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jueves, 3 de enero de 2019

¿”Mejor que no vayan a la iglesia”? (Carlos Esteban)



“Vemos tantas veces a gente que va a la iglesia todos los días, y luego vive odiando a los otros y hablando mal de otros, son un escándalo. Mejor que no vayan a la iglesia, que vivan como ya lo hacen, como ateos”.

Llevo desde que las oí intentando encontrarle un sentido coherente a estas palabras pronunciadas por Su Santidad durante su primera audiencia del año. En todo caso, son coherentes con un mensaje casi subliminal que parece repetirse machaconamente en sus alocuciones, especialmente las espontáneas, esa crítica constante del cristiano ‘cumplidor’.

Por lo demás, ¿es cierto? ¿Ven ustedes “tantas veces a gente que va a la iglesia todos los días y luego vive odiando a los otros”? Más breve: ¿se ve muy a menudo a gente que vaya a la iglesia todos los días? ¿Es algo común, lo habitual?

El número de católicos en Occidente no para de disminuir. En España, se consideran católicos un 68,5% de la población, según el último Barómetro del CIS, y de estos, solo un 14,4% se confiesa ‘practicante’. Eso significa procurar ir a misa domingos y días de precepto, cuando la Iglesia lo considera obligatorio. Y solo un mísero 2,2% de los que se confiesan católicos va a misa entre semana, no necesariamente todos los días. ¿De qué año está hablando Su Santidad?

Sobre todo, ¿va a ser ese 2,2% del 68% de católicos los que presenten una proporción significativa de fieles que “vivan odiando”? ¿Qué sentido tendría? Veamos: una persona que vive odiando no puede estar en gracia; si no está en gracia, no puede comulgar y, si lo hace, estaría cometiendo un sacrilegio. ¿Y para qué? ¿Con qué oscura finalidad incurrir en tal hábito masoquista?

Eso podría tener sentido cuando el catolicismo era la cosmovisión universal en nuestra sociedad. Hoy, sin embargo, se me ocurren pocas cosas que proporcionen menos crédito social que ir a misa, no digamos ir todos los días. La hipocresía no consiste en fingir una virtud, sino en desplegar lo que en cada sociedad concreta se considera virtud. Y, desde luego, practicar la fe no es en absoluto una actividad prestigiosa en nuestro mundo, más bien al contrario.

Nos vuelve al ánimo esa misma sensación que hemos tenido otras veces oyendo a Su Santidad, en especial durante ese llamado Sínodo de la Juventud que acabó siendo Sínodo de la Sinodalidad: la sensación de que está hablando a y sobre una iglesia que dejó de existir hace al menos medio siglo.

Otro ‘ritornello’ papal es ese constante arremeter, como decimos arriba, contra el católico “que cumple”. Ya nos parece sumamente improbable que esa gente que “vive odiando” -más que la media, se supone, y de modo habitual- se dé al muy minoritario hábito, masoquista en su caso, de acudir cada día al encuentro de ese Cristo que va a reprocharle su odio. Pero no es menos misterioso el final de la frase, su conclusión.

Si alguien “vive odiando” y va a diario a misa, lo lógico sería pedirle que deje de odiar, no que deje de ir a misa. ¿No era la Iglesia un ‘hospital de campaña’? ¿Y quién está más herido, quién es más pecador que el que vive odiando? ¿Qué hospital expulsa o pide que se marche a quien más necesita curación? En las palabras del Santo Padre parece no existir la posibilidad de que acudir diariamente a Misa y, presumiblemente, frecuentar los sacramentos pueda ayudar al pecador a limpiar su corazón. Mejor que no vaya a Misa, dice el Papa. Que viva como ateo. Mejor.

Desde los comienzos de la historia de la Iglesia, convertirla en un ‘club de los puros’ ha sido siempre una tentación recurrente. Los gnósticos, que tuvieron y tienen incontables reencarnaciones a lo largo de los siglos, dividían a los hombres en pneumáticos, psíquicos e hílicos; solo los primeros -espirituales- tenían asegurada la salvación, mientras que los últimos -materiales- estaban predestinados a la destrucción. Más tarde los donatistas quisieron excluir para siempre de la Iglesia a quienes habían apostatado por miedo a la persecución, y más tarde llegaron los albigenses, Wycleff, los husitas, los calvinistas…

La Iglesia los ha combatido a todos, porque cree de verdad en la libertad de todo hombre y en su capacidad para acoger la Redención de Cristo. Porque es, en definitiva, un verdadero hospital de campaña donde no solo se curan esos pecados pasados de moda, que ya el mundo no considera pecados y de los que el clero actual ya casi nunca habla, sino también de los más terribles e innegables, como ese vivir odiando del que habla Francisco.


Carlos Esteban

Expulsan al rector del seminario de Boston y lo reasignan a la Catedral de Worcester (Carlos Esteban)



Acusado de alimentar una “cultura tóxica” de abuso y encubrimiento de homosexuales, James Moroney ha sido cesado como rector del Seminario de San Juan en la archidiócesis presidida por el cardenal Sean O’Malley, Boston, y transferido a la oficina diocesana para el culto divino y como rector interino de la Catedral de San Pablo, en la diócesis de Worcester, informa Church Militant.

Naturalmente, no hay ‘nada que ver aquí’, sencillamente un inusual cambio de ocupación para el ex rector del Seminario de San Juan, en Boston, James Moroney. De hecho, su nuevo superior, el obispo de Worcester Robert J. McManus, se ha mostrado públicamente agradecido de disponer de “las aptitudes de liderazgo pastoral” de Moroney, quien a su vez ha expresado de su deseo de “poder servir a la gente de Worcester en los próximos años”.

Pero no es así como lo ven fuentes cercanas al seminario, que recuerdan que el traspaso se ha producido tras las acusaciones de que Moroney permitió que una “cultura tóxica” de abuso y encubrimiento de homosexuales floreciera durante su permanencia en San Juan.
“No es inusual que se dé esta opacidad en estas situaciones”, dijo Terry McKiernan, fundador y codirector del grupo de vigilancia BishopAccountability.org. “La forma en que se informa de esta reasignación nos oculta información básica que realmente necesitamos tener”.
La partida de Moroney se produce cuatro meses después de una investigación de presunta corrupción moral en San Juan. En agosto, dos exalumnos hicieron públicas sus denuncias de que, detrás de una apariencia de ortodoxia, el seminario está plagado de actividad homosexual, intimidación y abuso.

El seminarista John Monaco recordó su experiencia en San Juan de 2014 a 2016.
”Durante mis dos años en este seminario, presencié en abundancia el comportamiento inapropiado de profesores y seminaristas”, dijo. “Se sabía que algunos sacerdotes” obsequiaban “a otros seminaristas con generosos regalos y favoritismo. Otros sacerdotes formaban pandillas con seminaristas e incluso invitaban a algunos a sus habitaciones para ” fiestas ” privadas.
El cardenal Sean O’Malley ya tuvo que encajar fuertes críticas por su pasividad después de que su oficina recibió una carta en junio de 2015 con detalles de la depredación sexual en serie de Theodore McCarrick

O’Malley canceló su aparición en el Encuentro Mundial de Familias de Dublín para supervisar la investigación. Cuando la investigación comenzó, O’Malley puso a Moroney en licencia sabática para el semestre de otoño, comenzando de inmediato, “para que pueda haber una investigación totalmente independiente sobre estos asuntos”, explicó el cardenal.

Carlos Esteban

De nuevo: la Iglesia se arrodilla – Francisco se queda parado



El 31 de diciembre, mientras todos se arrodillaban, el papa Francisco permaneció de pie frente al Santísimo Sacramento.

Ese día él canto las Vísperas en la Basílica de San Pedro. Antes del Te Deum para dar gracias por el 2018, se expuso el Santísimo Sacramento.

Francisco estuvo de pie durante veinte minutos frente a la Custodia, aunque frente a él había un reclinatorio. La liturgia católica prescribe que los fieles se arrodillen frente al Santísimo Sacramento. Un Papa no está por encima de la liturgia.

Se ha convertido en una conducta típica de Francisco no arrodillarse ni frente al Santísimo Sacramento ni doblar sus rodillas durante la Consagración.

Pero a él le gusta arrodillarse por los mártires anglicanos y doblar sus rodillas para lavar los pies de inmigrantes, prisioneros o travestis.

Papa Francisco: ¿Mejor vivir como ateo que como pecador?



El 2 de enero el papa Francisco criticó en la audiencia general a los que van a Misa, quienes – como es de esperar – sin embargo siguen siendo pecadores. Francisco mismo es alguien que va a Misa diariamente.

Él dijo (ver abajo video en italiano): “Las personas que van a Misa todos los días y después odian a otros y hablan mal sobre ellos son un escándalo: mejor vivir como ateo que dar un antitestimonio siendo cristiano”.

Francisco tiene la costumbre de insultar a otros. El ateísmo es el pecado último contra Dios.

Además, Francisco dio a entender que el sacrificio de la Misa es innecesario: “Nuestro Dios no requiere sacrificios para ganar su favor. Nuestro Dios no necesita nada. En nuestra oración, él pide solamente que mantengamos un canal de comunicación abierto”.

Si Dios “no necesita nada”, ¿por qué él nos pediría “mantener un canal de comunicación abierto”?


Discurso del Papa Francisco a la Curia romana en las Navidades de 2018 (5) [UN FALSO COMPROMISO] (José Martí)


- FRANCISCO: Desde hace varios años, la Iglesia se está comprometiendo seriamente por erradicar el mal de los abusos, que grita la venganza del Señor, del Dios que nunca olvida el sufrimiento experimentado por muchos menores a causa de los clérigos y personas consagradas: abusos de poder, de conciencia y sexuales.

¿De veras que la iglesia se está comprometiendo seriamente? ¿Cómo se explica, entonces, que sean nombrados obispos y cardenales pro-homosexuales y que sean destituidos aquellos que son fieles a la Tradición de la Iglesia? ¿Por qué se guarda silencio ante el testimonio Viganò y no se investigan los casos de homosexualidad y pederastia en la Iglesia? ¿Por qué se permite que James Martin sea abiertamente pro-homosexual y Francisco no le llama la atención? ¿Por qué el propio Francisco se rodea de cardenales abiertamente pro-homosexuales (Cupich, Wuerl, ...) y en cambio, prohíbe manifestarse a aquellos cuya lealtad a la Iglesia ha sido más que probada (Burke, Schneider, ...)? Algo no cuadra. 

¿Por qué se les prohíbe a los obispos de EEUU que investiguen? ¿Por qué esperar a febrero para hacer esa reunión de todos los representantes de las Conferencias Episcopales del Mundo? No son las palabras las que definen a Francisco, el cual conoce muy bien aquello que es lo ortodoxo y lo correcto, sino su actuación, la cual es claramente heterodoxa y contradice sus propias palabras

Coloco a continuación algunos enlaces más, relacionados con esta dictadura papal, cuya "misericordia", de la que tanto habla, se realiza sólo en un sentido.




El SILENCIO del VATICANO ante el Testimonio Viganò, según SPECOLA (4) [11 al 14 de Septiembre de 2018] 


Viganò responde a Ouellet (19 octubre 2018)


Gato encerrado, y estofado 15 noviembre 2018 (The Wanderer)










En fin, no acabaríamos nunca ... pero todas las noticias van en el mismo sentido. Mientras tanto, la apostasía generalizada va en aumento. La falta de credibilidad del Vaticano es cada vez más manifiesta. La dictadura papal es algo indiscutible; lo saben muy bien los que lo conocen de cerca. Y todo esto ocurre ante el silencio de la mayoría de los obispos y de los cardenales, que viven aterrorizados, excepto -claro está- los "amigos" del Papa, aquéllos que van por el camino que él les marca y no le critican en nada (¡pues saben lo que se juegan, si lo hacen!). A quienes le quieren recordar las enseñanzas de la Iglesia (los cuatro cardenales de las Dubia, Monseñor Schneider, Cardenal Sarah, ...) o bien a quienes sacan a relucir verdades incómodas, pero no por ello menos verdad, como es el caso de Monseñor Viganò, para todos ellos ... ¡el silencio más absoluto! ... Algo insólito, pero que está ocurriendo.

No quiero terminar esta entrada sin referirme a un comentario de Specola, del mismo día en el que Francisco pronunció su discurso, el 21 de diciembre de 2018, que titula "El terror a la verdad publicada" y que reproduzco aquí. Dice:
Cuando escuchamos hablar al Papa Francisco en algunas ocasiones nos parece que no es el papa y que es un crítico que ve las cosas desde fuera. Él es el que gobierna la iglesia y del que dependen las decisiones de gobierno.  
Ha paralizado las decisiones de la Conferencia de Obispos de Norteamérica y ahora nos critica la cultura de silencios y de encubrimiento de la verdad que rodean muchos de los casos de pedofilia y abusos de menores
Agradece, aplaude a los medios la divulgación de los casos.  
Creemos que asistimos a una ceremonia de la confusión de dimensiones planetarias. Él sabe muy bien, lo puede preguntar a sus amigos directores de periódicos italianos, cómo se ha recortado el sueldo a los que han publicado algunos clamorosos casos como el de Pell. 
A los periodistas sumisos se les asciende y asegura una tranquila ancianidad.  A los indisciplinados con el poder se le aplasta. Basta abrir los ojos. En el Vaticano se niega todo hasta que la evidencia de los datos publicados es tal que hay que tomar decisiones
El Papa Francisco se ha rodeado de un círculo de personas de confianza, muy tocados, que no resisten la mínima embestida. Las grandes proclamas no sirven para nada y no solucionan nada. Parece que de aquí a febrero, finales, estaremos soportando condenas,  sin consecuencias. 
En febrero no esperamos nada de nada. Será una puesta en escena más de una reunión sin consecuencias. Lo que nadie quiere ver es que las normas están y el problema es que los que se reúnen en febrero son los mismos que por decenios han dejado de aplicar el derecho vigente y ahora nos quieren vender que son los salvadores de la patria
Ya es tarde, demasiado tarde. La burra está coja y ciega y es imposible que las mismas desgastadas palabras y personas nos quieren convencer de que ahora son muy buenos y de que harán muy bien lo que hasta ahora han dejado de hacer.
Para completar esta idea puede leerse también un artículo de Carlos Esteban, del 24 de diciembre de 2018, que viene a ahondar un poco más en lo dicho por Specola. Su título es: ‘El Papa nos hace luz de gas 
José Martí (continuará)

El obispo ‘Tucho’ Fernández prohíbe la misa tradicional en su diócesis (Carlos Esteban)



El Arzobispo de la Plata, tanto tiempo mano derecha de Francisco en la sombra, Víctor Manuel Fernández, “Tucho”, recién nombrado Arzobispo de la Plata, acaba de emitir dos decretos en los que básicamente prohíbe en su diócesis argentina la misa tradicional, contraviniendo lo dispuesto por Benedicto XVI en su motu propio Summorum pontificum.


El año acabó con malas noticias para los católicos tradicionales. Si en la última asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Italiana ya se planteó que el motu proprio de Benedicto XVI Summorum pontificum, que ‘liberaba’ la misa en su rito tradicional, era ‘antijurídico’, preparando su abrogación, y este mes pasado se anunciaba oficiosamente la liquidación de la comisión Ecclesia Dei, que se ocupa de las relaciones con los grupos tradicionalistas, uno de los hombres del Papa, Victor Manuel Fernandez ‘Tucho’, Arzobispo de la Plata, daba un paso más en esta alarmante dirección.

El pasado 17 de diciembre, Fernández promulgó un decreto en el que abroga “toda norma arquidiocesana anterior referida a las celebraciones litúrgicas en general”. Sólo una semana después, el mismo día de Nochebuena, 24 de diciembre, decretaba que los sacramentos se celebren siempre “en lengua vernácula”, es decir, sólo en español.
La Misa, dispone el recién nombrado arzobispo y confidente de Su Santidad, debe celebrarse “en su forma ordinaria”, “en lengua vernácula” (no en latín) y “cara al pueblo”. 


En suma, el elegido del Papa para sustituir a Monseñor Aguer, cuya renuncia por edad se aceptó en segundos, supone ignorar el motu proprio de Benedicto XVI, que elimina el requisito de pedir permiso al ordinario para celebrar la misa común de la Iglesia durante siglos.

Solo un ciego -voluntario o involuntario- podría negar la campaña de acoso y derribo a cualquier cosa en la Iglesia que huela a tradicional, ya sean corporaciones ‘misericordiadas por visitación’, de las que hemos visto unas cuantas ese año pasado, ya sea el rito tradicional en las parroquias. 

Lo que nos preguntamos ahora es cuál es la meta, cuál es la ‘estación término’, el último acto de toda esta operación.

Carlos Esteban

Véanse también las dos entradas, relativas a este tema de la misa en latín, que son las únicas que han divulgado esta noticia (Adelante la Fe y Gloria TV), a las que se suma también ahora Infovaticana.

Carta abierta a Francisco: "No estoy de acuerdo con que usted diga que es mejor ser ateo" (José Martí)


Duración: 3 minutos
Papa en audiencia: Mejor ser ateo que ir a la Iglesia odiando a todo el mundo



VATICAN CITY, January 2, 2019 – Pope Francis addressed a crowd of faithful with some jarring remarks during his first Wednesday Audience of 2019. Speaking in the Paul VI Audience Hall, this morning, the pope focused on two reoccurring themes of his pontificate: hypocritical Christians and the “revolutionary” nature of the Gospel.

“How many times do we see the scandal of those people who go to church and stay there all day or go every day and then live hating others or talking badly about people? This is a scandal – it is better not to go to church: better to live as an atheist,” the pope admonished.
Reading from his prepared statements, the pope continued,
 “The Christian is not one who commits himself to be better than others: he knows that he is a sinner like everyone else.”
According to the Italian media outlet La Repubblica, reporting from the audience hall, the pope continued to read from his prepared texts:
“Where there is Gospel, there is revolution: the Gospel does not leave us quiet, it pushes us: it is revolutionary.” 
Pointing to the Our Father, he would conclude that
St Matthew placed Jesus’ prayer “at the center of the mountain’s discourse[.] … Blessed are the poor, the meek, the merciful, the humble people of heart: It is the revolution of the Gospel.”
The Roman pontiff’s use of the term “revolution” harkens to a recent LifeSite exclusive with Chilean author José Antonio Ureta on his book, Pope Francis’s Paradigm Shift: Continuity or Rupture in the Mission of the Church? 

In his full interview (found here), Mr. Ureta would explain the concerning trend of some in the Vatican – to include Pope Francis – to label attempts at change in the Church as “revolutions” or “paradigm shifts.” Such terms have found their place in the theological narratives of Pope Francis and his close advisers.

To note, Pope Francis’s prepared statements, today, are the first since news shook the international press of the joint resignation of Vatican spokesman Greg Burke, and his deputy, Paloma García Ovejero, over the New Year.


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COMENTARIO PERSONAL

Teniendo en cuenta que el mismo papa Francisco ha dicho que no es pecado criticarle y consciente de que es una obra de misericordia corregir al que yerra, para su propio bien, no importando aquí el rango de la persona que ha caído en el error.

En mi condición de católico, por la gracia de Dios, y miembro, por lo tanto, del Cuerpo Místico de Cristo, que es la Iglesia, y por el bien de ésta, dada la grave crisis por la que está atravesando en la actualidad. 

Sabedor de mi responsabilidad, en lo que concierne a aquello que dice san Pablo de que cada uno recibirá la recompensa según su trabajo (1 Cor 3, 8) 

Aunque sea un simple seglar del rebaño de Cristo, me atrevo a dirigirme al papa Francisco con la carta que sigue, pues está en juego no sólo el bien de la Iglesia, por supuesto, sino también el de todo el mundo. Si la Iglesia falla, el mundo entero irá a la deriva, y serán muchos los que sufrirán y, lo que es peor, será ingente el número de los que se condenen. 

Está en juego la salvación del mundo, ésa que nos obtuvo Jesucristo con su muerte y resurrección, dando la posibilidad de salvarse a todo el que quisiera, con la única condición de creer que sólo en Él está la salvación. 

La unión con Jesucristo -y la posibilidad de ir al Cielo, al convertirnos realmente en "hijos" de Dios- comienza con la recepción del bautismo: "Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura" (Mc 16, 15). "Id y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo" (Mt 28, 19). "Quien crea y sea bautizado, se salvará; pero quien no crea se condenará" (Mc 16, 16).

Las palabras de Jesucristo, de Aquél que es la Verdad, son muy claras: sólo los cristianos, aquellos que han recibido el Espíritu Santo por medio del bautismo, poseen esa gracia de Dios que los hace "partícipes" de su naturaleza divina, de modo que no sólo son llamados sino que son "realmente" hijos de Dios ... lo que no ocurre con quienes no hayan recibido la gracia sobrenatural. O bien, los que, habiéndola recibido, la han perdido, por su propia culpa, cometiendo pecados graves de los que luego no se han arrepentido. 

Forma parte de la esencia del Evangelio que el Mensaje de Jesucristo llegue íntegro -y sin ser escamoteado o cambiado- a todos los habitantes de la tierra. Esa labor misionera del cristiano, de todo cristiano, es fundamental: no nos salvamos solos. 

El contacto de cualquier persona con un católico, que lo sea de verdad, tiene que notarse necesariamente pues debemos reflejar en nosotros el rostro de Cristo. Somos para el mundo "el buen olor de Cristo". (2 Cor 2, 15) y no el "olor a oveja". El cristiano debe dar con su vida testimonio de Cristo, y de éste crucificado. No hay otra señal que pueda convencer al mundo.

Y si esto es cierto para todo cristiano, lo es de un modo especial para quienes han sido consagrados, es decir, para los sacerdotes y para todos los que componen la Jerarquía de la Iglesia. En particular, y de un modo especialísimo lo es para el Papa.  Así ha sido siempre, desde que la Iglesia fue fundada por Jesucristo hace ya casi dos mil años. 

La reflexión acerca de estas verdades y el darme cuenta de que tales verdades han dejado de cumplirse en infinidad de lugares del planeta, me ha llevado a plantearme acerca de mi propia responsabilidad en la edificación de la Iglesia, aunque, como digo, sea tan solo un seglar. 

Cada día que pasa me hago más consciente del amor que Dios me tiene. Por eso no puedo avergonzarme de Jesucristo, delante de los hombres. Sin Él mi vida no tendría ningún sentido. Por eso escribo en este blog. Mi único objetivo, al hacerlo así, es que sea cada vez mayor el número de personas que se acerquen a Jesús, que lo conozcan, que lo amen y que se conviertan ... y, de ese modo sean consolados cuantos están afligidos,  con el consuelo con el que nosotros mismos, los cristianos, somos consolados por Dios (2 Cor 1, 4).

El apóstol san Pablo no se lo pensó dos veces. Dice así: "Cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté a él, cara a cara, porque era digno de reprensión" (Gal 2, 11) ... "Y dije a Cefas, en presencia de todos: 'si tú, que eres judío, vives como los gentiles y no como los judíos, ¿cómo obligas a los gentiles a vivir como judíos?" (Gal 2, 14)

El apóstol Pablo recriminó en público a Pedro, porque éste estaba obrando mal ... ¡Y lo hizo en público! No le valió a Pedro el tener la condición de primer Papa de la Iglesia, porque, estando en un error, merecía -y necesitaba- ser reprendido, por su propio bien y, sobre todo, por el bien de la Iglesia fundada por Jesucristo. Y ésa es, entre otras, la labor de los obispos y, sobre todo, de los cardenales, con relación al Papa: reprenderlo cuando merezca esa reprensión.

Ante la declaración del Papa de que es preferible ser ateo a ser un cristiano que va a misa y luego odia a los demás, he sentido la necesidad de escribirle, porque los matices son muy importantes y sus palabras pueden confundir a muchos cristianos (¡de hecho, es lo que está ocurriendo) dándoles a entender, erróneamente, que lo mejor que pueden hacer es dejar de ir a misa, lo que sería una falta muy grave. 

Siempre se dirá que no es eso lo que el Papa pretendía decir; y que esta interpretación mía es errónea. No lo pongo en duda. Pero sigue siendo verdad -y esto es algo que nadie puede negar- que las palabras de Francisco son, casi siempre, ambiguas, de manera que cada cual las puede interpretar a su manera ... como cuando dijo que son los comunistas los que piensan como los cristianos (una frase que es contradictoria, en sí misma). 

No era ese el proceder de Nuestro Señor quien dijo, con meridiana claridad: "Sea, pues, vuestra palabra: "Sí, sí", "No, no". Lo que pasa de esto, proviene del Maligno" (Ma 5, 37). Y ésa es la razón por la que me dirijo al Papa, mediante una carta abierta, con gran cariño por su persona, pero intentando hacerle entender que está obrando mal, al actuar (o dejar de actuar, como en el caso de las Dubia o de Viganò) del modo en que lo está haciendo:


Carta dirigida al papa Francisco a la vista de lo que dijo en la audiencia del 2 de enero de 2019
Duración 4:12 minutos
 
Santo Padre:
¿Piensa usted, realmente, que los que van a la Iglesia no tienen otra cosa que hacer que dedicarse a odiar a la gente? ¿Y piensa, de verdad, que la gente reza como papagayos o para ser vistos por los demás? Si eso es así, con todos mis respetos, debo preguntarle: ¿En qué mundo vive?  
Tal vez se esté refiriendo a lo que ocurría en los años sesenta, cuando la gran mayoría de la gente iba a misa. Y, al ser muchos, por simples cálculos de probabilidad, desde luego que habría personas así, que irían a misa sólo para aparentar y para ser vistos, como ocurría con los fariseos en tiempos de Jesucristo; aunque, desde luego, había otro tipo de fariseos, que eran los que los acusaban, para así excusarse ellos mismos (ante su "conciencia") de no ir a misa ... porque no todos los que iban a misa eran fariseos. En realidad, muy pocos en comparación con el conjunto de los fieles. En fin.
Pero si esto podía decirse entonces de algunos (que no de la mayoría) hoy en día difícilmente pueden ser hipócritas los que rezan y aún más difícilmente odiarán a los demás, después de haber estado rezando... por una razón muy simple: porque prácticamente esos católicos no existen, se están extinguiendo ¿Cuántos son los cristianos que van hoy a Misa y hacen oración? ¿Y cuántos jóvenes se encuentran entre ellos? [que ése sería el verdadero fruto de las JMJ, en las que tanto dinero se ha invertido y se va a seguir invirtiendo ... para nada ... en el sentido de que -y esto es fácil de comprobar- la vida de la gran mayoría de esos jóvenes sigue siendo o bien igual o incluso peor que antes de dichas Jornadas] 
Quienes van hoy a Misa y rezan son poquísimos ... y cada vez menos ... sobre todo desde el Concilio Vaticano II. Por eso, los pocos que van a Misa y rezan están dando un verdadero testimonio de Jesucristo y de la trascendencia de la vida, un testimonio vivo de lo sobrenatural, pues la vida no se reduce al poco tiempo de que disponemos en esta tierra, antes de morirnos. Aquí estamos sólo de paso, como peregrinos. 
Y, desde luego, si van a Misa y rezan no es para que los vean. La verdad es justo lo contrario pues, por el mero hecho de hacerlo, son muchos los que se juegan su propia vida. ¿Por qué? Pues porque tienen una fe total en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Cierto que esto ocurre en los países donde se les persigue, sólo por ser cristianos, y donde se queman las Iglesias ... pero este fenómeno se está extendiendo, muy rápidamente, por todo el mundo y los cristianos - de manera especial, los católicos- son ignorados o ridiculizados. La apostasía general es ya un hecho, una profecía cumplida o que está a punto de cumplirse completamente, para dar lugar a la época del pensamiento único y del Anticristo ...
Y siendo esto así, ¿no tiene usted otra cosa mejor que hacer que desanimar -e insultar- a aquéllos que aún siguen manteniéndose fieles al Espíritu de Jesucristo, en medio de todas las pruebas? 
¿Que es posible que haya todavía algún católico fariseo e hipócrita, que se dedica luego a odiar a los demás? Es indudable que los habrá, pero ... desde luego, quien así proceda no será por haber ido a misa. Otras "razones" tendrá. Pero la causa de su comportamiento no se debe a su asistencia o no a la santa Misa. 
En realidad, de verdad, hoy en día hay mucha más hipocresía en aquéllos que se las dan de católicos y que, sin embargo, han perdido la fe: no creen en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía, comulgan en estado de pecado mortal, no creen en Jesucristo como verdadero Dios y verdadero hombre, no creen en su resurrección, no creen en la virginidad de María y en su gloriosa asunción a los cielos, etc. Y, como consecuencia no cumplen los mandamientos de la ley de Dios: no matarás, no cometerás actos impuros, no robarás, no desearás la mujer de tu prójimo, etc... ¡y presumen de cristianos!
La solución, mi querido Francisco, no consiste en dejar de ir a misa y en ser ateo, sino en cambiar de actitud, en confesarse y en seguir yendo a misa. Eso sí: mejor dispuestos, porque es de ahí, del contacto con Jesús, que se hace realmente presente en el altar cuando se celebra la misa ... y que sigue estando presente luego en el sagrario, es sólo con su Ayuda, como se pueden sacar fuerzas en esta vida para seguir luchando, sin desfallecer, contra el mal y contra todos los enemigos del alma.

San Pablo dice claramente, hablando de Jesucristo, que "ningún otro Nombre hay bajo el cielo, dado a los hombres, por el que podamos salvarnos" (Hech 4, 12). Y es Dogma de fe que fuera de la Iglesia no hay salvación.

Señor Bergoglio, con todos mis respetos ... ¡¡¡No, no es mejor ser ateo!!!
José Martí

NOTICIAS VARIAS 2 de enero de 2019 (Ouellet, Vox, Bolsonaro, Maciel, China, celibato, buenismo, cruces destrozadas, doble vara de medir, Chile, Infalibilidad canonizaciones, ...)



INFOCATÓLICA

Ouellet prohibió a obispos de EE.UU votar las medidas contra abusos para tener más tiempo para discutirlas

Vox no apoyará un gobierno de PP y Cs en Andalucía si no eliminan la «ideología de género» de su acuerdo

HISPANIDAD CATÓLICA


CONTANDO ESTRELAS


Selección por José Martí

miércoles, 2 de enero de 2019

El Vaticano conocía la pederastia de Maciel desde 1943 (Carlos Esteban)



La Santa Sede conocía la pederastia del fundador de los Legionarios de Cristo y la ignoró durante 63 años, ha reconocido el prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada, el cardenal João Braz de Aviz.

“Quien lo tapó era una mafia, ellos no eran Iglesia”, ha asegurado Braz de Aviz en una entrevista concedida a Vida Nueva el mes pasado, cuando estuvo en Madrid hace un mes para clausurar la asamblea general de la Confederación Española de Religiosos (CONFER). “Tengo la impresión de que las denuncias de abusos crecerán, porque solo estamos en el inicio. Llevamos 70 años encubriendo, y esto ha sido un tremendo error”, dice Braz de Aviz.

La información ha saltado a las páginas de la prensa secular y la da hoy el diario español de referencia, El País, que ya en 2006 informó de la investigación a que había sido objeto Maciel entre octubre de 1956 y febrero de 1959 por encargo del cardenal Alfredo Ottaviani.

El peor caso de abusos en todos los sentidos, desde pedofilia a drogadicción, pasando por suplantación personalidad, poligamia e incesto, fue posible a lo largo de décadas y con la protección de la Curia, pese a las constantes denuncias que llegaban a Roma, algo que podría haberse atajado, quedando en un desagradable incidente menor, antes de mediados del siglo pasado.

No es precisamente un secreto que un sector notable de católicos y uno mucho mayor de la jerarquía eclesiástica aborrece InfoVaticana, específicamente por lleva a portada todo tipo de abusos y escándalos que se producen el seno de la Iglesia. Se nos acusa de solazarnos en lo malo, de contribuir al escándalo y de dejar en mal lugar a la Esposa de Cristo.

Y este comienzo de año es un momento tan bueno como otro cualquiera de recordar lo que ya hemos dicho en otras ocasiones, citando tres de las muchas razones que nos asisten para actuar así, de más a menos importante.

La primera es que lo que contamos es cierto, y es relevante. No creemos que “la verdad os hará libres” sea un lema vacío o aplicable solo a lo que otros quieran aplicarlo. Para empezar, esto es una empresa periodística, no de propaganda o catequesis, y el creyente, por lo demás, no puede temer que nada de lo que sucede en la realidad pueda contradecir su fe.

Tener miedo a la verdad es un mal síntoma, que suele traducirse en resultados desastrosos. Consideramos que negarle a nuestros lectores lo que consideramos información grave y de peso, por mal que deje a una jerarquía asustadiza y escasamente profética, sería tratarles como menores de edad, como niños a los que hay que ocultar las realidades feas de la vida.

En segundo lugar, denunciar los abusos en la información eclesial tiene exactamente la misma razón de ser que hacerlo en la prensa política: evitar que prosperen. Esos desmanes que otros se niegan a contar por “no hacer daño”, crecen y prosperan en la oscuridad, que es, al mismo tiempo, impunidad. Ocultarlos es ignorarlos, en la práctica, con lo que lo que era limitado y manejable en su origen acaba convirtiéndose en una monstruosidad.

Imaginen que, con la información de que disponía la Santa Sede en 1949 sobre la pedofilia de Marcial Maciel hubiera actuado, impidiéndole fundar la congregación que le sirvió de tapadera a una vida de abusos, cuánto dolor, cuánta pérdida de fe, cuántas vidas rotas y cuánto escándalo para la Iglesia se hubiera evitado. Y hubiera bastado un periódico que hiciera público todo eso para obligarles a actuar.

Por último, es imposible ponerle puertas al campo. Lo que ha sucedido va a acabar sabiéndose. Decíamos ayer que a veces la jerarquía católica actúa como si pensara que nos movemos en el entorno mediático de hace treinta años, con un puñado de grupos mediáticos y la posibilidad de controlar lo que se sabe y lo que no. Que una publicación católica como la nuestra no dé determinada información escandalosa ya no significa que no vaya a aparecer; significa sólo que la dará la prensa secular, casi siempre hostil a la fe. 

Dar la noticia nos permite ponerla en su marco justo, separando lo que se sabe de lo que se supone, y desde una perspectiva de fe. La alternativa es perder todo control sobre la noticia y que el lector acabe concluyendo que, leyendo medios católicos, nunca va a enterarse de verdad de lo que pasa.

Carlos Esteban

“Misa sin sacerdote, comunidad que se celebra a sí misma”



Joseph ratzinger, 29-12-2018, ad lanuovabq.it/it/messa-senza-pre…

En un libro publicado en el 2011 Benedicto XVI ya había visto los riesgos de las liturgias dominicales sin sacerdote, en ausencia de un estado de necesidad dictado por persecuciones o tierras de misión. Y ponía en alerta sobre el riesgo de encontrarse con una “comunidad que se celebra a sí misma”, anteponiendo al primado de Dios las exigencias de la parroquia: "La iglesia se convierte en un vehículo para un fin social y se hace esclava de un romanticismo anacrónico”. El punto es comprender “si aquí acontece algo que no proviene de nosotros mismos, o si por el contrario, somos solamente nosotros quienes proyectamos y plasmamos una atmósfera de comunión”.

¿Qué es más importante: la comunidad o el primado de Dios? La campaña de la Nuova BQ #salviamolamessa sobre la costumbre de recurrir cada vez más superficialmente a las liturgias de la Palabra en vez de celebrar la Santa Misa ha puesto en evidencia, a través de las indicaciones de los lectores, un problema que ahora está a la vista de todos: la comunidad es puesta en el primer lugar y paciencia si no se celebra la Misa. ¿Pero cómo están las cosas? ¿Qué comunidad cristiana podemos ser si se le quita la fuente principal de sustentación y de atracción representada por la Eucaristía? Es evidente que sería necesario comenzar a recentrar toda la cuestión para poder enmarcar también el fenómeno de las liturgias dominicales sin sacerdote en el ámbito justo, representado por un estado de necesidad objetivo y no por una incomodidad más o menos constatada.

En este sentido nos viene en ayuda un escrito reciente del papa Benedicto XVI, quien en el 2011 ya había enmarcado la problemática, denunciando la inversión entre el primado de Dios y la comunidad. Una inversión que podemos ver también en la costumbre de celebrar las Misas en forma negligente o en el abuso de iglesias utilizadas para otros fines distintos de los cultuales. Este capítulo, titulado "Liturgias domenicales sin sacerdote” y publicado en el libro de Joseph Ratzinger "Teologia della liturgia. La fondazione sacramentale dell’esistenza cristiana” (Libreria Editrice Vaticana, 2011, pp 287 – 291)[1] puede contribuir a aclarar las ideas y a estimular un debate que los lectores pueden continuar enriqueciendo, señalando cuanto ocurre en la propia comunidad parroquial aredazione@lanuovabq.it con objeto #salviamolamessa.

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Son dos los principios que, en coincidencia con nuestras reflexiones, deben guiar nuestro obrar en la praxis.

1. Vale la prioridad del Sacramento sobre la psicología. Vale la prioridad de la Iglesia sobre el grupo.

2. Con el supuesto de este orden jerárquico, las Iglesias locales deben buscar la respuesta justa a las situaciones respectivas, sabiendo que su tarea esencial es la salvación de los hombres (salus animarum). En esa orientación de todo su trabajo se encuentran tanto su vínculo como su libertad.

Miremos ahora ambos principios más de cerca. En las tierras de misión, en la diáspora, en situaciones de persecución, no hay nada nuevo en el hecho que el Domingo la celebración eucarística sea inalcanzable y que entonces se deba intentar, en la medida de lo posible, sintonizar interiormente con la celebración dominical de la Iglesia. Para nosotros la caída de las vocaciones sacerdotales suscita cada vez más sensiblemente situaciones de tal género que hasta ahora eran en gran parte insólitas. Desafortunadamente, la búsqueda de la solución justa es muchas veces ofuscada por ideologías de impronta colectivista que son más bien un obstáculo que una ayuda a la exigencia real. Se ha dicho, por ejemplo, que toda iglesia que antes tenía un párroco o una celebración regular dominical debe seguir siendo lugar de reunión festiva de la comunidad local. Solamente así la iglesia seguiría siendo el punto central del país, solamente así la comunidad seguiría viva como comunidad. Por este motivo, sería más importante para ella reunirse precisamente allí, escuchando y celebrando la Palabra de Dios, que aprovechar la posibilidad, de por sí existente, de participar en la Celebración eucarística misma en una iglesia situada en las cercanías.

En esta argumentación hay muchos elementos plausibles e, indudablemente, también buenas intenciones. Pero se olvidan las valoraciones fundamentales de la fe. En esa visión, la experiencia del estar juntos, el cuidado de la comunidad del país, está más allá del don del Sacramento. Sin duda, la experiencia del estar juntos es más directamente accesible y más fácilmente explicable de cuanto lo es el Sacramento.

Surge entonces espontáneamente la actitud de replegarse de la dimensión objetiva de la Eucaristía hacia la dimensión subjetiva de la experiencia, de la dimensión teológica hacia la sociológica y psicológica. Pero las consecuencias de un anteponer parecido la vivencia compartida a la realidad sacramental son graves: la comunidad en tal caso se celebra a sí misma. La Iglesia se convierte en un vehículo para un fin social, pero a ello se agrega que de este modo se hace esclava de un romanticismo que en nuestra sociedad caracterizada por la movilidad es bastante anacrónica.

Ciertamente, al comienzo, las personas, llenas de alegría, se siente valorizadas por el hecho que ahora celebran ellas mismas en su iglesia, que pueden “hacerlo por sí”. Pero muy rápidamente se dan cuenta que ahora no hay otra cosa que lo que hacen ellas mismas; que no reciben más nada, sino que se celebran a sí mismas. Pero en ese caso todo se convierte en algo de lo cual se puede hacer menos, porque ahora el culto dominical, en esencia, no va más más allá de lo que se hace habitualmente y siempre. No toca más un orden diferente, ahora es solamente “producción propia”. Es entonces imposible que se le pueda insertar esa “obligación” absoluta de la que la Iglesia ha hablado siempre.

Pero esa valoración se extiende después con intrínseca lógica también a la auténtica Celebración eucarística. Puesto que si la Iglesia misma parece decir que la asamblea es más importante que la Eucaristía, entonces también la Eucaristía es, precisamente, solamente “asamblea” – por lo demás, en efecto, la equiparación no sería posible; entonces toda la Iglesia se rebaja al nivel del “hecho por ti” y al final se da la razón a la triste visión de Durkheim, según la cual la religión y el culto no son otra cosa que formas de estabilización social a través de la autopresentación de la sociedad. Pero en cuanto uno se da cuenta de esto, esa estabilización no funciona más, ya que ella se realiza sólo cuando se piensa que aquí está en juego algo más. El que eleva la comunidad a finalidad directa, es precisamente el que disuelve sus fundamentos. Lo que aparece inicialmente tan piadoso y plausible, en realidad es un desmoronamiento de la valoración y de los órdenes, desmoronamiento que llega a las raíces y con el que, después de algún tiempo, se obtiene lo contrario de lo que se quería.

Sólo si conserva su carácter de totalmente incondicionado y su prioridad absoluta sobre toda finalidad social y sobre toda intención de edificación espiritual, el Sacramento crea comunidad y “edifica” al hombre. También una celebración sacramental psicológicamente menos rica y desde el punto de vista subjetivo más bien privada de esplendor y aburrida, es a la larga (si se lo puede expresar en forma tan utilitaria) también “socialmente” más eficaz que no lo es la autoedificación psicológica y sociológicamente bien lograda de la comunidad. Se trata, en efecto, de la cuestión fundamental: si aquí acontece algo que no proviene de nosotros mismos, o si por el contrario somos solamente nosotros los que proyectamos y plasmamos una atmósfera de comunión. Si no existe “la obligación” superior del Sacramento, se torna insulsa la libertad que ahora nos tomamos, porque permanece privada de su contenido.

Pero las cosas son completamente distintas cuando se trata de un caso de verdadera necesidad. Entonces, en efecto, no es que con una celebración sin sacerdote nos veamos reducidos a la esfera únicamente humana. En ese caso ella representa más bien el gesto común con el que se tiende hacia el «dominicus», el Domingo de la Iglesia. Con esta acción nos adherimos ahora al deber y el querer comunes de la Iglesia, y en consecuencia al Señor mismo.

La pregunta decisiva es: ¿dónde está el límite entre la voluntad personal y la verdadera necesidad? Este límite no puede ser ciertamente trazado en modo abstractamente unívoco y estará también en el detalle siempre fluctuante. Ese límite debe ser encontrado en las situaciones particulares de la sensibilidad pastoral de los interesados, en sintonía con el obispo. Existen reglas que pueden ser útiles. Que no sea lícito a un sacerdote celebrar el Domingo más de tres veces no es una fijación positiva del Derecho Canónico, sino que corresponde a los límites de lo que es realmente exigible. Esta es una disposición desde el punto de vista del; en lo que se refiere a los fieles, debe plantearse la cuestión de la razonabilidad de las distancias a superar y la razonabilidad de las celebraciones en tiempos convenientes. De todo esto no se debería tanto construir una casuística prefabricada, sino más bien dejar espacio a la decisión consciente, considerando las exigencias.

Lo esencial es que se respete el orden justo del grado de importancia y que la Iglesia no se celebre a sí misma, sino al Señor que ella recibe en la Eucaristía, al cual va el encuentro en las situaciones en las que la comunidad sin sacerdote tiende hacia el don que Él constituye.

[1] Versión en español "Teología de la liturgia. El fundamento sacramental de la existencia cristiana”, publicado en el tomo XI de las Obras completas de Joseph Ratzinger,Madrid, BAC 2018.