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miércoles, 18 de junio de 2025

Índice del artículo: Bergoglio, la ambigüedad

ECCLESIA E POST CONCILIO

Jueves, 8 de mayo de 2025

 Índice del artículo: Bergoglio, la Iglesia y un lobby poderoso
Relacionado con: Índice de reacciones de obispos y otros a la « Fiducia supplicans » ( aquí )


Índice de reacciones de obispos y otros a la 'Fiducia supplicans'


ECCLESIA E POST CONCILIO



Jueves, 21 de diciembre de 2023


Conectado con:
El lobby gay de Bergoglio, ambigüedad ( aquí )

lunes, 16 de junio de 2025

El voto útil no es democracia: es la trampa perfecta del bipartidismo | Albert Mesa Rey

ADELANTE ESPAÑA




El voto útil es el mayor engaño de la democracia moderna: una manipulación calculada para perpetuar el poder de los mismos de siempre, disfrazada de sentido común. Nos venden la idea de que votar con miedo es “ser responsable”, cuando en realidad es renunciar a la soberanía. No es pragmatismo, es sumisión. No es estrategia, es complicidad con un sistema podrido que teme a la pluralidad. Cada vez que cedemos al chantaje del “mal menor”, regalamos nuestro voto a quienes llevan décadas traicionándolo. ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo esta mentira?»

Índice de contenidos

El voto útil: un espejismo antidemocrático que perpetúa el bipartidismo

En cada ciclo electoral resurge el mismo mantra: el voto útil. Una estrategia presentada como pragmática, casi como un deber cívico, para evitar la «fragmentación» o el «desperdicio» del sufragio. Pero tras esta aparente racionalidad se esconde una trampa política que ahoga la pluralidad, consolida el duopolio partidista y vacía de significado la democracia representativa.

El mito del voto útil: ¿útil para quién?

El voto útil no es más que un mecanismo de coerción psicológica impulsado por los grandes partidos y los medios afines. Se nos dice que votar a opciones minoritarias es «regalar el poder al adversario», como si el electorado debiera plegarse a una lógica binaria ajena a sus preferencias reales. Este discurso, lejos de ser neutral, beneficia exclusivamente a las fuerzas mayoritarias, que instrumentalizan el miedo al «mal menor» para secuestrar el voto crítico.

La democracia no consiste en elegir entre lo menos malo, sino en representar la diversidad ideológica de la sociedad. Cuando se reduce el debate a un cálculo-táctica entre dos opciones, se empobrece el debate público y se excluyen alternativas necesarias.

Consecuencias perversas: el círculo vicioso del bipartidismo

El voto útil no solo distorsiona la voluntad popular, sino que consolida un sistema oligárquico donde PP y PSOE —o sus equivalentes en otros países— se alternan en el poder sin resolver problemas estructurales. La amenaza del «caos» por la pluralidad es una falacia: la verdadera inestabilidad surge de gobiernos sin mayorías sólidas que negocian con fuerzas heterogéneas.

Además, esta dinámica ahoga la innovación política. ¿Cómo pueden surgir nuevos proyectos si se les niega a priori la posibilidad de crecer? Los partidos emergentes son tachados de «irresponsables» por no someterse a la lógica del bipartidismo, mientras los mismos actores de siempre cosechan votos por inercia.

La falacia del «voto desperdiciado»

El argumento más cínico es el del «voto perdido«. ¿Perdido para qué? ¿Para las estadísticas? Un voto es legítimo cuando expresa convicciones, no cuando se somete a un algoritmo electoral. Si la ciudadanía internaliza que solo dos opciones son viables, el sistema se autoperpetúa: los sondeos reflejarán esa distorsión, los medios la amplificarán y los votantes actuarán en consecuencia. Es una profecía autocumplida.

Peor aún: el voto útil incentiva la despolitización. Cuando las urnas se convierten en un mero trámite para «evitar lo peor«, se pierde el vínculo entre representantes y representados. La abstención y la desafección aumentan, y la democracia se reduce a un teatro donde solo importa el resultado, no las ideas.

Alternativas: romper el chantaje electoral

La solución no es resignarse, sino exigir reformas que acaben con el monopolio del bipartidismo:

  • Sistemas electorales proporcionales, donde cada voto cuente igual.
  • Primarias abiertas y vinculantes para que las bases decidan candidaturas.
  • Financiación transparente que nivele el campo entre partidos grandes y pequeños.

Mientras, el electorado debe rebelarse contra el chantaje del voto útil. Votar por miedo es renunciar a la soberanía. La democracia no es un juego de ajedrez, sino un espacio de disputa ideológica. Si cedemos a la presión táctica, permitiremos que los de siempre sigan decidiendo por nosotros.

Votar según convicciones: Por qué el voto útil es un fraude antidemocrático

El voto no es una apuesta táctica, sino un acto de soberanía. Cuando cedemos al chantaje del voto útil, renunciamos a nuestra capacidad de exigir algo mejor y perpetuamos un sistema diseñado para que nada cambie. Votar por miedo no es inteligente: es un suicidio político.

La democracia no es un juego de supervivencia, sino de representación. El argumento del voto útil presupone que las elecciones son una carrera binaria donde solo dos opciones son legítimas. Pero la democracia no funciona así. En países con sistemas plurales (Alemania, Portugal, Finlandia), la gobernabilidad no depende de mayorías absolutas, sino de pactos y consensos. Si solo votamos para «evitar lo peor», nunca tendremos lo mejor.

El miedo es el arma favorita del poder. Los partidos tradicionales llevan décadas usando el «¿Y si gana el otro?» para paralizar el electorado. Pero ¿qué han resuelto ellos? ¿Por qué seguimos aceptando su mediocridad como destino inevitable? Si tu voto se guía por el pánico, no decides: te manipulan.

Las convicciones no son lujos, son exigencias. Un voto consciente no es un capricho, sino un mandato. Si apoyas una formación por sus ideas, estás presionando al sistema a escucharte. Si te pliegas al bipartidismo, les das carta blanca para ignorarte. La única manera de que surjan alternativas es permitir que existan.

El «voto desperdiciado» es un mito. Ningún voto es inútil si refleja tus principios. Cada sufragio a opciones emergentes:

  • Aumenta su financiación pública (clave para crecer).
  • Les da voz en los medios (rompiendo el cerco informativo).
  • Obliga a los grandes partidos a negociar (como ya ocurre en Europa).

La única estrategia inteligente es votar con dignidad. El voto útil es un espejismo. No garantiza estabilidad, solo continuismo. No evita crisis, las posterga. Si queremos un futuro distinto, hay que dejar de votar con miedo y empezar a votar con rabia. Con rabia contra los que nos dicen que no hay alternativa. Con rabia contra los que llevan 40 años repitiendo los mismos errores. Con rabia, pero sobre todo, con la lucidez de quien sabe que la democracia no se mendiga: se ejerce.

Conclusión:

El voto útil no es un acto de responsabilidad, sino de capitulación. Es la rendición definitiva ante un sistema que nos ha enseñado a temer la diversidad política, a desconfiar de lo nuevo y a conformarnos con migajas de cambio. Los partidos mayoritarios —y los medios que los sostienen— nos repiten como un mantra que votar con honestidad es «dividir«, «debilitar» o «regalar el poder al enemigo«. Pero la verdad es justo lo contrario: el único voto desperdiciado es aquel que no representa nuestras convicciones.

Cada elección condicionada por el miedo consolida un régimen de alternancia ficticia, donde las siglas cambian, pero las políticas se repiten. Donde la deuda sigue creciendo, los derechos se recortan y la corrupción se normaliza, pero todo queda enterrado bajo la lógica del «esto es lo que hay«. El bipartidismo no es una solución: es el problema disfrazado de inevitabilidad.

Si queremos romper este círculo vicioso, hay que empezar por rechazar el chantaje emocional. No hay que votar contra algo, sino a favor de algo. No hay que elegir por resignación, sino por voluntad. La próxima vez que te digan que tu voto a una opción minoritaria «no sirve«, recuerda: los que más temen ese voto son precisamente los que llevan años fracasando en el poder.

La democracia no es un casino donde se apuesta al menos dañino. Es un espacio de lucha, de ideas, de proyectos en conflicto. Si seguimos votando con las tripas en lugar de con la cabeza, seguiremos siendo rehenes de los mismos de siempre. El cambio no llegará por arte de magia: llegará cuando dejemos de tener miedo a votar por él.

La agonía de la civilización cristiana y la misión del cristiano (padre Alfonso Gálvez)




Homilía del 7 noviembre 1980

DURACIÓN 7:28 MINUTOS

martes, 10 de junio de 2025

El Espíritu Santo solamente habla del Señor (Padre Alfonso Gálvez)


DURACIÓN 13:23 MINUTOS

Fiducia Supplicans (Mons. Schneider)



DURACIÓN 6:17 MINUTOS

Pentecostés y los dones del Espíritu Santo


Hoy celebramos la solemnidad de Pentecostés, en la cual recordamos la venida del Espíritu Santo sobre la Virgen Santísima y los Apóstoles reunidos en oración por temor a los judíos.

¿Y por qué tenían temor? Pues porque habían matado al Señor: «si esto hacen con el árbol verde, ¿qué no harán con el árbol seco?»  (Lucas 23,31).

El Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima Trinidad, que procede del amor del Padre y del Hijo, es el gran protagonista olvidado; el gran desconocido de las almas, como lo han llamado algunos teólogos (Antonio Royo Marín).

Es Él quien, luego de recibirlo en el Bautismo como en germen, va incrementándose en nuestras vidas y se fortifica en el momento de la Confirmación, haciéndonos actuar a la manera divina por medio de sus dones, es decir, esos hábitos sobrenaturales infundidos por Dios para secundar con facilidad las mociones del Espíritu Santo. 

Porque así como cuando obramos por medio de las virtudes lo hacemos gracias a nuestras propias fuerzas, como los remeros que reman en el mar, cuando el alma es movida por los dones del Espíritu Santo es como cuando un barco se mueve gracias al viento y a sus velas.

Y esta Tercera Persona de la Santísima Trinidad está constantemente presente en nuestras vidas, aunque a veces no lo reconozcamos.

¿Y cómo obra el Espíritu Santo en las almas?

a. En los incipientes, es decir, en los que recién comienzan, les exige el trabajo de la virtud; las velas del barco están, pero aún están flácidas, sueltas, no pueden recibir el viento que las llevará más lejos.

b. En los que van avanzando, sin embargo, el Espíritu Santo actúa por medio de sus dones; como cuando las velas van tomando viento y hacen que el esfuerzo de los remos sea cada vez menor.

c. Finalmente, en los santos, es decir, en los perfectos, cuando el cristiano ha perseverado en su colaboración virtuosa a las continuas mociones de la gracia, el Espíritu Santo impulsa poderosamente con su aliento las velas de su barca, y ésta avanza velozmente, sin trabajo de remos, con una fuerza divina, con una facilidad sobrehumana.

Es aquello del Evangelio de San Juan, como el Señor le dijo a Nicodemo: «El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo nacido del Espíritu» (Jn 3,8).    

¿Y por medio de qué nos mueve el Espíritu Santo?

Pues por medio de los 7 dones que sólo recordaré brevemente.

1) El don de Sabiduría: es la capacidad de juzgar según la medida de Dios y no según la medida del mundo. Es lo que le hizo dar todos sus bienes y riquezas al gran San Francisco de Asís.

2) El don del entendimiento: el que permite comprender la Palabra de Dios y las verdades reveladas por la plena docilidad a Dios. Es lo que le permitió, por ejemplo, a San Ignacio de Loyola, comprender toda la teología sin haberla aún estudiado siquiera

Es lo que muchas veces nosotros mismos experimentamos, al estar en gracia de Dios, cuando de un día para otro, algo que no podíamos comprender, un día, simplemente, lo entendimos.

3) Don de consejo: perfecciona la virtud de la prudencia. Es el don de lo inmediato; de lo que hay que hacer enseguida, sin demasiado razonamiento. Es como un “instinto” sobrenatural; ese, que muchas veces, “sin saber por qué”, las madres católicas tienen para con sus hijos al decirle: tienes que hacer esto.

4) Don de fortaleza: es esa fuerza sobrenatural para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, bien visible en los mártires.

Es el don que recibió David para enfrentar a Goliat: “¿quién es este filisteo incircunciso para tratar de insultar de este modo a las filas del Dios vivo?”.

5) El don de ciencia: es el que nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador, sabiendo que son un medio, no un fin

6) El don de piedad: es el que sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura de Dios. Es el que tenían los santos frente a los pecadores: un corazón rico en misericordia.

7) El don del temor de Dios: es el que nos hace tener conciencia de nuestras propias culpas y el temor de ofender a Dios porque es nuestro Padre.

En esta Santa Misa entonces, pidamos a Dios Espíritu Santo que nos colme de sus dones y que seamos siempre dóciles a sus inspiraciones, para comenzar a obrar más al modo divino.

P. Javier Olivera Ravasi, SE

Pentecostés, 8 de Junio de 2025