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sábado, 28 de junio de 2025

Agradecidos y desagradecidos – Partes 1 y 2 (Padre Alfonso Gálvez)

ADELANTE LA FE (aquí y aquí)


HOMILÍA DEL 23 AGOSTO DE 2015


DURACIÓN 26:50


DURACIÓN 35:16


Los nuevos fariseos vs Forma de gobernar de León XIV | Celibato Sacerdotal | P. Santiago Martín FM



DURACIÓN 15:32 MINUTOS

Carta de Carlo Acutis a un profesor confundido

INFOVATICANA

Carlo Acutis durante una caminata al aire libre con mochila y gafas de sol 

¡Paz y alegría en Cristo resucitado! Le saludo desde el Paraíso, donde las discusiones sobre liturgia suenan un poco distintas, créame. He visto que se ha tomado usted la molestia de hablar sobre mí y sobre la manera en que yo vivía mi fe eucarística. Le agradezco el interés. Pero, si me permite decírselo con la sinceridad de un chico que no tenía miedo de quedar mal con tal de defender a Jesús, hay en sus palabras —y en algunas de sus enseñanzas— cosas que me duelen. No por mí, sino por Él.

Según usted, yo soy víctima de una “mala educación eucarística”: una de una visión arcaica y milagrera de la Eucaristía. Y me fijo más en lo “inesencial” que en “el cuerpo eclesial”. ¡Simpático! Mire, profesor: yo era muy normal. Me gustaban los videojuegos, me encantaba comer pizza y ver a mis amigos. Pero había una diferencia: Jesús Eucaristía era el centro de mi vida. Y me daba cuenta de que muchos no lo sabían. ¿Cómo no iba a hacer todo lo posible para mostrarlo? Si tuviera que nacer otra vez, haría lo mismo. Porque uno no se guarda el secreto del cielo cuando lo ha encontrado. Supe que «la Eucaristía era mi autopista al Cielo», la tomé y… aquí estoy, animando a otros a tomar la misma ruta.

Desde aquí, donde todo se ve a la luz del Amor eterno, no puedo evitar una sonrisa —de esas que aquí no se borran— al conocer sus recientes palabras sobre mí y sobre mi humilde trabajo para dar a conocer los milagros eucarísticos, que dio lugar a una exposición internacional con decenas de casos documentados, apoyada por obispos y aprobada por la Iglesia. ¡Quién me hubiera dicho que un joven nerd de los ordenadores acabaría metido en una polémica litúrgica! Aquí en el cielo todo se ve con una claridad y una paz inmensas: no hay espacio para la confusión. Todo se comprende a la luz del Amor, ese Amor que es Verdad, Belleza y Fidelidad. El cielo no está hecho de opiniones humanas, sino de la fidelidad a la Verdad revelada.

Le confieso que me hace gracia ver cómo un pobre chico de zapatillas y mochila puede convertirse en objeto de tanta atención. ¡Y eso que lo único que quise fue ayudar a otros a descubrir lo que yo encontré tan joven y tan claro! Verá usted, yo no pretendí fundar escuelas ni agitar el “espíritu del concilio”. Solo me enamoré de la Eucaristía. Me bastó una Hostia consagrada para entender que ahí está todo: el misterio, la belleza, la Iglesia entera. Yo no entendía muchas cosas… pero eso sí lo entendí. Créame: nunca quise imponer nada, solo compartir lo que había descubierto como el centro de mi vida: Jesús Eucaristía. Él es el motor, el destino y el corazón palpitante de la Iglesia. Todo lo demás —las formas, las ideas, incluso nuestras queridas discusiones teológicas— solo tienen sentido si nos llevan a Él. Estoy seguro de que, si le dejamos un poco de lado nuestras agendas, nuestras categorías y nuestros filtros, volveremos todos a poner a Cristo en el centro. Porque, al final, ¿de qué nos sirve la mejor teoría litúrgica si olvidamos que es Dios mismo quien se hace presente?

Usted ha estudiado, tiene voz, tiene influencia. Pero, por favor, use ese don para confirmar en la fe, no para sembrar dudas. No necesitamos una Iglesia “más moderna”, sino más santa. El mundo no tiene hambre de experimentos teológicos, sino de verdad, de consuelo, de salvación. Si usted dice que la transubstanciación contradice la metafísica, o promueve bendiciones para uniones contrarias al plan de Dios, o sugiere reemplazar el concepto de indisolubilidad del matrimonio por el de “vínculo indisponible”, o aboga por la legitimidad moral de los anticonceptivos, o niega que la Iglesia tenga autoridad definitiva sobre moral sexual, o reivindica el diaconado para las mujeres, o habla de cambios litúrgicos que vacían de contenido el misterio… está usted arriesgándose mucho.

Jesús no vino a dialogar con las modas del mundo, vino a salvarnos del pecado. Y ese Salvador está realmente presente en cada Santa Misa. Quizá hoy se discute tanto sobre los signos que se olvida al Significado. Aquí arriba he aprendido que todo lo verdadero, lo bello y lo bueno se resume en un encuentro personal con Cristo. La liturgia no es campo de batalla, sino umbral del cielo. Jesús en la Santa Misa no es un símbolo ni una memoria piadosa. ¡Es Él mismo, con su Cuerpo, su Sangre, su Alma y su Divinidad! No lo dice un adolescente milanés apasionado por los milagros eucarísticos: lo dice el mismo Señor, lo ha dicho la Iglesia siempre, lo proclamaron los mártires y lo enseñó el Concilio de Trento, el Vaticano II y todos los santos que me han hecho compañía en esta aventura del cielo.

Le pido que no me vea como un símbolo, sino como un simple chico enamorado de la Eucaristía. Espero que algún día podamos reírnos juntos de todo esto… ¡delante de Jesús! Le prometo mi oración, profesor. Le aseguro que aquí arriba se reza también por los teólogos (y mucho). Yo, si me deja, le encomiendo especialmente para que su corazón sienta con fuerza la dulzura de Jesús Eucaristía y un día celebremos juntos, cara a cara, la Liturgia celestial, donde no hay rúbricas que valgan más que el Amor.

Con afecto sincero, y mi oración por usted, Carlo Acutis, el eternamente “maleducado eucarístico”

Por Monseñor Alberto González Chaves

Andrea Grillo, ideológo de la persecución litúrgica, arremete contra Carlo Acutis


 
Carlo Acutis

“Maleducazione eucaristica” o teología desnutrida: cuando los teólogos critican a los santos

La reciente diatriba de Andrea Grillo contra el beato Carlo Acutis —publicada el 17 de junio en el blog Come se non, hospedado en la revista Munera— merece figurar en una antología del progresismo teológico: no por brillante, sino por previsible, enconada y ciega.

El artículo de Grillo, titulado Il giovane Carlo Acutis e la maleducazione eucaristica, pretende “salvar” a Carlo de los “malos maestros” que —según él— lo habrían desviado hacia una visión arcaica y milagrista de la Eucaristía. El problema, sin embargo, no es Carlo. Es Grillo.


Un adolescente contra setentones desencantados

¿Qué molesta tanto a Grillo? ¿Que un adolescente de 14 años tuviera fe suficiente para creer en los milagros eucarísticos? ¿Que promoviera una exposición internacional con decenas de casos documentados, apoyada por obispos y aprobada por la Iglesia? ¿O que ese mismo adolescente, sin pasar por sus seminarios de pensamiento ni por sus blogs, hoy sea beato y camine hacia los altares?

Grillo se escandaliza de que Carlo no desarrollara una “teología eucarística moderna”, como si un muchacho de 14 años tuviera que escribir Ecclesia de Eucharistia para ser santo. Lo acusa de una obsesión por “lo inessenziale”, porque se centró en los milagros, en lugar de dar conferencias sobre “el cuerpo eclesial”.

Pero lo que realmente deja en evidencia el artículo es otra cosa: que a muchos teólogos les molesta la santidad cuando no la pueden controlar, cuando no sale de sus cátedras, cuando no obedece a su jerga gastada y a su liturgia desencarnada.

El arquitecto de la represión litúrgica

No es un detalle menor: Andrea Grillo fue el ideólogo principal de Traditionis Custodes. Muchos en Roma lo reconocen como el teólogo de cabecera del Papa Francisco en materia litúrgica, el mismo que calificó la Misa tradicional como un “rito cerrado, inerte y sin vigor” y reclamó su desaparición definitiva.

Grillo no sólo fue el inspirador del motu proprio que asfixió a la Misa tradicional, sino que ha defendido abiertamente posturas incompatibles con la fe católica:

  • Bendición de uniones homosexuales: en su libro Può una madre non benedire i propri figli? (2021), promueve su reconocimiento pastoral.
  • Negación de la transubstanciación: afirmó que “Transubstantiatio non è un dogma” y que “contradice la metafísica” (Munera, 17/12/2017).
  • Ordenación femenina: aboga por abrir el diaconado a mujeres (Munera, 9/11/2017; Adista, 25/5/2019).
  • Uso de anticonceptivos: firmante del Catholic Scholars’ Statement (Wijngaards Institute, 2016), que pide admitir su legitimidad moral.
  • Relativismo moral: niega que la Iglesia tenga autoridad definitiva sobre moral sexual (Munera, 30/6/2021).
  • Indisolubilidad del matrimonio: sugiere reemplazarla por el concepto de “vínculo indisponible” (Munera, febrero 2014).
Este es el teólogo que hoy acusa a Carlo Acutis de “maleducación eucarística”. El contraste no puede ser más elocuente: un adolescente enamorado de la Eucaristía, y un profesor que niega sus fundamentos más básicos.

Desprecio a lo sobrenatural

La parte más reveladora del artículo es cuando Grillo critica las palabras de tres prelados que introducen la exposición de los milagros eucarísticos recopilada por Carlo. No por lo que dicen —que es teológicamente ortodoxo— sino porque “parecen venir de otro mundo”, porque insisten en la presencia real, porque hablan de prodigios, de conversiones, de signos que conmueven.

En el mundo de Grillo, eso es “maleducación eucarística”.
Pero en el mundo de los santos, eso es fe católica.

¿Que los milagros no son “objeto de fe”? De acuerdo. Pero la Iglesia siempre los ha considerado signos providenciales, ayudas para la conversión, y no estorbos. ¿Desde cuándo defender la transubstanciación con palabras claras y directas —como lo hace el P. Coggi— es un error teológico?

Tal vez el problema no es Carlo. El problema es que muchos adultos se han acostumbrado a una liturgia sin misterio, una misa sin presencia real, una Eucaristía sin adoración. Y cuando un joven se atreve a recordar que “la Eucaristía es mi autopista al Cielo”, lo acusan de supersticioso.

La nueva herejía: creer en los milagros

Grillo concluye acusando a los que rodearon a Carlo —y a quienes difunden su legado— de ser los responsables de una “grave maleducación eucarística”.

Grillo teme que los jóvenes imiten a Carlo. Nosotros lo esperamos con ansias.

Jaime Gurpegui 

jueves, 26 de junio de 2025

Pagolismo para el Corpus (Bruno Moreno)



A veces se publican cifras sobre el porcentaje de católicos que cree en la Presencia real de Cristo en la Eucaristía en un país u otro y nos llevamos las manos a la cabeza. ¿Cómo puede ser que tantísimos católicos no crean en una doctrina tan básica de la fe de la Iglesia? ¿Qué ha llevado a esta situación?

No parece muy difícil responder a esa pregunta. A modo de ejemplo, voy a comentar una homilía escrita por D. José Antonio Pagola para la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo de este año, en la que, como es habitual en sus homilías, el cristianismo queda reducido a una especie de filosofía humana progresista, con un leve barniz religioso. Recordemos que Pagola ha sido durante años vicario general de su diócesis, profesor en el Seminario y en la Facultad de Teología del Norte de España, y aun hoy sigue publicando libremente sus homilías semanales.

Como siempre, el texto original está en negro y mis comentarios en rojo.


………………………

Compartir lo nuestro con los necesitados

Dos eran los problemas más angustiosos en las aldeas de Galilea: el hambre y las deudas.

[¿De dónde sale esto? Claramente, de una chistera. ¿Por qué olvida el autor la infinidad de problemas que han tenido los seres humanos a lo largo de la historia: las enfermedades, las guerras, la orfandad, la viudez, la pobreza, la opresión, la esclavitud, la ignorancia, la soledad o la falta de sentido para la vida, entre otros muchísimos, y, en particular, la muerte y el pecado? Aparentemente, para hacernos olvidar que Cristo vino a salvarnos de los dos últimos, la muerte y el pecado, no de las deudas y el hambre. Es decir, para hacernos olvidar la redención y reducir el cristianismo a mero progresismo barato y justicia social].

Era lo que más hacía sufrir a Jesús.

[¿De verdad? Si lo que hacía sufrir a Cristo era el mero hecho del hambre, el problema se habría solucionado facilísimamente. En efecto, podría haber hecho llover pan del cielo todos los días desde entonces con un chasquido de sus dedos. Del mismo modo, si el gran problema para Cristo fueran las deudas, podría haberlas borrado todas de la memoria de los hombres con otro chasquido. Pero no lo hizo ¿No será que Cristo, como nos enseña la Iglesia, vino a redimir al ser humano y abrirnos el camino hacia el cielo, que es algo que solo podía hacer él, y no a decirnos simplemente que había que compartir, que es algo que ya sabíamos todos?]

Cuando sus discípulos le pidieron que les enseñara a orar, a Jesús le salieron desde muy dentro las dos peticiones: «Padre, danos hoy el pan necesario»; «Padre, perdónanos nuestras deudas, pues también nosotros perdonamos a los que nos deben algo».

[Aquí, como quien no quiere la cosa, se desvirtúa el mismo padrenuestro, que en la visión del autor parece ser algo puramente mundano, ya que el pan que se pide sería únicamente el pan físico y las deudas que hay que perdonar serían simplemente las económicas, no las morales y el pecado, ambas cosas diametralmente opuestas a lo que enseña la Iglesia]

¿Qué podían hacer contra el hambre que los destruía y contra las deudas que los llevaban a perder sus tierras? Jesús veía con claridad la voluntad de Dios: compartir lo poco que tenían y perdonarse mutuamente las deudas. Solo así nacería un mundo nuevo.

[¿De verdad? ¿La encarnación, muerte en la Cruz y resurrección del Hijo de Dios no tienen nada que ver con el mundo nuevo que trae Jesucristo? ¿Y la venida del Espíritu Santo, los sacramentos, la Iglesia, la Escritura, la Tradición, el anuncio del Evangelio, el cielo, la Maternidad de nuestra Señora, la moral, los mandamientos o la santidad? Si lo único necesario fuera compartir y perdonar las deudas, entonces Cristo podría haber fundado una ONG y, de paso, haberse ahorrado el hacerse hombre y, sobre todo, el morir en la Cruz. Lo único que puede deducirse de estas palabras es que Pagola rechaza el carácter redentor de la Cruz y, por lo tanto, la esencia misma del cristianismo]

Las fuentes cristianas han conservado el recuerdo de una comida memorable con Jesús.

[¿Por qué esta extraña forma de referirse al milagro de la multiplicación de los panes y los peces? Como veremos, no es casual, porque eso es precisamente lo que considera Pagola que es la Eucaristía: una comida memorable. ¿Y por qué esa extraña forma de referirse al Evangelio como “las fuentes cristianas”? Tampoco es casual, como veremos enseguida]

Fue al descampado y tomó parte mucha gente. Es difícil reconstruir lo que sucedió

[¿Difícil reconstruir lo que sucedió? ¿Por qué hay que reconstruirlo? Sabemos lo que pasó porque nos lo cuentan los Evangelios. Solo dice algo así quien no cree en la Palabra de Dios y, por lo tanto, necesita “reconstruir” lo que realmente “sucedió” al margen de lo que enseña el Evangelio, casualmente siempre eliminando lo sobrenatural y ajustándose a la mundanidad y la incredulidad reinantes en cada época. Después de esta afirmación, desgraciadamente, es difícil no deducir que el autor, ¡que se presenta como biblista!, no comparte la fe católica sobre la Sagrada Escritura].

El recuerdo que quedó fue este: entre la gente solo recogieron «cinco panes y dos peces», pero compartieron lo poco que tenían y, con la bendición de Jesús, pudieron comer todos.

[Aquí está la clave de todo el sermón: el milagro de la multiplicación de los panes y los peces solo es, en realidad, un ejemplo de lo bueno que es compartir lo que se tiene. Pagola no lo dice expresamente, porque algo ha aprendido desde que cometió el error de decir con claridad lo que realmente pensaba en aquel libro (Jesús, aproximación histórica) que fue condenado por la Iglesia, pero lo sugiere de forma que hasta el más tonto pueda entenderlo: los milagros no existen y la salvación siempre es puramente humana e intramundana (que es casualmente lo mismo que decía en aquel libro)].

Al comienzo del relato se produce un diálogo muy esclarecedor. Al ver que la gente tiene hambre, los discípulos proponen la solución más cómoda y menos comprometida; «que vayan a las aldeas y se compren algo de comer»; que cada uno resuelva sus problemas como pueda. Jesús les replica llamándolos a la responsabilidad; «Dadles vosotros de comer»; no dejéis a los hambrientos abandonados a su suerte.

[Claro. Si, como claramente indica Pagola, no se produjo ningún milagro, el “verdadero sentido” de este relato evangélico tiene que ser una moralina pelagiana: lo importante es cuidar de los pobres. No se trata de una prefiguración y un anuncio de que Cristo nos va a repartir el Pan del Cielo, que es su Carne y su Sangre, medicina de inmortalidad, ¡claro que no!, sino de una recetita progre para hacer un mundo mejor, que olvida dónde está la verdadera pobreza del hombre pecador y condenado a la muerte]

No lo hemos de olvidar. Si vivimos de espaldas a los hambrientos del mundo, perdemos nuestra identidad cristiana; no somos fieles a Jesús; a nuestras comidas eucarísticas

[Aquí llega por fin lo que ha ido preparando con todo lo anterior: la Misa, la Eucaristía, en realidad no es más que una “comida eucarística”, que vale solo en cuanto sirva como mitin para difundir las nuevas consignas del momento. Es la secularización completa del cristianismo, transformado en progresismo. No se dice expresamente que celebrar el Corpus sea absurdo, innecesario y una pérdida de tiempo, pero el lector avispado sacará rápidamente esa conclusión]

les falta su sensibilidad y su horizonte, les falta su compasión. ¿Cómo se transforma una religión como la nuestra en un movimiento de seguidores más fiel a Jesús?

[Y ahora, la moraleja: hay que convertir la Iglesia y el catolicismo en un movimiento humano “más fiel a Jesús”. Ese ha sido siempre el verdadero empeño de Pagola, construir una nueva Iglesia, porque la existente no ha hecho más que decir tonterías durante dos milenios, hasta que llegó Pagola y nos explicó por fin lo que “más hacía sufrir a Jesús” y cómo era realmente el “mundo nuevo” que Jesús buscaba. Eso nos indica que, cuando el autor habla de un movimiento “más fiel a Jesús”, en realidad lo que quiere decir es “más fiel” a las disparatadas, pelagianas y fundamentalmente agnósticas ideas de Pagola]

Lo primero es no perder su perspectiva fundamental: dejarnos afectar más y más por el sufrimiento de quienes no saben lo que es vivir con pan y dignidad. Lo segundo, comprometernos en pequeñas iniciativas, concretas, modestas, parciales, que nos enseñan a compartir y nos identifican más con el estilo de Jesús.

[Un “estilo de Jesús” que, por supuesto, no tiene que ver con lo que aparece en el Evangelio, porque, como ya nos ha explicado el autor, es muy difícil “reconstruir” lo que pasó de verdad y solo los expertos exegetas como Pagola pueden hacerlo. La Iglesia evidentemente no lo conoce y ha estado predicando algo completamente distinto durante veinte siglos. Solo Pagola nos puede decir cuál es la verdad, al margen de la Escritura y la Tradición, es cierto, pero firmemente cimentado en sus espectaculares habilidades hermenéuticas. Ergo, el supuesto estilo de Jesús es más bien, en realidad, el estilo de Pagola y a Jesús no se le encuentra en el catolicismo, sino en el pagolismo. ¿Cómo puede ser que tantos católicos no crean en la Presencia real de Cristo en la Eucaristía? Más bien la pregunta que habría que hacerse es cómo puede ser que muchos aún creamos en ella cuando hace décadas y décadas que la Iglesia permite que sus mismos predicadores nieguen públicamente esa fe]


Bruno Moreno

El Camino Sinodal Alemán: Una crisis de fe y autoridad




Por un pequeño Príncipe Elector Contrarreformista


El llamado ‘Camino Sinodal’ en Alemania se presenta como una respuesta pastoral a los desafíos contemporáneos que enfrenta la Iglesia. Sin embargo, muchos católicos —tanto laicos como sacerdotes, así como desde la observación de la Iglesia universal— lo consideran una grave desviación de la doctrina católica, un proceso de reforma ideologizado que mina las bases teológicas y eclesiológicas del catolicismo.

Este camino no es un fenómeno aislado, sino la cristalización de un proceso iniciado tras el Concilio Vaticano II. En ese contexto, se promovió en Alemania la creación de figuras como los Pastoralreferenten y Gemeindereferenten, laicos y laicas formados en teología encargados de tareas pastorales en parroquias. 

Aunque inicialmente se pensaron como un apoyo al sacerdocio ante la escasez de vocaciones, en muchas diócesis estas figuras han pasado a ocupar un rol protagónico en detrimento de la figura del presbítero. Esto ocurrió a medida que se desarrollaba un espíritu anticlerical, aunque no todos esos agentes lo comparten, sí lo manifiestan muchos de ellos.

En diversas unidades pastorales, el sacerdote ha sido relegado a un papel meramente funcional. Se observa una creciente hostilidad hacia el clero, alimentada por un sentimiento anticlerical que se ha vuelto estructural en varias diócesis. Esto se manifiesta en decisiones que desautorizan o marginan al sacerdote en la vida pastoral y sacramental, favoreciendo una eclesiología horizontalista y tendencialmente protestantizada que contradice la Tradición Católica. No en vano, el Papa Francisco expresó que ya había en Alemania una iglesia evangélica, muy buena, y que no necesitábamos otra más…

Uno de los rostros más visibles de este proceso es el obispo Franz-Josef Overbeck de Essen, cuyas declaraciones han sido repetidamente polémicas, ideologizadas y sutilmente dañinas. Overbeck ha promovido activamente la bendición de parejas del mismo sexo, ha desafiado abiertamente la moral sexual de la Iglesia y ha abogado por una redefinición del sacerdocio, incluyendo su apertura a mujeres y personas no célibes. Él se jacta de tener laicos que administran el sacramento del bautismo, a pesar de que existen sacerdotes y diáconos disponibles. Estas posturas han generado fuerte rechazo entre fieles y clero, pero rara vez han sido corregidas desde las estructuras eclesiales. Este obispo utiliza su capacidad comunicativa en medios digitales y escritos para transmitir regularmente su perspectiva, y frecuentemente se percibe que intenta amedrentar y disciplinar a quienes osan expresar disenso. Para justificar estas posturas, apela al eslogan de que hay que animarse a cambiar y tomar la delantera.

Muchos que de buena voluntad han participado activamente en las reuniones del Camino Sinodal se han visto presionados por el establishment eclesial, dificultando un verdadero discernimiento espiritual y teológico.

La Iglesia alemana, lejos de mantenerse independiente del poder político, ha manifestado una creciente inclinación a alinearse con la ideología dominante del gobierno de turno, debilitando la función profética de la Iglesia de anuncio y denuncia. Bajo gobiernos de centroizquierda, temas como la ideología de género, cupos femeninos y la cultura woke han impregnado el discurso eclesial, influyendo en la manera de vivir la eclesiología de forma cada vez menos disimulada. El celibato sacerdotal ha sido relativizado por no pocos, presentándose algunos sacerdotes con sus parejas en público, y en varios casos siendo esto tolerado o
asumido en un silencio que denota claudicación por parte de las comunidades. El autor de este texto fue testigo de una misa de réquiem en la que la homilía fue
pronunciada por la ama de llaves del difunto párroco, quien ya era reconocida socialmente bajo el apellido del sacerdote, como señora de X.

Muchos agentes de pastoral laicos desplazan al presbítero en sus funciones esenciales, especialmente en la predicación y la conducción espiritual. Cuando un sacerdote se resiste a estas imposiciones, frecuentemente se inicia contra él una campaña de mobbing, marginación o desprestigio. Esto resulta especialmente contradictorio, pues aunque el grado sacerdotal es denigrado, los obispos que impulsan esa dinámica permanecen intocables, protegidos tras estructuras administrativas complejas, secretarías y personal, muchas veces inaccesibles en sus fortalezas episcopales. Todo muy «sinodal».

El presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Mons. Georg Bätzing, parece olvidar que es simplemente un portavoz, y en cambio se alza como mascarón de proa de la Iglesia alemana y uno de los principales promotores de su actual crisis doctrinal.

Un caso emblemático fue el del cardenal Rainer Maria Woelki. Desde el inicio del Camino Sinodal expresó sus reservas sobre la metodología adoptada, señalando que era contraria a la sana práctica eclesial. Sus declaraciones provocaron una campaña de desprestigio sostenida tanto por medios seculares como católicos afines a la agenda sinodal, utilizando como excusa su gestión pasada de casos de abusos, sin pruebas concluyentes de mala praxis. El cardenal, junto a otros tres obispos, se negó a financiar el Camino Sinodal, marcando distancia y colocándose en la mira de los reformistas.

La actitud de fondo, aunque pueda sonar dura, muestra una Iglesia alemana que mira al exterior con una autosuficiencia tendenciosa. Se trata de una Iglesia en declive en cuanto a crecimiento y evangelización, que pretende dictar al mundo católico sus propios experimentos pastorales, sostenidos por el músculo económico del impuesto eclesiástico.

En este panorama, la Iglesia Católica en Alemania se caracteriza también por su generosa contribución económica a proyectos eclesiales en todo el mundo. Su riqueza ha permitido una concreta aplicación del principio de subsidiariedad. Sin embargo, la masiva salida de fieles en los últimos años —quienes dejan de pagar voluntariamente el impuesto eclesial— pone en duda la sostenibilidad de estas ayudas a medio y largo plazo. Sería también doloroso constatar que parte de la paciencia de la Iglesia universal con Alemania ha estado condicionada por su peso económico.

Otro aspecto relevante es la apropiación casi total de los medios católicos oficiales por parte de una línea ideológica. Portales como katholisch.de, Domradio y la agencia KNA raramente difunden testimonios positivos de la fe o de experiencias evangelizadoras. Por el contrario, se dedican con frecuencia a amplificar voces críticas internas o externas, socavando la moral del Pueblo de Dios.

El feminismo radical también ha hallado eco en movimientos como María 2.0, que exige la ordenación de mujeres y otras reformas estructurales. En algunos casos, como en la catedral de Friburgo de Brisgovia, activistas interrumpieron una liturgia de ordenación sacerdotal, forzando al arzobispo a suspender su homilía. En otras situaciones, instalaron carpas frente a las iglesias para protestar de forma ruidosa durante las celebraciones litúrgicas.

A este clima de presión y reivindicación se suma un hecho reciente de especial relevancia: en los últimos días, en la arquidiócesis de Friburgo, se ha producido la presentación oficial, en el seminario diocesano San Carlos Borromeo, de la petición formal por parte de un grupo de mujeres para ser admitidas al seminario y comenzar la formación sacerdotal. Este acto, inédito en la historia reciente de la Iglesia alemana, representa un paso más en la estrategia de visibilización y presión pública para la apertura del ministerio ordenado a las mujeres, y ha generado un intenso debate tanto en ámbitos eclesiales como en la opinión pública.

Se habla mucho de sinodalidad y participación, pero lo que impera es una cacería de brujas de guante blanco. Aquellos que disienten son excluidos de los espacios de decisión y acusados de ser retrógrados o integristas. En el clero secular se percibe un profundo sentimiento de desánimo. No es sorprendente que, ante semejante ambiente, sea difícil encontrar nuevas vocaciones. Con el añadido de que los propios medios católicos parecen promover una silenciosa operación de descrédito hacia la institución eclesial.

Ante este panorama, Roma ha intervenido en varias ocasiones. En 2022, el Papa Francisco envió una carta a los católicos alemanes alertando sobre los peligros de un cisma. El Dicasterio para los Obispos y el Dicasterio para la Doctrina de la Fe también emitieron comunicados expresando preocupación por los contenidos y métodos del Camino Sinodal. Sin embargo, la respuesta desde Alemania ha sido ambigua y, en muchos casos, desafiante. A menudo se ha presentado erróneamente a las misivas vaticanas como una forma de respaldo a las decisiones alemanas, cuando en realidad eran advertencias.


Respecto al documento Fiducia supplicans, en varios sectores de la Iglesia alemana
vinculados al Camino Sinodal se interpretó como una validación de las bendiciones
litúrgicas y públicas de parejas homosexuales, a pesar de que el documento explícitamente lo prohíbe. Estas bendiciones continuaron, incluso con estructura litúrgica y vestimentas ceremoniales. Se ignoró la distinción clave entre una bendición pastoral individual y un acto que simula el matrimonio. Algunos obispos y portales diocesanos afirmaron que el documento respaldaba la línea sinodal alemana, cuando en realidad la contradice en lo esencial.

Lo que está en juego no es una simple reforma administrativa o pastoral, sino la fidelidad de una Iglesia local a la fe católica universal. La Iglesia en Alemania corre el riesgo de aislarse doctrinalmente del resto del cuerpo eclesial, vaciando de contenido su misión evangelizadora bajo la bandera de una modernización que no evangeliza, sino que acomoda la fe al espíritu del mundo.

martes, 24 de junio de 2025

La regla de Lerins por P. Francisco Torres Ruiz | 04 septiembre, 2024





«¡Oh feliz y bendita isla de Lerins que,

aunque parece pequeña y plana,

es famosa por haber elevado hasta el cielo

montañas innumerables!…»


Con estas palabras elogiaba San Vicente la isla que le acogió hasta su muerte en torno al año 435d.C. Según refiere Gennadio en su De Scriptorisbus Ecclesiasticis llegó a aquel lugar tras varios años de ser zarandeado por “diversos y tristes torbellinos de la vida secular”.

De su obra solo nos ha llegado el Primer Conmonitorio y un resumen del Segundo. La palabra “Commonitorium” en latín significa “apuntes”, “notas” o “recordatorio”. El Commonitorium Primum se trata de una especie de vademécum en que el santo expone la regla de la fe, así como algunos ejemplos y temas donde se distinguen entre lo que es de fe católica ortodoxa y lo que es herejía.

Este libro podría estar dirigido hoy contra los protestantes y protestantizados que se empeñan en defender el axioma Sola Scriptura, el libre examen de la escritura, dado que dice el autor: «precisamente porque la Escritura, a causa de su misma sublimidad, no es entendida por todos de modo idéntico y universal… se podría decir que tanto son las interpretaciones como los lectores […] es pues sumamente necesario ante las múltiples y enrevesadas tortuosidades del error, que la interpretación de los Profetas y de los Apóstoles se haga siguiendo la pauta del sentir católico» (2) y para ello ofrece un triple criterio que se ha hecho famoso:

Universalidad: Quod ubique. Dice San Vicente de Lerins: «seguiremos la universalidad sí confesamos como verdadera y única fe la que la Iglesia entera profesa en todo el mundo».

Antigüedad: Quod semper. Dice San Vicente de Lerins: «si no nos separamos de ninguna forma de los sentimientos que notoriamente proclamaron nuestros santos predecesores y padres».

Consenso general: Quod ab omnibus. Dice San Vicente de Lerins: «si en esta misma antigüedad abrazamos las definiciones y las doctrinas de todos, o de casi todos, los Obispos y Maestros».

Estos tres principios pueden ayudarnos a discernir – palabra tan de moda en estos tiempos – lo que debemos creer y lo que debemos rechazar. En estos momentos actuales de gran confusión doctrinal, de predicaciones vagas y discursos emotivistas; donde la verdad ha sido sustituida por la autoridad, y el derecho natural arrumbado por el positivismo jurídico, conviene tener presente estas enseñanzas de San Vicente de Lerins y procurar mantener vivo el Depositum fidei su custodia y su exposición tal como no recuerda el apóstol de los gentiles “Guarda el depósito” (cf. 1Tim 6,20).

El mismo Concilio Vaticano II recordó el cuidado y mimo con que el Magisterio debe tratar la Revelación Divina de este modo “este Magisterio, evidentemente, no está sobre la palabra de Dios (n. a. oral o escrita), sino que la sirve, enseñando solamente lo que le ha sido confiado por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo la oye con piedad, la guarda con exactitud y la expone con fidelidad…» (DV10). En este sentido se entiende la advertencia de San Vicente de Lerins: «debemos tener horror, como si de un delito se tratara, a alterar la fe y corromper el dogma…» (7).

El respeto por la Regla de la fe, su escrupulosa conservación y su minuciosa exposición llevan a tocar tangencialmente, al menos, el viejo – y siempre nuevo- tema Verdad versus autoridad. 

Tema actual de la reflexión teológica fundamental, máxime teniendo en cuenta que hoy se prima el valor de la autoridad y la obediencia servil a la misma mientras se ofusca la verdad. 

La resolución es, aparentemente, sencilla: la autoridad debe someterse a la verdad y estar a su servicio. Pero no es el objeto de este artículo el afrontar este problema, aunque si lo traigo a colación es porque ya en el s. V está presente a juzgar por estas palabras de San Vicente de Lerins: 

" de todo lo que hemos dicho, aparece evidente que el verdadero y auténtico católico es el que ama la verdad de Dios y a la Iglesia, cuerpo de Cristo; aquel que no antepone nada a la religión divina y a la fe católica: ni la autoridad de un hombre, ni el amor, ni el genio, ni la elocuencia, ni la filosofía; sino que despreciando todas estas cosas y permaneciendo sólidamente firme en la fe, está dispuesto a admitir y a creer solamente lo que la Iglesia siempre y universalmente ha creído» (20). Así se entienden las palabras del papa San Esteban con las que cerró el conflicto acerca del bautizo de los herejes vueltos a la iglesia: «ninguna novedad, sino solo lo que ha sido transmitido".

San Vicente de Lerins aborda también una cuestión crucial que se planteaban aquellos católicos – y los católicos de todos los siglos – ¿Por qué permite Dios que haya herejías en la Iglesia? (cf. 10) y usando un texto del Deuteronomio, identificando a los herejes dentro de la iglesia con las divinidades extranjeras que se instalaron en medio de la fe del pueblo de Israel, viene a concluir que «si un doctor se desvía de la fe, es la providencia de Dios la que lo permite, para ver si amamos a Dios con todo el corazón y con toda el alma» (19).

Para concluir, conviene tener en cuenta esta última exhortación que San Vicente de Lerins nos hace: 

«el Depósito es lo que te ha sido confiado, no encontrado por ti; tú lo has recibido, no lo has excogitado con tus propias fuerzas. No es el fruto de tu ingenio personal, sino de la doctrina; no está reservado para un uso privado, sino que pertenece a una tradición pública… Guarda el Depósito, dice; es decir conserva inviolado y sin manchas el talento de la fe católica. Lo que te ha sido confiado es lo que debes custodiar junto a ti y transmitir» (22) y más adelante «si se concediere, aunque fuera para una sola vez, permiso para cualquier mutación impía, no me atrevo a decir el gran peligro que correría la religión de ser destruida y aniquilada para siempre…» (23).

Quod ab omnibus

Quod semper

Quod ubique


Tres palabras a retener.

Lo que por todos

Lo que siempre

Lo que en todas partes

Siempre en cuenta has de tener.

Si la Fe quieres conservar

y no quieres dejarte engañar

estás tres palabras debes conservar.

Y lo que no responda a estas tres

sácalo pronto ¡Recházalo!

o tu Fe verás perder.



Francisco Torres Ruiz

Latín y música / San Juan y las notas musicales



Hoy, 24 de junio, se celebra la festividad de San Juan Bautista, también conocido como San Juan “de la siega”, por su coincidencia con la época de esa importante práctica agrícola.

Pero aquí quiero recordar a San Juan en relación a un antiquísimo himno latino en su honor, de donde deriva la denominación, todavía hoy en uso, de las notas musicales: Re, Mi, Fa... (he omitido el Do, por una razón que veremos enseguida).

En resumen, la historia es la siguiente. Las notas del canto gregoriano comenzaron a escribirse —sin versos (notación neumática)— en el siglo IX, en algunos monasterios europeos, incluido el de San Galo. 

Su anotación en cuatro versos apareció en el siglo XI gracias a la obra del monje Guido de Arezzo. Pero este mismo monje también superó otro inconveniente notable: la dificultad práctica de entenderse, de comunicarse oralmente, entre el compositor y los intérpretes (cantantes). De hecho, no era nada fácil indicar verbalmente las distintas notas sin poder llamarlas por sus nombres: ¡porque esos nombres no existían! Y aquí radica la genialidad del monje Guido: asignar a cada nota su propio nombre, sacándolas así del anonimato y la incomunicación... ¿Y cómo lo hizo? Sencillo: tomó un pergamino en el que se había escrito (¡estrictamente a mano!) un himno a San Juan Bautista, que comenzaba con « Ut queant laxis », y eligió como nombre de cada nota las dos primeras letras de los versos —latinos, obviamente— en el orden en que se sucedían en dicho himno. Así, la primera nota se llamó «Ut», y se mantuvo así hasta el siglo XVII, cuando Giovanni Battista Doni la cambió por «Do», más fácil de pronunciar: ¡Do como en « Dominus »! Pero hay quienes piensan que «Do» es el acrónimo con el que Doni ha vinculado para siempre su nombre a la primera nota musical. 

Cabe destacar que en Francia y en los países francófonos la denominación « Ut » aún se usa.

Guido d'Arezzo "bautizó" (¡igual que el Bautista!) las seis notas que existían entonces. La séptima fue introducida por Bartolomeo Ramis de Pareja en 1482, y tomó su nombre de las iniciales de las dos últimas palabras del himno que Guido d'Arezzo había usado, " Sancte Ioannes ": por lo tanto, la última de las siete hermanas se llamaba "Sí".

Aquí hay una posible traducción del Himno:

Para que tus siervos
canten
a gran voz
tus obras maravillosas,
borra el pecado
de sus labios impuros,
oh San Juan.

( Orestes Martinelli )

miércoles, 18 de junio de 2025

Índice del artículo: Bergoglio, la ambigüedad

ECCLESIA E POST CONCILIO

Jueves, 8 de mayo de 2025

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Índice de reacciones de obispos y otros a la 'Fiducia supplicans'


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Jueves, 21 de diciembre de 2023


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El lobby gay de Bergoglio, ambigüedad ( aquí )