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miércoles, 21 de julio de 2021

Las tradiciones del Papa Francisco, la avalancha de Traditionis Custodes

 SPECOLA

La sabiduría de los romanos reside en que han visto pasar por sus calles de todo lo imaginable y están curados de espanto. En Roma se aprende a ver la historia con una perspectiva que no existe en otros lugares del mundo, es una ciudad viva que convive con su historia milenaria de la que no puede escapar. En cualquier rincón de la ciudad nos encontramos restos grandiosos de su pasado, que nos recuerda que somos mortales, ciudadanos pasajeros de algo que nos supera y no nos pertenece. Un pecado muy típico de estos tiempos aciagos es que nos creemos el centro de la historia y la cumbre la todas las sabidurías y ciencias. Tendemos a pensar que nuestros ancestros eran una especie de simios salvajes e incultos de los que es mejor olvidar lo que hemos recibido. Por si este desvarío fuera poco, no contentos con creernos con el derecho a rehacer la memoria del pasado para justificar nuestras locuras, pensamos que nuestros nuevos órdenes son tan maravillosos e insuperables que estarán con nosotros hasta el fin de los tiempos.

Es normal que los políticos cambien de pensamiento a casa paso que dan, sus estrategias se llenan de mentiras, de promesas fallidas, de pan y circo para distraer a los sufridos ciudadanos a los que se ordeña para mantener el tinglado del que viven. Lo que ya no es tan normal es que esto lo traslademos a la iglesia. El contenido de la traditiones custodes pretende anular la normativa de Benedicto XVI. Si las cosas que atañen a la fe pueden ser cambiadas por los hombres, aquí estamos de más. No tiene ningún sentido seguir caudillos mortales y falibles. La fe católica nos invita a seguir a Jesucristo, el de verdad, el que acampa entre nosotros, muere y resucita, y que además sigue presente entre nosotros en la Eucaristía, si prescindimos de esto estamos fuera de lugar. Por qué hemos de obedecer lo de hoy y no lo de ayer, cuando lo de hoy será de ayer pasado mañana. Si lo que pretende el Papa Francisco es sembrar más confusión hemos de reconocer que es un maestro, si lo que busca es la unidad, los resultados son los contrarios.

Para Roberto de Mattei, que de historia reciente de la iglesia sabe el que más y no digamos de los entresijos del Vaticano, el segundo, el concilio, nos dice que: «La intención del Motu proprio Traditionis custodes del Papa Francisco, del 16 de julio de 2021, es reprimir cualquier expresión de fidelidad a la liturgia tradicional, pero el resultado será encender una guerra que inevitablemente terminará con el triunfo de la Tradición de la Iglesia.»

«Cuando, el 3 de abril de 1969, Pablo VI promulgó el Novus Ordo Missae (NOM), su idea básica era que, dentro de unos años, la Misa tradicional sería solo un recuerdo». «Pablo VI en nombre de un «humanismo integral», preveía la desaparición de todos los legados de la Iglesia «constantiniana». Y el antiguo Rito Romano, que San Pío V había restaurado en 1570, después de la devastación litúrgica protestante, parecía destinado a desaparecer».

«Hoy los seminarios están desprovistos de vocaciones y las parroquias están vacías, a veces abandonadas por sacerdotes que anuncian su matrimonio y su regreso a la vida civil. Por el contrario, los lugares donde se celebra la liturgia tradicional y se predica la fe y la moral de todos los tiempos están llenos de fieles y son viveros de vocaciones.»

Ante este movimiento de renacimiento cultural y espiritual, el Papa Francisco reaccionó instruyendo a la Congregación para la Doctrina de la Fe a enviar a los obispos un cuestionario sobre la aplicación del Motu proprio de Benedicto XVI. La investigación fue sociológica, pero las conclusiones que sacó Francisco de ella son ideológicas». «La revocación del libre ejercicio del sacerdote individual para celebrar según los libros litúrgicos antes de la reforma de Pablo VI es un acto manifiestamente ilegítimo, el Summorum Pontificum de Benedicto XVI reiteró que el rito tradicional nunca ha sido abrogado y que todo sacerdote tiene pleno derecho a celebrarlo en cualquier parte del mundo. Traditionis custodes interpreta ese derecho como un privilegio que, como tal, es retirado por el Legislador Supremo». «Benedicto XVI nunca «concedió» nada, sino que solo reconoció el derecho a utilizar el Misal de 1962, «nunca derogado», y a disfrutarlo espiritualmente». «Si la violencia es el uso ilegítimo de la fuerza, el Motu proprio del Papa Francisco es un acto objetivamente violento porque es autoritario y abusivo».


Specola

Los obispos responden con respetuosa resistencia a Traditionis custodes (Carlos Esteban)

 INFOVATICANA


Su Santidad no puede estar muy satisfecho con la respuesta generalizada a su sorpresivo motu proprio Traditionis custodes. No me refiero a la reacción dolorida y a veces airada de los adeptos a la Misa Tradicional, sino a la fría acogida de una mayoría de los obispos.

El impacto de Summorum pontificum y su liberalización de la llamada Forma Extraordinaria fue, hay que reconocer, más bien marginal en el mundo católico salvo en tres países: Inglaterra, Francia y Estados Unidos. En ellos proliferaron las parroquias que ofrecen misas en el viejo rito, con un éxito creciente, sobre todo en el sector de la población que menos esperaba y al que nunca se refiere Francisco: los jóvenes.

Y es precisamente en estos países donde los obispos, en quienes ahora se deposita la facultad exclusiva de seguir permitiendo o prohibir el rito que tanto molesta a los renovadores, parecen haber optado por la cautela y la permisividad, manteniendo en la mayoría de los casos las cosas como están. Es significativo que las grandes excepciones de las que hemos informado aquí, la del obispo portorriqueño de Mayagüez, y la de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, se refieren a lugares que no contaba con Misas Tradicionales, o en las que eran muy marginales.

No es que los obispos se hayan vuelto tradicionalistas de repente, lejos de ello. Siguen siendo los mismos vendedores de conversiones ecológicas y escuchas atentas, tan LGTB-friendly como se quiera. Es, sencillamente, que el Summorum pontificum trajo la paz litúrgica a sus diócesis y no ven razón alguna para reiniciar una guerra sin sentido. No comparten, en fin, la visión del Santo Padre sobre la peligrosidad inminente de los tradicionalistas, y prefieren la fiesta en paz.

Los franceses han dado una respuesta conjunta, llena de sutileza y buenas palabras pero inequívoca en su mensaje de fondo: Gracias, no, gracias. Estamos bien como estamos, y los ‘tradis’ representan en nuestras diócesis el elemento más vivo, con más potencial de crecimiento: no les vamos a empujar a las catacumbas.

En Estados Unidos e Inglaterra ha sido más individual, obispo por obispo, una nutrida parte de ellos anunciando de inmediato a sus fieles que, por ahora, las cosas van a seguir como hasta la fecha, con las Misas previstas. Ese “por ahora” hace temer a muchos, pero es improbable que a corto y medio plazo muchos quieran iniciar una guerra de ritos.

Algunos han sido sucintos, con meros anuncios de continuidad para tranquilizar a su rebaño. Pero otros, como el arzobispo de San Francisco Salvatore Cordileone que, haciendo honor a su apellido (corazón de león, en italiano), se ha explayado un tanto en su aviso. “La Misa es un milagro en cualquier forma: Cristo viene a nosotros, en la carne bajo la apariencia de Pan y Vino. La unidad en Cristo es lo que importa. Por tanto, la Misa Tradicional seguirá estando aquí en la Archidiócesis de San Francisco a disposición de los fieles en respuesta a sus legítimas necesidades y deseos”.

Por lo demás, las diócesis más refractarias al viejo rito tienen poco que reprimir: pese a la presunta libertad de Summorum pontificum, un obispo dispone de mil maneras para disuadir a sus sacerdotes de que oficien en la Forma Extraordinaria, de modo que en sus territorios apenas existían tales misas.

Todo esto parece indicar que el Santo Padre ha gastado un montón de pólvora en falso, llamando la atención sobre una obsesión personal que no destaca por su capacidad de diálogo o misericordia, y no ha logrado, en principio, su propósito: los obispos más deseosos de reprimir la Misa Tradicional no tienen Misas Tradicionales en sus diócesis, y los que sí la tienen, por ‘renovador’ que sea su estilo, no están por la labor de ‘hacer lío’.

En cuanto al miedo a las represalias o el deseo de promoción, parecen haberse difuminado. Quizá estén molestos con el lenguaje innecesariamente duro del motu proprio, o calculen que es mejor correr el riesgo de frustrar las intenciones del Santo Padre que quedarse sin fieles, o esperan que, al ser tantos, Francisco no pueda con todos.

Pero también haya otra posibilidad, de la que hablaremos en otra ocasión.

Carlos Esteban

lunes, 19 de julio de 2021

Padre Custodio Ballester. Sacerdote y custodio de la verdad. Entrevista P. Javier Olivera Ravasi, SE

 QUE NO TE LA CUENTEN

DURACIÓN 44:39 MINUTOS

https://youtu.be/quEMOFtlWc0

La reacción de Bergoglio contra la misa en latín

 CHIESA E POST CONCILIO


El nuevo motu proprio causó tal sensación que fue acogido con asombro por muchos medios de comunicación. Volvamos al artículo de Marcello Veneziani. Sobre el latín, una lengua sagrada que debe conservarse, aquí - aquí

Pero, ¿por qué enfurecerse contra la misa en latín? Occidente se vuelve descristiano, la gente ya no va a misa, la blasfemia y la indignación contra la religión son rampantes y Bergoglio golpea a los escasos seguidores devotos del ordo missae . Su libre censura de la Misa en latín es una vergüenza simbólica para la Tradición, para sus fieles, pero también para la libertad de culto. ¿Qué daño puede hacer una misa en latín, readmitida por Ratzinger en 2007, tan discreta y marginal?

¿Por qué acoger a los no creyentes, musulmanes, dialogar con creyentes de otras religiones, incluso revolucionarias y anticristianas, y luego cerrar las puertas de la Iglesia a los pocos devotos irreductibles de la misa antigua y de la fe según la tradición? Para ponerlo en latín, sin traducción, Piscis Ecclesia primum a capite foetet ...

Incluso Juan XXIII [ Veterum Sapientia ] en 1962 hizo suyas las palabras de Pío XI: "La Iglesia por su naturaleza requiere un lenguaje que sea universal, inmutable y no vulgar". Coincidía con lo que había escrito René Chateaubriand en el Genio del cristianismo: "Creemos que un lenguaje antiguo y misterioso, un lenguaje que ya no varía con los siglos, es muy adecuado para el culto al Ser eterno, incomprensible e inmutable".

La mente va a Cristina Campo e incluso a Jorge L. Borges, argentino como Bergoglio, que defendió en vano el ordo missae cuando fue suprimido en 1964. Sobre todo ella, Cristina, alias Vittoria Guerrini, denunció en la anulación de la misa latina "la apostasía litúrgica del siglo" y fundó un movimiento como La Voce en defensa de la tradición violada. Luego escribió sobre su dolorosa negativa a asistir a la misa donde la había seguido durante años: "La lepra ha llegado a Sant'Anselmo (micrófonos por todas partes, partes de la misa en la lengua vernácula, discusiones dolorosas donde había silencio y sonrisas) y yo no pondré un pie allí nunca más"; y aún no había visto el citarrado, las concentraciones de los sacerdotes y los lenguajes alternativos ... Entonces Cristina-Vittoria bajó del Aventino al Pontificio Colegio.Russicum fundado por Pío XI para preparar a los seminaristas rusos, luego cerrado por los jesuitas de Bergoglio. Y allí, después de la Misa de rito bizantino, redescubrió, escribe Emanuele Casalena, “esa belleza de perfección que tanto había perseguido en la vida; todo le recuerda, desde la liturgia, a los cantos, desde los gestos meditados, a las vestimentas hasta los iconos sagrados apenas iluminados por el trémulo flamear de las velas, allí redescubre la metafísica de la belleza ”.

En el año de la muerte de Cristina Campo, en 1977, el nihilista irónico Giorgio Manganelli cortó la misa latina en el Cursore Vespertino (también conocido como Corriere della sera ), en un artículo más tarde recopilado en Italian Mammal, Adelphi ). Un ejercicio virtuoso de inteligencia y escritura pero separado de cualquier apertura espiritual y mental al lenguaje de lo sagrado y a la belleza metafísica.

El recuerdo de la misa en latín nos remonta a la infancia. Fue la última misa en latín en la catedral de mi país, con una ofrenda de veinte liras para sentarme en el coro con mi padre. Todavía tengo en mis ojos, nariz y oídos, la belleza de ese ritual, el aroma del incienso, el misterio de esas palabras. Me sentí conectado a la red del Señor. El sacerdote se volvió a Dios y no le dio la espalda para agradar a los fieles como si la misa fuera un condominio o asamblea sindical o un mitin político para buscar consensos; las palabras susurradas y antiguas, el misterio de esas fórmulas, los cantos gregorianos, los silencios, emanaban lo sagrado y los acercaban al Señor. Y el incienso generó sinestesia mística. La misa no es una telenovela, no es necesario entender las palabras; es un rito de comunión con Dios y no una hoja de instrucciones para montar a Alexa. Cualquiera que diga que el misterio de esas palabras sirvió para someter a la gente común al dominio del clero, no se da cuenta de cuántos lenguajes iniciáticos, esotéricos, crípticos está plagada de la jerga actual, desde la tecnología hasta la medicina y las finanzas, desde los misterios de una PC hasta los laberintos. La casta sacerdotal ha dejado la hegemonía a la casta de técnicos, burócratas, trabajadores de la salud y contables. Cada secta tiene su propio latinorum .


Cuando pienso en latín, pienso en la escuela y me ablanda el corazón pensar en ciertos profesores que ya no están. Pienso en todos ellos juntos, en grupo, los Míticos, los Pedants, los Pedófagos, es decir, los torturadores de chicos con el terrible latinorum.. Luego pienso en los otros profesores más jóvenes, que no soportaban el latín y no les encantaba, haciéndose así más queridos por nosotros los estudiantes de secundaria. Y en cambio deberíamos arrepentirnos, disociarnos de ese pasado profanador y rehabilitar a los primeros, latinistas por pasión, y deplorar a los segundos, latinistas por necesidad. Tenían razón, sin el latín los italianos somos todos expósitos, hijos de nadie o de una lengua materna desconocida (ya sabes cómo se traduce en Roma), cuando el latín se volvió opcional e incluso intercambiable con la aplicación técnica (con el debido respeto a carpinteros). Y cuanto más se difunden los códigos de acceso, los códigos de acceso son más cosmopolitas, lingüísticos de Americanates y neo-argot, mayor es la necesidad de volver a la empresa matriz... Quizás para ser respetados, evocando nuestros orígenes romanos y cristianos. En Bruselas, Estrasburgo, Nueva York sería bueno oponerlo al esperanto de los burócratas, presentándonos con la limpia y austera claridad del latín. La transparencia de una construcción léxica es el preámbulo de una construcción política transparente, respetuosa de la civilización de la que venimos. Y una lengua limpia suele ir acompañada de un hombre sano .

Se necesitaría un sexaginta octo del signo opuesto para relanzar el latín, cancelado desde el 68 y ramificaciones, hasta la reacción de Bergoglio. Tal vez celebrando el dies familiae , que suena mejor que el día de la familia ; mientras que el orgullo gay suena mal si lo traducimos como orgullo amateur ipse sexus . Ah, la rigurosa limpieza de la lengua latina y su absoluto amor por la verdad .

..Marcello Veneziani, The Truth (18 de julio de 2021)

“Traditionis Custodes”. Primera valoración. Un artículo del blog de Aldo María Valli

 MARCHANDO RELIGIÓN


Un Motu proprio, Traditionis Custodes, que dará mucho que hablar. Nosotros recogemos la información del blog de nuestro vaticanista Aldo María Valli. El artículo original en versión italiana está disponible en https://www.aldomariavalli.it/2021/07/16/traditionis-custodes-una-prima-valutazione/


*La fotografía pertenece al artículo original. MR declina toda responsabilidad

Traducido por Miguel Toledano para Marchando Religión

Consideraciones jurídicas sobre el motu proprio Traditionis Custodes. Las restricciones llevan aparejada una interpretación estricta de las mismas

por el padre Pierre Laliberté, JCL*

Principios

Con fecha de 16 de julio de 2021, el papa Francisco ha emitido el motu proprio Traditionis Custodes, además de una carta de acompañamiento.

Por el carácter restrictivo del decreto, el motu proprio del papa Francisco debe interpretarse en sentido estricto, de acuerdo con el principio del derecho expresado en la Regula juris 15 (odiosa restringenda, favorabilia amplianda). Es interesante tener en cuenta igualmente que el documento carece de vacatio legis.

El papa Francisco indica en el primer párrafo que los obispos constituyen el principio de la unidad en sus Iglesias particulares y que las gobiernan mediante el anuncio del Evangelio. Dado que el fin expresado en el documento es la “búsqueda constante de la comunión eclesial”, parecería igualmente que, desde el punto de vista hermenéutico, este documento debe ser interpretado de forma que favorezca genuinamente la comunión eclesial entre fieles, sacerdotes y obispos, en lugar de promover un sentimiento negativo o rencor con los fieles cristianos afectos a las formas litúrgicas tradicionales.

Vale la pena indicar lo que este motu proprio no restringe. No se hace mención alguna a las versiones preconciliares del Breviario Romano, Pontifical Romano y Ritual Romano. No se deroga expresamente documento alguno relevante por lo que se refiere al Misal Romano tradicional, por lo que tal derogación no debería entenderse implícitamente. El Misal tradicional sigue sin ser derogado, como no lo ha sido nunca. Siguen intactos también los derechos otorgados por Quo Primum, por la tradición teológica y litúrgica de los ritos occidentales y por la costumbre inmemorial. No se hace mención a los ritos tradicionales de las diversas comunidades religiosas (dominicos, carmelitas, premostratenses, etc.) ni a los de las sedes antiguas (ambrosiana, lionesa, etc.). No se da indicación alguna acerca de que se censure el derecho de los sacerdotes a celebrar el misal de 1962 en privado.

Leído de forma conjunta con las amplias concesiones de derechos otorgadas por Summorum Pontificum y aclaradas y ampliadas a través de Universae Ecclesiae, al no haber una revocación expresa de tales derechos reconocidos por el papa Benedicto XVI, debe concluirse canónicamente que los mismos siguen en vigor.

Existe una grave falta de claridad en el documento que trataremos de afrontar mediante este breve análisis y es evidente que sus ambigüedades serán lamentablemente utilizadas por quienes en absoluto profesan un amor auténtico a la Iglesia, a su pueblo fiel y a su legado.
Análisis documental

El artículo 1, que trata de los libros litúrgicos promulgados por los santos Pablo VI y Juan Pablo II, indica que “son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano”. En ausencia de toda indicación contraria, debe concluirse que permanece intacto el estatus de los libros litúrgicos de la Forma Extraordinaria.

El artículo 2 dispone que el obispo diocesano es “moderador, promotor y custodio de toda la vida litúrgica en la Iglesia particular”. Esto es cierto y siempre fue así. Dicho artículo se limita a reconocer que el obispo regula la vida litúrgica general de la diócesis, la cual incluye también el uso del Misal Romano preconciliar, así como la autorización del uso del mismo, del mismo modo en que el obispo autorizaría el derecho de todo sacerdote a celebrar la liturgia.

A la hora de interpretar el artículo 3, es útil tener en cuenta que las disposiciones de dicho artículo se refieren al “Misal anterior a la reforma de 1970”. En sentido estricto, el Misal anterior a la reforma de 1970 es la edición típica de 1965 con las modificaciones de Tres abhinc anos de 4 de mayo de 1967, no el Misal de 1962. En opinión de quien suscribe, el misal de 1965 se usa poco, por no decir nunca.

El artículo 3, número 1, persigue que “estos grupos no excluyan la validez y la legitimidad de la reforma litúrgica, de los dictados del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Sumos Pontífices”. Esto no debería constituir problema alguno, puesto que como principio fundamental de la reforma litúrgica y requisito para toda modificación, Sacrosanctum Concilium 4, “ateniéndose fielmente a la tradición, declara que la Santa Madre Iglesia atribuye igual derecho y honor a todos los ritos legítimamente reconocidos y quiere que en el futuro se conserven y fomenten por todos los medios”.

El artículo 3, número 2, establece que el obispo de la diócesis indicará uno o varios lugares donde los fieles pertenecientes a estos grupos [quienes celebran según el Misal anterior a la reforma de 1970] puedan reunirse para la celebración de la Eucaristía, al no tener lugar en las iglesias parroquiales y no erigiéndose nuevas parroquias personales. Esto no es claro desde el punto de vista jurídico, ya que podría implicar meramente una restricción a la edición típica de 1965. Como el texto indica que dichos grupos han de reunirse “no en las iglesias parroquiales y sin erigir nuevas parroquias personales”, caben muchos otros lugares en los que tales celebraciones sí pueden tener lugar.

El artículo 3, número 3, indica que el obispo establece los días en los que se permiten las celebraciones eucarísticas según el Misal de 1962. No existe indicación alguna que determine la cesación del derecho del sacerdote a hacerlo. El obispo también resulta habilitado para hacerlo. Y, como es el caso en prácticamente todas las comunidades en las que se celebra la Forma Extraordinaria, las lecturas se proclaman habitualmente en lengua vernácula según las disposiciones establecidas por Universae Ecclesiae 26: “Como prevé el art. 6 del motu proprio Summorum Pontificum, las lecturas de la Santa Misa del Misal de 1962 pueden ser proclamadas exclusivamente en lengua latina, o bien en lengua latina seguida de la traducción en lengua vernácula o, en las misas leídas, también sólo en lengua vernácula”. El número 4 indica que debería nombrarse un sacerdote “idóneo para esta tarea” e incluye ejemplos de las características concretas aplicables a tales sacerdotes.

Los apartados 5 y 6 del artículo 3 describen la forma en la que el obispo debe guiar concretamente el crecimiento de dichas comunidades y parroquias, esto es, asegurándose de que tengan “utilidad real para el crecimiento espiritual” así como “evaluar si las mantiene o no”. Ciertamente, el acento se pone sobre el aspecto positivo: los obispos deberían promover el crecimiento útil de dichas comunidades y parroquias. El apartado siguiente no establece una prohibición estricta a los obispos para autorizar la creación de nuevos grupos, sino más bien sólo de “cuidar” de no autorizar su creación.

El artículo 4 establece una distinción entre los sacerdotes ordenados después del 16 de julio de 2021, que “deberían” [Nota del traductor: en la versión oficial inglesa, el verbo está en condicional, a diferencia de la versión en lengua española, que dice “deberán”] presentar una solicitud al obispo diocesano, el cual consultará a la Sede Apostólica, y los ordenados anteriormente. No existe ninguna indicación en el sentido de que dichos sacerdotes recientemente ordenados deban hacerlo, ni tampoco sobre las sanciones a los que estarían sujetos si no lo hiciesen. Se trata de una afirmación exhortativa, no obligatoria. Del mismo modo, también a los ordenados antes del 16 de julio de 2021 se les exhorta en el artículo 5 a que soliciten al obispo diocesano la facultad de continuar celebrando según el Misal tradicional. Una vez más, los dos artículos deberían interpretarse de modo que, conforme a las finalidades expresadas en el motu proprio, se favorezcan el crecimiento espiritual y la comprensión en la comunión entre sacerdotes y obispos.

El artículo 6 afirma que los institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica establecidos por la Comisión Pontificia Ecclesia Dei pasan ahora a ser competencia de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de vida apostólica, y el artículo 7 establece la competencia de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, junto con la antes mencionada Congregación, para la observancia de estas disposiciones.

Aunque el último artículo de este motu proprio parece algo radical con su derogación de “las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores que no se ajusten a las disposiciones del presente Motu Proprio”, ya se ha dicho que las disposiciones del presente motu proprio son restricciones que comportan una interpretación estricta.

*pseudónimo de un sacerdote y canónigo de la Iglesia latina


*La fotografía pertenece al artículo original

De Summorum pontificum a Traditionis custodes, o de la reserva al zoológico

 ADELANTE LA FE

[Fsspx.news] El Papa Francisco publicó ayer un Motu proprio cuyo título podría llenarnos de esperanza: Traditionis custodes, “Custodios de la Tradición”. Sabiendo que este texto está dirigido a los obispos, se podría empezar a soñar: ¿acaso la Tradición está en proceso de recuperar sus derechos dentro de la Iglesia?


Todo lo contrario. Este nuevo Motu proprio lleva a cabo una eliminación. Ilustra la precariedad del magisterio actual e indica la fecha de caducidad de Summorum pontificum de Benedicto XVI, que ni siquiera podrá celebrar su decimoquinto aniversario.

Todo, o casi todo, en Summorum pontificum, ha sido dispersado, abandonado o destruido. Además, el objetivo se indica claramente en la carta que acompaña a esta eliminación.

El Papa enumera dos principios “sobre el modo de proceder en las diócesis”: “por un lado, para proporcionar el bien de aquellos que están arraigados en la forma de celebración anterior y que necesitan tiempo para volver al rito romano promulgado por los santos Pablo VI y Juan Pablo II”.

Y, por otro lado: “para interrumpir la erección de nuevas parroquias personales, vinculadas más al deseo y a la voluntad de sacerdotes individuales que a la necesidad real del ‘santo Pueblo fiel de Dios'”.
Una extinción programada

Mientras Francisco se convierte en el defensor de las especies animales o vegetales en peligro de extinción, decide y promulga la extinción de aquellos que están apegados al rito inmemorial de la Santa Misa. Esta especie ya no tiene derecho a vivir: debe desaparecer. Y se utilizarán todos los medios para lograr este resultado.

En primer lugar, una estricta reducción de la libertad. Hasta ahora, los espacios reservados al rito antiguo tenían una cierta latitud de movimiento, muy parecido a las reservas naturales. Hoy, hemos pasado al régimen del zoológico: jaulas, estrechamente limitadas y delimitadas. Su número está estrictamente monitoreado, y una vez instaladas, estará prohibido crear más.

Los custodios (¿o deberíamos decir los carceleros?) no son otros que los propios obispos.

Todo esto se especifica en el artículo 3, párrafo 2: “el obispo deberá indicar uno o varios lugares donde los fieles pertenecientes a estos grupos pueden reunirse para la celebración de la Eucaristía (no en las iglesias parroquiales y sin erigir nuevas parroquias personales)”.

El reglamento interno de estas celdas está estrictamente controlado (artículo 3, párrafo 3): “El obispo establecerá en el lugar indicado los días en que se permiten las celebraciones eucarísticas, utilizando el Misal Romano promulgado por San Juan XXIII en 1962”.

Este control se extiende hasta el más mínimo detalle (ídem): “En estas celebraciones, las lecturas se proclamarán en lengua vernácula, utilizando las traducciones de la Sagrada Escritura para uso litúrgico, aprobadas por las respectivas Conferencias Episcopales”. Ni hablar de utilizar la traducción de un Dom Lefebvre o de un leccionario de antaño.

La eutanasia está prevista para los especímenes considerados no aptos para cuidados paliativos (artículo 3, párrafo 5): “El obispo procederá, en las parroquias personales erigidas canónicamente en beneficio de estos fieles, a una valoración adecuada de su utilidad real para el crecimiento espiritual, y decidirá si las mantiene o no”.

Además, la reserva es eliminada en su totalidad, ya que desaparece la comisión Ecclesia Dei (artículo 6): “Los institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, establecidos por la Comisión Pontificia Ecclesia Dei pasan a ser competencia de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica”.
Prohibido a los migrantes

Mientras el Papa no deja de ocuparse de todo tipo de migrantes, en las prisiones que instala queda estrictamente prohibida cualquier tipo de intrusión.

Para asegurarse de impedir la constitución de reservas salvajes, el Papa prohíbe cualquier ampliación de la prisión (artículo 3, párrafo 6): “El obispo (…) cuidará de no autorizar la creación de nuevos grupos”.

Esta medida también es similar a una esterilización: queda prohibida la reproducción y perpetuación de estos salvajes del pasado que deben desaparecer.

Esta esterilización también concierne a los sacerdotes que serán ordenados en el futuro (artículo 4): “Los presbíteros ordenados después de la publicación del presente Motu proprio, que quieran celebrar con el Missale Romanum de 1962, deberán presentar una solicitud formal al obispo diocesano, que consultará a la Sede Apostólica antes de conceder la autorización”.

En cuanto a los sacerdotes que ya se benefician de una autorización, de ahora en adelante necesitarán una renovación de su pase “de celebración”, que es similar a una visa temporal (artículo 5): “los presbíteros que ya celebran según el Missale Romanum de 1962, pedirán al obispo diocesano la autorización para seguir manteniendo esa facultad”.

Por tanto, si se trata de contener, reducir o incluso destruir estos grupos, los obispos tienen carta blanca, pero si es necesario autorizar, el Papa no se fía de ellos: hay que pasar por Roma.

Mientras decenas de sacerdotes, muchas veces apoyados por sus obispos, se burlaron de la Congregación para la Doctrina de la Fe al “bendecir” a las parejas homosexuales sin ninguna reacción romana excepto una velada aprobación de Francisco a través de su mensaje al Padre Martin, los futuros sacerdotes serán estrechamente vigilados si consideran la posibilidad de celebrar según la Misa de San Pío V.

Evidentemente, es más fácil ocultar su falta de autoridad aterrorizando a los fieles que no resistirán, que controlar el cisma alemán. Como si no hubiera nada más urgente que golpear a esta parte del rebaño…
Vacunación contra el lefebvrismo

El gran miedo a la contaminación del virus lefebvrista es exorcizado con la vacuna obligatoria Vat. II -del laboratorio Moderno– (artículo 3, párrafo 1): “El obispo comprobará que estos grupos no excluyan la validez y la legitimidad de la reforma litúrgica, de las disposiciones del Concilio Vaticano II y del Magisterio de los Sumos Pontífices”.

Y se elimina sin piedad todo aquello que pudiera ser una fuente potencial de contagio (artículo 8): “Quedan abrogadas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores que no se ajusten a las disposiciones del presente Motu Proprio”.

Arrastrado por su entusiasmo, el Papa prácticamente dice que la Misa antigua es un virus peligroso del que es necesario protegerse. Por ejemplo, en el artículo 1 se precisa: “Los libros litúrgicos promulgados por los santos Pontífices Pablo VI y Juan Pablo II, en conformidad con los decretos del Concilio Vaticano II, son la única expresión de la lex orandi del Rito Romano”.

Si el Novus ordo es la única expresión de la lex orandi, ¿cómo calificar a la Misa Tridentina? ¿Está en un estado de ingravidez litúrgica o canónica? ¿No tiene esta Misa derecho al lugar que todavía ocupan el rito dominico, el rito ambrosiano o el rito lionés en la Iglesia latina?

Esto es lo que se desprende de lo que dice el Papa en la carta que acompaña al Motu proprio. Parece que, sin sospechar del paralogismo que comete, escribe: “Me reconforta en esta decisión el hecho de que, tras el Concilio de Trento, San Pío V también derogó todos los ritos que no podían presumir de una antigüedad probada, estableciendo un único Missale Romanum para toda la Iglesia latina. Durante cuatro siglos, este Missale Romanum promulgado por San Pío V fue, pues, la principal expresión de la lex orandi del Rito Romano, cumpliendo una función unificadora en la Iglesia”.

La conclusión lógica que se desprende de esta comparación es que este rito debe mantenerse. Más aún cuando la bula Quo primum de San Pío V lo protege contra cualquier ataque.

Así lo confirmó también la comisión de cardenales reunida por Juan Pablo II, que afirmó, casi unánimemente (8 de 9), que ningún obispo podía impedir que un sacerdote celebrara la Misa antigua, después de haber observado, por unanimidad, que esta última jamás había sido prohibida.

Y también lo confirma aquello que el Papa Benedicto XVI aceptó y ratificó en Summorum pontificum.

No obstante, para Francisco, los ritos antiguos mantenidos por San Pío V, incluida la llamada Misa Tridentina, aparentemente no tienen ningún valor unificador. El nuevo rito, y solo él, con sus cincuenta años de existencia, sus infinitas variaciones y sus innumerables abusos, es capaz de dar unidad litúrgica a la Iglesia. La contradicción es flagrante.

Volviendo a su idea de la eliminación de especies, el Papa escribe a los obispos: “Sobre todo, les corresponde trabajar por la vuelta a una forma unitaria de celebración, verificando caso por caso la realidad de los grupos que celebran con este Missale Romanum”.
Una ley claramente opuesta al bien común

La impresión general que surge de estos documentos -Motu proprio y carta adjunta del Papa- da la impresión de un sectarismo acompañado de un abuso de poder manifiesto.

La Misa Tradicional pertenece a la parte más íntima del bien común en la Iglesia, por lo tanto, restringirla, rechazarla, arrojarla a los guetos y, en última instancia, planificar su desaparición, no puede tener ninguna legitimidad. Esta ley no es una ley de la Iglesia, porque, como dice Santo Tomás, una ley no puede ser válida si atenta contra el bien común.

Pero hay algo más en los entresijos, un tinte evidente de la saña manifestada por ciertos fanáticos furibundos de la reforma litúrgica contra la Misa Tradicional. El fracaso de esta reforma queda puesto de manifiesto, como en un claroscuro, por el éxito de la Tradición y de la Misa Tridentina.

Por eso no pueden aceptarla. Sin duda, imaginan que su total desaparición hará que los fieles regresen a las iglesias drenadas de lo sagrado. Trágico error. El magnífico auge de esta celebración digna de Dios solo resalta más su pobreza: ella no es la causa de la desertificación producida por el nuevo rito.

Lo cierto es que este Motu proprio, que tarde o temprano terminará en el olvido de la historia de la Iglesia, no es una buena noticia en sí mismo: marca un freno, por parte de la Iglesia, en la reapropiación de su Tradición, y retrasará el fin de la crisis que ha durado más de sesenta años.

En cuanto a la Fraternidad San Pío X, encuentra en esto un nuevo motivo de fidelidad a su fundador, Monseñor Marcel Lefebvre, y de admiración por su previsión, su prudencia y su fe.

Si bien la Misa tradicional está en vías de ser eliminada, y las promesas hechas a las sociedades Ecclesia Dei también se están cumpliendo, la Fraternidad San Pío X encuentra en la libertad que le legó el Obispo de Hierro, la posibilidad de continuar luchando por la fe y el reinado de Cristo Rey.

Declaración oficial de la Fœderatio Internationalis Una Voce sobre Traditionis Custodes

 SECRETUM MEUM MIHI




La Federación Internacional Una Voce (FIUV) ha publicado hoy la siguiente declaración oficial sobre el motu proprio Traditionis Custodes. Traducción de Secretum Meum Mihi.


Declaración oficial de la Fœderatio Internationalis Una Voce sobre el Motu Proprio «Traditionis Custodes»

La Federación Internacional Una Voce (FIUV) es la organización mundial de fieles laicos ligados a la celebración de la Misa de acuerdo con la Editio Typica 1962 del Misal Romano, conocida hasta ahora como la Forma Extraordinaria del Rito Romano, Usus Antiquior, o simplemente la Misa tradicional en latín.

Desde su fundación en 1965, la FIUV ha desarrollado sus actividades en obediencia y armonía con la Santa Sede, donde siempre hemos sido recibidos con cordialidad y franqueza.

El 16 de julio de 2021, el Papa Francisco publicó una Carta Apostólica dada motu proprio, Traditionis Custodes, que establece estrictas restricciones y limitaciones a la celebración de la Misa tradicional en latín.

La Federación Internacional no puede dejar de notar que la motivación de la nueva Carta Apostólica, como se expresa en la carta adjunta del Pontífice Reinante, deriva de las presuntas actitudes y palabras de quienes elegimos la Misa Tradicional, según informaron algunos obispos a la Santa Sede, que implican un «rechazo de la Iglesia y sus instituciones en nombre de lo que consideran la “verdadera Iglesia”». Además de un «uso instrumental del Missale Romanum de 1962, que se caracteriza cada vez más por un rechazo creciente no sólo de la reforma litúrgica, sino del Concilio Vaticano II, con la afirmación infundada e insostenible de que ha traicionado la Tradición y la “verdadera Iglesia”».

Tanto la caracterización de los católicos ligados a la Misa Tradicional como las nuevas y duras restricciones a la misma nos entristecen enormemente. Es nuestra experiencia, como representantes de grupos de fieles, que lo que atrae principalmente a las personas a la espiritualidad de la Misa Tradicional no son las discusiones teológicas o pastorales del pasado, sino el respeto por lo Sagrado y el sentido de la continuidad de la Tradición, que no queda como una mera aspiración, sino que se vive cotidianamente en el venerable rito que se ha desarrollado lentamente a lo largo de los siglos y nunca ha sido abrogado.

Ciertamente, como ocurre con otros grupos de Fieles, no existe una homogeneidad absoluta en las opiniones y actitudes de quienes están ligados al antiguo Misal. Pero precisamente en su deseo de asistir a esta Misa dentro del marco de sus Diócesis y parroquias, estos católicos expresan implícitamente su reconocimiento de la verdadera Iglesia, cum Petro et sub Petro.

Finalmente, hijos e hijas de la Iglesia, deseamos expresar nuestra tristeza por las restricciones a nuestra capacidad de continuar alimentando nuestra vida espiritual utilizando iglesias parroquiales, como a cualquier católico le gustaría hacer. Si hay algo que deseamos fervientemente es poder llevar una vida normal sin ser obligados a utilizar espacios ocultos o inaccesibles.

Creemos que los hermosos frutos espirituales de este Misal deberían ser compartidos y oramos para que podamos ser instrumentos de Dios dentro y fuera de la Iglesia.

La Federación Internacional está profundamente agradecida a cada uno de los Obispos que están generosamente atendiendo a los fieles vinculados a la antigua Misa en sus diócesis y a los Sacerdotes encargados del cuidado de sus almas.

Los grupos Una Voce de todo el mundo están unidos en oración, como siempre, con sus obispos y con el Papa.

Muchos fieles esperan que demos a conocer sus deseos, particularmente en Roma, de una manera que combine un sincero respeto por la Iglesia Universal y el Santo Padre, con un amor por las Tradiciones que, en última instancia, son inseparables de ellos. Estamos comprometidos con esta tarea, la cual nosotros y nuestros predecesores hemos realizado durante más de medio siglo.

Felipe Alanis Suarez
Presidente
18 de julio de 2021

domingo, 18 de julio de 2021

Traditionis custodes: la nueva bomba atómica (Peter Kwaniewski)

ADELANTE LA FE


Hace setenta y seis años, el 16 de julio de 1945, se detonó la primera bomba atómica en un solitario desierto 340 Km al sur de Los Álamos (Nuevo México). Hoy 16 de julio de 2021, el papa Francisco ha soltado una bomba atómica sobre la Iglesia Católica que no sólo dañará a los partidarios de la tradición litúrgica latina, sino a cualquiera que aprecie la continuidad, la coherencia, la reverencia, la belleza, nuestro legado y el futuro.

Cuando esta mañana empecé a leer Traditiones custodes, no me lo podía creer cuando vi el impropio título (habría sido mucho más exacto llamarla Traditiones perditores, destructores de la Tradición), y a cada párrafo me costaba más creer lo que leía. Cuando terminé de leer la carta adjunta, me había adentrado profundamente en el ideológico país de las maravillas donde viven Bergoglio y otros enemigos de la liturgia tradicional en la Iglesia de hoy. Me daba la impresión de que la redacción del texto se la habían encargado a una especie de George Orwell en ciernes. El documento rebosa menosprecio y crueldad. Está concebido a modo de navaja suiza para que los obispos dispongan de un buen arsenal de medios con los que poner tantas trabas como puedan o persigan a los católicos amantes de la Tradición.

Se declara, además, que el contenido entra en vigor inmediatamente, y se condenan todas las demás «normas, instrucciones, concesiones y costumbres».

Es como si, para todo el mundo y como si nos enfrentásemos a una pandemia de tradicionalismo de proporciones planetarias, fuera necesario atajar por todos los medios posibles. El lenguaje del motu proprio da a entender que la Misa latina de siempre se considera como una suerte de versión eclesiástica del covid-19: una enfermedad que es preciso monitorear de cerca, estableciendo cuarentenas y fijando límites con todos los medios de ingeniería social que las autoridades centrales juzguen necesarios. Desde luego, teniendo en cuenta que la Misa en latín se manda retirar de las parroquias y que no se pueden crear nuevas parroquias personales donde celebrarla, ya sólo falta que quienes asistan a ella porten una estrella amarilla [como los judíos en tiempos de Hitler] o lleven al cuello una campanita como los leprosos antiguamente. Benedicto XVI se esforzó por sacar a la Tradición de los guetos, pero éstos no sólo han vuelto, sino que son objeto de clamorosa aprobación.

Huelga decir que es todo lo contrario de la tan proclamada acción pastoral, la cálida acogida que acompaña a todos en el camino (aunque disientan de la doctrina católica en infinidad de cuestiones), las románticas periferias a las que los pastores tienen que manifestar misericordia y toda esa retórica política de la que tanto alardea este pontífice. En el nuevo motu proprio, ya no son los pastores los que tienen que oler a oveja, sino que se les dice a las ovejas cómo tienen que oler para que las pastoreen, y si no, van a ver lo que es bueno.

No sé si pequé de ingenuo, o quizá creí equivocadamente que este papa peronista tendría un mínimo de respeto a sus semejantes y sus correligionarios católicos, y no me podía esperar una monstruosidad y una falsedad como Traditionis Custodes. Es mucho peor de lo que me imaginaba: el texto rebosa desprecio, mezquindad y espíritu revanchista. Ni siquiera se ha molestado en proporcionar un contexto o, por muy hipócrita que fuera, en quitar hierro o amortiguar el golpe; nunca se ha visto un documento en que falte a tal extremo la gracia más elemental y afecte a tantos católicos. Es una bofetada de proporciones históricas a los pontífices que han precedido a Francisco, desde San Gregorio Magno hasta San Pío V, e incluso a los papas postconciliares, que se dieron cuenta de que el amor a la liturgia tradicional no se había apagado ni apagaría jamás, y tomaron medidas para atender a las necesidades espirituales de los católicos que nos apacentamos con estos venerables ritos. Para innumerables almas esta espléndida liturgia les ha brindado una renovada motivación para vivir conforme a las exigencias del Evangelio, una base firme para la familia y la vida social, y una fuente de hermosas vocaciones al sacerdocio y la vida religiosa.

A Francisco todo eso lo tiene sin cuidado. Lo único que le preocupa es una unidad artificial; mejor dicho, uniformidad; o más exactamente, ideología. Una uniformidad que se caracteriza por todas las desviaciones y aberraciones (a pesar de sus afectadas advertencias para contener las riendas en la fiesta que dura ya más de cinco décadas), pero intolerante con la seriedad, sobriedad y trascendencia de un acto de culto al que no le afecta el tiempo.

Al pan, pan y al vino, vino: es una declaración de guerra total a la que debemos resistirnos valerosamente a cada paso, pase lo que pase y cueste lo que cueste. Los verdaderos guardianes de la Tradición serán ahora los sacerdotes, religiosos y seglares que continúen con la liturgia tradicional frente al odio infernal dirigido contra ellos. Si Francisco quiere guerra, espero que haya suficientes hombres para alistarse, y rezo por ello, así como suficientes hombres para dirigirlos. En cuanto a éstos últimos, me refiero a sacerdotes que estén dispuestos a entregarse en cuerpo y alma a atender las necesidades de los fieles que se adhieran correctamente a la Tradición contra viento y marea. Están en peligro las almas, incluida la del propio sacerdote. Porque no puede desaprender lo que ya sabe, y no puede dejar de amar aquello de lo que se ha enamorado. El precio a pagar en aras de la obediencia a un régimen triturador de almas, por mucha autoridad que afirme tener, es demasiado alto.

Este nuevo motu proprio sólo será tan malo si creemos que nos obliga y lo reflejamos en nuestro actuar, como si sus disposiciones fueran lícitas. Mientras que si reconocemos su carácter inherentemente anticatólico y que ningún papa tiene potestad para pisotear a los miembros de la Iglesia y sus venerables ritos, como está intentando hacer Francisco, lo veremos más como una carga externa, una epidemia, una guerra, una hambruna o un mal gobierno al que hay que derrocar o soportar hasta que caiga. ¿Acaso tiene el Papa autoridad para proclamar semejante ucase? Nada eso. No vale ni el papel en que está escrito.

Los que aman la liturgia tradicional y reconocemos en ella el punto focal del legado de la Iglesia seguirán adelante lo mejor que puedan. No pedirán permiso para celebrar la Misa de siempre. No harán las lecturas en lengua vernácula ni en la versión oficial del episcopado. Prefieren morir mártires antes que como vergonzosos apóstatas.

Yo diría que al menos habrá algunos obispos que se queden estupefactos al ver la frialdad, dureza y necedad del motu proprio de Bergoglio contra la Misa Tradicional, que tiene tanto encanto como un decreto de Stalin ordenando purgar a los ucranianos disidentes. Por supuesto, habrá otros que lo acogerán con los brazos abiertos, pero me cuesta creer que prelados que han sido testigos de los numerosos frutos buenos de Summorurm pontificum –entre los que destaca la constante y con frecuencia generosa contribución económica procedente de los grupos tradicionales– y mantienen buenas relaciones con sacerdotes y parroquias que celebran sin problemas la Misa de siempre quieran molestarlos para que se amolden a lo que dicta un tirano que no durará mucho. Todo obispo que de verdad ame a la Iglesia Católica y sea consciente de la pujanza del amor a la Tradición entre los jóvenes, y de la capacidad de éstos para revitalizar la Iglesia después del estancamiento (por no decir caída libre) de las últimas décadas, dejará tranquilamente de lado tan doloroso documento y seguirá adelante como si nada. Mejor dicho, con plena certeza de que, como se decía en un tweet en Rorate Caeli, «Francisco morirá, pero la Misa Tradicional seguirá adelante».

Por el lado práctico, a la mayoría de los obispos no les sobra clero en una medida como para que se puedan permitir ganarse la enemistad de una cantidad considerable de sus sacerdotes. Si una cantidad suficiente de sacerdotes de las diócesis más conservadoras se aferraran a la Misa Tradicional, a la que tienen un derecho inalienable e irrevocable, ¿qué harían los obispos? ¿Destituirlos a todos? ¿Dónde encontrarían pastores? ¿Dónde encontrarían vocaciones? ¿Necesita el episcopado otro problema de proporciones, una guerra civil, un descontento latente que consuma tiempo y energía por todos lados? Benedicto XVI negoció una paz frágil dentro de la que cabía cierta medida de normalidad libre de polémica. Muchos querrán mantener esa paz dejando las cosas como están en vez de reanudar las hostilidades.

La lógica de Traditiones custodes es tortuosa, por decir lo menos. Guardianes de la Tradición… que atacan una Tradición romana de culto divino con siglos a sus espaldas. Se empodera a los obispos… pero para fijar límites y prohibir. No pueden fomentar, apoyar ni multiplicar los centros de culto y difusión. El Papa fomenta la unidad… haciendo una de las cosas más destructivas para la unidad que quepa imaginar. El Papa elogia a su predecesor… contradiciendo en todos sus enseñanzas y revocando lo que hizo. Y como la Tradición católica les ha enseñado que quien manda es el Papa, no olviden que hay obedecerlo sin rechistar cuando mande rechazar las tradiciones que no le gustan, por mucho que las hayan sostenido sus predecesores, que no tenían menos autoridad que él, y a pesar de que el peso acumulado del apoyo que prestaron a esa Tradición pese mucho más que el de él.

Recordamos que en una ocasión le preguntaron al Papa a quemarropa por la posibilidad de la salvación para un hombre que dio sobradas muestras de morirse ateo y renegando de Dios, y dio una respuesta positiva en cuanto su salvación. Y en cambio, en su carta sobre los católicos apegados a la Sagrada Tradición de la Iglesia, exige una obediencia incondicional a su persona cuando ordena que se extirpe ese apego a la Tradición.

Y si no le obedecen, les recuerda que no es posible la salvación para el católico que no se somete a la persona de él. Invirtamos la situación. Si uno niega totalmente a Dios y muere ateo, las palabras del Papa rebosan esperanza; es más, admitamos que se salva por misericordia. Pero si alguno tiene la temeridad de apegarse a las tradiciones de la Iglesia a pesar de que se le haya prohibido, es un cismático que va camino de salirse de la Iglesia y rumbo a la perdición. ¿Cómo no ver en ello el derrumbe total de la papolatría que convierte al Sumo Pontífice en un dios mortal, en un oráculo divino que se permite reescribir la liturgia, la teología, la moral y hasta la historia con fines ideológicos?

El papa Francisco recuerda a arquitectos modernos como Le Corbusier, que diseñaban sobre cimientos ideológicos, y luego se sorprendían cuando venían las goteras, las manchas y los derrumbes y todo se venía abajo. Es natural que la gente quiera trasladarse a edificios más elegantes, firmes y tranquilos como los de antes.

¿Hay esperanza de que salga el sol después de la tormenta? Tal vez en que al final caerán todas las máscaras que disimulan el mortal juego que se traen entre manos los modernistas?

El contraste entre la festividad de Nuestra Señora del Carmen y la detonación del arma más destructiva concebida por el hombre –que mata a justos y pecadores y es simiente de enfermedad para años– nos da la clave para entender la importancia de esta fecha. El signo de la Virgen, la que recibió el Verbo y engrandeció a Dios, se alza frente al de la Serpiente, que desprecia soberbia los dones de Dios exaltando su propia voluntad. El primigenio non serviam resuena en la voz de quien se niega a ser servus servorum Dei.

«Por sus frutos los conoceréis»: ése fue el mensaje del Evangelio del domingo pasado, séptimo después de Pentecostés en el Rito Extraordinario de antes, más conocido como Misa de siempre. Los frutos de este nuevo motu proprio serán confusión generalizada y mayor división; tentaciones de resentimiento, desánimo y desesperación; tensiones y problemas para los obispos de todo el mundo; vacilaciones incapacitantes para jóvenes que tenían pensado hacerse seminaristas de acuerdo con lo dispuesto en Summorum pontificum; que numerosos católicos se pasen a la Fraternidad San Pío X (¡por lo que no juzgo a nadie!) y a grupos sedevacantistas (lo cual, por el contrario, sí que sería trágico) porque los ordinarios no entienden –y no deberían ser capaces de entender– que un papa pueda actuar en contra de la Iglesia, sus tradiciones y el bien común, como hace y ha hecho tantísimas veces Francisco. De todo eso y más tendrá que dar cuenta Jorge Bergoglio cuando comparezca ante el temible tribunal de Cristo.

En este tenebroso día, no nos limitemos a invocar a la Virgen del Carmen y portar su escapulario; veamos también en ese escapulario un recordatorio del manto protector con que cubre a todos sus hijos y a todo lo que es católico, incluidas las tradiciones que nos unen entre nosotros y con todas las generaciones de creyentes, hasta llegar a Nuestra Señora. Pues fue Ella quien dijo en palabras que debemos invocar con fiel perseverancia: «Desplegó el poder de su brazo y dispersó a los que se engríen con los pensamientos de su corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y ensalzó a los humildes».

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

Editorial Rorate Caeli: No hay que hacer caso del rencoroso y vengativo ataque a la Misa en latín

 ADELANTE LA FE


A pesar de la confianza que teníamos en las fuentes que preveían para hoy el ajuste de cuentas contra Summorum pontificum y la Misa tradicional tal como la conocemos, en el fondo albergábamos la esperanza de que no se tratara más que de un rumor infundado. Al fin y al cabo, SS Benedicto XVI no sólo está vivo, sino plenamente consciente y viste la talar blanca mientras pasea por los jardines vaticanos. ¿Cómo iba un papa en funciones a tener la arrogancia de humillar públicamente a un papa emérito de 94 años?

Por desgracia, la respuesta es afirmativa. Jorge Mario Bergoglio es, indudablemente, el pontífice más arrogante en la historia de la Iglesia Católica. Desde el primer día, por no decir antes, todo se ha centrado en él, sea lo que sea. Los medios dominantes de difusión lo calificaron de humilde por gestos teatrales como vestir ropa barata y andar con una bolsa en la mano, pero lo cierto es que Bergoglio es un ser vengativo. Un papa revanchista. Un jesuita resentido y amargado que se venga y desquita.

¿Cómo debe responder el católico tradicional a este último ataque contra la Misa y los amantes de la Tradición? Pues muy sencillo: desentendiéndose. No haciendo caso de su mensaje. Haciendo caso omiso de sus motivaciones, fruto de puro odio y sed de revancha. Tranquilos, y sigan como si no hubiera pasado nada.

Los sacerdotes: Sigan como hasta ahora rezando la Misa Tradicional sin cambiar nada, excepto que celebren más.

Los obispos: Sigan como hasta ahora. No piensen que hay necesidad de alterar nada en su diócesis. ¿Hay buenos y santos sacerdotes que celebran la Misa Tradicional a laicos ávidos de los sacramentos de siempre? ¿Y eso es un problema? Si ofrecer un sacrificio reverente –el Cuerpo, Sangre, Alma y divinidad del Señor– es un problema, no podemos hacer nada. Pero si los católicos de vuestras diócesis se nutren espiritualmente con los libros de 1962, pues por lo que más quieran, fomenten eso. ¡El resto de la Iglesia se muere a pasos agigantados! ¡A quién se le ocurre amputar el miembro sano! No les pedimos necesariamente que hablen contra el Papa actual; pero tampoco tienen que esforzarse por asestar una bofetada a los católicos tradicionales de su diócesis. Somos vuestra grey, tanto como otros que asesinan a bebés sin que dejen de darles de comulgar.

Es lamentable, pero cierto: se está librando una guerra por el corazón y el alma de la Iglesia Católica. Existen actualmente, más o menos, dos bandos. En uno está Joseph Ratzinger, que se ocupó en recuperar tradiciones seculares de la Iglesia fundada por Jesucristo. Aunque no reconozca públicamente la división, pero numerosos sacerdotes y fieles están de su parte. En el otro está Jorge Bergoglio, el jesuita que era harto conocido en la Iglesia argentina como enemigo acérrimo de la Misa Tradicional y de cuantos rinden culto a Dios con los libros de antes. En su habitual estilo humilde, habla de la gigantesca división que reina en la Iglesia despotricando constantemente contra los católicos tradicionalistas y burlándose de ellos, incluso de los que ofrecieron ramilletes de oración por él mientras estaba enfermo.

Nos toca, pues, elegir bando. ¿Nos ponemos en las filas de la Tradición, o cederemos a las novedades? ¿Aceptaremos el odio y la revancha de Francisco el Humilde o nos postraremos ante las hermosas enseñanzas que nos transmitió el papa Benedicto hace catorce años corroborando siglos de tradición? Parte de la elección consiste en hacer caso omiso del último acto de odio y venganza que ha cometido contra los católicos tradicionalistas. Ya basta.

No cedan.

No se rindan.

Aguanten.

Sigan reconstruyendo.

Celebren más misas tradicionales, sin cambiar nada.

Asistan fielmente a más misas tradicionales.

Rueguen por el papado. Imploren a San Pedro que cuando Dios lo vea oportuno nos mande un papa santo que sea un fiel pastor de todos.

No hagan caso del promotor de odio y venganza, sus obras y sus pompas.

¡VIVA CRISTO REY!

(Traducido por Bruno de la Inmaculada. Artículo original)

Venecia, 17 de julio. Monseñor Viganò / Ante la apostasía de la fe, tomemos la armadura de Dios

 CHIESA E POST CONCILIO


Esta mañana se ha celebrado en Venecia el encuentro En la hora de la "Buena Lucha" para salir de la hipnosis y revivir al hombre nuevo, al hombre espiritual, hambriento y sediento de verdad . El acto ( visible aquí ) fue inaugurado por una reflexión de Monseñor Carlo Maria Viganò. A continuación se muestra el texto. Índice de intervenciones previas y relacionadas

Etiamsi omnes, ego no

Discurso de SE Mons. Carlo Maria Viganò
Evento de Venecia - 17 de julio de 2021


" Et si omnes scandalizati fuerint in te,
ego numquam scandalizabor ".
Mt 26,33

Esta convención tiene el privilegio de tener su sede en una ciudad con un pasado glorioso, donde sus gobernantes han sabido aplicar ese buen gobierno que encuentra en la religión el principio inspirador e informativo de todo reino temporal. La República de la Serenísima ha combinado todos los aspectos positivos de la monarquía, la aristocracia y la democracia en un sistema querido y diseñado para favorecer la práctica de la religión, el bienestar honesto de sus ciudadanos, el desarrollo de las artes y el comercio y los intercambios culturales, la gestión prudente. de los asuntos públicos y la prudente administración de justicia. Mientras Venecia permaneció fiel a su alta vocación, prosperó en todos los campos; cuando el último de sus Doges se dejó corromper por la masonería y las falsas filosofías de la Ilustración,

De la historia de la Serenísima podemos extraer una gran lección para los tiempos actuales y una severa advertencia para el destino de nuestra patria y de las naciones en general.
Lo que indica el declive de un imperio es la traición a los ideales que lo hicieron grande, la perversión de la autoridad, la corrupción del poder, la resignación del pueblo. Nunca como en esta época podremos ver que el destino del mundo entero, y en particular de Europa y de las naciones occidentales, esté irremediablemente marcado por todos estos elementos, que inevitablemente son preludio de su caída, de su ruina.
La traición a los ideales, a la cultura, a la civilización, al conocimiento, a las artes encuentra su causa en la apostasía de la Fe, en haber rechazado dos milenios de cristianismo y en querer eliminar, con la Cultura Cancelar , incluso la única memoria histórica. . Lo que fue moldeado en la era cristiana por la sangre de los Mártires, por el testimonio de los Confesores, por la doctrina de los Doctores de la Iglesia, por el Magisterio de los Papas y por todo un tejido de laboriosa caridad que impregnó todos los ámbitos de la Iglesia. Se rechaza la vida con molesto vergüenza. De los renegados en el poder.

La perversión de la autoridad ha hecho que los gobernantes, tanto en el ámbito civil como en el religioso, no cumplan con el propósito para el que existe, desviándose del bonum commune. Así, luego de haber rechazado el derecho divino de los soberanos y reivindicado el origen popular del poder del estado republicano, en nombre de supuestos derechos humanos y ciudadanos, la nueva clase política revolucionaria se ha mostrado dispuesta a venderse al mejor postor, rebelde a Dios y a los que dice representar. Las asombrosas promesas de democracia, libertad y soberanía popular se han roto en ausencia de moral cívica, sentido del deber, espíritu de servicio. Nacida como aplicación social de los principios revolucionarios inspirados en la masonería, la noción de Estado moderno resultó ser otro engaño colosal contra las masas, al que también se le arrebató el consuelo de una Justicia divina que moderara los excesos del tirano.

Es el clamor maligno del Crucifijo perpetuado en el tiempo. Después de doscientos años entendemos cómo se tramó ese fraude para hacer creer a las masas que pueden determinar, sobre la base de la mera mayoría numérica, lo que es bueno y lo que es malo, independientemente de la Ley natural y los Mandamientos de los que el Señor es el autor sabio. Esta impía torre de Babel muestra el derrumbe de sus cimientos justo en el momento en que parece más poderosa y destructiva. Y este es un motivo de esperanza para nosotros.

El ídolo de la igualdad se derrumba, una negación blasfema de la individualidad y la unicidad de cada hombre, en nombre de un aplanamiento hacia abajo en el que la diferencia es considerada con recelo, la autonomía de juicio es estigmatizada como antisocial, los intelectuales son una falta, la excelencia profesional un peligro. , un sentido del deber un obstáculo odioso. En esta prisión gris sin rejas tangibles, la libertad de expresión se reconoce solo en el pecado, el vicio, el crimen, la ignorancia, la fealdad: porque lo que es único en cada hombre, lo que lo hace especial, lo que lo eleva por encima de la masa informe es una demostración intolerable. de la omnipotencia de Dios, la infinita sabiduría de Su creación, el poder de Su gracia, la incomparable belleza de Su obra.

También se derrumba el mito de la falsa ciencia, rebelde como su inspiradora a la armonía del divino Cosmos. La humilde búsqueda del conocimiento y las reglas que rigen la creación sustituyó la presunción luciferina de demostrar por un lado la inexistencia de Dios y su inutilidad para la salvación de la humanidad, y por otro la loca divinización del hombre, que considera él mismo dueño del mundo mientras que sólo puede ser su guardián, de acuerdo con las normas eternas establecidas por el Creador. Y donde la sabia conciencia de la propia fragilidad había permitido grandes descubrimientos para el bien de la humanidad, hoy el orgullo de la razón engendra monstruos sedientos de poder y dinero, incluso a costa de diezmar la población mundial.

Las falsas ideologías del Liberalismo y el Comunismo colapsan, languideciendo ya después de décadas de enormes desastres políticos, sociales y económicos y hoy unidas y aliadas como fantasmas de sí mismas, en el loco proyecto del Nuevo Orden Mundial. Las palabras proféticas de los Papas sobre estas plagas de las Naciones se ven confirmadas por la observación de que ambas eran caras de una misma moneda: una medalla de desigualdad bajo la apariencia de equidad, de empobrecimiento de los pueblos bajo la especie de la justa distribución de la riqueza, de enriquecimiento de unos pocos con la promesa de más oportunidades para la mayoría.

Colapso de los partidos políticos y la supuesta oposición entre Derecha e Izquierda, hijas de la Revolución y ambas instrumentales para el ejercicio del poder. Habiendo negado los ideales que aún los inspiraron al menos nominalmente hasta las últimas décadas del siglo XX, los partidos se han convertido en empresas, acabando por crear una brecha insuperable entre la agenda que los mueve y las necesidades reales de la ciudadanía. A falta de principios inspiradores y valores innegociables, esos partidos se han dirigido a sus nuevos amos, a quienes los financian, a quienes deciden sus candidatos y orientan su acción, imponen sus elecciones. Y si la retórica atribuía al "pueblo soberano" el poder de nombrar a quien lo representara en los parlamentos y reconocía la máxima expresión de "democracia" en el voto,

Se derrumba la ilusión de que puede haber una Justicia donde las leyes de los Estados no se inspiran en el bien común, sino en el mantenimiento de un poder corrupto y la disolución del cuerpo social. Y donde la Ley de Dios está prohibida en los tribunales, la injusticia está en vigor, la honestidad es castigada, el crimen y el crimen son recompensados. Donde la Justicia no se administra en nombre de Dios, los Magistrados pueden legislar contra el Bien, haciéndose enemigos de los que deben proteger y cómplices de los que deben condenar.

El engaño de la libertad de información se derrumba, mostrando la multitud desoladora de servidores y cortesanos dispuestos a silenciar la verdad, a censurar la realidad, a subvertir los criterios del juicio objetivo en nombre del interés partidista, el deseo de enriquecerse, la embriaguez de la visibilidad efímera. . Pero si el periodista, el editor, el ensayista ya no tienen un principio inmutable que los inspira, que encuentra en el Dios vivo y verdadero el parámetro infalible para comprender e interpretar lo transitorio, la libertad se convierte en licencia, esclavitud del poder. regla y la mentira es la norma universal.

Se derrumba todo un mundo de falsedades, engaños, deshonestidad, horrores y fealdad, que durante más de dos siglos nos ha impuesto todo lo antihumano, anti-divino y anticristo como modelo. Es el reino del Anticristo, donde el transhumanismo desafía al Cielo y la naturaleza, en el eterno grito del Enemigo: ¡ Non serviam !

Pero lo que hoy vemos acontecer ante nuestros ojos constituye la esencia de un proyecto loco e infernal ontológicamente destinado al fracaso; y no es sólo un "declive", como sucedió en el transcurso de la historia a tantos imperios ahora enterrados bajo las cenizas y los escombros del tiempo: es el fin de una era que se rebeló contra el primer principio del universo, contra la naturaleza de las cosas, hasta el fin último del hombre. Una época que se rebeló contra Dios, que presumía poder despojarlo y expulsarlo, que pretendía y aún afirma poder blasfemarlo, para poder eliminarlo no solo del presente y del futuro, sino también del mundo. pasado. Una era formada por los sirvientes del Enemigo de Dios y de la humanidad, por sectas masónicas, por lobbies de poder subordinados al Mal.

Podría pensar que se trata de una visión decididamente apocalíptica del presente y de lo que nos espera; una visión de los Últimos Días, en la que los pocos fieles al Bien serán desterrados, perseguidos y asesinados, así como Nuestro Señor y la innumerable hueste de mártires fueron perseguidos y asesinados al comienzo de la era cristiana. Ante esta locura, las respuestas de las ideologías humanas no son suficientes, como tampoco basta una mirada desprovista de trascendencia. El epíteto de "apocalíptico" - que nos dirigen quienes deberían saber cuán reduccionista y muchas veces pretexto para atribuir la etiqueta de "negacionista" o "teórico de la conspiración" - traiciona una visión terrenal, en la que la Redención representa una opción entre los muchos. , junto con el marxismo u otras filosofías. Pero, ¿Qué debo predicar como obispo sino Jesucristo, y este crucificado? "(1 Cor 2, 2)?

Pero mis palabras, en esta ocasión, no quieren ser palabras de desesperación, ni quieren infundir miedo por el futuro que parece estar preparándonos.

Es cierto: este mundo rebelde y esclavizado por el Diablo, sobre todo en los que lo gobiernan con poder y dinero, nos hace la guerra y se prepara para una batalla encarnizada y despiadada, mientras pretende reunir a su alrededor tantos aliados como sea necesario. posible, incluso entre quienes prefieren no luchar por miedo o interés. A cada uno de ellos promete una recompensa, asegura una recompensa que devuelve su esclavitud a la causa o al menos la abstención de luchar en el frente opuesto. Promesas de éxito, de riqueza, de poder que siempre han seducido y corrompido a muchos a lo largo de la historia: siempre hay treinta denarios listos para el traidor.

Y lo que es más significativo, es que mientras el Enemigo declara abiertamente su hostilidad, cuántos nuestros aliados e incluso nuestros generales deberían ser, persisten en ignorarlo, negarlo, deponer las armas ante la amenaza que se avecina. En nombre del pacifismo demente, minan la verdadera paz, que es la tranquilidad del orden y no hacen cobardes y cobardes a quienes quieren destruirnos. En esto, como dije hace un momento, consiste la verdadera perversión de la autoridad: haber fracasado en el propósito para el cual hay, con la complicidad de los moderados , tibios que Nuestro Señor vomitará de Su boca.

Permítame instarle a no darse por vencido y a no dejarse seducir por quienes, movidos por el deseo de no ver comprometido su papel de supuestos mediadores en la perpetuación de un sistema corrupto y corruptor, insisten en no querer reconocer la gravedad de la situación. situación actual y deslegitimar a quienes la denuncian como un "teórico de la conspiración". Si existe una amenaza concreta para la salvación de las personas y de la raza humana; si hay una mente detrás de este proyecto articulado y organizado; si la acción de quienes la ponen en práctica está claramente encaminada a hacer el mal, la razón y la Fe nos instan a descubrir a sus autores, a denunciar sus propósitos, a impedir su ejecución. Porque si ante tal amenaza permanecemos inertes y de hecho nos esforzamos por negarla, nos convertiríamos en cómplices y cooperadores del mal,

Pero si es cierto que es indiscutible esta amenaza que se cierne sobre los buenos, los honestos, las personas que aún se mantuvieron fieles a Nuestro Señor, también es cierto que esta amenaza, por su propia naturaleza, está destinada a los más flagrantes y flagrantes. Derrota devastadora porque no cuestiona solo a los hombres, sino a Dios mismo, a toda la Corte celestial, a las huestes de Ángeles y Santos y a toda la Creación. Sí: incluso la naturaleza, obra maravillosa de Dios, se rebela contra esta violencia. Y entre la victoria final del Bien, la más segura, y este presente de tinieblas, somos nosotros, con nuestras elecciones, los que permitiremos que Dios cuente los suyos.

No pensamos que en este conflicto de época sólo debamos organizarnos por medios humanos. No estemos convencidos de que el asombroso poder de nuestro Enemigo es razón suficiente para permitirnos ser derrotados y aniquilados.

Queridos hermanos y hermanas: ¡no estamos solos! Precisamente porque esta es una guerra contra la Majestad de Dios, Él no se negará a tomar el campo de nuestro lado, dejándonos solos para luchar contra un Adversario que se atrevió a desafiar nada menos que al Todopoderoso, el Señor de los ejércitos alineados en la batalla. , a quien tiemblan los cimientos del universo. Al contrario: coloquémonos a Su lado, bajo el glorioso estandarte de la Cruz, muy seguros de una victoria inimaginable, y de una recompensa que palidece todas las riquezas de la tierra. Porque la recompensa que nos espera es inmortal y eterna: la gloria del Cielo, la dicha eterna, la vida sin fin en presencia de la Santísima Trinidad.
Las armas que debemos afilar en este tiempo, para estar preparados para la batalla inminente, son la vida en la gracia de Dios, la frecuencia de los sacramentos, la fidelidad al inmutable Depositum Fidei , la oración, especialmente el Santo Rosario, el ejercicio constante de las Virtudes, la práctica de la penitencia y el ayuno, las Obras de Misericordia corporales y espirituales, para ganar a nuestros hermanos lejanos o tibios para Dios.
Escuchemos la amonestación del Apóstol: “ Toma la armadura de Dios, para que puedas perseverar en el día inicuo y permanecer en pie después de pasar todas las pruebas. Mantente firme, ciñe tus caderas con la verdad, vístete con la coraza de justicia y ten el celo de difundir el evangelio de la paz como un zapato en tus pies. Sostén siempre en tu mano el escudo de la fe, con el cual podrás apagar todos los dardos ardientes del maligno; tomad también el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu, es decir, la palabra de Dios ”(Efesios 6: 13-17).

Estas palabras, que San Pablo dirige a los fieles de la ciudad de Éfeso, son también y sobre todo válidas para nosotros, en este tiempo en el que debemos entender que " nuestra batalla no es contra criaturas de sangre y carne, sino contra los Principados y el Poder, contra los gobernantes de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos que habitan en las regiones celestiales "(Efesios 6, 12).

Este evento de Venecia fue querido por sus organizadores como un momento de reflexión y acto fundacional de un movimiento de renacimiento espiritual y social. Un llamado espiritual a las armas, por así decirlo, para contar y conocerse. Pero sobre todo dar testimonio valiente de esa Fe que, por sí sola, es premisa necesaria e indispensable para la paz y la prosperidad de nuestra querida Patria. Lo dije, lo digo ahora y lo repito: pax Christi in Regno Christi.

Así, como en la celebración de la victoria de Lepanto sobre los turcos, el Senado veneciano rindió honores públicos a la Virgen Reina de las Victorias, a quien reconoció el mérito de la derrota del enemigo del cristianismo; por eso hoy debemos tener el valor de redescubrir en el Evangelio de Cristo y en la fidelidad a sus Mandamientos el elemento fundante de toda acción, personal y colectiva, social y eclesial, que quiera aspirar al éxito y ser bendecida por Dios.

Las ruinas de la sociedad antihumana y anticristiana que ha asolado los últimos siglos de la historia son una severa advertencia para quienes se engañan a sí mismos construyendo una casa sin ponerla bajo la protección del Señor: « Nisi Dominus ædificaverit domum, in vanum laboraverunt qui ædificant eam. Nisi Dominus custodierit civitatem, frustra vigilat qui custodit eam "(Sal 126, 1). Esta casa, esta ciudad sólo puede renacer y resucitar si ese Rey divino y esa Reina omnipotente reinan allí por gracia, que fueron los verdaderos soberanos de la gloriosa República de Venecia, ante quienes el Dogo y los Magistrados están representados de rodillas, como un testimonio devoto del orden religioso y social cristiano. Que esta conciencia tuya sea el motor de todas tus acciones futuras y las nuestras.

A todos ustedes, ya todos los que saben reunirse bajo las insignias de Cristo y la Virgen, les imparto de todo corazón mi bendición paterna: in nomine + Patris, et + Filii, et Spiritus + Sancti . Amén.

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo
16 de julio de 2021
Commemoratio Beatæ Mariæ Virginis de Monte Carmelo