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miércoles, 9 de septiembre de 2020

Otro estado australiano atenta legalmente contra el secreto de confesión (Carlos Esteban)



El estado australiano de Queensland acaba de sumarse a los de Australia del sur, Victoria, Tasmania y el Territorio de la Capital en aprobar una ley que convierte el secreto de confesión en un posible delito.

Este 8 de septiembre, Queensland ha aprobado una nueva ley que castiga con tres años de prisión a los sacerdotes que no denuncien a la policía presuntos abusos sexuales que hayan escuchado durante una confesión.

Como en las ocasiones anteriores, la Iglesia australiana ha manifestado claramente su voluntad de respetar el sagrado sigilo penitencial aunque hacerlo suponga la cárcel. El obispo de Townsville, monseñor Tim Harris, se valió de su cuenta en Twitter el 8 de setiembre para recordar a los fieles -y a las autoridades de Queensland- que los sacerdotes católicos nunca quebrantarán el secreto de confesión. Muchos obispos y sacerdotes han declarado públicamente que más bien irán a prisión antes que obedecer estas leyes injustas.

Estas leyes entran en choque frontal con el Código de Derecho Canónico, donde se explica explícitamente: “El sigilo es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por ningún motivo. Está terminantemente prohibido al confesor hacer uso, con perjuicio del penitente, de los conocimientos adquiridos en la confesión, aunque no haya peligro alguno de revelación”.(can. 983-984). Y además: “El confesor que viola directamente el sello sacramental incurre en la excomunión latae sententiae reservada a la Sede Apostólica; quien lo hace solo indirectamente es castigado proporcionalmente a la gravedad del crimen” (can. 1388).

En la misma línea también el Código de Cánones de las Iglesias Orientales establece: “El confesor, que ha violado directamente el sello sacramental, sea castigado con la mayor excomunión. Si, por otro lado, ha roto el sigilo de otro modo, sea castigado con una pena adecuada” (can. 1456). Pero aquí se especifica cuán afectados por las disposiciones canónicas también están aquellos que usan la información obtenida ilegalmente: “El que de alguna manera trató de obtener informaciones de la confesión o que transmitió a otros la noticia sea castigado con la excomunión menor o con la suspensión”.
Carlos Esteban

La ‘Iglesia post-Covid’ pierde fieles en números alarmantes (Carlos Esteban)



Cualquiera puede comprobarlo: la exigencia de un ‘aforo al 60%’ (o 50%, o la proporción de que se trate en cada caso) es ridícula en numerosos templos, donde el párroco se daría con un canto en los dientes si llegara al 50% en un buen día. Y no, no es solo el miedo al contagio.

En Italia, el país que rodea al Estado Vaticano, centro de la Iglesia, el fenómeno se hace dolorosamente evidente, como señala Andrea Zambrano en La Nuova Bussola Quotidiana. No hay todavía datos fiables, solo estimaciones que rondan el 50%. Es decir, que algo así como la mitad de los fieles salieron del templo cuando los obispos interrumpieron los actos de culto -antes de que el Gobierno lo exigiese, recuérdese, como en España- y no han regresado con la reapertura. Es un nuevo otoño de la Iglesia o, si se prefiere, la aceleración de ese invierno que se inició cuando se anunciaba una primavera.

¿Podía ser de otro modo? Es el fruto de la prisa de los obispos en cumplir sin una palabra de protesta las recomendaciones de los gobiernos e ir aún más lejos de lo estipulado: una Pascua sin misas ni celebraciones, funerales suspendidos, el mensaje constante de que la comunión espiritual en casa o seguir las misas online ‘vale lo mismo’, el énfasis en la salud del cuerpo con olvido de la salud del alma, como si al llegar la epidemia (seguir llamándola ‘pandemia’ con las cifras actuales es deshonesto) fueran ‘ lo que de verdad importa’.

El fiel ha visto en sus pastores -no en todos, pero sí en un número significativo- precipitación, cobardía, tibieza, falta de visión sobrenatural, escasa fe e incluso pereza, sean o no justas estas apreciaciones. Tan importante que resulta la Misa según la doctrina constantemente reiterada y nunca discutida y, llegado el momento, da la sensación de que fuera un mero rito tranquilizador que cualquier policía puede interrumpir sin suscitar vigorosas protestas en el episcopado.

No ha habido, en realidad, nada nuevo. Es sólo que la emergencia ha sacado a la luz una crisis de fe -y, por tanto, de apostasías generalizadas- que no se ha interrumpido, solo desacelerado ocasionalmente, desde hace medio siglo. Ha sido para muchos como la gota que colma el vaso.

En Estados Unidos, además, los fieles tienen con qué comparar, al no ser un país mayoritaria ni culturalmente católico. En California, cuenta LifeSiteNews, donde cientos de pastores protestantes siguen oficiando pese a la orden en contrario del gobernador, Governor Gavin Newsom, los obispos católicos, en su mayor parte, siguen desaparecidos en combate, para escándalo de los fieles.

Los pastores protestantes se han opuesto firmemente a las restricciones. Uno de ellos ha presentado una demanda judicial contra la norma; otro ha declarado que seguirá incumpliendo la orden aunque le arresten. “Dios no nos ha llamado a ser cobardes”, declaraba a LifeSiteNews el pastor Che Anh, de la Iglesia de Harvest Rock Church en Pasadena, que se siente respaldado, además de por las leyes de Dios, por la Constitución americana.

Los obispos católicos californianos, en cambio, no han abierto públicamente la boca contra las restricciones draconianas impuestas por Newsom’. Han aceptado mansamente las restricciones al culto, prefiriendo colaborar a protestar.
Carlos Esteban

martes, 8 de septiembre de 2020

Iglesia irlandesa está “amenazada en su verdadera existencia”



El ingreso de la Iglesia en Irlanda está y estará “en caída libre” a causa de la histeria del coronavirus, lo cual amenaza a la Iglesia irlandesa en su verdadera existencia, dijo el 6 de setiembre en el sitio web IrishTimes.com el padre Brendan Hoban, cofundador de la anticatólica Asociación de Sacerdotes Católicos.

En la arquidiócesis de Dublín, los ingresos provenientes de las colectas cayeron casi un 80%, según afirmó una vocera.

Desde la reapertura de las iglesias en el pasado mes de junio ha habido una modesta mejora en las colectas, pero el desafío financiero sigue siendo “muy significativo”.

Las donaciones cayeron alrededor del 75% en Dublín entre marzo y junio en comparación con el mismo período del año anterior.

Spadaro asegura que Francisco no ha cerrado la puerta a los curas casados (Carlos Esteban)



El Padre Antonio Spadaro, director del órgano jesuita La Civiltà Cattolica, sigue ejerciendo de exégeta del Papa. En un infumable artículo en la citada publicación, el confidente de Francisco comparte notas de Su Santidad que sugieren que el asunto de los ‘viri probati’ no está en absoluto cerrado, pese a la decepción que sufrieron los renovadores con la exhortación postsinodal Querida Amazonia.

Nada está nunca cerrado, porque se trata de ‘abrir procesos’ y dejar que el tiempo -que, como ya sabrán, es mayor que el espacio, sea esto lo que fuere- vaya imponiendo las reformas por la vía de los hechos. Ya conocen la rutina.

Claro que sólo funciona en una dirección. Si una novedad de las que constituyen las demandas de los ‘renovadores’ no se aprueba o incluso parece denegarse, se insiste. Sin parar. Y nada con respecto a ellas es ‘asunto zanjado’. Los asuntos solo se zanjan en el otro sentido: si se aprueba la codiciada reforma, ya se pretende que “no hay vuelta atrás”.

Si uno bucea en la densa prosa del Padre Spadaro -que ya revolucionara la aritmética cuando aseguro que 2 + 2 no siempre es igual a 4-, advertirá esa concepción magmática, casi líquida, de la realidad eclesial, como interpretación ‘autorizada’ del pensamiento de Francisco. Da a la palabra ‘jesuitismo’ un significado más profundo. “Que tu sí sea sí y que tu no sea no” no va con Spadaro.

Así, la reforma que plantea el Papa, afirma el jesuita, “es un proceso verdaderamente espiritual, que cambia – ahora lentamente, ahora rápidamente – incluso las formas, lo que llamamos estructuras”.

¿Qué pasó en el pasado Sínodo de la Amazonia, para que el documento final recomendara unas reformas de calado que el pontífice ignoró olímpicamente en su exhortación postsinodal? Spadaro responde, citando al Papa: “Debemos entender que el Sínodo es más que un Parlamento; y en este caso específico no pudo escapar a esta dinámica. Sobre este tema fue un Parlamento rico, productivo e incluso necesario; pero no más que eso. Para mí esto fue decisivo en el discernimiento final, cuando pensé en cómo hacer la Exhortación”.

Discernimiento, la palabra mágica de este pontificado. No se podía discernir correctamente porque hay “un ambiente que acaba por distorsionar, reducir y dividir la sala sinodal en posiciones dialécticas y antagónicas que no ayudan en nada a la misión de la Iglesia. Porque todo aquel que se atrinchera en “su verdad” acaba siendo prisionero de sí mismo y de sus posiciones, proyectando sus propias confusiones e insatisfacciones en muchas situaciones. Así, caminar juntos se vuelve imposible”, según la nota papal que comparte con nosotros Spadaro.

La cuestión -cualquier cuestión que demanden los renovadores- sigue, pues, abierta, según el director de La Civiltà Cattolica: “No se trata aquí de resolver la cuestión entre quién tiene razón y quién no, ni si el Papa está de acuerdo o no con el tema de la ordenación sacerdotal de viri probati . Aquí surge la pregunta de cómo se toma una decisión, de la mentalidad y de la necesidad de un discernimiento verdaderamente libre”. Ya saben, lo importante son los procesos.

Carlos Esteban

Angelus Domini nuntiavit Mariae (grabación de audio)

Angelus Domini nuntiavit Mariae.
Et concepit de Spiritu Sancto.
Ave, María, gratia plena;
Dominus tecum.
Benedicta tu in mulieribus,
et benedictus fructus ventris tui, Jesus.
Sancta Maria, Mater Dei,
ora pro nobis peccatoribus,
nunc et in hora mortis nostrae. Amén.
Ecce Ancilla Domini.
Fiat mihi secundum verbum tuum.
Ave María, gratia plena ...
Et Verbum caro factum est.
Et habitavit in nobis.
Ave María, gratia plena ...
Ora pro nobis, Sancta Dei Genitrix.
Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
Oremus. Gratiam Tuam, quaesumus, Domine, mentibus nostris infunde; ut qui Angelo nuntiante Christi filii Tui incarnationem cognovimus, per passionem Eius et crucem, ad resurrectionem gloriam perducamur. Por eundem Christum Dominum Nostrum. Amén.
Gloria Patri, et Filio et Spiritui Sancto.
Sicut erat en principio et nunc et semper
et in saecula saeculorum. Amén.
(...)
In nomine Patris, et Filii et Spiritus Sancti. Amén.
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El 15 de agosto de 1954 Castel Gandolfo el primer Ángelus de radio de un Papa el aire y a partir del otoño, Pío XII comenzó a recitar desde la ventana de su estudio en la plaza de San Pedro.

Homilía de hoy | La Natividad de la Santísima Virgen María | 08.09.2020| P. Santiago Martín FM



Duración 10:41 minutos

lunes, 7 de septiembre de 2020

Entrevista a Luis Fernando Pérez Bustamante. De protestante a apologeta católico (por el padre Javier Olivera)

NOTICIAS VARIAS 7 de Septiembre de 2020





ADELANTE LA FE




MARCHANDO RELIGIÓN

domingo, 6 de septiembre de 2020

Viganò: Hay un superdogma del Concilio que se considera intocable



Respuesta de monseñor Carlo Maria Viganò al P. Raymond J. de Souza en el debate en torno al Concilio

Hace algunos días, poco después de otro artículo de contenido análogo publicado por el P. Thomas Weinandy (aquí), el P. Raymond J. de Souza escribió un comentario titulado ¿Promueve el cisma el rechazo del Concilio por parte de monseñor Viganò? El autor expone a continuación lo que piensa: «En su último testimonio, el exnuncio manifiesta una postura contraria a la fe católica en cuanto a la autoridad de los concilios ecuménicos».

Puedo comprender que en ciertos aspectos mis intervenciones resulten bastante molestas a quienes apoyan el Concilio, y que poner su ídolo en tela de juicio suponga un motivo suficiente para incurrir en las más severas sanciones canónicas tras haber dado la alarma alertando de cisma. A la molestia de esos va unido cierto enojo por ver -pese a mi decisión de no hacer apariciones públicas- que mis intervenciones despiertan interés y fomentan un saludable debate sobre el Concilio, y más en general sobre la crisis de la jerarquía eclesiástica. No me atribuyo el mérito de haberlo iniciado; antes de mí, eminentes prelados e intelectuales de alto nivel ya habían puesto en evidencia que hace falta una solución. Otros han puesto de relieve la relación de causa-efecto entre el Concilio Vaticano II y la apostasía actual. Ante tan numerosas y argumentadas denuncias, nadie ha propuesto jamás soluciones válidas o aceptables; por el contrario, para defender el tótem conciliar se ha recurrido a desacreditar al interlocutor, a condenarlo al ostracismo y a la acusación genérica de querer atentar contra la unidad de la Iglesia. Esta última acusación resulta tanto más grotesca cuando más patente es el estrabismo de los acusadores que desenfundan el martillo de herejes contra quienes defienden la ortodoxia católica mientras se desloman haciendo reverencias a los eclesiásticos, religiosos y teólogos que atentan a diario contra la integridad del Depósito de la Fe. Las dolorosas experiencias de tantos prelados, entre los que destaca sin duda monseñor Marcel Lefebvre, confirman que también en ausencia de acusaciones concretas hay quienes consiguen valerse de las normas canónicas para perseguir a los buenos, guárdandose al mismo tiempo de utilizarlas contra los verdaderos cismáticos y herejes.
Es inevitable recordar a este respecto a aquellos teólogos que habían sido suspendidos por sus enseñanzas, apartados de los seminarios o sancionados con censuras por el Santo Oficio, y que precisamente por esos méritos suyos fueron convocados al Concilio como asesores y peritos. Entre ellos se encuentran los rebeldes de la teología de la liberación que fueron amonestados durante el reinado de Juan Pablo II y rehabilitados por Bergoglio, por no mencionar a continuación a los protagonistas del Sínodo para la Amazonía y los obispos del camino sinodal que promueven una iglesia nacional alemana herética y cismática. Sin olvidar a los obispos de la secta patriótica china, plenamente reconocidos y promovidos por el acuerdo entre el Vaticano y la dictadura comunista de Pekín.
El padre De Souza y el padre Weinandy, sin entrar a valorar los argumentos que expuse y que ambos califican desdeñosamente de intrínsecamente cismáticos, deberían tener la buena educación de leer mis intervenciones antes de censurar mi pensamiento. En ellas encontrarían el dolor y el trabajo que en los últimos años me llevó por fin a entender que había sido llamado a engaño por aquellos a quienes, constituidos de autoridad, jamás se les habría ocurrido replicar a esta farsa y haber denunciado este engaño: laicos, eclesiásticos y prelados se encuentran en la dolorosa situación de tener que reconocer un fraude astutamente tramado, fraude que a mi juicio consistió en servirse de un concilio para dar visos de autoridad a las iniciativas de los novadores y granjearse la obediencia del clero y del pueblo de Dios. Esa obediencia ha sido fingida por los pastores, sin la menor excepción, para derribar desde dentro la Iglesia de Cristo.

He escrito y declarado en varias ocasiones que precisamente a raíz de dicha falsificación los fieles, respetuosos para con la autoridad de la Jerarquía, no se han atrevido a desobedecer en masa la imposición de doctrinas heterodoxas y ritos protestantizados. Por otra parte, esa revolución no se ha producido de golpe y porrazo, sino siguiendo un proceso, por etapas, en que las novedades introducidas a modo de experimento terminaban por volverse norma universal con vueltas de tuerca cada vez más apretadas.

Asimismo, he recalcado varias veces que si los errores y equívocos del Concilio ecuménico formulados por un grupo de obispos alemanes y holandeses no se hubieran presentado so capa de la autoridad de un concilio habrían merecido probablemente la condena del Santo Oficio, y sus escritos incluidos en el Índice. Tal vez por eso mismo quienes alteraron los esquemas preparatorios del Concilio se encargaron, durante el pontificado de Pablo VI, de debilitar la Suprema Congregación y suprimir el Índice de libros prohibidos, en el cual en otros tiempos habrían terminado sus propios escritos.

De Souza y Weinandy sostienen evidentemente que no es posible cambiar de opinión, y que es preferible seguir en el error a desandar lo andado. Pero esa actitud es muy extraña: multitudes de cardenales y obispos, de sacerdotes y laicos, de frailes y monjas, de teólogos y moralistas y de laicos e intelectuales católicos han considerado que en nombre de la obediencia a la Jerarquía se les ha impuesto el deber de renunciar a la Misa Tridentina y que se la sustituyan por rito calcado del Book of Commom Prayer de Cranmer*; que se han abandonado tesoros de doctrina, de moral, de espiritualidad y un patrimonio artístico y cultural de valor incalculable, borrando dos mil años de Magisterio en nombre de un Concilio que además se ha querido pastoral en vez de dogmático. Les han dicho que la Iglesia conciliar se ha abierto por fin al mundo, que se ha liberado del odioso triunfalismo postridentino, de incrustaciones dogmáticas medievales, de oropeles litúrgicos, de la moral sexofóbica de San Alfonso, del nocionismo del Catecismo de San Pío X y del clericalismo de la curia pacelliana. Se nos ha pedido renunciar a todo en nombre del Concilio; transcurrido medio siglo, ¡observamos que no se ha salvado nada de lo poco que al parecer había quedado vigente! (*El Book of Common Prayer fue un libro devocional publicado en el 1552 por el arzobispo anglicano Thomas Crammer a raíz de la reforma de Enrique VIII con oraciones y lecturas para los protestantes ingleses. N. del T.)

Y sin embargo, si repudiar la Iglesia Católica preconciliar para abrazar la renovación postconciliar ha sido recibido como un gesto de gran madurez, como un signo profético, una manera de estar a tono con los tiempos y, en definitiva, algo inevitable e incontestable, repudiar hoy un experimento fallido que ha llevado a la Iglesia al colapso se considera señal de incoherencia o insubordinación, según el lema de los novadores: ni un paso atrás. En aquel entonces la revolución era saludable y obligada; ahora la restauración sería dañina y fomentaría divisiones. Antes se podía y debía renegar del glorioso pasado de la Iglesia en nombre del aggionarmento; hoy en día se considera cismático poner en tela de juicio varias décadas de desviaciones. Pero lo más grotesco es que los defensores del Concilio sean tan inflexibles con quienes niegan el Magisterio preconciliar mientras estigmatizan con la jesuítica y denigrante calificación de rígidos a los que por coherencia con dicho Magisterio se niegan a aceptar el ecumenismo y el diálogo interreligioso (que han desembocado en Asís y en Abu Dabi), la nueva eclesiología y la reforma litúrgica nacidos del Concilio Vaticano II.

Es evidente que nada de esto tiene fundamento filosófico, no digamos teológico. El superdogma del Concilio se impone por encima de todo. Todo lo anula, todo lo deroga, pero no tolera que se lo trate de la misma manera. Pero eso mismo confirma que el Concilio, aun siendo un concilio ecuménico legítimo –como ya he afirmado en otras ocasiones– no es como los demás, porque si lo fuera, los concilios y el Magisterio anterior deberían ser vinculantes (no sólo de palabra), lo cual habría impedido que se formularan los errores contenidos o implicados en los textos conciliares. Una ciudad dividida contra sí misma…

De Souza y Weinandy no quieren reconocer que la estratagema adoptada por los novadores fue de lo más astuta: conseguir que se apruebe la revolución bajo un aparente respeto a las normas por parte de cuantos pensaban que se trataba de un concilio católico como el Vaticano I; afirmar que se trataba de un concilio meramente pastoral y no dogmático; hacer creer a los padres conciliares que los puntos delicados se organizarían y se aclararían los equívocos, que toda reforma se reconsideraría en el sentido más moderado… Y mientras los enemigos lo habían organizado todo, hasta los más mínimos detalles, al menos veinte años antes de la convocatoria del Concilio, había quienes creían ingenuamente que Dios impediría el golpe de los modernistas, como si el Espíritu Santo pudiera actuar contra la voluntad subversiva de los novadores. Ingenuidad en la que yo mismo caí junto a la mayoría de mis compañeros en el episcopado, formados y criados en la convicción de que a los pastores –y en primer lugar y por encima de todos al Sumo Pontífice– se les debía obediencia incondicional. 

De ese modo los buenos, con su concepto distorsionado de obediencia absoluta, obedeciendo incondicionalmente a los pastores fueron inducidos a desobedecer a Cristo, precisamente por quienes tenían muy claros sus objetivos. En este caso también salta a la vista que la aceptación del magisterio conciliar no ha impedido el disenso con el Magisterio perenne de la Iglesia, sino que más bien lo ha exigido como lógica e inevitable consecuencia.

Al cabo de más de cincuenta años todavía no quieren darse cuenta de algo innegable: que se quiso emplear un método subversivo hasta entonces aplicado en los ámbitos político y civil, aplicándolo sin comentarios a la esfera religiosa y eclesial. Este método, típico de quienes tienen un concepto como mínimo materialista del mundo, sorprendió desprevenidos a los padres conciliares, que creyeron sinceramente ver en ello la acción del Paráclito mientras los enemigos supieron hacer trampa en las votaciones, debilitar a la oposición, derogar procedimientos establecidos y presentar normas en apariencia inocuas que luego tendrían un efecto rompedor de sentido contrario

Que aquel concilio tuviera lugar en la basílica del Vaticano, con los padres en mitra, capa pluvial y hábito coral, y Juan XXIII con tiara y manto, era plenamente coherente con una puesta en escena pensada a propósito para engatusar a los participantes para que no se preocuparan y creyeran que al final el Espíritu Santo remediaría los embrollos del subsistit in o los despropósitos sobre la libertad religiosa.

A este respecto, me permito citar un artículo publicado hace unos días en Settimo Cielo, titulado Historicizar el Concilio Vaticano II: así influyó sobre la Iglesia el mundo de esos años (aquí). En él, Sandro Magister nos da a conocer un estudio del profesor Roberto Pertici sobre el Concilio, el cual recomiendo leer en su totalidad pero se puede sintetizar en estos dos párrafos:

La disputa que está encendiendo a la Iglesia sobre cómo juzgar el Vaticano II, no debe ser solo teológica porque, ante todo, lo que hay que analizar es el contexto histórico de ese evento, especialmente de un Concilio que, desde un punto de vista programático, declaró querer abrirse al mundo.

Soy consciente de que la Iglesia -como confirmaba Pablo VI en Ecclesiam suam- está en el mundo pero no es del mundo: tiene valores, comportamientos, procedimientos específicos que no pueden ser juzgados ni enmarcados con criterios totalmente histórico-políticos, mundanos. Por otra parte, hay que añadir, tampoco es un cuerpo separado. En los años sesenta –y los documentos conciliares están llenos de referencias en este sentido– el mundo se dirigía hacia la que hoy llamamos globalización, estaba ya muy condicionado por los nuevos medios de comunicación de masa, se difundían a gran velocidad ideas y actitudes inéditas, emergían formas de mimetismo generacional. Es impensable que un evento de la amplitud y relevancia del Concilio se desarrollara dentro de la basílica de San Pedro sin confrontarse con lo que estaba sucediendo fuera de ella.

A mi entender, ésta es una clave interesante para interpretar el Concilio, pues confirma la influencia que tuvo en él el pensamiento democrático. La gran coartada del Concilio fue presentar como decisiones colegiadas y casi como un plebiscito la introducción de novedades que de otro modo serían inaceptables. No fue ciertamente el contenido concreto de las actas ni su futuro alcance a la luz del espíritu del Concilio lo que abrió la puerta a doctrinas heterodoxas que ya se introducían sigilosamente en ambientes eclesiásticos del norte de Europa, sino el carisma de la democracia, asumido de modo casi inconsciente por los obispos del mundo entero en aras de una sumisión ideológica que desde hacía tiempo veía como muchos miembros de la Jerarquía poco menos que se sometían a la mentalidad secular

El ídolo del parlamentarismo surgido de la Revolución Francesa –que tan eficaz resultó para subvertir el orden social en su totalidad– debió de significar para algunos prelados una etapa inevitable de la modernización de la Iglesia que había que aceptar a cambio de una especie de tolerancia por parte del mundo contemporáneo hacia todo lo que ella se empeñaba en ofrecer de lo que era antiguo y estaba superado. ¡Craso error! Este sentimiento de inferioridad por parte de la Jerarquía, esta sensación de atraso e insuficiencia ante las exigencias del progreso y de las ideologías traicionaron una visión sobrenatural muy deficiente y un ejercicio aún más deficiente de las virtudes teologales

¡Es la Iglesia la que debe atraer a sí al mundo, y no al revés! El mundo debe convertirse a Cristo y al Evangelio, sin que se presente a Nuestro Señor como a un revolucionario por el estilo del Che Guevara y a la Iglesia como una organización filantrópica más preocupada por la ecología que por la salvación eterna de las almas.
Afirma De Souza, al contrario de cuanto he escrito, que yo he calificado al Concilio de «concilio del Diablo». Me gustaría saber de dónde sacó esas supuestas palabras mías. Supongo que sea una interpretación errónea y atrevida que hizo de la palabra italiana conciliabolo [conciliábulo], según la etimología latina, que no corresponde al significado actual en italiano. Deduce de esta errónea traducción suya que tengo «una postura contraria a la fe católica en lo que se refiere a la autoridad de los concilios ecuménicos». 
De haberse tomado la molestia de leer mis declaraciones al respecto, habría entendido que precisamente porque profeso la mayor veneración por los concilios ecuménicos y por todo el Magisterio en general, no me es posible conciliar las clarísimas enseñanzas ortodoxas de todos los concilios hasta el Vaticano II con las equívocas y a veces heterodoxas de este último. Y no creo que sea el único. El mismo P Weinandy no es capaz de conciliar el papel del Vicario de Cristo con Jorge Mario Bergoglio, que es al mismo tiempo ocupante y demoledor del cargo. Pero para De Souza y Weinandy, contra toda lógica, es posible criticar al Vicario de Cristo, pero no al Concilio; a ese concilio, y no a otro. La verdad es que nunca he visto tanta solicitud en recalcar los cánones del Concilio Vaticano I cuando algunos teólogos hablan de redimensionamiento del Papado o de sentido sinodal. Tampoco he visto tantos defensores de la autoridad del de Trento mientras se niega la esencia misma del sacerdocio católico.

Cree De Souza que con mi carta al P. Weinandy yo buscaba en él un aliado. Aunque fuese cierto, no creo que tuviera nada de malo, en tanto que dicha alianza tuviera por objeto la defensa de la Verdad en el vínculo de la Caridad. En realidad, mi intención fue lo que vengo declarando desde el principio: establecer una comparación que permita entender mejor la crisis actual y sus causas para que la autoridad de la Iglesia pueda pronunciarse a su debido tiempo. 

Jamás me he permitido imponer una solución definitiva ni resolver cuestiones que quedan fuera de mis competencias como arzobispo y caen directamente bajo la jurisdicción de la Sede Apostólica. No es, por tanto, lo que afirma el P. De Souza, y tampoco lo que incomprensiblemente me atribuye el P. Weinandy, que haya caído «en el pecado imperdonable contra el Espíritu Santo». Tal vez podría creer en la buena fe de ambos si tuvieran la misma severidad al juzgar a nuestros adversarios comunes y a ellos mismos; desgraciadamente no me parece que sea así.

Dice el P. De Souza: «Cisma. Herejía. Obra del Diablo. Pecado imperdonable. ¿Cómo pueden aplicarse ahora estas palabras al arzobispo Viganò por voces respetadas y escuchadas?» 

Creo que la respuesta es ya bastante obvia: se ha roto un tabú y se ha iniciado un debate a gran escala en torno al Concilio Vaticano II, debate que hasta ahora estaba restringido a ámbitos muy reducidos del cuerpo eclesial. Lo que más molesta a los partidarios del Concilio es constatar que esta controversia no versa sobre si el Concilio es o no criticable, sino sobre qué se puede hacer para remediar los errores y sus pasajes equívocos. Es un hecho innegable sobre el que ya no cabe ninguna labor de deslegitimación. Lo dice también Magister en Settimo Cielo, refiriéndose a «la disputa que está encendiendo la Iglesia sobre cómo juzgar el Concilio» y a «las controversias que periódicamente se reabren en los medios de comunicación , denominados católicos, sobre el significado del Vaticano II y el nexo que existiría entre dicho Concilio y la situación actual de la Iglesia». 
Pretender que se crea que el Concilio está por encima de toda crítica es falsificar la realidad, independientemente de las intenciones de quien critica su carácter equívoco y su heterodoxia.
Sostiene además el padre De Souza que el profesor John Paul Meenan habría demostrado en LifeSiteNews (aquí) «los puntos flacos de la argumentación de monseñor Viganò y de sus errores teológicos». 

Dejo al profesor Meenan el honor de refutar mis intervenciones sobre la base de lo que afirmo, no de cuanto no digo y deliberadamente se quiere malinterpretar. También en este caso, cuánta indulgencia con las actas del Concilio, y qué severidad más implacable hacia quien pone en evidencia las lagunas, hasta el punto de insinuar sospechas de donatismo.

Por lo que respecta a la famosa hermenéutica de la continuidad, me parece evidente que no deja de ser una tentativa -quizás inspirada en un concepto un tanto kantiano de los asuntos de la Iglesia- de conciliar un preconcilio y un postconcilio, cosa que nunca había sido necesario hacer hasta entonces. Está claro que la hermenéutica de la continuidad es válida y tiene que seguir dentro del discurso católico: en lenguaje teológico se llama analogía fidei, y es uno de los elementos fundamentales a los que debe atenerse el estudioso de las ciencias sagradas

Pero no tiene sentido aplicar ese criterio a un caso aislado que precisamente por su carácter equívoco ha conseguido expresar o dar a entender lo que por el contrario se debería haber condenado abiertamente, porque supone como postulado que hay verdadera coherencia entre el Magisterio de la Iglesia y el magisterio contrario que actualmente se enseña en las academias, en las universidades pontificias, en las cátedras episcopales y en los seminarios y se predica desde los púlpitos. 

Pero mientras es ontológicamente necesario que la totalidad de la Verdad sea coherente consigo misma, no es posible, al mismo tiempo, faltar al principio de no contradicción, según el cual dos proposiciones que se excluyen mutuamente no pueden ser ciertas las dos
Así, no puede haber la menor hermenéutica de la continuidad entre sostener la necesidad de la Iglesia Católica para la salvación eterna y la declaración de Abu Dabi, que está en continuidad con las enseñanzas conciliares. 
No es, por tanto, cierto que rechazo la hermenéutica de la continuidad en sí; sólo cuando no se puede aplicar a un contexto claramente heterogéneo. Pero si esta observación mía resulta infundada y se quieren dar a conocer sus deficiencias, con mucho gusto las repudiaré yo mismo.

En la conclusión del artículo, el P. De Souza pregunta provocativamente: «Sacerdote, curialista, diplomático, nuncio, administrador, reformados, informador… ¿Podría ser que, al final, a esta lista haya que añadir hereje y cismático?» No es mi intención responder a los insultos y las palabras gravemente ofensivas del P. Raymond K.M., que no son propias de un caballero. Me limito a preguntarle: ¿a cuántos cardenales y obispos progres sería superfluo plantearles la misma cuestión, sabiendo de antemano que la respuesta es lamentablemente positiva? Quizás, antes de ver cismas y herejías donde no los hay, sería oportuno y más provechoso combatir los errores y divisiones allí donde se instalan y propagan desde hace décadas.

Sancte Pie X, ora pro nobis!

3 de septiembre de 2020

Festividad de San Pío X, papa y confesor

NOTICIAS 6 DE SEPTIEMBRE DE 2020



CHIESA E POST CONCILIO

Derroquemos la dictadura de la salud

(...) Los enormes intereses de las multinacionales farmacéuticas y los principales financistas de la OMS ya no son un misterio para nadie, pero también tenemos claros los estrechos vínculos entre la izquierda en el poder y el sionismo globalista que se ha centrado en China como la nueva potencia hegemónica. Nadie sueña con negar que muchos enfermos y varias muertes son atribuibles al Coronavirus, pero que el origen de la enfermedad no fue natural y que, a través de una amplificación sistemática de los datos, se aprovechó para provocar una guerra económica a nivel planetario. además de lanzar una operación global de ingeniería social, es un hecho que se impone cada vez más en las mentes más lúcidas y alertas. El objetivo parece ser una redefinición radical de la persona humana como ser relacional y, en consecuencia, ilustrados que creen que gobiernan la tierra y tienen como objetivo reducir a la humanidad a una masa de esclavos.

SECRETUM MEUM MIHI



Pocos desenmascaran el bombardeo a la Familia
Selección por José Martí

El Papa firmará en Asís su tercera encíclica, ‘Hermanos todos’ (Carlos Esteban)



El sábado 3 de octubre, Su Santidad firmará su nueva encíclica, ‘Hermanos todos’, en el Sagrado Convento de Asís, ha confirmado el director de la Oficina de Prensa del convento, Enzo Fortunato.

“A las 15:00 horas, el Papa celebrará la Santa Misa en la tumba de san Francisco y, al final, firmará la encíclica”, ha dicho Fortunato, añadiendo que será una visita privada, “sin la participación de los fieles”, probablemente como medida de seguridad ante la pandemia, informa Europa Press.

‘Hermanos todos’ será la tercera encíclica de Francisco, tras ‘Lumen fidei’ y ‘Laudato si’’, a cuyo estudio se ha consagrado el presente año.

Como su título indica, la encíclica versará previsiblemente de la importancia de la fraternidad humana, un asunto en el que el Papa ha insistido a lo largo de todo su pontificado, muy especialmente desde la firma del Pacto por la Paz interreligiosa de Abu Dabi, conjuntamente con el Gran Imán de la Mezquita de Al Azhar.
Carlos Esteban

Viganò: Francisco es a la vez el sostenedor y el demoledor del papado



El arzobispo Viganò defendió su crítica al Vaticano II contra los ataques de los padres Thomas Weinandy y Raymond J. De Souza, quienes lo acusan de estar promoviendo un “cisma”, según informa el 3 de setiembre el sitio web CatholicFamilyNews.com.

Viganò pregunta si los dos se atreverían también a hablar de “cismas” y “herejías” donde realmente existen: entre los cardenales y obispos liberales.

Él observa que los que critican al Vaticano II no reciben respuestas: “La única respuesta es la deslegitimación del interlocutor, su ostracismo, y la acusación genérica de querer atacar la unidad de la Iglesia”. La conclusión de Viganò es que el “martillo de herejes” es arrojado contra los que defienden el catolicismo.

Las doctrinas heterodoxas y los ritos secularizados fueron impuestos en la Iglesia con la ayuda de una obediencia distorsionada y mediante la introducción de novedades ad experimentum, advierte Viganò. Él enfatiza que muchas proposiciones del Vaticano II habría sido condenadas por el Vaticano si  hubiesen sido presentadas por algunos obispos alemanes u holandeses, sin el manto de un Concilio.

Viganò llama al Vaticano II un “golpe de los modernistas”, mientras los católicos ingenuos creían que Dios “impediría” esto. Sobre Francisco, Viganò escribe que él es “a la vez, el sostenedor y el demoledor del papado”.

Gloria in excelsis Deo



Duración 2:30 minutos



- LETRA en latín, y también su traducción al castellano (español): (Lyrics): 


Glória in excélsis Déo, ..............Gloria a Dios en el Cielo, 
et in térra pax homínibus............y en la tierra paz a los hombres 
bónae voluntátis. ..................... de buena voluntad. 
Laudámus Te. ...........................Te alabamos, 
Benedícimus Te. .......................Te bendecimos, 
Adorámus Te. ...........................Te adoramos, 
Glorificámus Te. ........................Te glorificamos, 
Grátias ágimus Tíbi ....................Te damos gracias 
propter mágnam glóriam Túam. ...por Tu inmensa gloria. 
Dómine Deus, ............................Señor Dios, 
Rex caeléstis, ............................Rey celestial, 
Déus Páter omnípotens. ..............Dios Padre todopoderoso.
Dómine Fili unigénite ...................Señor Hijo único 
Iésu Chríste. ...............................Jesucristo. 
Dómine Déus, .............................Señor Dios, 
Agnus Déi, .................................Cordero de Dios, 
Fílius Pátris. ...............................Hijo del Padre. 
Qui tóllis peccáta múndi, .........Tú que quitas el pecado del mundo, 
miserére nobis. ............................ten piedad de nosotros. 
Qui tóllis peccáta múndi, .........Tú que quitas el pecado del mundo, 
súscipe deprecatiónem nóstram. ...atiende nuestra súplica. 
Qui sédes ...................................Tú que estás sentado 
ad déxteram Pátris, ......................a la derecha del Padre, 
miserére nobis. ............................ten piedad de nosotros. 
Quóniam Tu sólus Sánctus. ...........Porque sólo Tú eres Santo. 
Tu sólus Dóminus. ........................Sólo Tú Señor. 
Tu sólus Altíssimus, ......................Sólo Tú Altísimo, 
Iésu Chríste, .................................Jesucristo, 
cum Sáncto Spíritu .......................con el Espíritu Santo 
in glória Déi Pátris. ........................en la gloria de Dios Padre. 
Amen. ..........................................Amén.

EN PARTITURA

Duración 3:20 minutos


sábado, 5 de septiembre de 2020

NOTICIAS VARIAS 5 de septiembre 2020

Aborto en la nueva anormalidad: argumentos científicos y enseñanzas católicas (Un artículo de Mario Uriostegui)



Ponemos los ojos en Francia y en una nueva ley, hablamos del aborto en la nueva anormalidad, ¿o normalidad?

“Así es como mueren las civilizaciones y se aniquila el genio de los pueblos. Los que vengan después de nosotros corren un gran peligro”

Bernard Ginoux, obispo de Montauban, pronunciándose por el aborto hasta los 9 meses en Francia

Hace un mes se aprobó que Francia (la otrora Hija mayor de la Iglesia) aprobó una inverosímil y reprobable ley. Resulta que el parlamento galo, en su sesión del 31 de julio, adoptó una enmienda para añadir el “sufrimiento psicosocial” como criterio de peligro para la salud de la mujer en el caso del aborto o según el vacuo eufemismo: “interrupción médica del embarazo”.

Aborto voluntario y aborto “médico-terapéutico”

Se debe señalar que, en Francia, la interrupción voluntaria del embarazo (IVG, por sus siglas en francés) está permitida hasta las 12 semanas de gestación (es decir, hasta la semana 14 de amenorrea). Por otro lado, la interrupción médica de embarazo (IMG) se puede realizar en cualquier momento de la gestación, pero bajo ciertos criterios y condiciones médicas.

Argumentos científicos

Son varios los miembros de la comunidad científica quienes de manera rigurosa afirman y demuestran que la vida humana inicia a partir de la concepción. A continuación se exponen las afirmaciones de algunos de ellos.

El científico Moore-Persaud, en su obra Embriología Clínica (Elsevier – Mc Graw-Hill, 10ª edición, p. 23) señala que: “el desarrollo humano es un proceso continuo que se inicia cuando un ovocito (óvulo) de una mujer es fecundado por un espermatozoide del varón”.
El gran genetista francés y considerado el padre de la genética moderna, el Dr. Jérôme Lejeune,: “En cuanto los 23 cromosomas del espermatozoide se encuentran con los 23 cromosomas del óvulo, toda la información necesaria y suficiente esta allí, reunida en el ADN para determinar todas las cualidades de un nuevo ser humano”.
A.L. Vescovi, Prof. de Biología Celular en el instituto. de Investigación del Hospital San Rafael de Milán: “el embrión es un ser humano. Esto es innegable. Cualquier intento de hacer comenzar la vida humana en un momento posterior es arbitrario y no sostenido por argumentación científica”.
Jean Rostand en 1980, premio Kalinga (1959) junto con Jérôme Lejeune, declaraban que científicamente la vida humana inicia con la fecundación. De acuerdo con Rostand, la vida inicia: “En la primera célula constitutiva de la persona humana, es decir en el óvulo fecundado, existe un ser humano y está todo entero, con todas sus potencialidades”.
Jan Langman en 1975 describre en su libro de embriología médica describe que el desarrollo humano inicia con la fecundación, 40 años más tarde, Keith Moore lo sostiene en su libro de The Developing Human: Clinically Oriented Embryology.

A partir de dichas afirmaciones se puede apreciar cómo el código genético de los cromosomas de todas las células de un individuo es el mismo y que ese código coincide con el de la que fue su primera célula, es decir, el óvulo fecundado y que ese código es distinto del de las células de sus padres.
Podemos ver entonces que desde el principio la primera célula de cada nuevo organismo animal tiene señales específicas propias de un ser sensitivo, no de un ser vegetativo. Entonces ¿es humano? Sí ¿tiene vida? Sí ¿qué hay que hacer? Respetar esa vida.
Enseñanza de la Santa Madre Iglesia sobre el aborto: No matarás

Desde los primeros inicios de la Iglesia la tradición apostólica ha enseñado que: “Dos caminos hay, uno de la vida y otro de la muerte; pero grande es la diferencia que hay entre estos caminos… Segundo mandamiento de la doctrina: No matarás… no matarás al hijo en el seno de su madre, ni quitarás la vida al recién nacido… Mas el camino de la muerte es éste: que no se compadecen del pobre, no sufren por el atribulado, no conocen a su Creador, matadores de sus hijos, corruptores de la imagen de Dios; los que rechazan al necesitado, oprimen al atribulado, abogados de los ricos, jueces injustos de los pobres, pecadores en todo. ¡Ojalá os veáis libres, hijos, de todos estos pecados!”. (Didache 2:1–2 [A.D. 70])

Además de que Padres de la Iglesia también tocaban este tema de manera directa: “El asesinato, estando una vez y para siempre prohibido, no permite destruir ni siquiera el feto en el vientre… Obstaculizar un nacimiento es meramente una forma más rápida de matar; no importa si tomas una vida nacida o destruyes una que va a nacer. Ese es un hombre que va a ser; tienes la fruta ya en la semilla” (Apología 9:8 [A.D.197]) Tertuliano, Padre de la Iglesia del siglo II.

Por último, hay que recordar algo muy importante: Los “católicos” que apoyen o practiquen el aborto están bajo pena de excomunión
“La cooperación formal a un aborto constituye una falta grave. La Iglesia sanciona con pena canónica de excomunión este delito contra la vida humana. “Quien procura el aborto, si éste se produce, incurre en excomunión latae sententiae” (CIC can. 1398), es decir, “de modo que incurre ipso facto en ella quien comete el delito” (CIC can. 1314), en las condiciones previstas por el Derecho (cf CIC can. 1323-1324). 
Con esto la Iglesia no pretende restringir el ámbito de la misericordia; lo que hace es manifestar la gravedad del crimen cometido, el daño irreparable causado al inocente a quien se da muerte, a sus padres y a toda la sociedad.”

En resumen, lo expuesto anteriormente rompe y pone en duda los pseudo argumentos de los grupos e individuos pro aborto y todo porque al aceptar que el óvulo fecundado es un cuerpo independiente y vivo, (es un ser humano desde la concepción) nos damos cuenta de que el aborto es un asesinato por intereses personales y ahora políticos; así de sencillo. Además, que las enseñanzas de la Iglesia Católica protegen al no nacido desde los primeros siglos y excomulga de manera automática a quien practique, sea cómplice o asista en un aborto por atentar contra el quinto mandamiento: No matarás.

En cuanto a Francia (y todos los demás países que atentan contra la vida de los no nacidos), es tan abominable lo que sucede que solo se le podría comparar con Babilonia o la Roma de Calígula, ni siquiera hay palabras para describir que desde la carnicería de la Revolución Francesa hasta hoy, pasó de ser la Hija mayor de la Iglesia a convertirse en cuna de paganismo y ofertorio a demonios.

Santo Dominguito de Val, rogad por nosotros.

Mario Uriostegui

viernes, 4 de septiembre de 2020

León XIII sigue siendo el Papa más longevo de la Historia (Carlos Esteban)



Hoy saltaba la noticia anecdótica de que Benedicto XVI, a sus 93 años y 141 días, se convertía en el Papa más longevo de la historia, superando en un día al segundo, León XIII. Pero Joseph Ratzinger no es Papa. En todo caso, es el hombre más longevo entre los que han sido Papas.

Podría haberlo sido. De haber sido diferente la historia, de haber tomado él mismo otra decisión, de no haberse sentido superado por la presión del cargo, efectivamente, Benedicto XVI sería el Papa más longevo de la historia.

Pero -disculpen que insistamos- Benedicto XVI no es el Papa. Renunció. Todos hemos visto el vídeo del momento, o podemos verlo. El Papa es Francisco, y de ninguna manera pueda haber dos Papas.

Sí, es cierto, sigue en el Vaticano, vestido de blanco, los propios cardenales le besan el anillo y el propio Francisco le llama “Santidad”. Como, por otra parte, se hace con los obispos o aun reyes eméritos, que conservan tratamientos y símbolos de su pasado cargo.

También es cierto que muchos han puesto sus esperanzas en teorías de la conspiración un poco cogidas por los pelos, sobre defectos formales en la redacción latina de su renuncia, sobre la posibilidad de un desdoblamiento del ministerio petrino. Es cierto que todo lo dicho en el párrafo anterior no contribuye mucho a aclarar el panorama, como que la furia renovadora de Francisco y su estilo campechano en el hablar -por no decir nada de su peculiar criterio en la elección de amistades- ha llevado a muchos a confundir deseos con realidades y caer en la trampa ‘benevacantista’.

Pero Benedicto ha tenido múltiples ocasiones de deshacer el malentendido, si lo hubiere, y en cambio ha insistido en lo obvio: que el único Papa es Francisco. Por otra parte, en la historia de la Iglesia se han dado situaciones aún más confusas en la determinación del Papa. Me viene ahora a la cabeza el cónclave de 1378 en el que los cardenales eligieron a Urbano VI en el convencimiento de que, de no hacerlo, el populacho romano que fuera de la sala entonaba “¡romano lo queremos o, al menos, italiano!” les descuartizaría. Pero Urbano VI es un Papa de la Iglesia, reconocido como tal. Y en este casi no ha habido un solo cardenal que haya disputado la condición de Francisco como Papa legítimo.

En Infovaticana, para qué negarlo, no nos distinguimos por un entusiasmo indescriptible sobre la renovación que quiere traer a la Iglesia el Santo Padre. Pero es el Santo Padre. Y, en cualquier caso, no nos correspondería a nosotros decidir lo contrario.
Carlos Esteban