Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que procede de Dios (1 Cor 2, 12), el Espíritu de su Hijo, que Dios envió a nuestros corazones (Gal 4,6). Y por eso predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los gentiles, pero para los llamados, tanto judíos como griegos, es Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Dios (1 Cor 1,23-24). De modo que si alguien os anuncia un evangelio distinto del que recibisteis, ¡sea anatema! (Gal 1,9).
El padre Santiago Martín hace algunas reflexiones sobre un comentario de Monseñor Munilla acerca del marxismo; y sobre la relación entre éste y la ideología de género, que es la que está destrozando, entre otras cosas, la sociedad actual. Como no podía ser menos, los marxistas de Podemos han salido al ataque. Y es que cuando se toca una herida duele. Pero bienvenido sea ese dolor si la herida es reconocida como tal, como algo perverso, y se ponen los medios adecuados para curarla. Desgraciadamente no es el caso. Y, sin embargo, la solución a estos graves problemas que acosan a la sociedad y amenazan con destruirla, cual es el gravísimo problema de la ideología de género, que se quiere imponer a toda costa, como sea, pasa -como siempre- por el reconocimiento de la familia cristiana como lo que siempre ha sido: la célula básica de la sociedad. Se conoce la enfermedad: la metástasis que supone la ideología de género como punto culminante del marxismo. Y se conoce dónde se encuentra la solución: la familia cristiana. O sea, la vuelta a nuestras raíces cristianas y al amor a Jesucristo. Ahora se trata, tan solo, de llevar esta medicina a la sociedad, pues no existe ningún otro remedio que pueda curarla.