros; no tienen un cuerpo como nosotros) también) creadas por Dios y sometidas a una prueba; es uno de los millones de ángeles que Dios creó: "Se entabló un gran combate en el cielo: Miguel y sus ángeles lucharon contra el dragón. También lucharon el dragón y sus ángeles, pero no vencieron, y no hubo ya para ellos un lugar en el cielo. Fue arrojado aquel gran dragón, la antigua serpiente, llamado Diablo y Satanás, que seduce y engaña a todo el universo. Fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él" (Ap 12, 7-9) ... "Cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado luz al varón" (Ap 12,13)...El relato cuenta cómo la mujer escapó del dragón, y añade: "El dragón se enfureció contra la mujer y se marchó a hacer la guerra al resto de su descendencia, aquellos que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús(Ap 12,17) 

Por eso el apóstol Pablo, en su carta a los efesios, les dice: "No es nuestra lucha contra la sangre o la carne, sino contra los principados y potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, y contra los espíritus malignos que están en los aires" (Ef 6,12)

El Diablo es una realidad ignorada. Tanto mayor es su triunfo cuanto más se le ignora y se niega su existencia. El linaje de la serpiente se refiere precisamente a todos aquellos que consienten en ser engañados y seducidos por ella (es decir, por el Diablo) y odian a Jesucristo y a los cristianos (en lenguaje bíblico, "el mundo"). El linaje de la mujer se refiere a Jesucristo, en primer lugar; y luego a todos los que se acogen a Él como única tabla de salvación. Recordemos lo que le dijo Dios a la serpiente: "Pondré enemistad entre tu linaje y el suyo [el de la mujer]". La Biblia es muy clara en la relación que debe existir entre aquellos que sirven a Jesucristo y aquellos que lo odian"No os unzáis a un mismo yugo con los infieles. Porque, ¿qué tiene que ver la justicia con la iniquidad? ¿Y qué armonía cabe entre Cristo y Belial? ¿O qué parte tiene el creyente con el infiel? ¿Y cómo es compatible el templo de Dios con los ídolos(2 Cor 6, 14-16). 

El mismo Jesús lo ha dicho en multitud de ocasiones: "Nadie puede servir a dos señores" (Mt 6,24); "El que no está conmigo está contra mí(Mt 12,30), etc. Todo esto significa que no cabe ningún "diálogo" con los que son enemigos de Jesucristo. La única actitud propia de un cristiano para con aquellos que no lo son es la de rezar por ellos, para que se conviertan; y la de amarlos, según el mandamiento que Jesús nos dejó: "Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen" (Mt 5, 44). Pero la doctrina es intocable. 

Que es justamente lo que dijo Pedro, el primer Papa, hablando de Jesucristo"En ningún otro está la salvación; pues no hay ningún otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4,12). La cantidad de párrafos del Evangelio en los que aparece esta idea es innumerable, por lo que no debería caber ninguna duda, en este sentido, entre los cristianos, acerca del único tipo de relaciones que podemos tener con aquellos que no son cristianosY no es que nosotros seamos mejores que ellos (¡en absoluto!), pero "no podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído" (Hech 4,20). Y esto aunque nos amenacen, nos insulten e incluso aunque nos quiten, por ello, la vida. No podemos avergonzarnos del Señor.

Nuestro modo de actuar ha de ser como el de los apóstoles. Cuando, después de haber sido encarcelados, los condujeron al Sanedrín, y el Sumo Sacerdote les increpó para que no siguieran enseñando en el nombre de Jesús, ellos respondieron: "Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hech 5,29). Y luego "los azotaron, les ordenaron que no hablaran en el nombre de Jesús, y los soltaron. Ellos salieron gozosos de la presencia del Sanedrín, porque habían sido dignos de sufrir ultrajes a causa de su Nombre. Y todos los días, en el Templo y en las casas, no cesaban de enseñar y anunciar a Cristo Jesús" (Hec 5, 40-42)

La Promesa que aparece en el Protoevangelio se cumple con la venida de Jesús al mundo. El Amor de Dios por nosotros le llevó hasta el extremo de querer vivir nuestra propia vida. Y para que eso fuera posible, el Hijo de Dios, en obediencia a la voluntad de su Padre, asumió nuestra condición humana y se hizo realmente hombre, uno de nosotros (en todo igual a nosotros, menos en el pecado). 

Su Amor por nosotros (por cada uno), un amor real y verdadero, le llevó a compartir "real y verdaderamente" nuestra vida, haciéndose uno de nosotros (sin dejar de ser Dios). Tomó sobre sí los pecados de todos los hombres de todos los tiempos y lugares que existieron, existen y existirán. Los asumió como suyos, como verdaderamente suyos; los hizo suyos. Así lo afirma San Pablo, usando una expresión muy fuerte y misteriosa: "se hizo pecado por nosotros" (2 Cor 5,21). Él, que no conoció pecado alguno, el Justo entre los justos, atrajo sobre Sí toda la Justicia del Padre, que recayó sobre Él, como si Él fuese pecador y responsable de los pecados de toda la Humanidad



¿Cómo es esto posible? Es un misterio: tremendo misterio de Amor en íntima relación con el misterio de Iniquidad que es el pecado (2 Tes 2,7). Una ofensa infinita (como era la ofensa hecha a Dios por el hombre) necesitaba de una reparación infinita (algo que el hombre, ser finito, no podía llevar a cabo de ninguna de las maneras). Y es aquí donde aparece el inexplicable Amor personal de Dios por todos y cada uno de nosotros. Este Amor le llevó hasta el extremo de tomar nuestra naturaleza humana, haciéndose uno de nosotros, para redimirnos, haciendo Suyos todos nuestros pecados. Se ofreció a Sí mismo a su Padre, como Víctima expiatoria, y padeció y murió para hacer posible nuestra salvación:


[una salvación objetiva, que es para todos los hombres. Y una salvación subjetiva, en el sentido de que es precisa una respuesta de amor por nuestra parte para que la salvación objetiva se nos pueda aplicar]

"Murió por todos, para que los que viven no vivan ya para sí, sino para Aquel que por ellos murió y resucitó" (2 Cor 5, 15). El Amor que Él nos mostró requiere por nuestra parte una respuesta amorosa, pues el amor verdadero siempre es bilateral: o es recíproco, del uno para el otro y del otro para el uno... o no es amor. Por eso no es suficiente el hecho de que Dios se haya hecho hombre para salvarnos. ¿Por qué? Pues, precisamente, porque lo ha hecho por Amor, lo ha hecho para que nosotros lo amemos también, libremente ... pues el amor jamás puede imponerse. Se salvarán aquellos que respondan con un amor semejante a aquel que Él nos tiene (un amor, por lo tanto, que esté dispuesto a dar la vida por Él, como Él la dio por nosotros; un amor que va unido, necesariamente, a la Cruz).


Y ésta es la razón por la que Dios, revelado en Jesucristo, es negado y perseguido. No se puede comprender que Dios haya procedido como lo relatan los Evangelios. Es algo completamente inaccesible a la razón y a la imaginación humana. Hoy, más que nunca, de hecho, y de un modo sistemático, el Amor, que es Dios, es rechazado. Vuelven a cumplirse las palabras de San Pablo, cuando decía: "Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles" (1 Cor 1,23), con la agravante de que hoy se conoce mejor que entonces hasta dónde puede llegar la Humanidad cuando se rechaza a Jesucristo.

Digámoslo una vez más: La negación de la Cruz de Jesucristo es la negación del Amor de Dios, es la negación del mismo Dios quien, en la Persona de su Hijo, se hizo uno de nosotros porque quería mantener con cada uno unas relaciones íntimas de amor. Esto "el mundo" no lo puede comprenderDe ahí esa lucha contra lo sobrenatural que se está produciendo en la actualidad, una lucha que es realmente odio hacia todo lo que es Bueno, Verdadero y Bello.
José Martí

miércoles, 19 de marzo de 2014

EL PECADO, causa de todos los males (José Martí)

Este artículo puede leerse en mi otro blog: "El blog católico de José Martí (2)"  (Posteriormente "Il. Para ello pincha aquí



domingo, 16 de marzo de 2014

sábado, 15 de marzo de 2014

Lo que Dios ha unido. La revolución cultural del cardenal Kasper (por Roberto de Mattei) ...(2 de 2)

Se puede fácilmente imaginar cómo las nulidades matrimoniales se extenderían, introduciendo el divorcio católico de hecho, si no de derecho, con un daño devastador precisamente en relación con el bien de las personas humanas.

El cardenal Kasper parece ser consciente de este peligro, pues añade: “ Sería equivocado buscar la solución del problema sólo a través de una generosa dilatación del procedimiento de la nulidad matrimonial ... Es necesario tomar en consideración también la aún más difícil cuestión de la situación del matrimonio confirmado y consumado entre bautizados, en el que la comunión de la vida matrimonial se ha roto irremediablemente y uno o ambos de los cónyuges han contraído un segundo matrimonio civil”.

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... En realidad no existe ninguna contradicción en la praxis por dos veces milenaria de la Iglesia. Los divorciados vueltos a casar no están exonerados de sus deberes religiosos. Como cristianos bautizados tienen siempre la obligación de observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Por lo tanto, tienen no sólo el derecho, sino el deber de asistir a Misa, de observar los preceptos de la Iglesia y de educar cristianamente a sus hijos. 

No pueden recibir la comunión sacramental porque se encuentran en pecado mortal, pero pueden hacer la comunión espiritual, porque incluso quién se encuentra en condición de pecado grave debe rezar, para obtener la gracia de salir del pecado. Pero la palabra pecado no cabe en el vocabulario del cardenal Kasper y nunca aflora en su relación para el Consistorio. Entonces ¿cómo maravillarse si, como el mismo Papa Francisco declaró el pasado 31 de enero: hoy “se ha perdido el sentido del pecado”?

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Es una lástima que el cardenal no aclare cuáles son sus referencias patrísticas, porque la realidad histórica es bien distinta de como él la pinta. El padre George H. Joyce, en su estudio histórico-doctrinal sobre el Matrimonio cristiano (1948) demostró que durante los primeros siglos de la era cristiana no se puede encontrar ningún decreto de un Concilio ni ninguna declaración de un Padre de la Iglesia que sostenga la posibilidad de disolución del vínculo matrimonial ... En todas las partes del mundo, la Iglesia considera imposible la disolución del vínculo; y el divorcio con derecho a segundas nupcias era del todo desconocido.


San Agustín

Entre los Padres, quien trató más ampliamente la cuestión de la indisolubilidad fue San Agustín, en muchas de sus obras, desde el De diversis Quaestionibus (390) hasta el De Coniugiis adulterinis (419). Es a San Agustín a quién se debe la célebre distinción entre los tres bienes del matrimonio: proles, fides y sacramentum.

... Por lo que concierne a San Basilio, retamos al cardenal Kasper a que lea sus cartas y encuentre en ellas un pasaje que autorice explícitamente el segundo matrimonio. Su pensamiento está resumido en lo que escribe en la Ethica: “No es lícito a un hombre repudiar a su mujer y casarse con otra. Ni está permitido que un hombre se case con una mujer que se haya divorciado de su marido” (Ethica, Regula 73, c. 2, en Patrología Greca, vol. 31, col. 852). Lo mismo puede decirse en relación con el otro autor citado por el cardenal, San Gregorio Nacianceno, el cual con claridad escribe: “el divorcio es absolutamente contrario a nuestras leyes, aunque las leyes de los Romanos juzguen diversamente” (Epístola 144, en Patrología Greca, vol. 37, col. 248).

El undécimo concilio de Cartago (407), por ejemplo, emanó un canon así concebido: “Decretamos que, según la disciplina evangélica y apostólica, la ley no permite ni a un hombre divorciado de su mujer ni a una mujer repudiada por su marido volverse a casar; sino que tales personas deben quedarse solas, o que se reconcilien recíprocamente, y que si violan esta ley, tienen que hacer penitencia” (Hefele-Leclercq, Histoire des Conciles, vol. II (I), p. 158).

La posición del cardenal se hace aquí paradójicaEn vez de arrepentirse de la situación de pecado en el que se encuentra, el cristiano vuelto a casar debería arrepentirse de su primer matrimonio, o al menos de su fracaso, del que a lo mejor él es totalmente inocente. Además, una vez admitida la legitimidad de las convivencias postmatrimoniales, no se entiende por qué no deberían permitirse también las convivencias prematrimoniales, si son estables y sinceras. Caen los “absolutos morales”, que la encíclica de Juan Pablo II Veritatis splendor había ratificado con tanta fuerza. Sin embargo, el cardenal Kasper prosigue tranquilo en su razonamiento.

“Si un divorciado vuelto a casar -1. Se arrepiente del fracaso del primer matrimonio, 2. Si ha aclarado las obligaciones del primer matrimonio, si es definitivamente excluido que vuelva atrás, 3. Si no puede abandonar sin otras culpas los compromisos asumidos con el nuevo matrimonio civil, 4. Pero si se esfuerza en vivir al máximo de sus posibilidad el segundo matrimonio a partir de la fe y educar a sus hijos en la fe, 5. Si desea los sacramentos en cuanto fuente de fuerza en su situación, ¿debemos o podemos negarle, después de un tiempo de nueva orientación (metanoia) el sacramento de la penitencia y luego el de la comunión?”

A estas preguntas ya contestó el cardenal Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (La forza della grazia, “L’Osservatore Romano”, 23 de octubre de 2013) citando la Familiaris consortio, que en el n. 84 facilita unas indicaciones muy precisas de carácter pastoral coherentes con la enseñanza dogmática de la Iglesia sobre el matrimonio... La posición de la Iglesia es inequívoca. Se niega la comunión a los divorciados vueltos a casar porque el matrimonio es indisoluble y ninguna de las razones aducidas por el cardenal Kasper permite la celebración de un nuevo matrimonio o la bendición de una unión pseudo-matrimonial.


La Iglesia no lo permitió a Enrique VIII, perdiendo el Reino de Inglaterra, y no lo permitirá jamás porque, como recordó Pío XII a los párrocos de Roma el 16 de marzo de 1946: “El matrimonio entre bautizados válidamente contraído y consumado no puede ser disuelto por ninguna potestad sobre la tierra, ni por la Suprema Autoridad eclesiástica”. Es decir, tampoco por el Papa y ni mucho menos por el cardenal Kasper.


Nota: Sobre la comunión de los divorciados y vueltos a casar puede leerse también el excelente artículo de Luis F. Pérez, director de Infocatólica

Lo que Dios ha unido. La revolución cultural del cardenal Kasper (por Roberto de Mattei) ...(1 de 2)

¿Quién es Roberto de Mattei? He aquí una breve biografía suya.

Roberto de Mattei
Historiador y periodista italiano, Roberto de Mattei, nacido en 1948, es uno de los más destacados líderes católicos contemporáneos. Presidente de la Fundación Lepanto, es Profesor de Historia de la Iglesia y del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la cual es Coordinador de la Escuela de Ciencias Históricas. Entre 2004 y 2011 fue dos veces Vice-presidente del principal organismo estatal italiano de apoyo a las ciencias, el Consejo Nacional de Investigación, con responsabilidad en el Área de Ciencias Humanas. Miembro del Consejo de Administración del Instituto Histórico para la Edad Moderna y Contemporánea y de la Sociedad Geográfica Italiana, colabora con el Comité Pontificio de Ciencias Históricas. Director de Asuntos Internacionales del Gobierno de Italia (2002-2006). Fue distinguido con la insignia de la Orden de la Santa Sede de San Gregorio Magno, en reconocimiento por sus servicios prestados a la Iglesia. Es autor de libros y publicaciones traducidas a varios idiomas; y colaborador de periódicos y revistas italianas y extranjeras. Dirige las revistas "Raíces cristianas" y "Nova Histórica", así como la agencia de noticias "La correspondencia romana". En 2010, Roberto de Mattei publicó el libro “El Concilio Vaticano II – Una historia nunca escrita”, lo que le valió el más prestigioso premio italiano para libros históricos: el “Acqui Storia/2011”.

Pues bien: Roberto de Mattei ha escrito el siguiente artículo del que saco algunos párrafos solamente, por ser algo largo (aun así, haré dos entradas). Si se dispone de tiempo merece la pena leerlo, pues no tiene desperdicio. En él aparece el famoso tema, que está dando tanto de qué hablar, acerca de los divorciados y vueltos a casar. Con argumentos muy sólidos comenta las declaraciones del cardenal Kasper, en este sentido. El original italiano  del artículo puede leerse en Corrispondenza Romana  (haciendo uso del traductor de Google) o bien puede hacerse clic aquíenlace que nos lleva a la traducción de ese artículo realizada por Tradición Digital.
   
Cardenal Kasper
Transcribo, en ésta y en la siguiente entrada, aquellos párrafos que más me han llamado la atención. Las palabras pronunciadas por el cardenal Kasper están entrecomilladas, en azul y en cursiva; y en negrita lo que me interesa resaltar especialmente. 

“La doctrina no cambia, la novedad concierne sólo a la praxis pastoral”. Este eslogan, repetido desde hace un año, por un lado tranquiliza a aquellos conservadores que miden todo en términos de enunciados doctrinales y, por otro, alienta a los progresistas, que atribuyen a la doctrina escaso valor y confían totalmente en el primado de la praxis. 

Un clamoroso ejemplo de revolución cultural propuesta en nombre de la praxis nos viene en el informe dedicado al Evangelio de la familia con el que el cardenal Walter Kasper abrió el pasado 20 de febrero las sesiones del Consistorio extraordinario sobre la familia. El texto, que el padre Federico Lombardi define como “en gran sintonía” con el pensamiento del Papa Francisco, se merece, también por esto, ser valorado en toda su extensión.

El punto de partida del cardenal Kasper es la constatación de que “entre la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y sobre la familia, y las convicciones vividas por muchos cristianos se ha abierto un abismo”. Pero el cardenal evita formular un juicio negativo sobre estas “convicciones”, antitéticas a la fe cristiana, eludiendo la pregunta fundamental: ¿Por qué existe este abismo entre la doctrina de la Iglesia y la filosofía de vida de los cristianos contemporáneos? ¿Cuáles son las causas del proceso de disolución de la familia? ... 
¿Es posible, en 2014, dedicar 25 páginas al tema de la familia, ignorando la objetiva agresión que la familia, no sólo la cristiana sino la natural, padece en todo el mundo? 

En la parte fundamental de su informe, dedicado al problema de los divorciados vueltos a casar, el cardenal Kasper no expresa ni una palabra de condena sobre el divorcio y sus desastrosas consecuencias en la sociedad occidental... parece interesarse sólo en el “cambio de paradigma” que exige la situación de los divorciados vueltos a casar.

... Para prevenir posibles objeciones, el cardenal se anticipa afirmando que "la Iglesia no puede proponer una solución diversa o contraria a las palabras de Jesús"... Pero, inmediatamente después ...  avanza dos propuestas demoledoras para escamotear el Magisterio perenne de la Iglesia en materia de familia y de matrimonio.

 “El Concilio –afirma el cardenal Kasper–, sin violar la tradición dogmática vinculante, ha abierto las puertas”¿Abierto las puertas a qué cosa? A la violación sistemática, en el plano de la praxis, de aquella tradición dogmática de la que, en palabras, se afirma la obligatoriedad.

La primera vía para vaciar la Tradición arranca de la exhortación apostólica Familiaris consortio de Juan Pablo II, allí donde se dice que algunos divorciados vueltos a casar “están subjetivamente seguros en conciencia de que su precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido” (n. 84). Pero la Familiaris consortio puntualiza que la validez del matrimonio nunca puede ser dejada a la valoración subjetiva de la persona, sino a los tribunales eclesiásticos, instituidos por la Iglesia para defender el sacramento del matrimonio. 

Precisamente refiriéndose a tales tribunales, el cardenal asesta el golpe definitivo: “Dado que ellos no son iure divino, sino que se han desarrollado históricamente, nos preguntamos a veces si la vía judicial tenga que ser la única vía para resolver el problema o si no serían posibles otros procedimientos, más pastorales y espirituales. Como alternativa, se podría pensar que el obispo pueda encargar este cometido a un sacerdote con experiencia espiritual y pastoral como penitenciario o vicario episcopal”.

...La propuesta de Kasper pone en entredicho el juicio objetivo del tribunal eclesiástico, que sería sustituido por un simple sacerdote, llamado ya no a salvaguardar el bien del matrimonio, sino a satisfacer las exigencias de la conciencia de los individuos. ... “¿De verdad es posible –se pregunta–que se decida sobre el bien o el mal de las personas en segunda o tercera instancia sólo sobre la base de actas, es decir de papeles, pero sin conocer a la persona y su situación?” Estas palabras son ofensivas hacia los tribunales eclesiásticos y para la misma Iglesia, cuyos actos de gobierno y de magisterio están fundamentados sobra papeles, declaraciones, actas jurídicas y doctrinales, todo ello encaminado a la “salus animarum”. 



(Continúa en el siguiente post)

jueves, 13 de marzo de 2014

Lo ha dicho el Papa... (2 de 2)

Aunque a alguien le pudiera parecer otra cosa, no estamos en una nueva Iglesia. El Papa que tenemos es el Papa legítimo y, por lo tanto, merece todo el respeto, cariño y obediencia que le es debido. Y tenemos, como cristianos, la obligación de rogar a Dios para que lo ilumine y sepa guiar a su Iglesia con fidelidad a lo que siempre ha sido la Iglesia

Sabemos que los tiempos que corren son difíciles y que hay mucha confusión en el seno de la misma Iglesia. Por eso, es necesario pedirle al Señor, con insistencia y sin desfallecer, que nos envíe "buenos pastores", pastores que conozcan a sus ovejas y que las guíen por buenos pastos. Y, sobre todo, y más que ninguna otra cosa, necesitamos "santos", verdaderos santos, personas enamoradas de Jesucristo hasta la médula de los huesos, y que consuman su vida en que Cristo sea conocido y amado por todos. Ellos son la savia que la Iglesia necesita para no descomponerse. 

Es verdad que tenemos la palabra de Cristo de que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18). Pero es igualmente cierto que Dios ha querido contar con nosotros en el cumplimiento de esa misión tan importante, como es la supervivencia de la Iglesia. Dios nos necesita para que su Iglesia no desaparezca de la faz de la tierra, que es lo que hoy en día se está procurando con tanto ahínco. 

Nunca la Iglesia Católica ha sido tan atacada como lo es hoy: está desapareciendo (de modo alarmante) la Fe en lo sobrenatural; las virtudes de la Esperanza y la Caridad brillan por su ausencia; los niños y los jóvenes ignoran su propia Religión, porque ésta no se les enseña o se les enseña mal e incompleta, cuando no de manera errónea. Se escamotean verdades fundamentales de la fe, que están ahí y de las que casi nunca se habla (No se las niega, pero se las ignora, como si no existieran). 


Siempre los mismos temas: los pobres, el ecumenismo, los hermanos separados, etc...; lo que está muy bien, pero se habla muy poco o casi nada de la divinidad de Jesucristo, de su Presencia real en la Eucaristía, del pecado como misterio de iniquidad y de la Redención; no se toca nunca el tema de la existencia del infierno (que no está vacío, precisamente),   etc... 


Está bien hablar de los temas sociales que son acuciantes en la sociedad en que vivimos. Hay muchas injusticias, de todo tipo, que es preciso denunciar, pero teniendo siempre en cuenta que es el pecado la causa de todos los males que padecemos y sin olvidar nunca la misión sobrenatural de la Iglesia. Se podrían poner muchos ejemplos: Con respecto a los pobrescuando María ungió los pies de Jesús con un perfume de nardo, muy caro, Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que le iba a entregar, le dice a Jesús: "¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?" Jesús le contesta: "Pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a Mí no me tendréis siempre"  (Jn 12,7). Con respecto a la justicia social, cuando uno de la muchedumbre le dijo a Jesús: "Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo", Él le respondió: "Hombre, ¿quién me ha hecho juez y repartidor entre vosotros? " (Lc 12, 13-14), etc, etc.


Una cosa es clara: el Papa actual es el Papa legítimo y, por lo tanto, merece todo nuestro acatamiento, cariño y respeto. Es cierto que hay algunas frases y expresiones (salidas de su boca) que no entiendo y que me hacen sufrir -y así lo expreso en este blog- pero ello no obsta, en modo alguno, para que obedezca y acate aquello que el Papa diga o haga. Yo no soy quien para juzgarlo, en el sentido de hacer una valoración moral de su persona. Eso es algo que no me compete a mí: sólo Dios -y únicamente Dios- conoce la verdad completa; y sólo Él puede juzgar acerca de todas y cada una de las personas que en este mundo estamos.

Ahora bien: pensar es algo de lo que no podemos prescindir pues hemos sido creados por Dios como personas inteligentes, y tenemos la obligación de actuar como tales. De modo que si lo que el Papa dice o hace no se opone a las verdades dogmáticas claramente definidas como tales por los Papas anteriores al Concilio Vaticano II, verdades que se corresponden con el sentir de la Tradición de la Iglesia de veinte siglos (¡y no lo ha hecho, al menos que yo sepa!) sólo queda obedecer. Y con alegría. Como sabemos una de las misiones de los Papas es la de mantener, con firmeza, el depósito recibido. 


Ningún Papa puede ir en contra de lo que se ha definido dogmáticamente por los Papas anteriores a él. Así es que en ese sentido no deberíamos preocuparnos demasiado ni entristecernos cuando algunas cosas no las entendamos. HAY ALGO QUE ES PROVIDENCIAL. Y es que el Concilio Vaticano II nació como un Concilio Pastoral y no Dogmático ; así fue definido por el Papa Juan XXIII. Y es que sigue siendo cierto que "todas las cosas contribuyen al bien de los que creen en Dios" (Rom 8,28).  



Juan XXIII, en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II dijo muy claramente que se trataba de en Concilio Pastoral en el que no se pretendía imponer nada, pues todos los dogmas estaban ya muy bien definidos: las verdades mantenidas por la Iglesia hasta ese momento quedaban incólumes y no se podían tocar.  

Ésta es la razón por la que digo que se trata de algo providencial, porque si nos vemos obligados a elegir, doctrinalmente hablando, ante determinadas declaraciones del Papa que nos puedan dejar algo confusos, entonces lo tenemos muy fácil: nos atenemos a lo seguro, que es el Magisterio Infalible de casi dos mil años, el anterior al Concilio Vaticano II. ¿Por qué? Pues porque ése es el Magisterio auténtico; ahí está todo muy claro. Nada se ha tocado de él; y ése sí que se hizo con voluntad de obligar a todos los católicos. Y ningún Papa, en ningún caso, desde Pío XII  hasta el momento actual, se ha pronunciado haciendo uso de la infalibilidad. El Magisterio no ha cambiado (al menos, en lo que se refiere a lo que está escrito. Otra cosa son algunos de los hechos que se están produciendo. Es otro tema sobre el que quiero hablar en otro momento)

Así pues: ante la duda, me atengo a lo seguro. Puesto que el Papa actual no impone nada, y dado que el Magisterio actual no puede contradecir el Magisterio anterior (y éste sí que imponía) y dado que hay, en realidad, un único Magisterio (al haber una única Iglesia), que es el que ha mantenido la Iglesia durante veinte siglos, si, a veces, el Papa dice o hace algunas cosas que "parece" que se apartan de la fe católica de siempre, como no las impone como obligatorias, yo lo seguiré respetando, como Papa legítimo que es, pero actuaré en conformidad con lo que siempre ha dicho la Iglesia

Eso sí: lo que no se puede admitir, bajo ningún concepto, es el insulto. Yo puedo estar disconforme con la Jerarquía en aquellos puntos en los que ésta se aparte de la Verdad mantenida por la Tradición eclesial durante veinte siglos. Lo que no puedo hacer nunca es insultar, como hacen algunos, o ser irreverente o irrespetuoso. Eso nunca. Actuar así desautoriza automáticamente a quien procede de ese modo. Sencillamente, se hace un paréntesis en ese punto, en el que uno no está conforme, y ya está. Y luego, rezar, rezar mucho e insistentemente para que Dios ilumine al Papa, por su bien y por el bien de toda la Iglesia.

José Martí

miércoles, 12 de marzo de 2014

Lo ha dicho el Papa... (1 de 2)

En la Constitución Dogmática "Pastor Aeternus"  del 18 de julio de 1870 de Pío IX aparece bien definido el dogma de la infalibilidad del Papa cuando habla ex cathedra. Dice así:

"Por esto, adhiriéndonos fielmente a la tradición recibida de los inicios de la fe cristiana, para gloria de Dios nuestro salvador, exaltación de la religión católica y salvación del pueblo cristiano, con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos como dogma divinamente revelado que El Romano Pontífice, cuando habla "ex cathedra", esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables. Canon: De esta manera, si alguno, no lo permita Dios, tiene la temeridad de contradecir esta nuestra definición: sea anatema". 


Se hace necesario aquí interpretar bien la infalibilidad del Papa. Es evidente que todo lo que el Papa diga en cualquier momento, o como resultado de alguna entrevista, no es dogma de fe. Dicho de otro modo: cualquier idea que se le pase al Papa por la mente y la exprese, sin más, como un simple comentario, sin intención de sentar doctrina, o incluso TODO lo que diga en sus homilías de cada día, no podemos interpretarlo como palabra inspirada directamente por Dios y, por lo tanto, como infalible: lo normal y lo propio es que todo lo que el Papa diga esté en conformidad con la recta doctrina, pues el Papa no puede inventarse una doctrina diferente a la que ha recibido, como muy bien se dice también en la "Pastor Aeternus":

"El Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, NO DE MANERA QUE ELLOS PUDIERAN, por revelación suya, DAR A CONOCER ALGUNA NUEVA DOCTRINA, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la Revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el Depósito de la Fe". 



Como así debe de ser, teniendo en cuenta las palabras de la Sagrada Escritura: "Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado , ¡sea anatema!" (Gal 1,8). A mí personalmente no me gusta la expresión, tan utilizada hoy, de "nueva evangelización". ¡Hay que evangelizar de nuevo, pero no hay que evangelizar cosas nuevas, sino a Jesucristo que "es  el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13,8). Yo hablaría, en todo caso, de re-evangelización, de volver a evangelizar, porque mucha gente, que antes era cristiana, se ha paganizado. De ahí la gran responsabilidad de los pastores de transmitir íntegro el mensaje del Evangelio, sin añadir ni omitir nada. 

Las palabras que vienen a continuación (y que dice San Juan en el Apocalipsis) las refiere a Jesús : "Yo aseguro a todo el que oiga las palabras de la profecía de este libro: si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19). Esto mismo que se dice para el Apocalipsis puede aplicarse para todo cuanto hay escrito en el Nuevo Testamento: "Como hemos dicho, y ahora vuelvo a decirlo: si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1,9). Y en otro lugar, dirigiéndose a los cristianos de Tesalónica, les dice: "Manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta" (2 Tes 2,15) 


Esa es la meta a conseguir: la realidad histórica de la Iglesia, sin embargo, nos muestra que no siempre ha sido así. Ha habido Papas santos, pero también Papas que han dejado mucho que desear como tales Papas; y no sólo en su comportamiento moral, sino incluso, aunque sólo en alguna rara ocasión, en lo concerniente a la doctrina. Cuando esto ocurrió, luego se retractaron, como fue el caso del Papa Juan XXII. Viene aquí a cuento lo que dijo la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, a propósito del primado del sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia, por boca del cardenal Ratzinger:


 "No han faltado en la historia del Papado errores humanos y faltas, incluso graves: Pedro mismo se reconocía pecador: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (Lc 5,8). Pedro, hombre débil, fue elegido como roca, precisamente para que quedara de manifiesto que la victoria es sólo de Cristo y no resultado de las fuerzas humanas. El Señor quiso llevar en vasijas frágiles su tesoro a través de los tiempos: así la fragilidad humana se ha convertido en signo de la verdad de las promesas divinas: "Llevamos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia sea del poder de Dios, y no parezca nuestra" (2 Cor 4,7)


Dicho esto, pues, y consciente de que lo definitivo, lo que verdaderamente importa (para mí, para el Papa y para todos los hombres) es el encuentro amoroso con la Verdad, una verdad que se identifica con Jesucristo, quien dijo de Sí mismo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6) ..., aun a riesgo de equivocarme, me atrevo a expresar mis ideas, dando por falsa cualquiera de ellas que no estuviese en armonía o disintiera de algún modo de lo que siempre ha dicho la Iglesia durante veinte siglos.

Lo primero que conviene dejar muy claro es que la centralidad de la vida cristiana es Jesucristo y no es el Papa. Esto es muy importante: existe el peligro (¡real!) de la papolatría, lo que no es bueno. Podría ocurrir, por ejemplo, que al Papa, aunque lo que diga fuese bueno (como se supone que así debe ser, aunque no necesariamente, excepto si habla "ex cathedra"), por lo que fuese (no entramos ahora en ese aspecto), no se le entendiera bien...de modo que nos encontráramos con personas (entre ellas muchos que se dicen católicos) que citaran al Papa (interpretando alguna de sus expresiones) y afirmando que el Papa de hoy apoya una serie de situaciones que, en absoluto, puede apoyar, por muy Papa que sea, puesto que su misión es la de vicario de Cristo en la Tierra y la de conservar el depósito recibido. Hay cosas que el Papa no puede cambiar, porque no tiene competencia para ello. Valga, a modo de ejemplo, el caso de los que piensan que el Papa apoya el divorcio,  la homosexualidad, el aborto, el poder recibir la comunión en estado de pecado mortal, etc...

En esos y en análogos casos (y acudiendo siempre, como referencia) a las palabras del propio Papa, me limitaré a reflexionar sobre ellas indagando su sentido y, en la medida en que yo sepa y pueda ( siempre en la presencia del Señor y contando con su ayuda), intentaré esclarecerlas para que nadie ponga en su boca cosas que él no ha dicho. Y si lo que dicen que ha dicho lo ha dicho realmente, usaré el discernimiento, tan querido por nuestro Papa; y con la ayuda del Señor, que sé que no me ha de faltar, procuraré interpretarlas adecuadamente, dándoles el sentido que deben de tener para un católicoapoyándome para ello no en mi conocimiento (siempre deficiente), sino en la palabra de Dios. Como sabemos, ésta se pone de manifiesto en las Sagradas Escrituras, especialmente en el Nuevo Testamento, y en la Tradición de la Iglesia de veinte siglos. Si tales palabras contradicen la Tradición recibida entonces sería preciso disentir de esa enseñanza, como no proveniente de Dios, aunque sea el mismo Papa quien las pronuncia. Como ya digo, y vuelvo a repetir, no es el Papa la centralidad del Cristianismo, sino que lo es Jesucristo.


(Continuará)