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sábado, 2 de agosto de 2025

¿Necesita autorización un sacerdote para celebrar la Misa Tradicional?



Descubrimiento que cambia las reglas del juego: Pablo VI no decretó la Misa nueva ni alteró los imprescriptibles derechos del misal de siempre

Cuántas veces habremos sido testigos en los últimos años de que en decretos diocesanos los obispos digan: «Se autoriza a los padres Fulano y Mengano a celebrar por el misal de 1962. Ningún otro sacerdote tiene permitido hacerlo sin mi autorización»? ¿Cuántas veces habremos oído a tal o cual sacerdote anunciar en una homilía que se va a suprimir en su parroquia una Misa en latín que gozaba de gran acogida: «El obispo me ha retirado la autorización para seguir diciendo esta forma de la Misa»? Hoy en día esto pasa continuamente. Y hasta encuentra uno a obispos que que están convencidos de que tienen que conceder autorización para que un sacerdote celebre el rito de siempre en privado, sin fieles presentes, e incluso sacerdotes que por la razón que sea les parece que esa autorización es indispensable.

Pero esa forma de expresarse y esas autorizaciones no tienen en qué apoyarse; de hecho, decir esas cosas no tiene fundamento jurídico alguno. Para darnos cuenta de ello, tenemos que remontarnos al principio, a cuando la constitución apostólica Missale Romanum de Pablo VI anunció la publicación de un nuevo misal, de lo cual se cumplieron recientemente 56 años: fue el 3 de abril de 1969.

Durante bastante tiempo muchos han dicho, y todos han dado por sentado que es así, que mediante dicho documento Pablo VI decretó el uso del nuevo misal. Y que lo hizo de tal forma que el uso del viejo quedó derogado y se impuso el del nuevo.

Pero no es así.

En el capítulo 16 de su libro True or False Pope?, John Salza y Robert Siscoe demuestran con lujo de detalles (pp. 493–524) que, en su texto latino original, el documento de Pablo VI se limita a anunciar la publicación y autorizar el nuevo misal, y expresa el deseo de que este último se utilice, pero ni anula el anterior ni hace obligatorio el nuevo. La disposición de que se adopte universalmente (dando a entender con ello que sustituye al de San Pío V) tuvo mucha fuerza retórica, pero desde el punto de vista canónico no significa nada. A pesar de ello, la confusión aumentó con traducciones erróneas (¿adrede?) del documento que se expresaban en el lenguaje típico de las promulgaciones y obligaciones, fórmulas que no se encuentran en el texto original.

En resumidas cuentas: Pablo VI no hizo lo que habría exigido una verdadera imposición del Novus Ordo y una supresión del rito de San Pío V, lo que no quita que después tanto él como todos se comportasen como si en efecto lo hubiera hecho. Es más, ninguna disposición posterior impuso efectivamente la obligación de utilizar el misal de Pablo VI, por lo que desde el punto de vista legal los sacerdotes eran libres de servirse del antiguo. De hecho, la Quo primum de San Pío V sigue en vigor en ese sentido (y, como he argumentado en mi opúsculo La verdadera obediencia en la Iglesia, la mencionada bula es mucho más que un simple decreto de orden disciplinario). En esto se basó Benedicto XVI para determinar que el misal de siempre nunca había sido abrogado ni reemplazado.

Ciertamente viene al caso establecer diferenciaciones críticas entre cuál pueda haber sido la intención original, lo que en la práctica se legisla, y lo que pueda legislarse o no. Un canonista actual que ha desarrollado este tema es Réginald-Marie Rivoire, FSVF, en su opúsculo Does “Traditionis Custodes” Pass the Juridical Rationality Test? Como demuestra el P. Rivoire, ni siquiera Tratitionis custodes cambia la doctrina que sintetizan Salza y Siscoe; no sólo eso: es patente que quien fuera que la escribió ni siquiera se dio cuenta de las cuestiones que más tarde descubrieron canonistas más meticulosos. Esto también se debe a la Divina Providencia.

Cierto sacerdote me comentó por escrito que esto es un sueño hecho realidad, porque socava los cimientos de Traditionis custodes, y lo que es más, la mayoría de las actitudes y normativas de las cinco y media últimas décadas en lo referente a la aplicación del nuevo misal. Se me ocurrió entonces consultar con un amigo que es un destacado especialista en derecho canónico (no digo quién; qui legit, intelligat) y pedirle asesoramiento sobre lo que dicen Salza y Siscoe,

He aquí su amable respuesta:En respuesta a su pregunta, a mí también me parece bastante coherente y convincente la postura de John Salza y Robert Siscoe. Entre las páginas 499 y 502 del capítulo 16 está la síntesis de la respuesta canónica que yo le daría. S.S. Pablo VI jamás derogó el misal romano de San Pío V, porque jurídicamente no podía. Eso explica la postura de los nueve cardenales a los que Juan Pablo II encomendó buscar la respuesta a dos preguntas sobre el misal romano de Pablo VI.
Por si fuera poco, el Usus antiquor siguió celebrándose después de la publicación del Usus recentior. Por una conversación con un venerable prior benedictino, sé que cuando el abad de su monasterio se dirigió a la congregación romana correspondiente tras la publicación del misal romano de Pablo VI para señalar que una reducción tan radical del Rito Romano estaba demasiado empobrecida espiritualmente para que los monjes pudieran celebrar la Misa, le dijeron al abad que los monjes podían seguir celebrando según el rito antiguo. Igualmente, el derecho que tiene cualquier sacerdote a celebrar según el rito antiguo como forma válida y ciertamente más hermosa del Rito Romano nunca lo ha perdido, porque jurídicamente no se le puede quitar.
Lo que pasó con el Misal Romano después del Concilio de Trento es diametralmente diferente de lo que sucedió tras el Concilio Vaticano II: San Pío V corrigió los abusos con una forma del Rito Romano que substancialmente había sido la misma desde los tiempos del papa Gregorio Magno e incluso antes; y Pablo VI presentó una nueva forma del Rito Romano sin hablar de abusos en el usus antiquor. No pongo en duda la validez de la nueva forma del Rito Romano; pero sí sostengo que no se puede afirmar que sustituya a la forma anterior.

En vista de que esta respuesta nos lleva a lo central de los argumentos expuestos por Salza y Siscoe, me pareció que vendría bien añadir a continuación lo que dicen en las páginas 499 a 502 de su libro. El título de la sección es: ¿Abrogó Pablo VI Quo primum?1Con su constitución sobre la Sagrada Liturgia Sacrosanctum Concilium (4 de diciembre de 1963), el Concilio Vaticano II decretó una reforma del Misal Romano. En los años posteriores al Concilio tuvo lugar una avalancha de declaraciones que poco a poco fueron introduciendo en el culto católico unas novedades que lo acercaron a las reformas que efectuaron los novadores protestantes. Los primeros cambios apuntaban a la Misa Tradicional, hasta que el 3 de abril de 1969 Pablo VI promulgó su constitución apostólica Missale Romanum, en la que anunció la nueva Misa. A raíz de la publicación de dicho texto, la Congregación para el Culto Divino (no Pablo VI) decretó la nueva Misa con la publicación de Celebrationis Eucaristiae el 26 de marzo de 19702. Vinieron a continuación otras declaraciones de la mencionada Congregación, incluida una que era un intento de prohibir la Misa de siempre imponiendo el uso exclusivo del nuevo Misal3.
Desde que se lanzaron estos decretos contra la Iglesia hace más de cuatro décadas, los católicos están divididos en cuanto a su interpretación y su nivel autoridad. En concreto, los católicos liberales y neoconservadores aducen que Pablo VI abrogó a efectos legales Quo primum y está prohibido decir la Misa de antes. Por su parte, los tradicionalistas sostienen que la Misa de siempre nunca se abrogó jurídicamente, y que el uso del nuevo Misal tampoco se ha impuesto nunca con una ley vinculante. En medio de este embrollo, los sacerdotes que siguieron diciendo la Misa de siempre y se negaron (y siguen negando) a decir la nueva son objeto de persecución por parte de los liberales, así como por sus obispos y feligreses.

La postura de los tradicionalistas en lo que se refiere a la Misa de siempre, si bien no de forma pública, fue vindicada durante el reinado de Juan Pablo II, que encargó a una comisión de nueve cardenales4 que estudiase la cuestión y respondiera a dos preguntas:

1) ¿Ha sido la Misa Tradicional prohibida por Pablo VI o alguna otra autoridad legítima?

2) ¿Puede cualquier sacerdote decir la Misa de antes sin una autorización especial?

En una entrevista que le hicieron en 1995, el cardenal Stickler, que formó parte del comité de nueve cardenales, explicó las conclusiones de a que llegaron y reveló algunas cosas interesantes que pasaron en sus reuniones .

Llegados a este punto, Salza y Siscoe reproducen un trecho de una entrevista al cardenal Stickler (los destacados son nuestros):

Pregunta: ¿Llegó realmente Pablo VI a prohibir la Misa?

Monseñor Stickler: En 1986, Juan Pablo II planteó dos preguntas a una comisión de nueve cardenales. La primera, si Pablo VI o algún otro pontífice o autoridad competente llegó a prohibir mediante un texto legal la celebración generalizada de la Misa Tridentina en la actualidad? No. En concreto, le preguntó a Benelli si Pablo VI había prohibido la Misa de antes. Y nunca recibió una respuesta. Nunca le dijo que sí ni le dijo que no. ¿Por qué? No podía decir que sí, que la había prohibido. No podía prohibir una Misa que fue válida desde el principio, la que había sido la Misa de millares de santos y de fieles. El dilema en que se encontró fue que no podía prohibirla, pero al mismo tiempo quería que se celebrara la nueva, que se aceptara. Así que lo único que pudo decir fue: «Quiero que se diga la nueva Misa». Esto fue lo que respondieron aquellos príncipes de la Iglesia a la pregunta que les hicieron. Dijeron que el Santo Padre deseaba que todos celebraran la nueva Misa.
La respuesta que dieron ocho de los nueve cardenales en 1986 fue que, en efecto, la Misa de San Pío V nunca ha sido suprimida. Yo era uno de los nueve, y puedo decir que sólo hubo uno que estaba en contra. Todos los demás eran partidarios de que hubiera libertad de celebración; de que cualquiera pudiese optar por la Misa de antes. Si mal no recuerdo, el Papa aceptó la respuesta; pero cuando algunas conferencias episcopales se dieron cuenta del peligro de que se autorizara, fueron al Papa y le dijeron: «No se puede permitir de ninguna manera, porque dará lugar, e incluso causará, polémica entre los fieles». Y me parece que en vista de esa controversia, el Papa no llegó a firmar la autorización. Pero por lo que respecta a la comisión, puedo decir por experiencia propia que la respuesta de la gran mayoría fue positiva.

Se les formuló también una pregunta muy interesante: si un obispo podía prohibir a un cualquier buen sacerdote volver a celebrar la Misa Tridentina. Los nueve purpurados concordaron unánimemente en que ningún prelado puede prohibir a un sacerdote que celebre la Misa Tridentina. No tenemos ninguna prohibición oficial, y a mí me parece que el Papa nunca impondría una prohibición oficial.

Quien desee saber más sobre la mencionada comisión de cardenales, puede leer las actas que levantó monseñor Darío Castrillón-Hoyos y fueron publicadas [en inglés] en el portal New Liturgical Movement.

Volvamos al texto de Salza y Siscoe:

A pesar de las conclusiones de los nueve purpurados, durante el reinado de Juan Pablo II la mayoría de los obispos, ya fuera por malicia o por ignorancia, mantuvieron en pie la prohibición de la Misa de siempre y persiguieron a los sacerdotes que siguieron celebrándola. Los sacerdotes tradicionalistas llegaron a ser tildados de cismáticos por celebrar la Misa Tridentina, y se vieron obligados a soportar una inimaginable crisis de conciencia.

Hasta que en 2007, para sorpresa y espanto de la izquierda (y sin duda también de la derecha sedevacantista), S.S. Benedicto XVI promulgó el motu proprio Summorum Pontificum, que declaraba públicamente lo que veinte años atrás había determinado el comité de nueve cardenales. Al contrario de lo que la práctica totalidad de los católicos había sido inducido a creer durante años, el papa Benedicto reiteró que la Misa de siempre nunca había sido jurídicamente abrogada, y que desde luego siempre había estado permitida; lo que siempre habían sostenido los católicos tradicionalistas.

El papa Benedicto afirmó [en Summorum Pontificum] algo que desató una onda sísmica por toda la Iglesia: «Quisiera llamar la atención sobre el hecho de que este Misal no ha sido nunca jurídicamente abrogado y, por consiguiente, en principio, ha quedado siempre permitido». Para poner fin a tan grave injusticia, el Papa dijo una obviedad: «Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande y no puede ser de improviso prohibido o incluso perjudicial».

Durante cerca de cuarenta años se había hecho creer a todo el mundo católico que Pablo VI había abrogado la Misa de antes, pero esta impresión que tenían resultó ser infundada. La Misa de siempre nunca fue abrogada por ninguna disposición legal, ni tampoco la Misa nueva se había impuesto jamás como una ley vinculante. Semejante injusticia pone de relieve lo que Dios permite que padezca su Iglesia, y en lo que respecta a la fuente y culmen del culto católico, es ni más ni menos igual. Ciertamente, Dios puede permitir y permite que tales males aflijan a su Cuerpo Místico, eso sí, sin llegar a comprometer nunca el carisma de infalibilidad de la Iglesia. Si bien esta confusión con respecto a la Misa de antes y la de ahora ha causado (y sigue causando) consternación en los fieles, no se puede comparar [en cuestión de problemas jurídicos] con otras crisis que Dios ha permitido, como la que vimos en el capítulo 8, cuando permitió que sínodos, convocados y supervisados por papas, promulgasen decretos erróneos (por ejemplo, declarando nulas de derecho las ordenaciones realizadas por pontífices anteriores) que más tarde fueron contradichos por otros sínodos, también presididos por papas, que decretaron todo lo contrario.

Al final del capítulo, Salza y Siscoe inician su refutación de la postura del P. Cekada sobre la constitución apostólica Missale Romanum de Pablo VI, debate que por el momento no me interesa, ya que los argumentos ya alegados son irrefutables (quienes deseen leer en su totalidad el capítulo 16, incluida su refutación del sedevacantismo en este punto en particular, lo encontrarán en formato PDF en este enlace).

La clave de bóveda de toda la legislación referente al Novus Ordo es la constitución apostólica Missale Romanum de Pablo VI. Si se leen una por una las notas a pie de página (al modo de lo regueros de miguitas que se seguían en los cuentos para no perderse), se observa que toda legislación posterior sobre el nuevo misal remite a dicho documento. En consecuencia, si Pablo VI promulgó y dispuso el uso exclusivo del nuevo misal, cualquier sacerdote necesitaría en efecto algún permiso para eludir tal disposición y celebrar Misa por otro misal. Ahora bien, si –como han demostrado Salza y Siscoe– Montini no promulgó ni ordenó el empleo exclusivo del nuevo misal (lo cual habría abrogado el misal antiguo y derogado Quo primum), el uso del nuevo no era (ni es) obligatorio ni tampoco se prohibió ni está prohibido el antiguo, ni se puede prohibir; de hecho, cualquier sacerdote del rito latino tiene siempre la opción de utilizarlo.

No es algo que se pueda resolver arrojando una moneda al aire. Es más, Summorum Pontificum decidió claramente en favor de esta última postura, de conformidad con las conclusiones de la comisión de purpurados. La situación jurídica del rito antiguo se puede condensar en tres frases: «nunca fue abrogado», «siempre estuvo permitido» y «no puede prohibirse». En cuanto a Traditionis custodes, si bien deroga algunas disposiciones de Summorum Pontificum, no altera ni la realidad del texto ni la fuerza legal de la constitución de Pablo VI.

De modo que si un obispo le dice a un sacerdote que éste tiene que pedirle permiso para decir la Misa de antes, o le prohíbe celebrar por el Misal preconciliar, o le exige el uso del nuevo, una de dos: o bien el prelado es víctima de una mentira, o el propalador es esa mentira. Socava además la autoridad de la ley, y es culpable de abuso espiritual y de excederse. En la medida en que sinceramente desconozca la realidad y obrando de buena fe, equivocado en cuanto a lo que está permitido y lo que no (según mi experiencia personal, la mayoría de los obispos tienen un conocimiento pésimo de la historia de la liturgia y de los misales), no le irá tan mal en el Día del Juicio. Eso sí, aquellos sacerdotes a los que Dios les haya concedido la gracia de amar la Tradición y a las almas cuya nutrición espiritual dependa de ellos, no están exentos de su obligación coram Deo et secundum consuetudinem ecclesiae, de seguir celebrando el Rito Tradicional.

A mí parece que los sacerdotes que desde hace mucho tiempo están hechos a la idea de que necesitan autorización para confesar, predicar o celebrar matrimonios han llegado sin darse cuenta a pensar que les hace falta permiso para hacer todo lo que tenga que ver con sacramentos o liturgia. Creen que tienen que pedir permiso para celebrar una misa, para rezar tal o cual versión del Oficio Divino, bendecir agua por el Rito Romano, o para lo que sea. Eso es extrapolar indebidamente las atribuciones a aspectos en los que no tiene sentido. Un sacerdote ordenado según el Rito Latino para celebrar en la Iglesia de Rito Latino está facultado para celebrar el Santo Sacrificio de la Misa en cualquier variante lícita y válida del Rito. No sólo eso: tiene claramente derecho a hacerlo, derecho del que sólo se le puede privar por la comisión de faltas concretas contra sus deberes sacerdotales.

Ya va siendo hora de dejar de usar palabras como atribuciones, autorizaciones y demás sin darnos cuenta de lo que decimos. Hablemos con precisión y corrección.

En resumen:

• Un sacerdote no necesita permiso para celebrar la Misa Tradicional.

• Los sacerdotes nunca han necesitado autorización para decir la Misa de siempre.

• No se les puede prohibir que la celebren.

• Y tampoco se les puede imponer el uso exclusivo del Misal nuevo.

Espiritualmente, no es saludable permitir que los prelados abusen de su autoridad pastoral ni que los sacerdotes se dejen imponer esos abusos

Espero sinceramente que lo que hemos expuesto más arriba ayude a todos los presbíteros, independientemente de la función que desempeñen, a pensar, decidir y obrar con arreglo a la verdad.

1 Por razones de espacio, no he incluido las notas al pie.

2 [Nota del original:] Como veremos más adelante en el capítulo, dado que la nueva Misa fue promulgada por el cardenal prefecto de la Congregación para el Culto Divino (no por el Papa), no sólo no compromete la infalibilidad de la Iglesia; algunos alegan también que habiendo sido Quo primum promulgada por un papa (San Pío V), esto priva forzosamente de todo valor al documento de la Congregación. Un inferior no puede derogar una ley promulgada por un superior. Sostienen además que, técnicamente, la Misa nueva es ilícita (ilegal aunque no inválida) por vulnerar las disposiciones de Quo primum.

3 [Nota del original:] Véase el aviso Conferentia Episcopalium del 28 de octubre de 1974. Obsérvese que dicho aviso, al igual que otras notificaciones relativas a la Misa nueva de los años setenta, no fue firmado por el Papa ni apareció en Acta Apostilicae Sedis, donde es debe publicarse toda nueva ley para poder entrar en vigor (como el uso exclusivo de la Misa nueva nunca fue ordenado por Pablo VI en los decretos promulgados en 1969 y 1970, si el aviso de 1974 hubiera sido una ley nueva habría tenido que publicarse en las actas de la Sede Apostólica).

4 Los cardenales Ratzinger, Mayer, Oddi, Stickler, Casaroli, Cantin, Innocenti, Palazzini y Tomko.

5 The Latin Mass, verano de 1995, página 14.

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)


martes, 11 de marzo de 2025

Mons. José Munilla y la misa tradicional



La semana pasada se publicó en Youtube una entrevista al obispo de la diócesis de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla. (En este blog se encuentra en este link: http://www.blogcatolico.com/2025/03/munilla-y-el-dedito-del-listillo.html 

Pasa por ser un obispo conservador; un prelado moderado y bienpensante, alejado de la medianía progresista de sus colegas. Probablemente sea así; no lo conozco lo suficiente y tengo buenos amigos españoles que sí lo conocen. Pero lo cortés no quita lo valiente, y hay que decir que en los minutos que dedica Mons. Munilla a responder la pregunta del periodista sobre la misa tradicional da muestra de una sorprendente ignorancia y, me animaría a decir, de una riesgosa imprudencia que lo impulsa a afirmar lo que no sólo lo que no está probado sino lo que simplemente es mentira. Veamos:

1. “La misa tradicional fue aprobada por el Papa Benedicto XVI para conformar a ciertos grupos que se habían alejado de la Iglesia y para destacar el aspecto sacrificial que tiene la misa”. FALSO.

Joseph Ratzinger, siendo todavía sacerdote, fue un acérrimo defensor de la permanencia de la misa tradicional en la Iglesia, a punto tal que, cuando fue elegido arzobispo de Munich en 1977, muchos sacerdotes de la arquidiócesis obstaculizaron su ingreso en la catedral el día de la toma de posesión justamente porque rechazaban la defensa de la misa de su nuevo obispo. Pero no se trató sólo de este hecho anecdótico. A lo largo de toda su vida, y mucho antes de la aparición de “ciertos grupos alejados de la Iglesia”, Ratzinger se manifestó crítico del novus ordo y defensor del vetus. Por ejemplo, en 1976 —siendo aún sacerdote—, escribía lo siguiente:

El problema del nuevo Misal radica en el abandono de un proceso histórico que siempre fue continuo, antes y después de San Pío V, y en la creación de un libro completamente nuevo, aunque compilado con material antiguo, cuya publicación fue acompañada de una prohibición de todo lo que le precedió, lo cual, por lo demás, es inaudito en la historia tanto del derecho como de la liturgia. Y puedo afirmar con certeza, basándome en mi conocimiento de los debates conciliares y en la lectura reiterada de los discursos de los Padres conciliares, que esto no se corresponde con las intenciones del Concilio Vaticano II. (Wolfgang Waldstein, «Zum motuproprio Summorum Pontificum», en Una Voce Korrespondenz 38/3 [2008], 201-214)

Y treinta años después, siendo Papa, escribió:

En la historia de la liturgia hay crecimiento y progreso, pero no ruptura. Lo que las generaciones anteriores consideraban sagrado, sigue siendo sagrado y grandioso también para nosotros, y no puede ser de repente totalmente prohibido o incluso considerado perjudicial. A todos nos incumbe preservar las riquezas que se han desarrollado en la fe y en la oración de la Iglesia, y darles el lugar que les corresponde. (Carta Apostólica que acompañó a Summorum Pontificum).

A lo largo de esos treinta años, y después también, pueden citarse decenas de intervenciones por el estilo (recopiladas en este sitio), y en todas ellas se muestra que la voluntad de Benedicto XVI fue exactamente la contraria a la que postula Mons. Munilla: no hay mención alguna a los grupos disidentes y no hay mención alguna a una mayor evidencia del aspecto sacrificial de la misa tradicional. Hay algo mucho más profundo y metafísico que el obispo de Alicante no conoce, o es incapaz de ver.

2. “Joseph Ratzinger nunca celebró públicamente después del Concilio la misa tradicional”. FALSO

El cardenal Ratzinger celebró en numerosas ocasiones la misa tradicional públicamente, con pompa y circunstancia. Aquí propongo sólo algunos ejemplos de los muchos que se pueden encontrar en la web:

Misa solemne en el seminario de la Fraternidad Sacerdotal San Pedro (1995).
(Más fotos pueden verse aquí)
Misa solemne en una parroquia de Weimer, en 1989 y 1999 (aquí y aquí)

Misa en el monasterio de Le Barroux en 1995 (aquí)

3. “No es obvio que en la intencionalidad de Benedicto XVI estuviera que la liturgia tradicional pudiera ser celebrada de modo ordinario”. FALSO

Esa intencionalidad es obvia para cualquiera que lee el motu proprio Summorum Pontificum, en el que el Papa Benedicto “libera” la misa tradicional a fin de que pueda ser celebrada de modo ordinario, es decir, diario, por cualquier sacerdote y en cualquier iglesia. Las únicas restricciones que pone son las mismas que tiene la celebración de la misa de Pablo VI: acuerdo para los días y horarios con el rector de la Iglesia. Por ejemplo:

Art. 2.- En las Misas celebradas sin el pueblo, todo sacerdote católico de rito latino, tanto secular como religioso, puede utilizar tanto el Misal Romano editado por el beato Papa Juan XXIII en 1962 como el Misal Romano promulgado por el Papa Pablo VI en 1970, en cualquier día, […]

Art. 5 § 2. La celebración [con asistencia de fieles] según el Misal del beato Juan XXIII puede tener lugar en día ferial; los domingos y las festividades puede haber también una celebración de ese tipo.

4. “Es un error decir que el Vaticano II empobreció la liturgia”. FALSO.

Evidentemente, aquí entran en juego diversas opiniones, pero Mons. Munilla se está refiriendo a la enseñanza del Papa Benedicto XVI. Los ejemplos sobre la opinión del pontífice acerca del empobrecimiento de la liturgia posconciliar son múltiples y pueden ser corroborados en el enlace anterior. Pongo un solo ejemplo:

La reforma litúrgica, en su ejecución concreta, se ha alejado cada vez más de este origen [en el mejor del Movimiento Litúrgico]. El resultado no ha sido la revitalización sino la devastación.... En lugar de la liturgia que se había desarrollado, se ha puesto una liturgia que se ha hecho. (Commentary in Simandron—Der Wachklopfer. Gedenkschrift für Klaus Gamber (1919-1989), ed. Wilhelm Nyssen [Cologne: Luthe-Verlag, 1989], 13–15, citado in Theologisches, 20.2 (Feb. 1990), 103–4)

5. “Nos olvidamos lo que dice el adagio lex orandi, lex credendi”. FALSO

En primer lugar, la expresión aludida no es un adagio, ni un refrán, sino que es un principio que posee carácter dogmático y normativo, refrendado por la Tradición explicitada en los Padres de la Iglesia (San Agustín y Próspero de Aquitania, por ejemplo) y en el Magisterio.

En segundo lugar, el Papa Benedicto XVI dice en el comienzo mismo de Summorum Pontificum:

Art. 1.- El Misal Romano promulgado por Pablo VI es la expresión ordinaria de la «Lex orandi» («Ley de la oración»), de la Iglesia católica de rito latino. No obstante, el Misal Romano promulgado por san Pío V, y nuevamente por el beato Juan XXIII, debe considerarse como expresión extraordinaria de la misma «Lex orandi» y gozar del respeto debido por su uso venerable y antiguo. Estas dos expresiones de la «Lex orandi» de la Iglesia en modo alguno inducen a una división de la «Lex credendi» («Ley de la fe») de la Iglesia; en efecto, son dos usos del único rito romano.

6. “Si hubiera en el seno de la Iglesia comunidades que celebran diferentes ritos litúrgicos, eso iría en detrimento de la unidad”. ESCANDALOSAMENTE FALSO

En la iglesia católica hay muchos ritos (romano, bizantino, copto, etíope, maronita, armenio, sirio malabar, caldeo, sirio malankar) y jamás a nadie se le ocurrió decir que esta diversidad era un obstáculo para la unidad y, consecuentemente, habría que suprimirlos. Más aún, dentro del mismo rito romano hay otros ritos. A pocos kilómetros de la residencia de Mons. Munilla se celebra el rito mozárabe, por ejemplo. Se trata de un disparate que en el que no es necesario detenerse demasiado.

7. “No sería prudente que todos los domingos se asista a la misa tradicional”. FALSO

En primer lugar, el motu proprio del Papa Benedicto tendía a que en todas las parroquias se celebraran los dos ritos, y los fieles fueran libremente a uno u otro, según les apeteciera. Y eso ocurrió y ocurre todavía en varios sitios. Y no genera división, ni peleas ni desencuentros. Pareciera que Mons. Munilla cae en una actitud rígida y clerical queriendo imponer a los fieles dónde, cómo y cuándo deben asistir a la Santa Misa.

Y en segundo lugar, porque nunca la Iglesia dijo, por ejemplo, en Milán: “No es prudente que los fieles vayan todos los domingos a misa en rito ambrosiano, sino que deben asistir también al rito romano”. Un disparate.

Total que, refutando el título del video publicado (“¿Qué piensa de la Misa Tradicional? - Munilla lo tiene claro”), hay que decir que Munilla no lo tiene para nada claro. La evidencia documental que he mostrado lleva a la conclusión que, o bien Mons. Munilla no leyó Summorum Pontificum o, si lo leyó, no lo entendió: y si lo leyó y lo entendió, lo olvidó. Y se concluye también que el obispo de Alicante, en ocasiones al menos, habla sin saber. Cualquiera sea el caso, es muy preocupante que un obispo considerado faro del pensamiento conservador en España, sea tan débil en sus conocimientos y argumentaciones.

Al obispo mártir San Dionisio lo decapitaron en París los esbirros del emperador Decio en el siglo III, y por eso se lo representa descabezado y con la testa en sus manos. Hay otros obispos, en cambio, que sin ser mártires, también perdieron la sesera, y nadie sabe dónde la han dejado.

Wanderer

miércoles, 6 de septiembre de 2023

No son ‘cismáticos’ los católicos que rechazan cambios que contradicen las enseñanzas de la Iglesia: obispo Strickland





* El obispo Strickland advirtió contra el «cambio propuesto» que impulsa el Sínodo sobre la sinodalidad.

* Insta a los católicos a aferrarse a la doctrina eterna de la Iglesia en un nuevo mensaje pastoral.

* “La misa tradicional en latín está arraigada en la vid, es robusta en la verdad y da mucho fruto”

El obispo Joseph Strickland ha emitido una advertencia de que el Sínodo sobre la sinodalidad podría buscar cambiar o “innovar” las verdades católicas y que los católicos que se adhieren a la Tradición y se oponen a cambios novedosos pueden ser etiquetados como “cismáticos”.

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Sin inmutarse por la reciente visita apostólica a su diócesis de Tyler, el obispo Joseph Strickland ha publicado un mensaje pastoral en el que advierte sobre los peligros potenciales para la fe como parte del Sínodo sobre la sinodalidad, antes de la reunión de obispos y laicos de octubre.

“En este tiempo de gran agitación en la Iglesia y en el mundo, debo hablaros con corazón de padre para advertiros de los males que nos amenazan y para aseguraros la alegría y la esperanza que siempre tenemos en Nuestro Señor Jesucristo”, comenzó Strickland.

Un “mensaje malvado y falso que ha invadido la Iglesia” es que “Jesús es sólo uno entre muchos, y que no es necesario que Su mensaje sea compartido con toda la humanidad”, escribió Strickland. Semejante idea, añadió, “debe ser evitada y refutada en todo momento”.

Presentación de verdades católicas

Basándose en la Carta de San Pablo a los Gálatas, Strickland afirmó que “cualquier intento de pervertir el verdadero mensaje del Evangelio debe ser rechazado categóricamente por ser perjudicial para la Esposa de Cristo y sus miembros individuales”.

Delineó una serie de siete verdades enseñadas consistentemente por la Iglesia Católica, a saber: 

La naturaleza de la Iglesia católica como única Iglesia verdadera.

La necesidad de estar en estado de gracia para recibir la Eucaristía.

La naturaleza divina del sacramento del Matrimonio, que el hombre no puede alterar ni “redefinir”.

El hombre es creado a imagen y semejanza de Dios, por lo que no permite rechazar la realidad biológica.

La completa inmoralidad de la actividad sexual fuera del matrimonio, que la Iglesia no puede bendecir ni tolerar en absoluto.

Es “falsa y peligrosa” la “creencia de que todos los hombres y mujeres se salvarán independientemente de cómo vivan sus vidas”.

La necesidad de soportar los sufrimientos para seguir a Cristo y unir el sufrimiento a su muerte redentora.

“La Iglesia existe no para redefinir las cuestiones de fe”, señaló Strickland, “sino para salvaguardar el Depósito de la Fe tal como nos lo ha transmitido Nuestro Señor mismo a través de los apóstoles, los santos y los mártires”.

Advertencia de cambios sinodales

Sin embargo, después de haber presentado tales verdades católicas, el obispo Strickland advirtió que tales verdades “serán examinadas como parte del Sínodo sobre la sinodalidad”.

No sugirió directamente que el Sínodo pudiera cambiar, o intentar cambiar, esa enseñanza, sino que advirtió a los católicos que “se aferren a estas verdades y sean cautelosos con cualquier intento de presentar una alternativa al Evangelio de Jesucristo, o de impulsar por una fe que hable de diálogo y de fraternidad, intentando quitar la paternidad de Dios”.

El obispo, que suele expresar su voz, advirtió que los intentos de “innovar sobre lo que Dios en su gran misericordia nos ha dado” conduce a un “terreno traicionero”.

Strickland, después de haber esbozado las verdades a las que los católicos deben aferrarse, advirtió que los defensores de la innovación buscarían atacar a aquellos que se negaran a seguir un proceso de cambio alejado de la fe:
Lamentablemente, es posible que algunos tilden de cismáticos a quienes no estén de acuerdo con los cambios que se proponen. Tengan la seguridad, sin embargo, de que nadie que permanezca firmemente en la plomada de nuestra fe católica es un cismático. Debemos permanecer descaradamente y verdaderamente católicos, independientemente de lo que pueda surgir.
«Debemos ser conscientes también de que no estamos dejando que la Iglesia se mantenga firme contra estos cambios propuestos», añadió.

Por el contrario, el obispo describió a los defensores no especificados del cambio y la innovación como “cismáticos”, afirmando que “aquellos que propondrían cambios a lo que no se puede cambiar buscan apoderarse de la Iglesia de Cristo, y de hecho son los verdaderos cismáticos”.

La advertencia del obispo de Texas llega el mismo día en que se publicó un libro que advierte de manera similar sobre los peligros sinodales.

El libro, escrito en coautoría por los investigadores y teólogos José Antonio Ureta y Julio Loredo de Izcue, recibió un prólogo del cardenal Raymond Burke, quien describió los términos “sinodalidad” y “sinodal” como lemas que se utilizan para “cambiar radicalmente la autocomprensión de la Iglesia”. , de acuerdo con una ideología contemporánea que niega mucho de lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado”.

Titulado El proceso sinodal es una caja de Pandora , el libro es, escriben los autores, “un grito de alarma” frente a las “voces heréticas dentro de la Iglesia católica” que están promoviendo una “agenda radical” a través del Sínodo sobre la sinodalidad.

El propio obispo Strickland ha advertido recientemente que los intentos actuales de restringir la antigua liturgia de la Iglesia (es decir, la misa tradicional en latín) constituyen un ataque al “depósito de la fe”.

Sin nombrar a ningún individuo o documento en particular, Strickland pareció apuntar al motu proprio Traditionis Custodes del Papa Francisco y a la posterior Responsa ad dubia y rescripto del cardenal Arthur Roche, al expresar:
“La misa tradicional en latín está arraigada en la vid, es robusta en la verdad y da mucho fruto”, opinó. «Cualquier intento de separar la Misa tradicional de la Iglesia es un ataque al vínculo ininterrumpido con la tradición tal como lo recibieron los apóstoles, y un ataque al Depósito de la Fe».

domingo, 20 de agosto de 2023

RETRATO ROBOT del falso católico




Habla de todo.
Dialoga con todos(pero sin ánimo de evangelizar a nadie).
Tolera todo (especialmente lo intolerable).
Siempre acoge a los "migrantes", especialmente si no son cristianos.
Es "misericordioso" a su manera.
Cree que la Misa es una hermosa celebración donde la gente se reúne para cantar.
No cree en el infierno.
Y si cree, lo cree vacío.
No cree en el diablo.
Y si lo cree, lo cree inofensivo.
Argumenta que no ha habido papas antes del "buen" Papa Juan XXIII
Cree que todos los papas (afines a él) son santos e infalibles y que expresan solemnemente el magisterio, incluso estornudando.
"Nadie puede juzgar" ni siquiera las atrocidades que hay que condenar.
Se atreve a afirmar que las palabras de Jesús no están exactamente escritas en el Evangelio, porque en ese momento no había grabadora.
Se avergüenza de las cruzadas.
Cree que la Iglesia "católica" es una opción entre muchas y en todo caso no la mejor.
No considera al Vaticano II un Concilio, sino EL CONCILIO.

Y SIENDO CLARO:

¡No acepta que es dueño de la verdad!
No dialoga con aquellos que son fieles a la Tradición Católica Romana.
No tolera a los católicos demasiado convencidos por considerarlos "fariseos".
Nunca, nunca da la bienvenida a nadie que se atreva a "balbucear" sobre cosas con un sabor verdaderamente católico.
No es misericordioso con los que son fieles a la Tradición.
No soporta que la gente siga creyendo que la Santa Misa es el sacrificio de Cristo ... ¡Arruinaría la fiesta!
Sólo cree en el infierno para la mafia, los corruptos, los evasores de impuestos y los tradicionalistas.
Cree que el infierno está vacío de pecadores (¡¡Dios es misericordioso!!) pero está lleno de los que contaminan, maltratan a los animales, son mafiosos, etc. y claramente hay un grupo especial para los tradicionalistas...
Afirma que el diablo no tendrá cuernos, pero es un reparador "preconciliar"
Que el diablo sería inofensivo si no se cabreara cuando se quiere la Santa Misa en latín, la comunión de rodillas y en la lengua, la sotana y la Doctrina Católica (en fin, es un "diablo infernal" y hasta un poco al revés)
Cree que "respetar las reglas" es obligatorio, especialmente si se refieren al Covid y al clima y siempre que no se refieran a los preceptos de la Iglesia.

Roberto Buenaventura

viernes, 30 de junio de 2023

La prohibición de la Misa Tradicional es un abuso de autoridad. Desacatar dicha prohibición no es desobediencia (Monseñor Schneider)



1. La liturgia romana tradicional de la Misa fue la liturgia de nuestros antecesores católicos. Fue el rito de la Misa con el que se evangelizaron la mayoría de las naciones de Europa (salvo algunos países del Este y las localidades donde se celebra por los ritos Ambrosiano y Mozárabe), así como todas las de América y casi todas las de África, Asia y Oceanía.

2. «Lo que para las generaciones anteriores era sagrado, también para nosotros permanece sagrado y grande» (Benedicto XVI).

3. Lo malo del Misal nuevo es que abandona una historia ininterrumpida anterior y posterior a San Pío V para crear un libro enteramente nuevo (si bien compilado a partir de textos antiguos) (cardenal Joseph Ratzinger).

4. La publicación del nuevo Misal vino acompañada de una especie de prohibición de todo lo anterior, cosa sin precedentes en la historia del derecho eclesiástico y la liturgia (cardenal Joseph Ratzinger).

5. «Por mi conocimiento de los debates conciliares y mis repetidas lecturas de las ponencias de los padres conciliares, puedo afirmar con certeza que esta reforma [la actualmente representada en el nuevo Misal] no se corresponde con las intenciones del Concilio Vaticano II» (cardenal Joseph Ratzinger).

6. La liturgia romana tradicional de la Misa fue la que conocieron todos los santos de rito romano de los que tenemos noticia, al menos durante todo el último milenio; es milenaria, por tanto. Aunque se suele llamar Misa Tridentina, la misma forma exacta de la Misa ya estaba en uso desde varios siglos antes del Concilio de Trento. Todo lo que pidió el mencionado concilio fue que se declarase canónica la venerable y doctrinalmente cierta forma de la liturgia de la Iglesia de Roma.

7. La liturgia romana tradicional de la Misa es la que más afinidad tiene con los ritos orientales y da testimonio de la ininterrumpida normativa litúrgica universal de la Iglesia: «Tanto el Misal romano de San Pío V como varios ritos orientales contienen oraciones muy hermosas mediante las que el sacerdote expresa el más profundo sentido de humildad y reverencia ante los Misterios Sagrados: ponen de manifiesto la sustancia misma de la liturgia» (Juan Pablo II).

8. Por consiguiente, ni el Papa ni los obispos tienen autoridad para prohibir o restringir una forma tan venerable de la Santa Misa que fue ofrecida por los santos durante más de mil años, del mismo modo que ni el Papa ni los obispos tendrían potestad para prohibir o para hacer reformas importantes en el venerable Credo apostólico Niceno-constantinopolitano, en virtud precisamente de su uso venerable, milenario e ininterrumpido.

9. Acatar la abusiva prohibición de tan venerable forma de la Misa de los Santos, desafortunadamente promulgada por clérigos actuales en medio de una crisis eclesial sin precedentes, constituiría una falsa obediencia.

10. Por consiguiente, desacatar la prohibición de la Misa Tradicional no constituye cisma, en tanto que se siga reconociendo al Sumo Pontífice y a los obispos y que se siga rezando por ellos y respetándolos.

11. Al desobedecer formalmente tan inaudita prohibición de un patrimonio inalienable de la Iglesia de Roma no se hace otra cosa que obedecer a la Iglesia Católica de todos los tiempos y a todos los papas que diligentemente celebraron y ordenaron la preservación de tan venerable y canónica forma de la Misa.

12. La prohibición actualmente en vigor del rito tradicional de la Misa es un fenómeno transitorio; pasará. La Iglesia Romana vive hoy una especie de exilio litúrgico; quiero decir que la liturgia tradicional ha sido esterrada de Roma. Pero es indudable que un día el exilio llegará a su fin.

13. Habida cuenta de que la Misa Tradicional en latín ha estado en vigor ininterrumpidamente durante más de mil años, y estando santificada por la aceptación universal a lo largo del tiempo, por los santos y por los romanos pontífices, es parte del patrimonio inalienable de la Iglesia de Roma. Por tanto, no cabe duda de que futuros pontífices romanos volverán a reconocer y restablecer el uso de dicha liturgia tradicional.

14. Futuros pontífices expresarán gratitud a todos los sacerdotes y fieles que en tiempos difíciles y afrontando grandes presiones y falsas acusaciones de desobediencia, mantuvieron y transmitieron el valioso tesoro de la liturgia a las generaciones venideras, con espíritu de amor sincero a la Iglesia y en pro del honor de la Santa Sede.

+ Athanasius Schneider

En la festividad de San Pedro y San Pablo, 29 de junio de 2023

(Traducido por Bruno de la Inmaculada)

miércoles, 5 de abril de 2023

La persecución de Roma contra la Misa tradicional es la cuestión más importante en el mundo actual



Como Michael Matt destacó en su reciente Remnant Underground, los gobiernos tiránicos han prohibido ocasionalmente la Misa Tradicional porque han odiado la inmutable Fe Católica que encarna. La Iglesia, para que les imitemos, siempre ha presentado los santos ejemplos de aquellos católicos que han arriesgado su libertad, e incluso sus vidas, para preservar la Misa frente a tal persecución. Hoy, sin embargo, aquellos que pretenden ser la jerarquía católica en Roma nos han dado una señal inequívoca de que estos tiempos están diabólicamente desorientados: están intentando hacer más para proscribir la Misa tradicional que lo que los gobiernos tiránicos han sido capaces de hacer nunca.

Como los católicos informados comprenden, la prohibición de la Misa no sería un signo de desorden tan profundamente maligno si no fuera por la Constitución Apostólica de San Pío V de 1570, Quo Primum, que dejó inequívocamente claro que «en adelante, ahora y para siempre, en todas las provincias del mundo cristiano» la Misa tradicional debía ser la única forma aprobada, aparte de los ritos que ya habían estado en uso durante mucho tiempo:"Este nuevo rito es el único que debe usarse, a menos que la aprobación de la práctica de decir Misa de otra manera haya sido dada en el mismo momento de la aprobación y constitución de esa iglesia por la Sede Apostólica hace al menos 200 años, o a menos que haya prevalecido una costumbre de un tipo similar que haya sido seguida continuamente por un período de no menos de 200 años, casos que en su mayor parte Nos no rescindimos en modo alguno la prerrogativa o costumbre mencionadas.”

San Pío V no había ideado un «nuevo rito», sino que se había embarcado en un laborioso proceso de estudio y codificación de lo que había estado vigente durante siglos:"Decidimos confiar este trabajo a hombres doctos de nuestra selección. Ellos cotejaron muy cuidadosamente todo su trabajo con los códices antiguos de Nuestra Biblioteca Vaticana y con códices fiables, conservados o enmendados de otros lugares. Además de esto, estos hombres consultaron las obras de autores antiguos y aprobados concernientes a los mismos ritos sagrados; y así han restaurado el Misal mismo a la forma y rito originales de los Santos Padres."

Cuando se vean obligados a elegir entre esta santa y antigua Misa tradicional que ha nutrido a los santos por un lado, y el siempre cambiante y perpetuamente irreverente Novus Ordo Missae que nos ofrecen apóstatas por el otro, ¿qué elegirán los católicos cuerdos? ¿Qué elegirían todos los santos?

Sabemos, por supuesto, que las autoridades de Roma han intentado prohibir la Misa tradicional porque creen que se interpone en el camino de las «reformas» promulgadas por el Vaticano II. Sin embargo, irónicamente, las iniciativas más destacadas del Concilio deberían hacer que sus defensores animaran con entusiasmo a los fieles católicos a adherirse a la Misa tradicional. Después de todo, es este Concilio el que pone tanto énfasis en la libertad religiosa y en la necesidad de que cada individuo siga lo que le dicta su conciencia. Además, el tema dominante del ecumenismo exige el respeto de todas las creencias y prácticas religiosas, especialmente las cristianas. ¿Por qué, entonces, estos innovadores se oponen a que los católicos ejerzan la libertad religiosa para seguir sus conciencias de una manera que está dentro de la categoría de creencias cristianas aceptables?

La respuesta está clara desde hace más de cincuenta años: los innovadores saben que la Fe Católica integral encarnada por la Misa tradicional representa efectivamente un obstáculo en el camino «irreversible» del falso ecumenismo. En su La dimensión ecuménica de la Reforma Litúrgica, el P. Grégoire Celier citaba las palabras de Annibale Bugnini sobre la necesidad de eliminar estos obstáculos de la liturgia de la Iglesia:"Siempre es difícil tener que manipular textos venerables que han alimentado tan eficazmente la piedad cristiana durante siglos, y que aún hoy llevan el olor espiritual de los tiempos heroicos de la Iglesia primitiva . . . Sin embargo, hemos considerado necesario afrontar esta tarea para que la oración de la Iglesia no sea fuente de angustia espiritual para nadie . . . Al hacer estos difíciles sacrificios, la Iglesia se ha guiado por el amor a las almas y el deseo de hacer todo lo posible para allanar el camino hacia la unión de nuestros hermanos separados, quitando cualquier piedra que pudiera constituir siquiera la sombra de un riesgo de tropiezo o disgusto." (p. 25).

Esta confesión del principal arquitecto del Novus Ordo Missae no hace más que confirmar lo que está meridianamente claro para quienes han comparado la Misa de Pablo VI con la que San Pío V nos aseguró que nunca podría ser derogada. Tuvieron que deshacerse de la Misa tradicional porque desagradaba a los no católicos.

Como Michael Matt mencionó en su Remnant Underground, el falso espíritu ecuménico que animaba gran parte de la innovación del Vaticano II había sido claramente condenado por Pío XI en Mortalium Animos:"Ciertamente, semejantes intentos no pueden ser aprobados por los católicos, fundados como están en esa falsa opinión que considera que todas las religiones son más o menos buenas y dignas de alabanza, puesto que todas ellas manifiestan y significan de diferentes maneras ese sentido que es innato en todos nosotros, y por el cual somos conducidos a Dios y al reconocimiento obediente de sus mandatos. No sólo están equivocados y engañados los que sostienen esta opinión, sino que, al distorsionar la idea de la verdadera religión, la rechazan, y poco a poco se van desviando hacia el naturalismo y el ateísmo, como así se les llama; por todo ello se deduce claramente que quien apoya a los que sostienen estas teorías y tratan de ponerlas en práctica, abandona por completo la religión divinamente revelada."

Sin embargo, muchos Padres conciliares sinceros y otros católicos siguieron adelante con las novedades. Seguramente lo hicieron con la creencia de que estos esfuerzos atraerían a los no católicos a la Iglesia.

Pero hemos visto que en la mayoría de las naciones que tenían una fuerte población católica antes del Concilio ha sucedido exactamente lo contrario: al decir a los católicos que todas las religiones cristianas son agradables a Dios y que sus caminos llevan al Cielo, llevaron a muchas almas a creer que, después de todo, no necesitaban realmente seguir las enseñanzas de la Iglesia. Así que dejaron de seguirla. Y a medida que los católicos abandonaban la Fe, los defensores del falso ecumenismo redoblaron sus esfuerzos impíos, provocando el abandono masivo de la Iglesia.

¿Es todo esto completamente desconcertante o podemos encontrar una explicación sencilla? Si asumimos que los papas anteriores al Vaticano II estaban en lo cierto, el panorama resulta tan claro como trágico: los enemigos de la Iglesia (especialmente los masones) trataban de introducir errores liberales y modernistas en la enseñanza católica para subvertir la religión; pero fue en el Vaticano II, cuando finalmente lograron introducir estos sutiles errores, que han estado aprovechando desde entonces en su intento de destruir la Iglesia. Con su falso ecumenismo no pretendían llenar los bancos de las iglesias sino quitar de en medio a los católicos fieles de su camino hacia un nuevo orden mundial.

Así que hoy vemos a Francisco y sus colaboradores atacando la Misa tradicional con gran ferocidad al mismo tiempo que apoya varias iniciativas del Gran Reinicio. El hombre no está confundido; más bien persigue implacablemente una agenda anticatólica para aplastar la oposición más potente a dicho Gran Reinicio. Al hacerlo, podría decirse que está cometiendo el crimen de odio más extenso en la historia de la humanidad –perseguir a millones de católicos que simplemente quieren creer lo que la Iglesia siempre ha enseñado- todo por el bien de servir a una agenda globalista demoniaca. Esta es la cuestión más importante en el mundo de hoy.

¿Por qué el grupo de personas más malvadas jamás reunido tiene un miedo y una aversión tan desproporcionados hacia aquellos que simplemente creen en lo que la Iglesia siempre ha enseñado? Como todos los santos podrían decirnos, porque seguimos a Cristo, y nuestros enemigos siguen al príncipe de este mundo, lo sepan o no. Como tales, debemos seguir el ejemplo que los católicos irlandeses, los mártires ingleses, los vendeanos franceses, los cristeros mexicanos y los carlistas españoles nos dan para mantener la Misa y la Fe católica no adulterada que nuestros enemigos heréticos desprecian.

Nos acercamos rápidamente al momento culminante de esta batalla espiritual que involucra al mundo entero como nunca antes ha ocurrido. Por mucho que detestemos la forma en que Francisco persigue a aquellos a los que pretende representar, deberíamos verlo como una señal de que estamos haciendo la voluntad de Dios y no podemos abandonar nuestro camino. Nos interponemos en el camino de los globalistas demoníacos y no tenemos intención de ceder – sabemos que Dios los aplastará y Él nos dará toda la gracia que necesitamos para resistir mientras tanto. Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros.

Robert Morrison

martes, 28 de febrero de 2023

Arzobispo Paprocki afirma que los católicos que asisten a la Misa Tridentina son fieles a la Iglesia

CHIESA E POST CONCILIO


En nuestra traducción de InfoCatólica Monseñor Paprocki, uno de los primeros obispos en aplicar Traditionis custodes y tener su opinión [ aquí - aquí ], afirma que los católicos que asisten a la misa tridentina son fieles a la Iglesia, que los obispos deben tener la autoridad para permitir que continúen e insta a un enfoque más localizado. Aquí el índice de artículos sobre Traditionis Custodes y posteriores..

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A medida que el Vaticano comienza a tomar medidas enérgicas contra los obispos que han otorgado dispensas a las parroquias que ofrecen Misa tradicional, al menos un obispo defiende a la comunidad dentro de su diócesis e insta a un enfoque más localizado.

El obispo Thomas Paprocki de la Diócesis de Springfield, Illinois, le dijo a CNA que la comunidad de Misa en latín en su diócesis es leal a la Iglesia y que los obispos deberían tener la autoridad para permitirles continuar. Él declara: "Creo que los obispos diocesanos locales están mucho más en sintonía con lo que está sucediendo en su diócesis que una oficina en Roma".

El 16 de julio de 2021, el Papa Francisco emitió un motu proprio titulado Traditionis custodes , ordenando a los obispos que designen lugares para las misas tradicionales, prohibiendo que sean iglesias parroquiales. Dado que algunas parroquias ya tenían prósperas comunidades de Old Mass, varios obispos ofrecieron dispensas para permitir que algunas parroquias continuaran con las celebraciones.

El 21 de febrero de 2023, el cardenal Arthur Roche, prefecto del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, emitió un rescripto, que es una aclaración formal del Vaticano. Afirma que estas dispensas están reservadas a la Santa Sede y ordena a los obispos que ya hayan otorgado dispensas que "informen al Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, que evaluará los casos individuales".

En una carta que acompaña a la Traditionis custodes , el Papa Francisco justificó sus restricciones iniciales argumentando que la celebración de la forma más antigua de la Misa “a menudo se caracteriza por un rechazo no sólo a la reforma litúrgica, sino al mismo Concilio Vaticano II”.

Paprocki, quien ha celebrado Misa en las dos iglesias de su diócesis que ofrecen la Misa en latín, dijo a CNA que en esas comunidades "no lo ha notado en absoluto", y agregó: "Encuentro que la gente allí es muy dócil a las enseñanzas". de la Iglesia, muy dispuestos a seguirlos. Son católicos muy fieles".

El obispo también cuestionó si el rescripto es consistente con la intención original del Santo Padre en la Traditionis custodes , señalando que la iniciativa de esta clarificación fue tomada por el Cardenal Roche, en lugar del Papa Francisco. Explicó que Traditionis custodes es un motu proprio y como tal es un decreto papal por iniciativa del pontífice. Un rescripto, que representa una aclaración, es una respuesta a una petición iniciada por otra persona, en este caso, el Cardenal Roche. [Debido a la jerarquía de fuentes, un motu proprio como TC no podría corregirse con un simple rescripto - ndT]

"No fue el Santo Padre quien tomó la iniciativa", dijo el arzobispo Paprocki, pero es "la iniciativa del cardenal Roche".

El obispo Paprocki señaló que la carta adjunta al Papa sugería que su intención era empoderar a los obispos. En la carta, el Papa dijo a los obispos que "les corresponde a ustedes autorizar ... el uso del ' Missale Romanum ' de 1962 " y "les corresponde a ustedes... establecer caso por caso base la realidad de los grupos que celebran con este ' Missale Romanum '”.

“Cuestiono la sabiduría del [rescripto] basado en el principio de subsidiariedad”, dijo el obispo. Dijo que la subsidiariedad sugiere que estas decisiones se toman "generalmente a nivel local".

Como ya había rumores de que el Vaticano centralizaría la autoridad sobre el asunto, Paprocki se adelantó al rescripto tomando medidas adicionales para asegurarse de que Traditionis custodes no afectaría a ninguna de las Misas en latín dentro de su diócesis.

En enero de 2022, Paprocki cambió formalmente el nombre de Sacred Heart Springfield como iglesia no parroquial. Pudo hacer esto porque la parroquia, St. Katharine Drexel, ya tenía dos iglesias, "solo para despejar cualquier duda... Pude rediseñar esa iglesia", dijo Paprocki. "Eso me permitió cuidar de la Iglesia del Sagrado Corazón".

Ahora la única iglesia parroquial que ofrece la Misa tradicional en latín es Santa Rosa de Lima en Quincy, cuyo párroco es miembro de la Sociedad Sacerdotal de San Pedro (FSSP). Dado que la FSSP recibió una dispensa del Vaticano, Paprocki dijo que el rescripto no se aplicaría a ellos, hasta donde él sabía. Dijo que el folleto "les permitió continuar haciendo lo que están haciendo".

Sin embargo, en todo el país, algunas iglesias que ofrecen la Misa en latín continúan operando solo sobre la base de las dispensas proporcionadas por sus obispos. CNA se ha puesto en contacto con varias diócesis, pero solo dos han respondido al momento de la publicación.

Un vocero de la Arquidiócesis de Denver dijo que la arquidiócesis "cumplirá con todo lo que se le pida" y un vocero de la Diócesis de Lake Charles, Luisiana, dijo que la diócesis "hace todo lo posible para respetar el derecho canónico y litúrgico y confía en su autoridad pontificia". universidad como expertos legales capacitados para ofrecer orientación.

Algunas diócesis, como la de Arlington, ya han recibido permiso del Vaticano para ofrecer dispensas a algunas parroquias. Estas exenciones son solo temporales y caducan después de un cierto período de tiempo. En el caso de Arlington, tres parroquias han recibido una subvención de dos años: Mission San Antonio en el condado de King George, Santa Rita en Alexandria y Saint John the Beloved en McLean. Para la Misa antigua, el obispo también ha señalado otras cinco opciones que no se encuentran en las iglesias parroquiales.

En otras diócesis, como la Diócesis de Winona-Rochester, los obispos han tratado de acomodar a los asistentes a la Misa antigua asignándoles nuevos lugares fuera de las iglesias parroquiales. En el caso de Winona-Rochester, el obispo Robert Barron ha designado una nueva capilla para la celebración de la Misa en latín que no está ubicada dentro de una iglesia parroquial.

[Traducción de la Iglesia y el posconcilio]

miércoles, 22 de febrero de 2023

Tiempo de penitencia ¿sinodal?, la caza de brujas con la misa de siempre, los jesuitas y su Rupnik, el jardín de la amistad, España sin vocaciones.



Miércoles de ceniza, Roma amanece, son ahora las 8,30 de la mañana, días grises de temperaturas más calmadas. Audiencia en el formato habitual, estirando a los asistentes en una lucha imposible por cubrir los vacíos. El Papa Francisco entra con bastón y se censuran las imágenes de la salida. Nos enfrentamos a otra jornada de noticias de fondo, y no pequeño. Empezamos por lo serio y 
Viganò nos ofrece sus reflexiones sobre el día de hoy. «Solo hay una cosa que mueve al Señor a la compasión, ante la multitud de nuestros pecados: la penitencia. Esa penitencia sincera que confirma en la actitud exterior el verdadero arrepentimiento por las faltas cometidas, la intención de no volver a cometerlas, la voluntad de repararlas y sobre todo el dolor por haber ofendido con ellas a la divina Majestad».
Este día se imponía un período de penitencia, hasta el Jueves Santo, en el que el obispo les daba la absolución, a los pecadores públicos: Ecce ejicimini vos hodie a liminibus sanctæ matris Ecclesiæ propter peccata, et scelera vestra, sicut Adam primus homo ejectus est de paradiso propter transgressionem suam». El Jueves Santo, volverían a aquellas puertas con la misma ropa humilde, de rodillas, con un cirio apagado en la mano: «Restaura en ellos, Apostólico Pontífice, lo que las seducciones del diablo han corrompido; por los méritos de vuestras oraciones y por la gracia de la reconciliación, acercad a estos hombres a Dios, para que los que en otro tiempo se avergonzaban de sus pecados, ahora se regocijen para agradar al Señor en la tierra de los vivientes, después de haber derrotado al autor de la propia ruina».
«¿Por qué los Pastores ya no nos hablan del pecado original, del vía crucis, de la necesidad de la penitencia? ¿Por qué la justicia divina es silenciada o negada, mientras que la misericordia de Dios es distorsionada y frustrada, como si tuviéramos derecho a ella sin importar nuestra contrición? ¿Por qué oímos que no se debe negar a nadie la absolución, cuando el arrepentimiento -como enseña el Concilio de Trento- es materia inseparable del sacramento, junto con la confesión de los propios pecados y la satisfacción de la penitencia? ¿Por qué es silenciada la meditación de la Muerte, la existencia del Juicio, la realidad del Infierno para los condenados y el Paraíso para los elegidos?»
Cada vez más vemos que hay unos ‘poderes’ superiores transversales, los jesuitas, Sant’Egidio, las mafias de San Gallo, etc.), y un pueblo católico, muy unido pero poco organizado, que poco tiene que ver son sus ‘superiores’. Hemos llegado a un punto que la desaparición de todo lo enunciado y, otras muchas realidades que todos tenemos en la mente, causaría, una enorme tranquilidad primaveral. Culto divino publica un Rescripto ad hoc, fruto de una audiencia con el Papa Francisco. La dirección no es prohibir totalmente, por ahora, sino poner más y más dificultades, los obispos son libres para negar pero no para conceder.

Mientras se habla y se habla de sinodalidad por todas partes, dejando que cada uno elija el camino que prefiera, ya sea «a la francesa» o «a la alemana» o «en salsa amazónica», la Santa Sede tiene miedo a un tipo concreto de celebración de la Misa elogiada por santos y papas. 
No es explicable tal furia del Papa Francisco hacia lo que «fue sagrado y grande para las generaciones anteriores» y «no puede ser… prohibido ni juzgado nocivo», como irrefutablemente afirmaba Benedicto XVI. Con un pobre ‘rescripto’, fechado el 20 de febrero, se sustrae al obispo diocesano el papel de «moderador, promotor y custodio» de la liturgia y el Santo Padre se reserva «la concesión del uso a iglesias parroquiales o la erección de nuevas parroquias personales y la autorización para celebrar según al Missale Romanum de 1962 para los sacerdotes ordenados después de la Traditionis Custodes». Los obispos son libres, sí, pero solo para negar, cosas de la sinodalidad selectiva.
El 2 de febrero el Papa Francisco: «Me gusta el rito congoleño, porque es una obra de arte, una obra maestra, litúrgica y poética» y lo definió como “un camino prometedor también para la posible elaboración de un rito amazónico”. Lo que se dice en Oriente se niega en Occidente, volviendo a levantar esos muros sólo frente a los fieles que se nutren espiritualmente de la tradicional liturgia romana. Donde queda el famoso «¿Quién soy yo para juzgar?»: estos son «más protestantes que católicos», «rígidos», «pelagianos» y demás. Es sospechosa la coincidencia de «cacería de brujas» con la administración del católico Biden persiguiendo a los «católicos tradicionales».

Comunicado oficial de los jesuitas sobre el caso Rupnik. Seguimos sin aclarar quién y por qué decidió, pocos días después de la condena, la revoca de la excomunión «Latae Sententiae». Si la remisión tuvo lugar sin el conocimiento del Papa Francisco, ¿por qué el Papa, habiéndose dado cuenta de ello, la tomó tan a la ligera? ¿Los obispos son removidos solo por retrasar las denuncias en casos de pedofilia, y quienes remiten una excomunión tan severa ni siquiera les dicen “no lo vuelvas a hacer?». El comunicado no fue presentado en rueda de prensa, como suele ocurrir en estos casos, para evitar preguntas incómodas. No olvidamos que el caso lo conocemos por una filtración a un medio digital que provoca las necesarias aclaraciones, que no llegan, en quienes quisieron ocultarlo todo. Todo suena a un infantil ‘yo no he sido’, estos jesuitas ya no son lo que eran, la decadencia se nota.

En la farragosa declaración parece que, en el caso Rupnik, los jesuitas todavía están en el año cero. Se limitan a hipotizar, con un desprecio radical por la inteligencia y la memoria, aunque sea breve, de sus interlocutores. Reconocen que: «Los comportamientos informados del padre Rupnik tuvieron lugar en varios períodos entre mediados de la década de 1980 y 2018. Cubren un lapso de tiempo de más de treinta años». » La naturaleza de las denuncias recibidas tiende a excluir la relevancia penal del comportamiento del padre Rupnik ante las autoridades judiciales italianas. Sin embargo, la relevancia de éstos desde un punto de vista canónico y en relación con su vida y su responsabilidad religiosa y sacerdotal es muy diferente».

«El Superior Mayor del P. Marko Rupnik, el P. Johan Verschueren, después de haber leído el informe y todo el dossier proporcionado por el Equipo Referente – a quien queremos agradecer aquí sinceramente el enorme y delicado trabajo realizado– confirma que la variedad de testimonios recibidos, combinado con lo que ya se sabe, demuestra cómo deben tomarse en serio y considerarse plenamente». Después de treinta años de ‘tolerancia’ reconocida, los mismos superiores ‘mayores’ ahora sí, una vez pillados, reconocen que no fueron superiores ni mayores, y «declaran que es su firme intención proceder con medidas que aseguren que no se produzcan situaciones análogas a las referidas». Parece que «como medida cautelar, ha endurecido las normas restrictivas en su contra al prohibirle cualquier ejercicio artístico público, especialmente en estructuras religiosas (como iglesias, instituciones, oratorios y capillas, casas de retiro o de espiritualidad). Por lo tanto, estas restricciones se suman a las ya vigentes (prohibición de toda actividad pública ministerial y sacramental, prohibición de comunicación pública, prohibición de salir de la Región del Lacio).

La Santa Sede vuelve a la XVIII Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia con un Pabellón dedicado a la amistad social. La presencia de la Santa Sede, explicó Tolentino de Mendonça, pretende ser una «declaración del deseo de la Iglesia estar cerca, no solo del mundo de la arquitectura, sino de las artes en general y debe ser visto como una declaración programática de cómo el Dicasterio tratará de asegurar la presencia de la Iglesia en aquellos lugares, eventos y espacios donde se reúnen los artistas». «La Santa Sede dedicará su pabellón nacional de la Bienal al tema de la amistad social, particularmente querido por el Papa Francisco, quien habló de ello en Laudato si’ (2015) y en Fratelli tutti (2020)». La exposición lleva por título: «Amistad social: encuentro en el jardín» e invitará a los visitantes a» cuidar el planeta como nos cuidamos a nosotros mismos y celebrar la cultura del encuentro».

Las teorías del calentamiento global, son abrazadas y promovidas con un proselitismo digno de mejor causa, por el Papa Francisco y por la actual administración del Vaticano. Tosatti, en su Stilum Curiae, nos ofrece un artículo que revela las mentiras que se difunden sobre el clima, el calentamiento global, y demás dogmas considerados ‘progres’. «La más influyente» entre los críticos de la ideología climática afirma que «las políticas de eficiencia energética no tienen sentido, no tienen éxito en ninguna parte, los costos siempre superan los beneficios, el mundo está inundado de energía barata, lo único que encarece la energía es la mala política del gobierno, las políticas verdes conducen al desastre, con el caos social y un mayor control de los gobiernos. Los datos oficiales del gobierno de Estados Unidos dicen que nos enfriamos, de 2015-2022 un -0,11 °C, pero oficialmente seguimos con el calentamiento.

Nos duele dar esta noticia que vemos hoy en los medios italianos sobre España. Desde el Concilio Vaticano II, las vocaciones en España, con 47 millones de habitantes, se han secado. En 1965 en España había 8.000 seminaristas, en 2000 el número descendió a 1.737 y en 2020 a 1.028 (-40%). En 2021, había 179 novicias y 65 novicios para reemplazar a los 44.000 religiosos y religiosas. La catástrofe se acrecienta por días y la Archidiócesis de Barcelona, con 2 millones de católicos, tiene 26 seminaristas. En Gerona, quedan poco más de cien sacerdotes, con una edad media de 73 años. En Vic han muerto 144 sacerdotes desde 2003, mientras que se han ordenado 15. En el periodo 2000-2019, España pasó de 227 ordenaciones a 125, Alemania de 140 a 55, Francia de 150 a 94, Italia de 520 a 310, es un proceso que no ha mejorado, ha empeorado y mucho, en los diez años del Papa Francisco. ¿Esto es lo que algunos llaman primavera?

«…y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará».

Buena lectura.