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miércoles, 5 de noviembre de 2025

INFOCATÓLICA

(Del Blog de Bruno Moreno, Espada de doble filo)



La publicación ayer de la nota doctrinal Mater Populi fidelis levantó un gran revuelo y supongo que es bueno que lo hiciera. Los católicos amamos profundamente a nuestra Madre, así que somos muy sensibles ante cualquier cosa que tenga relación con ella, especialmente si puede dar la impresión de que se pretende recortar los honores que se le deben. Como mínimo, la reacción muestra que, en este tema y a favor o en contra, hay muchos que no han caído en la tibieza general.

Hace unos años, escribí un artículo titulado “¿En qué sentido nuestra Señora es Corredentora? y, por lo que leo de la nota doctrinal, lo que dije sigue siendo válido. No cabe duda de que el contenido o sentido de ese título es verdadero y parte de nuestra fe católica. En cambio, la conveniencia o no de utilizarlo o proclamarlo solemnemente como título formal es una cuestión prudencial, que yo no soy competente para decidir y que, gracias a Dios, corresponde a la Iglesia.

Así pues, a grandes rasgos, que la nota doctrinal considere inoportuno utilizar el título de Corredentora no me preocupa especialmente, ya que se refiere precisamente a esa cuestión para la que yo no soy competente. En cambio, otras cosas del documento me resultan más inquietantes, porque, con todo el respeto, tengo la impresión de que se trata de la continuación de una línea que lleva varios años en vigor y que podríamos llamar, en conjunto, el magisterio confuso. Esta forma de ejercer el magisterio, que se está consolidando ya en un segundo pontificado consecutivo, podría distinguirse por varias características que, al menos a mi entender, resultan del todo indeseables.

En primer lugar, el magisterio confuso se caracteriza por la imprecisión sustancial y sistemática, que tradicionalmente ha sido el peor enemigo del magisterio y, por desgracia, en la última década se ha hecho habitual. Recordemos, por ejemplo, el caso de la modificación de la enseñanza del Catecismo sobre la pena de muerte para dejarla más confusa en vez de más clara, algo que es inaudito, mediante el uso del término “inadmisible”, que no tiene un sentido definido en Teología moral, además de afirmaciones mutuamente contradictorias.

Lo mismo sucedió con Amoris laetitia, que logró desactivar a los defensores la doctrina moral tradicional de la Iglesia a base de grandes dosis de confusión, con frases oscuras y ambiguas, las más importantes de las cuales, al parecer, estaban en un pie de página. Todo eso permitía que, el que quisiera engañarse sobre lo que en realidad decía el documento, se engañara y justificara su propia inacción. Casi diez años después, siguen sin responderse las dudas básicas presentadas por cuatro beneméritos cardenales sobre su interpretación. Algo similar puede decirse de Fiducia supplicans, la declaración de Abu Dhabi, Fratelli Tutti y otros documentos.

De un tiempo a estar parte, la precisión en los documentos parece ser el enemigo, en lugar de algo fundamental y necesario, como siempre se consideró en la Iglesia. En ese sentido, resulta irónica una súbita preocupación por la “precisión” en el lenguaje de la que hace gala la nota Mater Populi fidelis, teniendo en cuenta que el gran documento del cardenal Fernández, Fiducia supplicans, se basa úen sembrar la confusión, jugando con bendecir la pareja, pero no bendecir la unión y las bendiciones “pastorales”, pero no “litúrgicas”, como si moralmente no fuera todo lo mismo. ¿Y ahora, de pronto, la precisión y evitar los malentendidos sí que es esencial? ¿Para evitar unos posibles errores que, si de verdad existen en la realidad, son completamente marginales, a diferencia de los relativos a las uniones del mismo sexo? ¿Estos últimos no importan, pero los primeros sí? Colamos el mosquito y nos tragamos el camello.

En segundo lugar, la prudencialización o pastoralización de las declaraciones magisteriales. En lugar de tener un magisterio centrado en la verdad, en la realidad, parece que tenemos un magisterio utilitario, centrado en la cuestión de cuáles van a ser los efectos de que se diga una cosa u otra. En esta última nota, de nuevo, se mencionan, como no podía ser menos, el “esfuerzo ecuménico” y las preocupaciones “pastorales y ecuménicas”. Esto resulta especialmente curioso teniendo en cuenta el golpe casi mortal que dieron las bendiciones de Fiducia supplicans al ecumenismo con los ortodoxos, el grupo más cercano al catolicismo. Podría sospecharse que el ecumenismo solo es importante cuando se produce en sentido mundano.

En cualquier caso, esta tendencia también tiene su origen en Amoris Laetitia, en la cual, contra toda la moral de la Iglesia, se afirmó que no existen los actos intrínsecamente malos y, por lo tanto, todo depende de la situación, las circunstancias y el color con que se mire: todo es prudencial. ¿Se puede adulterar? Depende. ¿Y usar anticonceptivos, tener relaciones del mismo sexo, abortar? Forzosamente, también depende. ¿Y bendecir las uniones del mismo sexo? Depende de si la misma bendición la das “litúrgicamente” o “pastoralmente”, como si eso justificara en lo más mínimo bendecir lo imbendecible.

Aparte de que este enfoque no es católico (al menos según Veritatis splendor y toda la moral anterior de la Iglesia), lo cierto es que, si todo es prudencial, todo es discutible. Por su propia naturaleza, lo prudencial no es objeto de magisterio, sino de decisiones circunstanciales y mutables, que además no pueden hacerse desde arriba, sino que tienen que ser tomadas por el interesado en cada caso concreto. Si la maldad o bondad del adulterio, el divorcio o las relaciones del mismo sexo son cuestiones prudenciales, pueden ser cosas malas en las diócesis africanas y buenas en las alemanas. ¿Por qué no?

La nota dice que “es siempre inoportuno el uso del título de Corredentora para definir la cooperación de María”. Esta afirmación carece de sentido lógico, porque precisamente la oportunidad, por definición, es algo que depende del contexto. No cabe, pues, hablar de “siempre”. Cuando cambian el momento histórico, el lugar, las circunstancias, etc., lo inoportuno puede hacerse oportuno y viceversa. Muchos recordarán el viejo anuncio, que canturreaba “siempre hay un motivo para usar Nivea", pero lo cierto es que no es así, a veces es conveniente usar Nivea y a veces no. Si, según la nota, hoy no es conveniente u oportuno hablar de que la nuestra Señora es Corredentora, mañana o el año que viene o en el pontificado que viene puede que lo sea; si no es oportuno que el Vaticano use esa expresión, puede que lo sea en una diócesis concreta, en una parroquia específica o que cada fiel decida por sí mismo si es prudente usarla o no.

Repitámoslo: lo prudencial es discutible, mudable, no admite pronunciamientos generales y, por lo tanto, no es propiamente materia doctrinal, sino práctica y disciplinar. Así pues, la nota “doctrinal” y, en general, buena parte de los documentos de los últimos años, tienden a derrotarse a sí mismos, porque sus presupuestos radicalmente antimagisteriales anulan sus propios efectos como magisterio.

En tercer lugar, gran parte de los documentos recientes muestran una clara superficialidad o esloganización magisterial. Se trata de un magisterio que adolece de escasez o ausencia de fundamentos racionales o teológicos sólidos, que parece funcionar a base de sentimentalismos y en el que la argumentación se sustituye por eslóganes, como “crear puentes y no muros”, “ir a la frontera”, “el tiempo es superior al espacio”, “nadie puede ser castigado para siempre” o “hacer lío”, entre otros, ninguno de los cuales tiene la más mínima entidad teológica.

En el caso de la nota doctrinal más reciente, se nos asegura, por ejemplo, que “cuando una expresión requiere muchas y constantes explicaciones, para evitar que se desvíe de un significado correcto, no presta un servicio a la fe del Pueblo de Dios y se vuelve inconveniente” y que el término de Corredentora corre “el peligro de oscurecer el lugar exclusivo de Jesucristo”. Esta afirmación tan superficial produce inevitablemente una sonrisa, porque exactamente ese es el caso de todos los títulos tradicionales de nuestra Señora. ¿Es que decir que María es Madre de Dios no puede dar la impresión de que Dios no es eterno? ¡Si hasta se produjo un gran cisma por ese tema! Del mismo modo, tradicionalmente, María es Puerta del Cielo (¿pero no dice el Evangelio que Él es la puerta del redil?), Causa de nuestra Alegría (¿acaso no es Cristo la verdadera causa de nuestra alegría?), Reina del Cielo y de los Ángeles (¿no atentará eso contra la realeza de Cristo?), nuestra Señora (¿es que no es Cristo el único Señor?), Abogada nuestra (¿el Abogado no es el Espíritu Santo?), santa (pero “solo Tú eres santo, Señor”) y un largo etcétera.

El hecho es que, usado sistemáticamente, el criterio que nos da la nota doctrinal llevaría a la destrucción de toda la Mariología, no podríamos decir nada sobre la Virgen. No es casual que lo mismo suceda con Amoris laetitia, cuyos principios destruyen la totalidad de la moral católica. Lo cierto, por supuesto, es que los títulos de la Virgen nada quitan a Cristo, porque si los tiene es precisamente porque Ella es el ser humano más unido a su Hijo y que más perfectamente le ha imitado siempre en todo. Cuanto más ensalzamos a la Virgen, más estamos ensalzando a Cristo. La grandeza de María no es algo autónomo o conseguido por las fuerzas humanas, sino una obra maestra de la gracia de Cristo, que obra en “la humildad de su esclava”. Nada hay de extraño en esto, lo mismo sucede con los sacerdotes y el único y Sumo Sacerdote o con los padres y el Padre del cielo. Es de temer que, con el olvido de la escolástica, algunos hayan olvidado también el concepto fundamental de la analogia entis.

Otra característica de los documentos recientes es, a mi modo de ver, la autorreferencialidad y las citas creativas. Se trata de un clásico del pontificado anterior, como casi todo el mundo sabe. La inmensa mayoría de las citas de los documentos del Papa Francisco eran de documentos del propio Papa Francisco. Ahora, en Mater Populi fidelis se cita otra vez a Francisco. De nuevo irónicamente, nunca se había hablado tanto antes contra la autorreferencialidad y nunca se había practicado tanto esa disciplina.

Cuando se cita a otras personas, las citas se seleccionan cuidadosamente, ocultando todo aquello que vaya en contra de la novedad que se quiere defender, y apelando únicamente a aquello que interesa. En Mater Populi fidelis, se citan como autoritativas unas frases de Ratzinger en la que desconfía del término Corredentora, pero solo se citan en general y sin darles la más mínima importancia las veces en que San Juan Pablo II, Pío XI o Benedicto XV usan ese término (el primero de ellos mientras Ratzinger era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe). ¿No convendría tomarse en serio los testimonios en contra de lo que afirma ahora el Dicasterio? Alguna fuerza tendrán, ¿no? Lo mismo sucedió en Amoris Laetitia, en la que directamente se omitía la doctrina anterior sobre los actos intrínsecamente malos y la prohibición de dar la comunión a los adúlteros no arrepentidos y se citaba a Juan Pablo II y a Santo Tomás ¡para decir exactamente lo contrario que Juan Pablo II y Santo Tomás! Esta forma de actuar no es seria y acarrearía un suspenso fulminante en cualquier tesis, tesina o humilde trabajo escolar. Que sea algo relativamente frecuente en los documentos magisteriales recientes es tristísimo.

Finalmente y de forma estrechamente unida a la precedente, podemos mencionar otra característica aún más grave: el un cierto desprecio implícito de la enseñanza anterior e incluso de la EscrituraAmoris Laetitia desestimó el magisterio de Benedicto XVI, Juan Pablo II y todos los papas anteriores, negó expresamente un dogma de fe al decir que Dios no siempre da la gracia para no pecar, contradijo directamente a la Escritura al decir que a veces Dios quiere que pequemos y que el adulterio a veces es lo que Dios nos pide, aunque no sea lo ideal. ¿Sobre qué base se asienta un magisterio que simplemente prescinde del magisterio anterior? ¿No es eso el equivalente de serrar la rama en que uno está sentado?

Quizá el caso más paradigmático fuera la ocasión en que el Papa respondió formalmente a unas dubia (no las famosas, sino otras) afirmando que hay “textos de las Escrituras y testimonios de la Tradición que hoy no pueden ser repetidos materialmente”. Confieso que nunca habría pensado que escucharía a un Papa diciendo expresamente que hay que prescindir de lo que enseña la Escritura en algunas cuestiones (a saber, cuando no coincide con lo que piensa el mundo).

En el caso de esta última nota doctrinal, llamativamente se prescinde de lo enseñado al respecto por doctores de la Iglesia (como San Alfonso María de Ligorio o San Juan Enrique Newman), varios papas y multitud de teólogos o la Escritura (“completo en mi carne lo que le falta a la pasión de Cristo”, “llevando siempre en nuestro cuerpo el morir de Jesús”, “estoy crucificado con Cristo”, “a ti una espada te atravesará el corazón”, etc.) y lo creído por una buena parte del pueblo fiel. Curiosamente, en otros casos se menciona lo que cree “la gente” como argumento para defender heterodoxias, pero, en cambio, si es algo piadoso sobre nuestra Señora, se puede prescindir de ello sin pensarlo dos veces. Algo similar, por cierto, a lo que ocurre con los defensores de la liturgia antigua (incluido Benedicto XVI), cuya opinión en este caso no parece importar en lo más mínimo). Como decía, yo no estoy capacitado para decidir si conviene utilizar o no el título de Corredentora, pero lo que me parece evidente es que resulta imprudente y autodestructivo despreciar a la ligera todo lo que han dicho sus defensores, incluidos algunos a un nivel bastante más alto que el actual cardenal Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

En fin, podrían mencionarse algunas otras características más, como una asombrosa tolerancia de la contradicción interna, pero no conviene alargarse más. Por desgracia, lo evidente es que todo este magisterio confuso está llevando y ha llevado ya en buena parte a un desprestigio generalizado del magisterio. No entre los no cristianos, ni tampoco entre los católicos heterodoxos, que nunca han hecho caso del magisterio, sino entre los fieles de a pie que aman a la Iglesia, se toman en serio su fe y, consciente o inconscientemente, notan que algo va muy mal. Es una situación anómala y muy preocupante.

Solo hay que leer los comentarios de los artículos de los lectores de cualquier portal católico y se descubre inmediatamente algo terrible: multitud de católicos serios y obedientes desconfían de lo que venga del Dicasterio para la Doctrina de la Fe y otros órganos de la Iglesia. No son desobedientes, porque quieren obedecer, pero ni el más obediente de los hombres puede obedecer a lo contradictorio, ni creer en la confusión. Simplemente, no es posible. Así pues, la nota actual, al margen del tema concreto de la misma, pone de manifiesto que la confusión tan propia del pontificado anterior no se ha superado en absoluto. Antes o después (mejor antes que después) habrá que afrontar este problema.

En cualquier caso, como dice un amigo, quizá la nota doctrinal tenga un efecto inesperadola definición futura como dogma de que nuestra Señora es Corredentora. A fin de cuentas, la definición de los dogmas suele realizarse cuando es necesaria, es decir, cuando hay quienes impugnan, con presupuestos erróneos, una parte de la fe creída por la Iglesia pacíficamente. ¿Podría suceder? No lo sé, pero sería, sin duda, una gran ironía, una “sorpresa del Espíritu” de las de verdad y quizá un paso en la dirección de desechar de una vez por todas la confusión magisterial que tanto daño nos está haciendo. 

Bruno Moreno

Acerca del término corredentor (sacado de IA)


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Romanos 8:17: "Y si somos hijos, somos también herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, con tal de que padezcamos con él, para ser con él también glorificados".

Colosenses 1:24: "Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros y completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia"

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La teología católica ha desarrollado a partir de Romanos 8:17 y de otros versículos (como Colosenses 1:24:) el concepto de "corredentores", que implica que los cristianos cooperan en la obra de redención de Cristo mediante sus sufrimientos y obras, unidos a Él, pero siempre dependiendo de la redención única y suficiente de Cristo.

Aunque la frase literal ("corredentor") no aparece, los principios de ser coherederos de la gloria de Dios y de participar en los padecimientos de Cristo (lo que teológicamente se interpreta como "corredención") están presentes en el Nuevo Testamento.

La frase "somos corredentores con Cristo" significa que los creyentes pueden asociarse con Jesús en la obra de la Redención, ofreciendo sus propias vidas y sufrimientos para la salvación de los demás. No se trata de que los creyentes realicen la Redención por sí mismos, sino de que participen en ella al unirse a la pasión y sacrificio de Cristo y vivir el Evangelio en el mundo.

Detalles clave:

  • Participación en la obra de Cristo: El término enfatiza la colaboración de los seguidores de Cristo en su misión redentora, recibiendo y viviendo la gracia que Él obtuvo a través de su sacrificio.
  • Asociación con el sufrimiento de Cristo: O sea, asociar los propios sufrimientos, penas y sacrificios a los de Cristo. Esto transforma el sufrimiento de ser un castigo en ser un acto de redención, purificación y elevación para uno mismo y para los demás.
  • Doble dimensión de la Redención: La Redención de Cristo tiene dos dimensiones:
    • 1. Sanante: Restaura la inocencia perdida por el pecado. 
    • 2. Elevante: Eleva al creyente a la condición de hijo de Dios y lo introduce en una comunión íntima con Él.
  • La salvación es un don que se recibe: La salvación obtenida por Cristo debe ser recibida y aceptada personalmente por cada individuo, abriendo el corazón a los dones de su gracia.

  • María como modelo: María es vista como la primera corredentora por su participación única en el sufrimiento de Jesús al pie de la cruz. Ella es el modelo a seguir para los creyentes que se asocian con la pasión de Cristo.

  • El rol de la Iglesia: La Iglesia, como el cuerpo de Cristo, es una comunidad de corredentores que colaboran en la edificación del reino de Dios.
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Es de gran interés la lectura del siguiente artículo de Infovaticana, con relación a la idea de corredentora que se suele atribuir a María y que se ha introducido también en este blog, precisamente por ello:

Vuelve «La Sacristía de la Vendée» tras la absolución del P. Delgado




Otro mal día para la sanchosfera religiosa. Después de la absolución del P. Custodio Ballester llega ahora el regreso de las tertulias de La Sacristía de la Vendée tras la absolución canónica del P. Delgado, que publica la sentencia íntegra.

Como si fuese un guion de película, poco después de ser comunicada la sentencia absolutoria, uno de los principales instigadores, contra el P. Delgado, el P. Loriente, fue encontrado en posesión de droga y compañías homosexuales a finales del verano conmocionado a toda la diócesis de Toledo y toda España con el escandalazo. Quedan todavía por determinar el papel desempeñado otros actores de la diócesis de Toledo y Roma.

Aunque la sentencia del P. Delgado es del 28 de julio, hasta hoy no ha podido hacerla pública, ni siquiera dar su opinión públicamente por obediencia. Tal como relata:

Hace un año y medio tuve que anunciar, en obediencia, que dejaba las redes por mandato de mi Arzobispo. Dije que todo se debía a una calumnia de la que esperaba poder dar detalles algún día.

Ese día ha llegado. Durante este año y medio he tenido que enfrentarme a una cruel persecución orquestada por algunas personas a las que, por supuesto, he perdonado desde el primer momento. Esto me ha supuesto ser expulsado de mi ministerio, ser silenciado y ser sometido a un juicio penal canónico.


Hace año y medio decía:

Por orden directa de mi Arzobispo, me veo obligado a interrumpir la actividad en todas mis redes y a suspender mi participación en medios de comunicación. En esta ocasión no lo hago por mi propia voluntad.
No me queda más remedio que defenderme de una calumnia de la que espero…— Francisco J. Delgado (@PadreFJD) May 7, 2024



En este sentido llama la atención que el Arzobispado no haya emitido ninguna nota comunicando los hechos y restituyendo, al menos, la fama al acusado, especialmente cuando estuvo tan raudo emitiendo un comunicado condenándolo (y de lo que ha sido absuelto) o minimizando el escándalo del Vicario del Clero de Toledo. Tres meses para reparar parecen suficientes. No se espera de los medios de comunicación que lideraron el proceso, pero algunos sí confiaban en el arzobispo.

«La Sacristía»


El origen del caso está en la persecución desatada contra el canal de Youtube después de la denuncia pública de uno de los integrantes, el P. Góngora del simulacro de ceremonia religiosa gay protagonizado por un religioso hoy ya fuera de la diócesis de Madrid.

En este programa de regreso que titulan «El odio ante la Verdad: La vuelta de La Sacristía de La Vendée» contarán cómo ha sido el proceso además de tratar el último documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Mater Populi fidelis, y el debate en torno a los títulos de Corredentora y Mediadora de todas las gracias

Crónicas cucufatenses: el purgatorio (por Bruno Moreno)




Por estar ya en noviembre, mes en que conviene rezar especialmente por los difuntos, y deseoso de que mis lectores se beneficien de la sabiduría del pasado, me ha parecido oportuno traducir y traer al blog un nuevo fragmento de las Crónicas cucufatenses, recién traducido del códex latino de la Anthologia Fabularum Beati Cucufati Alexandriae Veteris (florilegio de historias del bienaventurado Cucufato de Alejandría la Vella, anacoreta).

El presente capítulo se titula “Claro que hay un purgatorio, tarugo” (Scilicet est purgatorium, asine!).

………

Cierto día, el bienaventurado Cucufato rezaba junto a la entrada de su cueva aprovechando el solecito del mediodía que, generalmente, le ayudaba a concentrarse y lograr una meditación mucho más profunda. Similar al sueño, pero totalmente distinta de este, claro.

Nada bueno dura mucho en este mundo sublunar y la meditación de Cucufato se interrumpió por un repentino presentimiento de que algo malo iba a pasar. Nuestro anacoreta abrió los ojos, inquieto, y vio llegar a lo lejos a un hombre. Sintió que un escalofrío recorría su espalda y, elevando los ojos al cielo, rezó así:

—Bendito seas, Señor, que has creado alacranes, mosquitos, charlatanes, parlanchines, pesados y otras plagas por razones que solo tu infinita sabiduría conoce. Y ahora que hablamos de eso, ¿no sería aún más perfecta la creación con un poco menos de todo eso? Es solo una sugerencia.

La oración de Cucufato tenía un cierto tono de urgencia, porque el hombre que se aproximaba era Remigio de Persépolis, también conocido entre los ermitaños menos piadosos como Remigio el Plastha, que, en persepoliano, significa “aquel que habla sin parar cuando la prudencia, la educación y la decencia humana más básica aconsejan callar”. Es un lenguaje admirablemente sucinto el persepoliano.

Fiel a su fama, Remigio iba hablando solo por el camino y moviendo mucho las manos, como si no pudiera pasar un solo instante sin irritar con su charla a algún ser animal, vegetal o mineral.

—La paz contigo, Cucufato —dijo Remigio al llegar a la puerta de la cueva—, sabio entre los sabios, lámpara de las conciencias … pesadilla de los herejes y varón virtuoso donde los haya … Mientras venía he visto un chacal, dos enormes leones … y un leopardo. Por poco no lo cuento, pero afortunadamente … no me arredro por nada, así que yo estaba allí y…

Conviene explicar que, por su afán de no ceder ni un instante al silencio, el Plastha hablaba disparando unas palabras tras otras, en un torrente verbal continuo e imparable excepto por las pequeñas pausas que usaba para respirar ruidosamente.

—Hola Remigio —respondió, lacónico, Cucufato, aprovechando una de aquellas pausas—. ¿Qué se te ofrece?

—Vengo a consultarte Oráculo de la Sabiduría, pozo de … ciencia e interpretador de sueños, tú que conoces los misterios…

—Sí, sí, sí. Todo eso y mucho más. Pero ¿qué quieres en concreto?

—Resulta que, movido por mi considerable humildad, se me ha ocurrido una cosa muy interesante y quiero preguntarte por…

—Abrevia, Remigio, por caridad, que el Señor vuelve y te va a encontrar parloteando.

—Bueno —dijo Remigio, haciendo un esfuerzo sobrehumano por ir al grano—, lo que yo quería era preguntarte por el purgatorio … Llevo días pensando en ello. No veo que tenga ningún sentido … ¿No podemos ir simplemente al cielo y ya está? ¿Para qué hace falta el purgatorio? ¿No será un cuento de viejas? Yo creo que…

Prudente como siempre, Cucufato reprimió un suspiro de cansancio y reflexionó algunos instantes en silencio, meditando la respuesta sin escuchar a Remigio, que seguía hablando sin parar.

—¿Quieres saber por qué existe el purgatorio? —le preguntó por fin—. Primero tienes que saber otra cosa. ¿Puedes decirme a qué distancia está el sol de nosotros?

—Er… Pues no. Mucha, supongo.

—Hace siglos, el gran sabio Eratóstenes de Cirene calculó geométricamente que el sol se encuentra a unos ochocientos miles de millares de estadios. ¿Entiendes?

—No.

—Si pudiera irse caminando hasta el sol y te pasaras la vida entera andando, día tras día y año tras año, necesitarías multitud de vidas para llegar y, felizmente, no tendrías tiempo para molestar a los demás. O sea, que está a mucha distancia, como decías. En fin, ahora que ya lo sabes, solo tienes que mirar fijamente al lejanísimo sol durante quince minutos —le indicó el anacoreta señalando hacia arriba— y comprenderás por qué existe el purgatorio.

—Estupendo. Ya sabía yo que tú podrías explicármelo y por eso pensé ayer en venir, pero luego pasó que por la mañana tuve otra idea y… —respondió Remigio, muy contento y levantando la cabeza.

Cucufato cerró otra vez los ojos sonriendo y contó en su interior:

—Uno, dos, tres…

—¡Un momento —exclamó el Plastha—, te estás quedando conmigo! No puedo mirar al sol durante quince minutos. ¡Me quedaría ciego!

—Dices bien, Remigio. No se te escapa nada. ¿Así que no eres capaz de mirar durante unos minutos al sol, a pesar de que está a una distancia casi inconcebible?

—Claro, brilla demasiado, no puedo soportarlo.

—Entonces, ¿cómo vas a presentarte sin más en el cielo y contemplar cara a cara a Aquel que creó el mismo sol y el universo entero? ¿Aquél cuya gloria brilla más que diez mil soles? ¿No crees que estarás bastante necesitado de unos añitos de purificación primero, so tarugo?

Remigio se quedó tan admirado de la sabiduría de Cucufato y su respuesta que, según cuentan los ancianos de la ciudad, volvió a Alejandría sin decir una sola palabra en todo el camino. Bien es verdad que nadie se enteró de ello, porque iba tan ensimismado que un león se lo zampó por el camino.

Mientras tanto, Cucufato, satisfecho por haber cumplido el deber de enseñar al que no sabe, volvió a su profunda meditación y continuó beatíficamente en ella hasta que pasó la hora de la siesta, obteniendo así grandes beneficios espirituales y corporales. Como el propio Cucufato sentenció en otra ocasión: es duro tener vocación de anacoreta, pero a alguien tenía que tocarle.

Moraleja de sabiduría cucufatiana: si crees que a ti no te hace falta purgar nada, eso quiere decir que aún estás más verde que los melones de Alejandría y que, de hecho, tu estancia con todos los gastos pagados en el purgatorio se va a contar por siglos, más que por años.

TRIBUNA: Corredentora, ¿lo único inoportuno? (Por Mons. Alberto José González Chaves)



Ante la publicación de la Nota del Dicasterio para la Doctrina de la Fe sobre algunos títulos marianos, que afirma que el título de Corredentora resulta “inoportuno” en el momento presente, no pretendo discutir, porque la Santísima Virgen no necesita controversias; pero sí compartir cierta extrañeza.

La nota, aprobada por el Santo Padre, me parece bastante aceptable en cuanto a su metodología y a los argumentos expuestos, aunque me chirríe que retenga inoportuno un título mariano nacido del amor, no de la confusión. 

La Iglesia jamás ha empleado el término Corredentora para colocar a María al mismo nivel que Cristo, único Redentor, sino para confesar simultáneamente dos verdades luminosas: que Cristo es el único Salvador y que la Virgen, por voluntad divina, fue asociada de modo singular y único a la obra redentora. 

Llamarla Corredentora no disminuye a Cristo: exalta la eficacia de su Redención y ayuda a contemplar con asombro hasta dónde puede llegar la gracia en una criatura que se deja poseer plenamente por Dios. 

Por eso tantos santos, teólogos y pontífices hablaron de este título con amor y fineza teológica. ¿ Hay que desaconsejarlo hoy? Francamente, no lo sé. Mas, concedo: posiblemente sí. Ítem más: acaso adolezca de puerilidad la sensación de que ello empobrece el amor filial a María. 

Sin embargo… ¿es esto lo más “inoportuno” que hay que señalar hoy? ¿No ha habido otros hechos y decisiones mucho más desconcertantes en los últimos años? Aduzcamos sólo algunos de los más salientes:

1. La palabra corredentora no ofende a nadie. Sí lo hace llamar “cuenta-rosarios”, “pepinillo en vinagre” o “rígido” a quien vive con devoción su fe o ama la tradición litúrgica.

2. No pocos nombramientos episcopales y de gobierno en la Santa Sede, a priori preocupantes por la trayectoria doctrinal y/o pastoral de los elegidos, y a posteriori, lamentables.

3. El homenaje en la Sala Pablo VI del Vaticano a Lutero, el heresiarca que originó la ruptura más dolorosa en la cristiandad.

4. La ritualizada presencia y veneración de la Pachamama en el Vaticano, idolatría incompatible con el culto debido al único Dios Uno y Trino.

5. La restricción de la liturgia tradicional (fuente de santidad para generaciones de fieles ayer y de hoy), falseando los argumentos sobre los que se hizo.

6. La gestión eclesial durante la pandemia, cerrando los templos durante meses, privando a los fieles de los sacramentos e imponiendo la comunión en la mano.

7. La Declaración de Abu Dhabi, interpretable como una cierta equiparación de todas las religiones como caminos semejantes hacia Dios, debilitando así la evangelización.

8. La admisión de quienes viven objetivamente en adulterio a la Sagrada Comunión, presentando el estado de gracia de manera gradual.

9. Los acuerdos con el gobierno de Pekín sobre el nombramiento de obispos, dejando a numerosos católicos chinos —perseguidos durante décadas por fidelidad a Roma— profundamente desolados, al sentir que se cedía parte de la libertad de la Iglesia a un poder hostil a la fe.

10. La Declaración Fiducia supplicans, percibida por innumerables fieles y pastores como gravísima, al exhortar a bendecir situaciones objetivamente contrarias a la Ley de Dios, derivadas de “pecados que claman al cielo”, según la Sagrada Escritura.

Muchos católicos habrían esperado una palabra clara sobre cualquiera de estas situaciones antes que una advertencia respecto a un título mariano tan amado por el Pueblo de Dios. Porque María nunca divide: siempre conduce a Cristo

La historia enseña que cada vez que la Iglesia profundizó en los privilegios de María, lo hizo para proclamar con más fuerza la verdad sobre Cristo. La auténtica mariología jamás oscurece a Cristo; al contrario, lo revela más puramente.

¿Qué aprovecha ahora reducir o desaconsejar expresiones marianas que tantos santos han usado para ir al Único Salvador y Redentor?

Los fieles necesitan pastores que confirmen en la fe y consuelen en la confusión.

Hoy, cuando tantos no creen ya en el pecado ni en el infierno, en la gracia santificante, en la Presencia real de Cristo en la Eucaristía, o en la vida eterna, ¿lo inmediato es señalar la inoportunidad del título de Corredentora?

María siempre protegió a la Iglesia. PidamosLe hoy está gracia, como a Mater Ecclesiæ.

¿Corredentora o Medianera? En este momento no me preocupa demasiado que ambas palabras sean más o menos oportunas; me inquietaría que fuesen heréticas, o necias , que es aún peor, como las que escuchamos con demasiada frecuencia, sin que sean corregidas.