BIENVENIDO A ESTE BLOG, QUIENQUIERA QUE SEAS



sábado, 26 de diciembre de 2020

El Año de San José: una gran oportunidad para la Iglesia (Roberto De Mattei)

 CORRESPONDENCIA ROMANA


La escena a la que asistimos a finales de 2020 es muy diferente de la que puso fin a 2019. Hace un año, la inexorable decadencia del pontificado de Francisco confirmaba los resultados del Sínodo Panamazónico, que no había conseguido satisfacer ninguna de las esperanzas de los progresistas, desde la abolición del celibato eclesiástico al sacerdocio femenino. En el terreno de la política internacional, la victoria de Donald Trump en las elecciones del año siguiente parecía asegurada sin la sombra de ningún tejemaneje electoral que pudiese ponerla en peligro. La resistencia contra las fuerzas revolucionarias que dominan el mundo se manifestaba de múltiples formas: desde los grandes actos pro vida a las manifestaciones anticomunistas de Hong Kong y despliegues católicos de Acies Ordinata. Las organizaciones más vinculadas a la Tradición estaban a la ofensiva con una sustancial unidad de propósitos.

A un año de distancia, la escena no es la misma. El aspecto más preocupante del panorama que tenemos a la vista no es la pandemia de covid ni el Gran Reinicio del que tanto se habla, ni siquiera la inesperada derrota del presidente Trump, sino la falta de unidad que se observa entre los defensores de la Iglesia y del orden natural cristiano. Los aspectos en que se manifiesta esa desunión no son de índole teórica, sino práctica, y son consecuencia del coronavirus. El acalorado debate sobre la existencia de una conspiración sanitaria o sobre la licitud de vacunarse afectan de hecho la vida cotidiana y suscitan por tanto entre los católicos sentimientos de emoción, rabia y depresión. Nos sentimos oscuramente amenazados y se propaga un ambiente de sorda rebelión contra todo y contra todos.

Inquieto y agitado, el mundo atribuye cuanto sucede a los gobiernos o a las fuerzas ocultas sin remitirse a las causas últimas, que son los pecados de los hombres. Los castigos divinos no son reconocidos como tales, y la Gracia divina no entra donde hay agitación y actividad febril. La Gracia exige calma, reflexión y orden, de los cuales es modelo la Sagrada Familia. Por eso, nada mejor en estos días de Adviento que alzar la mirada a San José, que en el frío y la oscuridad de un tortuoso camino llevó con prudencia y ánimo a Belén a la Sagrada Familia que le había sido confiada.

Cuenta San Lucas que en aquellos días se proclamó un edicto del emperador «ut describeretur universus orbis», a fin de que se describiese el mundo entero por medio de un censo, para el cual «todos iban a hacerse empadronar, cada uno a su ciudad» (Lc. 2,3). Y como José era «de la ciudad de Nazaret, [subió] a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén» (Lc.2,4). El censo ordenado por Augusto obedecía a la soberbia de un emperador que ambicionaba dominar el mundo. Muchos judíos acariciaban la idea de una rebelión estéril e ineficaz. Como recuerda el P. Faber, miraban en todas direcciones en vez de orientarse hacia el Portal de Belén; y cuando nació el Mesías, se convirtió en piedra de tropiezo para ellos (Betlemme, tr. it., SEI, Turín 1949, p. 143).

La Santísima Virgen María y San José no se rebelaron. Por el contrario, como señala el venerable Luis de la Puente, se declararon vasallos de Augusto y quisieron pagarle el tributo apropiado para confundir con su ejemplo la soberbia y la codicia del mundo (Meditazioni, tr. it., Giacinto Marietti, Turín 1835, vol. II, p, 145). Dios quiere de hecho que obedezcamos a quienes gobiernan aunque lo hagan con mala intención, en tanto que lo que nos pidan no sea en sí ilícito y contrario a la Ley divina.

En varias lenguas, la palabra autoridad deriva del latín augere, crecer. San José significa filius accrescens (Génesis 49,22), el que aumenta, encarna el principio de autoridad, entendida ésta ante todo como servicio en provecho del prójimo. Era el padre putativo del Dios-hombre y el castísimo esposo de la Madre de Dios, pero ejercía su autoridad sobre Jesús y María, y Ellos le obedecían. Y nadie como él obedeció los decretos divinos emprendiendo el camino a Belén.

El 8 de diciembre de 1870, mediante el decreto Quemadmodum Deus, el beato Pío IX declaró a San José patrono de la Iglesia católica. Este decreto dio expresión canónica a la verdad según la cual San José vela por la Iglesia del mismo que durante su vida protegió con su autoridad a la Sagrada Familia.

Con ocasión del sesquicentenario del decreto de Pío Nono, el papa Francisco ha proclamado el Año de San José, a celebrar desde el 8 de diciembre este año y la misma fecha del año entrante. En esta ocasión, la Penitenciaría Apostólica, tribunal supremo de la Iglesia, ha concedido a los fieles el obsequio extraordinario de unas indulgencias especiales. Es más, por un decreto del cardenal Mauro Piacenza, penitenciario mayor de la Iglesia, promulgado en conformidad con la voluntad del papa Francisco, la Penitenciaría Apostólica concede «indulgencia plenaria en las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión eucarística y oración según las intenciones del Santo Padre) a los fieles que, con espíritu desprendido de cualquier pecado, participen en el Año de San José en las ocasiones y en el modo indicado por esta Penitenciaría Apostólica».

Los modos indicados para lucrar la indulgencia plenaria son muy variados. Entre otros, el rezo del Santo Rosario en familia, el rezo de las Letanías a San José o cualquier otra oración legítimamente aprobada en honor de San José, como la oración A ti, bienaventurado San José, sobre todo en las fechas del 19 de marzo y el 1º de mayo, en la festividad de la Sagrada Familia, el 19 de cada mes y todos los miércoles, día dedicado a la conmemoración del Santo.

Pocos han entendido la importancia de este decreto de la Sagrada Penitenciaría. Sabemos ciertamente que la indulgencia consiste en la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya remitidos en cuanto a la culpa, y que el fiel adquiere por intervención de la Iglesia, que tiene autoridad para dispensar el tesoro de las satisfacciones hechas por Cristo y por los santos. La Iglesia no es una realidad invisible, sino una sociedad jurídicamente perfecta y provista de todos los medios para actuar con miras al cumplimiento de su misión. Se puede criticar, incluso severamente, al papa Francisco, pero en tanto que está considerado el Vicario legítimo de Cristo, sus actos jurídicos son válidos siempre y cuando no contravengan la Tradición de la Iglesia, y las indulgencias que como pontífice tiene derecho a otorgar en virtud de las llaves concedidas a San Pedro y a sus sucesores no la contravienen. «A ti te daré las llaves del reino de los cielos: lo que atares sobre la tierra, estará atado en los cielos, lo que desatares sobre la tierra, estará desatado en los cielos» (Mt.16,19).

Quien niega la validez de estas indulgencias acepta, al menos de facto, la tesis de que Francisco es un papa falso o ilegítimo, jefe de una iglesia distinta a la católica. Y quien, aun considerándolo papa, no hace caso de este acto jurídico o minimiza su importancia, se hace responsable de la falta de aumento de gracia y gloria en muchas almas y de que no se liberen otras almas que están en el Purgatorio. De hecho, cualquier fiel puede lucrar para sí mismo las indulgencias, ya sean parciales o plenarias, o aplicarlas en sufragio por los difuntos, ya que es necesaria una disposición del ánimo que excluya todo afecto al pecado así sea venial. Eso sí, toda indulgencia, aunque sea parcial, supone un gran regalo de la Iglesia, precisamente porque borra total o parcialmente las penas correspondientes a las culpas, ya sea en la Tierra como en el Purgatorio.

No podemos juzgar las intenciones del papa Francisco, pero debemos reconocer que con su decreto brinda una ayuda valiosísima a los fieles católicos que necesitan de un auxilio especial de la Gracia en los tiempos convulsos en que vivimos. Después de la Bienaventurada Virgen María, ninguna criatura ha tenido la fe de San José ni ha sido más lógica y reflexiva que él. En el año a él dedicado, rogamos al santo patriarca que nos conceda el sentido de la fe y el uso de razón necesario para orientarnos y no extraviarnos en el camino a la cueva divina de Belén.

Roberto De Mattei

¿De qué están hechas las vacunas contra el Covid-19?¿todas se pueden usar?

 QUE NO TE LA CUENTEN



En una conversación con la Dra. Pilar Calva, médica cirujana, genetista y discípula del gran Jerome Lejeune, conversamos acerca de este tema para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE


La Dra. Pilar Calva es médica cirujana con especialidad en genética humana y en citogenética. Trabajó en París bajo las órdenes del Profesor Jerôme Lejeune. 

Tiene una Maestría en Bioética y es profesora de diversas universidades e instituciones. 

Ha participado en foros a nivel internacional en la ONU y ha comparecido ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación mexicana para la lucha contra el aborto. 

Ha sido miembro de la Academia Pontificia para la Vida (2003 a 2012), del Consejo de Bioética del Episcopado Mexicano y del CELAM, de la Asociación Panamericana de Bioética, Academia Mexicana de Bioética y del Observatorio Regional para la Mujer de América Latina.

Duración del video 42:51 minutos



Ver los siguientes links SERIOS recomendados por la DRA MARIA PILAR CALVA:





Viganò: No se podrá evitar la apostasía de la cúpula de la Iglesia



Monseñor Viganò habla con la Dra. Maike Hicson sobre el altar pontificio vacío.

Omnes dii gentium demonia.

Salmo 95,5

Excelencia, en un artículo reciente señaló que el altar pontificio de la basílica vaticana no se ha vuelto a utilizar desde que se profanó con la ofrenda del ídolo de la Pachamama. En aquel momento, en presencia de Bergoglio y de su corte pontificia, se cometió un gravísimo sacrilegio. ¿Qué opina de ello?

La profanación de la basílica del Vaticano durante la ceremonia de clausura del Sínodo para la Amazonía contaminó el Altar de la Confesión desde el momento en que se colocó sobre la mesa una vasija dedicada al culto infernal de la Pachamama. A mí me parece que ésa y otras profanaciones cometidas en iglesias y altares evocan en cierta forma actos por el estilo que se han dado con anterioridad y nos permiten entender su verdadera naturaleza.

¿A qué se refiere?

Me refiero a ocasiones en que se ha soltado a Satanás contra la Iglesia de Cristo, desde las persecuciones de los primeros cristianos hasta la guerra de Cosroes de Persia contra Bizancio; desde la furia iconoclasta de los mahometanos hasta el Saco de Roma por parte de los lansquenetes alemanes; más tarde vino la Revolución Francesa, luego el anticlericalismo del siglo XIX, el comunismo ateo, la Guerra Cristera de México y la Cruzada de Liberación española; después, los horrendos crímenes de los partisanos comunistas durante la Segunda Guerra Mundial y sus posguerra, y las diversas formas de cristianofobia que observamos hoy en día por todo el mundo. Siempre, sin excepción, la Revolución en todas sus formas confirma su esencia luciferina permitiendo que se manifieste la bíblica enemistad entre el linaje de la Serpiente y el de la Mujer, entre los hijos de Satanás y los de la Santísima Virgen. No tiene otra explicación esta ferocidad contra la Santísima Madre y sus hijos.

Pienso concretamente en la entronización de la Diosa Razón que tuvo lugar el 10 de noviembre de 1793 en la parisina catedral de Notre Dame, durante el apogeo del Terror. También en aquella ocasión el odio infernal de los revolucionarios quiso sustituir el culto a la Madre de Dios por el culto a una prostituta, erigida en símbolo de la religión masónica, la llevaron a hombros en una silla gestatoria y colocada en el santuario. Esto tiene muchas analogías con la Pachamama, y denotan la mentalidad infernal que lo ha inspirado.

No olvidemos que el 10 de agosto de 1793, escasos meses antes de la profanación de Notre Dame, la estatua de la diosa Razón se había erigido en la plaza de la Bastilla con los rasgos de la diosa egipcia Isis. No deja de ser significativo que esta alusión a los cultos egipcios la encontremos también en el horripilante nacimiento que en este momento se alza en la Plaza de San Pedro. Pero está claro que las semejanzas que encontramos en estas cosas que están pasando vienen acompañadas de algo totalmente nuevo.

¿Nos podría explicar en qué consiste ese nuevo elemento?

Me refiero a que mientras que hasta el Concilio –o, para ser menos duros, hasta este pontificado–, las profanaciones y sacrilegios los realizaban enemigos externos de la Iglesia. Desde entonces los escándalos han llegado a los más altos niveles de la Jerarquía, eso sin hablar del culpable silencio de los obispos y el escándalo de los fieles. La Iglesia bergogliana da una imagen cada vez más desconcertante, en la que la negación de las verdades católicas viene acompañada de la afirmación explícita de una ideología intrínsecamente anticatólica y anticristiana en la que el culto idolátrico de deidades paganas –o sea de demonios– ha salido a la luz, y se promueve con actos sacrílegos y profanaciones de objetos sagrados. Colocar una vasija inmunda en el Altar de la Confesión de San Pedro es un gesto litúrgico con un valor concreto y una finalidad que va más allá de lo simbólico. La presencia de un ídolo de la madre tierra es una clara ofensa a Dios y a la Santísima Virgen, una señal palpable que en cierto sentido explica las muchas afirmaciones irreverentes de Bergoglio con relación a nuestra santísima Madre.

No es de extrañar por tanto que quienes se proponen derribar la Iglesia de Cristo y el Papado de Roma lo hagan desde el solio supremo, como dijo la profecía de la Virgen de la Salette: «Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo». Yo diría que hoy en día ya no se puede hablar de una simple pérdida de la fe, sino que debemos tomar nota del próximo paso, que se expresará en una auténtica apostasía, del mismo modo que la reforma litúrgica va evolucionando hacia una forma de paganismo que incluye la profanación sistemática del Santísimo Sacramento. Sobre todo con la imposición de la Comunión en la mano so pretexto del covid, así como en una cada vez más evidente aversión a la antigua liturgia.

En esencia, muchas formas de prudencia inicial ocultando las verdaderas intenciones de los novadores, poniendo cada vez más al descubierto la verdadera naturaleza de la obra que realizan los enemigos de Dios. Ya no hace falta el pretexto de la oración en común por la paz que legitimó la matanza de gallinas y otras escandalosas abominaciones en Asís, y ya hay quien teoriza que la hermandad entre los hombres puede prescindir de Dios y de la misión salvífica de la Iglesia.

¿Qué piensa de los sucesos que se han dado a partir de octubre de 2019? En particular, de que Bergoglio haya abandonado el título de Vicario de Cristo, así como de que haya dejado de celebrar la Misa en el altar pontificio y de la suspensión de la celebración de misas públicas en Santa Marta.

El principio filosófico agere sequitur esse, el modo de obrar sigue al de ser, nos enseña que todo actúa en conformidad con lo que es. Quien renuncia a ser llamado Vicario de Cristo da la impresión de entender que el título no le corresponde, o incluso de que desprecia la posibilidad de ser el vicario de Aquel que Bergoglio demuestra con sus palabras y sus actos que no quiere reconocer y adorar como a Dios. O, expresado más sencillamente, que no le parece que su misión como máxima autoridad de la Iglesia tenga que coincidir con el concepto católico de pontificado, sino con una versión supuesta actualizada y desmitologizada. Al mismo tiempo, como no cree ser el Vicario de Cristo, Bergoglio puede eximirse de actuar como tal, adulterando como si nada el Magisterio y escandalizando a todo el pueblo cristiano. Celebrar in pontificatibus en el altar erigido sobre la tumba del apóstol San Pedro invisibilizaría al argentino, eclipsaría sus excentricidades y su perpetua expresión de disgusto que no consigue ocultar cada vez que celebra como Papa. Al contrario, le resulta mucho más fácil destacar en la Plaza de San Pedro en pleno confinamiento, atrayendo hacia sí la atención de los fieles, que de lo contrario pondrían en Dios.

¿Reconoce entonces el valor simbólico de los actos del papa Francisco?

Los símbolos tienen un valor preciso: el nombre que eligió, la decisión de vivir en Santa Marta, el abandono de insignias y vestiduras propias del Romano Pontífice, como la muceta roja, el roquete y la estola, o el escudo de armas pontificio en el fajín. La obsesión por todo lo profano es simbólica, como lo es también la intolerancia hacia todo lo que evoque un sentido católico. Y quizá sea también simbólico el gesto con que en la epiclesis, durante la Consagración, Bergoglio cubra siempre el cáliz con las manos, como si quisiera impedir el derramamiento del Espíritu Santo.

Del mismo modo, así como cuando uno se arrodilla ante el Santísimo Sacramento da testimonio de fe en la Presencia Real y realiza un acto de latría o adoración a Dios, al no arrodillarse ante el Santísimo, Bergoglio proclama públicamente que no quiere humillarse ante Dios. Eso sí, no tiene problema para postrarse a cuatro patas ante inmigrantes o ante funcionarios de repúblicas africanas. Y al postrarse ante la Pachamama, algunos frailes, monjas, curas y seglares realizaron un acto de auténtica idolatría, honrando a un ídolo y rindiendo culto a un demonio. Símbolos, signos y gestos rituales son los instrumentos por los que la iglesia bergogliana se manifiesta sin tapujos.

Todos esos ritos de la neoiglesia, esas ceremonias más o menos indicadas, esos elementos tomados de liturgias profanas, no son casuales ni mucho menos. Constituyen uno de los cambios de la ventana de Overton que Bergoglio ya ha teorizado en sus intervenciones y en los actos de su magisterio. Por otra parte, los hechiceros que trazaron el signo de Shiva en la frente de Juan Pablo II y el buda que se adoró en el tabernáculo de Asís se pueden entender en plena coherencia con los horrores que estamos presenciando. Exactamente igual que, en el ámbito social, antes de considerar aceptable el aborto en el noveno mes de gestación éste tuvo que ser legalizado en casos más limitados, y que antes de legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo se prefirió prudentemente dejar que la gente creyese que la protección legal de la sodomía no terminaría por poner en tela de juicio la institución del matrimonio natural entre un hombre y una mujer.

¿Cree Vuestra Excelencia que estas cosas irán a más?

Si el Señor, Sumo y Eterno Sacerdote, no se digna poner fin a esta perversión generalizada de la Jerarquía, la Iglesia Católica quedará cada vez más opacada por la secta que se le está superponiendo abusivamente. Confiamos en las promesas de Cristo y en la asistencia especial del Espíritu Santo , pero no olvidemos que la apostasía de la cúpula de la Iglesia forma parte de los acontecimientos escatológicos y no se podrá evitar.

Considero que las premisas que hemos visto hasta ahora, y que se remontan en buena parte al Concilio, conducirán inexorablemente de un modo cada vez más explícito a una profesión de apostasía por parte de la cúpula de la iglesia bergogliana. El Enemigo exige fidelidad a sus siervos, y si al principio, parece contentarse con un ídolo de madera adorado en los jardines vaticanos o de una oblación de tierra y plantas sobre el Altar de San Pedro, dentro de poco exigirá un culto público y oficial que reemplace al Sacrificio Perpetuo. En ese caso se cumplirá lo que profetizó Daniel de la abominación desoladora en el lugar santo. Me llama la atención la expresión precisa que emplea la Sagrada Escritura: «Cum videritis abominationem desolationis stantem in loco sancto» [cuando veáis la abominación desoladora en el lugar santo] (Mt.24,15). Está escrito con toda claridad que esta abominación estará en una descarada y arrogante imposición en el lugar más ajeno e impropio para ella. Será una vergüenza, un escándalo, algo sin precedentes, y no hay palabras para calificar y condenarla.

¿Qué nos espera si todo sigue así?

A mi modo de ver, estamos presenciando el ensayo general previo a la instauración del reino del Anticristo, que será precedido por la predicación del Falso Profeta, precursor de aquél que desencadenará la persecución final de la Iglesia antes de la victoria aplastante y definitiva de Nuestro Señor.

El vacío simbólico del altar pontifico es algo más que una advertencia para quienes fingen no ver los escándalos de este pontificado. En cierta forma, Bergoglio se está valiendo de ello para que nos acostumbremos a tomar nota de la mutación sustancial del papado y de la propia Iglesia. También lo es para que veamos en él algo más que el último en el largo linaje de romanos pontífices a los que Cristo mandó apacentar sus ovejas y sus corderos: el primer jefe de una organización filantrópica multinacional que ha usurpado el nombre de Iglesia Católica sólo porque le permite disfrutar de un prestigio y autoridad sin igual, incluso en tiempos de crisis religiosa.

La paradoja es patente: Bergoglio sabe que sólo puede destruir a todos los efectos la Iglesia Católica si se lo reconoce como Papa, pero al mismo tiempo no puede ejercer el pontificado en sentido estricto, ya que ello exigiría que hablase y se comportase como el Vicario de Cristo y Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, y se manifestara como tal. Es la misma paradoja que observamos en los ámbitos civil y político, en los que quienes han sido constituidos como autoridades para gobernar los asuntos públicos y promover el bien común son al mismo tiempo emisarios de la élite con la misión de destruir su país y vulnerar los derechos de los ciudadanos. Por detrás del estado profundo y la iglesia profunda siempre hay un mismo instigador: Satanás.

¿Qué pueden hacer los laicos y el clero para prevenir está carrera desenfrenada hacia el precipicio?

La Iglesia no es propiedad del Papa, ni tampoco de una camarilla de herejes y fornicarios que ha conseguido acceder al poder mediante engaños y fraudes. Por eso, debemos unir nuestra fe sobrenatural en que Dios obra constantemente en medio de su pueblo a una labor de resistencia, como aconsejan los Padres de la Iglesia. Los católicos tienen el deber de enfrentarse a la infidelidad de sus pastores, porque el objeto de la obediencia que les deben es la gloria de Dios y la salvación de las almas. Por consiguiente, denunciamos todo lo que suponga traición a la misión de los pastores, mientras imploramos al Señor que abrevie estos tiempos de prueba. Y si algún día Bergoglio nos dijera que para estar en comunión con él tenemos que hacer algo que ofenda a Dios, tendremos más confirmación de que es un impostor y de que, como tal, carece de autoridad.

Oremos, pues. Recemos mucho y con fervor, conscientes de las palabras del Salvador y de su victoria final. No se nos juzgará por los escándalos de Bergoglio y sus secuaces, sino por nuestra fidelidad a las enseñanzas de Cristo; fidelidad que comienza por vivir en gracia de Dios, recibiendo con frecuencia los sacramentos y ofreciendo sacrificios y penitencias por la salvación de los ministros de Dios.

¿Cuál es su petición para esta Navidad?

Me gustaría que estos tiempos difíciles nos permitan ver que donde no reina Cristo se instaura irremediablemente la tiranía de Satanás. Donde no impera la Gracia, se imponen el pecado y el vicio. Donde no se ama la verdad, la gente termina por abrazar el error y la herejía. Si hasta ahora muchas almas tibias no han sabido volverse a Dios, reconociendo que su vida sólo puede hallar plena y perfecta realización en él, quizás puedan entender ahora que la vida sin Dios se convierte en un infierno.

Como los pastores se postraron adorantes a los pies del Niño Rey, acostado en un pesebre pero significativamente arropado en unas telas que antiguamente eran prerrogativa de reyes, también nosotros debemos congregarnos en oración en torno al altar, aunque sea en un desván o en sótano para escapar a la persecución o burlar la prohibición de reuniones. Porque aun en la pobreza de una capilla clandestina o una iglesia abandonada el Señor desciende sobre el altar para sacrificarse místicamente en aras de nuestra salvación.

Roguemos porque un día veamos a un pontífice que vuelva a celebrar el Santo Sacrifico sobre el Altar de la Confesión de San Pedro según el rito que enseñó Nuestro Señor a los Apóstoles y que se ha transmitido íntegro a lo largo de los siglos. Será la señal de que se han restaurado el papado y la Iglesia de Cristo.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

viernes, 25 de diciembre de 2020

Pío XII y la Navidad de 1943



La de 1943 fue una de las Navidades más duras de la guerra en la Roma ocupada por los nazis. Había toque de queda, y las misas de Navidad fueron suprimidas. Pío XII celebró una Misa solemne en la tarde del 24 en San Pedro.

Aquel día el Papa pronunció un discurso ante el Sagrado Colegio y la Prelatura Romana, cuyos pasajes principales reproducimos a continuación.

Pío XII principió recordando una expresión entrañable para los cristianos: Un solo corazón una sola alma. «Este cor unum et anima una que congregaba a los primeros seguidores de Cristo fue la fogosa arma espiritual de la pequeña grey de la Iglesia primitiva, que sin medios terrenales, por medio de la palabra, el amor abnegado y el sacrificio de la propia vida, emprendió y culminó su acción victoriosa frente a un mundo hostil. Contra la capacidad de resistencia, el ardor y el menosprecio de los padecimientos y de la muerte de tal corazón y tal alma no valieron las artimañas y los ataques de los poderes adversos que combatían su existencia, doctrina, propagación y consolidación, y quedaron en nada.

»De ese modo, del corazón y el alma de todos los creyentes se iba formando algo así como un mismo corazón y una misma alma, que la propagación de la Fe a lo largo de los tiempos extendió y sigue extendiendo por tantas regiones y pueblos. Y un nudo tan hermoso de corazones y almas por todas las tierras y países llega hasta Nos y se renueva en el momento presente de las aflicciones e invocaciones comunes y de los anhelos y esperanzas comunes, merced del divino Espíritu santificador y dador de vida que forma y preserva la Esposa de Cristo, siempre la misma en su unidad y universalidad, incluso en medio de las convulsiones que trastornan a las naciones».

Seguidamente, el Papa describe la guerra y sus duras consecuencias:

«A lo largo de este último año se ha ido aproximando más cada vez la vorágine de la guerra a la Ciudad Eterna, y numerosos miembros de nuestra diócesis han soportado duros padecimientos. Muchos de los más pobres han visto su hogar destruido en incursiones aéreas. Un santuario muy popular en la Roma cristiana fue alcanzado y sufrió heridas difícilmente sanables».

La ruina, añade el Papa, no es sólo material, sino también económica: «Si la interrupción y la parálisis de la producción normal de lo necesario para la vida hubieran de proseguir al ritmo actual, es de temer que a pesar de la solicitud de las autoridades competentes, dentro de no mucho tiempo el pueblo de Roma y de buena parte de Italia se encuentre en una situación de pobreza como tal vez no recuerde memoria humana que haya tenido lugar en este país ya tan sometido a pruebas».

Con todo, Pío XII hace un llamamiento a la serenidad espiritual y moral: «Instamos a todos, y en particular a los habitantes de la Urbe, a que mantengan la calma y la moderación y se abstengan de todo acto precipitado, que no haría otra cosa que acarrear calamidades mayores».

Sobre todo, afirma el Papa, no hay que desanimarse ante las dificultades.

«En medio de tales agitaciones es fácil entender hasta qué punto es conveniente que cada uno mantenga la confianza y el valor en la práctica moral de la vida mientras no pocos cristianos, entre ellos los que están al servicio de la Iglesia y del santuario, se dejan desanimar por estos tiempos tan lamentables, por la amargura de las privaciones y de los esfuerzos perdidos y por la cadena de desilusiones que los oprime y se abate sobre ellos; hasta tal punto que no se libran del peligro de desanimarse y perder la frescura y agilidad de espíritu, la fuerza de voluntad, la serenidad y la alegría de atreverse y llevar a término cuanto se emprende, sin lo cual no es posible un apostolado fecundo.

En la adversidad de los tiempos que vivían, tiempos de guerra y de miseria, el Sumo Pontífice exhorta «a los pusilánimes, los desanimados y los extenuados a dirigir la mirada al pesebre de Belén y al Redentor, que comienza la renovación espiritual y moral del género humano con una pobreza sin igual, en una separación casi total del mundo y de los poderosos de entonces». Esta perspectiva «debe recordar y advertir que los caminos del Señor no son los que están iluminados por la luz engañosa de una sabiduría puramente terrenal, sino los rayos de una estrella celestial desconocida por la prudencia humana. Cuando se dirige la mirada a la historia de la Iglesia desde la cueva de Belén, todos deberían tener la certeza de que aquello que afirmó su divino Fundador, “sui eum non receperunt” (Jn.1,11), ha sido siempre la dolorosa divisa de la Esposa de Cristo a lo largo de los siglos, y de que en más de una ocasión los tiempos de ardua lucha son la preparación de victorias grandiosas y definitivas para largas épocas futuras».

A continuación, Pío XII se dirige a las almas generosas:

«Si nos fuera permitido penetrar en la visión y los designios de Dios, sobre los cuales arroja luz el pasado, las penosas y cruentas condiciones de la hora presente no son tal vez sino el preludio del amanecer de nuevas situaciones en las que la Iglesia, enviada a todos los pueblos a través de todos los tiempos, se encontrará con misiones en otros tiempos desconocidas que sólo podrán llevar a cabo almas valerosas y resueltas para enfrentarse a todo; corazones que no tengan miedo de asistir a la repetición y renovación del Misterio de la Cruz del Redentor en el camino de la Iglesia sobre la Tierra sin pensar en abandonarse con los discípulos de Emaús a una huida de la amarga realidad; corazones conscientes de que las victorias de la Esposa de Cristo, sobre todo las definitivas, se preparan y alcanzan in signum cui contradicetur, en contraste; es decir, con todo aquello que la mediocridad y vanidad humanas tratan de oponer a la penetración y triunfo de lo espiritual y lo divino.»

El Santo Padre prosigue haciendo un llamamiento:

«Si hoy debemos ayudar a nuestros tiempos; si la Iglesia tiene que ser para los errantes y los amargados por las angustias espirituales y temporales de nuestro tiempo una Madre que ayuda, aconseja, protege y redime, ¿cómo podría hacerse cargo de tantas necesidades si no dispusiera de una acies ordinata, una hueste reclutada entre las almas generosas que por encima de la dulce contemplación del Niño recién nacido no temen ni olvidan alzar la mirada al Señor crucificado que consuma sobre el Calvario el sacrificio de su vida por la regeneración del mundo y evoca con fuerza y valor en su vida y su obrar la ley suprema de la Cruz?»

Las palabras con que concluye Pío XII su discurso de la Navidad de 1943 manifiestan confianza en las infalibles promesas de Dios:

«Rogamos por el género humano, enredado y prisionero en las cadenas del error, el odio y la discordia, como en una prisión construida por él mismo, repitiendo la invocación de la Iglesia en el sagrado Adviento: «O clavis David et sceptrum domus Israel; qui aperis, et nemo claudit; claudis, et nemo aperit: veni, et educ vinctum de domo carceris, sedentem in tenebris et umbra mortis!»

«Llave de David y cetro de la Casa de Israel, que abres y ninguno cierra y cierras y ninguno abre, ven y saca de la cárcel al preso que está sentado en las tinieblas y las sombras de la muerte.»

Estas palabras de la Sagrada Escritura siguen resonando con su fuerza perenne. Hoy también, al igual que entonces, somos prisioneros de las tinieblas, pero en las tinieblas ciframos toda nuestra esperanza en el Santo Niño de Belén, en su Santísima Madre y en San José, cabeza de la Sagrada Familia, a fin de pedirles la fuerza para constituir una auténtica acies ordinataque combata cor unum et anima una por amor a la Iglesia y a la civilización cristiana.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

Solemnidad de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo

 PADRE ALFONSO GÁLVEZ

Duración 33:57 minutos

https://www.alfonsogalvez.com/podcast/episode/4b7e9adb/solemnidad-de-la-natividad-de-nuestro-senor-jesucristo

jueves, 24 de diciembre de 2020

NOTICIAS varias 24 de diciembre de 2020

 



ES NEWS

Viganò: Este es el "ensayo para el reino del anticristo”

IL SETTIMO CIELO

Navidad con el cardenal Pell. La luz de Jesús ilumina también a quienes están en la cárcel

SPECOLA

El Vaticano profundo y sus conexiones australianas, ¿Dimite el Papa Francisco?, Feliz Navidad.

ADELANTE LA FE

Consideraciones sobre el nacimiento instalado en la Plaza de San Pedro
 (Monseñor Viganò)

CHIESA E POST CONCILIO

Monseñor Viganò: asistimos a los 'ensayos generales para el establecimiento del reino del Anticristo'

MARCHANDO RELIGIÓN

Catolicismo y política. La religión de la Globalización (Leonardo Olivieri)

INFOVATICANA

Santiago Martin sobre la eutanasia: “No hubiera sido posible sin el voto de muchos católicos practicantes”

MENTE ALTERNATIVA

VACUNAS COVID SON PARTE DE UN EXPERIMENTO DE TRANSGÉNESIS PARA MODIFICAR A LA ESPECIE HUMANA A MEDIANO/LARGO PLAZO

Selección por José Martí

Viganò: el Belén del Vaticano expresa la apostasía

 ES NEWS


Nadie dotado de sentido común identificaría las horribles estatuas en la Plaza San Pedro con un belén, observa el arzobispo Viganò en una declaración datada el 22 de diciembre.

A las figuras de la Natividad las llama “tótems” perturbadores y “estatuas de cerámica obscenas” en las que no hay nada cristiano.

Este belén repite el antiguo error que se cometió cuando las iglesias fueron destripadas, los altares despojados y la doctrina simple y cristalina corrompida por el embrollo ambiguo, “típico de los herejes”, analiza Viganò.

Para él, “esa cosa” no es un pesebre ya que no representa el misterio de la Encarnación.

En cambio, lo llama una “monstruosidad irreverente”, la marca de la religión universal del Nuevo Orden Mundial y “la expresión de la apostasía, la inmoralidad y el vicio” y “de la fealdad erigida como modelo”.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

En Grege Relicto. Mons.Viganò sobre la Natividad en la Plaza de San Pedro.

 CHIESA E POST CONCILIO


En el centro de la Plaza de San Pedro se alza una estructura metálica tensada, decorada apresuradamente con una luz tubular, bajo la cual se colocan, inquietantes como tótems, unas horribles estatuas que ninguna persona con sentido común se atrevería a identificar con los personajes de la Natividad. El fondo solemne de la fachada de la Basílica Vaticana aumenta el abismo entre la armoniosa arquitectura renacentista y ese indecoroso desfile de bolos antropomórficos. 

Poco importa que estos artefactos atroces sean el fruto de estudiantes de un oscuro Instituto de Arte de Abruzzo: quien se atrevió a armar esta cicatriz en el belén lo hizo en una época que, entre las innumerables monstruosidades en el No hagas nada bello, nada que merezca ser guardado para la posteridad. Nuestros museos y galerías de arte moderno rebosan de creaciones, instalaciones, provocaciones nacidas de mentes enfermas a finales de los sesenta y setenta: pinturas inimaginables, esculturas que causan asco, obras de las que no se comprende ni el tema ni el significado. Y también las iglesias están desbordadas de ella, que no se salvaron, siempre en esos años desafortunados, de audaces contaminaciones de "artistas" apreciados más por su filiación ideológica y política que por su talento. 

Durante décadas, los arquitectos y artesanos han estado creando horribles estructuras, muebles y muebles sagrados de tal fealdad que dejan a los simples disgustados y escandalizan a los fieles. De esa malaplanta, en el clima migratorio bergogliano, la barcaza de bronce no podía dejar de derivar, como monumento al migrante desconocido [ aquí y ver índice ], ubicado a la derecha de la columnata berniniana, desfigurando su armonía, cuya masa opresiva hace que los adoquines se hundan en el consternación de los romanos. 

Cabe recordar que el pesebre blasfemo de este año fue precedido por el igualmente sacrílego de 2017, ofrecido por el santuario de Montevergine, destino de peregrinaje de la comunidad homosexual y transgénero italiana. Este anti-pesebre, "meditado y estudiado según los dictados y doctrina del Papa Francisco", debería representar supuestas obras de misericordia: un hombre desnudo en el suelo, un cadáver con un brazo colgando, la cabeza de un preso, un arcángel con un guirnalda de flores de arco iris y la cúpula en ruinas de San Pedro. [1] 

Intentos similares, en los que la Natividad se utiliza como pretexto para legitimar juicios muy infelices, han sido la preocupación de muchos fieles, obligados a sufrir las extravagancias del clero y el deseo de innovación a toda costa, el deseo deliberado de profanar - en el sentido etimológico hacer profano - lo que es viceversa sagrado, separado del mundo, reservado para el culto y la veneración. Belenes ecuménicos con mezquitas inverosímiles; belenes inmigratorios con la Sagrada Familia en la balsa; belenes hechos de patatas o chatarra. 

Ahora es evidente, incluso para los más inexpertos, que no se trata de intentos de actualizar la escena navideña, como hicieron los pintores del Renacimiento o del siglo XVIII, vistiendo la procesión de los Magos con los trajes de la época; son más bien la imposición arrogante de la blasfemia y el sacrilegio como antiteofanía del Feo, como atributo necesario del Mal. 

No es casualidad que los años en que se creó este pesebre sean los mismos en los que vieron la luz el Concilio Vaticano II y la misa reformada: la estética es la misma y los principios inspiradores son los mismos. Porque esos años representaron el fin de un mundo y marcaron el inicio de la sociedad contemporánea, así como con ellos comenzó el eclipse de la Iglesia Católica para dar paso a la Iglesia conciliar. 

Poner esos artefactos de cerámica en el horno debe haber requerido muchos problemas, que la laboriosidad de los maestros de esa escuela de Abruzzo superó rompiéndolos en pedazos. Lo mismo ocurrió en el Concilio, donde ingeniosos expertos consiguieron introducir en los documentos oficiales novedades doctrinales y litúrgicas que en otros tiempos se habrían limitado a la discusión de un grupo clandestino de teólogos progresistas. 

El resultado de ese experimento pseudoartístico es un horror que es tanto más espantoso cuanto mayor es la afirmación de que el sujeto representado es la Natividad. Haber decidido llamar "belén" a un conjunto de figuras monstruosas no lo convierte en tal, ni responde al propósito por el cual se exhibe en iglesias, plazas, hogares: inspirar la adoración de los fieles hacia el Misterio de la Encarnación.  Así como haber llamado “concilio” al Vaticano II no ha hecho que sus formulaciones sean menos problemáticas y ciertamente no ha confirmado a los fieles en la fe, ni ha aumentado su frecuencia a los sacramentos, y mucho menos a multitudes de paganos convertidos a la Palabra de Cristo. 

Y cómo la belleza de la liturgia católica ha sido reemplazada por un rito que solo sobresale en la miseria; cómo la sublime armonía del canto gregoriano y la música sacra ha sido prohibida en nuestras iglesias para hacer resonar los ritmos tribales y la música profana; cómo la perfección universal de la lengua sagrada fue barrida por la babel de las lenguas vernáculas; así se frustra el impulso de la veneración antigua y popular concebido por San Francisco, para desfigurarlo en su sencillez y arrancarle el alma. 

La repulsión instintiva que despierta este belén y la vena sacrílega que revela constituyen el símbolo perfecto de la iglesia bergogliana, y quizás precisamente en esta ostentación de descarada irreverencia hacia una tradición secular tan querida por los fieles y los pequeños, es posible comprender qué es el Estado. de las almas que lo querían allí, bajo el obelisco, como desafío al Cielo y al pueblo de Dios. Almas sin Gracia, sin Fe, sin Caridad. 

Alguien, en un vano intento de encontrar algo cristiano en esas obscenas estatuas de cerámica, repetirá el error que ya se ha cometido al permitir que nuestras iglesias sean destripadas, al despojar de nuestros altares, al corromper con ahumado la simple y cristalina integridad de la Doctrina. ambiguo típico de los herejes. 

Reconozcámoslo: esa cosa no es una Natividad, porque si fuera una Natividad tendría que representar el sublime Misterio de la Encarnación y Nacimiento de Dios " secundum carnem», La admiración adoradora de los pastores y los Magos, el amor infinito de María Santísima por el divino Niño, el asombro de la creación y de los Ángeles. En definitiva, debe ser la representación de nuestro estado de ánimo antes del cumplimiento de las profecías, nuestro encanto de ver al Hijo de Dios en el pesebre, nuestra indignidad de la Misericordia redentora. Y en cambio se ve, de manera significativa, el desprecio por la piedad popular, el rechazo de un modelo perenne que recuerda la eternidad inmutable de la Verdad divina, la insensibilidad de las almas áridas y muertas ante la Majestad del Niño Rey, a la rodilla doblada del Los reyes magos. Allí se puede ver el sombrío gris de la muerte, la oscura aséptica de la máquina, la oscuridad de la condenación, el odio envidioso de Herodes que ve amenazado su poder por la Luz salvadora del Niño Rey. 

Una vez más, debemos estar agradecidos al Señor incluso en esta prueba, aparentemente de menor impacto pero aún consistente con las mayores tribulaciones que estamos atravesando, porque nos ayuda a quitarnos las vendas que los ciegan de nuestros ojos. Esta monstruosidad irreverente es el sello distintivo de la religión universal del transhumanismo defendida por el Nuevo Orden Mundial; es la explicación de la apostasía, la inmoralidad y el vicio, de la fealdad erigida como modelo. Y como todo lo que se construye por las manos del hombre sin la bendición de Dios, incluso contra él, está destinado a perecer, desaparecer, desmoronarse. Y esto sucederá no por la alternancia del poder de quienes tienen gustos y sensibilidades diferentes, sino porque la Belleza es necesaria esclava de Verdad y Bondad, 

+ Carlo Maria Viganò
23 de diciembre de 2020
Feria IV infra Hebdomadam IV Adventus 
__________________________
[1] https://www.corrispondenzaromana.it/lanti-presepe-piazza-san-pietro/

Sobre la ilicitud moral del uso de vacunas a base de células derivadas de fetos humanos abortados



Queridos amigos de Duc in altum, un cardenal y cuatro obispos han redactado un documento, que os propongo en versión italiana, relativo a la ilicitud moral del uso de las vacunas realizadas utilizando células derivadas de fetos abortados. El cardenal es Janis Pujats, arzobispo metropolitano emérito de Riga (Letonia). Los obispos son Tomash Peta, arzobispo de María Santísima en Astana (Kazajistán), Jan Pawel Lenga, emérito de Karaganda (Kazajistán), Joseph E. Strickland, obispo de Tyler (Estados Unidos) y Athanasius Schneider, obispo auxiliar de María Santísima en Astana (Kazajistán).

Recientemente se ha publicado por parte de varios servicios de información y fuentes periodísticas que, en relación con la emergencia Covid-19, en algunos países se están produciendo vacunas utilizando líneas celulares de fetos humanos abortados y en otros países está prevista la producción de tales vacunas. Cada vez son más numerosas las voces de eclesiásticos (conferencias episcopales, así como determinados obispos y sacerdotes) que afirman que, a falta de alternativas para la vacunación con sustancias éticamente lícitas, sería moralmente lícito para los católicos utilizar vacunas aun si para su desarrollo se han utilizado líneas celulares de niños abortados. Los defensores de tales vacunas invocan dos documentos de la Santa Sede (Pontificia academia para la vida, “Reflexiones morales sobre vacunas preparadas a partir de células derivadas de fetos humanos abortados” de 9 de junio de 2005 y Congregación para la doctrina de la fe, Instrucción “Dignitas Personae, sobre algunas cuestiones bioéticas” de 8 de septiembre de 2008), que consienten el uso de tales vacunas en casos excepcionales y por tiempo limitado sobre la base de lo que en teología moral se denomina cooperación material, pasiva y remota con el mal. Los documentos citados afirman que los católicos que recurran a dichas vacunas tienen al mismo tiempo “el deber de manifestar su desacuerdo al respecto y exigir que los sistemas sanitarios pongan a disposición otros tipos de vacunas”.

En el caso de vacunas obtenidas a partir de líneas celulares de fetos humanos abortados vemos una clara contradicción entre la doctrina católica, la cual rechaza categóricamente y más allá de cualquier sombra de ambigüedad el aborto en todo caso como un grave mal moral que clama venganza al cielo (ver Catecismo de la Iglesia católica 2268, 2270 ss.), y la práctica de considerar las vacunas derivadas de líneas celulares fetales abortadas como moralmente aceptables en casos excepcionales de “urgencia”, sobre la base de una cooperación material, pasiva y remota. Sostener que tales vacunas pueden ser moralmente lícitas si no hay alternativas es de por sí contradictorio y no puede ser aceptable para los católicos. Se deben recordar las siguientes palabras del Papa Juan Pablo II sobre la dignidad de la vida humana no nacida: “La inviolabilidad de la persona, reflejo de la absoluta inviolabilidad de Dios mismo, encuentra su primera y fundamental expresión en la inviolabilidad de la vida humana. Es de todo punto falso e ilusorio el discurso habitual, que por otra parte se hace con justicia, sobre los derechos humanos – como por ejemplo sobre el derecho a la salud, a la vivienda, al trabajo, a la familia y a la cultura – si no se defiende con la máxima resolución el derecho a la vida, como derecho primero y originario, condición de todos los restantes derechos de la persona” (Christifideles laici, 38). El uso de vacunas producidas a partir de células de niños no nacidos y asesinados contradice la máxima resolución en la defensa de la vida aún no nacida.

El principio teológico de la cooperación material es ciertamente válido y puede ser aplicado a toda una serie de casos (pago de impuestos, uso de productos realizados con trabajo esclavo, etc.). Sin embargo, este principio difícilmente puede ser aplicado al caso de las vacunas obtenidas a partir de líneas celulares fetales, puesto que quienes consciente y voluntariamente reciben tales vacunas entran en una suerte de concatenación, aun remota, con el proceso industrial del aborto. El crimen del aborto es tan monstruoso que cualquier tipo de concatenación con dicho crimen, aunque sea muy remoto, es inmoral y no puede ser aceptado en ninguna circunstancia por parte de un católico con plena conciencia de ello. Quienes usan estas vacunas deben darse cuenta de que su cuerpo se está beneficiando de los “frutos” (mediando una serie de procesos químicos) de uno de los mayores crímenes de la humanidad.

Toda cooperación con el proceso del aborto, incluso la más remota o implícita, ensombrecería el deber de la Iglesia de mantener firme testimonio hacia la verdad de que el aborto debe ser completamente rechazado. Los fines no pueden justificar los medios. Estamos viviendo uno de los peores genocidios conocidos por el hombre. Millones y millones de niños en todo el mundo están siendo masacrados en el seno de su madre, y día tras día este genocidio oculto continúa mediante la industria del aborto, las tecnologías fetales y la presión de los gobiernos y organismos internacionales que promueven tales vacunas como uno de sus objetivos. Los católicos no pueden ceder en estos momentos; hacerlo sería groseramente irresponsable. La aceptación de estas vacunas por parte de los católicos, sobre la base de que implican sólo una “cooperación remota, pasiva y material” con el mal, sería utilizada a manos de sus enemigos y debilitaría el último bastión contra el aborto.

¿Qué otra cosa podría ser el uso de líneas celulares embrionarias de niños abortados sino una violación del orden de la creación dado por Dios, desde el momento en que se basa sobre la ya grave violación de dicho orden al matar a un nascituro? Si a este niño no le fuese negado su derecho a la vida, sus células (que a continuación se someten varias veces a cultivo en probeta) no estarían disponibles para la producción de una vacuna, no podrían ser comercializadas. Por tanto, hay una doble violación del orden sagrado de Dios: por una parte, a través del aborto mismo y, por otra, por el negocio atroz de comercializar el tejido de los niños abortados. Sin embargo, este doble desprecio al orden de la creación nunca puede ser justificado, ni siquiera con la intención de preservar la salud de una persona a través de la vacunación basada en dicho desprecio del orden de la creación dado por Dios. Nuestra sociedad ha creado una religión de sustitución: la salud se considera el bien mayor, operación realizada con la creación de un “dios” ante el que deben realizarse sacrificios. En este caso, con una vacuna que se aprovecha de otra vida humana.

Al examinar las cuestiones éticas relativas a las vacunas, debemos preguntarnos: ¿cómo ha llegado todo esto a ser posible? ¿Por qué una tecnología basada en el homicidio se incluye en la medicina, cuya finalidad es proteger la vida y la salud? La investigación biomédica que se aprovecha de los nascituros inocentes y utiliza sus cuerpos como “materia prima” a los fines de la vacuna parece más cercana al canibalismo. Deberíamos también considerar, como último análisis, que para algunos en la industria biomédica, las líneas celulares de niños aún por nacer son un “producto”, el abortista y el fabricante de la vacuna son el “proveedor” y los destinatarios de la vacuna son consumidores. La tecnología basada sobre el homicidio radica en la desesperación y termina en la desesperación. Debemos resistirnos al mito de que “no hay alternativas”. Al contrario, debemos proceder con la esperanza y el convencimiento de que existen alternativas y de que el ingenio humano, con la ayuda de Dios, pueda descubrirlas. Ésta es la única vía para pasar de la oscuridad a la luz y de la muerte a la vida.

El Señor dijo que al final de los tiempos hasta los elegidos serán seducidos (cfr. Mc. 13,22). En la actualidad, la Iglesia entera y todos los fieles católicos deben tratar urgentemente de ser reforzados en la doctrina y en la práctica de la fe. Al afrontar el mal del aborto, más que nunca los católicos deben “abstenerse de toda apariencia de mal” (1 Tess. 5,22). La salud física no es un valor absoluto. La obediencia a la ley de Dios y la salvación eterna de las almas deben mantener su primado. Las vacunas derivadas de las células de niños no nacidos y cruelmente asesinados tienen un carácter claramente apocalíptico y hacen presagiar la marca de la bestia (cfr. Apoc. 13,16).

Algunos eclesiásticos de nuestros días tranquilizan a nuestros fieles afirmando que la vacunación con la vacuna anti Covid-19, preparada con las líneas celulares de un niño abortado, es moralmente lícita si no hay alternativas disponibles, justificándola con la llamada “cooperación material y remota” con el mal. Tales afirmaciones por parte de eclesiásticos son altamente anti-pastorales y contraproducentes, considerando el continuo crecimiento de la industria del aborto y de las inhumanas tecnologías fetales, en un escenario casi apocalíptico. Y precisamente en el contexto actual, que probablemente podría empeorar aún más, los católicos categóricamente no pueden animar y promover el pecado del aborto ni siquiera en forma remota y leve, aceptando la mencionada vacuna. Por tanto, como sucesores de los Apóstoles y de los Pastores, responsables de la salvación eterna de las almas, hemos considerado imposible callar y adoptar una actitud ambigua frente a nuestro deber de resistir con “máxima resolución” (Papa Juan Pablo II) contra el “crimen indecible” del aborto (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 51).

Nuestra presente declaración ha sido redactada con el auspicio de médicos y científicos de diversos países. Hemos recibido una contribución sustancial por parte de laicos, monjas, padres y madres de familia y jóvenes. Todas las personas consultadas, con independencia de su edad, nacionalidad y profesión, han rechazado unánime y casi instintivamente las vacunas preparadas mediante líneas celulares embrionarias de niños abortados y, al mismo tiempo, han considerado inadecuada la aplicación del principio de “cooperación material y remota” y de determinadas analogías en relación con este supuesto. Ello es reconfortante y al mismo tiempo revelador, puesto que su respuesta unánime es una demostración más de la fuerza de la razón y del sensus fidei.

Necesitamos, más que nunca, el espíritu de los confesores y mártires, que evitaron la menor sospecha de colaboración con el mal de su época. La Palabra de Dios nos dice: “Sed sencillos como hijos de Dios sin mancha en medio de una generación depravada y perversa, en la cual debéis resplandecer como luces en el mundo” (Fil. 2,15).

12 de diciembre de 2020, Memoria de la Santísima Virgen María de Guadalupe

Cardenal Janis Pujats, arzobispo metropolitano emérito de Riga (Letonia)

+ Tomash Peta, arzobispo metropolitano de María Santísima en Astana (Kazajistán)

+ Jan Pawel Lenga, arzobispo-obispo emérito de Karaganda (Kazajistán)

+ Joseph E. Strickland, obispo de Tyler (USA)

+ Athanasius Schneider, obispo auxiliar de María Santísima en Astana (Kazajistán)

martes, 22 de diciembre de 2020

Monseñor Athanasius Schneider: "Esta podría ser la marca de la bestia"

 ES NEWS


Los poderes mundiales anticristianos impondrán sobre la humanidad una colaboración pasiva con el aborto a través de las vacunas [anti-]Covid19, derivadas de niños abortados, dijo el 21 de diciembre en el sitio web el obispo Athanasius Schneider.

Obispo que acepten las vacunas inmorales no harían eso si hubieran visto cómo los niños utilizados para las vacunas fueron asesinados por abortistas, cree Schneider.

Ahora, los abortistas afirmarán que toda la Iglesia “acepta el aborto”, predice Schneider. Él más bien “irá a prisión” antes que someterse a la vacunación obligatoria.

Schneider sugiere que la vacuna podría ser la “marca de la bestia” mencionada en el Apocalipsis, pero admite que “es, por supuesto, difícil de declarar esto”.

El 21 de diciembre el Vaticano afirmó que las vacunas que derivan de bebés abortados son “moralmente aceptables”.

El arzobispo de Miami, Wenski, fue el primer obispo que recibió públicamente la inmoral vacuna [anti-] Covid de Pfizerel 17 de diciembre.

El deplorable pesebre de la plaza de San Pedro



El Papa Francisco no deja de sorprender, chocar y escandalizar. El Pesebre 2020 de la plaza San Pedro en cerámica de los Abruzos, tan horrible como irreverente de la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, indignó un mar de gente, que se han desatado en las redes sociales con un mar de comentarios desconcertados y a veces airados contra una “obra” horribilísima e indigna. El fuerte despertar de las opiniones negativas, muchas de las cuales han vinculado sus consideraciones religioso-artísticas con la tendencia destructiva de la Iglesia, hizo que gran parte de los mass media haya puesto la atención en aquel horrible “pesebre” donado al Papa Francisco e inaugurado el 11 de diciembre ppdo. por el Cardenal Giuseppe Bertello y Monseñor Fernando Vérgez Alzaga, respectivamente Presidente y Secretario General del Gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano.

Sin embargo, las manifestaciones negativas, que casi cotidianamente llegan del Vaticano, conviven con iniciativas positivas, que no han hecho sino crear confusión y desconcierto. Para seguir con el tema, tomemos el ejemplo del Pesebre de la Plaza de San Pedro: en la misma plaza, pero bajo el baldaquín de Bernini, puede visitarse, del 13 de diciembre al 10 de enero, la Muestra internacional de los «Cien pesebres en el Vaticano», este año excepcionalmente al aire libre, por causa de la emergencia sanitaria. La exposición, que está en su tercera edición, está formada por piezas artesanales únicas y procedentes de todos los continentes, obras grandes y pequeñas, estáticas o en movimiento y hechas con diferentes materiales. En el comunicado del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, que se encargó de la iniciativa, se lee: «todos podrán detenerse para admirar la belleza de tantos pesebres provenientes de diferentes partes del mundo, y comprender cuanto amor e imaginación se puso en la realización del pesebre». En su mayoría se trata de pesebres tradicionales y, por lo tanto, bellos, catequísticos, auténticos en su mensaje natalicio. ¿Por qué, entonces, el pesebre más visible, el monumental, el papal, el acatólico debe convivir con los otros verdaderos pesebres?

¿Frente a todo el mundo son propuestos sarcófagos egipcios, marcianos, extraterrestres o bien monstruos? Los “artistas” abruzos dieron lo mejor de sí para crear el indecente espíritu que mueve el arte contemporáneo. Las horribles figuras fueron realizadas por alumnos y docentes del Instituto de Arte «F.A. Grue», actual liceo artístico estatal de diseño que, en la década 1965-1975, dedicó la actividad didáctica al tema navideño. Así, de Castelli, en la provincia de Teramo, llegó este pseudo-pesebre que, si San Francisco viviera, él, creador del pesebre católico, se quedaría no solo dolorido sino conmocionado y exigiría su inmediata retirada.

En la plaza del corazón de la Catolicidad fueron expuestas solo algunas piezas de la colección compuesta por 54 estatuas y fueron colocadas sobre una tarima luminosa de unos 125 metros cuadrados, que circunda levemente inclinada parte del obelisco. En el centro, en la parte más alta de la plataforma, está posicionado de un modo blasfemo e indecoroso el grupo de lo que se define como la navidad: se trata, en realidad, de la tremenda contrafigura de la Sagrada Familia, del Ángel y de los Reyes Magos. Todo esto aparece ensalzado en «Vatican news» como «Un signo de esperanza y de confianza para el mundo en la certeza de que Jesús vino a su pueblo para salvarlo y consolarlo». Es verdad: el Divino Niño vino a nosotros para salvarnos, ¿pero de qué? De los pecados, de los errores, de las mentiras, de los engaños y de las burlas de la fe católica, como las indigestas figuras donadas este año al Papa Francisco y expuestas al ludibrio público de muchos que todavía razonan y que aún saben qué es el Pesebre.

------

RT-PCR ruido de fondo

 DOCTORA NATALIA PREGO CANCELO

Duración 5:33 minutos


Información sobre la nota informativa del dia 14 de Diciembre de la OMS para usuarios de productos de diagnóstico In Vitro. Según la cual hace una Descripción del problema: La OMS ha recibido de algunos usuarios información sobre el elevado riesgo de resultados falsos para el SARS-CoV-2 al someter a ensayo muestras utilizando reactivos para la prueba RT-PCR en sistemas abiertos. Source:https://www.who.int/es/news/item/14-1...

Feliz Navidad | P. Santiago Martín FM | Franciscanos de María |

 Magnificat TV - Franciscanos de María

Duración 4:40 minutos

El Vaticano y las vacunas a partir de fetos abortados. La Nota aclaratoria de Doctrina de la Fe

 QUE NO TE LA CUENTEN

Duración 8:24 minutos


En el día de ayer, 21/12/2020, la Santa Sede, a partir de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha publicado una Nota aclaratoria (ver abajo) acerca del uso de las vacunas a partir de fetos abortados adrede.

Dejamos aquí una breve reflexión para,

Que no te la cuenten…

P. Javier Olivera Ravasi, SE

-------

Nota de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra la Covid-19, 21.12.2020

La cuestión sobre el uso de las vacunas, en general, suele estar en el centro de insistentes debates en la opinión pública. En los últimos meses, han llegado a esta Congregación varias peticiones de una opinión sobre el uso de algunas vacunas contra el virus SARS-CoV-2, causante de la Covid-19, desarrolladas recurriendo, en el proceso de investigación y producción, a líneas celulares que provienen de tejidos obtenidos de dos abortos ocurridos en el siglo pasado. Al mismo tiempo, se han producido diversas declaraciones en los medios de comunicación por parte de Obispos, Asociaciones Católicas y Expertos, diferentes entre sí y a veces contradictorias, que también han planteado dudas sobre la moralidad del uso de estas vacunas.

Sobre esta cuestión ya hay un importante pronunciamiento de la Pontificia Academia para la Vida, titulado “Reflexiones morales acerca de las vacunas preparadas a partir de células procedentes de fetos humanos abortados” (5 junio 2005). Además, esta Congregación se expresó al respecto con la Instrucción Dignitas Personae (8 de septiembre de 2008) (cf. nn. 34 y 35). En 2017, la Pontificia Academia para la Vida volvió a tratar el tema con una Nota. Estos documentos ya ofrecen algunos criterios generales dirimentes.

Dado que están ya disponibles, para su distribución y administración en diversos países, las primeras vacunas contra la Covid-19, esta Congregación desea ofrecer algunas indicaciones que clarifiquen este tema. No se pretende juzgar la seguridad y eficacia de estas vacunas, aun siendo éticamente relevante y necesario, porque su evaluación es competencia de los investigadores biomédicos y las agencias para los medicamentos, sino únicamente reflexionar sobre el aspecto moral del uso de aquellas vacunas contra la Covid-19 que se han desarrollado con líneas celulares procedentes de tejidos obtenidos de dos fetos abortados no espontáneamente.

1. Como se afirma en la Instrucción Dignitas Personae, en los casos en los que se utilicen células de fetos abortados para crear líneas celulares para su uso en la investigación científica, “existen diferentes grados de responsabilidad”[1] en la cooperación al mal. Por ejemplo, “en las empresas que utilizan líneas celulares de origen ilícito no es idéntica la responsabilidad de quienes deciden la orientación de la producción y la de aquellos que no tienen poder de decisión”.[2]

2. En este sentido, cuando no estén disponibles vacunas Covid-19 éticamente irreprochables (por ejemplo, en países en los que no se ponen a disposición de médicos y pacientes vacunas sin problemas éticos o en los que su distribución es más difícil debido a las condiciones especiales de almacenamiento y transporte, o cuando se distribuyen varios tipos de vacunas en el mismo país pero, por parte de las autoridades sanitarias, no se permite a los ciudadanos elegir la vacuna que se va a inocular) es moralmente aceptable utilizar las vacunas contra la Covid-19 que han utilizado líneas celulares de fetos abortados en su proceso de investigación y producción.

3. La razón fundamental para considerar moralmente lícito el uso de estas vacunas es que el tipo de cooperación al mal (cooperación material pasiva) del aborto provocado del que proceden estas mismas líneas celulares, por parte de quienes utilizan las vacunas resultantes, es remota. El deber moral de evitar esa cooperación material pasiva no es vinculante si existe un peligro grave, como la propagación, por lo demás incontenible, de un agente patógeno grave:[3] en este caso, la propagación pandémica del virus SARS-CoV-2 que causa la Covid-19. Por consiguiente, debe considerarse que, en este caso, pueden utilizarse todas las vacunas reconocidas como clínicamente seguras y eficaces con conciencia cierta que el recurso a tales vacunas no significa una cooperación formal con el aborto del que se obtuvieron las células con las que las vacunas han sido producidas. Sin embargo, se debe subrayar que el uso moralmente lícito de este tipo de vacunas, debido a las condiciones especiales que lo posibilitan, no puede constituir en sí mismo una legitimación, ni siquiera indirecta, de la práctica del aborto, y presupone la oposición a esta práctica por parte de quienes recurren a estas vacunas.

4. De hecho, el uso lícito de esas vacunas no implica ni debe implicar en modo alguno la aprobación moral del uso de líneas celulares procedentes de fetos abortados.[4] Por lo tanto, se pide tanto a las empresas farmacéuticas como a los organismos sanitarios gubernamentales, que produzcan, aprueben, distribuyan y ofrezcan vacunas éticamente aceptables que no creen problemas de conciencia, ni al personal sanitario ni a los propios vacunados.

5. Al mismo tiempo, es evidente para la razón práctica que la vacunación no es, por regla general, una obligación moral y que, por lo tanto, la vacunación debe ser voluntaria. En cualquier caso, desde un punto de vista ético, la moralidad de la vacunación depende no sólo del deber de proteger la propia salud, sino también del deber de perseguir el bien común.Bien que, a falta de otros medios para detener o incluso prevenir la epidemia, puede hacer recomendable la vacunación, especialmente para proteger a los más débiles y más expuestos. Sin embargo, quienes, por razones de conciencia, rechazan las vacunas producidas a partir de líneas celulares procedentes de fetos abortados, deben tomar las medidas, con otros medios profilácticos y con un comportamiento adecuado, para evitar que se conviertan en vehículos de transmisión del agente infeccioso. En particular, deben evitar cualquier riesgo para la salud de quienes no pueden ser vacunados por razones médicas o de otro tipo y que son los más vulnerables.

6. Por último, existe también un imperativo moral para la industria farmacéutica, los gobiernos y las organizaciones internacionales, garantizar que las vacunas, eficaces y seguras desde el punto de vista sanitario, y éticamente aceptables, sean también accesibles a los países más pobres y sin un coste excesivo para ellos. La falta de acceso a las vacunas se convertiría, de algún modo, en otra forma de discriminación e injusticia que condenaría a los países pobres a seguir viviendo en la indigencia sanitaria, económica y social.[5]

El Sumo Pontífice Francisco, en la Audiencia concedida al suscrito Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, en fecha 17 diciembre 2020, ha examinado la presente Nota y ha aprobado la publicación.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 21 de diciembre de 2020, Memoria litúrgica de San Pedro Canisio.

Luis F. Card. Ladaria, S.I. + S.E. Mons. Giacomo Morandi

Prefecto Arzobispo Titular de Cerveteri

Secretario

____________________________


[1] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Dignitas Personae (8 diciembre 2008), n. 35; AAS (100), 884.

[2] Ibid, 885.

[3] Cfr. Pontificia Academia para la Vida, “Moral reflections on vaccines prepared from cells derived from aborted human foetuses”, 5 junio 2005.

[4] Congregación para la Doctrina de la Fe, Instruc. Dignitas Personae, n. 35: “Cuando el delito está respaldado por las leyes que regulan el sistema sanitario y científico, es necesario distanciarse de los aspectos inicuos de esos sistemas, a fin de no dar la impresión de una cierta tolerancia o aceptación tácita de acciones gravemente injustas. De lo contrario, se contribuiría a aumentar la indiferencia, o incluso la complacencia con que estas acciones se ven en algunos sectores médicos y políticos”.

[5] Cfr. Francisco, Discurso a los miembros de la Fundación “Banco Farmacéutico”, 19 septiembre 2020.