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miércoles, 5 de noviembre de 2025

INFOCATÓLICA

(Del Blog de Bruno Moreno, Espada de doble filo)



La publicación ayer de la nota doctrinal Mater Populi fidelis levantó un gran revuelo y supongo que es bueno que lo hiciera. Los católicos amamos profundamente a nuestra Madre, así que somos muy sensibles ante cualquier cosa que tenga relación con ella, especialmente si puede dar la impresión de que se pretende recortar los honores que se le deben. Como mínimo, la reacción muestra que, en este tema y a favor o en contra, hay muchos que no han caído en la tibieza general.

Hace unos años, escribí un artículo titulado “¿En qué sentido nuestra Señora es Corredentora? y, por lo que leo de la nota doctrinal, lo que dije sigue siendo válido. No cabe duda de que el contenido o sentido de ese título es verdadero y parte de nuestra fe católica. En cambio, la conveniencia o no de utilizarlo o proclamarlo solemnemente como título formal es una cuestión prudencial, que yo no soy competente para decidir y que, gracias a Dios, corresponde a la Iglesia.

Así pues, a grandes rasgos, que la nota doctrinal considere inoportuno utilizar el título de Corredentora no me preocupa especialmente, ya que se refiere precisamente a esa cuestión para la que yo no soy competente. En cambio, otras cosas del documento me resultan más inquietantes, porque, con todo el respeto, tengo la impresión de que se trata de la continuación de una línea que lleva varios años en vigor y que podríamos llamar, en conjunto, el magisterio confuso. Esta forma de ejercer el magisterio, que se está consolidando ya en un segundo pontificado consecutivo, podría distinguirse por varias características que, al menos a mi entender, resultan del todo indeseables.

En primer lugar, el magisterio confuso se caracteriza por la imprecisión sustancial y sistemática, que tradicionalmente ha sido el peor enemigo del magisterio y, por desgracia, en la última década se ha hecho habitual. Recordemos, por ejemplo, el caso de la modificación de la enseñanza del Catecismo sobre la pena de muerte para dejarla más confusa en vez de más clara, algo que es inaudito, mediante el uso del término “inadmisible”, que no tiene un sentido definido en Teología moral, además de afirmaciones mutuamente contradictorias.

Lo mismo sucedió con Amoris laetitia, que logró desactivar a los defensores la doctrina moral tradicional de la Iglesia a base de grandes dosis de confusión, con frases oscuras y ambiguas, las más importantes de las cuales, al parecer, estaban en un pie de página. Todo eso permitía que, el que quisiera engañarse sobre lo que en realidad decía el documento, se engañara y justificara su propia inacción. Casi diez años después, siguen sin responderse las dudas básicas presentadas por cuatro beneméritos cardenales sobre su interpretación. Algo similar puede decirse de Fiducia supplicans, la declaración de Abu Dhabi, Fratelli Tutti y otros documentos.

De un tiempo a estar parte, la precisión en los documentos parece ser el enemigo, en lugar de algo fundamental y necesario, como siempre se consideró en la Iglesia. En ese sentido, resulta irónica una súbita preocupación por la “precisión” en el lenguaje de la que hace gala la nota Mater Populi fidelis, teniendo en cuenta que el gran documento del cardenal Fernández, Fiducia supplicans, se basa úen sembrar la confusión, jugando con bendecir la pareja, pero no bendecir la unión y las bendiciones “pastorales”, pero no “litúrgicas”, como si moralmente no fuera todo lo mismo. ¿Y ahora, de pronto, la precisión y evitar los malentendidos sí que es esencial? ¿Para evitar unos posibles errores que, si de verdad existen en la realidad, son completamente marginales, a diferencia de los relativos a las uniones del mismo sexo? ¿Estos últimos no importan, pero los primeros sí? Colamos el mosquito y nos tragamos el camello.

En segundo lugar, la prudencialización o pastoralización de las declaraciones magisteriales. En lugar de tener un magisterio centrado en la verdad, en la realidad, parece que tenemos un magisterio utilitario, centrado en la cuestión de cuáles van a ser los efectos de que se diga una cosa u otra. En esta última nota, de nuevo, se mencionan, como no podía ser menos, el “esfuerzo ecuménico” y las preocupaciones “pastorales y ecuménicas”. Esto resulta especialmente curioso teniendo en cuenta el golpe casi mortal que dieron las bendiciones de Fiducia supplicans al ecumenismo con los ortodoxos, el grupo más cercano al catolicismo. Podría sospecharse que el ecumenismo solo es importante cuando se produce en sentido mundano.

En cualquier caso, esta tendencia también tiene su origen en Amoris Laetitia, en la cual, contra toda la moral de la Iglesia, se afirmó que no existen los actos intrínsecamente malos y, por lo tanto, todo depende de la situación, las circunstancias y el color con que se mire: todo es prudencial. ¿Se puede adulterar? Depende. ¿Y usar anticonceptivos, tener relaciones del mismo sexo, abortar? Forzosamente, también depende. ¿Y bendecir las uniones del mismo sexo? Depende de si la misma bendición la das “litúrgicamente” o “pastoralmente”, como si eso justificara en lo más mínimo bendecir lo imbendecible.

Aparte de que este enfoque no es católico (al menos según Veritatis splendor y toda la moral anterior de la Iglesia), lo cierto es que, si todo es prudencial, todo es discutible. Por su propia naturaleza, lo prudencial no es objeto de magisterio, sino de decisiones circunstanciales y mutables, que además no pueden hacerse desde arriba, sino que tienen que ser tomadas por el interesado en cada caso concreto. Si la maldad o bondad del adulterio, el divorcio o las relaciones del mismo sexo son cuestiones prudenciales, pueden ser cosas malas en las diócesis africanas y buenas en las alemanas. ¿Por qué no?

La nota dice que “es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María”. Esta afirmación carece de sentido lógico, porque precisamente la oportunidad, por definición, es algo que depende del contexto. No cabe, pues, hablar de “siempre”. Cuando cambian el momento histórico, el lugar, las circunstancias, etc., lo inoportuno puede hacerse oportuno y viceversa. Muchos recordarán el viejo anuncio, que canturreaba “siempre hay un motivo para usar Nivea", pero lo cierto es que no es así, a veces es conveniente usar Nivea y a veces no. Si, según la nota, hoy no es conveniente u oportuno hablar de que la nuestra Señora es Corredentora, mañana o el año que viene o en el pontificado que viene puede que lo sea; si no es oportuno que el Vaticano use esa expresión, puede que lo sea en una diócesis concreta, en una parroquia específica o que cada fiel decida por sí mismo si es prudente usarla o no.

Repitámoslo: lo prudencial es discutible, mudable, no admite pronunciamientos generales y, por lo tanto, no es propiamente materia doctrinal, sino práctica y disciplinar. Así pues, la nota “doctrinal” y, en general, buena parte de los documentos de los últimos años, tienden a derrotarse a sí mismos, porque sus presupuestos radicalmente antimagisteriales anulan sus propios efectos como magisterio.

En tercer lugar, gran parte de los documentos recientes muestran una clara superficialidad o esloganización magisterial. Se trata de un magisterio que adolece de escasez o ausencia de fundamentos racionales o teológicos sólidos, que parece funcionar a base de sentimentalismos y en el que la argumentación se sustituye por eslóganes, como “crear puentes y no muros”, “ir a la frontera”, “el tiempo es superior al espacio”, “nadie puede ser castigado para siempre” o “hacer lío”, entre otros, ninguno de los cuales tiene la más mínima entidad teológica.

En el caso de la nota doctrinal más reciente, se nos asegura, por ejemplo, que “cuando una expresión requiere muchas y constantes explicaciones, para evitar que se desvíe de un significado correcto, no presta un servicio a la fe del Pueblo de Dios y se vuelve inconveniente” y que el término de Corredentora corre “el peligro de oscurecer el lugar exclusivo de Jesucristo”. Esta afirmación tan superficial produce inevitablemente una sonrisa, porque exactamente ese es el caso de todos los títulos tradicionales de nuestra Señora. ¿Es que decir que María es Madre de Dios no puede dar la impresión de que Dios no es eterno? ¡Si hasta se produjo un gran cisma por ese tema! Del mismo modo, tradicionalmente, María es Puerta del Cielo (¿pero no dice el Evangelio que Él es la puerta del redil?), Causa de nuestra Alegría (¿acaso no es Cristo la verdadera causa de nuestra alegría?), Reina del Cielo y de los Ángeles (¿no atentará eso contra la realeza de Cristo?), nuestra Señora (¿es que no es Cristo el único Señor?), Abogada nuestra (¿el Abogado no es el Espíritu Santo?), santa (pero “solo Tú eres santo, Señor”) y un largo etcétera.

El hecho es que, usado sistemáticamente, el criterio que nos da la nota doctrinal llevaría a la destrucción de toda la Mariología, no podríamos decir nada sobre la Virgen. No es casual que lo mismo suceda con Amoris laetitia, cuyos principios destruyen la totalidad de la moral católica. Lo cierto, por supuesto, es que los títulos de la Virgen nada quitan a Cristo, porque si los tiene es precisamente porque Ella es el ser humano más unido a su Hijo y que más perfectamente le ha imitado siempre en todo. Cuanto más ensalzamos a la Virgen, más estamos ensalzando a Cristo. La grandeza de María no es algo autónomo o conseguido por las fuerzas humanas, sino una obra maestra de la gracia de Cristo, que obra en “la humildad de su esclava”. Nada hay de extraño en esto, lo mismo sucede con los sacerdotes y el único y Sumo Sacerdote o con los padres y el Padre del cielo. Es de temer que, con el olvido de la escolástica, algunos hayan olvidado también el concepto fundamental de la analogia entis.

Otra característica de los documentos recientes es, a mi modo de ver, la autorreferencialidad y las citas creativas. Se trata de un clásico del pontificado anterior, como casi todo el mundo sabe. La inmensa mayoría de las citas de los documentos del Papa Francisco eran de documentos del propio Papa Francisco. Ahora, en Mater Populi fidelis se cita otra vez a Francisco. De nuevo irónicamente, nunca se había hablado tanto antes contra la autorreferencialidad y nunca se había practicado tanto esa disciplina.

Cuando se cita a otras personas, las citas se seleccionan cuidadosamente, ocultando todo aquello que vaya en contra de la novedad que se quiere defender, y apelando únicamente a aquello que interesa. En Mater Populi fidelis, se citan como autoritativas unas frases de Ratzinger en la que desconfía del término Corredentora, pero solo se citan en general y sin darles la más mínima importancia las veces en que San Juan Pablo II, Pío XI o Benedicto XV usan ese término (el primero de ellos mientras Ratzinger era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe). ¿No convendría tomarse en serio los testimonios en contra de lo que afirma ahora el Dicasterio? Alguna fuerza tendrán, ¿no? Lo mismo sucedió en Amoris Laetitia, en la que directamente se omitía la doctrina anterior sobre los actos intrínsecamente malos y la prohibición de dar la comunión a los adúlteros no arrepentidos y se citaba a Juan Pablo II y a Santo Tomás ¡para decir exactamente lo contrario que Juan Pablo II y Santo Tomás! Esta forma de actuar no es seria y acarrearía un suspenso fulminante en cualquier tesis, tesina o humilde trabajo escolar. Que sea algo relativamente frecuente en los documentos magisteriales recientes es tristísimo.

Finalmente y de forma estrechamente unida a la precedente, podemos mencionar otra característica aún más grave: el un cierto desprecio implícito de la enseñanza anterior e incluso de la EscrituraAmoris Laetitia desestimó el magisterio de Benedicto XVI, Juan Pablo II y todos los papas anteriores, negó expresamente un dogma de fe al decir que Dios no siempre da la gracia para no pecar, contradijo directamente a la Escritura al decir que a veces Dios quiere que pequemos y que el adulterio a veces es lo que Dios nos pide, aunque no sea lo ideal. ¿Sobre qué base se asienta un magisterio que simplemente prescinde del magisterio anterior? ¿No es eso el equivalente de serrar la rama en que uno está sentado?

Quizá el caso más paradigmático fuera la ocasión en que el Papa respondió formalmente a unas dubia (no las famosas, sino otras) afirmando que hay “textos de las Escrituras y testimonios de la Tradición que hoy no pueden ser repetidos materialmente”. Confieso que nunca habría pensado que escucharía a un Papa diciendo expresamente que hay que prescindir de lo que enseña la Escritura en algunas cuestiones (a saber, cuando no coincide con lo que piensa el mundo).

En el caso de esta última nota doctrinal, llamativamente se prescinde de lo enseñado al respecto por doctores de la Iglesia (como San Alfonso María de Ligorio o San Juan Enrique Newman), varios papas y multitud de teólogos o la Escritura (“completo en mi carne lo que le falta a la pasión de Cristo”, “llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús”, “estoy crucificado con Cristo”, “a ti una espada te atravesará el corazón”, etc.) y lo creído por una buena parte del pueblo fiel. Curiosamente, en otros casos se menciona lo que cree “la gente” como argumento para defender heterodoxias, pero, en cambio, si es algo piadoso sobre nuestra Señora, se puede prescindir de ello sin pensarlo dos veces. Algo similar, por cierto, a lo que ocurre con los defensores de la liturgia antigua (incluido Benedicto XVI), cuya opinión en este caso no parece importar en lo más mínimo). Como decía, yo no estoy capacitado para decidir si conviene utilizar o no el título de Corredentora, pero lo que me parece evidente es que resulta imprudente y autodestructivo despreciar a la ligera todo lo que han dicho sus defensores, incluidos algunos a un nivel bastante más alto que el actual cardenal Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

En fin, podrían mencionarse algunas otras características más, como una asombrosa tolerancia de la contradicción interna, pero no conviene alargarse más. Por desgracia, lo evidente es que todo este magisterio confuso está llevando y ha llevado ya en buena parte a un desprestigio generalizado del magisterio. No entre los no cristianos, ni tampoco entre los católicos heterodoxos, que nunca han hecho caso del magisterio, sino entre los fieles de a pie que aman a la Iglesia, se toman en serio su fe y, consciente o inconscientemente, notan que algo va muy mal. Es una situación anómala y muy preocupante.

Solo hay que leer los comentarios de los artículos de los lectores de cualquier portal católico y se descubre inmediatamente algo terrible: multitud de católicos serios y obedientes desconfían de lo que venga del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y otros órganos de la Iglesia. No son desobedientes, porque quieren obedecer, pero ni el más obediente de los hombres puede obedecer a lo contradictorio, ni creer en la confusión. Simplemente, no es posible. Así pues, la nota actual, al margen del tema concreto de la misma, pone de manifiesto que la confusión tan propia del pontificado anterior no se ha superado en absoluto. Antes o después (mejor antes que después) habrá que afrontar este problema.

En cualquier caso, como dice un amigo, quizá la nota doctrinal tenga un efecto inesperadola definición futura como dogma de que nuestra Señora es Corredentora. A fin de cuentas, la definición de los dogmas suele realizarse cuando es necesaria, es decir, cuando hay quienes impugnan, con presupuestos erróneos, una parte de la fe creída por la Iglesia pacíficamente. ¿Podría suceder? No lo sé, pero sería, sin duda, una gran ironía, una “sorpresa del Espíritu” de las de verdad y quizá un paso en la dirección de desechar de una vez por todas la confusión magisterial que tanto daño nos está haciendo. 

Bruno Moreno

Acerca del término corredentor (sacado de IA)


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Romanos 8:17: "Y si somos hijos, somos también herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, con tal de que padezcamos con él, para ser con él también glorificados".

Colosenses 1:24: "Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia"

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La teología católica ha desarrollado a partir de Romanos 8:17 y de otros versículos (como Colosenses 1:24:) el concepto de "corredentores", que implica que los cristianos cooperan en la obra de redención de Cristo mediante sus sufrimientos y obras, unidos a Él, pero siempre dependiendo de la redención única y suficiente de Cristo.

Aunque la frase literal ("corredentor") no aparece, los principios de ser coherederos de la gloria de Dios y de participar en los padecimientos de Cristo (lo que teológicamente se interpreta como "corredención") están presentes en el Nuevo Testamento.

La frase "somos corredentores con Cristo" significa que los creyentes pueden asociarse con Jesús en la obra de la Redención, ofreciendo sus propias vidas y sufrimientos para la salvación de los demás. No se trata de que los creyentes realicen la Redención por sí mismos, sino de que participen en ella al unirse a la pasión y sacrificio de Cristo y vivir el Evangelio en el mundo.

Detalles clave:

  • Participación en la obra de Cristo: El término enfatiza la colaboración de los seguidores de Cristo en su misión redentora, recibiendo y viviendo la gracia que Él obtuvo a través de su sacrificio.
  • Asociación con el sufrimiento de Cristo: O sea, asociar los propios sufrimientos, penas y sacrificios a los de Cristo. Esto transforma el sufrimiento de ser un castigo en ser un acto de redención, purificación y elevación para uno mismo y para los demás.
  • Doble dimensión de la Redención: La Redención de Cristo tiene dos dimensiones:
    • 1. Sanante: Restaura la inocencia perdida por el pecado. 
    • 2. Elevante: Eleva al creyente a la condición de hijo de Dios y lo introduce en una comunión íntima con Él.
  • La salvación es un don que se recibe: La salvación obtenida por Cristo debe ser recibida y aceptada personalmente por cada individuo, abriendo el corazón a los dones de su gracia.

  • María como modelo: María es vista como la primera corredentora por su participación única en el sufrimiento de Jesús al pie de la cruz. Ella es el modelo a seguir para los creyentes que se asocian con la pasión de Cristo.

  • El rol de la Iglesia: La Iglesia, como el cuerpo de Cristo, es una comunidad de corredentores que colaboran en la edificación del reino de Dios.
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Es de gran interés la lectura del siguiente artículo de Infovaticana, con relación a la idea de corredentora que se suele atribuir a María y que se ha introducido también en este blog, precisamente por ello:

Vuelve «La Sacristía de la Vendée» tras la absolución del P. Delgado




Otro mal día para la sanchosfera religiosa. Después de la absolución del P. Custodio Ballester llega ahora el regreso de las tertulias de La Sacristía de la Vendée tras la absolución canónica del P. Delgado, que publica la sentencia íntegra.

Como si fuese un guion de película, poco después de ser comunicada la sentencia absolutoria, uno de los principales instigadores, contra el P. Delgado, el P. Loriente, fue encontrado en posesión de droga y compañías homosexuales a finales del verano conmocionado a toda la diócesis de Toledo y toda España con el escandalazo. Quedan todavía por determinar el papel desempeñado otros actores de la diócesis de Toledo y Roma.

Aunque la sentencia del P. Delgado es del 28 de julio, hasta hoy no ha podido hacerla pública, ni siquiera dar su opinión públicamente por obediencia. Tal como relata:

Hace un año y medio tuve que anunciar, en obediencia, que dejaba las redes por mandato de mi Arzobispo. Dije que todo se debía a una calumnia de la que esperaba poder dar detalles algún día.

Ese día ha llegado. Durante este año y medio he tenido que enfrentarme a una cruel persecución orquestada por algunas personas a las que, por supuesto, he perdonado desde el primer momento. Esto me ha supuesto ser expulsado de mi ministerio, ser silenciado y ser sometido a un juicio penal canónico.


Hace año y medio decía:

Por orden directa de mi Arzobispo, me veo obligado a interrumpir la actividad en todas mis redes y a suspender mi participación en medios de comunicación. En esta ocasión no lo hago por mi propia voluntad.
No me queda más remedio que defenderme de una calumnia de la que espero…— Francisco J. Delgado (@PadreFJD) May 7, 2024



En este sentido llama la atención que el Arzobispado no haya emitido ninguna nota comunicando los hechos y restituyendo, al menos, la fama al acusado, especialmente cuando estuvo tan raudo emitiendo un comunicado condenándolo (y de lo que ha sido absuelto) o minimizando el escándalo del Vicario del Clero de Toledo. Tres meses para reparar parecen suficientes. No se espera de los medios de comunicación que lideraron el proceso, pero algunos sí confiaban en el arzobispo.

«La Sacristía»


El origen del caso está en la persecución desatada contra el canal de Youtube después de la denuncia pública de uno de los integrantes, el P. Góngora del simulacro de ceremonia religiosa gay protagonizado por un religioso hoy ya fuera de la diócesis de Madrid.

En este programa de regreso que titulan «El odio ante la Verdad: La vuelta de La Sacristía de La Vendée» contarán cómo ha sido el proceso además de tratar el último documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Mater Populi fidelis, y el debate en torno a los títulos de Corredentora y Mediadora de todas las gracias

Crónicas cucufatenses: el purgatorio (por Bruno Moreno)




Por estar ya en noviembre, mes en que conviene rezar especialmente por los difuntos, y deseoso de que mis lectores se beneficien de la sabiduría del pasado, me ha parecido oportuno traducir y traer al blog un nuevo fragmento de las Crónicas cucufatenses, recién traducido del códex latino de la Anthologia Fabularum Beati Cucufati Alexandriae Veteris (florilegio de historias del bienaventurado Cucufato de Alejandría la Vella, anacoreta).

El presente capítulo se titula “Claro que hay un purgatorio, tarugo” (Scilicet est purgatorium, asine!).

………

Cierto día, el bienaventurado Cucufato rezaba junto a la entrada de su cueva aprovechando el solecito del mediodía que, generalmente, le ayudaba a concentrarse y lograr una meditación mucho más profunda. Similar al sueño, pero totalmente distinta de este, claro.

Nada bueno dura mucho en este mundo sublunar y la meditación de Cucufato se interrumpió por un repentino presentimiento de que algo malo iba a pasar. Nuestro anacoreta abrió los ojos, inquieto, y vio llegar a lo lejos a un hombre. Sintió que un escalofrío recorría su espalda y, elevando los ojos al cielo, rezó así:

—Bendito seas, Señor, que has creado alacranes, mosquitos, charlatanes, parlanchines, pesados y otras plagas por razones que solo tu infinita sabiduría conoce. Y ahora que hablamos de eso, ¿no sería aún más perfecta la creación con un poco menos de todo eso? Es solo una sugerencia.

La oración de Cucufato tenía un cierto tono de urgencia, porque el hombre que se aproximaba era Remigio de Persépolis, también conocido entre los ermitaños menos piadosos como Remigio el Plastha, que, en persepoliano, significa “aquel que habla sin parar cuando la prudencia, la educación y la decencia humana más básica aconsejan callar”. Es un lenguaje admirablemente sucinto el persepoliano.

Fiel a su fama, Remigio iba hablando solo por el camino y moviendo mucho las manos, como si no pudiera pasar un solo instante sin irritar con su charla a algún ser animal, vegetal o mineral.

—La paz contigo, Cucufato —dijo Remigio al llegar a la puerta de la cueva—, sabio entre los sabios, lámpara de las conciencias … pesadilla de los herejes y varón virtuoso donde los haya … Mientras venía he visto un chacal, dos enormes leones … y un leopardo. Por poco no lo cuento, pero afortunadamente … no me arredro por nada, así que yo estaba allí y…

Conviene explicar que, por su afán de no ceder ni un instante al silencio, el Plastha hablaba disparando unas palabras tras otras, en un torrente verbal continuo e imparable excepto por las pequeñas pausas que usaba para respirar ruidosamente.

—Hola Remigio —respondió, lacónico, Cucufato, aprovechando una de aquellas pausas—. ¿Qué se te ofrece?

—Vengo a consultarte Oráculo de la Sabiduría, pozo de … ciencia e interpretador de sueños, tú que conoces los misterios…

—Sí, sí, sí. Todo eso y mucho más. Pero ¿qué quieres en concreto?

—Resulta que, movido por mi considerable humildad, se me ha ocurrido una cosa muy interesante y quiero preguntarte por…

—Abrevia, Remigio, por caridad, que el Señor vuelve y te va a encontrar parloteando.

—Bueno —dijo Remigio, haciendo un esfuerzo sobrehumano por ir al grano—, lo que yo quería era preguntarte por el purgatorio … Llevo días pensando en ello. No veo que tenga ningún sentido … ¿No podemos ir simplemente al cielo y ya está? ¿Para qué hace falta el purgatorio? ¿No será un cuento de viejas? Yo creo que…

Prudente como siempre, Cucufato reprimió un suspiro de cansancio y reflexionó algunos instantes en silencio, meditando la respuesta sin escuchar a Remigio, que seguía hablando sin parar.

—¿Quieres saber por qué existe el purgatorio? —le preguntó por fin—. Primero tienes que saber otra cosa. ¿Puedes decirme a qué distancia está el sol de nosotros?

—Er… Pues no. Mucha, supongo.

—Hace siglos, el gran sabio Eratóstenes de Cirene calculó geométricamente que el sol se encuentra a unos ochocientos miles de millares de estadios. ¿Entiendes?

—No.

—Si pudiera irse caminando hasta el sol y te pasaras la vida entera andando, día tras día y año tras año, necesitarías multitud de vidas para llegar y, felizmente, no tendrías tiempo para molestar a los demás. O sea, que está a mucha distancia, como decías. En fin, ahora que ya lo sabes, solo tienes que mirar fijamente al lejanísimo sol durante quince minutos —le indicó el anacoreta señalando hacia arriba— y comprenderás por qué existe el purgatorio.

—Estupendo. Ya sabía yo que tú podrías explicármelo y por eso pensé ayer en venir, pero luego pasó que por la mañana tuve otra idea y… —respondió Remigio, muy contento y levantando la cabeza.

Cucufato cerró otra vez los ojos sonriendo y contó en su interior:

—Uno, dos, tres…

—¡Un momento —exclamó el Plastha—, te estás quedando conmigo! No puedo mirar al sol durante quince minutos. ¡Me quedaría ciego!

—Dices bien, Remigio. No se te escapa nada. ¿Así que no eres capaz de mirar durante unos minutos al sol, a pesar de que está a una distancia casi inconcebible?

—Claro, brilla demasiado, no puedo soportarlo.

—Entonces, ¿cómo vas a presentarte sin más en el cielo y contemplar cara a cara a Aquel que creó el mismo sol y el universo entero? ¿Aquél cuya gloria brilla más que diez mil soles? ¿No crees que estarás bastante necesitado de unos añitos de purificación primero, so tarugo?

Remigio se quedó tan admirado de la sabiduría de Cucufato y su respuesta que, según cuentan los ancianos de la ciudad, volvió a Alejandría sin decir una sola palabra en todo el camino. Bien es verdad que nadie se enteró de ello, porque iba tan ensimismado que un león se lo zampó por el camino.

Mientras tanto, Cucufato, satisfecho por haber cumplido el deber de enseñar al que no sabe, volvió a su profunda meditación y continuó beatíficamente en ella hasta que pasó la hora de la siesta, obteniendo así grandes beneficios espirituales y corporales. Como el propio Cucufato sentenció en otra ocasión: es duro tener vocación de anacoreta, pero a alguien tenía que tocarle.

Moraleja de sabiduría cucufatiana: si crees que a ti no te hace falta purgar nada, eso quiere decir que aún estás más verde que los melones de Alejandría y que, de hecho, tu estancia con todos los gastos pagados en el purgatorio se va a contar por siglos, más que por años.

TRIBUNA: Corredentora, ¿lo único inoportuno? (Por Mons. Alberto José González Chaves)



Ante la publicación de la Nota del Dicasterio para la Doctrina de la Fe sobre algunos títulos marianos, que afirma que el título de Corredentora resulta “inoportuno” en el momento presente, no pretendo discutir, porque la Santísima Virgen no necesita controversias; pero sí compartir cierta extrañeza.

La nota, aprobada por el Santo Padre, me parece bastante aceptable en cuanto a su metodología y a los argumentos expuestos, aunque me chirríe que retenga inoportuno un título mariano nacido del amor, no de la confusión. 

La Iglesia jamás ha empleado el término Corredentora para colocar a María al mismo nivel que Cristo, único Redentor, sino para confesar simultáneamente dos verdades luminosas: que Cristo es el único Salvador y que la Virgen, por voluntad divina, fue asociada de modo singular y único a la obra redentora. 

Llamarla Corredentora no disminuye a Cristo: exalta la eficacia de su Redención y ayuda a contemplar con asombro hasta dónde puede llegar la gracia en una criatura que se deja poseer plenamente por Dios. 

Por eso tantos santos, teólogos y pontífices hablaron de este título con amor y fineza teológica. ¿ Hay que desaconsejarlo hoy? Francamente, no lo sé. Mas, concedo: posiblemente sí. Ítem más: acaso adolezca de puerilidad la sensación de que ello empobrece el amor filial a María. 

Sin embargo… ¿es esto lo más “inoportuno” que hay que señalar hoy? ¿No ha habido otros hechos y decisiones mucho más desconcertantes en los últimos años? Aduzcamos sólo algunos de los más salientes:

1. La palabra corredentora no ofende a nadie. Sí lo hace llamar “cuenta-rosarios”, “pepinillo en vinagre” o “rígido” a quien vive con devoción su fe o ama la tradición litúrgica.

2. No pocos nombramientos episcopales y de gobierno en la Santa Sede, a priori preocupantes por la trayectoria doctrinal y/o pastoral de los elegidos, y a posteriori, lamentables.

3. El homenaje en la Sala Pablo VI del Vaticano a Lutero, el heresiarca que originó la ruptura más dolorosa en la cristiandad.

4. La ritualizada presencia y veneración de la Pachamama en el Vaticano, idolatría incompatible con el culto debido al único Dios Uno y Trino.

5. La restricción de la liturgia tradicional (fuente de santidad para generaciones de fieles ayer y de hoy), falseando los argumentos sobre los que se hizo.

6. La gestión eclesial durante la pandemia, cerrando los templos durante meses, privando a los fieles de los sacramentos e imponiendo la comunión en la mano.

7. La Declaración de Abu Dhabi, interpretable como una cierta equiparación de todas las religiones como caminos semejantes hacia Dios, debilitando así la evangelización.

8. La admisión de quienes viven objetivamente en adulterio a la Sagrada Comunión, presentando el estado de gracia de manera gradual.

9. Los acuerdos con el gobierno de Pekín sobre el nombramiento de obispos, dejando a numerosos católicos chinos —perseguidos durante décadas por fidelidad a Roma— profundamente desolados, al sentir que se cedía parte de la libertad de la Iglesia a un poder hostil a la fe.

10. La Declaración Fiducia supplicans, percibida por innumerables fieles y pastores como gravísima, al exhortar a bendecir situaciones objetivamente contrarias a la Ley de Dios, derivadas de “pecados que claman al cielo”, según la Sagrada Escritura.

Muchos católicos habrían esperado una palabra clara sobre cualquiera de estas situaciones antes que una advertencia respecto a un título mariano tan amado por el Pueblo de Dios. Porque María nunca divide: siempre conduce a Cristo

La historia enseña que cada vez que la Iglesia profundizó en los privilegios de María, lo hizo para proclamar con más fuerza la verdad sobre Cristo. La auténtica mariología jamás oscurece a Cristo; al contrario, lo revela más puramente.

¿Qué aprovecha ahora reducir o desaconsejar expresiones marianas que tantos santos han usado para ir al Único Salvador y Redentor?

Los fieles necesitan pastores que confirmen en la fe y consuelen en la confusión.

Hoy, cuando tantos no creen ya en el pecado ni en el infierno, en la gracia santificante, en la Presencia real de Cristo en la Eucaristía, o en la vida eterna, ¿lo inmediato es señalar la inoportunidad del título de Corredentora?

María siempre protegió a la Iglesia. PidamosLe hoy está gracia, como a Mater Ecclesiæ.

¿Corredentora o Medianera? En este momento no me preocupa demasiado que ambas palabras sean más o menos oportunas; me inquietaría que fuesen heréticas, o necias , que es aún peor, como las que escuchamos con demasiada frecuencia, sin que sean corregidas.

martes, 4 de noviembre de 2025

San Carlos Borromeo y la crisis de la Iglesia: una lección para nuestros tiempos



Hoy, 4 de noviembre, la Iglesia celebra la memoria litúrgica de San Carlos Borromeo, uno de los grandes reformadores del siglo XVI y modelo del verdadero pastor católico.

En un tiempo de crisis doctrinal, moral y disciplinar, cuando el protestantismo fragmentaba Europa y la corrupción interna minaba la autoridad eclesial, este joven cardenal milanés supo convertir la reforma en un acto de santidad y fidelidad heroica al Evangelio.

Cinco siglos después, en medio de nuevas turbulencias y de un clima eclesial marcado por la confusión, su figura vuelve a brillar con una fuerza profética: la Iglesia no se renueva con debates ni estructuras, sino con la conversión y la cruz.

Un obispo nacido para tiempos difíciles

Carlos Borromeo nació en 1538 en el seno de una familia noble de Arona, en el norte de Italia. Desde joven mostró una profunda piedad y una inteligencia precoz. Estudió derecho canónico en la Universidad de Pavía, y a los 22 años fue llamado a Roma por su tío, el papa Pío IV (Giovanni Angelo Medici), quien lo nombró cardenal y secretario de Estado.

Era un tiempo convulso: Martín Lutero había iniciado su rebelión apenas dos décadas antes, y buena parte de Europa se hallaba sumida en el cisma y en guerras religiosas. La Iglesia necesitaba una reforma urgente, no dictada por los príncipes ni por los humanistas, sino desde dentro, desde el corazón de sus pastores.

Borromeo participó activamente en la última fase del Concilio de Trento (1562-1563), donde destacó por su claridad doctrinal y su impulso para la creación de seminarios diocesanos. No buscaba componendas con los errores del protestantismo, sino purificar la Iglesia para hacerla más fiel a Cristo.

A la muerte de su hermano, heredó el señorío familiar y, libre ya de sus obligaciones civiles, fue ordenado sacerdote en 1563 y consagrado arzobispo de Milán al año siguiente. Tenía apenas 25 años.

Trento hecho carne: la reforma desde el altar

Cuando llegó a Milán, la diócesis llevaba más de ochenta años sin un obispo residente. El clero estaba relajado, muchas parroquias carecían de catequesis y la vida cristiana languidecía.

San Carlos inició entonces una renovación radical: visitó todas las parroquias, reformó los monasterios, impuso la residencia obligatoria de los sacerdotes y exigió que el culto divino se celebrara con dignidad.

En 1564 fundó el Seminario Mayor de Milán, siguiendo las directrices de Trento, y poco después estableció seminarios menores para formar a los jóvenes llamados al sacerdocio. Su convicción era firme:

“El sacerdote ignorante es el mayor enemigo de la Iglesia.”

Reorganizó la catequesis parroquial, promovió las escuelas de doctrina cristiana y publicó un catecismo diocesano que sirvió de modelo para toda Italia.

Su celo por la liturgia lo llevó a restaurar el rito ambrosiano, que todavía se celebra en su diócesis, y a insistir en la reverencia del culto, convencido de que la belleza y el orden del altar son reflejo de la fe del corazón.

Sufrió la resistencia de parte del clero relajado y de familias poderosas, e incluso fue víctima de un atentado en 1569, cuando un miembro de una orden rebelde le disparó mientras rezaba. La bala lo rozó, pero sobrevivió y perdonó al agresor.

El pastor que no huyó de la peste

En 1576, una terrible peste —la llamada peste de San Carlos— asoló la ciudad de Milán. El gobernador español y muchos nobles abandonaron la ciudad.

Borromeo, en cambio, permaneció junto a su pueblo. Vendió todas sus posesiones para socorrer a los enfermos, organizó la atención médica, transformó iglesias en hospitales improvisados y se encargó de alimentar a miles de familias.

Durante los meses más duros, recorría las calles descalzo, con una cuerda al cuello en señal de penitencia, llevando el Santísimo Sacramento para bendecir a los moribundos. Las crónicas cuentan que presidía procesiones con los pies sangrantes, cantando salmos y oraciones por el fin de la epidemia.

Cuando algunos le reprocharon que arriesgaba su vida, respondió con firmeza:

“El pastor no abandona a su rebaño cuando el lobo ronda.”

De aquellos años nació su fama de santidad. No era un reformador de despacho, sino un pastor dispuesto a morir por su pueblo. Su testimonio recordaba al de los grandes santos de los primeros siglos, cuando los obispos eran los primeros en socorrer, consolar y ofrecer esperanza.

La verdadera reforma frente a las falsas reformas

San Carlos Borromeo no inventó una “nueva Iglesia”; reformó la que Cristo había fundado. Para él, la reforma no consistía en “aggiornare” la doctrina ni adaptarla al espíritu del tiempo, sino volver a las raíces evangélicas con pureza y firmeza.
Decía con frecuencia:

“No se puede reformar la Iglesia si antes no nos reformamos a nosotros mismos.”

Esa frase encierra el núcleo de toda auténtica renovación.

Su ejemplo es hoy un antídoto frente a la tentación contemporánea de confundir conversión con consenso. Mientras algunos eclesiásticos contemporáneos promueven “procesos sinodales” o “nuevas estructuras participativas”, San Carlos recordaría que ninguna asamblea sustituye la santidad personal, ni ningún documento reemplaza la fidelidad a la verdad revelada.

Su vida demuestra que la Iglesia no se fortalece dialogando con el mundo, sino reformando a sus pastores y a su pueblo en la fe, la oración y la penitencia.

El legado de un santo para tiempos de confusión

San Carlos Borromeo murió en 1584, a los 46 años, agotado por el trabajo, las penitencias y las enfermedades.

En su lecho de muerte pidió que no lo llamaran “eminencia”, sino “pecador”.

Fue canonizado en 1610 por el papa Pablo V, y su figura se convirtió en símbolo del obispo ideal: docto, austero, orante y entregado.

Hoy, cuando abundan las voces que llaman a “reformar” la Iglesia sin mencionar el pecado ni la conversión, su ejemplo se alza como una advertencia luminosa: no hay reforma verdadera sin santidad, ni santidad sin sacrificio.

Su vida recuerda a los pastores de todos los tiempos que la caridad sin verdad se convierte en sentimentalismo, y la verdad sin caridad, en dureza estéril. San Carlos unió ambas: enseñó con claridad, corrigió con firmeza y amó con ternura.

Su mensaje para el siglo XXI es simple y urgente:

“No necesitamos inventar una nueva Iglesia, sino ser santos en la de siempre.”

lunes, 3 de noviembre de 2025

La verdadera fuerza motriz detrás de Fiducia supplicans




¿Cuánto tiempo permanecerán en la Iglesia los católicos bautizados y los conversos?

Una búsqueda en Internet ofrece una larga lista de conversos notables al catolicismo. Muchos de ellos han contado cómo encontraron en las enseñanzas de la Iglesia católica una representación más plena de la verdad que la que hallaron en otras denominaciones cristianas o religiones. Varios conversos, como el padre Richard John Neuhaus y el vicepresidente JD Vance —quien comparó el aborto con el sacrificio de niños—, atribuyen su conversión en parte a la firme postura provida de la Iglesia católica.

Varios ministros que se convirtieron y fueron ordenados sacerdotes católicos —a menudo con esposa e hijos— no quisieron permanecer en una denominación pro-LGBTQ en la que debían rendir cuentas a un obispo gay o lesbiana. Por desgracia, tras convertirse, muchos ministros descubrieron que ahora ejercen el ministerio en diócesis bajo la supervisión de obispos homosexuales que, como el cardenal de Chicago Blase Cupich, el cardenal de Washington Robert McElroy, el obispo electo de Albany Mark O’Connell y otros obispos “de armario”, no tienen reparo en dar la comunión a políticos proabortistas.

Cuando el papa León XIV no se pronunció contra la intención del cardenal Blase Cupich de Chicago de honrar al senador proabortista Dick Durbin; cuando reconfirmó discretamente al cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández como prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe (dossier); cuando no abrogó Fiducia supplicans, que permite bendecir a parejas del mismo sexo, ni Traditionis custodes, que limita la misa tradicional en latín (TLM); y cuando no pidió perdón por la profanación de la basílica de San Pedro durante la peregrinación LGBTQ del 6 de septiembre de 2025 (antecedente), los conversos que habían valorado la adhesión de la Iglesia a las enseñanzas bíblicas provida y profamilia, y su negativa a adaptarse al zeitgeist, han empezado a cuestionar su conversión.

El problema es que, aunque las enseñanzas oficiales de la Iglesia sobre la inmoralidad y pecaminosidad del aborto y de la conducta homosexual no han cambiado —como sí ha ocurrido en la mayoría de las Iglesias protestantes históricas—, la praxis ministerial y la predicación del papa, así como de muchos obispos y sacerdotes, no parecen apoyar esas enseñanzas tradicionales. Esta percepción también quedó expresada en “The God of Dialogue Has No Creed” de Chris Jackson, quien escribió: «Las palabras permanecen en el pergamino, pero la práctica predica más alto. El papado moderno ha descubierto que no necesita revocar la doctrina; puede simplemente sobrevivirla».

La estrategia de Roma para subvertir la doctrina mediante la praxis, inadvertida para la mayoría de los católicos del Novus Ordo (NO) y de la misa tradicional (TLM), fue descubierta y expuesta por el académico de Cambridge y periodista de investigación afincado en Roma, el Dr. Jules Gomes. Él mostró cómo, aunque el papa León XIII declaró nulas e inválidas las órdenes anglicanas, León XIV y sus predecesores recientes han recurrido a gestos performativos para demostrar que no están de acuerdo con León XIII. En un artículo reciente titulado “Pope Leo’s Doublespeak on Whether Anglicans Have ‘Real’ Priests”, Gomes escribió con acierto:

«En 1966, Pablo VI tomó la mano derecha del arzobispo Michael Ramsey y colocó en el dedo del prelado anglicano su anillo episcopal de diamantes (contexto). Desde entonces, los papas han estado otorgando obsequios cargados de peso simbólico a los arzobispos de Canterbury. Juan Pablo II regaló una cruz pectoral al arzobispo Rowan Williams con motivo de su entronización. Juan Pablo II dio al arzobispo George Carey una copia del Codex Vaticanus del Nuevo Testamento. Francisco presentó un báculo al arzobispo Justin Welby, réplica del de san Gregorio Magno (el mismo Gregorio que envió a san Agustín de Canterbury como primer arzobispo a Inglaterra). Estos regalos van más allá de gestos diplomáticos; son semióticamente subversivos y actos de habla performativos (J. L. Austin). En primer lugar, su propósito es reconocer públicamente a los arzobispos de Canterbury como obispos válidos. En segundo lugar, están calibrados con astucia para defenestrar Apostolicae curae. El “teatro de guerrilla” (Amos Wilder) de los papas recientes ha sido un éxito rotundo. La bula de León XIII es ahora como un cañón sin balas. Los católicos tradicionalistas que quieren hacer retroceder el reloj pueden dispararla con pólvora, pero solo lograrán hacer fuertes explosiones sin balas para demoler el objetivo».

La mayoría de las Iglesias evangélicas, como aquellas que apoyaron a Charlie Kirk y su ministerio provida y profamilia, reconocen que la mayoría de gays y lesbianas creen que «los derechos LGBTQ y los derechos al aborto son inseparables». En consecuencia, estas Iglesias nunca bendecirían a parejas del mismo sexo ni permitirían que políticos proabortistas recibieran la sagrada comunión. En apoyo de las enseñanzas bíblicas, la Iglesia Luterana–Sínodo de Misuri, que cree en la Presencia Real de Cristo, negaría la comunión a un miembro si este, como Eduardo Peñalver, nuevo presidente de la Universidad de Georgetown, repudiara públicamente las enseñanzas de su Iglesia sobre la homosexualidad.

Lo que muchos no advierten es que la práctica de bendecir relaciones del mismo sexo no se originó en la comunidad LGBTQ. Los individuos y parejas gays, lesbianas y transgénero no estaban derribando las puertas de las rectorías y cancillerías católicas exigiendo que se bendijeran sus uniones. Fiducia supplicans fue concebida, más bien, por el papa Francisco, el cardenal “Tucho” Fernández y otros clérigos católicos “de armario” que querían que la comunidad católica aceptara la homosexualidad, como ya lo han hecho la mayoría de las Iglesias protestantes históricas. Para quienes llevamos décadas estudiando este asunto, como es mi caso, es evidente que este documento está impulsado por el deseo de clérigos católicos —ocultos y no ocultos— de obtener la aceptación por parte de los laicos de sus «relaciones» homosexuales clericales. Se ha pensado durante mucho tiempo, por ejemplo, que la jerarquía se niega a hablar con claridad llamando a los homosexuales a la conversión en materia de castidad por miedo a la feroz reacción del lobby LGBTQ —notoriamente agresivo— y a ser tildada de “homófoba”. En realidad, la razón del conspicuo silencio de la jerarquía es su propia conducta homosexual, que ahora desean solemnizar con una ceremonia eclesiástica espuria que equivale a buscar «una bendición para las ruedas pero no para la bicicleta».

Parece que Francisco y Fernández no anticiparon la fuerte reacción negativa del episcopado africano, similar a la de los líderes anglicanos africanos —incluida la Iglesia de Nigeria—, que rechazaron a la nueva arzobispa de Canterbury, Sarah Mullally, alegando diferencias teológicas, en particular sobre cuestiones como la ordenación de mujeres y las bendiciones de parejas del mismo sexo.

A diferencia del papa Francisco y del papa León XIV, ni el papa León X (1513–1521), que sufrió una fístula anal como resultado de demasiado sexo anal, ni Julio III (1540–1555), que compartía su lecho con Innocenzo Ciocchi del Monte —de 15 años—, a quien hizo cardenal a los 17, intentaron que los católicos aceptaran la conducta homosexual. León podrá afirmar que no está cambiando la doctrina de la Iglesia sobre la homosexualidad, pero su negativa a laicizar a más de 160 obispos acusados de abusos sexuales y su falta de disciplina para con innumerables obispos culpables de encubrir abusos —principalmente contra varones jóvenes— llevan a concluir que está protegiendo a prelados homosexuales (incluidos muchos compatriotas que lo eligieron), igual que innumerables obispos homosexuales han estado encubriendo durante décadas a sus sacerdotes depredadores homosexuales. Sobre la magnitud del problema véase la lista global de obispos acusados.

Una razón por la que Francisco y León se han mostrado más vocales en su apoyo a los miembros de la comunidad LGBTQ es que, en este siglo —a diferencia del XVI—, la inmensa mayoría del clero católico sería homosexual; algunos hablan de “hasta un 80 %” (reseña del libro de Martel). Del mismo modo que cardenales, obispos y sacerdotes “de armario” que trabajan en la Curia romana fueron documentados frecuentando prostitutos en la zona de Roma Termini (ejemplo), también el clero homosexual católico de todo el mundo sigue los pasos de monseñor Jeffrey Burrill (caso) y de miles de clérigos sexualmente activos en Grindr (GrindrGate).

Con base en los nombramientos episcopales de León; su negativa a disciplinar a obispos culpables de abusos o de encubrirlos; sus represalias y el despido impugnado por Ricardo Coronado —el canonista que expuso su encubrimiento de abusos en su diócesis—; y varias otras acciones que no respaldan las enseñanzas de la Iglesia que llevaron a JD Vance y a otros a convertirse a la fe católica, uno no puede sino preguntarse si estos acontecimientos fueron vaticinados por el arzobispo Fulton Sheen cuando escribió:

«Como su religión será la hermandad del Hombre sin la paternidad de Dios, engañará incluso a los elegidos. Levantará una contriglesia que será el simio de la Iglesia, porque él, el Diablo, es el simio de Dios. Tendrá todas las notas y características de la Iglesia, pero al revés y vaciada de su contenido divino. Será un cuerpo místico del Anticristo que en todos los aspectos externos se parecerá al Cuerpo Místico de Cristo…»

El antiguo obispo anglicano de Rochester, Michael Nazir-Ali —convertido al catolicismo—, predijo recientemente que habrá una ola de conversiones anglicanas a la Iglesia católica por la elevación de Sarah Mullally a la sede de Canterbury. En su entrevista con OSV, Nazir-Ali ofrece generalidades vagas sin citar ni un solo nombre de clérigo anglicano que, según él, podría convertirse. Contrariamente a las especulaciones de Nazir-Ali, algunos clérigos anglicanos conversos con los que he hablado personalmente me han dicho que han regresado a la Comunión Anglicana Global precisamente porque León XIV no ha abrogado Fiducia supplicans, y la Iglesia de Roma se halla ahora en la misma situación que la Iglesia de Inglaterra en lo que respecta a las bendiciones de parejas homosexuales.

Si el papa León, prelados como el cardenal Cupich, sacerdotes como el padre James Martin y laicos como Eduardo Peñalver continúan defendiendo y proclamando impunemente posturas que no apoyan la doctrina católica fundada tanto en la Escritura como en la ley natural, cabe anticipar menos conversiones y más abandonos; quizá incluso de conversos como JD Vance, Candace Owens, Mark Wahlberg y otros.

Gene Thomas Gomulka —biografía— es defensor de víctimas de abusos sexuales, periodista de investigación, autor y guionista. Antiguo capitán (O6) capellán de la Marina de los EE. UU., profesor de seminario y director diocesano de Respeto a la Vida, Gomulka fue ordenado sacerdote para la diócesis de Altoona-Johnstown y posteriormente nombrado Prelado de Honor (Monseñor) por san Juan Pablo II.

LAS 7 LECCIONES EN ROMA DE LA 14ª PEREGRINACIÓN SUMMORUM PONTIFICUM “AD PETRI SEDEM” Y DEL ENCUENTRO DE LA PAX LITURGICA




El 24 de octubre de 2025, tuvo lugar el X Encuentro Pax Liturgica en el Augustinianum de Roma, como parte de la XIV Peregrinación Summorum Pontificum « ad Petri Sedem » . Desde 2011, estos eventos han reunido a fieles de todo el mundo que desean rendir homenaje al Papa Benedicto XVI, quien, tras tantos conflictos, inició la Paz Litúrgica con la publicación de su motu proprio Summorum Pontificum . Hoy presentamos siete lecciones que podemos extraer de este evento.

Lección n.º 1: Juventud y números

“ Las plazas de la ciudad se llenarán de niños y niñas. ” Zacarías 8:5

De todas las ediciones de la Jornada de la Pax Liturgica y la peregrinación del Summorum Pontificum , los organizadores nunca se habían enfrentado a una multitud tan grande. Desde la Basílica de San Lorenzo in Lucina hasta la Basílica de San Pedro, muchos fieles tuvieron dificultades para abrirse paso entre la multitud y se vieron obligados a sentarse en el suelo. Las fotografías tomadas a lo largo de la Via della Concilazione durante la procesión del sábado 25 de octubre dan fe de la juventud de los asistentes. Si bien el corresponsal especial permanente de La Croix en Roma, Mikael Corre, habló de casi mil fieles (la policía italiana estimó el número de peregrinos en tres mil), no negó el aspecto juvenil de la multitud. Andrea Mattana, de 27 años, y Hélène Frelon y Pauline Phelippeau, veinteañeras, una familia de Lyon, entrevistadas por el diario francés, dan una clara idea de la edad promedio. Esto resultó aún más llamativo dado que el evento coincidió con el jubileo de los equipos sinodales, que se esforzaron por reunir a 2000 participantes, supuestamente de diócesis de todo el mundo, durante el mismo fin de semana. Cabe destacar, al observar las fotos del jubileo de los equipos sinodales, una edad promedio que oscilaba entre canas y calvicie. El análisis pastoral basado en estadísticas tiene sus limitaciones, lo reconocemos, pero debemos, sin embargo, desterrar la idea que a algunos les cuesta tanto abandonar: no, el mundo tradicionalista no es simplemente una colección de vestigios nostálgicos. Al contrario, un examen minucioso revela juventud y dinamismo.

Lección n.º 2: La dimensión internacional

« Vinieron de toda nación, tribu, pueblo y lengua, y se presentaron ante el trono y en la presencia del Cordero .» Apocalipsis 7:9

Las 27 asociaciones dedicadas a la defensa de la liturgia tradicional demuestran que el amor por el rito antiguo no conoce fronteras. Nada más lejos de la realidad que reducir el amor por la Misa de San Pío V a meras cuestiones francoamericanas. Durante esta 14ª peregrinación del Summorum Pontificum, marfileños, filipinos y brasileños se mezclaron con españoles, nigerianos y alemanes. Desde Sierra Leona y Polonia, desde el otro lado del Pacífico y la Bahía de Bengala, todos los continentes estuvieron representados, formando una auténtica unidad católica y ofreciendo un retrato genuino de la Tradición, intacta y libre de influencias extranjeras. Como dijo un participante: «¡ El latín nos une! ».

Lección n.° 3: El clero presente de nuevo

“ Yo entregué a los levitas como regalo a Aarón y a sus hijos para que realizaran el servicio del tabernáculo de reunión en nombre de los israelitas .” Números 8:19

Es preciso reconocer que un pontificado reemplaza a otro. Esto no implica que León XIV haya enterrado lo que Francisco pudo haber iniciado aquí o allá, en tal o cual área. Se recomienda cautela, y el experto vaticano Jean-Marie Guénois advierte a sus lectores que no saquen conclusiones precipitadas sobre la autorización de esta misa tradicional en la Basílica de San Pedro, en el altar de la Cátedra de San Pedro. Sin embargo, la mención hecha por el prestigioso Washington Post sugiere un espíritu de distensión. De hecho, el diario estadounidense recoge las palabras de uno de los maestros de ceremonias papales, Monseñor Marco Agostini: « El cardenal Burke sin duda tenía luz verde desde arriba: claramente, porque el Papa dijo: “Que lo hagan ”». Esta actitud de libre competencia ha animado legítimamente a muchos clérigos a rodear al cardenal Burke y asistir a la ceremonia. Si bien en los últimos años el número de clérigos había sido menor para evitar críticas o acusaciones difamatorias, el sábado pasado estuvieron presentes varios cientos.

Lección #4: La misa tradicional, un puente entre las diversidades eclesiales.

« Hay diversidad de dones, pero el mismo Espíritu los reparte. Hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Hay diversidad de actividades, pero en todas ellas actúa el mismo Dios .» 1 Corintios 12:4-6

Si bien la polarización es precisamente el mal que se debe combatir, esta misa tradicional ofreció un soplo de aire fresco y caridad a todos los participantes. En primer lugar, entre las comunidades que celebran según la antigua liturgia. Al igual que en las misas pontificias celebradas durante la peregrinación de la cristiandad a Chartres, la Fraternidad de San Pedro, el Instituto de Cristo Rey y el Instituto del Buen Pastor, por nombrar solo algunas de estas congregaciones tradicionales, se unieron de corazón para acompañar al Cardenal Burke al altar. Pero, sobre todo, en la más alta jerarquía, cinco cardenales demostraron su entusiasta apoyo a la promoción de la misa de San Pío V con su presencia. El Cardenal Burke, como celebrante, por supuesto, pero también el Cardenal Zuppi, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, quien pontificó las Vísperas el viernes 24 de octubre. Jean-Marie Guénois no tardó en señalar que los abrazos públicos y cordiales entre el cardenal italiano y su homólogo estadounidense indicaban un cambio de ambiente. Estos gestos de amistad del Arzobispo de Bolonia no fueron menos impresionantes que los que compartió con el propio León XIV cuatro días después, a los pies del Coliseo durante la clausura del Encuentro Internacional de Oración por la Paz. Otro prelado presente en la peregrinación fue el Cardenal Brandmüller, tan alegre y atento como siempre, quien, a pesar de sus problemas de salud, estaba decidido a asistir a la Misa en la Basílica de San Pedro en Roma. El Cardenal Sarah, por su parte, había asistido al coloquio Pax Liturgica el día anterior , en particular para escuchar la conferencia sobre la peregrinación Feiz e Breizh . Su presencia demostró así su interés por toda la labor que se realiza para promover el desarrollo de la liturgia tradicional en todo el mundo. Finalmente, el cardenal Simoni, un albanés de 97 años que recibió el birrete cardenalicio de manos del papa Francisco en 2016 y que fue condenado a muerte bajo el régimen soviético en 1963 —condena que finalmente se conmutó por casi 20 años de trabajos forzados—, impresionó profundamente a los presentes al recitar la oración de liberación a San Miguel en el corazón de la Basílica de San Pedro en Roma. ¡Un momento conmovedor, de esos que solo se viven en ocasiones como esta!

Lección n.º 5: Una investigación encubierta

« No difundirás falsos rumores. No te unirás a los impíos para dar falso testimonio. No seguirás a la multitud para hacer el mal; con tu testimonio no pervertirás la justicia. » Éxodo 23:1-3

Durante las reuniones de Pax Liturgica , fue imposible no retomar la noticia bomba que sacudió Roma en el primer trimestre de 2025: la filtración de información que muchos ya anticipaban —la encuesta a obispos de todo el mundo sobre Summorum Pontificum , cuyos resultados debían justificar la publicación de Traditionis Custodes en 2021—, que supuestamente había sido falsificada. Lejos de ser una teoría conspirativa, Diane Montagna, con pruebas que la respaldaban, abordó las ambigüedades en las conclusiones de la encuesta. De los 3.000 obispos de todo el mundo, 2.000 respondieron, y la mayoría de ellos expresó claramente la observación de una pacificación litúrgica como resultado de las reformas emprendidas por Benedicto XVI.

Lección nº 6: El momento culminante de la Misa en la Basílica de San Pedro.

« Cuando se vistió con sus ropas de gloria y se adornó con su perfecto esplendor, ascendiendo al altar santo, llenó el santuario de gloria .» Eclesiástico 50:11

¡Un verdadero paraíso terrenal! Innumerables son los testimonios de quienes asistieron a esta misa pontificia celebrada según el antiguo rito de la Iglesia. Todos quedaron asombrados, impresionados, conmovidos o profundamente conmovidos. Los presentes y los turistas, instintivamente, bajaron la voz, y muchos se unieron a la solemnidad de la ceremonia. Las voces del coro de la Basílica Romana de Santa María de los Mártires, la maestría del maestro de ceremonias, el canto gregoriano y la profunda introspección del rito contribuyeron a ello. El personal de seguridad de la basílica, aunque inicialmente desbordado por la inesperada multitud, demostró una dedicación ejemplar. El cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la Basílica de San Pedro, se esmeró en la organización de la peregrinación y se regocijó por el regreso de la antigua liturgia a la catedral. Sin duda, las gracias divinas concedidas durante esta ceremonia serán significativas para el futuro.

Lección #7: Summorum Pontificum , un referente en materia de concordia.

« Orad por la paz de Jerusalén: “¡Paz a los que te aman!” ¡Que haya paz dentro de tus murallas y seguridad en tus palacios! » Salmo 122:6-7

Durante el sermón del Cardenal Burke, publicado en nuestra carta n.º 1293, su voz serena transmitía una suave determinación de hacer justicia a los beneficios espirituales de la liturgia tridentina. No hubo exigencias ni críticas mordaces, solo la celebración de una Misa centenaria que alimenta las almas. Un párrafo, entre otros, habrá llamado la atención de los presentes: « Teniendo el privilegio de participar hoy en el Santo Sacrificio de la Misa, no podemos evitar pensar en los fieles que, a lo largo de los siglos cristianos, se han encontrado con Nuestro Señor y han profundizado en su vida en Él, gracias a esta venerable forma del Rito Romano. Muchos se han sentido inspirados a practicar una santidad heroica, incluso hasta el martirio. Quienes tenemos edad suficiente para haber crecido adorando a Dios según el rito antiguo no podemos evitar reflexionar sobre cómo esto nos ha inspirado a mantener la mirada fija en Jesús, especialmente al responder a nuestra vocación en la vida». Finalmente, no podemos dejar de dar gracias a Dios por cómo esta venerable forma del Rito Romano ha conducido a la fe y profundizado la vida espiritual de tantos que han descubierto por primera vez su incomparable belleza, gracias a la disciplina establecida en Summorum Pontificum. Damos gracias a Dios porque, a través de Summorum Pontificum, toda la Iglesia llega a comprender y amar cada vez más profundamente el gran don de la sagrada liturgia, tal como nos ha sido transmitida, en línea ininterrumpida, por la Sagrada Tradición, por los Apóstoles y sus sucesores. Mediante la sagrada liturgia, nuestra adoración a Dios «en espíritu y en verdad», Nuestro Señor está con nosotros de la manera más perfecta en esta tierra. Es la expresión más excelsa de nuestra vida en Él. Testigos hoy de la gran belleza del rito de la Misa, dejémonos inspirar y fortalecer para reflejar esta belleza en la bondad de nuestra vida diaria bajo la maternal protección de Nuestra Señora. "Sí, dejarnos transformar por la rectitud doctrinal y el océano de sacralidad que ofrece la liturgia tridentina, eso es lo que, en caridad, podemos desear para nuestro prójimo."

domingo, 2 de noviembre de 2025

TRIBUNA: Carta abierta a León XIV a propósito de la celebración del 60° aniversario de la declaración conciliar Nostra Aetate



Santidad,

Como la lectura de su mensaje en la audiencia general celebrada a propósito de la celebración del sexagésimo aniversario de la declaración conciliar Nostra Aetate me ha producido sinceramente honda inquietud, paso a exponer, al hilo de sus mismas palabras, que pongo en cursiva, los interrogantes y reflexiones que se me han ido suscitando.

En el centro de nuestra reflexión de hoy, en esta Audiencia General dedicada al diálogo interreligioso, deseo poner las palabras del Señor Jesús a la samaritana: “Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben adorarlo en espíritu y en verdad” (Jn 4,24).

¿Se puede adorar realmente a Dios en religiones que no han sido fundadas por el que es su Verdad, ni son guiadas por su Espíritu?

Este encuentro revela la esencia del diálogo religioso auténtico: un intercambio que se establece cuando las personas se abren unas a otras con sinceridad, escucha atenta y enriquecimiento recíproco. Es un diálogo nacido de la sed: la sed de Dios en el corazón humano y la sed humana de Dios.

¿Acaso toda religión es capaz de colmar la sed de Dios, que anida en el corazón humano?

En el pozo de Sicar, Jesús supera las barreras de cultura, género y religión, invitando a la samaritana a una nueva comprensión del culto, que no se limita a un lugar particular, sino que se realiza en espíritu y en verdad.

¿Acaso Jesús vino, en vez de a fundar la única iglesia capaz de, administrando la gracia redentora, dar culto en espíritu y verdad, a declarar que todas las religiones sin barrera de ningún tipo son válidas para ello?; ciertamente Jesús superó las barreras de cultura y sexo, presentando una propuesta que acababa con los límites entre pueblos y con las preeminencias entre sexos; pero ¿cómo se puede decir que superó asimismo las barreras religiosas, si él no vino a establecer algo que rebasara el ámbito religioso, sino la verdadera religión que lo cumpliera plenamente?; tanto es así que su mensaje es estrictamente religioso, que el primer paso ineludible, para aceptarlo, no es otro que la conversión, que supone la transformación religiosa del hombre, estableciendo, por una parte, la prioridad de lo religioso sobre todo lo demás, y, por otra, la ruptura con cualquier otro lazo religioso, lo que hace incompatible la opción por Cristo con cualquier otra adhesión religiosa, que vendría a ser una idolatría y una apostasía.

Este momento recoge el mismo sentido del diálogo interreligioso: descubrir la presencia de Dios más allá de toda frontera y la invitación a buscarle con reverencia y humildad.

¿Acaso, más allá de toda frontera, cualquier religión puede ofrecer realmente la presencia de Dios?, ¿y se puede buscar a Dios, haciendo abstracción de una religión concreta?, lo que viene a significar la relativización de todas las religiones, incluida aquella de la que el mismo papa se presenta como cabeza, y cuyas abismales divergencias las convertiría a todas en impedimentos para una ensalzada unidad que no pasaría de indefinido sincretismo.

Este luminoso documento (Nostra aetate) nos enseña a encontrar a los seguidores de otras religiones no como extraños, sino como compañeros de camino en la verdad; a honrar las diferencias afirmando nuestra común humanidad; y a discernir, en toda búsqueda religiosa sincera, un reflejo del único Misterio divino que abarca toda la creación.

¿Acaso en todas las religiones se puede encontrar un camino hacia la verdad salvífica?; ¿acaso el hecho común de la naturaleza humana, que obviamente abarca a todos los hombres, está por encima de las diferencias religiosas, que, en el caso de la religión cristiana, tienen un evidente carácter sobrenatural?; entonces ¿lo sobrenatural es accesorio y aun negativo frente a la igualdad de naturaleza?, ¿y no supone eso relativizar y hasta banalizar la esencia sobrenatural del cristianismo?; además ¿acaso todas las religiones permiten igualmente una búsqueda sincera de la verdad religiosa, reflejando el único misterio divino?, ¿y cómo se dice que este misterio abarca toda la creación, como si estuviera contenido en la misma?; ¿no habrá, más bien, que decir que el misterio divino supera infinitamente, que eso es trascender, toda la creación, para que se pueda mantener diáfanamente la eminencia de Dios sobre todas sus obras?, ¿y resulta que ese misterio divino trascendente va a poder ser reflejado y expresado adecuadamente por todas las religiones, cuando sólo una: la católica, posee el conjunto de toda la revelación sobrenatural: Escrituras y Tradición eclesial?, ¿o resulta que ahora la revelación sobrenatural es secundaria frente a la unidad de la naturaleza humana?, que ciertamente podrá ser portadora de la revelación natural, pero sin que se deba desconocer que tal naturaleza quedó profundamente dañada por el pecado original, lo que, como hasta aquí enseñaba el magisterio, hace imposible al hombre, privado de la ayuda de la gracia, discernir sin error, y alcanzar el camino hacia la salvación; además ¿cómo esa gracia puede actuar desde las distintas religiones, si sólo la iglesia católica puede ser su auténtico canal?, tal como se afirma en la tesis de que fuera de la iglesia católica, denominada así “sacramento universal de salvación”, en cuanto unida a Cristo como su cabeza y sacramento fontal, no hay salvación, ya que, si la iglesia no pidiera e intercediera por todos los hombres, ninguno se salvaría.

Incluso se podría profundizar todavía más, pues ¿cómo es posible tratar de cubrir con la deshilachada tela de la naturaleza humana dañada las radicales e incompatibles diferencias entre tantísimas religiones, cuyo mínimo común denominador queda reducido al carácter misterioso que todas se atribuyen, pero que llegan a entender de modo tan antagónico como inconmensurable entre sí? Hablar entonces de lazos comunes en medio de la absoluta disparidad entre las religiones existentes viene a ser una mentira tan sarcástica como la vulgar comparación entre un huevo y una castaña, cuando estos seres biológicos comparten, al menos, una forma más o menos esférica.

Ciertamente, pues nadie elige dónde nacer, se puede ser inculpablemente ignorante de la verdad salvífica de la iglesia católica; pero, en primer lugar, el juicio de tal situación corresponde a Dios, quien, queriendo, como dice el apóstol, que todos los hombres se salven, se encargará de que el sol salvífico de Cristo no deje sin iluminar de algún modo a ningún hombre que haya venido a este mundo; en segundo lugar, está también la norma moral que obliga a toda conciencia a formarse objetivamente según los medios con que cuente, y, en tercer lugar, tenemos la grave obligación que pesa sobre todos los seguidores de Jesús, de ser luz en medio del mundo, para extender el anuncio del evangelio, ya que la consecuencia inmediata de la consideración buenista de todas las religiones es la inutilidad total de algo tan intrínseco a la esencia de la iglesia, como es la misión evangelizadora; en efecto, si, como vino a afirmar Francisco en Indonesia, todas las religiones no son más que los distintos idiomas para comunicarnos con Dios, y los diversos caminos que a éste nos conducen, ¿qué sentido tiene molestarse en molestar a los demás con las puñeteras exigencias evangélicas, si ya se dice que el cuerpo es un animal de costumbres, y así sería mejor dejar a cada cual, que a todo se acostumbra uno, tranquilo y a su aire, viviendo, como pez en el agua, en la religión que ha mamado?

No olvidemos que el primer impulso de Nostra Aetate fue hacia el mundo judío, con el cual san Juan XXIII quiso restablecer el vínculo originario. Por primera vez en la historia de la Iglesia se elaboró un texto que reconocía las raíces judías del cristianismo y repudiaba toda forma de antisemitismo.

Aun repudiando sinceramente toda forma de antisemitismo, ¿puede ignorarse la falsedad de la identificación del judaísmo actual, de raíces talmúdicas, sumamente ofensivas hacia el cristianismo, con el judaísmo veterotestamentario?, a lo que se añade que, como afirma rotundamente el apóstol, el verdadero Israel está formado por cuantos creen en Jesús, reconociéndolo como a mesías y único redentor.

El espíritu de Nostra Aetate sigue iluminando el camino de la Iglesia. Reconoce que todas las religiones pueden reflejar “un rayo de aquella verdad que ilumina a todos los hombres” y que buscan respuesta a los grandes misterios de la existencia humana.

Como ya enseñaron los padres de la iglesia, las semillas del Verbo pueden hallarse por doquier; pero ¿puede eso significar, de hecho, la normalización de todas las religiones?, lo que supondría negar el principio básico de que la iglesia católica es la única no ya sólo que posee la plenitud salvífica, sino también que ha sido querida realmente por Dios, como destinataria de su revelación y como canal exclusivo de toda la gracia ganada por Cristo, de modo que todo lo que de verdadero posean parcialmente las demás religiones, es lo que comparten y hasta han tomado de la iglesia católica.

El diálogo debe ser no solo intelectual, sino profundamente espiritual. La declaración invita a todos —obispos, clero, consagrados y laicos— a comprometerse sinceramente en el diálogo y la colaboración, reconociendo y promoviendo todo lo que es bueno, verdadero y santo en las tradiciones de los demás.

¿Puede establecerse un diálogo realmente sincero y productivo que, a la vez que reconoce lo verdadero y lo bueno, no señale también lo erróneo y lo desafortunado? Es evidente que, según el principio de no contradicción, los opuestos no pueden ser, a la vez, verdaderos, ¿y entonces se podrá pasar por alto el fundamento mismo de toda lógica y así de toda racionalidad, para lograr imponer la verdad y bondad, amalgamadas, de la enorme diversidad religiosa?; ¿cómo no darse cuenta de que, eliminando la racionalidad, se dinamita precisamente el único puente que podría facilitar el diálogo interreligioso?, el cual necesariamente, para ser serio, debe internarse en las procelosas aguas del debate, ¿o ahora será que, enarbolando la bandera de la verdad, se llega al colmo de desestimar todo lo que huela a apologética?, ¿y qué verdad queda, en realidad, cuando se ha eliminado el sentido que le da la unidad, descoyuntada entre la caótica y amorfa variedad?, ya que efectivamente, cuando todo se considera verdad, nada termina siendo verdad, sino que todo acaba despedazado por el voraz relativismo, cuya primera víctima es la misma verdad. Lo peor para el caso es que sin verdad no hay ni Dios verdadero ni religión verdadera, y el tan cacareado diálogo interreligioso viene a derivar en un diálogo de besugos, que encierra en una jaula de grillos.

En un mundo marcado por la movilidad y la diversidad, Nostra Aetate nos recuerda que el diálogo verdadero hunde sus raíces en el amor, fundamento de la paz, la justicia y la reconciliación.

Como, fuera de la verdad, no hay amor verdadero, y éste no es otro que el sobrenatural que define a Dios mismo, tal como ha sido revelado por Cristo, ¿cabe un auténtico amor fuera de la fe en esa revelación?, ¿o equipararemos el amor cristiano, que brota de Dios mismo, con lo que cada cual pueda entender por amor, que es la palabra mas polisémica?

Debemos ser vigilantes frente al abuso del nombre de Dios, de la religión y del mismo diálogo, y ante los peligros del fundamentalismo y del extremismo.

Si en el paroxismo del relativismo ya no hay nada verdadero, ¿qué es todo uso del nombre de Dios sino un abuso lingüístico, carente de toda referencia no ya sólo real sino meramente portadora de sentido?, ¿y en qué deviene toda religión sino en un mero juego de palabras, cuya pretensión de realidad, más allá del imaginario cultural colectivo, también sería un completo abuso?; ¿qué moral, tan necesaria para la convivencia interpersonal y social, se podría entonces levantar sobre arenas tan movedizas?; en suma, disuelta toda posible racionalidad, ¿qué freno queda ya al extremismo fundamentalista y fanático, si la única que puede iluminar a la voluntad, para que, a su vez, embride la ciega impetuosidad de los sentimientos, es la razón?

Nuestras religiones enseñan que la paz comienza en el corazón del hombre. Por eso la religión puede desempeñar un papel fundamental: debemos devolver la esperanza a nuestras vidas, familias, comunidades y naciones. Esa esperanza se apoya en nuestras convicciones religiosas y en la certeza de que un mundo nuevo es posible.

¿De qué sirven enseñanzas que son radicalmente relativas?, ¿y qué sentido tiene apelar a las mismas en nombre de la paz y del corazón del hombre, si estas mismas nociones divergen profundamente en cada religión? ¿Cómo se habla de esperanza común entre las religiones, si toda esperanza se funda en la fe, y ésta es justamente la que distingue cada religión, de modo que tanta divergencia habrá entre las distintas esperanzas, cuanta sea la de la fe de la que dimane cada una?Más grave, empero, es que esa equiparación de esperanzas diluye no sólo la sobrenaturalidad de la cristiana, sino también la trascendencia de su objetivo, como se ve en el hecho de la reducción a la pura inmanencia de este mundo, como si la religión fuera una mera herramienta al servicio de esta vida terrenal, al estilo de la medicina o la política. Concebir la religión como un ideario político que podría llegar a convivir con otros dentro del marco de un cierto consenso fundamental, es olvidar precisamente el carácter de sustrato radical que posee toda religión, y que la convierte en una auténtica cosmovisión, incompatible, por definición, con cualquier otra, toda vez que la primera pretensión de cualquier religión es la del monopolio no ya de la fuerza ni de un territorio sino de algo tan elemental como la verdad y la bondad; ahora bien, una cosa es abogar por un diálogo civilizado entre las religiones, que siempre será mejor que la imposición por la fuerza bruta, y otra, reducirlo todo al diálogo por sí mismo, que así queda vaciado de todo contenido, y sólo consigue desactivar todas las religiones, despojadas de su doctrina, que es su razón de ser; sin embargo, el diálogo no puede ser un fin en sí mismo, sino que debe ser un instrumento para la verdad, igual que el camino no tiene más sentido que conducir a la meta, la cual desaparece, relativizada, cuando el anterior es absolutizado, como ocurre en la nueva iglesia sinodal, que lo convierte en un mero recorrido circular en que hasta queda eclipsado el maquiavelismo, pues no es ya que el fin justifique los medios, sino que éstos llegan a suplantar a aquél.

Por último, no puedo sino lamentar, desolado, que la iglesia se encuentre ahora mismo en la tormenta perfecta: atacada no sólo por los enemigos externos, sino también masacrada por los internos, y desde un doble fuego cruzado: el de los que la empujan, para prostituirla ante el mundo, y el de los que la acusan de haberse ya irreparablemente prostituido con el mundo; así, en suma, todos vienen en tropel, y generando una indescriptible confusión, a destruir y negar la esencia misma de la iglesia como cuerpo social visible que recorre toda la historia en evolución orgánica, sin cortar las raíces que lo unen al que es su cabeza, y sin obstruir la savia que recibe del que es su alma; por eso frente a todos aquellos es perentorio salvaguardar la identidad de la única iglesia católica reconocible históricamente, y el único modo reside en la llamada por Benedicto XVI “hermenéutica de la continuidad”, imposibilitada, empero, tanto por los que rechazan el concilio Vaticano II, como por los que, dando la razón a los anteriores, lo utilizan como coartada para la consumación de la ruptura doctrinal efectiva.

Por: Francisco José Vegara Cerezo - sacerdote de Orihuela-Alicante