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viernes, 28 de octubre de 2022

Homilía de Hoy │Santos Simón y Judas, apóstoles│28-10-2022 │Pbro. Santiago Martín, FM



Duración 7:37 minutos

El Sínodo de la Sexualidad | Actualidad Comentada | 28-10-2022 | Pbro. Santiago Martín FM



Duración 12:04 minutos

La pseudociencia del Evolucionismo (Carlos Baliña)




Duración: 75 minutos



Pbro. Dr. Carlos Baliña - https://formacioncatolicahoy.org/257-... 

El Padre Carlos Baliña cursó sus estudios de filosofía y teología en el Seminario Diocesano "Santa María Madre de Dios" de San Rafael Mendoza. Ordenado Sacerdote en dicha diócesis el 4 de diciembre de 1993. 

Sacerdote perteneciente a la Eparquía Ucraniana en la Argentina. Es Licenciado en física por la universidad de Buenos Aires; Diplomado en estudios avanzados en filosofía por la Universidad de Barcelona; Doctorado en filosofía por la Universidad de Barcelona; Profesor de filosofía de las ciencias 1 y 2 en el Instituto Superior del profesorado "Antonio Sáenz" de Lomas de Zamora. 

Profesor de Antropología y Ética en la Escuela Superior de Gendarmería.

NOTICIAS 28 DE OCTUBRE 2022



INFOVATICANA

- Munilla: «La exposición mediática para los obispos puede ser su martirio»
INFOCATÓLICA

- El gobierno de Marruecos no recibe a las feministas que piden despenalizar el aborto


QUE NO TE LA CUENTEN

- Poligamia, madre tierra y más yerbas. Leyendo los sínodos de los tiempos

https://www.quenotelacuenten.org/2022/10/28/poligamia-madre-tierra-y-mas-yerbas-leyendo-los-sinodos-de-los-tiempos/

Selección por José Martí

Entrevista al padre Javier Olivera Ravasi acerca del mundo contemporáneo



Duración 46:05 minutos



Conversando con Hyper Halcón

01:50: ¿Por qué pareciera, en los últimos años, la Iglesia estuviese “vencida”?

06:20: ¿Está el demonio detrás de la agenda globalista?

10:00: Educación sexual integral y un mundo inhumano 

14:10: ¿Qué hace al humano, “humano”?

17:20: El fin del ser humano

21:15: Aborto, suicidio y eutanasia: ¿Por qué se fomenta la cultura de la muerte?

27:00: Transhumanismo y desarrollo del hombre

30:00: El evolucionismo como ideología dominante y animalizante

35:00: La masonería y la Iglesia

39:45: Apostasía y apocalipsis

42:00: El tema de los exorcismos

Ayuso podría declarar el Valle de los Caídos Bien de Interés Cultural en 24 horas (si quisiera)



Duración 3:43 minuroa

miércoles, 26 de octubre de 2022

El relator sinodal despeja dudas (Bruno Moreno)



En artículos anteriores sobre el Sínodo de la Sinodalidad, hablábamos de algunos aspectos sinodales, como el tema o las aportaciones solicitadas, que hacen sospechar que sus reuniones estarán dañadas de raíz. En consecuencia, es de temer que, en el mejor de los casos, esas reuniones serán una forma de perder el tiempo pareciendo que estamos muy ocupados y, en el peor, podrían ser la puerta para intentar cambiar la enseñanza de la Iglesia como desean, por ejemplo, tantos obispos alemanes y belgas.

Nos queda por analizar, sin embargo, a los encargados del Sínodo. A fin de cuentas, aunque fuera con los materiales más pobres e inadecuados, unos responsables con fe y valentía podrían tomar firmemente las riendas de la reunión sinodal y conseguir algo bueno en ella. ¿Será eso lo que ocurra con el Sínodo? A falta de un milagro, habría que decir que parece que no. Al menos a juzgar por las declaraciones que hizo ayer el cardenal Jean-Claude Hollerich en una entrevista publicada por L’Osservatore Romano, el periódico del Vaticano.

Este cardenal jesuita, además de ser arzobispo de Luxemburgo y Presidente de la Comisión de Conferencias Episcopales de la Unión Europea, ha sido nombrado relator general del Sínodo por el Papa Francisco. Es, pues, a la vez un peso pesado de la Iglesia y la voz más autorizada en cuestiones sinodales, después del propio Papa. Haríamos bien, por lo tanto, en prestarle atención.

¿Qué tiene que decirnos el relator general del Sínodo? Por lo visto, que el sexto mandamiento y toda la doctrina de la Iglesia sobre las relaciones sexuales fuera del matrimonio y las relaciones entre personas del mismo sexo siempre han estado equivocados.
“¿Parejas gay? Dios no las maldice. ¿Cree que Dios pueda alguna vez ‘decir-mal’ sobre dos personas que se aman? En el Reino de Dios ninguno está excluido: ni siquiera los divorciados vueltos a casar, ni siquiera los homosexuales, todos. El Reino de Dios no es un club exclusivo. Abre sus puertas a todos, sin discriminaciones. Muchos de nuestros hermanos y hermanas nos dicen que, sea cual sea el origen y la causa de su orientación sexual, ciertamente no la han elegido. No son manzanas podridas”.
Y a continuación añadió:
“No creo que haya lugar para un matrimonio sacramental entre personas del mismo sexo, porque no hay un objetivo procreativo que lo caracterice, pero esto no quiere decir que su relación afectiva no tenga ningún valor”.
Antes de que alguien lo pregunte, conviene señalar que no se trata de una expresión imprecisa o puntual. En febrero declaró algo similar en otra entrevista en Alemania, en la que afirmó, con respecto a la doctrina sobre las relaciones entre personas del mismo sexo que creía que “el fundamento sociológico-científico de esta doctrina ya no es correcto”, indicando que debía revisarse la doctrina de la Iglesia y sugiriendo que la forma de hablar del Papa Francisco sobre la homosexualidad podría llevar a un cambio de la doctrina.

El cardenal dijo otras muchas cosas, sin que faltaran la patética y ya casi obligatoria adulación al Papa, pero creo que las frases citadas son suficientes para que nos hagamos una idea de cómo piensa este purpurado. No sé qué es más llamativo, que un cardenal arzobispo niegue frontalmente la doctrina de la Iglesia en público, que ese cardenal precisamente haya sido elegido relator del nuevo sínodo o que las “razones” que da para sus heterodoxias sean de un nivel intelectual ínfimo, que cualquier seminarista de primero de Teología o incluso cualquier catequista parroquial con dos dedos de frente podría rebatir sin ninguna dificultad.

Veamos sus argumentos uno por uno. Primero, sugiere que Dios bendice las parejas del mismo sexo (ya que, si no dice mal de ellas, es evidente que tendrá que decir bien). Por supuesto, Su Eminencia es muy libre de afirmar lo que quiera, aunque no tenga nada que ver con la fe católica, pero quizá habría sido una buena idea tener la cortesía de preguntar primero al propio Dios, que dejó muy clara esta cuestión: hombre y mujer los creó, los bendijo (Gn 5,1). El hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne (Gn 2, 24). Y, por si había dudas, Cristo repitió exactamente esas frases. Es decir, lo que bendijo fue la pareja de hombre y mujer, no la pareja del mismo sexo. ¡Qué olvido tan extraño! Menos mal que el cardenal Hollerich ha venido a recordarle al mismo Dios su omisión y a corregir el Génesis, porque sabe mejor que Dios mismo lo que Dios quiere y bendice.

También podría haber acudido al Magisterio y a la Tradición de la Iglesia, que afirman unánimemente que las relaciones entre personas del mismo sexo no solo son un pecado, sino algo aún más grave: uno de los pecados que claman al cielo (Catecismo 1867), por vulnerar la naturaleza y el orden creado de forma radical. Las afirmaciones de papas, concilios, santos y doctores de la Iglesia sobre el particular son clarísimas y, a menudo, terribles (véanse, entre innumerables otros ejemplos, el Concilio de Elvira del año 306, el Concilio de Nablús de 1120, el tercer Concilio de Letrán de 1179, San Pío V, San Agustín, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino, San Bernardino de Siena, Santa Catalina de Siena, San Pedro Damián, San Alfonso María de Ligorio, etc.).

No hace falta decir, aunque por si acaso lo recordaremos, que esto no supone decir que las personas que se sienten atraídas por personas del mismo sexo sean en ningún sentido malas en sí mismas, inferiores en dignidad a las demás ni nada por el estilo. Son hijas de Dios o están llamadas a serlo (y no existe dignidad más alta que esa) y, como señala el Catecismo, son dignas de respeto y están llamadas a “realizar la voluntad de Dios en su vida” y a unir sus dificultades al “sacrificio de la cruz del Señor” (Catecismo 2358). En una palabra, están llamadas a ser santas, como los demás.

La afirmación del purpurado, en cambio, produce vergüenza ajena desde el punto de vista teológico. Pregunta el cardenal: “¿Cree que Dios pueda alguna vez ‘decir-mal’ sobre dos personas que se aman?”. La más básica Teología moral, que nuestro cardenal tuvo que estudiar alguna vez, enseña que por supuesto que Dios puede decir mal de dos personas que se aman. Por la sencilla razón de que absolutamente todos los pecados se producen “por amor”, ya que el ser humano está creado por Dios y solo puede moverse por amor. El problema en el caso de los pecados es que ese amor es un amor desordenado.

Por ejemplo, cuando un chico y una chica que no están casados se acuestan juntos, están cometiendo un pecado grave por mucho que digan que se quieren, porque se trata de un amor desordenado, un amor que no es conforme al plan de Dios para el hombre en la entrega total del matrimonio, un amor que no respeta al otro como debe y un amor que encubre, en realidad, un enorme egoísmo y utilización del otro. Como recuerda el Catecismo, “la sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer” (Catecismo 2360). Luego cualquier uso de la sexualidad al margen del matrimonio es, por su propia naturaleza, desordenado, contrario al plan de Dios y un pecado grave, ya se trate de la masturbación, la fornicación, el adulterio o las relaciones entre personas del mismo sexo.

Veamos la siguiente afirmación del cardenal, también de una osadía sorprendente:
“En el Reino de Dios ninguno está excluido: ni siquiera los divorciados vueltos a casar, ni siquiera los homosexuales, todos. El Reino de Dios no es un club exclusivo. Abre sus puertas a todos, sin discriminaciones”. 
Uno está tentado de pensar que el purpurado lleva toda su vida padeciendo un problema de ceguera y sordera completas, porque de otro modo habría escuchado o leído los cientos de pasajes de la Escritura que muestran que eso no es cierto.

Bastará dar como ejemplo el más pertinente, en el que la Palabra de Dios dice expresamente que los pecados graves, incluido el de las relaciones sexuales con personas del mismo sexo, excluyen del Reino de los Cielos: “No os engañéis: Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los sodomitas, poseerán el reino de Dios” (1 Co 6, 9-10; cf. 1Tim 1,10). ¿Será que Dios no sabía que nadie está excluido del Reino de Dios? ¿O será que el cardenal desconoce o rechaza la doctrina básica de la Iglesia sobre el pecado mortal? Lejos de ser una discriminación injusta, esta realidad es la base misma de la justicia. El que peca, por su propio pecado, se excluye del Reino de Dios. Si Dios tratase igual a buenos y malos, entonces sí que sería injusto y nos estaría enseñando que es lo mismo la bondad que la maldad.

Consideremos otra afirmación del cardenal: “no creo que haya lugar para un matrimonio sacramental entre personas del mismo sexo, porque no hay un objetivo procreativo que lo caracterice, pero esto no quiere decir que su relación afectiva no tenga ningún valor”. Con esta afirmación, Mons. Hollerich niega directamente el sexto mandamiento, porque reconoce que no hay matrimonio entre personas del mismo sexo, pero afirma que sus relaciones sexuales tienen “valor”, en lugar de ser un pecado mortal, como todas las relaciones sexuales fuera del matrimonio. Es difícil no ver aquí una continuación del razonamiento de Amoris Laetitia, porque, si el adulterio a veces es lo que Dios quiere para nosotros, ¿por qué no decir lo mismo sobre las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo, como pretende el cardenal? El pecado mortal se convierte en más o menos bueno y el sexto mandamiento, aparentemente, queda obsoleto.

Además de ser directamente contrario a lo que enseña la Palabra de Dios, lo que dice el cardenal también es contrario a la doctrina expresa de la Iglesia, que enseña que este tipo de relaciones “no pueden recibir aprobación en ningún caso”, porque “cierran el acto sexual al don de la vida” y “no proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual” (Catecismo 2357). Al contrario de lo que nos dice el relator del Sínodo, la Iglesia enseña que las personas homosexuales, tan amadas por Dios, “están llamadas a la castidad” (Catecismo 2359), como lo estamos todas las personas, cada una según sus circunstancias y precisamente por el amor que Dios nos tiene.

Observemos también que el cardenal Hollerich, en lugar de aclarar la cuestión, intenta ofuscarla y reducirla al sentimentalismo, diciendo que “muchos de nuestros hermanos y hermanas nos dicen que, sea cual sea el origen y la causa de su orientación sexual, ciertamente no la han elegido. No son manzanas podridas”. ¿Qué tiene eso que ver con nada? Por supuesto que las personas que sienten atracción por otras del mismo sexo no son, en sí mismas, “manzanas podridas”. Como un casado que siente atracción por su secretaria no es, por ese hecho, una “manzana podrida” y tampoco ha “elegido” esa atracción, pero, si engaña a su mujer con la secretaria, está actuando mal consciente y libremente en una materia grave y se excluye de la comunión con Dios y de la vida eterna. Exactamente igual que cualquier otra persona, incluidas las que sienten atracciones homosexuales. Los seres humanos somos seres racionales y, a diferencia de los animales, estamos llamados a controlar nuestras pasiones de conformidad con la ley natural, que es la ley que Dios ha puesto en nuestra conciencia. Recordar esto no es un ataque contra los casados ni contra los solteros ni contra las personas homosexuales, sino lo contrario: reconocer su dignidad humana y su capacidad de hacer libremente el bien o de elegir el mal, con las consecuencias que tiene cada una de esas elecciones.

Por último, es fácil ver que la explicación que dio el cardenal de su rechazo de la enseñanza de la Iglesia en una entrevista anterior no era más que una excusa: “creo que el fundamento sociológico-científico de esta doctrina ya no es correcto”. Digo que se trataba de una excusa porque, a poco que lo haya pensado, Mons. Hollerich tiene que ser consciente de que eso no significa nada, ya que la doctrina sobre las relaciones entre personas del mismo sexo no tiene ningún “fundamento sociológico-científico”. La ciencia y la sociología no tienen nada que ver con el tema. El fundamento de la doctrina es teológico: la Revelación del mismo Dios, transmitida por la Escritura y la Tradición y preservada por el Magisterio. Eso es lo que niega el purpurado, pero, como decirlo queda feo en todo un cardenal, intenta desviar la cuestión hacia la sociología y la ciencia, que, por su propia naturaleza, no tienen nada que ver con este tema moral y teológico.

En fin, después de ver que Su Eminencia afirma repetidas veces con toda claridad y literalmente lo contrario que la Palabra de Dios, el Magisterio y la Tradición, no hace falta decir mucho más. Nadie que piensa así puede ser firme en otros aspectos de la fe, porque, como enseñaba Santo Tomás, quien rechaza una parte de la fe en realidad rechaza la fe entera. En efecto y a modo de ejemplo, el cardenal también ha afirmado en el pasado, contra la doctrina irreformable de la Iglesia, que las mujeres podrían recibir la ordenación sacerdotal en el futuro. Mons. Hollerich parece haber reducido la revelación divina a una simple enseñanza de carácter sociológico y en permanente transformación, según vayan cambiando los deseos del mundo.

¿Qué sentido tiene que un prelado que rechaza públicamente la fe católica sobre multitud de cuestiones sea el relator general del Sínodo? Son afirmaciones hechas, además, en el periódico oficial del propio Vaticano, L’Osservatore Romano, luego es imposible que la Santa Sede las desconozca. Este hecho, junto con otros como la tolerancia para los errores públicos de obispos alemanes y belgas o la aceptación de aportaciones contrarias a la fe de la Iglesia en las primeras etapas sinodales, lleva a pensar que el Sínodo podría estar destinado a abandonar discretamente las doctrinas de la Iglesia que son molestas para el mundo.

Recemos, recemos, recemos.

Bruno Moreno

El obispo Schneider defiende la «desobediencia de una orden papal que cambia o debilita la integridad de la fe, la Constitución Divina de la Iglesia y la liturgia»



El obispo Athanasius Schneider ha escrito una reflexión en LifeSiteNews sobre los límites de la obediencia al Papa. Cabe señalar, que el obispo auxiliar de Astaná hace referencia a un concepto a veces muy olvidado o desconocido para muchos católicos. Ante cualquier duda, en última instancia por encima de la autoridad papal siempre ha de estar la conciencia recta y bien formada de cada uno.

Compartimos el artículo publicado por el prelado de Kazajistán ene LifeSiteNews:

El significado correcto de la obediencia al Papa

La santa Iglesia es ante todo y en lo más profundo una institución divina, y es un misterio en su sentido sobrenatural. En segundo lugar, tiene también la realidad humana y visible, los miembros visibles y la jerarquía (Papa, obispo, sacerdote).

Cuando la Madre Iglesia está pasando por una de las crisis más profundas de su historia, como la está pasando en nuestro tiempo, donde la crisis toca todos los niveles de la vida de la Iglesia de manera espantosa, la Divina Providencia nos está llamando a amar a nuestra Madre Iglesia, que es humillada y burlada no en primer lugar por sus enemigos, sino desde dentro por sus pastores. Estamos llamados a ayudar a nuestra Madre Iglesia, cada uno en su lugar, a ayudarla a una verdadera renovación a través de nuestra propia fidelidad a la inmutable integridad de la fe católica, a través de nuestra fidelidad a la constante belleza y sacralidad de su liturgia, la liturgia de todos los tiempos, a través de nuestra intensa vida espiritual en unión con Cristo, y a través de actos de amor y caridad.

El misterio de la Iglesia es más grande que el Papa o el obispo. A veces los papas y los obispos hicieron daño a la Iglesia, pero al mismo tiempo Dios usó otros instrumentos, a menudo los simples fieles, simples sacerdotes o algunos obispos, para restaurar la santidad de la fe y la vida dentro de la Iglesia.
Ser fiel a la Iglesia no significa obedecer interiormente todas las palabras y actos de un Papa o de un obispo, ya que el Papa o el obispo no son idénticos a toda la Iglesia. Y si un Papa o un obispo apoya un camino que daña la integridad de la fe y de la liturgia, de ninguna manera está obligado a seguirlo interiormente, porque tenemos que seguir la Fe y las normas de la Iglesia de todos los tiempos, de los apóstoles y de los santos.
La Iglesia Católica es la única Iglesia que Cristo fundó, y es voluntad expresa de Dios que todos los hombres lleguen a ser miembros de Su única Iglesia, miembros del Cuerpo Místico de Cristo. La Iglesia no es propiedad privada de un Papa; más bien, él es sólo el vicario, el servidor, de Cristo. Por lo tanto, uno no puede hacer que convertirse en católico completo dependa del comportamiento de un Papa en particular. Seguramente hay que obedecer al Papa cuando propone infaliblemente la verdad de Cristo, cuando habla ex cathedra, que es muy raro. 

Tenemos que obedecer al Papa cuando nos ordena obedecer las leyes y mandamientos de Dios, [y] cuando toma decisiones administrativas y jurisdiccionales (designaciones, indulgencias, etc.). Sin embargo, si un Papa crea confusión y ambigüedad con respecto a la integridad de la fe católica y de la sagrada liturgia, entonces no hay que obedecerle, y hay que obedecer a la Iglesia de todos los tiempos y a los Papas que, durante dos milenios, enseñaron constantemente y claramente todas las verdades católicas en el mismo sentido. Y estas verdades católicas las encontramos expresadas en el Catecismo. Hay que obedecer el Catecismo y la liturgia de todos los tiempos, que siguieron los santos y nuestros antepasados.

Junto a otras reflexiones se presenta en las siguientes líneas un breve resumen de la magistral conferencia del Prof. Roberto de Mattei, “Obediencia y resistencia en la historia de la Iglesia”, pronunciada en Roma Life Forum, el 18 de mayo de 2018.
Es una falsa obediencia cuando una persona diviniza a hombres que representan autoridad en la Iglesia (Papa u obispo), cuando esta persona acepta órdenes y consiente afirmaciones de sus superiores, que evidentemente dañan y debilitan la claridad e integridad de la fe católica.
La obediencia tiene un fundamento, un propósito, condiciones y límites. Sólo Dios no tiene límites: es inmenso, infinito, eterno. Toda criatura es limitada, y ese límite define su esencia. Por lo tanto, ni la autoridad ilimitada ni la obediencia ilimitada existen en la tierra. La autoridad se define por sus límites, y la obediencia también se define por sus límites. La conciencia de estos límites conduce a la perfección en el ejercicio de la autoridad ya la perfección en el ejercicio de la obediencia. El límite insuperable de la autoridad es el respeto a la ley divina de la integridad y claridad de la fe católica, y el respeto a esta ley divina de la integridad y claridad de la fe católica es también el límite insuperable de la obediencia.

Santo Tomás plantea la pregunta: «¿Están los súbditos obligados a obedecer a sus superiores en todo?» ( Suma teológica, II-IIae, q. 104, a. 5); su respuesta es negativa. Como él explica, las razones por las que un súbdito no puede estar obligado a obedecer a su superior en todas las cosas son dos. En primer lugar: por mandato de una autoridad superior, dado que se debe respetar la jerarquía de autoridades. En segundo lugar, si un superior manda a un súbdito a hacer cosas ilícitas, por ejemplo, cuando los hijos no están obligados a obedecer a sus padres en materia de contraer matrimonio, conservar la virginidad o cosas semejantes. Santo Tomás concluye: “El hombre está absolutamente sujeto a Dios, y en todas las cosas, internas y externas: por tanto, está obligado a obedecer a Dios en todas las cosas. Sin embargo, los súbditos no están obligados a obedecer a sus superiores en todas las cosas, sino sólo en ciertas cosas. (…) Por lo tanto, se pueden distinguir tres tipos de obediencia: la primera, siendo suficiente para la salvación, obedece sólo en lo obligatorio; el segundo, siendo perfecto, obedece en todo lo lícito; el tercero, estando desordenado, obedece también en lo ilícito” (Summa theologica , II-IIae, q. 104, a. 3).
La obediencia no es ciega ni incondicional, sino que tiene límites. Donde hay pecado, mortal o de otro tipo, no solo tenemos el derecho, sino el deber de desobedecer. 
Esto también se aplica en circunstancias en las que a uno se le ordena hacer algo perjudicial para la integridad de la fe católica o la santidad de la liturgia. La historia ha demostrado que un obispo, una conferencia episcopal, un Concilio, [e] incluso un Papa pronunciaron errores en su Magisterio no infalible. ¿Qué deben hacer los fieles en tales circunstancias? En sus diversas obras, Santo Tomás de Aquino enseña que, cuando la fe está en peligro, es lícito, incluso adecuado, resistir públicamente a una decisión papal, como hizo San Pablo con San Pedro, el primer Papa. En efecto, “San Pablo, que estaba sujeto a San Pedro, lo reprendió públicamente por un riesgo inminente de escándalo en materia de fe.Summa theologica , II-II, q. 33, a. 4, anuncio 2).

La resistencia de San Pablo se manifestó como una corrección pública de San Pedro, el primer Papa. Santo Tomás dedica una pregunta entera a la corrección fraterna en la Summa . La corrección fraterna también puede ser dirigida por los súbditos a sus superiores, y por los laicos contra los prelados. “Sin embargo, dado que un acto virtuoso necesita ser moderado por las debidas circunstancias, se sigue que cuando un súbdito corrige a su superior, debe hacerlo de manera decorosa, no con descaro y dureza, sino con dulzura y respeto” ( Suma teológica , II-II, q. 33, a. 4, ad 3). Si hay peligro para la fe, los súbditos están obligados a reprender a sus prelados, incluido el Papa, incluso públicamente: “Por lo tanto, debido al riesgo de escándalo en la fe, Pablo, que de hecho estaba sujeto a Pedro, lo reprendió públicamente. ” (ibídem ).
La persona y el oficio del Papa tiene su significado en ser sólo el Vicario de Cristo, un instrumento y no un fin, y como tal, este significado debe ser utilizado, si no queremos torcer la relación entre el medio y el terminar boca abajo. Es importante subrayar esto en un momento en que, especialmente entre los católicos más devotos, hay mucha confusión al respecto. Y también, la obediencia al Papa o al obispo es un instrumento, no un fin.
El Romano Pontífice tiene autoridad plena e inmediata sobre todos los fieles, y no hay autoridad en la tierra superior a él, pero no puede, ni por declaraciones erróneas ni por ambiguas, cambiar y debilitar la integridad de la fe católica, la constitución divina de la Iglesia, o la constante tradición de la sacralidad y el carácter sacrificial de la liturgia de la Santa Misa. Si esto sucede, existe la legítima posibilidad y deber de los obispos e incluso de los fieles laicos no sólo de presentar llamamientos privados y públicos y propuestas de correcciones doctrinales, sino también para actuar en “desobediencia” de una orden papal que cambia o debilita la integridad de la fe, la Constitución Divina de la Iglesia y la liturgia. Esta es una circunstancia muy rara, pero posible, que no viola, sino que confirma, la regla de devoción y obediencia al Papa que es llamado a confirmar la fe de sus hermanos. Tales oraciones, llamados, propuestas de corrección doctrinal y una llamada “desobediencia” son, por el contrario, una expresión de amor al Sumo Pontífice para ayudarlo a convertirse de su peligroso comportamiento de descuidar su deber primario de confirmar toda la Iglesia sin ambigüedades y vigorosamente en la fe.
Se debe recordar también lo que enseñó el Concilio Vaticano I: “El Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro no para que, por medio de su revelación, dieran a conocer alguna nueva doctrina, sino para que, con su asistencia, pudieran guardar y guardar religiosamente exponer fielmente la revelación o depósito de la fe transmitido por los apóstoles” (Concilio Vaticano I, Constitución Dogmática Pastor aeternus , cap. 4).

Durante los últimos siglos, prevalece en la vida de la Iglesia un positivismo jurídico, combinado con una especie de papolatría. Tal actitud apunta a reducir los órdenes exteriores del superior y la ley a un mero instrumento en manos de quienes detentan el poder, olvidando el fundamento metafísico y moral de la ley misma. Desde este punto de vista legalista, que ahora impregna a la Iglesia, lo que la autoridad promulga es siempre justo.

Los tratados espirituales tradicionales nos enseñan cómo obedecer a la Iglesia y al Papa, o al obispo. Sin embargo, aquéllos se refieren a los tiempos de normalidad, cuando el Papa y los obispos valientemente y sin ambigüedades defendían y protegían la integridad de la fe y la liturgia. Estamos viviendo ahora, obviamente, en el tiempo excepcional de una crisis global de la fe en todos los niveles de la Iglesia. Un fiel católico tiene que reconocer la autoridad suprema del Papa y su gobierno universal. Sin embargo, sabemos que, en el ejercicio de su autoridad, el Papa puede cometer abusos de autoridad en perjuicio evidente de la fe católica y de la sacralidad de la liturgia de la Santa Misa, como lamentablemente ha ocurrido en la historia. Deseamos obedecer al Papa: a todos los Papas, incluido el Papa actual, pero si, en la enseñanza de cualquier Papa, encontramos una contradicción evidente, se impone la desobediencia.

Según el Padre Enrico Zoffoli, los peores males de la Iglesia no provienen de la malicia del mundo, de la intromisión o persecución de los laicos por parte de otras religiones, sino sobre todo de los elementos humanos que forman el Cuerpo Místico: los laicos y el clero. “Es la desarmonía producida por la insubordinación de los laicos al trabajo del clero y del clero a la voluntad de Cristo” ( Potere e obbedienza nella Chiesa , Milano 1996, p. 67):

Tales momentos son muy raros en la historia de la Iglesia, sin embargo, han ocurrido, como es evidente a la vista de todos, también en nuestro tiempo.

Muchos, en el curso de la historia, han manifestado un comportamiento heroico, resistiendo las leyes injustas de la autoridad política. Mayor aún es el heroísmo de quienes han resistido la imposición por parte de la autoridad eclesiástica de doctrinas que se apartan de la constante Tradición de la Fe y de la Liturgia de la Iglesia. La resistencia filial, devota, respetuosa, no lleva al alejamiento de la Iglesia, sino que multiplica el amor a la Iglesia, a Dios, a su Verdad, porque Dios es el fundamento de toda autoridad y de todo acto de obediencia.

Debido al amor por el ministerio papal, el honor de la Sede Apostólica y la persona del Romano Pontífice, algunos santos, por ejemplo, Santa Brígida de Suecia y Santa Catalina de Siena, no dudaron en amonestar a los Papas, a veces incluso en términos algo fuertes. , como podemos ver a Santa Brígida relatando las siguientes palabras del Señor, dirigidas al Papa Gregorio XI: “Comienza a reformar la iglesia que compré con mi propia sangre para que sea reformada y reconducida espiritualmente a su estado prístino de santidad Si no obedecéis esta mi voluntad, entonces podéis estar bien seguros de que seréis condenados por Mí ante toda mi corte celestial con la misma clase de sentencia y justicia espiritual con que se condena y castiga a un prelado mundano que ha de ser despojado de su rango. Es despojado públicamente de su ropaje pontificio sagrado, derrotado, y maldito. Esto es lo que te haré. Te enviaré lejos de la gloria del cielo. Sin embargo, Gregorio, hijo mío, te exhorto de nuevo a que te conviertas a mí con humildad. Escucha mi consejo” (Libro de las Revelaciones , 4, 142).

Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia, dirigió la siguiente amonestación contundente al Papa Gregorio XI, exigiéndole que reformara vigorosamente la Iglesia o, si no lo hacía, renunciara al papado: “Santísimo y dulce padre, tu pobre e indigna hija Catalina en Cristo dulce Jesús, se encomienda a ti en Su Preciosa Sangre. La Verdad Divina exige que hagáis justicia sobre la abundancia de muchas iniquidades cometidas por los que se alimentan y apacientan en el jardín de la Santa Iglesia. Ya que Él te ha dado autoridad y tú la has asumido, debes usar tu virtud y poder; y si no estáis dispuestos a usarlo, más os vale que renunciéis a lo que habéis asumido; más honra a Dios y salud a tu alma sería.”

Cuando los que tienen autoridad en la Iglesia (Papa, obispos), como es el caso en nuestro tiempo, no cumplen fielmente con su deber de guardar y defender la integridad y la claridad de la fe católica y de la liturgia, Dios llama a los subordinados, a menudo los pequeños y sencillos de la Iglesia, para suplir los defectos de los superiores, mediante llamamientos, propuestas de corrección y, con mayor fuerza, mediante sacrificios vicarios y oraciones.

Durante la profunda crisis de la Iglesia en el siglo XV, donde el alto clero a menudo daba mal ejemplo y fracasaba gravemente en sus deberes pastorales, el Cardenal Nicolás de Cusa (1401-1464) fue profundamente conmovido por un sueño en el que se le mostraba que realidad espiritual del poder de la ofrenda de sí mismo, la oración y el sacrificio vicario. Vio en un sueño la siguiente escena: Más de mil monjas estaban orando en la pequeña iglesia. No estaban arrodillados sino de pie. Estaban de pie con los brazos abiertos, las palmas hacia arriba en un gesto de ofrenda. En manos de una monja delgada, joven, casi infantil, Nicolás vio al Papa. Podías ver cuán pesada era esta carga para ella, pero su rostro irradiaba un brillo alegre. Esta actitud debemos emularla.


lunes, 24 de octubre de 2022

Si la Iglesia puede destituir a un papa formalmente hereje, ¿qué debe hacer con un demoledor?




En una reciente entrevista con Michael Matt, a la pregunta de si Juan XXII dejó de ser papa cuando incurrió en herejía a principios del siglo XIV al enseñar que las almas de los justos no disfrutan de la visión beatífica hasta después del juicio final, monseñor Athanasius Schneider respondió alegando que Juan XXII no dejó de ser pontífice porque la Iglesia todavía no había definido el dogma en cuestión; por eso no incurrió en herejía formal. De ello se deduce que de haber incurrido en herejía formal habría dejado de ser papa.

Igualmente, en la entrevista que concedió en 2016 a The Catholic World Report, el cardenal Raymond Burke afirmó que si un papa incurre en herejía formal, cesa automáticamente de ser pontífice:«Si un papa expresa formalmente una opinión herética, al hacerlo pierde el pontificado. Es automático. Podría darse el caso».

Con ello queda abierto el debate en torno a cómo debe responder la Iglesia en caso de que un pontífice deje automáticamente de serlo, pero se recalca que una expresión formal de herejía significa que un pontífice puede ser destituido.

Tres años más tarde, varios teólogos católicos y catedráticos de renombre escribieron una Carta abierta a los obispos de la Iglesia Católica que desarrollaba los argumentos por los que un pontífice puede dejar de serlo al incurrir en herejía:
«Hay consenso en cuanto a que si un papa es culpable de herejía y se mantiene pertinazmente en su opinión no puede seguir siendo pontífice. Teólogos y canonistas debaten esta cuestión dentro del tema de si un papa puede dejar de serlo. Entre otras causales se enumeran fallecimiento, dimisión y herejía. Este consenso coincide con la postura de sentido común según la cual para ser papa hay que ser católico, postura cimentada en la tradición patrística y en principios teológicos fundamentales relativos a asuntos como cargos eclesiásticos, herejía y pertenencia a la Iglesia. Los Padres de la Iglesia negaban que un hereje pudiera ejercer la menor autoridad eclesiástica. Más adelante, los doctores de la Iglesia entendieron que esta doctrina se refería a herejías notorias sujetas a sanciones por parte de las autoridades eclesiásticas, y sostuvieron que tenía su origen en el derecho divino y no en la ley positiva de la Iglesia. Afirmaron que esa clase de herejes no podían ejercer autoridad alguna dado que la herejía los había separado de la Iglesia, y nadie que haya sido excomulgado puede ejerce la menor autoridad en Ella.»
Sostenía la carta que el Papa no dejaría de serlo automáticamente; sería más bien la Iglesia la que habría de tomar medidas para destituirlo:
«Autores sedevacantistas han sostenido que cuando un pontífice incurre en herejía notoria deja automáticamente de ser papa y no hace falta ni está permitido que intervenga la Iglesia en ello. Esta opinión no es compatible con la Tradición y la teología católicas, y debe ser rechazada. Aceptarla supondría sumir la Iglesia en el caos cuando un papa abrazara una herejía, como han señalado muchos teólogos. Le tocaría decidir a cada católico cuándo y en qué circunstancias se podría afirmar que un pontífice es hereje y ha dejado de ser papa. Es preciso, por el contrario, aceptar que el Papa no puede dejar de serlo sin que intervengan los obispos».
Como se ve, no hay unanimidad en cuanto a cómo debería responder la Iglesia ante un papa hereje, pero esta carta hace suyas algunas de las afirmaciones del cardenal Burke y el obispo Schneider en el sentido de que el pontífice dejaría de serlo.

Volviendo al ejemplo de Juan XXII que puso monseñor Schneider, no es imprescindible que la herejía formal tenga un impacto tremendo en la manera en que entienden y viven su fe la mayoría de los católicos. El verdadero delito de la herejía formal consiste en que un católico se adhiera con contumacia a una creencia contraria a una verdad proclamada por la Iglesia. León XIII explicó de forma sucinta lo gravemente problemático de la cuestión en su encíclica de 1896 Satis cognitum:
«Quien en un solo punto rehúsa su asentimiento a las verdades divinamente reveladas, realmente abdica de toda la fe, pues rehúsa someterse a Dios en cuanto a que es la soberana verdad y el motivo propio de la fe».
Si rechazamos en un solo punto la verdad revelada, implícitamente rechazamos todo el cimiento de la Fe católica. Naturalmente, esto se ajusta a lo que recitamos en el Acto de fe:«Dios mío, porque eres verdad infalible, creo firmemente todo aquello que has revelado y la Santa Iglesia nos propone para creer.»

Teniendo en cuenta todo lo anterior, el hereje formal rechaza el cimiento de la Fe católica aun en el caso de que su pertinaz herejía consista en algo que a la mayoría nos parecería un punto relativamente menor e intrascendente de la Fe. En el caso de un pontífice, la consecuencia podría ser que dejara automáticamente de serlo o que los obispos se vieran obligados a tomar medidas para destituirlo.

En este contexto, ¿cómo debemos evaluar que Francisco no sólo rechace la base de la Fe católica sino que además intente acabar totalmente con la Iglesia? Si el rechazo pertinaz de un solo punto de la Fe es motivo justificado para destituirlo, ¿hay fundamentos lógicos para creer que deba seguir ejerciendo el cargo cuando no deja lugar a dudas de que persigue a los católicos precisamente porque no quiere que sean fieles a lo que siempre nos ha enseñado la Iglesia? No hace falta ser un gran teólogo para darse cuenta de que eso es peor que si, pongamos por caso, persistiera en una creencia errónea en cuanto a cuándo alcanzan los justos la visión beatífica.

Por otra parte, vale la pena tener en cuenta la respuesta reciente del cardenal Gerhard Müller a Raymond Arroyo ante la pregunta de por qué está permitiendo el Papa los ataques sinodales a la Iglesia:«Es una pregunta de difícil respuesta. Es que no lo entiendo. Tengo que declararlo públicamente, porque la definición de Papa es, [basándonos] en el Concilio [Vaticano I] y en la historia de la teología católica, el que tiene el deber de garantizar la veracidad del Evangelio y la unidad de todos los obispos, y en la Iglesia, y en la verdad revelada».

Cabe suponer que un papa que incurre en herejía formal puede seguir ajustándose a la definición de lo que es un papa, con la excepción de que tiene un concepto erróneo de una doctrina católica determinada. Ahora bien, Francisco no se ajusta ni de lejos a la definición que expresó el cardenal Müller. Desde luego, no es una exageración decir que, según esa definición, es prácticamente lo contrario de un papa.

La trágica paradoja es que Francisco quiere seguir haciendo tanto daño como pueda a la Iglesia y por eso se abstiene de dar a los obispos pruebas inequívocas de su herejía formal. En vez de limitarse a rechazar un punto determinado de la Fe, rechaza innumerables verdades católicas y el cimiento entero de la Fe. No sólo eso. Cada vez exige más a todos los católicos que hagan lo mismo. Pero como no convence a los obispos de que ha incurrido irremediablemente en herejía formal, puede seguir hasta que no quede nada que destruir.

Si la actual situación parece absurda es porque en efecto lo es. Si los obispos tienen el deber de destituir a un pontífice que ha incurrido en herejía formal en cuanto a un punto solo de la Fe, salta a la vista que tienen un deber más acuciante aún de hacerlo con quien está acabando con la Iglesia como lo está haciendo Francisco. Para verlo con claridad diáfana no hay más que tener en cuenta los principios expuestos en la Carta abierta a los obispos de la Iglesia arriba citada:«Todos están de acuerdo en que el mal que supone un papa hereje es tan grande que no puede tolerarse en aras de un supuesto bien mayor. Suárez lo expresa así: "Sería sumamente perjudicial para la Iglesia tener un pastor así y no poder defenderse de tan grave peligro; por otra parte, atentaría contra la dignidad de la Iglesia obligarla a seguir sujeta a un pontífice hereje sin poder expulsarlo de su cuerpo; ya que la gente está acostumbrada a ser como sus príncipes y sacerdotes”. San Roberto Belarmino declara: «Pobre de la Iglesia si se viera obligada a tener como pastor a alguien que se conduce manifiestamente como un lobo» (Disputationes de controversias, tercera disputa, libro 2, capítulo 30).

Si es así en el caso de un papa hereje, más lo es todavía con Francisco, que no sólo es hereje sino que, como dice el cardenal Müller, está conduciendo a una opa hostil de la Iglesia:«Es una ocupación de la Iglesia de Jesucristo que se puede comparar con una empresa que hace una opa hostil. Basta con mirar, o leer, una sola página del Evangelio para ver que esto no tiene nada que ver con Jesucristo»

No parece que esos obispos que creen que no pueden hacer nada que valga la pena por resolver esta catastrófica situación tengan mucha confianza en Dios. Si la mafia de San Galo pudo reunirse para llevar a cabo los maquiavélicos planes de Satanás, ¿cómo no pueden vacilar los prelados verdaderamente católicos en reunirse con la firme resolución de discernir y ejecutar lo más fielmente posible la voluntad de Dios? Si no es voluntad de Dios que destituyan a Francisco, al menos habrán hecho todo lo que estaba en sus manos, y por lo menos podrán orientar mejor a su grey en estos tiempos difíciles.

Los argumentos a favor de soportar con paciencia los ataques de Francisco al catolicismo han llegado a ser motivo de escándalo, sobre todo porque esa paciencia y aguante ha dado lugar a que inflija gravísimos daños a la Iglesia, se condenen innumerables almas y se respalden con la autoridad moral las iniciativas anticatólicas del Gran Reinicio. Aunque antes creyéramos que bastaba con rezar para salir de la presente debacle, Dios ha dejado claro hasta la saciedad desde la blasfema presentación de la Pachamama en octubre de 2019 por parte de Francisco que el mundo entero padece con el uso abusivo que hace de su cargo como pontífice. En este momento, casi todos los hombres que podrían tomar medidas concretas para enfrentarse al reinado de terror de Francisco se han dormido en sus episcopales laureles.

El mensaje de Nuestra Señora de Akita prevenía los males que ya estamos presenciando en la Iglesia, pero todavía no hemos visto una oposición generalizada a esos males por parte de los obispos fieles:«La obra del demonio infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que se verán cardenales contra cardenales y obispos contra obispos».

Ha llegado la hora de acudir a los obispos para que dejen de hacerle el juego al Diablo. El momento de volvernos a Dios con confianza, entregarnos de lleno a Él y a su Iglesia, aunque nos cueste el martirio

Que la Santísima Virgen María ayude a los obispos fieles de la Iglesia a hacer todo lo que puedan para colaborar con la gracia de Dios a fin de contrarrestar este gravísimo mal que aqueja al Cuerpo Místico de Cristo. Inmaculado Corazón de María, ¡ruega por nosotros!

Robert Morrison

Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada

El Papa y la parábola de la vacuna (Carlos Esteban)




De los líderes mundiales, el Papa estuvo entre los más incansables e insistentes defensores de la vacunación universal contra el covid. Si, al final, la inoculación no fuera lo que nos vendieron, ¿habrá rectificación desde el Vaticano?”.

Creo no exagerar si digo que, a estas alturas, es difícil seguir manteniendo que las supuestas vacunas comercializadas contra la pandemia de covid no han sido lo que nos vendieron machaconamente desde todos los medios posibles. Atendiendo exclusivamente a las fuentes oficiales, sus efectos secundarios superan ya con mucho los de cualquier otra vacuna en fechas recientes que no haya sido retirada del mercado, y recientemente una directiva de la propia Pfizer, creador del tratamiento más difundido, reconoció abiertamente que la empresa ni siquiera testó su eficacia para detener la transmisión de la enfermedad.

No vamos a especular aquí; aceptamos como posible que la inoculación reduzca las probabilidades de enfermar gravemente y morir de covid, como se asegura oficialmente. Pero eso no afecta en absoluto a su transmisión, es decir, no sirve para parar la pandemia, y su beneficio afecta exclusivamente a quien se la administra, en todo caso.

Pero no es eso, repito, lo que nos vendieron y, sobre todo, lo que nos predicó el Santo Padre en su día. “Vacunarse, con vacunas autorizadas por las autoridades competentes, es un acto de amor”, nos decía Francisco en un vídeo en verano de 2021. “Y ayudar a que la mayoría de la gente se vacune es un acto de amor. Amor por uno mismo, amor por la familia y los amigos, amor por todos los pueblos”.

Ahora, vacunarse -si esta es la palabra adecuada- puede ser un acto de prudencia, pero ¿de amor? Si no impide la transmisión, como se ha reconocido, ¿en qué sentido es un ‘acto de amor’, salvo el mismo acto de amor a uno mismo con que puede definirse tomar cualquier medicamento?

Por supuesto, ni el Papa comprometía aquí su magisterio ni tiene obligación alguna de ser experto en terapias génicas, no es esa la cuestión. La cuestión es que ha usado su posición como cabeza de los católicos y Vicario de Cristo para promocionar un producto concreto en fase experimental del que aún desconocemos con precisión sus consecuencias a largo plazo. ¿Qué pasaría con el crédito del Papa, de su credibilidad, digamos, ‘secular’, si el resultado final no es el esperado, si el experimento no sale como se prevé?

La conclusión no es que Francisco no pueda tener las opiniones que apetezca, o que cualquier error suyo deba juzgarse como una quiebra de su facultad magisterial, porque no hablamos de cuestiones que tengan que ver en absoluto con la doctrina. Pero quizá fuera deseable que el Santo Padre no opine públicamente de todo lo humano y lo divino, porque es fácil generar confusión entre los fieles y recelo entre los no creyentes.

Carlos Esteban

sábado, 22 de octubre de 2022

¿Son siempre mejores las traducciones modernas de la Biblia? Un lingüista católico elogia la Vulgata de San Jerónimo



(CNA/Jonah McKeown)-La mayoría de la gente sabe que San Jerónimo -cuya fiesta la Iglesia celebra el 30 de septiembre- es famoso por haber traducido toda la Biblia al latín en el siglo IV d.C., creando una edición muy leída conocida posteriormente como la Vulgata.

Pero probablemente menos gente se da cuenta de lo innovadora -y duradera- que es la obra de Jerónimo. La Vulgata se convirtió en la Biblia más utilizada de la Edad Media y ha perdurado hasta nuestros días como una traducción que al menos un destacado lingüista considera una de las mejores disponibles.

«No conozco ninguna otra traducción, ni antigua ni moderna, tan buena como la Vulgata», sostiene Christophe Rico, un lingüista católico que vive y trabaja en Jerusalén.

Rico, de nacionalidad francesa, es profesor de griego antiguo y decano del Instituto Polis de Jerusalén, que enseña diversas lenguas antiguas. En colaboración con el Instituto Polis, Rico elabora libros para que los estudiantes aprendan a hablar y leer latín y griego, con el objetivo, en parte, de que quienes deseen leer la Vulgata latina original puedan hacerlo.

Experto profesor de griego y latín, Rico afirma que, a pesar de los más de 1.600 años transcurridos desde su finalización, la traducción de Jerónimo de la Biblia -aunque no es perfecta, como no lo es ninguna traducción- ha demostrado ser sorprendentemente precisa y muy valiosa para la Iglesia.

«Si tienen dudas sobre la solidez de una traducción moderna, acudan a la Vulgata; especialmente para el Nuevo Testamento», aconseja, y añadia que la traducción del Antiguo Testamento en la Vulgata también es «excelente».

¿Quién era Jerónimo?

San Jerónimo nació hacia el año 340 como Eusebio Jerónimo Sofronio en la actual Croacia. Su padre lo envió a Roma para que se instruyera en retórica y literatura clásica.

Bautizado en el 360 por el Papa Liberio, viajó mucho y finalmente se estableció como ermitaño del desierto en Siria. Más tarde se ordenó sacerdote y se trasladó a Belén, donde vivió una vida solitaria y ascética desde mediados de la década de 380. Allí aprendió hebreo, sobre todo estudiando con rabinos judíos. Llegó a ser secretario personal de San Dámaso I.

Curiosamente, el genio lingüístico y una admirable ética de trabajo no son las únicas cualidades por las que se conoce hoy a Jerónimo. También es el santo patrón de las personas con personalidades difíciles, ya que se dice que él mismo tenía un temperamento duro y propenso a hacer críticas mordaces a sus oponentes intelectuales.

El nacimiento de la Vulgata

Contrariamente a la creencia popular, la Vulgata no fue la primera Biblia en latín: en la época de Jerónimo, en el siglo IV, ya existía una versión ampliamente utilizada llamada «Vetus Latina», que era a su vez una traducción de la Septuaginta griega de aproximadamente el siglo II. Además, la Vetus Latina contenía la traducción del original griego de todos los libros del Nuevo Testamento. Todos los libros del Nuevo Testamento se escribieron originalmente en griego, pero el Antiguo Testamento -salvo unos pocos libros- se escribió primero en hebreo.

Rico describió la Vetus Latina como una «buena traducción, pero no perfecta». En el año 382, San Dámaso I encargó a Jerónimo, que entonces trabajaba como su secretario, que revisara la traducción de la Vetus Latina del Nuevo Testamento.

Jerónimo así lo hizo, tardando varios años en revisar y mejorar minuciosamente la traducción latina del Nuevo Testamento a partir de los mejores manuscritos griegos disponibles. Rico dijo que, a lo largo del proceso, Jerónimo corrigió ciertos pasajes y expuso los significados profundos de muchas de las palabras griegas que se habían perdido en las traducciones anteriores.

Por ejemplo, la palabra griega «epiousios», que probablemente fue acuñada por los escritores de los Evangelios, aparece en el Padre Nuestro de Lucas y Mateo y suele traducirse al español como «diario». En el Evangelio de Mateo, sin embargo, Jerónimo tradujo la palabra al latín como «supersubstantialem», o «supersustancial», una alusión, como señala el Catecismo de la Iglesia Católica, al Cuerpo de Cristo en la Eucaristía.

Lo que hizo Jerónimo a continuación fue aún más ambicioso. Se propuso traducir también todo el Antiguo Testamento a partir de su original hebreo. Jerónimo conocía muy bien el hebreo, señaló Rico, ya que en ese momento había vivido en Tierra Santa durante 30 años y se mantenía en estrecho contacto con los rabinos judíos. Jerónimo también tenía acceso a la Hexapla de Orígenes, una especie de «piedra Rosetta» de la Biblia que mostraba el texto bíblico en seis versiones. (El texto hebreo, una transliteración en letras griegas del texto hebreo, la traducción griega de la Septuaginta y otras tres traducciones griegas que se habían realizado en un entorno judío).

En un esfuerzo que finalmente duró 15 años, Jerónimo consiguió traducir todo el Antiguo Testamento a partir del original hebreo, lo que tiene un gran mérito dado que el hebreo se escribía originalmente sin el uso de vocales cortas.

Una vez terminada, la Vulgata no sólo sustituyó a la Vetus Latina, convirtiéndose en la traducción bíblica predominante en la Edad Media, sino que también fue declarada Biblia oficial de la Iglesia católica en el Concilio de Trento (1545-1563).

La Vulgata ha sido revisada varias veces a lo largo de los años, sobre todo en 1592 por el Papa Clemente VIII (la «Vulgata Clementina»), y la revisión más reciente, la Nova Vulgata, promulgada por San Juan Pablo II en 1979.

Además de su uso actual en la misa tradicional en latín, la Vulgata ha perdurado como base para diversas traducciones, como la popular traducción inglesa de la Biblia, la Douay-Rheims.

Aunque Rico advierte que ninguna traducción es perfecta, no duda en elogiar la Vulgata de Jerónimo por su precisión y su importancia en la historia de la Iglesia.

«Para el Nuevo Testamento no he podido encontrar ningún error… El conjunto es increíble», explica.

Por su parte, Jerónimo es hoy reconocido como doctor de la Iglesia. Vivió sus últimos días en el estudio, la oración y el ascetismo en el monasterio que fundó en Belén, donde murió en 420.

viernes, 21 de octubre de 2022

Culpabilizar a las víctimas | Actualidad Comentada | 21-10-2022 | Pbro. Santiago Martín FM



Duración 12:14 minutos

Carta de Viganò a la Congregación para la Doctrina de la Fe: Corrijan la nota sobre el suero mRNA



19 de octubre de 2022

A Su Eminencia Reverendísima Monseñor Cardenal Luis Francisco Ladaria Ferrer, SJ. Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe

Con copia adjunta a:

Su Eminencia Reverendísima Monseñor Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de Su Santidad, Su Eminencia Reverendísima Monseñor Cardenal Peter Turkson, Canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias, y de la Pontificia Academia de Ciencias Sociales y Su Excelencia Reverendísima Monseñor Vincenzo Paglia, Presidente de la Pontificia Academia para la Vida

18 de octubre de 2022

Eminencia reverendísima:

El año pasado, concretamente el 23 de octubre de 2021, dirigí una carta al presidente de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos en la que expresé –como ya había hecho públicamente– mis grandísimas reservas hacia algunos aspectos sumamente polémicos en cuanto a la licitud moral del empleo de suero génico experimental producido con tecnología mRNA. En dicha carta, redactada con la ayuda y consejos de eminentes científicos y virólogos, puse en evidencia la necesidad de actualizar la nota sobre la moralidad del uso de algunas vacunas contra el cóvid a causa de las pruebas científicas que para entonces habían salido a la luz y previamente declaradas por las propias compañías farmacéuticas.

Permítame Vuestra Eminencia que renueve mi llamado en vista de las recientes declaraciones de Pfizer al Parlamento Europeo y de la publicación de datos oficiales por parte de organismos sanitarios internacionales.

Recuerdo ante todo que el documento del dicasterio que Vuestra Eminencia preside se promulgó el 21 de diciembre de 2020 cuando no había datos completos sobre la naturaleza del suero ni en cuanto a sus componentes, y se desconocían totalmente los resultados de las pruebas de eficacia y seguridad. El objeto de la mencionada nota se limitaba «al aspecto moral del uso de aquellas vacunas contra la Covid-19 que se han desarrollado con líneas celulares procedentes de tejidos obtenidos de dos fetos abortados no espontáneamente». La Congregación subrayaba además: «No se pretende juzgar la seguridad y eficacia de estas vacunas, aun siendo éticamente relevante y necesario, porque su evaluación es competencia de los investigadores biomédicos y las agencias para los medicamentos». La seguridad y la eficacia no eran por tanto la finalidad de la nota, que al hablar de la licitud moral del empleo no consideró oportuno pronunciarse ni siquiera sobre la moralidad de la fabricación de los fármacos mencionados.

La seguridad y eficacia de las vacunas en cuestión habría debido determinarse tras un periodo de experimentación, que habitualmente dura varios años. Pero en este caso las autoridades sanitarias decidieron experimentar en toda la población anulando la práxis científica, las normas internacionales y la legislación interna de los diversos países. Los resultados que se extraen de los datos oficiales publicados en todas las naciones que adoptaron la campaña masiva de vacunación han resultado incontestablemente desastrosos: se observa que las personas que se sometieron a la inoculación del suero experimental no sólo no estuvieron en ningún momento protegidas del virus ni de las formas graves de la enfermedad, sino que también se vieron más expuestas al cóvid 19 y sus variantes al haberse comprometido irreversiblemente su sistema inmunitario por la tecnología mRNA. Los datos ponen de manifiesto igualmente efectos adversos graves a corto y a largo plazo, como esterilidad, abortos espontáneos, transmisión del virus a los lactantes por la leche materna, dolencias cardiacas graves como miocarditis y pericarditis, reaparición de tumores previamente curados y muchas otras enfermedades debilitantes. Los casos de muerte repentina, que hasta hace poco se insistía en que no guardaban la menor relación con la inoculación del suero, están evidenciando por el contrario los efectos de las dosis de refuerzo en individuos sanos, jóvenes y en buena forma física. Entre los militares, rigurosamente controlados por personal médico por razones de seguridad, se hace patente la misma incidencia de efectos adversos a la administración del suero. Infinidad de estudios confirman que el suero puede causar formas de inmunodeficiencia adquirida. El número de fallecimientos y de enfermedades graves a raíz de la vacunación aumenta exponencialmente a nivel mundial: estas vacunas han causado más muertes que todas las administradas en los últimos treinta años. Es más, en numerosos estados el números de fallecimientos entre los vacunados supera al de los muertos por cóvid.

Si bien vuestra congregación no ha expresado su parecer sobre la eficacia y seguridad del suero, no obstante lo califica de vacuna dando por sentado que produce inmunidad y protege del contagio activo y pasivo. Esto último queda desmentido por declaraciones procedentes de autoridades sanitarias mundiales y de la propia OMS, según las cuales los vacunados pueden contagiarse y contagiar de forma más grave que los no vacunados y ven radicalmente mermadas o incluso neutralizadas sus defensas. Esos fármacos oficialmente denominados vacunas no se ajustan a la definición oficial de vacuna a la que suponemos que se refiere la Nota. Una vacuna se define como un preparado destinado a producir anticuerpos por el propio organismo brindándole una resistencia específica a una enfermedad contagiosa determinada, ya sea producida por virus, bacterias o protozoos. La OMS ha modificado esa definición, ya que de lo contrario no habría podido incluir también los fármacos anticóvid, que no generan anticuerpos ni proporcionan una resistencia concreta a una enfermedad contagiosa como es el SarsCoV-2.

Es preciso resaltar que la presencia de óxido de grafeno tanto en los lotes de vacuna como en la sangre de los vacunados ha quedado probada más allá de toda duda razonable, a pesar de no haber la menor justificación científica para ello y de que esté prohibida su utilización farmacológica en humanos debido a su toxicidad. Los devastadores efectos del óxido de grafeno en los órganos de los vacunados son palpables, y es de suponer que las empresas farmacéuticas habrán de responder pronto de ello. Vuestra Eminencia sabrá que el empleo de esas tecnologías con nanoestructuras autoensamblantes de óxido de grafeno han sido patentadas además con el objeto de permitir el seguimiento y control remoto de personas, en concreto con miras a monitorear los parámetros vitales del paciente, conectado a la nube mediante señales bluetooth emitidas por dichas nanoestructuras. Para que vea que estos datos no proceden de elucubraciones conspiracionistas, sepa Vuestra Eminencia que la Unión Europea ha declarado vencedores de un concurso dos proyectos de innovación tecnológica sobre el cerebro humano y el grafeno. Ambos proyectos serán costeados con mil millones de euros cada uno a lo largo de los próximos diez años.

Las vacunas contra el cóvid 19 han sido presentadas como única solución posible a una dolencia mortal. Esto era falso desde el primer momento, y dos años después se ha confirmado su falsedad: había y hay otros remedios, pero han sido sistemáticamente boicoteados por las compañías farmacéuticas porque eran muy baratas y no les resultaban rentables. Las publicaciones científicas, financiadas por las grandes casas farmacéuticas, los han desacreditado también en artículos que fueron retirados poco después por basarse en datos claramente falsos. Por otra parte, el cóvid 19 ha demostrado ser –como ya se sabía y era científicamente evidente– una forma estacional de un coronavirus curable, no mortal, salvo en casos porcentualmente insignificantes de una gripe estacional cualquiera, y aun así relativamente, en pacientes aquejados de otras dolencias. El monitoreo de coronavirus a lo largo de los años no deja lugar a la menor duda al respecto, y tira por tierra el argumento de emergencia sanitaria que servía de pretexto para imponer la vacunación.

Según las normas internacionales, no se puede autorizar la distribución de un fármaco experimental a no ser que no exista otro remedio eficaz. Por eso las agencias del medicamento de todo el mundo han vetado el uso de la ivermectina, el plasma hiperinmune y otras terapias de demostrada eficacia. No es necesario que recuerde a Vuestra Eminencia que todas esas agencias, junto con la OMS, están financiadas en casi su totalidad por empresas farmacéuticas y por fundaciones asociadas a éstas, y que hay un gravísimo conflicto de intereses a todos los niveles. En los próximos días, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von Leyden habrá de responder ante el Parlamento de la financiación del Plan de Recuperación y Resiliencia que obtuvo para los laboratorios de Italia y Grecia por la empresa farmacéutica en la que trabaja su marido. No olvidemos tampoco que la misma presidenta se ha negado a facilitar al Tribunal de Cuentas europeo el texto de los mensajes intercambiados con el presidente de Pfizer Albert Bourla sobre los contratos de suministro, hasta hoy secretos.

La imposición del suero experimental se ha verificado mediante un despliegue de medios sin igual en la historia reciente, recurriendo a técnicas de manipulación de masas bien conocidas por los especialistas en psicología social. En tal operación de terrorismo mediático y violación de los derechos naturales de las personas mediante sobornos y discriminaciones intolerables, la Jerarquía católica ha optado por alinearse con el sistema, promoviendo supuestas vacunas y llegando a recomendar como un deber moral inocularse con ellas. La autoridad espiritual del Romano Pontífice y su influencia mediática, hábilmente utilizada por los medios para confirmar la narración oficial, han sido esenciales para el éxito de principio a fin de la campaña de vacunación y para convencer a numerosos fieles para que se sometan a ella por la confianza que tienen en el Papa y en su misión ante el mundo. La obligación de vacunarse impuesta a los empleados de la Santa Sede siguiendo la norma impuesta en otros estados confirman la adopción sin reservas del Vaticano de posturas sumamente imprudentes y apresuradas, carentes de toda validez científica. Esto expone al Estado Vaticano a posibles juicios compensatorios por parte de sus empleados, con posibles graves daños al erario. No es imposible tampoco que se incoen causas colectivas de los fieles contra unos pastores que se han convertido en expendedores de medicamentos peligrosos.

Han pasado más de dos años y la Iglesia no ha considera que tenga que corregir la Nota, que en vista de las evidencias científicas ha quedado superada y contradicha por la cruda realidad. La Congregación para la Doctrina de la Fe se limitó a valorar la moralidad del uso de las vacunas, y no tuvo en cuenta la proporcionalidad entre los beneficios de un suero génico, que brillan por su ausencia, y los efectos colaterales adversos a corto y a largo plazo, ya a la vista de todos. Siendo patente que medicinas vendidas como vacunas no aportan ningún beneficio significativo, sino que al contrario, pueden causar un elevado porcentaje de muertes y enfermedades graves incluso en pacientes para los cuales el cóvid no supone un peligro, no es posible ya seguir considerando válida la proporción entre riesgos y beneficios. Esto tira por tierra uno de los supuestos en que se basaba la Nota: «La moralidad de la vacunación depende no sólo del deber de proteger la propia salud, sino también del deber de perseguir el bien común. Bien que, a falta de otros medios para detener o incluso prevenir la epidemia, puede hacer recomendable la vacunación, especialmente para proteger a los más débiles y más expuestos» (nº 5). Sabemos de sobra que no hay falta de otros medios, y que el suero no impide ni previene la pandemia. Esto hace que la vacuna mRNA producida a partir de líneas celulares procedentes de abortos no sólo sea moralmente inaceptable, sino también peligrosísima para la propia salud, y en el caso de las embarazadas, para su descendencia.

A la hora de expresar una valoración moral de las vacunas, la Iglesia no puede dejar de tener en cuenta los numerosos factores que se deben tener en cuenta para formarse un juicio completo . Esta Congregación no puede limitarse a teorizar genéricamente sobre la licitud moral del fármaco en sí –licitud totalmente discutible en vista de la ineficacia, la falta de pruebas de genotoxicidad y cancerigenocidad y la evidencia de los efectos secundarios–; deberá pronunciarse cuanto antes sobre el hecho de que, habiendo quedado demostrada la total inutilidad para detener o incluso prevenir la epidemia, no puede seguir suministrándose. Es más, las autoridades sanitarias y empresas fabricantes tienen la obligación moral de retirarlo por dañino y peligroso, y los fieles de rechazar la vacuna.

Creo además, Eminencia Reverendísima, que ha llegado la hora de que la Santa Sede se distancie definitivamente de las entidades privadas y las multinacionales que han querido aprovecharse de la autoridad moral de la Iglesia Católica para avalar el proyecto maltusiano de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y el Gran Reinicio del Foro Económico Mundial. No se puede tolerar que la voz de la Iglesia de Cristo siga haciéndose cómplice de un plan de reducción de la población del mundo basado en la patologización crónica de la humanidad y el fomento de la esterilidad. Y se hace todavía más necesario dado el escandaloso conflicto de intereses al que se expone la Santa Sede al aceptar el patrocinio y financiamiento de los artífices de esos planes criminales.

Vuestra Eminencia será consciente de las gravísimas consecuencias para la Santa Iglesia de su temerario respaldo de la narrativa psicopandémica. Aprovechar las palabras e intervenciones de Francisco para inducir a los fieles a someterse a un suero que no sólo ha demostrado no servir para nada sino ser gravemente perjudicial es algo que ha perjudicado gravemente la autoridad del Vaticano al llevarlo a hacer propaganda de una terapia basada en ausencia de datos o datos falsos. Este proceder precipitado y no carente de sombras ha supuesto una injerencia de la suprema autoridad de la Iglesia en un terreno de estrecha competencia científica que «es competencia de los investigadores biomédicos y las agencias para los medicamentos». ¿Con qué tranquilidad, con qué confianza van a poder los fieles católicos y quienes buscan en la Iglesia una orientación segura seguir considerando confiables y dignos de crédito sus posturas después de semejante traición? ¿Y qué reparación podrá remediar el daño infligido a quienes por carecer de formación y competencia se han sometido a un tratamiento que ha comprometido su salud o les ha causado una muerte prematura, solo porque se lo recomendó el Papa, su obispo o su párroco? Todo porque al no estar vacunados no se les permitía frecuentar la iglesia, ayudar a Misa o cantar en el coro.

En estos años la Jerarquía ha sufrido a una decadencia directamente proporcional al apoyo que ha concedido a la ideología mundialista. Su firme apoyo a la campaña de vacunación no es un caso aislado, dada la participación de la Santa Sede en proyectos sobre el clima –también basados en falsas premisas sin el menor rigor científico– y el transhumanismo. Pero no es ese el fin para el que Nuestro Señor ha puesto a la Iglesia en la Tierra. Ante todo su misión es proclamar la Verdad, manteniéndose bien apartada de peligrosos intereses compartidos con los poderosos de este mundo. Y con más razón cuando éstos se oponen palpablemente a las enseñanzas de Cristo y la moral católica. Si la Jerarquía no se aparta de estas actitudes serviles, le faltarán el valor y la dignidad para alzarse contra la mentalidad del mundo, se verá arrollada y será víctima de su incapacidad para ser piedra de tropiezo y signo de contradicción.

Tengo la certeza, Eminencia, de que tendrá en consideración la particular gravedad de estas cuestiones, la salud de una intervención sabia y fiel a las enseñanzas del Evangelio y la salud de las almas, que es y sigue siendo la ley suprema de la Iglesia.

In Christo Rege,

+ Carlo Maria Viganò, arzobispo

ex Nuncio Apostólico en los Estados Unidos de América

Traducido por Bruno de la Inmaculada

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Un comisario señalado por los palmeros mediáticos del gobierno

Ayer tuvimos un nuevo ejemplo de esa política de silenciamiento del que molesta. Medios afines al gobierno montaron un escándalo por unas declaraciones de Ricardo Ferris, Inspector Jefe del Cuerpo Nacional de Policía y Jefe de la Comisaría de Centro de Valencia. Esas declaraciones las hizo la semana pasada en unas jornadas sobre Inmigración y Seguridad Ciudadana de la Fundación DENAES en el Ateneo Mercantil de Valencia. En su intervención, Ferris señaló lo que ve en el día a día en su comisaría, con una mayoría de delincuentes que son inmigrantes ilegales. Una realidad que el gobierno pretende ocultar porque esa inmigración ilegal llega, en gran medida, por el efecto llamada de las propias e irresponsables medidas que toma el gobierno.

La respuesta de los medios progubernamentales ha sido acusarle de lanzar un "bulo". Para ello le han sacado estadísticas nacionales y de la Comunidad Valenciana, cuando Ferris hablaba sobre lo que él ve en su comisaría. Ningún medio ha detallado los datos de esa comisaría, ¿qué tienen que ocultar?

El gobierno cesa al comisario: una represalia escandalosa

Pues bien: por dar ese testimonio, el gobierno le ha cesado de su cargo. Es una represalia escandalosa, ordenada por el mismo gobierno que pacta con los herederos de ETA, con los golpistas del 1-O, que hace la vista gorda ante las desobediencias de sus socios separatistas a sentencias judiciales y que tiene una tremenda manga ancha con los okupas y con la inmigración ilegal. Con sus socios, con los okupas y con los inmigrantes ilegales es muy suave y blandito, y con los policías que protegen a los españoles es durísimo. Vaya asco de gobierno.

Aquí puedes escuchar la intervención completa de Ricardo Ferris

Pues bien, la Fundación DENAES publicó anoche las declaraciones completas de este policía. Unas declaraciones que el gobierno y sus palmeros mediáticos pretenden silenciar. Podéis escucharlas aquí:

Los datos sobre inmigración masiva y delincuencia que algunos no publican

En cuanto a la influencia de la inmigración masiva en la delincuencia, me remito aquí a los datos oficiales que publiqué el año pasado. Recordemos algunas conclusiones meramente estadísticas que se deducen de esos datos:Los argelinos son el 0,14% de la población y el 1,18% de los reclusos (8,42 veces más). Esto quiere decir que es 8,42 veces más probable que delinca un argelino residente en España que un español. Pero ningún medio afín al gobierno tendrá el detalle de explicártelo.
Los nigerianos son el 0,08% de la población y el 0,5% reclusos (6,25 veces más). Pero esto no lo vas a leer en ningún medio afín al gobierno.
Los marroquíes son el 1,82% de los habitantes de España y el 7,51% de los 55.180 reclusos que hay en nuestro país: 4,12 veces más. Los medios progubernamentales tampoco lo dicen. Dan las cifras absolutas y se quedan tan anchos diciendo que hay más delincuentes españoles que extranjeros.
Los colombianos son el 0,57% de la población y el 2,5% de los reclusos (4,3 veces más). Nuevamente, los medios afines al gobierno, chitón.
Recordemos, además, que Cataluña tiene un 47,91% de población reclusa extranjera, a pesar de que los extranjeros son el 16,2% de los habitantes de Cataluña.

Como ya dije entonces, que haya un alto porcentaje de delincuentes de ciertas nacionalidades no significa, ni remotamente, que todas las personas de esas procedencias sean unos maleantes. Generalizar sería tremendamente injusto. Y repito lo que ya dije el año pasado: muchas personas de esos países que viven en España son gente honrada, que trabaja y paga sus impuestos y que no se dedica a actividades delictivas, y se merecen un respeto.

Unos datos que el gobierno debería usar para regular los flujos migratorios

Y repito también lo que añadí el año pasado: esas estadísticas indican que existen graves fallos en las políticas de inmigración y de integración. Si hay inmigrantes de ciertas nacionalidades que son estadísticamente más problemáticos que otros, en algunos casos por proceder de una esfera cultural distinta, esto debería tenerse en cuenta a la hora de regular los flujos migratorios y a la hora de establecer filtros más exigentes para los inmigrantes de ciertas procedencias, por una cuestión básica de seguridad nacional. El primer deber de las autoridades españolas es proteger a la población española, no a los que vienen de fuera, y menos aún si intentan entrar ilegalmente.

Esto es lo que ningún medio afín al gobierno te va a contar, pero que mucha gente ya sufre en sus barrios día a día. Y cuando digo "gente" me refiero a los españoles y también a los extranjeros que residen en España legalmente y que llevan una vida honrada, que a menudo tienen que sufrir la mala fama que crean los maleantes que vienen de otros países. Y es que no estamos ante un problema de racismo ni de xenofobia, sino de inseguridad y de mala política migratoria.

Los responsables políticos de incentivar esa inseguridad en nuestras calles y de permitir la entrada a cualquiera, que son quienes nos gobiernan, son precisamente los que intentan distraer la atención de sus errores y negligencias llamando xenófobos y racistas a todos los que sufren las consecuencias de su nefasta forma de gobernar. Y es que además de gobernar mal, no tienen ni la más mínima vergüenza y pretenden zanjarlo todo cesando a un policía honrado. Lo dicho: vaya asco de gobierno el que tenemos.

Elentir