Una imagen vale más que mil palabras
Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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domingo, 5 de enero de 2014
sábado, 4 de enero de 2014
Entrevistas conflictivas y otros
1. La entrevista en exclusiva del jesuita, padre Antonio Spadaro, director de la Civitta Cattolica, que aparece publicada en la revista razón y fe del 17 de septiembre y en la página web del Vaticano del 29 de septiembre de 2013 y a la que ya he hecho referencia en artículos anteriores, aunque todavía incompletos
2. El artículo publicado por el ateo Eugenio Scalfari, fundador del periódico "La República", sobre una entrevista que le hizo al Papa el 24 de septiembre de 2013 y cuya versión original en italiano la publicó dicho periódico el 1 de Octubre de 2013. Esta entrevista fue colgada en la página web del Vaticano y quitada posteriormente el 15 de Noviembre de 2013. ¿Motivo? Que la conversación con el Papa no se había grabado y que sólo se reflejaba allí lo que Scalfari recordaba de ella. Bueno, en principio sería correcta esa explicación...
... si no hubiera sido colgada en la página web del Vaticano. Porque es de todo punto incomprensible que dicha entrevista no se hubiera revisado previamente, con una gran minuciosidad, dada la importancia de lo que se decía en ella. Y si se revisó, como es de suponer, y pese a todo se permitió su publicación, en buena lógica es porque reflejaba lo que el Papa había hablado con él. El mismo Papa fue quien permitió su publicación. Y es extraño que no la leyera primero. Para colmo tuvo que pasar, además, mes y medio, para que el Vaticano reaccionara y la quitara de su página web. Sinceramente, yo veo todo esto muy extraño: Primero se publica y luego se desmiente que sea verdad lo que se ha publicado. Mientras eso ocurre, todo el mundo ha tenido tiempo de leerla y de ver cómo piensa el Papa realmente. El asunto de si habla "ex cathedra" o no aquí es irrelevante, pues lo que ha dicho lo ha dicho. Y si no lo ha dicho, todo el mundo piensa que sí, puesto que ha sido publicado oficialmente. Nadie-salvo estudiosos- suele releer las noticias mes y medio más tarde para comprobar si esas noticias fueron o no verdad cuando se publicaron. Mi intención es analizar si no cada una de las frases que se dijeron en ella (y que no acabo de entender que hayan sido pronunciadas por el Papa) al menos algunas que pueden resultar particularmente escandalosas.
3. La exhortación apostólica Evangelii Gaudium, que tanto está dando de qué hablar, por muchas imprecisiones en los términos usados y porque contiene algunos puntos que no se entienden bien desde una perspectiva católica ortodoxa (aunque sí si se analizan a la luz de algunos puntos de algunos documentos del Concilio Vaticano II, como intentaremos ver, en futuros artículos). Ya me ha referido a algunos, bien con artículos propios o bien con artículos de personas mucho más cualificadas que yo para ello. Espero continuar haciéndolo.
4. Ahora la guinda la ha vuelto a poner el ateo Scalfari en un editorial de su periódico "La República" con fecha 29 de diciembre de 2013, en donde dice que Francisco ha abolido el pecado. Por supuesto, que enseguida dicha afirmación es desmentida por el sacerdote jesuita italiano Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede desde el 11 de Julio de 2006. Aduce que el Papa habla mucho sobre el pecado. Y que no puede haber misericordia si no hay primero pecado, lo que es muy cierto. Pero también es cierto que Scalfari llega a esa conclusión a partir de palabras pronunciadas por el Papa en la famosa entrevista que mantuvo con él. Véase el artículo de Fray Gerundio publicado en este mismo blog.
viernes, 3 de enero de 2014
El Islam (3 de 3)
2. "Los fundamentalismos de ambas
partes" (n.
250 y 253)
Por último, hay dos aspectos que querría criticar. El primero es
aquél en el que el Papa pone
juntos a todos los fundamentalismos. En el n. 250 se dice: “Una actitud de apertura en la
verdad y en el amor debe caracterizar el diálogo con los creyentes de las
religiones no cristianas, a pesar de los varios obstáculos y dificultades,
particularmente los fundamentalismos de ambas partes”.
El otro es la conclusión de la sección sobre la relación con el Islam
que termina con esta frase: "Frente
a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los
verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas
generalizaciones, porque el
verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda
violencia" (n. 253).
Personalmente, yo no pondría los dos fundamentalismos en el
mismo plano: los
fundamentalistas cristianos no llevan armas; el fundamentalismo islámico es
criticado ante todo y precisamente por los propios musulmanes, porque este
fundamentalismo armado busca reproducir el modelo mahometano. En su vida,
Mahoma libró más de 60 guerras; ahora bien, si
Mahoma es el modelo excelente (como
dice el Corán en 33:21), no
sorprende que algunos musulmanes usen su violencia a imitación del fundador del
Islam.
3. La violencia en el Corán y en la vida
de Mahoma (n. 253)
Por último, el Papa menciona la violencia en el Islam. En el
parágrafo 253 se lee: "el verdadero Islam y una adecuada
interpretación del Corán se oponen a toda violencia". Esta frase es bellísima, y expresa una actitud muy
benévola del Papa hacia el Islam. Pero me parece que ella expresa más un deseo que una
realidad. Que la mayoría de los musulmanes puede ser contraria a la
violencia también puede darse. Pero decir que "el verdadero Islam es
contrario a toda violencia" no me parece cierto: la violencia está en el Corán. Decir además que "una adecuada
interpretación del Corán se opone a toda violencia" tiene necesidad de
muchas explicaciones. Basta recordar los capítulos 2 y 9 del Corán.
Sin embargo, es
verdad cuanto el pontífice afirma sobre el hecho que el Islam tiene necesidad
de una "adecuada interpretación". Este camino ha sido recorrido
por algunos eruditos, pero no es lo suficientemente fuerte para contrastar la
que recorre la mayoría. Esta minoría de eruditos busca reinterpretar los textos
coránicos que hablan de la violencia, mostrando que ellos están ligados al
contexto de la Arabia de la época y estaban en el contexto de la visión
político-religiosa de Mahoma.
Si el Islam quiere permanecer hoy en esta visión ligada al tiempo
de Mahoma, entonces siempre habrá violencia. Pero si el Islam – hay un buen número de místicos que lo
han hecho – quiere encontrar una espiritualidad profunda, entonces la violencia
no es aceptable. El Islam se encuentra frente a una encrucijada: o la religión es
un camino hacia la política y hacia una sociedad políticamente organizada, o la
religión es una inspiración para vivir con más plenitud y amor. El que critica al Islam a propósito de la violencia no hace una
generalización injusta y odiosa: muestra las cuestiones presentes, vivas y
sangrantes en el mundo musulmán.
En Oriente se comprende muy bien que el terrorismo islámico está
motivado religiosamente, con citas, oraciones y fatwa por parte de imanes que
fomentan la violencia. El hecho es que en el Islam no hay una autoridad central
que corrija las manipulaciones. Esto hace que cada imán se crea un mufti, una
autoridad nacional que puede emitir juicios inspirados por el Corán, hasta
llegar a ordenar que se mate.
CONCLUSIÓN: UNA "ADECUADA
INTERPRETACIÓN DEL CORÁN"
Para concluir, el punto verdaderamente importante es el de la "adecuada interpretación". En el mundo musulmán, el debate más
fuerte – que es también el más prohibido – es precisamente el de la interpretación del libro sagrado.
Los musulmanes creen que el Corán salió de Mahoma, completo, en la forma que
conocemos. No existe el concepto de inspiración del texto sagrado, la cual da
espacio una interpretación del elemento humano presente en la palabra de Dios.
Tomemos un ejemplo. En tiempos de Mahoma, con tribus que vivían en
el desierto, el castigo para un ladrón era cortarle la mano. ¿Para qué servía?
¿Cuál era la finalidad de este castigo? No permitir que el ladrón siguiera
robando. Ahora debemos preguntarnos: ¿cómo podemos salvaguardar hoy esta
finalidad, es decir, que el ladrón no robe? ¿Podemos utilizar otros métodos en
lugar del corte de la mano? Hoy todas las religiones tienen este problema: cómo reinterpretar
el texto sagrado, el cual tiene un valor eterno, pero que se remonta a siglos o
a milenios.
Cuando encuentro a amigos musulmanes, saco a la luz el hecho que
hoy en día es necesario interrogarse sobre la "finalidad" (maqased)
que tenían las indicaciones del Corán. Los teólogos y los juristas musulmanes
dicen que se deben buscar las “finalidades de la Ley divina”. Esta expresión
corresponde a lo que el Evangelio llama “el espíritu” del texto, en oposición a
la “letra”. Es necesario buscar la intención del texto sagrado del Islam.
Varios eruditos musulmanes hablan de la importancia de descubrir “la
finalidad” de los textos coránicos para adecuar el texto del Corán al mundo
moderno. Me parece que esto está muy próximo a cuanto el Santo Padre
intenta sugerir al hablar de "una
adecuada interpretación del Corán".
El Islam (2 de 3)
4. El Corán se opone a todos los dogmas
cristianos fundamentales
La figura de Cristo como segunda persona de la Trinidad es
condenada. En el Corán
se dice en forma explícita a los cristianos: "Oh, gente de la Escritura,
no se excedan en su religión y digan de Dios nada más que la verdad. El Mesías
Jesús, hijo de María, no es más que un mensajero de Dios, una de sus palabras
que Él pone en María, un Espíritu [que proviene] de Él. Crean entonces en Dios
y en sus mensajeros. No digan ‘Tres’, ¡deténganse! Será mejor para ustedes. En
verdad Dios es un dios único. ¿Tendría un hijo? Gloria a Él (Corán 4:171). Los versículos contra la Trinidad son
muy claros y no tienen necesidad de tantas interpretaciones.
El Corán niega la divinidad de Cristo: "Oh, hijo de María, ¿eres tú quien
dijo a la gente: 'tomadme a mí y a mi madre como dos divinidades además de
Dios'?" (Corán 5:116). ¡Jesús lo niega!
Por último, en el Corán se niega la Redención. Directamente se afirma que Jesucristo no
murió en la cruz, sino que fue crucificado un doble: "No lo han matado, no lo han
crucificado, sino que les pareció" (Corán 4:157). De este modo Dios salvó
a Jesús de la malicia de los judíos. ¡Pero
entonces Cristo no ha salvado al mundo!
En síntesis, el Corán y los musulmanes niegan los dogmas esenciales
del cristianismo; la Trinidad, la Encarnación y la Redención. ¡Se debe agregar que éste es su derecho
más absoluto! Pero entonces no se puede decir que "los escritos sagrados del
Islam conservan parte de las enseñanzas cristianas". Se debe hablar simplemente del “Jesús coránico” que no tiene nada
que ver con el Jesús de los Evangelios.
El Corán cita a Jesús porque pretende completar la revelación de
Cristo para exaltar a Mahoma. En el resto, viendo cuánto Jesús y María hacen en
el Corán, nos damos cuenta que ellos no hacen más que aplicar las oraciones y
el ayuno según el Corán. María es ciertamente la figura más bella
entre todas las presentadas en el Corán: es la Madre Virgen, que ningún hombre
jamás ha tocado. Pero no puede
ser la Theotokos [es decir, la madre de Dios]; más bien es una buena musulmana.
LOS PUNTOS MÁS DELICADOS
1. Ética en el Islam y en el
cristianismo (252)
La última frase de este parágrafo de la "Evangelii
gaudium" dice, al hablar de los musulmanes: "También reconocen la
necesidad de responderle [a Dios] con un compromiso ético y con la misericordia
hacia los más pobres". Esto es verdad y la piedad hacia los pobres es una
exigencia del Islam.
Pero me parece que hay
una doble diferencia entre la ética cristiana y la musulmana.
La primera es que la ética musulmana no es siempre universal. Se trata a menudo de ayuda dentro de la
comunidad islámica, mientras que la obligación de ayuda, en la tradición
cristiana, es de por sí universal. Se nota, por ejemplo, cuando hay una
catástrofe natural en alguna región del mundo, que los países de tradición
cristiana ayudan sin considerar la religión de quien es ayudado, mientras que
los riquísimos países musulmanes (los de la Península Arábiga, por ejemplo) no
lo hacen en este caso.
La segunda es que el Islam liga ética y legalidad. El que no ayuna durante el mes de
Ramadán comete un delito y va a la cárcel (en muchos países). Si cumple el
ayuno previsto, desde el alba hasta la puesta del sol, es perfecto, aunque
luego de la puesta del sol come hasta el alba del día siguiente, más y mejor
que lo que come habitualmente: "se comen las cosas mejores y en
abundancia", como me decían algunos amigos egipcios musulmanes. Parece que
no hay otro significado en el ayuno si no es el de obedecer a la ley misma del
ayuno. El Ramadán se convierte en el período en
el que los musulmanes comen más, y comen las cosas más deliciosas. Al
día siguiente nadie trabaja, dado que por comer nadie ha dormido. Pero
desde el punto de vista formal todos han ayunado durante algunas horas. Es una
ética legalista: si usted hace esto, usted está en lo justo. Es una ética superficial.
Por el contrario, el ayuno cristiano es algo que tiene como fin
aproximarse íntimamente al sacrificio de Jesús, a la solidaridad con los pobres
y no es el momento en el que se recupera cuanto uno no ha comido.
Si alguno aplica la ley islámica, todo está en orden. El fiel no
pretende ir más allá de la ley. La justicia es requerida por la ley, pero no es
superada. Por eso, no está en el Corán la obligación del perdón. Por el
contrario, en el Evangelio Jesús pide perdonar de modo infinito (setenta veces
siete, cf. Mt 18, 21-22). En
el Corán la misericordia no llega jamás al amor.
Lo mismo vale para la poligamia: se puede tener hasta cuatro esposas. Si quiero tener una
quinta, basta repudiar a una de las que ya tengo, quizás la más vieja, y tomar
una esposa más joven. Al tener
siempre sólo cuatro esposas estoy en la legalidad perfecta.
Está también el efecto contrario, por ejemplo, para la homosexualidad: en
todas las religiones es un pecado. Pero para los musulmanes, es
también un delito que debería ser castigado con la muerte. En el
cristianismo es un pecado, pero no un crimen. El motivo es obvio: el Islam es
religión, cultura, sistema social y político; es una realidad integral. Es
claramente así en el Corán. Por el contrario, el Evangelio distingue claramente
la dimensión espiritual y ética de la dimensión socio-cultural y política.
Lo mismo vale para la
pureza, como lo explica en forma clara Cristo a los fariseos: "No es
lo que entra en la boca lo que contamina al hombre, sino que es lo que sale de
su boca lo que contamina al hombre" (Mt 15, 11).
El Islam (1 de 3)
En la exhortación apostólica "Evangelii gaudium" del 24 de septiembre del 2013, el Papa ha dedicado los dos siguientes parágrafos al diálogo con los
musulmanes :
«252. En esta época adquiere gran importancia la relación con los creyentes del Islam, hoy particularmente presentes en muchos países de tradición cristiana donde pueden celebrar libremente su culto y vivir integrados en la sociedad. Nunca hay que olvidar que ellos, «confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará a los hombres en el día final». Los escritos sagrados del Islam conservan parte de las enseñanzas cristianas; Jesucristo y María son objeto de profunda veneración, y es admirable ver cómo jóvenes y ancianos, mujeres y varones del Islam son capaces de dedicar tiempo diariamente a la oración y de participar fielmente de sus ritos religiosos. Al mismo tiempo, muchos de ellos tienen una profunda convicción de que la propia vida, en su totalidad, es de Dios y para Él. También reconocen la necesidad de responderle con un compromiso ético y con la misericordia hacia los más pobres.
253. Para sostener el diálogo con el Islam es indispensable la adecuada formación de los interlocutores, no sólo para que estén sólida y gozosamente radicados en su propia identidad, sino para que sean capaces de reconocer los valores de los demás, de comprender las inquietudes que subyacen a sus reclamos y de sacar a luz las convicciones comunes. Los cristianos deberíamos acoger con afecto y respeto a los inmigrantes del Islam que llegan a nuestros países, del mismo modo que esperamos y rogamos ser acogidos y respetados en los países de tradición islámica. ¡Ruego, imploro humildemente a esos países que den libertad a los cristianos para poder celebrar su culto y vivir su fe, teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales! Frente a episodios de fundamentalismo violento que nos inquietan, el afecto hacia los verdaderos creyentes del Islam debe llevarnos a evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia».
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El jesuita islamólogo Samir Khalil Samir el pasado 19 de diciembre de 2013 publicó en la importante agencia "Asia News" del Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras una amplia nota de comentarios a estos pasajes de la "Evangelii gaudium" dedicados al Islam
Aunque se trata de un comentario dividido en dos partes, de la primera parte
entresaco lo que dice el Papa acerca de que los
países musulmanes deben acoger a los cristianos: "¡Ruego,
imploro humildemente a esos países que den libertad a los cristianos para poder
celebrar su culto y vivir su fe, teniendo en cuenta la libertad que los
creyentes del Islam gozan en los países occidentales!" [lo que es completamente cierto]. En este artículo, sin embargo, me voy a fijar tan solo en la segunda parte del comentario del padre Samir, que se expone a continuación. Aparecen frases del Santo Padre, que luego son comentadas.
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PUNTOS DE LA "EVANGELII GAUDIUM" QUE REQUIEREN
ACLARACIÓN
por Samir Khalil Samir
1. Los musulmanes "adoran con
nosotros a un Dios único, misericordioso" (n. 252)
Tomaré con cautela esta frase. Es verdad que los musulmanes adoran
un Dios único y misericordioso. Pero esta
frase sugiere que las dos concepciones de Dios son iguales. Por el
contrario, en el cristianismo Dios es Trinidad en su esencia, pluralidad unida
en el amor. Es un poco más que la sola clemencia y misericordia. Tenemos dos concepciones bastante
diferentes de la unicidad divina. La musulmana caracteriza a Dios como
inaccesible. La visión cristiana de la unicidad trinitaria subraya que Dios es
Amor que se comunica: Padre-Hijo-Espíritu Santo, o bien Amante-Amado-Amor, como
sugería san Agustín.
Además, ¿qué significa también la misericordia del Dios islámico?
Que Él practica misericordia con quien quiere y no la practica con los que no
quiere. "Dios hace entrar en Su misericordia a quien Él quiere"
(Corán 48:25). Estas expresiones se encuentran en forma casi literal en el
Antiguo Testamento (Ex 33, 19). Pero no
se llega jamás a decir que “Dios es Amor” (1 Jn 4, 16), tal como se expresa san
Juan.
En el caso del Islam, la misericordia es la del rico que se
inclina hacia el pobre y le concede algo. Pero el Dios cristiano es Aquél que
desciende hacia el pobre para elevarlo a su nivel; no muestra su riqueza
para ser respetado (o temido) por el pobre: se dona a sí mismo para hacer vivir
al pobre.
2. "Los escritos sagrados del Islam
conservan parte de las enseñanzas cristianas" (n. 252) (Véase apdo 4)
Es verdad en un cierto sentido,
pero puede ser también ambiguo.
Es verdad que los musulmanes retoman palabras o hechos de los evangelios
canónicos, por ejemplo, el relato de la Anunciación se encuentra casi
literalmente en los capítulos 3 y 19. Pero más frecuentemente el Corán se
inspira en los relatos píos de los evangelios apócrifos, y no extraen el
sentido teológico que se encuentra en ellos y no dan a estos hechos o palabras
el sentido que tienen en realidad, no por malicia, sino porque no tienen la visión global del
mensaje cristiano.
3. "Jesucristo y María son objeto de profunda
veneración" (n.
252)
El Corán, según el Papa Francisco, se refiere a "Jesús y María como objeto de
profunda veneración (n. 252)". A decir verdad, Jesús no es objeto de veneración en
la tradición musulmana. Por el contrario, en el caso de María se puede
hablar de una veneración, en particular por parte de las mujeres musulmanas,
que van voluntariamente a los lugares de peregrinación mariana.
La ausencia de veneración para Jesucristo se explica probablemente
por el hecho que, en el Corán, Jesús es un gran profeta, famoso por sus
milagros a favor de la humanidad pobre y enferma, pero no es igual a Mahoma.
Sólo por parte de los místicos se puede notar una cierta devoción, ellos lo
llaman también "Espíritu de Dios".
miércoles, 1 de enero de 2014
Con relación a la Misa en latín (Motu propio Summorum Pontificum de Benedicto XVI)
[Contra lo que pudiera pensarse el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, NUNCA SE HA ABROGADO, como forma extraordinaria de la Liturgia de la Iglesia (ver art 1 de la carta apostólica que se transcribe a continuación). El Papa Pablo VI, aprobó en 1970 para la Iglesia latina los libros litúrgicos reformados, conforme a lo que se aprobó en el Concilio Vaticano II, para que el culto divino se renovase y se adaptase a las necesidades de nuestra época. No obstante, por razones de tipo pastoral, el Papa Juan Pablo II exhortó a los obispos a utilizar amplia y generosamente la facultad de usar el Misal Romano editado por el beato Juan XXIII en el año 1962 en favor de todos los fieles que lo solicitasen, como aparece en la Carta Apostólica «Ecclesia Dei», dada en forma de Motu Proprio en 1988. Finalmente, el Papa Benedicto XVI, escribe la siguiente carta apostólica en forma de motu propio "Summorum Pontificum", el 14 de septiembre de 2013. Dicha carta se transcribe aquí por completo, señalando con negrita (o en azul y rojo) aquellos puntos que considero de especial interés, dada la polémica generada en torno a los Franciscanos de la Inmaculada, a quienes se ha prohibido que celebren la misa en latín, de modo incomprensible, a mi entender]
CARTA
APOSTÓLICA
EN FORMA DE MOTU PROPRIO
EN FORMA DE MOTU PROPRIO
SUMMORUM PONTIFICUM
DEL SUMO
PONTÍFICE
BENEDICTO XVI
BENEDICTO XVI
Los sumos pontífices se han preocupado constantemente hasta
nuestros días de que la Iglesia de Cristo ofreciese a la Divina Majestad un
culto digno de «alabanza y gloria de su nombre» y «para el bien de toda su
Santa Iglesia».
Desde tiempo inmemorial, y también para el futuro, es necesario mantener el
principio según el cual, «cada Iglesia particular debe concordar con la Iglesia
Universal, no sólo en cuanto a la doctrina de la fe y los signos sacramentales
sino también en cuanto a los usos universales aceptados por la tradición
apostólica y continua. Éstos han de observarse no sólo para evitar errores,
sino también para transmitir la integridad de la fe y para que la ley de la
oración de la Iglesia se corresponda a su ley de la fe.[1]
Entre los pontífices que tuvieron esa preocupación resalta
el nombre de San Gregorio Magno, que hizo todo lo posible para que se
transmitiera a los nuevos pueblos de Europa tanto la fe católica como los
tesoros del culto y de la cultura acumulados por los romanos en los siglos
precedentes. Ordenó que fuera definida y conservada la forma de la Sagrada
Liturgia relativa tanto al Sacrificio de la Misa como al Oficio Divino, en el
modo en que se celebraba en la Urbe. Promovió con la máxima atención la
difusión de los monjes y monjas que, actuando según la regla de San Benito,
siempre junto al anuncio del Evangelio, ejemplificaron con su vida la saludable
máxima de la Regla: «Nada se anteponga a la obra de Dios» (cap. 43). De esa
forma, la Sagrada Liturgia, celebrada según el uso romano, no solamente
enriqueció la fe y la piedad, sino también la cultura de muchas poblaciones.
Consta efectivamente que la liturgia latina de la Iglesia en sus varias formas,
en todos los siglos de la era cristiana, ha impulsado en la vida espiritual a numerosos
santos y ha reforzado a tantos pueblos en la virtud de la religión y ha
fecundado su piedad.
Entre los libros litúrgicos del rito romano, resalta el
Misal Romano, que tuvo su desarrollo en la ciudad de Roma, y que, poco a poco,
con el transcurso de los siglos, tomó formas que tienen gran semejanza con las
vigentes en tiempos más recientes.
En tiempos recientes, el Concilio Vaticano II expresó el deseo de que la debida y respetuosa reverencia respecto al culto divino se renovase de nuevo y se adaptase a las necesidades de nuestra época. Movido por este deseo, nuestro predecesor, el Sumo Pontífice Pablo VI, aprobó en 1970 para la Iglesia latina los libros litúrgicos reformados, y en parte renovados. Éstos, traducidos a las diversas lenguas del mundo, fueron acogidos de buen grado por los obispos, sacerdotes y fieles. Juan Pablo II revisó la tercera edición típica del Misal Romano. Así, los Romanos Pontífices se han ocupado de que «esta especie de edificio litúrgico (...) apareciese nuevamente esplendoroso por dignidad y armonía». [4]
En algunas regiones, sin embargo, no pocos fieles adhirieron y siguen adhiriéndose con mucho amor y afecto a las anteriores formas litúrgicas, que habían impregnado su cultura y su espíritu de manera tan profunda, que el Sumo Pontífice Juan Pablo II, movido por la preocupación pastoral respecto a estos fieles, en el año 1984, con el indulto especial «Quattuor abhinc annos», emitido por la Congregación para el Culto Divino, concedió la facultad de usar el Misal Romano editado por el beato Juan XXIII en el año 1962; más tarde, en el año 1988, con la Carta Apostólica «Ecclesia Dei», dada en forma de Motu Proprio, Juan Pablo II exhortó a los obispos a utilizar amplia y generosamente esta facultad en favor de todos los fieles que lo solicitasen.
Después de la consideración por parte de nuestro predecesor
Juan Pablo II de las insistentes peticiones de estos fieles, tras haber
escuchado a los Padres Cardenales en el consistorio del 22 de marzo de 2006, y
haber reflexionado profundamente sobre cada uno de los aspectos de la cuestión,
invocando al Espíritu Santo y contando
con la ayuda de Dios, con la presente Carta Apostólica establecemos lo
siguiente:
Por eso es lícito
celebrar el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano
promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado, como forma extraordinaria de la Liturgia de
la Iglesia. Las condiciones para el uso de este misal establecidas en los
documentos anteriores «Quattuor abhinc annis»
y «Ecclesia Dei», se sustituirán como se
establece a continuación.
Art. 3.- Las comunidades de los Institutos de vida
consagrada y de las Sociedades de vida apostólica, tanto de derecho pontificio
como diocesano, que deseen celebrar la Santa Misa según la edición del Misal
Romano promulgado en 1962 en la celebración conventual o «comunitaria» en sus
oratorios propios, pueden hacerlo. Si
una sola comunidad o un entero Instituto o Sociedad quiere llevar a cabo dichas
celebraciones a menudo o habitualmente o permanentemente, la decisión compete a
los Superiores mayores según las normas del derecho y según las reglas y los
estatutos particulares.
Art.5. § 1. En las parroquias donde haya un grupo estable de
fieles adherentes a la precedente tradición litúrgica, el párroco acogerá DE BUEN GRADO su petición de celebrar la Santa Misa
según el rito del Misal Romano editado en 1962. Debe procurar que el bien
de estos fieles se armonice con la atención pastoral ordinaria de la parroquia,
bajo la guía del obispo como establece el can. 392, EVITANDO LA DISCORDIA y favoreciendo la unidad de toda la Iglesia.
§ 3. El párroco permita también a los fieles y sacerdotes
que lo soliciten la celebración en esta forma extraordinaria en circunstancias
particulares, como matrimonios, exequias o celebraciones ocasionales, como por
ejemplo las peregrinaciones.
§ 5. En las iglesias que no son parroquiales ni
conventuales, es competencia del Rector conceder la licencia más arriba
citada.
Art.7. Si un grupo de
fieles laicos, como los citados en el art. 5, § 1, no ha obtenido satisfacción
a sus peticiones por parte del párroco, informe al obispo diocesano. Se
invita vivamente al obispo a satisfacer su deseo. Si no puede proveer a esta
celebración, el asunto se remita a la Pontificia
Comisión «Ecclesia Dei».
Art. 9. § 1. El párroco, tras haber considerado todo
atentamente, puede conceder la licencia para usar el ritual precedente en la
administración de los sacramentos del Bautismo, del Matrimonio, de la
Penitencia y de la Unción de Enfermos, si lo requiere el bien de las almas.
§ 3. A
los clérigos constituidos «in sacris» es lícito usar el Breviario Romano
promulgado por el Beato Juan XXIII en 1962.
Art. 11. La Pontificia
Comisión «Ecclesia Dei», erigida por Juan Pablo II en 1988, sigue
ejerciendo su misión. [5]
Esta Comisión debe tener la forma, y cumplir las tareas y las normas que el
Romano Pontífice quiera atribuirle.
Art. 12. La misma Comisión, además de las facultades de las
que ya goza, ejercerá la autoridad de la Santa Sede vigilando sobre la
observancia y aplicación de estas disposiciones.
Dado en Roma, en San Pedro, el 7 de julio de 2007, tercer
año de mi Pontificado.
BENEDICTUS PP. XVI
[1] Ordenación General del Misal Romano, 3ª ed. 2002, n. 397.
[2] JUAN PABLO II, Carta. ap. Vicesimus
quintus annus, 4 dicembre 1988, 3: AAS 81 (1989), 899
[3] Ibíd.
[4] S. PÍO X, Carta. ap. en forma de Motu
proprio, Abhinc duos annos,
23 octubre 1913:AAS 5
(1913), 449-450; cf. JUAN PABLO II, Carta. ap. Vicesimus
quintus annus, 3: AAS81
(1989), 899.
[5] Cf. JUAN PABLO II, Lett.
ap. en forma de Motu proprio Ecclesia
Dei, 2 julio 1988, 6: AAS 80 (1988), 1498.
©
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martes, 31 de diciembre de 2013
Discurso de apertura del Concilio Vaticano II y comentarios (3 de 3)
Siempre la Iglesia se opuso a estos errores. Frecuentemente los
condenó con la mayor severidad. En
nuestro tiempo, sin embargo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de
la misericordia más que la de la severidad. Ella quiere venir al encuentro
de las necesidades actuales, mostrando
la validez de su doctrina más bien que renovando condenas. No es que falten doctrinas falaces,
opiniones y conceptos peligrosos, que precisa prevenir y disipar; pero se
hallan tan en evidente contradicción con la recta norma de la honestidad, y han
dado frutos tan perniciosos, que ya los hombres, aun por sí solos, están
propensos a condenarlos, singularmente aquellas
costumbres de vida que desprecian a Dios y a su ley, la excesiva confianza
en los progresos de la técnica, el bienestar fundado exclusivamente sobre las
comodidades de la vida.
[En mi opinión, el Papa no es aquí realista. Tal vez lo fuera en su
momento, cuando pronunció esas palabras, pero hoy en día esas costumbres de vida que
desprecian a Dios y a su ley no son condenadas; al contrario, se
consideran "normales": es el caso, por ejemplo, de la
homosexualidad y el aborto, entre otras. Jesús no condenó a la mujer adúltera
pero le dijo: "Vete y no peques más". (Jn 8,11). La misericordia debe
ir siempre acompañada de la verdad. El pecado no debe justificarse nunca,
aunque un pecador arrepentido siempre encontrará misericordia en
Dios, nuestro Padre ]
En tal estado de cosas, la Iglesia Católica, al elevar por medio de este Concilio Ecuménico la antorcha de la verdad religiosa, quiere mostrarse madre amable de todos, benigna, paciente, llena de misericordia y de bondad para los hijos separados de ella. Así como Pedro un día, al pobre que le pedía limosna, dice ahora ella al género humano oprimido por tantas dificultades: "No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo. En nombre de Jesús de Nazaret, levántate y anda" (Hch 3, 6).
[Mi pregunta es si realmente eso es lo que se le está dando al
mundo, porque ciertamente es lo que necesita]
La solicitud de la Iglesia en promover y defender la verdad se
deriva del hecho de que —según el designio de Dios que "quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento de la verdad" (1 Tim 2, 4)— no pueden los hombres, sin la ayuda
de toda la doctrina revelada, una completa y firme unidad de ánimos, a la que van unidas la verdadera paz y la eterna
salvación. Desgraciadamente, la familia humana todavía
no ha conseguido, en su plenitud, esta visible unidad en la verdad.
La Iglesia católica estima, por lo tanto, como un deber suyo el trabajar con toda actividad para que se realice el gran misterio de aquella unidad que con ardiente plegaria invocó Jesús al Padre celestial, estando inminente su sacrificio...y se alegra luego grandemente cuando ve que tal invocación aumenta su eficacia con saludables frutos, hasta entre quienes se hallan fuera de su seno.Y aún más; si se considera esta misma unidad, impetrada por Cristo para su Iglesia, parece como refulgir con un triple rayo de luz benéfica y celestial: la unidad de los católicos entre sí, que ha de conservarse ejemplarmente firmísima; la unidad de oraciones y ardientes deseos, con que los cristianos separados de esta Sede Apostólica aspiran a estar unidos con nosotros; y, finalmente, la unidad en la estima y respeto hacia la Iglesia católica por parte de quienes siguen religiones todavía no cristianas.
[En la plegaria de la oración sacerdotal cuando Jesús dijo:
"Que todos sean uno: como Tú, Padre, en Mí y Yo en Tí..." (Jn 17,21)
se refería a aquellos que iban a creer en Él por la palabra de sus discípulos
(Jn 17,20). "Sin fe es imposible agradar a Dios" (Heb 11,6). Lo que significa la
necesidad de la conversión. En ese sentido el ecumenismo, si se entiende como
una especie de "consenso" o "diálogo" entre religiones es
absurdo. Su único sentido es que "los que no creen vuelvan al redil de la
única Iglesia verdadera, que es la Iglesia Católica" El mismo nombre de
ecumenismo debería ser cambiado por el de catolicidad, pues puede dar lugar a
confusión, como si todas las religiones fuesen iguales y diera lo mismo estar
en una o en otra o en ninguna. Esto es antievangélico. De ahí la necesidad de
escoger bien los términos que se utilizan para no inducir a error o a confusión
al pueblo cristiano fiel a las enseñanzas de Cristo; que es justo lo que
estamos sufriendo hoy en día]
... En este punto, es
motivo de dolor el considerar que la mayor parte del género humano —a pesar de que los hombres todos
han sido redimidos por la Sangre de Cristo— no
participan aún de esa fuente de gracias divinas que se hallan en la Iglesia
católica.
[Aunque aquí se especifica con claridad el dolor por aquellos que no
se encuentran en el seno de la Iglesia Católica, sin embargo, aquellos que
desarrollaron el Concilio Vaticano II parece ser que no tuvieron estas palabras
muy en cuenta, por lo que se ve]
....
Conclusión
Ahora "nuestra voz se dirige a vosotros" (2 Cor 6,
11), Venerables Hermanos en el
Episcopado... vemos las dignísimas personalidades, aquí presentes, en
actitud de gran respeto y de cordial expectación, llegadas a Roma desde los
cinco continentes, representando a las Naciones del mundo...Cielo y tierra,
puede decirse, se unen en la celebración del Concilio ... para lograr que el
común trabajo corresponda a las actuales aspiraciones y necesidades de los
diversos pueblos.
...Todo esto pide de vosotros serenidad de ánimo, concordia fraternal, moderación en los proyectos, dignidad en las discusiones y prudencia en las deliberaciones....
...¡Oh Dios Omnipotente! En Ti ponemos toda vuestra confianza,
desconfiando de nuestras fuerzas. Mira benigno a estos Pastores de tu Iglesia
...¡Oh María, auxilio de los cristianos, auxilio de los obispos, ...junto con
tu esposo San José,..., intercede por todos nosotros ante Dios.
A Jesucristo, nuestro adorable Redentor, Rey inmortal de los
pueblos y de los siglos, sea el amor, el poder y la gloria por los siglos de
los siglos. Amén.
Comentado por José Martí
Discurso de apertura del Concilio Vaticano II y comentarios (2 de 3)
Objetivo principal del Concilio
El supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado
depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez
más eficaz. Doctrina, que comprende al hombre entero,
compuesto de alma y cuerpo; y que,
a nosotros, peregrinos sobre esta tierra, nos manda dirigirnos hacia la patria
celestial....Significa esto que todos
los hombres, considerados tanto individual como socialmente, tienen el deber de tender sin
tregua, durante toda su vida, a la consecución de los bienes celestiales; y el
de usar, llevados por ese fin, todos los bienes terrenales, sin que su empleo
sirva de perjuicio a la felicidad eterna.
[Hace honor a la verdad al hablar de que el hombre no tiene aquí
morada permanente, sino que espera la futura. Los bienes terrenales son buenos,
pero el objetivo es alcanzar la vida eterna; es decir, no quedarse en lo que es meramente
natural, sino dar un salto cualitativo hacia lo sobrenatural...¡hoy,
esta idea, que es fundamental, se está perdiendo!...¡Tenemos que
rezar mucho y con insistencia, pidiéndole al Señor que envíe obreros a su
mies! Más que nunca, estamos necesitados de buenos pastores, fieles a
Jesucristo y santos, con verdadera santidad]
...Mas para que tal doctrina alcance a las múltiples estructuras de la actividad humana, que atañen a los individuos, a las familias y a la vida social, ante todo es necesario que la Iglesia no se aparte del sacro patrimonio de la verdad, recibido de los padres; pero, al mismo tiempo, debe mirar a lo presente, a las nuevas condiciones y formas de vida introducidas en el mundo actual, que han abierto nuevos caminos para el apostolado católico.
[A mí, en particular, no me gusta hablar de nueva evangelización. Es
un término que puede confundir. Y ya hay bastante confusión en el mundo. No hay
una Iglesia nueva, es la misma Iglesia de siempre. Y camino sólo hay uno:
"Yo soy el camino" -decía Jesús (Jn 14,6). Hay que volver
a evangelizar, evangelizar de nuevo, pero no se trata de una nueva
evangelización, porque entonces estaríamos ante una nueva Iglesia, lo que cae
por su propia base.]
Modalidad actual en la difusión de la
doctrina sagrada
Después de esto, ya está claro lo que se espera del Concilio, en
todo cuanto a la doctrina se refiere. Es decir, el Concilio Ecuménico XXI ... quiere transmitir pura e íntegra, sin
atenuaciones ni deformaciones, la
doctrina que durante veinte siglos, a pesar de dificultades y de luchas, se ha convertido en patrimonio común de los hombres; patrimonio que,
si no ha sido recibido de buen grado por todos, constituye una riqueza abierta a todos los hombres de buena
voluntad.
[Así debe ser: el Concilio no ha sido ideado para cambiar la
Doctrina. Ésta debe ser transmitida íntegramente, sin supresiones o añadidos. En teoría, el Concilio surge para
adecuar el mensaje de siempre a los problemas actuales ... especificando con claridad que la
Doctrina de siempre no va a ser alterada. Pero, ¿es lo que se ha estado haciendo a lo largo de estos últimos 50 años?]
... La tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental
de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de
los Padres y Teólogos antiguos y modernos, que os es muy bien conocida y con la que estáis tan familiarizados. Para eso no era necesario un Concilio.
[La Doctrina, pues, está muy clara. El objetivo de este Concilio es
el de ayudar a la gente a ser mejor y acercarse a Jesús; es decir, es un
Concilio que nace como pastoral. Pero no hay definiciones dogmáticas de ningún
tipo, que puedan obligar a nadie, cosa que no ocurre en los concilios
anteriores, que eran dogmáticos. De modo que si se dijese algo que
"apareciese" como dogmático ante el pueblo cristiano, pero se
opusiera a lo que ya ha sido definido dogmáticamente como infalible en
concilios anteriores, tal afirmación "dogmática" de este Concilio o
de sus intérpretes carece de validez y no se está obligado en conciencia a
seguirla. Ningún Concilio puede anular lo que se ha definido dogmáticamente en un Concilio anterior. (Este tema puede ser objeto de otro post)]
Sin embargo, de la adhesión renovada, serena y tranquila, a todas las enseñanzas de la Iglesia, en su integridad y precisión, tal como resplandecen principalmente en las actas conciliares de Trento y del Vaticano I, el espíritu cristiano y católico del mundo entero espera que se dé un paso adelante hacia una penetración doctrinal y una formación de las conciencias que esté en correspondencia más perfecta con la fidelidad a la auténtica doctrina, estudiando ésta y exponiéndola a través de las formas de investigación y de las fórmulas literarias del pensamiento moderno.
[Se expresa aquí extraordinariamente bien el Papa cuando habla de actuar según la conciencia, pero una conciencia formada en conformidad con la auténtica
doctrina...¡No es eso precisamente lo que estamos oyendo últimamente desde
las más altas instancias del Vaticano!]
Una cosa es la substancia de la antigua doctrina, del "depositum fidei", y otra la manera de formular su expresión; y de ello ha de tenerse gran cuenta —con paciencia, si necesario fuese— ateniéndose a las normas y exigencias de un Magisterio de carácter predominantemente Pastoral
[Realmente es obra de la Providencia el hecho de que este Concilio
haya sido definido por el Papa Juan XXIII como un Concilio Pastoral y no
Dogmático]
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