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miércoles, 12 de noviembre de 2025

El nuncio en EE. UU. pide seguir “el camino de Francisco” y el Concilio Vaticano II como hoja de ruta de la Iglesia



Durante la asamblea plenaria de otoño de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos (USCCB) en Baltimore, el cardenal Christophe Pierre, nuncio apostólico y próximo a cumplir 80 años, ofreció un discurso ante los obispos del país.

En su intervención, el representante pontificio llamó a los prelados a mantener la fidelidad al camino pastoral de Francisco y a la “visión del Concilio Vaticano II”, insistiendo en que el futuro de la Iglesia debe avanzar por la senda marcada por esos dos referentes.

“Aunque algunos se inclinen por un camino que diverge de la visión pastoral de Francisco, sabemos que el modo de avanzar en la Iglesia es no apartarse de esa visión”, afirmó Pierre.

“El Concilio es el mapa del futuro”

El nuncio subrayó que los documentos del Concilio Vaticano II constituyen “el mapa para el viaje que tenemos por delante”, y citó palabras de Francisco: “No es tiempo todavía de un Vaticano III, porque aún no hemos terminado de aplicar el Vaticano II.”

“La visión del Concilio fue profética, una orientación hacia el futuro”, dijo Pierre.

Pidió a los obispos “resistir la polarización” y “asumir el estilo sinodal de comunión y discernimiento” como modo de hacer concreta la unidad.

En su discurso, también hizo referencia al papa León XIV, afirmando que sus primeros gestos y escritos son “una maduración del legado de Francisco”, y que ambos pontificados comparten “la fidelidad al espíritu del Concilio Vaticano II”.
Una Iglesia que no comenzó en 1962

El problema, sin embargo, es más profundo.

El discurso del nuncio —recogido por The Pillar— vuelve a presentar el Concilio Vaticano II como el punto de partida y de destino de la Iglesia contemporánea, como si el cristianismo hubiera comenzado hace apenas seis décadas.

Esta visión parece ignorar que la Iglesia no nació en 1962 ni con Francisco, sino con Jesucristo, que la fundó sobre Pedro hace más de dos mil años y la ha guiado a través de siglos de fe, magisterio, santos, mártires y concilios, y aún más antes de eso Dios ya preparaba el camino para la venida de su hijo al mundo.

La fidelidad eclesial no consiste en reinterpretar indefinidamente un concilio reciente ni entronar a Francisco como el profeta de la Iglesia sinodal y ecológica que hoy pretenden imponer, sino en permanecer en la Tradición viva que se remonta al Evangelio mismo:

“Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6).

El riesgo de una Iglesia sin memoria

El cardenal Pierre apeló a “seguir el camino de Francisco” y a “profundizar en el Concilio”, pero sin mencionar la continuidad doctrinal que debe unir cada época de la Iglesia con su raíz apostólica. Ese es el peligro de la retórica conciliar sin contenido dogmático: una Iglesia que se mira a sí misma, pero olvida a Cristo.

La verdadera renovación no consiste en “avanzar” hacia lo desconocido, sino en volver a la fuente, al Evangelio y a la Tradición que los Padres y Doctores de la Iglesia transmitieron con fidelidad. Como recordó Benedicto XVI, el auténtico desarrollo eclesial se da sólo en la “hermenéutica de la continuidad”, no en la ruptura.