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viernes, 19 de septiembre de 2025

Dignitatis Humanae y el Magisterio perenne de la Iglesia (SCHOLA VERITATIS)



El documento acerca de la Libertad Religiosa del Concilio Vaticano II ha sido extensamente debatido y objeto de controversia. No ocurrió así, por ejemplo, con ningún texto ni canon del Concilio de Trento, ni en muchos otros Concilios de la Iglesia. Esto es el resultado de abandonar el lenguaje tradicional de la Iglesia, lo que tiene en sí graves consecuencias -como puede apreciarse en el caso que estudiamos y muchos otros-.

Muchos autores bien intencionados y de probada fidelidad a la Iglesia, defienden una adhesión al Vaticano II en su totalidad, en la literalidad de sus textos, como si tal actitud se identificara con la indefectibilidad de la Iglesia. Aunque algunos admitan que «los textos no tuvieron la mejor redacción», no permiten realizar ninguna crítica a los textos mismos en su contenido y los defienden contra viento y marea. En cambio, han sido los mismos Papas los que en la convocatoria del Vaticano II dijeron que se trataba de un Concilio Pastoral, que no pretendía hacer afirmaciones definitivas. Y esto no se puede olvidar ni obviar en cualquier análisis serio que se haga de los textos.

Por otra parte, el comunicado oficial de la Santa Sede, con motivo de las conversaciones con la FSSPX en tiempos de Benedicto XVI, establece como base la aceptación de un llamado Preámbulo Doctrinal, pero añade que deja «a una discusión legítima, el estudio y la explicación teológica de expresiones o formulaciones particulares presentes en los documentos del Concilio Vaticano II y del Magisterio sucesivo» (https://blog.messainlatino.it/2011/09/bollettino-ufficiale-dellincontro-roma.html).
Nótese que el objeto de esta discusión, que es expresamente reconocida como «legítima», no son sólo las interpretaciones de los documentos, sino el texto mismo de estos últimos: las «expresiones o formulaciones» usadas en los documentos conciliares.
Muchas personas, y yo mismo, creíamos que había que adherirse tanto al Concilio Vaticano II como a las declaraciones de los Papas posteriores en su integridad, y, por tanto, en mi caso, no aceptaba críticas por temor a ser infiel a la Iglesia y a la devoción debida al Santo Padre. Sin embargo, como indica Monseñor Athanasius Schneider, «semejante actitud no es sana y contradice la tradición de la Iglesia, como observamos en los Padres, Doctores y los grandes teólogos de la Iglesia a lo largo de 2.000 años» (Christus vincit 143).

«… Incluso ahora -continúa diciendo Monseñor Schneider- en la mentalidad de los católicos buenos y fieles en general, se percibe, a mi juicio, como un esfuerzo para ver como absolutamente infalible todo lo que dijo el Concilio Vaticano II o todo lo que dice o hace el Pontífice actual. Esta clase de ultramontanismo, donde se da un centralismo papal insano, ya había estado presente entre los católicos a lo largo de varias generaciones… Pero desde siempre ha habido crítica y se ha permitido dentro de la Tradición de la Iglesia, puesto que lo que se debe buscar, en todo momento, es la verdad y la fidelidad a la Revelación divina, lo cual supone en sí la necesidad de hacer uso de la razón y evitar los malabarismos erróneos» (ibid).

Ahora bien, dentro del espíritu de los defensores a toda prueba de DH, se arguye que

El planteamiento de la libertad religiosa cambió a causa de una situación histórica concreta. La sociedad está completamente secularizada, no es cristiana …

«Aunque el cambio del contexto histórico es evidente (dice Monseñor Schneider), eso no permite modificar los principios, los cuales son independientes de las circunstancias. El primero es que solo la verdad tiene derechos; … toda sociedad humana, incluso sus gobiernos, deben reconocer a Cristo y adorarlo; son verdades reveladas como afirma Pío XI en Quas Primas. Por supuesto que el Estado no debe invadir las competencias de la Iglesia. No obstante, en su calidad de representante del pueblo, las autoridades deben adorar públicamente a Cristo, el Dios verdadero, y deben practicar la religión verdadera, que es únicamente la religión católica. Esta es una verdad católica constante, que ninguna autoridad eclesiástica puede cambiar por su contraria. Otra cuestión es la aplicación concreta y práctica de esta verdad en una situación histórica cambiante» (Ibid 108-109).

La cuestión que nos interesa ver ahora es el error que contiene DH en su texto.

Continúa Monseñor Schneider: «Dice el texto de la declaración DH que la libertad de cada uno para elegir la religión propia es un derecho fundamentado en la misma naturaleza de la persona humana (nº2: «In ipsa eius natura fundatur»), con las justas limitaciones de no provocar un peligro de orden público en la sociedad. 

Ahora bien, el hombre no tiene derecho por naturaleza a cometer un pecado o a abrazar un error. No existe ningún derecho natural de ofender o de ultrajar a Dios, y una religión idolátrica o cualquier religión falsa es un ultraje que se comete contra Dios. Podemos tolerar el pecado y el error, pero no podemos reconocerlo como un derecho natural; esto sería una perversión contra el orden creado por Dios puesto que Dios ha creado a todos los hombres con el fin de que conozcan y adoren únicamente y de modo explícito al Dios trinitario» (ibid. 107-108).

Que el Concilio va más allá de la mera inmunidad de coacción, que por otra parte la Iglesia siempre sostuvo, se demuestra en el hecho, indicado por el punto 4 de la DH, de que las distintas confesiones religiosas, tendrían todas ellas derecho incluso a hacer proselitismo y defender sus principios como normativos para la sociedad. Eso implicaría, por poner un ejemplo, que los musulmanes tienen el derecho a defender la sharia como «doctrina para la ordenación de la sociedad y para la vitalización de toda actividad humana» (DH 4)

Para terminar esta reflexión, citamos, con permiso del mismo Monseñor Athanasius Schneider, los números 746-758 del libro Credo, Compendio de la fe católica, que ya ha aparecido  en su versión española. De esta manera, buscamos dar luz al pueblo fiel católico sencillo respecto a esta cuestión, dadas las graves consecuencias que ha acarreado en el contexto de la apostasía actual.

La Libertad Religiosa

1. Qué hay que hacer cuando se habla de la libertad religiosa?

El hombre goza de una libertad psicológica tal que le permite rechazar la creencia en Dios que se revela. Sin embargo, el hombre tiene la grave obligación de abrazar la Revelación divina; por lo tanto, tiene el deber moral de obedecer a Dios y está privado de libertad moral a este respecto. De hecho, el hombre tiene la capacidad física de pecar, pero tiene un grave deber moral de abstenerse de pecar.

2. Entonces ¿la “libertad religiosa” no es un derecho humano fundamental e inalienable?

No. Todo derecho, o capacidad moral para hacer algo conforme a la ley, se otorga al hombre solo para acciones verdaderas. Pero el error y la falsedad, especialmente en materia de religión, son malos en sí mismos y, por lo tanto, no establecen el título de un derecho legítimo[1]. Si bien todo el mundo tiene el derecho natural a no ser obligado a practicar una religión, ningún hombre tiene el derecho, ni siquiera un derecho meramente civil, de ofender a Dios eligiendo un mal moral, o practicando o promoviendo un error religioso[2]. Dios ha dado a todos los hombres el derecho natural de elegir solo el bien y la verdad, que es el único uso adecuado de su libertad.

3. ¿Existe algún derecho civil legítimo a la inmunidad al ejercer y difundir una religión falsa?

No. Aunque tales afirmaciones han sido hechas incluso por autoridades de la Iglesia en nuestro tiempo[3], nadie tiene un derecho universal, positivo y natural a practicar lo que entiende como “religión”. Cualquier derecho civil en relación con esto es igualmente un grave error, ya que todas las leyes civiles éticamente válidas deben estar en armonía con la voluntad divina positiva, expresada en la Revelación divina y en la ley natural. Las leyes civiles que promueven la libertad de ofender a Dios mediante la propagación de religiones falsas no pueden ser válidas ni estar arraigadas en la naturaleza humana.

4. ¿Qué daño puede producirse si los estados permiten la propagación de religiones falsas?

Además de violar la ley divina y fomentar el indiferentismo religioso, esa permisión a menudo allana el camino para prácticas religiosas falsas que contradicen la ley natural, por ejemplo: la poligamia, el divorcio, la anticoncepción, los cultos inmorales, las prácticas de magia, el fetichismo, el sacrificio humano o el odio racial.

5. ¿Qué nos enseña al respecto el Magisterio perenne de la Iglesia?

“El derecho es una facultad moral que, como hemos dicho ya y conviene repetir con insistencia, no podemos suponer concedida por la naturaleza de igual modo a la verdad y al error, a la virtud y al vicio. Existe el derecho de propagar en la sociedad, con libertad y prudencia, todo lo verdadero y todo lo virtuoso para que puedan participar de las ventajas de la verdad y del bien el mayor número posible de ciudadanos. Pero las opiniones falsas, que son la máxima plaga mortal del entendimiento humano, y los vicios corruptores del espíritu y de la moral pública deben ser reprimidos por el poder público para impedir su paulatina propagación, dañosa en extremo para la misma sociedad”[4].

6. Una conciencia invenciblemente errónea en materia de religión, ¿establece un derecho legítimo?

No. Una conciencia invenciblemente errónea excusa del pecado cuando uno viola la ley divina como resultado de tal error, pero nunca puede establecer un derecho a tales violaciones. Los derechos se establecen según criterios estrictamente objetivos, no subjetivos; por lo tanto, quien por conciencia errónea actúa contra la ley divina y no abraza la fe católica, no adquiere el derecho de propagar doctrinas contrarias a la verdad revelada[5].

7. Una noción falsa de libertad religiosa, ¿convierte con facilidad a la conciencia individual en fuente de derechos y deberes en materia religiosa?

Sí, pues subordina el orden objetivo al subjetivo. Los dictados de la conciencia subjetiva deben someterse a las verdades objetivas establecidas por Dios y manifestadas al hombre ya sea por el orden natural o por la Revelación[6].

8. ¿Debería el derecho civil legitimar la difusión de religiones falsas por respeto a una conciencia invenciblemente errónea?

No. Especialmente en el caso de los menores de edad, nadie está obligado a sufrir las consecuencias de una opinión o acción religiosa errónea bajo el pretexto de que cada uno tiene un supuesto derecho natural a difundir su propia religión, y mucho más si tales prácticas religiosas son ofensivas o peligrosas para su vida religiosa y moral[7]. Los derechos de una conciencia verdadera y bien formada son superiores a los derechos de una conciencia invenciblemente errónea.

9. ¿Cuál es la verdadera dignidad humana en relación con la religión?

La dignidad del hombre consiste en el recto uso de la libertad. Por lo tanto, no se puede dar a la persona humana ningún derecho verdadero y propio que contradiga la verdad divina en la ley natural o positiva de Dios.

10. ¿Ha condenado la Iglesia la teoría de la elección privada ilimitada en religión?

Sí. El papa Pío IX condenó formalmente las siguientes opiniones: “Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que juzgue verdadera guiado por la luz de su razón”[8] y “Los hombres pueden, dentro de cualquier culto religioso, encontrar el camino de su salvación y alcanzar la vida eterna”[9].

11. ¿Cómo ha llamado el Magisterio a esta concepción de la libertad absoluta de conciencia y de religión?

Se la ha llamado “libertad de perdición”. El papa Pío IX condenó la opinión de que “la libertad de conciencia y culto es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida; y que los ciudadanos tienen derecho a la libertad omnímoda de manifestar y declarar públicamente y sin disimulo sus conceptos, sean cuales fueren, ya de palabra, de forma impresa, o de cualquier otro modo… [Esto es] predicar la ‘libertad de perdición’ (san Agustín, Ep. 105 a los donatistas)”[10].

12. ¿Solo el catolicismo tiene un derecho natural y sobrenatural a ser libremente ejercido y difundido?

Sí. El catolicismo posee el único derecho genuino a la libertad religiosa tanto en el orden subjetivo como en el objetivo, porque se funda no solo en la ley natural, sino también en aquellos derechos que provienen de la Revelación divina[11].

13. Entonces, ¿existe una diferencia básica entre la “libertad” de las religiones falsas y la de la Iglesia católica?

Sí. Las falsas religiones están constituidas por la libre voluntad de las personas. Pero la Iglesia católica, establecida por institución divina, es la sociedad religiosa originaria y suprema, cuya libertad se basa en el mandato dado por su divino Fundador de enseñar, gobernar y santificar a todas las naciones (cf. Mt 28,18-20), y por lo tanto tiene el derecho absoluto de practicar, difundir y promover su fe en todo tiempo y lugar[12].

P. Pedro Pablo Silva, SV


[1] Cf. Monseñor Javier Miguel Ariz Huarte, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per. 3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 627.

[2] Cf. Papa León XIII, Libertas Praestantissimum.

[3] Como, por ejemplo, en las siguientes afirmaciones del Vaticano II: “Esta libertad [religiosa] consiste en que… en materia religiosa, no se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, solo o asociado con otros, dentro de los límites debidos… El derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido” (Dignitatis Humanae [7 de diciembre de 1965], 2).

[4] Papa León XIII, Libertas Praestantissimun, 18.

[5] Cf. Monseñor Javier Miguel Ariz Huarte, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per. 3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 627.

[6] Cf. Monseñor Benigno Chiriboga, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per.3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 647.

[7] Cf. Papa León XIII, Inmortale Dei, 15.

[8] Syllabus Errorum, proposición 15, repitiendo la condena hecha por la Carta Apostólica Multiples inter, (10 de junio de 1851) y la Alocución Maxima quidem, (9 de junio de 1862).

[9] Syllabus Errorum, proposición 16, repitiendo la condena hecha por la Encíclica Qui pluribus, (9 de noviembre de 1846) y por la Encíclica Singulari quidem, (17 de marzo de 1856).

[10] Cf. Pío IX, Carta Apostólica Quanta Cura (8 de diciembre de 1864), citando al papa Gregorio XVI, Encíclica Mirari Vos (15 de agosto de 1832).

[11] Cf. Cardenal Alfredo Ottaviani, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per. 3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 377.

[12] Cf. Monseñor Giuseppe Vairo, Acta Synodalia Sacrosancti Concilii Oecumenici Vaticani Secundi, vol. 3, per. 3, pt. 2, Congregationes Generales LXXXIII-LXXXIX, Città del Vaticano 1974, 749.

viernes, 2 de mayo de 2025

Llamamiento a una cruzada mundial de oración por el próximo cónclave (Monseñor Schneider)



Después de la tarjeta. Burke [aquíy la carta abierta del obispo Strickland [ aquí ] El obispo Schneider también invita a orar por el próximo cónclave.

Llamamiento a una cruzada mundial de oración por el próximo cónclave

Que el Señor, en su infinita misericordia, mire las oraciones, lágrimas y sacrificios de todos los verdaderos católicos que aman a nuestra Madre Iglesia, quienes en estos días imploran humilde y confiadamente la infinita Misericordia de Dios para que nos conceda un nuevo Papa, que, ardiendo de celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, "confirme a los hermanos en la fe" (Lc. 22, 32), siendo incondicionalmente fiel a su nombre y a su deber como Sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la tierra.

Que el Señor, a través de un nuevo Papa, ardiente de celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, defienda al rebaño de Cristo de los lobos intrusos de clérigos incrédulos y mundanos que, con descaro, queman incienso ante los ídolos de las ideologías de la época, envenenando espiritualmente la vida de la Iglesia, que se asemeja a un barco sacudido por la tormenta, en el que «ha crecido el agua de sentina de los vicios, y los tablones podridos ya resuenan con el naufragio», como describió el Papa San Gregorio Magno, al asumir el cargo papal, el estado de la Iglesia Romana en su época.

Que el Señor, por medio de un nuevo Papa, ardiente de celo por la gloria de Cristo y la salvación de las almas, venga en ayuda de la Sede Apostólica, que en nuestros días se encuentra espiritualmente encadenada, a semejanza de las cadenas materiales en las que fue colocado el Apóstol Pedro al comienzo de la vida de la Iglesia, liberando a la Sede Apostólica de las cadenas del alineamiento con la agenda globalista materialista, moralmente depravada y anticristiana de este mundo.

Que el Señor nos conceda un nuevo Papa, que, ardiendo de celo por la gloria de Cristo y por la salvación de las almas, esté dispuesto a defender la integridad de la fe católica, la liturgia católica y la disciplina eclesiástica, si es necesario, a costa del supremo testimonio de su vida por amor a Jesucristo y a las almas inmortales.

Que todos los verdaderos hijos e hijas de la Iglesia imploren la gracia de la elección de un nuevo Papa, que sea plenamente católico, plenamente apostólico y plenamente romano. Pueden hacerlo mediante la oración, especialmente con las Horas Santas de Adoración Eucarística, el Santo Rosario, ofreciendo los sacerdotes y obispos el sacrificio de la Misa con esta intención, y también mediante los sacrificios personales, que pueden consistir en llevar pacientemente las cruces de la propia vida, los dolores físicos y espirituales, las mortificaciones corporales, el ayuno y sobre todo los actos de amor sobrenatural a Dios y al prójimo.

Creemos que el Señor vendrá en ayuda de su Iglesia, que en nuestros días se asemeja a una nave en la noche “en medio del mar, luchando por remar porque el viento es contrario”. Que el Señor regrese «a eso de la cuarta vigilia de la noche, caminando sobre el mar y diciendo: “¡Ánimo, soy yo, no tengáis miedo!”» (Mc 6,47-50).26 de abril de 2025, Fiesta de Nuestra Señora del Buen Consejo

+ Athanasius Schneider

martes, 8 de abril de 2025

Mons. Schneider insta a Francisco a revocar textos que socavan la Fe



Ahora que han dado el alta al Pontífice, el obispo de Kazajistán afirma que debe esforzarse todo lo posible por eliminar algunas confusiones y ambigüedades que se han hecho, y que él mismo ha causado, durante su pontificado.


CIUDAD DEL VATICANO (LifeSiteNews) — Monseñor Athanasius Schneider ha exhortado a los católicos a rezar para que el papa Francisco se retracte de algunas cosas que ha afirmado en sus documentos y declaraciones que «han socavado la claridad de la Fe».

Después de que el papa Francisco regresara al Vaticano el pasado domingo tras pasar 28 días ingresado en el hospital Gemelli a causa de una pulmonía bilateral, muchos de sus más allegados seguidores agradecieron lo que consideran que supondrá una nueva etapa de su pontificado.

En una entrevista que concedió el lunes al locutor radiofónico Joe McLane, monseñor Athanasius Schneider pidió también una nueva etapa en su pontificado, pero una etapa en la que Francisco intente rectificar algunos de los errores que, según Schneider, ha contribuido a propagar.

Schneider dijo que era urgente rogar por el Papa, que es el padre de una familia, porque –dijo– «no podemos perder de vista la perspectiva sobrenatural de la Iglesia».

Según el obispo auxiliar de Kazajistán, es preciso rezar para que Francisco obtenga de Dios las gracias necesarias para «fortalecer a toda la Iglesia en este último periodo de su pontificado».

Schneider dio más detalles:

Lo que quiero decir es que podría publicar un documento en el que reafirmase la verdad de la Fe relativa a los errores más difundidos actualmente en la Iglesia, y eliminara algunas de las confusiones y ambigüedades que ha originado en su pontificado, y que él mismo ha causado, [así como para que] tenga la fortaleza, la humildad y la prudencia para rectificar, para arrepentirse de algunas cosas que ha hecho, de retractarse de algunos documentos y afirmaciones que han dado lugar a confusión o han socavado la claridad de la fe divina.

Para Schneider, ésa debe ser la primera labor que emprenda ahora que ha salido del hospital.

Que el Señor le dé la gracia y la misericordia para que todavía tenga posibilidad de rectificar, de corregir algunos aspectos importantes de su pontificado. También debemos rogar fervientemente por esto.

Hoy en día están muy extendidos la confusión y el error en temas como la sexualidad humana y el matrimonio, la primacía de la Fe católica, los sacramentos y la necesidad de creer en Dios. Si Francisco no remedia estas confusiones, comentó Schneider, tendrá que hacerlo su sucesor, y lo instó a hacerlo.

El nuevo pontífice deberá igualmente enseñar la doctrina católica referente a la imposibilidad del acceso a la Comunión para los divorciados, así como en lo relativo a la bendición de parejas homosexuales, declaró.

Señaló también Schneider que un papa debe ser «un fiel siervo y administrador de Cristo, no del espíritu de este mundo, ni de las costumbres del mundo».

Schneider pidió que si Francisco muere sin haber hecho las aclaraciones doctrinales necesarias, el que venga después «priorice las rectificaciones y retractaciones pertinentes a los ambigüísimos y erróneos documentos y acciones del pontificado de Francisco».

En concreto, Schneider pidió que el futuro pontífice «haga una profesión de fe en la que corrija los errores, los errores más importantes y extendidos de nuestro tiempo», y la primera corrección deberá ser proclamar que la única Fe verdadera es la católica.

A continuación vendrá la doctrina sobre la sexualidad humana, sobre todo «la indisolubilidad del matrimonio, el carácter intrínsecamente pecaminoso de los actos sexuales realizados fuera del matrimonio, recalcando en particular la índole intrínsecamente perversa de los actos y comportamientos homosexuales.

Citó además la exhortación apostólica de Francisco Amoris laetitia, añadiendo que «el Papa debe desdecirse» de ella, así como de la impiedad de Fiducia supplicans, documento con el que Francisco da luz verde a la bendición de parejas del mismo sexo, que habrá que derogar en su totalidad

Pidió además la clara derogación del infame documento de Abu Dabi de 2109, a fin de preservar la autenticidad de la Fe católica, así como la interrupción de los procesos sinodales con la prórroga de tres años recientemente aprobada por el papa Francisco.

El prelado de la sede kazaja se distingue entre las voces que más claro se alzan durante el presente pontificado publicando declaraciones en favor de la doctrina tradicional católica frente a algunos de los textos y declaraciones más controvertidos de Francisco.

Hace poco, Schneider respondió públicamente a un comentario que se ha convertido en uno de los más polémicos de los doce años que lleva reinando Francisco: sus declaraciones de septiembre del año pasado sobre Dios y la pluralidad religiosa.

Durante una entrevista reciente en alemán con el periodista de LifeSiteNews Andreas Wailzer, Schneider exhortó al futuro sucesor de Francisco a promulgar la rectificación si el actual pontífice no lo hace antes de morir.

Por último, monseñor Schneider destacó la importancia de que el futuro Vicario de Cristo corrobore que «Jesucristo es el único Redentor de la humanidad, y que Él y la Iglesia que Él fundó son la única vía de salvación dispuesta por Dios».


(Traducido por Bruno de la Inmaculada)


martes, 1 de abril de 2025

Fe y papolatría: misión del Papa en la Tradición católica. Entrevista a monseñor Schneider



Aurelio Porfiri: 

Buenos días a todos, y bienvenidos al podcast de Liturgia e musica sacra. Les habla Aurelio Porfiri. Hoy vamos a conversar con monseñor Athanasius Schneider, al que ya conocen. El punto de partida de nuestra charla de hoy va a ser la nueva edición que he preparado del Catecismo de la fe católica del padre Enrico Zoffoli. Monseñor Schneider ha escrito una presentación para dicho texto. Gracias, monseñor Schneider por su participación. 

Me gustaría empezar con una pregunta algo provocadora: algunas veces, cuando Vuestra Excelencia aparece en un video, sea conmigo o con otro, observo que hay mucha gente que lo insulta, porque dice que V.E. no ha entendido bien la cuestión del Papa en general, todas esas cosas que ya conocemos bien, ¿No le parece que en realidad la ignorancia de esas personas nos indicaría que el Catecismo es cada vez más necesario, porque en el fondo, lo que V.E. hace no es otra cosa que defender la Fe católica, y defender lógicamente el honor, la honra del Santo Padre, aunque sabemos bien que V.E. no siempre está de acuerdo con las posturas del Sumo Pontífice. Pero está claro que V.E. lo reconoce como el Sucesor de San Pedro. Entonces, ¿cuál es su parecer? ¿Cómo hemos llegado a esta situación?

Monseñor Schneider: 

Yo diría que en los últimos siglos en la vida de la Iglesia ha surgido algo que no es saludable. Porque también es posible pecar por exceso, y por el contrario, la verdad y la virtud están en el término medio. En la mesura. En el equilibrio. Y ese equilibrio, en lo que se refiere a la persona del Papa, al ministerio petrino, se ha descompensado de una manera verdaderamente excesiva. Me gustaría decir que una veneración semejante del Papa y de su ministerio no se corresponde con lo que Dios le encomendó a San Pedro. Porque se ha llegado a un punto en que poco menos que se ha divinizado al Papa, a la persona del Papa. No hay que convertir a nadie en un dios. En teoría no, claro, pero en la práctica, y si tenemos en cuenta, no la teoría sino la realidad en los últimos siglos de la vida de la Iglesia, cada una de las palabras que dice el Papa a lo largo del día se ha vuelto infalible. Esto es una parodia del dogma católico de la infalibilidad pontificia. 

Y luego, una vez más no en teoría sino en la práctica, ciertamente se considera al Papa como amo y señor de la Fe, amo y señor de la Tradición. Pero eso es lo contrario de lo que ha dicho el Concilio. El documento Dei Verbum declara que el Magisterio de la Iglesia, en primer lugar y empezando por el Papa, no están por encima de la Palabra de Dios, ya sea escrita o transmitida por la Tradición, sino por debajo de la Palabra escrita de Dios y por debajo de la Tradición, para servirla con fidelidad y transmitirla sin alterar nada, en su integridad, y custodiarla y defenderla. Eso es lo que dice el Concilio. 

Recordemos que el Papa no es otra cosa que Vicarius Christi, no Sucessor Christi. No es sucesor, sino Vicario. Administrador. Los mismos Apóstoles: en el prefacio de la Misa de los Apóstoles hay una expresión muy hermosa y muy precisa. Dice la Iglesia en ese texto que los Apóstoles son simplemente pastores vicarios. Para que nos hagamos una idea: los Apóstoles no son pastores en un sentido amplio, sino pastores vicarios, dice la Iglesia. De Dios, de Cristo. Porque todos los demás son vicarios. Los Apóstoles son vicarios de Cristo. San Pedro y todos los demás. Y tenemos que ser conscientes de ello. De que el Papa es el Siervo, el Vicario, el ministro de la Verdad de Cristo. Si alguna vez o en alguna circunstancia hace algún gesto o afirma algo que sea evidentemente ambiguo, es lo contrario de lo que le exige el ministerio petrino. 

Y si los obispos lo vemos, no podemos hacer la vista gorda. No volvamos a caer en una papolatría, en una divinización del Papa, poniéndolo en el lugar de Cristo y dando prioridad al servicio de una persona, por muy papa que sea, sobre el de Cristo. Por esa razón, estas advertencias –por supuesto, con reverencia, con respeto– los mismos obispos se la tienen que hacer al Papa de vez en cuando –aunque es raro; han sido pocas veces en la historia de la Iglesia, si bien pasa en estos tiempos–, tenemos que hacerlo. Es nuestro deber de obispos, porque no somos empleados sino hermanos del Papa, del Colegio Apostólico. Estamos por debajo de él, pero somos hermanos. Y lo hacemos, debemos hacerlo con amor sobrenatural al cargo petrino y a la persona del Papa, así como con reverencia, con respeto. Pero con claridad sin caer en, cómo diría yo, sofismas ni adulaciones. No sería digno.

Aurelio Porfiri: 

Permítame que le haga una pregunta un poquito más provocadora: dice que no conviene caer en papolatrías, y está bien; es más que comprensible. Pero para V.E. una cosa así, ¿la diría también con un papa como Pío X o Pío XII, o sea con un pontífice que tal vez parecería mejor alineado con cierto concepto de la Iglesia? ¿Considera que también en ese caso habría que evitar caer en el error de la papolatría?

Monseñor Schneider:

¡Claro! Porque la papolatría en sí no es buena. Porque es un exceso. Todo lo que es excesivo no se ajusta a la verdad, no contribuye a la verdad. Los excesos no ayudan. Desfiguran el cometido del Papa. Y así, aun los papas buenos pueden ponerse en el centro y Cristo ya no estaría tan a la vista. 

Por ejemplo, el primer pontífice, San Pedro, dio ejemplo de ello, y creo que todos los papas. Cuando fue a casa de Cornelio y luego vino el Espíritu Santo, y predicó. Se postraron a los pies de San Pedro para venerarlo. Y él se lo prohibió. Les dijo: «No, yo sólo soy un hombre; no debéis postraros ante mí». No digo que si alguna vez alguien siente devoción pueda hacerlo, pero sería la excepción de la regla.

Este ejemplo de San Pedro tiene un importante valor simbólico porque un buen papa, incluso un santo, cuanta más autoridad ejerce en la Iglesia, más tentaciones hay de divinizarlo, lo cual no es saludable. Por eso, los pontífices tienen que tener mucho cuidado con todas estas formas de atraer tanta atención hacia su persona. Es preferible ser más modesto para que ante todo estén en el centro Cristo, la liturgia, la adoración, la sacralidad, la integridad de la doctrina, poner a buenos sacerdotes, obispos y cardenales en la Iglesia, y defender también la Iglesia de las herejías, tantas cosas como hace un papa, pero no debe cultivar lo que no es necesario y contribuye al culto de la personalidad. Por supuesto que debemos tratarlo con gestos normales de reverencia por el cargo que ejerce, pero moderadamente.

Aurelio Porfiri: 

Excelencia, he hablado con algunos obispos y cardenales que, no es que no estén de acuerdo usted en cuanto a que es necesario manifestar al Papa su perplejidad ante ciertos gestos o acciones, pero dicen que esa perplejidad hay que manifestarla en privado y no públicamente. ¿Qué opina de esto?

Monseñor Schneider: 

¡No! Porque es público. Claro que se puede hacer en privado, pero si no se consigue, si se ve que no sirve de nada, tenemos el deber de hacerlo públicamente con miras a la salud de las almas, de los fieles, de toda la Iglesia. Dice el Concilio que todo obispo, miembro del colegio episcopal, tiene también el deber de preocuparse por el bien de toda la Iglesia, no sólo de su grey o su diócesis. Ha sido así desde el principio de la Iglesia. Dios lo permitió concretamente en Antioquía. 

San Pablo, que era lo que hoy en día llamaríamos miembro del colegio episcopal, subordinado a San Pedro, lo amonestó en público, no en privado. Porque San Pedro había hecho cosas ambiguas que socavaban la pureza de la fe en aquel tiempo en lo relativo a ritos antiguos judeocristianos y los cristianos nuevos recién convertidos procedentes del paganismo y que no debían observar esos ritos por decisión de los Apóstoles y del concilio. Con todo, más tarde, San Agustín y Santo Tomás de Aquino dijeron que el Espíritu Santo permitió aquel incidente de Antioquía para enseñar a toda la Iglesia que se puede, y no sólo se puede, sino que a veces un súbdito debe amonestar públicamente a su superior, aunque sea la máxima autoridad de la Iglesia cuando está en juego la pureza de la fe íntegra, del bien total de la Iglesia. Son cosas que han dicho santos, y pertenecen enteramente a la Tradición católica.

Aurelio Porfiri: 

Para terminar, Excelencia, me gustaría mencionar otra vez en concreto el Catecismo de la fe católica del P. Zoffoli. V.E. también ha publicado un catecismo, y quisiera preguntarle. ¿Qué importancia tiene el Catecismo en nuestros tiempos, un buen catecismo? ¿Cuál es a su juicio la necesidad actual de contar con un instrumento semejante?

Monseñor Schneider: 

Es esencial conocer la Fe para el cristiano. En los tiempos que corren es urgentísimo, es evidente, que vivimos en medio de tanta gente en la Iglesia que tienen una gran ignorancia de los conceptos básicos de la Fe católica. San Pablo dijo que no podemos invocar a Dios si no lo conocemos. Dijo también que no podemos correr si no avanzamos hacia la meta, que cómo vamos a combatir si no tenemos claro a quién; es imposible. ¿Cómo vamos a dar la vida por Cristo? Nadie da la vida por una vaguedad, por algo ambiguo. Yo doy la vida por algo que es verdad, y verdad no humana, sino divina. 

Por eso, las últimas palabras de Cristo en este mundo fueron ni más ni menos una solemne orden divina a los Apóstoles, a toda la Iglesia, «Id y enseñad, docete, a todos los pueblos. Docete, doctrina; enseñad; enseñanza. Es un deber solemne señalado por Dios. Y debemos hacerlo por amor, porque no se puede amar si no se conoce. Pues el amor presupone el conocimiento. Cuanto más se conoce algo o a alguien, más se lo quiere. Por eso, considero que publicar un catecismo es un gesto eminente de amor a los fieles para ayudarlos, para que conozcan mejor y de forma segura las verdades de Dios, y puedan así amarlo más, y así vivir más íntimamente con Cristo y alcanzar así la vida eterna.

Aurelio Porfiri: 

Gracias por sus palabras, Excelencia.


(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

viernes, 21 de marzo de 2025

El obispo Schneider enumera los temas que el próximo Papa tendrá que reafirmar con claridad



En una entrevista concedida a LifeSiteNews, el obispo auxiliar de Astaná, Athanasius Schneider, ha subrayado la necesidad de que el próximo Papa reafirme con claridad la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio, la moral sexual y el sacerdocio exclusivamente masculino, con el fin de disipar la confusión que ha surgido en estos temas en los últimos años.

En una conversación con el periodista Andreas Wailzer, LifeSiteNews informó que el obispo de Kazajstán enfatizó que la principal tarea del Papa es “fortalecer a los hermanos en la fe”.
“Este es un mandato divino, una de las primeras tareas de un Papa, y debe llevarlo a cabo con claridad, no con ambigüedad”, declaró Schneider. En su opinión, el próximo pontífice deberá abordar aquellos puntos que han generado mayor incertidumbre en la Iglesia, especialmente en lo referente al relativismo de la fe. Schneider criticó la idea de que los dogmas evolucionan según un esquema hegeliano de desarrollo, afirmando que esto es contrario a la tradición de la Iglesia.
El obispo también destacó la importancia de reafirmar los principios de moralidad en lo relativo a la sexualidad, recordando que el orden natural establecido por Dios “no está a disposición de un Sínodo ni de un Papa”. Afirmó que permitir la Comunión a personas divorciadas socava tanto la indisolubilidad del matrimonio como la santidad de la Eucaristía.

En cuanto a la enseñanza sobre la homosexualidad, el obispo reiteró que los actos homosexuales y los estilos de vida asociados a ellos van en contra del orden divino, la razón y la ley natural. También rechazó cualquier tipo de «bendición» para parejas homosexuales y enfatizó la necesidad de reafirmar la unicidad de Jesucristo como único Redentor de la humanidad.

Asimismo, Schneider afirmó que es crucial que el próximo Papa declare con claridad que “las demás religiones no conducen a la salvación ni a la redención”, insistiendo en que esta doctrina debe ser reiterada de manera inequívoca.

En relación con el sacerdocio, el obispo explicó que la Iglesia debe enseñar con la máxima autoridad que el sacramento del orden en sus tres grados—diaconado, presbiterado y episcopado—ha sido divinamente establecido y que solo los hombres pueden recibirlo. También condenó lo que denominó “feminismo teológico”, al considerarlo contrario al Evangelio y a la tradición de la Iglesia.

Finalmente, Schneider concluyó su intervención señalando que estas cuestiones son las que más han distorsionado la revelación divina en la actualidad y que, por lo tanto, deberían ser la prioridad para un futuro Papa.

miércoles, 22 de enero de 2025

Mons. Schneider ha planteado al Papa «temas importantes de la vida de la Iglesia»



El Papa Francisco ha recibido hoy en audiencia al obispo auxiliar de Astaná, Mons. Athanasius Schneider
. El Vaticano no ha ofrecido más detalles sobre el encuentro. El obispo ha asegurado que le ha planteado al Papa temas importantes de la vida de la Iglesia y que ha sido escuchado con atención.

(InfoCatólica) A petición de Kath.net, Mons. Schneider ha dado esta breve explicación:
«Lo que puedo decir es lo siguiente: durante la audiencia, el Papa Francisco fue muy cordial conmigo. Le planteé temas importantes de la vida de la Iglesia. Me escuchó con atención. Recemos por el Papa, para que fortalezca a toda la Iglesia en la fe».
Mons. Athanasius Schneider es de los pocos obispos que siempre ha hablado claro y conforme a la fe católica sobre la deriva doctrinal que lleva sufriendo la Iglesia en los últimos años. En noviembre del 2014 criticó que se sometiera a votación la verdad divina y la Palabra de Dios en el Sínodo sobre la Familia en relación a la comunión de los divorciados vueltos a casar. Igualmente apoyó a los cardenales que plantearon objeciones al Papa por esa misma cuestión.

En diciembre del 2016 denunció la permisividad en la Iglesia con el divorcio y el adulterio. En febrero del 2019 salió al paso de la tesis de que es voluntad de Dios que haya muchas religiones. En marzo de ese mismo año consiguió que el Papa le dijera que esa posible voluntad de Dios era meramente permisiva. En mayo pidió una rectificación oficial de la declaración interreligiosa de Abu Dhai. Y en octubre, también del 2019, condenó el culto a la Pachamama en los jardines del Vaticano con motivo del Sínodo para la Amazonia.

En octubre del 2020, Mons. Schneider aseguró que el Papa volvía a cometer en la encíclica Fratelli tutti los mismos errores de la declaración de Abu Dhabi. En enero del 2022 pidió al Pontífice que no se aplicara Traditionis custodes, motu proprio del Papa que restringe la Misa previa a la reforma litúrgica posterior al Concilio Vaticano II.

En junio del 2023 solicitó al Papa que no diera a los laicos el mismo derecho de voto que los obispos en el Sínodo sobre sinodalidad. Y en junio del 2024 aseguró que Fiducia supplicans, texto del Dicasterio de la Fe que permite las bendiciones de parejas homosexuales, «socava gravemente la fe y la moral católicas».

viernes, 29 de noviembre de 2024

Mons. Schneider explica por qué cree que Francisco es efectivamente el Papa



La hipótesis de que la abdicación de Benedicto XV fue inválida es un callejón sin salida. Si no, la Sede Apostólica llevaría de facto once años vacante.

Monseñor Athanasius Schneider

(LifeSiteNews) — El principio más seguro para dilucidar la crucial cuestión sobre la validez del pontificado de Francisco es la práctica, mantenida hasta hoy en la historia de la Iglesia, con la que se han resuelto situaciones de supuesta invalidez de renuncias o elecciones de papas. En dicha costumbre que permanece hasta hoy se manifiesta el sensus perennis ecclesiae.

Ni el principio de legalidad aplicado al pie de la letra ni el del positivismo jurídico han sido considerados principios absolutos en la costumbre de la Iglesia, dado que la legislación relativa a las elecciones pontificias no es más que una ley humana (positiva), no divina (revelada).

La ley humana que regula la asunción del cargo de papa o la abdicación del mismo tiene que estar subordinada al bien mayor de toda la Iglesia, que en este caso es la verdadera existencia de la cabeza visible de la Iglesia y la certidumbre de su existencia para todo su cuerpo, integrado por el clero y los fieles.

La naturaleza misma de la Iglesia exige la existencia visible de la cabeza y la certidumbre de ella. La Iglesia universal no puede existir durante un tiempo considerable sin un pastor supremo visible, sin el sucesor de San Pedro, ya que la actividad vital de la Iglesia universal depende de su cabeza visible. Por ejemplo, para nombrar obispos diocesanos y cardenales; para ello hace falta un papa legítimo. Y a su vez, el bien espiritual de los fieles depende de que haya prelados válidamente nombrados, pues de ser inválido el nombramiento (por invalidez del Papa), los sacerdotes carecerían de competencia pastoral (es decir, entre otras cosas no podrían confesar ni casar).

Las dispensas e indulgencias que sólo concede el Romano Pontífice, todas las cuales tienen por objeto el bien espiritual y la salvación eterna de las almas, dependen igualmente de la existencia y certidumbre mencionadas. En esos casos, aplicar el principio de suplencia de jurisdicción socavaría la visibilidad que caracteriza a la Iglesia y sería en sustancia una postura sedevacantista.

Aceptar la posibilidad de que la Santa Sede está vacante por un tiempo prolongado (sedisvacantia papalis) puede conducir fácilmente a una actitud sedevacantista, que en el fondo es un fenómeno sectario y poco menos que herético que está presente desde hace sesenta años por culpa de los problemas originados por el Concilio y por los papas conciliares y postconciliares.

La Iglesia tiene un remedio para las elecciones polémicas

El bien espiritual y la salvación de los fieles es la ley suprema en la normativa de la Iglesia. Por ese motivo, existe ese principio de supplet Ecclesia o sanatio in radice (sanar en la raíz). Dicho de otro modo: la Iglesia completa lo que faltaba según la ley positiva humana en el caso de los sacramentos, que exigen facultades jurisdiccionales: confesar, oficiar matrimonios, confirmar, aplicar intenciones de Misa, etc.

Inspirada en este principio auténticamente pastoral, el instinto de la Iglesia ha aplicado siempre los principios de supplet Ecclessia y sanatio in radice siempre que ha habido dudas en la renuncia o elección de un pontífice. Concretamente, la sanatio in radice de una elección papal inválida se manifestó en la aceptación moral universal y sin controversia del nuevo pontífice por parte del episcopado y del pueblo católico, además de que el papa electo actual, inválido para algunos, es nombrado en el Canon de la Misa por la práctica totalidad del clero católico.

Papas válidos surgidos de elecciones aparentemente inválidas

La historia de la Iglesia es una maestra segura en este sentido. La vacancia más larga de la Sede en la historia duró dos años y nueve meses (del 29 de noviembre de 1268 al 1 de septiembre de 1271). Y coincidió con la época en que vivía Santo Tomás de Aquino. Ha habido sin duda elecciones en que claramente estaba en duda la validez de la asunción pontificia. Por ejemplo, Gregorio VI subió al trono comprando en 1045 el cargo a su predecesor Benedicto IX por una elevada suma de dinero. A pesar de ello, la Iglesia de Roma siempre consideró a Gregorio VI un papa legítimo, y hasta Hildebrando, que más tarde llegaría a ser San Gregorio VII, consideró legítimo a su predecesor, no obstante la manera ilegítima en que ascendió al pontificado.

Por su parte, Urbano VI fue elegido bajo una enorme presión y amenazas por parte del pueblo romano. Algunos de los cardenales electores llegaron a temer por sus vidas. Ese fue el ambiente en que se eligió a Urbano VI en 1378. En la coronación del nuevo pontífice todos los cardenales del cónclave le rindieron pleitesía y lo reconocieron como papa durante los primeros meses de su pontificado. Pocos meses después, algunos cardenales, sobre todo franceses, comenzaron a dudar de la validez de la elección en vista de las intimidatorias circunstancias y las presiones de que habían sido objeto durante el cónclave. Esto llevó a dichos purpurados a elegir un nuevo pontífice, que se llamó Clemente VII, era francés y fijó su residencia en Aviñón. Tanto él como sus sucesores fueron siempre considerados antipapas por la Iglesia Católica Romana (véanse las ediciones del Anuario pontificio). Así se inició una de las crisis más desastrosas de la historia de la Iglesia, el gran Cisma de Occidente, que duró casi cuarenta años, desgarró la unidad de la Iglesia y fue tan perjudicial para el bien espiritual de las almas.

La Iglesia Católica Romana siempre ha reconocido a Urbano VI como un papa legítimo a pesar de los factores que probablemente hicieron inválida su elección. El hecho de que incluso personas canonizadas como San Vicente Ferrer reconocieran por un tiempo a al antipapa Clemente VI como único pontífice legítimo no es un argumento convincente, ya que los santos no son infalibles en todas sus opiniones. El santo valenciano abandonó más tarde su apoyó al antipapa de Aviñón y reconoció al Papa de Roma.

San Celestino V hizo su renuncia en medio de presiones e insinuaciones del poderoso cardenal Benedetto Gaetani, que le sucedió con el nombre de Bonifacio VIII en 1294. Ante estas circunstancias, un sector de fieles y clero de la época nunca llegó a reconocer a Bonifacio VIII como legítimo papa. Pero la Iglesia Católica siempre ha considerado legítimo a este pontífice, porque su aceptación por parte de una mayoría abrumadora del episcopado y los fieles sanó en la raíz las circunstancias que pudiesen haber invalidado la renuncia de Celestino V y la elección de su sucesor.

La siguiente explicación del profesor Roberto de Mattei demuestra de modo convincente la incoherencia de las teorías sobre la ilegitimidad de Francisco como papa: «De nada ha servido que en una declaración a LifeSiteNews publicada el 14 de febrero de 2019 el propio monseñor Gänswein corroborase la validez de la renuncia al ministerio petrino, afirmando: «Sólo hay un papa legítimamente elegido: Francisco». La idea de una posible redefinición del munus petrino ya estaba lanzada».

Algunos afirman que la intención de Benedicto era seguir siendo papa, entendiendo que el cargo podía desdoblarse en dos; pero esto es un error sustancial, ya que la naturaleza monárquica y unitaria del pontificado es de derecho divino.

«Sólo Dios juzga las intenciones –prosigue De Mattei–, mientras que el derecho canónico se limita a evaluar el comportamiento externo de los bautizados. Una célebre sentencia del derecho romano, recordada tanto por el cardenal Walter Brandmüller como por el cardenal Raymond Leo Burke, afirma: De internis non iudicat praetor: un juez no juzga cuestiones internas».

De Mattei se pregunta qué pasaría después de morir Benedicto si él fuera el único papa legítimo. Y responde: «La paradoja está en que para demostrar la nulidad de la renuncia de Benedicto se valen de sofismas jurídicos, pero luego, para resolver el problema de la sucesión de Benedicto o de Francisco sería necesario recurrir a soluciones extracanónicas» (cf. https://adelantelafe.com/incognitas-sobre-el-final-de-un-pontificado/, 1 de julio de 2020).

Por qué la teoría de la ilegitimidad de Francisco es un callejón sin salida

La hipótesis de la ilegitimidad de la renuncia de Benedicto, y por consiguiente de la ilegitimidad de Francisco como papa, no conduce en realidad a ninguna parte. Equivaldría a decir que durante once años la Sede habría estado de facto vacante, ya que Benedicto no realizó ningún acto gubernativo, no creó a ningún obispo ni cardenal, no concedió dispensa ni indulgencia alguna, etc. Esto habría tenido como consecuencia que la Iglesia estuviera paralizada en el aspecto visible. En la práctica, equivaldría a una postura sedevacantista.

Desde hace once años, todos los nombramientos de nuncios apostólicos, obispos diocesanos y cardenales, todas las dispensas pontificias y todas las indulgencias recibidas por los fieles habrían sido nulas e írritas, lo cual habría tenido unas consecuencias perjudiciales para las almas (prelados ilegítimos, jurisdicciones inválidas, etc.). Ningún cardenal creado por Francisco sería legítimo. O sea, que no habría cardenales, lo cual afectaría a la mayor parte del Colegio Cardenalicio.

Veamos otra situación hipotética: si Benedicto XVI hubiese sido un papa liberal en extremo y herético, y hubiera abdicado en 2013 en circunstancias similares a las del momento en que lo hizo (con lo que podría haber causas de invalidez); y a continuación se hubiera elegido a un nuevo pontífice que fuera verdaderamente tradicional, y este nuevo papa –la invalidez de cuya elección se podría suponer debido a la invalidad de la renuncia de su predecesor liberal y por haber quebrantado algunas normas del cónclave– se hubiera puesto a reformar la Iglesia en un sentido auténticamente católico, como creando obispos y cardenales buenos, promulgando profesiones de fe y declaraciones ex cátedra para sostener la Fe verdadera ante los errores que pululan actualmente en la Iglesia, desde luego ningún buen cardenal, obispo o católico de a pie consideraría ilegítimo a ese nuevo papa que es ciento por ciento católico, ni pediría su renuncia ni que el liberal que abdicó volviera a gobernar.

Otra posible hipótesis: si se murieran todos los cardenales que crearon Juan Pablo II y Benedicto XVI, el Colegio Cardenalicio estaría integrado exclusivamente por cardenales nombrados por Francisco. Pero entonces, según la teoría del pontificado ilegítimo de Francisco, todos serían ilegítimos, y ya no habría Colegio Cardenalicio. De donde se desprende que no quedarían electores válidos que pudieran proceder a la elección de un nuevo pontífice.

La ley del Derecho Canónico que prescribe que sólo los cardenales son electores válidos en los cónclaves está en vigor desde el siglo XI, y fue sancionada por los romanos pontífices, por lo que sólo un papa podría modificar las normas jurídicas que regulan las elecciones pontificias y promulgar una que permitiera votar a quienes no tuvieran la púrpura cardenalicia. Hipotéticamente, de acuerdo con la teoría de que Francisco es un papa ilegítimo, una vez que murieran todos los cardenales creados antes de la elección del actual pontífice no sería ya posible elegir a un papa legítimo. La Iglesia se habría metido en un callejón sin salida, sería un dilema insoluble.

La hipótesis según la cual Benedicto sería el único pontífice legítimo y por tanto Francisco ilegítimo contradice la razonable costumbre, de demostrada eficacia, de la gran Tradición de la Iglesia, y también el sentido común. No sólo eso; se da un carácter absoluto al aspecto de la legitimidad; en este caso, a las normas humanas que rigen las renuncias y las elecciones, en detrimento del bien de las almas, al haberse introducido la incertidumbre en cuanto a la validez de los actos de gobierno de la Iglesia. Y eso socava la naturaleza visible de la Iglesia. Y por otra parte, roza la mentalidad sedevacantista. En este caso hay que seguir la vía más segura (via tutior) y el ejemplo de la práctica constante de la gran Tradición de la Iglesia.

¿Qué podemos hacer ante la conducta del papa Francisco?

La manera de reaccionar a la conducta del papa Francisco es amonestarlo públicamente por sus errores. Eso sí, hay que hacerlo con el debido respeto. Luego, hay que hacer una profesión de fe especificando las verdades que Francisco ha contradicho o socavado con sus ambigüedades. Y después es preciso realizar actos de reparación. También hay que implorar a Dios la gracia de la conversión para el papa Francisco, y su intervención divina para resolver esta crisis sin precedentes. En todo caso, Francisco es sin duda alguna el papa legítimo.

Nuestro Señor Jesucristo está al timón de la nave de la Iglesia, incluso en las más torrenciales tempestades, entre las que puede darse el pontificado de un papa doctrinalmente ambiguo, aunque esas tormentas suelen ser relativamente breves en comparación con otras graves crisis que han afectado a la Iglesia Militante en sus dos mil años de existencia.

En medio de la confusión y la tempestad que se han desatado en la Iglesia actual, Nuestro Señor se alzará y reprenderá el mar y los vientos (véase Mt.8,24). Entonces, está garantizado un tiempo de calma, seguridad doctrinal, sacralidad en la liturgia y santidad en los sacerdotes, prelados y papas. Ante una situación que, a los ojos humanos, parece irremediable, debemos renovar la fe inquebrantable en que las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia Católica.

+Athanasius Schneider, 
obispo auxiliar de la diócesis de Santa María de Astaná

(Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada)

viernes, 15 de noviembre de 2024

La Iglesia se nutre de la perenne liturgia católica (Monseñor Schneider)



https://adelantelafe.com/monsenor-schneider-la-iglesia-se-nutre-de-la-perenne-liturgia-catolica/



Ya desde el momento en que entramos en un templo para participar en la Santa Misa tenemos que esforzarnos por elevar la mente y el corazón al Gólgota y a la liturgia del Cielo.

Michael Haynes 6 de noviembre de 2024

(PerMariam) Continuación de la charla pronunciada por monseñor Athanasius Schneider cuya primera parte se publicó aquí.

La luz de la Fe católica (2ª parte)

Muchos protestantes y católicos modernistas piensan que no se puede dar verdadero culto a Dios en medio de tanta hermosa ceremonia litúrgica. Pero en realidad es todo lo contrario: «El culto católico es el centro de la adoración, ofrecida a Dios de la manera más bella y perfecta que se pueda imaginar» (monseñor Henry Grey Graham, From the Kirk to the Catholic Church, Glasgow 1960, p. 58).

El rito católico está fijado. El católico no tiene que preocuparse por ello. Centra voluntariamente toda su atención en el culto interno «en espíritu y en verdad», independientemente de que sea sacerdote o seglar.

Ciertamente hay unidad de culto, pues en todo el mundo se celebra un mismo Sacrificio divino y una misma liturgia. Sin embargo, posee una diversidad exquisita de lo más exquisita, porque cada alma tiene sus necesidades, deseos y aspiraciones particulares y las presenta a Dios en sus propias palabras. El humilde mendigo que está arrodillado en un rincón perdido de la inmensa catedral y reza en unidad con el noble y la dama de alta alcurnia. Y si se trata del Santo Sacrificio, también se une al obispo y al Papa mismo, es un adorador individual y tan dilecto a los ojos y el corazón de Dios como si no hubiera nadie más en el mundo.

¡Cuán maravilloso y sublime es el culto de la Iglesia Romana! Hermoso en lo externo, hermoso en lo interno, siguiendo el modelo que el propio Dios le enseñó. Con razón tantas almas atormentadas y turbadas han quedado prendadas de él. Con razón ha satisfecho su corazón y su intelecto, además de sus sentidos, pues Jesucristo, «el Cordero inmolado desde la fundación del mundo, está ahí presente. Él es su gloria y belleza, tanto aquí como en el Cielo. Él es el centro del culto de la Iglesia Católica, pues es Él el Sacrificio de la Iglesia. De ahí que media hora de Misa Romana supere el culto conjunto de todos los herejes del mundo» (From the Kirk to the Catholic Church, pp. 59-60).

«Ningún rito, ceremonia, santos, ángeles, belleza externa ni fascinación puede satisfacer por sí solo el alma de católico alguno. De por sí sería menos que nada, vanidad, y la hermosura y atractivo de la Iglesia Católica sería una espantosa y yerma parodia si el Dios eterno y Salvador no habitase en medio de ella. Si existen es en razón de Él, y lo honran y reflejan su belleza; pero Él mismo es, Él ni más ni menos, Aquél en quien tenemos fijado el afecto y la fe de nuestro corazón» (What Faith really means. A simple explanation. Londres 1914, p. 91).

«Así como la gloria esencial y la felicidad del Cielo consisten en la presencia de Dios mismo, y sin Él, todo, por hermoso que sea, nos asquearía y decepcionaría, así también en el Reino de los Cielos en la Tierra, que es la Iglesia Católica, es Nuestro Señor Jesucristo, el Cordero degollado, quien constituye nuestra paz y nuestra alegría. Siempre está con nosotros, y tanto nos ama que ha decidido vivir con nosotros en el Santísimo Sacramento, en el que día y noche es objeto de la adoración de legiones de ángeles y de millones de almas humanas por todo el mundo.

Él y nada más que Él fue quien llenó tanto de fuego el corazón de los santos que tenían que refrescarse el pecho en una fuente para no que no los consumiera el ardor del amor divino. Él y nada más que Él ha arrobado a los santos con tales éxtasis de amor y unión con Él que, al igual que San Pablo, pudieron decir que fueron arrebatados al tercer cielo y oyeron palabras inefables. Él y nada más que Él se ha aparecido como el Niño Jesús en numerosas ocasiones a santos sacerdotes mientras decían la Santa Misa. Nuestros amigos protestantes no tienen ni idea de cuánto amamos a Jesús y cuánto nos ama Él, ni de que no pasa una hora, ni siquiera un momento, en que no haya alguien adorándolo en espíritu y en verdad, sea en el silencio de un claustro o una capilla solitaria, o en una magnífica catedral, o de lo contrario exclamarían: “Dios es conocido en Judea”. “Como brama el ciervo por las fuentes de agua, así clama mi corazón por ti, oh Dios”.

El alma católica se hace eco de estas palabras, y en todo momento encontramos al Señor en su hermosa morada terrenal dándonos en todo momento paz en nuestras tribulaciones, alegría en el dolor, consuelo en la aflicción, descanso total a la mente, la voluntad y el intelecto, una paz que el mundo no puede darnos ni arrebatarnos. Recibimos a Jesucristo y quedamos satisfechos; lo más satisfechos que podemos estar fuera del Cielo. Es privilegio de los más nobles, poderosos y acaudalados, pero es igualmente privilegio de pobres y humildes, de los analfabetos y los menospreciados, que no sólo pueden acercarse a Nuestro Señor y tocar la orla de su manto sino recibirlos en su propio pecho y prodigarle todo su cariño, uniéndose con Él y reposando sobre su Corazón.

Ciertamente es así hasta el punto de que quienes no poseen literalmente ninguno de los bienes de este mundo y no tienen quien los consuele ni dónde encontrar alegría o felicidad, ni aun lo más elemental para vivir. Esos mismos, los pobres de Dios, encuentran en Jesús cuanto necesitan, y porque lo tienen a Él no temen mal alguno. Aun atravesando el valle de las sombras de la muerte conservan la calma, la confianza y la dicha, pues saben que un día, quién sabe si en breve, contemplarán cara a cara a Aquel al que recibieron bajo el velo del Sacramento y habitarán con Él por los siglos de los siglos en el Templo en el que el Cordero de Dios está entronizado en la gloria. Allí no habrá más muerte, dolor ni llanto, y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos» (pp. 92-93).

Crezcan todos los fieles en la firmeza de la Fe Católica y en amor a la belleza de la casa de Dios y su culto sagrado conforme a liturgia católica de siempre. Que el ejemplo de inquebrantable fidelidad en unos tiempos en que el venerable rito milenario es limitado como en la crisis que actualmente atraviesa la Iglesia nos motive y aliente, y cuando el clero y los fieles, por su amor al carácter sagrado de la Misa son marginados en la Iglesia y tratados como católicos de segunda categoría.

El siguiente testimonio del arzobispo Davie Kearney de Cashel (Irlanda), de comienzos del siglo XVII, es muy conmovedor:

«Cuando hay riesgo de persecución y nos buscan los soldados nos refugiamos en escondrijos. Y cuando se relaja la persecución nos atrevemos a aparecer otra vez en público. Como hacen todo lo que pueden por capturarnos, siempre estamos alerta, y casi nunca consiguen obtener información certera sobre nuestro paradero. No nos quedamos mucho tiempo en un lugar, sino que vamos de casa en casa, incluso en villas y ciudades.

También viajamos al amanecer, o de noche… Es de noche cuando celebramos las funciones de culto, llevamos de un sitio a otro las vestiduras sagradas, celebramos Misa, exhortamos a los fieles, conferimos órdenes sagradas, bendecimos la crisma y administramos el sacramento de la Confirmación. En resumidas cuentas, cuando cumplimos nuestros deberes eclesiásticos.

Los herejes llevan a cabo diligentes pesquisas para prender a quienes asisten a Misa, e imponen multas a quienes no concurren a los templos de ellos. No sólo encarcelan a quienes ayudan a los sacerdotes, sino a los que se niegan a perseguirlos y entregarlos a las autoridades. Prohíben el uso de capillas, impiden las peregrinaciones, castigan a quien les parece y descargan arbitrariamente su ira contra nosotros.

El año pasado, cuando amainó un poco la persecución, administré el sacramento de la Confirmación un mediodía en una amplia pradera al menos a unas diez mil personas, pues nuestros católicos veneran hasta tal punto este sacramento que llegan desde los rincones más apartados del país cuando tienen oportunidad de recibirlo» (cardenal Patrick Moran, History of the Catholic Archbishops of Dublin, Dublín 1884, p. 235).

En 1731 había en Irlanda 892 casas particulares en las que se celebraba la Santa Misa y 54 capillas privadas, además de altares portátiles, calculándose que existían más de un centenar. Había 1445 sacerdotes y 254 frailes que celebraban en ellos. Esto en un país en el que las autoridades no creían que hubiera un solo sacerdote católico.

Cuenta el padre Augustin OFM en su libro Ireland’s Loyalty to the Mass (Londres 1933) que un Jefe de Secretaría* de Irlanda no católico observó a principios del siglo XX: «Lo importante es la Misa. Eso es lo que cuenta. Es muy sutil, muy difícil de definir, pero se nota la diferencia entre un país católico y uno protestante. Yo diría que ése será una de los campos de batalla del futuro» (p. 212-213) [* El Jefe de Secretaría era el segundo en autoridad durante la administración británica del reino de Irlanda antes de su independencia; N. del T.].

En el libro del padre capuchino Augustine se describen testimonios históricos muy conmovedores de la fidelidad de los católicos a la Misa en la época de las persecuciones de Irlanda, los llamados santos ocultos de la Misa, como los siguientes:

«Tras un recorrido por tierras irlandesas, el ilustre Conde de Montalembert publicó en París en 1829 unas cartas muy interesantes en las que describe sus experiencias y observaciones en la Isla Esmeralda. “Jamás olvidaré –dice– la primera Misa a la que asistí en una capilla rural. Me dirigí a caballo hasta el pie de una colina, la parte inferior de cuya falda estaba cubierta por un tupido bosque de robles y abetos. Desmonté de mi montura, y emprendí la subida. Apenas había avanzado unos pasos, cuando observé a un hombre arrodillado al pie de los abetos. Luego descubrí varios más en la misma postura. Cuando más ascendía, más campesinos arrodillados veía.

Cuando por fin llegué a la cumbre, descubrí un edificio en forma de cruz toscamente construido con piedras amontonadas, sin cemento, y con el techo de paja. En torno a él, una muchedumbre de hombres robustos con la cabeza descubierta, a pesar de que la lluvia caía a raudales sobre el fango en que estaban de rodillas. Reinaba un profundo silencio. Se trataba de capilla católica de Blarney (en Waterloo), y el sacerdote oficiaba la Misa. Llegue a la puerta en el momento de la Elevación, y aquella piadosa congregación se postró unánimemente rostro a tierra. Me costó acceder a la capilla, de lo concurrida que estaba.

No había bancos, ni ornato, y el mismo suelo era de tierra, húmedo y pedregoso. El techo se caía a pedazos, y velas de sebo ardían sobre el altar en lugar de cirios. Cuando concluyó el Santo Sacrificio, el sacerdote se marchó en su caballo. Los feligreses se fueron poniendo en pie y se fueron marchando cada uno a su casa. Muchos permanecieron mucho más tiempo en oración, arrodillados en el barro en aquel habitáculo silencioso que los pobres y los fieles habían escogido en la época de las antiguas persecuciones» (Ireland’s loyalty to the Mass, op. Cit., 194-197).

Cuando reconocemos y nos convencemos de lo que realmente es cada Santa Misa, nos damos cuenta de que cada detalle del rito, cada palabra, cada gesto es importante, lleno de sentido y hondamente espiritual. Ya desde el momento en que entramos en un templo para participar en la Santa Misa tenemos que esforzarnos por elevar la mente y el corazón al Gólgota y a la liturgia del Cielo.

San John Henry Newman escribió: «La sola Iglesia Católica es hermosa. Me entenderán si entran en una catedral de otro país, o incluso en cualquiera de los templos católicos de nuestras grandes ciudades. El celebrante, el diácono, el subdiácono, los acólitos, la luz de las velas, el incienso, los cánticos… Todo se combina con miras a un mismo fin, un mismo acto de culto. Se palpa la adoración; todos los sentidos: la vista, el oído, el olfato se da cuenta de que se está dando culto. Los feligreses rezan el Rosario, o hacen el acto de contrición; el coro canta el Kyrie; el sacerdote y sus asistentes inclinan la cabeza y rezan el Confíteor el uno cara al otro. Eso es adoración, muy por encima de toda razón» (palabras de Mr. White en la novela Perder y ganar, op. Cit.).

La fidelidad a la Fe católica suele ser un fenómeno minoritario, como explicó San John H. Newman: «Siempre había pensado que se acercaba una época de gran infidelidad, y efectivamente, todos aquellos años las aguas crecían anegándolo todo. Aspiro a que llegue el día, después de mi muerte, cuando las cimas de las montañas se vean como islas en la desolación de las aguas. Los dirigentes católicos habrán de realizar proezas, el Cielo deberá concederles una gran prudencia y valentía para que la Iglesia se libre de tan terrible calamidad. Y aunque toda prueba que le sobrevenga será temporal, puede ser dura en extremo mientras dura» (Carta del 6 de enero de 1877).

«Es evidente que todo cambio importante es introducido por una minoría, no por la mayoría. Por los pocos determinados, intrépidos y entusiastas. Es indudable que la mayoría puede deshacer mucho de lo que hicieron los pocos, pero los únicos que logran transformaciones son los que están especialmente adiestrados para la acción. Durante la hambruna los hijos de Jacob se quedaron cruzados de brazos. Uno o dos hombres, con humildes pretensiones para lo externo pero trabajando con empeño realizan hazañas. No se han preparado con un estallido repentino de entusiasmo ni por una vaga creencia general en la verdad de su causa, sino mediante instrucciones frecuente repetidas que se les quedan grabadas. Y como lógicamente es más fácil enseñar a unos pocos que a muchos, salta a la vista que tales hombres siempre serán pocos» (Carta del 6 de enero de 1877).

Todos los don nadies de la Iglesia actual –sacerdotes, religiosos, padres de familia, jóvenes y niños– son marginados y humillados por sola razón de su inquebrantable fidelidad a la integridad de la Fe y la liturgia católicas son sin duda la auténtica gloria de la Iglesia Católica, y Cristo los bendice con su inefable amor eucarístico.


Monseñor Schneider

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)