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viernes, 11 de marzo de 2022

“El camino sinodal va derecho hacia un cisma” (Matteo Matzuzzi)



Esta es una entrevista aparecida en Il Foglio, Mar-11-2022, con Dorothea Schmidt, participante en el llamado “camino sinodal” alemán y representante de la parte minoritaria y cuasi-invisible del mismo. Traducción de Secretum Meum Mihi (con algunas adaptaciones)



Un Sínodo de partido

El proceso sinodal alemán cobra vida, listo para presentar las peticiones vinculantes “al Papa o a un Concilio”. Entrevista a la escritora Dorothea Schmidt, miembro de la asamblea que discute y vota.


Dorothea Schmidt es una joven periodista y escritora alemana y forma parte de la asamblea sinodal alemana que desde hace un tiempo se reúne periódicamente para preparar los documentos que luego serán enviados a Roma, presentados —como se estableció el pasado mes de febrero— “a la atención de del Papa o de un Concilio”. Del Sínodo alemán se sabe todo, sabemos la fuerza del impulso que quisiera cambiar mucho, desde la ordenación de mujeres a la moralidad sexual, hasta la puesta en discusión del celibato sacerdotal.

Le preguntamos cómo vive su participación en una organización que deberá tomar decisiones tan fundamentales.

“El camino sinodal alemán nace para contrastar los casos de abuso dentro de la Iglesia católica. Esta es sin duda un motivo válido y una tarea necesaria. Desgraciadamente, sin embargo, he tenido que constatar toda una serie de peticiones, también expresadas de forma oculta en las cláusulas, que no son por decir poco preocupantes: no sólo deberíamos hacer saltar por los aires la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad, adoptar una lenguaje y un pensamiento conforme a la teoría de género, sino también abolir el sacerdocio —o al menos someterlo a discusión—, instituir sacramentos LGBT e introducir una estructura de llamados ‘consejos’. El orden de la creación debería ser reemplazado por una antropología de género con diversas identidades sexuales. El tema del que partimos, que es la lucha contra el abuso, se trata sólo superficialmente. En realidad, después de más de dos mil años de historia, se está intentando derribar la doctrina de la revelación bíblica. Y, de hecho, el camino sinodal ha declarado abiertamente que ni la Escritura ni la tradición pueden seguir considerándose vinculantes. En la práctica, parece rendirse a la mentalidad de nuestra época, de hecho, la valora como uno de los signos de los tiempos y afirma que el sensus fidei fidelium no puede equivocarse. ¡Ciertamente no se entiende en este sentido por el Vaticano II! A menudo me pregunto en qué tipo de ambiente terminé”.

Empecemos por lo básico: ¿cómo se compone la asamblea sinodal?

“La asamblea sinodal está compuesta por todos los miembros de la Conferencia Episcopal Alemana y del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZdK); todos los demás participantes fueron convocados según criterios poco transparentes; la casi totalidad ha sido designada por el ZdK o por algunos obispos. Sobre todo, la presencia del ZdK, cuyas raíces se remontan al siglo XIX, le da a la asamblea un tono netamente político. Hay, de hecho, funcionarios de organizaciones y asociaciones liberales y de izquierda, que no son para representar a la totalidad del laicado alemán y, dominando la asamblea sin haber sido elegidos legítimamente, favorecen un cambio sustancial en el Magisterio. Una situación similar se daría —por ejemplo— si para una votación destinada a detener la impermeabilización de los suelos sólo se llamara a los contratistas de construcción para que votaran. El resultado de la votación sería seguro incluso antes de que se cuenten los votos. Desafortunadamente, la minoría a la que yo también pertenezco, alrededor del 20 por ciento de los participantes, percibe con dolorosa claridad que no ser del agrado de la mayoría, debido a la lentitud provocada por nuestras objeciones al proceso emprendido. Sin embargo, no hacemos más que repetir lo que dijo el Papa Francisco, es decir, que para una reforma se necesita conversión, oración, el Espíritu Santo, discernimiento y evangelización. No puede haber reforma sin conversión”.

¿En qué sentido afirma esto?

“El camino sinodal pone al margen el orden de la creación, construye una nueva imagen del hombre y de Dios, asumiendo la mentalidad de la época, quiere poner el Magisterio de la Iglesia sobre un fundamento humanista e impostarlo según la mentalidad corriente. En el camino sinodal no se menciona a Jesús, ni a María como personas vivientes, ni se habla de conversión. Aparte de algunas pequeñas oraciones en voz alta de vez en cuando, no se vuelve a Dios y no se trata de escucharlo. En tres días celebramos una sola santa misa, a pesar de la presencia de muchos sacerdotes y obispos. Sin embargo, ya sabemos por la historia, que toda reforma estructural nace de una renovación espiritual desde adentro, en el Espíritu Santo, de un giro existencial hacia Dios. Yo por lo menos no arriesgo a creer que la Iglesia atraiga nuevos miembros y que más personas podrán aprender a conocer y amar a Jesús si hay mujeres detrás del altar o si los obispos anuncian el sexo libre para todos o si la celebración de la Eucaristía se sustituye por la celebración de la Palabra. (Sin conversión, cualquier reforma es solo un plagio comercial. Es como querer curar pacientes obesos con productos de pastelería). Me pregunto sinceramente: ¿Mantenemos todavía la mirada fija en el Evangelio?”.

A menudo se lee sobre desacuerdos internos en el proceso sinodal, pero el mensaje que se transmite es el de una unidad de puntos de vista casi total. ¿Qué atmósfera se respira realmente en el camino sinodal?

“La atmósfera mayormente se asemeja a un congreso de partido. Es totalmente diferente a lo que he experimentado hasta ahora como Iglesia. Conozco una Iglesia con mujeres y hombres de todas las edades, con laicos y clérigos, donde todos juntos alaban, viven los sacramentos, hacen de catequistas, comparten experiencias, se corrigen y se regocijan juntos en el Señor. Para mí el camino sinodal es el opuesto perfecto de todo esto. Es un camino que conduce desde la Iglesia Católica hacia una comunidad protestante-liberal de burócratas eclesiásticos y académicos. Me parece encontrarme en un escenario político, siempre dispuesto a ajustarse a las preferencias de los electores, donde predomina una atmósfera que va de los tenso a lo agresivo, con tonos políticos ásperos, con silbidos y protestas y mayorías programadas. Hasta la tercera asamblea sinodal siempre había participantes que mostraban carteles rojos o verdes en señal de aprobación o desaprobación de las contribuciones al diálogo. Para un obispo en particular, las señales rojas volaron alto incluso antes de que hablara, cada vez que pedía una intervención. Las premisas con las que trabaja el camino sinodal están en evidente contraste con todo lo que el Papa Francisco quiere decir con la palabra sinodalidad, es decir, ante todo, escuchar, escuchar, escuchar al Espíritu de Dios, más que hablar, hablar, hablar. Nos encontramos teniendo un estilo de debate verdaderamente extraño. Lo que falta del todo es vivir como hermanas y hermanos en el Señor, la oración, la escucha del Espíritu de Dios, el discernimiento comunitario, un diálogo verdaderamente digno de llamarse así. Hay solamente un no diálogo y un grupo que huye de Roma”.

¿Cuáles son los temas que generan más tensiones?

“No todo cambio es una reforma. Alrededor del 80-90 por ciento de los participantes en el Camino Sinodal quieren cambiar las estructuras, dar un fundamento humanista al Magisterio de la Iglesia y adaptarlo a la mentalidad predominante. Para la mayoría de los miembros, la revelación divina en las Escrituras y la tradición no es vinculante para siempre. Incluso ahora se está pidiendo permiso para reescribir y modificar el Catecismo. Solo el 10-20 por ciento ven la reforma como una renovación espiritual. Otro aspecto es la perspectiva sobre el orden de la creación de Dios y sobre la ética del amor humano. La mayoría se inclina ante la ideología de género y considera la creación divina del hombre y la mujer una mera interpretación históricamente condicionada. El binarismo de género se licua al punto de que es prácticamente irrelevante quién era Jesús y quién lo representa; es decir, no importa si el alter Cristo frente al altar es un hombre, una mujer, un hombre nacido mujer o una mujer nacida varón. La casi totalidad de los participantes quiere derrocar por completo la doctrina moral de la Iglesia. Otro punto crucial es el sacerdocio ministerial. No se trata simplemente de la ordenación de mujeres, sino que uno se pregunta si sigue siendo necesario el ministerio presbiteral y si los obispos deben ser elegidos por el pueblo; ¿Y si el pueblo se ha apartado de Dios? ¿Qué obispos serán entonces elegidos? Se tiende a confundir poder y autoridad, sacerdocio común y sacerdocio ministerial. Otra cuestión fundamental es sin duda la idea de libertad. La mayoría equipara la libertad con la máxima ‘autonomía’ posible, mientras que la minoría enfatiza que la libertad no es una ‘opción’, sino que significa practicar las virtudes por hábito moral. La libertad como arbitrariedad es esclavitud. En conclusión, podemos decir que el camino sinodal no sigue los pasos de Jesús, sino que exige al Señor seguir los pasos de los sinodales”.

Entre los temas que son queridos por el Papa Francisco está también la nueva evangelización a la que se le debe dar un papel central en el proceso sinodal y también en la Iglesia en general. ¿Qué iniciativas ha tomado hasta ahora la asamblea sinodal en este sentido?

“Lamentablemente, la presidencia del camino sinodal rechazó todas las peticiones del Santo Padre de incluir la nueva evangelización entre los ejes fundamentales del proceso sinodal. Ni siquiera la exhortación de los obispos ha dado fruto. Muchos participantes entendieron las orientaciones que el Santo Padre había dado para orientar el camino sinodal como un estímulo para continuar en la dirección tomada, es decir, cambiar radicalmente la Iglesia y asimilarla a las iglesias protestantes. Según ellos, precisamente estos cambios constituirían la nueva evangelización”.

Como misión especial, el Papa Francisco invita a ir a los márgenes, a las periferias existenciales. ¿Cómo ve cumplida esta misión en el camino sinodal?

“El camino sinodal es un asunto de académicos. Para cada tema nos esperan montañas de documentos de difícil lectura, en los que esencialmente cada párrafo plantea una objeción o una corrección. Me siento como si estuviera en un curso de teología de una universidad pública. Ciertamente no se puede hablar de un movimiento hacia los marginados. Estamos lejos de renunciar a los privilegios de los sacerdotes y obispos para dar un testimonio real de vida evangélica. Y muchos observadores externos no logran comprender en lo más mínimo las decisiones que toma el camino sinodal. Sienten la confusión provocada por un giro de 180 grados que desquicia todo lo aprendido a lo largo de su vida, todo lo que la Iglesia ha enseñado durante más de dos mil años. La prensa, sin embargo, cree que el camino sinodal es la única salida a la crisis de la Iglesia. Sin embargo, sabemos que todavía hoy solo Cristo es el camino, la verdad y la vida”

¿En qué consiste, según Usted, el papel de los obispos, de los consagrados, de los presbíteros y diáconos?

“A menudo me he preguntado cómo es posible que los obispos, que durante su consagración prometieron solemnemente enseñar y custodiar fielmente el Magisterio de la Iglesia, lleguen a traicionar esta enseñanza, pensando en reescribirla fácilmente. Sin embargo, esto es precisamente lo que está sucediendo, incluso si las decisiones del camino sinodal no tienen legitimidad desde el punto de vista del derecho canónico. Tampoco esperan el visto bueno del Papa para implementar las resoluciones, pero ya están implementando lo decidido. Para junio pretenden cambiar la ley laboral eclesiástica. Para mí sería deseable una tregua, para decir: ‘¡Alto a todos! Tenemos que retirarnos en aislamiento. Debemos orar, dejar a Dios indicar los caminos a tomar y suplicarle que nos done la unidad en el Espíritu Santo’. En cambio, la mayoría de los obispos han caído como fichas de dominó, tratando de justificar y legitimar los pecados de los hombres, un estilo de vida contra la Iglesia, con argumentaciones humanístico-teológicas, inspiradas en la mentalidad corriente. Yo diría que ya están siguiendo un evangelio-placebo”.

¿Y en cuanto a la acusación hecha contra el camino sinodal de instrumentalizar loa abusos?

“La presidencia del camino sinodal y muchos participantes se refieren al estudio MHG encargado por la Conferencia Episcopal Alemana. Desafortunadamente, este estudio presenta contradicciones y numerosas dificultades metódicas. El estudio MHG ha recibido duras críticas de, por ejemplo, el psiquiatra y teólogo Manfred Lütz. Según él, el estudio de MHG se basa en muy pocos datos y los supuestos resultados no son comprobados. Lütz critica el estudio como poco científico, en gran parte. Además, faltaría una discusión científico-crítica de los resultados, en lugar de argumentos no comprobados, afirmaciones poco o nada representativas y, por lo tanto, difícilmente utilizables. Sin embargo, los artífices sinodales se refieren a este estudio para aprobar demandas como la abolición de la doctrina sexual de la Iglesia. Aquí también toman la palabra algunas víctimas de abusos, para testimoniar cuánto les hubiera gustado que sus verdugos se hubieran mantenido fieles a la enseñanza de la Iglesia. No se puede culpar a la doctrina de la Iglesia por los horribles actos que se han cometido. El autor del crimen es siempre responsable, a menudo por un alejamientos de los preceptos de Dios, cualquiera que lo haga notar es inmediatamente desacreditado y reprochado. A menudo se constata en el debate excesos de emotividad y maquinaciones deliberadas para montar escándalos, pequeños y grandes. Recordemos el caso del arzobispo de Colonia, Rainer Maria Woelki. Este cardenal ha sido difamado de todas las formas posibles e imaginables por la prensa y por las redes sociales. Me parece precisamente que están tratando de sacarlo de cualquier rol activo. Pero en realidad ningún otro obispo ha sido tan consistente como él en resolver el escándalo de abusos en su diócesis. La instigación al escándalo y la excesiva emotividad ofuscan la visión de los hechos y quitan la base para un debate honesto, objetivo y calmado. Por eso, la discusión pierde fácilmente los objetivos fundamentales: falta de fe, falta de conocimiento necesario de la fe y falta de relación con Cristo. Cuando se trata de abusos en el camino sinodal, el contexto casi siempre es el de hacer pasar los cambios esperados de la Iglesia. La afirmación de obispos críticos y de algunas víctimas de que se trata de un abuso de los abusos no es en absoluto la provocación de una minoría, sino que es simplemente la verdad de los hechos. Si queremos poner a plena luz este oscuro capítulo, debemos afrontar la verdad y proceder con objetividad”.

¿Cuáles serán, a su juicio, las consecuencias de las decisiones del camino sinodal?

“En realidad son presentes dos frentes opuestos, y el foso que los separa es cada vez más profundo. La atmósfera se vuelve agresiva, especialmente hacia nuestra minoría que busca una posición central y se opone a inventar una Iglesia completamente nueva, como si solo fuera Alemania. El camino sinodal va derecho hacia un cisma. Y este cisma en realidad ya está presente, donde obispos individuales socavan el derecho eclesiástico del trabajo, bendicen a las parejas homosexuales, donde la misa es presidida por mujeres. Por eso era lógico que el Papa, como una piedra en el fuego, dijera: ‘Por favor, amigos, déjenlo en paz’. Pero muchos participantes en el camino sinodal se limitan a quejarse y siguen haciendo lo que quieren, pisoteando a la Iglesia universal y llamando extremistas a todos los que luchan por la unidad con la Iglesia universal. En mi opinión, sería deseable que la Congregación para la Doctrina de la Fe o el Papa pusieran fin al camino sinodal. De lo contrario, la división de la Iglesia será imparable. Se está formando una Iglesia alemana particular que se inclina al espíritu del tiempo. Los obispos, sin embargo, no deben convertirse en marionetas en manos de la mentalidad de la época (y cambiar sus mitras por gorros de bufón), deben, por el contrario, mantener la unidad con el Papa y con la Iglesia universal”.

¿Y en cambio cuál es su idea de reforma?

“Tenemos que mirar las emergencias reales: muchos ya no creen en un Dios real, vivo y presente. El conocimiento necesario de la fe falta en todas partes. Demasiados ni siquiera conocen las oraciones más comunes y las principales recurrencias del año litúrgico, no tienen idea de quién es el Espíritu Santo ni lo qué hace. Es de aquí que la Iglesia debe partir. Necesitamos urgentemente una mejor catequesis, de una inserción más plena y vital en el Cuerpo de Cristo, en lo que la Iglesia cree, en su forma de vivir, en todo lo que espera. Necesitamos de los sacramentos, de todos los sacramentos, de manera integral, para que las personas se curen, se nutran y se reconcilien. Necesitamos un anuncio del Evangelio lleno de pasión, que impulse a emprender el camino del seguimiento de Jesús. Necesitamos una escuela de oración, donde podamos aprender a experimentar verdaderamente la presencia santa y sanadora de Dios, como un Padre lleno de amor misericordioso e infinito. La experiencia de ser amado debe repetirse una y otra vez, la experiencia de que el anuncio de Jesús tiene una fuerza transformadora que puede hacer florecer toda nuestra vida. Sueño con una Iglesia que ponga en el primer puesto el Evangelio, que lleve directamente a Jesús, que sepa ser exigente, que brille en la alegría de haber descubierto a Dios. Ser la Iglesia de Jesús es un desafío, es verdad, pero da auténtica alegría y una profunda e indescriptible sensación de realización. Sueño con una Iglesia que no deje meter de los demás en la boca lo que tiene qué decir, sino que dé testimonio gozoso de su esperanza, con un corazón ardiente. No podemos hacer esto si no hemos aprendido a conocer y amar a Cristo, si no nos hemos dejado inflamar por él. Las estructuras, los ritos y las tradiciones no contagian, no atraerán a nadie a la fe, si falta una relación vital y auténtica con Jesucristo. Hans Urs von Balthasar lo expresó admirablemente: ‘Ser cristiano significa ser aferrado’. Solo cuando nos dejemos atrapar seremos capaces de reavivar el fuego de la fe en nuestra tierra y mantenerlo encendido”.

Matteo Matzuzzi