“El Papa Francisco rompe las tradiciones católicas cada vez que le da la gana, porque está libre de “apegos desordenados”, sostiene el padre Thomas Rosica en su medio, Satl & Light TV. “De hecho, nuestra Iglesia ha entrado en una nueva fase: con la llegada del primer Papa jesuita, está abiertamente gobernada por un individuo más que por la autoridad de la Escritura solo o incluso por los dictados de la tradición más la Escritura”. Lo recoge la agencia internacional de noticias católicas Zenit. No sin razón.
Si de alguien puede decirse, en frase proverbial, que es “más papista que el Papa”, ese es el basiliano padre Rosica. Aunque, quizá, más que ‘papista’ debería llamársele ‘francisquista’. Se ha destacado como pocos entre los férreos guardianes de la nueva ortodoxia en los medios, en general del status quo, como demostró la semana pasada con una untuosa entrevista al Cardenal Wuerl, Arzobispo de Washington en el ojo del huracán de los escándalos de abusos homosexuales.
Pero estas declaraciones superan con creces todo esfuerzo de adulación para caer en la más flagrante herejía, aunque, desgraciadamente, también inadvertidamente pone el dedo en la llaga de uno de los rasgos más alarmantes del actual pontificado: el personalismo de Francisco.
Lo comentábamos ayer mismo; lo comentamos también con motivo del cambio introducido por Su Santidad en el Catecismo con respecto a la pena de muerte, en el que parecía pesar más su opinión personal que el magisterio unánime de la Iglesia durante todos los siglos precedentes. Y, ahora, uno de sus más exaltados partidarios se ha atrevido a enunciarlo en su forma más extrema.
No es solo una herejía lo de Rosica: es, además, una herejía bastante estúpida. Porque hay gente que obedece al Papa a regañadientes porque es el Papa; hay gente que le obedece encantada porque, además de ser el Papa, actúa y habla favoreciendo la tendencia ideológica propia. Pero no hay ‘bergoglianos’ en el mismo sentido que hay católicos.
Toda la autoridad de Francisco se asienta en esa Tradición que Rosica da por superada -o sometida al ‘Führerprinzip’ francisquista- y con la que el propio Pontífice parece mostrarse desdeñoso en ocasiones.
Pretender, como hace Rosica, que el Papa Francisco puede saltarse las tradiciones católicas o que gobierna por encima de la Tradición y la Escritura es insultar al Papa y, sobre todo, anunciar que esta ya no es la Iglesia Católica, la Iglesia de Cristo, sino una nueva criatura que obedece esencialmente a las opiniones personales de un mortal, por muy “libre de apegos desordenados” que esté.
Carlos Esteban