Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
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jueves, 6 de noviembre de 2025
Francisco José Delgado, absuelto y restituido: Toledo confirma su inocencia tras una persecución de origen opaco
miércoles, 5 de noviembre de 2025
(Del Blog de Bruno Moreno, Espada de doble filo)
Hace unos años, escribí un artículo titulado “¿En qué sentido nuestra Señora es Corredentora?” y, por lo que leo de la nota doctrinal, lo que dije sigue siendo válido. No cabe duda de que el contenido o sentido de ese título es verdadero y parte de nuestra fe católica. En cambio, la conveniencia o no de utilizarlo o proclamarlo solemnemente como título formal es una cuestión prudencial, que yo no soy competente para decidir y que, gracias a Dios, corresponde a la Iglesia.
Así pues, a grandes rasgos, que la nota doctrinal considere inoportuno utilizar el título de Corredentora no me preocupa especialmente, ya que se refiere precisamente a esa cuestión para la que yo no soy competente. En cambio, otras cosas del documento me resultan más inquietantes, porque, con todo el respeto, tengo la impresión de que se trata de la continuación de una línea que lleva varios años en vigor y que podríamos llamar, en conjunto, el magisterio confuso. Esta forma de ejercer el magisterio, que se está consolidando ya en un segundo pontificado consecutivo, podría distinguirse por varias características que, al menos a mi entender, resultan del todo indeseables.
En primer lugar, el magisterio confuso se caracteriza por la imprecisión sustancial y sistemática, que tradicionalmente ha sido el peor enemigo del magisterio y, por desgracia, en la última década se ha hecho habitual. Recordemos, por ejemplo, el caso de la modificación de la enseñanza del Catecismo sobre la pena de muerte para dejarla más confusa en vez de más clara, algo que es inaudito, mediante el uso del término “inadmisible”, que no tiene un sentido definido en Teología moral, además de afirmaciones mutuamente contradictorias.
Lo mismo sucedió con Amoris laetitia, que logró desactivar a los defensores la doctrina moral tradicional de la Iglesia a base de grandes dosis de confusión, con frases oscuras y ambiguas, las más importantes de las cuales, al parecer, estaban en un pie de página. Todo eso permitía que, el que quisiera engañarse sobre lo que en realidad decía el documento, se engañara y justificara su propia inacción. Casi diez años después, siguen sin responderse las dudas básicas presentadas por cuatro beneméritos cardenales sobre su interpretación. Algo similar puede decirse de Fiducia supplicans, la declaración de Abu Dhabi, Fratelli Tutti y otros documentos.
De un tiempo a estar parte, la precisión en los documentos parece ser el enemigo, en lugar de algo fundamental y necesario, como siempre se consideró en la Iglesia. En ese sentido, resulta irónica una súbita preocupación por la “precisión” en el lenguaje de la que hace gala la nota Mater Populi fidelis, teniendo en cuenta que el gran documento del cardenal Fernández, Fiducia supplicans, se basa úen sembrar la confusión, jugando con bendecir la pareja, pero no bendecir la unión y las bendiciones “pastorales”, pero no “litúrgicas”, como si moralmente no fuera todo lo mismo. ¿Y ahora, de pronto, la precisión y evitar los malentendidos sí que es esencial? ¿Para evitar unos posibles errores que, si de verdad existen en la realidad, son completamente marginales, a diferencia de los relativos a las uniones del mismo sexo? ¿Estos últimos no importan, pero los primeros sí? Colamos el mosquito y nos tragamos el camello.
En segundo lugar, la prudencialización o pastoralización de las declaraciones magisteriales. En lugar de tener un magisterio centrado en la verdad, en la realidad, parece que tenemos un magisterio utilitario, centrado en la cuestión de cuáles van a ser los efectos de que se diga una cosa u otra. En esta última nota, de nuevo, se mencionan, como no podía ser menos, el “esfuerzo ecuménico” y las preocupaciones “pastorales y ecuménicas”. Esto resulta especialmente curioso teniendo en cuenta el golpe casi mortal que dieron las bendiciones de Fiducia supplicans al ecumenismo con los ortodoxos, el grupo más cercano al catolicismo. Podría sospecharse que el ecumenismo solo es importante cuando se produce en sentido mundano.
En cualquier caso, esta tendencia también tiene su origen en Amoris Laetitia, en la cual, contra toda la moral de la Iglesia, se afirmó que no existen los actos intrínsecamente malos y, por lo tanto, todo depende de la situación, las circunstancias y el color con que se mire: todo es prudencial. ¿Se puede adulterar? Depende. ¿Y usar anticonceptivos, tener relaciones del mismo sexo, abortar? Forzosamente, también depende. ¿Y bendecir las uniones del mismo sexo? Depende de si la misma bendición la das “litúrgicamente” o “pastoralmente”, como si eso justificara en lo más mínimo bendecir lo imbendecible.
Aparte de que este enfoque no es católico (al menos según Veritatis splendor y toda la moral anterior de la Iglesia), lo cierto es que, si todo es prudencial, todo es discutible. Por su propia naturaleza, lo prudencial no es objeto de magisterio, sino de decisiones circunstanciales y mutables, que además no pueden hacerse desde arriba, sino que tienen que ser tomadas por el interesado en cada caso concreto. Si la maldad o bondad del adulterio, el divorcio o las relaciones del mismo sexo son cuestiones prudenciales, pueden ser cosas malas en las diócesis africanas y buenas en las alemanas. ¿Por qué no?
La nota dice que “es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María”. Esta afirmación carece de sentido lógico, porque precisamente la oportunidad, por definición, es algo que depende del contexto. No cabe, pues, hablar de “siempre”. Cuando cambian el momento histórico, el lugar, las circunstancias, etc., lo inoportuno puede hacerse oportuno y viceversa. Muchos recordarán el viejo anuncio, que canturreaba “siempre hay un motivo para usar Nivea", pero lo cierto es que no es así, a veces es conveniente usar Nivea y a veces no. Si, según la nota, hoy no es conveniente u oportuno hablar de que la nuestra Señora es Corredentora, mañana o el año que viene o en el pontificado que viene puede que lo sea; si no es oportuno que el Vaticano use esa expresión, puede que lo sea en una diócesis concreta, en una parroquia específica o que cada fiel decida por sí mismo si es prudente usarla o no.
Repitámoslo: lo prudencial es discutible, mudable, no admite pronunciamientos generales y, por lo tanto, no es propiamente materia doctrinal, sino práctica y disciplinar. Así pues, la nota “doctrinal” y, en general, buena parte de los documentos de los últimos años, tienden a derrotarse a sí mismos, porque sus presupuestos radicalmente antimagisteriales anulan sus propios efectos como magisterio.
En tercer lugar, gran parte de los documentos recientes muestran una clara superficialidad o esloganización magisterial. Se trata de un magisterio que adolece de escasez o ausencia de fundamentos racionales o teológicos sólidos, que parece funcionar a base de sentimentalismos y en el que la argumentación se sustituye por eslóganes, como “crear puentes y no muros”, “ir a la frontera”, “el tiempo es superior al espacio”, “nadie puede ser castigado para siempre” o “hacer lío”, entre otros, ninguno de los cuales tiene la más mínima entidad teológica.
En el caso de la nota doctrinal más reciente, se nos asegura, por ejemplo, que “cuando una expresión requiere muchas y constantes explicaciones, para evitar que se desvíe de un significado correcto, no presta un servicio a la fe del Pueblo de Dios y se vuelve inconveniente” y que el término de Corredentora corre “el peligro de oscurecer el lugar exclusivo de Jesucristo”. Esta afirmación tan superficial produce inevitablemente una sonrisa, porque exactamente ese es el caso de todos los títulos tradicionales de nuestra Señora. ¿Es que decir que María es Madre de Dios no puede dar la impresión de que Dios no es eterno? ¡Si hasta se produjo un gran cisma por ese tema! Del mismo modo, tradicionalmente, María es Puerta del Cielo (¿pero no dice el Evangelio que Él es la puerta del redil?), Causa de nuestra Alegría (¿acaso no es Cristo la verdadera causa de nuestra alegría?), Reina del Cielo y de los Ángeles (¿no atentará eso contra la realeza de Cristo?), nuestra Señora (¿es que no es Cristo el único Señor?), Abogada nuestra (¿el Abogado no es el Espíritu Santo?), santa (pero “solo Tú eres santo, Señor”) y un largo etcétera.
El hecho es que, usado sistemáticamente, el criterio que nos da la nota doctrinal llevaría a la destrucción de toda la Mariología, no podríamos decir nada sobre la Virgen. No es casual que lo mismo suceda con Amoris laetitia, cuyos principios destruyen la totalidad de la moral católica. Lo cierto, por supuesto, es que los títulos de la Virgen nada quitan a Cristo, porque si los tiene es precisamente porque Ella es el ser humano más unido a su Hijo y que más perfectamente le ha imitado siempre en todo. Cuanto más ensalzamos a la Virgen, más estamos ensalzando a Cristo. La grandeza de María no es algo autónomo o conseguido por las fuerzas humanas, sino una obra maestra de la gracia de Cristo, que obra en “la humildad de su esclava”. Nada hay de extraño en esto, lo mismo sucede con los sacerdotes y el único y Sumo Sacerdote o con los padres y el Padre del cielo. Es de temer que, con el olvido de la escolástica, algunos hayan olvidado también el concepto fundamental de la analogia entis.
Otra característica de los documentos recientes es, a mi modo de ver, la autorreferencialidad y las citas creativas. Se trata de un clásico del pontificado anterior, como casi todo el mundo sabe. La inmensa mayoría de las citas de los documentos del Papa Francisco eran de documentos del propio Papa Francisco. Ahora, en Mater Populi fidelis se cita otra vez a Francisco. De nuevo irónicamente, nunca se había hablado tanto antes contra la autorreferencialidad y nunca se había practicado tanto esa disciplina.
Cuando se cita a otras personas, las citas se seleccionan cuidadosamente, ocultando todo aquello que vaya en contra de la novedad que se quiere defender, y apelando únicamente a aquello que interesa. En Mater Populi fidelis, se citan como autoritativas unas frases de Ratzinger en la que desconfía del término Corredentora, pero solo se citan en general y sin darles la más mínima importancia las veces en que San Juan Pablo II, Pío XI o Benedicto XV usan ese término (el primero de ellos mientras Ratzinger era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe). ¿No convendría tomarse en serio los testimonios en contra de lo que afirma ahora el Dicasterio? Alguna fuerza tendrán, ¿no? Lo mismo sucedió en Amoris Laetitia, en la que directamente se omitía la doctrina anterior sobre los actos intrínsecamente malos y la prohibición de dar la comunión a los adúlteros no arrepentidos y se citaba a Juan Pablo II y a Santo Tomás ¡para decir exactamente lo contrario que Juan Pablo II y Santo Tomás! Esta forma de actuar no es seria y acarrearía un suspenso fulminante en cualquier tesis, tesina o humilde trabajo escolar. Que sea algo relativamente frecuente en los documentos magisteriales recientes es tristísimo.
Finalmente y de forma estrechamente unida a la precedente, podemos mencionar otra característica aún más grave: el un cierto desprecio implícito de la enseñanza anterior e incluso de la Escritura. Amoris Laetitia desestimó el magisterio de Benedicto XVI, Juan Pablo II y todos los papas anteriores, negó expresamente un dogma de fe al decir que Dios no siempre da la gracia para no pecar, contradijo directamente a la Escritura al decir que a veces Dios quiere que pequemos y que el adulterio a veces es lo que Dios nos pide, aunque no sea lo ideal. ¿Sobre qué base se asienta un magisterio que simplemente prescinde del magisterio anterior? ¿No es eso el equivalente de serrar la rama en que uno está sentado?
Quizá el caso más paradigmático fuera la ocasión en que el Papa respondió formalmente a unas dubia (no las famosas, sino otras) afirmando que hay “textos de las Escrituras y testimonios de la Tradición que hoy no pueden ser repetidos materialmente”. Confieso que nunca habría pensado que escucharía a un Papa diciendo expresamente que hay que prescindir de lo que enseña la Escritura en algunas cuestiones (a saber, cuando no coincide con lo que piensa el mundo).
En el caso de esta última nota doctrinal, llamativamente se prescinde de lo enseñado al respecto por doctores de la Iglesia (como San Alfonso María de Ligorio o San Juan Enrique Newman), varios papas y multitud de teólogos o la Escritura (“completo en mi carne lo que le falta a la pasión de Cristo”, “llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús”, “estoy crucificado con Cristo”, “a ti una espada te atravesará el corazón”, etc.) y lo creído por una buena parte del pueblo fiel. Curiosamente, en otros casos se menciona lo que cree “la gente” como argumento para defender heterodoxias, pero, en cambio, si es algo piadoso sobre nuestra Señora, se puede prescindir de ello sin pensarlo dos veces. Algo similar, por cierto, a lo que ocurre con los defensores de la liturgia antigua (incluido Benedicto XVI), cuya opinión en este caso no parece importar en lo más mínimo). Como decía, yo no estoy capacitado para decidir si conviene utilizar o no el título de Corredentora, pero lo que me parece evidente es que resulta imprudente y autodestructivo despreciar a la ligera todo lo que han dicho sus defensores, incluidos algunos a un nivel bastante más alto que el actual cardenal Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
En fin, podrían mencionarse algunas otras características más, como una asombrosa tolerancia de la contradicción interna, pero no conviene alargarse más. Por desgracia, lo evidente es que todo este magisterio confuso está llevando y ha llevado ya en buena parte a un desprestigio generalizado del magisterio. No entre los no cristianos, ni tampoco entre los católicos heterodoxos, que nunca han hecho caso del magisterio, sino entre los fieles de a pie que aman a la Iglesia, se toman en serio su fe y, consciente o inconscientemente, notan que algo va muy mal. Es una situación anómala y muy preocupante.
Solo hay que leer los comentarios de los artículos de los lectores de cualquier portal católico y se descubre inmediatamente algo terrible: multitud de católicos serios y obedientes desconfían de lo que venga del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y otros órganos de la Iglesia. No son desobedientes, porque quieren obedecer, pero ni el más obediente de los hombres puede obedecer a lo contradictorio, ni creer en la confusión. Simplemente, no es posible. Así pues, la nota actual, al margen del tema concreto de la misma, pone de manifiesto que la confusión tan propia del pontificado anterior no se ha superado en absoluto. Antes o después (mejor antes que después) habrá que afrontar este problema.
En cualquier caso, como dice un amigo, quizá la nota doctrinal tenga un efecto inesperado: la definición futura como dogma de que nuestra Señora es Corredentora. A fin de cuentas, la definición de los dogmas suele realizarse cuando es necesaria, es decir, cuando hay quienes impugnan, con presupuestos erróneos, una parte de la fe creída por la Iglesia pacíficamente. ¿Podría suceder? No lo sé, pero sería, sin duda, una gran ironía, una “sorpresa del Espíritu” de las de verdad y quizá un paso en la dirección de desechar de una vez por todas la confusión magisterial que tanto daño nos está haciendo.
Bruno Moreno
Acerca del término corredentor (sacado de IA)
- Participación en la obra de Cristo: El término enfatiza la colaboración de los seguidores de Cristo en su misión redentora, recibiendo y viviendo la gracia que Él obtuvo a través de su sacrificio.
- Asociación con el sufrimiento de Cristo: O sea, asociar los propios sufrimientos, penas y sacrificios a los de Cristo. Esto transforma el sufrimiento de ser un castigo en ser un acto de redención, purificación y elevación para uno mismo y para los demás.
- Doble dimensión de la Redención: La Redención de Cristo tiene dos dimensiones:
- 1. Sanante: Restaura la inocencia perdida por el pecado.
- 2. Elevante: Eleva al creyente a la condición de hijo de Dios y lo introduce en una comunión íntima con Él.
- La salvación es un don que se recibe: La salvación obtenida por Cristo debe ser recibida y aceptada personalmente por cada individuo, abriendo el corazón a los dones de su gracia.
- María como modelo: María es vista como la primera corredentora por su participación única en el sufrimiento de Jesús al pie de la cruz. Ella es el modelo a seguir para los creyentes que se asocian con la pasión de Cristo.
- El rol de la Iglesia: La Iglesia, como el cuerpo de Cristo, es una comunidad de corredentores que colaboran en la edificación del reino de Dios.
Vuelve «La Sacristía de la Vendée» tras la absolución del P. Delgado
Como si fuese un guion de película, poco después de ser comunicada la sentencia absolutoria, uno de los principales instigadores, contra el P. Delgado, el P. Loriente, fue encontrado en posesión de droga y compañías homosexuales a finales del verano conmocionado a toda la diócesis de Toledo y toda España con el escandalazo. Quedan todavía por determinar el papel desempeñado otros actores de la diócesis de Toledo y Roma.
Aunque la sentencia del P. Delgado es del 28 de julio, hasta hoy no ha podido hacerla pública, ni siquiera dar su opinión públicamente por obediencia. Tal como relata:
Hace un año y medio tuve que anunciar, en obediencia, que dejaba las redes por mandato de mi Arzobispo. Dije que todo se debía a una calumnia de la que esperaba poder dar detalles algún día.
Ese día ha llegado. Durante este año y medio he tenido que enfrentarme a una cruel persecución orquestada por algunas personas a las que, por supuesto, he perdonado desde el primer momento. Esto me ha supuesto ser expulsado de mi ministerio, ser silenciado y ser sometido a un juicio penal canónico.
Hace año y medio decía:
Por orden directa de mi Arzobispo, me veo obligado a interrumpir la actividad en todas mis redes y a suspender mi participación en medios de comunicación. En esta ocasión no lo hago por mi propia voluntad.
No me queda más remedio que defenderme de una calumnia de la que espero…— Francisco J. Delgado (@PadreFJD) May 7, 2024
«La Sacristía»
El origen del caso está en la persecución desatada contra el canal de Youtube después de la denuncia pública de uno de los integrantes, el P. Góngora del simulacro de ceremonia religiosa gay protagonizado por un religioso hoy ya fuera de la diócesis de Madrid.
En este programa de regreso que titulan «El odio ante la Verdad: La vuelta de La Sacristía de La Vendée» contarán cómo ha sido el proceso además de tratar el último documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Mater Populi fidelis, y el debate en torno a los títulos de Corredentora y Mediadora de todas las gracias
Crónicas cucufatenses: el purgatorio (por Bruno Moreno)
TRIBUNA: Corredentora, ¿lo único inoportuno? (Por Mons. Alberto José González Chaves)
martes, 4 de noviembre de 2025
San Carlos Borromeo y la crisis de la Iglesia: una lección para nuestros tiempos

lunes, 3 de noviembre de 2025
La verdadera fuerza motriz detrás de Fiducia supplicans

LAS 7 LECCIONES EN ROMA DE LA 14ª PEREGRINACIÓN SUMMORUM PONTIFICUM “AD PETRI SEDEM” Y DEL ENCUENTRO DE LA PAX LITURGICA
