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martes, 20 de mayo de 2025

La Paz de Cristo y nuestras preocupaciones (Padre Alfonso Gálvez)



Homilía del 6 de abril de 1982

Duración 24:37 minutos

León XIV. ¡Qué decepción!



No podría ser más conciliar (o más bien conciliarista) que esto. Cito la conclusión del discurso pronunciado hoy por León XIV a los representantes de las demás religiones aquí presentes y las consiguientes reflexiones generales. No sin antes continuar con otras consideraciones sobre todo el contenido del documento. Por favor, profundice más a través de los numerosos enlaces de referencia porque de lo contrario tendría que escribir un artículo kilométrico (y no tengo fuerzas para ello).

Queridos todos, gracias nuevamente por vuestra cercanía. Invoquemos la bendición de Dios en nuestros corazones: que su infinita bondad y sabiduría nos ayuden a vivir como sus hijos y hermanos entre nosotros, para que la esperanza crezca en el mundo. Muchas gracias.

Es la falsa “hermandad” herética de Bergoglio.

Mientras tanto me pregunto en qué consiste Cristo en el Centro en el lema y en las palabras de este Papa, cuando sobre las afirmaciones precedentes me veo obligado a hacer las siguientes aclaraciones.

Todos somos criaturas de Dios, pero sólo podemos ser hermanos en Cristo, porque -en Él, con el sello del Bautismo- somos hijos adoptivos en el Hijo unigénito del Padre, a quien podemos decir Padre nuestro... [ ver ]

El defecto básico está en Gaudium et spes , 22 que afirma (y es la raíz de todas las herejías posteriores) “con la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre” ( Ipse enim, Filius Dei, incarnatione sua cum omni homine quodammodo Se univit ).

Permítame aclarar mi afirmación inicial. El Hijo es Uno y no fue creado sino engendrado antes de todos los siglos y se hizo hombre, en el seno de la Virgen María, en Jesús de Nazaret y no en toda la humanidad , aunque Cristo tomó la naturaleza humana para redimirnos, lo que hace posible la fraternidad (y mucho más)... Cristo Señor no da un sentimiento de fraternidad, cambia nuestra naturaleza, la transforma con su gracia que recibimos en los sacramentos; lo que nos permite vivir la fraternidad y comportarnos en consecuencia. De hecho, Cristo es el Verbo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Trinidad, engendrada, no creada, de la misma sustancia (consustancial) que el Padre, que se hizo hombre en Jesús, no en todos los hombres .

Por eso somos hijos sólo en el Hijo y sólo si lo acogemos. Por eso los hombres, criaturas siempre a imagen y semejanza de Dios, no participan ontológicamente de la naturaleza divina de Cristo sino que se hacen hijos -y reciben la filiación divina por adopción, es decir, ven su naturaleza humana incorporada y transformada pero no sustituida en el sello del Bautismo-, y, entonces, deben permanecer en Cristo Señor, pues de lo contrario se convierten en hijos degenerados. El Prólogo de Juan 12-13 nos enseña esto: “ Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios .” Por tanto no creado, sino inserto en la generación eterna del Hijo, el amado, aquel en quien el Padre se complace porque reconoce su Verdadera imagen.

“Suyos”, es decir, los cristianos nos hacemos hijos por adopción –y no por naturaleza– y recibimos el don de irnos configurando cada vez más con Él (nuestra naturaleza se transforma pero no se sustituye), en sentido paulino (2 Co 3,18). Es lo que los Padres llaman Teosis , por la gracia que la vida de fe y por tanto de fidelidad nos dona a través de la oración y del munus sanctificandi de la Iglesia. Es precisamente esta distinción entre adopción-participación en Cristo y la naturaleza la que marca la diferencia. Y me parece que se crea confusión entre lo natural y lo sobrenatural al no tenerlo en cuenta.

Todos los hombres participan de la criatura y de la imagen del Creador, pero la connaturalidad , que es configuración con el Hijo Unigénito Jesucristo, se recibe en y desde la Iglesia. Lo cual no quiere decir que Cristo no se encarnó por todos y no salvó a TODOS; pero esa salvación no es un hecho automático: hay que acogerla (aquí está también la razón del pro multis ( aquí ) con respecto a todos ). Y es función de la Iglesia, confiada a ella por su Señor, anunciarla y dispensarla, de lo contrario ¿qué sentido tendría la Iglesia?

Así, el Vaticano II, al proponer una innovación como la prevista en el art. 22 GS, ha comportado un cambio en el sentido de la misión de la Iglesia, cuyo nuevo mensaje es ahora el siguiente: los hombres contemporáneos deben tomar conciencia de que, ya con la Encarnación, Cristo se ha unido a cada uno de ellos, elevándolo así a una dignidad sublime y confiriéndole una altísima misión, indicada por el Concilio y hecha propia por la Jerarquía como tarea específica; misión que consiste en realizar la paz en el mundo, la fraternidad universal en el diálogo que no pretende convertir sino adquirir las posiciones del adversario para superarlas en una comunión universal de amor, una Iglesia nueva, « ecuménica », un encuentro solidario de todos los pueblos y de todas las religiones!

Las declaraciones restantes

Leo con no poco horror la serie de otras referencias repetidas textualmente (que podéis leer en el documento aquí ), que lamentablemente confirman plena y sin vacilaciones los otros graves errores (eufemismo) de Bergoglio, a partir de ' Fratelli tutti ' ( aquí ), con la clara referencia a la declaración de Abu Dhabi ( aquí ) y, después, a Nostra Aetate ( aquí ) y a la falsa relación privilegiada con los judíos ( véase ) así como la falsa afirmación de que adoramos al mismo Dios que los musulmanes [véase aquí - aquí - aquí (la cuestión del "único Dios")]. Más sobre la sinodalidad ( aquí - aquí índice de artículos sobre el reciente sínodo).

No tengo palabras para expresar mi dolor y mi indignación. Me encomiendo al Señor para permanecer tranquilo en Él, confiado a Él en el Corazón de Su tierna Madre y nuestra, ahora en la convicción de que Él continúa poniéndonos a prueba; Mientras el mundo, también y sobre todo a causa de la grave crisis de la Iglesia, se desmorona... Nuestra civilización, surgida sobre las raíces grecorromanas del cristianismo, está extinta y ni siquiera se nos permite reavivarla con reflexiones y afirmaciones sentidas y precisas. Prueba de ello es también esta reciente iniciativa a nivel europeo ( La UE financia el Corán y borra el cristianismo ) que he publicado ( aquí ) para evitar que me censuren otro artículo y me retiren el blog.

Mañana publicaré una nota sobre la situación de la censura ahora casi diaria y las consiguientes iniciativas al respecto que, junto con el problema de género y cuestiones afines, se han convertido en temas tabú desde nuestro punto de vista auténticamente católico... En el fondo, ya no podemos hablar según nuestros parámetros de judíos o musulmanes o de inversiones de ningún tipo.Este artículo, en esta plataforma, también está en riesgo.

Tu consternada, pero no rendida, María Guarini

DISCURSO A LAS DELEGACIONES ECUMÉNICAS E INTERRELIGIOSAS CONVENIDAS PARA EL INICIO DEL MINISTERIO PETRINO DEL PAPA LEÓN XIV





Sala Clementina
Lunes, 19 de mayo de 2025






Queridos hermanos y hermanas:

Con gran alegría les dirijo mi cordial saludo a todos ustedes, representantes de otras Iglesias y Comunidades eclesiales, así como también a los de otras religiones, que han querido participar en la celebración inaugural de mi ministerio como Obispo de Roma y Sucesor de Pedro. Mientras expreso mi afecto fraterno a Su Santidad Bartolomé, a Su Beatitud Teófilo III y a Su Santidad Mar Awa III, les hago llegar también mi más sentido agradecimiento a cada uno de ustedes. Su presencia y su oración me sirven de gran consuelo y aliento.

Uno de los puntos clave del pontificado del Papa Francisco ha sido el de la fraternidad universal. En este tema, de verdad que el Espíritu Santo lo ha “impulsado” a dar grandes pasos hacia adelante en las aperturas e iniciativas que ya habían comenzado a asumir los Pontífices precedentes, sobre todo desde san Juan XXIII. El Papa de la Fratelli tutti promovió tanto el camino ecuménico como el diálogo interreligioso, y lo hizo sobre todo cultivando las relaciones interpersonales de modo que, salvaguardando los vínculos eclesiales, se valorizara siempre el aspecto humano del encuentro. Que Dios nos ayude a atesorar su testimonio.

Mi elección ha tenido lugar mientras se conmemora el 1700 aniversario del Primer Concilio Ecuménico de Nicea. Ese Concilio representa una etapa fundamental para la elaboración del credo compartido por todas las Iglesias y Comunidades eclesiales. Conforme estamos caminando hacia el restablecimiento de la plena comunión entre todos los cristianos, reconocemos que esta unidad debe ser unidad en la fe. En cuanto Obispo de Roma, considero uno de mis deberes prioritarios la búsqueda del restablecimiento de la plena y visible comunión entre todos aquellos que profesan la misma fe en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.

En realidad, la preocupación por la unidad ha sido siempre una constante en mí, como atestigua el lema que he elegido para mi ministerio episcopal: In Illo uno unum, una expresión de san Agustín de Hipona que recuerda que también nosotros, aun siendo muchos, «en Aquel uno —o sea en Cristo—, somos uno» (Enarr. in Ps., 127,3). Nuestra comunión se realiza, en efecto, en la medida que convergemos en el Señor Jesús. Cuanto más le somos fieles y obedientes, más unidos estamos entre nosotros. Por eso, como cristianos, estamos llamados a orar y trabajar juntos para alcanzar paso a paso esta meta, que es y será siempre obra del Espíritu Santo.

Consciente, además, de que sinodalidad y ecumenismo están estrechamente relacionados, deseo asegurar mi intención de proseguir el compromiso del Papa Francisco en la promoción del carácter sinodal de la Iglesia Católica y en el desarrollo de formas nuevas y concretas para una sinodalidad cada vez más intensa en el ámbito ecuménico.

Nuestro camino común puede y debe entenderse también en un sentido amplio, que involucra a todos, según el espíritu de fraternidad humana al que me refería antes. Hoy es tiempo de dialogar y de construir puentes. Y por eso me alegra y agradezco la presencia de los representantes de otras tradiciones religiosas, que comparten la búsqueda de Dios y de su voluntad, que es siempre y únicamente voluntad de amor y de vida para los hombres y mujeres y para todas las criaturas.

Ustedes han sido testigos de los notables esfuerzos realizados por el Papa Francisco en favor del diálogo interreligioso. A través de sus palabras y acciones, ha abierto nuevas perspectivas de encuentro, para promover «la cultura del diálogo como camino; la colaboración común como conducta; el conocimiento recíproco como método y criterio» (Documento sobre la fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común, Abu Dabi, 4 de febrero de 2019). Y agradezco al Dicasterio para el Diálogo Interreligioso por el papel esencial que desempeña en esta labor paciente de alentar los encuentros y los intercambios concretos, orientados a construir relaciones basadas en la fraternidad humana.

Deseo dirigir un saludo especial a los hermanos y hermanas judíos y musulmanes. Debido a las raíces judías del cristianismo, todos los cristianos tienen una relación particular con el judaísmo. La Declaración conciliar Nostra aetate (cf. n. 4) subraya la grandeza del patrimonio espiritual común entre cristianos y judíos, alentando al conocimiento y la estima mutuos. El diálogo teológico entre cristianos y judíos sigue siendo siempre importante y es muy valioso para mí. Incluso en estos tiempos difíciles, marcados por conflictos y malentendidos, es necesario continuar con entusiasmo este diálogo tan valioso.

Las relaciones entre la Iglesia Católica y los musulmanes han estado marcadas por un compromiso creciente con el diálogo y la fraternidad, favorecido por el aprecio hacia estos hermanos y hermanas «que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres» (íbid., 3). Este enfoque, basado en el respeto mutuo y en la libertad de conciencia, representa una base sólida para construir puentes entre nuestras comunidades.

A todos ustedes, representantes de las demás tradiciones religiosas, les expreso mi gratitud por su participación en este encuentro y por su contribución a la paz. En un mundo herido por la violencia y los conflictos, cada una de las comunidades aquí representadas aporta su sabiduría, su compasión y su compromiso con el bien de la humanidad y el cuidado de la casa común. Estoy convencido de que, si estamos unidos y libres de condicionamientos ideológicos y políticos, podremos ser eficaces al decir “no” a la guerra y “sí” a la paz, “no” a la carrera armamentista y “sí” al desarme, “no” a una economía que empobrece a los pueblos y a la tierra y “sí” al desarrollo integral.

El testimonio de nuestra fraternidad, que espero podamos manifestar con gestos concretos, sin duda contribuirá a construir un mundo más pacífico, como lo desean en lo más profundo de su corazón todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Queridos amigos, gracias nuevamente por su cercanía. Invoquemos en nuestros corazones la bendición de Dios: que su infinita bondad y sabiduría nos ayude a vivir como hijos suyos y como hermanos y hermanas entre nosotros, para que crezca la esperanza en el mundo. Les agradezco de corazón.

viernes, 16 de mayo de 2025

Una reflexión para tradicionalistas enragés


Veo mucho pánico y pesimismo entre los tradicionalistas respecto de León XIV, debido a su continuidad de pensamiento con Francisco. Creo que esta reacción es un error, por algunas razones sencillas.

1. Nunca fue muy probable que tuviéramos un Papa que no estuviera, en muchos aspectos, en continuidad con Francisco y con la mentalidad del Concilio Vaticano II. Sí, tal vez soñamos con Sarah, Erdö o Pizzaballa, pero siendo realistas, los progresistas son mayoría desde hace tiempo; e incluso un conservador habría rendido al menos homenaje verbal a su predecesor y al último Concilio. Lamentémoslo cuanto queramos, pero eso es “lo que se hace”.

2. Tampoco era muy probable que escapáramos a tener un Papa de la generación del “baby boom”. Sin embargo, hay una gran diferencia entre alguien nacido en 1936 y alguien nacido en 1955. Bergoglio alcanzó la mayoría de edad en medio del éxtasis delirante del Vaticano II y quedó marcado para siempre por aquella experiencia tipo “Woodstock”. Prevost tenía apenas 10 años cuando el Concilio concluyó, y aunque también creció en el páramo posterior, su relación con el evento fue muy distinta. Podríamos decirlo así: Bergoglio era emocionalmente codependiente del Vaticano II, mientras que Prevost sólo le guarda una adhesión conceptual. Es un paso hacia el futuro, hacia el próximo Papa, que estará menos comprometido incluso en lo conceptual, hasta que llegue el día en que un Papa vea al Vaticano II como uno más entre muchos Concilios. Sí, el proceso es muy lento, pero así funcionan las generaciones humanas; debemos recordar que los resultados instantáneos los dan las computadoras, no la historia.

3. Una diferencia en la personalidad y en el estilo de gobierno puede tener un impacto enorme. Hay innumerables indicios de que Prevost es una personalidad muy distinta de Bergoglio, en todos los sentidos positivos, y que no desea ir por el mundo haciendo enemigos y reprimiendo a las personas. Si tan solo lográramos un poco de oxígeno por algunos años, ya sería una victoria en este momento. Además, no cabe duda de que una de las razones por las cuales se eligió a un estadounidense fue para sanear el desastre financiero del Vaticano: “¡Seguramente un norteamericano podrá recaudar fondos y resolver problemas!”. Pero para hacerlo bien, debe dejar de librar guerras contra los conservadores y tradicionalistas, que tienen cierto peso en la percepción pública y, por tanto, influyen en el flujo de donaciones. Un hombre que intenta reparar una institución quebrada es más propenso a la discreción y a convocar a distintas voces a la mesa.

4. Le debemos a todo hombre en alta dignidad rezar por él, darle la oportunidad de ejercer su cargo, permitirle equivocarse (como todo ser humano caído), y abstenernos de condenas prematuras. No se trata de ingenuidad ni de ilusiones; es una cuestión de justicia y caridad, de lo que debemos a nuestros padres en todos los niveles: en la familia, en la parroquia, en la diócesis y en la Iglesia universal.
No se me malinterprete: no estoy diciendo que no debamos denunciar el mal cuando sea necesario. Pero, ¿acaso debemos hacerlo sin cesar, a toda hora? ¿No podríamos ejercer algo de autocontrol y, en vez de lanzar la próxima crítica, rezar un rosario? ¿Incluso considerar… ignorar al Papa por largos períodos, para evitar caer en una forma sutil de papolatría que lo convierta en el todo del catolicismo?

Algunos, sin duda, al leer esto, se verán tentados a decir: “¡Ajá! Entonces, ¿por qué no seguiste tu propio consejo con Francisco? ¡Siempre lo criticabas!”. Pues bien, en realidad, durante los primeros años hice todo lo posible por NO hacerlo, e incluso destaqué las cosas buenas y ortodoxas que decía y hacía (como se puede leer en los primeros capítulos de El camino del hiperpapismo al catolicismo, vol. 2). Sólo cuando los errores y las maldades comenzaron a clamar al cielo por justicia me vi obligado a hablar; era tiempo de confrontación y denuncia. Con León XIV, ni siquiera estamos cerca de ese punto. ¿Por qué no comenzar, entonces, con benevolencia y generosidad, en lugar de antagonismo?

Y por último, un recordatorio para todos:

No rezar por alguien porque se lo considera sin remedio constituye una forma del pecado de desesperación.

La oración es real, y la gracia que suplica también lo es: un mal Papa puede volverse aún peor si dejamos de rezar por él, y un buen Papa puede volverse mejor gracias a nuestras oraciones. Por eso, no dejaré de pedir al Señor que derrame Su gracia sobre este hombre que carga con el peso del mundo sobre sus hombros.

Peter Kwasniewski

jueves, 15 de mayo de 2025

Qué ocurrió en el cónclave



Todos sabemos que los cardenales y demás personal que ingresa al cónclave hace un solemne juramento de secreto con una gravísima amenaza: si revelan lo que allí ocurrió, sufren la pena de excomunión. Y también sabemos que hay un buen número de cardenales que creen en los efectos de la excomunión tanto como creen en Papá Noel. Es decir, no es extraño que hablen y que las noticias se filtren. Es por eso posible, en teoría, saber cómo se desarrolló el cónclave de la semana pasada.

Pero el problema no es entonces el secreto, sino los así llamados vaticanistas que, como periodistas, deben llenar páginas con lo que saben y con lo que imaginan, además de operar, y mentir, para beneficio de los sectores que les pagan que, invariablemente son progresistas de diverso pelaje. Por eso mismo, en los últimos días hemos encontrado varias versiones de lo ocurrido, y el elemento en común que tienen es que nunca los candidatos conservadores habrían recibido votos y, en cambio, pretenden convencer de que la elección de Robert Prevost fue sido una jugada maestra de los cardenales progresistas.

Nunca me convencieron esas versiones y elaboré la mía propia, sin ningún secreto cardenalicio revelado que me hubiese llegado al oído, y por simple deducción: los conservadores tenían un número de votos, aunque reducido, y los progresistas nunca habrían desistido de votar un candidato que no fuera puramente de ellos. Finalmente, una fuente confiable me pasó algunos datos que me animo a publicar no solamente por mi confianza en esa fuente, sino porque es verosímil y se ajusta más o menos a lo que yo había pensado.

En primer lugar, y algo que ya dije en estos días, el sector conservador venía preparando este cónclave desde hacía años. Tenían estrategias; no fueron crudos como les ocurrió en 2013.

En segundo lugar, y tal como lo informó el Corriere della sera, se produjo una reunión del grupo conservador, liderado por el cardenal Dolan, en el apartamento del cardenal Burke, en vía Rusticucci, pocos días antes del cónclave a la que concurrió el entonces cardenal Prevost.

¿Cómo fueron las votaciones?

Primera votación

Como todo el mundo esperaba, en esta votación se tomó la temperatura del ambiente lo que implicó una dispersión de preferencias. Sin embargo, cinco cardenales recibieron un número notable de votos.

Pietro Parolin. Fue el que más votos obtuvo, pero por debajo de los 50 que se creían seguros.

Robert Prevost tuvo un desempeño mucho mejor de lo esperado.

Luis Antonio Tagle, votado por el ala progresista dura.

Peter Erdö, votado por los más conservadores.

Anders Arborelius, votado también por el centro.

Segunda votación

El voto conservador divido entre Erdö y Arborelius alcanzó la cantidad prevista: no más de 30 votos, y se sabía que no iba a crecer y que no constituía el tercio de bloqueo. Es por ese motivo, y visto el panorama, que se activa la estrategia prevista con anticipación.

En la mañana del jueves, el cardenal Prevost mantiene una larga y fructífera conversación durante el desayuno con el cardenal Dolan que, como decíamos, era el líder de los votos conservadores.


Poco después, el cardenal Erdö y el cardenal Arborelius se retiran, como se había previsto en la estrategia.

De esta manera, Prevost alcanza y supera a Parolin en la votación: recibe sus votos originales más los aportados por el sector conservador.

Tercera votación

Ante esta situación, el cardenal Parolin no tiene más remedio que buscar un acuerdo con el cardenal Tagle y el sector progresista. Parolin había intentado antes del cónclave conseguir el apoyo de los conservadores que habían rechazado contundentemente tal posibilidad.

Sin embargo, muchos de los votantes de Tagle se niegan a apoyar a Parolin por motivos de animadversión personal. Era muy difícil que los alemanes o que Höllerich lo votaran. Por otro lado, se sabía que el Papa Francisco había dejado muy claramente señalado que no quería que su sucesor fuera el Secretario de Estado y los bergoglianos de paladar negro obedecerían a su caudillo.

Así las cosas, el cardenal Parolin no consigue recuperarse y, aunque suma algunos votos, son insuficientes. El cardenal Prevost, en cambio, crece y se acerca a los 89 votos.

Cuarta votación

La suerte estaba echada y el cardenal Parolin lo sabía. No podía arriesgarse a perder en la votación, pues hubiese sido una humillación intolerable para quien pasó los últimos doce años tratando de ser Papa y, por otro lado, sabía que le acarrearía inevitablemente perder su puesto. Anuncia, por tanto, que se retira.

Así entonces, el cardenal Robert Prevost se convierte en el papa León XIV con más de 100 votos

Sin embargo, unos 30 cardenales progresistas duros prefieren un voto de protesta, y escriben en sus papeletas el nombre de una mezcla heterogénea de cardenales, entre los que se encuentra sobre todo Mario Grech y Jean-Marc Aveline.

Conclusión: A diferencia de lo que dice la prensa naturalmente progre y los periodistas pautados, como la inefable Elisabetta Piqué, la elección del cardenal Prevost no fue un triunfo de los bergoglianos. Todo lo contrario: ganó con el voto imprescindible de los conservadores. Y éstos no actuaron como último remedio, sino como fruto de una estrategia muy bien pensada y sabiendo perfectamente a quien estaban votando. Y, hasta ahora, no los ha defraudado.

La mentira del catastrofismo climático se derrumba: Científicos reconocen que la tendencia en la Antártida «se ha revertido»



Durante años, hemos sido bombardeados con historias alarmistas sobre el cambio climático, con especial énfasis en el deshielo de la Antártida. Esta narrativa catastrofista, promovida por organismos supranacionales, ha sido la base para imponer políticas globalistas que afectan a todos los países. Sin embargo, lo que parecía una verdad incuestionable está comenzando a desmoronarse gracias a nuevos datos científicos.

El estudio que desmonta la narrativa

Un reciente estudio, liderado por la Universidad Tongji de China, ha puesto en evidencia la manipulación de los datos climáticos. Utilizando información de los satélites GRACE y GRACE-FO de la NASA, los investigadores han descubierto que, entre 2021 y 2023, la masa de hielo en el este antártico ha aumentado, contradiciendo el relato que nos habían impuesto sobre el deshielo constante en la región.

En particular, se ha documentado un incremento de 108 gigatoneladas de hielo por año en las zonas de Wilkes Land y Queen Mary Land, lugares donde anteriormente se reportaba una pérdida media de 142 gigatoneladas anuales. Este hallazgo es revolucionario, ya que cuestiona la afirmación de que el hielo polar está desapareciendo sin cesar.

La manipulación ideológica detrás del catastrofismo climático

La narrativa que nos presentaron durante años acerca del cambio climático y el deshielo en la Antártida no era producto de un análisis científico riguroso, sino de una estrategia de manipulación ideológica. Organismos internacionales, como la ONU y Bruselas, impulsaron políticas climáticas extremas basadas en una falacia.

La agenda 2030 fue otra de las herramientas utilizadas para difundir el miedo y la crisis climática, la cual sigue siendo repetida por gobiernos y medios de comunicación. El supuesto deshielo de la Antártida, uno de los elementos más repetidos, se usó para sembrar el pánico y justificar políticas de control económico, energético y social que afectan a la población.

¿Qué significa este hallazgo científico?

El estudio reciente demuestra lo que muchos sabíamos pero no podíamos probar: las narrativas mediáticas y políticas del catastrofismo climático eran erróneas. Este hallazgo subraya lo que algunos científicos han defendido durante años: el clima de la Tierra es mucho más dinámico y menos predecible de lo que se nos ha hecho creer.

Los datos no pueden ser manipulados al gusto de los intereses políticos. La realidad es que los procesos climáticos de la Tierra son extremadamente complejos, y no basta con una observación puntual para extraer conclusiones definitivas. Las afirmaciones absolutistas que nos han vendido sobre el clima son erróneas, y los estudios recientes lo demuestran.

Además, este cambio de perspectiva obliga a reflexionar sobre cómo se ha manejado la información climática en los últimos años. Los alarmismos infundados no solo son peligrosos, sino que también desinforman al público y dificultan la toma de decisiones basadas en datos reales y verificables.

¿Por qué debemos cuestionar el catastrofismo climático?

La respuesta está clara: el catastrofismo climático ha sido utilizado como una herramienta de control político y económico. El alarmismo sobre el deshielo en la Antártida no solo ha servido para crear una falsa sensación de emergencia, sino que ha sido la base para imponer políticas que afectan negativamente a la soberanía de las naciones.

La agenda 2030 y otras iniciativas globalistas, que en teoría buscan luchar contra el cambio climático, están basadas en supuestos falsos que no son válidos. En lugar de centrarse en soluciones equilibradas y basadas en la evidencia, estas políticas han priorizado objetivos ideológicos y sectarios que buscan una reestructuración de la sociedad y la economía a nivel global.

Reflexión final: la verdad siempre sale a la luz

Este nuevo estudio sobre la Antártida es solo un ejemplo de cómo las mentiras sobre el cambio climático comienzan a caer. Los intereses ideológicos y políticos que han impulsado la narrativa del catastrofismo climático se están desmoronando a medida que más estudios serios y objetivos salen a la luz. Al final, la verdad siempre prevalecerá, y lo que parecía ser una verdad incuestionable terminará cayendo por su propio peso.

Es fundamental que sigamos cuestionando las narrativas que nos imponen desde los organismos internacionales y los medios de comunicación. Solo así podremos asegurar que las políticas climáticas que se adopten en el futuro sean basadas en hechos reales, y no en falsedades ideológicos que solo han servido para manipular a la sociedad.

El PP se quita la careta en el Congreso: apoyo al Pacto Verde y a la agenda 2030




El PP defiende en el Congreso la «hoja de ruta» de Von der Leyen que mantiene el Pacto Verde

El Partido Popular (PP) ya no engaña a su electorado. Tras años de aparentar oposición al globalismo y al PSOE en España mientras apoyaba sus políticas en el Parlamento Europeo, ahora se quita la careta definitivamente. El partido ha dejado clara su postura al respaldar el Pacto Verde de la Unión Europea en el Congreso. La diputada Milagros Marcos lo expresó claramente este martes en el Congreso, afirmando que el PP apuesta por una estrategia que equilibre la lucha contra el cambio climático y la competitividad.

La eurodiputada Dolors Montserrat ha reforzado esta línea argumental, destacando que el PP siempre ha defendido el Pacto Verde. Asegura que Europa debe liderar la lucha contra el cambio climático, «Queremos que Europa enseñe al mundo a sumarse en la lucha contra el cambio climático. La mejor de hacerlo es con el liderazgo de Ursula von der Leyen y el Green Deal (Pacto Verde)» ha dicho. Sin embargo, esta postura deja al descubierto el giro definitivo hacia el globalismo y la Agenda 2030.

Una traición al sector primario español

El apoyo al Pacto Verde representa un duro golpe para el sector primario español. Agricultores y ganaderos ven cómo el partido que tradicionalmente les respaldaba, al menos teóricamente, apuesta ahora por políticas que limitan su actividad en nombre del cambio climático. Esta postura rompe con la imagen que el PP trató de mantener ante su electorado más conservador, que ahora debe asumir que el partido se alinea con el globalismo izquierdista de la UE.
La doble cara del PP: Europa y España

Hasta ahora, el PP había jugado a dos bandas: apoyando iniciativas globalistas en Europa mientras criticaba medidas similares en territorio nacional. Sin embargo, ya no hay margen para la confusión. El mensaje es claro: el PP prefiere la agenda 2030 y la transición ecológica impulsada desde Bruselas. Esto desmonta cualquier argumento que sus votantes pudieran utilizar para justificar su apoyo al partido, ya que ahora su postura está más clara que nunca.

No es transición ecológica, es demolición nacional

Lo que el PP llama transición ecológica es, en realidad, una demolición nacional. El denominado Pacto Verde Europeo no busca fortalecer a España, sino imponer políticas que sacrifican nuestra soberanía energética y productiva. Ni el PP ni el PSOE velan por los intereses nacionales; ambos se han quitado la careta, mostrando su alineación con agendas globalistas que perjudican a nuestra economía y desprotegen a las familias españolas.»
Los votantes ya no pueden alegar engaño

Esta vez, los simpatizantes del PP ya no podrán afirmar que fueron engañados. El apoyo abierto al Pacto Verde y a la estrategia de Von der Leyen confirma que el partido apuesta descaradamente por el globalismo y la Agenda 2030. Es lo que le piden si quiere gobernar próximamente. Si el votante mantiene su respaldo en las urnas, será con pleno conocimiento de sus prioridades y políticas. El tiempo de los engaños ha terminado.

Los primeros días del Papa León XIV



A casi una semana de su aceptación, el papa León ya está provocando debates en los medios de comunicación de todo el mundo. Manteniendo una perspectiva equilibrada, es justo decir que todavía es demasiado pronto para ofrecer una interpretación histórica o incluso teológica de su pontificado. Sin embargo, poco a poco podemos destacar algunos detalles indicativos de su liderazgo eclesiástico que ya han salido a la luz en estos primeros días.

Cristo, el Papa, la Iglesia

Una pequeña aclaración: mirar el pasado de un Papa como obispo y cardenal es ciertamente útil para comprender su pensamiento, pero hay que recordar que tal análisis es siempre bastante limitante.

Esto es cierto por dos razones, una natural y otra sobrenatural, por así decirlo. La razón natural es que una vez que un hombre se convierte en Papa, y por lo tanto se vuelve injuzgable (según la famosa fórmula canónica: Prima Sedes a nemine judicatur nisi a Deo), puede expresar posiciones que antes había mantenido discretas u ocultas, ya sea para evitar presiones o marginaciones por parte de autoridades superiores.

La razón sobrenatural, en cambio, está relacionada con la gracia del Estado.

No hay que olvidar que cuando un cardenal es elegido Papa y pronuncia la famosa palabra Accepto («Acepto»), está sellando un contrato matrimonial y sobrenatural entre él y la Iglesia. En este sentido, el Papa es verdaderamente el Vicario de Cristo, donde «vicario» significa aquel que comparte plenamente el poder que se le ha confiado. Cristo es el Sumo Pontífice de la Iglesia, Cristo es el Esposo de la Iglesia, pero al entregar las llaves del Cielo a Pedro, le concede toda su autoridad, sin que Pedro pueda ir «más allá» de ella. Sin embargo, tampoco puede disminuir el poder del papado.

Pues bien, la gracia de estado del papado puede transformar verdaderamente al hombre designado para tan gran ministerio.

El Magisterio de las Lágrimas

Volvamos por un momento al día en que el Papa León apareció en el balcón de la Plaza de San Pedro. Pocos analistas han destacado, quizás, las lágrimas que Prevost mostró al mundo. Esas lágrimas no deben darse por sentadas, a pesar de que el lugar donde el Papa se prepara antes de hacer su primera aparición pública se llama la «Sala de las Lágrimas». Esa emoción es el signo de esa debilidad enteramente humana que Dios puede transformar en fuerza.

El papado no es principalmente un honor, sino una gran cruz. Después de todo, el Papa es el Vicario de Cristo, y en todo, está llamado a compartir el poder del Señor, incluida la cruz. Creo que el Papa León es consciente de esto.

Durante la Missa pro Ecclesia (9 de mayo de 2025), en su primera homilía como Pontífice, dijo explícitamente: «Me has llamado a llevar esa cruz y a ser bendecido con esa misión«. Esas lágrimas ya son un acto magistral, renovado el domingo pasado durante el primer Regina Coeli de Leo.

La crisis de la ley

Hay otro aspecto que me gustaría destacar. En un artículo mío publicado en The European Conservative en vísperas del Cónclave de 2025, escribí:

«Un aspecto que [Benedicto XVI y Francisco] descuidaron, aunque de maneras muy diferentes, fue el papel del derecho en la vida de la Iglesia. Benedicto XVI prefirió recurrir lo menos posible a los mecanismos legales, favoreciendo un liderazgo más espiritual que institucional. Francisco, por otro lado, a menudo ha eludido o incluso torcido la ley para sus propios fines, usándola selectivamente. […] Sin embargo, esta misma «crisis de derecho» —marcada por normas ignoradas, procedimientos improvisados y expulsiones injustificadas— sigue siendo uno de los legados más graves y estructurales que han quedado. Es poco probable, sin embargo, que los cardenales lo reconozcan como tal. Es probable que las dinámicas en juego se desarrollen en otros frentes: pastoral, geopolítico, mediático e incluso económico. El riesgo, sin embargo, es que se siga pasando por alto un problema que socava la cohesión y la credibilidad de la Iglesia desde dentro y a largo plazo».

Hasta cierto punto, mi preocupación ha sido reconocida. El nuevo Papa es matemático, filósofo, teólogo y canonista. Además, es agustino, y el mismo san Agustín afirmaba que la paz —una de las palabras clave de su agenda— es «la tranquilidad del orden» (cfr. De Civitate Dei XIX, 13.1).

Un hombre que es a la vez matemático y canonista inspira esperanza, no sólo por el rigor del método y el amor por la precisión y el orden, sino también por su conciencia de este aspecto específico de la crisis de la Iglesia: la crisis del derecho. Además, es muy tranquilizador saber que el Papa recién elegido está abierto a las propuestas y a los consejos de dos estimados cardenales, canonistas y conservadores, como el húngaro Péter Erdő y el estadounidense Raymond Leo Burke, dos figuras eclesiásticas que, sin duda, son conscientes de la actual crisis del derecho y del derecho en la Iglesia católica.

Sin embargo, el nuevo Papa es también filósofo y teólogo. Esto no se da por sentado. Hoy, de hecho, hay una tendencia a estudiar filosofía sin teología, o teología sin filosofía, pero este es un enfoque moderno y erróneo, contraproducente y perjudicial, porque no se puede comprender completamente una de las dos sin la otra. Además, Robert Francis Prevost estudió filosofía en los Estados Unidos de América, en la Universidad de Villanova (Pensilvania). ¿Por qué es tan importante este aspecto? La respuesta es simple: la filosofía no se estudia de la misma manera en todo el mundo. Hoy en día, existen dos grandes tradiciones de estudio filosófico a nivel mundial: el modelo continental y el modelo analítico.

El modelo continental se desarrolló principalmente en Europa con pensadores como Hegel, Heidegger y Derrida. Este modelo favorece una visión holística de los problemas más que su análisis, pero sobre todo prefiere el enfoque histórico, a menudo vinculado a la experiencia subjetiva y al cambio de las condiciones sociales. Los filósofos continentales tienden a explorar temas como la existencia, la conciencia y la sociedad, utilizando un estilo más literario y menos estructurado en comparación con los filósofos analíticos. Joseph Ratzinger es un ejemplo de teólogo continental.

Los filósofos analíticos, por su parte, buscan descomponer los problemas filosóficos en partes más simples (análisis, precisamente), utilizando un método riguroso, lógico y sistemático para llegar a conclusiones precisas y verificables. Este último enfoque está mucho más cerca de la escolástica medieval, que se basaba en la argumentación lógica y en un método dialéctico para profundizar en la teología y la filosofía, y en el supuesto de que la verdad es objetiva. Prevost estudió este tipo de filosofía, supongo. Me gustaría subrayar que este aspecto de la formación de Prevost no es marginal: escribo esto como filósofo que estudió bajo ambos modelos, en Italia (continental) y en Suiza (analítico).

Las palabras clave del pontificado de León XIV

En el artículo anterior de presentación de León XIV, afirmé que hay tres palabras que presentan su agenda de gobierno. Estamos a la espera de la publicación de su primera encíclica —que suele ser también programática para todo el pontificado— para confirmar o corregir el análisis. Sin embargo, creo que ya puedo discernir una cuarta palabra clave muy importante.

Recapitulando: las palabras son «paz» y «justicia» con respecto a las relaciones exteriores de la Iglesia, hacia el mundo; y la «unidad» y la «misión» en lo que se refiere a las relaciones internas de la Iglesia, con sus propios hijos. Se trata, sin duda, de cuatro exigencias apremiantes de la vida eclesial contemporánea. El escudo oficial del papa León lleva como lema una cita de San Agustín: in illo uno unum, «en el único Cristo somos uno». Este lema es explicativo en este sentido.

Sin embargo, como he escrito en otro lugar, debemos superar el riesgo de confundir la unidad de la Iglesia —uno de sus cuatro signos esenciales, fundada en la verdad— con una confederación de posiciones diversas e incluso contradictorias. No espero de este Pontífice una solución rápida o repentina a este grave problema de la Iglesia de hoy, porque el Papa debe guiar y gobernar la institución de Cristo con prudencia y sano realismo.

Sin embargo, es ciertamente necesario que comience a trabajar en esta dirección. He aquí, pues, una de las grandes tareas de este Papa: trabajar por la verdadera unidad de la Iglesia.

Como se ha dicho, el Papa León XIV fue elegido como un Papa de convergencia. Reunió los votos de los que amaban a Bergoglio, de los que se habían opuesto a él en mayor o menor medida, de los que querían bloquear a Parolin, de los que simplemente se dejaban llevar y de los que creían sinceramente en el ex prefecto de los obispos. En resumen, Prevost fue el nombre que unió a todos, pero esto no es suficiente para crear la unidad de los católicos.

La verdadera unidad es la comunión, es decir, tener juntos un munus, un don divino, que es la fe católica, es decir, universal, destinada a todos los hombres de buena voluntad.

La cuarta palabra clave a destacar es «misión». A lo largo de los últimos doce años, el papa Bergoglio, muy astutamente, retóricamente hablando, ha repetido continuamente que hay una diferencia sustancial entre proselitismo y misión, y que los católicos deben ser misioneros sin tratar de hacer prosélitos.

Una distinción artificial, no inmediatamente clara, y evidentemente de origen rahneriano: según el jesuita Karl Rahner, de hecho, no sería necesario hablar de Jesucristo para ser misioneros. Habló del «cristianismo anónimo», un concepto que sigue siendo muy popular entre los jesuitas de hoy.

De acuerdo con esta idea, incluso aquellos que no son formalmente cristianos pueden vivir de acuerdo con los valores cristianos y así ser salvados por la gracia de Dios. Rahner sostenía que Dios obra en cada persona, independientemente de su religión, y que aquellos que viven con «amor y justicia», incluso sin conocer el cristianismo, pueden ser considerados «cristianos anónimos». La necesidad de la gracia sacramental, por lo tanto, no solo queda relegada a un segundo lugar, sino que se elimina.

Para Francisco, del mismo modo, «misión» significaría anunciar el Evangelio a través de obras de amor (léase: filantropía), sin invitar a nadie a la conversión. El proselitismo, por otro lado, sería un intento agresivo de convencer a otros de cambiar de religión, a menudo con insistencia o presión.

Como es evidente, no hay término medio entre estos dos polos. El sentido auténticamente católico de la misión ha sido siempre otro: mostrar a los demás, con el ejemplo de vida y la enseñanza de la doctrina, la necesidad de convertirse en cristianos para alcanzar la salvación eterna.

El Papa León parece haber retomado la centralidad de Cristo y la necesidad de tener a Cristo como único punto de referencia para llevar al hombre de vuelta a Dios. Este aspecto nos invita a reflexionar sobre otra dimensión importante del nuevo pontificado leonino.

¿Un Papa que «convertirá» el léxico de Bergoglio?

Quien espera que Prevost borre o se pronuncie claramente y con firmeza contra el Magisterio de Bergoglio no sólo piensa con mucha ingenuidad, sino que también olvida que la Iglesia siempre ha sido gobernada según un criterio de prudencia y con la mirada puesta en el largo plazo.

Aquellos que lean mis escritos habrán notado que a menudo me gusta recordar el antiguo adagio romano que representa el modus operandi de la Iglesia Católica Romana: cunctando regitur mundum, «se gobierna el mundo demorando». Este criterio es fundamental, y es bien conocido y aplicado incluso por los revolucionarios, porque es el único eficaz.

También Francisco, como buen jesuita, conocía y aplicaba este principio. En este sentido, hay que entender otra frase recurrente y aparentemente críptica de Bergoglio: «El tiempo es mayor que el espacio». La interpretación precisa de estas palabras nos fue dada en su momento por el cardenal ultrabergogliano Víctor Manuel Fernández, quien, en una entrevista el 10 de mayo de 2015 con el periódico italiano Il Corriere della Sera, dijo:

«El Papa se mueve lentamente porque quiere estar seguro de que los cambios tienen un impacto profundo. La lentitud es necesaria para su efectividad. Sabe que hay algunos que esperan que con el próximo Papa todo vuelva a ser como antes. Si uno va despacio, es más difícil volver atrás. Lo deja claro cuando dice que el tiempo es mayor que el espacio. (…) Hay que entender que su objetivo es reformas irreversibles. Si un día siente que le queda poco tiempo, y que no lo suficiente para hacer lo que el Espíritu le pide, pueden estar seguros de que se acelerará».

Esto es exactamente lo que sucedió. Francisco aceleró durante el período final de su reinado, temiendo no tener tiempo suficiente para colocar todas las premisas revolucionarias, las cuales, como malas hierbas nocivas, continuarán brotando e infestando el buen campo incluso después de su muerte, a menos que alguien tome medidas para arrancarlas de raíz.

El Papa Prevost, independientemente de su opinión real sobre el pontificado de Bergoglio, es muy consciente del daño causado por su predecesor y, hasta cierto punto, creo, tratará de remediarlo.

Uno de los métodos que adoptará, para no escandalizar a la gran multitud de católicos que, de hecho, desconocen lo que realmente ha sucedido en las últimas décadas, consistirá en una «conversión» gradual de los muchos conceptos introducidos por Francisco. Al fin y al cabo, no hay que olvidar que la estrategia constante de los neomodernistas es terminológica: no consiste tanto en acuñar nuevas palabras, como en utilizar el vocabulario de la tradición católica, vaciándolo de su significado original y llenándolo de contenido revolucionario.

Lo que el Papa Prevost puede (y debe) hacer es tomar estas mismas palabras y rellenarlas con su auténtico significado. La palabra «misión», por ejemplo, puede volver a ser cristocéntrica.

Del mismo modo, la palabra «sinodalidad» puede sufrir la misma restauración saludable. Después de todo, el concepto de «sínodo» es auténticamente católico. Se refiere a todo el colegio de obispos reunido para discutir asuntos relacionados con la fe, la moral y el cuidado pastoral. El término proviene del griego synodos, que significa «caminar juntos», pero se refiere a la dimensión consultiva del episcopado, no a una transformación democrática de la Iglesia Católica.

El Papa, de hecho, nunca ha sido una mónada. Si bien tiene el primado sobre todos los obispos del mundo y es la fuente de la potestad de jurisdicción, es oportuno y prudente que escuche las necesidades, las peticiones y las llamadas del Pueblo de Dios, a través de la mediación de los «supervisores» —los mismos obispos— que están llamados en todo el mundo a alimentar a los cristianos con el pan de la Palabra y de la Eucaristía.

El Papa León XIV podría devolver el peso y el papel propios a los cardenales que, según el Derecho Canónico, «asisten al Romano Pontífice, actuando colegialmente cuando son convocados juntos para considerar asuntos de la mayor importancia, e individualmente, a través de los diversos oficios que cumplen para ayudarlo, especialmente en el cuidado cotidiano de la Iglesia universal» (can. 349); y lo mismo a los obispos.

Recordemos que «es [exclusivamente] prerrogativa del Romano Pontífice, según las necesidades de la Iglesia, determinar y promover los modos en que el Colegio de los Obispos puede ejercer colegialmente su función para la Iglesia universal» (can. 336 § 3).

Además, el Código de Derecho Canónico dedica una sección entera al concepto del Sínodo de los Obispos. Allí leemos:

«El Sínodo es un grupo de obispos que han sido elegidos de diferentes regiones del mundo y se reúnen en momentos fijos para fomentar una unidad más estrecha entre el Romano Pontífice y los obispos, para ayudar al Romano Pontífice con sus consejos en la conservación y el crecimiento de la fe y la moral y en la observancia y el fortalecimiento de la disciplina eclesiástica. y considerar las cuestiones relativas a la actividad de la Iglesia en el mundo». (Can. 342)

No es de escándalo, entonces, que el Papa León diga: «Queremos ser una Iglesia sinodal, una Iglesia que camina» (8 de mayo de 2025). Francisco utilizó la sinodalidad como pretexto, por un lado, para ampliar el poder consultivo de los obispos a los laicos, e incluso a los no creyentes y enemigos de la Iglesia, con el fin de democratizar las definiciones de fe y moral; y, por otro lado, centralizar en sus manos el gobierno de la Iglesia.

León podría utilizar la misma sinodalidad para restaurar el papel consultivo de obispos y cardenales y la subsidiariedad de la Iglesia, según la cual el Papa es responsable de resolver las disputas de interés común, mientras que los obispos se encargan de los asuntos locales debido a su mayor proximidad a ellos.

También en cuanto a la sinodalidad, es oportuno recordar lo que dijo Robert F. Prevost en Chiclayo, Perú, el 14 de marzo de 2023. Era el día en que el monje agustino, hasta entonces obispo de Chiclayo, se despedía de su diócesis por haber sido nombrado por Francisco prefecto del Dicasterio para los Obispos y presidente de la Pontificia Comisión para América Latina:

«Ayer se cumplieron diez años de la elección del Papa Francisco. Conocí a Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires. En ese momento, yo era el general de los agustinos. Me había encontrado con él varias veces, y cuando fue elegido, dije a algunos de mis hermanos: «Bueno, esto es algo muy bueno: gracias a Dios nunca llegaré a ser obispo». No le diré la razón, pero digamos que no todos los encuentros con el cardenal Bergoglio fueron siempre de pleno acuerdo, digamos, entre nosotros dos, no siempre de mutuo acuerdo».

Algunas consideraciones finales

El gesto simbólico de León XIV instalándose en el Palacio Apostólico, rompiendo con la anomalía introducida por Francisco, marca un retorno visible a la solemnidad del papado y a su papel universal, no reducible al de un simple obispo de Roma.

En continuidad con esta elección, la sincera devoción mariana manifestada por el nuevo Pontífice —como lo demuestra su visita al Santuario de Nuestra Señora del Buen Consejo en Genazzano y el canto espontáneo del Regina Coeli en su primera ocasión— revela un corazón profundamente anclado en la espiritualidad católica, donde María es el principio de toda auténtica renovación eclesial.

Sin embargo, para discernir la dirección real de este pontificado, será decisivo observar a quién León XIV confiará la dirección de los dicasterios romanos: una elección que podría confirmar o contradecir la dirección inicial.

La pregunta fundamental sigue siendo, aunque nunca demasiado lejana, ¿será un Papa en plenitud, o se limitará a ser el Obispo de Roma? Porque es la crisis del Papado y del Magisterio, y no otra cosa, la que está en la raíz de la crisis del sacerdocio, de la liturgia y de la fe misma. Sólo una auténtica restauración de la autoridad doctrinal puede reabrir plenamente los caminos de la gracia en el seno del cuerpo eclesial.

Gaetano Masciullo

miércoles, 14 de mayo de 2025

Robert Francis Prevost, papa León XIV. Análisis preliminar



El cardenal Robert Francis Prevost ha sido elegido papa en el cuarto escrutinio. Como muchos esperaban, el resultado no se hizo esperar, aunque para él no fue tan rápido. ¿Qué podemos esperar? Se había dicho que no habría otro papa de Sudamérica, y tenemos a un peruano. Si no de nacimiento, desde luego de formación y adopción. Parece un pontífice amable y diplomático. Tres principios orientadores lo definen: unidad en la Iglesia, paz en el mundo y justicia social. Con todo, tiene importantes puntos vulnerables que pueden ser explotados por personas hostiles a Cristo.

El 8 de mayo de 2025 el colegio cardenalicio escogió a Robert Francis Prevost, monje agustino que fue Prefecto del Dicasterio para los Obispos durante el reinado de Francisco desde el 12 de abril de 2023. Ha elegido el nombre de León, que tiene mucha solera en la tradición católica.

La fecha del 8 de mayo es de gran importancia simbólica para los católicos, ya que se trata de la festividad de Nuestra Señora del Rosario de Pompeya, y es asimismo la conmemoración de la aparición del arcángel San Miguel en el monte Gargano (Italia) en el lejano año 490. No sólo eso; el Cónclave se inició el 7 de mayo, coincidiendo con la fiesta movible tradicional del patronazgo de San José sobre la Iglesia Universal. Todas estas celebraciones tienen que ver con el triunfo de la Iglesia sobre sus adversarios.

El nombre de Prevost no figuraba entre los candidatos más esperados, por lo que su elección ha sido sorpresiva para muchos. En un principio, la mayoría daban por sentado que en seguida saldría Pietro Parolin o, de prolongarse el Cónclave, se optaría por un candidato con una capacidad semejante a la del ex Secretario de Estado pero con una imagen política menos compleja, como el Patriarca de Jerusalén Pierbattista Pizzaballa.

¿Es Prevost un papa de conciliación como han sugerido algunos? En mi opinión, parece harto improbable, y más teniendo en cuenta la celeridad con que lo han elegido. Los cardenales ya tenían dos tercios de los votos en el cuarto escrutinio, y eso da a entender que Prevost no fue una opción de última hora surgida después de varios intentos fallidos de mediación entre facciones opuestas.

Karol Wojtyła sí que fue un candidato de conciliación, y resultó elegido después de ocho votaciones para romper el empate entre el conservador Giusseppe Siri y el más liberal Giovanni Benelli. Ratzinger, por el contrario, fue elegido al igual que Prevost después de cuatro recuentos.

Ratzinger era el sucesor natural de Juan Pablo II. Prevost, aunque era un posible sucesor natural de Francisco, encaja más en las características de un papa de convergencia. Eso quiere decir que a pesar de que los cardenales provenían de posturas diversas o incluso encontradas, vieron en el purpurado americano al candidato ideal, capaz de unir las diversas corrientes que circulan en la Iglesia. Su nombre y el amplio acuerdo al que se llegó probablemente surgieron ya en las congregaciones generales que precedieron al Cónclave.

Antes del Cónclave, y durante el mismo, se habló mucho de que había llegado la hora de que por fin se eligiese a un papa italiano, en parte para restablecer la credibilidad de la curia romana, gravemente debilitada por el gobierno centralista de Francisco. Por otra parte, muchos pronosticaron que después de la experiencia del pontífice argentino sería improbabilísimo que saliera otro sudamericano. Ambos pronósticos fallaron, o al menos sólo acertaron en parte. Prevost no es italiano, pero tiene ciudadanía peruana, lo cual lo hace sudamericano. Si no de nacimiento, por lo menos de formación y adopción.

Prevost apareció con la indumentaria pontificia tradicional –cruz pectoral (la típica cruz-relicario de los obispos preconciliares), estola pontificia y muceta roja–, recuperando así la estética romana tradicional de la que Francisco había prescindido totalmente, por no decir rechazado. El nombre escogido, León, evoca intensamente la tradición católica. Muchos católicos conservadores y tradicionalistas, impactados por ambos elementos, han manifestado un repentino entusiasmo en las últimas horas. En situaciones así, es natural que las emociones se impongan sobre un análisis racional.

Si bien es cierto que León es un nombre de larga tradición para un pontífice, no debemos caer en el error de interpretarlo desde la perspectiva del progre promedio conforme a nuestra mentalidad personal. Lo que hay que hacer es, por el contrario, procurar verlo razonadamente dentro de los parámetros de la persona. Al fin y al cabo, Prevost ha sido considerado hasta el momento un progresista moderado, como veremos más adelante. En los esquemas mentales de un sacerdote estadounidense habitual formado después del Concilio, el nombre León significa esencialmente dos cosas: pacifismo y doctrina social. San León Magno fue el papa que cortó el paso al bárbaro destructor Atila. León XIII está considerado el creador de la doctrina social de la Iglesia, pero las bases ya las había sentado Bonifacio VIII en la Unam Sanctam.

Acta de aceptación del Romano Pontífice con el nombre asumido, redactada por el ceremoniero pontificio en calidad de notario

¿Por qué eligieron a Prevost?

La paz y la justicia, en el sentido de justicia social, serán con mucha probabilidad dos de los temas centrales del nuevo pontificado leonino. Esto se hizo evidente con las primeras palabras que pronunció en el balcón: «La paz sea con vosotros (…) En la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante (…). Dios os ama a todos, y el mal no prevalecerá. Estamos todos en manos de Dios. Por eso, en unidad, de la mano de Dios y unos con otros, avancemos (…). Me han elegido como sucesor de San Pedro y para que camine con vosotros en una Iglesia unida, siempre en pos de la paz y la justicia.»

Un aspecto particularmente positivo del discurso inaugural de León XIV es que, aunque alude a Francisco –como cuando habla de tender puentes de diálogo con el mundo de hoy–, expresa estos conceptos en un sentido más ortodoxo: «Cristo nos precede. El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita para que sea el puente al que hay que llegar por Dios y por su amor». Como si dijera: los puentes están muy bien, pero al final, sólo hay un puente verdadero, que es Jesucristo. Llama asimismo la atención la importancia que concede a la labor misionera de la Iglesia: «Doy también las gracias a mis hermanos del colegio cardenalicio que me han elegido sucesor de San Pedro y para que caminemos en una Iglesia unida para proclamar el Evangelio, para ser misioneros». Y una vez más: «Entre todos debemos ver cómo ser una Iglesia misionera», y «recemos unidos por esta nueva misión, por toda la Iglesia y por la paz del mundo, y pidamos esta gracia especial a María nuestra Madre».

Paz y justicia, pues. Fueron estas dos de las primeras necesidades que observaron los purpurados que habrían de elegir al nuevo pontífice. Un papa capaz de mediar, más diplomático que pastoral, para remediar los graves conflictos que han surgido y que puedan surgir en un futuro cercano. Un papa capaz, como San León Magno, de parar los pies a muchos atilas –o al menos a los que son percibidos como tales– que tratan de invadir y de empezar guerras. No sólo Putin con Ucrania, Xi Jin Ping con Taiwán o Netanyahu con Palestina, sino también Trump. De hecho, a pesar de ser estadounidense y miembro con carnet del Partido Republicano, Prevost siempre (al menos hasta la fecha) ha mantenido una postura enfrentada con la del magnate-presidente. Por el estilo de Francisco y Pietro Parolin.

Cuando J.D. Vance, vicepresidente de EE.UU., desencadenó la controversia al invocar la doctrina tomista del ordo amoris, fue objeto de acerbas críticas en los medios sociales por parte del entonces cardenal Prevost, que escribió en X: «J.D. Vance se equivoca. Jesús no nos pide que amemos al prójimo con arreglo a una escala o jerarquía». Además, la justicia supone seguir centrándose en temas que ya eran prioritarios para Francisco, como la ecología, la inmigración y los pobres.

De todos modos, está por verse si León seguirá exactamente los pasos de Bergoglio.

Aunque los cardenales electores han apuntado en 2025 a un papa que pudiera mediar por la justicia y la paz en el mundo, buscaban también a alguien capaz de mediar en pro de la unidad de la Iglesia. En realidad, la unidad es el tercer tema más importante que se observa en el discurso inicial de León. La Iglesia tiene que volver a la unidad después de años de profundas divisiones, disputas ideológicas y teológicas y hasta conflictos económicos que han surgido durante el pontificado de Bergoglio.

En la solemne Misa pro Ecclesia que puso fin al Cónclave en la Capilla Sixtina el pasado viernes 9 de mayo a las 11 de la mañana, el recién electo pontífice destacó repetidas veces conceptos de los que los católicos ya no estamos tan acostumbrados a oír hablar, como la santidad y el camino a la santidad.

En el interior del Cónclave

¿Qué pasó entonces durante el Cónclave? Si la elección de Prevost no fue accidental, como da a entender la rapidez con que se llevó a cabo, y si la mayoría de los electores habían sido creados por Francisco, ¿se podría identificar un plan estratégico detrás de esta elección?

Por el momento se pueden considerar tres posibilidades. La primera sería que Prevost era el plan B por si no resultaba Parolin. En los últimos días se había hablado mucho de la ambición de Parolin de ascender al solio pontificio y de sus esfuerzos para ganarse el mínimo necesario de votos de los conservadores y los progresistas. Era en reacción a las facciones más progres que apoyaban a Tolentino de Mendonça y Jean-Marc Aveline, los más conservadores, que promovían a Péter Erdö, y los más moderados, que apoyaban a Pierbattista Pizzaballa.

Sin embargo, no se había pensado mucho en la posibilidad de que Parolin tuviera una estrategia alternativa, una manera de conseguir la elección de alguien de su cuerda –otro revolucionario más moderado– en caso de que su nombre quedara demasiado comprometido, que fue ni más ni menos lo que pasó. Si era eso lo que esperaba Parolin, teniendo en cuenta que estaba en el balcón de San Pedro, todo sonrisas junto al cardenal Vinko Puljić, puede ser que considere a su colega Prevost maleable, o al menos simpatizante de sus tendencias.

Sea como fuere, vale la pena recordar que se esperaba que Wojtyła resultase débil y se dejara influir fácilmente por muchos de sus electores, y sin embargo demostró ser un dirigente firme que imprimió un ritmo decisivo a la historia de la Iglesia, independientemente de cómo evaluemos su pontificado. Dicho de otro modo: en cuanto uno llega al primado, no hay garantía de que vaya a cumplir las expectativas de quienes lo promovieron.

Por otro lado, podría ser que Prevost fuera el fruto de la convergencia de votos cross-sectional obtenida bajo la discreta astuta de figuras influyentes como el cardenal italiano Giusseppe Versaldi, que fue creado cardenal por Benedicto XVI y ejerció de prefecto de la Congregación para la Educación Católica con Francisco en 2015 y 2022, y es un típico representante de la Curia Romana.

Se cree que en los últimos años Versaldi ha construido una red de apoyo y credibilidad en torno a Prevost. Discretamente, contribuyó a darlo a conocer y conseguirle el respeto del episcopado italiano y autoridad en los palacios vaticanos y promocionándolo como una alternativa viable a Pietro Parolin. Es más espiritual y confiable, y además diplomático.

Es innegable la personalidad reservada de Prevost. Quienes lo han tratado en los últimos años, tanto en Perú como en el Vaticano, lo describen como amable, callado, receptivo y dispuesto a escuchar todos los puntos de vista. Un papa diplomático, como se esperaba después de doce años de la pastoral centralista e ideologizada de Francisco.

En cualquier caso, en los próximos años –o incluso meses– podríamos asistir a un fortalecimiento positivo de la Curia.

Una tercera posibilidad se ha planteado en las últimas horas, proponiendo que quien verdaderamente estuvo detrás de la elección del Papa fuera el cardenal Timothy Dolan de Nueva York. Se cree que desempeñó un papel fundamental, como ya hizo en el Cónclave anterior cuando contribuyó a materializar la candidatura de Jorge Mario Bergoglio, aunque más tarde quedó decepcionado.

Según algunos medios, Dolan intentó reparar algunas brechas en la Iglesia de EE.UU. Por un lado estaba el bando de los los antitrumpistas como McElroy y Wilton Gregory, y por el otro conservadores como Di Nardo y el propio Dolan. Terminaron por reconocer que había llegado la hora de la unidad.

No tiene nada de sorprendente, pues, que monseñor Dolan señalara que el futuro pontífice sería una combinación de los últimos tres. Ahora que ha sido elegido Prevost, puede afirmar que tenía razón. Se afirma que las verdaderas maniobras han tenido lugar en el Pontificio Colegio Norteamericano.

Seguro de sí mismo, Dolan tuiteó y lució su habitual sonrisa mientras se contaban los votos de Prevost, candidato con un perfil que permitía proponerlo exitosamente como candidato ideal: estadounidense de nacimiento pero misionero en el Perú, sólido en la doctrina y con experiencia en la Curia como ex prefecto de la Congregación para los Obispos, y además habla con soltura italiano, inglés y español.

Una vez conseguido un amplio apoyo de los estadounidenses, se afirma que los votos decisivos para la elección de Prevost han provenido de los purpurados de Asia y África. Los mismos que no consiguió ganarse Parolin, a pesar de los rumores sobre un posible acuerdo con otro favorito de primera hora como el filipino Tagle. Se cuenta que en las primeras congregaciones los cardenales de Asia y África estaban indecisos, y que al final sus votos se inclinaron hacia Occidente, o al menos hacia un concepto particular de Occidente.

Es posible asimismo que Prevost contase con el respaldo de miembros de la Curia a raíz del cuantioso donativo que, según varias fuentes, hizo Trump con motivo de los funerales de Francisco: se dice que ascendió a 14 millones de dólares.

Es de suponer que la Santa Sede acogió con gratitud el donativo, teniendo en cuenta el déficit dejado por Bergoglio, que se cifra en 70 millones de euros. Algunos lo han considerado un gesto de generosidad, en tanto que otros han sospechado ulteriores motivos, sobre todo si se piensa en la estrecha relación de Trump con monseñor Dolan, figura clave del Cónclave, al que Trump ya elogió en una ocasión con estas palabras: «Aunque no tengo preferencias, tenemos a un cardenal en Nueva York que es muy bueno. Vamos a ver qué pasa».

Quién era Prevost antes de ascender al pontificado

A lo largo de su vida, Robert F. Prevost siempre se ha mantenido apartado de los focos y las cámaras, incluso siendo obispo y más tarde cardenal de la Curia. Es una señal alentadora después de doce años de un protagonismo promovido por los medios que en ocasiones ha resultado molesto, inapropiado y hasta perjudicial para los fieles.

De todos modos, no se sabe gran cosa de su postura en relación con algunos temas. Hasta ahora, Prevost ha estado en el bando de Francisco en temas como inmigración y pobreza. Ha expresado apoyo a la postura introducida por Bergoglio de dar la Comunión a católicos divorciados que se han vuelto a casar por lo civil. Está claramente a favor de la sinodalización de la Iglesia, como puso de relieve en su discurso inaugural. Cuestión que causa no poca inquietud.

Es probable que se oponga a bendecir parejas del mismo sexo a raíz de las concesiones de Fiducia supplicans. Y todavía es una incógnita su actitud hacia las trabas a la Misa Tridentina que impuso Tratitiones custodes.

Tampoco está clara su postura con respecto a los acuerdos secretos entre el Vaticano y China, iniciados por Parolin y renovados en varias ocasiones por Francisco. Por último, aún no se sabe a ciencia cierta si está entre los prelados partidarios de que se hagan modificaciones a la Humanae vitae de Pablo VI o incluso se la derogue.

En todo caso, ha tenido una trayectoria muy rápida. Ingresó en la orden de San Agustín en 1977 e hizo sus votos solemnes en 1981. Posee estudios de matemáticas, teología y derecho canónico, y fue ordenado sacerdote en 1982. Tres años más tarde se integró a la misión agustina en Perú, y estuvo a cargo de la prelatura territorial de Chulucanas. Tras un breve periodo en Estados Unidos entre 1987 y 1988 como director vocacional y de misiones, regresó al país andino y dirigió durante diez años el seminario de Trujillo, donde enseñó derecho canónico y ocupó diversos cargos pastorales y administrativos.

En 1999 fue elegido provincial de los agustinos de Chicago, y en 2001 prior general de la orden, cargo que desempeñó hasta 2013. En 2014, el papa Francisco lo nombró administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo, y el año siguiente obispo. Más tarde ejerció cargos importantes en la Coferencia Episcopal Peruana entre 2018 y 2023, en los que contribuyó a la estabilidad política del país.

En enero de 2023 el papa Francisco lo nombró prefecto del Dicasterio para los Obispos, que es uno de los cargos más importantes y complicados de la Curia, con una importancia probablemente similar a la de la Secretaría de Estado y la de Doctrina de la Fe. El prefecto del Dicasterio para los Obispos es el que supervisa la designación de prelados en todo el mundo. En septiembre del mismo año obtuvo la púrpura cardenalicia.

Hay un último y crucial aspecto a tener en cuenta sobre Robert Prevost, que es motivo de gran preocupación. Después de años de escándalos de abusos sexuales azotando a la Iglesia, el nuevo pontífice arrastra consigo graves acusaciones de encubrimiento. Según algunas fuentes, esas acusaciones son de la época en que era obispo de Chiclayo entre 2006 y 2010, cuando habría protegido a dos sacerdotes acusados de dicho delito. Igualmente está en tela de juicio su posible responsabilidad en un caso en que estuvo implicado su amigo y patrocinador el cardenal de Chicago, Blase Joseph Cupich, cuando Prevost era provincial de los agustinos allí.

No está claro si las acusaciones son fundadas o si son un intento de desacreditar a prelados influyentes.

En todo caso, los enemigos de la Iglesia, tanto externos como internos, podría aprovecharse de esas cuestiones para hacerlo objeto de presiones en su pontificado. Como suele suceder, los medios informativos evitarán esos temas hasta que León XIV provoque a algún personaje importante o se acarree las iras de facciones descontentas de la Iglesia, cosa que recuerda a lo que pasó durante el pontificado de Benedicto.

Gaetano Masciullo

(Artículo original. Traducido por Bruno de la Inmaculada)