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miércoles, 19 de marzo de 2014

EL PECADO, causa de todos los males (José Martí)

Este artículo puede leerse en mi otro blog: "El blog católico de José Martí (2)"  (Posteriormente "Il. Para ello pincha aquí



domingo, 16 de marzo de 2014

sábado, 15 de marzo de 2014

Lo que Dios ha unido. La revolución cultural del cardenal Kasper (por Roberto de Mattei) ...(2 de 2)

Se puede fácilmente imaginar cómo las nulidades matrimoniales se extenderían, introduciendo el divorcio católico de hecho, si no de derecho, con un daño devastador precisamente en relación con el bien de las personas humanas.

El cardenal Kasper parece ser consciente de este peligro, pues añade: “ Sería equivocado buscar la solución del problema sólo a través de una generosa dilatación del procedimiento de la nulidad matrimonial ... Es necesario tomar en consideración también la aún más difícil cuestión de la situación del matrimonio confirmado y consumado entre bautizados, en el que la comunión de la vida matrimonial se ha roto irremediablemente y uno o ambos de los cónyuges han contraído un segundo matrimonio civil”.

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... En realidad no existe ninguna contradicción en la praxis por dos veces milenaria de la Iglesia. Los divorciados vueltos a casar no están exonerados de sus deberes religiosos. Como cristianos bautizados tienen siempre la obligación de observar los mandamientos de Dios y de la Iglesia. Por lo tanto, tienen no sólo el derecho, sino el deber de asistir a Misa, de observar los preceptos de la Iglesia y de educar cristianamente a sus hijos. 

No pueden recibir la comunión sacramental porque se encuentran en pecado mortal, pero pueden hacer la comunión espiritual, porque incluso quién se encuentra en condición de pecado grave debe rezar, para obtener la gracia de salir del pecado. Pero la palabra pecado no cabe en el vocabulario del cardenal Kasper y nunca aflora en su relación para el Consistorio. Entonces ¿cómo maravillarse si, como el mismo Papa Francisco declaró el pasado 31 de enero: hoy “se ha perdido el sentido del pecado”?

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Es una lástima que el cardenal no aclare cuáles son sus referencias patrísticas, porque la realidad histórica es bien distinta de como él la pinta. El padre George H. Joyce, en su estudio histórico-doctrinal sobre el Matrimonio cristiano (1948) demostró que durante los primeros siglos de la era cristiana no se puede encontrar ningún decreto de un Concilio ni ninguna declaración de un Padre de la Iglesia que sostenga la posibilidad de disolución del vínculo matrimonial ... En todas las partes del mundo, la Iglesia considera imposible la disolución del vínculo; y el divorcio con derecho a segundas nupcias era del todo desconocido.


San Agustín

Entre los Padres, quien trató más ampliamente la cuestión de la indisolubilidad fue San Agustín, en muchas de sus obras, desde el De diversis Quaestionibus (390) hasta el De Coniugiis adulterinis (419). Es a San Agustín a quién se debe la célebre distinción entre los tres bienes del matrimonio: proles, fides y sacramentum.

... Por lo que concierne a San Basilio, retamos al cardenal Kasper a que lea sus cartas y encuentre en ellas un pasaje que autorice explícitamente el segundo matrimonio. Su pensamiento está resumido en lo que escribe en la Ethica: “No es lícito a un hombre repudiar a su mujer y casarse con otra. Ni está permitido que un hombre se case con una mujer que se haya divorciado de su marido” (Ethica, Regula 73, c. 2, en Patrología Greca, vol. 31, col. 852). Lo mismo puede decirse en relación con el otro autor citado por el cardenal, San Gregorio Nacianceno, el cual con claridad escribe: “el divorcio es absolutamente contrario a nuestras leyes, aunque las leyes de los Romanos juzguen diversamente” (Epístola 144, en Patrología Greca, vol. 37, col. 248).

El undécimo concilio de Cartago (407), por ejemplo, emanó un canon así concebido: “Decretamos que, según la disciplina evangélica y apostólica, la ley no permite ni a un hombre divorciado de su mujer ni a una mujer repudiada por su marido volverse a casar; sino que tales personas deben quedarse solas, o que se reconcilien recíprocamente, y que si violan esta ley, tienen que hacer penitencia” (Hefele-Leclercq, Histoire des Conciles, vol. II (I), p. 158).

La posición del cardenal se hace aquí paradójicaEn vez de arrepentirse de la situación de pecado en el que se encuentra, el cristiano vuelto a casar debería arrepentirse de su primer matrimonio, o al menos de su fracaso, del que a lo mejor él es totalmente inocente. Además, una vez admitida la legitimidad de las convivencias postmatrimoniales, no se entiende por qué no deberían permitirse también las convivencias prematrimoniales, si son estables y sinceras. Caen los “absolutos morales”, que la encíclica de Juan Pablo II Veritatis splendor había ratificado con tanta fuerza. Sin embargo, el cardenal Kasper prosigue tranquilo en su razonamiento.

“Si un divorciado vuelto a casar -1. Se arrepiente del fracaso del primer matrimonio, 2. Si ha aclarado las obligaciones del primer matrimonio, si es definitivamente excluido que vuelva atrás, 3. Si no puede abandonar sin otras culpas los compromisos asumidos con el nuevo matrimonio civil, 4. Pero si se esfuerza en vivir al máximo de sus posibilidad el segundo matrimonio a partir de la fe y educar a sus hijos en la fe, 5. Si desea los sacramentos en cuanto fuente de fuerza en su situación, ¿debemos o podemos negarle, después de un tiempo de nueva orientación (metanoia) el sacramento de la penitencia y luego el de la comunión?”

A estas preguntas ya contestó el cardenal Müller, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe (La forza della grazia, “L’Osservatore Romano”, 23 de octubre de 2013) citando la Familiaris consortio, que en el n. 84 facilita unas indicaciones muy precisas de carácter pastoral coherentes con la enseñanza dogmática de la Iglesia sobre el matrimonio... La posición de la Iglesia es inequívoca. Se niega la comunión a los divorciados vueltos a casar porque el matrimonio es indisoluble y ninguna de las razones aducidas por el cardenal Kasper permite la celebración de un nuevo matrimonio o la bendición de una unión pseudo-matrimonial.


La Iglesia no lo permitió a Enrique VIII, perdiendo el Reino de Inglaterra, y no lo permitirá jamás porque, como recordó Pío XII a los párrocos de Roma el 16 de marzo de 1946: “El matrimonio entre bautizados válidamente contraído y consumado no puede ser disuelto por ninguna potestad sobre la tierra, ni por la Suprema Autoridad eclesiástica”. Es decir, tampoco por el Papa y ni mucho menos por el cardenal Kasper.


Nota: Sobre la comunión de los divorciados y vueltos a casar puede leerse también el excelente artículo de Luis F. Pérez, director de Infocatólica

Lo que Dios ha unido. La revolución cultural del cardenal Kasper (por Roberto de Mattei) ...(1 de 2)

¿Quién es Roberto de Mattei? He aquí una breve biografía suya.

Roberto de Mattei
Historiador y periodista italiano, Roberto de Mattei, nacido en 1948, es uno de los más destacados líderes católicos contemporáneos. Presidente de la Fundación Lepanto, es Profesor de Historia de la Iglesia y del Cristianismo en la Universidad Europea de Roma, en la cual es Coordinador de la Escuela de Ciencias Históricas. Entre 2004 y 2011 fue dos veces Vice-presidente del principal organismo estatal italiano de apoyo a las ciencias, el Consejo Nacional de Investigación, con responsabilidad en el Área de Ciencias Humanas. Miembro del Consejo de Administración del Instituto Histórico para la Edad Moderna y Contemporánea y de la Sociedad Geográfica Italiana, colabora con el Comité Pontificio de Ciencias Históricas. Director de Asuntos Internacionales del Gobierno de Italia (2002-2006). Fue distinguido con la insignia de la Orden de la Santa Sede de San Gregorio Magno, en reconocimiento por sus servicios prestados a la Iglesia. Es autor de libros y publicaciones traducidas a varios idiomas; y colaborador de periódicos y revistas italianas y extranjeras. Dirige las revistas "Raíces cristianas" y "Nova Histórica", así como la agencia de noticias "La correspondencia romana". En 2010, Roberto de Mattei publicó el libro “El Concilio Vaticano II – Una historia nunca escrita”, lo que le valió el más prestigioso premio italiano para libros históricos: el “Acqui Storia/2011”.

Pues bien: Roberto de Mattei ha escrito el siguiente artículo del que saco algunos párrafos solamente, por ser algo largo (aun así, haré dos entradas). Si se dispone de tiempo merece la pena leerlo, pues no tiene desperdicio. En él aparece el famoso tema, que está dando tanto de qué hablar, acerca de los divorciados y vueltos a casar. Con argumentos muy sólidos comenta las declaraciones del cardenal Kasper, en este sentido. El original italiano  del artículo puede leerse en Corrispondenza Romana  (haciendo uso del traductor de Google) o bien puede hacerse clic aquíenlace que nos lleva a la traducción de ese artículo realizada por Tradición Digital.
   
Cardenal Kasper
Transcribo, en ésta y en la siguiente entrada, aquellos párrafos que más me han llamado la atención. Las palabras pronunciadas por el cardenal Kasper están entrecomilladas, en azul y en cursiva; y en negrita lo que me interesa resaltar especialmente. 

“La doctrina no cambia, la novedad concierne sólo a la praxis pastoral”. Este eslogan, repetido desde hace un año, por un lado tranquiliza a aquellos conservadores que miden todo en términos de enunciados doctrinales y, por otro, alienta a los progresistas, que atribuyen a la doctrina escaso valor y confían totalmente en el primado de la praxis. 

Un clamoroso ejemplo de revolución cultural propuesta en nombre de la praxis nos viene en el informe dedicado al Evangelio de la familia con el que el cardenal Walter Kasper abrió el pasado 20 de febrero las sesiones del Consistorio extraordinario sobre la familia. El texto, que el padre Federico Lombardi define como “en gran sintonía” con el pensamiento del Papa Francisco, se merece, también por esto, ser valorado en toda su extensión.

El punto de partida del cardenal Kasper es la constatación de que “entre la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y sobre la familia, y las convicciones vividas por muchos cristianos se ha abierto un abismo”. Pero el cardenal evita formular un juicio negativo sobre estas “convicciones”, antitéticas a la fe cristiana, eludiendo la pregunta fundamental: ¿Por qué existe este abismo entre la doctrina de la Iglesia y la filosofía de vida de los cristianos contemporáneos? ¿Cuáles son las causas del proceso de disolución de la familia? ... 
¿Es posible, en 2014, dedicar 25 páginas al tema de la familia, ignorando la objetiva agresión que la familia, no sólo la cristiana sino la natural, padece en todo el mundo? 

En la parte fundamental de su informe, dedicado al problema de los divorciados vueltos a casar, el cardenal Kasper no expresa ni una palabra de condena sobre el divorcio y sus desastrosas consecuencias en la sociedad occidental... parece interesarse sólo en el “cambio de paradigma” que exige la situación de los divorciados vueltos a casar.

... Para prevenir posibles objeciones, el cardenal se anticipa afirmando que "la Iglesia no puede proponer una solución diversa o contraria a las palabras de Jesús"... Pero, inmediatamente después ...  avanza dos propuestas demoledoras para escamotear el Magisterio perenne de la Iglesia en materia de familia y de matrimonio.

 “El Concilio –afirma el cardenal Kasper–, sin violar la tradición dogmática vinculante, ha abierto las puertas”¿Abierto las puertas a qué cosa? A la violación sistemática, en el plano de la praxis, de aquella tradición dogmática de la que, en palabras, se afirma la obligatoriedad.

La primera vía para vaciar la Tradición arranca de la exhortación apostólica Familiaris consortio de Juan Pablo II, allí donde se dice que algunos divorciados vueltos a casar “están subjetivamente seguros en conciencia de que su precedente matrimonio, irreparablemente destruido, no había sido nunca válido” (n. 84). Pero la Familiaris consortio puntualiza que la validez del matrimonio nunca puede ser dejada a la valoración subjetiva de la persona, sino a los tribunales eclesiásticos, instituidos por la Iglesia para defender el sacramento del matrimonio. 

Precisamente refiriéndose a tales tribunales, el cardenal asesta el golpe definitivo: “Dado que ellos no son iure divino, sino que se han desarrollado históricamente, nos preguntamos a veces si la vía judicial tenga que ser la única vía para resolver el problema o si no serían posibles otros procedimientos, más pastorales y espirituales. Como alternativa, se podría pensar que el obispo pueda encargar este cometido a un sacerdote con experiencia espiritual y pastoral como penitenciario o vicario episcopal”.

...La propuesta de Kasper pone en entredicho el juicio objetivo del tribunal eclesiástico, que sería sustituido por un simple sacerdote, llamado ya no a salvaguardar el bien del matrimonio, sino a satisfacer las exigencias de la conciencia de los individuos. ... “¿De verdad es posible –se pregunta–que se decida sobre el bien o el mal de las personas en segunda o tercera instancia sólo sobre la base de actas, es decir de papeles, pero sin conocer a la persona y su situación?” Estas palabras son ofensivas hacia los tribunales eclesiásticos y para la misma Iglesia, cuyos actos de gobierno y de magisterio están fundamentados sobra papeles, declaraciones, actas jurídicas y doctrinales, todo ello encaminado a la “salus animarum”. 



(Continúa en el siguiente post)

jueves, 13 de marzo de 2014

Lo ha dicho el Papa... (2 de 2)

Aunque a alguien le pudiera parecer otra cosa, no estamos en una nueva Iglesia. El Papa que tenemos es el Papa legítimo y, por lo tanto, merece todo el respeto, cariño y obediencia que le es debido. Y tenemos, como cristianos, la obligación de rogar a Dios para que lo ilumine y sepa guiar a su Iglesia con fidelidad a lo que siempre ha sido la Iglesia

Sabemos que los tiempos que corren son difíciles y que hay mucha confusión en el seno de la misma Iglesia. Por eso, es necesario pedirle al Señor, con insistencia y sin desfallecer, que nos envíe "buenos pastores", pastores que conozcan a sus ovejas y que las guíen por buenos pastos. Y, sobre todo, y más que ninguna otra cosa, necesitamos "santos", verdaderos santos, personas enamoradas de Jesucristo hasta la médula de los huesos, y que consuman su vida en que Cristo sea conocido y amado por todos. Ellos son la savia que la Iglesia necesita para no descomponerse. 

Es verdad que tenemos la palabra de Cristo de que "las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18). Pero es igualmente cierto que Dios ha querido contar con nosotros en el cumplimiento de esa misión tan importante, como es la supervivencia de la Iglesia. Dios nos necesita para que su Iglesia no desaparezca de la faz de la tierra, que es lo que hoy en día se está procurando con tanto ahínco. 

Nunca la Iglesia Católica ha sido tan atacada como lo es hoy: está desapareciendo (de modo alarmante) la Fe en lo sobrenatural; las virtudes de la Esperanza y la Caridad brillan por su ausencia; los niños y los jóvenes ignoran su propia Religión, porque ésta no se les enseña o se les enseña mal e incompleta, cuando no de manera errónea. Se escamotean verdades fundamentales de la fe, que están ahí y de las que casi nunca se habla (No se las niega, pero se las ignora, como si no existieran). 


Siempre los mismos temas: los pobres, el ecumenismo, los hermanos separados, etc...; lo que está muy bien, pero se habla muy poco o casi nada de la divinidad de Jesucristo, de su Presencia real en la Eucaristía, del pecado como misterio de iniquidad y de la Redención; no se toca nunca el tema de la existencia del infierno (que no está vacío, precisamente),   etc... 


Está bien hablar de los temas sociales que son acuciantes en la sociedad en que vivimos. Hay muchas injusticias, de todo tipo, que es preciso denunciar, pero teniendo siempre en cuenta que es el pecado la causa de todos los males que padecemos y sin olvidar nunca la misión sobrenatural de la Iglesia. Se podrían poner muchos ejemplos: Con respecto a los pobrescuando María ungió los pies de Jesús con un perfume de nardo, muy caro, Judas Iscariote, uno de los discípulos, el que le iba a entregar, le dice a Jesús: "¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios y se ha dado a los pobres?" Jesús le contesta: "Pobres los tendréis siempre con vosotros, pero a Mí no me tendréis siempre"  (Jn 12,7). Con respecto a la justicia social, cuando uno de la muchedumbre le dijo a Jesús: "Maestro, di a mi hermano que reparta la herencia conmigo", Él le respondió: "Hombre, ¿quién me ha hecho juez y repartidor entre vosotros? " (Lc 12, 13-14), etc, etc.


Una cosa es clara: el Papa actual es el Papa legítimo y, por lo tanto, merece todo nuestro acatamiento, cariño y respeto. Es cierto que hay algunas frases y expresiones (salidas de su boca) que no entiendo y que me hacen sufrir -y así lo expreso en este blog- pero ello no obsta, en modo alguno, para que obedezca y acate aquello que el Papa diga o haga. Yo no soy quien para juzgarlo, en el sentido de hacer una valoración moral de su persona. Eso es algo que no me compete a mí: sólo Dios -y únicamente Dios- conoce la verdad completa; y sólo Él puede juzgar acerca de todas y cada una de las personas que en este mundo estamos.

Ahora bien: pensar es algo de lo que no podemos prescindir pues hemos sido creados por Dios como personas inteligentes, y tenemos la obligación de actuar como tales. De modo que si lo que el Papa dice o hace no se opone a las verdades dogmáticas claramente definidas como tales por los Papas anteriores al Concilio Vaticano II, verdades que se corresponden con el sentir de la Tradición de la Iglesia de veinte siglos (¡y no lo ha hecho, al menos que yo sepa!) sólo queda obedecer. Y con alegría. Como sabemos una de las misiones de los Papas es la de mantener, con firmeza, el depósito recibido. 


Ningún Papa puede ir en contra de lo que se ha definido dogmáticamente por los Papas anteriores a él. Así es que en ese sentido no deberíamos preocuparnos demasiado ni entristecernos cuando algunas cosas no las entendamos. HAY ALGO QUE ES PROVIDENCIAL. Y es que el Concilio Vaticano II nació como un Concilio Pastoral y no Dogmático ; así fue definido por el Papa Juan XXIII. Y es que sigue siendo cierto que "todas las cosas contribuyen al bien de los que creen en Dios" (Rom 8,28).  



Juan XXIII, en el discurso de apertura del Concilio Vaticano II dijo muy claramente que se trataba de en Concilio Pastoral en el que no se pretendía imponer nada, pues todos los dogmas estaban ya muy bien definidos: las verdades mantenidas por la Iglesia hasta ese momento quedaban incólumes y no se podían tocar.  

Ésta es la razón por la que digo que se trata de algo providencial, porque si nos vemos obligados a elegir, doctrinalmente hablando, ante determinadas declaraciones del Papa que nos puedan dejar algo confusos, entonces lo tenemos muy fácil: nos atenemos a lo seguro, que es el Magisterio Infalible de casi dos mil años, el anterior al Concilio Vaticano II. ¿Por qué? Pues porque ése es el Magisterio auténtico; ahí está todo muy claro. Nada se ha tocado de él; y ése sí que se hizo con voluntad de obligar a todos los católicos. Y ningún Papa, en ningún caso, desde Pío XII  hasta el momento actual, se ha pronunciado haciendo uso de la infalibilidad. El Magisterio no ha cambiado (al menos, en lo que se refiere a lo que está escrito. Otra cosa son algunos de los hechos que se están produciendo. Es otro tema sobre el que quiero hablar en otro momento)

Así pues: ante la duda, me atengo a lo seguro. Puesto que el Papa actual no impone nada, y dado que el Magisterio actual no puede contradecir el Magisterio anterior (y éste sí que imponía) y dado que hay, en realidad, un único Magisterio (al haber una única Iglesia), que es el que ha mantenido la Iglesia durante veinte siglos, si, a veces, el Papa dice o hace algunas cosas que "parece" que se apartan de la fe católica de siempre, como no las impone como obligatorias, yo lo seguiré respetando, como Papa legítimo que es, pero actuaré en conformidad con lo que siempre ha dicho la Iglesia

Eso sí: lo que no se puede admitir, bajo ningún concepto, es el insulto. Yo puedo estar disconforme con la Jerarquía en aquellos puntos en los que ésta se aparte de la Verdad mantenida por la Tradición eclesial durante veinte siglos. Lo que no puedo hacer nunca es insultar, como hacen algunos, o ser irreverente o irrespetuoso. Eso nunca. Actuar así desautoriza automáticamente a quien procede de ese modo. Sencillamente, se hace un paréntesis en ese punto, en el que uno no está conforme, y ya está. Y luego, rezar, rezar mucho e insistentemente para que Dios ilumine al Papa, por su bien y por el bien de toda la Iglesia.

José Martí

miércoles, 12 de marzo de 2014

Lo ha dicho el Papa... (1 de 2)

En la Constitución Dogmática "Pastor Aeternus"  del 18 de julio de 1870 de Pío IX aparece bien definido el dogma de la infalibilidad del Papa cuando habla ex cathedra. Dice así:

"Por esto, adhiriéndonos fielmente a la tradición recibida de los inicios de la fe cristiana, para gloria de Dios nuestro salvador, exaltación de la religión católica y salvación del pueblo cristiano, con la aprobación del Sagrado Concilio, enseñamos y definimos como dogma divinamente revelado que El Romano Pontífice, cuando habla "ex cathedra", esto es, cuando en el ejercicio de su oficio de pastor y maestro de todos los cristianos, en virtud de su suprema autoridad apostólica, define una doctrina de fe o costumbres como que debe ser sostenida por toda la Iglesia, posee, por la asistencia divina que le fue prometida en el bienaventurado Pedro, aquella infalibilidad de la que el divino Redentor quiso que gozara su Iglesia en la definición de la doctrina de fe y costumbres. Por esto, dichas definiciones del Romano Pontífice son en sí mismas, y no por el consentimiento de la Iglesia, irreformables. Canon: De esta manera, si alguno, no lo permita Dios, tiene la temeridad de contradecir esta nuestra definición: sea anatema". 


Se hace necesario aquí interpretar bien la infalibilidad del Papa. Es evidente que todo lo que el Papa diga en cualquier momento, o como resultado de alguna entrevista, no es dogma de fe. Dicho de otro modo: cualquier idea que se le pase al Papa por la mente y la exprese, sin más, como un simple comentario, sin intención de sentar doctrina, o incluso TODO lo que diga en sus homilías de cada día, no podemos interpretarlo como palabra inspirada directamente por Dios y, por lo tanto, como infalible: lo normal y lo propio es que todo lo que el Papa diga esté en conformidad con la recta doctrina, pues el Papa no puede inventarse una doctrina diferente a la que ha recibido, como muy bien se dice también en la "Pastor Aeternus":

"El Espíritu Santo fue prometido a los sucesores de Pedro, NO DE MANERA QUE ELLOS PUDIERAN, por revelación suya, DAR A CONOCER ALGUNA NUEVA DOCTRINA, sino que, por asistencia suya, ellos pudieran guardar santamente y exponer fielmente la Revelación transmitida por los Apóstoles, es decir, el Depósito de la Fe". 



Como así debe de ser, teniendo en cuenta las palabras de la Sagrada Escritura: "Aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado , ¡sea anatema!" (Gal 1,8). A mí personalmente no me gusta la expresión, tan utilizada hoy, de "nueva evangelización". ¡Hay que evangelizar de nuevo, pero no hay que evangelizar cosas nuevas, sino a Jesucristo que "es  el mismo ayer y hoy, y lo será siempre" (Heb 13,8). Yo hablaría, en todo caso, de re-evangelización, de volver a evangelizar, porque mucha gente, que antes era cristiana, se ha paganizado. De ahí la gran responsabilidad de los pastores de transmitir íntegro el mensaje del Evangelio, sin añadir ni omitir nada. 

Las palabras que vienen a continuación (y que dice San Juan en el Apocalipsis) las refiere a Jesús : "Yo aseguro a todo el que oiga las palabras de la profecía de este libro: si alguien añade algo a esto, Dios enviará sobre él las plagas descritas en este libro; y si alguien sustrae alguna palabra a la profecía de este libro, Dios le quitará su parte del árbol de la vida y de la ciudad santa que se describen en este libro" (Ap 22, 18-19). Esto mismo que se dice para el Apocalipsis puede aplicarse para todo cuanto hay escrito en el Nuevo Testamento: "Como hemos dicho, y ahora vuelvo a decirlo: si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema!" (Gal 1,9). Y en otro lugar, dirigiéndose a los cristianos de Tesalónica, les dice: "Manteneos firmes y guardad las tradiciones que habéis aprendido de nosotros, de palabra o por carta" (2 Tes 2,15) 


Esa es la meta a conseguir: la realidad histórica de la Iglesia, sin embargo, nos muestra que no siempre ha sido así. Ha habido Papas santos, pero también Papas que han dejado mucho que desear como tales Papas; y no sólo en su comportamiento moral, sino incluso, aunque sólo en alguna rara ocasión, en lo concerniente a la doctrina. Cuando esto ocurrió, luego se retractaron, como fue el caso del Papa Juan XXII. Viene aquí a cuento lo que dijo la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, a propósito del primado del sucesor de Pedro en el misterio de la Iglesia, por boca del cardenal Ratzinger:


 "No han faltado en la historia del Papado errores humanos y faltas, incluso graves: Pedro mismo se reconocía pecador: "Apártate de mí, Señor, que soy un pecador" (Lc 5,8). Pedro, hombre débil, fue elegido como roca, precisamente para que quedara de manifiesto que la victoria es sólo de Cristo y no resultado de las fuerzas humanas. El Señor quiso llevar en vasijas frágiles su tesoro a través de los tiempos: así la fragilidad humana se ha convertido en signo de la verdad de las promesas divinas: "Llevamos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia sea del poder de Dios, y no parezca nuestra" (2 Cor 4,7)


Dicho esto, pues, y consciente de que lo definitivo, lo que verdaderamente importa (para mí, para el Papa y para todos los hombres) es el encuentro amoroso con la Verdad, una verdad que se identifica con Jesucristo, quien dijo de Sí mismo: "Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida" (Jn 14,6) ..., aun a riesgo de equivocarme, me atrevo a expresar mis ideas, dando por falsa cualquiera de ellas que no estuviese en armonía o disintiera de algún modo de lo que siempre ha dicho la Iglesia durante veinte siglos.

Lo primero que conviene dejar muy claro es que la centralidad de la vida cristiana es Jesucristo y no es el Papa. Esto es muy importante: existe el peligro (¡real!) de la papolatría, lo que no es bueno. Podría ocurrir, por ejemplo, que al Papa, aunque lo que diga fuese bueno (como se supone que así debe ser, aunque no necesariamente, excepto si habla "ex cathedra"), por lo que fuese (no entramos ahora en ese aspecto), no se le entendiera bien...de modo que nos encontráramos con personas (entre ellas muchos que se dicen católicos) que citaran al Papa (interpretando alguna de sus expresiones) y afirmando que el Papa de hoy apoya una serie de situaciones que, en absoluto, puede apoyar, por muy Papa que sea, puesto que su misión es la de vicario de Cristo en la Tierra y la de conservar el depósito recibido. Hay cosas que el Papa no puede cambiar, porque no tiene competencia para ello. Valga, a modo de ejemplo, el caso de los que piensan que el Papa apoya el divorcio,  la homosexualidad, el aborto, el poder recibir la comunión en estado de pecado mortal, etc...

En esos y en análogos casos (y acudiendo siempre, como referencia) a las palabras del propio Papa, me limitaré a reflexionar sobre ellas indagando su sentido y, en la medida en que yo sepa y pueda ( siempre en la presencia del Señor y contando con su ayuda), intentaré esclarecerlas para que nadie ponga en su boca cosas que él no ha dicho. Y si lo que dicen que ha dicho lo ha dicho realmente, usaré el discernimiento, tan querido por nuestro Papa; y con la ayuda del Señor, que sé que no me ha de faltar, procuraré interpretarlas adecuadamente, dándoles el sentido que deben de tener para un católicoapoyándome para ello no en mi conocimiento (siempre deficiente), sino en la palabra de Dios. Como sabemos, ésta se pone de manifiesto en las Sagradas Escrituras, especialmente en el Nuevo Testamento, y en la Tradición de la Iglesia de veinte siglos. Si tales palabras contradicen la Tradición recibida entonces sería preciso disentir de esa enseñanza, como no proveniente de Dios, aunque sea el mismo Papa quien las pronuncia. Como ya digo, y vuelvo a repetir, no es el Papa la centralidad del Cristianismo, sino que lo es Jesucristo.


(Continuará)

domingo, 9 de marzo de 2014

¿Tenemos uno o dos Papas? ¿Papa emérito?

Del mismo modo que decimos que "madre no hay más que una", podemos decir también que "Papa no hay más que uno", porque así es: Jesús le hace a Pedro una promesa:  "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16,18a). Y luego la ratifica y la confirma por tres veces: "Apacienta mis ovejas" (Jn 21, 15-17). Estas palabras sólo se las dice a Pedro y no al conjunto de los apóstoles. Así lo han entendido todos, desde la fundación de la Iglesia; y así ha sido considerado siempre a lo largo de casi dos mil años. La Iglesia posee una estructura jerárquica, porque ese fue el deseo expreso de su fundador, Jesucristo, nuestro Señor. 

Esto es algo que no se puede modificar; si se hiciese ya no estaríamos hablando de la verdadera Iglesia fundada por Jesucristo sino de otra cosa, de otro tipo de estructura inventada por los hombres; pero eso no sería ya la única y verdadera Iglesia. Esta idea, que siempre ha estado clara en el pueblo cristiano, ha sido también expuesta, como no podía ser de otra manera, por el anterior papa Benedicto XVI, quien renuncia a su condición de Papa y promete obediencia al nuevo Papa Francisco:




Y siendo esto así, como lo es, me surgen algunas dudas que paso a exponer. Como se sabe, el Papa Benedicto XVI renunció a su condición de Papa el 28 de febrero de 2013 quedando la sede vacante: 



hasta el 13 de marzo de ese mismo año, fecha en la que fue elegido el actual papa Francisco I


 

Y ahora, un año más tarde, el anterior papa Benedicto XVI ha afirmado que su renuncia fue perfectamente válida, tal y como hemos podido leer en el anterior postSiendo esto así, como digo, hay cosas que no entiendo:

1. ¿Por qué el cardenal Ratzinger sigue vistiendo de blanco, al igual que el papa Francisco? 

2. ¿Por qué quiere que se le llame papa emérito?
3. ¿Por qué firma manteniendo su nombre de cuando fuera Papa? 
4. ¿Por qué sale acompañando al papa Francisco en ceremonias públicas? 
5. ¿Por qué el papa Francisco lo consiente y lo ratifica?
6. ¿Realmente la cosa no es para tanto? 

Ya sé que el propio cardenal Ratzinger ha contestado a alguna de estas preguntas. Así en la carta respuesta al periodista Tornielli  le contesta: "Mantener el hábito blanco y el nombre Benedicto es una cosa simplemente práctica. Al momento de la renuncia no había otros vestidos a disposición. Por lo demás, llevo el hábito blanco de forma claramente diferente al del Papa". Y de hecho ya había manifestado, en ocasiones anteriores, que seguiría manteniendo el nombre de Benedicto XVI (con el que aparece al final de la carta dirigida a Tornielli), que se llamaría "Papa emérito", a partir de su renuncia,  y que seguiría vistiendo el hábito blanco, aunque simplificado con respecto al del Pontífice, es decir sin la "peregrina" y sin la faja.

Bueno, sin duda es una respuesta... pero no aclara nada, en mi opinión (dice lo que va a hacer, pero no dice por qué lo hace, al menos no con la suficiente claridad). Y, además, se contradice un poquito. Por ejemplo, afirma que "no había otros vestidos a disposición" en el momento de la renuncia... ¡Hombre, no los había porque él ya había decidido previamente que no los hubiera, y se había manifestado públicamente en ese sentido: que iba a seguir vistiendo de blanco! (Bueno, ¡eso sí, sin la "peregrina" y sin la faja! ...¡Faltaría más!). 

Respecto a seguir manteniendo el nombre de Benedicto XVI contesta también que "es una cosa simplemente práctica" ... ¿práctica?...¿por qué? ... ¿A qué se refiere exactamente?. ¿Y qué sentido tiene hacer uso de la expresión "sin sentido" papa "emérito", si él ya no es papa? ¿Qué más da, podría pensar alguno? ¿Qué importancia puede tener eso? Pues mucha más de la que a una mirada superficial pudiera parecer. Pienso sinceramente (es sólo mi opinión, pero una opinión razonada) que es un error actuar así. Por una sencilla razón: ¿Qué necesidad hay de producir, como está ocurriendo de hecho, el escándalo y la confusión en buena parte del pueblo cristiano ... y precisamente de aquellos cristianos que han estado luchando toda su vida por permanecer fieles a las enseñanzas de Jesucristo, manifestadas a través de la Biblia y de la Tradición multisecular. 

Sí, es cierto que se dice que hay sólo un Papa y que éste es el papa Francisco. Y no sólo es que se dice: es que es absolutamente cierto que es así. Eso es verdad. ¿Pero qué necesidad hay de confundir a la gente de a pie? Se dice que hay un Papa, pero se ven dos papas, y la gente sabe lo que ve, lo que le entra por los ojos (y ven a ambos juntos y vestidos de blanco, color que es el propio del Papa). Se dice que Benedicto XVI ya no es el Papa, y eso es verdad, ¿pero por qué se sigue llamando entonces Benedicto XVI? Si no hubiera nada que ocultar (como se supone que no lo hay), si se actuara con sencillez, llamando al pan pan y al vino vino, la gente ya no vería más al papa émerito Benedicto XVI vestido de blanco, sino al cardenal Ratzinger (si se quiere cardenal emérito vestido de cardenal)

¿Y qué es eso de papa emérito?. Hablar de obispo emérito tiene sentido, entre otras cosas porque hay muchos obispos... además, el obispo emérito sigue manteniendo su condición de obispo; pero Papa no hay más que uno, y en buena lógica el papa emérito seguiría manteniendo su condición de Papa, lo que supondría la existencia de dos papas (en contra de la voluntad del fundador de la Iglesia).

Lo que digo a continuación es un hecho real, no inventado, para que se vea que no estoy hablando por hablar... Y me refiero al hecho de que ya, en algunas iglesias, se pide "por los papas Benedicto y Francisco"... ¡Y ésto dicho por sacerdotes, no por simples fieles! 

Ante esta situación, sin importancia, ¿no debería el papa Francisco actuar coherentemente, evitando así esos malos entendidos que, en el mejor de los casos, originan confusión entre sus fieles cuando no una disminución o incluso la pérdida de la fe? ¡Pues no, señor!: todo lo contrario. Resulta que lo aprueba y lo considera normal. Es más: en la tercera entrevista que tuvo lugar el pasado 5 de marzo de 2014 (miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma), concedida a Ferruccio de Bortoli, director del periódico italiano Corriere della Sera (a la que ya nos hemos referido) y que puede leerse completamente haciendo clic aquí, destaco la siguiente pregunta dirigida al papa Francisco así como la respuesta dada:


–Respecto de su relación con su predecesor, Benedicto XVI, ¿alguna vez le pidió un consejo?

Sí, el Papa emérito no es una estatua de museo. Es una institución, a la que no estábamos acostumbrados. Sesenta o setenta años atrás, la figura del obispo emérito no existía. Eso vino después del Concilio Vaticano II, y actualmente es una institución. Lo mismo tiene que pasar con el Papa emérito. Benedicto es el primero y tal vez haya otros. No lo sabemos. ... Hablamos y juntos llegamos a la conclusión de que era mejor que viera gente, que saliera y participara de la vida de la Iglesia ... Algunos hubiesen querido que se retirara a una abadía benedictina muy lejos del Vaticano. Y yo pensé en los abuelos, que con su sabiduría y sus consejos le dan fuerza a la familia y no merecen terminar en una casa de retiro.

Queda muy bonito hablar así, muy piadoso. Pero este tipo de piedad no es bueno. A este paso (¡digo yo!) nos podríamos encontrar con tres, cuatro o más "papas" eméritos (aunque eso sí: diciendo siempre y haciendo hincapié en que sólo hay un único Papa, aunque nos parezca otra cosa). La vía de los hechos es muy peligrosa. Se trata de acostumbrar a la gente a que eso es algo normal. Y esta es la razón, a mi entender, por la que tanto se habla, o se empieza a hablar ya (y si no, al tiempo) de la democracia en el seno de la Iglesia. La Iglesia, que es de origen divino, pasaría a ser una institución meramente humana. O sea, habría desaparecido. Ciertamente, eso no puede suceder: "Las puertas del infierno no prevalecerán contra ella" (Mt 16,18b). Antes de que se llegara a una situación de ese tipo, pienso que estaríamos llegando ya al final de los tiempos. Evidentemente, se trata sólo de una opinión, pero tiene visos de acercarse a la verdad, aunque ésta sólo Dios la sabe.

Supongamos que el papa Francisco, que tiene 78 años, por lo que sea, dentro de uno o dos años no se encontrase en condiciones de hacerle frente al papado. No pasa nada, renuncia al mismo, se elige un nuevo papa, él pasa a ser otro papa emérito... y así sucesivamente...¡Válgame Dios! 

¿Es que nadie se da cuenta de estas cosas que son de sentido común? La estructura de la Iglesia es jerárquica. Y esto no lo puede cambiar ningún Papa, por muy Papa que sea. Es algo de institución divina. Alguien podría decirme: ¿quién ha dicho que haya dos papas?  Correcto, nadie lo ha dicho. Y efectivamente hay un solo Papa, que es Francisco I ... pero yo veo lo que veo. Y lo que veo no me gusta, porque a un observador externo le podría parecer que hay más de un papa. Y si no, vean las siguientes imágenes (que son solo una muestra) en las que se observa juntos y vestidos de blanco. a Benedicto XVI y a Francisco I. Y esto no sólo en el interior del Vaticano, sino también en ceremonias públicas , como la de entrega de birretas a 19 nuevos cardenales: los vídeos y las imágenes valen más que las palabras. ¿Acaso no es como para estar confundido? 




sábado, 8 de marzo de 2014

¿Es válida la renuncia de Benedicto XVI como Papa?

Hay gente que se plantea si el Papa Francisco es o no el legítimo Papa; y piensa, incluso, que el Papa Benedicto XVI sigue siendo el verdadero Papa, pero que fue obligado a renunciar. Eso no es así. 

El Papa Benedicto XVI renunció a su condición de Papa porque quiso, libremente y sin ningún tipo de coacción. De alguna manera, él mismo ya estaba anticipando su posible renuncia en la entrevista que le hizo el periodista alemán Peter Seewald, y que fue recogida luego en el libro Luz del mundo, donde dice: "Si un Papa se da cuenta claramente de que ya no es capaz, física, psicológica y espiritualmente, para desempeñar las funciones de su cargo, entonces tiene el derecho y, en algunas circunstancias, también la obligación de renunciar".

Se podría pensar, y eso es así, que tal evento (de dimisión de un Papa legítimo) jamás se había producido en la historia de la Iglesia. No obstante, para hablar con rigor, habría que estar muy bien informado acerca de la historia de los Papas y habría que saber interpretar bien las situaciones concretas "anormales" que se han producido, 
situándose en el contexto histórico adecuado para poder entenderlas; y poder así discernir entre la verdad y el error. Para ello se necesitaría de expertos en el tema (y de expertos con fe). 


Las "dimisiones" de algunos Papas (muy escasos, por otra parte) no están muy claras. Se puede hacer uso de la wikipedia para informarse, pero no creo que sea el canal más adecuado para estos temas tan serios; puede ayudar, tal vez, como referencia inicial. Se requiere de una investigación mucho más profunda para abordarlos, que no es propia de un blog como éste. No obstante, diré algo al respecto, a partir de información sacada de la GER, básicamente.

Así, es preciso decir que de las renuncias papales que se conocen, que son poquísimas, sólo una fue "libre" la de Celestino V, un santo ermitaño de unos 85 años de edad, de nombre Pedro Angelario, llamado también Pedro de Morrone (porque se había retirado a una cueva del monte Morrone). Y digo "libre" (entre comillas) porque, de alguna manera casi fue obligado a aceptar la misión de Papa dado que, después de la muerte del Papa Nicolás IV (22 febrero 1288 a 4 de abril 1292) la sede papal llevaba vacante ya más de dos años. Y, sobre todo, había intereses políticos en juego, relacionados con el rey Carlos II de Nápoles. Su elección fue comunicada al anacoreta por el cardenal Pedro Colonna, una arzobispo, dos obispos y dos notarios que, postrados en tierra, le ofrecieron la tiara. El monje, en su profunda humildad y simpleza, intentó huir, pero a instancia de todos y especialmente de sus ermitaños, aceptó la elección, que tuvo lugar en Perusa el 5 de julio de 1294. Pero consciente de sus escasísimas dotes de gobierno e ignorancia de las cosas del mundo, renunció a su dignidad papal el 13 de diciembre del mismo año. Murió el 19 de mayo de 1296. Y fue canonizado por el papa Clemente V el 5 de mayo de 1313. En la bula de canonización, Clemente V dice que el nuevo santo era ad regimen universalis Ecclesiae inexpertus, reconociendo así que la razón de su renuncia era legítima. 

Pero bueno: sea de ello lo que fuere, lo cierto es que el Código de Derecho Canónico actual, promulgado por Juan Pablo II en Roma el 25 de enero de 1983 recoge esa posibilidad de renuncia de un modo explícito (en el apdo 332, nº2): "Si el Romano Pontífice renunciase a su oficio, se requiere para la validez que la renuncia sea libre y se manifieste formalmente, pero no que sea aceptada por nadie". [1]

Queda claro, por lo tanto, que el actual Papa Francisco I es el verdadero y único Papa que tiene hoy la Iglesia. Eso no es discutible. Y por si todavía hubiese alguna duda al respecto, resulta que un año después de haber dimitido como Papa, el antiguo Papa Benedicto XVI, vuelve a insistir en la validez de su renuncia, respondiendo a unas preguntas que le hacen. Podemos leerlo en el siguiente enlace  en donde responde mediante una carta en papel impreso a Andrea Tornielli, periodista de Vatican Insider, que le había enviado tres preguntas sobre presuntas presiones y conspiraciones que lo habrían impulsado a la renuncia. 

Aunque el texto está en italiano, puede leerse también en español, mediante el traductor de Google, traducción que a veces se hace sola, si se ha configurado previamente el ordenador para esa tarea.

La primera se refería a las preocupaciones que existían acerca de la validez de su renuncia. La segunda a por qué seguía vistiendo el hábito blanco y usando el nombre papal y en la tercera se le preguntó si una cita de la carta enviada a Hans Küng sobre la amistad entre él y Francisco era literal



Ésta es la carta de respuesta del cardenal Ratzinger 
al Sr Andrea Tornielli, a los dos días de ser preguntado:

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Ciudad del Vaticano
02/18/2014

Estimado Sr. Tornielli

Gracias por su carta del 16 de febrero usted. Ésta es mi respuesta a sus preguntas:

1) No existe la menor duda sobre la validez de mi renuncia al ministerio petrino. Única condición de la validez es la plena libertad de la decisión. Las especulaciones sobre la invalidez de mi renuncia son simplemente absurdas.

2) Mantener el hábito blanco y el nombre Benedicto -nos escribió- es una cosa simplemente práctica. Al momento de la renuncia no había otros vestidos a disposición. Por lo demás, llevo el hábito blanco de forma claramente diferente al del Papa. También aquí se trata de especulaciones sin el mínimo fundamento.[2]

3) El prof. Küng citó literal y correctamente las palabras de mi carta a él dirigida[3]

Espero haber respondido con claridad y sencillez a sus preguntas.

Suyo en el Señor, Benedicto XVI

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[1] Tal vez habría que recordar que en el código de derecho canónico de 1917, tal posibilidad de renuncia papal no estaba contemplada (como no lo estuvo nunca anteriormente, aun cuando no hubiesen códigos canónicos completos escritos, ni en ese sentido ni en ningún otro. Al menos, a mí no me consta). En todo caso, pienso que se trata de un asunto de disciplina eclesiástica, que no tiene mayor trascendencia... ¿O sí la tiene?... Bueno, independientemente de cual sea la respuesta, lo cierto es que el anterior Papa Benedicto XVI se rigió, en su decisión, por el Código vigente en ese momento, de modo que resulta superfluo y una pérdida de tiempo, el seguir haciendo especulaciones al respecto.

[2] Ratzinger ya había indicado esto anteriormente: que seguiría manteniendo el nombre de Benedicto XVI (con el que aparece al final de la carta), que se llamaría "Papa emérito", a partir de su renuncia; y que seguiría vistiendo el hábito blanco, aunque simplificado con respecto al del Pontífice, es decir sin la "peregrina" y sin la faja.

[3] Éstas fueron las palabras de Ratzinger a Kung: «Estoy agradecido de poder estar unido por una gran identidad de visión y por una amistad de corazón al Papa Francisco. Hoy, veo como mi única y última tarea apoyar su Pontificado en la oración» 

jueves, 6 de marzo de 2014

Tercera entrevista al Papa Francisco

Ya hemos aludido en este blog a las dos primeras entrevistas:

La primera entrevista fue con P. Antonio Spadaro, director de la revista de la Compañía de Jesús, Civittà Cattolica, a lo largo de tres sesiones, el 19, el 23 y el 29 de agosto de 2013, publicada el 17 de Septiembre del mismo año

La segunda, con Eugenio Scalfari, fundador del diario La Repubblica, se publicó en dicho periódico el 1 de octubre. Por cierto, 
esta entrevista fue borrada de la página web del Vaticano el viernes, 15 de Noviembre de 2013.

La tercera, que es a la que aquí nos referimos, ha tenido lugar el pasado 5 de marzo de 2014 (miércoles de Ceniza, comienzo de la Cuaresma), y fue concedida a Ferruccio de Bortoli, director del periódico italiano Corriere della Sera (el diario argentino La Nación la publicó en forma simultánea y exclusiva). En esta entrevista el papa Francisco habla de su primer año de pontificado. Puede leerse directamente haciendo clic en este enlace. Aparece en ella un vídeo de 8 minutos y 7 segundos, de cuando fue elegido Papa, vídeo acompañado de 16 imágenes de tal evento; así como también 7 imágenes de su familia. También son de destacar los diferentes hipervínculos o links a otras páginas web, si se quiere ampliar o profundizar en la información que se da. En este artículo 
yo me limito simplemente a transcribir el texto íntegro de esta tercera entrevista. Las preguntas del periodista vienen en negrita. En negrita y rojo escribo las respuestas del Papa que no acabo de entender (y a las que pienso referirme en próximos blogs) y en negrita y azul aquellas respuestas del Papa que entiendo que están en conformidad con la doctrina católica de siempre, aunque alguna de ellas necesitaría, en mi opinión, de algunos matices, para que no se diera lugar a interpretaciones erróneas.
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(Corriere della Sera/La Nacion) Un año ha transcurrido desde aquel simple buona sera que conmovió al mundo. El lapso de doce meses tan intensos no alcanza para contener la gran masa de novedades y signos profundos de la innovación pastoral de Francisco.

Nos encontramos en un pequeño salón en Santa Marta. La única ventana da a un patio que abre un minúsculo ángulo de cielo azul. El Papa aparece de improviso por una puerta, con la cara distendida y sonriente. Se divierte con los varios grabadores que la ansiedad senil del periodista colocó sobre la mesa. «¿Funcionan todos? ¿Sí? Menos mal». ¿El balance de este año? No, los balances no le gustan. «Yo sólo hago balance cada 15 días, con mi confesor».

–Santo Padre, usted cada tanto llama por teléfono a los que le piden ayuda. Y algunas veces no le creen que sea usted?

Sí, ya me ha pasado. Cuando uno llama es porque tiene ganas de hablar, una pregunta que hacer, un consejo que pedir. Cuando era cura en Buenos Aires, era más fácil. Y a mí me quedó esa costumbre. Es un servicio. Me sale así. Pero es cierto que ahora no es tan fácil hacerlo, dada la cantidad de gente que me escribe.

–¿Hay alguno de esos contactos que recuerde con particular afecto?

Una señora viuda de 80 años que había perdido a su hijo. Me escribió. Y ahora le pego una llamadita una vez por mes. Ella está feliz, y yo hago de cura. Me gusta.

–Respecto de su relación con su predecesor, Benedicto XVI, ¿alguna vez le pidió un consejo?

Sí, el Papa emérito no es una estatua de museo. Es una institución, a la que no estábamos acostumbrados. Sesenta o setenta años atrás, la figura del obispo emérito no existía. Eso vino después del Concilio Vaticano II, y actualmente es una institución. Lo mismo tiene que pasar con el Papa emérito. Benedicto es el primero y tal vez haya otros. No lo sabemos. Él es discreto, humilde, no quiere molestar. Lo hablamos y juntos llegamos a la conclusión de que era mejor que viera gente, que saliera y participara de la vida de la Iglesia. Una vez vino hasta acá en ocasión de la bendición de la estatua de San Miguel Arcángel, después a un almuerzo en Santa Marta, y después de Navidad le devolví la invitación a participar del consistorio, y él aceptó. Su sabiduría es un don de Dios. Algunos hubiesen querido que se retirara a una abadía benedictina muy lejos del Vaticano. Y yo pensé en los abuelos, que con su sabiduría y sus consejos le dan fuerza a la familia y no merecen terminar en una casa de retiro.

–A nosotros nos parece que su modo de gobernar la Iglesia es así: usted escucha a todos y después decide solo. Un poco como el padre general de los jesuitas. ¿El Papa es un hombre solo?

Sí y no, pero entiendo lo que me quiere decir. El Papa no está solo en su trabajo porque es acompañado por el consejo de muchos. Y sería un hombre solo si decidiese sin escuchar a nadie o fingiendo que escucha. Pero hay un momento, cuando se trata de decidir, de poner la firma, en el cual queda solo con su sentido de la responsabilidad.

–Usted ha innovado, ha criticado algunas actitudes del clero, ha revolucionado la curia. Con algunas resistencias y algunas oposiciones. ¿La Iglesia ya cambió como usted quería hace un año?

Yo en marzo pasado no tenía ningún proyecto para cambiar la Iglesia. No me esperaba, por decirlo de alguna manera, esta transferencia de diócesis. Empecé a gobernar buscando poner en práctica todo lo que había surgido en el debate entre los cardenales de las diversas congregaciones. Y en mis acciones espero contar con la inspiración del Señor. Le doy un ejemplo. Se había hablado de la situación espiritual de las personas que trabajan en la curia, y entonces empezaron a hacer retiros espirituales. Había que darles más importancia a los ejercicios espirituales anuales: todos tienen derecho a pasar cinco días de silencio y meditación, mientras que antes en la curia se escuchaban tres rezos al día y después algunos seguían trabajando.

–¿La ternura y la misericordia son la esencia de su mensaje pastoral?

Y del Evangelio. Son el corazón del Evangelio. De lo contrario, no se entiende a Jesucristo, ni la ternura del Padre, que lo envía a escucharnos, a curarnos, a salvarnos.

–¿Pero ese mensaje fue comprendido? Usted dijo que la «franciscomanía» no duraría mucho. ¿Hay algo de su imagen pública que no le guste?

Me gusta estar entre la gente, junto a los que sufren, y andar por las parroquias. No me gustan las interpretaciones ideológicas, una cierta mitología del papa Francisco. Cuando se dice, por ejemplo, que salgo de noche del Vaticano para ir a darles de comer a los mendigos de Via Ottaviano... Jamás se me ocurriría. Sigmund Freud decía, si no me equivoco, que en toda idealización hay una agresión. Pintar al Papa como si fuese una especie de Superman, una especie de estrella, me resulta ofensivo. El Papa es un hombre que ríe, llora, duerme tranquilo y tiene amigos como todos. Es una persona normal.

–¿Le molestó que lo acusaran de marxista , sobre todo en Estados Unidos, tras la publicación de «Evangelii Gaudium»?

Para nada. Nunca compartí la ideología marxista, porque es falsa, pero conocí a muchas personas buenas que profesaban el marxismo.

–Los escándalos que perturbaron la vida de la Iglesia ya quedaron afortunadamente atrás. Sobre el delicado tema del abuso de menores, los filósofos Besancon y Scruton, entre otros, le pidieron que alce su voz contra el fanatismo y la mala fe del mundo secularizado que respeta poco a la infancia.

Quiero decir dos cosas. Los casos de abusos son tremendos porque dejan heridas profundísimas. Benedicto XVI fue muy valiente y abrió el camino. Y siguiendo ese camino la Iglesia avanzó mucho. Tal vez más que nadie. Las estadísticas sobre el fenómeno de la violencia contra los chicos son impresionantes, pero muestran también con claridad que la gran mayoría de los abusos provienen del entorno familiar y de la gente cercana. La Iglesia Católica es tal vez la única institución pública que se movió con transparencia y responsabilidad. Ningún otro hizo tanto. Y, sin embargo, la Iglesia es la única en ser atacada.

–Usted dice que «los pobres nos evangelizan». La atención puesta en la pobreza, la más fuerte impronta de su mensaje, es tomada por algunos observadores como una profesión del pauperismo. El Evangelio no condena la riqueza. Y Zaqueo era rico y caritativo.

El Evangelio condena el culto a la riqueza. El pauperismo es una de las interpretaciones críticas. En el Medioevo, había muchas corrientes pauperistas. San Francisco tuvo la genialidad de colocar el tema de la pobreza en el camino evangélico. Jesús dice que no se puede servir a dos amos, Dios y el dinero. Y cuando seamos juzgados al final de los tiempos (Mateo, 25), nos preguntarán por nuestra cercanía con la pobreza. La pobreza nos aleja de la idolatría y abre las puertas a la Providencia. Zaqueo entrega la mitad de sus riquezas a los pobres. Y a quienes tienen sus graneros llenos de su propio egoísmo el Señor, al final, les pedirá cuentas. Creo haber expresado bien mi pensamiento sobre la pobreza en «Evangelii Gaudium».

–Usted identifica en la globalización, sobre todo financiera, algunos de los males que sufre la humanidad. Pero la globalización sacó de la indigencia a millones de personas. Trajo esperanza, un sentimiento que no debe confundirse con el optimismo.


Es cierto, la globalización salvó de la miseria a muchas personas, pero condenó a muchas otras a morir de hambre, porque con este sistema económico se vuelve selectiva. La globalización en la que piensa la Iglesia no se parece a una esfera en la que cada punto es equidistante del centro y en la cual, por lo tanto, se pierde la particularidad de los pueblos, sino que es un poliedro, con sus diversas facetas, en el que cada pueblo conserva su propia cultura, lengua, religión, identidad. La actual globalización «esférica» económica, y sobre todo financiera, produce un pensamiento único, un pensamiento débil. Y en su centro ya no está la persona humana, sólo el dinero.

–El tema de la familia es central para la actividad del consejo de los ocho cardenales. Desde la exhortación «Familiaris Consortio», de Juan Pablo II, muchas cosas cambiaron. Se esperan grandes novedades. Y usted dijo que a los divorciados no hay que condenarlos, hay que ayudarlos.

Es un largo camino que la Iglesia debe completar. Un proceso que quiere el Señor. Tres meses después de mi elección, me fueron sometidos los temas para el sínodo, y nos propusimos discutir sobre cuál es el aporte de Jesús al hombre contemporáneo. Pero al final, gradualmente -que para mí es un signo de la voluntad de Dios-, se decidió discutir sobre la familia, que atraviesa una crisis muy seria. Es difícil formar una familia. Los jóvenes ya no se casan. Hay muchas familias separadas, cuyo proyecto de vida común fracasó. Los hijos sufren mucho. Y nosotros tenemos que dar una respuesta. Pero para eso hay que reflexionar mucho y en profundidad. Es eso lo que están haciendo el consistorio y el sínodo. Hay que evitar quedarse en la superficie del tema. La tentación de resolver los problemas desde la casuística es un error, una simplificación de cosas profundas. Es lo que hacían los fariseos: una teología muy superficial. Y es a la luz de esa reflexión profunda que podrán afrontarse seriamente las situaciones particulares, también la de los divorciados.

–¿Por qué el informe del cardenal Walter Kasper en el último consistorio (un abismo entre la doctrina sobre matrimonio y familia y la vida real de muchos cristianos) generó tanta división entre los purpurados? ¿Cree que la Iglesia podrá recorrer esos dos años de fatigoso camino para llegar a un consenso amplio y sereno?
El cardenal Kasper hizo una hermosa y profunda presentación, que muy pronto será publicada en alemán, en la que aborda cinco puntos, el quinto de los cuales es el de las segundas nupcias. Más me hubiese preocupado que en el consistorio no se desatara una discusión intensa, porque no habría servido de nada. Los cardenales sabían que podían decir lo que quisieran, y presentaron puntos de vista diferentes, que siempre son enriquecedores. El debate abierto y fraterno hace crecer el pensamiento teológico y pastoral. Eso no me atemoriza. Es más: lo busco.

–En un pasado reciente, era habitual referirse a «valores no negociables», sobre todo en cuestiones de bioética y de moral sexual. Usted no ha usado esa fórmula. ¿Esa elección es señal de un estilo menos preceptivo y más respetuoso de la conciencia individual?

Nunca entendí la expresión «valores no negociables». Los valores son valores y basta. No puedo decir cuál de los dedos de la mano es más útil que el resto, así que no entiendo en qué sentido podría haber valores negociables. Lo que tenía para decir sobre el tema de la vida lo he dejado por escrito en «Evangelii Gaudium».

–Muchos países regularon la unión civil. Es un camino que la Iglesia puede comprender, pero ¿hasta qué punto?

El matrimonio es entre un hombre y una mujer. Los Estados laicos quieren justificar la unión civil para regular diversas situaciones de convivencia, impulsados por la necesidad de regular aspectos económicos entre las personas, como, por ejemplo, la obra social. Hay que ver cada caso y evaluarlos en su diversidad.

–¿Cómo será promovido el rol de la mujer dentro de la Iglesia?

Tampoco en esto ayuda la casuística. Es verdad que la mujer puede y debe estar más presente en los puestos de decisión de la Iglesia. Pero a esto yo lo llamaría una promoción de tipo funcional. Y sólo con eso no se avanza demasiado. Más bien hay que pensar que la Iglesia lleva el artículo femenino, «la»: es femenina desde su origen. El teólogo Urs von Balthasar trabajó mucho sobre este tema: el principio mariano guía a la Iglesia de la mano del principio petrino. La Virgen es más importante que cualquier obispo y que cualquiera de los apóstoles. La profundización teologal ya está en marcha. El cardenal Rylko, junto al Consejo de los Laicos, está trabajando en esta dirección con muchas mujeres expertas.

–Medio siglo después de la encíclica «Humanae Vitae», de Pablo VI, ¿puede la Iglesia retomar el tema del control de la natalidad?

Todo depende de cómo sea interpretado el texto de «Humanae Vitae». El propio Pablo VI, hacia el final, recomendaba a los confesores mucha misericordia y atención a las situaciones concretas. Pero su genialidad fue profética, pues tuvo el coraje de ir contra la mayoría, de defender la disciplina moral, de aplicar un freno cultural, de oponerse al neomalthusianismo presente y futuro. El tema no es cambiar la doctrina, sino ir a fondo y asegurarse de que la pastoral tenga en cuenta las situaciones de cada persona y lo que esa persona puede hacer. También de eso se discutirá en los preliminares del sínodo.

–La ciencia evoluciona y redibuja los confines de la vida. ¿Tiene sentido prolongar la vida en estado vegetativo? ¿El testamento biológico podría ser una solución?

No soy un especialista en argumentos bioéticos, y temo equivocarme en mis palabras. La doctrina tradicional de la Iglesia dice que nadie está obligado a usar métodos extraordinarios cuando alguien está en su fase terminal. Pastoralmente, en estos casos, yo siempre he aconsejado los cuidados paliativos. En casos más específicos, de ser necesario, conviene recurrir al consejo de los especialistas.