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lunes, 24 de octubre de 2022

Si la Iglesia puede destituir a un papa formalmente hereje, ¿qué debe hacer con un demoledor?




En una reciente entrevista con Michael Matt, a la pregunta de si Juan XXII dejó de ser papa cuando incurrió en herejía a principios del siglo XIV al enseñar que las almas de los justos no disfrutan de la visión beatífica hasta después del juicio final, monseñor Athanasius Schneider respondió alegando que Juan XXII no dejó de ser pontífice porque la Iglesia todavía no había definido el dogma en cuestión; por eso no incurrió en herejía formal. De ello se deduce que de haber incurrido en herejía formal habría dejado de ser papa.

Igualmente, en la entrevista que concedió en 2016 a The Catholic World Report, el cardenal Raymond Burke afirmó que si un papa incurre en herejía formal, cesa automáticamente de ser pontífice:«Si un papa expresa formalmente una opinión herética, al hacerlo pierde el pontificado. Es automático. Podría darse el caso».

Con ello queda abierto el debate en torno a cómo debe responder la Iglesia en caso de que un pontífice deje automáticamente de serlo, pero se recalca que una expresión formal de herejía significa que un pontífice puede ser destituido.

Tres años más tarde, varios teólogos católicos y catedráticos de renombre escribieron una Carta abierta a los obispos de la Iglesia Católica que desarrollaba los argumentos por los que un pontífice puede dejar de serlo al incurrir en herejía:
«Hay consenso en cuanto a que si un papa es culpable de herejía y se mantiene pertinazmente en su opinión no puede seguir siendo pontífice. Teólogos y canonistas debaten esta cuestión dentro del tema de si un papa puede dejar de serlo. Entre otras causales se enumeran fallecimiento, dimisión y herejía. Este consenso coincide con la postura de sentido común según la cual para ser papa hay que ser católico, postura cimentada en la tradición patrística y en principios teológicos fundamentales relativos a asuntos como cargos eclesiásticos, herejía y pertenencia a la Iglesia. Los Padres de la Iglesia negaban que un hereje pudiera ejercer la menor autoridad eclesiástica. Más adelante, los doctores de la Iglesia entendieron que esta doctrina se refería a herejías notorias sujetas a sanciones por parte de las autoridades eclesiásticas, y sostuvieron que tenía su origen en el derecho divino y no en la ley positiva de la Iglesia. Afirmaron que esa clase de herejes no podían ejercer autoridad alguna dado que la herejía los había separado de la Iglesia, y nadie que haya sido excomulgado puede ejerce la menor autoridad en Ella.»
Sostenía la carta que el Papa no dejaría de serlo automáticamente; sería más bien la Iglesia la que habría de tomar medidas para destituirlo:
«Autores sedevacantistas han sostenido que cuando un pontífice incurre en herejía notoria deja automáticamente de ser papa y no hace falta ni está permitido que intervenga la Iglesia en ello. Esta opinión no es compatible con la Tradición y la teología católicas, y debe ser rechazada. Aceptarla supondría sumir la Iglesia en el caos cuando un papa abrazara una herejía, como han señalado muchos teólogos. Le tocaría decidir a cada católico cuándo y en qué circunstancias se podría afirmar que un pontífice es hereje y ha dejado de ser papa. Es preciso, por el contrario, aceptar que el Papa no puede dejar de serlo sin que intervengan los obispos».
Como se ve, no hay unanimidad en cuanto a cómo debería responder la Iglesia ante un papa hereje, pero esta carta hace suyas algunas de las afirmaciones del cardenal Burke y el obispo Schneider en el sentido de que el pontífice dejaría de serlo.

Volviendo al ejemplo de Juan XXII que puso monseñor Schneider, no es imprescindible que la herejía formal tenga un impacto tremendo en la manera en que entienden y viven su fe la mayoría de los católicos. El verdadero delito de la herejía formal consiste en que un católico se adhiera con contumacia a una creencia contraria a una verdad proclamada por la Iglesia. León XIII explicó de forma sucinta lo gravemente problemático de la cuestión en su encíclica de 1896 Satis cognitum:
«Quien en un solo punto rehúsa su asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda la fe, pues rehúsa someterse a Dios en cuanto a que es la soberana verdad y el motivo propio de la fe».
Si rechazamos en un solo punto la verdad revelada, implícitamente rechazamos todo el cimiento de la Fe católica. Naturalmente, esto se ajusta a lo que recitamos en el Acto de fe:«Dios mío, porque eres verdad infalible, creo firmemente todo aquello que has revelado y la Santa Iglesia nos propone para creer.»

Teniendo en cuenta todo lo anterior, el hereje formal rechaza el cimiento de la Fe católica aun en el caso de que su pertinaz herejía consista en algo que a la mayoría nos parecería un punto relativamente menor e intrascendente de la Fe. En el caso de un pontífice, la consecuencia podría ser que dejara automáticamente de serlo o que los obispos se vieran obligados a tomar medidas para destituirlo.

En este contexto, ¿cómo debemos evaluar que Francisco no sólo rechace la base de la Fe católica sino que además intente acabar totalmente con la Iglesia? Si el rechazo pertinaz de un solo punto de la Fe es motivo justificado para destituirlo, ¿hay fundamentos lógicos para creer que deba seguir ejerciendo el cargo cuando no deja lugar a dudas de que persigue a los católicos precisamente porque no quiere que sean fieles a lo que siempre nos ha enseñado la Iglesia? No hace falta ser un gran teólogo para darse cuenta de que eso es peor que si, pongamos por caso, persistiera en una creencia errónea en cuanto a cuándo alcanzan los justos la visión beatífica.

Por otra parte, vale la pena tener en cuenta la respuesta reciente del cardenal Gerhard Müller a Raymond Arroyo ante la pregunta de por qué está permitiendo el Papa los ataques sinodales a la Iglesia:«Es una pregunta de difícil respuesta. Es que no lo entiendo. Tengo que declararlo públicamente, porque la definición de Papa es, [basándonos] en el Concilio [Vaticano I] y en la historia de la teología católica, el que tiene el deber de garantizar la veracidad del Evangelio y la unidad de todos los obispos, y en la Iglesia, y en la verdad revelada».

Cabe suponer que un papa que incurre en herejía formal puede seguir ajustándose a la definición de lo que es un papa, con la excepción de que tiene un concepto erróneo de una doctrina católica determinada. Ahora bien, Francisco no se ajusta ni de lejos a la definición que expresó el cardenal Müller. Desde luego, no es una exageración decir que, según esa definición, es prácticamente lo contrario de un papa.

La trágica paradoja es que Francisco quiere seguir haciendo tanto daño como pueda a la Iglesia y por eso se abstiene de dar a los obispos pruebas inequívocas de su herejía formal. En vez de limitarse a rechazar un punto determinado de la Fe, rechaza innumerables verdades católicas y el cimiento entero de la Fe. No sólo eso. Cada vez exige más a todos los católicos que hagan lo mismo. Pero como no convence a los obispos de que ha incurrido irremediablemente en herejía formal, puede seguir hasta que no quede nada que destruir.

Si la actual situación parece absurda es porque en efecto lo es. Si los obispos tienen el deber de destituir a un pontífice que ha incurrido en herejía formal en cuanto a un punto solo de la Fe, salta a la vista que tienen un deber más acuciante aún de hacerlo con quien está acabando con la Iglesia como lo está haciendo Francisco. Para verlo con claridad diáfana no hay más que tener en cuenta los principios expuestos en la Carta abierta a los obispos de la Iglesia arriba citada:«Todos están de acuerdo en que el mal que supone un papa hereje es tan grande que no puede tolerarse en aras de un supuesto bien mayor. Suárez lo expresa así: "Sería sumamente perjudicial para la Iglesia tener un pastor así y no poder defenderse de tan grave peligro; por otra parte, atentaría contra la dignidad de la Iglesia obligarla a seguir sujeta a un pontífice hereje sin poder expulsarlo de su cuerpo; ya que la gente está acostumbrada a ser como sus príncipes y sacerdotes”. San Roberto Belarmino declara: «Pobre de la Iglesia si se viera obligada a tener como pastor a alguien que se conduce manifiestamente como un lobo» (Disputationes de controversias, tercera disputa, libro 2, capítulo 30).

Si es así en el caso de un papa hereje, más lo es todavía con Francisco, que no sólo es hereje sino que, como dice el cardenal Müller, está conduciendo a una opa hostil de la Iglesia:«Es una ocupación de la Iglesia de Jesucristo que se puede comparar con una empresa que hace una opa hostil. Basta con mirar, o leer, una sola página del Evangelio para ver que esto no tiene nada que ver con Jesucristo»

No parece que esos obispos que creen que no pueden hacer nada que valga la pena por resolver esta catastrófica situación tengan mucha confianza en Dios. Si la mafia de San Galo pudo reunirse para llevar a cabo los maquiavélicos planes de Satanás, ¿cómo no pueden vacilar los prelados verdaderamente católicos en reunirse con la firme resolución de discernir y ejecutar lo más fielmente posible la voluntad de Dios? Si no es voluntad de Dios que destituyan a Francisco, al menos habrán hecho todo lo que estaba en sus manos, y por lo menos podrán orientar mejor a su grey en estos tiempos difíciles.

Los argumentos a favor de soportar con paciencia los ataques de Francisco al catolicismo han llegado a ser motivo de escándalo, sobre todo porque esa paciencia y aguante ha dado lugar a que inflija gravísimos daños a la Iglesia, se condenen innumerables almas y se respalden con la autoridad moral las iniciativas anticatólicas del Gran Reinicio. Aunque antes creyéramos que bastaba con rezar para salir de la presente debacle, Dios ha dejado claro hasta la saciedad desde la blasfema presentación de la Pachamama en octubre de 2019 por parte de Francisco que el mundo entero padece con el uso abusivo que hace de su cargo como pontífice. En este momento, casi todos los hombres que podrían tomar medidas concretas para enfrentarse al reinado de terror de Francisco se han dormido en sus episcopales laureles.

El mensaje de Nuestra Señora de Akita prevenía los males que ya estamos presenciando en la Iglesia, pero todavía no hemos visto una oposición generalizada a esos males por parte de los obispos fieles:«La obra del demonio infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que se verán cardenales contra cardenales y obispos contra obispos».

Ha llegado la hora de acudir a los obispos para que dejen de hacerle el juego al Diablo. El momento de volvernos a Dios con confianza, entregarnos de lleno a Él y a su Iglesia, aunque nos cueste el martirio

Que la Santísima Virgen María ayude a los obispos fieles de la Iglesia a hacer todo lo que puedan para colaborar con la gracia de Dios a fin de contrarrestar este gravísimo mal que aqueja al Cuerpo Místico de Cristo. Inmaculado Corazón de María, ¡ruega por nosotros!

Robert Morrison

Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada

El Papa y la parábola de la vacuna (Carlos Esteban)




De los líderes mundiales, el Papa estuvo entre los más incansables e insistentes defensores de la vacunación universal contra el covid. Si, al final, la inoculación no fuera lo que nos vendieron, ¿habrá rectificación desde el Vaticano?”.

Creo no exagerar si digo que, a estas alturas, es difícil seguir manteniendo que las supuestas vacunas comercializadas contra la pandemia de covid no han sido lo que nos vendieron machaconamente desde todos los medios posibles. Atendiendo exclusivamente a las fuentes oficiales, sus efectos secundarios superan ya con mucho los de cualquier otra vacuna en fechas recientes que no haya sido retirada del mercado, y recientemente una directiva de la propia Pfizer, creador del tratamiento más difundido, reconoció abiertamente que la empresa ni siquiera testó su eficacia para detener la transmisión de la enfermedad.

No vamos a especular aquí; aceptamos como posible que la inoculación reduzca las probabilidades de enfermar gravemente y morir de covid, como se asegura oficialmente. Pero eso no afecta en absoluto a su transmisión, es decir, no sirve para parar la pandemia, y su beneficio afecta exclusivamente a quien se la administra, en todo caso.

Pero no es eso, repito, lo que nos vendieron y, sobre todo, lo que nos predicó el Santo Padre en su día. “Vacunarse, con vacunas autorizadas por las autoridades competentes, es un acto de amor”, nos decía Francisco en un vídeo en verano de 2021. “Y ayudar a que la mayoría de la gente se vacune es un acto de amor. Amor por uno mismo, amor por la familia y los amigos, amor por todos los pueblos”.

Ahora, vacunarse -si esta es la palabra adecuada- puede ser un acto de prudencia, pero ¿de amor? Si no impide la transmisión, como se ha reconocido, ¿en qué sentido es un ‘acto de amor’, salvo el mismo acto de amor a uno mismo con que puede definirse tomar cualquier medicamento?

Por supuesto, ni el Papa comprometía aquí su magisterio ni tiene obligación alguna de ser experto en terapias génicas, no es esa la cuestión. La cuestión es que ha usado su posición como cabeza de los católicos y Vicario de Cristo para promocionar un producto concreto en fase experimental del que aún desconocemos con precisión sus consecuencias a largo plazo. ¿Qué pasaría con el crédito del Papa, de su credibilidad, digamos, ‘secular’, si el resultado final no es el esperado, si el experimento no sale como se prevé?

La conclusión no es que Francisco no pueda tener las opiniones que apetezca, o que cualquier error suyo deba juzgarse como una quiebra de su facultad magisterial, porque no hablamos de cuestiones que tengan que ver en absoluto con la doctrina. Pero quizá fuera deseable que el Santo Padre no opine públicamente de todo lo humano y lo divino, porque es fácil generar confusión entre los fieles y recelo entre los no creyentes.

Carlos Esteban

sábado, 22 de octubre de 2022

¿Son siempre mejores las traducciones modernas de la Biblia? Un lingüista católico elogia la Vulgata de San Jerónimo



(CNA/Jonah McKeown)-La mayoría de la gente sabe que San Jerónimo -cuya fiesta la Iglesia celebra el 30 de septiembre- es famoso por haber traducido toda la Biblia al latín en el siglo IV d.C., creando una edición muy leída conocida posteriormente como la Vulgata.

Pero probablemente menos gente se da cuenta de lo innovadora -y duradera- que es la obra de Jerónimo. La Vulgata se convirtió en la Biblia más utilizada de la Edad Media y ha perdurado hasta nuestros días como una traducción que al menos un destacado lingüista considera una de las mejores disponibles.

«No conozco ninguna otra traducción, ni antigua ni moderna, tan buena como la Vulgata», sostiene Christophe Rico, un lingüista católico que vive y trabaja en Jerusalén.

Rico, de nacionalidad francesa, es profesor de griego antiguo y decano del Instituto Polis de Jerusalén, que enseña diversas lenguas antiguas. En colaboración con el Instituto Polis, Rico elabora libros para que los estudiantes aprendan a hablar y leer latín y griego, con el objetivo, en parte, de que quienes deseen leer la Vulgata latina original puedan hacerlo.

Experto profesor de griego y latín, Rico afirma que, a pesar de los más de 1.600 años transcurridos desde su finalización, la traducción de Jerónimo de la Biblia -aunque no es perfecta, como no lo es ninguna traducción- ha demostrado ser sorprendentemente precisa y muy valiosa para la Iglesia.

«Si tienen dudas sobre la solidez de una traducción moderna, acudan a la Vulgata; especialmente para el Nuevo Testamento», aconseja, y añadia que la traducción del Antiguo Testamento en la Vulgata también es «excelente».

¿Quién era Jerónimo?

San Jerónimo nació hacia el año 340 como Eusebio Jerónimo Sofronio en la actual Croacia. Su padre lo envió a Roma para que se instruyera en retórica y literatura clásica.

Bautizado en el 360 por el Papa Liberio, viajó mucho y finalmente se estableció como ermitaño del desierto en Siria. Más tarde se ordenó sacerdote y se trasladó a Belén, donde vivió una vida solitaria y ascética desde mediados de la década de 380. Allí aprendió hebreo, sobre todo estudiando con rabinos judíos. Llegó a ser secretario personal de San Dámaso I.

Curiosamente, el genio lingüístico y una admirable ética de trabajo no son las únicas cualidades por las que se conoce hoy a Jerónimo. También es el santo patrón de las personas con personalidades difíciles, ya que se dice que él mismo tenía un temperamento duro y propenso a hacer críticas mordaces a sus oponentes intelectuales.

El nacimiento de la Vulgata

Contrariamente a la creencia popular, la Vulgata no fue la primera Biblia en latín: en la época de Jerónimo, en el siglo IV, ya existía una versión ampliamente utilizada llamada «Vetus Latina», que era a su vez una traducción de la Septuaginta griega de aproximadamente el siglo II. Además, la Vetus Latina contenía la traducción del original griego de todos los libros del Nuevo Testamento. Todos los libros del Nuevo Testamento se escribieron originalmente en griego, pero el Antiguo Testamento -salvo unos pocos libros- se escribió primero en hebreo.

Rico describió la Vetus Latina como una «buena traducción, pero no perfecta». En el año 382, San Dámaso I encargó a Jerónimo, que entonces trabajaba como su secretario, que revisara la traducción de la Vetus Latina del Nuevo Testamento.

Jerónimo así lo hizo, tardando varios años en revisar y mejorar minuciosamente la traducción latina del Nuevo Testamento a partir de los mejores manuscritos griegos disponibles. Rico dijo que, a lo largo del proceso, Jerónimo corrigió ciertos pasajes y expuso los significados profundos de muchas de las palabras griegas que se habían perdido en las traducciones anteriores.

Por ejemplo, la palabra griega «epiousios», que probablemente fue acuñada por los escritores de los Evangelios, aparece en el Padre Nuestro de Lucas y Mateo y suele traducirse al español como «diario». En el Evangelio de Mateo, sin embargo, Jerónimo tradujo la palabra al latín como «supersubstantialem», o «supersustancial», una alusión, como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, al Cuerpo de Cristo en la Eucaristía.

Lo que hizo Jerónimo a continuación fue aún más ambicioso. Se propuso traducir también todo el Antiguo Testamento a partir de su original hebreo. Jerónimo conocía muy bien el hebreo, señaló Rico, ya que en ese momento había vivido en Tierra Santa durante 30 años y se mantenía en estrecho contacto con los rabinos judíos. Jerónimo también tenía acceso a la Hexapla de Orígenes, una especie de «piedra Rosetta» de la Biblia que mostraba el texto bíblico en seis versiones. (El texto hebreo, una transliteración en letras griegas del texto hebreo, la traducción griega de la Septuaginta y otras tres traducciones griegas que se habían realizado en un entorno judío).

En un esfuerzo que finalmente duró 15 años, Jerónimo consiguió traducir todo el Antiguo Testamento a partir del original hebreo, lo que tiene un gran mérito dado que el hebreo se escribía originalmente sin el uso de vocales cortas.

Una vez terminada, la Vulgata no sólo sustituyó a la Vetus Latina, convirtiéndose en la traducción bíblica predominante en la Edad Media, sino que también fue declarada Biblia oficial de la Iglesia católica en el Concilio de Trento (1545-1563).

La Vulgata ha sido revisada varias veces a lo largo de los años, sobre todo en 1592 por el Papa Clemente VIII (la «Vulgata Clementina»), y la revisión más reciente, la Nova Vulgata, promulgada por San Juan Pablo II en 1979.

Además de su uso actual en la misa tradicional en latín, la Vulgata ha perdurado como base para diversas traducciones, como la popular traducción inglesa de la Biblia, la Douay-Rheims.

Aunque Rico advierte que ninguna traducción es perfecta, no duda en elogiar la Vulgata de Jerónimo por su precisión y su importancia en la historia de la Iglesia.

«Para el Nuevo Testamento no he podido encontrar ningún error… El conjunto es increíble», explica.

Por su parte, Jerónimo es hoy reconocido como doctor de la Iglesia. Vivió sus últimos días en el estudio, la oración y el ascetismo en el monasterio que fundó en Belén, donde murió en 420.

viernes, 21 de octubre de 2022

Culpabilizar a las víctimas | Actualidad Comentada | 21-10-2022 | Pbro. Santiago Martín FM



Duración 12:14 minutos

Carta de Viganò a la Congregación para la Doctrina de la Fe: Corrijan la nota sobre el suero mRNA



19 de octubre de 2022

A Su Eminencia Reverendísima Monseñor Cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, SJ. Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe

Con copia adjunta a:

Su Eminencia Reverendísima Monseñor Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de Su Santidad, Su Eminencia Reverendísima Monseñor Cardenal Peter Turkson, Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, y de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y Su Excelencia Reverendísima Monseñor Vincenzo Paglia, Presidente de la Pontificia Academia para la Vida

18 de octubre de 2022

Eminencia reverendísima:

El año pasado, concretamente el 23 de octubre de 2021, dirigí una carta al presidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos en la que expresé –como ya había hecho públicamente– mis grandísimas reservas hacia algunos aspectos sumamente polémicos en cuanto a la licitud moral del empleo de suero génico experimental producido con tecnología mRNA. En dicha carta, redactada con la ayuda y consejos de eminentes científicos y virólogos, puse en evidencia la necesidad de actualizar la nota sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra el cóvid a causa de las pruebas científicas que para entonces habían salido a la luz y previamente declaradas por las propias compañías farmacéuticas.

Permítame Vuestra Eminencia que renueve mi llamado en vista de las recientes declaraciones de Pfizer al Parlamento Europeo y de la publicación de datos oficiales por parte de organismos sanitarios internacionales.

Recuerdo ante todo que el documento del dicasterio que Vuestra Eminencia preside se promulgó el 21 de diciembre de 2020 cuando no había datos completos sobre la naturaleza del suero ni en cuanto a sus componentes, y se desconocían totalmente los resultados de las pruebas de eficacia y seguridad. El objeto de la mencionada nota se limitaba «al aspecto moral del uso de aquellas vacunas contra la Covid-19 que se han desarrollado con líneas celulares procedentes de tejidos obtenidos de dos fetos abortados no espontáneamente». La Congregación subrayaba además: «No se pretende juzgar la seguridad y eficacia de estas vacunas, aun siendo éticamente relevante y necesario, porque su evaluación es competencia de los investigadores biomédicos y las agencias para los medicamentos». La seguridad y la eficacia no eran por tanto la finalidad de la nota, que al hablar de la licitud moral del empleo no consideró oportuno pronunciarse ni siquiera sobre la moralidad de la fabricación de los fármacos mencionados.

La seguridad y eficacia de las vacunas en cuestión habría debido determinarse tras un periodo de experimentación, que habitualmente dura varios años. Pero en este caso las autoridades sanitarias decidieron experimentar en toda la población anulando la práxis científica, las normas internacionales y la legislación interna de los diversos países. Los resultados que se extraen de los datos oficiales publicados en todas las naciones que adoptaron la campaña masiva de vacunación han resultado incontestablemente desastrosos: se observa que las personas que se sometieron a la inoculación del suero experimental no sólo no estuvieron en ningún momento protegidas del virus ni de las formas graves de la enfermedad, sino que también se vieron más expuestas al cóvid 19 y sus variantes al haberse comprometido irreversiblemente su sistema inmunitario por la tecnología mRNA. Los datos ponen de manifiesto igualmente efectos adversos graves a corto y a largo plazo, como esterilidad, abortos espontáneos, transmisión del virus a los lactantes por la leche materna, dolencias cardiacas graves como miocarditis y pericarditis, reaparición de tumores previamente curados y muchas otras enfermedades debilitantes. Los casos de muerte repentina, que hasta hace poco se insistía en que no guardaban la menor relación con la inoculación del suero, están evidenciando por el contrario los efectos de las dosis de refuerzo en individuos sanos, jóvenes y en buena forma física. Entre los militares, rigurosamente controlados por personal médico por razones de seguridad, se hace patente la misma incidencia de efectos adversos a la administración del suero. Infinidad de estudios confirman que el suero puede causar formas de inmunodeficiencia adquirida. El número de fallecimientos y de enfermedades graves a raíz de la vacunación aumenta exponencialmente a nivel mundial: estas vacunas han causado más muertes que todas las administradas en los últimos treinta años. Es más, en numerosos estados el números de fallecimientos entre los vacunados supera al de los muertos por cóvid.

Si bien vuestra congregación no ha expresado su parecer sobre la eficacia y seguridad del suero, no obstante lo califica de vacuna dando por sentado que produce inmunidad y protege del contagio activo y pasivo. Esto último queda desmentido por declaraciones procedentes de autoridades sanitarias mundiales y de la propia OMS, según las cuales los vacunados pueden contagiarse y contagiar de forma más grave que los no vacunados y ven radicalmente mermadas o incluso neutralizadas sus defensas. Esos fármacos oficialmente denominados vacunas no se ajustan a la definición oficial de vacuna a la que suponemos que se refiere la Nota. Una vacuna se define como un preparado destinado a producir anticuerpos por el propio organismo brindándole una resistencia específica a una enfermedad contagiosa determinada, ya sea producida por virus, bacterias o protozoos. La OMS ha modificado esa definición, ya que de lo contrario no habría podido incluir también los fármacos anticóvid, que no generan anticuerpos ni proporcionan una resistencia concreta a una enfermedad contagiosa como es el SarsCoV-2.

Es preciso resaltar que la presencia de óxido de grafeno tanto en los lotes de vacuna como en la sangre de los vacunados ha quedado probada más allá de toda duda razonable, a pesar de no haber la menor justificación científica para ello y de que esté prohibida su utilización farmacológica en humanos debido a su toxicidad. Los devastadores efectos del óxido de grafeno en los órganos de los vacunados son palpables, y es de suponer que las empresas farmacéuticas habrán de responder pronto de ello. Vuestra Eminencia sabrá que el empleo de esas tecnologías con nanoestructuras autoensamblantes de óxido de grafeno han sido patentadas además con el objeto de permitir el seguimiento y control remoto de personas, en concreto con miras a monitorear los parámetros vitales del paciente, conectado a la nube mediante señales bluetooth emitidas por dichas nanoestructuras. Para que vea que estos datos no proceden de elucubraciones conspiracionistas, sepa Vuestra Eminencia que la Unión Europea ha declarado vencedores de un concurso dos proyectos de innovación tecnológica sobre el cerebro humano y el grafeno. Ambos proyectos serán costeados con mil millones de euros cada uno a lo largo de los próximos diez años.

Las vacunas contra el cóvid 19 han sido presentadas como única solución posible a una dolencia mortal. Esto era falso desde el primer momento, y dos años después se ha confirmado su falsedad: había y hay otros remedios, pero han sido sistemáticamente boicoteados por las compañías farmacéuticas porque eran muy baratas y no les resultaban rentables. Las publicaciones científicas, financiadas por las grandes casas farmacéuticas, los han desacreditado también en artículos que fueron retirados poco después por basarse en datos claramente falsos. Por otra parte, el cóvid 19 ha demostrado ser –como ya se sabía y era científicamente evidente– una forma estacional de un coronavirus curable, no mortal, salvo en casos porcentualmente insignificantes de una gripe estacional cualquiera, y aun así relativamente, en pacientes aquejados de otras dolencias. El monitoreo de coronavirus a lo largo de los años no deja lugar a la menor duda al respecto, y tira por tierra el argumento de emergencia sanitaria que servía de pretexto para imponer la vacunación.

Según las normas internacionales, no se puede autorizar la distribución de un fármaco experimental a no ser que no exista otro remedio eficaz. Por eso las agencias del medicamento de todo el mundo han vetado el uso de la ivermectina, el plasma hiperinmune y otras terapias de demostrada eficacia. No es necesario que recuerde a Vuestra Eminencia que todas esas agencias, junto con la OMS, están financiadas en casi su totalidad por empresas farmacéuticas y por fundaciones asociadas a éstas, y que hay un gravísimo conflicto de intereses a todos los niveles. En los próximos días, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von Leyden habrá de responder ante el Parlamento de la financiación del Plan de Recuperación y Resiliencia que obtuvo para los laboratorios de Italia y Grecia por la empresa farmacéutica en la que trabaja su marido. No olvidemos tampoco que la misma presidenta se ha negado a facilitar al Tribunal de Cuentas europeo el texto de los mensajes intercambiados con el presidente de Pfizer Albert Bourla sobre los contratos de suministro, hasta hoy secretos.

La imposición del suero experimental se ha verificado mediante un despliegue de medios sin igual en la historia reciente, recurriendo a técnicas de manipulación de masas bien conocidas por los especialistas en psicología social. En tal operación de terrorismo mediático y violación de los derechos naturales de las personas mediante sobornos y discriminaciones intolerables, la Jerarquía católica ha optado por alinearse con el sistema, promoviendo supuestas vacunas y llegando a recomendar como un deber moral inocularse con ellas. La autoridad espiritual del Romano Pontífice y su influencia mediática, hábilmente utilizada por los medios para confirmar la narración oficial, han sido esenciales para el éxito de principio a fin de la campaña de vacunación y para convencer a numerosos fieles para que se sometan a ella por la confianza que tienen en el Papa y en su misión ante el mundo. La obligación de vacunarse impuesta a los empleados de la Santa Sede siguiendo la norma impuesta en otros estados confirman la adopción sin reservas del Vaticano de posturas sumamente imprudentes y apresuradas, carentes de toda validez científica. Esto expone al Estado Vaticano a posibles juicios compensatorios por parte de sus empleados, con posibles graves daños al erario. No es imposible tampoco que se incoen causas colectivas de los fieles contra unos pastores que se han convertido en expendedores de medicamentos peligrosos.

Han pasado más de dos años y la Iglesia no ha considera que tenga que corregir la Nota, que en vista de las evidencias científicas ha quedado superada y contradicha por la cruda realidad. La Congregación para la Doctrina de la Fe se limitó a valorar la moralidad del uso de las vacunas, y no tuvo en cuenta la proporcionalidad entre los beneficios de un suero génico, que brillan por su ausencia, y los efectos colaterales adversos a corto y a largo plazo, ya a la vista de todos. Siendo patente que medicinas vendidas como vacunas no aportan ningún beneficio significativo, sino que al contrario, pueden causar un elevado porcentaje de muertes y enfermedades graves incluso en pacientes para los cuales el cóvid no supone un peligro, no es posible ya seguir considerando válida la proporción entre riesgos y beneficios. Esto tira por tierra uno de los supuestos en que se basaba la Nota: «La moralidad de la vacunación depende no sólo del deber de proteger la propia salud, sino también del deber de perseguir el bien común. Bien que, a falta de otros medios para detener o incluso prevenir la epidemia, puede hacer recomendable la vacunación, especialmente para proteger a los más débiles y más expuestos» (nº 5). Sabemos de sobra que no hay falta de otros medios, y que el suero no impide ni previene la pandemia. Esto hace que la vacuna mRNA producida a partir de líneas celulares procedentes de abortos no sólo sea moralmente inaceptable, sino también peligrosísima para la propia salud, y en el caso de las embarazadas, para su descendencia.

A la hora de expresar una valoración moral de las vacunas, la Iglesia no puede dejar de tener en cuenta los numerosos factores que se deben tener en cuenta para formarse un juicio completo . Esta Congregación no puede limitarse a teorizar genéricamente sobre la licitud moral del fármaco en sí –licitud totalmente discutible en vista de la ineficacia, la falta de pruebas de genotoxicidad y cancerigenocidad y la evidencia de los efectos secundarios–; deberá pronunciarse cuanto antes sobre el hecho de que, habiendo quedado demostrada la total inutilidad para detener o incluso prevenir la epidemia, no puede seguir suministrándose. Es más, las autoridades sanitarias y empresas fabricantes tienen la obligación moral de retirarlo por dañino y peligroso, y los fieles de rechazar la vacuna.

Creo además, Eminencia Reverendísima, que ha llegado la hora de que la Santa Sede se distancie definitivamente de las entidades privadas y las multinacionales que han querido aprovecharse de la autoridad moral de la Iglesia Católica para avalar el proyecto maltusiano de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y el Gran Reinicio del Foro Económico Mundial. No se puede tolerar que la voz de la Iglesia de Cristo siga haciéndose cómplice de un plan de reducción de la población del mundo basado en la patologización crónica de la humanidad y el fomento de la esterilidad. Y se hace todavía más necesario dado el escandaloso conflicto de intereses al que se expone la Santa Sede al aceptar el patrocinio y financiamiento de los artífices de esos planes criminales.

Vuestra Eminencia será consciente de las gravísimas consecuencias para la Santa Iglesia de su temerario respaldo de la narrativa psicopandémica. Aprovechar las palabras e intervenciones de Francisco para inducir a los fieles a someterse a un suero que no sólo ha demostrado no servir para nada sino ser gravemente perjudicial es algo que ha perjudicado gravemente la autoridad del Vaticano al llevarlo a hacer propaganda de una terapia basada en ausencia de datos o datos falsos. Este proceder precipitado y no carente de sombras ha supuesto una injerencia de la suprema autoridad de la Iglesia en un terreno de estrecha competencia científica que «es competencia de los investigadores biomédicos y las agencias para los medicamentos». ¿Con qué tranquilidad, con qué confianza van a poder los fieles católicos y quienes buscan en la Iglesia una orientación segura seguir considerando confiables y dignos de crédito sus posturas después de semejante traición? ¿Y qué reparación podrá remediar el daño infligido a quienes por carecer de formación y competencia se han sometido a un tratamiento que ha comprometido su salud o les ha causado una muerte prematura, solo porque se lo recomendó el Papa, su obispo o su párroco? Todo porque al no estar vacunados no se les permitía frecuentar la iglesia, ayudar a Misa o cantar en el coro.

En estos años la Jerarquía ha sufrido a una decadencia directamente proporcional al apoyo que ha concedido a la ideología mundialista. Su firme apoyo a la campaña de vacunación no es un caso aislado, dada la participación de la Santa Sede en proyectos sobre el clima –también basados en falsas premisas sin el menor rigor científico– y el transhumanismo. Pero no es ese el fin para el que Nuestro Señor ha puesto a la Iglesia en la Tierra. Ante todo su misión es proclamar la Verdad, manteniéndose bien apartada de peligrosos intereses compartidos con los poderosos de este mundo. Y con más razón cuando éstos se oponen palpablemente a las enseñanzas de Cristo y la moral católica. Si la Jerarquía no se aparta de estas actitudes serviles, le faltarán el valor y la dignidad para alzarse contra la mentalidad del mundo, se verá arrollada y será víctima de su incapacidad para ser piedra de tropiezo y signo de contradicción.

Tengo la certeza, Eminencia, de que tendrá en consideración la particular gravedad de estas cuestiones, la salud de una intervención sabia y fiel a las enseñanzas del Evangelio y la salud de las almas, que es y sigue siendo la ley suprema de la Iglesia.

In Christo Rege,

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

ex Nuncio Apostólico en los Estados Unidos de América

Traducido por Bruno de la Inmaculada

Las declaraciones completas de un policía nacional que algunos pretenden silenciar



Uno de los síntomas más claros de la deriva autoritaria del gobierno de Pedro Sánchez es su afán de silenciar a todo el que le lleve la contraria.

Inmigración masiva y delincuencia en España: lo que dicen las estadísticas oficiales en 2021

El control de la inmigración y el yihadismo: un revelador mapa sobre Europa y Polonia

Un comisario señalado por los palmeros mediáticos del gobierno

Ayer tuvimos un nuevo ejemplo de esa política de silenciamiento del que molesta. Medios afines al gobierno montaron un escándalo por unas declaraciones de Ricardo Ferris, Inspector Jefe del Cuerpo Nacional de Policía y Jefe de la Comisaría de Centro de Valencia. Esas declaraciones las hizo la semana pasada en unas jornadas sobre Inmigración y Seguridad Ciudadana de la Fundación DENAES en el Ateneo Mercantil de Valencia. En su intervención, Ferris señaló lo que ve en el día a día en su comisaría, con una mayoría de delincuentes que son inmigrantes ilegales. Una realidad que el gobierno pretende ocultar porque esa inmigración ilegal llega, en gran medida, por el efecto llamada de las propias e irresponsables medidas que toma el gobierno.

La respuesta de los medios progubernamentales ha sido acusarle de lanzar un "bulo". Para ello le han sacado estadísticas nacionales y de la Comunidad Valenciana, cuando Ferris hablaba sobre lo que él ve en su comisaría. Ningún medio ha detallado los datos de esa comisaría, ¿qué tienen que ocultar?

El gobierno cesa al comisario: una represalia escandalosa

Pues bien: por dar ese testimonio, el gobierno le ha cesado de su cargo. Es una represalia escandalosa, ordenada por el mismo gobierno que pacta con los herederos de ETA, con los golpistas del 1-O, que hace la vista gorda ante las desobediencias de sus socios separatistas a sentencias judiciales y que tiene una tremenda manga ancha con los okupas y con la inmigración ilegal. Con sus socios, con los okupas y con los inmigrantes ilegales es muy suave y blandito, y con los policías que protegen a los españoles es durísimo. Vaya asco de gobierno.

Aquí puedes escuchar la intervención completa de Ricardo Ferris

Pues bien, la Fundación DENAES publicó anoche las declaraciones completas de este policía. Unas declaraciones que el gobierno y sus palmeros mediáticos pretenden silenciar. Podéis escucharlas aquí:

Los datos sobre inmigración masiva y delincuencia que algunos no publican

En cuanto a la influencia de la inmigración masiva en la delincuencia, me remito aquí a los datos oficiales que publiqué el año pasado. Recordemos algunas conclusiones meramente estadísticas que se deducen de esos datos:Los argelinos son el 0,14% de la población y el 1,18% de los reclusos (8,42 veces más). Esto quiere decir que es 8,42 veces más probable que delinca un argelino residente en España que un español. Pero ningún medio afín al gobierno tendrá el detalle de explicártelo.
Los nigerianos son el 0,08% de la población y el 0,5% reclusos (6,25 veces más). Pero esto no lo vas a leer en ningún medio afín al gobierno.
Los marroquíes son el 1,82% de los habitantes de España y el 7,51% de los 55.180 reclusos que hay en nuestro país: 4,12 veces más. Los medios progubernamentales tampoco lo dicen. Dan las cifras absolutas y se quedan tan anchos diciendo que hay más delincuentes españoles que extranjeros.
Los colombianos son el 0,57% de la población y el 2,5% de los reclusos (4,3 veces más). Nuevamente, los medios afines al gobierno, chitón.
Recordemos, además, que Cataluña tiene un 47,91% de población reclusa extranjera, a pesar de que los extranjeros son el 16,2% de los habitantes de Cataluña.

Como ya dije entonces, que haya un alto porcentaje de delincuentes de ciertas nacionalidades no significa, ni remotamente, que todas las personas de esas procedencias sean unos maleantes. Generalizar sería tremendamente injusto. Y repito lo que ya dije el año pasado: muchas personas de esos países que viven en España son gente honrada, que trabaja y paga sus impuestos y que no se dedica a actividades delictivas, y se merecen un respeto.

Unos datos que el gobierno debería usar para regular los flujos migratorios

Y repito también lo que añadí el año pasado: esas estadísticas indican que existen graves fallos en las políticas de inmigración y de integración. Si hay inmigrantes de ciertas nacionalidades que son estadísticamente más problemáticos que otros, en algunos casos por proceder de una esfera cultural distinta, esto debería tenerse en cuenta a la hora de regular los flujos migratorios y a la hora de establecer filtros más exigentes para los inmigrantes de ciertas procedencias, por una cuestión básica de seguridad nacional. El primer deber de las autoridades españolas es proteger a la población española, no a los que vienen de fuera, y menos aún si intentan entrar ilegalmente.

Esto es lo que ningún medio afín al gobierno te va a contar, pero que mucha gente ya sufre en sus barrios día a día. Y cuando digo "gente" me refiero a los españoles y también a los extranjeros que residen en España legalmente y que llevan una vida honrada, que a menudo tienen que sufrir la mala fama que crean los maleantes que vienen de otros países. Y es que no estamos ante un problema de racismo ni de xenofobia, sino de inseguridad y de mala política migratoria.

Los responsables políticos de incentivar esa inseguridad en nuestras calles y de permitir la entrada a cualquiera, que son quienes nos gobiernan, son precisamente los que intentan distraer la atención de sus errores y negligencias llamando xenófobos y racistas a todos los que sufren las consecuencias de su nefasta forma de gobernar. Y es que además de gobernar mal, no tienen ni la más mínima vergüenza y pretenden zanjarlo todo cesando a un policía honrado. Lo dicho: vaya asco de gobierno el que tenemos.

Elentir

jueves, 20 de octubre de 2022

El Vaticano renueva los pactos secretos con China (Carlos Esteban)



Como esperaba el secretario de Estado vaticano, cardenal Pietro Parolin, China ha aceptado renovar los pactos secretos con la Santa Sede que tanta perplejidad causan en muchos católicos, especialmente en la propia China.

El Vaticano ha anunciado que el acuerdo “provisional” para el nombramiento de obispos será prorrogado por otros dos años, hasta el 22 de octubre de 2024, cuatro años después de la primera firma preparada durante décadas de encuentros secretos.

La delegación vaticana y representantes del gobierno chino se reunieron entre finales de agosto y principios de septiembre en Tianjin, en el norte de China. Como explicó el Papa Francisco, el diálogo con Pekín “es una cosa lenta, pero se dan siempre pasos adelante”. Ahora que, en teoría, se han superado las viejas distinciones entre la Iglesia clandestina y la ‘patriótica’, dependiente del partido comunista y antaño cismática, los representantes de la Santa Sede, en Tianjin, han podido reunirse con el obispo «clandestino» Melchiorre Shi Hongzhen, de 92 años.

El texto del acuerdo, todavía confidencial, prevé que el nombramiento papal de un obispo sea comunicado a la parte china para su aprobación. En estos cuatro años no ha habido más ordenaciones episcopales ilegítimas, las celebradas por la Iglesia «patriótica» sin el consentimiento del Papa. Han sido nombrados en cambio seis obispos decididos por el Pontífice con el consentimiento de las autoridades chinas. De igual importancia, otros seis obispos «clandestinos», elegidos en el pasado por la Santa Sede pero no considerados como tales por la Iglesia del partido, han sido reconocidos, mientras tanto, por Pekín.

Según datos, recogidos por AsiaNews, del «Consejo de obispos chinos» vinculado al gobierno, en China hay 98 diócesis, 4.202 iglesias y otros 2.238 «sitios activos», con 66 obispos y por tanto un tercio de las diócesis no cubiertas. Pero mientras tanto, «todos los obispos católicos chinos presentes hoy en China están en plena y pública comunión con el obispo de Roma», señala el director Gianni Valente en la agencia de noticias vaticana Fides.

El texto del acuerdo no ha sufrido cambios pero «puede mejorarse, de acuerdo con las autoridades chinas», explican en el Vaticano. Hay resistencias, provincias en las que los funcionarios se oponen al nuevo rumbo.

Está el caso del cardenal Joseph Zen, de noventa años —el más tenaz opositor al diálogo—, el emérito de Hong Kong detenido en mayo y ahora juzgado, con relativa «preocupación» por parte del Vaticano. «Entender China es una cosa gigante», señaló el Papa Francisco el mes pasado: «No hay que perder la paciencia: se necesita, eh, se necesita mucho, pero hay que seguir adelante con el diálogo”.

Carlos Esteban

No mires lo que digo, sino a quién nombro



Desde tiempos de Ronald Reagan, los norteamericanos tienen un dicho difícil de traducir, pero muy interesante: personnel is policy. Significa algo así como que no es indiferente qué personas se contratan para una empresa (o un gobierno o cualquier otra entidad), sino que esa elección constituye la política más básica de esa entidad y determina cómo actuará en todo lo que haga. Sencillamente porque son esas personas las que se van a encargar de tomar las decisiones posteriores. De nada sirve que un presidente del gobierno, por ejemplo, diga que va a emprender una lucha a muerte contra la corrupción si los ministros que elige son conocidos por recibir sobornos a troche y moche. El dicho norteamericano podría traducirse libremente como: no mires lo que digo, sino a quién nombro. O, más libremente aún, con el viejo refrán castellano de obras son amores y no buenas razones.

Menciono todo esto porque la selección de personal en la Iglesia desde hace unos años es, cuando menos, muy preocupante. Si bien se trata de una tendencia presente, por distintas razones, a todos los niveles, empezando por los catequistas de las parroquias, nos centraremos en el más alto y manifiesto, ya que de otro modo no terminaríamos nunca.

Por ejemplo, la doctrina de la Iglesia establece sin lugar a dudas que el aborto es matar a un niño inocente, pero uno puede preguntarse de qué sirve eso si a continuación se elige oficialmente a personas abortistas y defensoras de los anticonceptivos como miembros de la Academia Pontificia para la Vida (después de echar de malos modos a los miembros vitalicios nombrados por los papas anteriores y a pesar de que el reglamento de la Academia establece que los miembros deben “comprometerse a promover y defender los principios relacionados con el valor de la vida y la dignidad de la persona humana, interpretadas de acuerdo con el magisterio de la Iglesia”). O si el mismo Papa desautoriza de forma pública a los pocos obispos valientes que se atreven a decir que el Presidente norteamericano no puede comulgar, porque promueve el aborto (y, de hecho, acaba de anunciar que quiere una ley que permita el aborto hasta el momento mismo del parto en todo el país).

La doctrina sobre el matrimonio, las relaciones prematrimoniales o las relaciones entre personas del mismo sexo está muy clara en el Catecismo, pero esa doctrina pierde gran parte de su fuerza cuando los obispos belgas o alemanes, por ejemplo, proclaman diversas herejías públicamente sobre esos temas sin la más mínima consecuencia. O cuando en Amoris Laetitia se nos asegura que, en algunos casos, adulterar es lo que Dios le está pidiendo a una persona. El Papa no se ha cansado de pedir parresía y armar lío, pero cuando el cardenal Zen o los cuatro cardenales de los dubia denuncian valientemente problemas muy graves de la Iglesia, ni siquiera son recibidos (¡a pesar de que son sucesores de los apóstoles!).

No hay nada de lo que se hable más estos días que de la sinodalidad, pero es difícil no darse cuenta de que este pontificado es el más autoritario desde el de Pío IX, por lo menos. Recordemos, por ejemplo, que el Papa Francisco ha promulgado más motu proprios que sus dos antecesores juntos o los casos de obispos despedidos sin contemplaciones ni juicio alguno y sin ni siquiera ser escuchados por el Papa, por razones aparentemente triviales (como Mons. Daniel Fernández Torres o Mons. Livieres). Las opiniones de los fieles supuestamente son valiosísimas… hasta que esos fieles piden que se defienda verdaderamente la indisolubilidad del matrimonio, que los obispos y párrocos no digan herejías o poder asistir a la Misa antigua. De nada sirve, por otro lado, decir que se van a tomar muchas medidas contra los abusos en la Iglesia si después, por ejemplo, se invita expresamente y a dedo a participar ¡en el Sínodo de la Familia! al cardenal Daneels, que había sido grabado presionando a unos fieles para que no denunciaran los abusos cometidos por su propio sobrino.

Se recuerda (y muy bien recordado está) que el papel de los abuelos y las personas de edad es esencial en la transmisión de la fe, pero ahora mismo tenemos miembros de la Pontificia Academia para la Vida, el P. Casalone SJ y Marie-Jo Thiel, que han defendido públicamente la eutanasia (y, además, para meter más dedo en el ojo esa defensa ha sido publicada por La Civiltà Cattolica, el periódico oficioso del Vaticano). En la misma línea, aunque un sucesor de los apóstoles pueda perfectamente cumplir su misión con 75 años y quiera hacerlo, si por alguna razón se le considera “demasiado” ortodoxo, como a Mons. Aguer, Mons. Reig Pla o Mons. Leonard, se le jubila por ordeno y mando una semana después de su cumpleaños, mientras que se prologa durante años la actividad de prelados como mínimo bastante mejorables.

En fin, creo que queda claro lo que quiero decir y no merece la pena seguir dando ejemplos (que por desgracia son muy numerosos). Personnel is policy y obras son amores y no buenas razones. Las palabras pueden ser buenas, conciliadoras o políticamente correctas, pero para entender hacia dónde va de verdad la Iglesia hay que mirar a las obras y, en particular, a quiénes se está nombrando y a quiénes se está postergando, ignorando, jubilando con prisas o directamente despidiendo. Si tenemos esto último en cuenta, la situación es desoladora y debemos rezar sin descanso por los que mandan en la Iglesia, porque lo necesitan mucho.

En cualquier caso, como siempre y a pesar de las apariencias, la Iglesia no la dirigen los hombres, sino Cristo nuestro Señor, Rey de reyes. Por mucho que los hombres metan la pata, intriguen o hagan el mal, como dice el salmista, el que vive en el cielo sonríe; desde lo alto, el Señor se ríe de ellos. Después les habla con ira y los espanta con su cólera.

Bruno Moreno

miércoles, 19 de octubre de 2022

"Contra facta non valent argumenta" : Los 2030 inundan el Vaticano



Las desgracias no vienen juntas y suelen ir en la misma dirección. 

Los nuevos nombramientos en la Academia Pontificia para la Vida confirman la «línea Paglia» , la del Papa Francisco, Paglia se adapta, de apertura a expertos favorables al aborto y se depuran las voces más fieles a la identidad original de la Academia. 

En los nuevos nombramientos vemos la presencia, entre los miembros ordinarios, de la economista ítalo-estadounidense Marianna Mazzucato, definida como atea, abortista y vinculada al Foro Económico de Davos

Con Paglia ya no es problema oponerse al aborto, la anticoncepción, la fecundación artificial, la eutanasia para sentarse en la academia creada por Juan Pablo II para defender la vida. 

Vemos cómo colaboradores de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas para el desarrollo sostenible se van introduciendo en organismo del Vaticano

La enésima contradicción de este pontificado. Nos quedamos con los hechos y éstos son los que son; y son tercos.

Specola

Francisco ¿el Papa de la confusión?



Duración 6:16 minutos

domingo, 16 de octubre de 2022

El rechazo a Dios y la infinita belleza del ofrecimiento de Dios a los hombres


Domingo 19º después de Pentecostés 3/10/2010


Duración 39:38 minutos

¿Cuáles son los dones y frutos del Espíritu Santo?



Para muchos es el gran desconocido: el Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad.

El catecismo de la Iglesia católica explica que «la vida moral de los cristianos está sostenida por los dones del Espíritu Santo. Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu Santo».

Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cf Is 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.

«Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana» (Sal 143,10).

«Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios […] Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo» (Rm 8, 14.17).

Les ofrecemos la explicación de cada uno de los siete dones del Espíritu Santo con definiciones dadas por el obispo José Ignacio Munilla en diversas predicaciones suyas:

Los 7 dones del Espíritu Santo

Sabiduría: Es el que lleva a la perfección la virtud de la caridad; de la misma forma que el don de entendimiento perfeccionaba la virtud de la fe. Si decimos que la virtud de la caridad es lamas excelente de las virtudes teologales, se entiende que ahora digamos que el don de sabiduría sea el más excelente de todos los dones del Espíritu Santo. Es el don que «eleva el corazón hacia las cosas de arriba», purificándonos de todos los afectos terrenales y dándonos a gustar el «sabor de las cosas divinas».

Inteligencia: Hábito sobrenatural infundido en la inteligencia del hombre, que nos hace aptos para una intuición penetrante de las verdades reveladas. No solo de las verdades prácticas, también de las verdades morales. No solo en cuanto a la «especulación» de la fe, sino a las verdades reveladas en cuanto a ti: «aquí y ahora».

Consejo: Nos permite «intuir con facilidad y prontitud» en las distintas circunstancias de la vida lo que «es voluntad de Dios» «lo que conviene hacer al fin sobrenatural».

Fortaleza: es un «habito sobrenatural que robustece el alma» para practicar toda clase de virtudes heroicas con una «confianza invencible», llegando a superar los mayores peligros y resistiendo las dificultades que puedan surgir.

Ciencia: produce en nosotros una «lucidez sobrenatural» para ver las cosas del mundo según Dios. El don de ciencia nos está recordando que este mundo tiene una vanidad y una capacidad de seducción, de la cual nos quiere liberar.

Piedad: es un habito infundido por el Espíritu Santo en la voluntad que nos da un afecto filial hacia Dios, considerado como Padre; y con un sentimiento de fraternidad universal con todos los hombre; percibiéndolos como hermanos nuestros: «hijos del mismo Padre».

Temor de Dios: Este don nos da un gran sentido «reverencial» hacia la majestad de Dios. Nos permite alcanzar docilidad, para apartarnos del pecado y someternos a la voluntad de Dios.

Los 12 frutos del Espíritu Santo

Por otro lado, el punto 1832 del catecismo de la Iglesia católica, habla de los frutos del Espíritu. Los define como «perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna».

La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5,22-23, vulg.).

Les ofrecemos la explicación de cada uno de ellos explicado por el sacerdote Francisco Fernández Carvajal, autor de numerosos libros de espiritualidad:

Caridad: Es la primera manifestación de nuestra unión con Cristo. Es el más sabroso de los frutos, el que nos hace experimentar que Dios está cerca, y el que tiende a aligerar la carga a otros. La caridad delicada y operativa con quienes conviven o trabajan en nuestros mismos quehaceres es la primera manifestación de la acción del Espíritu Santo en el alma: «no hay señal ni marca que distinga al cristiano y al que ama a Cristo como el cuidado de nuestros hermanos y el celo por la salvación de las almas».

Gozo: La alegría es consecuencia del amor; por eso, al cristiano se le distingue por su alegría, que permanece por encima del dolor y del fracaso. ¡Cuánto bien ha hecho en el mundo la alegría de los cristianos! «Alegrarse en las pruebas, sonreír en el sufrimiento…, cantar con el corazón y con mejor acento cuanto más largas y más punzantes sean las espinas (…) y todo esto por amor… este es, junto al amor, el fruto que el Viñador divino quiere recoger en los sarmientos de la Viña mística, frutos que solamente el Espíritu Santo puede producir en nosotros».

Paz: Existe la falsa paz del desorden, como la que reina en una familia en la que los padres ceden siempre ante los caprichos de los hijos, bajo el pretexto de «tener paz. La paz, fruto del Espíritu Santo, es ausencia de agitación y el descanso de la voluntad en la posesión estable del bien.

Paciencia: Ante los obstáculos, las almas que se dejan guiar por el Paráclito producen el fruto de la paciencia, que lleva a soportar con igualdad de ánimo, sin quejas ni lamentos estériles, los sufrimientos físicos y morales que toda vida lleva consigo. La caridad está llena de paciencia; y la paciencia es, en muchas ocasiones, el soporte del amor. «La caridad –escribía San Cipriano–es el lazo que une a los hermanos, el cimiento de la paz, la trabazón que da firmeza a la unidad… Quítale, sin embargo, la paciencia, y quedará devastada; quítale el jugo del sufrimiento y de la resignación, y perderá las raíces y el vigor».

Longanimidad: Es semejante a la paciencia. Es una disposición estable por la que esperamos con ecuanimidad, sin quejas ni amarguras, y todo el tiempo que Dios quiera, las dilaciones queridas o permitidas por Él, antes de alcanzar las metas ascéticas o apostólicas que nos proponemos. Este fruto del Espíritu Santo da al alma la certeza plena de que –si pone los medios, si hay lucha ascética, si recomienza siempre–se realizarán esos propósitos, a pesar de los obstáculos objetivos que se pueden encontrar a pesar de las flaquezas y de los errores y pecados, si los hubiera.

Bondad: Es una disposición estable de la voluntad que nos inclina a querer toda clase de bienes para otros, sin distinción alguna: amigos y enemigos, parientes o desconocidos, vecinos o lejanos. El alma se siente amada por Dios y esto le impide tener celos y envidias, y ve en los demás a hijos de Dios, a los que Él quiere, y por quienes ha muerto Jesucristo.

Benignidad: Es precisamente esa disposición del corazón que nos inclina a hacer el bien a los demás. Este fruto se manifiesta en multitud de obras de misericordia, corporales y espirituales, que los cristianos realizan en el mundo entero sin acepción de personas. En nuestra vida se manifiesta en los mil detalles de servicio que procuramos realizar con quienes nos relacionamos cada día. La benignidad nos impulsa a llevar paz y alegría por donde pasemos, y a tener una disposición constante hacia la indulgencia y la afabilidad.

Mansedumbre: Está íntimamente unida a la bondad y a la benignidad, y es como su acabamiento y perfección. Se opone a las estériles manifestaciones de ira, que en el fondo son signo de debilidad. La caridad no se aíra14, sino que se muestra en todo con suavidad y delicadeza y se apoya en una gran fortaleza de espíritu.

Fidelidad: Una persona fiel es la que cumple sus deberes, aun los más pequeños, y en quien los demás pueden depositar su confianza. Nada hay comparable a un amigo fiel –dice la Sagrada Escritura–; su precio es incalculable. Ser fieles es una forma de vivir la justicia y la caridad. La fidelidad constituye como el resumen de todos los frutos que se refieren a nuestras relaciones con el prójimo.

Modestia: Una persona modesta es aquella que sabe comportarse de modo equilibrado y justo en cada situación, y aprecia los talentos que posee sin exagerarlos ni empequeñecerlos, porque sabe que son un regalo de Dios para ponerlos al servicio de los demás. Este fruto del Espíritu Santo se refleja en el porte exterior de la persona, en su modo de hablar y de vestir, de tratar a la gente y de comportarse socialmente. La modestia es atrayente porque refleja la sencillez y el orden interior.

Continencia y Castidad: Como por instinto, el alma está extremadamente vigilante para evitar lo que pueda dañar la pureza interior y exterior, tan grata al Señor. Estos frutos, que embellecen la vida cristiana y disponen al alma para entender lo que a Dios se refiere, pueden recogerse aun en medio de grandes tentaciones, si se quita la ocasión y se lucha con decisión, sabiendo que nunca faltará la gracia del Señor.

sábado, 15 de octubre de 2022

Volvamos a Lepanto



Videomensaje monseñor Carlo Maria Viganò

Conferencia «Disrupting the Culture with Truth»

Virginia Beach Octubre de 2022


Es un gran placer para mí poder participar en esta conferencia organizada por Regan Long, Craig Hudgins y Christine Bacon. Ustedes conocen bien la admiración que profeso a los católicos de Estados Unidos y la confianza que albergo en el éxito de vuestro empeño en pro de un gran reavivamiento que devuelva la dignidad y la prosperidad a vuestro gran país: una nación a los pies de Dios. Gracias, pues, a los organizadores de la conferencia Disrupting the Culture with Truth, y a todos los que con su presencia contribuyen a esta importante iniciativa.

Hace cuatrocientos cincuenta y un años, el 7 de octubre de 1571, se libró en el Golfo de Patras un épico combate entre la flota de la Liga Santa y la otomana. Bajo el pendón pontificio tomaron parte la República de Venecia, el Imperio Español, los Estados Pontificios, la República de Génova, la Orden de Malta, el Ducado de Saboya, el Gran Ducado de Toscana, el Ducado de Urbino, la República de Lucca, el Ducado de Ferrara y el de Mantua, con un total de 40.000 marineros y remeros y 20.000 soldados de infantería. Francia, no obstante, se había aliado con los turcos, como ya había hecho en la batalla de Viena en 1683. Esta afrenta a la unidad de la Europa católica la hizo acreedora a los horrores de la Revolución Francesa y el Terror, y junto con éstos la caída de la monarquía capeta. La Liga Santa, capitaneada por Don Juan de Austria, obtuvo una victoria aplastante gracias a la cual Europa no cayó en manos de los mahometanos. San Pío V –el papa del Concilio de Trento, que codificó la Misa romana– proclamó a la Virgen Reina Santísima de las Victorias e instituyó la fiesta del Santo Rosario el 7 de octubre para honrar a quien había impetrado desde el Cielo la victoria de la armada cristiana.

Ustedes me preguntarán por qué hablo de la batalla de Lepanto. Pues porque creo que la crisis actual, tanto en el ámbito civil como en el eclesiástico, se pueden entender a la luz de cómo se comportaron los príncipes católicos en aquella coyuntura, y hasta qué punto es abismal la diferencia entre aquellos y los actuales dirigentes de las naciones y de la Iglesia. Diferencia que podemos hacer más diáfana con sólo aplicar la ideología actual a contexto de la Batalla de Lepanto con una representación imaginaria que me parece muy instructiva.

Imaginemos, queridos amigos, a un San Pío V embaucado por la mentalidad conciliar (me refiero, naturalmente, al Concilio Vaticano II) que condena la guerra a fin de contener a los turcos, y con un exiguo séquito de prelados va a Constantinopla –para entonces ya rebautizada como Estambul—al objeto de presidir un encuentro ecuménico de oración en la mezquita de Santa Sofía, que en su día fue la más espléndida y célebre basílica de la Cristiandad. Imaginémoslo vestido apenas con la sotana blanca y acompañado de secretarios vestidos con ropa normal de calle y prelados que ocultan su pectoral en el bolsillo. Vemos como se descalza para acceder a la mezquita ante la mirada de los dignatarios otomanos, o bien saludando al Sultán en el nombre del Dios misericordioso, y omitiendo deliberadamente toda alusión a la religión católica, a la divinidad de Jesucristo o a la misión salvífica de la Iglesia, pero mencionando al padre común Abrahán y deseando un feliz Ramadán, que está a punto de celebrarse.

Por si fuera poco, imaginemos al papa Ghislieri expresándose improvisadamente, elogiando un poco el Corán y bromeando o desacreditando al Dux de Venecia, el rey de España o los príncipes, duques, grandes duques, capitanes y otras importantes personalidades de la Liga Santa, y tildándolos de rígidos, integristas, rezarrosarios, neopelagianos, momias que deberían estar en museos y fundamentalistas. Imaginemos a dichos soberanos y mandatarios oyendo como San Pío V los exhorta a acoger a los mahometanos y mezclarse con ellos, construir mezquitas en territorios cristianos y no hacer una cuestión política de las matanzas y brutalidades a las que someten los turcos a los cristianos de Chipre y los que viven en la Sublime Puerta. Hagamos un esfuerzo más, e imaginemos cómo los príncipes de las naciones cristianas desembolsan caudales para la inclusión, de la que se benefician las instituciones eclesiásticas y asociaciones sin ánimo de lucro, así como los que se lucran llevando a Europa hordas de mahometanos a bordo de galeras y galeazas, rápidamente rescatadas del mar y alojadas a expensar de la Serenísima República o la Orden de Malta. Un esfuerzo más, e imaginemos a un almuédano que entona las suras del Corán sobre los mosaicos de la veneciana Basílica de San Marcos en presencia del Dux Alvise Mocenigo y los miembros del Consejo Superior, todo en nombre del diálogo y la fraternidad entre los creyentes en el único Dios y en la laicidad del Estado.

Y ahora les pregunto: ¿creen ustedes que San Pío V, los cardenales, obispos y demás prelados de aquel tiempo habrían sido capaces de llegar a tanto? ¿Acaso no se habrían sublevado hasta los católicos más tibios? ¿Creen que las autoridades civiles, los soberanos y los magistrados aceptarían que la Jerarquía apostatase de la Fe y faltase al mandamiento recibido del mismo Cristo, exponiendo con ello a sus súbditos y a toda la Cristiandad a la invasión mahometana y la desaparición de su propia identidad? Los propios islamistas habrían considerado semejante dejación de funciones un acto de sumisión, y no habrían vacilado en pasar a filo de espada a los cristianos, considerándolos traidores, cobardes y pusilánimes.

Hoy, cuatrocientos cincuenta y un años después, ésa es la realidad que tenemos a la vista. Una jerarquía apóstata sometida a la élite subversiva que gobierna el mundo y las naciones, una jerarquía que traiciona a Cristo y a los fieles. Una autoridad civil que no reconoce la realeza de Cristo, se niega a acatar los Mandamientos y exalta el vicio y el pecado poniéndolos como modelo a seguir mientras criminaliza o ridiculiza la virtud, la honradez o la rectitud. Una masa informa de siervos desprovistos de fe y de ideales que lo aceptan todo de sus autoridades religiosas y civiles, sin más interés que hacerse un selfie para compartir en Facebook oque contar algo en Instagram; sin trabajo, sin posesiones, sin casa, sin libertad, sin autonomía y sin futuro. Un montón de aduladores a sueldo para que divulguen noticias falsas y censuren la verdad que se saltan a la torera la deontología profesional y niegan lo evidente.

No tiene nada de sorprendente que en esta sociedad rebelada contra Dios y contra la razón el Estado y la Iglesia hayan quedado eclipsados por un estado y una iglesia en las sombras. No nos sorprendamos de las guerras, carestía, la miseria y la destrucción que la élite mundialista crea y consiente para mantener el poder y seguir enriqueciéndose desmesuradmente.

Nos sorprende más que se produzca una reacción, por desorganizada y minoritaria que sea; aunque este mundo no la merece, la Providencia salvará al mundo gracias a los buenos, los hijos de la Luz, cuantos acojan a Cristo y quieran que Él reine en sus corazones. Será esa minúscula grey, animada por los mismos ideales de Lepanto, la que se convierta en sal de la Tierra y en el fermento que levante la masa. Y será también una vez más la Santísima Virgen, la Nicopeaia, la portadora de victorias, quien garantice la victoria no sólo sobre la Media Luna, sino también sobre los conspiradores del Gran Reinicio, los despiadados perpetradores de la Agenda 2030, los usureros del FMI, el Foro Económico Mundial, la ONU, el Club Bilderberg, la Comisión Trilateral y la Masonería.

Empuñen el Rosario, como lo empuñaban nuestros padres, incitando a la compasión a Nuestra Señora y a su divino Hijo.

Tal es mi deseo para todos ustedes, las personas de buena voluntad y los patriotas de Estados Unidos, a quienes de todo corazón imparto mi más amplia bendición.

†Carlo Maria Viganò, arzobispo

7 de octubre de 2022

Festividad del Santo Rosario

451º aniversario de la victoria de Lepanto

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)